historia de una excavacion / history of a dig. louis m. stumer (1955)
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HISTORIA DE UNA EXCAVACIÓN
Por Louis M. Stumer
¿Cómo un arqueólogo decide dónde
excavar y cómo continúa, exactamente,
su trabajo?. Estas preguntas se
respondieron en términos de las
excavaciones en un solo sitio: Cerro
Culebra en la costa del Perú.
Cada año grupos de arqueólogos clavan
sus azadas en unas pocas docenas de
sitios en rincones de la tierra más o
menos desiertas para excavar el pasado
enterrado del hombre. Cuando su
búsqueda de la aguja en el pajar es
recompensada con algún nuevo hallazgo
dramático –los tesoros de una
civilización desaparecida, las
herramientas de los hombres tempranos
destruidas hace mucho por tiempos
geológicos– somos propensos a pensar
los descubrimientos como golpes de
suerte. Desde luego, cualquier
excavación es una apuesta pero,
frecuentemente, los descubrimientos
aparecen lo suficiente como para que el
arqueólogo conserve el interés en su
profesión. No se emprende una
expedición arqueológica moderna
ligeramente: demanda dinero y una gran
cantidad de horas-hombre. ¿Cómo
seleccionan un sitio y llevan adelante sus
exploraciones los arqueólogos?.
Este artículo tratará de responder a esa
pregunta ofreciendo un relato de las
excavaciones efectuadas en un sitio de
Perú en 1952 y 1953. Como la mayor
parte de los trabajos arqueológicos de
campo, estas excavaciones arrojaron
algunos hallazgos inesperados, algunas
decepciones y algunas guías para futuras
excavaciones.
Los lectores de SCIENTIFIC AMERICAN
están bien familiarizados con la historia
del Perú, por las excavaciones que se
han hecho allí reportados en varios
artículos en esta revista [ver
especialmente “The History of a
Peruvian Valley” por James A. Ford,
agosto, 1954 y “Lost Cities of Perú” por
Richard P. Schaedel, agosto, 1951]. El
trabajo arqueológico en el Perú ha
estado guiado principalmente por la
peculiar geografía del país – un país
divido en muchas comunidades
separadas por la gran cadena de los
Andes y por desiertos. La larga costa
desértica del Perú al pie de los elevados
Andes, está cortada en muchos valles
por ríos fluyendo a lo largo de estrechos
desde las montañas hasta el Océano
Pacífico. En la prehistoria del Perú,
pequeños asentamientos en estos valles
crecieron hasta estados-valle; los
estado-valle fueron unificados en reinos
a través de la conquista y,
eventualmente, los reinos se unieron en
el gran imperio Inca, el cual culminó con
la conquista española en 1532. Es en los
valles costeños que los arqueólogos han
realizado la mayor parte de sus
excavaciones para investigar sobre la
historia temprana del Perú.
FOTOGRAFIA AEREA fue una de las muchas estudiadas para encontrar un sitio Pre-Tiahuanaco. La fotografía muestra a Cerro Culebra, el sitio discutido en este artículo. La estructura trapezoidal de centro-derecha es el cercado del templo. Los pequeños pozos a la izquierda son tumbas huaqueadas.
Nuestra expedición quiso investigar la
cultura de la costa central peruana en el
periodo justo antes que los valles fueran
invadidos por un montón de gente
(asociada con el sitio conocido como
Tiahuanaco) desde los Andes. El periodo
en el cual estuvimos interesados, se
estima gruesamente desde los tiempos
de Cristo a 500 d.C.
Encontrar un sitio de estos no fue fácil,
debido a que sus asentamientos fueron
pocos y dispersos. Afortunadamente, la
Fuerza Aérea Peruana tuvo una serie
completa de fotografías aéreas de
nuestra región y, generosamente, las
puso a nuestra disposición. El valor de
las fotografías aéreas para los
arqueólogos no puede subestimarse. No
sólo hace posible una rápida prospección
de los sitios que son muy difíciles de
alcanzar a pie, sino que frecuentemente
es mucho más fácil identificar ruinas
cubiertas por la arena desde el aire que
sobre el terreno.
