antonio gramsci - la guerra de posiciones
Post on 17-Oct-2015
69 Views
Preview:
DESCRIPTION
TRANSCRIPT
-
1La guerra deposiciones
propuesta
NUES
TRA
ediciones
La Guerrade posiciones
propuesta
NUES
TRA
ediciones
ANTONIO GRAMSCI
Seleccin y prlogo,Ariel Bignami
Seleccin de escritos
Filosofa de lapraxis
El movimientorevolucionario
de Turn
Consejos deFbrica y
sindicalismo
LOrdineNuovo y la
batallade las ideas
Reflexiones
-
2El nombre de Antonio Gramsci, sus ideas, su tra-
gedia personal, los instrumentos que elabor -
en condiciones terribles- para analizar y canm-
biar la realidad, para terminar con el capitalismo y su
squito de injusticias, han llegado a ser referente funda-
mental e imprescindible para los revolucionarios del
mundo entero: de su Italia originaria y toda Europa, al
Tercer Mundo latinoamericano, africano y asitico.
Esto no ha sucedido de la noche a la maana, ni sin
dificultades. Como durante su vida, la obra de Gramsci y
su ejemplo de militante en todos los planos han debido
librar duras batallas para ocupar el lugar que hoy ocupa (y
que es, sin duda alguna, el del revolucionario, el comunis-
ta y el marxista, junto con el Che Guevara, ms conocido,
ms querido y respetado en todo el mundo actual).
Una sntesis biogrfica sobre Gramsci requerira un
examen independiente. Otros lo han hecho con gran sol-
vencia, en especial Giuseppe Fiori, cuyo estudio tuvo am-
plia difusin. Recordemos solamente que Antonio Gra-
msci naci en Cerdea en 1891, y que desde 1911 se ra-
dic en Turn, donde se vincul con la izquierda revolu-
cionaria del Partido Socialista. No tard en llegar a ser el
dirigente socialista ms popular de Turn y lo era cuando
la Revolucin Rusa y el liderazgo de Lenin determina-
ron, para los socialistas, la inevitabilidad de optar entre
reformismo conciliador y lucha revolucionaria por el
poder.
Gramsci particip en la fundacin del Partido Comu-
nista, dirigido inicialmente por un sector doctrinario, dog-
mtico y aislacionista, al que Gramsci y quienes lo se-
cundaban lograron desalojar con el apoyo masivo de la
base. En ese perodo Gramsci dirigi LOrdine Nuovo
(en adelante LON), subtitulado resea de cultura socia-
lista, y orient el movimiento de los comits de fbrica.
Tras un perodo de ascenso revolucionario en que Italia
estuvo al borde de una revolucin obrera y socialista, la
derecha se reconstituy detrs del fascismo que logr
derrotar al movimiento obrero e imponer un rgimen de
terror. Gramsci, entonces diputado, fue uno de los diri-
gentes que fueron enviados a la crcel, condenado a ms
de veinte aos de encierro de los cuales cumpli nueve,
pero no lleg a disfrutar de una libertad que en todo caso
habra sido limitada, ya que falleci pocos das despus.
Durante su encierro, Gramsci produjo la inmortal obra
que es su propio monumento, los Cuadernos de la cr-
cel, que han enriquecido a varias generaciones de mili-
tantes y de estudiosos del marxismo en general.
Sus ideas han tenido amplia difusin en nuestro pas,
acompaada y complicada por no pocos intentos de uti-
lizarlas, falsificndolas, para apuntalar el sentido comn
dominante (esto ocurri, notoriamente, con las interpre-
taciones que promovi J. C. Portantiero en funcin del
proyecto alfonsinista). Las obras de Gramsci se conocie-
ron entre nosotros a partir de la iniciativa de Hector Agos-
ti, e inicialmente a travs de editoriales vinculadas con el
Partido Comunista, aun con la renuencia de algunos diri-
gentes.
Creativamente, Gramsci rescat en algunos casos, ela-
bor en otros, conceptos que son hoy herramientas indis-
pensables no solo para conocer la realidad, sino para tras-
formarla. En el uso que hace del trmino filosofa de la
praxis hay no solo, y no principalmente, un ardid coyun-
tural para confundir a los censores, sino sobre todo una
definicin del marxismo, pasible de contraponer a otras
definiciones. Es decir, Gramsci considera, y en nuestra
opinin con acierto, que el marxismo es una filosofa de
la praxis. Sita a la praxis como categora filosfica cen-
tral porque lo que existe, existe como resultado de la ac-
cin trasformadora de los hombres. Plantea la inexisten-
cia de una realidad fija por s misma, sino solamente en
relacin histrica con los hombres que la modifican. Com-
prender el mundo y modificarlo son la misma cosa. La
praxis, la historia que los mismos hombres hacen, aunque
en condiciones histricas dadas y cambiantes, es lo que
hacen y no simplemente las formas ideolgicas en las que
adquieren conciencia de las contradicciones de la socie-
dad. Para Gramsci la realidad no existe fuera del movi-
miento de la praxis, que es el proceso por el cual los con-
dicionamientos sociales y naturales son tomados a su car-
go por los hombres.
Gramsci toma de Lenin la idea de hegemona (y de lu-
cha por la hegemona), sealando que la hegemona reali-
za la sntesis entre la dimensin poltica y la cultural. La
hegemona se vincula con el papel de direccin poltica y
cultural que ejerce un grupo social sobre el conjunto de
sus aliados y toda la sociedad, y que condiciona la con-
quista, construccin y ejercicio del poder. El proceso de
hegemona requiere que el grupo social en cuestin (como
el proletariado en la poca de Gramsci y Lenin, y el suje-
to-pueblo en la poca actual) alcance un grado importante
de homogenidad superando la etapa de solidaridad profe-
sional basada en el inters inmediato. La novedad del apor-
te de Gramsci se apoya en la idea de que es posible y
necesario obtener la hegemona antes de conquistar el
poder, y que el socialismo deba basarse en el mximo
consenso popular posible.
Advierte sin embargo que el camino hacia la hegemo-
na es particularmente dificultoso, ya que su historia es
necesariamente disgregada y episdica. Los grupos sub-
alternos padecen siempre la iniciativa de los grupos do-
minantes, incluso cuando se rebelan y sublevan; solo la
revolucin rompe, pero no de inmediato, la subordina-
cin. Un paso decisivo en el logro de la hegemona resi-
de en la constitucin de un bloque histrico alternativo,
que expresa el vnculo entre el plano social y econmico
de existencia de las clases y grupos sociales, y el plano
tico , jurdico, ideolgico y cultural. La lucha de clases
se expresa en el choque entre dos sistemas antagnicos de
fuerzas. El bloque histrico dominante es enfrentado por
alianzas que impulsan un bloque histrico donde la hege-
mona ser ejercida por las clases y sectores hoy oposi-
cionales.
En las estrategias de la izquierda revolucionaria mun-
dial, Gramsci diferencia entre la guerra de maniobras y la
guerra de posiciones.
La guerra de maniobras (o de movimientos) se basa en
el ataque frontal y su xito ms importante (aunque en
definitiva, temporario, ya que le puso fin la contrarrevo-
lucin iniciada por Stalin y culminada por Gorbachov) es
la Revolucin Rusa. Los intentos de reproducir esta me-
todologa en esa poca terminaron en derrotas (Alema-
nia, Hungra) por motivos diversos. Gramsci seal en-
tonces que tras 1920 se ha dado un perodo de estanca-
miento en el movimiento revolucionario mundial, tras
las ocupaciones de fbricas en Italia y el avance del Ejr-
cito Rojo sobre Varsovia, que sealaron el punto ms
alto de la oleada revolucionaria, pero tambin la incapa-
cidad y la impreparacin de los grupos revolucionarios
para guiar a los grandes movimientos hacia el poder, su
natural conclusin. Indicaba el final de este perodo y
el inicio de una recuperacin que no tendr, ni podr
tener, los mismos caracteres. Gramsci indicaba la ne-
cesidad de pasar, por lo menos en Occidente, a una gue-
rra de posiciones (o de asedio, afirma) en la que se exi-
gen cualidades excepcionales de paciencia y de espritu
de inventiva. En la poltica el asedio es recproco, pese
a todas las apariencias. E insiste en que la guerra de
posiciones la hacen grandes masas que solo con grandes
reservas de fuerzas morales pueden resistir el desgaste
y solo una habilsima direccin poltica puede impedir
la disgregacin y la derrota. Las variantes que la lucha
revolucionaria ha introducido o ha experimentado en los
largos decenios trascurridos desde estas indicaciones de
Gramsci, con importantes episodios de lucha inclusive
armada, indican que la guerra de posiciones de ningn
modo se compagina con tcticas apaciguadoras y que
no implica el abandono total de la guerra de maniobras.
Esta cuestin -qu es, en los primeros aos del 2000 y
en Amrica Latina, la guerra de posiciones- merecera
un examen detenido y serio, un debate que parcialmente
se ha venido dando en distintos foros.
Nuestra esperanza es que la seleccin que ofrecemos
estimule a buscar el conocimiento del conjunto de la obra
de Antonio Gramsci. Hemos elegido la crtica efectuada
por Gramsci al intento de Ensayo Popular de Sociologa
que, escrito por Nicols Bujarin, fue de hecho el primero
de la interminable serie de manuales con que, ya muerto
Lenin, la Unin Sovitica inund el mundo y que, preten-
diendo contribuir a la difusin del marxismo, fueron de
hecho su vulgarizacin, es decir, su ocultamiento. Com-
pletamos la seleccin con una serie de artculos periods-
ticos de Gramsci que ilustran sus posiciones dentro del
movimiento revolucionario italiano.
Para quien desee proseguir la lectura de los textos gra-
mscianos, sugerimos algunos libros introductorios, entre
ellos Leyendo a Gramsci, de Francisco Fernndez Buey,
Introduccin al pensamiento de Gramsci, de Jos M. Las
Prieto, e Introduccin a Gramsci, de Carlos Nelson
Coutinho. Quien lo desee, y a su propio riesgo, puede
utilizar tambin dos trabajos del autor de este prlogo,
Antonio Gramsci. La conciencia de la revolucin, y El
pensamiento de Gramsci. Una introduccin, as como di-
versos artculos publicados en Propuesta . En el sitio de
la Escuela Nacional de cuadros del Partido Comunista,
alojado en www.pca.org.ar se puede acceder a una pagi-
na de la Catedra Gramsci que contiene buena parte de su
obra completa en espaol y numerosos articulos.
