los indios, "la grave cuestión del malón como origen de la conquista del desierto"
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7/29/2019 Los Indios, "La grave cuestin del Maln como origen de la conquista del desierto".
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Los indios
La grave cuestin de los malones que originan las campaas al desierto
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Los orgenes del conflicto, el comercio de ganado robado con Chile y la decisin estratgica de
ocupacin de la Patagonia en defensa de la soberana.
Claudio Di Pardo Figueroa
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Los indios pampas que se amparaban en las reducciones eran una escasa proporcin de los
que habitaban la llanura. Los dems que se mantenan en indmita libertad y que tampoco
formaban un nmero muy crecido, se resistan a ser catequizados, habiendo fracasado todo
intento de reducirlos. En partidas errantes, siempre al lomo de sus fogosos potros, recorran la
llanura a su albedro, cazando venados, caballos y vacas de las grandes manadas silvestres y
fijando sus tolderas, temporariamente, donde ms abundaba la caza.
Estas hordas se mantenan alejadas de todo contacto con el espaol, sin haberlos inquietado
seriamente, exceptuando el levantamiento de los indios de servicio capitaneados por el
cacique Bagual, provocado por la opresin a que se le someta. Por eso, no hay que cargar al
indgena todo el saldo desfavorable de sus violentas reacciones. El trato desptico del
colonizador, incit al indio a la venganza.
Los Antecedentes:
En 1626, cuando entr a ejercer el gobierno Francisco de Cspedes, los indios, sublevados,infestaban los caminos de la campaa, cometiendo tropelas contra los viajeros. El mandatario
logr apaciguarlos atrayndolos con obsequios y trato amable, pues, aseguraba que si los
aprietan se levantan y estn mal seguros los caminos.
Los Serranos
Aquietados los indios vecinos, gracias a los medios convincentes de que se vali el gobernador,
el peligro vino entonces de ms lejos. En 1628, 500 serranos, bien montados y armados de
lanzas, arcos y flechas, bolas y hondas, avanzaron desde el lejano sur acampando por las
cercanas de la ciudad. Aunque simularon el propsito de conversin, llegaban con siniestros
planes de invadir y saquear el poblado. La presencia de estas huestes, sin embargo, parece
que no pas de simple amago, a juzgar por el silencio que guarda el gobernador, aunque
consider imprescindible proceder manu militari contra estas intentonas.
Cspedes era partidario de ensayar una poltica diferente con pampas y serranos. Para los
primeros, ms pacficos y dciles, los medios persuasivos; para los serranos, de indmita
fiereza, la ley de la guerra. Marcadas diferencias distinguan estas dos naciones de indios. Los
primeros vivan en los lugares ms vecinos a la ciudad, carecan de armas de guerra, pues las
que posean estaban destinadas a la caza, aunque naturalmente, las empleaban en veces para
su defensa.
Habitualmente eran gentes pacficas que entraban en acuerdos con los espaoles, llegando a
atacar slo cuando se los oprima. Sabido es que el trmino pampas, no significaba una
clasificacin tnica, sino una determinacin geogrfica, porque as se denominaba la extensa
llanura que arrancando desde el mismo Buenos Aires, se extenda hasta el ro Negro y desde el
mar hasta la cordillera.
Los serranos, habitantes de las zonas vecinas a los Andes, eran gente de guerra que viva en
continua actitud blica. El predominio de las armas de combate dentro del miserable ajuar
domstico, seala sus hbitos guerreros.
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Las primeras incursiones de los indios
Despus de aquel amago de invasin de 1628, los pobladores se rodearon de precauciones.
Las matanzas de ganado vacuno silvestre, que como se sabe, era una de las ms pinges
ocupaciones y por lo tanto a la que se entregaban la mayor parte de los habitantes, se hizo
desde entonces faena arriesgada. En 1629, los campesinos reunidos para salir a vaquear,tuvieron que hacerlo al frente del capitn Amador Baz de Alpoin, para evitar tropelas de los
salvajes. De la poca en que entran los serranos por primera vez en la campaa de Buenos
Aires, debe datar su fijacin en la llanura bonaerense. Las continuas luchas que sostenan en
su territorio de origen, y los escasos medios de vida, los impulsaron a emigrar a un suelo
donde la abundancia de ganado vacuno y caballar silvestre, venados, andes y armadillos, y la
ausencia de tribus guerreras, les ofrecan una vida tranquila y de abundancia.
Pronto los serranos hicieron alianza con los pampas de las reducciones, incitndolos a que
cometieran tropelas. Descubierto el pacto en 1635, se tomaron enrgicas medidas para
cortar tan peligrosas comunicaciones. Pero la intervencin no surti mayor efecto, pues los
indios comenzaron desde entonces a cometer depredaciones en las estancias, mientras las
autoridades de la ciudad contestaban con expediciones de castigo. La inquietante situacin se
agrav en 1659, cuando una partida de serranos en unin de los tubichaminies que haban
abandonado la reduccin, se dedicaron descaradamente a saquear las estancias fronterizas. El
pnico cundi en la ciudad de la que sali una partida de soldados para recomendarles
pacficamente que desistieran de sus propsitos vandlicos. Los serranos, lejos de obedecer
las rdenes, atacaron a la partida, siendo detenidos y alojados en prisin.
Aunque el indio no cej en sus incursiones vari de tctica para hurtarse los ganados sin
riesgo. Para ello, entraron en simulada amistad con los pobladores, prestndoles algunos
servicios. Luego se presentaban en partidas numerosas en las cercanas de la ciudad
reclamando el pago que reciban en armas, yerba, tabaco y vino, y al retirarse a sus tierras, se
dividan en pequeos grupos, arrendose el ganado de las estancias. Algunas veces esos
desmanes haban sido castigados militarmente, pero los espaoles trataban de evitarlo por
temor a recibir mayores perjuicios. La relativa tolerancia con que se contemplaba ese estado
de cosas, fomentaba las depredaciones, habiendo llegado a saquear las carretas que hacan el
trfico comercial con las provincias del interior. Durante el gobierno de Alonso de Mercado y
Villacorta (1660-1663) continu la poltica de peligrosa tolerancia, que colocaba al indio en
situacin de superioridad.
Envalentonado por la actitud tmida del espaol, en 1663 dos parcialidades irrumpieron
violentamente en la campaa, armados con lanzas, flechas y bolas arrojadizas y provistos de
coletos protectores, arrollando a una tribu de indios amigos acampada al norte del ro Salado.
