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Los jóvenes latinoamericanos ante los retos sociales contemporáneos1
Jonathan Andrés Rúa Penagos2
Esta intervención tiene como objetivo describir el perfil del joven latinoamericano a partir de la
percepción que de estos tiene el episcopado continental. Esto implicará dos momentos; el primero
está relacionado con una exploración de lo que los purpurados han dicho sobre el quehacer de los
jóvenes de nuestro territorio, esto, en el contexto de las cinco conferencias generales del
episcopado latinoamericano y del caribe; en segundo lugar, abordaremos algunos retos sociales
contemporáneos a la luz de una espiritualidad encarnada y liberadora, para efectos de proyectar
una praxis comprometida con las causas sociales que son, al mismo tiempo, interés divino.
I. El perfil del joven latinoamericano
1. La conferencia de Río (Brasil, 1955)
Ilustración 1. Imagen recuperada de: www.cardcow.com
1 Esta ponencia fue presentada en el contexto de los cincuenta (50) años del Colegio Corazonista. Medellín,
24 de julio de 2012.
2 Docente de la Fundación Universitaria Luis Amigó [Funlam]. Miembro del grupo de investigación “Filosofía
y Teología Crítica” de la misma institución. Magister en Teología de la Pontificia Universidad Bolivariana
(Col.). Teólogo y estudiante de Filosofía de la Funlam (Col.). Estudiante de Licenciatura en Educación Física
de la Universidad de Antioquia [U de A] (Col.). Gimnasta vinculado a la Liga Antioqueña de Gimnasia.
jonarua@hotmail.com | www.jonathanrua.com
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Esta reunión de obispos latinoamericanos, respondiendo al contexto de escases sacerdotal,
sugiere la formación de pequeños grupos juveniles en pos del crecimiento vocacional y el trabajo
permanente con las asociaciones de este tipo de población. A los sacerdotes jóvenes se les
recomienda la lectura y acompañamiento espiritual y pastoral de los mayores.
Por otro lado, es vital la preparación adecuada de los que formarán a los jóvenes, educación que
incluso deberá comenzar a edades tempranas, esto para mostrar la importancia de “vivir, trabajar
y luchar por Jesucristo” (p. 44).
Algo muy importante que se desarrolla en esta reunión, es la creación del Consejo Episcopal
Latinoamericano (Celam), que estará encargado, entre otras cosas, de la juventud y la educación,
subsecretariado constituido en este momento. Esto implica que los obispos latinoamericanos
tendrán como uno de los ejes centrales de su apostolado, el responder a las necesidades de los
jóvenes.
2. El encuentro en Medellín (Colombia, 1968)
Ilustración 2. Imagen recuperada de: www.online-utility.org
El numeral cinco de las conclusiones de Medellín está destinado, en su totalidad, al tema de la
juventud. El documento presenta más alusiones a ellos, sin embargo, es aquí donde se concentra
la mayor riqueza para efectos de perfilar al joven latinoamericano, y que a nuestro parecer, marca
la línea de reflexión de las conferencias posteriores.
Esta sección tiene tres partes. La primera habla sobre la situación de la juventud. De lo allí
consignado, se puede resaltar que esta población, para el año en que se escribió el texto (1968),
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era la población mayoritaria, una fuerza nueva, un cuerpo social con valores, ideas y dinamismo
interno que está en búsqueda de una participación activa. Además, está en medio de una crisis y
conflicto intergeneracional.
Hay unos jóvenes que son indiferentes en términos religiosos, y que “aceptan pasivamente las
formas burguesas de la sociedad” (p. 2). Y otro, que rechaza este estilo de vida, una sociedad
consumista y deshumanizadora. Aquellos con sensibilidad social luchan por cambios profundos
para lograr una sociedad justa, inclusive a través de la violencia, motivados quizás por grupos de
“tendencias extremistas”.
El joven ve de una manera más positiva las bondades de la secularización, el pluralismo y la
fraternidad. Rechaza una idea desfigurada de Dios y se siente excluido de la Iglesia, pues ella, le
han dicho, está conformada sólo por sacerdotes y obispos. Esta es la razón por la que los mensajes
eclesiales son para ellos ajenos. Los jóvenes buscan congruencia eclesial, asociarse, pero sin
exagerada institucionalidad, sobre todo para revisar la vida y comprometerse socialmente.
