arrighi el largo siglo xx

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Arrighi_-_El-Largo-Siglo-XX.

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Carlo1 l"rlato del Campo

DlrÅctor

CuestioneÅ de anta1onl1mo

3

É Giovanni ArTighi ÉEdiciones Akal, S. A., 1999,

para todos los pa²ses de habla hispana Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos Madrid - Espa¶a Tel.: 9180619 96 Fax: 91 804 40 28 ISBN: 84-460-1000-3

Depp. legal: M. 16.-410-1999 Impreso en MaterPrint, S. L Colmenar Viejo (Madrid)

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270

del C·digo Penal, podr§n ser castigados con penas de multa y privaci·n de libertad quienes

reproduzcan o plagien, en todo o en parte, una obra literaria, art²stica o cient²fica fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorizaci·n.

Traduc§·n Carlos Prieto del Campo

T²tulo original The Long Twentieth Centuty.

Money, Power, and the Origins ofOur Times

Dise¶o de cubierta

Sergio Ram²rez

Giovanni Arrighi

Dinero y poder en los or²genes de nuestra ®poca

El largo siglo XX

A mis estudiantes posrgraduados del programa de doctorado de SUNY-Binghamton, 1979- 1994

IV . El largo siglo XX. . . . . . . . . . . Å . . . Å Å . . . . . Å Å . Å . . Å Å Å . . Å Å Å Å 288 La dial®ctica del mercado y el plan, 288. El cuarto ciclo sist®mico de acu- mulaci·n (estadounidense), 322. La din§mica de la crisis global, 360.

Ep²logo: lPuede el capitalismo sobrevivir con ®xito? . . . . . . . . 391

Bibliografia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 430

ĉndice onom§stico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 452

11 . El surgimiento del capital . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107 Los antecedentes de los ciclos sist®micos de acumulaci·n, 107. La g®- nesis de las altas finanzas, 120. El primer ciclo sist®mico de acumula- ci·n (genov®s), 135. El segundo ciclo sist®mico de acumulaci·n (ho- land®s), 1 SS. La dial®ctica del Estado y el capital, l 7S.

III . Industria, imperio y acumulaci·n çinterminableè de capital . . . . . 192 El tercer ciclo sist®mico de acumulaci·n (brit§nico), 192. La dial®ctica en- tre capitalismo y t.enitorialismo, 211. La dial®ctica entre capitalismo y te- rritorialismo 01), 235. S²ntesis retrospectiva y proyecci·n prospectiva. 256.

I . Las tres hegemon²as del capitalismo hist·rico . . . . . . . . . . . . . 42 Hegemon²a, capitalismo y tenitorialismo, 42. Los or²genes del moderno sistema interestatal, S3. La hegemon²a brit§nica y el imperialismo de li- bre comercio, 64. La hegemon²a estadounidense y el auge del sistema de libre empresa, 77. Hacia una nueva agenda de investigaci·n, 9S.

Prefacio y agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

Introducci·n....................................... 13

, Indice general

7

Este libro se inici· hace casi quince a¶os como un estudio de la crisis eco- n·mica mundial de la d®cada de 1970. La crisis se conceprual²z· como el mo- mento final de un ¼nico proceso hist·rico constituido por tres momentos y de- finido por la conformaci·n, la total expansi·n y el declive del sistema estadounidense de acumulaci·n de capital a escala mundial. Los otros dos momentos eran la Oran Depresi·n de 1873-1896 y la crisis de treinta a¶os que se extendi· entre 1914*1945. Estos tres momentos tomados en su conjunto de- fin²an el largo siglo XX, entendido como ®poca particular o etapa de desarrollo de la econom²a-mundo capitalista. Tal y como conceb² originalmente este libro, el largo siglo XX constitu²a su

objeto de estudio exclusivo. Obviamente, fui consciente desde un principio de que la conformaci·n del sistema estadounidense ¼nicamente pod²a compren- derse si se relacionaba con el declive del sistema brit§nico. No sent²a, sin em- bargo, la necesidad o el deseo de remontar mi an§lisis m§s all§ de la segunda mitad del siglo XIX. Con el paso de los a¶os, cambi® de opini·n y el libro se convirti· en un es-

tudio de los que han sido denominados çlos dos procesos ²nterdepend²entes esenciales de la era [moderna]: la creaci·n de un sistema nacional de Estados y la formaci·n de un sistema capitalista de alcance mundialè (T²llv, 1984: 14 7). Este cambio se produjo por la propia evoluci·n de la crisis econ·mica mundial durante la d®cada de 1980. Con la llegada de la era Reagan, la Åfinanciariza- ci·rè del capital, que hab²a sido una de las diversas caracter²sticas de la crisis econ·mica mundial de la d®cada de 1970, se convirti· en la caracter²stica abso- lutamente predominante de la crisis. Como hab²a sucedido ochenta a¶os antes a lo largo del declive del sistema brit§nico, los observadores y los expertos