Examinamos las fotografías y estudiamos
cuidadosamente ampliaciones de
aquellas que contenían ruinas. Los
asentamientos de cada época en el Perú
tuvieron un patrón o una planta
característica; Así, desde la inspección de
las fotografías pudimos acotar nuestra
investigación a los sitios con más
posibilidades de ser del periodo que
deseábamos estudiar. Luego visitamos e
hicimos un minucioso examen de cada
uno de estos sitios, incluyendo un
análisis de fragmentos de cerámica
encontradas sobre la superficie. Luego
de tres meses de reconocimientos,
finalmente, elegimos el sitio conocido
como Cerro Culebra (significa la colina
de la serpiente) en la boca del río Chillón
unas 10 millas al noroeste de Lima.1
Cerro Culebra mostró una alta
concentración de excelentes fragmentos
de cerámica de periodos pre-
Tiahuanaco; no fue complicado por
reocupaciones posteriores y ha tenido
poca atención de los huaqueros. Hubo
allí una impresionante pirámide, así
como, una extensa área de viviendas y
buena evidencia de cementerios no
disturbados bastante grandes.
GRAN RESIDENCIA de la cultura Playa Grande
excavada en Cerro Culebra. El poste en la parte
superior derecha es uno de los que sostuvieron
una logia.2 La pared en la parte superior está
hecha de tapial.3
Durante el reconocimiento adquirimos
las herramientas y equipos necesarios
1 Una milla –en tierra– equivale a 1,609 m. (Fuente: http://www.wordreference.com/es/en/translation.asp?spen=milla). Todas las notas a pie de página son del traductor. 2 Pasillo o corredor cuyo techo se sostiene por columnas
o pie derechos. Galería techada. 3 “poured adobe”.
para las excavaciones. Ya no es necesario
importar mucho equipo arqueológico a
Perú, prácticamente todo lo que se
necesita se puede comprar localmente a
precios favorables si los comparamos a
los de los Estados Unidos. También
dispusimos de espacios para almacenes
en el Museo de la Cultura Peruana,
gracias a su colaborador Director Luis E.
Valcárcel, uno de los arqueólogos
destacados del Perú. Cuando elegimos el
sitio para excavar solicitamos al gobierno
peruano un permiso de excavaciones.
Fue inmediatamente bienvenido por el
Director de Arqueología del Perú, Jorge
C. Muelle, un arqueólogo entusiasta, con
un animado deseo por el fomento de las
investigaciones científicas de campo y la
solución de los numerosos problemas de
las civilizaciones de la pre-conquista.
Afortunadamente, contamos con los
servicios de dos trabajadores en
arqueología de mayor experiencia en el
Perú para hacerse cargo de las
excavaciones; estuvieron disponibles al
mismo tiempo debido a que justo el
gobierno había suspendido sus largas
excavaciones en el famoso sitio de las
Necrópolis de Ancón. La habilidad y el
conocimiento de su labor son de la más
alta importancia en cualquier excavación
arqueológica. Es notable cómo puede
cumplirse con mucho más trabajo
científico cuando la expedición no tiene
que supervisar de cerca la remoción de
cada carga de pala, o preocuparse por
los daños y fiascos que casi,
invariablemente, molestan una
excavación con trabajadores sin
experiencia.
ENTIERRO DE NIÑO excavado en Cerro Culebra.
A la izquierda se encuentra una gran vasija de
cerámica. A la derecha se ubica un cartel de
madera sobre el cual se colocan referencias de
la fotografía para las investigaciones
posteriores.
El trabajo más importante es la
excavación de los antiguos depósitos de
desechos, llamados basurales, con los
que cuentan los arqueólogos para
establecer la secuencia de culturas en un
sitio – esto es, la historia y desarrollo
cultural de la gente que lo habitó. En el
Perú el indicador principal para una
cronología relativa es el estilo cerámico.
Se excava cuidadosamente un basural
capa por capa (usualmente de 10 a 20
pulgadas a la vez), y los fragmentos de
cerámica y otros restos humanos de
cada nivel son tamizados y analizados. Se
debe tener mucho cuidado en estar
seguro que el basural usado para datar
no esté disturbado,4 debido a que los
antiguos peruanos tenían una tendencia
a usar materiales desechados como
rellenos de cimientos en la construcción
de sus casas y de sus templos
piramidales, resultando de este modo –
por el descuido en este detalle– con una
estratigrafía invertida!.