Ariel Bignami
El marxismo deGramsci
-
3La guerra deposiciones
propuesta
NUES
TRA
ediciones
Primera parte
El materialismo histrico
y la filosofa de Benedetto
Croce (Fragmentos)
NOTAS CRITICAS SOBRE UNA
TENTATIVA DE ENSAYO
POPULAR DE SOCIOLOGIA
PREMISA
Un trabajo como el Ensayo popular, destinado esencialmen-
te a una comunidad de lectores que no son intelectuales de pro-
fesin, habra debido contener los elementos de un anlisis cr-
tico de la filosofa del sentido comn, que es la filosofa de los
no filsofos, o sea la concepcin del mundo absorbida acrti-
camente de los varios ambientes culturales en medio de los cua-
les se desarrolla la indi-vidualidad moral del hombre medio. El
sentido comn no es una concepcin nica, idntica en el tiem-
po y en el espacio: es el folclore de la filosofa, y, como el
folclore, se presenta en formas innumerables; su rasgo ms fun-
damental y ms caracterstico es el de ser una concepcin (in-
cluso en cada cerebro) disgregada, inco-herente, incongruente,
conforme a la posicin social y cultural de las multitudes, cuya
filosofa es. Cuando en la historia se elabora un grupo social
homogneo, se elabora tambin, contra el sentido co-mn, una
filosofa homognea, es decir, coherente y sistemtica.
El Ensayo popular se equivoca al partir (implcitamente) de
la presuposicin de que a esta elaboracin de una filosofa origi-
nal de las masas populares se oponen los grandes sistemas de las
filosofas tradicionales y la religin del alto clero; es decir, la
concepcin del mundo de los intelectuales y la alta cultura. En
realidad, estos sistemas son ignorados por las masas y no tienen
eficacia directa sobre su manera de pensar y de obrar. Cierta-
mente, ello no signi-fica que carezcan de toda eficacia histrica,
pero esta eficacia es de otro gnero. Estos sistemas influyen so-
bre las masas populares como fuerza poltica externa, como ele-
mento de fuerza cohesiva de las clases dirigentes, como elemen-
to de subordinacin a una hege-mona exterior, que limita el
pensamiento negativamente original de las masas populares, sin
influir sobre l positivamente como fermento vital de transfor-
macin ntima de lo que las masas piensan en forma embriona-
ria y catica acerca del mundo y la vida. Los elementos princi-
pales del sentido comn son provistos por las re-ligiones; por lo
tanto, la relacin entre sentido comn y religin es mucho ms
ntima que entre el sentido comn y los sistemas filosficos de
los intelectuales. Pero tambin para la religin hay que distin-
guir crticamente. Toda religin, tambin la Catlica (muy espe-
cialmente la Catlica, precisamente debido a sus esfuerzos por
mantenerse unitaria superficialmente para no disolverse en
igle-sias nacionales y estratificaciones sociales), es en realidad
una mul-tiplicidad de religiones distintas y a menudo contradic-
torias. Hay un catolicismo de los campesinos, un catolicismo de
los pequeos burgueses y obreros de la ciudad, un catolicismo
de las mujeres y un catolicismo de los intelectuales, el cual es
tambin abigarrado y desordenado. Pero sobre el sentido comn
no solo influyen las formas ms rsticas y menos desarrolladas
de estos varios catoli-cismos existentes actualmente; han influi-
do tambin y son compo-nentes del actual sentido comn, las
religiones precedentes al catolicismo actual, los movimientos
herticos populares, las supersticiones cientficas ligadas a las
religiones pasadas, etctera. En el sentido comn predominan
los elementos realistas, materialistas, esto es, el producto in-
mediato de la sensacin cruda, lo que, por otra parte, no est en
contradiccin con el elemento religioso; muy al contrario. Pero
estos elementos son supersticiosos, acrticos. He aqu, por lo
tanto, un peligro representado por el Ensayo popular, el que a
menudo confirma estos elementos acrticos, por los cuales el
sentido comn sigue siendo tolemaico, antropomrfico,
antropo-cntrico, en vez de criticarlos cientficamente.
Lo que se ha dicho arriba a propsito del Ensayo popular,
que crtica las filosofas sistemticas en vez de emprender la
crtica del sentido comn, debe ser entendido como reprobacin
metodolgica, dentro de ciertos lmites. Ciertamente, esto no
quiere decir que deba descuidarse la crtica a las filosofas siste-
mticas de los intelectuales. Cuando, en forma individual, un
elemento de la masa supera crticamente el sentido comn, acepta,
por este hecho mismo, una filosofa nueva. De ah la necesidad,
en una exposicin de la filosofa de la praxis, de la polmica con
las filosofas tradicionales. Precisamente por su carcter ten-
dencial de filosofa de masas, la filosofa de la praxis no puede
ser concebida sino en forma pol-mica, de perpetua lucha. Sin
embargo, el punto de partida debe ser siempre el sentido co-
mn, que espontneamente es la filosofa de las multitudes a las
que se trata de tornar ideolgicamente homo-gneas.
El sentido comn ha sido considerado de varias maneras:
directamente, como base de la filosofa; o ha sido criticado des-
de el punto de vista de otra filosofa. En realidad, en todos los
casos, el resultado fue la superacin de un determinado sentido
comn para crear otro ms adecuado a la concepcin del mundo
de la clase dirigente.
La actitud de Croce hacia el sentido comn no parece cla-
ra. En Croce, la proposicin de que cada hombre es un filsofo
pesa mucho sobre el juicio en torno del sentido comn. Parece
que Croce a menudo se complace por el hecho de que determi-
nadas proposiciones filosficas forman parte del sentido comn.
Pero qu puede ello significar en concreto? El sentido comn
es un agregado catico de concepciones dispares y en l se pue-
de hallar lo que se quiera. Adems, esta actitud de
Croce hacia el sentido comn no ha conducido a
una concepcin de la cultura fecunda desde el punto
de vista nacional-popular, o sea, a una concepcin
ms concretamente historicista de la filosofa lo que,
por otra parte, slo puede ocurrir con la filosofa de
la praxis.
Lo que se ha dicho no significa que en el sentido
comn no haya verdades. Significa que el sentido
comn es un concepto equvoco, contradictorio,
multiforme, y que referirse al sentido comn como
prueba de verdad es un contrasentido. Se podr de-
cir con exactitud que cierta verdad se ha tornado
sentido comn, para indicar que se ha difundido ms
all del lmite de los grupos intelectuales; pero en
ese caso no se hace otra cosa que una comprobacin
de carcter hist-rico y una afirmacin de racionali-
dad histrica. En ese sentido, y en la medida en que
sea empleado con sobriedad, el argumento tiene su
valor, precisamente porque el sentido comn es
estrecha-mente misoneista y conservador, y el haber
logrado hacer penetrar una verdad nueva es prueba
de que tal verdad tiene una buena fuerza de expansi-
vidad y evidencia.
En Marx se encuentran a menudo alusiones al sentido co-
mn y a la solidez de sus creencias. Pero se trata de referencias
que no se dirigen a la validez del contenido de tales creencias,
sino a su soli-dez formal y, por lo tanto, a su imperatividad cuando
producen nor-mas de conducta. En las referencias se halla, ms
bien, implcita la afirmacin de la necesidad de nuevas creen-
cias populares, de un nuevo sentido comn y, por la tanto, de
una nueva cultura y de una nueva filosofa que se arraiguen en
la conciencia popular con la misma solidez e imperatividad de
las creencias tradicionales.
PROBLEMAS GENERALES
Materialismo histricoy sociologa
Una de las observaciones generales es esta: que el ttulo no
corresponde al contenido del libro. Teora de la filosofa de la
praxis debera significar sistematizacin lgica y coherente de
los conceptos filosficos (y que son a menudo espurios, de deri-
vacin extraa y, como tales, deben ser criticados y suprimi-
dos). En los primeros captulos debe-ran ser tratados los si-
guientes problemas: Qu es la filosofa? En qu sentido una
concepcin del mundo puede llamarse filosofa? Cmo ha sido
concebida la filosofa hasta ahora? La filosofa de la praxis
renueva esta concepcin? Qu significa una filoso-fa especu-
lativa? La filosofa de la praxis puede tener una forma especu-
lativa? Qu relaciones existen entre las ideologas, las concep-
ciones del mundo, las filosofas? Cules son o deben ser las
relaciones entre la teora y la prctica? Cmo son concebidas
estas relaciones por las filosofas tradicionales? , etctera. La
respuesta a estas y otras preguntas constituye la teora de la
filosofa de la praxis.
En el Ensayo popular tampoco est justificada coherente-
mente la premisa implcita en la exposicin y explcitamente
esbozada en algn lugar: casualmente, la de que la verdadera
filosofa es el materialismo filosfico y que la filosofa de la
praxis es una pura sociologa. Qu significa realmente esta
afirmacin? Significa que si fuera verdadera, la teora de la filo-
sofa de la praxis sera el materialismo filosfico. Pero, en tal
caso, qu significa que la filosofa de la praxis es una sociolo-
ga? y qu sera esta sociolo-ga? Es una ciencia de la poltica
y de la historiografa? O tal vez un conjunto sistematizado y
clasificado segn un cierto orden, de observaciones puramente
empricas sobre arte poltico y de c-nones exteriores de inves-
tigacin emprica? Las respuestas a estas preguntas no se las
halla en el libro, a pesar de que slo as se podra hablar de
teora. As, no es justificado el nexo entre el ttulo general Teo-
ra, etc., y el subttulo Ensayo popular. El subttulo sera el
ttulo ms exacto, si al trmino sociologa se le diese un sig-
nificado muy circunscrito. De hecho, se presenta el problema
de qu es la sociologa. No es ella un intento de crear una
lla-mada ciencia exacta ( o sea positivista) de los hechos socia-
les, o sea de la poltica y de la historia? Por consiguiente, no es
un embrin de filosofa? La sociologa no ha tratado de hacer
algo semejante a la filosofa de la praxis? Pero hay que enten-
derse: la filosofa de la praxis ha nacido por pura casualidad en
forma de aforismos y de criterios prcticos, porque su fundador
dedic sus esfuerzos intelectuales, en forma sistemtica, a otros
problemas, especialmente econmicos; pero en estos criterios
prcticos y en estos aforismos se halla implcita toda una con-
cepcin del mundo, una filosofa. La sociologa ha sido un in-
tento de crear un mtodo de la ciencia hstrico-poltica, de-
pendiente de un sistema filosfico ya elaborado, el positivismo
evolucionista, sobre el cual la sociologa ha reaccionado, pero
slo parcialmente. La sociologa se ha tornado una tendencia
en s, se ha convertido en la filosofa de los no fil-sofos, un
intento de describir y clasificar esquemticamente hechos his-
tricos y polticos, segn criterios construidos sobre el modelo
de las ciencias naturales. La sociologa es, entonces, un intento
de recabar experimentalmente las leyes de evolucin de la
so-ciedad humana, a fin de prever el porvenir con la misma
certeza con que se prev que de una bellota se desarrollar una
encina. En la base de la sociologa se halla el evolucionismo
vulgar, el cual no puede conocer el principio dialctico del paso
de la cantidad a la calidad, paso que perturba toda evolucin y
toda ley de uniformidad entendida en un sentido vulgarmente
evolucionista. En todo caso, cada sociologa presupone una fi-
losofa, una concepcin del mundo, de la cual es un fragmento
subordinado. Es preciso no confundir con la teora general, o
sea con la filosofa, la particular lgica interna de las diversas
sociologas, lgica por la cual stas adquieren una mecnica
coherencia. Esto no quiere decir, naturalmente, que la investi-
gacin de las leyes de uniformidad no sea cosa til e intere-
sante, y que no tenga su razn de ser en un tratado de
obser-vaciones inmediatas de arte poltico. Pero hay que llamar
pan al pan y presentar los tratados de ese gnero como son.
