el mar hundió a la ciudad - lautaro vinkon

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Persiguiendo las ganas de hacer algo nuevo, Lautaro Vinkon se decanta por escribir poesías en un modo experimental, dejando entrever la historia ficticia de una ciudad que acabó siendo arrasada por el mar; y, como si eso fuera poco, decora su nuevo trabajo con fotografías tomadas en su viaje a las ruinas de Villa Epecuén (en la provincia argentina de Buenos Aires). www.facebook.com/vinkonlautaro losmundosrotos.blogspot.com

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EL MAR HUNDIÓ A LA CIUDAD

© 2015 Lautaro Vinkon

Edición, diseño y fotografía a cargo del autor

vinkonlautaro@hotmail.com

www.facebook.com/vinkonlautaro

losmundosrotos.blogspot.com

Buenos Aires, abril 2015

Todas las fotografías fueron tomadas en las ruinas de Villa Epecuén

(Provincia de Buenos Aires, Argentina) en agosto de 2014

Este libro se encuentra bajo una Licencia Creative Commons

Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional

Se permite la reproducción parcial o total de la obra

sin fines de lucro y con autorización previa del autor

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Antes que el tiempo se acuñara en días,

El mar, el siempre mar, ya estaba y era.

El mar, J. L. BORGES

Donde se cruzaban dos caminos

nacía una ciudad.

Como se ve, HARUN FAROCKI

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La ciudad

Caos

El mar

Calma

La calma

Hunde

Al caos

Y

Todo

Cambia

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Pienso que experimentar es un sinsaber, así, todo junto. Es lanzarse al vacío

sin paracaídas y ver cómo caemos y cómo llegamos al final: parados, sentados

o terminamos hechos un puré. Es hundirse entre algas y sal y hallar ruinas en

las profundas fosas. Experimentar es un sinsaber, un nosaber, un algonuevo,

es verquésale. Como estas palabras. Es saber lo justo y necesario, crear algo a

partir de eso. Sé lo justo y necesario sobre poesía y fotografía como para decir

que no sé nada. Pero experimentar es un sinsaber. Conozco el agua, el reflejo

del mundo entre las olas del mar; conozco la ciudad, los escombros del mundo

que se marchitan en las paredes de los edificios. Es un experimento entre el

mar y la ciudad, una conjunción desordenada. Queda ver qué nos depara la

marea que atraviesa estas calles.

LAUTARO VINKON,

Septiembre 2014

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El mar como eternidad avanza sobre la costa, un infinito espacio en

movimiento. A veces es preguntar qué nos atrae de toda esa muerte

indescifrable y a veces es evitar la pregunta, es morir. Hacedor de viudas,

engulle vidas, arrastra penas y huesos, hunde esqueletos en ruinas. Es marfil

gastado las torres que rozan el cielo, abandonada ciudad diluyéndose en la

inmortalidad de las olas, desaparece y aparece, vaivén de rostros muertos.

Ventanas vacías y pies despojados de abrigo; tienta la suerte la sal del tiempo

y carcome paredes, engendra moho en vida última y la fatalidad de la memoria

deshaciendo el recuerdo de esos ojos olvidados. No andan las calles

empedradas de la bahía, no respiran el aire húmedo, fantasmas que ya no están

y no vuelven. Estado omega, sin retorno, retrocede el agua y besa labios fríos,

arena hogar, tristes reptando por los huecos disipados en círculos. Antes del

fin, saben sonreír, burbujas de espuma caen en vestigios, silente criatura

duerme debajo.

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Aprisionarte

Tal vez

Para siempre

En mi espejo

Y así

Verte

Cada mañana

Entornada

A medio despertar

Casi dormida

Casi despierta.

Pasar el tiempo

Detenido

En un momento

Fugaz

Sin alejarnos

Sintiendo

Respirar

Un beso

En el aire.

Verte

Sonriendo

En la luz

De la ciudad

Arriba de fábricas

Humos

Agua abajo

Latidos

Entrelazados.