Con nuestros dos trabajadores,
comenzamos explorando un pequeño
cementerio adyacente a las ruinas de
casas de un antiguo asentamiento en
Cerro Culebra. Excavamos ocho entierros
de los cuales los primeros cinco fueron
de niños. Encontramos en ellos algunos
excelentes ceramios, algunos muñecos
de cestería extraordinariamente bien
preservados y dos entierros en urna.5 La
cultura resultó ser la llamada Playa
Grande, de otro sitio cercano.6 Se
identifica por motivos de serpientes o
peces entrelazados que aparecen sobre
la mayor parte de sus ceramios y
textiles. Se han encontrado restos de la
cultura Playa Grande en varios puntos
sobre unas cincuenta millas de extensión
a lo largo de la costa central del Perú. 4 Alterado, removido.
5 Vasija, cántaro funerario. 6 Sitio epónimo ubicado en el distrito de Santa Rosa.
ENTIERRO DE UN ADULTO completamente
excavado en Cerro Culebra. Aunque el cuerpo
se encuentra notablemente conservado no está
momificado. Su preservación se debe a la aridez
del suelo.
En primer lugar, parece haber sido una
civilización de pescadores y agricultores,
pero también logró un alto grado de
elegancia artística para su tiempo –
comparativamente– temprano.
Luego que esta primera parcela de
cementerio fuera agotada nos movimos
hacia un gran montículo una 500 yardas
del centro del asentamiento. Aquí
encontramos la primera de las sorpresas
que nos aguardaban. Yo esperaba que
este montículo fuera un gran basural
debido a que hubo sobre la zona un
poco de basura orgánica. Pero las
excavaciones de la primera mitad del día
demostraron que no era para nada un
basural; el montículo cubría los restos de
una impresionante casa del periodo,
encontrada por primera vez.
LOS SITIOS mencionados en este artículo se
localizan en este mapa mostrando una pequeña
parte del Perú. Cerro Culebra está cerca de la
boca del río Chillón, unas 10 millas al noroeste
de Lima. La expedición a Cerro Culebra
también excavó en El Palmo. Playa Grande
prestó su nombre a una de las culturas en Cerro
Culebra. Las Necrópolis de Ancón es un famoso
sitio excavado anteriormente.
Nos llevó seis semanas excavar esta
antigua casa – un elaborado caso de
cornisas de arcilla pintadas, patios,
galerías externas y fogones internos y
externos. Cerca al fogón interno se
encontraron varios depósitos circulares
abundantemente surtidos de pescado,
maíz, maní, yuca y frijoles. Allí también
había un corral de piedra para guardar
cuyes, todavía importante en la dieta
indígena en los Andes. La construcción
de la casa fue más bien compleja. Las
paredes externas fueron de tapiales, las
divisorias de adobitos y los techos y
corredores se sostenían con un armazón
de grandes troncos de sauce. El techo
fue construido de gruesas cañas
entretejidas, sobre las cuales fueron
colocadas varias capas de cañas más
ligeras extendidas juntas. En el clima casi
carente de lluvias de la costa peruana
este tipo de techo proporcionó todo el
abrigo necesario, y el espacio entre las
paredes de adobe y las vigas de troncos
de sauce proporcionó la circulación de
aire durante los cálidos meses del
verano. En conjunto, la casa fue muy
bien planeada y debe haber sido muy
confortable para su tiempo.
Excavaciones adicionales descubrieron
que el patio principal tenía 23 entierros y
que la casa se sobreponía a otra de una
fase más temprana de la misma cultura,
asimismo, con su propia parcela de
entierros familiares. Esto más bien
confirmó concluyentemente una teoría
tentativa que formulamos en
excavaciones previas en Playa Grande;
que los entierros de este periodo se
presentan, generalmente, en grupos
familiares pequeños. Y que la práctica de
enterramientos en áreas de cementerios
generales tuvo lugar, sólo, algo más
tardíamente. Sin embargo, encontramos
una extraña señal en la casa superior: en
tres de sus vanos de entrada colocaron
cuerpos de infantes envueltos para
entierros. El significado de esta insalubre
ceremonia permanece oscuro.
Excavamos sólo una parte de la casa
inferior, ya que su excavación total
habría implicado la destrucción de la
vivienda posterior de arriba. Lo que
excavamos mostró que el edificio más
temprano tenía paredes de pequeños
adobes y corrales de cuyes hechos de
cañas antes que de piedras. Debajo de la
casa inferior encontramos sólo arena
estéril.