Prefacio y agradecimientos

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comenzaron a saludar, una vez m§s, al çap²tal financieros como la ¼ltima y m§s elevada etapa del capitalismo mundial. En esta atm·sfera intelectual, descubr² en el segundo y el tercer volumen de

la trilog²a de Fernand Braudel, Civilizaci·n material, econom²a 'Y capitalismo, el es- quema interpretativo que se convirti· en la base de este libro. En el mismo, el capital financiero no es una etapa particular del capitalismo mundial y, mucho menos, la ¼ltima y m§s elevada de estas etapas. Constituye, por el contrario, un fen·meno recurrente que ha marcado la era capitalista desde sus inicios m§s primigenios en la Baja Edad Media y en los primeros tiempos de la Europa moderna. A lo largo de la era capitalista, las expansiones financieras han se¶a- lado la transici·n de un r®gimen de acumulaci·n a escala mundial a otro. Constituyen aspectos integrales de la destrucci·n recurrente de los wiejoss re- g²menes y la creaci·n simult§nea de los çnuevosÅ. A la luz de este descubrimiento, reconceprualic® el largo siglo XX como una

unidad constituida por tres fases: (1) la expansi·n financiera de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, en cuyo cursolas estructuras del wiejrè r®gimen de acumulaci·n brit§nico fueron destrozadas y se crearon las del cnuevoÅ r®gi- men estadounidense; (2) la expansi·n material de las d®cadas de 1950 y de 1960, durante las que el dominio del er²uevce r®gimen de acumulaci·n esta- dounidense se tradujo en una expansi·n de alcance mundial del comercio y de la producci·n, y (3) la actual expansi·n financiera, en cuyo despliegue est§n siendo destrozadas las estructuras del eviejos r®gimen estadounidense y se est§n creando presumiblemente las de un muevos r®gimen. En el esquema interpre- tativo que extraje de Braudel, y ello encierra la mayor importancia, el largo siglo XX aparec²a ahora como el ¼ltimo de cuatro siglos largos estructurados de mo- do similar; cada uno de ®stos constituye una etapa particular del desarrollo del moderno sistema-mundo capitalista. Result· evidente para m² que un an§lisis comparativo de estos sucesivos siglos largos podr²a procurar m§s informaci·n sobre La din§mica y el probable resultado futuro de la crisis actual que un an§li- sis en profundidad del largo siglo XX como tal. Esta reubicaci·n de la investigaci·n en un marco temporal mucho m§s dila-

tado ha provocado una contracci·n del espacio dedicado a La discusi·n expl²ci- ta del largo siglo XX, que ahora ocupa aproximadamente un tercio del libro. He decidido, sin embargo, conservar el t²tulo original del mismo para poner de re- lieve la naturaleza instrumental de mis incursiones en el pasado. Quiero decir que el ¼nico prop·sito de acometer la reconstrucci·n de las expansiones finan- cieras de los siglos anteriores ha sido profundizar en nuestra comprensi·n de La actual expansi·n financiera, entendida como momento flnal de una etapa par- ticular del desarrollo del sistema-mundo capitalista: la etapa englobada por el largo siglo XX.

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La recomendaci·n de Tilly es que nos enfrentemos con unidades de an§lisis m§s manejables que los sistemas-mundo globales. Las unidades m§s manejables que ®l prefiere son los elementos de sistemas-mundo particulares, tales como las redes de coerci·n que se agrupan en los Estados y las redes de intercambio que se api¶an en los modos de producci·n regionales. Si comparamos sistem§- ticamente estos elementos, podemos ser capaces de chacer cuentas con las es- rructuras y procesos espec²fkos de los sistemas-mundo particulares y pasar des- pu®s a efectuar generalizaciones hist·ricamente fundadas sobre esos sistemas- mundos (Tilly, 1984: 63, 74). En este libro, he intentado resolver de otro modo las dificultades inherentes

al examen del desarrollo integral del capitalismo mundial y del moderno siste- ma interestatal. En vez de abandonar la nave del an§lisis hist·rico mundial pi- lotada por Braudel, he permanecido en ella para realizar el tipo de cosas que no