Se da mucha importancia, a veces, a los trabajos en masa, descuidando así otros aspectos a
desarrollar. También hay algunas debilidades en los procesos juveniles como la tendencia a
rechazar los valores de la tradición, el menosprecio de las instituciones y la autoridad, y el
encerrarse en pequeños grupos violentos.
En este contexto, se presentan una serie de valores que caracterizan al joven latinoamericano:
personalización, creatividad, conciencia de sí mismo, espontaneidad, relaciones comunitarias,
responsabilidad, austeridad, sinceridad y pluralismo.
EL segundo momento del documento presenta una visión eclesial sobre la juventud. Ella es, según
el purpurado, una posibilidad de renovación, persistencia, revitalización, vida, alegría, novedad, fe
e incorporación en el mundo.
El último apartado está marcado por una serie de orientaciones pastorales que a continuación
enumeramos:
. Autocrítica
. Papel fundamental en la trasformación del continente (profetismo)
. Pastoral juvenil para la educación de la fe
. Plena participación en la comunidad
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. Pedagogía para la juventud
. Conocer la realidad del joven
. Investigación sobre juventud y desarrollo
. Dialogo sincero con los jóvenes y sus movimientos
. Iglesia pobre, misionera y pascual, desligada del poder, liberación del hombre y de todos
los hombres; lenguaje simple y actual; autoridad en el servicio
. Educación, de acuerdo al modo de vida para ser responsables con la sociedad y el cambio
del continente
. Confianza en los dirigentes laicos y autonomía de sus procesos
. Formación de líderes
. Iniciativas de carácter ecuménico
3. La ruta establecida en Puebla (México, 1979)
Ilustración 3. Imagen recuperada de: www.semanario.com.mx
El capítulo dos de la cuarta parte, que está referida a la Iglesia misionera, trae el núcleo central del
documento en relación con los jóvenes. Ellos son, para los padres reunidos, una opción
preferencial. El objetivo de este fragmento es presentar a Jesús como la fuente de la liberación
integral del hombre y de la sociedad.
Al igual que el documento de Medellín, Puebla insiste en que la población continental mayoritaria
es la joven, la cual es una etapa transitoria, no cronológica, una actitud ante la vida caracterizada
por la capacidad de preguntarse, de riesgo, creatividad y respuesta al mundo cambiante; los
jóvenes son libres, con un interés emancipador, de felicidad y una sensibilidad ante los problemas
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sociales. Dinamizan la sociedad, pero están en riesgo del consumo, instinto, droga, sexualismo,
ateísmo, pueden, incluso, ser manipulados políticamente en su tiempo libre o en espacios como el
deporte y los medios de comunicación.
En América Latina hay diversidad en la manera de ser joven. Hay indígenas, campesinos, obreros,
mineros, pescadores, estudiantes, todos obligados, muchas veces, a ejercer un rol que no les
pertenece, viven, incluso, desempleados, cansados de una sociedad de consumo y egoísta. La
juventud femenina, afirma el documento, corre el riesgo de confundir el rol de la mujer en la
sociedad.
La juventud renueva a la Iglesia, hay unos que aman a esta comunidad, otros la cuestionan,
algunos son indiferentes. Hay jóvenes inquietos pero oprimidos por el gobierno, en ese caso la
Iglesia es un espacio para ser libres, la utilizan como instrumento de contestación. Hay quienes
niegan el evangelio, muchos están desencantados por el “olvido eclesial” hacia esta población.
Ante esta realidad, surgen algunos criterios pastorales, relacionados con Jesucristo, la misión de la
iglesia y el hombre. Cristo es quien libera al hombre y puede ofrecerle una verdadera alternativa.
Ellos deben sentirse como Iglesia, en comunión y participación, defendiendo la dignidad humana y
construyendo comunidad.
Por eso, las opciones pastorales establecidas por el episcopado, parten del hecho de que los
jóvenes son la esperanza de la Iglesia y confía en su rol social, sobre todo por su potencial que
dinamiza a la sociedad y a la Iglesia. En este sentido, se ratifica la opción preferencial por ellos, en
donde la familia ocupa un lugar privilegiado para la educación de los mismos; la Pastoral juvenil y
la liturgia deben estar conformes a su realidad, vocación, en pos de una participación activa en los
cambios sociales.