Las autoridades de la ciudad contestaron esta vez con una expedicin que castig duramente a
los salvajes, escarmentndolos. Pero en 1670, pampas y serranos, volvan a invadir con
frecuencia las estancias, manteniendo a los campesinos en continua alarma, en tanto que las
autoridades se limitan a hacerles reconvenciones y amenazas, sin lograr contener las
renovadas incursiones. Se repitieron estas con tanta frecuencia y llegaron a ser tan graves,
que en 1672 las autoridades de Buenos Aires, de acuerdo con el vecindario, procedieron a
enviar una expedicin punitiva.
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La severa medida iba dirigida contra los serranos que estaban en constante comunicacin
con los araucanos de Chile, que eran quienes los impulsaban a la invasin, y contra los
tubichaminies, que en vida libre, se aliaban con partidas errantes en el desierto, para
saquear las haciendas. Dos aos ms tarde, ante la repeticin de los desmanes, un solemne
cabildo abierto resolvi llevarles la guerra defensiva.
Campaa civilizadora del gobernador Andrs de Robles
Durante la gobernacin de Robles (1674-1678), el tratamiento del indio tom orientaciones
muy distintas a las que llevaba. Contrario a las medidas violentas para sujetarlo, despleg una
poltica de atraccin espiritual, encuadrndola dentro de los justos lmites marcados por
cdulas y ordenanzas. Protegi primero a los indios de encomienda, amparndolos contra los
abusos de que se les haca objeto. Asegurado sobre esa firme base su trato pacfico, inici una
nueva poltica para incorporar a la vida civilizada las hordas errantes, y recoger a los dems
encomendados que andaban dispersos por el territorio. Tom con tal empeo la plausible
iniciativa, que sin garantas para confiarla a nadie, sali en persona a realizarla. El 1 de mayo
de 1675, se intern resueltamente en el territorio de la provincia, con slo seis hombres de
escolta, para dar a entender al indio que iba en misin de paz. La campaa tuvo un resultado
insospechado. Despus de haber recorrido unas 90 leguas a la redonda, alejndose unas 30 o
40 al sur de la ciudad, visitando todas las tolderas indgenas establecidas dentro de ese
circuito, regres al frente de 8.000 indios dispuestos a vivir bajo normas civilizadas. Agrupados
por naciones y parcialidades, los estableci en tres distintos sitios: unos en la laguna de Aguirre
a ocho leguas de la ciudad; otros a las mrgenes del ro Lujn, distantes diez leguas, y, los
dems a orillas del ro Areco en el lugar llamado Bagual, que debi ser, sin duda alguna, el sitio
donde estuvo establecida la primitiva reduccin del cacique de ese nombre.
Gracias al trato paternal que les dio el dignatario, consigui que se prestaran gustosos a
permanecer asentados en los lugares sealados. Pero si confiaban personalmente en el
gobernador, recelaban de los colonizadores, contra quienes pidieron ser defendidos y no
maltratados como lo haban sido anteriormente.
La primera medida destinada a asegurar su arraigo en el lugar y aplicarlos a la vida de orden y
trabajo, fue la distribucin de arados, bueyes y semillas para el cultivo de la tierra y ganado
vacuno para el procreo y consumo.
En los ocho meses que permanecieron asentados, no consigui, a pesar de sus esfuerzos,encontrar religiosos dispuestos a hacerse cargo de la enseanza, por querer primero que se
les ponga casa, iglesia y renta. Al cabo de ese tiempo en que se estaba por dar comienzo al
cambio de los toldos porttiles por habitaciones fijas, para borrar el ltimo vestigio de su
nomadismo, se propag una violenta epidemia de viruela que diezm las embrionarias
poblaciones. Los pocos sobrevivientes que quedaron en los sitios despus del desbande que
sobrevino, fueron licenciados a volver a sus tierras para evitar el contagio.
Pens el gobernador reunirlos nuevamente una vez pasado el mal, aunque ya no cifraba
grandes esperanzas, pues saba que la vida errante en aquel medio salvaje, donde la ociosidad,
la libertad indmita, la facultad de unirse a las mujeres que deseaban y el fcil alimento erannormas imperantes, era la vida que prefera el indio, tanto como despreciaba la civilizacin.
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Sin embargo, decidido a tentar nuevamente su laudable propsito, a fines de diciembre de
1677, envi al interior de la provincia una partida de 100 soldados de caballera y 50 infantes
para que los buscaran. Los escasos 300 indios que lograron reunirse, fueron una prueba
evidente de su resistencia a la conversin, confirmando la desconfianza del gobernador. No
debi dar otra interpretacin a la elocuencia de los nmeros. As parece demostrarlo, al
menos, el que su primitivo plan de reduccin y conversin, se redujera a reunirlos al lado de la
estacada del fuerte con los pocos que haban quedado en la laguna de Aguirre despus del
desastre, emplendolos en las obras pblicas y sometiendo a consulta sobre el destino
definitivo que haba de drseles, a una junta que se celebr en casa del Obispo y que nada
resolvi.
Justo es reconocer que si Andrs de Robles no pudo llevar a feliz trmino su magra obra de
catequizar y reducir a poblaciones estables a las hordas salvajes, se debi a la vida indmita de
las tribus y en parte, a la falta de apoyo de los religiosos y de las dems autoridades. Pero
despleg una poltica eficaz para proteger a los indios de encomienda. Fue un ejemplo de
espritu civilizador y el cabildo se encarg de encomiar ante el rey la labor personal realizada a
favor de los naturales.
La poca de Garro
Con la entrada del nuevo gobernador, Jos de Garro (1678-1682), las relaciones con las tribus
libres tomaron orientaciones diferentes. Alejado del gobierno el escrupuloso Robles, el Obispo
de Buenos Aires pudo el 8 de agosto de 1678- expresar sin temores al rey su opinin acerca
de la cristianizacin de los pampas. Manifestaba que la imposibilidad de realizarla se deba a
que eran tribus nmadas, que vagando de continuo por las abiertas llanuras sin lugares fijos de
asiento, los ministros no podan predicarles la palabra del evangelio. Para mayor
abundamiento, las declaraciones del Obispo eran corroboradas al ao siguiente por otras del
P. Toms Donavidas, Procurador General de la Compaa de Jess en las provincias de
Paraguay y Buenos Aires. En su informe, afirmaba el religioso que estas agrupaciones errantes,
vivan brutalmente sus costumbres abominables, no conocen dios ni rey, son enemigos de los
espaoles, hostilizando sus ciudades y no quieren or la doctrina de Cristo. Semejantes
hostilidades, eran motivos bastantes conclua- para hacerles la guerra.