Todos estos son problemas tericos; no los que el autor
del ensayo presenta como tales. Los problemas que ste plantea
son problemas de orden inmediato poltico, ideolgico, enten-
dida la ideologa como fase intermedia entre la filosofa y la
prctica coti-diana; son reflexiones sobre hechos histrico-po-
lticos singulares, desvincularlos y casuales. Un problema te-
rico se le presenta al autor desde el comienzo, cuando se refiere
a una tendencia que niega la posibilidad de construir una socio-
Primera plana de LOrdine Nuovo, que dirigi Antonio Gramsci
-
4loga a partir de la filo-sofa de la praxis y sostiene que sta slo
puede expresarse en trabajos histricos concretos. La objecin,
que es importantsima, slo es resuelta por el autor mediante
palabras. Ciertamente, la filosofa de la praxis se realiza en el
estudio concreto de la historia pasada y en la actual actividad de
creacin de nueva historia. Pero se puede hacer la teora de la
historia y de la poltica, puesto que si los hechos son siempre
individuales y mudables en el flujo del mo-vimiento histrico,
los conceptos pueden ser teorizados. De otra manera, no se po-
dra saber siquiera qu es el movimiento o la dia-lctica, y se
caera en una nueva forma de nominalismo. (Y el no haber plan-
teado con exactitud el problema de qu es la teora es lo que
ha impedido plantear el problema de lo que es la religin y emi-
tir un juicio histrico realista sobre las filosofas pasadas que
son presentadas todas como delirio y locura).
La reduccin de la filosofa de la praxis a una sociologa ha
representado la cristalizacin de la tendencia vulgar ya criticada
por Engels (en las cartas a dos estudiantes publicadas en el So-
zial Aka-demiker) y consistente en reducir una concepcin del
mundo a un formulario mecnico, que da la impresin de meter-
se toda la historia en el bolsillo. Ella ha sido el mayor incentivo
para las fciles improvisaciones periodsticas de los genialoi-
des. La experiencia en que se basa la filosofa de la praxis no
puede ser es-quematizada; es la historia misma en su infinita
variedad y multiplicidad, cuyo estudio puede dar lugar al naci-
miento de la filologa como mtodo de la erudicin, en la ve-
rificacin de los hechos particulares, y al nacimiento de la filo-
sofa, entendida como metodolo-ga general de la historia. Esto
es, quiz, lo que quieren hacer los escritores que, como lo seala
muy a la ligera el Ensayo en el primer captulo, niegan que se
pueda construir una sociologa de la filosofa de la praxis, afir-
mando que la filosofa de la praxis vive slo en los ensayos his-
tricos particulares (la afirmacin, tan des-nuda y cruda, es cier-
tamente errnea y sera una nueva y curiosa forma de nominalis-
mo y de escepticismo filosfico) .
Negar que se pueda construir una sociologa, entendida como
ciencia de la sociedad, es decir, como ciencia de la historia y de
la poltica, que no sea la misma filosofa de la praxis, no signifi-
ca que no se pueda construir una nueva recopilacin emprica
de ob-servaciones prcticas que ensanchen la esfera de la filolo-
ga tal como sta es entendida tradicionalmente. Si la filologa
es la ex-presin metodolgica de la importancia que tiene el que
los hechos particulares sean verificados y precisados en su in-
confundible in-dividualidad, no se puede excluir la utilidad
prctica de identifi-car ciertas leyes de tendencia ms genera-
les, que corresponden, en la poltica, a las leyes estadsticas o de
los grandes nmeros, que han servido para hacer progresar al-
gunas ciencias naturales. Pero no se ha puesto de relieve que la
ley estadstica puede ser empleada en la ciencia y en el arte po-
ltico solamente cuando las grandes masas de la poblacin per-
manecen esencialmente pasivas -en relacin con los problemas
que interesan al historiador o al poltico-, o se supone que per-
manecen pasivas. Por otra parte, la extensin de la ley estadsti-
ca a la ciencia y al arte poltico puede tener consecuencias muy
graves en cuanto se parte de ellas para construir perspectivas y
programas de accin; si en las ciencias naturales la ley puede
solamente determinar despropsitos y errores garrafales, que
podrn ser fcilmente corregidos por nuevas investigaciones y
que, en todo caso, ponen en ridculo solamente al hombre de
ciencia que ha usado a sta, en la ciencia y en el arte poltico
puede traer como resultado verdaderas catstrofes y cuyos da-
os secos no podrn ser resarcidos jams. Y realmente, en
poltica la conside-racin de la ley estadstica como ley esencial,
fcilmente operante, no slo es error cientfico, sino que se tor-
na error prctico en acto; ello, adems, favorece la pereza men-
tal y la superficialidad progra-mtica. Debe observarse que la
accin poltica tiende a hacer salir a las multitudes de la pasivi-
dad, esto es, a destruir la ley de los grandes nmeros. Cmo
puede sta ser considerada ley sociolgi-ca? Si se reflexiona bien,
se ver que la misma reivindicacin de una economa segn un
plan o dirigida, se halla destinada a despedazar la ley estadstica
mecnicamente entendida, esto es, produci-da por la reunin de
infinitos actos arbitrarios individuales; si bien deber basarse en
la estadstica, ello ya no significa la misma cosa. En realidad, la
conciencia humana sustituye a la espontaneidad naturalista.
Otro elemento que en el arte poltico conduce a la des-truccin
de los viejos esquemas naturalistas es la sustitucin de los indi-
viduos, de los jefes individuales ( o carismticos, como dice
Michels), en la funcin directiva, por organismos colectivos (los
par-tidos). En la extensin de los partidos de masa y su adhesin
or-gnica a la vida ms ntima (econmico-productiva) de la masa
misma, el proceso de estandarizacin de los sentimientos popu-
lares, de mecnico y casual (o sea, producido por la existencia
en el am-biente de condiciones y de presiones similares), se tor-
na consciente y crtico. El conocimiento y el juicio de importan-
cia de tales senti-mientos no se produce ya de parte de los jefes
por intuicin apuntalada por la identificacin de leyes estadsti-
cas, o sea, por va racional o intelectual, tan a menudo falaz -que
el jefe traduce en ideas-fuerzas, en palabras fuerzas-, sino que se
realiza de parte del organismo colectivo por coparticipacin
activa y consciente, por copasionalidad, por experiencia de
las particularidades inmediatas, por un sistema que se podra
calificar de filologa viviente. As se crea un lazo estrecho en-
tre gran masa, partido, grupo diri-gente, y todo el conjunto, bien
articulado, puede moverse como un hombre colectivo.
Nota 1. Las llamadas leyes sociolgicas, que son considera-
das como causa -el hecho ocurre por tal ley, etctera-, carecen de
toda significacin causal; son casi siempre tautologas y paralo-
gismos. A menudo, son slo un duplicado del mismo hecho ob-
servado. Se describe el hecho o una serie de hechos, con un
proceso mecnico de generalizacin abstracta, se deriva una re-
lacin de semejanza, y a ello se le llama ley y se le atribuye la
funcin de causa. Pero en realidad, qu se ha hallado de nue-
vo? De nuevo slo hay el nombre dado a una serie de pequeos
hechos, pero los nombres no son una novedad.
Las partes constitutivasde la filosofa de la praxis
Un traba-jo sistemtico sobre la filosofa de la praxis no pue-
de descuidar ninguna de las partes de la doctrina de su fundador.
Pero, en qu sentido debe ello ser entendido? Dicho trabajo
debe tratar de toda la parte filosfica general; debe desarrollar
coherentemente, por lo tanto, todos los conceptos generales de
una metodologa de la historia y de la poltica; y, adems, del
arte, de la economa, de la tica, y en el nexo general debe hallar
el lugar para una teora de las ciencias naturales. Una concep-
cin muy difundida es que la filosofa de la praxis es una pura
filosofa, la ciencia de la dialctica, y que las otras partes son la
economa y la poltica, por lo que se dice que la doctrina est
formada por tres partes consti-tutivas, que son al mismo tiempo
la coronacin y la superacin del grado ms elevado que, hacia
1848, haba alcanzado la ciencia de las naciones ms adelanta-
das de Europa: la Filosofa clsica ale-mana, la Economa clsi-
ca inglesa y la actividad y ciencia poltica francesa. Esta concep-
cin, que es preferentemente una investiga-cin genrica de las
fuentes y no una clasificacin que nazca de lo ntimo de la doc-
trina, no puede contraponerse, como esquema definitivo, a toda
otra organizacin de la doctrina que se halle ms cerca de la
realidad. Se preguntar si la filosofa de la praxis no es especfi-
came una teora de la historia, a lo que se con-testar que s, pero
que por lo mismo no pueden separarse de la historia, la poltica
y la economa, ni tampoco en sus fases especializadas de ciencia
y arte de la poltica, y de la ciencia y pol-tica econmica. O sea:
luego de haber realizado, en la parte filosfica general -que es
propia y verdaderamente la filosofa de la praxis, la ciencia de la
dialctica o gnoseologa, en la cual los conceptos generales de
historia, de poltica, de economa, se anudan en unidad orgni-
ca-, el objetivo principal, es til, en un ensayo popular, dar las
nociones generales de cada momento o parte- constitutiva, tam-
bin en cuanto ciencia independiente y distinta. Si se observa
bien se ve que en el Ensayo popular todos estos puntos son por
lo menos mencionados, pero en forma casual, no coherentemen-
te, de modo catico e indistinto, porque falta un con-cepto claro
y preciso respecto de lo que es la filosofa de la praxis.
