flores (2011) el proceso electoral
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EL PROCESO ELECTORAL
Miguel Angel Flores Vera M. en C. Ecología Humana. CINVESTAV‐IPN. U. Mérida
CAPÍTULO 1:
INTRODUCCIÓN
El proceso electoral mexicano no es estático;
ha ido cambiando con el tiempo como respuesta a las
situaciones cambiantes del contexto político electoral
a lo largo de la historia. Por ejemplo, antes de la re‐
forma electoral de 1996, el Instituto Federal Electoral
(IFE) carecía de autonomía para organizar las eleccio‐
nes como lo ha hecho desde esa fecha hasta ahora; y
fue hasta la reforma de 2007 que el acceso a los me‐
dios, fue reglamentado, para aplicarse en futuras
elecciones. Algunos analistas han visto como positiva
la relativa falta de regulación en los medios para las
elecciones de 2000 ya que opinan que este hecho
propició la transición partidista en las aquellas elec‐
ciones en las cuales el candidato del PAN, Vicente
Fox, se constituyó como el primer presidente electo
democráticamente que desplazó al candidato del
partido oficial que había gobernado el país por más
de 70 años.
Otro ejemplo de esta situación cambiante es
que antes no estaban reguladas las precampañas, lo
cual funcionó así en las elecciones de 2006 con la
consecuencia de que se propició un excesivo gasto de
dinero y de tiempo electoral destinado a los actos de
precampaña; pero después de ello, en las reformas
del Código Federal de Instituciones y Procedimientos
Electorales (COFIPE) de 2007 – 2008, se establecieron
reglas de tiempo, rendición de cuentas, uso de los
medios, etcétera, durante las precampañas.
El magistrado González Oropesa señala que
Arreola (2008) clasifica al período comprendido de
1977 a la actualidad como el de la transición política
mexicana ya que en este período fue en el que la
justicia electoral cobró la relevancia que actualmente
tiene y en el que las caracterizas básicas son la refor‐
ma constante de las reglas electorales y la centralidad
de los partidos políticos y del voto ciudadano (Arreo‐
la, 2008, pág. 12).
En este documento se hará una revisión del
proceso electoral tratando de analizar cómo es que se
gestaron algunos de los procedimientos, tanto de los
que aún son vigentes como de los que desparecieron.
Por ejemplo, en el nuevo COFIPE, 2007 – 2008,
se establecen restricciones para la contratación de los
medios, en especial de la televisión, lo cual sólo podrá
hacerlo el IFE pero no los partidos políticos y los par‐
ticulares; ello como consecuencia de las elecciones de
2006 y los conflictos que hubieron ante la excesiva
utilización de los medios y el abuso que hicieron de
ellos no solo los candidatos y partidos políticos sino
también diferentes grupos empresariales, y las mis‐
EL PROCESO ELECTORAL Definiciones 2
mas televisoras, únicas beneficiadas con este derro‐
che de recursos. Ahora, en el nuevo código, existen
penalizaciones para todos ellos con multas específicas
para quienes violen la ley. La legislación electoral y los
procesos de organización de los comicios han ido
cambiando.
Es así que, como resultado de la creciente
complejidad tanto de la participación ciudadana co‐
mo de la democracia mexicana, después de cada
experiencia comicial, las instancias involucradas:
autoridades, movimientos ciudadanos, empresariales,
y políticos, han reclamado unívocas, reglas cada vez
más claras y precisas, y contiendas electorales mejor
reguladas.
Todas estas transformaciones, acumuladas por
la historia, se encuentran distribuidas en cada una de
las partes de una estructura elemental en la cual
consisten básicamente los procesos electorales en
general, y que está determinada tanto por el IFE co‐
mo por el COFIPE.
El Instituto Federal Electoral, sustentado en el
COFIPE, establece 4 etapas básicas del proceso elec‐
toral, a saber:
1) Preparación de la elección;
2) Jornada electoral;
3) Resultados y declaraciones de validez de las
elecciones;
4) Dictamen y declaración de validez de la elec‐
ción y de presidente electo (aplicable solo en
las elecciones presidenciales).
El establecimiento de cada una de estas eta‐
pas, de acuerdo con el mismo IFE (2006), tiene el
propósito tanto de diferenciarlas y distinguirlas cla‐
ramente como de marcarlas, en su secuencia tempo‐
ral, con diversos actos o actividades que lo integran
con el fin de asegurar el principio de definitividad.
El principio de definitividad, consiste en:
“otorgar certeza y certidumbre jurídica a la realiza‐
ción y conclusión de las diferentes actividades” y de
esta manera garantizar que todos los actores políti‐
cos: autoridades, partidos y ciudadanos se ajusten a
los términos y plazos previstos legalmente.
Es así que de acuerdo con el IFE, y como se
asienta en el artículo 210 del COFIPE, las etapas están
claramente diferenciadas como sigue.
La primera etapa, de preparación, inicia en la
primera semana del mes de octubre del año anterior
a las elecciones con la primera reunión del Consejo
General del Instituto; y concluye al iniciarse la jornada
electoral.
La segunda etapa, la jornada electoral, a su
vez, inicia a las 8:00 horas del primer domingo de
julio, es decir, el día de las elecciones y concluye con
la clausura de la casilla.
La tercera etapa, de resultados y declaracio‐
nes, empieza con la remisión de la documentación y
expedientes electorales a los consejos distritales y
concluye con los cómputos y declaraciones que reali‐
cen los consejos del Instituto o, en su caso, con las
resoluciones que emita el Tribunal Electoral.
La última etapa, de dictamen y validación, se
inicia al resolverse el último de los medios de impug‐
nación si los hubiera o en caso contrario con la cons‐
tancia de que no se presentó ninguno, y concluye con
la aprobación de la Sala Superior del Tribunal Electo‐
ral del dictamen que contenga el cómputo final y las
declaraciones de validez de la elección y de presiden‐
te electo.
Las cuatro etapas están, de este modo, clara‐
mente demarcadas y de forma explícita, en el código
electoral tanto respecto a las acciones que la consti‐
tuyen como en las actividades de apertura y conclu‐
EL PROCESO ELECTORAL Definiciones 3
sión de manera que así se obtiene certeza de cada
una de las partes del proceso.
En este documento se analiza el proceso elec‐
toral tomando en cuenta las diferentes etapas que
comprende el proceso haciendo, al mismo tiempo,
cada vez que sea pertinente, una alusión al contexto
histórico del cual deviene el actual proceso electoral.
DEFINICIONES
En primera instancia se tratara de encontrar la
definición de conceptos, principalmente de aquellos
que son los que tratan directamente del tema de esta
monografía. En este punto, conviene señalar lo que
dice Banda (2001), que, al repasar la bibliografía del
tema se encuentra con que suelen utilizarse diversos
términos, muchas veces usados como sinónimos,
tales como “derecho electoral”, “sistema electoral”,
“procedimiento electoral” o “régimen electoral”,
etcétera, para referirse a lo que en esta monografía
se denomina proceso electoral.
Citando a Nohlen, Banda explica que para
aquel, el sistema electoral expresa en su concepción
amplia, las normativas consuetudinarias que regulan
la elección de representantes para cargos públicos;
por tanto, incluye todo lo relacionado con la organi‐
zación y el proceso electoral (Banda, 2001, pág. 27).
¿QUÉ ES UNA ELECCIÓN?
Para precisar el concepto de qué es una elec‐
ción, algunos autores la señalan como la “forma de
designación de los representantes del pueblo en una
democracia representativa” (Serra 1997, pág. 100); o
bien, la “forma mediante la cual los ciudadanos mani‐
fiestan su decisión con relación a un programa políti‐
co y seleccionan un equipo de candidatos, postulados
por organizaciones políticas, para ocupar los cargos
electivos del Estado por un lapso determinado” (Brea,
1989, pág. 15).
Por su parte Nohlen y Fernández, definen la elección
como “un método democrático para designar a los
representantes del pueblo” (Nohlen y Fernández,
1989, pág. 256) También se considera como el “pro‐
cedimiento a través del cual la ciudadanía determina,
por medio del voto, quiénes de los candidatos parti‐
cipantes deben ocupar los cargos de elección popu‐
lar...” (Patiño, 1989, pág. 1244).
Entre las cuatro definiciones es posible entre‐
sacar las partes comunes que caracterizan la elección.
En primera, lo nodal o central, característico de todas
ellas es una idea característica de la democracia re‐
presentativa: que a través de las elecciones los ciuda‐
danos designan a sus representantes y dicha designa‐
ción se expresa mediante el voto.
Es así que, resumiendo las ideas, una elección
consiste en un método mediante el cual los ciudada‐
nos designan a sus representantes populares.
De León (2000) explica que también resulta
importante considerar la razón de ser de las eleccio‐
nes. Es decir, que en todo sistema político democráti‐
co, basado en la soberanía popular, el pueblo es la
fuente de poder, no lo ejerce directamente, sino a
través de mandatarios designados mediante un
método electivo que se lleva a cabo periódicamente,
en el cual participan la mayoría de los ciudadanos,
estos últimos titulares de la facultad de elegir y ser
elegidos.
Asimismo, De León, explica de qué manera las
elecciones están estrechamente incluidas dentro de
un concepto más amplio que es el proceso electoral:
Después de explicar que el desarrollo de una elección
implica, entre otras cosas:
EL PROCESO ELECTORAL Definiciones 4
“la expedición de una convocatoria; el registro
de candidatos y la realización de sus
respectivas campañas electorales; determinar
y ubicar los centros de recepción de la votación
y los funcionarios que los habrán de integrar,
así como el material electoral; establecer un
día específico para recibir la votación; la
realización de escrutinios y cómputos a fin de
obtener los resultados electorales; la
proclamación de los elegidos; y, un sistema de
medios de impugnación de dichos resultados”
(De León, 1998, pág. 264).
Después de todo ello expresa de modo conclu‐
yente: “Sin duda alguna, una elección implica todo un
proceso, un “proceso electoral”, elemento funda‐
mental de la organización de las elecciones” (De
León, 2000, pág. 264).
Sin más, esta conclusión da píe al análisis de
concepto de proceso electoral en el siguiente aparta‐
do.
PROCESO ELECTORAL
Según el IFE (2006), el proceso electoral
federal en México se concibe como:
…el conjunto ordenado y secuencial de actos y
actividades regulados por la Constitución y la
ley electoral que realizan las autoridades, los
partidos políticos y los ciudadanos con el
propósito de renovar periódicamente a los
integrantes de los poderes Legislativo y
Ejecutivo de la Unión. (pág. 1).
Una discusión relevante respecto de este con‐
cepto es el del Tribunal Electoral del Poder Judicial
Electoral mejor conocido como TRIFE, por el nombre
con que se le denominaba, Tribunal Federal Electoral,
antes de que fuera adscrito al Poder Judicial de la
Federación. Aunque actualmente su acrónimo más
propio es TEPJF, aquí, por comodidad de lectura, y
porque es también de uso acostumbrado, se usa
preferentemente TRIFE.