Nuestra siguiente excavación fue la
limpieza de una zona de cementerio
colindante a un pequeño grupo de
simples viviendas. Como se esperaba los
entierros fueron pobres y simples –
pobrísimos podría ser una mejor
palabra– pero en número suficiente para
proporcionar una muestra
representativa para el análisis de la
estructura física de la gente de este
periodo. Fuimos particularmente
afortunados en encontrar un alto
porcentaje de adultos para mediciones,
pues hasta esta excavación la mortandad
infantil entre los entierros había sido
alrededor del 40 por ciento!
PINTURAS MURALES del templo de Cerro
Culebra, pueden verse –en primer plano– en
una de las trincheras. Las cañas y fragmentos
de adobes a la derecha son restos de un techo.
Al concluir esta –más bien– opaca fase
de nuestras excavaciones nos dirigimos
al templo piramidal, el corazón del
asentamiento de Cerro Culebra. El
templo tuvo una pirámide central
trapezoidal rodeada por una pared
cuadrangular, también con planta de
forma trapezoidal, midiendo 820 pies en
su lado más largo. La pirámide misma
tiene unos 50 pies en su punto más alto.7
Fue la estructura Playa Grande más
grande que encontramos.
Comenzamos nuestras excavaciones en
el cuadrángulo central de la cima de la
pirámide. Y pronto se hizo visible que allí
–como en el lugar de la casa grande–
había dos periodos distintos. Los
primeros constructores habrían erigido
el montículo y el cuadrángulo
amurallado; su estilo arquitectónico
mostró que había sido construido
durante el periodo de la casa superior
que ya he descrito. Posteriormente, una
estructura masiva de tapia y una ancha
escalinata ceremonial habían sido
añadidas sobre éste. Los fragmentos de
cerámica encontrados en este nivel
superior lo identificaron con lo que se
conoce como cultura Maranga, la cual
siguió a la era Playa Grande, justo antes
del periodo Tiahuanaco. Así, esta
superposición nos dio la mayor parte de
la secuencia cultural que estuvimos 7 Un pie equivale a 30,48 cm. Fuente:
https://es.wikipedia.org/wiki/Pie_(unidad)
buscando, una circunstancia afortunada,
ya que los basurales encontrados en
Cerro Culebra cubrían sólo en periodo
Playa Grande y no se asociaban a otras
épocas.
Se usó la cerámica para datar las excavaciones.
Estas vasijas decoradas de la cultura Playa
Grande proceden de entierros de Cerro
Culebra.
Sin embargo, la precisa superposición
que nos ayudó en nuestro problema
cronológico nos estorbó en nuestro
estudio del templo, pues no podíamos
explorar completamente la parte inferior
sin demoler la parte superior y el
gobierno peruano no vio con buenos
ojos la posible destrucción de esta
arquitectura prehistórica.
Un día, en mi fastidio con la situación
arquitectónica pateé la arena frente a
una de las paredes del cuadrángulo
original el cual se proyectaba sólo una
pulgada –más o menos– sobre la arena
acarreada por el viento y los escombros.
¡El surco donde había pateado la arena
expuso brillantes destellos de rojo, negro
y blanco sobre la pared!. Convoqué
rápidamente a los trabajadores, quienes
estaban ocupados limpiando la gran
escalinata, y excavamos ansiosamente a
lo largo de la parte superior del muro
hasta una profundidad de unas seis
pulgadas. Esta limpieza superficial
mostró lo suficiente como para darnos la
certeza que habíamos dado con la serie
mejor preservada y más extensa de
pinturas murales encontradas hasta
ahora en la costa central del Perú.
Aparentemente, las pinturas se
extendían a lo largo de montículo del
templo. El único método factible para
descubrirlos sin destruir la estructura
superior fue hacer una estrecha
trinchera a lo largo de toda la pared.
Comprometimos a excavadores
adicionales y estuvimos ansiosos de
iniciar los trabajos. Durante las
siguientes semanas descubrimos seis
paneles distintos de murales pintados.
Algunos estuvieron pintados hasta con
nueve colores. Los paneles ocuparon la
mitad de la pared de 85 pies y algunos
tuvieron más de seis y medio pies de
alto. Más allá del fin de los paneles la
pared estuvo pintada de un amarillo
claro y brillante. Originalmente había
estado cubierta con un techo de caña y
barro, también brillantemente pintado,
pero éste y la parte superior del muro
habían sido destruidos durante la
construcción de la estructura superior.
