ensayo.reflexiones antropológicas
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Reflexiones antropológicas acerca del miedo social en el Uruguay actual
“Se inició la Edad de Oro, la buena fe y la justicia eran las únicas leyes.
No se conocían todavía los motivos que impulsaban al hombre ni los
suplicios.”
La Metamorfosis. Ovidio. c. año 1 d.c.
Miedo: perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o mal que realmente
amenaza o que se finge en la imaginación. Diccionario de Psicología.
“La dominación entre los animales, consiste en comer, beber y copular primero, siendo
estas precedencias el origen de las jerarquías en el reino animal” Dr.Henri Laborit.
Investigador. Francés.
“Un león que se lanza sobre una gacela no es en lo conceptual más agresivo que un
ama de casa que obtiene su filete en la carnicería, no hay en ninguna de las conductas
enemistad u odio, todo se reduce a solucionar un problema de alimentación.”idem
“Toda pena que no se deriva de la más absoluta necesidad, es tiránica”. Montesquieu.
“Llama mi atención al estudiar las leyes inglesas que existan 160 acciones que son
penadas con la muerte . La mayoría pequeñas faltas. Mirabeau. Observaciones de un
viajero en Inglaterra. 1778
“No se puede llamar justa la pena de un delito cuando la Ley no ha procurado con
diligencia el mejor medio posible de evitarlo. Perfeccionar la educación constituye el
medio más seguro, al mismo tiempo que el más difícil, de evitar delitos.”Cesare De
Beccaria. De los delitos y de las penas.1764
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I- El necesario malestar del miedo.
i. Algunas Reflexiones
El hombre, o si ya queremos ubicarlo en la taxonomía y reino que se le
adjudica , el Homo sapiens sapiens, trabajoso amén de maravilloso y paciente diseño
de la Evolución, ha vivido, ha sobrevivido y ha logrado suceso como género y especie
entre otras variables, desde, con y permanentemente interpelado por sus miedos .
No le es éste , o no debería , ser un sentimiento extraño a su existencia siempre
azarosa , animal entre animales, omnívoro carente de defensas, definidas en las
grandes garras y enormes colmillos de otros animales carniceros, necesitado aspirante
a predador perdido entre majestuosos predadores, hubo entonces que desarrollar desde
la necesidad extrema, extrategias y habilidades para superar su condición de víctima en
la inmutable cadena trófica que une a todos los seres y metamorfosear su primigenia
condición carroñera en hábiles y eficientes destrezas de cazador recolector.
Casi sin apercibirnos, escasos siempre de tiempo para la pausa y reflexión de
nuestra cotidianeidad, hemos aceptado olvidar la función de tal emoción , variable no
aleatoria ni menos aún superflua , por el contrario imprescindible función a su
seguridad , producto último de pura selección natural, análoga al dolor físico, en
cuanto hace a la generación de alertas de protección, propia y del grupo en cuyo
interior refugia su mucha humanidad y su escasez de naturaleza variable de suma
importancia al momento de medir su capacidad de gestionar su sobrevivir y en
consecuencia sus mayores probabilidades de éxito evolutivo, a la procreación de
más hijos aptos a perpetuar la especie .
Olvidamos entonces sin mayores culpas, tal como usualmente lo hacemos desde
el encumbramiento de nuestra soberbia humanidad con todo aquello que con
impertinente tozudez nos recuerda el Reino animal , que el temor que acompañó los
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días y las noches de nuestros ancestros y más tarde el de las especies sobrevivientes,
potencialmente alienta aún en cada uno de nosotros. Es inevitable que un sentimiento
tan perturbador, lleve desasosiego a nuestra “civilizada” racionalidad ,
sobreestimada criatura , de pretencioso y pretendido reinado, omnipotente y harto
prepotente sobre el resto de los seres con quienes compartimos el planeta Tierra.