Según el TRIFE (2010), el proceso electoral es
un proceso normado a detalle para organizar eleccio‐
nes auténticas, es decir, en las que se respete la vo‐
luntad de los ciudadanos al votar por sus candidatos.
Asimismo, establece que dichas normas regulatorias
se sostienen en principios democráticos que son
fundamentales para sostener lo que se llama la de‐
mocracia representativa mexicana.
El TRIFE también ofrece una definición del
proceso electoral federal aludiendo a una discusión
teórica entre varios autores. Así que, basándose en
este documento se puede concretar con los siguien‐
tes términos.
Citando a Walter Antillón, el TRIFE (2010) se‐
ñala que este autor al estudiar el proceso electoral en
su Diccionario Electoral explica que en el campo jurí‐
dico los términos proceso y procedimiento aluden “a
una serie de actos colocados en una secuencia tempo‐
ral, a través de los cuales progresa el tratamiento de
un determinado acto inicial o introductorio hasta una
decisión final” (TRIFE, 2010, pág. 9).
Enseguida, el TRIFE cita a tres autores con base
en los cuales se intenta llegar a la definición legal. Es
así que citando primero a Rodolfo Terrazas, el proce‐
so electoral es una serie de actos ligados o concate‐
nados desde una etapa inicial de preparación hasta
una etapa final que es la de resultados y declaración
de validez de la elección, en la que aparecen etapas
intermedias, las que necesariamente deben cubrirse y
declararse firmes para avanzar en las posteriores
(TRIFE, 2010, pág. 9).
EL PROCESO ELECTORAL Definiciones 5
Por su parte, José Woldenberg y Ricardo Bece‐
rra definen el proceso electoral como:
“[...] la condición y la expresión práctica de la
democracia. En el proceso electoral se
manifiestan las preferencias de los ciudadanos
de una determinada comunidad política; está
constituido por una serie de etapas en las
cuales tiene lugar, característicamente, la
designación de los titulares del gobierno y del
Poder Legislativo. [...] En él se manifiestan las
opciones, las ideas y la fuerza de los actores
(partidos y agrupaciones) que aspiran al
gobierno o a los cargos legislativos, pero
también y sobre todo en el proceso electoral
cristaliza la participación y la decisión de los
ciudadanos en torno a quienes deben ser sus
gobernantes y legisladores.” (TRIFE, 2010, pág.
9).
Finalmente, de acuerdo con la definición legal,
el TRIFE establece lo siguiente: que el proceso electo‐
ral federal es:
“el conjunto de actos ordenados por la
Constitución y el propio código, realizados por
las autoridades electorales, los partidos
políticos nacionales y los ciudadanos, que tiene
por objeto la renovación periódica de los
integrantes de los poderes Legislativo y
Ejecutivo de la unión (COFIPE, artículo 209.1)”.
Pero el documento de capacitación del Tribu‐
nal Electoral no se queda ahí sino que empieza a traer
a discusión las bases o principios rectores en los que
se asienta el proceso electoral y que son denomina‐
dos “normas superiores que establecen los valores de
un orden jurídico, de un sector normativo o de una
institución jurídica”.
PRINCIPIOS RECTORES
El TRIFE, en este punto, establece que,
basándose en la Constitución (artículo 41, fracción V),
en la que queda claro que la organización de las
elecciones federales es una función estatal que se
realiza a través de un organismo público autónomo
denominado Instituto Federal Electoral, los principios
superiores en los que se basa el proceso electoral
son:
1) Certeza
2) Legalidad
3) Independencia
4) Imparcialidad
5) Objetividad
Tales principios han sido incorporados legal‐
mente en los artículos 105.2 y 109.1 del COFIPE, en
donde se retoma el texto constitucional y se señala
explícitamente que todas las actividades del IFE de‐
ben regirse por estos principios.
Ahora bien, en qué consisten todos estos prin‐
cipios que se acaban de enumerar ya que su relevan‐
cia radica en que el proceso electoral tiene a estos
principios como el “espíritu de la ley” por decirlo de
algún modo, de manera que ellos le dan sentido al
proceso.
A fin de conseguir simplicidad, en este docu‐
mento no se propondrán todas las partes de la discu‐
sión que contiene el texto del TRIFE, sino tan solo se
enuncian las explicaciones concluyentes en cada una
de las definiciones.
CERTEZA
Al hablar de certeza, se explica que la Suprema
Corte de Justicia de la Nación (SCJN) la propone como
sigue:
“Consiste en dotar de facultades expresas a las
autoridades locales de modo que todos los
EL PROCESO ELECTORAL Definiciones 6
participantes en el proceso electoral conozcan
previamente con claridad y seguridad las
reglas a que su propia actuación y la de las
autoridades electorales están sujetas”.
(Jurisprudencia P./J.144/2005)” (TRIFE, 2010,
pág. 11).
Luego, el Tribunal Electoral complementa ex‐
plicando que la certeza va unida al principio de obje‐
tividad; es decir, los actos y procedimientos electora‐
les se basan en el conocimiento seguro y claro de lo
que efectivamente es, sin manipulaciones o adultera‐
ciones y con independencia del sentir y pensar de los
integrantes de los órganos electorales.
LEGALIDAD
La SCJN establece que la legalidad es:
“la garantía formal para que los ciudadanos y
las autoridades electorales actúen en estricto
apego a las disposiciones consignadas en la
ley, de tal manera que no se emitan o
desplieguen conductas caprichosas o
arbitrarias al margen del texto normativo.
(TRIFE, 2010, pág. 12).
Esto implica que las autoridades electorales,
federales y locales, en su actuar deben apegarse al
derecho o, en otras palabras, que todo acto o proce‐
dimiento que realicen debe estar sustentado en una
norma jurídica, acorde a la constitución (TRIFE, 2010)
INDEPENDENCIA
El concepto de independencia se refiere prin‐
cipalmente a la autonomía del IFE que debe actuar de
manera independiente y no subordinada a otras ins‐
tancias basándose exclusivamente en la ley. Trayendo
en cita a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el
TRIFE retoma el concepto de independencia como
sigue:
“Los conceptos de autonomía en el
funcionamiento e independencia en las
decisiones de las autoridades electorales
implican una garantía constitucional a favor de
los ciudadanos y de los propios partidos
políticos, y se refiere a aquella situación
institucional que permite a las autoridades
electorales emitir sus decisiones con plena
imparcialidad y en estricto apego a la
normatividad aplicable al caso, sin tener que
acatar o someterse a indicaciones,
instrucciones, sugerencias o insinuaciones
provenientes de superiores jerárquicos, de
otros poderes del Estado o de personas con las
que guardan alguna relación de afinidad
política, social o cultural” (TRIFE, 2010, pág.
12).
IMPARCIALIDAD
En este concepto se indica que las autoridades
electorales no deben tomar partido o desviar sus
acciones a favor de ninguna parcialidad sino que se
norma que, de acuerdo con la SCJN, “en el ejercicios
de sus funciones las autoridades electorales eviten
irregularidades, desviaciones o la proclividad partidis‐
ta”.
En otras palabras, este principio exige que los
órganos electorales actúen en el marco de sus atribu‐
ciones de manera objetiva, supeditando cualquier
interés personal o partidario al servicio de la voluntad
del ciudadano y de la democracia (TRIFE, 2010, pág.
12).
OBJETIVIDAD
La objetividad, plantea la SCJN, obliga a que las
normas y mecanismos del proceso electoral estén
diseñadas para “evitar situaciones conflictivas sobre
EL PROCESO ELECTORAL Votación y escaños 7
los actos previos a la jornada electoral, durante su
desarrollo y en las etapas posteriores a la misma”.
Todos estos principios rectores, según la nor‐
ma del COFIPE, no solo deben respetarlos las autori‐
dades electorales sino que están también obligadas
todas las personas que estén involucradas y que par‐
ticipan en cada una de las etapas de los procesos
electorales.
El documento de capacitación del TRIFE,
abunda en más detalles de otros principios adiciona‐
les; sin embargo, a las necesidades de este documen‐
to, solo se exponen los que son considerados superio‐
res y que dan sentido al proceso electoral. Sólo por
citarlos, los otros principios de los que habla el TRIFE
son los siguientes:
1) Elecciones libres, auténticas y periódicas.
2) Sufragio universal, libre, secreto y directo.
3) Equidad en el financiamiento de los partidos
políticos y sus campañas
4) electorales.
5) Organización de las elecciones a través de un
organismo público y autónomo.
6) Equidad en el acceso de los partidos políticos
a los medios de comunicación social.
7) Control de la constitucionalidad y legalidad
de los actos y resoluciones electorales.
VOTACIÓN Y ESCAÑOS
Otro modo de entender el proceso electoral
viene explicado por varios autores de los cuales se
puede citar a Banda (2001). En términos estrictos en
contraste con su significado en sentido amplio, el
sistema electoral alude al sufragio o modo como los
electores expresan sus preferencias políticas median‐
te el voto y de cómo esos votos se traducen en esca‐
ños parlamentarios (pág. 28).
Es así que, aunque sea de manera sucinta, es
oportuno mencionar que la geografía electoral está
también en la base de la organización de los procesos
electorales. Ellos dependen de la delimitación del
ámbito territorial para el registro y distribución de los
ciudadanos que han de participar en las elecciones
(TRIFE, 2010). Por ello es necesario reflexionar sobre
la distribución de las circunscripciones.
DISTRIBUCIÓN DE LAS CIRCUNSCRIPCIONES
Esta distribución se refiere al proceso de de‐
terminación del número y tamaño de las circunscrip‐
ciones electorales. Este concepto, a citar de Nohlen
(2008), no alude a la extensión territorial, sino al
número de escaños que se adjudican en la circuns‐
cripción.
Siguiendo a Nohlen en este apartado, la distri‐
bución de una cantidad similar de electores en cada
circunscripción es un elemento clave en el funciona‐
miento de un sistema electoral. Una distribución
equilibrada de electores otorga las mismas oportuni‐
dades de triunfo electoral a los participantes en un
proceso electoral. Para garantizar la distribución
homogénea de los electores es necesario ajustar
periódicamente los límites físicos de las circunscrip‐
ciones derivados de los procesos migratorios; o bien
aumentar o disminuir el número de escaños a partir
del patrón de comportamiento de la población. La
cantidad de escaños de una circunscripción determi‐
na el efecto proporcional de un sistema electoral, ya
que según el tamaño cabe distinguir dos tipos de
circunscripciones: la uninominal y la plurinominal.
