agricultura en venezuela- ¿centralismo o autonomía?
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Diego Griffon. 2011. Agricultura en Venezuela: ¿centralismo o autonomía?. Cal y Arena. Organización Moira. C.A. Numero 4.
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Agricultura en Venezuela: ¿centralismo o autonomía?
Por Diego Griffon Durante mucho tiempo en Venezuela la agricultura fue considerada una actividad marginal por los gobernantes. Si algo hay que decir a favor de la política agrícola del actual gobierno, es que ha logrado transformar esta situación, ahora la agricultura es una prioridad. Indudablemente el énfasis en el sector se incrementó luego del desabastecimiento generalizado del año 2006; momento en el cual, luego de una serie de desastrosas administraciones, el propio presidente asumió la conducción de la cartera agrícola, utilizando a los ministros como simples intermediarios. La Venezuela democrática no ha conocido presidente que haya reiterado mas en su discurso un compromiso con la causa campesina, razón por la cual es sorprendente la inexistencia en el país de un movimiento campesino fuerte y sobre todo, el que no se haya logrado generar incrementos sustanciales en la producción nacional de alimentos. Luego de 12 años de gobierno agrarista, Venezuela sigue teniendo una agricultura de puerto. Indudablemente es importante hacer una reflexión sobre porque, a pesar de los enormes esfuerzos e ingentes cantidades de dinero invertidos, no se ha cambiado la realidad agrícola de la nación. Los inicios Sin lugar a dudas, el primer movimiento de importancia hacia el campo por parte del actual gobierno, fue la aprobación de la Ley de Tierras. Gracias a esta ley, en el país se ha llevado a cabo una reforma agraria silenciosa, que ha experimentado diferentes momentos e intensidades. En algunos casos la reforma ha avanzando con mucho enfrentamiento y resonancia en los medios, pero en la mayoría de las oportunidades lo ha hecho prácticamente de manera inadvertida. Venezuela representa un caso único en la actualidad latinoamericana, en nuestro país es el gobierno quien promueve y ejecuta las recuperaciones de tierras. De esta manera los campesinos, en la abrumadora mayoría de los casos, sólo tienen una importancia mediática y siempre se encuentran a la expectativa de las acciones del gobierno. Esto en buena medida explica la pasmosa debilidad del movimiento campesino nacional, este no se ha forjado en la lucha por la tierra, ha surgido de las negociaciones con el Estado sobre el destino de las tierras ya recuperadas. Esto inevitablemente ha significado la supeditación de este movimiento al gobierno, impidiendo de esta manera que genere unos objetivos y políticas propias, imposibilitando su autonomía. Las decisiones sobre la recuperación de tierras ocurren en la caja negra que llamamos Miraflores, sin ninguna participación popular. Es sólo luego de ejecutadas las medidas cuando se busca la participación; en ese momento típicamente comienza una carrera improvisada por justificar las acciones, y sobre todo por organizar a las personas que se van a beneficiar. Se han probado múltiples formas de organización: cooperativas campesinas, núcleos endógenos, saraos, fundos zamoranos, comunas ecológicas, empresas socialistas, etc. Si bien
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estas estructuras organizativas son muy diversas, todas tienen dos elementos en común: (1) haber fracasado estrepitosamente y (2) haber sido diseñadas de forma centralizada sin participación popular. Misión Campo Adentro Tal vez una de las misiones menos conocidas, pero no por esto menos importante, sea la Misión Campo Adentro. Mediante esta estrategia un sin número de técnicos agrícolas cubanos han venido a colaborar al país. Son incuestionables las buenas intenciones que se encuentran detrás de esta iniciativa, pero también es importante preguntarnos por la pertinencia de la ayuda que en materia agrícola nos pueda brindar Cuba. La agricultura es uno de los más grandes fracasos de la revolución cubana, la isla tiene una agricultura de puerto similar a la nuestra. Si nuestra agricultura ha dependido desde el siglo pasado del petróleo, la cubana lo hizo durante mucho tiempo de la URSS. Las peores consecuencias de la caída del bloque soviético en la isla, se observaron precisamente en la alimentación. Sin embargo, durante el período especial, la agricultura cubana experimentó un muy interesante proceso. En este, se revirtió la monopolización de la tierra por parte del estado, se abandonó la dependencia de grandes maquinarias e insumos químicos tóxicos y se favoreció la autogestión en sistemas descentralizados, basados en el empleo de prácticas agroecológicas. En las ciudades