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Borquez Ciolfi 1
La emergencia de nuevas construcciones identitarias
en la literatura escrita en Patagonia a fines del S. XX.
Borquez Ciolfi 2
Universidad Nacional de la Patagonia S. J. B.
Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales
Sede Comodoro Rivadavia
Licenciatura en Letras
Directora de Tesis: Dra. Silvia E. Casini
Alumna: Carolina Borquez Ciolfi
Tesis de Grado
LA EMERGENCIA DE NUEVAS CONSTRUCCIONES IDENTITARIAS
EN LA LITERATURA ESCRITA EN PATAGONIA A FINES DEL S. XX
Borquez Ciolfi 4
Introducción
Objetivos y metodología de trabajo 8
Marco Teórico 11
Primer Capítulo
Las construcciones identitarias en la literatura escrita en Patagonia 18
Sarmiento y la construcción del estereotipo patagónico 22
Otros «textos fundadores» del imaginario de Patagonia 32
Segundo Capítulo
Identidades en-tensión. Las representaciones identitarias en Música
desconocida para viajes de Cristian Aliaga
39
Tercer Capítulo
Identidades híbridas. Las representaciones identitarias en la narrativa de
Marcelo Eckhardt. Una lectura de El desertor, ¡Nítida esa euforia! y
Trelew.
54
Conclusiones 74
Obras citadas 78
Notas 83
Borquez Ciolfi 6
Uno está hecho de carne, cielo, huesos, luz, tierra y relatos. El agua
mental bulle de relatos. Somos relatos; nos hacen y nos deshacen.
Marcelo Eckhardt, Trelew
Las preguntas que nos hacemos por las identidades, por nuestras
identidades, no resisten demasiado tiempo más el confinamiento si
pretendemos construir estrategias de representación dispuestas a los
desplazamientos. Desplazamientos de nuestras representaciones y de
nuestros cuerpos que hagan de ellos territorios de lo confuso. Que
hagan de ellos el territorio de lo impropio, de lo inoportuno. De lo
impropio para que resistan al canon. […] De lo inoportuno, para que
amenacen todo el tiempo el lugar asignado a la representación de la
identidad: estable y unireferencial.
Alejandro De Oto, Representaciones inestables
Borquez Ciolfi 8
Objetivos y metodología de trabajo
El objetivo de esta tesis de grado es analizar la emergencia de nuevas
construcciones identitarias en algunos textos narrativos escritos en Patagonia hacia
fines del siglo XX y comienzos del XXI: El desertor (1993), Trelew (1997) y ¡Nítida
esa euforia! (1999) del escritor Marcelo Eckhardt y Música desconocida para viajes
(2002 y 2009) del poeta Cristian Aliaga.
Partimos de la hipótesis de que en estos textos narrativos se problematiza la
identidad estereotípica “originaria” y “esencial” asignada al territorio y a los sujetos
patagónicos en el proceso de narración de la nación moderna argentina que se
desarrolló a partir de mediados del siglo XIX. La problematización de la identidad
estereotípica implica no sólo un cuestionamiento de esta identidad sino que también
da lugar a la construcción de nuevas representaciones identitarias.
En el Primer Capítulo proponemos una lectura del Facundo de Sarmiento como
el artífice de la construcción del estereotipo patagónico que asigna y fija la posición
territorial y la identidad cultural “originaria”, “esencial” de sus sujetos en el esquema de
la nación en construcción. Esta lectura implica reflexionar sobre el contexto socio-
político y cultural del que es producto este texto fundacional. Para ello tendremos en
cuenta los aportes de investigadores, teóricos y críticos especialistas en literatura
argentina y también de especialistas en temas de historia y geografía. Del ámbito
literario, son fundamentales los textos de David Viñas y de Noé Jitrik que nos permiten
Borquez Ciolfi 9
pensar los vínculos entre política y literatura argentina: Indios, ejército y frontera y De
Sarmiento a Cortázar. Literatura argentina y realidad política de David Viñas y “Para
una lectura de Facundo, de Domingo F. Sarmiento” de Jitrik. También lo son las
contribuciones de María Rosa Lojo en su texto La “barbarie” en la narrativa argentina
(siglo XIX). Entre los estudios provenientes de otros campos disciplinares podemos
mencionar los de la geógrafa Silvina Quintero en su ensayo “La interpretación del
territorio argentino en los primeros censos nacionales de población (1869, 1895,
1914)”; y los de Stuart Hall, teórico de los estudios culturales, en “Identidad cultural y
diáspora”. Dentro del Primer Capítulo, también abordamos y problematizamos la
producción teórica y crítica sobre literatura patagónica de Silvia Casini, que vincula la
construcción estereotípica del espacio patagónico a la tradición de la literatura europea
a través de los textos de los viajeros, cronistas y científicos europeos del siglo XIX.
Luego, analizamos la emergencia de nuevas construcciones identitarias en tres textos
narrativos contemporáneos de la literatura escrita en Patagonia ya que, tal como
sostiene Picallo, considero que la literatura constituye “el espacio elegido por nuevas
generaciones de escritores para revisar e interrogar el sistema dentro del cual la
identidad literaria es y fue inscripta” (4).
El Segundo Capítulo se ocupa de las identidades en-tensión. Para ello
trabajaremos con el texto narrativo Música desconocida para viajes (2002 y 2009)
del escritor Cristian Aliaga. Este análisis se realiza a partir de categorías propias
propuestas a los efectos de este trabajo de investigación. Postulamos a las
identidades en-tensión como identidades de transición hacia nuevas maneras de
representar y a la vez cuestionar todo intento de representación identitaria
totalizante. Esta construcción es deudora de regímenes de representación que si
bien aparecen bajo nuevos valores (manifiestan el deseo y discursivamente asumen
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el rol de pensarse) funcionan con la misma lógica de la visión de mundo occidental
(Sarmiento y el discurso hegemónico posterior) que pretende desactivar. Supone un
territorio y un sujeto patagónico que continua siendo determinado desde afuera.
El tercer capítulo analiza tres textos del escritor Marcelo Eckhardt, escritos y
publicados hacia mediados y fines de la década del ’90: El desertor (1993), Nítida
esa euforia (1999) y Trelew (1997). Planteamos un recorrido por los textos que prevé
dos momentos. En el primero nos ocupamos de analizar El desertor y Nítida esa
euforia como textos de transición dentro de su propia producción narrativa hacia la
construcción de sistemas híbridos de representación identitaria. Textos que des-
sedimentan y, en consecuencia, desnaturalizan las representaciones identitarias
estereotípicas asignadas al territorio patagónico y a los sujetos que lo habitan en el
proceso de narración de la nación moderna argentina. En un segundo momento nos
ocupamos de la construcción de identidades híbridas, fundamentalmente, en Trelew
a partir de la categoría propuesta por Bhabha en Los lugares de la cultura.
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Marco teórico
Los capítulos en los que analizamos la emergencia de nuevas
representaciones identitarias proponen lecturas deconstructivas de los textos
narrativos trabajados. En tanto estrategia de lectura, esta operación crítica, aporte
de Jacques Derrida, nos permite enfocarnos en las oposiciones binarias que entran
en juego en el proceso de significación textual. La deconstrucción nos permite
enfocarnos en los conflictos que se suscitan en el proceso de construcción de
identidades patagónicas entre las fuerzas de significación antagónicas que actúan
dentro de los textos: civilización y barbarie (y toda reformulación de esta oposición
binaria: ciudad/ desierto o campo, centro/ periferia, norte/ sur, Buenos Aires/ interior).
La deconstrucción nos permite mostrar que la literatura escrita en Patagonia está
construida sobre esta oposición, en la que el primer término ha sido, históricamente,
el elemento jerarquizado. En consecuencia, el modo en que fueron organizados sus
espacios y construidas las identidades de los sujetos que los habitaban, no son
naturales e inevitables sino construcciones culturales e ideológicas que responden a
un proyecto de nación y a sus respectivas representaciones identitarias. Y no lo son,
en tanto las palabras no tienen “vínculos naturales” con el significado en la realidad.
Las palabras no son significativas en sí mismas, su significado es producto de las
diferencias (juego) en el lenguaje:
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La estructura general de la huella inmotivada hace comunicar, en la
misma posibilidad y sin que pueda separárselos más que mediante la
abstracción, la estructura de la relación con lo otro, el movimiento de la
temporalización y el lenguaje como escritura. (Derrida, De la
Gramatología 61-2).
La palabra es una huella instituida, es una marca que no re-presenta, que no
es capaz de presentar una cosa y garantizarla como tal. La huella no evidencia la
presencia de significados trascendentales (la Verdad, el Origen), sino su ausencia.
Este concepto nos permite pensar fuera de la presencia. Una palabra (signo) nunca
remite directamente a un significado sino, siempre, a cadenas de significantes,
reproduciendo el juego de referencias significantes que constituye el lenguaje: el
significado de un signo
se convierte a su vez en un signo y así hasta el infinito. La identidad
consigo mismo del significado se oculta y desplaza sin cesar. Lo propio
del [signo] es ser él y otro, producirse como una estructura de
referencia, distraerse de sí. (Derrida, De la Gramatología 64).
La huella derrideana (différance) es movimiento activo (de significante a
significante y así ad infinitum), no es una estructura porque nunca está fija. Es el
lugar donde se marca la relación con lo otro: con las palabras-huellas que le
precedieron en el texto, con las que vendrán después e incluso con aquellas que el
narrador ha excluido.
Por otra parte, pero en sintonía con la estrategia deconstructiva planteada
anteriormente, los estudios culturales y la crítica postcolonial (teorías literarias que
problematizan la cultura y la literatura en tanto manifestación de cultura) postulan la
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inestabilidad, la provisionalidad y el carácter de constructo social de las nociones de
identidad que nos han sido impuestas históricamente. Desde las categorías
propuestas por estas teorías podemos también analizar la construcción de las
identidades patagónicas en los textos literarios trabajados.
Stuart Hall, uno de los teóricos de los estudios culturales abocado a pensar
las cuestiones relacionadas a la identidad, postula la existencia de dos formas de
pensar la «identidad cultural». La primera posibilidad es pensarla como una
identidad esencial re-descubierta. En este caso, la identidad está conformada por las
experiencias históricas y los códigos culturales comunes a un pueblo (carácter
colectivo) que funcionan como marco de referencia y significado (estable, inmutable
y continuo). Un marco cuya unicidad subyace a las diferencias superficiales
(divisiones y vicisitudes de la historia actual). Esta concepción supone la existencia
de una esencia, espíritu universal y trascendente que permanece inmutable a lo
largo de la historia y la cultura. Esta esencia re-descubierta representa un origen
hacia el cual es posible retornar. La segunda posibilidad es pensarla como una
identidad producida en el acto de re-contar el pasado. Las identidades se construyen
dentro del discurso, dentro de la representación (memoria, fantasía, narrativa, mito),
pero este proceso ficcional del que surgen no socava su efectividad discursiva,
material o política:
Las identidades son los nombres que les damos a las diferentes formas
en las que estamos posicionados, y dentro de las que nosotros mismos
nos posicionamos, a través de las narrativas del pasado. (Hall,
“Identidad cultural y diáspora” 134)
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Los posicionamientos son los puntos de identificación, el contexto, desde los
que escribimos y hablamos dentro de la historia y la cultura. Así concebida la
«identidad cultural» es histórica, siempre está en proceso de construcción (nunca se
encuentra fija en un pasado originario esencial). Esta concepción acepta tanto las
similitudes (el marco de experiencias histórico-culturales comunes) como las
diferencias (las singularidades de las experiencias propias) constitutivas de aquello
“en lo que nos hemos convertido” (Hall, “Identidad cultural y diáspora” 135).
En el marco de esta investigación, las identidades son entendidas como
productos del discurso, se constituyen siempre dentro de la representación y no
fuera de ella; como productos variables que se producen en la articulación de las
diferencias culturales. Nuestra concepción de las identidades se aleja de la
definición esencialista contenida en el significado tradicional del término «identidad»:
“unidad idéntica y naturalmente constituida”. (Hall, “Introducción” 18).
En función de esta concepción, reconocemos la emergencia en la literatura
escrita en Patagonia desde fines del s. XX, de dos nuevas modalidades diferentes
en las representaciones identitarias del territorio y de los sujetos patagónicos.
Modalidades ¿representadas? por los textos analizados en el presente trabajado de
investigación. Identidades en-tensión es la categoría que proponemos para analizar
en el Segundo Capítulo, las representaciones identitarias en el texto Música
desconocida para viajes del escritor Cristian Aliaga. A partir del concepto de hibridez
de Bhabha, proponemos la categoría de identidades híbridas para analizar en el
Tercer Capítulo la segunda nueva modalidad de las construcciones identitarias que
vemos representada en los textos de Marcelo Eckhardt.
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Las identidades híbridas emergen de la rearticulación/ traducción de la
identidad patagónica construida sobre el antagonismo civilización/ barbarie. Son
identidades que no son ni una cosa ni la otra “sino algo distinto que cuestiona los
términos y territorios de ambos” (Bhabha 48). La traducción cultural es el espacio
intersticial, de intervención y de negociación que se abre entre ambos términos.
Traducir es intervenir el pasado, es hacer algo con él, no sólo reproducirlo. Las
identidades híbridas no reproducen los signos identitarios anteriores herederos del
relato hegemónico de nación1, sino que emergen como una nueva subjetividad. Esta
emergencia marca un momento de cambio cultural. De esta manera, la narrativa
ejerce su derecho a articular un pensamiento propio de lo patagónico (propio en
cuanto es producto del sujeto y no impuesto desde fuera, y, por supuesto, no en
relación a lo verdadero). La capacidad de someter al pasado a un proceso de
traducción cultural es para el sujeto un momento de adquisición de poder. El sujeto
se transforma, en palabras de Bhabha, en un agente revisionista, capaz de intervenir
en el presente de la cultura repensando el pasado y sometiéndolo a una reescritura
(Bhabha 24).
La categoría de identidad en-tensión remite a subjetividades construidas a
partir de los rasgos característicos del proceso de definición geopolítica del territorio
patagónico, en el que el Sur representaba lo bárbaro, el atraso. Esta categoría
supone un continuum de pasado y presente porque son ficciones que pretenden
pensarse desde lo propio pero establecen su discurso de la identidad desde la
otredad que le fuera impuesta por un modo de representación ambivalente, desde el
estereotipo del bárbaro planteado y fijado por Sarmiento. Supone un sujeto
patagónico que continua siendo determinado desde afuera. Esta categoría evidencia
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la contradicción entre los planos implícito y explícito de la escritura en el texto
narrativo trabajado en el capítulo dedicado a analizar las identidades en-tensión.
En el párrafo anterior, hemos introducido el concepto de estereotipo. Para
delimitar sus alcances en el marco del presente trabajo diremos, siguiendo a
Bhabha, que el estereotipo es una forma ambivalente de conocimiento e
identificación porque construye a los sujetos patagónicos como un otro que sin
embargo es “enteramente conocible y visible” (96). El estereotipo “ofrece en
cualquier momento determinado un punto seguro de identificación” (95).Es una
representación simplificada, no por ser, necesariamente, falsa sino, por ser una
representación detenida, fijada que niega el juego de la diferencia al proponer que
su reconocimiento se lleve a cabo como una “naturaleza”, como efecto de la
“evidencia de lo visible” (105), y que, en consecuencia, impide pensar a los sujetos
más allá del discurso civilizatorio sarmientino.