Según el TRIFE la distribución de circunscrip‐
ciones es de mucha relevancia ya que frecuentemen‐
te las críticas a un sistema dependen de cómo se han
distribuido las circunscripciones electorales más que
EL PROCESO ELECTORAL Votación y escaños 8
en otros aspectos del sistema mismo (TRIFE, 2010,
pág. 30). Y esto se debe a lo que el mismo Nohlen
dice: que mediante el tamaño de la circunscripción
puede ejercerse influencia sobre la representación
política (Nohlen, 2008, p. 10)
LA CANDIDATURA Y LOS PROCEDIMIENTOS DE VOTACIÓN
Según Nohlen, a) la candidatura y b) los proce‐
dimientos de votación, son otras dos vertientes para
explicar el funcionamiento de los sistemas electora‐
les, además de c) la distribución de las circunscripcio‐
nes y d) la conversión de votos en escaños (Nohlen,
2008, pág. 47).
En un sistema electoral pueden darse diferen‐
tes procedimientos para registrar a los candidatos, ya
que existen dos tipos de candidaturas: la unipersonal
y la lista (cerrada o abierta). Precisamente, los proce‐
dimientos de votación, otro de los componentes del
sistema electoral, se relacionan estrechamente con la
modalidad de lista que se emplea en un sistema elec‐
toral.
Una explicación sencilla de entender respecto
de los tipos de candidatura lo ofrece Pérez (2008).
Según su explicación, existen dos formas principales
de candidatura: unipersonales y por lista; en la de
lista, las variantes pueden ser –lista cerrada y blo‐
queada, ‐lista cerrada y no bloqueada, y –lista abier‐
ta. La primera permite al elector votar en bloque por
un partido, el cual es el encargado de asignar los
nombres y los lugares de los candidatos en la lista. La
segunda permite al elector decidir quién o quiénes
deben representar al partido de su preferencia,
dándoles la posibilidad de alterar el orden de apari‐
ción de los candidatos en dichas listas, pero eligiendo
siempre a los de un mismo partido. La tercera permi‐
te que el elector pueda configurar su propia lista, a
partir de las propuestas realizadas por los partidos
políticos, dejando abierta la posibilidad de elaborar
una lista con candidatos de los distintos partidos
contendientes (Pérez, 2008, pág. 387).
Pérez (2008) explica que cualquiera de estos
tipos de tipos de candidatura tiene influencias en la
relación entre el representante, el elector y el parti‐
do. Y, citando tan solo al modo de lista abierta, esta‐
blece que esta forma permite una mayor identifica‐
ción entre los votantes y los representantes electos y
favorecen la rendición de cuentas de éstos. En las
otras modalidades, los que cobran fuerza son los
partidos políticos (lista cerrada y bloqueada), o los
representantes respecto de sus partidos (lista cerrada
no bloqueada).
La conversión de votos en escaños va de la
mano con las normas sobre las barreras para su asig‐
nación entre partidos políticos. Dichas barreras pue‐
den referirse, por ejemplo, al porcentaje mínimo de
votos establecidos en la ley para que los partidos
políticos conserven su registro o para acceder a los
escaños.
En México las fórmulas para convertir los vo‐
tos en escaños son la de mayoría y la de proporción
(representación proporcional) e incluso en el senado
existe un esquema de asignación para que la primera
minoría, es decir el segundo lugar de la lista, obtenga
un lugar en el órgano legislativo.
Según Nohlen, se habla de representación por
mayoría cuando el candidato es elegido por haber
alcanzado gran parte (absoluta y relativa) de los votos
totales. La representación proporcional se presenta
cuando se refleja lo más exactamente posible la dis‐
tribución de los votos entre los partidos (Nohlen,
2008, págs. 61‐62).
EL PROCESO ELECTORAL Votación y escaños 9
Uno de las principales relaciones entre cir‐
cunscripción, votos y escaños es el relativo al tipo de
representación que se puede obtener. Pérez (2008)
complementa explicando que esta relación se enfoca
en una mayor o menor proporcionalidad dándose
tres tipos de representación: el de mayoría, el de
representación proporcional y el de representación
proporcional por corrección. Según el autor, la repre‐
sentación proporcional permite que los partidos de‐
rrotados en las urnas obtengan escaños proporciona‐
les al número de votos obtenidos y, en este sentido,
se habla de un sistema de representación proporcio‐
nal.
En suma, las elecciones incorporan principal‐
mente conceptos relativos a la organización del pro‐
ceso electoral, el cual a su vez, tiene como trasfondo,
un plan democrático de asignación de escaños con
base en el cual la organización electoral se amolda a
través de la geografía electoral que permite tanto la
distribución de las listas nominales como la estructura
de organización como número de casillas, represen‐
tantes, etcétera en cada distrito.
Todo ello, una gran organización de las elec‐
ciones, ha sido resultado de un proceso histórico en
donde las experiencias de un proceso electoral resul‐
tan en necesidad de adaptar, transformar y modificar
algunos puntos o apartados del proceso, y este será
el tema siguiente.
CAPITULO 2:
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Es un hecho que la evolución de la democracia
en México ha dependido casi en absoluto de los
tiempos electorales durante los cuales la población
participa activamente en la elección de sus
representantes. Pero aunque la democracia no puede
reducirse solo a los comicios es muy cierto que este
espacio social es el que más se ha transformado
como signo de una complejidad creciente de la
participación de la ciudadanía. El mismo Tribunal
Electoral del Poder Judicial de la Federación (TRIFE,
2010) señala que uno de los principales elementos
que definen a un régimen político moderno como
democrático es la celebración de elecciones
auténticas y periódicas ya que las elecciones son el
mecanismo mediante el cual los ciudadanos pueden
nombrar a sus representantes en el gobierno.
No obstante, autores como Arreola (2008)
consideran que las transformaciones que han venido
sufriendo los procesos electorales, incorporando a
nuevos participantes ‐en 1947 a la mujer (Albarrán,
2007) o en 1996 a los residentes en el extranjero
(IILSEN, 2007)‐, o regulando cada vez más partes del
proceso ‐ recientemente las precampañas y el acceso
a los medios‐, se han debido, en gran medida, a las
arbitrariedades y fraudes que se han dado a lo largo
de la historia. Si bien no es muy estimulante decirlo,
lo cierto es que, en tono con Arreola, después de
cada elección, todas las irregularidades cometidas por
los actores políticos han conllevado pugnas por intro‐
ducir nuevas reglas en los comicios y, de este modo,
éstas se han convertido en el motor de una creciente
complejidad democrática.
EL PROCESO ELECTORAL Periodizaciones en la historia electoral 2
Sin embargo, para atenuar los hechos, Arreola
explica:
“los actos de arbitrariedad y fraude electoral
que se han visto en todas las elecciones
mexicanas desde 1824 al 2007, no
necesariamente exhiben sólo la falta de justicia
en los comicios o en su caso, resabios de un
modelo autoritario, ya sea neocolonial,
porfirista, priísta o actualmente panista; más
bien esos actos ilegales e ilegítimos, que
aparecen a lo largo de los años, son síntomas
de la disposición que siempre ha existido de
diversos núcleos de poder muy específicos
(empresariales, sobre todo) a bloquear la
renovación democrática de la vida nacional”
(Arreola , 2008, pág. 16).
En este capítulo se intenta hacer un esbozo del
contexto histórico en el que han evolucionado los
procesos electorales hasta la actualidad, siguiendo
principalmente a Arreola (2008) pero introduciendo
también, a veces, apuntes de otros autores, en cuyo
caso serán mencionados.
PERIODIZACIONES EN LA HISTORIA ELECTORAL
Para empezar, Arreola divide la historia de lo
que él denomina justicia electoral, que a tenor de
esta monografía se interpreta como la historia parale‐
la a las transformaciones en el proceso electoral, en
cinco grandes etapas, a saber:
De 1824 a 1860, donde se introduce el princi‐
pio de la autocalificación de las elecciones de diputa‐
dos y senadores (sistema que prevaleció hasta 1993),
y de heterocalificación de la elección del titular del
Poder Ejecutivo (sistema que prevaleció hasta 1996).
Se conoce a esta etapa como la de un sistema de
calificación puramente político;
De 1860 a 1870, con la introducción de la figu‐
ra de juicio de amparo a nuestro sistema jurídico
nacional. En esta etapa, el Poder Judicial pudo cono‐
cer y resolver cuestiones relacionadas con los comi‐
cios;
De 1878 hasta 1976, donde se construyó la te‐
sis de que el juicio de amparo no es vía para impug‐
nar cuestiones electorales y también que el Poder
Judicial no debe inmiscuirse en cuestiones políticas.
De 1977 a 1986, cuando se introdujo la refor‐
ma constitucional del recurso de reclamación, por el
cual los partidos políticos podían inconformarse ante
la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por las
decisiones adoptadas por el Colegio Electoral de la
Cámara de Diputados;
De 1987 a 2003, es la etapa de los tribunales
especializados en materia electoral, cuando nace el
primer Tribunal especializado en la materia: el Tribu‐
nal de lo Contencioso Electoral (órgano jurisdiccional
de carácter administrativo), en 1990 el Tribunal Fede‐
ral Electoral (órgano jurisdiccional autónomo) y en
1996 el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación (órgano especializado de competencia
constitucional y legal).
Es así que, a grandes rasgos, el autor esboza
cinco etapas sin incluir en ellas los acontecimientos
recientes de la nueva reforma electoral recién publi‐
cada.
No obstante, Arreola prefiere elaborar una
nueva clasificación de la historia distinguiendo otras
etapas de acuerdo con las leyes electorales federales
conocidas desde la Constitución de 1917 y que aquí
son de relevancia.
La historia electoral mexicana, según Arreola,
parte del supuesto de que existe una corresponden‐
cia entre las disposiciones electorales y la realidad
EL PROCESO ELECTORAL El régimen electoral porfirista 3
política, la cual impregna las formas y manera en las
que cada período de tiempo se transmite el poder
(pág. 18).
En esta nueva periodización que parte de
1917, Arreola ya integra la actualidad, es decir, las
reformas recientes publicadas en 2007. Durante todo
este gran período se analizan dos procesos importan‐
tes: el primero se refiere al fortalecimiento de un
estado de Derecho y el segundo a la aceptación de
que las reglas electorales en el mundo neoliberal no
son definitivas; lo cual está en total concordancia con
el argumento de esta monografía.
Es así que, para resumir tal periodización, esta
comprende cuatro períodos: de 1917 a 1945; de 1946
a 1976; de 1977 a 1996 y, el último período, parte de
1996 hasta las reformas de 2007 y más allá, es decir,
abarca expectativas derivadas de las reformas de
2007; es decir, Arreola procura no tener la última
palabra y deja abierta la historia a lo que acontezca
en los nuevos procesos electorales conformes a las
nuevas reformas.
Aunque este capítulo se concentra en los
acontecimientos relevantes para el proceso electoral
en los últimos 90 años (1917‐2007), quizá sea opor‐
tuno, aunque sea de paso, entender el estadio prece‐
dente que dio origen al reciente para captar el valor
histórico de la democracia moderna.