Cementerio

A pasos

Reavivando

Historias iguales

En un pasado

Como historia

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Que viene y va

Que delata

Las mareas

Repetidas

De todo girando

En repetición.

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Ciudad mar

Ahogo

Ruinas.

Jardín animal

Aspiro

Cenizas.

Levantándose

Cual fénix

Alas doradas

En llamas

Plumas flotan

En el aire acuoso

De una memoria

Perdida

Desolada

Llorando pecados.

Creyendo tuyo

El error

Sin caminos

Te quedás,

Naufragando

En memorias

Que duelen;

Alza la cabeza,

El cielo espera

Más allá,

El sol ensucia

La ciudad

Y el mar.

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Desde el otro lado

Del cielo nublado,

El otro lado

De la ciudad

Y la bruma mata

Encierra

Ciegos

Caminan

Con golpes dispares.

Latidos y coches

Trascienden

Calles

Sin llegar

A ningún lado.

Correr,

Correr,

Es lo único

Que puedo hacer

Sin llegar

Hasta el cielo

Gris.

Avanza el agua,

Avanza vida,

Te espero

Sentado,

Hundiéndome.

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Futuro de lo conocido

En el día final

Y las cosas que intentan

Quedarse.

Redes que sostienen

A este pueril corazón

Sin latidos rojos

Empañan la voz.

De un hueso roto

Hijo soy,

Quiebro huesos

Para reproducirme.

Destruyo, construyo;

Ciudades que cambian

Sus formas

En ruinas sin formas.

Así quizá vuelo,

Plumas negras,

Trueno azul,

Naranja el cielo.

El mar que avanza

Y detiene el tiempo

De civilizaciones

Solapadas

En inventos

Asesinos de almas

Que decaen en infiernos.

Ver morir,

El alma

Separar

Del cuerpo

Raquítico.

Adornado

Con caracolas

Y restos de arena

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Que la costa escupe

Sobre edificios muertos

De rabia

Y excesos de llantos.

Lágrimas

Perdidas

En el agua

Donde mueren

Los seres puros.

Sus manos vacías

Intentan tocarte,

No lo permitas,

Es el olvido.

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Hay días

En los que la oscuridad

Se hace agua

Cae sobre la ciudad,

Sin luz

No existiría

La oscuridad,

Infinito no más

Abismo

Pozo

Hueco,

Oscuridad,

Oscuridad,

Oscuridad,

Averno, pozo

Hueco,

Sin fondo.

Son días sin noches,

Reflejos en la costa

Y los arboles alzan

Las ramas hacia el cielo,

Intentan salvar

La vida que se va.

Intentan verter

Sus tramas en mí,

Ruinas y laberintos,

Un pueblo alejado

De la ciudad

Que es ruinas ahora,

Que es miedo,

Que es recuerdo,

Que es tristeza

Y un llanto del hombre

Que narra sus historias

Junto a los perros

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Y sus memorias

Deshilachadas,

Mirada perdida,

Latido escondido,

Anciano sin rostro.

Él es todos, al final,

Él es todos

Y es nadie.

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Redención aparte,

Un fulgor doble

Despierta

El silencio

De la ciudad.

Imagen silente,

Desdibujada,

Niebla desvanece

Y me alcanza

Entre perlas.

Mil demonios

Confabulan,

Mil ángeles

Escuchan;

Muros de piedra

Caen desgarrados

En grietas

De yesca

Cenizas

Restos

Del mar muerto.

El tiempo cura

La jungla

Del pacto conmigo

Mismo;

Establece leyes

Partiendo

El caos ordenado.

Es igual, gemelo,

Razonable y dorado,

Reflejo de cristal

A punto de quebrarse.

Ser o no ser

O ser en oleadas

De seres disímiles

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Que chocan sus esencias,

Ven

La igualdad animal compartida.