Estas incursiones en el pasado me introdujeron en el incierto terreno del an§- lisis hist·rico mundial. Charles Tilly, comentando la magnum opw de Braudel, nos ha advertido sagazmente de los peligros de aventuramos en este terreno:

Si la consistencia fuera un duende de las inteligencias modestas, Braudel no tendria problemas para escapar del diablo. Cuando Braudel no nos de- moniza por nuestras demandas de consistencia, hace alarde de ... indecisi·n. A lo largo del segundo volumen de Cit!ili5ation mat®rielle, repetidamente co- mienza a tratar la relaci·n entre capitalistas y responsables de la construc- ci·n del Estado, despu®s abandona el argumento ... Precisamente porque la conversaci·n abarca un §mbito tem§tico tan amplio, una mirada retrospec- tiva sobre el objeto de estudio del tercer volumen resulta sorprendente; los grandes temas del primer volumen: poblaci·n, alimentaci·n, vestido, tecno- log²a, áhan desaparecido casi totalmente! àDeber²amos haber esperado algo m§s de un hombre del temperamento de Braudel? Braudel se aproxima al problema enumerando sus elementos; acariciando sus iron²as, contradiccio- nes y complejidades; confrontando las diversas teor²as que han propuesto los expertos y concediendo a cada una de ellas lo que le corresponde hist·ri- camente. La suma de todas las teor²as no es, l§stima, ninguna teor²a.; Si Braudel no pudo resistir el golpe, àquien podr²a resistirlo? Quiz§ alguien tenga ®xito al escribir una chistoria totalè que explique la totalidad del desa- rrollo del capitalismo y la evoluci·n integral del sistema estatal europeo. Al menos por ahora, har²amos mejor tratando el gigantesco ensayo de Braudel como una fuente de inspiraci·n que como un modelo de an§lisis. A no ser que un Braudel le preste su descomunal poder, una nave tan enorme y compleja parece destinada a naufragar antes de alcanzar la lejana costa. (Tilly, 1984: 70-71, 73-74)

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encajaban en el temperamento intelectual del capit§n, pero que estaban al al- cance de mis ojos m§s d®biles y de mis menos s·lidas piernas. Dej® que Braudel me arrojara al alta mar del hecho hist·rico mundial y escog² para m² la m§s exi- gua tarea de procesar su hiperabundante oferta de conjeturas e interpretacio- nes, en una explicaci·n econ·mica coherente y plausible de la conformaci·n y total expansi·n del sistema-mundo capitalista. As², la noci·n construida por Braudel de las expansiones financieras como fa-

ses de conclusi·n de las etapas fundamentales del desarrollo capitalista me ha permitido desagregar la duraci·n total del sistema-mundo capitalista (la longue du- r®e de Braudel) en unidades de an§lisis m§s manejables, que he denominado ci- clos sist®micos de acumulaci·n. Aunque he denominado estos ciclos seg¼n ele- mentos particulares del sistema (G®nova, Holanda, Gran Breta¶a y los Estados Unidos), los ciclos en s² mismos se refieren al sistema globalmente considerado y no a los elementos que lo integran. El objeto de comparaci·n en este libro se ha- lla constituido por las estructuras y procesos de la globalidad del sistema-mundo capitalista en sus diferentes etapas de desarrollo. La atenci·n que hemos prestado a las estrategias y estructuras de las agencias gubernamentales y empresariales ge- novesas, holandesas, brit§nicas y estadounidenses se debe exclusivamente a la de- cisiva importancia que sucesivamente tuvieron en la formaci·n de estas etapas. Se trata, admit§moslo, de un objeto de estudio muy circunscrito. Como ex-