EL RÉGIMEN ELECTORAL PORFIRISTA
Si bien Arreola parte de la Constitución de
1917, conviene señalar cómo era la situación previa
hasta 1910 durante el régimen porfirista; ya que a
través de los contrastes es más fácil comprender el
valor de la historia.
El estudio de Daniela Albarrán (2007) expone
que al conmemorar el centenario de la Independen‐
cia de 1810 Porfirio Díaz celebraba con distinguidos
internacionales, el alto clero y los representantes
diplomáticos la seguridad de las riquezas de los capi‐
talistas extranjeros en México pero, en términos
democráticos, la situación para la población era dife‐
rente. A pesar de la Constitución mexicana, que reco‐
nocía las libertades y derechos del pueblo mexicano,
no existía el menor asomo de soberanía popular. Por
el contrario, Albarrán explica que los procedimientos
de votación para asegurar la elección de Porfirio Díaz,
de sus legisladores y de sus funcionarios oficiales eran
totalmente fraudulentos.
Explica Albarrán (2007) que en ese régimen, el
estado intervenía en las elecciones de todos los re‐
presentantes populares a fin de mantener en el poder
a los funcionarios leales en todas partes de la repúbli‐
ca; y que en 1910 los partidos de oposición se habían
percatado después de mucho tiempo que era inútil
participar en el juego político. Por si fuera poco, en
las elecciones de 1910 Porfirio Díaz hizo encarcelar a
Francisco I. Madero, que se atrevió a inscribirse como
candidato opositor, hasta el término de la votación de
ese año.
A partir de ello, Madero decidió convocar una
revolución armada publicando el Plan de San Luis en
el que declaraba fraudulenta la elección de Porfirio
Días y reclamaba para sí el cargo presidencial. Fue el
inicio de la Revolución Mexicana que, en palabras de
Albarrán, por diez años sumergió al país en batallas
terribles que dieron por resultado la caída de Porfirio
Díaz marcando una nueva era en la historia mexicana.
Los logros de la Revolución, que son legítimos
de resaltar, fueron: el sufragio efectivo y la no reelec‐
ción. Es en este contexto surge la Constitución de
1917 y, en 1918 se crea la primera ley electoral que
EL PROCESO ELECTORAL 1917‐1945: sobreposición de la política a la justicia 4
dio inicio al período que se analiza siguiendo a Arreo‐
la.
1917‐1945: SOBREPOSICIÓN DE LA POLÍTICA A LA
JUSTICIA
Según Arreola (2008) este período muestra la
legalidad electoral de un México que a nivel federal
se recrea en la recomposición de los generales
triunfadores de la Revolución. Se caracteriza sobre
todo por la personalización de los asuntos públicos y
escasa o nula justicia electoral.
Arreola explica que, a pesar de que existía una
modalidad justiciera de impugnación de carácter
contencioso judicial solo se podía solicitar la nulidad
de los votos fraudulentos: “no a toda la elección”,
enfatiza el autor, sino solamente a los votos fraudu‐
lentos. Más aún, la naturaleza jurídica de la sentencia
judicial era muy pobre ya que carecía del carácter de
obligatoria para el órgano electoral reduciéndose a
una simple recomendación de carácter moral que los
colegios electorales del Congreso Federal y estatales
podían acatar o no de modo discrecional. Por eso el
autor resalta como característico de esta etapa la
sobreposición de la política a la justicia en cuyo per‐
íodo la Corte no entró nunca a la esfera de la disputa
en las cuestiones electorales (Arreola, 2008, pág. 19).
Ahondando más, el autor explica que en este
período los órganos electorales estuvieron bajo el
control directo del presidente municipal, del gober‐
nador, o del grupo mayoritario en las Cámaras de
Diputados y Senadores.
Sin embargo, resalta como avance positivo, el
hecho de que en este período, la marca de la época
fue la efervescencia de la reglamentación en las enti‐
dades federativas, que es en donde empiezan a con‐
figurarse los elementos fundamentales e irreductibles
de todo proceso electoral. Por ejemplo, ahí se consti‐
tuyen elementos como los organismos electorales,
participación ciudadana, electores, mecánica y crono‐
logía electoral, requisitos de elegibilidad, formatos de
documentación electoral, conductas sancionables por
la Legislación Electoral, órganos de calificación, cau‐
sas de nulidad de votos, de votación en secciones, y
de la totalidad de la elección, entre otros. Así que, si
se pudiera renombrar esta época, se podría proponer
como período formativo de los procesos electorales
actuales.
Arreola enfatiza que pese a la nula justicia
electoral, en la práctica, en este período se inicia la
tendencia a enriquecer la presencia y participación de
los ciudadanos:
“[con] …las Leyes Electorales promulgadas
entre los años 1917 a 1945, es evidente que
desde entonces se inicia la tendencia a
enriquecer la presencia y participación de los
ciudadanos y de las organizaciones de éstos,
así como el tratamiento a hechos y conductas
que propician la orientación del sufragio, el
manejo indebido de documentación electoral y
la posibilidad de alterar resultados electorales,
como se advierte de la regulación que hace el
legislador en esos años sobre una cronología
electoral, más rígida y clara, el diseño en el
texto de la Ley de formas para la
documentación electoral como las boletas y
actas, y la aplicación de sanciones para el
incumplimiento de los deberes electorales”
(Arreola, 2008, pág. 20).
Contradictorio con tales avances en la regula‐
ción de los procesos electorales, la ley electoral de
1918 dio a los presidentes municipales la facultad de
ser ellos los autorizados para organizar y vigilar las
EL PROCESO ELECTORAL 1946‐1976: la paz del PRI 5
elecciones y pronto se convirtieron, en la práctica, en
una extensión de los poderes caciquiles y caudillistas
de las décadas de los años veinte a los treinta. No
obstante, Arreola también enfatiza en este período la
omnipresencia del Presidente de la República en
todos los comicios a partir de 1934.
En este sentido, esta etapa también podría
denominarse como de gestación de la estructura de
gobierno caciquil, unipersonal y hereditaria según la
caracterizan los estudiosos (cf. Lenkersdorf, 2001),
que subyace, hasta la fecha, en la estructura de re‐
producción del viejo régimen priista.
Como podrá notarse en el siguiente apartado,
la etapa posterior se caracteriza por la consumación
de este régimen, por su estabilización, y por su insti‐
tucionalización que se prolongaría por treinta años.
1946‐1976: LA PAZ DEL PRI
Para Arreola (2008) esta es la época más oscu‐
ra y deprimente de la justicia electoral, caracterizada
por la legalización de la intervención del Poder Ejecu‐
tivo Federal en la organización de las elecciones, en la
Ley Electoral Federal de 1946; y, además, por que las
entidades federativas dejan de generar reformas
electorales propias a su dinámica política interna.
Hasta la fecha, plantea el autor, las entidades federa‐
tivas aceptan lo que el poder central de la federación
establezca.
La identificación con “la paz del PRI” consiste
en que la esencia del sistema se asienta en la capaci‐
dad y voluntad negociadora de manera autoritaria de
un régimen que se pone siempre al margen del dere‐
cho. La negociación autoritaria significa que el siste‐
ma tiene que ceder una y mil veces, aunque no fácil‐
mente pero siempre y sin violencia a la autoridad del
régimen.
Algunos rasgos que viene al caso citar de las
explicaciones de Arreola son que en este tiempo,
entre otras cosas, aparte de otorgar derechos de voto
a las mujeres ‐aunque sea solo en el papel‐, se forma‐
lizan las bases de un sistema de elección interno para
designar a los candidatos que el partido político sos‐
tuviera en las elecciones; es decir, se formalizan las
precampañas. No obstante, por la naturaleza auto
continuista, impositiva, del régimen priista, los pre‐
candidatos de derecho pero no de hecho se estiman
como irrelevantes y sin necesidad de más legislación
al respecto. Proyectado a fechas recientes se explica
porqué las precampañas no eran tomadas en serio
para su regulación, porque por mucho tiempo fueron
ficticias.
También hay algunos aportes a los requeri‐
mientos partidistas, aunque solo se consolidan dos
avances importantes, según Arreola: tener una de‐
nominación propia y distinta, acorde con los fines y
programas políticos, así como el emblema y color o
colores que lo caracterizan; y, los procedimientos de
afiliación, derechos y obligaciones de sus miembros;
ambos de los cuales continúan vigentes a la fecha.
Arreola considera como lo importante que
ahora, desde 1946, los partidos políticos y no sólo los
militantes, disponen de derecho de reclamar ante la
Cámara de Diputados o de Senadores, según el caso,
la nulidad de las elecciones de diputado, Presidente o
Senador.
Por primera vez los partidos políticos naciona‐
les se definen como “asociaciones constituidas con‐
forme a la ley por ciudadanos mexicanos en pleno
ejercicios de sus derechos cívicos, para fines electora‐
les y de orientación política” (Arreola, 2008, pág. 28).
Solo un cambio en 1951 añade la figura de Confede‐
EL PROCESO ELECTORAL 1977 a 2006: instauración del sistema competitivo 6
ración, que después se llamaría Frente, y de la Coali‐
ción de partidos políticos.
En 1973, se produjo otra modificación redu‐
ciendo el mínimo de edad para votar y ser votado (de
21 a 18), para ser candidato a diputado (de 25 a 21), y
senador (de 35 a 30), pero, señala Arreola, afinando
legalmente los mecanismos para hacer casi imposible
la obtención del registro electoral a nuevos partidos.
Esta etapa, se podría renombrar como de con‐
solidación de la partidocracia, que, aunque impracti‐
cable, logró introducirse poco a poco en la legislación.
No obstante ello, la situación de modelo electoral
autoritario incrementó el abstencionismo a niveles de
60%; y en 1976, más que elegir presidente, los votan‐
tes fueron a ratificar con su voto un plebiscito electo‐
ral donde sólo hubo un candidato a Presidente.
1977 A 2006: INSTAURACIÓN DEL SISTEMA
COMPETITIVO
En la reforma política de 1977, la Ley Federal
de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales,
tuvo por objetivo, a decir de José López Portillo, “re‐
ducir el margen de lo arbitrario”, aunque no de erra‐
dicarlo, explica Arreola (2008, pág. 30); pero de todos
modos hubo también repercusiones positivas.
El autor explica que, a partir de esa nueva Ley
se iniciaron reformas en materia electoral de fuerte
impacto que incidieron en la maduración de la orga‐
nización partidista y en todo el complejo tramado de
organización de los comicios, como los conocemos
ahora.
Por citar unos ejemplos, se reconoce a los par‐
tidos en el rango de entidades de interés público y
desde ahí se les garantiza difundir con amplitud sus
principios, tesis y programas, así como sus análisis y
opiniones que formulen con respecto de los proble‐
mas de la sociedad; es por ello que obtienen también
la prerrogativa de acceso permanente a la radio y
televisión sin restringirlos a los períodos electorales.