Concretamente, es urgente buscar el sentido en el ámbito de la Iglesia comunión, civilización del
amor, paz y justicia; una predilección por los más pobres sin excluir a nadie; fortalecer los
movimientos juveniles e integrarlos en la pastoral. La pastoral debe ser vista como como un
proceso educativo en la fe, una presentación de cristo vivo a través de la oración y el conocimiento
de la Palabra. Este aspecto formativo no puede descuidar la formación socio política para cambiar
las estructuras, sospechar críticamente de los medios de comunicación, la utilización de un
lenguaje sencillo y una pedagogía adaptada que potencie la creatividad juvenil, la maduración
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vocacional, el fortalecimiento de los grupos, el sacramento de la confirmación y la animación
juvenil.
4. La percepción en Santo Domingo (República Dominicana, 1992)
Ilustración 4. Imagen recuperada de: www.atlantictourscr.com
Llama la atención que el apartado que tradicionalmente los obispos dedican a los jóvenes, ahora
esté antecedido, por un momento, a otra etapa del desarrollo vital humano: la adolescencia. Jesús
fue adolescente y joven también, y es Él quien da sentido a sus vidas. La misión, en este momento
de la vida, es prepararse para ser hombres y mujeres del futuro, comprometidos con las
estructuras sociales, culturales y eclesiales.
La situación de los adolescentes y jóvenes es descrita en Santo Domingo como de
empobrecimiento, marginación, desempleo, violencia, prostitución, alcohol, abuso sexual, medios
de comunicación manipuladores y falta de madurez afectiva. Hay jóvenes que reaccionan a todo
esto generando espacios de participación por medio de líneas pastorales claras.
En este marco contextual, la Iglesia se compromete a realizar una opción preferencial por los
jóvenes, una pastoral orgánica y acción pastoral que responda a la maduración afectiva, el
acompañamiento en todo el proceso de desarrollo, la preparación para la confirmación, la
capacitación sobre juventud, la promoción de una espiritualidad para promover la justicia,
solidaridad, esperanza y la vida; se hace necesario nuevas formas de celebrar y pedagogías, abrir
espacios de participación que promuevan la metodología del ver, juzgar, actuar, revisar y celebrar,
integrada en el deporte, la música y el teatro. Hay que favorecer la creación de grupos juveniles,
dirigirse a poblaciones específicas de jóvenes, y sobre todo, dar testimonio ellos.
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5. Las conclusiones de Aparecida (Brasil, 2007)
Ilustración 5. Imagen recuperada de: www.noticias.terra.cl
En este documento hay dos momentos que hacen referencia explícita a los jóvenes de una manera
especial. El primero está en el discurso de Benedicto XVI. Allí aborda el tema desde la juventud y
las vocaciones. Insiste en que es un continente de jóvenes, donde el miedo a una vida sin sentido
se hace presente; los jóvenes viven, según él, sin dejarse llevar por las modas; esto para renovar el
mundo. A la juventud se le presentan riesgos como la falsa felicidad, el consumo de drogas,
alcohol, placer o violencia.
Luego, el documento muestra que la situación de los jóvenes es crítica, no hay oportunidades de
trabajo o educación, prima un desencanto de la política, son objeto de los medios de
comunicación que fragmentan la personalidad, hay poco compromiso y madurez.
Por otro lado, los adolescentes no son niños, tampoco jóvenes, la adolescencia es una etapa de
búsqueda de identidad en donde son fácilmente manipulables. Adolescentes y jóvenes son
sensibles a descubrir a Jesús, no tienen miedo a la entrega, son generosos, serviciales; pero se les
presentan problemas como la pobreza, conflictos afectivos y emocionales, educación de baja
calidad y suicidio.
Ante esto, hay grandes retos como la opción por los jóvenes y la familia; alentar a los movimientos
eclesiales a un encuentro con Jesús en la Iglesia. Es prudente una educación vocacional, una
pastoral juvenil para madurar en la fe y frecuentar la eucaristía. Es urgente, además, la formación
social y política, la capacitación para el trabajo a través de nuevos métodos y participación en
encuentros que fortalezcan estos procesos.
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¿Qué significa ser joven en Latinoamérica?
Luego de este recorrido por las conferencias generales del episcopado latinoamericano y del
caribe, podemos reconstruir un perfil del joven de este continente: la juventud es una etapa del
proceso de desarrollo humano, destinado a la humanización integral o, en otros términos, a la
liberación de todo el hombre y de todos los hombres, a través del dinamismo, creatividad,
capacidad de asociación, sensibilidad social y solidaridad que los caracteriza. Aunque son
población mayoritaria en América Latina y viven profundas crisis, su espíritu de renovación facilita
procesos de transformación sociales y eclesiales, en procura de intervenir en nuevos espacios para
hacer evidente el bien común y la justicia.
