bolsilibros oeste [bisonte azul 312] carrigan, lou - ese hombre con revolver.pdf
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LOU CARRIGAN
ESE HOMBRE CON REVOLVER oOo
CAPTULO I
Y un da cualquiera, Rom Dukey regres a Ropesville, Texas.
Lo hizo tranquilamente, con indiferencia, como si regresase de un viaje de un par
de semanas y todo tuviese que continuar igual all, en aquel pequeo y tranquilo
pueblo rodeado de sembrados, de espantapjaros, de cercas de alambre de pas.
A nadie haba avisado, ni esperaba que nadie concediese demasiada importancia
a su regreso. Entr por la punta norte de la calle Principal, poco despus del
medioda, sin ruidos, sin alboroto.
sin embargo, a los pocos minutos todo Ropesville saba ya que Rom Dukey
haba regresado.
Muchos le reconocieron apenas verlo: su rostro seco, bronceado, sus flacos
hombros huesudos, su bigote negro muy descuidado, su revlver y su caballo. Y,
sobre todo, con aquella inteligente mirada de siempre en sus grises ojos
bordeados de arrugas producidas por el mucho achicar, encoger los prpados
para proteger los ojos del sol.
No pareca ni ms viejo ni ms joven. Era, simplemente, el mismo hombre, con el
mismo aspecto seco y fuerte, tranquilo, con toda la energa de sus veintisiete aos
concentrada en los ojos y en el mentn. Ni ms joven ni ms viejo, ni peor ni
mejor: simplemente, el Rom Dukey de siempre, con su revlver. En Ropesville
nadie poda recordar a Rom Dukey sin recordar tambin su revlver. Nadie poda
dejar de asociar a Rom con un revlver. As haba sido siempre, desde que,
apenas un muchacho, Dukey se compr un revlver y lo estuvo paseando por
Ropesville hasta que, un da, aburrido, se march, del mismo modo que llegaba:
sin hacer ruido, sin alharacas. Se march porque le ech su propio padre, harto de
l, de su indolencia... Y de su revlver.
Rom le dijo un da, quiero que te des cuenta de que estamos viviendo en un
lugar pacfico. Aqu, en este lugar, un hombre no tiene necesidad de revlver. Slo
es necesario trabajar. La tierra es buena y Dios quiere que las cosechas tambin
lo sean. Pero hay que trabajar esa buena tierra. Comprendes?
S, padre.
Entonces, deja ya ese revlver y trabaja. Tienes veinticuatro aos, hace
tiempo que eres un hombre. Demustralo. Trabaja. En la tierra?
-
En la tierra, Rom. No hay nada mejor...
Padre, el ganado es mejor. Esta tierra no es tan buena corno vosotros os
esforzis en creer. Es dura, difcil. Compremos ganado y en poco tiempo seremos
ricos todos si aprovechamos esos pastos que estamos destruyendo con nuestros
arado. Un hombre no tiene por qu matarse trabajando, es mucho ms inteligente
cuando aprovecha adecuadamente el terreno. El ganado...
Su padre le haba escuchado en silencio, rojo el rostro por la ira. Pero lleg
aquel momento en que no pudo resistir ms las palabras de su hijo. Rom
gru secamente, slo se trata de tu eleccin.
Cul eleccin?
Esta: o trabajas o te vas. Te vas de aqu, de esta casa. No quiero verte ms por
ah dando vueltas con ese revlver. Parece como si fueses buscando pelea...
Elige: o la tierra o nada. Si te quedas, trabaja. Si no quieres trabajar la tierra,
mrchate.
Rom ni siquiera haba contestado. Se limit a coger su sombrero, tocarse el
revlver y salir de la casa. Poco despus, su padre y su madre le vean alejarse a
caballo.
La madre haba dicho:
Has..., has sido demasiado duro con l...
Djalo. l volver.
Tuvo razn. Slo que Rom Dukey tard mucho tiempo en volver.
Tanto tiempo que, a su regreso, todo o casi todo haba cambiado, por lo menos en
lo que a su vida y situacin se refera. Ya no tena casa, hogar. Ni tena padres.
Y as, cuando desmont delante del primer saloon que encontr en Ropesville,
todos aquellos que le estaban mirando no sintieron gran cosa por su regreso. A
quin demonios le importaba que Rom Dukey regresase o no a Ropesville? Para
la mayora de los que recordaban, Rom no era ya nadie ni nada.
Lo ms que podan sentir era desagrado por su revlver.
Rom entr en el saloon y pidi cerveza. No haba muchas caras conocidas, quiz
porque el saloon estaba casi vaco a aquella hora. Y de las pocas caras
conocidas, slo un par de ellas esbozaron una desganada mueca de
reconocimiento cuando Rom las mir, mientras caminaba hacia una mesa con la
jarra de cerveza en la mano izquierda.
Se sent y comenz a beber despacio, sin mirar ya a nadie. Notaba a su alrededor
la soledad terrible de quien no tiene amigos que le recuerden con afecto.
Estir las piernas bajo la mesa y suspir con una pizca de desaliento. Afuera haca
un sol de cien mil diablos, y todo pareca igual que aos atrs, el mismo silencio,
la misma calma, la misma vida montona.
Cuando las batientes se movieron, empujadas por un hombre, Rom mir all casi
por obligacin. Reconoci en seguida al recin llegado, aunque ste s haba
-
cambiado un poco con el tiempo. Se vea algo ms viejo y cansado, ms blando y
lento.
El hombre se acerc a la mesa, se detuvo ante Rom, y dijo:
Hola, Rom.
Hola, Browser... Qu tal le va?
Como siempre el hombre suspir tristemente, sealando con un pulgar su
placa de sheriff. Ya ves que sigo siendo el mismo idiota que dejaste al marchar.
Rom Dukey sonri un poco.
Quiere beber algo, Browser?
Hace un calor asqueroso; tomar una cerveza tambin. Gracias.
El sheriff John Browser se sent, haciendo una sea al camarero. Hasta que ste
se hubo marchado despus de dejar la cerveza en la mesa, no volvi a hablar.
Sabes lo de tu madre, supongo, Rom.
Lo s.
Has venido por eso?
En parte.
En parte?
Quiero decir que no creo que mi madre se consuele demasiado por el
hecho de que yo visite su tumba.
Claro... Tu padre est enterrado junto a ella. l muri antes.
S, ya s.
Por qu no viniste cuando muri tu padre?
No me enter.
Le guardas rencor?
A quin? A mi padre? se asombr Dukey. S.
No diga tonteras. l era ms listo que yo. Jams se me ocurri guardarle
rencor. Al contrario. Cuando me ech de casa, yo no era un nio... Slo hace poco
ms de dos aos de eso. Eleg libremente. Si no vine fue porque no me enter,
simplemente. Pero cuando supe lo de mi madre me enter a la vez de que padre
la haba precedido.
Mala suerte, Rom;
Rom Dukey inclin la cabeza. En aquellos momentos l estaba pensando
que su eleccin quiz no haba sido la acertada. S..., mala suerte. Si
hubiese sospechado esto, jams me habra marchado de aqu.
Lo supongo: eres un buen muchacho, Rom.
Oh, s? Quin se lo dijo?
Es una opinin personal. La considera acertada?
De momento, me aferrar a ella. Esto...
Diga.
Bueno... Tu nombre tiene cierta importancia ahora, Rom.
-
No s si le entiendo, Browser.
Se dice que..., que tiras muy bien.
Quin lo dice? sonri Rom.
Se dice... Hasta aqu han llegado noticias.
Asombroso. En Ropesville saben algo ms que lo que ocurre en una
milla a la redonda?
Este es un pueblo tranquilo, Rom. Nadie se mete con nadie. Hay muy pocos
hombres que vayan armados. La mayora slo tienen una escopeta para cazar o
disparar contra los coyotes, pumas y bichos. Me temo que vas a aburrirte aqu.
Yo tambin lo temo.
Piensas quedarte?
Dgame si hay algn inconveniente.
Sabes perfectamente que no puede haberlo.
Muy agradecido.
El representante de la ley estuvo silencioso unos segundos, con la mirada
fija en la jarra de cerveza.
Rom dijo de pronto, por qu has venido?
Cmo dice?
Antes has asegurado que slo has venido en parte por lo de tu madre. La otra
parte..., con qu est relacionada? Puro sentimentalismo, Browser. Quise
volver a ver Ropesville y su gente. Eso es todo. Quiz me quede, quiz no, an no
lo he decidido. Voy a decirle algo que espero no ir repitiendo por ah.
Desde luego que no. Y es...?
Cuando supe lo de mi madre me sent un poco canalla. Al marchar de aqu tena
ya edad suficiente para saber lo que estaba bien hecho y lo que estaba mal
hecho... Quiz hice mal. Es posible, incluso, que si yo no hubiese marchado mis
padres estuviesen vivos ahora.
De eso, nada. Rom. Me parece muy bien que tengas remordimientos por
haberlos dejado solos, y eso prueba que mi opinin personal sobre ti es bastante
acertada. Pero no te culpes de nada. Las cosas sucedieron porque tenan que
suceder: tu presencia aqu no habra evitado ni cambiado nada.
Rom Dukey se pas la lengua por los labios.
Me gusta orle, Browser, le agradezco sus palabras.
Oh, vamos, no tiene tanta importancia...
Slo quiero decirle que si alguna vez est un poco apurado en algo, me lo avis.
Es posible que yo pudiese ayudarle. No slo podras ayudarme, sino hacerlo
mejor que yo. Es confortante saber que tu revlver estar a mi lado en un
momento de apuro, Rom, porque todos saben en Ropesville que es un revlver
rpido y certero. Pero John Browser sonri con una pizquita de humor, t ya
sabes que nada ocurre nunca aqu.
Pero nunca se sabe... No cree?
-
Nunca se sabe, es cierto. Tendr en cuenta tu ofrecimiento por si... ocurriese
algo notable. Aunque ya sabes que eso es poco menos que imposible.
Rom pareci a punto de decir algo, pero cerr secamente la boca y encogi
un hombro.
Tengo que marcharme ahora, Browser dej una moneda sobre la
mesa. Todava puede tomarse un par de cervezas ms. El sheriff mir la
moneda, y luego de nuevo a Rom.
Sabes algo especial, Rom? Algo que te ha hecho venir aqu?
Adis.
Se apart de la mesa.
Vas al cementerio?
S.
Quieres que te acompae?
Prefiero ir solo.
Claro... Bien, hasta luego.
Hasta la vista.
Sali del saloon, destrab a su caballo del atamulas y mont desganadamente. No
necesitaba ni compaa ni indicaciones para saber dnde estaba el cementerio de
Ropesville.
Justo cuando pasaba por el cruce de la calle Principal con la lateral que formaba
esquina, vio salir a una mujer por una pequea puerta que daba a la calle lateral.
Era tan hermosa que Rom casi oblig a detenerse a su caballo para contemplarla
mejor. Pero slo retuvo su marcha, de modo que pudo mirar a la mujer sin mostrar
descaro.
Ella empuj la pequea valla blanca que rodeaba la casita de rojo tejado y bonito
jardn, para cerrarlo. Luego subi a un calesn que estaba a la sombra de un
gigantesco olmo, se alis un poco los largos guantes y tom las riendas,
dejndolas caer suavemente sobre las ancas del caballo.