surgió, bajo principios similares, el ejemplar movimiento de agricultura urbana y periurbana cubano. A todo esto se le ha llamado la Revolución Agroecológica Cubana y ha significado un aumento en la producción de alimentos y un considerable alivio económico para las personas involucradas. Los activistas de este movimiento tienen mucho que aportar aquí, sin embargo la abrumadora mayoría de los técnicos que participan en la Misión Campo Adentro, son agrónomos de vieja escuela, que intentan implementar en el país las mismas estrategias que fracasaron en Cuba. El ministerio Si asumimos el principio ético de que los fines y los medios deben ser coherentes, nos damos cuenta que para impulsar una agricultura de libertad y autonomía, debemos utilizar una estructura que en su interior reproduzca esos valores. En el país se ha decidido que esta estructura sea el Ministerio de Agricultura y Tierras (MAT). En un intento de coherencia, en este ministerio se ha impulsado la formación de consejos de trabajadores. Esta situación ha significado la coexistencia a lo interno del ministerio de dos estructuras contrapuestas, una altamente autoritaria determinada por la jerarquía de cargos y otra libertaria. La experiencia argentina en recuperación de fabricas nos muestra que sin importar la complejidad que un proceso pueda tener, los trabajadores pueden eficientemente asumir su control. La experiencia cotidiana nos enseña la ineficacia de las estructuras burocráticas jerarquizadas. Dada la dualidad organizativa existente en el MAT, era inevitable que se produjera una confrontación.
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Lamentablemente, la balanza se ha inclinado hacia la estructura jerárquica formal, transformando a los consejos de trabajadores en una triste fachada, muy similar a lo que terminaron siendo los soviets. Estos consejos, en el mejor de los casos, solamente legitiman las decisiones que les son impuestas desde arriba. Muriendo de esta manera toda la creatividad y compromiso que efectivamente existe entre muchos de los trabajadores. No es una exageración decir que el Estado es uno de los patrones mas despóticos, las prácticas que se han instaurado en la administración pública, han logrado cosificar de una manera tal a los trabajadores, que estos sólo se limitan a obedecer de manera irreflexiva cualquier orden, por descabellada que esta sea. El tono autoritario que se observa en la relación entre el presidente y sus ministros, reverbera y se reproduce en la estructura jerárquica del ministerio, produciendo microtiranías que imposibilitan cualquier participación en la toma de decisiones. En el MAT lo urgente subordina a lo importante, se pasa de una crisis a la siguiente, sin que exista un rumbo claro que articule los esfuerzos. Esta es la razón por la cual todas las iniciativas fracasan, son abandonadas antes de que puedan ofrecer resultados en un ambiente de constante ajetreo. El movimiento agroecológico La lucha por otra agricultura no comenzó en 1999, sus raíces son mucho más profundas. En el país existe una tradición de luchas y experiencias que se articulan en algo que podríamos llamar el movimiento agroecológico venezolano; conjunto heterogéneo y en algunos casos contradictorio, de individualidades y colectivos que indudablemente representan la esperanza más real para llevar a cabo la transformación de la agricultura del país. Muchos, innumerables miembros del movimiento se han incorporado activamente al MAT, algunos asumiendo puestos de cierta importancia en un esfuerzo premeditado de apropiación de espacios claves. Esta estrategia, que se vislumbró prometedora en algún momento, ha resultado ser sumamente dañina para el movimiento. Los activistas se han visto atrapados en la dinámica irreflexiva del ministerio, abandonando sus luchas históricas. La habitual práctica de avalar cualquier decisión, ha conducido a que se apoyen medidas que en cualquier otra circunstancia producirían un gran rechazo. De esta manera, la ligazón entre movimiento y el MAT ha resultado en la cooptación de algunos de sus más importantes activistas, debilitando al movimiento y sobretodo borrando su autonomía. Los monocultivos de soya En algún momento, de alguna forma, se decidió intempestivamente que debíamos unirnos al resto del continente, y sembrar soya. Al igual que en la Republica de la Soya del sur del continente, la nuestra se fundamenta en el monocultivo, uso de venenos y en la mecanización a gran escala. Al igual que en la Republica de la Soya, la nuestra se siembra sobre un importante acuífero. Al igual que en la Republica de la Soya, la nuestra se siembra en tierras indígenas, Kariñas. Al igual que en la Republica de la Soya, en nuestro caso solo se benefician las transnacionales.
