la ambigüedad del deseo

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Artículo de Javier Gomá

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  • JAVIER GOMA LANZON 19 MAY 1998

    TRIBUNA:

    La ambigedad del deseoArchivado en: Atencin ciudadanoAtencin ciudadano OpininOpinin Poltica nacionalPoltica nacional Ciencias polticasCiencias polticas FuncionariosFuncionarios Trmites administracinTrmites administracin Funcin pblicaFuncin pblica GobiernoGobierno EspaaEspaaAdministracin EstadoAdministracin Estado PolticaPoltica Administracin pblicaAdministracin pblica

    El Estado de derecho descansa hoy sobre dos grandes pilares: la eleccin por el pueblo deunos representantes y la aprobacin por stos de unas leyes. En la versin continental, esasleyes han de ser tpicas y generales. El ideal de racionalizacin de la esfera pblica, quepromovi la modernidad, exiga la postergacin de deseos y preferencias individuales, quedeban replegarse a la esfera privada. En lo pblico impera la razn, se dice, que se identificacon el inters general. A diferencia del cosmos de privilegios singulares que caracteriz alantiguo rgimen, la tipicidad de los revolucionarios franceses aspiraba a una generalidad enlas leyes que, abstrayendo de los casos particulares y de los nombres propios, excluyera, enobsequio de la igualdad, la contemplacin de los deseos individuales. Todo lo personal ysingular en poltica evocaba el despotismo de los monarcas absolutos.Adems, la vigenteteora sobre el Estado de derecho no tiene apenas en cuenta el segundo gran momento delpueblo soberano. Adems de votar a sus representantes, el pueblo participa en el ordenconstitucional cuando acepta tcitamente las normas aprobadas por aqullos mediante sucotidiano cumplimiento. La ausencia de una rebelin social, el acatamiento de las leyes y sugeneral observancia, conforman un elemento esencial del Estado de derecho que, usando lalocuela periodstica, puede designarse como normalidad democrtica.Mi tesis es que esta versin del Estado de derecho, la flor ms preciosa de la civilizacin, alser, con todo, algo puritana, conduce necesariamente a una concepcin coactiva del Estado, yque debe por tanto completarse aadiendo el elemento afectivo, el Deseo.Una teora es puritana cuando, adems de ser racional, toca en racionalista. El racionalreconoce la competencia del tribunal de la razn, el racionalista adems proscribe el elementoemocional o afectivo. La versin clsica del Estado de derecho es algo puritana porque apartade su consideracin las razones o causas de la adhesin sentimental del pueblo al ordenconstitucional. Si los ciudadanos cumplen las leyes, ser por la inherente racionalidad de lasmismas o por temor al castigo. Ninguna atencin a la unin afectiva del pueblo con lospoderes, a la emocin poltica de los ciudadanos que se identifican con sus representantes,slo el temor a la sancin produce el asentimiento de la comunidad a las leyes y decisionespblicas.Por eso el Estado liberal acaba siendo, en su teorizacin cannica, que es la de Kelsen, unEstado esencialmente coactivo. Las leyes son normas aprobadas de conformidad con unprocedimiento formalmente vlido. La aplicacin social de esas leyes es negocio aparte. Laresistencia que la sociedad pueda oponer a esa aplicacin debe reprimirse con una fuerzamayor de contrario signo, la violencia legtima del Estado; violencia contra violencia, derechopenal y derecho sancionador, polica y crcel.

    MARTES, 19 de mayo de 1998

    ARCHIVO EDICINIMPRESALa ambigedad del deseo | Edicin impresa | EL PAS http://elpais.com/diario/1998/05/19/opinion/895528803_...