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Las construcciones identitarias en la literatura escrita en
Patagonia
En las últimas décadas del siglo XX emergen en la narrativa escrita en
Patagonia discursos que se hacen eco de un momento de cambio político-cultural
signado por la necesidad de un pensamiento de lo patagónico en la frontera entre-
medio de los términos civilización y barbarie. Hasta este momento, las identidades
literarias en la narrativa escrita en Patagonia, herederas del relato de nación, fueron
construidas siguiendo el modelo de definición geopolítica que organizó el territorio
nacional: Buenos Aires (la zona rioplatense) representaba la civilización y el Sur, la
barbarie.
En la actualidad, el campo de la literatura escrita en Patagonia es un espacio
de la diferencia en el que resuenan multiplicidad de voces. Esto es así debido a que
los textos que reproducen las identidades esencialistas fijadas en el texto
sarmientino conviven con otros que construyen nuevas identidades: las identidades
híbridas y las identidades en-tensión que proponemos en este trabajo.
La construcción identitaria que denominamos identidades híbridas emerge en
discursos literarios patagónicos que posicionan al territorio y a sus sujetos dentro de
sus propios regímenes de representación, es decir que asumen el poder de
pensarse a sí mismos. Las identidades híbridas son el producto de un momento de
cambio. Lo característico de esta nueva subjetividad es el reclamo del derecho a
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pensarse a partir de sí mismo y no de la otredad que le fue impuesta históricamente.
Las identidades híbridas piensan/ construyen lo patagónico desde los intersticios,
desde la frontera, desde el margen que se abre entre los discursos de la civilización
y la barbarie, desde lo que Bhabha denomina tercer espacio:
Estos espacios “entre-medio” [in-between] proveen el terreno para
elaborar estrategias de identidad [selfhood] (singular o comunitaria)
que inician nuevos signos de identidad, y sitios innovadores de
colaboración y cuestionamiento, en el acto de definir la idea misma de
sociedad.
Es en la emergencia de los intersticios (el solapamiento y el
desplazamiento de los dominios de la diferencia) donde se negocian
las experiencias intersubjetivas y colectivas de nacionalidad
[nationness], interés comunitario o valor cultural. (Bhabha 18)
Este proceso de redefinición identitaria se sitúa en la frontera de los términos
civilización y barbarie, en el espacio cultural que se abre entre ellos porque los
sujetos han experimentado la inestabilidad de sus representaciones.
Los textos que construyen y proponen identidades híbridas legitiman un
nuevo imaginario cultural ya que deconstruyen los estereotipos de lo patagónico y
permiten que la Patagonia afirme “su propia identidad y la existencia de su propia
historia” (Said, Cultura e imperialismo 13) al asumir el poder de pensarse y
representarse más allá de la identidad esencializada que le fuera impuesta
históricamente.
Esta nueva construcción identitaria convive, no sólo con aquella que
reproduce las identidades esencialistas, sino también con una tercera categoría, las
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identidades en-tensión. Todo cambio supone una transición. A este momento de
transición hacia un pensamiento propio corresponden las identidades en-tensión que
analizamos. Esta construcción identitaria emerge de regímenes de representación
que si bien aparecen bajo nuevos valores (manifiestan el deseo y discursivamente
asumen el rol de pensarse) funcionan con la misma lógica de la visión de mundo
occidental (Sarmiento y el discurso hegemónico posterior) que pretende desactivar.
Edward Said destaca la importancia que tienen y han tenido los relatos en la
historia y el mundo del imperio al afirmar que las narraciones son fundamentales
porque
se encuentran en el centro mismo de aquello que los exploradores y
los novelistas afirman acerca de las regiones extrañas del mundo y
también [porque] se convierten en el método que los colonizados
utilizan para afirmar su propia identidad y la existencia de su propia
historia. En el imperialismo, la batalla principal se libra, desde luego,
por la tierra. Pero cuando toca preguntarse por quién la poseía antes,
quién posee el derecho de ocuparla y trabajarla, quién la mantiene,
quién la recuperó y quién ahora planifica su futuro, resulta que todos
esos asuntos habían sido reflejados, discutidos y a veces, por algún
tiempo, decididos, en los relatos.” (Cultura e imperialismo 13)
Es evidente que para Said la literatura ocupa un lugar privilegiado en la
experiencia histórica, precisamente, por su capacidad de prefigurar situaciones y
contextos político-culturales. Siguiendo esta línea de análisis, podemos sostener que
el relato ensayístico de Sarmiento construye la identidad estereotípica del Sur que
tres décadas después se erigirá en proyecto nacional: civilización o barbarie2. La
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frontera entre ambos términos habita aún, un siglo después, los reclamos por la
identidad en los textos que discutiremos.
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Sarmiento y la construcción del estereotipo “patagónico”
David Viñas y Noé Jitrik son dos críticos fundamentales de la literatura
argentina que realizaron una lectura de los textos literarios escritos durante el siglo
XIX, en el período anterior a la década del ’80, que vincula literatura y política. A ese
período de la historia nacional corresponde el momento de construcción del proyecto
del nuevo estado liberal argentino. Proyecto delineado programáticamente por los
escritores románticos en su etapa de marginalidad y de oposición al régimen rosista;
luego impulsado y realizado por la generación del ’80. De este momento, Viñas
destaca en su texto Indios, ejército y frontera las figuras de dos escritores liberales
románticos por la importancia que se les concede en la etapa posterior de
realización del proyecto: a Sarmiento por sus propuestas en lo político y cultural, y a
Alberdi por sus propuestas en lo jurídico y económico (23). En su ensayo “Para una
lectura de Facundo, de Domingo F. Sarmiento”, Jitrik incluye entre esos hombres a
Echeverría y enumera las tres obras que considera fundadoras del liberalismo
argentino: El dogma socialista de Esteban Echeverría, las Bases de Juan Bautista
Alberdi y el Facundo de Sarmiento (23). La lectura que ambos realizan de estos
textos vincula a tal punto literatura y política que, siguiendo a Josefina Ludmer, es
posible afirmar que “la literatura está casi fundida con la política porque todas las
voces o representaciones verbales están politizadas y toda diferencia cultural es
diferencia política” (90). Por ello, al comentar el inicio de la conquista del desierto
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patagónico (1879) Viñas puede afirmar que “la civilización liberal-burguesa,
condensada programáticamente en el Facundo de Sarmiento treinta y cinco años
antes, avanzaba de manera arrolladora sobre los ‘espacios vacíos’” (20). Esta íntima
relación entre literatura y política, es el marco en el que debe interpretarse la rotunda
afirmación de Viñas. Las lecturas políticas de los textos literarios de ese período
importan porque es en el marco del proyecto político en el que fueron escritas,
donde el Sur es construido y la identidad del territorio y de sus sujetos es fijada en el
estereotipo.
El Facundo (1845) de Sarmiento (1811-1888) construye e instala la identidad
estereotípica con la que el Sur nació a la vida institucional en el proyecto del nuevo
estado liberal argentino. A continuación cito algunos pasajes del Facundo que a mi
criterio ejemplifican la construcción estereotípica del territorio patagónico y de los
sujetos que lo habitan:
La inmensa extensión del país que está en sus extremos, es
enteramente despoblada […] El mal que aqueja a la República
Argentina es la extensión: el desierto la rodea por todas partes y se le
insinúa en las entrañas; la soledad, el despoblado sin una habitación
humana, son, por lo general, los límites incuestionables entre unas y
otras provincias. […] Al Sur y al Norte acéchanla los salvajes… […] La
parte habitada de este país privilegiado en dones, y que encierra todos
los climas, puede dividirse en tres fisonomías distintas que imprimen a
la población condiciones diversas, según la manera como tienen que
entenderse con la naturaleza que la rodea. Al Norte […] Al centro […]
hasta que, al fin, al Sur, triunfa la pampa y ostenta su lisa y velluda
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frente, infinita, sin límite conocido, sin accidente notable: es la imagen
del mar en la tierra, la tierra como en el mapa; la tierra aguardando
todavía que se la mande producir las plantas y toda clase de simiente.
(Sarmiento 23-4)
En este pasaje encontramos los elementos fundamentales que participan de
la construcción del estereotipo. En primer lugar, la identificación del territorio. La
vasta extensión de territorio nacional que se reconoce como “Sur” se asimila
indistintamente a la “pampa” y se la describe como extensión despoblada, vacía. El
desierto refiere precisamente a la doble condición señalada por la adjetivación
elegida por Sarmiento: a la ausencia del hombre blanco (despoblada) y a la
inexistencia de elementos que marquen su presencia e intervención en el territorio
(vacía, aguardando que se le mande producir). En segundo lugar, la identificación de
los sujetos que lo habitan, los salvajes. La construcción estereotípica del salvaje se
fija, casi al pasar, en la utilización del verbo acechar en la predicación. Los salvajes,
como los animales, acechan a los hombres en el campo en los primeros párrafos del
Capítulo I. Su conducta los identifica con los animales y los diferencia de los
hombres blancos civilizados.
Silvina Quintero en su ensayo “La interpretación del territorio argentino en los
primeros censos nacionales de población (1869, 1895, 1914)”3 utiliza el concepto de
«literatura geográfica» para designar el conjunto de imágenes y textos que
proporcionan interpretaciones del territorio durante el siglo XIX (267-8). En este
trabajo sostiene “que las geografías deben entenderse ante todo como formas de
narrar las sociedades” (268)4.En el Facundo de Sarmiento, la representación de la
nación moderna argentina asume una forma específica de narrar el territorio: un
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esquema espacial binario, litoral/ interior, que se reproduce en distintas versiones de
pares de opuestos (Buenos Aires/ resto del país, Capital/ provincias, etc.). Dicho
esquema
además de establecer una jerarquía entre provincias que coloca en el
primer lugar a Buenos Aires y en el último a Jujuy, instalaba como
convención una perspectiva situada en el centro político y económico
del país desde la cual se construía la mirada sobre el territorio.
(Quintero 283)
Encontramos el planteo de Quintero íntimamente ligado a la propuesta de
María Rosa Lojo en su texto La barbarie en la narrativa argentina (siglo XIX). En este
ensayo Lojo destaca que el concepto de barbarie5 se define, principalmente, “como
el ámbito donde la civilización no está.” (Lojo 47). Es decir que, en su opinión, el
registro principal en la determinación de la barbarie es el geográfico. También para
ella, la barbarie es una cuestión territorial. De todos modos considero prudente
señalar que el punto de contacto entre ambas posturas es posible porque recuperan
la multiplicidad de sentidos que el término geografía tuvo durante el siglo XIX:
“designa a la vez un conjunto de prácticas científicas aplicadas a la gestión estatal, y
un género de escritura que proporciona formas específicas de narrar el territorio y de
representar la nación.” (Quintero 268). En ese momento no designa aún al campo
disciplinar que se definirá como tal hacia mediados del siglo XX.
Las imágenes que produjo Sarmiento significaron un verdadero proceso de
interpretación6 del espacio geográfico nacional no sólo por la jerarquía interna que
estructuró sino porque fijó las identidades culturales de ambas partes del esquema
espacial: asociando el litoral a la civilización y el interior a la barbarie. En el Capítulo
Borquez Ciolfi 26
I de la Primera Parte queda puesta de manifiesto la jerarquía de Buenos Aires en la
construcción de la oposición litoral/ interior:
Buenos Aires está llamada a ser un día la ciudad más gigantesca de
ambas Américas. Bajo un clima benigno, señora de la navegación de
cien ríos que fluyen a sus pies, reclinada muellemente sobre un
inmenso territorio y con trece provincias interiores que no conocen otra
salida para sus productos, fuera ya la Babilonia americana si el espíritu
de la pampa no hubiese soplado sobre ella y si no ahogase en sus
fuentes el tributo de riqueza que los ríos y las provincias tienen que
llevarle siempre. Ella sola, en la vasta extensión argentina, está en
contacto con las naciones europeas; ella sola explota las ventajas del
comercio extranjero; ella sola tiene poder y rentas. En vano le han
pedido las provincias que les deje pasar un poco de civilización, de
industria y de población europea… Pero las provincias se vengaron,
mandándole a Rosas, mucho y demasiado de la barbarie que a ellas
les sobraba. (Sarmiento 25)
Sarmiento se aboca en este texto a construir dos imágenes de una misma
nación: la sumida en la barbarie rosista y la deseada nación moderna liberal
argentina. Construcciones totalmente disímiles pero posibles a partir del modo en
que territorio y población fueran interpretados y en virtud del momento histórico al
que se los vinculara, presente o futuro de la República. En el último capítulo del
Facundo, un extenso pasaje presenta las imágenes de nación en pugna. No es
casualidad que el título de este sea "Presente y porvenir”. Cada uno de los párrafos
de este fragmento se construye confrontando los dos relatos de nación en un
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esquema que en líneas generales se estructura de la siguiente manera: Porque en
quince años ha sucedido (aspecto negativo), el Nuevo Gobierno hará (acciones de
gobierno positivas):
Porque en quince años [Rosas] no ha querido asegurar las fronteras
del sur y del norte… el Nuevo Gobierno situará el ejército permanente
al Sur, y asegurará territorios y ríos […]
Porque él ha perseguido el nombre europeo, y hostilizado la
inmigración de extranjeros, el Nuevo Gobierno establecerá grandes
asociaciones para introducir población y distribuirla en territorios
feroces a orillas de los inmensos ríos […]
Porque él ha puesto a nuestros ríos interiores una barrera
insuperable…, el Nuevo Gobierno fomentará de preferencia la
navegación fluvial […]
Porque él ha perseguido de muerte a todos los hombres ilustrados, el
Nuevo Gobierno organizará la educación pública en toda la República
(Sarmiento 181-2)7
Al leer este pasaje es posible apreciar que la diferencia entre ambas
imágenes radica, exclusivamente, en la diferente interpretación que Sarmiento hace
del territorio y de su población. El futuro está, para Sarmiento, íntimamente ligado a
la consolidación local del ideario liberal-civilizador europeo. Lo que implica que su
proyecto político-cultural en su totalidad y, en particular, su forma de pensar el
territorio y la población nacionales, son tributarios de un sistema de pensamiento de
matriz europea. La identidad cultural nacional construida por el proyecto de nación
de Sarmiento y la Generación del ’80 copia las bases del etnocentrismo europeo. En
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consecuencia, dicho proyecto implica la construcción de una nueva identidad
nacional. Como afirma Viñas, debíamos transformarnos en un país blanco de origen
europeo:
Sarmiento y la totalidad de esa Argentina que vivía con un ojo puesto
en Europa y otro sobre sí misma; preocupada por la mirada europea y
desasosegándose por cómo la metrópoli la evaluaba para admitirla o
rechazarla a partir de esa óptica. Dicho de otra manera: la república
conservadora que vivía enajenada a una ‘cultura de imagen’. Una
Argentina no de indios ni de negros, sino blanca y europea. Un país
reciente pero respetable, definido no por su base concreta y por su
contexto latinoamericano, sino empecinada y sistemáticamente
‘despegado’ de todo eso en función compensatoria. (Indios 277)
El Facundo de Sarmiento es un texto paradigmático en el proceso de
construcción de nuestra visión de mundo occidental porque está en la base de
nuestras representaciones nacionales y de la inclusión de la nación en el mundo
occidental. Este texto forma parte de nuestro entramado cultural, histórico y político.
