el sindrome de burn-out
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PSICOFARMACOLOGÍA
EL SÍNDROME DE BURN-OUT
Titular de la Cátedra: Dr. Abrey
Profesora: Dra. Gladys Rossi
Alumna: Ana G. Kelleyian
Turno Mañana
Octubre 2006
INTRODUCCIÓN:
La sociedad moderna tiene una característica de fácil apreciación desde el
punto de vista de la psicosociología laboral. Se trata de formas violentas en pos de la
producción de bienes y servicios, en empresas e instituciones, públicas o privadas. La
velocidad y el número de acciones diarias destinadas al cumplimiento de las tareas, ha
transformado la alegría de trabajar y producir bienes, en un dolor profundo que
amenaza el ámbito laboral con nuevas enfermedades hasta ayer desconocidas, cuyo
origen es el sistema laboral.
En todas las profesiones y actividades laborales existen presiones y
situaciones estresantes que pueden generar diferentes síntomas que afecten a la
persona, no sólo en el ámbito laboral, sino también en su vida cotidiana.
Básicamente, el desgaste generado por las actividades laborales no puede ser
superado por las estrategias de afrontamiento de la persona y afectan su capacidad de
adaptación generando disfuncionalidades en diversas áreas. El síndrome de burn-out,
como habitualmente es traducido, es un término que alude a este proceso.
Se habla hoy en los centros de salud, de patología como el estrés, mobbing,
burn-out y del acoso laboral. En el presente trabajo nos avocaremos a investigar sobre
“burn-out”, lo que los expertos laborales de las distintas disciplinas, medicina,
psicología y psicosociología laboral entienden como: manifestaciones, causas y
consecuencias de estas enfermedades. Las definiciones son generales, pero el
tratamiento estará enfocado hacia los profesionales de la salud, aunque no es un
ámbito exclusivo de este Síndrome, nos atañe como futuros psicólogos.
DEFINICIÓN:
El “síndrome del burn-out” o “síndrome de estar quemado” es definido de
diversas maneras, como una respuesta a una tensión emocional crónica,
caracterizada por la fatiga emocional y/o física, una disminución marcada en la
productividad y un desinterés por los clientes y colaboradores. Es una pérdida
progresiva del idealismo, la energía y la finalidad como resultado de las condiciones
laborales. Se trata de un estado de vacío interior que implica un desarrollo negativo de
sí mismo, de desgaste espiritual, de “infarto al alma”, en el que la persona afectada no
sólo ha gastado sus energías recargables, sino que ha sido atacada y dañada
mostrando daños físicos causando así enfermedades que son parte del síndrome de
burn-out. Nosotros entonces podemos entenderla como un proceso de deterioro global
de la persona: cuerpo, alma y espíritu, que conforman una unidad.
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GRUPOS VULNERABLES:
El burn-out no es exclusivo de gerentes de empresas o personas altamente
calificadas, también ataca a deportistas, bomberos, etc. Las profesiones de auxilio se
encuentran más susceptible de padecer este síndrome, es que tienen una implicación
personal o una relación constante y directa con otras personas. Por eso se utiliza el
término con frecuencia para hacer referencia a los efectos del estrés laboral en los
profesionales de la salud, la educación y de los servicios públicos y sociales. Aquí
debemos incluir a médicos, psicólogos, enfermeros, asistentes sociales y otros
profesionales o auxiliares que trabajan en este campo.
Más frecuentemente las mujeres son atacadas por el síndrome, en especial
cuando los intereses profesionales predominan sobre los intereses personales.
Relaciones interpersonales o matrimoniales sufren de los efectos y terminan por
romperse. El trabajo es lo más importante en la vida de los afectados. Frente a los
fracasos reaccionan sensiblemente y trabajan más.