Otra reforma relevante de 1977 es la creación
del recurso de reclamación ante la Suprema Corte de
Justicia de la Nación (SCJN) contra las resoluciones
dictadas por el Colegio Electoral de la Cámara de
Diputados que otrora fungía atribuciones que poste‐
riormente fueron adjudicadas al TRIFE, como la de
tener la última palabra en la calificación de las elec‐
ciones (De la Peza, 1998).
En este punto, tanto De la Peza como Arreola
coinciden en señalar el carácter meramente declara‐
tivo de las resoluciones de la SCJN y su incompetencia
para convalidar o anular la calificación de los colegios
electorales (De la Peza, 1998, pág. 424; Arreola, 2008,
pág. 32).
A partir de 1977, Arreola considera que las
elección pasaron de ser mecanismos legitimadores a
un terreno de disputa, en donde por primera vez, de
manera ostensible, los partidos políticos fueron ga‐
nando terreno, espacios de acción política, con votos.
Esto tiene importancia, porque el crecimiento de los
partidos políticos contrarios al PRI permitió que estos
incidieran cada vez más en la elaboración de la nor‐
matividad electoral, aunque todavía, como enfatiza el
autor, sin que esa presión se viera reflejada en una
más transparente competitividad.
Tanto Arreola (2008) como Albarrán (2007) co‐
inciden en señalar las elecciones de 1988 como de
extrema importancia para los procesos electorales en
México. Arreola se expresa diciendo que las cuestio‐
nadas elecciones presidenciales (sic) de ese año de‐
rrumbaron el sistema clásico de autocalificación polí‐
tica, además de que se confirmaba el ciclo fatal tau‐
tológico fraude‐reforma‐fraude.
EL PROCESO ELECTORAL El proceso electoral desde 2007 7
“Cuando los colegios electorales se negaron a
abrir los paquetes electorales y a examinar,
analizar y valorar las pruebas en ellos
contenidas, ni siquiera en los casos
controvertidos, todo lo que se esperaba de la
justicia electoral se derrumbó” (pág. 35).
Por su parte, Albarrán, se expresa diciendo
que estos sucesos permitieron a los mexicanos tener
una mayor conciencia y participación en lo político y
dieron pie a nuevas reformas en el código electoral:
“En 1989 se inició una serie de reformas
electorales que culminaron en 1996; y se
crearon las instituciones y los procedimientos
que profesionalizaron y otorgaron autonomía
a la organización del proceso electoral, se creó
el órgano jurisdiccional para la calificación
electoral.” (Albarrán, 2007, pág. 6).
Además, siguiendo también a Franco (2003)
fue el inicio real del proceso en el que se sentenció a
muerte a los colegios electorales, eliminados en 1993;
y permitió considerar la necesidad de crear un orga‐
nismo electoral autónomo, mismo que sigue vigente
en la actualidad.
En 1990, se dieron tales reformas y se crea
tanto el IFE como el Código Federal de Instituciones y
Procedimientos Electorales (COFIPE). En este nuevo
ordenamiento se establece que la función estatal de
organizar las elecciones se realice a través de un or‐
ganismo público dotado de personalidad jurídica y
patrimonio propio; es decir, del IFE (Arreola, 2008).
Asimismo, explica el autor, se dispone que la ley es‐
tablezca un sistema de medios de impugnación de los
que conozca el nuevo IFE y un tribunal autónomo, es
decir el Tribunal Federal Electoral (TRIFE), como
órgano jurisdiccional en materia electoral. Sin embar‐
go, es hasta la reforma de 1996 que el Tribunal Fede‐
ral Electoral, mejor conocido como TRIFE, se integra
al Poder Judicial de la Federación, siendo ahora TEPJF,
aunque coloquialmente se le sigue conociendo como
TRIFE.
Arreola, casi finalizando su esbozo histórico,
señala que en las elecciones de 2006 la actuación de
la justicia resultó insensible para organizar y dar cer‐
teza al voto popular. Las resoluciones del TRIFE fue‐
ron complacientes con Vicente Fox, y con los actos
ilegales cometidos por empresas, considerándolos
peccata minuta. Esta situación poco airosa del TRIFE
dio como consecuencia una nueva reforma constitu‐
cional impulsada por el Senado y promulgada en 2007
y un nuevo COFIPE.
EL PROCESO ELECTORAL DESDE 2007
En este documento que analiza el proceso
electoral se toma en cuenta principalmente la organi‐
zación de las elecciones que son consecuencia de la
breve reseña histórica que se ha narrado en donde
las regulaciones son ahora más complejas y con ellas
se pretende obtener mayor legalidad y certeza a las
elecciones presidenciales, sobre todo las que se ave‐
cinan en 2012.
Arreola ve con incertidumbre el futuro próxi‐
mo intitulando un nuevo período desde 2007 con
signos de interrogación, como diciendo, “todavía
están en expectativa” los resultados que resultarán
en los próximos comicios teniendo en cuenta el
patrón antes enunciado: que detrás de cada proceso
electoral resultan siempre nuevas necesidades de
actualizar el proceso electoral.
CAPÍTULO 3:
EL PROCESO ELECTORAL
EL PROCESO ELECTORAL Procedimientos de elección 8
En este capítulo se explica el procedimiento en
qué consiste actualmente el proceso electoral con
base en la legislación vigente expresada en los
documentos oficiales tales como:
En el nivel federal:
La Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos (CPEUM o la Constitución);
El Código Federal de Instituciones y Procedi‐
mientos Electorales (COFIPE o el Código);
En el nivel local, de Yucatán:
La Constitución Política del Estado de Yucatán
(CPEY);
La Ley de Instituciones y Procedimientos Elec‐
torales del Estado de Yucatán (LIPEEY).
Se intentara explicar en qué consiste el proce‐
so electoral de acuerdo con el COFIPE, es decir, del
Código Federal de Instituciones y Procedimientos
Electorales, que es el que establece las reglas de
operación de las elecciones en nivel federal, apelando
también a la Constitución Política de los Estados Uni‐
dos Mexicano (CPEUM); pero también de acuerdo a la
Constitución Política del Estado de Yucatán (CPEY) y la
Ley de Instituciones y Procedimientos Electorales del
Estado de Yucatán (LIPEEY), que son aplicables a la
entidad.
Sentadas estas bases se explica el proceso
electoral.
Si se analizan desde un punto de vista pragmá‐
tico las elecciones son percibidas por la ciudadanía
como una jornada electoral en la cual los candidatos
de los partidos políticos realizan actos, tanto antes,
como durante y después de las elecciones, para ob‐
tener algún cargo popular; y el proceso termina
cuando las instituciones correspondientes anuncian al
candidato que obtuvo la mayoría de los votos.
En términos generales las etapas del proceso
electoral, son semejantes para cualquiera de los car‐
gos, ya sea para Presidente de la República, Gober‐
nador, diputado, senador o presidente municipal.
Aunque existen algunas variaciones, como el Instituto
de registro, las fechas, y otros detalles, todos tienen
procedimientos similares y es necesario que los parti‐
dos se apeguen a los procedimientos que establecen
las leyes.
PROCEDIMIENTOS DE ELECCIÓN
En primera, los candidatos que aspiran a ocu‐
par los principales cargos públicos tales como los de
Presidente de la República, Gobernador, o Presidente
municipal, Senador, diputado y diputado local; para
cualquiera de estos cargos, deben cumplir con ciertos
requisitos y procedimientos más o menos similares.
Por ejemplo, deben ser propuestos por algún partido
político; estos partidos, a su vez, deben apegarse
también a derecho.
CONSTITUCIÓN DE LOS PARTIDOS
En toda democracia, las elecciones de cargos
públicos requieren de candidatos que serán
propuestos por partidos políticos, que no son más
que las organizaciones que se caracterizan por su
singularidad, su base personal y su relevancia
constitucional.
Los partidos políticos, en la Constitución, pero
sobre todo a partir de la ley de 1977, son agrupacio‐
nes creadas con el fin de contribuir democráticamen‐
te a la determinación de la política nacional; que
sirven además para orientar y formar la voluntad
ciudadana, promover la participación en las institu‐
ciones representativas mediante la formulación de
programas, la presentación y apoyo de candidatos y
EL PROCESO ELECTORAL Procedimientos de elección 9
la realización de cualquier actividad que sea necesaria
para el cumplimiento de sus objetivos (CPEUM: Art.
41).
Según la definición de Max Weber (citado por
Moya y Aparicio, 2009) se entiende por partido políti‐
co a:
“las formas de socialización que descansando
en el reclutamiento (formalmente) libre, tiene
como fin proporcionar poder a sus dirigentes
dentro de una asociación y otorgar por este
medio a sus miembros activos determinadas
probabilidades ideales o materiales” (Moya y
Aparicio, 2009, pág. 5).
Otra definición viable es la que resume Bernal
cuando dice que se trata de: “organizaciones políticas
durables que cuentan con una estructura completa y
una independencia orgánica y funcional respecto del
Estado, manifiestan la voluntad deliberada de ejercer
directamente el poder y para ello buscan el apoyo
popular en las elecciones (Bernal, 2006, pág. 59).
Es así, que los partidos políticos se fundan con
vistas a la permanencia y a la consolidación progresi‐
va; y su finalidad última y legítima es obtener el poder
mediante el apoyo popular manifestado en las urnas
(Bernal, 2006, p. 58).
A efectos prácticos, en México existen dos ti‐
pos de partidos: los nacionales y los locales. Ambos se
constituyen y registran en forma parecida; pero los
nacionales deben ser registrados en el Instituto Fede‐
ral Electoral (IFE) mientras que los locales ante el
Instituto Electoral del Estado (IEE) correspondiente.
Para que un partido pueda constituirse a nivel
nacional, los ciudadanos organizados para tal efecto
deben notificar su interés de constituirse como parti‐
do en el año siguiente al de la elección presidencial,
durante el mes de enero (COFIPE: Art. 28); para los
partidos locales esto tiene como plazo el día 30 de
noviembre del año anterior a las elecciones de go‐
bernador para participar en estos comicios (LIPEEY:
Art. 35).
En breve, para que una agrupación política na‐
cional pueda ser registrada como partido político
nacional, debe cumplir los requisitos expuestos en el
artículo 24 del COFIPE que, en resumen, son los dos
siguientes.
Formular una declaración de principios, pro‐
gramas de acción y estatutos normativos congruen‐
tes.
Por lo menos, contar con 3 mil afiliados entre
al menos 20 entidades federativas; o bien, tener 300
afiliados de entre al menos 200 distritos electorales
uninominales.