La vida cotidiana, ese todo dinámico y vital conjunto de peripecias donde
instalamos nuestra individualidad y escenario donde compartimos y socializamos
necesidades , nos acerca y enfrenta sin cesar a episodios violentos. Más o menos
graves, más o menos próximos, pero que de cualquier manera igualmente dañan la
confianza en nuestros mecanismos de protección , sean estos aún estacionados en
estado de naturaleza, como permeados de cultura, son igualmente siempre frágiles,
construidos ya fuere desde y con la utilización de destrezas y habilidades en el uso de
tecnologías devenidas en armas o ya en los siempres permeables y frágiles contratos
culturales de convivencia en los que enconmendamos con más fe que racionalidad el
seguro transcurrir de nuestro diario vivir.
A estos acontecimientos , se les comenta, interpreta, jerarquiza y se les
proporciona en el imaginario del grupo un nivel de amenaza que será proporcional no
al hecho en sí, fuera de toda medición, sino a las características acumuladas de
incertidumbres y temores que recorran el interior de la comunidad amenazada .
También se intentará, reactivamente, tomar medidas hábiles a su protección y
salvaguarda .
Tampoco aquí nos encontramos con algo nuevo. Siempre a través de los tiempos
la vida del hombre ha estado determinada por la inseguridad y signada por la
incertidumbre y ciertamente condicionada absolutamente desde la vulnerabilidad
racionalizada que hace posible pensar la amenaza como un daño real.
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Ya el propio relato bíblico en su construcción abunda en violencia, casi que nos
inicia a la historia sagrada de la especie con un episodio fratricida. Nada extraño
estamos seguros a la dura realidad desde los tiempos de vagar por las llanuras africanas
en donde luchar por la vida era la única y verdadera actividad a tiempo completo. Y
así lo encontraremos en los mitos fundantes, sin excepción, surgirá desde formas y
figuras antropomórficas o no, la violencia, la muerte y por cierto que su efecto mayor,
el miedo, causando profundo malestar en el seno social profundo y desencadenará
necesidad y búsqueda de remedios a angustias existenciales generadas en esos miedos
atávicos trasmitidos, y la necesidad de buscar espacios esperanzados en el mundo
espiritual y enlazar los problemas de la existencia material en relación directa con el
mundo no racional de lo divino como superior a lo humano .
Podemos entonces asumir, que estos miedos no son nuevos, son aquellos
miedos, puestos en nuevos escenarios. No deberíamos hacer al respecto calificaciones
de valor. Aquel miedo nocturno cobijado en los fuegos ancestrales, cuando ser comida,
era una posibilidad cierta y con mucha probabilidad de concretarse, es también este
miedo de hoy .
II- El Otro
Es aquí donde irrumpe en el escenario del cotidiano moderno , malvenido,
odiado, temido, otro de los agonistas de este drama. Ese personaje , daño colateral se le
denominaría ahora, de los tiempos de los primeros asentamientos humanos, de la
naturaleza domesticada y del hombre en cultura, tiempos que dejaron de ser crudos ,
tiempos de los primeros excedentes y por tanto de la propiedad. Del tuyo y del mío.
Es el perturbador, el transgresor a la norma y a la costumbre. Es ese actor con tanta y
cada vez mayor presencia en nuestra cotidianeidad : el delincuente. Existe idea , que
nos ha impulsado a construir la falacia que asocia la violencia , el delincuente y al
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miedo, como pertenecientes indisolublemente al mismo concepto y significación. No.
Pueden ser parte una de otra, pero lejos está la violencia con ser un fenómeno
monocausal , aunque a veces tolerar esta definición simplista, facilita la tarea de
explicación y/o peor, la justificación desde los ámbitos de poder responsables del tema.