Las aseveraciones del Obispo y el Procurador iban a tener confirmacin. Despus de la tregua
dada a sus incursiones durante el gobierno de Robles y principio del de Garro, en 1680 fue
reanudado el perodo de hostilidades por pampas y serranos, gento muy bravo segn
deca el gobernador, con una violenta irrupcin sobre los campos, causando la muerte de
varios pobladores y la prdida de numerosas haciendas. Cuando llegaron a la ciudad los
clamores de los campesinos, el ayuntamiento cuya misin era velar por el bienestar pblico-
pidi medidas enrgicas para castigar la osada. Una expedicin enviada desde la ciudad, los
escarment rudamente y apres a muchos de ellos.
Los cautivos fueron distribuidos, con acuerdo del Obispo, entre los principales hombres de la
expedicin, para que los adoctrinaran. Pero a poco sobrevino una fuga general de los
prisioneros.
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El temperamento adoptado en esta oportunidad origin una severa reclamacin del Monarca
inspirada por el Consejo de Indias, ordenando entregar los indios retenidos indebidamente, a
los sacerdotes doctrineros y sent el principio de que bajo ningn concepto era lcito hacer
semejantes repartimientos y que los indios gentiles que por cualquier accidente se apresaren,
se entreguen a los doctrineros para que usando de todos los medios de suavidad, los instruyan
en nuestra Santa Fe, guardando en todo, la disposicin de las leyes que hablan en razn del
buen tratamiento de los indios.
El Monarca continu siempre con igual firmeza incitando a la conversin de los indgenas. En
1683, contestando el Obispo a las nuevas exhortaciones, volvi a poner de manifiesto las
dificultades que ofreca la empresa, debido a su natural inconstancia y horror que tienen a la
vida poltica. El gobernador Jos de Herrera y Sotomayor (1682-1691), que sucedi a Garro,
comparti la opinin del Obispo, basado en la experiencia de las autoridades que lo haban
precedido. La gran rudeza mental de estos indgenas, les impeda comprender el alcance de la
religin, aunque no perdan detalle del ceremonial.
Los aucas: sus ataques sistemticos
Mientras las reducciones desaparecan y las encomiendas iban reducindose cada vez ms, se
acreca la poblacin en la pampa circundante y aumentaba con ella el peligro de las invasiones.
Como ninguna de las intervenciones tendientes a cortar los continuos avances de la indiada,
era de resultado estable, motiv una intervencin del cabildo dando una nueva orientacin a
la defensa. Fue en 1686, en que los pampas capturados en una expedicin de castigo,
fueron arrancados en masa y deportados a la reduccin de Santo Domingo Soriano, situada en
la Banda Oriental.
Pero las cosas fueron de mal en peor. El estrecho comercio que los serranos y pampas
mantenan con los aucas o araucanos de Chile, llevndoles caballos y vacas cazados en
las manadas cerriles de la provincia, los impulsaron a ocupar el territorio. A principios del
siglo XVIII comenzaron a desplazarse hacia la provincia, tal como antes lo haban hecho los
serranos.Siendo los aucas el pueblo ms indmito de cuantos habitaban las regiones de la
cordillera, llegaron al suelo bonaerense imponindose a las dems tribus y utilizndolas
muchas veces como instrumento ejecutor de sus proyectos vandlicos. Dueos del territorio,
comenzaron a explotar el ganado vacuno silvestre, dispuestos a impedir que los colonizadores
penetraran en l a realizar vaqueras. Ignorantes los pobladores del cambio que se haba
operado, en octubre de 1711 sali una partida de campesinos para efectuar las acostumbradas
matanzas de vacas y toros. Cuando estaban entregados a reunir el ganado, fueron atacados de
improviso por una numerosa indiada de aucas que los despojaron de los animales que
haban reunido, hiriendo a algunos hombres en la arremetida. Aunque el gobernador, de
acuerdo con el cabildo, lanz contra ellos una expedicin de castigo, los ataques siguieron
sucedindose con nuevos bros.
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La suspensin de las vaqueras
En 1714 quedaron paralizadas por completo las matanzas que surtan de cueros, grasa y sebo a
la ciudad. La suspensin de tan vital actividad, aparte de provocar la miseria de los que la
practicaban, hizo que se agotaran las existencias de grasa y sebo del mercado, causando un
verdadero trastorno en la poblacin de la ciudad. La necesidad de poner fin a la gravsimasituacin planteada, fue estudiada por todas las autoridades de la ciudad, resolviendo enviar
una fuerte expedicin al interior del territorio, bajo cuya proteccin iran los vecinos a
proveerse de grasa y sebo, tratando de alcanzar una paz amistosa con los indios, o en todo
caso, castigarlos militarmente. Como la medida salvadora no pudo realizarse por la gran sequa
reinante, la crisis se hizo ms aguda. En 1716, el procurador general de la ciudad pidi que la
grasa y sebo que se introduca de la Banda Oriental, se destinara al exclusivo consumo local.
La solucin aconsejada por el procurador no poda ser ms que una medida transitoria para
suavizar la crisis, pero no un corte definitivo que dejara abandonada a manos de los indios la
enorme riqueza que representaba el ganado silvestre. Las autoridades, que comprendieron
esta situacin, dispusieron la reanudacin de las vaqueras tomando precauciones. Estas
descansaban en una alianza establecida con los caciques pampas Mayupilquian y Yati que les
ofrecan buena correspondencia. Mientras se les permita establecer sus viviendas al norte del
ro Salado donde encontraban abundante caza para su sustento y permanecan a cubierto de
los ataques de las tribus enemigas, respondan, denunciando la proximidad de los indios
rebeldes, para que la poblacin tomara precauciones.
A pesar de la alianza establecida, el peligro era idntico y pocos los que se aventuraban a
penetrar en el territorio. Disminuy as en tal forma la recoleccin de cueros, que en 1717 se
resolvi autorizar a que se realizara una parte de las faenas en la Banda Oriental. Y tres aos
ms tarde, en vista de que no cejaban en sus hostilidades, fue enviada una expedicin de
castigo para que los escarmentara.