La incidencia del burnout en los psicoterapeutas:
Existen pocas investigaciones y estudios que hayan evaluado la incidencia del
burn-out. Una investigación llevada a cabo en EE.UU. mediante la aplicación del
Inventario de Agotamiento de Maslach (1978), dio como resultado que el 6% de los
psicoterapeutas evaluados padecían el síndrome. Sin embargo, el nivel subjetivo de
afectación es mucho más alto y el 37% de los encuestados reconoció que ellos
mismos habían experimentado un agotamiento o depresión lo bastante grave para
entorpecer su capacidad laboral. (Ver Anexo Escala de Masach). Debido a la carrera
que curso, me dedicaré más a este enfoque.
SÍNTOMAS:
Los mismos pueden ser de distinto tipo y, al afectar en forma global a la
persona vemos que todas las áreas suelen estar afectadas. Por eso encontramos
síntomas de tipo: cognitivos, afectivos, conductuales, físicos y relacionales.
Cognitivos: las personas se vuelven intolerantes, rígidas, inflexibles o cerradas en su forma de pensar y ver el mundo. Pueden aparecer dudas, olvidos e ideas de culpabilidad.
Afectivos: entre los síntomas puede verse abatimiento, miedo, vacío emocional y enfado. Marcado aburrimiento y desinterés.
Conductuales: suele haber un declive en la productividad, distracción y pueden aparecer reacciones agresivas. Es posible que discutan, se quejen y también aumenta la probabilidad de sufrir accidentes. Algunos aumentan el consumo de alimentos, café, alcohol, tabaco o drogas.
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Físicos: agotamiento físico, fatiga crónica, aumento de las enfermedades en general, gripes a repetición, alteraciones del apetito, contracturas musculares, cefaleas, hipertensión arterial, disfunciones sexuales, insomnio. Pueden aumentar los trastornos gastrointestinales y sufrir alteraciones significativas en el peso.
Relacionales: aparecen dificultades en la comunicación, aislamiento. En general suele haber un aumento de los conflictos interpersonales, con frecuentes discusiones, peleas e irritabilidad.
Es importante señalar que no siempre es fácil determinar si una persona tiene
o no el síndrome ya que, como advierten algunos autores, se trata más de un proceso
que de un estado. Típica es la descripción de impotencia en la que al levantarse ya se
siente cansado. El trabajo no tiene fin y a pesar de que se hace todo para cumplir con
los compromisos del trabajo, nunca se termina. Lo que anteriormente era motivo de
alegría, ahora no lo es. Aún cuando se tiene tiempo se siente siempre estresado.
Vistos por otras personas aparentan sensibilidad, depresión e insatisfacción.
CAUSAS:
Es importante distinguir entre la ansiedad o tensión y el agotamiento, si bien
son fenómenos que pueden estar relacionados. Cierto grado de tensión y ansiedad
son esperables en la práctica terapéutica. El problema es que cuando esta ansiedad
se vuelve crónica, las estrategias de afrontamiento y los recursos para manejarla se
agotan, entonces comienza a aparecer un marcado agotamiento sino se adoptan
medidas para obtener alivio y recuperar energía. Entre las causas principales del
agotamiento y posterior burn-out se identifican: la personalidad y vida del terapeuta,
las características de los pacientes que este atiende, los factores laborales y aspectos
sociales.
Es relevante destacar que ninguno de estos factores por sí solos se
consideran causantes directos, sino que son factores que coadyuvan o
favorecen la aparición del burn-out.
HISTORIA:
Se le atribuye a Freudenberger (1974), el primero en haber utilizado el término
para hacer referencia al proceso de vacío emocional y el agotamiento físico que
padecían personas relacionadas con la atención de pacientes adictos.
Luego fueron Maslach (1976) y Pines (1980), quienes extendieron este
concepto a diversos grupos profesionales, poniendo el acento de sus investigación en
tratar de determinar la etiología y las formas en que la misma se desarrolla. También
realizaron investigaciones tendientes a identificar los factores preventivos y
terapéuticos del burn-out.
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En los años cincuenta hubo esfuerzos para constituir una clínica de las
enfermedades mentales del trabajo. Se logró identificar “las incidencias
psicopatológicas de la condición de empleada doméstica” (Le Guillant 1985), y se
describieron de manera muy convincente “la neurosis de las telefonistas y de las
mecanógrafas” (Bêgoin 1957).