No nos anima en este trabajo presunción alguna de novar en demasía acerca de
un tema como la criminalidad, del cual no existen dudas al respeto, es uno de los temas
próximos a la vida humana en sociedad ,del cual hoy más se habla, más se discute,
analiza y se propone, alrededor del mundo. Entendido éste, como ese espacio cultural
casi infinito, en donde la diversidad cultural, entendamos a ésta conteniendo lo
religioso, lo económico, lo político, las costumbres y los usos de vivir, desarrollados y
contenidos a partir desde ese todo complejo cultural que el pensamiento simbólico del
homo sapiens transforma en soluciones a los infinitos problemas de su supervivencia,
torna de por sí difícil y difuso la definición universal del concepto crimen como hecho
social , hecho social y cultural por excelencia y por tanto de una diversidad en la
construcción de sus variables que calificaríamos de infinitas, quedando enmarcados los
actos y acción que lo construyen de muy diversa forma sea cual fuere el espacio
cultural dado. Podríamos citar infinidad de conductas que una cultura acepta, legisla y
penaliza como crimen en tanto que la cultura inmediata y vecina toma opciones
totalmente opuesta.
No importan modelos culturales, credos religiosos, sistemas políticos , etc. ,
siempre al interior de cada sociedad particular, el tema de lo criminal y sus
consecuencias sobre la vida cotidiana de sus miembros tendrá un impacto importante en
lo que hace a trascendencia como parte integral y funcional a las peripecias de cada
lugar.
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Desde lo cuantitativo el tema se refleja , sin acusar mayores diferencias en
cuanta encuesta de opinión se lleve adelante, que la pérdida de seguridad personal es el
valor cuyo supuesto deterioro más lamenta el ciudadano uruguayo al ser consultado. Ha
superado ya desde hace unos cuantos años a otras variables como la economía, el
salario, el desempleo, la salud, etc., que otrora encabezaban una y otra vez las listas. Es
fácil consultarlas. Lo que no es tan fácil , es tomar justa distancia y dimensionar el
problema desde un abordaje cualitativo, interpretativo del mundo emocional de las
personas. Ahí donde interviene en toda su maravillosa extensión y expresión el mundo
simbólico que nos privilegia en nuestra humanidad. A decir verdad, en esos espacios
cargados de simbolismos, todo parece empeorar aún más trasladado a escenario tan
enriquecido de subjetividad. Lo percibimos y se percibe aumentado, distorsionado,
exacerbado desde nuestra necesidad de tomar distancias de tales amenazas ciertas o
imaginadas . Es algo así como una regla. Cada sociedad enmarca sus temores dentro de
parámetros más acentuados que lo que reflejan la realidad y sus amenazas, y esto se
visualiza perfectamente una vez matematizado el tema desde encuestas cuyo insumo
parte de entrevistas cerradas. Así, sucede en la relación miedo social y las razones que
lo causan. Parece ser que no justifica cantidad ni calidad con los hechos legítimos
violentos. Para el caso, enfrentadas las encuestas de opinión con los números oficiales
de delitos, parecería que no debería cundir tanto temor. Menos aún si hacemos análisis
comparativo con realidades de la región y del mundo.
Si queremos tener una primera idea de cómo funciona el tema al interior de una
sociedad dada que estemos visitando, una lectura del catálogo de delitos y penas que
conforman la ley penal en dicho lugar, nos servirá de primaria aproximación, luego, la
realidad y la realidad construida socialmente desde muchos otros ángulos, muy
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importante por supuesto desde los medios de difusión de noticias, dirán y nos
aproximarán al resto por descubrir.
III - Ellos
A la aproximación de un tema tan complejo socialmente como es la seguridad
de sus miembros , tanto desde lo confuso de sus límites semánticos, también
actualizado en el discurso y en la opinión pública como la seguridad pública o desde su
acepción de seguridad ciudadana actual, terminología arribada en préstamo desde el
discurso norteamericano de la década de los ´70s y siguientes, que parece en principio
reducir subliminalmente los alcances de connotación, quizás en otro lapsus capital-
urbe- centrista, extrechando el fenómeno a estudiar dentro de límites urbanos.