Nuevas medidas para contener a los indios
Ya puede comprenderse que estas campaas militares hechas de tarde en tarde, no eran de
fruto slido. Volvan las expediciones de vaqueras a internarse en el territorio, y los indios
contestaban con nuevos ataques. Al cabildo correspondi estudiar con calma la situacin,
tratando de conjurar el peligro en forma definitiva. En 1722 proyect hacer dar batidas
peridicas con un destacamento de milicias de la ciudad. La falta de fondos del municipio y lanegativa de los vecinos a costearlo con nuevos impuestos, hizo fracasar el proyecto. Sin
embargo, el cabildo entenda que haba que proceder con rigor contra las huestes brbaras, y
de ello qued constancia en el acta del 21 de agosto, en que se haca fuerte en solicitar al
gobernador, el avo de 200 espaoles y 100 indios amigos y mulatos libres, para salir a la
corredura de los campos.
Los hechos vinieron a comprobar que la medida solicitada tena su lgico fundamento.
Esperaban realizarla, cuando los aucas y pehuenches, tomando la delantera, cometieron
la osada y atrevimiento de asaltar y saquear unas carretas que llegaban de Mendoza. Una
expedicin lanzada en persecucin de sus agresores no obtuvo resultado.
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La poca eficacia de estas expediciones, convenci a todos que era necesario tomar medidas
preventivas para evitar las devastaciones. Respondiendo a ese criterio, en 1724, cinco
patrullas de milicianos montaron vigilancia en puntos avanzados de la abierta frontera. Pero
quitadas al poco tiempo, los aucas y serranos golpeaban las puertas de la propia ciudad.En
1722 haba dicho el cabildo que los aucas y serranos merodeaban el territorio por el
inters de las pocas vacas que han quedado, pues las enormes matanzas que se realizaban de
esas especies salvajes, las llevaban camino de su exterminio. Mientras las vacadas cerriles se
extinguan, las estancias atravesaban por un perodo floreciente, con muchos miles de cabezas
de ganado que se apacentaban en las amplias praderas cubiertas de ricos pastos y aguadas en
abundancia.
Desaparicin del ganado silvestre: las grandes invasiones
Con la desaparicin del ganado vacuno silvestre, al verse los indios privados de su comercio
con Chile, planearon invasiones a las estancias. Preparados los serranos para dar el golpe,
en agosto de 1737, con corta diferencia, talaron dos veces las haciendas de Arrecifes,
contestndose con aprestos blicos en la ciudad. Una expedicin salida a castigar los
desmanes, provoc represalias de parte de los indios. Convocados 2.000 aucas de guerra,
llegaron en agosto de 1738, causando grandes estragos en los campos de Arrecifes, donde se
estableci un fortn para contener nuevas invasiones, pero con escaso resultado, pues los
desmanes se sucedieron con leves intermitencias.
La reduccin de Nuestra Seora de la Concepcin
En 1739, una fuerte expedicin entr a fondo en el territorio para apaciguar a las tribus.
Castigados los indios belicosos, se estableci un pacto de paz con los ms dciles que seprestaron a recibir misioneros. En cumplimiento a lo capitulado, en 1740 llegaron a las
cercanas de Buenos Aires 300 indios pampas pidiendo misioneros. Con ellos se estableci la
reduccin de Nuestra Seora de la Concepcin que dirigieron los padres Manuel Quirini y
Matas Strobel. El pueblo se estableci sobre la banda sur del ro Salado a unas 7 leguas de su
desembocadura, en unos terrenos bajos y anegadizos, de los que hubo que mudarlo a una
loma situada a corta distancia al sudoeste, adonde estaba en 1748. Esta reduccin no dio los
resultados que se esperaban. Inclinados ya los indios a los robos de ganados, se comunicaban
con los emisarios enemigos para planear las invasiones, hasta que en 1752 las autoridades
extinguieron el pueblo para librarse de tan peligrosos amigos.
Nuevas invasiones
Mientras el indio arreciaba en sus malones, la ciudad, sin armas, sin municiones y sin fondos
para adquirirlas, paraliz las medidas defensivas. Producido ese estado de inactividad militar,
los indios llevaron con mayor empuje y temeridad, sus incursiones devastadoras. Entre los
meses de agosto y noviembre de 1740, en el transcurso de 30 das. Los serranos realizaron
tres invasiones sobre Fontezuelas, Lujn y Matanza. En Matanza, la entrada lleg hasta siete
leguas de la ciudad, detenindose el maln a tres leguas del oratorio de San Antonio del
Camino (hoy Merlo), donde se haban refugiado varias familias campesinas, escapando de la
ferocidad de los salvajes.
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Mientras la ciudad se debata en medio de una pobreza desesperante, los indios,
entusiasmados con el abundante botn de cautivos y ganados que les proporcionaban sus
malones, se decidieron a ejecutar la ms formidable invasin de cuantas haban hecho hasta
entonces.
En la madrugada del 26 de noviembre, cuando los campesinos se preparaban para iniciar lasfaenas rurales, la numerosa indiada cay de improviso sobre la floreciente regin de la
Magdalena, asolando los campos en varias leguas a la redonda, sin que se les ofreciera la
menor resistencia, a pesar de que el gobernador haba dado rdenes anticipadas para que las
milicias montaran vigilancia. El balance de la triste jornada no poda ser ms agobiador. Cerca
de 100 infelices campesinos perdieron la vida a manos del salvaje, quedando cautivas
numerosas mujeres y nios y perdindose gran cantidad de ganado, mientras las autoridades
de la ciudad sin fondos del erario, quedaban imposibilitadas de hacer frente a la situacin.
Pero como una nueva campaa militar era ya de todos puntos de vista imprescindible, a
principios de 1741 se hizo una colecta pblica que encabez el gobernador, para reunir fondos
destinados a su preparacin. La necesidad de expedicionar vino a hacerse ms urgente, al
saberse que el 19 de julio haba sufrido una invasin la campaa lujanense y que los
campesinos, con escaso armamento, haban salido en persecucin de los salvajes sin resultado.
Tratado de paz con el cacique Bravo
Con ms de 500 hombres parti Cristbal Cabral a fines de setiembre, con rdenes del
gobernador de alcanzar una paz firme con los indios, penetrando a fondo en el territorio hasta
las sierras de Cayr (Sierra Chica) y de Casuati (Sierra de la Ventana) por donde los indios
tenan sus guaridas, y donde nunca haban llegado los espaoles, por la distancia y fragoso de
las sierras. La expedicin tuvo buen resultado. Las capitulaciones firmadas con los indios,
colocaban al cacique Bravo, jefe de los pampas como la suprema autoridad de todos los
otros indgenas y por consiguiente, a l incumba la vigilancia de toda la poblacin que viva al
sur del Salado, lmite fijado como la divisin entre las tierras indias y el dominio espaol. El
cacique Bravo era reconocido y respetado por las tribus pampeanas por su ferocidad y su
valenta, y fue sincero y servicial amigo de los blancos.
