la mamá pulpo
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La Mamá Pulpo
VICTORIA THOMPSON
Clase Seis
Había una ves una mamá que se volvió un pulpo. Su hijo mayor dijo: -Mami,
quiero jugo. La mamá no dijo: -Espérate, hijo-. Tampoco dijo: -Sólo tengo dos
manos-. Ella, sencillamente, alargó un tentáculo, abrió la refrigeradora y sacó el jugo.
Entonces, en el preciso momento en que ella la servía el jugo al mayorcito, su
segundo hijo dijo: -Mami, quiero galletas.
La mamá no dijo: -Espérate, hijo-. Tampoco dijo: -Sólo tengo dos manos-. Ella,
sencillamente, alargó otro tentáculo y alcanzó las galletas.
Entonces, en el preciso momento en que ella la servía el jugo al mayorcito y alcanzaba
las galletas, su hijo más pequeño comenzó a llorar porque tenía hambre.
La mamá no dijo: -Espérate hijo-. Tampoco dijo: -Sólo tengo dos manos-. Ella,
sencillamente, tomó el biberón con el tercer tentáculo y se lo dio al niño.
Entonces, en el preciso momento en que ella la servía el jugo al mayorcito, alcanzaba
las galletas y le daba el biberón al nene, su hija mayor dijo: -Mami, se me
cayeron las conchitas de mi colección. ¿Me puedes ayudar a ordenarlas?
La mamá no dijo: -Espérate, hija-. Tampoco dijo: -Sólo tengo dos manos-. Ella,
sencillamente, alargó el cuarto tentáculo y comenzó a ordenar las conchitas.
Entonces, en el preciso momento en que ella la servía el jugo al mayorcito, alcanzaba
las galletas, le daba el biberón al nene y ordenaba las conchitas, la segunda hija
dijo: -Mami, se me trabó la cremallera. ¿Me la puedes destrabar?
La mamá no dijo: -Espérate, hija-. Tampoco dijo: -Sólo tengo dos manos-. Ella,
sencillamente, alargó el quinto tentáculo y comenzó a destrabar la cremallera.
Entonces, en el preciso momento en que ella la servía el jugo al mayorcito, alcanzaba
las galletas, le daba el biberón al nene, ordenaba las conchitas y destrababa la
cremallera, la hija menor dijo: -Mami, no alcanzo mis globos. ¿Me los
puedes alcanzar?
La mamá no dijo: -Espérate, hija-. Tampoco dijo: -Sólo tengo dos manos-. Ella,
sencillamente, alargó el sexto tentáculo para alcanzar los globos.
Entonces, en el preciso momento en que ella la servía el jugo al mayorcito,
alcanzaba las galletas, le daba el biberón al nene, ordenaba las conchitas,
destrababa la cremallera y alcanzaba los globos, su esposo dijo: -¿Has visto mis
llaves? No las encuentro.
La mamá no dijo: -Espérate un momento-. Tampoco dijo: -Sólo tengo dos manos-.
Ella, sencillamente, alargó el séptimo tentáculo y empezó a buscar las llaves.
Entonces, en el preciso momento en que ella la servía el jugo al mayorcito,
alcanzaba las galletas, le daba el biberón al nene, ordenaba las conchitas,
destrababa la cremallera, alcanzaba los globos y buscaba las llaves, el perro
ladró: -Jua, jua, jua- porque quería salir.
La mamá no dijo: -Espérate un momento-. Tampoco dijo: -Sólo tengo dos manos-.
Ella, sencillamente, alargó el octavo tentáculo y empezó a buscar para abrirle
puerta al perro.
Entonces, en el preciso momento en que ella la servía el jugo al mayorcito, alcanzaba
las galletas, le daba el biberón al nene, ordenaba las conchitas, destrababa la cremallera,
alcanzaba los globos, buscaba las llaves y le abría la puerta al perro, sonó el teléfono.
-¿Puedes contestarlo?- dijeron todos.
-Espérense- contestó la mamá. –Sólo
tengo ocho tentáculos.
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