En E.E.U.U. se denominó Burn-out (Freudenberger 1974) o síndrome de
desgaste psicológico en los profesionales que prestan “servicios humanos”, que no
tienen gratificación ni reconocimiento. Se asocia a mayores tasas de divorcio, suicidio,
cambio de trabajo, abuso de alcohol y drogas, así como a menores expectativas de
vida (Schneider 1987), y tiene importantes repercusiones a nivel institucional y
descenso de la eficacia asistencial (peor calidad de los servicios prestados, baja
satisfacción de los pacientes y no cumplimiento por los mismos de las prescripciones
terapéuticas). Por la misma fecha, la psicóloga social Cristina Maslach, estudiando las
respuestas emocionales de los profesionales de ayuda, calificó a los afectados de
“Sobrecarga emocional” o síndrome del Burn-out. Esta autora lo describió como “un
síndrome de agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal”
que puede ocurrir entre individuos que trabajan con personas.
En Europa se describe el Síndrome de Tomás, nombre derivado de la novela
de Milan Kundera, La insoportable levedad del ser, a cuyo protagonista llaman Tomas.
Lo definen como una adaptación a la pérdida progresiva del idealismo, objetivos y
energía en las personas que trabajan en tareas de ayuda humanitaria, debido a la
difícil realidad de su ocupación.
Trabajar significa enfrentarse cada día a peligros como el miedo, el
aburrimiento, la humillación, la vergüenza, el sentimiento de injusticia, de traicionar las
propias convicciones. Desde hace 13 años se denomina a este cuadro “psicodinámica
del trabajo” (Dejours 1993). El trabajo puede obstaculizar la construcción de la
identidad y ser fuente de sufrimiento.
EL ESTRÉS:
Hans Selye, médico canadiense de origen húngaro, en 1936 empezó a usar el término
de estrés tan eficaz en su polisemia como por lo que encubre, que lo hace de uso
universal.
Es considerado como el fundador de la noción de estrés. Él hablará del Sindrom of just
being sick y lo vinculará con agresiones diversas: quemaduras, traumatismos, frío. En
la revista Nature hace la descripción del síndrome general de adaptación. En los años
siguientes relata las etapas del síndrome: fase de alarma, resistencia, debilitamiento, y
muestra los corolarios endócrinos. A partir de 1950 lo considera como una noción
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fisiológica. Dumbar, alumno de Selye, es uno de los iniciadores de la medicina
psicosomática en EE.UU.
ESTRÉS POST TRAUMÁTICO:
Generaciones de médicos militares describen el Síndrome por Estrés Post
Traumático bajo una variedad de nombres: nostalgia (guerra civil), shell shock
(Primera Guerra Mundial), agotamiento de combate (Segunda Guerra Mundial),
Síndrome de Vietnam. Hasta el DSM III poco se sabía sobre la vida civil y se incorpora
la descripción de estresores que superan la experiencia humana usual.
En 1980, en el DSM III el estrés se transforma en un concepto que afecta la
salud. La palabra estrés deriva del latín stringere que evoca opresión, abandono o
impotencia. El estrés evoca una tensión excesiva que conduce a la deformación o la
ruptura. Puede ser el origen de enfermedades somáticas o psicosomáticas.
En el DSM IV se enfatiza la experiencia subjetiva de un intenso miedo,
desesperanza u horror de una persona sometida a seria injuria o amenaza a su
integridad física propia o de otros. Se acepta una prevalencia entre el 7,8% y el 9,2%.
Afecta no sólo la calidad de vida del individuo sino también de sus familiares.
Existe un estado de estrés cuando los acontecimientos rebasan la capacidad de
adaptación del individuo. El acontecimiento puede ser insignificante cuando se
considera de manera objetiva, pero para cada individuo el estrés se define
subjetivamente y la respuesta a éste depende de la personalidad y estructuración
fisiológica de cada persona. Un individuo puede reaccionar al estrés con ansiedad o
depresión, desarrollando un síntoma físico o retrayéndose, con ingestión de bebidas
alcohólicas o comenzando una aventura amorosa, o de otros innumerables modos.