Nos educamos en él, “habitamos”8 las ideas sarmientinas plasmadas en la
oposiciones maniqueas civilización/ barbarie, ciudad/ desierto, centro/ interior (Sur).
Desde Sarmiento y hasta la actualidad, el término subordinado de las
dicotomías Buenos Aires/ Sur (Patagonia) y civilización/ barbarie ha configurado el
imaginario cultural, político y social más difundido y ampliamente aceptado de lo
patagónico. Para Sarmiento el territorio patagónico es el desierto, una inmensidad
despoblada que representa la periferia en el esquema espacial dicotómico a partir
del cual construye la mirada sobre el territorio; y el sujeto patagónico es el otro
Borquez Ciolfi 29
estereotípico, determinado por su localización como bárbaro y salvaje. Los
estereotipos que fijó continúan, aún hoy, funcionando como punto de referencia e
identificación. Lo que implica que los sujetos se ven a sí mismos y se asumen como
Otro, tienen internalizado el ser Otro. Hasta fines del siglo XX las identidades
construidas por la literatura escrita en Patagonia sólo reproducían, aun
inconscientemente, aquella identidad que habían naturalizado como originaria, que
tenían introyectada (sujetos bárbaros/ incivilizados, espacio vacío) y la posición
marginal a la que fueron relegados territorio y sujetos en el proceso de narración de
la nación; y al hacerlo las legitimaban. Recién a fines del siglo pasado se verifica la
emergencia de una nueva manera de pensar la identidad patagónica, como
constructo histórico, cultural y social. Tal como se verificará en la producción literaria
de los escritores que analizaremos en el marco del presente trabajo de
investigación. Este movimiento implica pensar su identidad “más allá de las
narrativas de las subjetividades originarias e iniciales” (Bhabha 18), impuestas a la
región en el proceso de construcción de la nación moderna argentina hacia finales
del s. XIX.
Que el régimen dominante de representación construido por Sarmiento no
entrara en crisis sino hasta mediados del siglo XX pone en evidencia que territorio y
sujetos patagónicos no sólo fueron construidos como Otros, como diferentes sino
también que fueron sometidos a ese conocimiento como efecto “de un ejercicio
crítico de poder cultural y de normalización” (Hall, “Identidad cultural y diáspora”
134). Esta es la importancia que Hall le reconoce al discernimiento de Frantz Fanon
en Piel negra, máscaras blancas (originalmente publicado en francés bajo el título
Peau noire, masques blancs):
Borquez Ciolfi 30
No sólo en el sentido ‘orientalista’ de Said fuimos construidos por esos
regímenes como diferentes y como otros dentro de las categorías de
conocimiento de occidente. Ellos tenían el poder para hacer que nos
viéramos y nos sintiéramos como ‘Otros’. Todo régimen de
representación es un régimen de poder formado, como Foucault nos
recuerda, por el fatídico dúo ‘saber/ poder’. Pero esta clase de saber es
interno, no externo. Una cosa es posicionar un sujeto o grupo de
comunidades como el Otro de un discurso dominante. Otra cosa es
someterlos a ese ‘conocimiento’, no sólo como un problema de
voluntad impuesta y de dominación, gracias al poder de coacción
interna y de conformación subjetiva con respecto a la norma. (Hall,
“Identidad cultural y diáspora” 134-5)
Por su relación con la literatura escrita en Patagonia, el Facundo podría ser
considerado como su “archi-huella” o “huella originaria” si es que fuera posible
establecer una referencia originaria. Pero, en tanto la archi-huella es “lo que no
puede dejarse reducir a la forma de la presencia” (Derrida, De la Gramatología 74),
el Facundo es un origen que nunca está plenamente presente. Ya afirmaba Derrida
que “si todo comienza por la huella, no hay… huella originaria” (De la Gramatología
80), que la huella deviene el origen del origen, que es la desaparición del origen. Es,
sólo, en la temporalización de las producciones literarias escritas en Patagonia,
donde el juego de la significación (de la diferencia) pone en evidencia que el texto de
Sarmiento no se agota en su presente sino que mantiene relaciones con las
producciones literarias pasadas y con las por venir (“la huella anuncia tanto como
recuerda” (Derrida, De la Gramatología 86)); y que es esta escritura de la diferencia
Borquez Ciolfi 31
la que hace surgir el sistema de huellas que vincula al Facundo de Sarmiento con
los textos de la literatura escrita en patagonia desde antes de fines del siglo XX.
Borquez Ciolfi 32
Otros «textos fundadores» del imaginario de Patagonia
Como el título lo señala, en este apartado pretendo presentar y problematizar
otros «textos fundadores» de la literatura escrita en Patagonia. Fundamentalmente,
se propone un acercamiento a la producción crítica y teórica de Silvia Casini, quien
analiza en profundidad esta temática.
En Los “bárbaros” de la Patagonia, Casini analiza los textos de algunos
cronistas, científicos y viajeros europeos y norteamericanos del siglo XIX: Antonio
Pigafetta, Charles Darwin, Benjamin Franklin Bourne, Auguste Guinnard, George
Musters y Lucas Bridges (en Ficciones de Patagonia, Casini amplía el listado de
autores europeos ya que incluye las obras de Thomas Falkner, John Byron y Robert
Fitz Roy, entre otros no especificados) que al describir el espacio patagónico lo
recrean y construyen el imaginario mundial de Patagonia. Imaginario cuya
característica principal, según esta crítica, es la adjetivación negativa que asignan al
territorio y a los sujetos:
1. Espacio: vacío, de nadie, desierto. (La adjetivación borra la presencia de
los pueblos originarios de la región).
2. Sujetos (nativos): caníbales, gigantes, bárbaros. (La adjetivación
construye un hombre degradado).
Borquez Ciolfi 33
Para designar a este conjunto de textos define la categoría de «texto
fundador» del espacio patagónico. La operación citacional es la marca que le
permite catalogar a un texto como «texto fundador». Es decir, que un texto es
considerado fundador en la medida en que es utilizado por escritos posteriores como
referencia para “subraya[r] la «realidad» de sus descripciones” (Casini, Ficciones
151), el aparato citacional que resulta de este proceso “conforma una red anafórica
que da coherencia y cohesión al imaginario.” (Casini, Ficciones 151).
En Ficciones de Patagonia. La construcción del sur en la narrativa argentina y
chilena, Casini estudia la conformación del imaginario patagónico motivada por la
“persistencia del texto fundador en muchos discursos que hablan sobre la
Patagonia” (Ficciones 12). Sostiene que la Patagonia es percibida y descripta en
función de los parámetros culturales del narrador (distancia cultural) y de su
ubicación respecto de lo narrado (distancia física). Y, en consecuencia, propone
como tesis que los autores considerados regionales (argentinos y chilenos nacidos,
criados o residentes de larga data en Patagonia) y los foráneos describirán de
manera distinta el espacio patagónico:
1. Autores regionales: describen el espacio patagónico desde la experiencia que
de él tienen y en relación con aspectos socio-culturales locales, regionales y
nacionales.
2. Autores foráneos: describen el espacio patagónico como el espacio concebido
(Soja) en el «texto fundador» o a partir de la comparación con lo que han
dejado atrás (contexto europeo); realizan una descripción estereotípica del
espacio patagónico. Sus representaciones del territorio conforman una red
textual a la que denomina Patagonialismo9.
Borquez Ciolfi 34
En Ficciones analiza textos narrativos de seis autores contemporáneos
argentinos y chilenos. Tres de ellos incluidos en la categoría de autores foráneos
(Luis Sepúlveda, Mempo Giardinelli y Sylvia Iparraguirre) y los restantes en la de
autores regionales (Asencio Abeijón, David Aracena y Patricio Manns). La
característica fundamental de estos autores es que escriben en y sobre Patagonia,
“lugar que conoce[n] muy bien” (Casini, Ficciones 133).
Sin embargo, en tanto la propuesta de este trabajo, la polarización en dos
categorías de autores (regionales y foráneos) no sería suficiente, ya que ésta
implicaría un proceso de homogeneización de una multiplicidad de identidades
culturales (territoriales y sociales) que acotaría la posibilidad de reivindicar la
experiencia diferencial que los sujetos pueden tener del espacio. Este proceso tiene
lugar no sólo por la inclusión de autores de muy distinta procedencia dentro de la
categoría de foráneos, sino también por la presuposición de una identidad
patagónica que garantice la misma experiencia y, en consecuencia, una misma
descripción posible del espacio patagónico para todos los sujetos. Descripción que,
en opinión de Casini, atiende a lo concreto, a lo real y no al espacio concebido en el
«texto fundador». Su aporte de distinguir la experiencia que los escritores regionales
tienen del espacio patagónico de la de los foráneos, posibilita la diferencia pero en el
mismo gesto la restringe porque ¿acaso los patagónicos no pueden experimentar el
espacio de formas diferentes unos de otros?. Pero más allá de la identidad territorial
de los sujetos, el modo en que experimentan y describen el espacio está en relación
con su identidad cultural, con el sistema cultural que habitan. Casini afirma que la
cercanía con el espacio patagónico les permite a los escritores establecer lazos de
mayor afinidad afectiva, vínculos necesarios para “atravesar cualquier frontera
cultural” (Los “bárbaros” 202). Pero en tanto la afinidad con el espacio no implique
Borquez Ciolfi 35
una identidad territorial y no modifique el sistema de representaciones que trae
introyectado (sistema que reproduce su visión de mundo occidental), el escritor
reproducirá identidades marcadas por la misma tensión que lo conforma y que
puede representarse en la oposición: sistema de representación etnocentrista/
afinidad con el espacio y los sujetos patagónicos. Elementos que entran en tensión
porque la afinidad no logra posicionar ni a sujetos ni a territorio fuera del lugar ex-
céntrico al que han sido relegados en la visión de mundo occidental.
Aunque la definición de la categoría de autores foráneos admitiría la
pertenencia a ésta de cualquier escritor posicionado fuera de la Patagonia en
Ficciones estudia la conformación nacional (no europea) del imaginario patagónico
ya que analiza los discursos de escritores argentinos y chilenos contemporáneos en
los que, desde su punto de vista, persiste el «texto fundador». Quizá por eso
sorprenda su afirmación de que todo texto de un escritor argentino que describe el
espacio patagónico con rasgos estereotípicos negativos, está influenciado por el
«texto fundador» europeo que construye el imaginario mundial de Patagonia.
Podrían interponerse dos objeciones a esta afirmación. La primera de ellas, que la
totalidad de la producción de los intelectuales argentinos a partir de mediados del
siglo XIX ha construido el espacio patagónico en esos mismos términos porque su
forma de pensar el territorio ha sido tributaria de un sistema de pensamiento de
matriz europea. La segunda, que para un escritor argentino contemporáneo (como
es el caso de los autores argentinos que analiza dentro de la categoría de foráneos:
Giardinelli e Iparraguirre) estos «textos fundadores» europeos son una lectura
posterior y no forman parte de la tradición de la literatura argentina en la que se han
formado sino en la medida en que han sido leídos e incorporados en ella a través de
la teorización y de la producción crítica de los intelectuales nacionales (en este punto
Borquez Ciolfi 36
importa preguntarse cuál ha sido el vínculo posible entre los «textos fundadores» y
el contexto argentino: quiénes leyeron a los viajeros europeos, cómo se introducen
en la tradición literaria argentina). Sólo algunos de los viajeros considerados por
Casini pudieron ser leídos e introducidos en nuestra propia tradición literaria:
Pigafetta, Falkner y Darwin que escribieron con anterioridad a mediados del siglo
XIX. Las obras de los demás viajeros estudiados fueron publicadas y reeditadas en
sus países de origen pero no fueron traducidas al español sino hasta después de
mediados del siglo XX (datos editoriales que Casini consigna en su primer texto). Sin
embargo, sí sería posible afirmar que los textos de estos viajeros fueron para
Sarmiento, fundamentalmente el de Darwin (contemporáneo de Sarmiento), «textos
fundadores». El autor del Facundo re-crea los estereotipos europeos y en ese acto
de re-creación funda un nuevo sistema de representación del espacio y de los
sujetos de la nación, de matriz europea: civilización y barbarie. Sistema de
representación en el que quedan contenidos espacio y sujetos patagónicos.
De esta manera, la conformación nacional del imaginario de Patagonia, es
decir su pertenencia a la tradición literaria argentina (y no a la europea por
reproducir el «texto fundador»), se pone de manifiesto en el análisis mismo de
Casini. En el capítulo en el que aborda La tierra del fuego de Sylvia Iparraguirre cita
un fragmento de una entrevista a la escritora en la que explica la elección de una
cita de Sarmiento como epígrafe de la novela10:
En efecto, Sarmiento planteó la dicotomía civilización y barbarie que
nos ha marcado profundamente, un debate que todavía no está
cerrado. Pero en el caso de La tierra del fuego pensé […] en girar la
óptica y poner en cuestión quiénes son los civilizados y quiénes los
Borquez Ciolfi 37
bárbaros en el choque de culturas del Sur. (Citada en Casini, Ficciones
83-4)
Al comentar esta cita Casini da por supuesto que Sarmiento es, en relación al
texto de Iparraguirre, un texto fundador. Entendiendo por tal, aquel que instaura el
sistema de representación del espacio y de los sujetos que se reproduce o se
discute en el texto. Cito a continuación el comentario: “La autora [Iparraguirre] habla
de su necesidad de cuestionar los textos fundadores respecto de quiénes son los
bárbaros (Ficciones 84)”.
La construcción del imaginario nacional de Patagonia necesariamente
involucra a Sarmiento y a la Generación del ’80. En este sentido, también son
significativas las referencias de Casini al contexto socio-político argentino del siglo
XIX: la conquista del desierto, la colonización de la Patagonia e incluso al
ordenamiento geográfico que involucró el proyecto de construcción de la nación
moderna liberal argentina.
Sarmiento es el texto fundador de la literatura escrita en Patagonia
permanentemente eludido, aludido, discutido sin siquiera ser nombrado. El vínculo
que los une excede la consideración de la operación citacional como marca para
catalogarlo como «texto fundador».