plico en la dntroducc²·ns, los ciclos sist®micos de acumulaci·n son procesos de los epuestos de mando, de la econom²a-mundo capitalista: cel hogar real del cap²talismos, en opini·n de Braudel. Gracias a este objeto de estudio circuns- crito, he podido a¶adir al examen del capitalismo efectuado por Braudel cierta consistencia l·gica y cierto alcance suplementario: los dos siglos que nos sepa- ran de 1800, momento en que Braudel finaliza su viaje. Esta delimitaci·n del objeto de estudio tiene, sin embargo, grandes costes. La lucha de clases y la po- larizaci·n de la econom²a-mundo en §reas del centro y de la periferia, procesos ambos que han desempe¶ado una funci·n preeminente en mi concepci·n ori- ginal del largo siglo XX, casi han desaparecido del conjunto analizado. Muchos lectores se asombrar§n o incluso se sentir§n turbados por estas y

otras omisiones. Todo lo que puedo decirles es que la construcci·n presentada en este libro const²ruve tan s·lo uno de los diversos an§lisis, igualmente v§li- dos, aunque no necesariamente igual de pertinentes, del largo siglo XX. He pre- sentado en otro trabajo una interpretaci·n del siglo XX cuyo centro gravita al- rededor de la lucha de clases y de las relaciones centro-periferia (v®ase Arr²gh², 1990b). Tras completar este libro, me ha surgido una gran cantidad de nuevas reflexiones que me gustar²a a¶adir a esa primera interpretaci·n. Cambiar²a, sin embargo, pocas cosas. A mi juicio, tal an§lisis todav²a conserva su perspectiva anal²tica. El examen presentado en este libro, sin embargo, como se indica en

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su subt²tulo, es m§s pertinente para comprender la relaci·n entre el dinero y el poder en la conformaci·n de nuestra ®poca. Para hacer arribar mi versi·n m§s ligera de la nave de Braudel a las lejanas costas

de las postrimer²as del siglo XX, tuve que hacer votos de prescindir de los debates y de las pol®micas que han convulsionado las islas del conocimiento especializado que he visitado y explotado. Como Amo Mayer (1981: X), cadmito libremente ser un ardiente "estibador" y maestro de obras y no un §vido "desintegrador" y de- moledorè Y como ®l, todo lo que pido es c"un o²do paciente" y que el libro "se aborde y juzgue como un todo" y no ¼nicamente en sus partes discretasè. La idea de escribir un libro sobre el largo siglo XX no fue m²a, sino de Perry

Anderson. Tras una caldeada discusi·n sobre uno de los diversos y largos art²cu- los que hab²a escrito sobre la crisis econ·mica mundial de la d®cada de 1970, Anderson me convenci·, all§ por 1981, de que ¼nicamente un libro voluminoso constitu²a el instrumento adecuado para el tipo de construcci·n que yo ten²a en mente. Posteriormente, mantuvo su ojo vigilante sobre mis recorridos por los si- glos, d§ndome siempre consejos certeros sobre qu® hacer y qu® no hacer. Si Perry Anderson es el principal culpable de haberme involucrado en este

proyecto hiperambicioso, Immanuel Wallerstein es el principal responsable de que el proyecto se hiciera m§s ambicioso de lo que originalmente ya era. Al ampliar el horizonte temporal de la investigaci·n para abarcar la longue dur®e de Braudel, estaba en realidad siguiendo sus pasos. Su insistencia, en nuestro tra- bajo diario en el Femand Braudel Center, en que las tendencias y coyunturas de mi largo siglo XX pod²an reflejar estructuras y procesos que ya hab²an des- plegado sus din§micas desde el siglo XVI fue lo suficientemente perturbadora como para hacerme verificar la validez de tal afirmaci·n. Cuando la verifiqu®, vi las cosas de modo diferente a como ®l las ve²a; e incluso cuando ve²amos las mismas cosas, yo les daba un tratamiento y una aplicaci·n que difer²an de las que ®l les hab²a dado en Th.e Modem World-S:ystem.. Wallerstein ten²a toda la ra- z·n, sin embargo, al insistir en que la longue dur®e del capitalismo hist·rico constitu²a el marco pertinente para el tipo de construcci·n que yo pretend²a. Sin su est²mulo intelectual y su provocaci·n, no habr²a ni siquiera pensado en escribir este libro del modo en que lo hice. Entre concebir un libro como ®ste y escribirlo realmente media un abismo

que nunca hubiera podido salvar, si no hubiera sido por la excepcional comu- nidad intelectual de estudiantes graduados con quienes tuve la fortuna de tra- bajar durante mis quince a¶os en SUNY-Binghamton. Los miembros de esta comunidad, sabi®ndolo o sin saberlo, me han suscitado la mayor²a de las pre- guntas y muchas de las respuestas que constituyen la substancia de este trabajo. Colectivamente, son el gigante sobre cuyos hombros he viajado. Y a ellos con raz·n est§ dedicado este libro.