Las respuestas subjetivas comunes son el temor (de repetición del
acontecimiento que ha inducido el estrés), la ira (por la frustración), el sentimiento de
culpabilidad (con relación a impulsos agresivos), y la vergüenza en cuanto a su falta
de capacidad.
El estrés agudo y reactivado se puede manifestar por inquietud, irritabilidad,
fatiga, aumento en la reacción de asombro y sensación de tensión. La incapacidad
para la concentración, perturbaciones del sueño (pesadillas, insomnio), y
preocupaciones somáticas conducen frecuentemente a la automedicación, con mayor
frecuencia con alcohol u otros depresivos del sistema nervioso central. La conducta de
inadaptación al estrés se denomina trastorno de ajuste, con especificación del síntoma
principal (por ejemplo, “trastorno de adaptación con depresión del estado de ánimo”).
Estrés: desencadenado por eventos vitales. Se puede padecer angustia, miedo, ira,
sudor, palpitaciones, extremidades frías, respiración acelerada, síndrome de
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hiperventilación, vejiga nerviosa, colon irritable, menor capacidad de concentración,
falla de memoria, sensación de indefensión aprendida, menor rendimiento profesional.
TPEPT: a partir de una grave experiencia traumática se vuelven a experimentar
recuerdos intrusos y sueños recurrentes.
ESTRÉS LABORAL:
Desmoralización/Burn-out: ocasionado por la tarea, los problemas económicos,
la organización con descenso de rendimiento, las quejas contra todo, el agotamiento
emocional y el pesimismo, los intentos de automedicación, la despersonalización, la
falta de interés en el trabajo, la pérdida de motivación, la pérdida de autoestima, la
falta de logro profesional.
Quienes trabajan en profesiones que se encuentran en íntima relación con el
sufrimiento humano (psicoterapeutas, médicos, enfermeros, personal de rescate, etc.)
son vulnerables al desgaste por empatía y al Burn-out.
La vocación por el trabajo puede ser un arma de doble filo: brinda satisfacción
si se crece profesionalmente, pero también puede ocasionar desilusión y apatía si la
propia tarea es percibida como intrascendente. En este último caso, el estrés crónico
puede producir algunos síntomas como: resistencia a concurrir al trabajo, culpa y
pérdida de la autoestima, miradas frecuentes al reloj, pérdida del interés e indiferencia,
insomnio, dolores de cabeza, problemas conyugales y familiares, entre otros. Cuando
varias de estas señales se combinan, hay que replantearse la forma de trabajar,
incluida la extensión de la jornada y la relación con pares y superiores.
Las fuertes presiones a que se ven expuestos muchos profesionales, cuyas
caras más visibles son el empeoramiento de las condiciones laborales, la caída
salarial, el aumento de las exigencias por parte de las instituciones y la falta de
expectativas de solución, se manifiestan a través de vivencias de vacío existencial y
stress prolongado que van minando las defensas y debilitando las técnicas de
respuesta.
Al personal jerárquico lo estresa tener que lidiar con responsabilidades que
exceden lo que ellos definen como el rol profesional. Esto se acentúa en los jefes de
oficina, si bien consideran que la jefatura implica un reconocimiento y ascenso en su
carrera, dándoles la posibilidad de ser creativos e introducir cambios, también reciben
el embate de los factores humanos del rol, como algo que se aparta de la verdadera
función, que sería la atención del trabajo.
Se genera un verdadero estado de agobio y desprotección, donde el oponerse
a la estructura del sistema crea la impresión de luchar contra imposibles, en el que
cada intento frustrante va debilitando al individuo hasta que este resigna su capacidad
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de perseverar.
Muchos profesionales en relación de dependencia, en el ámbito estatal o
privado, desempeñan tareas en condiciones impropias, con horarios excesivos,
inseguridad en el cargo, remuneración insuficiente y carencia de recursos materiales o
humanos indispensables para una correcta labor, ellos, integran el universo de
personas en riesgo de contraer el síndrome de agotamiento laboral.