Borquez Ciolfi 39
Identidades en-tensión en Música desconocida para viajes
de Cristian Aliaga
Para analizar las identidades en-tensión estudiaremos Música desconocida
para viajes del escritor Cristian Aliaga; el único texto de narrativa literaria que ha
publicado ya que se lo conoce fundamentalmente por su poesía. Si bien este escritor
no es oriundo de Patagonia, el Sur ha sido durante muchos años su lugar de
residencia y de producción literaria. Existen dos ediciones de Música desconocida
para viajes; la de 2002 y la ampliada de 2009. La edición ampliada incorpora
dieciséis relatos. Las crónicas o relatos brevísimos que integran este libro son
narraciones que recuperan la experiencia de sus viajes por América. La mayor parte
de los lugares (53 de 74) que dan origen a los textos pertenecen a la Patagonia
(argentina y chilena), los otros veintiún a Bolivia, Cuba, Chile, Ecuador, Estados
Unidos, México, Perú, Uruguay y Venezuela. Todos los sitos tienen en común ser
lugares no centrales: no son ciudades capitales (ni de Provincias ni de Estados), no
son, tampoco, ciudades con importancia a nivel internacional (salvo algunas –como
Puerto Pirámide, el Glaciar Upsala, el Estrecho de Magallanes) reconocidas por su
valor turístico o histórico). En el cuerpo del texto, los relatos de viaje están
precedidos por una breve intervención crítica del propio Aliaga que funciona a modo
de prólogo. Este texto-prólogo no es estrictamente un ensayo, pero nos referiremos
a él como tal para diferenciarlo de los relatos que componen Música…
Borquez Ciolfi 40
En el marco del presente trabajo de investigación postulamos a las
identidades en-tensión como identidades producto de un proceso de re-construcción
de las representaciones identitarias en la literatura escrita en Patagonia hacia fines
del sigo XX. Las identidades en-tensión pretenden alejarse de las identidades
esencializadas establecidas por el discurso sarmientino. Sostenemos que ésta es
sólo una pretensión discursiva ya que si bien su construcción emerge de regímenes
de representación que manifiestan el deseo y discursivamente asumen el rol de
pensarse, funcionan con la misma lógica de la visión de mundo occidental que
pretenden desactivar. El ensayo instaura el gesto con el que se inicia el texto: la
inversión de la jerarquía en la oposición binaria propuesta por Sarmiento para
interpretar la construcción de la nación argentina: barbarie o civilización. Pero luego
los relatos de Música… contradicen la inversión propuesta por el ensayo. Aliaga no
construye una nueva identidad sino que sólo propone una inversión que luego no se
sustenta, por lo que sostenemos que la lógica que gobierna la construcción de estos
breves relatos de viaje es contradictoria.
La identidad en-tensión es una categoría de análisis que supone un
continuum de pasado y presente porque pretende pensarse desde lo propio pero
establece su discurso de la identidad desde la otredad del estereotipo construido y
fijado por Sarmiento. Supone un territorio y un sujeto patagónico que continúa
siendo determinado desde afuera.
En este capítulo proponemos realizar un análisis deconstructivo de los relatos
de Aliaga que nos permita revelar las incongruencias entre el plano explícito e
implícito de su escritura, y observar la contradicción que se suscita entre la
representación identitaria de sujetos y territorio propuesta en el texto-prólogo en el
Borquez Ciolfi 41
que Aliaga ensaya una lectura de sus narraciones, y el sistema de representación
identitaria que erigen los relatos. A través de este recorrido, esperamos demostrar
que Música desconocida para viajes se construye desde la ambivalencia de un
discurso identitario en-tensión que discute la esencia del estereotipo pero que
resulta ineficaz al momento de construir un sistema de representación identitaria
alternativo, ya que reproduce no sólo las oposiciones binarias del discurso
sarmientino sino también su misma estructuración jerárquica.
En el ensayo, Aliaga abandona la ficción para fijar los puntos de referencia
que otorgan significado a sus relatos. En él, pretende establecer cómo deben ser
leídos los significantes desierto, mundo conocido, yo-nosotros, los otros-la mayoría.
Por ello la centralidad de este texto y por ello, también, su pertenencia genérica. Que
el ensayo sea la lectura previa a los relatos, garantiza al escritor que el juego de la
significación se limite al significado-centro que su ejercicio de lectura crítica
“informal”, “casual” impone a sus lectores (Giordano 171). Este texto ensayístico es
una estrategia que el escritor despliega con la “voluntad de imponerle al lector una
imagen de sí que busca su adhesión por la vía de una identificación con valores que
se pretenden [compartidos]” (Giordano 171): la Patagonia como el hogar y como
lugar de leyendas y misterio. Pero Aliaga olvida que el significado último de sus
palabras/ términos de las oposiciones no es aquél que pretende establecer como
literal (las palabras nunca son significativas en sí mismas) sino el que adquieren al
ser sometidas al proceso de las diferencias en el lenguaje, al juego de los
significantes dentro del texto, al juego de la escritura. En consecuencia, los sentidos
que construye en el ensayo se desmoronan cuando las palabras-significantes a las
que han sido fijados se confrontan con las huellas de las palabras en los relatos o de
las que excluyó en el proceso de escritura.
Borquez Ciolfi 42
Comenzar la operación de deconstruir sus textos a partir del ensayo, nos
permite establecer cuáles son y cómo se estructuran jerárquicamente las
oposiciones binarias que fijan los puntos de referencia y otorgan significado a los
relatos que componen Música desconocida para viajes.
El orden del discurso establece el término jerarquizado de la primera
oposición que encontramos en el ensayo: desierto. En el primero y en el segundo
párrafo, Aliaga juega con dos acepciones del término desierto, contraponiendo sus
significados etimológico y bíblico: el desierto como lugar vacío y el desierto como
morada. Si bien los diferencia su valoración, ambos significados representan
construcciones culturales de occidente. Aliaga toma posición respecto de estas dos
lecturas posibles y elige el modo en que su desierto debe ser leído: “El desierto es
un hueco, meramente, un lugar vacío. Las cosas que contiene son insignificantes, o
invisibles, eso dicen. (21)”. Los otros, no él, entienden al desierto como lugar vacío.
Esta es la segunda oposición binaria que pretende fijar los sentidos del texto: yo-
nosotros / los otros-la mayoría: “Es muy difícil ver desde lejos, y aquello que la
‘mayoría’ –una cantidad de seres apreciable según la estadística, podríamos decir-
no logra percibir no existe a ojos del mundo. (21)”. Este yo-nosotros son los
“agobiados por la inmensidad (21)”, los habitantes de ese desierto al que consideran
su “morada”. El segundo término de la primera oposición corresponde a la
localización de ese otro: el mundo conocido: “algunos seres poseen el estatus
legítimo de los habitantes del desierto. Es decir, aquella cualidad de existir
enteramente, a pesar de no ser visibles a simple vista. De permanecer desconocidos
para el mundo conocido (21)”. En este punto, nos interesa anticipar el análisis del
relato “Polvo mojado” en tanto asimila la idea de “mundo conocido” al concepto de
civilización y de ciudades (sinónimos en la cultura occidental):
Borquez Ciolfi 43
Una tras otra, las playas abandonadas por aquello que la civilización
llama turismo contienen lo elemental para vivir o morir de hambre. […]
No vendrán ladrones hasta aquí, serían devorados por la
desesperación, pero estamos nosotros, ladrones de fuego escaldados
por el incendio de las ciudades. (47)
En consecuencia, el primer par de opuestos binarios estructurador de los
relatos (desierto/ mundo conocido) puede reescribirse como desierto/ civilización.
Recordemos que la construcción cultural del territorio establecida en el ensayo
postula un desierto entendido como morada. En Aliaga, el desierto es morada,
refugio, gracias a que, por su lejanía, ha sobrevivido al “incendio de las ciudades
(47)”, al derrumbe o fracaso del proyecto civilizatorio. Releamos un breve fragmento
del ensayo previo: “Es muy difícil ver desde lejos, y aquello que la ‘mayoría’ […] no
logra percibir no existe a ojos del mundo. (21)”. Poco importa que esta lejanía sea
espacial (tal como la propone el mismo Aliaga: “que puebla los confines. (21)”, “No
vendrán ladrones hasta aquí (47)” cuando el aquí de la escritura se fija al pie del
ensayo o de los relatos y son localidades o parajes de la Patagonia argentina y
chilena, entre otros lugares igual de periféricos/ no centrales). Lo que, al parecer, sí
importa es que Aliaga concibe el desierto como aquello que ha sobrevivido a los
embates de la civilización o a su propia destrucción. Esta concepción tiene
implicancias, también, en los sujetos que lo habitan: son seres escarmentados11 por
la destrucción de la ciudad / civilización y dueños de una mirada singular y única, no
sólo del desierto que habitan, porque ven lo que ese otro no ha logrado percibir, sino
también de la civilización cuyos significados y valores necesariamente deben
cuestionar.
Borquez Ciolfi 44
Si tenemos en cuenta que los primeros términos de las oposiciones son los
jerarquizados, los pares que presuntamente estructuran los relatos de Aliaga son:
desierto/ mundo conocido, yo-nosotros (agobiado-s)/ los otros (la mayoría).
El análisis del ensayo nos permitiría anticipar que la narrativa de Aliaga
discute el estereotipo fijado por el texto sarmientino ya que se propone resignificar
los dos elementos constitutivos del estereotipo patagónico: el territorio y los sujetos
que lo habitan.
El primer elemento constitutivo del estereotipo que parece resignificarse es el
desierto ya que se hace hincapié en su condición de morada y no meramente de
espacio vacío (aunque no excluye la consideración del desierto como inmensidad).
En los relatos de Música desconocida para viajes, la Patagonia no está presente
como un espacio geográfico ni un paisaje natural único. A diferencia de Sarmiento,
la Patagonia de Aliaga no es una geografía que pueda homogeneizarse en el
imaginario del narrador y que quede contenida en la denominación desierto. Citamos
a continuación fragmentos de algunos relatos en los que encontramos esta
diversidad geográfica: “la casa inclinada en el centro del bosque no acepta las
condiciones de quien viene del desierto. El harapiento, temeroso, anhela el polvo de
los desiertos suyos, se mete al bosque desconfiando de tanta blandura, de tanto
colchón de pasto tierno bajo la bella noche. El asesinado por el viento es asolado
por la quietud (40)”, “Al extremo de la costanera, el barco devuelto por el mar reposa
para siempre, inmóvil en un ángulo de sesenta grados. (58)”, “Tanta lluvia en un
lugar tan seco. El agua lava los surtidores, desaparece tragada por el polvo. (69)”,
“La nieve es un manto igualitario que desdibuja los límites de la pampa seca. (72)”,
“El sonido del mar abierto, cuya marea alta llega a veinte metros del portón de
Borquez Ciolfi 45
alambre tejido, se cruza con el del viento, que siempre sirvió para llenar el vacío, si
esta frase le estuviera permitida. (78)”. En Aliaga están presentes tanto la quietud y
el verde de los bosques cordilleranos como la estepa árida asolada por vientos
constantes. De todos modos, la construcción identitaria del territorio es de orden
cultural, se ciñe a la consideración de la Patagonia como desierto sin atender a las
particularidades físicas de la región. Esta construcción determina la condición de los
habitantes del territorio patagónico.
Respecto de los sujetos, segundo elemento constitutivo del estereotipo
patagónico, el proceso de resignificación parece evidenciarse en la elección de la
primera persona del plural como persona gramatical de la narración y en el término
utilizado para designar a los sujetos: “los agobiados (21)”. La narración en primera
persona del plural (nosotros) pone de manifiesto dos aspectos importantes: en la
narrativa de Aliaga el desierto está poblado y sus habitantes ya no son un otro
diferente. El término agobiados no hace hincapié en una diferenciación cultural
(puesta de manifiesto en Sarmiento en la utilización del término salvaje o bárbaro)
sino en una condición particular, una marca que el territorio le imprime a los sujetos
que lo habitan. Repasar las acepciones del término agobiar en el Diccionario de la
Real Academia Española (RAE) nos remite a dos formas posibles en las que el
territorio puede marcar a los sujetos: en lo físico, encorvando su cuerpo y
acercándolo a la tierra; en el carácter, abatiéndolo, causándole gran sufrimiento.12
En ambos casos, el agobio es una marca con una fuerte connotación
negativa. A partir del uso del término agobiados podemos deconstruir el texto del
ensayo y poner en evidencia la contradicción entre los planos explícito e implícito en
la escritura de Aliaga. Analizar los relatos nos permite constatar que esta
Borquez Ciolfi 46
contradicción se repite en el proceso de resignificación del territorio ya que su
desierto/ morada es también, paradójicamente, una construcción cultural signada
por:
la imposibilidad de ser: “pero el interior conserva un aire puro que cualquiera
asociaría con una ciudad que aquí jamás logró levantarse. (60)”, “Una
guarda de color oro”;
la soledad: “todo parece augurar el regreso de quienes huyeron abandonando
esta soledad para siempre. (60)”, “Una guarda de color oro”;
el abandono: “Al pasar las cortinas, el olor rancio se extiende, es orín y
humano estiércol, se pega a la ropa del príncipe de Down (23)”, “El príncipe
de Down”; “playas abandonadas por aquello que la civilización llama turismo
(47)”, “Polvo mojado”; “En leguas a la redonda no queda una casa en pie.
Nadie está para escribir una carta, o los sobres carecen de destinatarios
[…] Los muebles tienen la apariencia de haber sido abandonados con las
llaves puestas, las casillas vacías y un sobre nunca reclamado que asoma
bajo el polvo. (63)”, “De enfermedad o hambre”;
la lejanía: “Lejos del trópico […] No vendrían ladrones hasta aquí, serían
devorados por la desesperación (47)”, “Polvo mojado”;
la a-historicidad: “una mujer de ojos claros repite el nombre de sus
antepasados mientras quita el polvo de una vitrina repleta de objetos, cuya
utilidad ha perdido en la memoria. (59)”, “Aspas de un molino”.
Estas contradicciones nos obligan a revisar el sistema de representaciones
identitarias construido por Aliaga ya que tornan inestables las oposiciones binarias
sobre las que descansa. La lectura de los relatos no sólo muestra su inconsistencia
Borquez Ciolfi 47
sino también que es posible invertir la jerarquía, de manera tal que el texto pase a
significar lo contrario de lo que parecía significar en el ensayo preliminar.
Aunque creemos que la mayoría de estos breves relatos de viaje permite
contradecir los sentidos fijados en el texto prólogo, sólo analizaremos algunos,
precisamente aquellos en los que esta contradicción nos parece más evidente.
“Señales de la pasión” es, quizá, el relato paradigmático. Las rosas son las
señales de la pasión para Aliaga, y representan en este relato, como en el
imaginario occidental, el concepto universal de belleza. En este texto, las rosas son
el elemento jerarquizado en la oposición rosas/ plantas rastreras. Aliaga no
encuentra belleza alguna en la vegetación del desierto, su concepción de lo bello no
se aparta de los cánones civilizados y occidentales:
Hay quien planta una hectárea de rosas en medio de la planicie
helada, y las hace crecer. Riega con pequeños recipientes a lo largo de
décadas, y no está dispuesto a comprender que la helada atroz, que el
viento más veloz de la tierra, que la nieve hecha torres inalcanzables
durarán algo más que el último recuerdo de esos pétalos. […] Tiempo
después, las señales de la pasión han desaparecido, las plantas
rastreras acosan el espíritu. La belleza desaparece bajo tierra
cuarteada, sus jardines están secos (64)
La vegetación desértica no sólo no es bella sino que además tiene una
influencia negativa sobre el espíritu. La RAE define el término ‘acosar’ como
perseguir sin dar tregua a una persona o animal y, en sentido figurado, como
perseguir, apremiar, importunar a una persona con molestias o requerimientos. No
existe belleza en lo propio del desierto ni tampoco es posible que exista lo bello en
Borquez Ciolfi 48
él: desaparecen las rosas y también el cisne que ha muerto, quebrado su cuello, en
“Alguna vez voló”:
Pudo ser otro pájaro, pero es un cisne con el cuello negro y quebrado.