Estructura ymovimiento histrico
No est tratado este punto fundamental: cmo nace el movi-
miento histrico sobre la base de la estructura. No obstante, el
problema se halla, por lo menos, planteado en los Problemas
fundamentales de Plejnov, y se lo poda desenvolver. Este es,
en definitiva, el punto crucial de todos los problemas en torno
de la filosofa de la praxis, y sin haberlo resuelto no se puede
resolver el otro, el de las relaciones entre la sociedad y la natu-
raleza, al cual se dedica un captulo especial en el Ensayo.
Los intelectualesDebera recopilarse un registro ponderado de los hombres
de ciencia cuyas opiniones son citadas o combati-das con algu-
na difusin, acompaando cada nombre con anotacio-nes sobre
su significado y su importancia cientfica (y ello tambin para
los sostenedores de la filosofa de la praxis, que son citados, no
ciertamente en la medida de su originalidad y significado). En
realidad las menciones de los grandes intelectuales son
fugacsi-mas. Plantase el problema de si no era preciso, en cam-
bio, referirse slo a los grandes intelectuales adversarios y dejar
de lado a los secundarios, a los masticadores de frases hechas.
Surge la impresin de que se querra combatir slo contra los
ms dbiles, y muy especialmente contra las posiciones ms d-
biles (o ms in-adecuadamente sostenidas por los ms dbiles)
para obtener fci-les victorias verbales (puesto que no se pue-
de hablar de victorias reales). Aqu hay la ilusin de que existe
cierta semejanza (ade-ms de la formal y metafrica) entre un
frente ideolgico y un frente poltico-militar. En la lucha pol-
tica y militar puede con-venir la tctica de irrumpir en el punto
de menor resistencia, para hallarse as en condiciones de em-
bestir el punto ms fuerte con el mximo de fuerzas que han
quedado disponibles por haber elimi-nado a los auxiliares ms
dbiles, etctera. Las victorias polticas y militares, dentro de
ciertos lmites, tienen un valor permanente y universal, y el fin
estratgico puede ser alcanzado de modo decisivo con efectos
generales para todos. En el frente ideolgico, en cam-bio, la
derrota de los auxiliares y de los partidarios menores tiene una
importancia casi insignificante; en l es preciso batir a los ms
eminentes. De otro modo, se confunde el peridico con el libro,
la pequea polmica cotidiana con el trabajo cientfico: los me-
nores deben ser abandonados a la infinita casustica de la pol-
mica de peridico.
Una ciencia obtiene la prueba de su eficiencia y vitalidad
cuando demuestra que sabe enfrentar a los grandes campeones
de las tendencias opuestas, cuando resuelve con sus propios
medios los problemas vitales que stos han planteado, o demues-
tra perentoria-mente que tales problemas son falsos.
Es verdad que una poca histrica y una determinada socie-
dad son representadas, ms bien, por la media de los intelectua-
les y, de ah, por los mediocres; pero la ideologa difusa, de masa,
debe ser distinguida de las obras cientficas, de las grandes sn-
tesis fi-losficas, que son, en definitiva, las verdaderas piedras
angulares y que deben ser netamente superadas negativamente,
demostran-do su carencia de fundamento, o positivamente, con-
traponiendo sntesis filosficas de mayor importancia o signifi-
cado. Leyendo el Ensayo se tiene la impresin de hallarse ante
alguien que no puede dormirse porque le molesta la claridad de
la luna y que se es-fuerza por matar la mayor cantidad posible de
lucirnagas, con-vencido de que la claridad disminuir o des-
aparecer.
Antonio Gramsci -segundo desde la izquierda, en laprimera fila de parados- en el patio de la prisin, 1926.
-
5La guerra deposiciones
propuesta
NUES
TRA
ediciones
La DialcticaEl Ensayo carece de todo estudio de la dialctica. La dialc-
tica es presupuesta muy superficialmente, no expuesta, cosa
absurda en un manual, que debera contener los elementos esen-
ciales de la doctrina examinada y cuyas referencias bibliogrfi-
cas tendran que estar dirigidas a estimular el estudio para en-
sanchar y profun-dizar en el tema y no sustituir el manual mis-
mo. La ausencia del estudio de la dialctica puede tener dos
orgenes; el primero puede provenir del hecho de que se supone
que la filosofa de la praxis se halla dividida en dos elementos:
una teora de la historia y de la poltica entendida como sociolo-
ga, que debe ser construida segn los mtodos de las ciencias
naturales (experimentales, en el sentido estrechamente positi-
vista), y una filosofa propiamente dicha, que sera el materialis-
mo filosfico, o metafsico o mecnico (vulgar).
Aun despus de la gran discusin contra el mecanicismo, el
autor del Ensayo no parece haber modificado mucho su concep-
cin del problema filosfico.
Contina sostenien-do que la filosofa de la praxis se halla
siempre dividida en dos: la doctrina de la historia y de la polti-
ca, y la filosofa, la cual, di-ce, es el materialismo dialctico, no
el viejo materialismo filosfico. Planteado as el problema, no
se comprende ya la importancia y el significado de la dialctica,
que, de doctrina del conocimiento y sustancia medular de la his-
toriografa, es degradada a una subes-pecie de la lgica formal,
a una escolstica elemental. La funcin y el significado de la
dialctica pueden ser concebidos en toda su fundamentalidad,
slo si la filosofa de la praxis es concebida co-mo una filosofa
integral y original que inicia una nueva fase en la historia y en el
desarrollo mundial del conocimiento, en cuanto supera (y en
cuanto superando incluye en s los elementos vitales) el idealis-
mo y el materialismo tradicionales, expresiones de la vie-ja so-
ciedad. Si la filosofa de la praxis slo es pensada como
sub-ordinada a otra filosofa, no se puede concebir la nueva dia-
lctica, en la cual, justamente, dicha superacin se efecta y se
expresa.
El segundo origen parece ser de carcter sicolgico. Se sien-
te que la dialctica es cosa muy ardua y difcil, en cuanto el
pensa-miento dialctico va contra el vulgar sentido comn, que
es dog-mtico y vido de certidumbres perentorias, y que tiene
como ex-presin a la lgica formal.
Este motivo me parece ser un freno sicolgico para el autor
del Ensayo; en verdad capitula entre el sentido comn y el
pensa-miento vulgar, porque no se ha planteado el problema en
los tr-minos tericos exactos. Por ello est prcticamente des-
armado e impotente. El ambiente ineducado y rstico ha domi-
nado al edu-cador, el vulgar sentido comn se ha impuesto a la
ciencia, y no a la inversa. Si el ambiente es el educador, ste
debe ser educado a su vez; pero el autor del Ensayo no entiende
esta dialctica revo-lucionaria. La raz de todos los errores del
Ensayo y de su autor consiste justamente en esta pretensin de
dividir la filosofa de la praxis en dos partes: una sociologa y
una filosofa sistemtica. Apartada de la teora de la historia y de
la poltica, la filosofa slo puede ser metafsica; en tanto que la
gran con-quista de la historia del pensamiento moderno, repre-
sentada por la filosofa de la praxis, es justamente la historiza-
cin concreta de la filosofa y su identificacin con la historia.
Sobre la MetafsicaPuede recabarse del Ensayo popular una crtica de la
metaf-sica y de la filosofa especulativa? Hay que decir que el
autor rehuye el concepto mismo de metafsica, en cuanto se le
escapan los conceptos de movimiento histrico, de devenir y,
por consi-guiente, de la dialctica misma. Pensar una afirma-
cin filosfica como verdadera en un determinado perodo his-
trico esto es, como expresin necesaria e inseparable de una
determinada accin his-trica, de una determinada praxis, pero
superada y verificada en un perodo sucesivo, sin caer por ello
en el escepticismo y el relativismo moral e ideolgico o sea:
concebir la filosofa como historicidad, es una operacin mental
un poco ardua y difcil. El autor, en cambio, cae en pleno dog-
matismo y por ello en una for-ma, si bien ingenua, de metafsi-
ca. Ello es claro desde el comienzo, por la ubicacin del proble-
ma, por la voluntad de construir una sociologa sistemtica de
la filosofa de la praxis; sociologa, en este caso, significa justa-
mente metafsica ingenua. El autor no consigue elaborar el con-
cepto de la filosofa de la praxis como metodologa histrica y
sta como filosofa, la nica filosofa concreta.
En cambio de una metodologa histrica, de una filosofa,
construye una casustica de problemas particulares concebidos
y resueltos dogmticamente, cuando no de modo puramente ver-
bal, con paralogismos tan ingenuos como presuntuosos. Esta
casustica, sin embargo, podra ser til e in-teresante si se pre-
sentase como tal, sin otra pretensin que dar es-quemas aproxi-
mativos de carcter emprico, tiles para la prctica inmediata.
Por otra parte, se comprende que as deba ser, porque en el En-
sayo popular la filosofa de la praxis no es autnoma y original,
sino la sociologa del materialismo metafsico. Metaf-sica sig-
nifica para l slo una determinada formulacin filosfica, la
especulativa del idealismo, y no ya toda formulacin sistemtica
que se considere verdad extrahistrica, como un universal
abstrac-to fuera del tiempo y del espacio. -
-La filosofa del Ensayo popular (implcita en l) puede ser
llamada un aristotelismo positivista, una adaptacin de la lgica
formal a los mtodos de las ciencias fsicas y naturales. La ley
de causalidad, la bsqueda de la regularidad, normalidad,
uniformi-dad, sustituyen a la dialctica histrica. Pero cmo
de este modo de concebir puede deducirse la superacin, la sub-
versin de la praxis? El efecto, mecnicamente, no puede ja-
ms superar la cau-sa o el sistema de causas; de all que no pue-
da tener otro desarro-llo que el chato y vulgar evolucionismo.