Desde la observación, al enfrentar el análisis de la información, que es en su
disponibilidad, vasta y heterogénea aún cuando muchas veces escasa de método , en
todo el significado del término como camino para llegar al conocimiento, enraizado
el todo en la trama de propias experiencias personales como operador en el sistema
jurídico-policial en tareas sustantivas en la gestión del fenómeno , entiendo desde este
ensayo . desde su medida y en racional pretensión de su alcance, manifestar hábil y
pensar sostenible que cualquier hipotético modelo social de convivencia pacífica y
todo pretendido modelo de orden público para un grupo social dado, será imposible
en tanto se lo intente construir desde ejes donde el haz de medidas de control del tema
y las soluciones así diseñadas estén permeadas y contaminadas desde su primer
boceto , en el predominio de una visión ideológica e histórica conceptualmente
represiva, en las cuales al momento que el sistema visualiza e individualiza al Otro que
no ajusta su conducta al modelo al uso, lo etiqueta y prejuicia , e intenta torpe y
tozudamente en instalar en su alrededor cual otra invisible prisión, todo un sistema
compuesto de vanas operaciones de modelaje social conducente a instalar en ese Otro
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extraño y amenazante, reglas de ciudadanía correcta. Lo que se pretende es
esencialmente suprimirlo en la especificidad de su problema y termina de uno u otro
modo gestionándolo cual enemigo capturado, en el olvido que lejanos son los tiempos
seudo científicos de César Lombroso y su hipótesis del criminal nato, desarrollada
desde su obra mayor publicada en 1876 “ L´Uomo delinquente”, ideas que desde su
teoría del criminal atávico en un principio deslumbraron al mundo científico de la época
y también al público lego al que fascinaba la idea de “etiquetar” a sus congéneres rasgos
fenotípicos pero desconociendo los alcances de la genética, heredables y congénitos, por
otra parte casi siempre asociados a la concepción de fealdad, al pobre miserable, al
deforme, al minusválido, en definitiva al diferente.
Para nada se observaba lo social como factor de peso y presencia en el
desarrollo de conductas desviadas, por el contrario encontraba en un determinismo
biológico las causas que conducían al individuo a criminalizarse, y más aún, entendía
que tal determinación era posible encontrarla en los rasgos físicos del individuo desde
las cuales podían identificarse a priori los individuos proclives a la criminalidad, ideas
que fueron populares, defendidas con ardor y aceptadas en su momento , olvidadas y
rechazadas hoy desde nuevos y sólidos paradigmas científicos, aceptados
universalmente por la comunidad de cientistas sociales y desde los cuales ya nadie
discute la importancia del medio social en la gestación de conductas desviadas.
También si escudriñamos más allá aún los tiempos , encontraremos aquellos la
racionalidad dominante hacía del extraño su contrario y por lo tanto justo y
conveniente, esclavizarlo , matarlo y/o comerlo.
En el actual escenario planetario que compartimos, bien cierto que también
existen perversas diferencias que puestas en evidencias, miradas y vistas, producido el
extrañamiento ante tanto prójimo durmiendo debajo de cartones, carroneando desechos,
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etc., bien es cierto que no tenemos en cuenta nuestra pertenencia al mismo género y
especie que estamos contemplando, nos protegemos desde una ajenidad que realmente
es una de las causas principales del fenómeno. Siendo expresamente la cultura desde
sus usos y costumbres específicas la que aporta los alcances de nuestra conducta y la
valoración de nuestros actos desde el interior de la misma es claro que en ella se
encuentran las claves. Las claves culturales nos puede hacer diferentes con el Otro,
nunca distintos.