A todo esto, Rom Dukey haba ya pasado completamente la calle lateral y no
poda verla sin demostrar su inters. Pero, poco despus, ella le adelantaba en la
calle Principal, hacia la salida del pueblo. Entonces llevaba ya abierta una bonita
sombrilla que la protega del sol. Eran las nicas personas que se vean en la
calzada en aquel momento de calor quemante, casi las dos de la tarde.
Ella era, en verdad, bonita. Sus cabellos eran negros, y tambin sus rasgados ojos
brillantes. El cuello era como el talle de una flor que sobresala de entre las
puntillas que cerraban el vestido en su tomo. La boca era roja, alargada, de labios
llenos y frescos, y la barbilla redonda y con un hoyuelo en el centro. El cuerpo,
esbelto y firme, no tena ni un solo detalle en desacuerdo con el lindo rostro.
La mujer pareca seguir el mismo camino que l, porque Rom la tuvo ante s no
menos de cinco minutos, ya fuera del pueblo, hasta que ella pas por delante del
cementerio, dejando definitivamente atrs al jinete.
-
Rom la estuvo mirando unos segundos, hasta volver la mirada hacia el
cementerio, ante cuya verja estaba. Se desentendi entonces completamente de
la mujer y desmont.
Se quit el sombrero y entr en el cementerio.
No soplaba ni siquiera, el airecillo del campo abierto. Los cipreses se vean
inmviles, sombros, dejando caer sus sombras sobre la tumba. No haba nadie
all... vivo, y el silencio era total, absoluto; tanto, que Rom Dukey sinti una
profunda apata, una tristeza suave que pareca debilitarlo. Vio las tumbas de sus
padres, una junto a otra, dos minutos despus. Unas tumbas corrientes, con su
correspondiente cruz a cada cabecera, marcada en la lpida blanca, sobre la
inscripcin rutinaria de fechas y nombre.
Las fuertes manos de Rom Dukey arrugaron el viejo sombrero que
mantena ante sus muslos.
Bueno... musit, ya he vuelto, padre, madre... Vosotros tenais razn: cada
hombre tiene su lugar en la tierra, y el mo est aqu, en las tierras de Ropesville.
Creo que me port mal, pero casi prefiero no haberos visto morir, recordaros
siempre vivos... Voy a quedarme, padre. Y si Dios es bueno con vosotros, os
permitir ver a vuestro hijo trabajando la tierra, para siempre un agricultor. Amn.
Todava estuvo all casi diez minutos ms, en pie, inmvil, recordando miles de
cosas, de pequeos sucesos de su vida antes de abandonar Ropesville..., antes
de cometer su equivocacin.
Luego sali del cementerio, se puso el sombrero, mont y cabalg hacia la
granja de los Rubn.
Estaba seguro de que all todava tena amigos.
CAPTULO II
Burton Rubn estaba tumbado en un viejo silln de mimbre, en el porche de su
granja, cuando vio llegar al jinete. Y sonri complacido cuando le vio bordear
hbilmente las tierras recin sembradas, lo cual demostraba que el hombre tena
conocimientos sobre aquello. A veces, algunos hombres haban llegado all en
busca de cualquier trabajo, y la mayora de ellos haban metido el caballo por
entre los sembrados todava sin fruto, creyendo que el terreno era normal. Eso era
todo lo que necesitaba Burton Rubin para decidir si un hombre poda o no poda
trabajar all, en su granja.
Pero casi en seguida, todava con la sonrisa en los labios, reconoci al
jinete.
Rom Dukey susurr.
La sonrisa desapareci; el gesto se torn ms bien hurao y algo cmo
inquietud apareci en los ojos de Rubin. Cuando Rom Dukey lleg ante el
-
porche, Burton Rubin continuaba fumando en su pipa, ya sin expresin
alguna. Buenas tardes, seor Rubin. Cmo est usted?
Burton no se movi del silln.
Hola, Rom. Qu tal?
Bien, gracias.
Tambin los Rubin estamos bien... No quieres desmontar?
Rom desmont y pas al porche, Burton le contempl desde su silln. El Rom de
siempre, alto, huesudo, fuerte como una pareja de mulas, con su exasperante
mirada de clara inteligencia en los grises ojos.
Sintate, hombre. Qu te trae por Ropesville, este miserable pueblo de
agricultores?
Rom se sent en una silla que haba estado arrimada a la pared de la casa.
He venido a quedarme, seor Rubin.
Oh... Algn empleo especial, Rom?
No seor; voy a trabajar la tierra.
La pipa casi cay de entre los dientes de Burton Rubin. La tom en una
mano y se qued mirando a Rom con la boca abierta. Vaya... Lo dices
en serio?
Rom sonri levemente ante el asombro de Rubin. Un hombretn de
cabellos rojos y ojos verdes, genio agrio, pero honrado como nadie.
Completamente en serio, seor Rubin.
Bueno... Si es algo que has decidido por ti mismo, me parece bien, Rom.
Pero tus tierras...
La puerta de la casa se abri, y una muchacha pelirroja, de bonitos ojos verdes,
cabellos rojos, como de veinte aos de edad, apareci en el porche
impetuosamente.
Pap, con quin...? Rom!
Rom Dukey se haba puesto velozmente en pie, quitndose el sombrero de
un manotazo.
Hola, Susan. Cmo..., cmo ests?
Susan Rubin pareca no creer lo que estaba viendo.
Bi... bien... Bien... Y t?
Oh, perfectamente, gracias. Ests... muy bonita, Susan.
Ella se sonroj un poco. Rom Dukey tuvo la desagradable impresin de que el
sonrojo se haba producido en la muchacha por algo que la molestaba, no por
turbacin.
Gracias, Rom. Muy..., muy amable...
Burton Rubn, que estaba mirando con tensa expectacin de uno a otra, se
coloc la pipa en los labios y dijo:
Rom ha vuelto para quedarse, Susan. Segn parece, ha llegado a la
conclusin de que no hay nada mejor que ser agricultor... No es eso
-
aclar Rom. Es que creo que debo hacerlo. Del mismo modo que creo
que no deb marcharme.
Un poco tarde, no?
Un poco tarde, s, seor Rubn... Pero no completamente tarde, Espero.
Antes te lo iba a decir: tus tierras ya no son tuyas, Rom. No tienes nada. Tu
madre las vendi poco despus de morir tu padre y se fue a vivir al pueblo.
Cmo vas a empezar de nuevo sin tierras?
Ya he pensado en eso. No tengo prisa ya. Puedo trabajar en cualquier lugar, y
con el tiempo volver a tener tierras propias. Trabajar duro, seor Rubin. Y usted
sabe que yo s trabajar bien. No es cierto?
S que cuando queras trabajabas bien, Rom.
Ahora querr hacerlo...
Ya. Y has venido a pedirme trabajo a m?
Rom baj la mirada hacia su sombrero.
Bueno... Creo que no podra recurrir a nadie mejor. Los Rubin y los Dukey
siempre fuimos grandes amigos. Burton Rubin mir atentamente, durante unos
segundos, el revlver de Rom, colocado muy bajo sobre el muslo derecho. Un
revlver bueno, limpio, brillante.
No voy a darte trabajo, Rom.
Rom Dukey pareci recibir un latigazo.
No? musit. Por qu?
No me interesas.
No le intereso... Tiene algo contra m?
Nada personal.
Entonces...?
Rubin seal el revlver con su pipa,
No quiero los.
Oh, no habr los, se lo aseguro...
Los habra.
Bien... Me quitar el revlver.
Sera lo mismo. No s si t ests enterado, Rom, pero tu nombre tiene ahora
una resonancia molesta. Sabemos cosas de ti. Has estado peleando por ah,
alquilando tu revlver.
Lo hice en favor de los agricultores. En algunos lugares los ganaderos y los
agricultores pelean por las tierras. Siempre alquil mi revlver a favor de los
nuestros.
Cre que te gustaban ms las vacas.
Es posible. Pero yo he regresado para ser agricultor. Y luchar por ello.
Te das cuenta? Aqu nadie tiene que luchar, Rom.
Si en otros lugares ha habido peleas...
-
Aqu no habr peleas. No te necesitamos. Ni a ti, ni a tu revlver, ni a tu fama
de pistolero. No quiero los, Rom. De modo que Burton Rubin se puso en pie
lo mejor que puedes hacer es marcharte.
Rom Dukey palideci intensamente.
Me echa de su casa?
Tampoco tienes que tomrtelo as... Ocurre que yo no quiero los. Ropesville es
un lugar tranquilo y no quiero ser yo quien emplee al hombre que podra echarlo
todo a perder.
Por qu motivo?
T ya sabes lo que ocurre. Siempre hay quien quiere matar a quien tiene un
prestigio de pistolero, de rpido tirador. Si t te quedas en Ropesville, aqu irn
llegando otros hombres como t. Es inevitable. Y en poco tiempo todo ira mal
para todos..., excepto quiz para ti, que no tendras que ir dando tumbos por ah
para encontrar con quin pelear.
Ese es el concepto que tiene de m?
S.
Rom lade su mirada hacia Susan.
Susan, t me conoces mejor que tu padre... Puedo hablar contigo un
momento... a solas?
Burton Rubin pas un brazo por los hombros de su hija.
No, Rom. Nada tienes que hablar con Susan. Y menos a solas.
Rom miraba fijamente a la muchacha, como si no hubiese odo al padre.
Susan, he vuelto; Te dije que lo hara... por ti. Cuando me march vine a
decrtelo. Te dije que regresara pronto, y t me aseguraste que ibas a
esperarme.:. Han pasado dos aos, Susan, pero no creo que tengan importancia.
Yo tambin te conozco a ti. Si dijiste que me esperaras, es que has estado
esperndome.
Crees que ella ha estado esperando el regreso de un fracasado, Rom?
desliz duramente Burton Rubin. Fracasado? Por qu? Yo tengo muchas
cosas por hacer y no voy a detenerme por nada... Por qu llama fracasado al
hombre que est dispuesto a luchar, seor Rubin?
No insistas, Rom. Sussie quiere a otro hombre ahora. Quiz porque
tardaste demasiado.
Rom palideci otra vez.
Susan... musit, casi incrdulo. Es cierto eso?
S, Rom.
Convncete, Rom machac Burton Rubin: ya no tienes nada,
absolutamente nada. Ni padres, ni novia, ni dinero, ni tierras... Ni amigos
aadi secamente Rom.
-
Padre e hija permanecieron en silencio ya. Rom los estuvo mirando unos
segundos con la atencin de quien ve por primera vez en su vida unos bichos
desconocidos, extraordinarios, asombrosos.
Luego dio la vuelta, sali del porche, mont en su caballo y se alej.
* * *
Desde lejos vio a James Grayson. Estaba arando la tierra, muy cerca de la
casa. Casi en seguida comprendi que Grayson tambin le haba visto
por supuesto, reconocido, ya que James Grayson era otro de los viejos amigos de
los Dukey.
Vio a Grayson dejar la azada pasarse la manga por la frente y dirigirse
hacia la casa. Lo vio entrar en sta y cerrar la puerta. Pero la puerta se
abri cundo Rom detuvo su caballo ante la casa. Slo que no fue James
Grayson quien apareci en el porche sino una mujer. Rom se quit el
sombrero y sonri.
Buenas tardes, seora Grayson... Cmo est?
Hola, Rom. Muy bien, gracias.
Todo va bien?
Oh, s... S, todo va bien.
