anotaciones sobre el cine de ridley scott
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José de Segovia Barrón
Prometheus, en busca del Creador
Prometheus no sólo se cuestiona si existe Dios y de dónde venimos, sino
que pregunta: ¿qué ocurre, si cuando encontramos a Dios descubrimos su
ira?
18 DE SEPTIEMBRE DE 2012
La ciencia-ficción ha tenido siempre una cierta predilección por los temas
teológicos. En vez de ver el mundo tal y como es, ha indagado siempre sobre las
últimas cuestiones – ¿de dónde venimos?, ¿hay un Creador?, ¿quiere
destruirnos?, ¿puede salvarnos? –. Hace treinta años que Ridley Scott se
preguntaba si “en el espacio, nadie puede oír tus gritos” ( Alien, 1979) y si el
Creador puede darnos la inmortalidad ( Blade Runner, 1982). Ahora se interroga
sobre quién es Él y cuál es el origen del mal ( Prometheus, 2012). Si esto no es
teología, ¡ya me dirán lo que es!
“He tenido que volver a preguntarme en qué creo, si creo en Dios y qué fe tengo” –
dice la actriz Noomi Rapace–. Cualquiera que piense en esta película, saldrá con
las mismas interrogantes: ¿de dónde venimos?, ¿hay un alma, una vida después
de la muerte?, ¿algo más allá del mundo natural, un Dios? Y si lo hay, ¿por qué
nos ha dejado?, ¿es bueno?, ¿puedes creer en Él, cuando todo va mal?, ¿o
negarlo es sólo una forma de intentar escapar a su autoridad moral sobre nuestras
vidas?
Eso es lo que hace a esta historia profunda. Provoca y desafía planteamientos
simples, para hacernos buscar nuestras propias respuestas. Lo bueno de
Prometheus es que no sólo se cuestiona si existe Dios y de dónde venimos, sino
que se atreve a preguntar: ¿qué ocurre, si cuando encontramos a Dios
descubrimos su ira?
HUELLAS DEL CREADOR
Estamos en el año 2089. Dos arqueólogos –Rapace y Marshall-Green–
encuentran un pictograma en una cueva de la isla de Skye en Escocia. La imagen
tiene relación con otros dibujos similares en otras partes del mundo, que muestran
como un mapa estelar, que nos invita a entrar en contacto con nuestros creadores.
Un multimillonario moribundo –Guy Pearce– financia la misión, llevando un grupo
de científicos a borde de la nave Prometheus. Su propósito es que puedan
descubrir de dónde venimos y a dónde vamos, después de morir.
El trasfondo de arqueología-ficción nos recuerda inmediatamente la obra de Erich
Vön Daniken, el autor suizo-alemán que tantos libros vendió en los años setenta,
sobre las supuestas evidencias de extraterrestres en la antigüedad. Es él quien
apunta la posibilidad de que ellos tuvieran algo que ver con la creación de la
especie humana. Los extraterrestres que los tripulantes de Prometheus esperan
encontrar, son alienígenas humanoides, que llaman “los ingenieros”.
La película plantea, por lo tanto, un tema tabú en círculos científicos, como es el
del diseño inteligente, llegando a hacer incluso bromas sobre Darwin. En una
entrevista con un diario de Filadelfia, el director británico se apresura a declarar
que no tiene nada en contra del darwinismo, pero que fue monaguillo en la iglesia
y cantaba en el coro. Scott se sitúa así entre la ciencia y la religión. Los foros de
Internet están llenos de debates entre cristianos y ateos sobre la película, pero
esta es una historia abierta, sin conclusiones.
COSMOGONÍA DEL MAL
Prometheus es la precuela a una mítica película británica de finales de los setenta,
Alien, el 8º pasajero, basada en clásicos norteamericanos de los años cincuenta y
la peculiar estética del surrealista suizo H. R. Giger, junto al dibujante francés
Moebius. Scott nunca la consideró una historia de ciencia-ficción. Muchos la ven
como una obra de terror, pero el director inglés la ha calificado siempre de thriller.
La estructura de ambas películas es similar, como observa Ángel Sala: una
expedición espacial, encabezada por una doctora y manipulada por una gran
corporación, que oculta sus verdaderos intereses a través de un avanzado
androide –el genial Michael Fassbender–. La tesis recuerda, sin embargo, al
clásico de Stanley Kubrick, 2001: Una odisea del espacio (1968), por su teoría del
monolito y el ordenador H.A.L. El guionista es el autor de la serie de televisión
Perdidos –Lindelof–.