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¿Por qué hemos decidido adoptar este nefasto modelo? El monocultivo a gran escala de soya revela una tendencia sumamente peligrosa que no ha sido justamente denunciada. No existe excusa posible para importar irreflexivamente al país una experiencia que ha significado inmenso sufrimiento en Brasil, Argentina y Paraguay. El compromiso político no puede significar la abdicación de los principios, esto es un síntoma sumamente grave que revela la pérdida de autonomía del movimiento agroecológico. Arroz en los Humedales Se ha proyectado sembrar arroz a gran escala en dos hatos nacionalizados (i.e., El Cedral y El Frio) en el estado Apure; es evidente que en estos hatos los trabajadores eran vilmente explotados y que los mismos no significaban un beneficio para la generalidad de los venezolanos. Sin embargo, no se puede negar que ambos cumplían con una importante función en la conservación de los ecosistemas locales, esto sin importar que ésta función fuese motivada por un objetivo económico. La concentración de grandes extensiones de tierra en manos privadas es una abominación que no puede ser defendida desde ningún punto de vista. Tierra y Libertad es una consigna que ha acompañado las luchas emancipadoras desde la insurgencia de Ezequiel Zamora y el alzamiento de Emiliano Zapata, pasando por la revolución ucraniana y la república española, hasta la actual resistencia neozapatista en Chiapas. Sin embargo, una cosa es entregar tierras, y otra muy diferente es planificar desde Caracas un ecocidio. No se sabe hasta que punto el gobierno chino está involucrado en este proyecto. Es importante considerar que durante los últimos años el mundo agrícola se ha visto afectado por un singular fenómeno: el acaparamiento de tierras. Actualmente, un puñado de países se están adueñando rápidamente de tierras con vocación agrícola en todo mundo. Convencidos de que las oportunidades agrícolas en sus propios países son limitadas y de que no es posible confiar en el mercado, los gobiernos ciertos países (particularmente el chino) están invirtiendo en agricultura en todo el mundo. Por otro lado, los gobiernos que están siendo “cortejados”, generalmente dan la bienvenida a los ofrecimientos de nuevas inversiones extranjeras. China es autosuficiente en alimentos, pero tiene una población gigantesca en crecimiento y sus tierras agrícolas están desapareciendo ante el avance industrial, además sus suministros de agua están sometidos a graves presiones. Esta situación ha llevado a este país a transformase en el mayor acaparador de tierras a nivel mundial. En esencia, la estrategia china de apropiación de tierras es conservadora: el gobierno chino está protegiendo con mecanismos financieros sus apuestas de inversión y maximizando las opciones de suministrar alimentos a su país a largo plazo. La lucha contra el imperialismo y la colonización debe ser entablada sin importar cual es la fuente de la agresión, China se perfila como una súper potencia y ya muestra una actitud profundamente imperial. Entablar acuerdos con ese país, idealizándolo como una república socialista es, o una ingenuidad o una traición. Finalmente, sembrar miles de hectáreas de monocultivos de arroz en los
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humedales de estos hatos es una irresponsabilidad gigantesca. Esto no sólo desconoce la importancia de estos ecosistemas, desconoce también la autonomía y cultura agrícola de sus habitantes. Es importante resaltar que los humedales se encuentran entre los ecosistemas mas amenazados a nivel nacional y mundial; es sumamente preocupante la ligereza con la cual se ha decidido transformar estos ecosistemas en gigantescos desiertos verdes de arroz. Los decretos con rango, valor y fuerza de ley Como uno de los productos de la anterior ley habilitante, se decretaron dos importantes leyes, la Ley Orgánica de Seguridad y Soberanía Agroalimentaria (LOSSA), y la Ley de Salud Agrícola