Rom permaneca a caballo. Aplast el sombrero sobre el pomo de la silla y
se esforz en sonrer ms.
Me alegro... Bueno yo quera hablar con su marido sobre...
Oh, l no est, Rom.
No est James Grayson en casa, seora Grayson?
Eee... No, no est. Lo... lo siento, Rom.
S, claro... Comprendo. Bien, no la molesto ms seora Grayson. Adis.
Adis Rom.
* * *
Charles Burr desvi la mirada.
Lo siento, Rom... Te dara trabajo, pero no slo no podra pagarte, sino
que, realmente me basto yo solo para hacerlo... Lo siento muchacho. Rom
mir hacia las tierras. Un hombre solo no podra con ellas ni siquiera
trabajando veinticuatro horas diarias.
Si es por el pago no se preocupe. Cobrar en la prxima cosecha. Y no voy a
ser exigente, seor Burr. De momento, con un lugar donde dormir y la comida,
podramos...
No, no. Lo siento, Rom.
-
Lo... Lo siente... Debo creerlo, puesto que tantas veces lo ha dicho.
Adis.
Lo siento, Rom.
Rom le mir hoscamente. Pareci a punto de decir algo, pero pleg los
labios.
Y se march.
* * *
Mike Bennet seal a sus tres hijos. Tres muchachos altos y fuertes,
duros, quemados por el sol. Mis hijos y yo podemos atender a esto, Rom.
Pero siempre va bien una ayuda intent sonrer Rom. Yo no les cobrara
nada, seor Bennet. Slo quiero comida y cama. Usted sabe que sus hijos y yo
siempre fuimos buenos amigos mir a uno de ellos. No es cierto, Tommy?
Mira, Rom, nosotros tenemos mucho trabajo gru Tommy Bennet. Por
qu demonios no nos dejas en paz? No es culpa nuestra qu t ests ahora en
esta situacin, no es as?
No estoy culpando a nadie de nada, Tommy, slo estoy buscando
trabajo.
En Ropesville nadie necesita pistoleros.
Nadie necesita pistoleros... hasta que los necesita. De todos modos, no he
venido a contratarme como pistolero. Pues no cuentes con otra cosa. No
tenemos trabajo para ti... Y cuando necesitemos pistoleros se har lo que se tenga
que hacer. Se les contrata, se les paga y en paz. Pero eso s: cuando necesitemos
t sers el primero a quien contrataremos.
Tommy, no te rompo la cara porque no quiero ensuciarme.
Oh, s, eh? Bueno baja del caballo y veremos quien rompe la cara a
quin, matn.
Los cuatro Bennet formaron un slido frente de enormes pechos duros como la
piedra. Sus miradas eran duras y casi haba en ellos un destello de esperanza de
que Rom desmontase. Tena unas manazas enormes, fuertes, incapaces de
manejar un revlver con un mnimo de soltura pero capaces de reventar piedras a
puetazos.
Quiz otro da desmonte, Tommy.
* * *
Hola, Larry sonri cada vez con ms dificultad Rom. Cmo ests?
Bien Larry Ladd desvi la mirada. Pero las cosas no me van demasiado
bien. Hace tiempo que tengo intenciones de marcharme de aqu y dejar todo esto.
Queras algo, Rom?
-
Rom mir desalentado a Larry Ladd. Este deba tener aproximadamente su edad,
era rubio, de expresin simptica, pero algo dbil quiz por aniada.
No susurr Rom. No quera nada Larry. He regresado y cre qu
deba saludar a los viejos amigos.
Es de agradecer. Te invitara a pasar, pero ocurre que tengo que
marcharme ahora...
Lo comprendo, lo comprendo. Ya volver otro da, Larry.
S... Otro da, Rom.
Adis.
Adis, Rom. Me alegro de que hayas vuelto.
Rom, que haba ya dado la vuelta a su caballo, se volvi en la silla y mir fijamente
a Larry Ladd. De pronto se ech a rer con autnticas ganas. Muy agradecido,
Larry! Pero que muy agradecido, hombre de veras...! S, ya s que todos os
habis alegrado mucho de mi regreso. Siempre os recordar con agradecimiento.
Ladd mir con inquietud el revlver de Rom.
No vale la pena, Rom.
No? Que s, hombre que s...
Se alej de all todava riendo.
Media hora despus entraba de nuevo en Ropesville. El sol ya iba declaradamente
hacia el ocaso, y las calles se mostraban ms animadas. Se dirigi directamente al
saloon donde horas antes haba estado bebiendo con el sheriff Browser; pero al
cruzar la punta de la calle lateral detuvo su caballo, esta vez sin poder contenerse.
Estaba viendo de nuevo a la hermosa mujer que le haba precedido antes, en un
calesn, saliendo del pueblo en direccin al cementerio. Pero no detuvo el caballo
por eso, sino por la compaa que tena la mujer.
Vaya sonri Rom, parece que Norman Rubn tiene muy buen gusto...
y mucha suerte.
Iba a continuar su camino cuando el hombre que conversaba con la
hermosa mujer se volvi y, en seguida, sonri amablemente. Hey, Rom,
quieto ah, muchacho...!
Habl algo apresuradamente con la mujer. Luego, mientras sta entraba en su
casa, Norman Rubin se acerc a Rom, sonriendo. Cuando lleg ante l, ya en la
calle Principal, se subi el sombrero con la punta del dedo pulgar.
Vaya, vaya, Vaya... Regresaste, eh?
Rom Dukey sonri a medias. All tena a Norman con aspecto de recin civilizado,
limpio, decentemente vestido, bien afeitado. Pareca algo menos tosco que un par
de aos antes, y ms simptico y atractivo.
Regres, Norman.
Pues me alegro. Vendrs a casa y... Qu pasa? Por qu me miras
as?
Estuve ya en tu casa, Norman.
-
El otro parpade.
De veras? Bien...
No lo sabas?
No. Estuve... ocupado sta tarde.
Rom mir hacia la casa donde haba entrado la hermosa mujer.
Una linda ocupacin.
Lo es! ri Norman. Oye, desmonta y beberemos algo. Te hablar de
Julie...
Julie?
Julie Howard Norman seal hacia la casa. Ella lleg no hace
mucho, y... Bueno, creo que tengo ms suerte de la que merezco. Eso
ser como compensacin por la suerte que me falta a m, Norman.
Qu quieres decir? Oh, bueno, maldita sea, desmonta ya y vamos a
beber algo...
Creo que ser mejor dejarlo.
Norman Rubn frunci el ceo.
Qu demonios te ocurre, Rom?
Estuve en tu casa repiti Rom, y vi a tu padre y a Susan... No
debiste perderte la entrevista, Norman.
Comprendo... Te refieres a lo de Vincent, no?
Quin dices?
Vincent Reles. Bueno, l no es un mal muchacho, Rom.
Si t lo dices... Pero no s de qu me ests hablando.
No sabes que Vincent Reles es ahora novio de Sussie? No saba
quin era. Bien, qu ms da que sea l u otro cualquiera? Supongo que
es uno de los que llegaron despus de marcharme yo. S. Lleg l, los
Washburn, los Mathers... No demasiados. Ya sabes que este lugar es
muy... estable.
Lo s, lo s. Bien, Norman, hasta otra.
Como quieras... Es que ocurri algo desagradable, Rom?
Tu padre te lo dir. Y supongo que te aconsejar que no te molestes en
hablar conmigo. Hasta la vista, Norman. Hasta la vista.
Rom se alej. Norman lo estuvo mirando unos segundos, se baj el sombrero,
encogi los hombros y regres ante la casa de la bella mujer llamada Julie
Howard. Desat el caballo de la trasera del calesn, mont y se march de
Ropesville.
Dentro del saloon, Rom Dukey peda su primer vaso de whisky.
Tena unas terribles ganas de beber, hasta hartarse...
CAPTULO III
-
Cuando sali del saloon era cerca de la medianoche, y la animacin haba
decrecido notablemente en un pueblo donde la mayora de sus habitantes se
levantaban al salir el sol.
Un pueblo pacfico.
Un pueblo tranquilo.
No estaba borracho, ni mucho menos; pero quiz haba bebido un poco de ms.
Un poco, insuficiente para alejar sus sombros pensamientos. La solucin ms
sencilla habra sido marcharse de Ropesville en aquel mismo momento, pero no
pensaba hacerlo. Haba sido necesario que muriesen sus padres para que l
comprendiese cul era su lugar en la Tierra. Y despus de esto no iba a
marcharse por mucho que todos se lo propusiesen negndole un trabajo del que
todos disponan. Cualquiera de los hombres que haba visitado aquella tarde
podan haberle dado un empleo, por modesto que fuese.
Muy bien.
l se iba a quedar, fuese como fuese.
Se qued delante de las puertas del saloon, mirando hacia la acera de enfrente y
un poco a su izquierda. Royal Hotel. Bueno, de momento tena dinero para
pagarse el alojamiento y la comida de una corta temporada.
Baj la calzada, fija su mirada en las iluminadas cristaleras del Royal,
distrados sus pensamientos.
Quiz por eso los vio a los dos a la vez.
Si su mirada hubiese sido vigilante, probablemente slo habra visto a uno,
estudindolo con atencin. Pero al no mirar a ningn lugar determinado, vio a los
dos hombres, como dos sombras, uno a cada lado. Mejor dicho; no los vio, slo
not el movimiento, su presencia.
Inmediatamente su mirada cambi de expresin. Ya no fue distrada, sino atenta,
casi con una expresin de sobresalto... En el mismo momento en que se volva
hacia su derecha, sonaba el primer disparo en aquella parte. Y al mismo tiempo
que reciba el balazo en una pierna, Rom Dukey vio la sombra del hombre tras el
fogonazo del disparo.
La bala le alcanz en la cara interna del muslo izquierdo, y le hizo girar una vez
antes de derribarlo. Y mientras esto ocurra, el hombre de la izquierda disparaba
tambin contra l, pasando su primera bala justo por donde una fraccin de
segundo antes haba estado el pecho de Rom Dukey. El primero en disparar, el
que le haba herido en el muslo, estaba disparando otra vez, pero la bala se clav
en el suelo, a una yarda de Rom, hacia su derecha.
A todo esto Rom Dukey no haba, permanecido inmvil de manos,
precisamente.
-
Ya mientras caa, su derecha haba tirado del revlver, y apenas en el suelo, un
instante despus de que aquella bala se clavase a una yarda de l, Rom haba
apretado el gatillo.
l tiraba mucho mejor.
La bala alcanz al hombre en el centro, del pecho y lo empuj como si quisiera
aplastarlo contra el polvo de la calle, dejndolo tendido en l, cara al cielo con el
revlver todava asido en su crispada mano.
Pero Rom no poda prestar atencin a estos detalles, pues quedaba el otro
hombre. Y as, apenas disparado aquel plomo, rod hacia un lado, dejando vaco
el lugar donde al instante se clav otra bala.
Despus de rodar tuvo que perder un segundo precioso en localizar al enemigo
que quedaba vivo. En el momento en que lo vea, a menos de ocho yardas, de pie,
con la mano adelantada, el hombre apretaba por tercera vez el gatillo de su
revlver.
Rom estaba de costado apoyado en el codo izquierdo y con la mano derecha algo
adelantada, list el dedo sobre el gatillo de su revlver. Al mismo tiempo que vea
el fogonazo y al hombre, la bala disparada por ste araaba su costado derecho,
como si le hubiese rozado un hierro candente.