Si el idealismo especulativo es la ciencia de las categoras
y la sntesis a priori del espritu, es decir, una forma de abstrac-
cin antihistrica, la filosofa implcita en el Ensayo popular es
un idealismo al revs, en el sentido de que los conceptos y
clasifica-ciones empricos sustituyen a las categoras especulati-
vas, siendo tan abstractos y antihistricos como estas ltimas.
Uno de los rasgos ms visibles de la vieja metafsica en el
Ensayo popular es el intento de reducir todo a una causa, la
causa ltima, la causa final. Se puede reconstruir la historia del
problema de la causa nica y ltima, y demostrar que ella es una
de las manifestaciones de la bsqueda de Dios. Contra este
dogmatis-mo, recordar nuevamente las dos cartas de Engels pu-
blicadas en el Sozial Akademilker.
El concepto de cienciaEl planteo del problema como de una bsqueda de leyes,
lneas constantes, regulares, uniformes, est vinculado a una exi-
gencia, concebida de un modo un poco pueril e ingenua de re-
solver pe-rentoriamente el problema prctico de la previsibili-
dad de los he-chos histricos. Puesto que parece, por una ex-
traa inversin de las perspectivas, que las ciencias naturales
proporcionan la ca-pacidad de prever la evolucin de los proce-
sos naturales, la meto-dologa histrica ha sido cientficamente
concebida slo si y en cuanto habilita abstractamente para pre-
ver el porvenir de la sociedad. De donde resulta la bsqueda de
las causas esenciales o, mejor, de la causa primera, de la cau-
sa de las causas. Pero las Tesis sobre Feuerbach ya haban cri-
ticado anticipadamente esta concepcin simplista. En realidad,
se puede prever cientfica-mente la lucha, pero no sus mo-
mentos concretos, los cuales slo pueden ser el resultado de fuer-
zas contrastantes, en continuo mo-vimiento, jams reductibles a
cantidades fijas, puesto que en ellas la cantidad deviene calidad.
Realmente se prev en la medida en que se obra, en que se
aplica un esfuerzo voluntario y, por tanto, se contribuye concre-
tamente a crear el resultado previsto. La previsin se revela,
por consiguiente, no como un acto cientfico de conocimiento
sino como la expresin abstracta del esfuerzo que se hace, el
modo prctico de crear una voluntad colectiva.
Cmo podra la previsin ser un acto de conocimiento? Se
conoce lo que ha sido o lo que es, no lo que ser, que es un no
existente y, por tanto, incognoscible por definicin. La
previ-sin es, por ello, slo un acto prctico, que no puede, en
cuanto no sea una futileza, una prdida de tiempo, tener otra
explicacin que la expuesta ms arriba. Es necesario ubicar exac-
tamente el problema de la previsibilidad de los acontecimientos
histricos para estar en condiciones de criticar en forma exhaus-
tiva la concep-cin del causalismo mecnico, para vaciarla de
todo prestigio cien-tfico y reducirla a un puro mito, que quizs
hubiese sido til en el pasado, en el perodo primitivo de desa-
rrollo de ciertos grupos sociales subalternos.
Pero el concepto de ciencia, como resulta del Ensayo po-
pular, es el que hay que destruir crticamente; ste se halla total-
mente prisionero de las ciencias naturales, como si stas fuesen
las nicas ciencias o la ciencia por excelencia, segn el concep-
to del positivis-mo. Pero en el Ensayo popular el trmino cien-
cia es empleado con -muchos significados, algunos explcitos y
otros sobreentendidos o apenas indicados. El sentido explcito
es el que tiene ciencia en las investigaciones fsicas. Otras
veces, en cambio, parece indicar el mtodo. Pero existe un
mtodo en general? y si existe, qu otra cosa significa, sino la
filosofa? Podra significar otras veces solamente la lgica for-
mal. Pero se puede llamar a sta un mtodo y una ciencia? Es
preciso fijar que cada investigacin tiene mtodo determinado y
construye su ciencia determinada, y que el mtodo se ha desa-
rrollado y elaborado junto con el desarrollo y la elaboracin de
dicha investigacin y ciencia determinadas, for-mando un todo
nico con ella. Creer que se puede hacer progre-sar una investi-
gacin cientfica aplicando un mtodo tipo, elegido porque ha
dado buenos resultados en otra investigacin con la que se halla
consustanciada, es un extrao error que nada tiene que ver con la
ciencia. Existen, sin embargo, criterios generales que, puede de-
cirse, constituyen la conciencia crtica de cada hombre de cien-
cia, cualquiera sea su especializacin, y que deben ser siem-pre
vigilados espontneamente en su trabajo. As, se puede decir que
no es hombre de ciencia aquel que demuestra poseer escasa se-
guridad en sus criterios particulares, quien no tiene un pleno
cono-cimiento de los conceptos que maneja, quien tiene escasa
informa-cin e inteligencia del estado precedente de los proble-
mas tratados, quien no es cauto en sus afirmaciones, quien no
progresa de ma-nera necesaria, sino arbitraria y sin concatena-
cin; quien no sabe tener en cuenta las lagunas existentes en los
conocimientos alcan-zados y las soslaya, contentndose con so-
luciones o nexos pura-mente verbales, en vez de declarar que se
trata de posiciones provisionales que podrn ser retornadas y
desarrolladas, etctera.
No es muy cientfico, o ms simplemente, muy serio, ele-
gir a los adversarios entre los ms mediocres y estpidos; y tam-
poco, elegir de entre las opiniones de los adversarios las menos
esenciales y las ms ocasionales, y presumir as de haber des-
truido a todo el adversario porque se ha destruido una de sus
opiniones secundarias e incidentales; o de haber destruido una
ideologa o una doctrina porque se ha de-mostrado la insuficien-
cia terica de sus defensores de tercero o cuarto orden. Sin em-
bargo, es preciso ser justos con los adver-sarios, en el sentido
de que es necesario esforzarse por compren-der lo que stos han
querido decir realmente, y no detenerse ma-liciosamente en los
significados superficiales e inmediatos de sus expresiones. Ello
siempre que el fin sea elevar el tono y el nivel intelectual de los
propios discpulos, y no el de hacer el vaco en torno de s con
cualquier medio y de cualquier manera.
Es de observarse que muchas deficiencias del Ensayo popu-
lar estn vinculadas a la oratoria. En el Prefacio, el autor re-
cuerda casi a ttulo de honor, el origen hablado de su obra.
Pero, como lo ha observado Macaulay a propsito de las discu-
siones orales entre los griegos, a las demostraciones orales y a
la mentalidad de los oradores se vinculan precisamente las su-
perficialidades lgicas y de argumentacin ms sorprendentes.
Por lo dems, esto no disminuye la responsabilidad de los auto-
res que no revisen, antes de imprimirlos, los trabajos de origen
oratorio, a menudo improvisados, cuando la asociacin mecni-
ca y casual de las ideas sustituye al vigor lgico. Lo peor ocurre
cuando en esta prctica oratoria se solidifica la mentalidad faci-
lista y los frenos crticos no funcionan ms.
La llamada realidad delmundo externo
Toda la polmica contra la concepcin subjetivista de la rea-
lidad, con el terrible problema de la realidad del mundo ex-
terno, est mal encarada, peor conducida y, en gran parte, es
ftil y ociosa. Desde el punto de vista de un ensayo popular,
dicha tarea res-ponde ms a un prurito de pedantera intelectual
que a una necesi-dad lgica. El pblico popular no cree siquiera
que pueda plantearse tal problema, el problema de si el mundo
existe objetivamente. Basta enunciar as el problema, para or un
irrefrenable y gargan-tuesco estallido de hilaridad. El pblico
cree que el mundo ex-terno es objetivamente real. Pero aqu
nace el problema. Cul es el origen de esta creencia? Qu
valor crtico tiene objetiva-mente? Realmente, esta creencia
tiene origen religioso, aunque de ella participen los indiferentes
desde el punto de vista religioso. Puesto que todas las religiones
han enseado y ensean que el mun-do, la naturaleza, el univer-
so, han sido creados por Dios antes de la creacin del hombre y
que por ello el hombre encontr el mundo ya listo, catalogado y
definido de una vez para siempre, esta creen-cia se ha converti-
do en un dato frreo del sentido comn, y vive con la misma
solidez incluso cuando el sentimiento religioso est apagado y
adormecido. He aqu, entonces, que fundarse en esta experiencia
del sentido comn para destruir con la comicidad la concep-
cin subjetivista, tiene un sentido ms bien reaccionario, de
retorno implcito al sentimiento religioso. Realmente, los
escri-tores y oradores catlicos recurren al mismo medio para
obtener el mismo efecto de ridculo corrosivo. En la memoria
presentada al Congreso de Londres, el autor del Ensayo popular
responde im-plcitamente a este reproche (que es de carcter ex-
-
6terno, si bien tiene su importancia) haciendo notar que Berkeley,
al que se debe la primera enunciacin completa de la concep-
cin subjetivista, era un arzobispo (de lo que parece deducir el
origen religioso de la teora), y diciendo luego que slo un
Adn, que se halla por pri-mera vez en el mundo, puede pen-
sar que el mismo existe porque lo piensa (y tambin aqu se
insina el origen religioso de la teora, pero sin ningn vigor de
conviccin) .
El problema, en cambio, parece ser el siguiente: Cmo pue-
de explicarse que tal concepcin, que no es ciertamente una
futileza, incluso para un filsofo de la praxis, hoy, expuesta al
pblico, pueda provocar solamente la risa y la mofa? Me parece
el caso ms tpico de la distancia que se ha venido establecien-
do entre ciencia y vida, entre ciertos grupos de intelectuales
que, sin embargo, se hallan en la direccin central de la alta
cultura, y las grandes masas populares; y de la manera cmo el
lenguaje de la filosofa ha ido convirtindose en una jerga que
obtiene el mismo efecto que el de Arlequn. Pero si el sentido
comn se divierte, el filsofo de la praxis debe igualmente
buscar una explicacin del significado real que tiene la con-
cepcin y del porqu, de su nacimiento y su difusin entre los
intelectuales, y tambin de por qu hace rer al sentido comn.