Integral (LSAI). Estas dos leyes parecieran esclarecer cual es el proyecto agrícola de la nación. Si bien este proyecto está expresado en el artículo 305 de la constitución, las nuevas leyes permiten darle cuerpo a la propuesta. De esta manera, el objetivo de la nación en materia agrícola sería alcanzar la soberanía agroalimentaria (LOSSA), y la agroecología la forma de alcanzar esta meta (LSAI). El planteamiento es, sin lugar a dudas, profundamente revolucionario, de avanzada. Con estos dos decretos se hacen ley, banderas que el movimiento campesino internacional ha defendido durante décadas. Mas allá de la reivindicación que esto significa, estas leyes establecen el camino a seguir, un sendero lleno de valores profundamente libertarios. Las nuevas leyes determinan la creación de una serie de institutos y estructuras sociales diseñados para fortalecer el potencial endógeno y autogestionario de la agricultura campesina. Esta, pensada como la única vía para alcanzar soberanía agroalimentaria. Sin embargo no han tardado en aparecer las contradicciones entre el espíritu libertario de las leyes, y el modus operandi del MAT. De esta manera, los consejos campesinos no han logrado emanciparse de la tutela del ministerio y los institutos creados reproducen los errores y aberraciones de las instituciones que remplazaron. El espíritu de las nuevas leyes ha sido olvidado y suplantado por la importación indiscriminada de alimentos y por el impulso a gran escala del modelo agrícola de la revolución verde. ¿Quien se ha beneficiado? La bonanza petrolera ha permitido cuantiosas inversiones en agricultura, riqueza que lamentablemente ha beneficiado mayormente a las transnacionales del agronegocio. Esto se debe a que, contrariamente a lo que establecen nuestras leyes, en el país se ha apostado fuertemente a un modelo agrícola que explícitamente ha sido diseñado para beneficiar a estas compañías: la agricultura industrial. Ingenuamente se pensó que invirtiendo en la agricultura cortoplacista de la revolución verde, se podría lograr el autoabastecimiento de alimentos. Lamentablemente la historia demuestra que esta agricultura nunca cumple sus promesas, y el caso venezolano no ha sido la excepción. Sin embargo, las cuantiosas inversiones en infraestructura, maquinaria y tecnología sin han beneficiado grandemente a un puñado de compañías. La explicación de esta aberración está muy relacionada a la formación y al
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acercamiento que tienen nuestros técnicos agrícolas. El agrónomo es formado bajo un enfoque que se centra en los aspectos técnicos de la producción de alimentos. Durante su formación se hace hincapié en que la actividad agrícola es un negocio. Este marco conceptual lleva al profesional a considerar al agroecosistema como una fábrica de alimentos y al agricultor como un obrero. Para el agrónomo cualquier problema es fácilmente resuelto si se cuenta con el componente principal: el capital. En la agronomía todo trata sobre el corto plazo, es una aproximación fundamentalmente insostenible, que irremediablemente termina degradando al ambiente, la sociedad y la economía. El agrónomo, al sólo estar familiarizado con aspectos técnicos, no está capacitado para afrontar las complejidades y sutilezas de la realidad agrícola. El agrónomo es formado para el agronegocio y a él responde. Esta racionalidad lo lleva a favorecer paquetes tecnológicos propios de la revolución verde. Es de esta forma como el gobierno termina promoviendo créditos en cuya estructura se obliga al agricultor a comprar implementos e insumos a las grandes transnacionales, beneficiarias últimas de toda inversión en el sector. Socialismos agrarios Todas las acciones discutidas hasta ahora han sido ejecutadas en el marco de algo que se ha llamado “socialismo agrario”. Este no es un término que hemos inventado, fue enarbolado por primera vez en la Unión Soviética como modelo de desarrollo agrícola. El mismo no fue diferente