Pero Rom ya estaba entonces apretando el gatillo.
Y de nuevo dispar mejor.
El hombre recibi el impacto en un hombro, gir hacia atrs soltando el revlver, y
cuando el giro le coloc de nuevo cara a Rom, ste volvi a disparar. La bala
acert de lleno en la frente del desconocido agresor, que se derrumb como
segado, hacia atrs y de lado, girando todava por el impacto del primer plomo.
Qued de bruces sobre el polvo.
Y de nuevo rein la paz en Ropesville.
Un pueblo pacfico.
Un pueblo tranquilo...
Rom se puso en pie, y se acerc cojeando al hombre que haba recibido una bala
en la frente. Mientras lo volva cara al cielo, oa ya a su alrededor las excitadas
voces habituales despus de, cada pelea. Algunos hombres corran hacia all.
Dio la vuelta al hombre.
No le conoca. Era... Haba sido un hombre ms bien delgado, de rostro huesudo,
barbudo y boca fina. No pudo verle los ojos, porque los tena cerrados; pero, con
toda seguridad no le conoca. Se acerc al otro y no tuvo necesidad de tocarlo,
pues ya estaba cara al cielo y con los ojos abiertos. Tampoco le conoca. Este era
ms rechoncho y alto, grueso, de ojos pequeos y frente estrecha, labios
gruesos...
Qu ha pasado, Rom?
Rom se volvi hacia el sheriff.
No lo s exactamente, Browser...
-
No lo sabes? Quin ha matado a estos dos hombres?
Bueno, eso s lo s... He sido yo, claro.
Claro, has sido t farfull Browser. Pero por qu?
Rom lade la cabeza.
Si se fija bien en ellos comprobar que tienen el revlver fuera de la
funda, con lo cual quedar demostrado que slo hice que defenderme.
Eso ya lo s, Rom. Se ve en seguida. Y, adems, ests herido. De
acuerdo, legtima defensa. Pero... por qu te atacaron?
No lo s.
Los conoces?
No.
No?
No!
John Browser se pas la mano por la barbilla y estuvo pensativo unos
segundos.
Bueno, veremos qu pasa se volvi hacia los curiosos. T Frost, ve a
buscar al doctor y llvalo a mi oficina. Vosotros, cargad con esos muertos y
llevadlos a la funeraria. Vamos!
El sheriff tom de un brazo a Rom, como dispuesto a ayudarlo a caminar, pero el
herido no necesitaba ninguna ayuda, ya que la herida de la pierna apenas haba
atravesado dos pulgadas de carne, y la del costado era slo un surco en la piel.
Puedo caminar solo dijo.
Y entonces vio a Julie Howard, la hermosa mujer que aquel da se pona ante l
por tres veces ya. Ella estaba en la esquina de la calle donde tena su casa, cerca
de un farol, pero no tanto que la luz le llegase completamente desde arriba y
ocultase sus facciones. Se vea muy bien; tensas, asustadas, como si estuviera
sorprendida al mismo tiempo.
Rom Dukey se toc el sombrero con un dedo, y la mujer dio entonces la
vuelta y ech a correr hacia su casa.
Browser coment:
La conoces?
Somos ya viejos conocidos sonri Rom. Hoy nos hemos visto ya tres
veces... de lejos. La conoce usted? Se llama Julie Howard susurr
Browser. Lleg hace tres semanas o cuatro, compr la casa..., y eso es todo.
Excepto que, segn parece, Norman Rubin es un muchacho de suerte.
Ya. Y esos dos hombres? Los conoca usted, Browser?
No.
No los haba visto nunca en Ropesville?
-
No. Eso quiere decir que llegaron esta tarde, o esta noche, y que yo no haba
tenido an tiempo de verlos en mis rondas... Lo cual me hace sospechar que me
han estado evitando.
Ellos queran matarme y largarse de aqu en seguida, eso es todo dijo
Rom;
Quiz te confundieron con otro, no?
Es posible.
Bueno, vayamos a mi oficina...
No. Prefiero irme directamente al Royal. Enveme all al doctor, Browser.
Vas a alojarte en el Royal?
Eso pretendo. Alguna dificultad?
No. Slo que el Royal es caro... Y eso me hace suponer que tienes
mucho dinero, Rom.
Dukey lanz una carcajada.
Est es buena...! No llevo la cuenta al centavo, Browser, pero si mis clculos no
fallan, creo que tengo ahora en el bolsillo algo as como cuarenta y tantos dlares.
No hay para sentirse millonario, verdad?
Pues no... Realmente no. Te acompaar...
No se moleste. Se lo agradezco igual, pero bastar con que me enve el mdico
al hotel. Mientras, vea si puede enterarse de algo sobre esos dos hombres.
Lo har maana. Ahora interesa que todo vuelva a su normalidad.
Rom sonri despectivamente.
Claro, claro...
Y se dirigi hacia el Royal, cojeando.
John Browser volvi a pasarse la mano por la barbilla. Los dos cadveres ya
siendo llevados a la funeraria. Mir hacia all, hacia Rom Dukey, movi
negativamente la cabeza.
No lo entiendo... No lo entiendo!
* * *
Pues nosotros s lo entendemos gru Burton Rubin.
Qu quiere decir, Rubin?
Burton tena fruncido el ceo. Se apart de los dems agricultores mirando hacia
la ventana de la oficina del sheriff. Deban ser las once de la maana y afuera
luca un bonito sol y todo era paz en Ropesville. Estuvo mirando unos segundos la
calle y la gente que transitaba por ella, los carros... Se volvi.
Browser, sentado tras su mesa, continuaba mirndolo con fijeza. Los dems
tambin le miraban, expectantes, de pie alrededor de la mesa del representante
de la ley.
-
Quiero decir que esto no debera sorprendernos a ninguno... En el
supuesto de que nos sorprenda Browser. El sheriff parpade.
Ser mejor que hablemos claro casi gru. Ustedes han venido aqu, en
peso, a pedirme explicaciones. Les he dado las que s, o sea simplemente lo
ocurrido, sin que ello signifique que entiendo por qu ocurri. Usted asegura que
s lo sabe, Rubin. Pues muy bien; explquese claramente, por favor.
Esos hombres muertos eran pistoleros.
Con no poco esfuerzo, Browser contuvo una sonrisa.
Cierto admiti. Y uno de ellos estaba reclamado por quinientos dlares
abri el cajn central de la mesa y mostr un pasqun. Debemos agradecer a
Rom Dukey que nos haya librado de un indeseable apenas ste hubo puesto los
pies en Ropesville.
Oh, s? Bueno. Por qu cree usted, Browser, que esos indeseables
vinieron a Ropesville?
No creo nada. Simplemente, vinieron.
Nosotros s creemos algo: vinieron porque se enteraron de que Rom Dukey
estaba aqu. Vinieron para matarlo, para poder decir que ellos lo haban vencido.
Oh, vamos, Rubn...
Por eso vinieron!
Mantengamos claros nuestros pensamientos, seores refunfu Browser.
Rom lleg ayer al medioda a Ropesville. Me parece demasiada prisa por parte de
esos dos hombres en venir a buscarlo. Al fin y al cabo, si tan cerca estaban de l,
pudieron atacarlo en cualquier otro lugar... Por qu esperar a Ropesville y
esperar tambin la noche? Adems, ellos no le desafiaron, simplemente queran
matarlo, sin necesidad de darse a conocer, para luego ir alardeando por ah...
Browser queremos que eche de Ropesville a Rom Dukey.
John Browser palideci.
Cmo dice, Rubn?
Queremos que lo eche. Todos estamos de acuerdo en eso. No es
cierto, amigos?
Hubo un compacto murmullo de aprobacin.
Por qu motivo? susurr el sheriff.
No queremos peleas en Ropesville. Yo saba que esto tena que ocurrir. En
cuanto esa gente se entera de que hay un revlver importante, ms o menos
famoso, en un lugar, acuden como moscas a la miel. Si no echamos de aqu a
Rom Dukey, Ropesville ser pronto un pueblo peligroso. No les parece que
estn exagerando?
Queremos que lo eche. Browser los fue mirando uno a uno. Estaban all Mike
Bennet y sus tres hijos, Larry Ladd, Burr, Grayson, Cranston, Vincent Reles,
Dean... En todos los rostros estaba claramente expresada la misma animosidad.
-
Pueden decirme algn motivo que me sirva para expulsar de Ropesville a un
hombre que vivi aqu tanto tiempo como ustedes y yo mismo... y ms tiempo que
algunos de ustedes?
Vincent Reles y Cranston desviaron la mirada, algo azorados.
Pero all estaba Burton Rubin, intransigente y seguro de s mismo.
Entiendo que Rom tiene poco dinero...
Como cuarenta dlares admiti el sheriff.
Muy bien, chelo, por vagancia.
Por vagancia...! Qu demonios dicen? Ese muchacho sabe de la tierra tanto
cmo ustedes y encontrar en seguida alguien que le proporcione trabajo. No?
La breve pregunta la formul Browser al ver las expresiones de aquellos
hombres.
Esta vez fue Grayson quien habl:.
Nadie le dar trabajo. Estuvo ayer visitndonos, y no consigui ese
trabajo.
Browser se mordi los labios.
Comprendo... No le quieren aqu, eso es todo.
Eso es todo.
Y todo por el miedo de que ocasione molestias?
Estamos bien as, Browser, no tenemos ninguna necesidad de complicarnos la
vida. Ni Rom tiene necesidad absoluta de vivir en. Ropesville. Que se vaya a
cualquier otro lugar, lo pasar ms... divertido que aqu.
Hay una cosa que olvidan el sheriff mostr de nuevo el pasqun en alto:
Rom Dukey gan anoche, sin proponrselo, quinientos dlares. No se puede
acusar ya de vagancia a un hombre que tiene tal cantidad.
Todava no la tiene. Sabemos que ese dinero tardar por lo menos dos o tres
semanas en llegar. As que lo mejor que puede hacer Rom Dukey es marcharse a
otro sitio para esperar el cobro. El dinero que tiene ahora se le acabar antes de
que lleguen los quinientos dlares...
Ustedes parecen no conocer a Rom. Si le digo que se marche, slo
conseguir hacer ms firme su decisin de quedarse. Usted tiene una
autoridad... que nosotros le dimos. sela, Eso es todo definitivamente,
Browser.
El representante de la ley los volvi a mirar uno a uno. Dobl el pasqun, lo guard
en un bolsillo de la cazadora, se puso en pie, recogi su sombrero y sali de la
oficina en silencio.
* * *
-
No encontr a Rom en el hotel pero all le indicaron que podra encontrarlo
en la barbera.
En efecto, apenas entrar en sta, vio el rostro de Rom por el espejo. Lo
estaban afeitando.
Hola, Rom.
Qu hay, Browser? Ahora iba a ir a verlo... Supo algo de los dos tipos?
De uno de ellos. Se llamaba Slim Corbett... Dan quinientos dlares por su
pellejo.
Vaya! exclam alegremente Rom. Esa s que es una buena noticia!
Tengo pensado recuperar mis tierras, Browser... Quin las compr? Un
tal Cranston. Lleg poco despus de marcharte t...
Cunto pago por ellas a mi madre?
Como cinco mil dlares, creo.
Y madre los gast todos?
Bueno, ella estuvo muy enferma, Rom. No se hubiese salvado ni aunque
hubiese tenido tres millones... De todas maneras, yo no s nada de ese dinero.