Las medidas de defensa del gobernador Ortiz de Rozas
Cuando inici su gobierno Domingo Ortiz de Rozas (1742-1745), inici una poltica de amistad
con los indios, atrayndolos por medio de presentes. As logr aquietarlos, estableciendoprimero acuerdos con los pampas y despus con otras naciones. Ya a fines de 1743 eran
cuatro o seis naciones comarcanas las que hacan convivencia con los espaoles, llegando los
caciques hasta la ciudad a recibir sus gratificaciones en retribucin de cesacin de hostilidades.
Pero era evidente que el indio no haca alianza con el espaol por sincera amistad o temor de
castigos, sino para conseguir aguardiente con que mantener sus borracheras constantes, que
los mismos espaoles haban fomentado.
El gobernador Ortiz de Rozas, aunque se mostr satisfecho del resultado alcanzado, que pona
coto a los malones, no se confi de la amistad jurada de los indios, sino que con buen tacto,
sigui manteniendo las precauciones.
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Sus fundadas sospechas tuvieron amplia confirmacin, pues los mismos que haban
establecido la alianza y podan situar sus tolderas en los campos de Lujn para comerciar sus
productos (lazos, ponchos, plumeros, etc.), se aprovechaban de esta situacin para saquear las
estancias vecinas. Este estado de cosas cre una situacin tan llena de peligro a los lujanenses,
que muchos se vieron obligados a abandonar sus campos, para refugiarse en Buenos Aires o
emigrar a otras tierras libres de la asechanza indgena. En las continuas acciones de guerra
contra los indios, se empleaban casi exclusivamente los campesinos enrolados
obligatoriamente en las milicias, dentro de la edad de 14 a 60 aos. Pero en algunas ocasiones
intervenan las tropas del ejrcito regular.
Ya se ha ido viendo que la tctica seguida corrientemente en la lucha contra los indios, no
alcanzaba soluciones definitivas. Correspondi al gobernador Ortiz de Rozas reorganizar y
armar las milicias, ordenando la defensa del territorio de la provincia con nuevas medidas.
Estas consistan en el establecimiento de fortines avanzados. En enero de 1745 quedaron
establecidos varios reductos a corta distancia de las ltimas fincas rurales. Las partidas que los
ocupaban batan la zona en continuas recorridas, conteniendo eficazmente los intentos de la
indiada.
Abandono de la defensa de las fronteras
Contenidas las invasiones, pudo el gobernador Jos de Andonaegui (1745-1755), decir al Virrey
del Per en 1746: La guerra con los indios en habiendo cuidado es de ms molestia que
peligro, esta gente habita la campaa, no tiene gnero alguno de caseras ni hace sementeras,
son diestrsimos a caballo (como que toda la vida lo ejercitan), vienen a hacer correras a los
pagos y a las estancias, hurtan el ganado y de camino, matan o cautivan las personas que
pueden, y luego se retiran. Por el trabajo rudo de defender las fronteras, que les obligaba a
mantenerse casi exclusivamente a su costa, y dejar abandonadas durante el perodo de
servicio sus labores, los milicianos iban teniendo horror a la vida de fronteras. La desercin
comenz a cundir entre las milicias hasta que en 1750 la campaa qued indefensa,
reinicindose las correras devastadoras, contra las cuales se hubo que poner nuevos medios
de defensa.
La poltica de Rosas con los indios, dice Jos Mara Rosas, tuvo tres bases: tomarles el camino
de los chilenos y mantener guarniciones en el Colorado y Ro Negro; cumplir con las
prestaciones anuales de alimentos y vicios y unificar a los indios haciendo responsables de sus
gltenes de ms prestigio: Calfucur y Payn.
Al caer Rosas, el camino fue abandonado, levantados los fortines de Negro y Colorado y no
cumplidas las prestaciones. El aparato de los blancos que Rosas haba construido para
defensa de los blancos se volvi contra ellos y Calfucur, en parte por codicia, al ver abierto
el mercado chileno de carne robada, en parte porque le era necesario mantener su imperio,
y en parte porque no tuvo otro medio para alimentar a los suyos, se lanz en grandes
malones de borogas, pampas y ranqueles confederados. En 1854 arrasa Tres Arroyos y el
maln llega hasta Baha Blanca; al ao siguiente eran desvastadas las estancias de la zona
del Bragado y de 25 de Mayo.
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Juan Manuel es mi amigo. Nunca me ha engaado. Yo y todos mis indios moriremos por l. Si no
hubiera sido por Juan Manuel no viviramos como vivimos en fraternidad con los cristianos y entre ellos.
Mientras viva Juan Manuel todos seremos felices y pasaremos una vida tranquila al lado de nuestras
esposas e hijos. Todos los que estn aqu pueden atestiguar que lo que Juan Manuel nos ha dicho y
aconsejado ha salido bien
(El cacique pampa Catriel en Tapalqu celebrando la llegada de Rosas al poder en su segundo gobierno).
Nuestro hermano Juan Manuel indio rubio y gigante que vino al desierto pasando a nado el
Samborombn y el Salado y que jineteaba y boleaba como los indios y se loncoteaba con los indios y que
nos regal vacas, yeguas, caa y prendas de plata, mientras l fue Cacique General nunca los indios
malones invadimos, por la amistad que tenamos por Juan Manuel. Y cuando los cristianos lo echaron y
lo desterraron, invadimos todos juntos.
(Expresiones del Cacique Catriel, extradas del libro Roca y Tejedor de Julio A. Costa).
Hasta 1852, Rosas haba mantenido a los indios en paz relativa, y la frontera sur se haba
alejado, dejando que las estancias prosperaran sin susto. Pero cuando ces esa poltica de
astucia, ddivas y concesiones, los indiosal caer Rosas- volvieron a alzarse y la paz fronteriza
retrocedi hasta donde se encontraba en 1823, cuando fundaran Tandil.