El tema de Prometheus es el dominio del mal, de la destrucción y el horror en el
universo. Frente al paraíso ecológico y espiritual de Avatar, Scott nos muestra un
futuro oscuro y terrorífico. La heroína del film es una creyente con un padre que
parece médico misionero. La muerte violenta de él –contada en un confuso
sueño–, desafía su fe, pero lleva una cruz al cuello, cuya perdida y recuperación
es clave para entender la historia. No es extraño, por lo tanto, que haya cristianos
entusiasmados con la película.
BUSCANDO A DIOS EN EL LUGAR EQUIVOCADO
Tenemos que darnos cuenta, sin embargo, que a pesar de las referencias
cristianas de la película –la cruz, el árbol de Navidad, el lavamiento de pies–, el
ser humano puede no ser una creación deliberada de “los ingenieros” de
Prometheus, sino algo accidental –como sugiere el enigmático inicio de la película,
cuando un alienígena se disuelve molecularmente en un mundo desconocido–.
Creer en el diseño inteligente no es lo mismo que creer en Dios.
La doctora Shaw es descrita como “una verdadera creyente”. Ella cree que “los
ingenieros” existen y que nos han creado. En eso estaba en lo cierto, pero sin
embargo se equivocó cuando pensó que ellos tienen la respuesta a nuestros
problemas y pueden ayudarnos –como observa Gabriel McKee, autor del libro El
evangelio según la ciencia-ficción –. Prometeo es un semidios que desafía a los
dioses, abusando de sus poderes –en su caso, el fuego; en el nuestro, la
tecnología–.
Cuando a uno de los personajes le preguntan por qué tiene tanto interés en
contactar con los alienígenas, les contesta: “para conocer a mi creador”. Su
explicación es tremendamente sugerente: “si ellos nos han hecho, seguramente
pueden salvarnos, ¡a mí, por lo menos!”. Su incrédulo interrogador le pregunta:
“Salvarte, ¿de qué?”. La respuesta no puede ser mejor: “de la muerte, por
supuesto”.
VIDA ETERNA
Como en Blade Runner, encontrar a nuestro Creador es buscar la vida eterna . Lo
que Scott entiende que “es la idea que transmiten las religiones judeocristianas”,
es que “la vida eterna se genera en tu evolución, como individuo a través de tus
hijos”. Es obvio que el tipo de iglesia que el director ha conocido no es
particularmente bíblica. No es sorprendente que diga entonces: “claro que eso no
es lo que uno quisiera escuchar”. Ya que como él dice: “no nos basta con ser
inmortales a través de nuestros hijos”.
Para los verdaderos cristianos, la vida eterna es conocer a Dios a través de su
Hijo, Jesucristo ( Juan 17:3), resucitando con Él a una nueva vida en la carne (2
Corintios 4:14). No es darles a tus hijos una herencia que se mantenga en su
memoria, sino una vida real en un cuerpo renovado, como el de Cristo, al
levantarse de los muertos (2 Corintios 4:14). Cristo no da otra vida que no sea
eterna.
¿UN PADRE EN LOS CIELOS?
Los hermanos Scott –Tony era también director, pero se suicidó hace poco, al
entrar en un estado terminal de cáncer–, se criaron prácticamente abandonados
por su padre, un coronel del ejercito británico. Ese extrañamiento se ve en la
forma como el replicante de Blade Runner busca a su diseñador. Cuando lo
encuentra, le suplica: “quiero más vida, padre”. Al no poder cumplir sus demandas,
frustrado y airado, le mata. De igual forma, en Prometheus, Vicker –Charlize
Theron– está alejada de su padre. El androide le dice: “¿no queremos todos ver
morir a nuestros padres?”.
La pregunta de esta película no es quién nos ha hecho, sino por qué quiere
matarnos. Scott tiene razón en pensar que el Creador tiene algo contra nosotros,
pero Él no es el Padre ausente que ha conocido en su infancia. El Dios trino, que
nos presenta la Biblia, está presente y activo en el universo, que sostiene por su
Palabra, buscando el bien eterno de sus hijos. Es más, ha dado su vida por una
creación rebelde, que no merece ser librada de la destrucción eterna.
¿Quién podrá soportar la ira de Dios?, se pregunta Nahum. Es como un fuego
abrasador. Las rocas se hacen pedazos ante Él (1:6). Tal y como somos, no
podemos permanecer ante Él ( Salmo 76:7). La buena noticia es que Él ha sufrido
su ira por nosotros. Su sacrificio no es comparable al de ninguno de estos
personajes de la película, que dan la vida por sus amigos. Él murió por sus
enemigos, aquellos que estaban enfrentados contra Él. ¡Mayor amor no existe en
el universo! Tal entrega nos libera y da vida eterna.
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