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Soldado de ayer

Perdido en burbujas;

Submarinos

Caen, suben

En ascensores

Psicológicos.

Seguís caminando

Adelante,

Sombras atrás

Y ruidos te mecen.

Bocinas y choques

Entre tantas muertes

¿Y para qué?

¿Y para qué?

Cuidado, habitante

De las profundidades,

Este lugar no es para vos.

Estás

Acostumbrado

A sitios alejados

En paz y armonía,

Esto es peligro.

No es tu mundo,

Ya no,

Es otro lugar,

Y tu burbuja

Explotará,

Y las calles reclamarán

Tu sangre

Como reclaman

Mi partida.

Me voy, soldado de ayer,

Porque no soy más que

Vagabundo de mañana.

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Veo

Entre las olas muertas

De un mar gris

Que empaña

El alma del que espera

Atento al cambio inminente.

Veo

Tu silueta perdida

En esas calles

Del ayer

Y una risa eterna

Que no me deja ser.

Veo

En las profundas aguas

Grises y verdes

De la ciudad olvidada

Sueños disfrazados

De esperanzas desgastadas.

Veo

Un misterio escapando

De mis dedos

Como arena que escapa

En el viento de la vida

Truncada de mentiras.

Veo

La ribera y el muelle

Una lengua de madera

La boca urbana

Y los dientes filosos

Cortan los cielos.

Veo

El mar y la ciudad

La bahía y el asfalto

Amarrados los barcos

Inundadas las casas

Nubes en el horizonte.

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Nublado estoy,

Idealizada estás,

La lluvia me separa

De lo que fuimos.

No fue el futuro

Que se acaba

Ni las horas

Muertas;

Los dados tal vez

Deciden por mí

Y el azar

Desaparece.

Adiós te digo,

A lo lejos

En la marea

De una ciudad vieja,

Sin nombre,

Que llama a las calles

De piedra y espectros.

En la otra orilla veo

A Buenos Aires y sus luces,

Mi doble,

Mi otro yo,

Mi todo,

La nada.

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Así era como ella esperaba su contacto, oler su perfume salado, sentir las

caricias de sus dedos húmedos envolviéndola. Muchos años habían pasado,

cielos celestes volcados en negro en interminables giros, el disco escarlata del

sol asomando su fulgor rojo entre las nubes cristalizadas. Ella, última de su

especie, nació y su primer pensamiento fue la muerte que llegaría algún día,

esa muerte lenta, irremediable, oscura; poco a poco, descascarándose,

perdiéndose a sí misma, parte a parte, tranquila; él no le quitaba la vista y cada

vez se recostaba más y más a la espera de su profetizado encuentro. Hasta que

un día sucedió: todos murieron. Los recuerdos sumergidos de las personas se

colaron entre las grietas de las paredes y acabaron por quebrar el capullo en el

que ella respiraba. La muerte entre sombras llegó y la marea verde lamió los

edificios; el mar hundió a la ciudad y la sumió en un sueño eterno. Y ella,

contenta, en esa costa olvidada, se entregó al abrazo fiel de su amor

embravecido.

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Vivo en Avellaneda, provincia de Buenos Aires. Entre otras cosas, escribo

ciencia ficción y novela negra. Mis cuentos publicados son “La fantasía y el

horror” (2010), “El recuerdo olvidado” y “Alguien” (2013). “El camino a

casa” (Editorial Dunken - 2013) es mi primera novela publicada; “Todos Los

Soles” (Issuu.com - 2014) es mi segunda novela publicada, esta vez de manera

digital. Cuelgo diversos textos en mi blog titulado “Los Mundos Rotos”.

Las poesías y los textos que conforman El mar hundió a la ciudad fueron

escritos entre marzo de 2014 y septiembre de 2014. En agosto de 2014 hice un

viaje a las ruinas de Villa Epecuén exclusivamente para tomar las fotografías

que figuran entre estas páginas.

Lautaro Vinkon

Buenos Aires, 07 de abril de 2015

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