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¦IOVANNI ARRlGHI Marzo, 1994

Como eminencia gris del.Sociology Graduate Program de SUNY-Binghamton, T erence Hopkins es en gran medida responsable de haber convertido B²ng- hamton en el ¼nico lugar en el que podr²a haber escrito este libro. Es tambi®n responsable de todo lo que hay de valioso en la metodolog²a que he utilizado. Beverly Silver, la m§s despiadada de mis cr²ticos y el mas poderoso de mis apo- yos, ha desempe¶ado un papel crucial en la realizaci·n de este trabajo. Sin su orientaci·n intelectual, me habr²a extraviado; sin su apoyo moral, me habr²a quedado muy lejos de donde finalmente llegu®. Una primera versi·n del -Cap²mlo h se present· en la Segunda Conferencia

ESRC sobre Cambio Estructural en el Mundo Occidental, celebrada en el Emmanuel College, Cambridge, en septiembre de 1989 y se public· posterior- mente en Review (verano de 1990) y se reimprimi· en G²ll (1993). Diversas partes de los çCap²tulos 2 y 3 .. se presentaron en las Tercera Conferencia ESRC, que vers· sobre el mismo tema que la anterior, celebrada tambi®n en el Emmanuel College en septiembre de 1990. La participaci·n en estas dos conferencias, as² como en la precedente, celebrada en septiembre de 1988, propulsaron adicio- nalmente mi nave en un momento en que de otro modo podr²a haber naufraga- do. Agradezco a Fred Halliday y Michael Mann haberme invitado a la serie com- pleta de las conferencias ESRC; a John Hobson organizarlas de modo tan eficaz y a todos los dem§s participantes las estimulantes discusiones que all² tuvimos. Perry Anderson, Gopal Balakrishnan, Rob²n Blackbum, Terence Hopkins,

Resat Kasaba, Rav² Palat, Thomas Reifer, Beverlv Silver e lmmanuel Wallers- tein leyeron y comentaron el manuscrito antes de proceder a su revisi·n final. Su diversa especializaci·n y sus distintas perspectivas intelectuales fueron para mi de una enorme ayuda a la hora de reparar lo que pod²a ser reparado del producto de esta arriesgada empresa. Thomas Re²fer me prest· su ayuda en la revisi·n final de las referencias y citas. Con mayor raz·n que de costumbre, asumo toda la responsabilidad de los errores o incongruencias que todav²a puedan subsistir. Finalmente, quiero dar las gracias especialmente a mi hijo Andrea. Cuando

comenc® este trabajo, estaba a punto de empezar la ense¶anza secundaria. Cuando escrib²a la ¼ltima versi·n del mismo, hab²a concluido su tesi di laurea en Filosof²a en la Universit§ Starale de Mil§n. Durante ese periodo, fue real- mente el mejor de los hijos. Cuando este trabajo conclu²a, sin embargo, se ha- b²a convertido tambi®n en un valiosisimo consejero editorial. Si el libro en- cuentra lectores al margen de los profesionales de la historia y de las ciencias sociales, se lo debo en gran parte a ®l.

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Algo fundamental parece haber cambiado en el funcionamiento del capita- l²smo durante el ¼ltimo cuarto de siglo. En la d®cada de 1970, se habl· mucho de crisis. En la de 1980, se habl· b§sicamente de reestructuraci·n y reorganizaci·n. En la de 1990, ya no est§bamos seguros de que la crisis de la d®cada de 1970 se hubiese realmente resuelto y ha comenzado a extenderse la opini·n de que la his- toria del capitalismo pudiera encontrarse en un punto de inflexi·n decisivo. Nuestra tesis es que la historia del capitalismo se halla con toda probabili-

dad experimentando tal punto de inflexi·n, pero que la situaci·n no es tan inaudita como pudiera parecer a primera vista. A lo largo de la historia del ca- pitalismo, los periodos dilatados de crisis, reestructuraci·n y reorganizaci·n, en resumen, de cambio discontinuo, han sido mucho m§s habituales que los bre- ves lapsos de expansi·n generalizada de acuerdo con una senda de desarrollo definida, como aconteci· durante las d®cadas de 1950 y 1960. En el pasado, es- tos largos per²odos de cambio discontinuo finalizaron con la reconstituci·n de la econom²a-mundo capitalista a panir de nuevos y m§s ambiciosos fundamentos. Nuestra investigaci·n pretende, en primer lugar, identificar las condiciones sis- t®micas en las que puede producirse una reconstituci·n de este tipo y, si real- mente se produce, definir cual seria su configuraci·n. Los cambios que se han producido alrededor de 1970 en el modo de fun-