Cinco mil dlares... Va a costarme mucho esfuerzo reunirlos. Bueno, de todos
modos no me parece nada mal empezar con quinientos, no le parece?
Yo... No creo que Cranston quiera vender, Rom. O sea que, aunque
tuvieses el dinero...
El barbero termin con Rom. Este se puso en pie, se mir al espejo y sonri
complacido de s mismo, de modo tan simptico que John Browser se qued sin
voz para soltar su noticia.
Rom se haba baado antes, y sus ropas haban sido cepilladas y cosidas en
algunos puntos. La venda que rodeaba su torso no se vea ni se notaba siquiera
bajo la camisa. Pero s coje un poco al acercarse a recoger su cazadora. Se la
puso, se toc el revlver y sonri.
Bueno...! suspir. Dnde puedo ver a ese Cranston? En mis... en
sus tierras?
No musit Browser, mirando por el escaparate de la barbera. Est
ah afuera, Rom, con los dems.
Rom se acerc al ventanal y mir hacia la calle. Vio al grupo de hombres delante
mismo de la oficina de Browser. Ni uno solo de ellos llevaba armas.
Se volvi hacia el sheriff fruncido el ceo.
Qu es lo que est, ocurriendo? inquiri.
Quieren que te vayas.
Que me vaya de Ropesville?
S, Rom: eso quieren. Han venido todos para decrmelo.
Puede usted expulsarme de Ropesville legalmente?
Por el momento, no. Cunto dinero te queda?
Rom Dukey comprendi.
-
Se volvi hacia el barbero. Qu le debo, Archie?
Bueno, contndolo todo..., bao, afeitado... Pongamos cuatro dlares
Rom.
Este pag. Luego, sac del bolsillo todo lo que le quedaba y efectu sus
cuentas en voz alta:
Tengo que pagar el hotel, el alojamiento de mi caballo, comer... Bueno,
calculo que esta noche apenas me quedarn veinte dlares, Browser.
Entonces..., maana tendrs que marcharte de aqu acusado de vagancia.
Y esos quinientos dlares?.
Tardarn en llegar. Demasiado, Rom.
Puedo pedir a alguien a cuenta de ese dinero, y as...
Nadie va a prestarte nada, Rom. O tienes dinero, o empleo, o te vas de
Ropesville. Te juro que lo siento.
Rom cerr con fuerza la mano sobre las monedas que le quedaban.
Est bien...
Te vas? Claro, no vas a esperar a qu se te expulse por vago, lo
comprendo... Todava me queda dinero, Browser. Veremos lo que decido
mientras me dure.
Sali de la barbera mirando hacia el grupo silencioso, que no le perda de vista.
Sonri duramente, y ya iba a cruzar la calle cuando un carro se detuvo justo
delante del porche, cortndole el paso.
Es usted Rom Dukey?
Era una mujer. Rom la mir casi de mal talante. Pudo contener su asombro al ver
a la muchacha que iba junto a la mujer. Esta deba tener alrededor de cuarenta
aos, y se vea fuerte y tostada por el sol; sus ojos eran azules, algo cansados, y
su expresin, a pesar del cansancio de los ojos, resultaba decidida y huraa pero
no desagradable sino ms bien simptica si se buscaba por debajo de la
expresin superficial.
La muchacha se pareca mucho a la mujer, pero era ms suave en todo. Sus ojos
no eran exactamente azules, sino que mostraban unas pasmosas chispitas de
color morado y doradas; los prpados se alargaban mucho hacia las sienes; eran
unos ojos que difcilmente podan olvidarse. Su cuerpo era delgado, fuerte, con
unos bonitos senos ms bien pequeos y una cintura delgadsima. El rostro,
tambin muy tostado por el sol, no era demasiado correcto, pero a Rom Dukey le
pareci el ms gracioso y bonito de cuantos haba visto en su vida, con aquella
boquita redonda y rosada y la barbilla un tanto agresiva. Quiz tendra dieciocho o
diecinueve aos...
Rom se quit el sombrero y se qued mirando a la mujer que le haba
preguntado.
S seora: soy Rom Dukey.
-
Muy bien; suba al carro y regresemos ya.
Rom alz las cejas entre divertido y desconcertado.
Temo que no la entiendo.
Usted est buscando trabajo, no es as? l sinti como un puetazo en
el estmago.
As es, seora.
Correcto. Ya tiene trabajo... Entiendo que usted sabe lo que ha de
hacerse con un buen trozo de tierra, joven. Entendi bien sonri Rom.
Pues suba: hay mucho trabajo por hacer.
De acuerdo...
Rom se dispuso a subir al carro, pero en aquel momento reson en toda la
calle la voz de Burton Rubin:
Seora Mathers!
La mujer se volvi ligeramente hacia all, mirando con indiferencia el grupo de
hombres que se acercaba a paso de carga. Esper hasta que todos estuvieron
junto al carro y Rom, pero permitiendo que se viesen perfectamente, puesto que
las paredes del carro eran muy bajas.
Y entonces la mujer pregunt:
Qu se le ofrece, Rubin?
Qu se propone usted con Rom Dukey?
Necesito un hombre como l en mis tierras.
Va a darle trabajo?
En efecto.
No puede hacerlo! Nadie dar trabajo en Ropesville a Rom Dukey.
Por qu no?
Oiga, anoche mat a dos hombres. Vendrn ms. No es una compaa
grata para nosotros. No queremos jaleos, y si l se queda en Ropesville...
Conozco ya toda esa teora de ustedes cort Dorothy Mathers
secamente. Tienen algo ms que decir?
No le d trabajo!
Ya est contratado... Digo, si l acepta se volvi hacia el sonriente Rom:
diez dlares al mes, comida y un montn de paja en el establo. No puedo darle
ms. Acepta?
Encantado, seora Mathers.
Exactamente: yo soy Dorothy Mathers. Esta es Dolly, mi hija. Qu
espera para subir al carro, joven?
Dorothy! rugi Burton Rubin. Ese hombre con revlver, slo va a
traernos complicaciones a todos si se queda aqu! Rom se adelant un
poco ms, llevndose una mano a la hebilla del cinto.
Si le molesta mi revlver, seora Mathers...
-
De ninguna manera! Deje ese artefacto donde est! Me gusta que los hombres
lleven en la cintura algo ms que el ombligo. Suba al carro de una vez.
Rom subi al carro, riendo. A su alrededor slo pudo ver otra sonrisa, y
bastante contenida: la de John Browser. Yo llevar el carro, seora.
As me gusta... sonri Dorothy Mathers. chate un poco para all,
Dolly.
La muchacha obedeci, dejando a su madre entre ella y Dukey. Se inclin un poco
para mirar a ste, y su rostro se colore levemente cuando Rom, que tambin
estaba mirando hacia ella, le gui un ojo, ya en el pescante y con las riendas en
las manos.
Est bien! tron Rubin. Pero esto va a complicarle la vida, Dorothy, no lo
olvide. Por el momento ser mejor que no tenga que recurrir nunca a sus vecinos.
En cuanto a ti, Rom, sera mejor que atendieses este consejo: mrchate.
Rom fue a decir algo, pero una mano de Dorothy Mathers cay rudamente sobre
su brazo, apretndolo, y fue ella quien habl: Burton, ninguno de ustedes me ha
ayudado desde que llegu. Qu es lo que pretenden ahora? Que me arruine
por propia voluntad? Cul de ustedes me ofreci siquiera uno solo de sus hijos, o
uno de sus hombres? Cul?
Usted sabe que faltan hombres por aqu, Dorothy. No podamos...
Cre que nadie necesitaba ms manos para sus, tierras, seor Rubin
desliz Rom.
T te callas...!
Los ojos de Rom Dukey desaparecieron tras los prpados entornados, y los
dientes se apretaron. La voz sali como silbada: Es usted quien se ha de callar.
La seora Mathers tiene derecho a hacer lo que le d la gana, y usted no es nadie
para indicarle si est bien o mal. Si ella me emplea, all voy. Claro, ahora ya no
pueden echarme del pueblo. Y otra cosa: si recibimos la menor molestia por parte
de ustedes en la granja de la seora Mathers, entonces s van a saber de lo que
es capaz de hacer este hombre con revlver. Entendido? Ahora, aprtense: no
quiero que estos caballos pisen cucarachas.
Azot las grupas de los caballos con las riendas; pero apenas haba recorrido el
carro una yarda cuando detuvo de nuevo a los caballos y se volvi. Recorri el
grupo con la mirada, en busca de caras desconocidas para l. Slo haban dos,
entonces. Una de ellas corresponda a un muchacho joven y agradable, alto y
fuerte. Tuvo la seguridad de que era Vincent Reles, el novio de Susan Rubin. Pero
eso, realmente, estaba dejando de importarle a toda rapidez.
Le interes ms el otro hombre, mayor y ms tosco.
Usted es Cranston?
S.
Cunto pag a mi madre por las tierras? Cinco mil dlares.
-
Reunir ese dinero, seor Cranston.
Y de nuevo puso en marcha el carro. Todos vieron detenerse ste delante del
establo pblico. All, Rom Dukey recogi su caballo, lo amarr al carro, y subi al
pescante de nuevo.
Cuando salan de Ropesville las Mathers y l, Burton Rubin se volvi
furiosamente hacia el sheriff:
Y ahora qu, Browser?
El representante de la ley encogi los hombros.
Supongo que tendremos que aceptar a Rom Dukey nuevamente como
vecino, no, Rubin?
Eso cree, eh? Sepa una cosa: Le haremos la vida imposible!
De veras? John Browser sonri secamente. Muy bien, all ustedes. Pero
luego no me vengan llorando: atnganse a las consecuencias de molestar a Rom
Dukey. Y otra cosa, seores: pidan al cielo que no sean ustedes quienes tengan
que necesitarle a l, no l a ustedes. Buenos das.
CAPTULO IV
Oiga, joven dijo Dorothy Mathers, me gusta cmo les ha hablado
usted a esos idiotas.
Gracias, seora Mathers sonri Rom.
Ella lanz una rpida mirada a las manos que manejaban las riendas.
Me parece que sus manos van a estropearse pronto...
No se preocupe por eso, seora. Trabajar con guantes siempre que ello
sea posible. Pero pierda cuidado: estar contenta de mi trabajo. As lo
espero. No tengo ningn inters en que sus manos se conviertan en
zarpas, incapaces de manejar el revlver.
No le disgusta que lo lleve?
Claro que no!
A los dems s.
Bueno, ellos tienen menos inteligencia que un gusano... Pero no son
malos del todo, no cree?
Rom Dukey frunci el ceo, pensativo.
No. No son malos del todo. Slo un poco egostas. Comprendo lo que ellos
piensan y sienten. Y quiz tengan razn. Quiz se presenten aqu unos cuantos
tipos buscando pelea, cualquier da. Si nadie les hace frente, se marcharn. Pero
si saben que hay un solo hombre que puede pelear con ellos, es posible que
busquen jaleo. Ellos tienen razn en esto, seora Mathers.
Lo s muy bien.
Por qu me emplea, entonces?
-
Porque yo no tengo miedo a nada Dorothy Mathers sonri burlonamente. Y,
de todos modos, si alguien llega buscando pelea, van a buscarle a usted, no a m.
Eso es cierto ri Rom. Hace mucho tiempo que llegaron ustedes a
Ropesville seora Mathers?