Es cierto que la concepcin subjetivista es propia de la filoso-
fa moderna en su forma ms completa y avanzada, como que
de ella y como superacin de ella ha nacido el materialismo
histrico, el cual, en la teora de las superestructuras coloca en
lenguaje realista e historicista lo que la filosofa tradi-cional
expresaba en forma especulativa. La demostracin de este he-
cho, que aqu se halla apenas esbozada, tendra el ms grande
significado cultural, porque pondra fin a una serie de discu-
siones tan intiles como ociosas y permitira el desarrollo or-
gnico de la filosofa de la praxis, hasta transformarla en el
exponente hegem-nico de la alta cultura. Asombra que no se
haya afirmado y desarrollado jams convenientemente el nexo
entre la afirmacin idea-lista de que la realidad del mundo es
una creacin del espritu humano y la afirmacin de la histori-
cidad y la caducidad de todas las ideologas por parte de la
filosofa de la praxis, porque las ideologas son expresin de la
estructura y se modifican al modificarse sta. --El problema
est estrechamente vinculado -y ello se com-prende- al proble-
ma del valor de las ciencias llamadas exactas o fsicas y a la
posicin que han venido ocupando en el cuadro de la filosofa
de la praxis: de un casi fetichismo, y aun, de la nica y verda-
dera filosofa o conocimiento del mundo.
Pero, qu deber entenderse por concepcin subjetivista
de la realidad? Ser propia de cualquiera de las tantas teoras
subjeti-vistas lucubradas por toda una serie de filsofos y pro-
fesores, hasta las solipsistas? Es evidente que la filosofa de la
praxis, en este caso, slo puede ser colocada en relacin con el
hegelianismo, que representa la forma ms completa y genial
de esta concepcin, y -que de todas las sucesivas teoras debe-
rn tomarse en consideracin slo algunos aspectos parciales y
los valores instrumentales. Y ser necesario investigar las for-
mas caprichosas que la concepcin ha asumido, tanto entre los
partidarios como entre los crticos ms o menos inteligentes.
El reproche que debe hacerse al Ensayo popular es el haber
presentado la concepcin subjetivista como aparece en la crti-
ca del sentido comn y de haber acogido la concepcin de la
realidad objetiva del mundo externo en su forma ms trivial y
acrtica, sin siquiera sospechar que sta puede recibir la obje-
cin de ser misticismo, como realmente ocurri.
Pero analizando esta concepcin no resulta fcil luego justi-
ficar un punto de vista de objetividad externa entendida tan me-
cnicamente. Es posible que exista una objetividad extrahist-
rica y extrahumana? Pero, quin juzgar de tal objetividad?
Quin podr colocarse en esa suerte de punto de vista que es el
cosmos en si? Qu significar tal punto de vista? Puede muy
bien sostenerse que se trata de un residuo del concepto de Dios,
y, ms justamente, en su concepcin mstica de un Dios ignoto.
La formulacin de Engels de que la unidad del mundo consiste
en su materialidad demostrada por el largo y laborioso desarro-
llo de la filosofa y de las ciencias naturales contiene realmente
el germen de la concepcin justa, porque se recurre a la historia y
al hombre para demostrar la realidad objetiva. objetivo quiere de-
cir siempre humanamente objetivo, lo que puede corresponder
en forma exac-ta a histricamente subjetivo. O sea: que objeti-
vo significara universalmente subjetivo. El hombre conoce ob-
jetivamente en cuanto el conocimiento es real para todo el gnero
humano hist-ricamente unificado en un sistema cultural unita-
rio; pero este pro-ceso de unificacin unitaria adviene con la des-
aparicin de las contradicciones internas que laceran a la sociedad
humana, contradicciones que son la condicin de la formacin de
los grupos y del nacimiento de las ideologas no universal-concre-
tas y tornadas inmediatamente caducas debido al origen prctico
de su sustancia. Existe, por consiguiente, una lucha por la objeti-
vidad (por liberarse de las ideologas parciales y falaces), y esta
lucha es la misma lucha por la unificacin del gnero humano.
Por consiguiente, lo que los idealistas llaman espritu no es un
punto de partida, sino de llegada, el conjunto de las superestruc-
turas en devenir hacia la unificacin concreta y objetivamente
universal, y no ya un presu-puesto unitario, etctera.
La ciencia experimental ha ofrecido hasta ahora el terreno en
el cual tal unidad cultural alcanz el mximo de extensin; ha
sido el elemento de conocimiento que ms contribuy a unificar
el esp-ritu, a tornarlo ms universal; es la subjetividad ms
objetivizada y concretamente universalizada.
El concepto de objetivo del materialismo metafsico pare-
ce que quiere significar una objetividad que existe fuera del hom-
bre; pero cuando se afirma que una realidad existira aun si no
exis-tiese el hombre, se hace una metfora o se cae en una forma
de misticismo. Conocemos la realidad slo en relacin con el
hombre, y como el hombre es devenir histrico, tambin el co-
nocimiento y la realidad son un devenir, tambin la objetividad
es un devenir, etctera.
La expresin de Engels, de que la materialidad del mundo
est demostrada por el largo y laborioso desarrollo de la filoso-
fa y de las ciencias naturales, debera ser analizada y precisa-
da. Entin-dese por ciencia la actividad terica o la actividad
prctico-experimental de los hombres de ciencia? O la sntesis
de ambas activi-dades? Se podra decir que con ello se tendra el
proceso unitario tpico de la realidad; en la actividad experi-
mental del hombre de ciencia, que es el primer modelo de me-
diacin dialctica entre el hombre y la naturaleza, la clula his-
trica elemental por la cual, el hombre, ponindose en relacin
con la naturaleza a travs de la tecnologa, la conoce y la domi-
na. Es indudable que la afirmacin del mtodo experimental se-
para dos mundos de la historia, dos pocas, e inicia el proceso
de disolucin de la teologa y de la meta-fsica, y el desarrollo
del pensamiento moderno, cuya coronacin se halla en la filoso-
fa de la praxis. La experiencia cientfica es la primera clula del
nuevo mtodo de produccin, de la nueva forma de unin activa
entre el hombre y la naturaleza. El hombre de ciencia-experi-
mentador es tambin un obrero, no un puro pensa-dor, y su pen-
sar est continuamente fiscalizado por la prctica y viceversa,
hasta que se forma la unidad perfecta de teora y prctica.
Para entender exactamente los significados que puede tener
el problema de la realidad del mundo externo, puede ser oportu-
no desarrollar el ejemplo de las nociones de Oriente y Occi-
dente, que no dejan de ser objetivamente reales, aun cuando,
analizadas, demuestran ser solamente una construccin con-
vencional, esto es, histrco-cultural (a menudo los trminos
artificial y conven-cional indican hechos histricos, pro-
ductos del desarrollo de la civilizacin y no construcciones ra-
cionalmente arbitrarias o individualmente artificiosas).
Se puede objetar que sin pensar la existencia del hombre no
se puede pensar en pensar, no se puede pensar, en general, en
ningn hecho o relacin que existe slo en cuanto existe el hom-
bre. Qu significara norte-sur, este-oeste, sin el hombre? Estas
son relaciones reales y, sin embargo, no existen sin el hombre y
sin el desarrollo de la civilizacin. Es evidente que este y oeste
son construcciones arbitrarias, convencionales, o sea, histri-
cas, puesto que fuera de la historia real cada punto de la tierra es
este y oeste al mismo tiempo. Esto se puede ver claramente en el
hecho de que dichos trminos se han cristalizado, no desde el
punto de vista de un hiptetico y melanclico hombre en gene-
ral, sino desde el punto de vista de las clases cultas europeas, las
cuales, a travs de su hegemona mundial, los han hecho aceptar
por doquier. Sin embargo, estas referencias son reales, corres-
ponden a hechos reales, permiten viajar por tierra y por mar y
arribar justamente all donde se ha decidido arribar, prever el
futuro, objetivar la realidad, comprender la objetividad del mundo
externo. Racional y real se identifican.
Parece que sin haber comprendido esta relacin no se puede
comprender la filosofa de la praxis, su posicin frente al idea-
lismo y al materialismo mecnico, la importancia y el significa-
do de la doctrina de las superestructuras. No es exacto que en la
filosofa de la praxis la idea hegeliana haya sido sustituida por
el con-cepto de estructura, como lo afirma Croce. La idea
hegeliana se halla resuelta tanto en la estructura como en las
superestructu-ras, y todo el modo de comprender la filosofa ha
sido historizada, esto es, ha comenzado a nacer un nuevo modo
de filosofar, ms concreto e histrico que el precedente.
Nota. Es de estudiarse la posicin del profesor Lukacz, ha-
cia la filosofa de la praxis. Parece que Lukacz afirma que se
puede hablar de dialctica slo para la historia de los hombres y
no para la natura-leza. Puede estar equivocado y puede tener
razn. Si su afirmacin presupone un dualismo entre la natura-
leza y el hombre, est equivo-cado, porque cae en la concepcin
de la naturaleza propia de la religin y de la filosofa grecocris-
tiana; y tambin propia del idealis-mo, el cual, realmente, slo
consigue unificar y poner en relacin al hombre y la naturaleza,
en forma verbal. Pero si la historia humana debe concebirse tam-
bin como historia de la naturaleza (tambin a travs de la histo-
ria de la ciencia), cmo puede la dilectica ser separada de la
naturaleza? Quiz por reaccin ante las teoras barrocas del En-
sayo popular, Lukacz ha cado en el error opuesto, en una for-
ma de idealismo.
Juicio sobre lasfilosofas pasadas
La superficial crtica del subjetivismo que se halla en el En-
sayo popular forma parte de un problema ms general, que es
el de la actitud hacia las filosofas y los filsofos del pasado.
Juzgar todo pasado filosfico como un delirio y una locura no
slo es un error antihistrico, porque contiene la pretensin ana-
crnica de que en el pasado se deba pensar como hoy, sino que
adems es un autntico residuo de metafsica, puesto que supo-
ne un pensamiento dog-mtico vlido para todos los tiempos y
todos los pases, a travs del cual se juzga todo el pasado. El
antihistoricismo metdico no es sino metafsica. El hecho de
que los sistemas filosficos hayan sido superados no excluye
que fueran vlidos histricamente y hayan cumplido una fun-
cin necesaria; su caducidad debe considerarse desde el punto
de vista del desenvolvimiento histrico entero y de la dialctica
real; el que fueran dignos de caer no es un juicio moral o de
higiene del pensamiento emitido desde un punto de vista obje-
tivo, sino un juicio dialctico-histrico. Se puede confrontar
la presentacin hecha por Engels de la proposicin hegeliana
de que todo lo que es racional es real y lo real es racional,
proposicin que ser vlida tambin para el pasado.