cionamiento local y global del capitalismo se han examinado prolijamente, aunque todavia sea objeto de debate la naturaleza exacta de tales cambios. El car§cter fundamental de los mismos constituye, no obstante, el tema recurrente de una literatura que est§ creciendo r§pidamente. Se han producido cambios en la configuraci·n espacial de los procesos de

acumulaci·n de capital. Durante la d®cada de 1970, la tendencia predominan-

Introducci·n

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te pareci· apuntar a la reubicaci·n de estos procesos desde los pa²ses de renta elevada a los paises y regiones de renta baja (Fr·bel, Heinrichs y Kreve, 1980; Bluestone y Harrison, 1982; Massey, 1984; Walton, 1985). Durante la d®cada de 1980, por el contrario, la tendencia predominante pareci· apuntar a La re- centralizaci·n del capital en los pa²ses y regiones de renta elevada (Gordon, 1988). En todo caso, cualquiera que sea la direcci·n de este movimiento, La tendencia observable desde 1970 indica una mayor movilidad geogr§fica del capital (Sassen, 1988; Scott, 1988; Storper y Walker, 1989). Estas tendencias se han hallado estrechamente vinculadas con los cambios pro-

ducidos en la organizaci·n de Los procesos de producci·n e intercambio. Algunos autores han afirmado que la crisis de la producci·n en masa cfordistaÅ, basada en sistemas de m§quinas especializadas que operan en entornos organizativos de cor- poraciones gigantes, integradas verticalmente y administradas burocr§ticamente, ha creado oportunidades ¼nicas para la revitalizaci·n de los denominados sistemas de cespecializaci·n flex²bles, basados en la producci·n artesanal de peque¶as series, rea- lizadas en unidades empresariales de tama¶o peque¶o y medio, coordinadas me- diante procesos de intercambio definidos por el mercado (P²ore y Sable, L 984; Sable y Ze²rlin, L 985; H²rst y Zeitl²n, 1991). Otros autores han puesto de relieve la regula- ci·n Legal de las actividades generadoras de renta y han observado como la çformali- zaci·n- cada vez mayor de la vida econ·mica, es decir, la proliferaci·n de restriccio- nes legales sobre los procesos de producci·n e intercambio, ha dado lugar a la tendencia opuesta, a la cinformalizaci·m, esto es, a la proliferaci·n de actividades generadoras de renta que eludan la regulaci·n legal mediante un tipo u otro de modelo empresarial çpersonalÅ o cfumiliatt (Lomnin, 1988; Portes, Castells y Ben- ton, 1989; Feige, 1990; Portes, 1994). Coincidiendo parcialmente con esta literatura, numerosos estudios han se-

guido los pasos de la çscuela de la regulac²·rè francesa y han interpretado los cambios actuales en el modo de funcionamiento del capitalismo como una cri- sis estructural de lo que ellos denominan cr®gimen de acumulaci·nè ford²sta- keynesiano (para un an§lisis de esta escuela, v®ase Bover, 1990; Jessop, 1990; Tickell y Peck, 1992). Este r®gimen se concepruallza como una particular fase constitutiva del desarrollo capitalista, caracterizada por inversiones en capital fi .. jo que crean el potencial para obtener incrementos regulares de productividad y generar el consumo de masas correspondiente. Para que este potencial se ma- terialice, se requieren pol²ticas e intervenciones p¼blicas adecuadas, institucio- nes sociales, normas y h§bitos de comportamiento (el Åmodo de regulac²·rè). El çkevneslanismos se describe como el modo de regulaci·n que posibilit· al emergente r®gimen ford²sta la completa realizaci·n de su potencial. A su vez, este modo de regulaci·n se concibe como la causa subyacente de la crisis de la d®cada de 1970 (Agl²etta, 1979b; De Vroey, 1984; Lip²erz, 1987, 1988).