Poco despus de marcharse usted, jovenla mujer hizo una pausa,
mirando de reojo a Rom. Su madre era una mujer muy... agradable. Rom
la mir vivamente.
La trat mucho?
Estuve con ella desde que empez a sentirse verdaderamente mal. No quiero
presumir de ello, pero Dolly y yo cuidamos personalmente a su madre. Rom.
Hasta que... Bueno...
No, no saba eso...
Rom miraba con fijeza a Dorothy Mathers.
Bueno, nadie se lo dijo, verdad?
Claro. Seora Mathers...
Rom detuvo el carro y su mirada pareci ahondar en los ojos de la mujer. Pero tan
expresivamente que sta comprendi lo que iba a decir Rom, y lo evit:
No me gustan las palabras emocionadas o de agradecimiento y cosas as,
joven. De manera que no abra la boca y sigamos nuestro camino. Hablemos de
otra cosa: qu le parecen las condiciones en que le he contratado? Abusivas?
Rom movi las riendas.
Lo son sonro. Pero ahora an me importa menos que antes.
Son abusivas musit Dorothy Mathers. Pero es que, realmente, no
puedo pagarle ms... por el momento. Est bien. Yo conseguir que sus
tierras den tanto fruto que podr pagarme cien dlares al mes, seora
Mathers. Santo Dios, si eso fuese cierto...!
Lo ser.
Son buenas tierras suspir la mujer. Pero los hombres se van. A veces... A
veces he tenido la impresin de que eran bichos huyendo al olor del fuego. Es
cierto que por ah se estn peleando ganaderos y agricultores por las tierras?
Lo es.
Mal presagio.
Muy mal presagio, en efecto... Es esa su casa?
Esa es.
Haban estado rodando por el clsico terreno llano, salpicado con no demasiada
frecuencia por robles y algunos lamos. De cuando en cuando se vean creosotas
y algunas amapolas. Era un cuadro al que Rom Dukey haba estado
acostumbrado desde siempre; pero su emocin no haba sido notada por las
Mathers en ningn momento.
Las tierras de las Mathers se vean delimitadas por las vallas de alambre de pas,
como todas. All estaba el smbolo de lo ms odiado por los ganaderos: los
-
espinos, los lmites entre un trozo de tierra y la misma tierra de una pulgada ms
all.
La casa era ms bien pequea y no pareca estar en muy buenas condiciones.
Haba un pequeo granero que mostraba los huecos de varias tablas rotas. El
corral tena la puerta casi colgando de un solo gozne. La mitad del porche de la
casa pareca a punto de caer. Las tierras slo estaban trabajadas en su cuarta
parte... y no demasiado bien.
Rom se subi el sombrero por delante con un pulgar, mir de reojo a las
mujeres y lanz un silbidito de pasmo. Dorothy Mathers se sonroj un poco,
y carraspe.
Eeeh... No..., no est todo esto muy presentable, verdad?
Est asqueroso, seora.
Bien... Si diez dlares le parece poco podra...
Diez dlares sern suficientes... hasta que pueda exigirle cien.
Llev el carro hasta delante del porche, salt del pescante y ayud a las mujeres a
hacerlo. Cuando ayud a Dolly, el aliento de la muchacha dio en su boca, como un
soplo de aire fresco que ahuyentaba el calor de cien mil diablos.
Rom sonri, sin soltar la cintura de la muchacha a pesar de que los pies de sta
ya estaban en el suelo. Ella no era, ni mucho menos, tan hermosa como Julie
Howard, ni siquiera como Susan Rubin; pero tena un gesto y unas facciones que
a Rom le hacan gracia. Cada vez que haba mirado a Dolly Mathers haba sentido
algo como una sonrisa en el corazn.
Seorita Mathers musit Rom:, espero que se vaya acostumbrando a mi
presencia... y de cuando en cuando me hable, aunque sea del trabajo.
S... S, seor.
Dolly! gru su madre, ya en el porche. Este joven es nuestro empleado,
as que le vamos a llamar Rom, simplemente. Qu es eso de seor? Y usted,
sinvergenza, suelte ya a mi hija.
S, seora ri Rom. Ir a encerrar los caballos. Bien?
Bien. Le prepararemos algo de almuerzo.
Oh, estupendo.
Las dos mujeres entraron en la casa mientras Rom llevaba el carro hacia el
corral. Desmont all del caballo derecho, en el cual haba montado de
un salto a pesar de no haberlo separado an del carro, y se volvi hacia la casa,
todava sonriendo...
Dolly Mathers se apart de la ventana vivamente, sonrojada.
Su madre la mir, algo irritada.
Te est bien empleado, por espiarle. Te gusta, eh?
Dolly asinti sonriendo.
-
Madre, es el hombre ms agradable que t y yo hemos conocido... No
es cierto?
Es cierto sonri la mujer.
l tiene una voz simptica. Y unas manos grandes y fuertes, y unos ojos
muy inteligentes y..., y humanos. Cuando me mira... Cuando l me mira...
Dolly, hija, t sabes que Rom Dukey era novio de Susan Rubn...
Pero ya no lo es!
Eso no quiere decir nada. Puede que contine querindola. Y si ese hombre
quiere a una mujer, ningn tonto como ese Vincent Reles podr impedir nada de lo
que pretenda Rom Dukey.
Ya..., ya lo s...
Entonces, deja de mirarle. Es mejor que pienses en l solamente como un
empleado. No te esfuerces t misma en enamorarte... Has estado demasiado
callada durante el camino, y eso me ha puesto sobre aviso. Esperemos que l
crea que tu silencio es timidez o..., o que eres tonta; aunque yo sepa que has
permanecido tan callada porque te sentas impresionada. Deja ya de mirar!
Dolly se apart de la ventana y se acerc a su madre.
l es tal como..., como nos lo describi su madre, mam. Y ella acert cuando
dijo que volvera pronto. Crees que deberamos decirle...? No! Todava no,
Dolly. Y olvdate de l, no le mires como hace un momento..., por lo menos hasta
que sepamos qu es lo que l siente por Susan Rubin... Lo hars hija?
S, mam.
Bien. Vamos a preparar algo para almorzar. Cuando ese hombre venga aqu
tendr ms hambre que un coyote solitario. Vaya, no cre que pudisemos tener
tanta suerte... Me alegro de que ninguno de esos idiotas le haya querido emplear!
Dolly Mathers sonri dulcemente.
Yo tambin me alegro...
* * *
Rom Dukey se mir el estmago y torci el gesto.
Bueno, no creo que esta tarde est yo en condiciones de trabajar, seora
Mathers.
Por qu?
He comido demasiado... Es que no tenemos caf?
Tenemos caf. Somos pobres, Rom, pero no estamos arruinadas.
Menos mal.
Dorothy Mathers sonri. En toda su vida, slo otro hombre le haba cado tan
bien como Rom Dukey: el difunto Aaron Mathers. Con lo cual, Rom Dukey
quedaba a la mxima altura en la opinin de la viuda.
Dolly, trae el caf. Pareces tonta.
-
Dolly se sonroj y se puso en pie. Rom sonri, mirando de reojo a la muchacha.
Pareca incapacitada para moverse. Ella no es tonta, seora Mathers, y usted lo
sabe: Dolly se ha estado preguntando todo el tiempo de la comida qu tal sujeto
voy a ser yo. Y modestia aparte, creo que le resulto simptico. No es cierto,
Dolly?
La muchacha se volvi de espaldas a los dos, sacando la cafetera del lar.
Dorothy Mathers lanz un resoplido.
Estamos ya convencidas de que vamos a pasarlo divertidas con usted,
joven. Pero no le pagamos para eso. Es cierto; es cierto... Bueno, tomar
el caf y saldr a trabajar.
Dolly sirvi el caf en seguida, y Rom lo bebi a cortos sorbos, con resoplidos,
pues estaba hirviendo. Luego sonri, se puso en pie cogi su sombrero y sali de
la casa. Dolly corri hacia la ventana.
Su madre pregunt poco despus:
Qu est haciendo?
La muchacha se volvi, con expresin incrdula.
Est durmiendo...
Cmo?
Se..., se ha tumbado bajo el roble grande y..., y se ha dormido...
Bendito sea Dios... Cmo es posible eso?
Deba... tener sueo...
Dolly! Ser verdad que eres tonta?
La muchacha no replic, dejando sitio a su madre en la ventana. Cierto. Rom
Dukey se haba dormido. Estaba tendido en el puro suelo, con los brazos bajo la
nuca y las piernas extendidas. El sombrero le ocultaba el rostro.
Come como un buey, re como un nio... y duerme como un lirn... musit la
mujer. Mucho me temo que no hemos hecho un gran negocio, hija ma.
* * *
Rom Dukey se despert hacia las seis de la tarde. Entr en la casa, cojeando, dijo
hola, pidi un trozo de papel y un lpiz y sali de nuevo. Estuvo dando vueltas
por las tierras, los corrales, el granero, la casa ayudado por una rama de roble que
haba limpiado a hachazos. Regres cuando ya haba anochecido dijo que tena
un apetito estupendo, lo demostr, se llen la barriga y se fue de nuevo a dormir,
bajo las estrellas desdeando el muy relativamente cmodo alojamiento en el
corral.
A la maana siguiente no estaba all. Refunfuando, Dorothy Mathers encarg a
su hija ordear las vacas, y ella fue a dar de comer a los cerdos. Pero las vacas ya
estaban ordeadas, y los cerdos rebosaban comida por los hocicos.
-
Rom Dukey regres dos horas despus con el carro cargado de troncos. Quiz
seran las ocho. Fue al corral, sali con una sierra y comenz a convertir los
troncos en tablones. A las diez apareci en la casa, cojeando, se llen de nuevo la
barriga, con una cantidad asombrosa de jamn, huevos,
judas y caf y regres al trabajo...
* * *
Tres das ms tarde la puerta del corral estaba reparada slidamente, el techado
del granero no mostraba ningn hueco, el porche de la casa se sostena
firmemente, las alambradas haban sido reforzadas y enderezadas todo lo que se
tena que pintar estaba pintado, y los aperos estaban listos y perfectamente
reparados para su uso. La parte de las tierras deficientemente sembradas tena
tres nuevos canales de riego, los corrales estaban limpios, los pesebres mejor
clavados, haba ms sogas de camo trenzado, la bomba del abrevadero
funcionaba a la perfeccin...
Seran poco ms de las doce del medioda cuando Rom apareci en la
casa, caminando ya casi con absoluta firmeza, quitndose los guantes.
Hola dijo. Qu tal andamos de comida?
Dorothy Mathers se volvi, puso las manos en su cintura, y le mir de arriba
abajo...
Creo que yo le conozco a usted, joven.
Rom sonri.
Seguramente.
No es usted el tipo que contratamos hace tres das?
Oh, s mir de reojo a Dolly y la seal con el pulgar, sonriendo
todava: tengo testigos.
La seora Mathers dej las bromas a un lado.
Rom musit seriamente, no es necesario que se lo tome tan a
pecho, muchacho.
Estoy preparndolo todo para empezar a trabajar.
Para empezar? . En tres das usted ha...
Bueno, yo tengo hambre, no ganas de conversacin... Qu bazofia han
preparado hoy?
Lo de siempre.
Lo devor todo. Luego mir por la ventana suspir, y dijo:
Creo que hoy voy a echarme otra siesta.