al resto de las políticas de capitalismo de estado impulsadas por Stalin. El socialismo agrario soviético se fundamentó en el acaparamiento por parte del Estado de la propiedad de la tierra, en la agricultura centralmente planificada, cimentada en el monocultivo, mecanización, regadío y uso masivo de insumos químicos tóxicos. El socialismo agrario fue el equivalente soviético a la revolución verde occidental. Este modelo se tradujo en grandes desabastecimientos y profundos daños al ambiente (recordemos lo ocurrido el mar de Aral). Al final de cuentas, el socialismo agrario soviético tuvo un enfoque desarrollista que fracasó estrepitosamente. En el caso venezolano, el socialismo agrario es más una consigna política, que una estrategia coherente impulsada por el Estado. Sin embargo, el nuestro también tiene un enfoque desarrollista. En nuestro caso, existe el agravante, que el uso masivo de insumos químicos beneficia a grandes compañías del capitalismo global. En este sentido, la nacionalización de Agroisleña es una muestra clara de que este es el camino que se ha decidido seguir. El panglossianismo criollo Agroisleña, INICA y Proyefa eran un nefasto consorcio, relacionado a miles de envenenamientos, culpable de competencia desleal y de distorsionar el mercado… pero sobretodo, responsable en alto grado del establecimiento del modelo agrícola de la revolución verde en Venezuela. No es suficiente todo lo que se pueda decir para describir los horrores asociados a este consorcio. Precisamente por esta razón, cabría preguntarse: ¿qué puede tener de bueno que el Estado adquiera semejante monstruo?
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Lo que es malo, lo es independientemente de quien lo posea. Una planta de energía nuclear privada es mala, pero sigue siendo dañina aunque pase a ser pública. La tecnología no es neutral, responde a concepciones particulares del mundo. Cuando se evalúa una tecnología, se debe considerar a qué tipo de sociedad esta está vinculada. Una planta de energía nuclear no sólo es mala por que produce residuos radioactivos, también lo es por qué crea patrones de dependencia energética, centraliza su producción. Es decir, está relacionada a patrones de ordenamiento social centralizados, jerarquizados. Cuando se evalúa la compra de Agroisleña, se debe evaluar la tecnología asociada a esta compañía. ¿Esta tecnología produce soberanía e independencia del agricultor? o ¿involucra un esquema de subordinación y dependencia? Debemos considerar que una medida por parte del Estado que estimule el uso de agrovenenos es incompatible con el espíritu de la LSAI. Particularmente es incongruente con lo planteado en su articulo 56, donde se expresa que es una responsabilidad del Estado “Impedir progresivamente la producción, distribución, intercambio, comercialización y uso de insumos químicos tóxicos en los sub-‐sectores: vegetal, animal, forestal, acuícola y pesquero…” Muchos miembros del movimiento agroecológico consideran que esta compañía puede ser transformada a una empresa productora de bioisumos. Respeto su opinión, pero pregunto: ¿para ser zapatero, debo comprar una cafetería?... ¿tiene esto sentido? Por que intentar convertir en algo bueno una compañía tan profundamente dañina ¿Tiene sentido pagar por esto? Desde otro punto de vista tal vez sea mas fácil entender la medida. Si aceptamos que el desarrollismo inherente al socialismo agrario se ha vuelto política pública, la compra de este consorcio es fácilmente comprensible. Por esta razón es insólito que esta nacionalización sucediera en medio de los aplausos del movimiento campesino nacional, principales víctimas de las intoxicaciones producidas por los venenos de esta compañía. Esto es una muestra clara de la cooptación de este movimiento. ¿Cómo llegamos aquí? De lo hasta ahora expuesto, queda claro que el actual gobierno ha tenido una fuerte y sincera intención de mejorar la agricultura. Sin embargo, igualmente se aprecia que la ejecución de esta voluntad ha traído, por decir lo menos, resultados desastrosos. Para intentar corregir esta situación debemos comenzar por buscar cuales son los elementos que tienen en común las experiencias frustradas, estos elementos son: (1) Han sido realizadas de manera inconsulta, (2) Han sido planificadas y ejecutadas de forma centralizada y (3) Se han llevado a cabo de manera autoritaria. El primer punto desconoce el espíritu participativo de nuestra constitución y sobre todo deja demasiado peso sobre pocas cabezas, tal vez sobre una sola. El segundo