Rosas logr, en su primera campaa al desierto, escarmentar a algunas parcialidades de
aborgenes renuentes a transaccin alguna, y pactar con otras. En 1834, llegado desde Chile,
el araucano Calfucur someti brbaramente a los borogas y se transform en una especie
de emperador de la pampa, recibiendo la adhesin y la subordinacin de ranqueles y
picunches. Rosas pact con Calfucur en 1836, Paz del Pino: a cambio de determinadas
prestaciones, como animales, bebidas, ropas, yerba, azcar, tabaco, logr mantenerlo en paz y
hacerlo colaborar mediante la denuncia del propsito de malonear de algunas tribus hostiles.
Luego de Caseros, con la anarqua que subsigui, volvieron los malones. Ya en abril de 1852,
Calfucur invadi con 5.000 hombres las estancias del sur de Buenos Aires y hasta lleg a sitiar
a Baha Blanca. De all en ms, adems de Buenos Aires, soportaron las depredaciones las
provincias de Santa Fe, San Luis, Crdoba y Mendoza. En 1855, el propio ministro de guerra de
la provincia de Buenos Aires, Bartolom Mitre, fue derrotado por Calfucur en Sierra Chica.
Cuando se produce Cepeda, los indios aprovecharon para caer con malones sobre 25 de Mayo,
Azul, Tandil y Baha Blanca.
Las cosas continuaron mal luego de Pavn, a pesar del esfuerzo de Mitre para ocupar la isla
de Choele-Choel, como lo haba hecho Rosas, a fin de cortarle el camino a Chile a la indiada,
que haca las ventas del ganado robado en ese pas. El objetivo no fue logrado, porque
Calfucur intim la desocupacin de la isla y no fue posible contradecirlo. Durante la
presidencia de Sarmiento, el problema se agrav, a pesar del arreo de gauchos a defender la
frontera con el indio, con elementos tcnicos, caballos y armas de inferior calidad, slo se
conseguira que murieran en gran cantidad. Jos Hernndez, en el Martn Fierro, hace
alusin al drama del gaucho llevado para servir en los fortines.
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Se calcula que, en 1870, unas 200.000 cabezas de ganado trasponen la cordillera llevadas por
las huestes de Calfucur para ser vendidas en Chile. Los 13 malones de 1870, son 29 al ao
siguiente, y 35 en 1872. Hubo que reaccionar, y en marzo de 1873 se logr derrotar a
Calfucur, con el auxilio de los caciques Cipriano Catriel y Coliqueo, en la feroz batalla de San
Carlos, luego de la cual, en ese mismo ao, fallecera el jefe araucano cuando contaba con ms
de cien aos. Pero la Confederacin indgena no habra de desaparecer: Namuncur, hijo de
Calfucur, lo sucedido en el poder.
Los malones continuaron en 1873 y 1874. El ministro de Avellaneda, Adolfo Alsina, debi
soportar, entre 1875 y 1876, la invasin grande, cuando atacan cerca de diez mil lanzas.
Zeballos recuerda: los indios se retiran con un botn colosal de 300.000 animales y 500
cautivos, despus de matar 300 vecinos y quemar 40 casas. Tal era el cuadro a que asista con
horror la Nacin entera!
A principios de 1876, las fuerzas nacionales, que cuentan con un fusil demoledor, el
Rmington, logran sucesivos xitos que remataron con el de Paragil, en marzo de ese ao.
Comenzaba a hacerse realidad la solucin de uno de los problemas ms graves que poseamos:
el de las fronteras interiores, puesto que, como se ha dicho: La arquitecturacin poltica
definitiva del pas, su expansin econmica, la defensa del territorio, exigan la posesin plena
de la Pampa y de la Patagonia
Alsina tena el proyecto de cavar una zanja a todo lo largo de la frontera con el indio, de 3
varas y media de ancho y dos varas y media de profundidad. Luego de la invasin grande se
cavaron 42 leguas, unos 200 kilmetros, construyndose asimismo 82 fortines y 5 fuertes en el
sur de la provincia de Buenos Aires, proximidades de Baha Blanca. Evidentemente, la zanja
era un buen obstculo para el arreo de ganado, que los indios conseguan salvar abriendo
portillos, pero perdiendo un tiempo precioso que facilitaba su represin por las fuerzas
nacionales. La zanja era un recurso meramente defensivo que no cont con la aprobacin del
general Roca, quien describiera: Qu disparate la zanja de Alsina! Avellaneda la deja hacer.
Es lo que se le ocurre a un pueblo dbil y en la infancia: atajar con murallas a sus enemigos.
As pensaron los chinos y no se libraron de ser conquistados por un puado de trtaros,
insignificantes, comparados con la poblacin china. Si no se ocupa la pampa, previa
destruccin de los nidos de indios, es intil toda precaucin y plan para impedir las
invasiones. El plan de Roca es el de Rosas, segn lo reconoce aqul al escribirle a Adolfo
Alsina: A mi juicio el mejor sistema de concluir con los indios, ya sea extinguindolos o
arrojndolos al otro lado del ro Negro, es el de la guerra ofensiva, que es el mismo seguido
por Rosas, que casi concluy con ellos.
Lo dicen Avellaneda y Roca, conjuntamente con los anteriores conceptos, cuando enviaron el
correspondiente proyecto de ley al Congreso implementando el plan propuesto por el
segundo: La importancia poltica de esta operacin se halla al alcance de todo el mundo.
No hay argentino que no comprenda, en estos momentos en que somos agredidos por las
pretensiones chilenas, que debemos tomar posesin real y efectiva de la Patagonia,
empezando por llevar la poblacin al Ro Negro.
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El 5 de octubre de 1878, el Congreso, mediante ley 947, aprob el proyecto de Roca, de
conquista del desierto, y por la ley 954, cre la gobernacin de la Patagonia. La ejecucin del
plan se hizo en dos etapas. La primera fue preparatoria, realizada a partir de julio de 1878,
mediante operativos aislados que fueron limpiando de tolderas todo un inmenso escenario,
obligando a la indiada a dejar su hbitat y a refugiarse en zonas an no exploradas. Fue una
campaa de malones invertidos, pues ya no era el maln indio el que atacaba poblaciones
indefensas robando, sino que eran cuerpos de ejrcito los que caan sobre los toldos
rescatando cautivos.