En el caso del estado de Yucatán, para un par‐
tido local el primer requisito es la formulación de
principios, programas y estatutos ideológicamente
congruentes; y el segundo, que deben tener al menos
500 afiliados por distrito electoral uninominal en por
lo menos 10 de los 15 distritos electorales del Estado
(LIPEEY: Art. 36).
Es requisito antecedente la constitución de los
partidos políticos para poder proponer sus candida‐
tos. No obstante que en Yucatán, a partir de 2006, se
permiten las candidaturas independientes, es necesa‐
rio que los candidatos postulados respetar los requisi‐
tos que establece la ley para ellos.
REQUISITOS PARA ASPIRAR A DIFERENTES CARGOS DE ELECCIÓN
POPULAR.
De acuerdo con Román, los requisitos para
ocupar un cargo de elección popular podemos defi‐
nirlos como:
EL PROCESO ELECTORAL Procedimientos de elección 10
“las características mínimas necesarias que
debe reunir una determinada persona con el
objeto de estar jurídicamente acreditada para
aspirar a dicho cargo y, por consiguiente,
participar en el proceso electoral con el status
de “candidato”” (Román, 2001, pág. 173).
Para ocupar cualquiera de los cargos de
elección popular se requiere cumplir con requisitos
específicos para cada cargo. Aunque pueden variar en
detalles según el cargo público que desean ocupar,
los requisitos en general son semejantes en algunos
puntos. Es así que, a fin de evitar tediosas
repeticiones, aquí se ha tratado de resumir, en
primera instancia, los requisitos que son aplicables,
en lo general, indistintamente del cargo al que se
aspire. Posteriormente se explican las
particularidades de cada cargo.
En México, los requisitos generales para aspi‐
rar a cualquiera de los cargos públicos son los siguien‐
tes.
Nacionalidad mexicana por nacimiento;
Pleno goce de los derechos;
Ser hijo de uno o ambos padres mexicanos.
Para Presidente de la República basta con uno de
ellos (CPEUM, Art. 82).
Cumplir con una edad mínima, que puede va‐
riar de 35 años (Presidente de la República), 30 (Go‐
bernador en Yucatán), 25 (senador), o 21 (diputado o
diputado local), según sea el caso.
No pertenecer al estado eclesiástico o a minis‐
terio de culto;
No ser activo en el ejército; y
No fungir algún otro cargo público, explicitado
como restricción para poder aspirar a tal puesto de
elección; en general, el aspirante debe haberse sepa‐
rado de él desde cierto tiempo de antelación según se
especifique en cada caso.
Todos estos requisitos se aplican para los dife‐
rentes cargos con algunas particularidades que varían
según el puesto de elección popular al que se aspira;
tales se explican a continuación.
Presidente de la República. Para que alguien
aspire a ocupar el cargo más alto de elección ciuda‐
dana, además de los requisitos ya explicados, se de‐
berá tener residencia en el país de al menos 20 años,
sobre todo real en el año anterior a la elección.
Además, no ser Secretario o subsecretario de Estado,
Procurador General de la República, gobernador de
algún Estado ni Jefe de Gobierno del Distrito Federal,
a menos de que se separe de su puesto seis meses
antes del día de la elección (CPEUM, Art. 82).
Para aspirar a diputado y diputado local, se re‐
quiere la ciudadanía o vecindad en el estado con
residencia en ella mayor de seis meses al momento
de la elección (CPEY, Art. 22; CPEUM, Art. 25).
Para ocupar una senaduría se aplican los mis‐
mos requisitos que para diputado y diputado local
(CPEUM, Art. 58).
Para ser Gobernador Constitucional en el Esta‐
do de Yucatán, se requiere de igual manera: ciuda‐
danía en el estado y residencia no menor a un año, o
no menor a cinco si no se es yucateco de nacimiento;
edad mínima de 30 años; y, adicionalmente, no ser
titular de alguna de las dependencias de la adminis‐
tración pública (no aplica separándose 90 días antes),
magistrado del tribunal superior de justicia diputado,
regidor o síndico (o separado del cargo al menos 120
días antes), ni ser magistrado, consejero o ejecutivo
del los órganos electorales (separado al menos tres
años antes) (LIPEEY, Art. 27; CPEY, Art. 46).
EL PROCESO ELECTORAL Elementos del proceso electoral 11
Por su parte, para ser Presidente Municipal en
el Estado de Yucatán, es necesario además de ser
oriundo de ese municipio, saber leer y escribir, y no
ocupar otro cargo, comisión o empleo público en el
estado o la federación (separándose de él 120 días
antes de la elección) ni ser consejero electoral (3 años
mínimo de separación) (CPEY, Art. 78).
ELEMENTOS DEL PROCESO ELECTORAL
Toda vez que tanto los partidos políticos como
los aspirantes a ocupar una candidatura hayan
cumplido con los requisitos especificados por la ley
se puede hablar del proceso electoral. Este proceso
consta de todo el conjunto de actos que realizan las
autoridades electorales, los partidos políticos y los
ciudadanos que tienen por objeto la renovación
periódica de los integrantes de los poderes Legislativo
y Ejecutivo de la Unión.
Para que inicien los procesos electorales, pri‐
mero que nada los partidos políticos reciben un fi‐
nanciamiento público establecido en el Código; su
regulación es importante porque está expuesto a
polémica.
Según Bernal (2006), en México hay una gran
polémica en torno al excesivo financiamiento de los
partidos políticos que se presta para negocios en
beneficio de sus dirigentes y a costa del erario públi‐
co. Por ello, este tema es uno de los más delicados
que regulan las leyes electorales.
Los partidos reciben permanentemente un fi‐
nanciamiento público para sus actividades ordinarias;
pero también para las campañas electorales reciben
un financiamiento extra con el cual puedan hacer las
precampañas y campañas (COFIPE: Art. 49).
En el caso del sostenimiento ordinario el Con‐
sejo General del IFE determina cada año el monto
total que se distribuirá en los partidos basándose en
varios criterios, expresados en el artículo 49 del COFI‐
PE.
Según este, el año de la elección Presidencial y
de las dos Cámaras del Congreso de la Unión cada
partido recibe para gastos de campaña un monto
equivalente al cincuenta por ciento del financiamien‐
to público que recibirá ese año para sostenimiento
ordinario. Pero si ese año solo se renueva la Cámara
de Diputados solamente reciben un treinta por ciento
adicional a su techo financiero ordinario del año.
Además, los partidos reciben también un fi‐
nanciamiento adicional para su selección interna y
sus precampañas. Una vez resuelto este punto, el
primer acto público comienza con las precampañas; y
por público se entiende también el hecho de que
tales actividades han llegado a ser demasiado osten‐
sibles y mediáticas desde las elecciones recientes.
CAMPAÑAS Y PRECAMPAÑAS
PRECAMPAÑAS
En el año 2007, Triana aquejaba que, “actual‐
mente no existe una reglamentación clara en torno a
las precampañas electorales, y el Código Federal de
Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE)
no hace referencia a este fenómeno más que de for‐
ma indirecta, al referirse al proceso de selección in‐
terna de candidatos en los partidos políticos” (Triana,
2007, pág. 38).
Se argumentaba que, mientras no sea candida‐
to oficial el individuo actúa como ciudadano en la
esfera de lo personal y en esa esfera no tiene por qué
ser regulable por el derecho electoral (Triana, 2007).
Pero se ha visto también el origen de tal desregula‐
ción durante el periodo de paz priista.
EL PROCESO ELECTORAL Elementos del proceso electoral 12
En las elecciones de 2006, las precampañas
excedieron de tal manera en derroche de recursos,
tanto de dinero como de tiempo, que llamaron la
atención a los actores, ciudadanía, políticos y legisla‐
dores, dando por resultado la inclusión en el nuevo
COFIPE, publicado en enero de 2008, de normativas
para esta parte del proceso electoral.
Las precampañas son las que se dan al interior
de cada partido para seleccionar los precandidatos
que serán propuestos para los cargos públicos que se
renuevan ese año. Es así, que la precampaña electoral
es el conjunto de actos que realizan los partidos polí‐
ticos, sus militantes y los precandidatos a concursar
en las elecciones. Y precandidato se le llama al ciuda‐
dano que pretende ser postulado por su partido polí‐
tico como candidato a un cargo de elección popular
(COFIPE: Art. 212).
Ahora, la rendición de cuentas aplica también
a las precampañas. Los partidos políticos, tienen la
obligación de rendir un informe especificando el
monto y los gastos de la precampaña; los cuales de‐
ben presentarse a más tardar dentro de los 30 días
siguientes a la conclusión de la precampaña según el
COFIPE (Art. 216).
Las precampañas darán inicio al día siguiente
del registro del precandidato y todos los partidos
políticos lo harán dentro de los mismos plazos. Si
algún precandidato hiciera actos de precampaña
antes de las fechas autorizadas perderá el derecho de
su registrarse (COFIPE: Art. 211.c).
La propaganda de la precampaña consiste en
el conjunto de escritos, publicaciones, imágenes,
grabaciones, proyecciones y expresiones sean difun‐
didas por los precandidatos con el propósito de dar
sus propuestas y de acuerdo al período establecido
por el COFIPE. Durante ese tiempo, los partidos polí‐
ticos solo pueden utilizar sus espacios asignados en la
radio y televisión comerciales en la presentación a sus
candidatos; pero los precandidatos tiene prohibida la
contratación de tales medios, so pena de perder su
registro, o negársele (Art. 211).
Respecto de la duración, se ha regulado que
para las elecciones de Presidente de la República,
senadores y diputados federales las precampañas
están restringidas a sesenta días; y en el caso de pre‐
sidentes municipales, gobernadores y diputados loca‐
les, a treinta.
LAS CAMPAÑAS ELECTORALES
Después de que las precampañas han conclui‐
do comienzan las campañas. Al iniciar, los diferentes
partidos políticos deben haber seleccionado ya sus
candidatos.
Es así que la campaña electoral es el conjunto
de actividades llevadas a cabo por los partidos políti‐
cos, las coaliciones y los candidatos registrados para
la obtención del voto (Art. 228). Para toda la propa‐
ganda electoral, el IFE administra los tiempos y días
correspondientes a cada partido político. Por ejem‐
plo, para las elecciones presidenciales se han prees‐
tablecido los tiempos de radio y televisión para ejer‐
cer los debates. El primero, tiene lugar la primera
semana de mayo; el segundo, a más tardar, en la
segunda semana de junio del mismo año electoral.
Como se ha dicho, los partidos deben presen‐
tar un informe final de los recursos utilizados, a más
tardar dentro de los sesenta días siguientes a la jor‐
nada electoral.