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punto desconoce una de las características centrales de la agricultura, su carácter idiosincrático. La agricultura de cada localidad es el producto de la coevolución de un grupo social particular y el ecosistema en el cual se encuentra. Esta es la razón por la cual la agricultura de cada región es diferente. Intentar, desde Caracas, planificar la agricultura del país es un grave error. Trabajar de esta manera desconoce la diversidad cultural del campo y lleva irremediablemente a la homogenización de la agricultura. La historia (i.e., revolución verde, socialismo agrario soviético) nos muestra las terribles consecuencias de este proceder. Finalmente, la forma impositiva en la cual se han aplicado estas acciones, tiene al menos dos graves efectos negativos: produce violentas reacciones en la oposición e impide la cristalización de un fuerte movimiento campesino, ya que el mismo siempre esta subyugado al ministerio. Esta forma de hacer gestión pública es demasiado parecida al Socialismo Real del siglo XX; es una carga muy pesada, que impide que nazca una alternativa real al capitalismo, y pone en gran riesgo nuestro futuro. El enfoque con el cual se ha abordado la problemática agrícola en el actual gobierno tiene dos orígenes: en primer lugar, como ya se comentó, se debe al paradigma bajo el cual se han formado la mayoría de los técnicos agrícolas (hoy servidores públicos) en el país: el agronegocio. Esta aproximación profundamente positivista, hace miopes a estas personas a las complejidades sociales y ambientales de cualquier situación agrícola del mundo real. En segundo lugar, se debe al poderoso cabildeo que las translaciones ejercen a diferentes niveles del gobierno. Este lobby explica, por ejemplo, por qué no se ha prohibido la venta de agrovenenos 1A, a pesar de que nuestra legislación apunta en esa dirección. Tal vez ya es hora de que se evalúen seriamente las alternativas a los modelos agrícolas convencionales. Son múltiples las voces que desde el inicio del proceso bolivariano han abogado por otra forma de hacer agricultura, una que sea socialmente justa, culturalmente aceptable, económicamente viable y ambientalmente sana. Sin embargo estas voces han sido ignoradas, o ahogadas en la burocracia ministerial. Nadie espera que ahora, en medio de la crisis que atraviesa la agricultura venezolana, se le de una patente de corso a la agricultura alternativa. Sin embargo si consideramos prudente que se evalúen seriamente las experiencias existentes en el país, experiencias por cierto muy alejadas de la lógica del capital, gérmenes de soberanía agroalimentaria. La otra agricultura Para comenzar esta sección, parece buena idea hacernos la siguiente pregunta: ¿cuál es el modelo agrícola de la nación? En este sentido, nuestra constitución es sumamente clara cuando plantea en su artículo 305 que: “El Estado promoverá la agricultura sustentable como base estratégica del desarrollo rural integral…” Evidentemente esto no tiene nada que ver con lo que hemos discutido hasta ahora, pero sin lugar a dudas representa un importantísimo punto de apoyo desde donde apuntalar el cambio. Tal vez este desiderátum, la agricultura sustentable, sea una idea tan fuerte que nos permita comprender como, a pesar de todos los desaciertos, somos un bastión de resistencia ante el avance de los cultivos genéticamente modificados en el continente.