Muy bien acept Dorothy.
-
Rom se puso el sombrero, pellizc la barbilla de Dolly al pasar junto a ella y
sali al exterior. Un minuto despus dorma bajo la sombra del roble. Las
dos mujeres le miraban por la ventana.
Se lo ha ganado susurr Dorothy. Jams vi a nadie trabajar con tanta rabia.
Si todo contina igual, dentro de dos aos tendremos que pagarle cien dlares al
mes, Dolly. Pero no.
No todo iba a ser siempre igual.
CAPTULO V
A Rom le despert el sonido de cascos de caballo. Lo primero que hizo fue tocarse
el revlver. Luego se incorpor, se desliz hacia un lado y qued apoyado de
espaldas en el tronco del roble.
Comenz a liar un cigarrillo.
Cuando ya lo haba encendido, aparecieron los dos jinetes. Los reconoci en
seguida. Eran Norman Rubin y la bellsima morena llamada Julie Howard, que se
dirigan rectamente a la casa de las Mathers.
Estas aparecieron en el porche cuando an los caballos no se haban detenido, y
Rom se dispuso a ser un apacible espectador de lo que pudiese ocurrir o hablarse
all.
Buenas tardes, seora Mathers salud Norman Rubin.
Hola, Norman.
Este, estaba de espaldas a Rom, de modo que su sonrisa result invisible
para el hombre con revlver.
Le presento a la seorita Howard, seora Mathers. Qu tal ests, Dolly?
Dolly no contest. La atencin de las dos mujeres estaba claramente
dirigida a Julie Howard.
Han venido por algo importante, Norman, o slo de visita? inquiri
Dorothy.
Pues... las dos cosas.
S? Bueno, desmonten los dos... Caf?
Norman ayud a Julie a desmontar, con evidente placer al hallar un
pretexto para tomarla por la cintura,
No, gracias... Ser una conversacin breve, seora Mathers.
Bueno, de qu se trata?
Emmm... El caso es que la seorita Howard quiere quedarse en
Ropesville...
Me parece muy bien. Y...?
Bueno..., ella tiene algn dinero... No demasiado, pero s el suficiente para
comprar algunas tierras. Naturalmente, ella no va a dedicarse personalmente a
cuidarlas; pero hemos pensado que alguien podra hacerlo, y as, ella tendra una
-
casa ms... tranquila que en el pueblo. Esto... Bueno, si ha de quedarse aqu, lo
ms indicado es que tenga un... Bueno, unas tierras...
S, claro.
Seora Mathers: nosotros hemos pensado que quiz usted le vendiese
sus tierras a la seorita Howard. Ella las pagara muy bien. Las Mathers
parecieron no haber comprendido completamente las palabras de Norman
Rubin, porque Dorothy indag:
A ver, a ver... Entiendo que ustedes han venido a comprarme mis tierras?
Vamos, digo yo que debo estar volvindome tonta, claro; pero jurara que eso es
lo que hemos entendido mi hija y yo.
Bueno, eso es lo que he dicho, seora Mathers.
Primero, el ceo de la mujer se frunci. Luego, poco a poco se fue
desarrugando. Finalmente, se ech a rer.
Muchacho, monte a caballo y ensenos la espalda... Ahora mismo!
Usted no ha entendido...
Lo he entendido perfectamente! Demonios, por qu no le vende usted
mismo unas pocas tierras a esta seorita? Bueno, eso es cuestin ma,
no?
Pues mis tierras son cuestin ma. Buenas tardes.
La seorita Howard pagara hasta cinco mil dlares por sus tierras,
seora Mathers.
Y qu?
He dicho cinco mil dlares!
Y yo digo que no vendo. Si quieren caf, pasen a la casa. Si ha de seguir
hablando de eso, no tenemos ms que conversar. Atienda, seora
Mathers: si cree...
Norman.
Norman Rubin y Julie Howard se volvieron hacia donde haba sonado la
voz.
Y all estaba Rom Dukey, sentado bajo un roble, con la espalda apoyada
en el tronco, y fumando como si estuviese muerto de aburrimiento.
Rom... Todava ests aqu?
El hombre con revlver bostez, echando humo por boca y nariz.
Yo jurara que s, Norman. Adis.
Oye, he venido...
Lo he odo todo. Todo. As que, puesto que la respuesta de la seora Mathers
es negativa, t y tu linda acompaante podis continuar el paseo por otro lado.
Norman Rubin enrojeci violentamente, Rom estaba como a treinta pies de ellos,
tumbado como si tuviese proyectado continuar durmiendo, apoyado en el tronco,
en cuanto l y Julie se marchasen.
Quin te has credo que eres? mascull Norman.
-
Un empleado de la seora Mathers. Y t?
Cmo?
Quin te has credo que eres t?
Norman apret los puos y adelant un paso hacia Rom. Este ni siquiera se
movi. Continu fumando tranquilamente. Y entonces Norman Rubin se llam a
engao. Avanz ms, hasta detenerse delante de Rom Dukey, y dijo:
Levntate.
Estoy cmodo as se neg Rom.
Rubin se inclin y sus manos aferraron las solapas de la cazadora de Rom Dukey.
Pero cuando iba a dar el tirn para ponerlo en pie, oy un suave y bien engrasado
cri-cri, y la punta del can del revlver de Rom se clav en su estmago.
Te aseguro que voy a disparar si no me sueltas. Norman.
Este palideci. Los rostros de ambos hombres estaban muy cerca uno de otro. El
de Norman, plido, crispado. El de Rom, tranquilo, como aburrido.
Rubn se pas la lengua por los labios.
Ya ni siquiera eres capaz de pelear con los puos, en? mascull.
Me parece una tontera malgastar mis fuerzas en eso, Norman. Otro da que me
encuentre ms animoso, te romper la cabeza. Pero hoy djame tranquilo... S?
Norman Rubn not una mayor presin del revlver en el estmago. Solt a Rom,
se enderez y regres junto a las mujeres. Vmonos, Julie la ayud a montar,
mont l y se volvi hacia las Mathers. Algn da, seora Mathers, se
arrepentir de tener con ustedes a ese matn: slo va a traerles disgustos.
De momento sonri Dorothy es usted quien se lo ha llevado,
Norman... Me refiero al disgusto.
Rubn encaj las mandbulas y ya no dijo nada ms. Poco despus, l y su
acompaante se perdan de vista. Rom se levant entonces y fue hacia la casa.
Lo siento dijo. Mi intencin era buena, pero creo que l tiene razn;
slo voy a proporcionarles disgustos. Dorothy le estuvo mirando fijamente
unos segundos como analizndole.
Venga conmigo, Rom.
Entraron los tres en la casa. La seora Mathers se dirigi al lar, meti la mano en
un hueco de un lado de la chimenea y sac un paquete pequeo, envuelto en tela.
Lo tir a las manos de Rom. Este mir desconcertado a la mujer.
bralo.
Rom obedeci. Y un fajo de billetes de cien dlares apareci ante sus ojos,
enrollado y atado con una cinta.
Rom Dukey, se qued con la boca abierta, contemplando los billetes,
nuevos y crujientes.
Pe... pero aqu hay... mucho dinero...
As es, Rom.
-
Bueno..., usted dijo que no tena...
No es mo, Rom.
Ah... Bien... Bueno, qu hago con l? Debo entregrselo a alguien?
Ya est en manos de su dueo.
Seora Mathers, no comprendo.
Es dinero de su madre, Rom. Me lo entreg poco antes de morir. Dijo que usted
volvera y que, si continuaba siendo el mismo muchacho honrado y bueno que se
march, yo deba entregarle el dinero. Pero si regresaba convertido en un pistolero
asesino, el dinero sera para m. Ella estaba segura de que usted no iba a ser peor
por el hecho de llevar un revlver. Y veo que tena razn. Bien, cumpl lo que
promet a su madre, Rom: ah tiene el dinero. Hay tres mil dlares.
Rom Dukey estaba plido. Miraba de una a otra mujer como si jams hasta
entonces las hubiese visto.
Quin saba esto, seora Mathers?
Dolly y yo.
Nadie ms?
La seora Mathers sonri levemente.
Su madre, Rom.
Ustedes han podido... quedarse este dinero.
Claro.
Rom Dukey se guard el dinero, adelantndose hacia las mujeres, y puso una
mano en un hombro de cada una, pasando su mirada de unos a otros ojos. Asinti
varias veces con la cabeza. Luego se apart de ellas, caminando hacia la puerta.
All se volvi y dijo:
Veamos qu tal bazofia preparan para cenar hoy. Estar de vuelta dentro
de un par de horas.
Y sali de la casa.
Dolly mir a su madre.
Mam... susurr, l se va a marchar, se ir de aqu para siempre. Ha
ido a comprar sus tierras a Cranston. Eso creo. Pero volver para la
cena.
Pero luego se marchar..., se ir de esta casa, a la suya... Qu har yo
cuando l se vaya?
Tendrs que trabajar ms. Hemos tenido ya tres das de maravilloso
descanso, Dolly.
Es que no..., no me refiero a eso...
Dorothy Mathers acarici las mejillas a su hija.
Ya lo s, pequea musit. Ya lo s...
Oyeron el galope del caballo de Rom perdindose en la distancia. Pero esta vez
Dolly no fue a mirar. No habra podido ver nada, de todas maneras, pues tena los
-
ojos llenos de lgrimas silenciosas, grandes, que resbalaban suavemente hacia su
bonita boca algo infantil.
CAPTULO VI
Sam Cranston estaba en la tienda de Pops llenando la pipa mientras el tendero iba
amontonando el pedido sobre el mostrador. Los dos miraron hacia la puerta
cuando la oyeron abrirse. Y los dos evidenciaron cierto desagrado; muy poco por
parte de Pops. Rom se acerc a ellos sonriendo. Hola, Pops. Buenas tardes,
seor Cranston.
Hola, Rom contest Pops;
Sam Cranston no contest. Continu llenando la pipa como si no hubiese
odo nada.
Rom se acerc al mostrador, se subi el sombrero con un pulgar y se
acod, de lado en la madera.
Estuve en su casa seor Cranston el hombre le mir sin contestar,
simplemente alzando las cejas. Me dijeron que estaba por aqu. Bueno, tengo
algo de qu hablarle.
Usted y yo no tenemos nada de qu hablar, Dukey.
Rom hizo de tripas corazn y continu sonriendo amablemente.
Yo... quera comprarle mis tierras si no le parece mal.
La boca de Cranston se abri, mostrando estupefaccin.
Est hablando en serio? gru.
S, seor. Esto... Bien, he pensado que a usted no le importara...
comprar otras.
Y por qu he de hacer eso? Hgalo usted, y en paz.
Eee... Admito que tiene razn... S, seor; la tiene. Pero he pensado que esas
tierras son para usted iguales a otras tierras. Y..., para m, tienen un gran
significado. Le pagara... ms de lo que usted dio a mi madre. Claro que ahora
sac el rollo de billetes de cien dlares, de momento slo podra darle tres mil
dlares. Dentro de unos das le dara quinientos ms... ya sabe que..., que
llegarn un da de stos, por aquello de... Bueno el hombre que mat... Le dara
este dinero, y los quinientos... Le juro que el resto, hasta lo que usted me pida, se
lo pagara lo ms pronto posible.
No puedo hacer eso, Dukey.
Rom inclin la cabeza.