En el Ensayo se juzga el pasado como irracional y
monstruo-so y la historia de la filosofa se convierte en un tra-
tado histrico de teratologa, porque se parte de un punto de vista
metafsico (En cambio, en el Manifiesto se halla contenido el
ms alto elogio del mundo que va a morir). Si este modo de juz-
gar el pasado es un error terico, una desviacin de la filosofa de
la praxis, podr tener algn significado educativo, ser inspira-
dor de energas? No lo parece, porque el problema se reducira a
presumir de ser algo solamente porque se ha nacido en el presen-
te y no en uno de los siglos pasados. Pero en cada poca ha habi-
do un pasado y una contemporanidad, y ser contemporneo es
un ttulo bueno solamente para las bromas.
La inmanencia y lafilosofa de la praxis
En el Ensayo se hace notar que en la filosofa de la praxis se
usan los trminos inmanencia e inmanente, pero que
evidentemen-te este uso es slo metafrico. Muy bien. Pero,
se ha explicado as qu significan inmanencia e inmanente me-
tafricamente? Por qu esos trminos continan siendo usa-
dos y no han sido sustituidos? Slo por horror de crear nuevos
vocablos? A menudo, cuan-do una nueva concepcin del mun-
do sucede a una precedente, el lenguaje precedente contina
siendo usado, pero en forma meta-frica. Todo el lenguaje es
un continuo proceso de metforas, y la historia de la semntica
es un aspecto de la historia de la cultura, el lenguaje es al mis-
mo tiempo una cosa viviente y un museo de fsiles de la vida y
de la civilizacin. Cuando adopto la palabra desastre, nadie pue-
de acusarme de tener creencias astrolgicas; cuando digo por
Baco, nadie puede creer que soy un adorador de las divinida-
des paganas. Sin embargo, dichas expresiones son una prueba
de que la civilizacin moderna es tambin un desarrollo del
paganismo y de la astrologa. El trmino inmanencia tiene en
la filosofa de la praxis un preciso significado que se esconde
debajo de la metfora, y esto es lo que haba que definir y pre-
cisar. En realidad, esta definicin habra sido verdadera teo-
ra. La filosofa de la praxis contina a la filosofa de la inma-
nencia, pero la depura de todo su aparato metafsico y la gua
sobre el terreno concreto de la historia. El uso es metafrico
slo en el sentido de que la vieja inmanencia es superada; ha
sido superada y, sin embargo, es siem-pre supuesta como esla-
bn del proceso del pensamiento del cual nace lo nuevo. Por
otra parte, el nuevo concepto de inmanencia es completamen-
te nuevo?
El problema de las relaciones entre el lenguaje y las metfo-
ras no es simple, muy por el contrario. El lenguaje, entretanto,
es siempre metafrico. Si quiz no se puede decir exactamente
que todo discurso es metafrico en relacin con el objeto mate-
rial y sen-sible indicados (o con el concepto abstracto) para no
ensanchar excesivamente el concepto de metfora, se puede decir
que el lenguaje actual es metforico respecto de los significa-
dos y del contenido ideolgico que las palabras han tenido en
los precedentes perodos de civilizacin. Un tratado de semn-
tica -el de Michel Breals, por ejemplo- puede dar un catlogo
histrico y crticamente reconstruido de las mutaciones semn-
ticas de determinados grupos de palabras. Por no tener en cuen-
ta este hecho, o sea, por no tener un concepto crtico e histori-
-
7La guerra deposiciones
propuesta
NUES
TRA
ediciones
cista del fenmeno lingstico, derivan muchos errores, tanto en
el campo de la ciencia como en el campo prctico:
1) un error de carcter esttico que hoy va corrigindose cada
vez ms, pero que en el pasado era una doctrina dominante, es la
de considerar bellas en s ciertas expresiones, a diferencia de
otras, en cuanto son metforas cristalizadas; los retricos y los
gramticos se derriten por ciertas palabrejas en las que descu-
bren quin sabe qu virtudes y esencialidades artsticas abstrac-
tas. Se confunde la alegra libresca del fillogo enamora-do
del resultado de algunos de sus anlisis etimolgicos y semnti-
cos con el goce propiamente artstico.
2) Un error prctico que tiene muchos adeptos es la utopa de
las lenguas fijas y universales.
Pero, es posible quitar al lenguaje sus significados metaf-
ricos y extensivos? Es imposible. El lenguaje se transforma al
transformarse toda la civilizacin, con el fin de aflorar de nue-
vas clases a la cultura, por la hegemona ejercida por una lengua
nacional sobre otras, etctera; y precisamente asume metafri-
camente las palabras de las civilizaciones y culturas preceden-
tes. Nadie piensa hoy que la palabra desastre est ligada a la
astrologa, ni se induce en error sobre las opiniones de quien la
usa; as, un ateo puede hablar de desgracia sin ser considerado
partidario de la predestinacin, etc. El nuevo significado meta-
frico se extiende con el extenderse de la nueva cultura, que,
adems, crea palabras totalmente nuevas y las toma en prstamo
de otras lenguas, con un significado preciso, o sea, sin el halo
extensivo que tenan en la lengua original. As es probable que
para muchos el trmino inmanencia sea conocido, compren-
dido y usado por primera vez solo con el significado metafri-
co que le ha sido dado por la filosofa de la praxis.
Cuestiones de nomenclaturay de contenido
Una de las caractersticas de los intelectuales como categora
social cristalizada (esto es, que se concibe a s misma como con-
tinuacin ininterrumpida de la historia y por lo tanto indepen-
diente de la lucha de los grupos, y no como expresin de un
proceso dialctico por el cual cada grupo social elabora su pro-
pia categora de intelectuales) es la de vincularse, en la esfera
ideolgica, a una categora intelectual precedente, a travs de
una misma nomenclatura de conceptos. Cada nuevo organismo
histrico (tipo de sociedad) crea una nueva superestructura, cu-
yos representantes especializados y portaestandartes (los inte-
lectuales) solo pueden ser concebidos como nuevos intelec-
tuales, surgidos de la nueva situacin, y no como continuacin
de la intelectualidad precedente. Si los nuevos intelectuales se
consideran continuacin directa de la inteligentsia preceden-
te, no son realmente nuevos, o sea, no estn ligados al nuevo
grupo social que representa orgnicamente la nueva situacin
histrica, sino que son un residuo conservador y fosilizado del
grupo social superado histricamente (lo que equivale a decir
que la nueva situacin histrica no ha alcanzado an el grado de
desarrollo necesario como para tener la capacidad de crear nue-
vas superestructuras, y que vive aun en la envoltura carcomida
de la vieja historia).
Y sin embargo hay que tener en cuenta que ninguna nueva
situacin histrica, aun la debida al cambio ms radical, trans-
forma completamente el lenguaje, por lo menos en su aspecto
externo, formal. Pero el contenido del lenguaje debe modificar-
se, aun si es difcil tener conciencia exacta, inmediatamente, de
tal modificacin. El fenmeno es, adems, histricamente com-
plejo y complicado por la existencia de diversas culturas tpicas
en los diversos estratos del nuevo grupo social, algunas de las
cuales, en el terreno ideolgico, estn an inmersas en la cultura
de situaciones histricas anteriores quizs a la ms recientemen-
te superada. Una clase, alguno de cuyos estratos permanezca en
la concepcin tolema-ica del mundo, puede ser, sin embargo,
representante de una situacin histrica muy avanzada. Atrasa-
dos ideolgicamente (o por lo menos en algunos aspectos de la
concepcin del mundo, que en ellos es an ingenua y disgrega-
da), estos estratos son, sin em-bargo, prcticamente avanzadsi-
mos, esto es, en su funcin econmica y poltica. Si la funcin
de los intelectuales es la de determinar y organizar la reforma
moral e intelectual, la de adecuar la cultura a la funcin prctica,
es evidente que los intelectuales cristalizados son conserva-
dores y reaccionarios. Porque mientras el nuevo grupo social
siente por lo menos que se ha dividido y sepa-rado del prece-
dente, aqullos no sienten siquiera tal distincin, sino que pien-
san en enlazarse con el pasado.
Por otra parte, no se ha dicho que toda la herencia debe ser
rechazada; hay valores instrumentales que no pueden por me-
nos de ser acogidos ntegramente a fin de continuar siendo ela-
borados y refinados. Pero cmo distinguir el valor instrumen-
tal del valor filosfico caduco, que es preciso rechazar sin ms?
Ocurre a menudo que, porque se ha aceptado un valor filosfico
caduco de una deter-minada tendencia pasada, se rechaza luego
un valor instrumental de otra tendencia porque es contrastante
con la primera, aunque tal valor filosfico instrumental sea til
para expresar el nuevo contenido histrico cultural.
As, se ha visto cmo el trmino materialismo es acogido
con el contenido pasado y es rechazado, en cambio, el trmino
inma-nencia porque en el pasado tena un determinado conte-
nido histrico cultural. La dificultad de adecuar la expresin li-
teraria al con-tenido conceptual, y la confusin de las cuestiones
de terminologa con las de sustancia y viceversa, es caractersti-
ca del diletantismo filosfico; de la falta de sentido histrico en
la aprehensin de los diversos momentos de un proceso de desa-
rrollo cultural; se trata de una concepcin antidialctica, dogm-
tica, prisionera de los esquemas abstractos de la lgica formal.