Este síndrome es un cuadro polifacético y evolutivo, con un desarrollo histórico de
enfermedad, conocido por los médicos desde la década del ’70, puede comenzar con
cambios psicológicos que van incrementando su intensidad desde el descontento y la
irritabilidad hasta estallidos emocionales, afectando los sistemas físicos y psíquicos
fundamentales para la supervivencia del individuo.
LOS EFECTOS DEL BURN-OUT :
Afecta negativamente la resistencia del trabajador, haciéndolo más susceptible
al “Desgaste por Empatía”. Favorece la “Respuesta Silenciadora” que es la
incapacidad para atender a las experiencias de los consultantes, que resultan
abrumadoras, agobian y agotan, generando sentimientos de frustración y conciencia
de fracaso. Existe una relación directa entre la sintomatología, la gravedad y la
responsabilidad de la tareas que se realizan. El concepto más importante es que el
Burn-out es un proceso (más que un estado) y es progresivo (acumulación de contacto
intenso con consultantes).
El proceso incluye:
1. Exposición gradual al desgaste laboral
2. Desgaste del idealismo
3. Falta de logros
La edad aunque parece no influir en la aparición del síndrome se considera que puede
existir un período de sensibilización debido a que habría unos años en los que el
profesional sería especialmente vulnerable a éste, siendo estos los primeros años de
carrera profesional dado que sería el período en el que se produce la transición de las
expectativas idealistas hacia la practica cotidiana, aprendiéndose en este tiempo que
tanto las recompensas personales, profesionales y económicas, no son ni prometidas
ni las esperadas.
Según el sexo serían principalmente las mujeres el grupo más vulnerable, quizá por la
doble carga de trabajo que conlleva la practica profesional y la tarea familiar.
El estado civil, aunque se ha asociado el Síndrome, más con las personas que no
tienen pareja estable, parece que las personas solteras tienen mayor cansancio
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emocional, menor realización personal y mayor despersonalización, que aquellas otras
que están casadas o conviven con parejas estables. También la implicación con la
familia y los hijos hace que tengan mayor capacidad para afrontar problemas
personales y conflictos emocionales con la ayuda del apoyo familiar.
Los turnos laborales y el horario laboral de los profesionales pueden conllevar la
presencia del síndrome.
Sobre la antigüedad profesional, algunos autores encuentran una relación positiva
con el síndrome manifestada en dos períodos, correspondientes a los dos primeros
años de carrera profesional y los mayores de 10 años de experiencia, como los
momentos en los que se produce un menor nivel de asociación con el síndrome.
Es conocida la relación entre Burn-out y sobrecarga laboral en los profesionales asistenciales, de manera que este factor produciría una disminución de la calidad de
las prestaciones ofrecidas por estos trabajadores, tanto cualitativa como
cuantitativamente. Sin embargo, no parece existir una clara relación entre el número
de horas de contacto con los pacientes y la aparición de Burn-out.
También el salario ha sido invocado como otro factor que afectaría al desarrollo de
Burn-out en estos profesionales.
Podemos distinguir los siguiente núcleos etiológicos:
1. EL FACTOR PERSONAL
Son las expectativas que la persona tiene al capacitarse, en el ámbito de la salud:
1. Expectativas altruistas: poder ayudar a los que sufren.
2. Expectativas profesionales: ser un profesional competente y ser considerado como tal.
3. Expectativas sociales: Tener un prestigio social y buenos ingresos económicos era lo
esperado, ahora los cuestionamientos a la profesión y a la praxis, están venidos a menos.
2. FACTOR PROFESIONAL
Características específicas de la atención laboral; como sentirse competente en lo que hay que
saber y lo que hay que hacer. Esto es el binomio de la formación y de las posibilidades
laborales. Hay un permanente redefinir de la profesión en el ámbito laboral.
3. FACTOR EMPRESARIAL
Corresponde a los objetivos, la organización que se establecen y los recursos disponibles.
Pero, la burocratización excesiva, el escaso trabajo real de equipo, la descoordinación con los
especialistas y las fallas en la comunicación con los directivos, hacen del factor empresarial
un “dialogo de sordos”.