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Los intentos efectuados por los gobiernos estadounidense y brit§nico para conservar el ²mpetu de la expansi·n econ·mica de postguerra mediante una pol²- tica monetaria extraordinariamente laxa tuvieron cierto ®xito a finales de la d®ca- da de 1960, pero desplegaron sus efectos perversos a principios de la d®cada de 1970. Las rigideces se incrementaron todav²a m§s, ces· el crecimiento real, las

Tras estas rigideces especificas se hallaba una configuraci·n del poder pol²tico y de las relaciones que vinculaban a las grandes organizaciones sin- dicales, al gran capital y al Estado tremendamente dificil de manejar y osten- siblemente solidificada, la cual se mostraba cada vez m§s como un conglo- merado d²sfunc²onal de intereses adquiridos, que se hallaban definidos de un modo tan estrecho que erosionaban, en vez de asegurar, la acumulaci·n de capital. (Harvey, 1989: 142.)

En general, los -regulacton²stas- se muestran agn·sticos en cuanto al r®gi- men de acumulaci·n/modo de regulaci·n que podr²a suceder al ford²smo- keynesianismo o, m§s exactamente, dudan de si en alg¼n momento podr§ conĿ formarse tal r®gimen de acumulaci·n con su correspondiente modo de regula- ci·n. En una l²nea similar, pero utilizando un aparato conceptual diferente, Claus Offe (1985) y, m§s expl²citamente, Scott Lash y John Urry (1987) han hablado del fin del çcapitalismo organizados y de la emergencia de un çcapita- lismo desorganizadoè. Estos autores constatan que la caracteristica esencial de aqu®l, la administraci·n y la regulaci·n consciente de las econom²as nacionales por medio de jerarqu²as empresariales y funcionarios p¼blicos, est§ siendo puesta en peligro por la creciente desconcentraci·n y descentralizaci·n espacial y funcional de los poderes empresariales, lo cual deja a los procesos de acumu- laci·n de capital en un estado de çdesorganizaci·n. aparentemente irremediable. Analizando esta insistencia en la desintegraci·n m§s que en la coherencia

del capitalismo contempor§neo, David Harvey (1989) sugiere que, en realidad, el capitalismo puede hallarse en el centro de una Åtransici·n hist·ricas del for- d²smo-kevnes²an²smo a un nuevo r®gimen de acumulaci·n que ®l denomina provisoriamente çr®gimen de acumulaci·n flexibles. Entre 1965 y 1973, prosi- gue este autor, las dificultades encontradas por el fordismo y el kevnes²an²smo para contener las contradicciones inherentes del capitalismo se hicieron cada vez m§s evidentes: çSuperficialmente, estas dificultades podr²an conceptual²zar- se mejor con una sola palabra: r²g²dezs. Surgieron problemas con la rigidez de las inversiones a largo plazo y a gran escala en los sistemas de producci·n en masa; con la rigidez de los mercados de trabajo y de los contratos laborales re- gulados, y con la rigidez de los compromisos del Estado frente a los programas de bienestar y los gastos de defensa.

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Las cuestiones que han inspirado este libro son similares a las de Harvey. Pero las respuestas se construyen mediante la investigaci·n de las tendencias

àPodemos captar la l·gica, si no la necesidad, de la transici·n? àEn qu® gra- do tienen que modificarse las formulaciones te·ricas, pasadas y presentes, de la din§mica del capitalismo, dadas las reorganizaciones y reestructuraciones rad²cales que est§n teniendo lugar tanto en el §mbito de las fuerzas producti- vas como en el de las relaciones de producci·n? àY disponemos de una con- ceptualizaci·n del actual r®gimen suficientemente correcta que nos permita predecir de alg¼n modo el curso y las implicaciones de lo que parece ser una revoluci·n en marcha? La transici·n del fordismo al r®gimen de acumulaci·n flexible ha planteado serias dificultades para todo tipo de teor²as.; El Đnico punto de acuerdo general es que algo significativo ha cambiado en el modo de funcionamiento del capitalismo desde 1970. (Harvey, 1989: 1973.)