El trmino materialismo, en la primera mitad del siglo 19, es
preciso entenderlo no slo en su significado estrechamente
tc-nico-filosfico, sino en el significado ms extensivo que fue
asumiendo polmicamente en las discusiones producidas en
Europa con el sur-gimiento y desarrollo victorioso de la cultura
moderna. Se llam materialismo a toda tendencia que excluyera
la trascendencia del dominio del pensamiento y, por consiguien-
te, no slo al pantesmo y al inmanentismo, sino a toda actitud
prctica inspirada en el realismo poltico que se opusiera a cier-
tas corrientes inferiores del romanticismo poltico, como las doc-
trinas de Mazzini popularizadas, que slo hablaban de misio-
nes, de ideales y otras vagas nebulosidades y abstracciones
sentimentales por el estilo. Incluso en las , polmicas actuales de
los catlicos, el trmino materialismo es usado , en ese sentido;
materialismo es lo opuesto a espiritualismo en sen-tido estre-
cho, o sea, a espiritualismo religioso, De ah que el pri-mero
comprenda a todo el hegelianismo y, en general, a la Filosofa
clsica alemana; adems, al sensualismo y al Iluminismo fran-
cs. As, en los trminos del sentido comn, se llama materialis-
mo a todo lo que tienda a hallar en esta tierra, y no en el paraso,
el fin de la vida. Cada actividad econmica que se saliese de los
lmites de la produccin medieval era materialismo porque
pareca te-ner fin en s misma: la economa por la economa,
la actividad por la actividad, as como hoy es materialista
Amrica para el euro-peo medio, porque el empleo de las m-
quinas y el volumen de las empresas y negocios excede el lmite
de lo que al europeo le parece justo y compatible con la no
mortificacin de las exigencias espirituales. De esta manera es
apropiada por la cultura burguesa europea una retorsin polmi-
ca de la cultura medieval contra la burguesa en desarrollo, utili-
zada contra un capitalismo ms des-arrollado que el europeo, de
una parte; y de la otra, contra la acti-vidad prctica de los grupos
sociales subalternos, para los cuales, -inicialmente y durante toda
una poca histrica, hasta tanto no hayan construido una econo-
ma y estructura propias, su actividad slo puede ser predomi-
nantemente econmica o, por lo menos, ex-presarse en trminos
econmicos y de estructura. Huellas de esta concepcin del mate-
rialismo hllanse en el lenguaje: en alemn geistlich significa
tambin clerical, propio del clero, igual que en ruso, dujoviez.
Y que sta es la predominante puede comprobarse en muchos
escritores de la filosofa de la praxis para los cuales, justamente,
la religin, el tesmo, etctera, son los puntos de referencia para
reconocer a los materialistas consecuentes.
Una de las razones, y quiz la fundamental, de la reduccin
del materialismo histrico al materialismo metafsico tradicio-
nal debe ser buscada en el hecho de que el materialismo histri-
co no poda ser sino una fase prevalentemente crtica y polmica
de la filosofa, en tanto que se tena necesidad de un sistema ya
completo y perfecto. Pero los sistemas completos y perfectos
son siempre obra de filsofos individuales y en ellos, junto a la
parte histricamente actual, correspondiente a las condiciones
de vida contemporneas, existe siempre una parte abstracta, ahis-
trica, en el sentido de que se halla ligada a las filosofas prece-
dentes y responde a necesidades exteriores y pedantescas de ar-
quitectura del sistema, o se debe a idiosincrasias personales. Por
ello la filosofa de una poca no puede ser ningn sistema indi-
vidual o de tendencia; es el con-junto de todas las filosofas in-
dividuales y de tendencia, ms las opiniones cientficas, ms la
religin, ms el sentido comn. Puede formarse artificiosamente
un sistema de tal gnero, por obra de individuos o de grupos? La
actividad crtica es la nica posible, especialmente en el sentido
de poder resolver en forma crtica los problemas que se presen-
tan como expresin del desarrollo histrico. Pero el primero de
estos problemas que es preciso encarar y comprender es el si-
guiente: que la nueva filosofa no puede coincidir con ningn
sistema del pasado, cualquiera sea su nombre. Identidad de tr-
minos no significa identidad de conceptos.
Es sabido, por otra parte, que el fundador de la filosofa de la
praxis no ha llamado jams materialista a su concepcin y que
hablando del materialismo francs lo critic, afirmando que la
crtica debera ser an ms exhaustiva. As, no adopta nunca la
frmula dialctica materialista, sino racional, en contrapo-
sicin a mstica, lo que da al trmino racional un significa-
do bien preciso.
La ciencia y losinstrumentos cientficos
Se afirma en el Ensayo popular que los progresos cientficos
dependen, como el efecto de la causa, del desarrollo de los
instru-mentos cientficos. Es ste un corolario del principio ge-
neral ad-mitido en el Ensayo, de origen loriano, respecto de la
funcin histrica del instrumento de produccin y de trabajo (
que sustituye al conjunto de las relaciones sociales de produc-
cin). Pero en la ciencia geolgica no se emplea otro instrumen-
to que el martillo, y los progresos tcnicos del martillo no son
parangonables a los progresos de la geologa. Si la historia de
las ciencias puede re-ducirse, segn el Ensayo, a la historia de
sus instrumentos particu-lares, cmo podr construir la histo-
ria de la geologa? Tampoco se puede decir que la geologa se
funda tambin sobre los pro-gresos de una serie de otras cien-
cias y que, por ello, la historia de los instrumentos de stas sir-
ven para indicar el desarrollo de la geologa, porque con esta
escapatoria se terminara por decir una vaca generalidad y por
acudir a movimientos siempre ms vastos, hasta las relaciones
de produccin. Es justo que para la geologa el lema es: mente et
malleo.
Se puede decir, en general, que el progreso de las ciencias no
puede ser documentado materialmente; la historia de las cien-
cias slo puede ser revivida en el recuerdo, y no en todas, con la
descripcin de la sucesiva perfeccin de los instrumentos que
han sido uno de los medios del progreso, y con la descripcin de
las mquinas, aplicacin de las ciencias mismas. Los principa-
les instrumentos del progreso cientfico son de orden intelec-
tual (y tambin poltico), metodolgico, y con entera justeza ha
escrito Engels que los instrumentos intelectuales no surgieron
de la nada, no son innatos en el hombre, sino que son adquiri-
dos; se han desarrollado y se desarrollan histricamente.
Otro problema es el siguiente: si fuese verdad la observacin
del Ensayo, en qu se distinguira la historia de las ciencias de
la historia de la tecnologa? En el desarrollo de los instrumentos
materiales cientficos, que se inicia histricamente con el ad-
venimiento del mtodo experimental, se ha desarrollado una cien-
Italia ingresa a la guerra, 1915, crisis social: se radi-caliza la posicin de los trabajadores
-
8cia particular, la de los instrumentos, estrechamente vinculada
al desarrollo general de la produccin y de la tecnologa.
Hasta que punto es superficial la afirmacin del Ensayo se
puede ver en el ejemplo de la ciencia matemtica, que no tiene
necesidad de instrumento material alguno (no creo que el desa-
rrollo de la tabla de contar se pueda exhibir), siendo ellas mis-
mas instrumento de todas las ciencias naturales.
El instrumento tcnicoLa concepcin del instrumento tcnico es totalmente err-
nea en el Ensayo popular. En el Prefacio a la Crtica de la eco-
noma poltica se dice: En la produccin social de su vida los
hombres contraen relaciones determinadas, necesarias e inde-
pendientes de su voluntad, o sea, relaciones de produccin que
corresponden a un determinado grado de desarrollo de las fuer-
zas materiales de produccin. El conjunto de tales relaciones
constituye la estructura econmica de la sociedad, o sea, la base
real sobre la cual se eleva una superestructura poltica y jurdi-
ca, y a las cuales corresponden determinadas formas sociales de
la conciencia. En determinados momentos de su desarrollo las
fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contra-
diccin con las relaciones de produccin preexistentes (esto es,
con las relaciones de propiedad, que es el equivalente jurdico
de tal expresin) en cuyo interior se haban movido hasta enton-
ces. De formas evolutivas de las fuerzas productivas que eran,
estas relaciones se convierten en trabas de dichas fuerzas. En-
tonces se abre una poca de revolucin social. El cambio que se
ha producido en la base econmica trastorna ms o menos rpi-
damente toda la colosal superestructura. Una forma social no
perece hasta tanto no se hayan desarrollado todas las fuerzas
productivas que pueda contener, y las nuevas relaciones de pro-
duccin no se sustituyen jams en ella si antes las condiciones
materiales de su existencia no han sido incubadas en el seno de
la vieja sociedad.
Croce agrega que en el Capital (vol. I, pg. 143 n. y 335-6
n.) y en otras partes se pone de relieve la importancia de los
inventos tcnicos y se invoca una historia de la tcnica, pero no
existe ningn escrito en el cual el instrumento tcnico es cau-
sa nica y suprema del desarrollo econmico.
Debe hacerse notar que en el Ensayo Popular no se halla
reproducido el mencionado pasaje, ni se lo menciona. Cosa bas-
tante extraa, tratndose de la fuente autntica ms importante
para la filosofa de la prxis.
En el Ensayo no se comprende exactamente qu son la es-
tructura, la superestructura, el instrumento tcnico; todos los
conceptos generales son nebulosos y vagos. El instrumento tc-
nico es concebido de manera tan genrica, que significa cual-
quier arns o utensilio, los instrumentos que usan los hombres
de ciencia en sus experimentos y los instrumentos musicales.
Este modo de plantear la cuestin torna las cosas intilmente
complicadas.
Partiendo de este modo barroco de pensar, surge toda una
serie de problemas barrocos. Por ejemplo: las bibliotecas son
estructuras o superestructuras? y los gabinetes experimentales
de los hombres de ciencia? Si se puede sostener que un arte o
una ciencia se desarrollan debido al desarrollo de los respecti-
vos instrumentos tcnicos por qu no podra sostenerse lo con-
trario y, adems, que ciertas formas instrumentales son al mis-
mo tiempo estructura y superestructura? Se podra decir que
ciertas superestructuras tienen una estructura particular, aun sien-
do superestructuras; as, el arte tipogrfico sera la estructura
material de toda una serie y, ms an, de todas las ideologas, y
bastara la existencia de la industria tipogrfica para justificar
de manera materialista toda la historia. Quedara luego el caso
de la matemtica pura, del lgebra, que como no tiene instru-
mentos propios no podran desarrollarse. Es evidente que toda
la teora sobre el instrumento tcnico del Ensayo es solo un
abracadabra.
Es cierto que todo ello es una desviacin infantil de la filo-
sofa de la praxis, determinada por la barroca conviccin de
que cuanto ms se recurre a objetos materiales, ms orto-
doxo se es.
Objecin al empirismoLa indagacin de una serie de hechos para hallar sus relacio-
nes presupone un concepto que permita distinguir dicha serie
de hechos de otras. Cmo se producir la eleccin de los hechos
que es necesario aducir como prueba de la verdad de lo presu-
mido, si no preexiste el criterio de eleccin? Pero qu ser este
criterio de eleccin, sino algo superior a cada hecho indagado?
Una intuicin, una concepcin, cuya h
top related