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Son múltiples las experiencias en nuestro país que demuestran que otra agricultura es posible, aquí solamente discutiremos algunas. Es importante resaltar que todas estas experiencias se encuentran articuladas en el Consejo Socialista Nacional de Agroecología (COSONA), red de redes que muestra cómo los colectivos se pueden relacionar bajo lógicas diferentes a las hegemónicas. Una importante iniciativa, nacida del proceso bolivariano, es el programa Todas las Manos a la Siembra. Si bien es cierto que esta experiencia ha contado con el apoyo de diferentes ministerios, no es menos cierto que la fortaleza real de esta iniciativa se encuentra en una inmensa red de activistas que desinteresadamente la han hecho posible. Tal vez el aporte más importante hecho por estos activistas, sea la inclusión del estudio de la agroecología como un eje transversal en el currículo de la educación básica. El impacto de esta medida está todavía por verse, pero indudablemente redundará en el surgimiento de una nueva sensibilidad, que facilitará el cambio de paradigma necesario para transformar nuestra agricultura. Otro motivo de optimismo lo representa el florecimiento de espacios en los cuales estudiar agroecología: aulas agroecológicas, escuelas populares de agroecología, programas de formación de grado en agroecología y agroalimentación, el Instituto Agroecológico Latinoamericano de Estudios Campesinos, Indígenas y Afrodescendientes (IALA) Paulo Freire. También son muchos los diplomados, especializaciones, maestrías y doctorados en los cuales se puede profundizar en el estudio de la agricultura sustentable. En estos espacios se están graduando personas formadas en el paradigma insurgente que pueden actuar como catalizadores del cambio, siempre y cuando se los tome en cuenta y se les deje trabajar en concordancia con su formación. Mas importante aún, es evaluar las experiencias históricas, bastiones de resistencia a la revolución verde, experiencias que verdaderamente señalan el camino, prefiguraciones del mundo posible. Es pertinente resaltar que todas estas experiencias comparten un conjunto de valores desde donde surge su fuerza, estos son:
• Unidad en la diversidad. • Ausencia de jerarquías, ausencia de relaciones de dominación. • Autodeterminación, autogestión, autonomía. • Apoyo mutuo, solidaridad. • Participación, democracia directa. • Comunalismo.
Sin lugar a dudas, la experiencia de la Cooperativa La Alianza en Las Lajitas (estado Lara), es una de las más significativas del país. En este caso, como en muchos otros, los miembros de la cooperativa decidieron abandonar las prácticas de la revolución verde al constatar en sus propios cuerpos los terribles efectos de los agrovenenos. Esta situación condujo a un cuestionamiento profundo del modelo agrícola hegemónico y a la construcción de un modelo agroecológico alternativo. En el proyecto agroecológico de Las Lajitas, no existen jerarquías y las labores son ejecutadas de forma rotativa por todos los integrantes. De esta manera,
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la Cooperativa La Alianza ha producido durante más de tres décadas una gran diversidad de alimentos sanos, sabrosos y soberanos, producción que aparte de alimentos frescos, también incluye productos procesados. La distribución de la producción de Las Lajitas es llevada a cabo a través de otra insigne experiencia, la cooperativa CECOSELOLA. Esta iniciativa se originó en el año 1967, e integra sesenta organizaciones comunitarias que suman más de veinte mil asociados. Es de destacar que las operaciones CECOSELOLA involucran montos significativos de dinero. CECOSELOLA es una organización rotativa y horizontal, caracterizada por no presentar líneas de mando; no existen directivos y todos miembros pueden participar en cualquier instancia con los mismos derechos. Las decisiones a lo interno de la cooperativa son consensuales y sujetas a reconsideración en el caso de que alguien que haya estado ausente muestre su desacuerdo. CECOSELOLA es un proyecto autogestionado que no recibe subvenciones por parte del