Inicio y duración de la campaña. La temporali‐
dad de las campañas está regulada por el artículo 237
del COFIPE. Empiezan el día siguiente en que se regis‐
tran los candidatos y termina tres días antes de la
jornada electoral. Para las elecciones presidenciales, y
EL PROCESO ELECTORAL Elementos del proceso electoral 13
de Senadores y Diputados, la duración establecida es
de noventa días; aproximadamente tres meses. Para
Diputados, por el contrario dura sesenta días si ese
año solamente se renueva la cámara respectiva. La de
Gobernador también está restringida a noventa días y
la de Presidente municipal, sesenta, y ambas deben
concluir también tres días antes de celebrarse la jor‐
nada electoral (LIPEEY: Art. 197; CPEY: Art. 16.b).
REGISTRO DE CANDIDATOS
De acuerdo al artículo 223 del COFIPE, existen
diferentes fechas para el registro de candidatos según
el tipo de elección que habrá ese año.
Cuando se renueva la presidencia de la re‐
pública, senaduría y diputación federal, todos los
candidatos deben registrarse entre el 15 y el 22 de
marzo; y cuando solo se renueva la cámara de dipu‐
tados, deben hacerlo entre el 22 y 29 de abril.
Por su parte, para Gobernador, en la Ley de
Yucatán el registro de candidatos se realiza del 1 al 15
de abril; y para diputados y regidores entre el 15 y 30
del mismo mes (LIPEEY: Art. 191)
FECHAS DE VOTACIONES
Los cargos de Presidente de la República se
llevan a cabo cada seis años el primer domingo de
julio (COFIPE: Art. 19). Respecto de los presidentes
municipales se renuevan cada tres años en julio, el
primer domingo de ese mes, igual que los diputados
federales y locales. Por su parte, los Gobernadores y
Senadores duran seis años en el cargo para que se
renueven (cf. COFIPE, Art. 11.2).
PREPARATIVOS DE LA JORNADA
LAS LISTAS NOMINALES
Todos los partidos políticos reciben antes del
día de la jornada electoral, el 15 de marzo, las listas
nominales del padrón electoral en medios magnéti‐
cos, a través de la Dirección Ejecutiva del Registro
Federal de Electores (COFIPE: Art. 195).
Las listas se presentan, instruye el COFIPE, di‐
vididas en dos apartados, ambos ordenados alfabéti‐
camente y por secciones correspondientes a cada
uno de los distritos electorales. El primer apartado
contiene la lista de ciudadanos que obtuvieron su
credencial para votar con fotografía hasta la fecha 15
de febrero; y quienes no la obtuvieron se encuentran
en el segundo apartado. Los partidos políticos pueden
formular observaciones a estas listas señalando
hechos y casos concretos e individualizados hasta el
14 de abril; y si hubiere lugar se harán las modifica‐
ciones a más tardar hasta el 15 de mayo (Art. 195).
REPRESENTANTES DE PARTIDOS
También es necesario que cada partido políti‐
co nombre sus representantes para la mesa de casilla,
los cuales serán dos propietarios y un suplente para
cada mesa directiva según el artículo 245.
Este mismo artículo del Código establece que
los partidos políticos podrán acreditar en cada uno de
los distritos electorales uninominales un representan‐
te general por cada diez casillas electorales ubicadas
en zonas urbanas y uno por cada cinco casillas rura‐
les. Los representantes tienen que firmar sus nom‐
bramientos antes de acreditarse en la casilla y portar
en la casilla un emblema de 2.5 por 2.5 centímetros
de su partido con la leyenda de “representante” (CO‐
FIPE: Art. 245).
MESAS DIRECTIVAS
Las mesas directivas de casilla, por mandato
constitucional, son los órganos electorales formados
por ciudadanos, facultados para recibir la votación y
realizar el escrutinio y cómputo en cada una de las
EL PROCESO ELECTORAL Elementos del proceso electoral 14
secciones electorales en que se dividan los 300 distri‐
tos electorales (COFIPE: Art. 154).
El Código Federal explica que las mesas direc‐
tivas de casilla como autoridad electoral tienen a su
cargo, durante la jornada electoral, respetar y hacer
respetar la libre emisión y efectividad del sufragio,
garantizar el secreto del voto y asegurar la autentici‐
dad del escrutinio y cómputo (Ibíd.).
Las mesas directivas de casilla se integran con
un presidente, un secretario, dos escrutadores, y tres
suplentes generales (COFIPE: Art. 155).
Para ser integrante de mesa directiva de casilla
se requiere la nacionalidad por nacimiento y la resi‐
dencia en la sección electoral, estar registrado en el
Padrón Electoral y contar con credencial vigente;
tener pleno goce de sus derechos y un modo honesto
de vivir; haber tomado el curso de capacitación y no
ser servidor público de confianza ni cargo de direc‐
ción partidista; y por supuesto, saber leer y escribir
(COFIPE: Art. 156).
Los integrantes de las mesas directivas de casi‐
lla tienen las atribuciones siguientes (COFIPE: Art.
157):
a) Instalar y clausurar la casilla;
b) Recibir la votación;
c) Efectuar el escrutinio y cómputo de la vota‐
ción;
d) Permanecer en la casilla desde su instala‐
ción hasta su clausura; y
e) Las demás que les confieran la ley.
Hay que tener en cuenta que los partidos polí‐
ticos nacionales deben acreditar a sus representantes
ante los consejos locales y distritales a más tardar
dentro de los treinta días siguientes a la fecha de la
sesión de instalación del Consejo de que se trate
(COFIPE: Art. 152).
El COFIPE establece que los representantes de
los partidos políticos tiene la limitante de sólo ejercer
su cargo exclusivamente ante las mesas directivas de
casilla instaladas en el distrito electoral para el que
fueron acreditados; y no podrá haber más de un re‐
presentante del mismo partido político; asimismo, no
deben asumir las funciones de otros integrantes de la
mesa directiva ni obstaculizar la votación de la casilla.
Pero también tienen atribuciones. Pueden presentar
escritos de incidentes sólo que los escritos de protes‐
ta se hacen al término del escrutinio y cómputo
cuando el representante de su partido político ante la
mesa directiva de casilla no estuviere presente (COFI‐
PE: Art. 246).
Boletas electorales. Las boletas deberán estar
en poder del consejo distrital 15 días antes de la elec‐
ción, al recibir el consejo las boletas hará el conteo de
lo que le toca a cada distrito y en caso que falten
boletas dará conocimiento a las autoridades corres‐
pondientes (Art. 254).
JORNADA ELECTORAL
Desde tres días antes y durante el día de la
jornada electoral no se permite la celebración ni la
difusión de reuniones o actos públicos de campaña,
de propaganda o de proselitismo electorales (COFIPE:
Art. 237.4).
El día de la elección se levanta el acta de la
jornada electoral, que contendrá los datos comunes a
todas las elecciones y las actas relativas al escrutinio y
cómputo de cada una de las elecciones (COFIPE: Art.
259.1).
La casilla se apertura a las 8:00 horas, del día
de la jornada. Los ciudadanos presidente, secretario y
escrutadores de las mesas directivas de las casillas
nombrados como propietarios procederán a la insta‐
EL PROCESO ELECTORAL Elementos del proceso electoral 15
lación de la casilla en presencia de los representantes
de partidos políticos que concurran (COFIPE: Art.
259.2).
Si algún partido político lo solicita, las boletas
electorales podrán ser rubricadas o selladas por uno
de los representantes partidistas ante la casilla desig‐
nado por sorteo, quien podrá hacerlo por partes para
no obstaculizar el desarrollo de la votación (COFIPE:
Art. 259.3).
CASILLAS ESPECIALES
Estas casillas son para las personas que se en‐
cuentren fuera de su sección y deseen votar al res‐
pecto tendrán que seguir las reglas siguientes (COFI‐
PE: Art. 244 y 270).
En el artículo 270 del Código Federal de Insti‐
tuciones y Procedimientos Electorales se especifican
las reglas que operan para los electores que sufragan
en las casillas especiales. Ahí se presentan 4 casos
como sigue.
Si el elector se encuentra fuera de su sección,
pero dentro de su distrito, podrá votar por diputados
por los principios de mayoría relativa y de represen‐
tación proporcional, por senador por los principios de
mayoría relativa y de representación proporcional y
por Presidente de los Estados Unidos Mexicanos.
Si el elector se encuentra fuera de su distrito
pero dentro de su entidad federativa podrá votar por
diputados de representación proporcional, senador
por mayoría relativa y Presidente de la República.
Si el elector se encuentra fuera de su entidad,
pero dentro de su circunscripción, podrá votar por
diputados por el principio de representación propor‐
cional, por senador por el principio de representación
proporcional y por Presidente de los Estados Unidos
Mexicanos.
Si el elector se encuentra fuera de su distrito,
de su entidad y de su circunscripción, pero dentro del
territorio nacional, únicamente podrá votar por sena‐
dor por el principio de representación proporcional y
por Presidente de los Estados Unidos Mexicanos.
INICIO DE LA VOTACIÓN
Para iniciar la votación se hace primero el le‐
vantamiento del acta de la jornada electoral, llenán‐
dose y firmándose el apartado correspondiente a la
instalación de la casilla.
En el apartado correspondiente a la instala‐
ción, se hará constar, según el artículo 259 del Códi‐
go:
El lugar, la fecha y la hora en que se inicia el
acto de instalación;
El nombre completo y firma autógrafa de las
personas que actúan como funcionarios de casilla;
El número de boletas recibidas para cada elec‐
ción en la casilla que corresponda, consignando en el
acta los números de folios;
Que las urnas se armaron o abrieron en pre‐
sencia de los funcionarios y representantes presentes
para comprobar que estaban vacías y que se coloca‐
ron en una mesa o lugar adecuado a la vista de los
electores y representantes de los partidos políticos;
Una relación de los incidentes suscitados, si los
hubiere; y
En su caso, la causa por la que se cambió de
ubicación la casilla.
En el artículo 264.1 del COFIPE, se establece
que los electores deben votar en el orden en que se
presenten ante la mesa directiva de casilla, debiendo
mostrar su credencial para votar con fotografía o en
su caso, la resolución del Tribunal Electoral que les
otorga el derecho de votar sin aparecer en la lista
nominal o sin contar con credencial para votar o en
EL PROCESO ELECTORAL Elementos del proceso electoral 16
ambos casos. Además, explica el procedimiento para
realizar la votación como se describe a continuación.
Los presidentes de casilla permitirán emitir su
voto a aquellos ciudadanos cuya credencial para votar
contenga errores de seccionamiento, siempre que
aparezcan en la lista nominal de electores con foto‐
grafía correspondiente a su domicilio.
Una vez comprobado que el elector aparece
en las listas nominales y que haya exhibido su cre‐
dencial para votar con fotografía, el presidente le
entrega las boletas de las elecciones para que libre‐
mente y en secreto marque en la boleta únicamente
el cuadro correspondiente al partido político por el
que sufraga, o anote el nombre del candidato no
registrado por el que desea emitir su voto.