II. Retos sociales contemporáneos
Uno de los aspectos en los que acentúa el episcopado de nuestro continente es la capacidad de los
jóvenes para responder a los retos que la sociedad contemporánea le presenta, y en su
compromiso hacia ellos. En este sentido es pertinente desarrollar tres grandes retos que se le
presentan al joven hoy y que merecen nuestra atención:
a. La pobreza
Antes de iniciar un desarrollo conceptual sobre esta problemática, es importante recordar las
últimas estadísticas relacionadas con la pobreza (material) en nuestro país:
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La pobreza es la mayor encrucijada de la fe en el mundo contemporáneo y los jóvenes pueden
responder a este reto de una manera eficaz. El mundo contemporáneo espera que la Iglesia sea lo
que siempre ha estado llamada a ser: una Iglesia pobre y para los pobres; ya lo decía el documento
de Aparecida: “[La opción por los pobres] está implícita en la fe cristológica [y, por ello,] todo lo
que tenga que ver con Cristo tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres
reclama a Cristo” (DA, 393). La Iglesia como “comunidad de inocentes victimados” (Mendoza,
2013, p. 194) debe reconocer que ella misma sufre como Jesús de Nazaret lo hizo, y en ese sentido
él es la fuerza para continuar luchando (LG 8).
La pobreza puede ser material y también una disposición del alma, pobre es “quien carece de los
medios necesarios para vivir como lo exige su dignidad” (Gutiérrez, 2013, p. 121). Este flagelo, a
pesar de las medidas económicas y estatales, no termina, y pareciera que las acciones de los
mandatarios fueran inútiles. En este contexto, es posible recordar las recomendaciones de dos
3 El coeficiente de Gini da cuenta de la inequidad económica en los países o territorios. Su margen es desde
cero (0) hasta uno (1). La inequidad es mayor cuando el coeficiente se acerca al uno (1), y menor si está
cerca del cero (0).
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grandes seres humanos. Gustavo Gutiérrez afirma que es muy importante no olvidarse de los
pobres, es decir, saber de su existencia y situación; también es necesario estar siempre con ellos,
no dejarlos solos; y por último, formarse de una manera permanente y juiciosa. Si a esta
estrategia, un poco teleológica, le sumamos el papel que el cristiano debería tener en los
contextos de pobreza, que no es precisamente darle cosas a los pobres, estaríamos construyendo
una nueva perspectiva que deja a un lado el asistencialismo. Estas estrategias nos las presenta
Federico Carrasquilla y tienen que ver con generar espacios para que el pobre construya su
identidad y sea consciente de su dignidad.
Es así como el joven, hoy, puede y debe estar inmerso en estos contextos, él, como nadie más,
posee una fuerza creativa y transformadora que puede contribuir al desarrollo humano integral de
nuestra población vulnerable.
b. La salud y el cuidado de sí
Otro de los grandes retos para los jóvenes de hoy es creer que somos tan fuertes que nada puede
vulnerarnos, y en este sentido arriesgamos demasiado en cosas que no valen tanto la pena. De allí
la importancia de la prevención de la enfermedad, la promoción de la salud y el cuidado de sí.
Cuando hablamos de salud nos estamos refiriendo, en términos de la Organización Mundial de la
Salud, a un estado completo de bienestar integral. Este estado no quiere decir ausencia de
enfermedad, pues, es necesario, potenciar lo humano de modo que el desarrollo sea permanente.
Ser saludable implica potenciarse en al menos cinco aspectos de la vida. La dimensión biológica
está relacionada con lo corporal, lo que podemos ver y palpar. Ser saludable corporalmente
significa que nuestros órganos funcionen bien y que potenciemos su proceso natural. El otro
aspecto de la vida es el psicológico, en donde entra el pensamiento, los sentimientos, las
emociones y todos los procesos cognitivos en general. Es decir, quien desee ser saludable,
psicológicamente hablando, deberá ocuparse de su formación académica que responsa a las
necesidades propias de los contextos donde vive el joven; también, vivir relaciones afectivas
sanas, estables, fundamentadas en el amor, la fidelidad y el respeto, es lo que llamamos una
sexualidad responsable y humana.
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Por otro lado, la dimensión social es de vital importancia cuando hablamos de salud integral,
relacionarse socialmente para promover el bien común y la justicia. Este aspecto es muy relevante
porque los jóvenes siempre han sido una fuerza política que contribuye a cambios sociales.