Este cuerpo caliente y blanco hace dudar sobre su muerte a quien lo
levanta; es la imagen de un mito y en cuatro días será una masa
informe entre las piedras de la playa. Este pájaro no asume conciencia
de símbolo ni de melancolía: ¿o acaso la muerte es más muerte en
este cuello quebrado? Aquí, como en casi todo el planeta, el cisne es
sólo un bulto que alguna vez voló y ahora se ha aquietado. (36)
Pudieron ser otros, pero no. El desierto de Aliaga despoja de vida y de belleza
a dos imágenes muy representativas de la cultura occidental. La Patagonia es, en
estos breves relatos de viaje, el lugar del despojo; un espacio en el que animales,
hombres, cosas son desposeídos con violencia de aquello que gozan y tienen. La
liebre aplastada por el vehículo que circula por la ruta en “Un pedazo de piel”: “La
imagen fugaz de una liebre de orejas cortas precede al golpe./ El espejo refleja
apenas una mancha oscura sobre el pavimento y un pedazo de piel ocre que ondea
como banderín sobre la ruta. (25)”. Los fusilamientos en el contexto de las
“campañas civilizadoras": “Un pequeño animal escarba a centímetros de un fémur
que parece volver a levantarse. A unos metros de aquí lo fusilaron los civilizadores
del Máuser, ni la ruta pasa por este pueblo, como disparos retumban los gritos de
sus descendientes en la soledad. (70)”. La apropiación de los territorios de los
pueblos originarios durante la conquista del desierto, momento en el que el
alambrado delimita no sólo las propiedades privadas de los hombres sino también el
futuro del cacique y su pueblo: “Nos están alambrando el campo los raza blanca,
Borquez Ciolfi 49
señor, dijo el cacique Quilchamal a Roca, el general. Antes había mucho animal,
yegua, vaca, oveja, le dijo, pero ahora dejan a los animales del lado de adentro de
los alambres y a mi gente afuera. (71)”.
Retomemos el análisis del relato “Señales de la pasión”. Nos interesa prestar
especial atención al siguiente fragmento: “la belleza desaparece bajo tierra
cuarteada (64)”. Creemos que es posible sustituir las palabras belleza y tierra
cuarteada (opuestos binarios) por los términos de la oposición civilización/ desierto,
de la cual ésta es una derivación. Indudablemente la frase: la civilización desaparece
bajo el desierto, puede leerse como una metáfora de la imposibilidad. Para Aliaga, la
civilización es una construcción imposible en el desierto. Esta metáfora asume
variadas formas en los relatos. La encontramos, por ejemplo, en la estación de
servicio abandonada y en el Ramber Classic desguazado en “Los cuerpos son
blandos”: “En la estación de servicio abandonada los surtidores persisten con sus
cabezas azules y las mangueras colgadas del vacío. Un Ramber Classic
desguazado apunta su trompa hacia el norte, rumbo a Buenos Aires, en una postal
congelada de un viaje que nunca empezará. (56)”. También en la chatarra oxidada
en “Un mar que tiemble”: “El resto de los buques –varados en la arena a la espera
de una marea que los ponga a flote- constituyen la graduación hacia el naufragio. El
óxido es el verdadero tripulante, apenas deja pasar resabios de rojos y amarillos,
patrón de tiempo. (58)”. Y en la habitación decorada remedando su antigua casa
alemana en “Una guarda de color oro”: “Las paredes de barro guardan algunos
cascarones de revoque blanco y una guarda de color oro asoma en una esquina,
pero el interior conserva un aire puro que cualquiera asociaría con una ciudad que
aquí jamás logró levantarse (60)”. También la encontramos en el buzón y en el
edificio de correos abandonados en medio de la meseta en “De enfermedad o
Borquez Ciolfi 50
hambre”: “El buzón de correos interrumpe la monotonía de la meseta, erguido junto
al edificio amarillento que han decorado con piedras lajas. En leguas a la redonda no
queda una casa en pie. Nadie está para escribir una carta, o los sobres carecen de
destinatarios, para qué abriría alguien esta puerta. (63)”.
En los relatos, los monumentos que sobreviven a esta construcción imposible
se convierten en trampas mortales para los animales, habitantes casi excluyentes
del territorio patagónico. El peludo ahogado en el techo del Ramber Classic
desguazado en “Los cuerpos son blandos”. La liebre muerta en la oficina de correos
en “De enfermedad o hambre”: “Una liebre ha entrado quién sabe cómo en la oficina
de atención al público, y ha muerto allí, de enfermedad o hambre. (63)”. La oveja
atrapada sin salvación en “La oveja”: “Atrapada por el cuello al alambre de púas, un
mal movimiento la degollaría. La oveja desliza milímetros su cabeza hasta quedar
inmóvil a la espera de una solución que escapa a sus propios movimientos. Su
cabeza no piensa, ni esboza cursos de acción, apenas percibe el suave ardor de los
alambres puntiagudos (81)”.
Observar la forma en que los relatos que componen Música desconocida para
viajes invierten las jerarquías estructuradoras del texto, desenmascara la
inestabilidad del sistema de representación identitaria que Aliaga pretendió construir
a partir del ensayo preliminar. La identidad narrada en los relatos es diferente a la
construida en el ensayo. Aliaga no elije celebrar las construcciones posibles a partir
de las potencialidades de este desierto (mirada nueva y singular) y sí, mostrar el
fracaso exhibiendo autos, buques, estaciones de servicio en ruinas.
Hay un último argumento que nos permite sostener esta inversión. A pesar de
la toma de posición de Aliaga en los dos primeros párrafos del ensayo, la mayoría de
Borquez Ciolfi 51
los relatos presentan al desierto como un lugar vacío y, casi, no hay en él, sujetos
que lo habiten. También en este sentido Aliaga repite la concepción del desierto
como espacio despoblado tal como se lo ha representado en el marco de la
civilización occidental.
Creemos que es posible, entonces, leer Música desconocida para viajes en
las dos sintonías: en la que Aliaga inscribe en el ensayo y en la que borra en los
relatos. Y comprobar que en ese texto los sentidos no están fijos porque la jerarquía
de las oposiciones (desierto/ civilización, agobiado-s/ mayoría) está en tensión. Y es
esta tensión la que desplaza los sentidos y produce la ambivalencia en la
representación identitaria que construye el texto en su conjunto, más allá de la
propuesta explicitada en el ensayo. Esta ambivalencia está puesta de manifiesto en
el último párrafo del ensayo, en el que leemos: “Odi et amo; por eso repaso
itinerarios, reviso paisajes en almanaques raídos, me preparo para consumir el
líquido de miles de botellas en bares olvidados, bebidas que me dejarán inerte,
incapaz al final de dar un solo paso. (21)”
La contundencia de la afirmación “Odio y amo” pone en evidencia la lógica
contradictoria que gobierna la construcción de los relatos. Aliaga se relaciona de la
misma manera contradictoria con ambos términos de la oposición. La identidad
patagónica que construye se debate en la ambivalencia. Es una identidad no
resuelta, una identidad en-tensión que no logra conmover los sistemas de
representación identitaria heredados. Odia el desierto porque en él cualquier
construcción de la civilización occidental es imposible pero lo ama porque, por eso
mismo, es el lugar que sobrevivirá cuando todos los proyecto civilizatorios se
derrumben (el desierto como el lugar de las utopías). Odia la civilización porque los
Borquez Ciolfi 52
elementos que la simbolizan han representado el despojo a los habitantes originarios
del desierto o la trampa mortal capaz de acabar con la fauna local, habitantes, casi
excluyentes, del desierto. Pero la ama porque habita las estructuras de pensamiento
del mundo occidental en cuyas ideas se educó.
Borquez Ciolfi 54
Identidades híbridas. Una lectura de las representaciones identitarias
en El desertor, ¡Nítida esa euforia! y Trelew de M. Eckhardt
Marcelo Eckhardt es un escritor argentino, salteño de nacimiento, que desde
hace muchos años vive y escribe en Patagonia, para más precisiones, en la ciudad
de Trelew, Provincia del Chubut. Hemos seleccionado tres textos, escritos y
publicados hacia mediados y fines de la década del ’90, para investigar la
emergencia de nuevas construcciones identitarias en su narrativa: El desertor
(novela, 1993), ¡Nítida esa euforia! (novela, 1999) y Trelew (novela, 1997).
Con el propósito de La secuencia en que hemos presentado los textos (no
respetamos la cronología de sus publicaciones) reproduce sus posiciones en el
desplazamiento que dibuja su narrativa hacia la construcción de identidades
híbridas. A esta causa obedece el recorte (según sabemos por la cronología
biográfica que el mismo Eckhardt escribió para la primera edición de El desertor,
para 1992 ya había escrito dos libros de relatos, Radio la lengua y radio el beso
(1989) y Ya fue (1991), que serían publicados años más tarde (ver Obras citadas) y
una novela, Loly Vampirer (1991).
El desertor cuenta retrospectivamente las vicisitudes de la participación, y
posterior deserción, de Yo perro García, un argentino descendiente de pueblos
originarios, en la Guerra de Malvinas. Aunque fue publicada un año más tarde, la
novela fue escrita en 1992 diez años después del conflicto bélico por las islas.
¡Nítida esa euforia! narra un viaje que recorre la geografía argentina siguiendo una
Borquez Ciolfi 55
dirección Norte – Sur. Esta novela traza un itinerario que dibuja el recorrido de la
ruta 3: de la metrópolis al desierto, de Buenos Aires, centro geográfico e histórico de
nuestro país, a Malvinas, del “Caos” a “Casa” (si seguimos el recorrido de los
capítulos de la novela).Trelew, es el relato fragmentario de un hombre viejo,
Francisco L., que regresa a su ciudad natal (la que da título a la novela) luego de
viajar por el mundo para esperar allí el fin de sus días.
En el marco de nuestra indagación sobre la emergencia de nuevas
construcciones identitarias en la literatura escrita en Patagonia, leemos El desertor y
¡Nítida esa euforia! como textos bisagra que representan, en la producción narrativa
de Eckhardt, el momento de transición hacia la construcción de subjetividades e
identidades territoriales híbridas en la literatura escrita en Patagonia. Transición cuyo
rasgo característico es su trabajo en pos de des-sedimentar la posición marginal a la
que sujetos y territorio patagónico han sido relegados en la representación identitaria
de lo nacional.
El desertor y ¡Nítida… problematizan las representaciones identitarias
hegemónicas de los sujetos y del territorio nacional, y al hacerlo deconstruyen el
discurso eurocéntrico argentino sobre Patagonia. Sólo al discutir la centralidad y la
fijeza de dichas representaciones, estos dos textos pueden evidenciar el modo en
que sujetos y territorio patagónicos fueron construidos y explicados como lo otro, y la
posición marginal, ex-céntrica, a la que fueron relegados en nuestra tradición
cultural. Creemos que ambos textos pretenden desestabilizar las certezas del
pensamiento nacional que dieron forma a nuestra nación moderna, que no son otras
que las del pensamiento eurocéntrico. A propósito de esta certeza de centralidad y
de la fijeza de las representaciones identitarias que occidente ha construido para
Borquez Ciolfi 56
representarse a sí y a su otro, uno de los epígrafes a ¡Nítida esa euforia! es el
estribillo de una canción de los Beatles. Nada más representativo de esta posición
que cuatro ingleses afirmando, cuando promediaba el siglo XX, que nada va a
cambiar su mundo. El epígrafe reproduce el estribillo de “Across the universe” que
dice: “Nothing’s gonna change my world. (9)”. El movimiento es: de la certeza con
que esta frase fue cantada a la posibilidad de nuevas construcciones de sentido con
que es leída: la periferia, el margen se corresponden con esa nada que va a hacer
estallar todas las construcciones de sentido, que “va a cambiar el mundo”.
La narrativa de transición de Eckhardt pone en evidencia las jerarquías
(violentas) en los pares dicotómicos civilización/ barbarie, ciudad/ desierto, norte/ sur
que son los sedimentos sobre los que se han construido las representaciones
identitarias del territorio y de los sujetos que lo habitan. Oposiciones en las que lo
patagónico ha sido relegado a una posición marginal13. Al problematizarlas, el texto
reconoce como inadecuadas las representaciones naturalizadas y, también, la
necesidad de des-sedimentarlas. El cruce entre las representaciones de sujetos y
territorio patagónico propuestas en su narrativa y las contenidas en nuestros textos
literarios canónicos fundamentales en la construcción de la nación moderna
argentina, evidencia el lugar donde el discurso eurocéntrico de la Generación del ‘80
sobre Patagonia disrumpe.
Con el propósito de desnaturalizar esas representaciones identitarias de lo
patagónico, El desertor y ¡Nítida… ensayan nuevas estrategias literarias para la
construcción/ problematización de las identidades culturales: el olvido del nombre
propio, la construcción de sentidos de pertenencia provisionales (identitarios,
Borquez Ciolfi 57
territoriales, nacionales) y los desplazamientos territoriales permanentes de los
sujetos.
Los textos referidos problematizan las representaciones identitarias
estereotípicas de los sujetos que habitan el territorio patagónico valiéndose de las
dos primeras estrategias enumeradas. Se valen, en primer lugar, del olvido del
nombre propio: “Mi nombre, obvio, ya no lo recuerdo. Recuerdo un poema de
Borges. Lo recuerdo vagamente. (El desertor 15)”. Se valen del olvido del nombre
que marca la identidad consigo mismo, que refiere la unidad y la unicidad del sujeto.
Asimismo, el olvido del nombre propio es la condición de posibilidad de la segunda
estrategia: la construcción de sentidos de pertenencia a los cuales “la diferencia
nacional, social, idiomática, en general, no debe ocurrirle[s] sino como un accidente
provisorio, superable e inesencial.” (Derrida, “Nacionalidad y nacionalismo filosófico”
edición digital on line).
Antes de desarrollar la primera estrategia es necesario referir la forma que,
entendemos, asume el olvido en este texto. El olvido refiere una ruptura con la
tradición occidental. Implica la des-sedimentación de todas las significaciones
/representaciones /posiciones a las que el nombre propio había sido ligado en tanto
elemento de un sistema simbólico de representación identitaria. En El desertor, el
olvido es la condición de posibilidad del desplazamiento de los límites en la
representación de las identidades culturales y es, también, el desplazamiento
mismo. Un desplazamiento (hacia el) más allá de toda referencia originaria ya que
disloca al nombre en una cadena de sustituciones, en una cadena de nombres-
significantes que socavan la unidad y la unicidad del nombre único, del nombre
Borquez Ciolfi 58
propio, del nombre garante de la identidad consigo mismo del sujeto. Un
desplazamiento de la esencialidad a la identidad como accidente.