En seguida, el elector dobla sus boletas y se di‐
rigirá a depositarlas en la urna correspondiente. Des‐
pués de ello, la credencial para votar con fotografía
del elector se marca para constar que ha ejercido su
derecho de voto; y además, se debe impregnar con
líquido indeleble el dedo pulgar derecho del elector; y
al final de todo ello le devolverán al elector su cre‐
dencial para votar.
CIERRE DE VOTACIÓN
En el artículo 271, el COFIPE establece que la
votación se debe cerrar a las 18:00 horas, salvo en el
caso de que a esa hora hubiera votantes formados; si
fuera el caso, se respeta que todos los que estuvieran
formados a esa hora terminen de realizar su votación,
y entonces se cerrará la casilla.
El Presidente declara cerrada la votación y, ac‐
to seguido, el secretario llena el apartado correspon‐
diente al cierre de votación en el acta de la jornada
electoral, especificando la hora de cierre y las causas
por las que se hubiere cerrado antes o después de las
18 horas; y entonces, deberá ser firmado por los
funcionarios y representantes (COFIPE: Art. 272).
ESCRUTINIO Y CÓMPUTO EN LA CASILLA
Una vez cerrada la votación y llenado y firma‐
do el apartado correspondiente del acta de la jornada
electoral, los integrantes de la mesa directiva proce‐
derán al escrutinio y cómputo de los votos sufragados
en la casilla.
El escrutinio y cómputo es el procedimiento
por el cual los integrantes de cada una de las mesas
directivas de casilla, determinan (Art. 273):
El número de electores que votó en la casilla;
El número de votos emitidos en favor de cada
uno de los partidos políticos o candidatos;
El número de votos nulos; y
El número de boletas sobrantes de cada elec‐
ción.
Para realizar este conteo existen reglas especí‐
ficas de escrutinio y cómputo establecidas en los
artículos 275 y 276, como sigue.
En primera, el secretario de la mesa directiva
de casilla cuenta las boletas sobrantes, las inutiliza
por medio de dos rayas diagonales con tinta, las
guarda en un sobre especial el cual queda cerrado y
anota en el exterior del mismo el número de boletas
que se contienen en él.
Enseguida, el primer escrutador cuenta en dos
ocasiones, el número de ciudadanos que aparezca
que votaron conforme a la lista nominal de electores
de la sección, sumando, en su caso, el número de
electores que votaron por resolución del Tribunal
Electoral sin aparecer en la lista nominal.
El presidente de la mesa directiva es el encar‐
gado de abrir la urna, sacar las boletas y mostrar a los
presentes que la urna quedó vacía;
EL PROCESO ELECTORAL Resultados electorales 17
El segundo escrutador cuenta las boletas ex‐
traídas de la urna;
Los dos escrutadores bajo la supervisión del
presidente, clasifican las boletas para determinar:
El número de votos emitidos a favor de cada
uno de los partidos políticos o candidatos
El número de votos que sean nulos; y el secre‐
tario anota en hojas dispuestas al efecto los resulta‐
dos de cada una de las operaciones
CLAUSURA DE LA CASILLA Y DE LA REMISIÓN DEL
EXPEDIENTE
En el artículo 284 del COFIPE se establece, que
cuando los funcionarios de la mesa directiva de casilla
concluyen las operaciones el secretario levanta cons‐
tancia de la hora de clausura de la casilla y el nombre
de los funcionarios y representantes que harán la
entrega del paquete que contenga los expedientes. La
constancia será firmada por los funcionarios de la
casilla y los representantes de los partidos que desea‐
ren hacerlo.
Clausuradas ya las casillas, los presidentes de
las mismas, bajo su responsabilidad, harán llegar al
Consejo Distrital que corresponda los paquetes y los
expedientes de casilla dentro de los plazos.
Los Consejos Distritales adoptan previamente
al día de la elección, las medidas necesarias para que
los paquetes, con los expedientes de las elecciones,
sean entregados dentro de los plazos establecidos y
para que puedan ser recibidos en forma simultánea.
RESULTADOS ELECTORALES
INFORMACIÓN PRELIMINAR DE LOS RESULTADOS
Los Consejos Distritales harán las sumas de las
actas de escrutinio y cómputo de las casillas confor‐
me éstas se vayan recibiendo y hasta el vencimiento
del plazo legal para la entrega de los paquetes que
contengan los expedientes electorales, conforme a
las siguientes reglas:
El Consejo Distrital autoriza al personal nece‐
sario para la recepción continua y simultánea de los
paquetes electorales. Los partidos políticos podrán
acreditar a sus representantes suplentes para que
estén presentes durante dicha recepción.
Los funcionarios electorales designados reci‐
birán las actas de escrutinio y cómputo y de inmedia‐
to darán lectura en voz alta del resultado de las vota‐
ciones que aparezcan en ellas, procediendo a realizar
la suma correspondiente para informar inmediata‐
mente a la Secretaría Ejecutiva del Instituto.
El secretario, o el funcionario autorizado para
ello, anota esos resultados en el lugar que les corres‐
ponda en la forma destinada para ello, conforme al
orden numérico de las casillas.
Los representantes de los partidos políticos
acreditados ante el Consejo, cuentan con los forma‐
tos adecuados para anotar en ellos los resultados de
la votación en las casillas.
El presidente deberá fijar en el exterior del lo‐
cal del Consejo Distrital, los resultados preliminares
de las elecciones en el Distrito.
VOTACIÓNES DESDE EL EXTRANJERO
Actualmente todo ciudadano mexicano puede
votar aunque se encuentre en el extranjero, para
poder votar tendrá que seguir ciertos procedimientos
que a continuación mencionare de manera breve.
Hay que mencionar que el voto en el extranjero solo
podrá ser para candidatos a Presidentes de la Re‐
pública.
Antes que nada deberán solicitar a la Dirección
Ejecutiva del Registro Federal de Electores, por escri‐
EL PROCESO ELECTORAL Resultado final 18
to, con firma autógrafa o, en su caso, huella digital,
en el formato aprobado por el Consejo General, su
inscripción en el listado nominal de electores residen‐
tes en el extranjero; Manifestar, bajo su más estricta
responsabilidad y bajo protesta de decir verdad, el
domicilio en el extranjero al que se le hará llegar, en
su caso, la boleta electoral.
Dicha solicitud lo deberán de hacer del 1o. de
octubre del año previo, y hasta el 15 de enero del año
de la elección presidencial.
Después de que le sea enviada la boleta elec‐
toral al ciudadano, deberá votar, después deberá
doblar e introducir la boleta electoral en el sobre que
le haya sido remitido, cerrándolo de forma que ase‐
gure el secreto del voto.
En el más breve plazo, el ciudadano deberá
enviar el sobre que contiene la boleta electoral, por
correo certificado, al Instituto Federal Electoral.
LISTAS NOMINALES DE RESIDENTES EN EL EXTRANJERO
A más tardar el 15 de marzo del año de la
elección presidencial, la Dirección Ejecutiva del Regis‐
tro Federal de Electores pondrá a disposición de los
partidos políticos las listas nominales de electores
residentes en el extranjero.
Los partidos políticos podrán formular obser‐
vaciones a dichas listas, señalando hechos y casos
concretos e individualizados, hasta el 31 de marzo,
inclusive.
De las observaciones realizadas por los parti‐
dos políticos se harán las modificaciones a que hubie‐
re lugar y se informa al Consejo General y a la Comi‐
sión Nacional de Vigilancia a más tardar el 15 de ma‐
yo.
RESULTADO FINAL
Los resultados finales y oficiales se ofrecen en
una sesión del Consejo General del IFE en el caso de
elecciones federales y el consejo local en el caso de
elecciones locales que tiene lugar el miércoles si‐
guiente al día de la elección.
FIN DEL PROCESO ELECTORAL
Posteriormente, en el Tribunal Electoral del
Poder Judicial de la Federación o en el Tribunal Elec‐
toral del Estado, según el caso, se desahogan las que‐
jas que en su caso le sean presentadas sobre irregula‐
ridades en el proceso electoral y si estas no ameritan
la anulación de las elecciones o la modificación de los
resultados, declara válido el proceso electoral y en‐
trega la Constancia de Elección al candidato triunfa‐
dor, siendo declarado según el caso: Presidente Elec‐
to, Senador Electo, Diputado Electo etc., con esto
último se da por terminado todo el proceso electoral.
Como puede notarse el proceso que se lleva
para elegir un representante popular ya sea de Presi‐
dente de la república, diputado, senador o goberna‐
dor es estricto y muy largo. Cada cargo a elección
tiene ciertos requisitos aunque son similares, cada
uno tendrá sus fechas y requisitos de elección.
Además, todo ciudadano mexicano que desee votar
lo puede hacer aunque no se encuentre dentro de la
República mexicana en el caso de elección para Presi‐
dente de la República. Y algo muy importante que se
da en los procesos electorales, es que los gastos que
se hacen en cada proceso electoral son inmensos,
pero hasta la fecha esa es la manera de demostrar
que el pueblo toma decisiones en un estado de‐
mocrático.
EL PROCESO ELECTORAL Fin del proceso electoral 19
CAPITULO 4:
CONCLUSIONES
El proceso electoral es un todo complejo que
involucra tantos aspectos, políticos, culturales, histó‐
ricos, legales, y más, que es imposible enumerar to‐
dos en una monografía.
Aquí se considera que elegir los aspectos
históricos resultó importante ya que, a través de
ellos, mirando en retrospectiva la evolución no solo
del proceso electoral sino también de la democracia y
de la política que son su marco de referencia, es posi‐
ble entender el valor de lo que ahora los mexicanos
disponen como método para construir la democracia
en el país.
La historia enseña que el proceso electoral,
como esta normado en la actualidad, no es estático.
El Código reformado en 2007 deberá someterse a
prueba en las elecciones de 2012; pero en 2006, las
elecciones se dieron en un proceso electoral diferen‐
te, y así, se puede notar cómo evoluciona la demo‐
cracia en los cambios que se realizan en el proceso
electoral.
Hoy se pueden apreciar como derechos ob‐
vios: la votación de las mujeres, la edad mínima de 18
para votar, la votación de mexicanos en el extranjero,
la regulación de las campañas, precampañas, candi‐
datos y precandidatos, la regulación del acceso a los
medios; el establecimiento de normas sobre los lista‐
dos nominales, la integración de las casillas y los
métodos para llevar a cabo la votación; pero tales
derechos no fueron ni obvios, ni existieron en otras
épocas, antes de que la efervescente participación
ciudadana en la política a través o no de los partidos
políticos forzara a las instancias legales a instaurar
reglas más claras, certeras y explícitas en la legisla‐
ción electoral.
Hoy por hoy, quedan por resolverse muchos
asuntos pendientes, y en cada nuevo código habrán
de prescribirse nuevas reglas para el proceso electo‐
ral que den cuenta de cada uno de los derechos de
los ciudadanos para elegir democráticamente a sus
representantes.
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