La dimensión espiritual es el siguiente aspecto que se debe tener en cuenta para potenciarse
como humano. Allí lo que se busca es fundamentar la vida en el amor hacia Dios, los otros, la
naturaleza y hacia sí mismo. Ser espiritual significa amar radicalmente, en espacial a los más
pobres y excluidos de la sociedad, en una experiencia de unidad y paz.
El último aspecto, al menos considerado aquí, es la motricidad. Y en este punto hay algo muy
importante para aclarar y es que no es lo mismo el ejercicio que el deporte. Lo que los jóvenes
deberían promover sin cansancio es el ejercicio, pues genera en los humanos grandes avances en
términos de la calidad de vida. Por el contrario, y esto no es muy divulgado por los medios de
comunicación, el deporte de alto rendimiento no sería una opción prudente para quien desee
priorizar la salud y el bien común. Entre otras cosas porque el deporte a ese nivel es una estrategia
política para comprar votos, en muchos casos los deportistas son maltratados por sus
entrenadores, además, entrenar a ese ritmo presenta inevitablemente lesiones, y también es una
práctica que no puede ser distribuida para toda la población sino para pocos deportistas de élite,
lo cual genera más inequidad social.
EL joven, pues, está llamado a prevenir la enfermedad, a promover la salud y a cuidar de sí mismo.
Nadie más puede hacer eso por él. La consciencia de sí y la responsabilidad que tiene de sí, es un
gran reto contemporáneo que permite proyectar al joven hacia un presente y futuro con sentido.
c. La revolución tecnológica
El último gran reto que explicitaremos en este texto, es la revolución tecnológica, sobre todo en lo
que tiene que ver con las tecnologías de la información y la telecomunicación (TIC). Esta
revolución no lleva mucho tiempo, aun así, para nosotros pareciera que fuera algo de toda la vida,
y es que somos nativos digitales; es decir, nuestra vida se desenvuelve entre aparatos
electrónicos, celulares de última generación, redes sociales virtuales, etc. Esto ha traído muchas
ventajas, pero también algunas desventajas como la falta de trabajo para los jóvenes.
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El uso de la tecnología ha sido muy cuestionado por las personas mayores. Sus razones tienen. Y
por ello, es relevante mencionar que más que los aparatos y la tecnología, las críticas deben
orientarse al uso de los mismos, es el elemento humano el que hay que fortalecer. Hoy poseemos
conexión universal, la posibilidad de almacenar nuestra información en la nube, nuevas interfaces
de usuarios, y a pesar de ello, la brecha entre ricos y pobres aumenta.
Fortalece los valores para el uso de las TIC es necesario. Ya no bastan las tecnologías para el uso de
la información (TIC), incluso, hay que ir más allá de las tecnologías para el aprendizaje y el
conocimiento (TAC); como diría Dolors Reig, es urgente el uso de las tecnologías para el
empoderamiento y la participación.
Si algo nos dice el uso de las redes sociales en nuestro tiempo, es que estamos ante una demanda
de relaciones y afectos. Estamos publicando nuestras alegrías y tristezas, y esto es una señal para
ocuparnos más tiempo de nosotros mismos, como hemos dicho, para cuidar de nosotros, ese
síntoma debe ser atendido.
Un último aspecto que nos llama la atención es la hiperconectividad, estamos todo el tiempo
conectados a la red, y pareciera que no pudiéramos vivir sin pinear o wasapear. El reto que
tenemos los jóvenes es reconocer que hay tiempo para todo, incluso para desconectarnos;
educarnos para ocuparnos de otras cosas es una habilidad que podemos desarrollar en procura de
vincularnos de manera personal con Dios, con los otros y con la naturaleza de manera más directa.
Conclusión
Los jóvenes son dinamizadores de la sociedad. Las características propias de esta manera de vivir
como la creatividad, la libertad, la solidaridad, la fuerza, la alegría y el sentido social, facilitan los
procesos de trasformación sociales y eclesiales que necesitamos. En medio de esas posibilidades,
hay tres grandes retos que no podemos dejar a un lado, que son la pobreza, el cuidado de sí y el
uso responsable de las tecnologías de la información y la comunicación. De esta manera, el aporte
de los jóvenes en estos contextos marcará el presente de un mundo que anhela su presencia
renovadora.
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Referencias
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UNAD
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