El nombre propio es aquel que señala la presencia del sujeto en su esencia:
“Tal es la cuestión: la alianza del habla y del ser en la palabra única, en el nombre al
fin propio. (Derrida, Márgenes de la filosofía 62)”. El desplazamiento que supone su
olvido anula la posibilidad, e incluso el deseo, de una referencia originaria. El
nombre se multiplica, los sujetos se nombran/ son nombrados varias veces y de
distintas formas en la novela. Como consecuencia de este juego de las identidades
el sujeto se disemina en una cadena de nombres-significantes, ya no
necesariamente propios, que en ningún caso pueden ser reducidos a un “Yo”: “Yo
soy el silencio radial, la pura redundancia, el ruido de la nada en la cinta sobre la
guerra de Malvinas (11)”, “Soy un desertor de Malvinas. […] Un NN (12-3)”, “Soy una
voz perdida entre miles de banderitas argentinas de plástico. (15)”, “soy Yo perro
García y no soy ninguno. (22)”. Ni la multiplicidad de los nombres del desertor
(destacados con negrita en las citas anteriores), ni tampoco el nombre que ha
olvidado, ni aún el nombre-poema (de Borges) que cree recordar lo agotan, en
ninguno de ellos se encuentra plenamente presente.
Sin embargo, un gesto, al parecer mínimo, cancela el juego de las identidades
que inaugura la multiplicación de los nombres del desertor: la declaración de una
identidad única, o al menos la declaración de su deseo, de una identidad que
resuena enfática en la utilización de la primera persona del singular en la
construcción del nombre propio: Yo perro garcía. El yo actualiza en cada repetición,
en cada presentación, el momento de afirmación de la unidad del sujeto. Por ello,
creemos posible afirmar que muy a pesar de sus pretensiones este texto sólo
Borquez Ciolfi 59
consigue afirmar y jerarquizar, y, en consecuencia, naturalizar, los propios
regímenes de representación, aquellos que los sujetos se imponen a sí mismos. A
fin de cuentas, el texto parece marcar que lo que importa es asumir la posición de
autoridad que nos permita pensarnos y, en consecuencia, nombrarnos.
El uso de la primera persona del singular en la construcción nominal con que
se nombra a sí mismo el desertor cancela la multiplicación de los nombres y los
reduce a uno que recupera la esencia del sujeto: sus cualidades inherentes, sus
rasgos distintivos:
La cuestión es que, desde Malvinas, yo me rebauticé así: Yo perro
García. […] ¿Sabés por qué me pusieron ‘perro’? Porque podía oler la
adrenalina de todo el mini-batallón; porque podía saber a través de mi
olfato cuándo alcanzábamos el mayor grado de tensión, cuándo
estábamos Ok para recibir la furia asesina de los ingleses. (19)
Yo perro garcía no es un nombre accidental. Y por accidental nos referimos a
no esencial. Por el contrario, el nombre Yo perro garcía se construye a partir de lo
sustancial de ese sujeto, a partir de su naturaleza, de sus cualidades animales y de
la posible procedencia inmigratoria que denuncia el apellido. Trastrocando la
definición de nombre propio del Diccionario de la lengua española de la RAE,
podemos decir que: este nombre propio sólo puede imponerse a un sujeto, a aquel
que designa y al que diferencia de los otros de su misma clase porque evoca sus
propiedades intrínsecas.14
Analizar los elementos que participan de la construcción de este nombre nos
permite concluir que en El desertor el juego de las identidades propuesto se
encuentra en tensión con la afirmación de la legitimidad del nombre propio singular
Borquez Ciolfi 60
como re-presentación de la identidad consigo mismo del sujeto. Es decir, que se
encuentra en tensión con la afirmación del sistema simbólico de representación
identitaria que se materializa en él.
Podemos plantear incluso que existe una doble tensión, una tensión hacia el
interior del nombre propio. Si nos enfocamos en el fragmento de El desertor que
citamos unos párrafos más arriba veremos que para referir el proceso de nombrarse
Yo perro garcía utiliza el verbo bautizar. Pero, según el diccionario de la RAE,
bautizar no sólo significa poner nombre a una cosa. La tercera acepción del término
dice: “Dar a una persona o cosa otro nombre que el que le corresponde. (277)”. A
partir de la utilización de este término creemos posible leer en el texto una
deslegitimación del nombre que el desertor se da a sí mismo. Porque no es ése el
nombre que le corresponde, el que le corresponde es su nombre primero, aquel que
ha olvidado. La utilización del verbo bautizar denuncia la falsedad del nombre Yo
perro García, denuncia su condición de nombre sustituto de un original. En
consecuencia, si el nombre es falso podríamos suponer que la vida que vive bajo
ese nombre también lo es. Ahora bien, en un sentido religioso, bautizar es
administrar el sacramento del bautismo, es introducir a alguien a la vida cristiana, es
un nacer de nuevo, un renacimiento que se inscribe en el nombre (“Por eso Dios lo
engrandeció/ y le concedió el Nombre/ que está sobre todo nombre,/ para que, ante
el Nombre/ de Jesús, todos se arrodillen (Fil 2,9-10) (La Biblia 394)”). Desde esta
perspectiva, Yo perro García es su nombre “verdadero”, el nombre que le ha sido
dado y que lo engrandece. El nombre propio ya no puede sustraerse a esta tensión.
Nuestro análisis muestra el modo en que los textos de transición en la
narrativa de Eckhardt tratan de des-sedimentar la jerarquía que atañe al nombre
Borquez Ciolfi 61
propio: verdadero /falso-sustituto-múltiple pero como, también, el texto produce y
sostiene la tensión en la que se debate.
La segunda estrategia de la que se valen los textos para problematizar las
representaciones identitarias de los sujetos es la construcción de sentidos de
pertenencia (raciales y territoriales) provisionales. La provisionalidad de todas las
representaciones identitarias se pone en evidencia con la utilización del prefijo ex-
que señala aquello que se ha sido, que constituye a los sujetos pero no los agota.
Un mismo sujeto puede, en El desertor, ser representado a partir de los ex- que ha
sido: ex-gurka, ex-enemigo, ex-verdugo, ex-camarada, ex-máquina de guerra. Esta
no-fijeza en las representaciones puede ser rastreada, por ejemplo, en la
construcción de Hang Teng, el gurka: “los esporádicos diálogos que mantuve con
Hang Teng, el ex-gurka que desertó conmigo (16)”, “Esa era mi situación. En un
bote, a la deriva, fuera de la guerra. El gurka comando cipayo mercenario terminator
dormía como en su casa y yo ahí con el ex-verdugo en medio del océano. (39)”, “̶
Nunca pensé que entablaría ni siquiera una maldición con un enemigo./ ̶ Ex-
enemigo./ ̶ Ahá. Yo tampoco. (41)”, “La cuestión es que Nicolás y Pedro, en sus
vagabundeos dieron con Hang Teng justo cuando éste quería venderles un CD de
Wings. El re-encuentro con el viejo ex-camarada pescador amarillo fue muy emotivo
–según los testimonios de los dos atorrantes rusos-. Bailaron la danza del pescador
antártico en plena Avenida ex-Roja. (80)”, “La cuestión es que lo dejaron marchar
hacia su tierra natal. Hacía 20 años de su incorporación forzada al ejército británico.
[…] hacía 20 años de su partida forzada para el regreso de una ex-máquina
desajustada, vieja, inútil. Una ex-máquina de guerra descartable para un granero de
bambú. En su última carta, Teng cuenta su metamorfosis final: ya es un apacible
Borquez Ciolfi 62
campesino que siembra y cosecha su arroz en la falda de una colina azulada. (82-
83)”.
La tercera, y última, estrategia desnaturalizadora es aquella a partir de la cual
los textos problematizan la marginalidad del territorio patagónico en las
representaciones identitarias estereotípicas de lo nacional: los permanentes
desplazamientos territoriales de los sujetos, fundamentalmente, por la geografía
nacional.
El capítulo “El Sur” de ¡Nítida… plantea la existencia de un vínculo entre rock
nacional y literatura. Relación que, creemos, permite explicar las estrategias de la
narrativa de Eckhardt para evitar la totalización en la representación identitaria del
territorio patagónico. Leemos en el texto que en las letras del rock argentino de las
décadas del ’60 al ’80 el éxodo es “la válvula de la estructura poética (79)”. También,
que los desplazamientos posibilitan nuevos “ángulos perceptivos (76-77)”, nuevos
“planos de construcción (77)” que permiten destruir toda idea de totalización. Dice el
texto: “Entonces: estos ángulos perceptivos influyen sobre construcciones –
ciudades, formaciones utópicas, recorridos biodélicos- porque son, también, sub-
sobre-pre-pos-planos de construcción. De esta manera, se puede replanificar la
arquitectura poética (76-7)”. En ¡Nítida… la literatura copia al rock nacional en su
reclamo por sistemas de representación identitaria caracterizados por su
provisionalidad, por su no fijeza.
El desertor y ¡Nítida… narran desplazamientos norte – sur, desde el centro
geográfico e histórico de la Argentina hacia la periferia del territorio nacional: “Los
camiones militares se alejan con la preciosa carga (nosotros) para volcarla en las
islas Malvinas. […] Viajamos en Hércules C-130 hasta la base Almirante Zar en
Borquez Ciolfi 63
Trelew y allí nos quedamos una semana. Bajé al desierto patagónico y me di cuenta
de que esa zona era ya otro país, totalmente distinto a lo que yo conocía como
Argentina.” (Eckhardt, El desertor 27-28); “¿Siempre se repiten? ¿Las mismas
cosas? Algo, poco, que cambie, quizás? XXX: escritura: habrá que ir al sur.”
(Eckhardt, ¡Nítida… 42); “Un viaje hacia el fin del viejo país que aún no finaliza.”
(Eckhardt, ¡Nítida… 99).
La narrativa de Eckhardt necesita, en última instancia, legitimar estas nuevas
construcciones identitarias, y por ello los relatos parten de la convención establecida
a fines del siglo XIX de que la mirada sobre el territorio (y los sujetos) se construye
desde el norte, desde el centro político y económico del país. Quizá, por ese motivo
ya en el inicio de ambos textos encontramos los posicionamientos legitimadores de
los sujetos. En El desertor, Yo perro garcía escribe desde “un barrio del conurbano
bonaerense, cerca de Campo de Mayo.” (12). También en ¡Nítida… se narra desde
el centro del país: “3 am de la mañana y esto puede ser Chivilcoy, una ninguna parte
ubú o Floresta, avenida J. B. Justo al 7000 y estoy aquí.” (13). Buenos Aires es el
lugar en el que se encuentran posicionados sus narradores en el inicio de los
relatos, es el punto de partida de todos los desplazamientos. Desplazamientos que
recorren un territorio nacional (aunque no sólo nacional en El Desertor) cuya
organización espacial repite la naturalizada por el relato territorial construido por la
Generación del ’80. En este relato, el recorrido por los territorios trazaba “un arco
cuya perspectiva podía ubicarse imaginariamente en la ciudad de Buenos Aires.”
(Quintero 285). Muy a pesar de las estrategias u operaciones que posibilitan la
redefinición identitaria, creemos que ambos textos son producto de un sujeto que no
ha podido desembarazarse, aún, de una mirada de centro. En tanto apela a la
función del centro como legitimador de las representaciones identitarias.
Borquez Ciolfi 64
El desertor y ¡Nítida… son textos de transición porque esbozan un programa
que queda trunco, que no se realiza (en el caso de ¡Nítida…) o no completamente
(en el caso de El desertor, sobre el que volveremos más adelante): la construcción
de sistemas híbridos de representación identitaria del territorio y de los sujetos.
Programa que involucra tácitamente a los textos que los suceden en la producción
literaria de Eckhardt. En la primera parte de este capítulo se puso en evidencia el
lugar sintomático, responsable del “fracaso” de los sistemas lógicos de los textos de
transición analizados: la introducción de un elemento mínimo caótico (el uso del “Yo”
en la construcción del nombre propio, la posición legitimadora del desplazamiento
narrado) que produce la cancelación del juego y, como consecuencia, sostiene la
tensión entre los términos de las oposiciones binarias sometidas a des-
sedimentación. Sin embargo, al darlo por supuesto, nuestro análisis invisibiliza el
aspecto, quizás, más radical de la literatura de transición de Eckhardt: en estos
textos las identidades culturales (individuales, nacionales, territoriales) se
narrativizan, se dejan escribir, se exhiben como construcciones y, en consecuencia,
se desnaturalizan. Este aspecto representa la mínima condición de posibilidad para
la existencia del programa que, creemos, esboza su narrativa.
Esta segunda, y última, parte analiza la construcción de subjetividades e
identidades territoriales híbridas. Se enfoca en Trelew, último texto del corpus
trabajado, pero transita, en primer lugar, la construcción de identidades nacionales
híbridas en El desertor. Construcción que, como lo hemos señalado más arriba, nos
permite afirmar que este texto realiza parcialmente el programa esbozado en la
narrativa de transición de Eckhardt.
Borquez Ciolfi 65
El desertor narra la historia de Yo perro García, un desertor de la guerra de
Malvinas. Malvinas fue el motivo de la disputa y el escenario de la confrontación
bélica que sostuvieron Argentina e Inglaterra en 1982. Como la guerra lo hizo
entonces con el territorio, este texto pone en juego las identidades nacionales de los
sujetos. En este texto la identidad nacional no es concebida como una identidad
originaria, esencial, estática, garantía de unicidad sino, por el contrario, se la plantea
como un espacio histórico-literario de negociación de las diferencias nacionales:
nací en los bordes del Impenetrable, si es que semejante estructura
ecológica posee bordes; descendiente de indios comprobé desde niño
lo que es ser nada en el ser argentino. Una sensación desagradable
por cierto; tal vez, por dicha sensación, me reí a carcajadas cuando
llegó la citación del Ejército para incorporarme a sus filas –no podía
comprender el alto sentido del humor macabro-. ¿Soy argentino? Para
los que deciden qué es ser argentino y qué no, no. No lo soy. Soy un
indio ladino, borracho y vago. (89-90)
Yo perro garcía es un soldado argentino que, sin ser inglés, es también el otro
del ser argentino; es un descendiente de uno de los pueblos originarios que
habitaron el territorio argentino, pueblos a los que los discursos eurocéntricos y
decimonónicos representaron como “la regresión, el peligro, lo heterogéneo y lo
negativo que altera la ‘identidad nacional’ (Viñas, Indios, ejército y frontera 59)”. La
identidad nacional está lejos de ser un espacio estable u homogéneo aunque
paradójicamente se erija como tal. Este texto problematiza los límites del nosotros
en el que se reafirma la pertenencia a la comunidad imaginada de la nación:
Borquez Ciolfi 66
“¿Vos qué hubieras hecho? ¿Soy uno de los tuyos? ¿Podrás
acongojarte y decirle a tu amigo: ‘él fue uno de los nuestros?’ Te exijo
que pienses muy bien lo que vas a decidir. Y si en algo puedo ayudarte
te diré desde ya, y qué le vamos a hacer, y cómo cambiar la historia de
nuestro país, que nunca he sido, no soy y probablemente,
seguramente, absolutamente, no seré nunca uno de los tuyos; por más
que diga y escriba: ‘nuestro país’ y lo sienta como un drama mal
enfocado.” (21)
El posesivo, que hemos destacado con cursiva, es la marca gramatical que
inscribe la participación del sujeto en el colectivo de la comunidad imaginada de la
nación Argentina. En el contexto del enfrentamiento por Malvinas es el inglés, ya no
el descendiente de pueblos originarios, el otro que amenaza los límites de la
identidad nacional de sujetos y territorio. Pero más allá del acontecimiento histórico
particular de la guerra, la conformación de la identidad nacional de Yo perro garcía
sigue el recorrido de, y se resuelve como su participación en el conflicto. Yo perro
garcía elige ser un desertor, y escapa así a la disyunción dicotómica nosotros/ otros,
argentinos/ ingleses a partir de la cual occidente reprime la diferencia o, en palabras
de Derrida, “borra la diferencia dentro de la identidad consigo mismo de un
significado que reduce en sí su significante o, lo que es lo mismo, expulsando a éste
simplemente fuera de sí (“La estructura, el signo…” 451)”.