Sin embargo, fue posible obtener una
imagen mental de cómo pudo haber
lucido la sección completa desde los
numerosos fragmentos de techo
encontrados en el piso de nuestra
trinchera, que estuvieron casualmente,
en el piso de arcilla del mismo templo.
Los colores fueron de origen vegetal y
habían sido aplicados sobre un fino
revestimiento de arcilla amarilla con una
técnica sorprendentemente similar al
verdadero fresco. Los paneles
representaron deidades o demonios y
fueron ejecutados en un estilo
geométrico muy eficaz. Tuvieron un
importante motivo de serpientes, de
diseño similar a los encontrados en la
cerámica y los tejidos del período Playa
Grande. Quizás estas pinturas explican el
nombre Cerro Culebra (colina de la
serpiente), porque las únicas serpientes
que hasta ahora hemos visto en este
lugar fueron las de los frescos.
Aparte de las artísticas pinturas y el valor
arqueológico, éstas sugirieron una línea
de investigación completamente nueva.
Varios de los motivos, así como, el
concepto y ejecución de las serpientes
son notablemente similares a las que
aparecen sobre la cerámica y la escultura
en piedra encontrada en el Callejón de
Huaylas, una cuenca en los Andes a más
de 200 millas al noreste del sitio de
Cerro Culebra. En algún lugar sobre esa
larga ruta entre estos dos puntos debe
haber trazas de los viajes de gentes
desde un lugar al otro. Por lo tanto, es
necesario un recorrido a través del
territorio entre la parte superior del
Callejón de Huaylas y el valle del Chillón,
y tiene altas posibilidades de ser
arqueológicamente productivo. Sin ser
muy optimista, yo siento que bien puede
haber uno o más sitios en esta área, de
igual importancia que Cerro Culebra.
Limpiamos toda la parte pintada de la
pared sur del cuadrángulo interno,
revisamos la pared norte en varios
puntos, donde también definimos la
construcción piramidal más temprana y
la más tardía, penetrando a través del
piso del templo, dentro y fuera del
cuadrángulo, limpiando una porción de
la escalinata principal y alrededores del
templo, y haciendo cortes en varios
basurales. Esta intensiva actividad fue
posible gracias a la cooperación de
Richard P. Schaedel, cuya habilidad en
arqueología y conocimiento de la
arquitectura precolombina me posibilitó
concentrarme en las paredes pintadas y
la localización de los depósitos de
basura, con la tranquilidad que da la
certeza que los exámenes
arquitectónicos estaban siendo llevados
a cabo con una competencia mayor a la
que yo mismo podía reunir.
Luego de dedicar unas seis semanas a
este trabajo, fuimos forzados a
movernos de mala gana, en la medida
que el tiempo fue haciéndose corto y
nuestra mayor tarea fue el examen del
contenido de las tumbas y la
estratigrafía. Finalizamos nuestro trabajo
de campo con la excavación de una
cantidad de entierros en el cementerio
de El Palmo cerca de Cerro Culebra. Aquí
el reconocimiento de superficie había
levantado altas expectativas que
podíamos ser capaces de establecer, al
menos, los inicios de una secuencia
cultural ininterrumpida desde la cultura
Maranga directamente a través de los
periodos tiahuanacoides, bien adentrado
a la época de los reinos y
confederaciones los cuales precedieron
inmediatamente al imperio Inca.
Nuestras esperanzas se desvanecieron
cuando las excavaciones demostraron
que los entierros más tempranos de El
Palmo, aparentemente, no se
remontaban más allá de Tiahuanaco. Sin
embargo, nuestro trabajo no se
desperdició, ya que se encontraron
suficientes casos de superposición de
entierros para darnos la primera
secuencia cultural sólida para el valle del
Chillón desde los inicios del
tiahuanacoide a la época Inca. También
se recogió una gran cantidad de
información acerca de la extensión de
las culturas locales. Asimismo, los
entierros de El Palmo arrojaron buenos
ejemplos de la cerámica y otros
artefactos de los períodos tardíos de la
prehistoria de la costa central.
Al final de esta fase del trabajo, los
trabajadores fueron licenciados y
nosotros continuamos en nuestro
laboratorio en el museo analizando
nuestros hallazgos en Cerro Culebra.