En 1879 se realiz la segunda parte del plan, tendiente a ocupar el camino a Chile, que
facilitaba la negociacin del ganado robado, y desde donde podan llegar otros contingentes
araucanos, como haba ocurrido con Calfucur en 1834. Unos 6.000 hombres, divididos en
cinco cuerpos de ejrcito, convergieron a todo lo largo del Ro Negro acompaados de
misioneros, ingenieros, agrimensores, hombres de ciencia, periodistas, fotgrafos, etc. El 25
de mayo de aquel ao se tom posesin de la isla Choele-Choel. En junio, se llega a la
confluencia del ro Limay con el ro Neuqun, mientras la columna de Napolen Uriburu
acceda al alto Neuqun.
Se incorporaban 15.000 leguas cuadradas a la produccin agrcola-ganadera; y se afirmaba la
soberana nacional sobre la Patagonia, en momentos en que subsista el conflicto limtrofe con
Chile en esa zona.
Comienzo de las hostilidades
Los pobladores saban: el indio ataca cuando hay Luna Llena. Y esa noche del 13 de febrero de
1855, pareca que el atardecer se haba prendado de la belleza de la pampa, y con la Luna alta,uno hubiera credo que no haba anochecido an. El centinela del Fuerte de San Serapio
Mrtir, del Azul, cabeceaba. Los ranchitos del pueblo dorman profundamente de las fatigas
de una jornada agotadora de Sol. De pronto, sin saber de dnde, la tierra se raj en un grito
brbaro. La pampa se incendi de chuzas, de hedores insoportables y de sangre; y el tropel
entero de la pampa cay sobre el pueblito. Era el maln.
Cuando el general Manuel Hornos lleg al lugar, los indios haban capturado 60 mil vacunos, y
150 familias marchaban camino del cautiverio. Los ranchos ardan y todo lo dems estaba
destruido. Hornos logr hacerlos retirar, pero se hicieron fuertes en Sierra Chica. Desde all,
comenzaron a salir partidas volantes de indios a los campos del Tandil y la Lobera. El terrorcundi en el sur. El xodo campesino se fue haciendo cada vez ms presuroso. Al promediar
el ao, no quedara nadie en aquellas poblaciones. La mayora buscara refugio en Dolores.
Despus de la revolucin separatista del 11 de setiembre de 1852, Buenos Aires qued librado
a su suerte por propia voluntad. Calfucur y Urquiza negociaron un pacto. El cacique se
empe en una lucha sin cuartel con la retaguardia portea ubicada en las pampas
bonaerenses. Urquiza lo dejaba hacer porque de ese modo se debilitaban las posiciones de la
arrogante Buenos Aires. Y los porteos enloquecan soportando presiones por todos lados:
indios, confederados, conspiradores.
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La sangrienta entrada de Calfucur a los campos del Azul en aquella trgica noche de febrero
de 1855 era el testimonio de lo temible que resultaba el desguarnecimiento de las fronteras
pampeanas. Hasta dnde llegaran los indios con sus ataques? Y si se le daba a Urquiza por
apoyarlos con sus tropas, o ensayar un ataque combinado? El alarido pampa lleg a Buenos
Aires y conmovi a la Legislatura. El escndalo estuvo en la boca de todos los parlamentarios.
Bartolom Mitre, coronel y ministro de la Guerra, prometi solemnemente escarmentar a los
infieles: su metfora fue muy directa, recuperara dijo- hasta la ltima cola de vaca de la
provincia. Con sus encendidas palabras vibrando an en el recinto de la Legislatura, Mitre
parti para combatir a los indgenas.
Combate de Sierra Chica
Mitre sali de Buenos Aires el 27 de mayo de 1855. Hizo una marcha de flanco juzgada como
perfecta por los analistas. Lleg a la Sierra Grande Tapalqu el da 28, donde se ocult con la
intencin de sorprender al enemigo, que supona ubicado a unos 20 kilmetros de distancia.
Cuando lleg la noche del 29 sigui avanzando creyendo que caera sobre el enemigo al
amanecer, pero cuando aclar el da 30, golpe en el vaco: sus vaqueanos haban errado el
clculo. Las tolderas estaban ms lejos. Esta maniobra previno a los indios. Los de Catriel se
sumaron a los de Cachua, que fueron concentrndose a orillas del Arroyo Sauce.
La lectura del propio parte de Mitre revela que la conduccin flaqueaba, que la indisciplina era
corriente, y que un triunfo poda trocarse en derrota, tan pronto como se descuidasen los
comandos. Mitre mand a dos escuadrones de Coraceros desplegarse en lnea oblicua. Pero
las milicias, sin habrselo ordenado, hicieron lo mismo. La Infantera qued, entonces, a
retaguardia. El terreno era inadecuado para la maniobra. Mitre cambi el plan y orden
entonces el ataque sobre las tolderas, para arrebatarles cerca de un millar de caballos. Indios
amigos cargaron, pero la confusin que reinaba en la tropa prometi un triunfo demasiado
fcil. La caballada indgena fue capturada, pero el desplazamiento indisciplinado de otros
grupos desorganiz el cuadro de milicias. En esta confusin, las compaas de la vanguardia
cristiana penetraron profundamente en el terreno enemigo. Los indios huan despavoridos.
Los soldados entonces entraron a saquear los toldos, desoyendo los urgentes llamados del
Trompa de Ordenes, que convocaba a reunin.
En los continuos y confusos desplazamientos de las tropas, 60 soldados vinieron a quedar
aislados. Para salvarlos hubo que hacer dos cargas, que provocaron muertos y heridos entre
los blancos. La situacin haba cambiado por completo: ahora eran amenazadas las caballadas
cristianas.
Los indios, reagrupados y concentrados, lanzaron un ataque sobre la izquierda de Mitre, y
aunque sta recibi con entereza el choque, luego se dio a la fuga, mientras quedaban tras de
s muertos y heridos. La huida de estas fuerzas arrastr a todos los escuadrones. Aquello era
un desorden lamentable. La Infantera, que haba sido penosamente formada en cuadro para
resistir una nueva embestida india, fue desarticulada por los fugitivos. No obstante, pudo
rehacerse, y rompi un fuego cerrado sobre las huestes pampas. Los indios se acercaron a
pesar de ello a vente pasos y llegaron a arrojar bolas perdidas, pero debieron retirarse.