III -Nosotros
La opinión pública en Uruguay, y en la intimidad de su interior donde se
acomoda sin esfuerzo todo ese enorme miedo social al delito y podríamos casi que
agregar pánico al delincuente, o mejor aún desde la precisión, pánico al estereotipo
humano delincuencial, dibujado desde el etiquetamiento, muchas veces racista, la mayor
de las veces clasista y en casos cada vez más frecuentes, xenofóbicos, de ciertos rasgos
fenotípicos, que siempre se corresponden en los países de la región, con el tipo humano
“aindiado”, pardo, negro, o cualquier otro prototipo que conforma ese fenómeno
perverso que se construye tanto desde el interior de las fuerzas policiales, todavía
ancladas y perdidas en el maniqueísmo conceptual alimentado desde una verdadera sub-
cultura institucional, de Ellos y Nosotros, como también desde el resto de la sociedad
el concepto de “pichi” con el cual se señala y estigma a ese Otro, generalmente pobre,
mal vestido o con una vestimenta que produce una estética hoy conocida y legitimada
en todos los escenarios sociales uruguayos e integrado al vocabulario vulgo como
“plancha”, aún hasta en los políticos- no olvidemos el fenómeno plancha que con gran
presencia mediatica llegó con sus carros y caballos hasta la Sede de uno de los partidos
políticos nacionales .
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No es este un fenómeno ajeno al resto del mundo, se forma a partir de un
discurso convertido hegemónico desde lo continuo, en uso y en costumbre, emitido
, sin que sea un dato relevante , explícita o implícitamente por todo el sistema y sus
diferentes operadores en forma inconsciente o no, pero no necesariamente confabulados
al respeto, a otro modo que no sea la sumisión a reglas dictadas desde un modelo
culturalmente dominante y que se expresan inequívocas al momento de jerarquizar,
seleccionar, diseñar formatos y diseminar las noticias que se emiten , potentes textos
discursivos que portan en si mismo señas mas propias de un teatro de operaciones
bélico que de un escenario civil y urbano la más de las veces .
No quedemos distraídos pensando que estamos ante un fenómeno
nacional, y que por lo tanto podemos resolverlo, en caso de hacerlo,
también a nivel nacional. Nada parecido a esto, quizás el propio concepto
de soberanía quede maltratado y lastimado cuando de criminalidad globar
se habla. Son verdaderos problemas para los cuales las barreras aduaneras
y las fronteras no significan mayormente nada. Las variables que mueven al
fenómeno tampoco se pueden controlar ajenas a la región y al mundo, sean
éstas locaciones las que sean, solamente podemos resolver parte de los
distintos niveles de la criminalidad moderna .
El ignorar este sencillo análisis del problema, hará que fuere cual
fueren las medidas de contención que se desarrollen, siempre se estará
como escuchara expresar a un jerarca de los servicios policiales “arando en
el océano” y es necesario hacer el mayor esfuerzo por impedirlo, el modo
de vivir se enfrenta a un cruce de caminos, dependiendo de cual se tome
serán las consecuencias en coexistencia humana.
Hay un continuun en la secuencia de noticias, y es desde allí, desde una
posición de privilegio, prestigio y status legitimantes a la vez que legítimos, se emiten
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mensajes que detallan bajas y pérdidas materiales de criminales, asumidos
peligrosamente desde el mismo como un enemigo que alcanza medida de organicidad,
acechando al tejido social del grupo desde una ominosa y difusa ajenidad amenazante,
significando a tales episodios coyunturales como triunfos que paradojalmente
legitiman a aquel en la derrota.
Los administradores a su turno expropian estos episodios y los resignifican
como indicadores y los exhiben interpretándolos como inequívoca señal de éxito en la
lucha contra ese algo abstracto que ha dado en connotar delincuencia como antagónico
con lo no-delincuente dentro de imprecisos y difusos límites . En lo cualitativo, rápido
se metamorfosea el fenómeno desde la medida humana de persona o personas que en
lo individual o desde el conjunto contravienen costumbres y leyes , derivando hacia un
nebuloso colectivo, orgánico y ominoso, que desde su ilegalidad, con algo de
inmutable e inevitable, nos acecha como grupo y esto extrañamente lo legitima no ya
en el imaginario popular, también en los restantes imaginarios que conforman el
escenario social afín a este tema, compuesto por los profesionales de la política, de la
prensa, de la policía y también de lo jurídico .