Según Chernis, el Síndrome se desarrolla en tres fases evolutivas
- En la primera, tiene lugar un disbalance entre las demandas y los recursos, es
decir se trataría de una situación de estrés psicosocial
- En la segunda, se produce un estado de tensión psicofísica
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- En la tercera, se suceden una serie de cambios conductuales, consecuencia de un
afrontamiento de tipo defensivo y huidizo, que evita las tareas estresantes y procura el
alejamiento personal, por lo que hay una tendencia a tratar a los pacientes de forma
distanciada, rutinaria y mecánica, anteponiendo cínicamente la gratificación de las
propias necesidades al servicio que presta.
CARACTERÍSTICAS:
Es insidioso: Se impregna poco a poco, va oscilando con intensidad variable
dentro de una misma persona (se sale y se entra).
Con frecuencia es difícil establecer hasta que punto se padece el síndrome o
simplemente sufre el desgaste propio de la profesión y donde está la frontera
entre una cosa y la otra.
Se tiende a negar: Ya que se vive como un fracaso profesional y personal.
Son los compañeros los que primero lo notan; lo que representa un dato
importante para el diagnostico precoz.
Existe una fase irreversible: Ej. entre los médicos, del 5% al 10 % de los
afectados con el síndrome adquiere tal virulencia que resulta irreversible y hoy
por hoy la única solución es el abandono de la asistencia. En la profesión hay
bajas. Por esta razón merece la pena realizar medidas preventivas ya que con
frecuencia el diagnóstico precoz es complicado y la diferencia entre un simple
desgaste y el síndrome es muy sutil
MANIFESTACIONES:
Manifestaciones mentales: Sentimientos de vacío, agotamiento, fracaso,
impotencia, baja autoestima y pobre realización personal. Es frecuente apreciar
nerviosismo, inquietud, dificultad para la concentración y una baja tolerancia a
la frustración, con comportamiento paranoides y/o agresivos hacia los
pacientes, compañeros y la propia familia.
Manifestaciones físicas: Cefaleas, insomnio, alergias, alteraciones
gastrointestinales, taquicardia etc.
Manifestaciones conductuales: Predominio de conductas adictivas y
evitativas, consumo aumentado de café, alcohol, fármacos y drogas ilegales,
ausentismo laboral, bajo rendimiento personal, distanciamiento afectivo y
frecuentes conflictos interpersonales en el ámbito del trabajo y la familia.
GRADOS DEL BURNOUT:
Es importante distinguir diferentes grados en el burn-out.
Leve: Las manifestaciones y síntomas generan un malestar, insatisfacción y
agotamiento, que entorpecen levemente la vida y la tarea clínica.
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Moderado: Las manifestaciones se agudizan, el estrés, la insatisfacción y el
agotamiento son constantes, los síntomas físicos se incrementan y la labor clínica
se ve perjudicada.
Grave: Los síntomas y manifestaciones tienen una intensidad elevada, pueden
aparecer patologías asociadas, el agotamiento, el desinterés y la insatisfacción es
total, las relaciones interpersonales se encuentran alteradas y la actividad laboral
se ve notablemente afectada o incluso se ha suspendido.
PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO DEL BURN-OUT Y DEL AGOTAMIENTO:
Es importante que se implementen medios que permitan prevenir o evitar que
el burn-out aparezca entre los terapeutas, como así mismo es necesario tratar a los
profesionales afectados.
PSICOEDUCACIÓN:
Brindar y recibir información sobre el síndrome permite conocer y estar alerta
sobre los síntomas y manifestaciones permitiendo realizar algo para remediarlo, ya
que “Si no lo conocés, no lo diagnosticás”.
PSICOTERAPIA PERSONAL:
La terapia proporciona al clínico una oportunidad de mejorar, conocerse y
autoevaluarse, por eso es recomendado en casos de burn-out o de agotamiento.