En el relato de Eckhardt, la deserción abre una tercera instancia que escapa a
la dicotomía argentino/ inglés. Yo perro garcía deserta porque no se encuentra
contenido en ninguna de las representaciones nacionales puestas en juego en la
guerra. La deserción instaura un espacio de negociación de las diferencias
Borquez Ciolfi 67
nacionales, un espacio histórico-literario de negociación, en el que no se es ni uno ni
otro: “Un compañero de guerra dijo ‘má sí, perdido por perdido, vamos a matar
gurkas por la patria’ hasta que le partieron la frente de un balazo. Yo no dije ni sí ni
no, dije ‘ni’ y aquí me tenés, escribiéndote a vos, convertido en un negociador.” (16).
Este espacio de negociación es un espacio inestable, es un in- between. Esta
categoría define la posicionalidad de los sujetos (estar ‘entre-medio’) con respecto a
los dos términos de la dicotomía reduccionista de la diferencia nacional. El valor de
ser desertor se deriva de esta tercera posición que construye. Posición cuya función
principal es “construir los [espacios] de diálogo (De Oto 50)”:
Vagamos al azar de las corrientes marítimas durante tres días. Sin
embargo, no hablé mucho con Hang Teng; tan sólo las apreciaciones
propias de dos náufragos en una balsa neumática militar. […] La
guerra había quedado atrás, lejos. Hang Teng me aclaró que, por
suerte, no había matado a nadie en las Falklands, y que si lo hubiera
hecho no habría desertado. “Ahá” le contesté./ -Ahá./ -La brújula es la
cosa más tonta que vi en mi vida./ -Tonta y útil./ -Ahá./ -Odio el mar,
amo la selva./ -Yo odio el mar y la selva./ -Ahá./ -Se terminaron los
chocolates y los caldos deshidratados./ -No soy caníbal./ -Yo tampoco./
-No parece, sin embargo./ -Ahá./ -Nunca pensé que entablaría ni
siquiera una maldición con un enemigo./ -Ex-enemigo./ -Ahá. Yo
tampoco./ Y así conversábamos. (40-1)15
A esta conversación “de reconocimiento (42-3)”, le seguirán las charlas con
los tripulantes del buque pesquero ruso y los diálogos filosóficos de las jornadas
Borquez Ciolfi 68
patusánicas; espacios de encuentro y de intercambio que privilegian el diálogo y que
posibilitan la negociación de las diferencias nacionales.
Creemos posible afirmar que la construcción de identidades nacionales
híbridas en El desertor puede leerse como un primer momento del proceso de
construcción de sistemas híbridos de representación identitaria en la narrativa de
Eckhardt. Proceso cuya característica principal es su textualidad. Este primer
momento evidencia que toda construcción identitaria no jerárquica posible es textual.
Es decir que se construye en el juego de las diferencias que describe el movimiento
del lenguaje, como un encadenamiento que hace que cualquier significante se
construya a partir de la huella que dejaron en él otros elementos-significantes del
mismo sistema. Elementos-significantes que nunca están plenamente presentes ni
remiten más que a sí mismos.
Como en El desertor, en Trelew las identidades híbridas también se
construyen en el juego de las diferencias; como podemos apreciar en el fragmento
que citamos a continuación:
Quizás para comenzar, podría definirse la pertenencia a la cultura
patagónica no por la tosca identidad sino por la sutil diferencia. Por
diferencia cultural. ¿No será este uno de los ejes culturales
definitorios? Veamos: indios, galeses, italianos, españoles, árabes,
chilenos, norteños, litoraleños, cuyanos, porteños, bonaerenses,
santacruceños, rionegrinos, neuquinos, etc. (los formadores de la
Patagonia actual son muchos y muy variados). Cada emigrado,
emigrada, cada zona trajo su cultura, su voz, su narración, su recuerdo.
(65)
Borquez Ciolfi 69
En consecuencia, esta cita nos permite afirmar que Trelew continúa el
proceso de construcción de sistemas híbridos de representación identitaria en la
narrativa de Eckhardt. La identidad que construye nunca está inmediatamente
presente ya que por su condición de texto-significante Trelew “no nos presenta
directamente un significado, a la manera en que un espejo entrega una imagen.
(Eagleton 155)”. La identidad híbrida que Trelew construye del territorio y de los
sujetos que lo habitan se disemina en las cadenas de “Fragmentos”, “Relatos” y
capítulos de “Trelew, una novela”. En las cadenas de elementos-significantes que
conforman el texto y que no son significativos en sí mismos sino en las relaciones
que mantienen entre sí (huella) y que posibilitan la negociación de las diferencias;
relaciones en las que cobran mayor significación.
Las identidades híbridas se configuran como identidades plurales porque en
ellas coexisten los diferentes relatos que narran las experiencias de vida de los
sujetos y los fragmentos que recuperan la materialidad de la ciudad: sus calles, sus
edificios históricos, sus barrios, sus geografías, sus accesos, entre otros:
una ciudad es nada, ruina o estepa de cemento si no están sus
habitantes, sus memorias y sus voces. Pude escribir este libro gracias
a los relatos, críticas, escritos, ideas, imágenes, recorridos, derivares,
vagares, pasados y presentes, de muchos. (9)
En tanto nuevas formas de interpretación, las identidades híbridas no
presentan al territorio ni a los sujetos que lo habitan “como si fueran formas
irreductibles [totalitarias u homogéneas] de representación (Krupat citado por De Oto
33)”. Por consiguiente, estas construcciones identitarias emergentes reclaman y
asumen en Trelew una nueva posicionalidad con respecto a los discursos de la
Borquez Ciolfi 70
civilización y de la barbarie. Se construyen entre-medio (in-between) de ambos:
“Hacer historia a través del desierto o el desierto de la historia que des hace sujetos
son dos posibilidades de una visión occidental (del centro). Vivir, narrar, morir en el
desierto, es algo muy pero muy diferente. Situarse desérticamente es la idea. (43)”
Este posicionamiento resignifica al territorio patagónico y a los sujetos que lo
habitan. Que la referencia al desierto no sea engañosa. “Situarse desérticamente” no
supone que debamos posicionarnos ante un territorio caracterizado
estereotípicamente como vacío, signado por la ausencia de sujetos, inmutable a lo
largo de la historia y la cultura de Patagonia. Posicionarse en el límite de los
discursos de la civilización y la barbarie, permite al texto definirse identitariamente
escapando de la disyunción dicotómica esencialista de Ser civilizado o Ser bárbaro.
Le permite fluctuar, moverse, desplazarse y escapar de la fijeza de las
representaciones identitarias estereotípicas. En esta posición entre-medio el texto
construye un espacio inestable de negociación de las diferencias culturales,
construye identidades híbridas:
¿Qué forma tiene Trelew? De pájaro prehistórico; su pico apunta al
norte y sus alas descansan en el valle. […] Los jóvenes pudientes
deben estudiar en los centros universitarios del país; muchos,
brillantes, no vuelven (les pesa el paso del tiempo mediocre o
chatura)./ Sin embargo, si el pájaro visual se zambulle en la superficie
eólica, se verá una ciudad lateral, paralela, superpuesta, autónoma: ahí
está la diferencia del cronista que añora la wiskería, sin canción y sin
ángulo; o los que van y vienen y prueban la distancia o las bandas
metal mapuche y más, los que no se dan a conocer (a quién), son los
Borquez Ciolfi 71
que no se van ni se quedan y en pleno desierto piensan –una y otra
vez- el plano utópico acorde a sus fantasmas. (14-5)
El conector adversativo marca la yuxtaposición entre las dos
representaciones identitarias posibles del territorio (ciudad) y de los sujetos: la
estereotípica y la híbrida. La primera asume la identidad originaria y esencial
asignada al territorio y a los sujetos en el proceso de narración de la nación. Asume
una posición marginal respecto de ese centro-norte civilizado al que vuelven su
mirada la ciudad- pájaro y sus sujetos. La segunda representa la identidad híbrida,
inestable, no ontológica que no borra sino que negocia la diferencia cultural y
posibilita, por ejemplo, que ambas representaciones coexistan en el texto.
Trelew también pone en juego las diferencias en la construcción de
subjetividades e identidades territoriales híbridas a través del diálogo y de las
circunstancias que lo propician. La historia del territorio impone al texto la
importancia que tienen en la construcción de nuevos sentidos. La novela repasa dos
temas: el surgimiento de Trelew y el encuentro y diálogo entre indios y galeses “en la
periferia de los espacios (casi) vaciados de la conquista del desierto (13)”. La ciudad
surge como una “encrucijada de caminos y vías. (13)”. El texto afirma que aún hoy
“funciona como coyuntura, bisagra, inflexión: contacto. Evoca y convoca. (14)”.
Trelew regula los desplazamientos de los sujetos por el territorio: “es un vaivén
urbanístico (14)”. Nunca es origen ni fin del desplazamiento. Con seguridad,
siempre funciona como una “estación” del recorrido que dibuja el desplazamiento:
“Eso es Trelew: estación del desierto (19)”.
Borquez Ciolfi 72
Respecto del tema la colonización y el diálogo entre indios y galeses que
anunciamos en el párrafo anterior. La lectura que el texto realiza de esta experiencia
histórica y la importancia que le asigna, pueden rastrearse en el siguiente fragmento:
Es extraño pero el territorio de Chubut queda a dos aguas, como una
metáfora de corte en la historiografía patagónica. La colonización
galesa interrumpe el relato nacionalista, desde Río Colorado y Río
Negro (la epopeya militar) hasta Río Gallegos (la epopeya estanciera o
el genocidio de indios y de peones). El Río Chubut conserva su
nombre: no está teñido de sangre como para ocultársele el origen
verdadero. (14)
Si bien el texto alude al relato nacionalista en que se inscriben
permanentemente estas identidades, también permanentemente lo elude. La
paráfrasis no es tal en tanto Trelew, el relato que no está teñido de sangre, es el que
se narra desde la diferencia. De esta manera, el encuentro y el diálogo entre
expulsados construyó un espacio entre-medio (in-between) de negociación de las
diferencias culturales al que el texto señala como condición de posibilidad del
surgimiento de la ciudad. Una ciudad que en ese contexto histórico era una
construcción imposible, una utopía. Por eso, el texto lee a Trelew como una más de
las ciudades imaginarias de la literatura argentina:
“Tanto pensar y pensar sobre la ciudad utópica, tanto leer y leer y la
tenía ahí, aquí: sólo debía abandonarme en sus sentidos, dejar que
todos los signos me significaran. Abandonarme a escuchar las voces,
los tonos, las músicas. La realidad histórica de Trelew exhibía la utopía
de una ciudad del sur argentino, hacia fines de este maldito siglo. (9)”
Borquez Ciolfi 74
El punto de partida de este trabajo de investigación fue nuestro interés por
analizar la emergencia de nuevas construcciones identitarias en textos de la
literatura argentina escrita en Patagonia hacia fines del siglo XX.
El escritor que integra nuestro corpus de análisis y cuyos textos fueron los
que despertaron nuestro interés en pensar el modo en que sujetos y territorio
patagónico fueron construidos, es Marcelo Eckhardt. Sus textos construyen nuevos
sistemas de representación identitaria que intentan des-sedimentar las
representaciones estereotípicas (territorio vacío, sujeto bárbaro) asignadas al
territorio y a los sujetos patagónicos en el proceso de narración de la nación
moderna argentina a partir de mediados del siglo XIX: “En estos bordes nosotros
fuimos viajados, desde los abuelos inmigrantes hasta las migraciones internas. Nos
trajeron, nos llevaron, nos explicaron y aquí estamos. (Trelew 118)”. Sólo al discutir
la centralidad y la fijeza de dichas representaciones, estos textos pueden evidenciar
el modo en que sujetos y territorio patagónicos fueron construidos y explicados como
lo otro, y la posición marginal, ex-céntrica, a la que fueron relegados en nuestra
tradición cultural.
El desertor, ¡Nítida esa euforia! y Trelew nos proponen pensar a la narrativa
como el territorio inestable que permite pensarse “más allá” (Bhabha) de esas
identidades originarias. Estos tres textos erigen en programa la construcción de
Borquez Ciolfi 75
identidades híbridas. Pero sólo Trelew y El desertor (este último únicamente en lo
que respecta a las identidades nacionales) consiguen des-sedimentar la herencia
identitaria que la tradición lega a la literatura argentina escrita en Patagonia. Y lo
logran posicionándose entre-medio (in-between) de los discursos de la civilización
(el Ser inglés y las epopeyas militares) y de la barbarie (el Ser argentino y el
genocidio de indios y peones): desertando y situándose desérticamente. Existe
hasta un vínculo etimológico entre los términos que designan estas estrategias
textuales. Vínculo que, casualemente, explora Aliaga en su ensayo-prólogo a Musica
desconocida para viajes: “Desierto, del latín desertus: abandonado. De allí surgiría,
claro, desertar, a principios del siglo XVIII. (21)”.
El desertor y ¡Nítida… también problematizan las representaciones
identitarias hegemónicas pero, a diferencia de Trelew, las estrategias que ensayan
(el olvido del nombre propio, la construcción de sentidos de pertenencia
provisionales y los desplazamientos territoriales) no logran deconstruir el discurso
eurocéntrico argentino sobre Patagonia. En el intento por des-sedimentar la posición
marginal a la que sujetos y territorio patagónico han sido relegados, cada uno de los
textos produce y sostiene la tensión en la que se debate.
Por el contrario, la identidad en-tensión que analizamos en Música
desconocida para viajes es producto de la confrontación de dos sistemas
antagónicos de representación identitaria, el construido en el ensayo y el narrado en
los relatos. Pero esas diferencias no subyacen, no están instaladas al interior de
esos sistemas. La voluntad de construir sistemas de representación identitaria
alternativos que conscientemente expresa el ensayo está ausente en la
inconsciencia de los relatos. El ensayo-prólogo que antecede a los relatos es en
Borquez Ciolfi 76
Música…el significante que pone en movimiento el juego de las diferencias en el
proceso de significación textual. De estar ausente, las construcciones identitarias
propuestas en el texto de Aliaga reproducirían el estereotipo patagónico.