No duda el emisor a la difusión de estas noticias, legítimas en lo formal de la
ocurrencia real de los hechos detallados, que estas influirán en la sensación de
seguridad que los destinatarios –en este caso la sociedad en su conjunto percibe. Es
decir el señalizador de peligrosidad desciende en proporción directa a cuantos
delincuentes se apresan y eliminan , que es mas allá de cualquier otra consideración o
enfoque eufemístico es la verdadera pretensión social al encarcelarlos y banquerizar el
término de la pena según peligrosidad convenida jurídicamente y por lo tanto tan
subjetiva como cualquier otra medida que pudiera plantearse como remedio al
problema .
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Lo bancario cuenta correntista del sistema disgusta entre otros factores en esta
pretensión esencial y realisticamente punitiva . Quizás podríase acordar en principio ,
que de exonerarse el tema de su componente social, sencillo sería planificar desde el
poder estatal , con recursos que a la comparación pueden verse como infinitos, la
planificación y ejecución de operaciones policiales de búsqueda , detención y/o
eliminación de las personas que contravienen las convenidas normas culturales de
convivencia . La ubicación y existencia de zonas de la ciudad potenciales habitats
de delincuentes están perfectamente visualizadas en la realidad y de hecho subsumidas
en las rutinas diarias de convivencia a nivel individual , e institucional. Cada ciudadano
tiene claro cuales zonas urbanas de la ciudad son poco recomendables y seguras en tanto
que dicha inseguridad se legitima desde las instituciones que prestan servicios públicos
y muchos no se cumplen o retacean en dichas zonas sin que desde el Estado pueda
remediarse tal guetizacción de hecho.
Es oportuno aclarar que estamos reflexionando sobre los delitos contra la
persona y contra la propiedad realizados mediante coacción o fuerza que son lo que
conmueven la opinión de la población y generan lo que ha dado en llamarse sensación
de inseguridad, que no es otra cosa que sentirse inseguro, desde que la seguridad
personal , de la familia y del grupo es un factor de jerarquía en las emociones humanas
desde sus etapas primigenias, no siendo por tanto un rasgo que aparezca en la
modernidad. También es un rasgo que compartimos con todas las demás especies no
humanas.
Existe una evidente contradicción , a la cual aparentemente somos
todos mayormente distraídos y/o indiferentes, entre la visibilidad casi que
reificada del fenómeno de la criminilidad y su consecuencias en episodios
de inseguridad y en construcción de miedos sociales, y el pensamiento,
estudio, investigación del mundo académico. Casi que lo poco o mucho
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que el tema amerite atención erudita, pasa y se desarrolla en las
universidades, en los institutos de investigación, en las asociaciones
internacionales regionales y mundiales, en los foros y en los posgrados,
generando y prducciendo un conjunto tal de literatura técnica, totalmente
ajena al mundo lego. Este panorama común a lo que sucede en el mundo,
llevado a la realidad de nuestro país, aún empeora de que las disciplinas
que mayoritariamente se ocupan del tema, el derecho penal la observa
superficialmente y la criminología está presente desde su ausencia.