Personalmente creo que todo profesional que quiera dedicarse al trabajo clínico
con pacientes, debe pasar al menos en algún momento de su vida por una experiencia
personal de psicoterapia. Esto no significa que un psicoterapeuta deba estar “toda la
vida en terapia”, pero si creo necesario que podamos vivenciar lo que significa estar
del otro lado, como también preguntarnos por nosotros mismos, revisar nuestras vidas,
nuestro pasado, el presente y poder pensar sobre nuestro futuro. Creo que es bueno
que podamos evaluar el lugar familiar que ocupamos, el tipo de relaciones que
establecemos, tener en claro nuestras debilidades, miedos, recursos, inseguridades,
virtudes y fortalezas. Como asimismo aprender que es esto de ser terapeuta, viendo
en nosotros mismos los efectos de la terapia. Y ni que hablar si tenemos síntomas o
trastornos psicopatológicos, en esos casos ya no es una sugerencia es perentorio que
realicemos algún tipo de terapia.
Si la persona del terapeuta es clave en el proceso de psicoterapia, entonces es
fundamental que el instrumento, que somos cada uno de nosotros, funcione bien o al
menos lo mejor posible y no se trata simplemente de mi, sino de la responsabilidad
ética que debemos asumir con los pacientes que atendemos.
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Tampoco debemos exagerar y pensar que hay que pasar la vida entera
haciendo terapia, pero tener un espacio para hablar sobre nuestra vida y nuestros
problemas es una medida que previene tanto el estrés, como el agotamiento propio del
trabajo clínico.
Supervisar frecuentemente nuestra tarea clínica, suele ser un factor importante
para detectar síntomas de agotamiento e insatisfacción. Existen diversas modalidades
que pueden servir ya sean individuales, grupales, en vivo o diferidas, en general son
una fuente importante de apoyo, retroalimentación y contención.
La auto-atención hace referencia a cuidarse uno mismo, por ejemplo
estableciendo límites claros con los pacientes, estableciendo un adecuado vínculo
terapéutico, que no sea ni muy distante ni muy próximo, para evitar una
sobreinvolucración, algo que José Bleger llamaba “disociación instrumental”. Realizar
ejercicios físicos, comer sanamente y en forma equilibrada, lo mismo que los ejercicios
de relajación ayudan a disminuir los niveles de estrés y generan una sensación de
bienestar que reduce el agotamiento. Las investigaciones muestran que los
profesionales que participaban de actividades deportivas obtenían un puntaje menor
en el Inventario de Agotamiento de Maslach. Tener tiempo libre y poder tomar
descansos entre los pacientes, permite recuperar energías tanto físicas como
mentales.
Las redes de apoyo social que brindan la familia y los amigos, se cuentan entre
las medidas más eficaces para remediar el agotamiento, ya que reducen la fatiga
emocional, permiten desahogar sentimientos, además de combatir los efectos del
aislamiento. Contar con una red de colegas con los cuales compartir ya sea de manera
formal o informal sugerencias, anécdotas, consejos, etc., permite reducir el estrés y la
insatisfacción experimentada por muchos terapeutas. El trabajo en equipo, así como
los grupos de discusión o los talleres que permiten compartir problemas comunes y
experiencias, son un importante estímulo para el desarrollo y crecimiento profesional
que funcionan como preventivos para el burn-out. Y como no hay mejor predicador
que el que predica con el ejemplo, es por casa por donde debemos empezar, por eso,
cuidemos nuestra salud.
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BURN-OUT Y MOBBING:
Mobbing, es una forma sistemática de acoso prolongado en el tiempo con el fin
de perseguir el aislamiento de una persona respecto del grupo laboral, a raíz de lo cual
la víctima pierde su autoestima y su capacidad de trabajo con el propósito de
manifestar una superioridad o la destrucción laboral del ofendido, llevándolo al
autoexilio o expulsión indirecta.