Claro... Me lo tema. Yo... le comprendo a usted, seor Cranston.
Comprendo que no pueda hacer eso.
Celebro que lo vea as, Dukey.
-
Bien... Rom se guard el dinero. Al menos quisiera tener la seguridad de
que cuando rena todo el dinero... Bueno, espero que entonces usted me venda
mis tierras.
Sam Cranston frunci el ceo.
Ahora son mis tierras, Dukey.
Oh, s, claro...
Y quiero que se entere de algo; jams voy a venderle a usted esas tierras. Me
pague lo que me pague, no voy a hacerlo. Por m se puede usted ir al mismsimo
infierno, as que djeme en paz de una vez. Y qutese de la cabeza esa idea de
recuperar sus tierras, Dukey. Mrchese por ah a pasear ese revlver. Nadie le va
a admitir ya jams aqu, en Ropesville. Vyase al diablo!
Pops miraba a Rom Dukey con los ojos muy abiertos, asustada la expresin. Pero
si esperaba una reaccin violenta por parte del muchacho, al que conoca desde
muchos aos atrs, qued defraudado.
Muy plido, Rom estuvo mirando fijamente a Cranston unos segundos. Luego, se
baj el sombrero, dio la vuelta y se dirigi a la puerta. La abri y sali.
Inmediatamente, alguien le quit el revlver, y unas fuertes manazas le empujaron
contra la pared. Como en un sueo, Rom vio volar su revlver hacia el centro de la
calzada. Pero en seguida qued oculto a su vista, por el muro formado por los
cinco hombres que le acorralaron contra la pared, cortndole el camino hacia el
arma.
Si quieres tu revlver, Rom, slo tienes que pasar por entre nosotros
ri Norman Rubin.
Adems de ste, estaban los tres hermanos Bennet, y Vincent Reles. Los cinco
eran tan altos y fuertes como Rom Dukey, por lo menos. No llevaban una sola
arma pero tampoco la necesitaban.
Rom no se movi. Una rpida mirada a su alrededor le permiti darse cuenta de
que aquello iba a ser un gran espectculo para la gente de Ropesville, que se iba
lanzando a la calle dispuesta a presenciar la pelea. La paliza...
Dejadme tranquilo, Norman. Es un buen consejo: todava no sabis vosotros las
cosas malas que he aprendido por ah. No me obliguis a poneros al corriente...
Norman adelant un par de pasos, rpidamente, y clav un puetazo en los labios
de Rom, aplastndole la cabeza contra la pared de la tienda. Inmediatamente,
retrocedi, sonriendo, para tapar el hueco que haba dejado en el semicrculo de
castig.
Eso te ensear a no ser tan fanfarrn, Rom. Qu eres ahora sin tu
revlver, eh? Nada! No eres nada!
Rom trag serenamente la sangre que brotaba de sus labios.
Si t eres ms que yo, Norman, pelea conmigo sin ayuda de nadie.
-
Para qu? Ser ms cmodo as, Rom... Igual que antes, cuando t me
amenazaste con el revlver. Por qu he de molestarme en recibir unos cuantos
golpes tuyos? Anda, ven a recoger tu revlver, hombre.
Rom los mir uno a uno.
Estaba convencido de que la gente de Ropesville era pacfica, honrada. Nunca
cre que fueseis realmente cobardes todos los habitantes de este pueblo.
Deja tranquilos a los dems, hombre ri Rubin. Ellos no tienen nada que ver
con esto. Es cosa ma, de Vincent, que te tiene unas grandes ganas, y de los
Bennet, que tambin estn deseando zurrarte por matn. Slo ser una pequea
paliza... particular, no de la comunidad. Un pequeo desahogo. Rom,
comprndelo.
Te escuece la humillacin de antes delante de la chica, eh?
Norman Rubin palideci de rabia. Adelant de nuevo y quiso golpear a Rom. Este
alz una pierna y el pie encaj duramente en el bajo vientre de Norman Rubin, que
salt hacia atrs, sbitamente plido.
Pero la pierna herida de Rom se resinti lo bastante para fallar, y el hombre con
revlver cay al suelo, medio sentado. Vincent Reles se adelant entonces, le
agarr por las solapas, le puso en pie y le clav una rodilla en el vientre,
empujndole hacia los Bennet. El menor de stos le recibi con una mano
adelantada para frenarlo. Inmediatamente, le empuj hacia el hermano mayor de
un directo a la barbilla que reson con claro chasquido en la calle.
Norman Rubin se haba puesto en pie, vacilante, todava plido.
Dejdmelo... Dejdmelo!
Tom Bennet tir a Rom hacia Rubin, cuyo puetazo en el estmago dobl a Rom
Dukey violentamente, un rodillazo en pleno rostro le enderez, tirndole de nuevo
hacia Reles... que recibi un directo en plena nariz. Un directo cargado con la
fuerza del impulso y con la propia del brazo de Rom Dukey. Un directo que
revent la nariz y tir a Reles, despatarrado y boca arriba, sangrante, a la calzada.
El mediano de los Bennet atrap a Rom por un hombro y lo volvi rudamente,
dispuesto a reventarle la cara de un puetazo. Lo recibi l, en un ojo; la ceja se
parti, incrustada contra el hueso, y Carl Bennet choc contra un poste del porche,
que se estremeci y cruji.
Pero Tom Bennet tambin estaba all. Junt los puos y los descarg
dursimamente contra los riones de Rom, aplastndole contra el suelo. Lo recogi
en seguida, por el cuello de la cazadora, ech un puo hacia atrs y tir a Rom
hacia Norman, de un puetazo que abri la carne del pmulo del hombre con
revlver... pero desarmado entonces.
Norman Rubin hundi su puo derecho en el estmago de Rom le enderez de un
gancho en la barbilla y le tir hacia Leo Bennet de un directo en la nariz. Leo
-
Bennet recibi a Rom con un rodillazo en el vientre, le enderez con los dos puos
juntos golpendole en la barbilla y luego, con uno slo, le tir contra la pared.
Tom Bennet,; Vincent Reles y Norman Rubin se abalanzaron hacia Rom.
Norman le despeg de la pared, aullando: Veremos si despus de esto
te quedas en Ropesville...!
Los tres se dedicaron de llen a golpear a Rom, que rebotaba una y otra vez
contra la pared. El muslo izquierdo estaba lleno de sangre que brotaba de la
herida recibida das antes, abierta cuando ya estaba cicatrizando. Y tambin haba
sangre en el costado de Rom Dukey:
Te ensearemos a pelear, Rom, te demostraremos...!
Bang-boiiinggg...!
El rebote de la bala se oy como pegado al estampido del disparo. El plomo dio
sobre las cabezas de los que peleaban y rebot agudamente hacia un lado.
Rom Dukey qued libre, pegado a la pared, jadeante, a punto de desvanecerse,
mientras sus castigadores se volvan hacia la calzada. Haba all como media
docena de jinetes. Uno de ellos tena el revlver en la mano todava humeante, y
miraba hacia all con una extraa sonrisa que pareca helada. Los dems estaban
indiferentes, inexpresivos los duros semblantes. Ni uno slo de ellos llevaba
menos de un revlver; haba rifles en las sillas de montar... y los revlveres
colgaban muy bajos en las piernas.
En el silencio que sigui al disparo, el hombre que haba disparado acerc su
caballo a la acera, se detuvo all y apoy un codo en el pomo de la silla, siempre
sonriente.
Mir uno a uno a los cinco agricultores. Luego, su mirada se pos en Rom
Dukey.
Cmo te va, Rom? pregunt.
Rom aspir profundamente.
Hola, Phil.
Phil Schober sonri un poco ms humanamente.
Puedo servirte en algo, Rom?
Este mir hacia la calzada, Phil Schober sigui aquella mirada y vio el revlver
sobre el polvo. Se volvi hacia el grupo de hombres que esperaban en silencio y
dijo:
Dselo, Sholers.
Uno de los pistoleros se despeg del grupo, acercando su caballo adonde estaba
el revlver. Con notable agilidad se inclin hacia el suelo, sin desmontar, y recogi
el arma. Luego se acerc a la acera y lo tir hacia Rom, que caz el revlver al
vuelo y se qued inmvil.
Norman Rubin y compaa palidecieron intensamente cuando la mirada de Rom
fue hacia ellos. Pero el hombre con revlver se limit a soplar el polvo que
ensuciaba su arma y luego la enfund.
-
Eso es todo, Rom? inquiri Schober.
Es todo, Phil..., por ahora.
Muy bien, t sabrs. Oye, puedes indicarnos un hotel? Ya sabes, el
mejor, claro.
Rom lo seal:
Ah lo tenis: Royal Hotel. Estis de paso, o... o vais a quedaros?
Creo que tendremos que quedarnos aqu unos das.
Comprendo.
Esto... Necesitas un trabajo, Rom?
Tengo ya uno. En una granja, Phil. Phil Schober se asombr de veras.
T? T, Rom, destripando terrones?
As es. Las tierras pertenecen a una mujer llamada Dorothy Mathers, y estn
como a tres millas al sur del pueblo. La granja es fcil de reconocer, porque todo
est recin reparado y pintado.
Entiendo... Entiendo, Rom. Algo ms?
No.
Adelant hacia el borde de la acera de tablas, y Norman Rubin, Reles y los Bennet
se apartaron, cedindole el paso como si quemase. Rom ni siquiera les mir. Baj
a la calzada, desat a su caballo de la barra y mont un tanto pesadamente, lleno
de sangre el rostro, el costado y la pierna izquierda.
Justo en aquel momento, un carro entraba a toda velocidad en Ropesville, por el
Norte, levantando grandes oleadas de polvo. En el pescante, dos hombres
aullantes:
Ganado! chillaban a todo pulmn. Cientos, miles de vacas! Estn
llegando por el Norte, arrasando todos los sembrados de all, arrancando las
alambradas...! Han pasado ya por los tierras de Dean, y no han dejado nada
entero... Estn bajando hacia el valle grande. Miles de vacas!
Todo Ropesville se lanz a la calle. El carro qued rodeado en pocos segundos.
Los Bennet, Reles y Rubin tambin fueron hacia all para enterarse bien de lo que
se les vena encima.
Rom Dukey se limit a mirar a Phil Schober y a sus hombres, los cuales
sonrean sardnicamente.
Qu te parece? ensanch Schober su sonrisa.
Rom encogi los hombros.
Saba que tarde o temprano esto pasara tambin en Ropesville.
Y de qu parte vas a estar, Rom?
De la ma.
Agricultores, Rom? frunci el ceo Phil Schober.
No. He dicho de la ma, Phil.
Lo tendr en cuenta.
Rom asinti con la cabeza mientras aceptaba:
-
Est bien. Hasta la vista.
Hasta la vista, Rom.
Dolly abri la puerta cuando oy las pisadas de Rom en el porche. Haba una
sonrisa de esperanza en el rostro de la muchacha cuando empez a preguntar:
Rom, va a quedarse con...? Rom! Dukey entr abruptamente en la
casa.
No es nada gru. Slo necesito agua caliente y un par de vendas,
Dolly.
Pero ella no poda moverse. Notaba el temblor en las piernas. El de su
barbilla era perfectamente visible.
Dios..., Dios mo, Rom... Qu le ha pasado? Calienta agua, Dolly
refunfu su madre. Yo traer las vendas. Muvete!
Rom se dej caer en una silla.
Me ca del caballo. Como se me hizo de no
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