No es éste un tema menor remarcar la ausencia de legitimación académica que
portan la mayoría de las opiniones, exageradamente pródigas en éstos tiempos en que la
inseguridad y el miedo, venden y venden mucho, y no estoy precisamente y/o
únicamente pensando en rejas y alarmas de todo tipo y tamaño, la mayoría de dudosa
utilidad, sino que también desde los discursos de poder que nos llegan desde los
distintos actores que conforman el panorama de la élite en los estamentos políticos,
tanto oficiales como opositores, en donde el tema brinda jugosos dividendos y a
encumbrado a los que del mismo se ocupan a posiciones de vedetismo político,
desconocidas no demasiadas décadas atrás, cuando el Ministro del Interior era un
Ministro de Gobierno y no un operador policial más. Salvo una materia de escasas 60
horas y optativo al título de Doctor en Leyes que brinda la Facultad de Derecho, en el
país extrañamente no existe la Criminología como oferta de carrera universitaria. Por lo
tanto, salvo algún ilustre cociudadano formado en el extranjero, o propiamente un
profesional extranjero, no hay investigadores abocados exclusivamente al tema
criminológico. Si le aborda desde otras prestigiosas tiendas académicas, como pueden
ser la Sociología, la Antropología y el Derecho Penal desde donde hay surgido
importantes trabajos de aproximación seria y severa al tema. Igualmente no parece ser
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suficiente. Y no lo parece desde el momento que cuantitativamente se ha medido el
sentir de los uruguayos y los mismos sienten su inseguridad como uno de sus
principales problemas, dejando atrás, aquellos siempre presentes anhelos de más y
mejor trabajo, salud, vivienda, salarios, etc. , hoy las mediciones -y las manifestaciones
públicas y populares cada vez que un hecho violento conmueve el tejido social- se
manifiestan en la petición cada vez más exigente de más y mejor seguridad. Una y otra
vez y cada vez con mayor frecuencia se alzan voces que claman por la presencia del
Ejército patrullando la ciudad. Ya aparece el esquema en las plataformas político-
electorales de algunos candidatos que proponen en analogía a los servicios que las
Fuerzas Armadas prestan como cascos azules de la ONU, verdaderas misiones de
pacificación de los espacios territoriales de la ciudad y zonas metropolitanas, que se les
conoce y reconoce como “zonas rojas” significativo color que connota violencia y
sangre, y es así que se les conoce a barrios de la periferia montevideana.
Como parte integral, creemos desde este modesto ensayo, de una excesiva
aplicación de sentidos comunes, por tanto cambiantes y diversos, acomodados a las
distintas realidades, reactivos a situaciones de mucha resonancia negativa por su
gravedad, y a la falta de verdadera investigación sobre el fenómeno, que desde su
explicación amerite el análisis de las causas y desde ahí se construya una verdadera
estrategia de estado, permanente en el tiempo. Hoy vemos grandes espacios sociales
invadidos por el Plan 7 Zonas, son los mismos que en un ayer muy reciente lo fueran
por los megaoperativos con gran estruendo y escaso resultados prácticos, y que por
tierra y aire llevara a cabo el Ministerio del Interior en una clara militarización en sus
tácticas, de lo que sin duda es un problema de fuerte contenido social y de los cuales no
se publicitó al menos ninguna evaluación o crítica, simplemente se desecharon y
cayeron en el olvido. Los resultado no fueron otros que construir noticias violentas,
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generar por tanto climas ominosos que aumentando la sensación de amenazas ante ese
escenario construido y diseminado a los hogares con excelente técnica cinematográfica
por la televisión, nos mostraban verdaderos escenarios bélicos, en donde gente que no
parecían ser iguales a “nosotros” en calles que no eran como las “nuestras”, en
definitiva en un lugar que no parecía pertenecer a “nuestra” ciudad ni a “nuestro” País,
personas uniformadas de negro, encapuchadas, con una utilería militar de ataque y
defensa que les daba aspecto no humano, interpelaban por la vía de la fuerza, invadían
su privacidad, les exigían identificarse, mostrar sus pertenencias, aceptar contra su
voluntad ser registrados corporalmente, etc., todo un conjunto de conductas que
ávidamente consumidas en vivo y en tiempo real, con el sonido y estruendo
ensordecedor y angustiante de un helicóptero que con definida intención aterrorizaba a
propios y ajenos, por una opinión pública dispuesta y exacerbada y con logros en rating
importantes y exposición pública de jerarcas responsables políticos y profesionales del
tema que quizá no imaginaron nunca sus antecesores que lograrían tal vedetismo y
presencia casi glamourosa en los medios en esta Sociedad de la Comunicación en la
cual aparentemente deberían ser más conocidos otros operadores sociales en áreas de
creación y desarrollo intelectual . Esa ajenidad, esa lejanía de ese Otro que está por ahí
en ese mundo vago e inconcreto de las “zonas rojas” , “barrios conflictuados” “de
contexto crítico” o tantos otros eufemismos para llamar a los barrios pobres, construida
y legitimada desde un accionar desde todo punto de vista erróneo, desde que estimagtiza
y etiqueta , desde que “militariza” un problema social, ha sido evidentemente un
retroceso muy grande en el manejo institucional del problema.