De todos modos, si hay algo que esta multiplicidad de representaciones
identitarias pone de manifiesto es que estos textos cuestionan la existencia de una
identidad ontológica estable. En consecuencia, podemos afirmar que nuestra
hipótesis de lectura se cumple, que los textos trabajados problematizan la identidad
estereotípica originaria y esencial asignada al territorio y a los sujetos patagónicos
en el proceso de narración de la nación moderna argentina que se desarrolló a partir
de mediados del siglo XIX.
Borquez Ciolfi 78
Textos primarios
Aliaga, Cristian. Música desconocida para viajes. 1° Edición. Buenos Aires:
Deldragón, 2002.
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Bhabha, Homi K. El lugar de la cultura. 1° Edición, 1° reimpresión. Buenos Aires:
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Borquez Ciolfi 83
1 Según Benedict Anderson la define, la nación moderna es "una comunidad
política imaginada como inherentemente limitada y soberana (Anderson 23)”. Es
imaginada porque "en la mente de cada uno [de sus miembros] vive la imagen de su
comunión (Anderson 23)”. Y esta imagen asume la forma de una "historia tramada
en form[a] particula[r] (Anderson 274)”, asume la forma de una narración. El relato
de la nación es la respuesta imaginativa que "testimonia" la identidad, que no puede
ser recordada, de los miembros de la comunidad.
2 El Facundo fue escrito en 1845 y hacia mediados de 1870 la élite
gobernante comienza a esbozar el proyecto de construcción de la moderna nación
liberal argentina.
3 En su trabajo crítico Silvina Quintero analiza los textos censales de los tres
primeros censos nacionales como narrativas “oficiales” sobre el territorio argentino. Y
pone su atención sobre el primero de ellos que representó el territorio nacional sólo
mediante narraciones verbales, sin imágenes gráficas de ningún tipo (Quintero 269-
70). A continuación destaca el
carácter puramente literario de la mirada paisajística que durante las
décadas centrales del siglo XIX dominó el pensamiento político y
científico argentino: ‘es la palabra, no la imagen, la que triunfa en el
Río de la Plata. Las palabras dan forma a paisajes que hablan de
valores principalmente políticos’. (Quintero 270).
4 Quiroga trasvasa al escenario histórico y geográfico argentino los
argumentos que Benedict Anderson postula para el sudeste de Asia: que las
políticas de construcción de la nación en los Estados nuevos se remonta al modo en
Borquez Ciolfi 84
que los Estados coloniales imaginaron sus dominios (“la naturaleza de los seres
humanos que gobernaba, la geografía de sus dominios y la legitimidad de su linaje”
(Anderson 229) desde mediados del siglo XIX. En el Capítulo X "El censo, el mapa y
el museo" Anderson se ocupa de los roles de estas tres instituciones del poder en la
construcción del sistema totalizador de representación identitaria y de las imágenes
en las que este se plasmó.
5 Las categorías civilización y barbarie surgen en Francia a mediados del siglo
XVIII, y designan a dos de las tres categorías de pueblos reconocidos por los
intelectuales europeos: los salvajes (el grado más bajo), los bárbaros (estrato
vagamente superior al anterior pero sin una distinción clara), y, por último, los
“detentadores de la civilité” o civilizados (Lojo 11). El concepto de civilización está,
desde sus orígenes, indisolublemente asociado a la instrucción, al saber. Designa
“todos los rasgos políticos, morales, sociales, científicos, técnicos, económicos,
educativos que se suponía caracterizaban a los pueblos más adelantados de la cuna
del mundo, la vieja Europa.” (Lojo 12)
6 Lo que significa que las imágenes del territorio que produjo fueron una
construcción intelectual y no producto de un trabajo de reconocimiento, recopilación
de información y descripción del espacio geográfico nacional. (Quintero 267; Otero
305)
7 Cito a continuación la versión completa del extenso pasaje del último
capítulo del Facundo, “Presente y Porvenir”, que presenta contrapuestas las
imágenes de nación en pugna:
Nuestra educación política está consumada.
Borquez Ciolfi 85
Todas las cuestiones sociales, ventiladas; federación, unidad, libertad
de cultos, inmigración, navegación de los ríos, poderes políticos,
libertad, tiranía, todo se ha dicho entre nosotros, todo nos ha costado
torrentes de sangre. El sentimiento de la autoridad está en todos los
corazones, al mismo tiempo que la necesidad de contener la
arbitrariedad de los poderes, la ha inculcado hondamente Rosas con
sus atrocidades. Ahora no nos queda que hacer sino lo que él no ha
hecho, y reparar lo que él ha destruido.
Porque él, durante quince años, no ha tomado una medida
administrativa para favorecer el comercio interior y la industria naciente
de nuestras provincias; los pueblos se entregarán con ahínco a
desenvolver sus medios de riqueza, sus vías de comunicación, y el
Nuevo Gobierno se consagrará a restablecer los correos y asegurar los
caminos que la naturaleza tiene abiertos por toda la extensión de la
República.
Porque en quince años no ha querido asegurar las fronteras del sur y
del norte por medio de una línea de fuertes, porque este trabajo y este
bien hecho a la República no le daba ventaja ninguna contra sus
enemigos, el Nuevo Gobierno situará el ejército permanente al Sur, y
asegurará territorios y ríos para establecer colonias militares que en
cincuenta años serán ciudades y provincias florecientes.
Porque él ha perseguido el nombre europeo, y hostilizado la
inmigración de extranjeros, el Nuevo Gobierno establecerá grandes
Borquez Ciolfi 86
asociaciones para introducir población y distribuirla en territorios
feroces a orillas de los inmensos ríos, y en veinte años sucederá lo que
en Norteamérica ha sucedido en igual tiempo: que se han levantado
como por encanto ciudades, provincias y Estado en los desiertos en
que poco antes pacían manadas de bisontes salvajes; porque la
República Argentina se halla hoy en la situación del Senado romano,
que, por un decreto mandaba levantar de una vez quinientas ciudades,
y las ciudades se levantan a su voz.
Porque él ha puesto a nuestros ríos interiores una barrera insuperable
para que sean libremente navegados, el Nuevo Gobierno fomentará de
preferencia la navegación fluvial; millares de naves remontarán los ríos
e irán a extraer las riquezas que hoy no tienen salida ni valor, hasta
Bolivia y el Paraguay, enriqueciendo en su tránsito a Jujuy, Tucumán y
Salta, Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe, que se tornarán en ricas y
hermosas ciudades, como Montevideo, como Buenos Aires. Porque él
ha malbaratado las rentas pingües del puerto de Buenos Aires y
gastado en quince años cuarenta millones de pesos fuertes que ha
producido, en llevar adelante sus locuras, sus crímenes y sus
venganzas horribles, el puerto será declarado propiedad nacional, para
que sus rentas sean consagradas a promover el bien en toda la
República, que tiene derecho a ese cuerpo de que es tributaria.
Porque él ha destruido los colegios y quitado las rentas a las escuelas,
el Nuevo Gobierno organizará la educación pública en toda la
República con rentas adecuadas y con ministerio especial como en
Borquez Ciolfi 87
Europa, como en Chile, Bolivia y todos los países civilizados; porque el
saber es riqueza, y un pueblo que vegeta en la ignorancia es pobre y
bárbaro, como lo son los de la costa de África, o los salvajes de
nuestras pampas.
Porque él ha encadenado la Prensa, no permitiendo que haya otros
diarios que los que tiene destinados para vomitar sangre, amenazas y
mueras, el Nuevo Gobierno extenderá por toda la República el
beneficio de la Prensa, y veremos pulular libros de instrucción y
publicaciones que se consagran a la industria, a la literatura, a las artes
y a todos los trabajos de la inteligencia.
Porque él ha perseguido de muerte a todos los hombres ilustrados, no
admitiendo para gobernar sino su capricho, su locura y su sed de
sangre, el Nuevo Gobierno se rodeará de todos los grandes hombres
que posee la República y que hoy andan desparramados por toda la
tierra, y con el concurso de las luces de todos, hará el bien de todos en
general. La inteligencia, el talento y el saber serán llamados de nuevo
a dirigir los destinos públicos como en todos los países civilizados.
Porque él ha destruido las garantías que en los pueblos cristianos
aseguran la vida y la propiedad de los ciudadanos, el Nuevo Gobierno
restablecerá las formas representativas y asegurará para siempre los
derechos que todo hombre tiene de no ser perturbado en el libre
ejercicio de sus facultades intelectuales y de su actividad.
Borquez Ciolfi 88
Porque él ha hecho del crimen, del asesinato, de la castración y del
degüello un sistema de gobierno; porque él ha desenvuelto todos los
malos instintos de la naturaleza humana para crearse cómplices y
partidarios, el Nuevo Gobierno hará de la justicia, de las formas
recibidas en los pueblos civilizados, el medio de corregir los delitos
públicos, y trabajará por estimular las pasiones nobles y virtuosas que
ha puesto Dios en el corazón del hombre para su dicha en la tierra,
haciendo de ellas el escalón para elevarse e influir en los negocios
públicos.
Porque él ha profanado los altares poniendo en ellos su infame retrato;
porque él ha degollado sacerdotes, vejádolos o hécholes abandonar su
patria, el Nuevo Gobierno dará al culto la dignidad que le corresponde,
y elevará la religión y sus ministros a la altura que se necesita para que
moralice a los pueblos.
Porque él ha gritado durante años “Mueran los salvajes unitarios”,
haciendo creer que un Gobierno tiene derecho de matar a los que no
piensen como él, marcando a toda una nación con un letrero y una
cinta para que se crea que el que lleva la marca piensa como le
mandan a azotes pensar, el Nuevo Gobierno respetará las opiniones
diversas, porque las opiniones no son hechos ni delitos, y porque Dios
nos ha dado una razón que nos distingue de las bestias, libre para
juzgar a nuestro libre arbitrio.
Borquez Ciolfi 89
Porque él ha estado continuamente suscitando querellas a los
Gobiernos vecinos y a los europeos; porque él nos ha privado del
comercio con Chile, ha ensangrentado al Uruguay, malquistádose con
el Brasil, atraídose un bloqueo de la Francia, los vejámenes de la
marina norteamericana, las hostilidades con la inglesa, metídose en un
laberinto de guerras interminables y de reclamaciones que no
acabarán sino con la despoblación de la República y la muerte de
todos sus partidarios, el Nuevo Gobierno, amigo de los Poderes
europeos, simpático para todos los pueblos americanos, desatará de
un golpe ese enredo de relaciones extranjeras, y establecerá la
tranquilidad en el exterior y en el interior, dando a cada uno su derecho
y marchando por las mismas vías de conciliación y orden en que
marchan todos los pueblos cultos.
Tal es la obra que nos queda por realizar en la República Argentina.
(Sarmiento 181-3)
8 Aquí utilizo el término “habitar” en el sentido derrideano: “se habita siempre
[en las estructuras, en la herencia, en la tradición de nuestra literatura argentina] y
más aún cuando no se lo advierte. (Derrida, De la Gramatología 32)”
9 Transcribo a continuación el fragmento del texto de la Dra. Casini en el que
desarrolla el concepto de Patagonialismo:
Al estudiar los textos de escritores foráneos hemos visto en ellos
algunas características comunes que los ligan a una red textual
fundadora de lo que hemos dado en llamar «Patagonialismo», un
Borquez Ciolfi 90
término que hemos acuñado para referirnos a lo que Said denomina
«Orientalismo». Said se refiere explícitamente a este tema cuando
habla de la responsabilidad del analista al conocer y describir culturas
que no les son propias (las culturas «Otras») y repara en la facilidad
con que los conocimientos sobre el Oriente han sido transmitidos sin
cuestionamiento. (…) Con la palabra «Orientalismo» Said se refiere a
una disciplina académica… que ha falseado la representación del
Oriente. En relación con nuestro tema, esto implicaría la existencia de
un Patagonialismo que surgió, como el Orientalismo, a partir de la
mirada europea que fundó un imaginario homogéneo y negativo sobre
la región. (Casini, Ficciones de Patagonia 22)
10 Iparraguirre elige dos epígrafes para su novela, uno de Melville y otro de
Sarmiento. Cito a continuación el fragmento de Sarmiento:
¿Dónde termina aquello que quiere en vano penetrar? ¡No lo sabe!
¿Qué hay más allá de lo que ve? ¡La soledad, el peligro, el salvaje, la
muerte! (…) el hombre que se mueve en estas escenas se siente
asaltado de temores e incertidumbres fantásticas, de sueños que le
preocupan despierto. (Iparraguirre 11)
11 Escarmentar es sinónimo del término escaldar utilizado por Aliaga:
“Escarmentar. (De escarmiento.) 3. intr. Tomar enseñanza de lo que uno ha visto y
experimentado en sí o en otros, para guardarse y evitar el caer en los mismos
peligros. (RAE 873)”.
Borquez Ciolfi 91
12 Definición del término agobiar en el Diccionario de la lengua española de la
Real Academia Española (RAE):
Agobiar. (De un der. del lat. gibbus, giba) tr. p. us. Inclinar o encorvar la
parte superior del cuerpo hacia la tierra. Ú. m. c. p. prnl. ‖ 2. p. us.
Hacer un peso o carga que se doble o incline el cuerpo sobre el cual
descansa. ‖ 3. desus. fig. Rebajar, humillar, confundir. ‖ 4. fig. Rendir,
deprimir o abatir. ‖ 5. fig. Imponer a alguien actividad o esfuerzo
excesivos, preocupar gravemente, causar gran sufrimiento. Le
AGOBIAN los quehaceres, los años, las penas. (58)
13 Nos referimos a la representación que impone la Generación del ’80 y que
hemos desarrollado en el Primer Capítulo, en el Apartado “Sarmiento y la construcción
del estereotipo ‘patagónico’”.
14 El Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española (RAE)
define al nombre propio como:
El que se aplica a seres animados o inanimados para designarlos y
diferenciarlos de otros de su misma clase, y que, por no evocar
necesariamente propiedades de dichos seres, puede imponerse a más
de uno (Antonio, Toledo), incluso a seres de distinta clase (Marte).
(1445)
15 Este diálogo reproduce la conversación entre los dos perros egipcios de la
historieta, Ottoyonsonh, que el narrador comenta hacia el final del primer capítulo de
El desertor “1992. Frío, tibio, caliente”. El narrador lee en el diálogo incoherente de
Borquez Ciolfi 92
esos hombres convertidos en perros egipcios, el único posible en situaciones límites.
Un diálogo construido con balbuceos, palabras incoherentes, frases hechas:
un ex-hombre sueña una ciudad nocturna, carnavalesca, llena de
hombres con máscaras de perros egipcios; sueña un accidente, una
masacre, un padre que le señala una fecha y, volviendo a la vigilia,
convertido en perro egipcio, ese ex–hombre dice: ‘Ahí me despierto
siempre’ y, el otro perro egipcio le contesta: ‘Ah’. En el tercer cuadrito,
los dos perros egipcios quedan en silencio blanco y negro –están en un
bar, tomando unos tragos, fumando-. El perro egipcio vuelve a hablar:
‘Ah… excelente comentario’; y el otro perro egipcio le contesta: ‘Ah…
qué interesante’. (20)
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