Estado. Las actividades de esta cooperativa son muy diversas y aquí sólo mencionaremos una de ellas, las ferias de consumo familiar. Estas ferias integran 17 organizaciones de productores agrícolas y 9 unidades de producción comunitaria de pequeña escala. Esta estructura permite que cada fin de semana, mas de 55.000 familias obtengan sus alimentos en centros de abastecimiento comunitario. La ferias de consumo familiar distribuyen cerca de 450 toneladas de productos perecederos por semana y constituyen la red de distribución de alimentos independiente del gobierno mas grande de la región centro occidental del país. La importancia central de estas ferias radica en que son un mecanismo de vinculación directo entre agricultores y consumidores, que permite que ambos se reconozcan y valoren, generándose de esta manera grupos de agricultores/consumidores conscientes. La última de las experiencia que relataremos en esta sección, es tal vez la que mayor potencial transformador tiene: la Red Nacional de Sistemas de Trueke. La red incluye 13 sistemas de trueke en diversas ecoregiones, la experiencia se inició en el año 2006 y desde entonces ha experimentado un crecimiento constante. Su importancia central es que permite que los prosumidores (productores/ consumidores) se relacionen sin la mediación de dinero, fomentado de esta manera el surgimiento de solidaridades y apoyos mutuos. Los sistemas de trueke permiten que se produzcan intercambios entre agricultores de diferentes pisos altitudinales, cuyos productos se complementan. De esta forma, a lo interior de cada sistema los prosumidores logran autonomía y autogestión en una estructura tipo rizoma. Esta es verdaderamente una experiencia revolucionaria, que funciona fundamentalmente de forma independiente al gobierno central. El futuro El porvenir de la agricultura venezolana se disputa entre dos alternativas antagónicas, el modelo de la agricultura industrial fundamentado en la lógica del agronegocio, y el modelo libertario insurgente de la agroecología. Hasta ahora, el apoyo del gobierno ha estado orientado desproporcionalmente al modelo neocolonizador de la revolución verde. A pesar de todas las expectativas e
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inversión que se han depositado en este modelo, luego de 12 años ha resultado incapaz de satisfacer la demanda interna de alimentos y solo ha logrado enriquecer aun mas a las compañías transnacionales del agronegocio. El actual gobierno sigue teniendo una profunda vocación agrarista, la cual recientemente se ha manifestado tangiblemente en la creación de la Misión AgroVenezuela. Sin embargo, todo apunta a que en esta nueva Misión el énfasis seguirá siendo el modelo agrícola industrial, centralmente planificado por una elite desde Caracas. La forma inconsulta y repentina en la cual ha sido implementada esta Misión revela el mismo modus operandi. Dentro del hermetismo que caracteriza a las políticas agrícolas, ha trascendido que los objetivos de esta Misión son: la expansión de la frontera agrícola, el fomento de pocos cultivos (industriales) y la entrega masiva de agrovenenos. Todos estos objetivos se enmarcan dentro de la racionalidad de la revolución verde, por lo que no existen razones objetivas para ser optimistas con respecto al resultado de esta nueva iniciativa. Las posibilidades de un futuro mejor para nuestra agricultura, pasan por el abandono del centralismo, autoritarismo y desarrollismo agrícola de la revolución verde. Es necesario dar un giro de 180 grados en la aproximación gubernamental al agro y fomentar la participación y planificación local en función de las característica agro-‐culturales de cada región. Fomentando la autonomía y autogestión, se asegura la fundación de un movimiento campesino fuerte, capaz de defender e impulsar los cambios necesarios. La unión federativa de ecoregiones agrícolas es el único modelo cónsono con la republica comunalista que se pretende impulsar. Este nuevo paradigma es enarbolado por la agroecología, única aproximación capaz de generar soberanía agroalimentaria.
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