Hay una simple operación de razonamiento, que pese a caer por su propio peso
no vemos en el horizonte de cuanta estrategia se esté llevando adelante. Solamente
achicando, cuantitativamente y cualitativamente, el tamaño de tales concentraciones de
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personas en situación crítica y por lo tanto vulnerables a la sub-cultura del delito, se
podrá atenuar el crecimiento del malestar de miedo y porqué no, evitar esa sangría
económica de mantener en prisión más de 10.000 uruguayos en prisión para los cuales
así mismo es imprescindible construir cada vez más y mayores cárceles. Todo un
círculo perverso. Peor visto aún, desde los índices de reincidencia que ponen fría y dura
lápida sobre cualquier idea acerca de la capacidad potencial de rehabilitación que la
privación de libertad y la prisión puedan ofrecer como solución futura. Vemos y no
compartimos una policialización cada vez más fuerte del tema, quizá presionados los
responsables por una opinión pública exacerbada y no racional, que pide más y más
“mano dura” y aparece la figura ominosa y constructora de más violencia y miedo que
es la novel y ya célebre Guardia Republicana oculta dentro de sus negros y ominosos
uniformes deshumanizantes y que parece escapada de aquellos los versos de Lorca que
muchos creen causaron su terrible muerte en la noche de ... Si la idea era causar miedo,
puedo asegurar que lo lograron. Causan mucho temor y también pegan. Le llamo a ese
fenómeno el Síndrome de la Naranja Mecánica. A la violencia, demoslé en respuesta la
respuesta de los más violentos.
El mundo es hoy, valga lo redundante, planetario, y junto con la
globalización que es uno de sus efectos, es el fenómeno que por estas
tierras, y por otras del mundo, sustituyó a otros fenómeno nos no menos
globales a la proporción e importancia como el colonialismo Este nuestro
inmenso vehículo no se ha quedado literalmente quieto nunca, pero
también en cada momento de su tiempo social estuvo determinado por lo
que se han dado en mal llamar revoluciones .
Así atravesó la aventura humana distintas etapas, los tremendos
cambios que trajeron a las relaciones entre los pueblos y a la vida cotidiana
de sus individuos, los cambios comerciales y mercantiles del siglo XIV, el
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avasallante avance de la industria del XVIII con cambios enormes en lo
social cultural que aún perduran , vasta nomás nombrar la vida sujeta a los
horarios fabriles y el reloj mecánico sustituyendo el sol y hoy, la
divinidad tecnológica omnipresente en nuestra vida y a la cual ha hecho
dependiente, y que hace sobrevolar sobre nosotros las angustias de
aquella criatura hecha a medida por el Dr. Frankestein en su gabinete y al
que acude e interpela, con ira e indignación, exigiéndole aquello que no
pudo darle, aquello de lo cual quedó huérfano, felicidad y que lo saque de
la soledad a la cual lo condenó desde su soberbia científica. Un indignado
imaginado, muchos años antes de los indignados que hay poblado los
últimos tiempos las grandes ciudades de Europa y Brasil con sus demandas
inconcretas para un sistema demasiado abstraído en los números como
para comprender las letras.
Todas ellas importaron a lo social cultural, cambios enormes que
significaron también enormes problemas.
Hoy el mundo consumo, alimentado por un modelo que prioriza el
tener sobre el ser, y donde lo material anula lo espiritual, también está
marcando profundamente las relaciones de ese maravilloso animal social
que es el Homo sapiens sapiens. Y… arriesgamos opinión, en un escenario
tan conducente al egoísmo, es casi natural que aquellos que no tienen, no
importan demasiado aquí lo justo, sino la realidad maduren en las
mazmorras sociales de sus casuchas de lata y cartón, las mejores
estrategias de caza y recolecta, desde las cuales llenar necesidades reales
e imaginadas. El pan y el celular, la leche y los “championes” de marca.
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