Al contrario del burn-out, el mobbing ataca de manera directa la dignidad
personal y su integridad física y moral. "Se trata de una técnica de intimidación propia
de empresas u organizaciones institucionales que no quieren o no pueden proceder al
despido, por la cual el hostigador utiliza su cargo superior para ir arrinconando y
aislando al trabajador elegido hasta acabar por inutilizarlo, después de un lento
proceso de desgaste del que, a diferencia del acoso sexual o la violencia física, no
quedan huellas aparentes y resulta difícil de demostrar por las escasas pruebas físicas
que puedan existir. Una vez se ha comprobado que el problema es claramente un
caso de mobbing, utilizándose como medios o instrumentos de detección los
cuestionarios, entre otros, Heinz Leymann recomienda para salir del trance: buena
forma física y mental; confianza en uno mismo con recuperación de la autoestima;
reclamar la consideración del entorno; no caer en provocaciones; buscar apoyo en la
familia y los amigos; procurarse una estabilidad económica; buscar un margen de
maniobra para no sentirse bloqueado y sin salida, y recurrir al apoyo psicológico.
FARMACOLOGÍA:
Además del tratamiento psicoterapéutico, en especial la terapia cognitiva, el
burn-out puede tratarse con fármacos según la personalidad de base del paciente y
según la gravedad del síndrome.
Los inhibidores selectivos de serotonina (ISRS), como sertralina y paroxetina
están como la primera opción debido a su eficacia, tolerabilidad y seguridad para
mejorar los síntomas asociados de depresión y ansiedad. La buspirona es
serotoninérgica y también puede ser útil.
Los tricílicos: imipramina y amitriptilina aunque debe extenderse la duración,
son útiles en la depresión.
Las benzodiacepinas pueden ser útiles para reducir la hiperexcitabilidad en los
casos moderados y graves. Serán usados preferentemente por tiempos no muy
prolongados con el objeto de limitar la dependencia. Las benzodiacepinas (fluraxepam,
temazepam, quazepam, triazolam) autorizadas para el uso como hipnóticos servirán
para combatir el insomnio del burn-out. El control continuado de estos fármacos debe
ser explicado al paciente desde el inicio.
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El pronóstico suele ser bueno sobre todo si se cuenta con una red de apoyo
consistente, técnicas de relajación-respiración, aconsejamiento psicológico, etc. La
medicación mencionada permitirá al psicoterapeuta iniciar un proceso vincular con el
paciente y acelerar el tratamiento especifico del burn-out acompañando las decisiones
que el consultante deba tomar a fin de evitar el agotamiento o una futura recidiva.
Los psicofármacos facilitarán la tarea del psicólogo y coadyuvarán a los
cambios en el ritmo de vida del paciente. Sin embargo, es probable encontrarse con
alguna patología de base o encrucijadas difíciles de resolver, presiones inevitables que
el consultante debe padecer. En estos casos, el trabajo interdisciplinario se hace
imprescindible. Desde quien detecta el problema hasta que el paciente llega al
consultorio de psicólogo o médico psiquiatra, el peor pronóstico se esconde bajo
frases como: “ya se te va a pasar” “esto es por culpa de....... (sistema, jefe, presiones,
etc.)”, esto solo enraíza el problema y no ayuda a ponerle coto.
Las jornadas laborales, el ambiente de trabajo, las vacaciones, el trato familiar,
etc. deben ser observadas en todos los casos y relacionarlas con la prescripción de
medicamentos.
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BIBLIOGRAFÍA:
American Psychiatric Association. “Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders”, 4º Ed. Texto Traducido y Revisado. Washington, DC. 2000.
Apuntes de clase
Cía, Alfredo Horacio. “Trastorno de Ansiedad Social”. Tomo 1. Polemos, Buenos Aires, 2004.
Cía, Alfredo Horacio. “Ansiedad, Estrés, Pánico, Fobias. Trastorno de Ansiedad”. Polemos, Buenos Aires, 2004.
Kaplan-Sadock. “Sinopsis de Psiquiatría”, Ciencias de la conducta/Psiquiatría clínica. 9ª Ed. Waverly Hispánica. Barcelona, España. 2004.
Labrador, F, Cruzado, J. A. “Manual de Técnicas de Modificación y Terapia de Conducta”. Editorial Pirámide, 2000, Madrid.
Pérez Jáuregui, María Isabel.”Psicología y Psicopedagogía de la USAL” Publicación de la USAL N*5 Marzo 2001.
www.javiercamacho.com.ar
www.psicología.com
www.psiquiatría.com
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