Esperamos obtener de este trabajo una
aceptable y concluyente tipificación del
estilo cerámico de Playa Grande,
especialmente cuando los
correlacionemos con los materiales
obtenidos de las excavaciones en el
mismo Playa Grande. En cuanto a los
objetos desenterrados con los entierros
ya nos han proporcionado una gran
cantidad de conocimiento sobre las
clases sociales de la civilización Playa
Grande, el intercambio entre la costa
peruana y la región del río Amazonas en
tempranos tiempos prehistóricos y el
trabajo en metalurgia, hueso y textiles
de la cultura Playa Grande, los cuales
fueron mucho más diestros de lo que
han sido considerados hasta ahora.
Durante este periodo de evaluación en el
laboratorio de Lima también hemos
catalogado, limpiado y empaquetado
todos los materiales excavados para
preservarlos de la alta humedad de la
neblina limeña en los meses de invierno,
hemos fotografiado todos los artefactos
significativos y hemos examinado
numerosas momias de niños removidas
de los entierros. Durante la actual
excavación se hicieron notas de campo
diarias y se han tomado muchas
fotografías. Hacia el fin de una
excavación usualmente hay una buena
cantidad de trabajo colocando todo este
material de campo en forma
conveniente para su estudio detallado, y
las excavaciones en Cero Culebra no
fueron la excepción a la regla. Debería
señalarse que en, prácticamente, todo
trabajo arqueológico de campo hay
muchos, muchos días que son
extremadamente aburridos e
improductivos y durante los cuales la
toma de notas de campo y fotografías
continúan de una manera tranquila y
algunas veces casi somnolienta. Sin
embargo, en otros momentos, por
ejemplo, cuando una tumba importante
está siendo abierta todos están tan
ocupados que el orden necesariamente
se va por la borda y se requiere de un
hábil asistente de campo para capturar y
apreciar el significado de muchas
observaciones que están haciéndose
durante el curso de la acción. Fuimos
afortunados en tener los servicios de
Patricia Fry en este puesto y su
entusiasmo y compresión del trabajo
resultó en que nuestros registros estén
en condiciones eminentemente
satisfactorias.
La última etapa de una excavación es la
preparación y publicación del informe
final. Esto involucra investigar en los
reportes de todos los trabajos previos
que podrían tener relevancia sobre el
objeto, descripción y clasificación de la
data, consultas a especialistas sobre
artefactos como textiles, restos de
plantas, arquitectura y antropología
física y evaluación de los resultados.
En esta etapa el mismo trabajo de
campo se hace un recuerdo placentero,
y los arqueólogos intentan colocar los
restos mortuorios juntos, en un
significativo cuadro en su escritorio en
una oficina o biblioteca, ¡soñando con
ansias los días sobre el caluroso desierto
con el viento soplando arena sobre la
cara!
Entonces, esta es la historia de una
excavación, siendo en parte el relato
actual de una serie de excavaciones que
sólo recientemente llegaron a su fin, y
en parte un anticipo de lo que el autor
está atravesando ahora y que es
necesario antes que cualquier trabajo
arqueológico pueda tener algún valor
real. Requiere muchos meses de
evaluación, investigación y redacción.
Saliendo del campo los arqueólogos
jurarían que ni siquiera caballos salvajes
los arrastraran de regreso y todo lo que
desearían es gastar el resto de sus días
en los confortables alrededores de un
campus o museo. Luego de algunos
meses de hacer realidad su deseo, una
cierta inquietud comienza a notarse. A
su vez comienzan las conversaciones
para proyectos de campo, ¡usualmente
en áreas en las cuales no habrían sido
encontrados muertos seis meses antes!.
Se cristalizan los planes para una nueva
expedición y pronto el arqueólogo está
reservando pasajes en una aerolínea o
barco. Cuando este artículo va camino al
editor, el escritor está regresando al
Perú. [El último mes el Dr. Stumer
descubrió, en un sitio 15 millas arriba de
Cerro Culebra en el valle del Chillón, las
ruinas de un asentamiento más grande
que parece haber sido la ciudad capital
de la cultura Playa Grande.- Ed. ].
Título original: “History of a Dig”.
Scientific American, Vol. 192, N° 3,
1955: 98-104. N.Y.
Traducción: Lic. Victor Falcón Huayta.
Diciembre de 2013. Lima.
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