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  • Por otra parte, fiarlo todo a la racionalidad de las leyes es ignorar que esas leyes sonproductos humanos y que su racionalidad depende de la racionalidad y probidad que exhibansus autores. No existe una instancia mstica productora de leyes (como la voluntad general)que sea distinta de la suma de entendimientos y voluntades de las personas individuales, y dehecho nadie, ni los propios polticos, cree en ella. Cuando un poltico durante las eleccionesproclama a los cuatro vientos programa, programa, programa, dando a entender que no seinteresa por las personas y los cargos, sino por las ideas que promueve, en realidad esttratando de dar buena imagen electoral. Ahora bien, la preocupacin por la imagen personalante el electorado supone justamente el reconocimiento de la gran importancia que hoy en dareviste la percepcin visual que la gente tiene de la persona de los polticos. Sin decir que lasorientaciones polticas carezcan de consecuencias electorales, hoy nadie vota programasporque nadie los lee, en cambio el rostro de los candidatos aparece en la televisin todos losdas y luce sonriente en los carteles electorales. Es imposible ignorar las consecuencias quepara la teora poltica supone el desarrollo en las sociedades avanzadas de los medios decomunicacin y de la libertad de expresin. La manera de vestir, de hablar, de peinarse de loscandidatos, sus personales cualidades, la correccin y espontaneidad, su biografa -su vidaprivada- deciden unas elecciones.Yo creo que hay que reconocer abiertamente la indudable importancia que tienen las personasde los polticos en los sistemas democrticos, y mucho ms con el imparable avance de losmedios de comunicacin social. En otro tiempo, los ciudadanos no conocan a susgobernantes sino por vietas o caricaturas en los peridicos o por los retratos colgados en lasgaleras oficiales. Hoy la imagen ha adquirido tal centralidad poltica, que con motivo se mide yse difunde cada poco en las encuestas de opinin.La actual centralidad de la imagen en la vida real -no en la teora- tiene una indudable ventaja.Las personas suscitan adhesiones y emociones en el pueblo en grado muchsimo mayor quelas ideas o las cosas, lo cual naturalmente no excluye, sino todo lo contrario, que esaspersonas defiendan ideas y programas y proyectos. Ellos, las personas pblicas, son laverdadera fuente de moralidad e inmoralidad social y la causa ltima de la afeccin ydesafeccin de los ciudadanos al orden jurdico que promueven. Sin necesidad de coaccin niviolencia, la ejemplaridad de los polticos genera una participacin espontnea de losciudadanos en las decisiones polticas y una directa identificacin con sus autores.La racionalidad tcnica de las sociedades contemporneas ha menospreciado el deseo en lateora poltica como algo inasible, inquietante, incontrolable y quiz pueril. Cuando, en el sigloXX, siempre como ecos de Freud, se han elevado algunas voces en defensa del deseo(Marcuse, Foucault, Deleuze, Baudrillard), se ha tratado invariablemente de un deseo sexual,irracional, previamente reprimido por una dominacin que se desenmascara.Debemos preparar una concepcin racional del deseo para evitar el racionalismo puritano; undeseo moral, pblico, responsable; un deseo ingenuo, espontneo y libre sin necesidad deliberacin, en la lnea de Shaftesbury, Schiller y Scheler. No el temor al castigo o su amenaza,sino el apego o inclinacin hacia lo bueno y verdadero encarnado en ciertas figuras, la traccinque ejerce sobre el nimo la presencia o la memoria de lo digno y elevado, el ensanchamientomoral que produce en el espectador la visin de un ejemplo y el anhelo de emulacin. HastaKant -el puritano, obsesionado con la pureza de la razn- admite una adhesin emocional a laley moral de la razn prctica.Por supuesto, no pretendo que los polticos sean en realidad un ejemplario de virtudes, sinoque ejercen una influencia de hecho determinante, buena o mala, y que, aunque muchasveces es negativa, si fuera positiva y ejemplar, ellos produciran, debido a su presenciapoderosa en la conciencia de los gobernados, una cohesin y vertebracin social altamente

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  • integradora, que disipara este tedio, este escepticismo hacia lo pblico. Los ciudadanospueden aceptar sin sublevarse grandes dosis de sacrificio y renuncia si han sido decretadospor personas que han elegido democrticamente y a los que respetan y admiran por sucapacidad, probidad y experiencia. La poltica ha dejado de ser una res pblica y hacomenzado a ser dramatis personae, lo que quiere decir que ha dejado de ser slo unacuestin de cosas (ideales, problemas, banderas) y ha comenzado a ser adems una actividadde personas.Javier Gom Lanzn es letrado del Consejo de Estado y codirector de Nueva Revista.

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