tendencias inflacionistas se hicieron incontrolables y colaps· el sistema de tipos fijos de cambio, que hab²a sostenido y regulado la expansi·n econ·mica de pos- guerra. Desde entonces, todos los Estados han quedado a merced de la disciplina financiera, bien mediante los efectos de la huida de capitales o en virtud de pre- siones institucionales directas. cSiempre ha existido en el capitalismo, por supues- to, un delicado equilibrio entre el poder estatal y el poder financiero, pero la rup- tura del ford²smo-kevnes²an²smo indica evidentemente un aumento del poder del capital financiero frente al Estado-naci·nè (Harvev, 1989: 145, 168). Este cambio, a su vez, ha generado una cexplosi·n de nuevos instrumentos y

mercados financieros y el surgimiento de sistemas de coordinaci·n financiera a escala global altamente sofisticadoss. Harvey considera, no sin vacilaci·n, este cextraordinario florecimiento y transformaci·n de los mercados f²nanc²eross como la novedad radical del capitalismo de las d®cadas de 1970 y 1980 y la ca- racter²stica esencial del r®gimen emergente de cacumulaci·n flexibles. La re- modelaci·n espacial de los procesos de producci·n y acumulaci·n, la reaparici·n de la producci·n artesanal y de las redes empresariales personales/familiares, la difusi·n de las coordinaciones a trav®s del mercado a expensas de la planifica- ci·n realizada por los poderes p¼blicos y por las grandes empresas: todos estos procesos, en opini·n de Harvey, constituyen diferentes aspectos de la transici·n al nuevo r®gimen de acumulaci·n flexible. No obstante, Harvey se inclina a con. siderarlos como expresiones de la b¼squeda de soluciones financieras a las ten- dencias a la crisis del capitalismo (Harvey 1989: 191-194). Harvey es totalmente consciente de las dificultades que encierra la teoriza-

ci·n de la transici·n a la acumulaci·n flexible, aceptando que ello sea lo que le est® sucediendo realmente al capitalismo, y se¶ala diversos çi²lemas te·ricosè.

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Creo que estos fragmentos pueden leerse como una reafirmaci·n de la f·r- mula general del capital perge¶ada por Karl Marx: DMD'. Capital-dinero (D) significa liquidez, flexibilidad, libertad de elecci·n. Capital-mercanc²a (M) signi- fica capital invertido en una combinaci·n particular input-output en funci·n de un beneficio. Por consiguiente, significa concretizaci·n, rigidez y reducci·n o cierre de las opciones. M' significa liquidez, flexibilidad y libertad de elecci·n expandidas.

[Despu®s de la) expansi·n inicial de la mecanizaci·n, el tipo m§s avanza- do de capitalismo volvi· al eclecticismo, a la indivisibilidad de intereses por Å decirlo as², como si la ventaja caracter²stica de estar en los puestos de mando de la econom²a, hoy al igual que en los d²as de Jacques Coeur (el millonario del siglo XN), consistiese precisamente en no tener que confinarse en una ¼nica opci·n, en ser eminentemente adaptable y, por lo tanto, no especiali- zado. (Braudel, 1982: 381; cursivas en el original)

En ciertos periodos, incluso dilatados, el capitalismo pareci· çespecializarseÅ, como en el siglo XIX, cuando ese desplaz· de modo tan espectacular hacia el nuevo mundo de la industrias. Esta especializaci·n ha inducido a los eh²storia- dores en general a contemplar la industria como la floraci·n final que dio al capitalismo su "verdadera" idenridads. Pero se trata de una opini·n limitada temporalmente:

Perm²taseme subrayar la cualidad que me parece ser un rasgo esencial de la historia general del capitalismo: su flexibilidad ilimitada, su capacidad de cambio y de adaptaci·n. Si existe, como yo creo, una cierta unidad en el capi- talismo, desde la Italia del siglo XIII al mundo occidental actual, ®sta debe localizarse y observarse sobre todo en tal capacidad. (Braudel, 1982: 433; cursivas en el original)

actuales a partir de las pautas de recurrencia y evoluci·n que han acompa¶ado al capitalismo hist·rico como sistema-mundo durante toda su existencia. Una vez ampliado el horizonte espacio-temporal de nuestras observaciones e hip·te- sis te·ricas, tendencias que parec²an novedosas e impredecibles comienzan a adquirir un mayor grado de familiaridad. De modo m§s espec²fico, el punto de partida de nuestra investigaci·n ha

sido la afirmaci·n efectuada por Fernand Braudel de que la caracter²stica esen- cial del capitalismo hist·rico en su longue dur®e, es decir, a lo largo de toda su existencia, ha sido la cflexibilidad1 y el -eclecr²ctsmo- del capital y no las formas concretas asumidas por este ¼ltimo en diferentes lugares y momentos:

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