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El estruendo de la fusilera espant a la caballada indgena recin capturada. Y en el pnico
arrastr a la de los cristianos, de modo que lo que quera evitarse se produjo. Y las tropas al
mando de Mitre quedaron a pie. Era lo peor que poda pasarles: la evidencia de una tremenda
derrota. Mitre evalu la situacin del campo. Los indios haban vencido. Haba que salvar la
situacin ahora, rescatar lo que quedara de las fuerzas, acudir al ingenio y al sigilo, para
reparar siquiera en parte, lo que el desorden, la indisciplina y la ineptitud de su mando haban
destrozado en contados momentos.
Lentamente pudo restablecer los cuadros. Luego, desalojaron al enemigo de una pequea
elevacin, y se instalaron all, suficientemente fortificados. En el centro coloc las caballadas
que pudieron rescatarse. Los heridos comenzaron a ser atendidos. Y se dispusieron a esperar
la noche, mientras pelotones aislados de indios libraban escaramuzas en las cercanas del
campamento.
Los bomberos de las tropas de Buenos Aires descubrieron que los indios iban
concentrndose sigilosamente. Quiz tan pronto como rompiera el amanecer iban a descargar
su ataque decisivo, para exterminar por completo a las fuerzas blancas. Mitre esperaba la
incorporacin de la Primera Divisin del Centro, al mando del coronel Laureano Daz. Oa sus
caonazos reiteradas veces. Pero luego el fuego de artillera ces, y no hall respuesta a sus
propios disparos de llamada. Pero cuando lleg el da el ataque no se produjo. El cerco de
lanzas apareca prcticamente cerrado. Cincuenta mil cabezas de ganado fruto de su robo,
pacan tranquilamente en las cercanas. Los blancos deban comer carne de yegua y buscar
febrilmente los manantiales que brotaban de las sierras para beber.
Mitre sigui aguardando intilmente el apoyo de la Primera Divisin. Un movimiento en el
horizonte le hizo abrigar la esperanza de que llegaba, pero cuando al caer la tarde, regresaron
sus bomberos, se anotici de la triste realidad: era Calfucur que vena con sus tropas para
reforzar el ataque final contra las fuerzas de Buenos Aires. Con las tropas porteas cercadas y
desmoralizadas, ahora la retirada era inevitable. Esa debi ser una triste noche para el
entonces coronel Bartolom Mitre. Las 50 mil vacas, con sus colas respectivas, que tan
arrogantemente haba prometido devolver, quedaran all, sin rescate posible.
Haba que acudir al ingenio para salvarse de una muerte segura. Se us toda la grasa de potro,
derramndola sobre los fogones, para que alimentaran el fuego el mayor tiempo posible. Se
dejaron en pie algunas tiendas de campaa. Mil doscientos caballos encerraban el cuadro para
dar la ilusin de fuerzas preparadas. El mayor de los silencios cubri la retirada. Con las
monturas al hombro, y buena parte de la caballera abandonada, la tropa inici una penosa
marcha a pie hasta el Azul. Slo quedaban montados dos escuadrones de caballera, para
cubrir cualquier ataque de flanco.
Al frente marchaba la Infantera en el centro la Artillera, los heridos y los bagajes. Las
caballadas que pudieron traerse marchaban al costado derecho. El batalln 2 de Lnea cubra
la marcha. No era una huida. Pero era la ms lamentable retirada de que hubiera memoria en
la antigua lucha del blanco contra el indio de la pampa.
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Silenciosamente, y por el camino ms peligroso (y por consiguiente menos vigilado por los
indios), avanzaron cinco leguas y media, hasta el arroyo de las Nievas. All consiguieron
caballos. Cuando amaneca hasta el mismo Mitre haba venido a pie. Cada uno tom un
infante y se lo llev en ancas. A las 8 de la maana, llegaba el ejrcito derrotado al Azul. Era el
1 de junio. Doscientas cincuenta bajas festoneaban cruelmente la derrota.
Regreso sin gloria
Mitre sigui de inmediato para Buenos Aires, donde es agasajado por Sarmiento en un
banquete, donde el coronel dice: El desierto es inconquistable Mitre disimul pblicamente
esta derrota, aunque en los partes no pudo ocultar nada, y el 12 de junio le informa a
Obligado:
Para ocultar la vergenza de nuestras armas he debido decir que la fuerza de Calfucur ascenda a 600,
aun cuando toda ella no alcanzase a 500; as como he dicho que la Divisin del Centro no pasaba de 600,
aun cuando tuviese ms de 900, dos piezas de artillera y 30 infantes el da que tuvo lugar su encuentro
en el que Calfucur debi quedar destruido, he dicho tambin que por falta de caballos, pero debo
declarar a usted confidencialmente que ese da los tenia regulares, hasta ahora sabamos que era un
buen partido un cristiano contra dos indios, pero he aqu que ha habido quien haya encontrado
desventajoso entre dos cristianos contra un indio.
(Scobie. La lucha.p.132 / JMR.t.VI.p.151).
A esta derrota sigui la de San Antonio de Iraola el 13 de septiembre, que extermin por
completo un cuerpo completo mandado por el comandante Otamendi. Las consecuencias del
contraste fueron funestas. Durante ms de un ao, Calfucur y sus gentes sentaron sus reales
en la zona. El temor cundi por toda la campaa. Las economas lugareas quedaronseriamente deterioradas. La gente tema volver. Estancias al sur de Tandil se hicieron taperas.
Debi transcurrir todo el ao 1855 y parte de 1856 para que los exiliados del Tandil y la Lobera
refugiados en Dolores- se animaran a retornar. Fue una situacin penosa y de graves
consecuencias.
Calfucur inici lentamente su regreso a Salinas Grandes, cuando juzg que haba que dar
nueva tregua a los blancos para que apacentaran nuevos rebaos que luego seran robados
por los malones.
Consecuencias
Estas ideas, que se resumen, en las propias expresiones de Roca, de no ir eliminando las
hormigas una por una, sino de llevar la guerra al propio hormiguero, esto es, a la toldera, tuvo
oportunidad de realizarlas al ser designado para suplantar a Alsina en el ministerio de guerra.
El proyecto del tucumano era llevar la frontera con el indio hasta los ros Negro y Neuqun, es
decir, oponerle al aborigen no una zanja abierta en la tierra por la mano del hombre, sino la
grande e insuperable barrera del ro Negro, profundo y navegable en toda su extensin, desde
el ocano hasta los Andes. Para avanzar la frontera hasta la cordillera, Roca aprovechara
que Chile estaba enfrascado hacia 1879 en una guerra con Bolivia y Per, ocupando el
inmenso territorio cuya posesin podra eventualmente discutirnos Chile en el futuro.
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