padres sistemáticos (por carlos pajuelo)
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Padres sistemáticos
Selección de OrienTapas
con artículos del orientador
Carlos Pajuelo
http://blogs.hoy.es/escuela-de-padres/
Carlos Pajuelo - @carlospajuelo
Psicólogo, orientador educativo y padre de dos hijos
https://orientapas.blogspot.com/
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
2
Artículos incluidos en esta recopilación: ¡Porque soy tu padre!, ¡Porque soy tu madre! (29-12-2015) .................................................................... 3
¿Cómo no perder la calma con los niños? (10-5-2013) ............................................................................. 4
El tiempo de las bofetadas a tiempo (29-12-2012) .................................................................................... 6
El SNC, el Síndrome del “Niño Cabrón” (5-3-2014) .................................................................................... 8
Los hijos que maltrataban a sus padres (22-5-2016) ............................................................................... 10
Cómo convertirse en un padre masoquista (17-3-2014) ......................................................................... 13
El chupete, instrucciones de uso (26-9-2016) .......................................................................................... 15
¿Qué hacer con los hijos que quieren controlar a los padres? (10-9-2014) ............................................ 17
Los hijos que “robaban” a sus padres (15-1-2017) .................................................................................. 19
Cómo enseñar a los hijos a ser responsables (18-4-2017) ....................................................................... 21
Cómo saber si proteges o sobreproteges a tus hijos (24-4-2017) ........................................................... 23
Cómo castigar para educar (2-5-2017)..................................................................................................... 24
Enseñar a obedecer aprendiendo a dar órdenes (14-1-2013) ................................................................. 26
Los hijos que se empeñaban en equivocarse (18-4-2016) ....................................................................... 28
Para educar hay que confiar (17-2-2014) ................................................................................................ 30
¡Papá, Mamá, moved el culo! (3-1-2016) ................................................................................................ 32
Frases que ayudan a educar: “Esto es lo que hay” (18-9-2016) .............................................................. 33
¿Padres pesados? No, padres sistemáticos (27-11-2016) ....................................................................... 35
Esta publicación es una recopilación de
las principales entradas del blog
educativo http://blogs.hoy.es/escuela-de-
padres/ sin fines comerciales, bajo
una licencia de Creative Commons
Reconocimiento-NoComercial-
CompartirIgual 3.0 España. Edición
realizada, con el permiso expreso del
autor, por la Orientateca de OrienTapas.
© del texto: Carlos Pajuelo, 2012-2017
Imágenes: http://www.hoy.es/
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
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¡Porque soy tu padre!, ¡Porque soy tu madre! (29-12-2015)
Hijo mío: Te quejas a veces de que
respondo a tus protestas con un
“¡Porque soy tu padre”. Y este no es un
grito de desesperación, es,
sencillamente, la razón de por qué
educamos: ¡Porque soy tu padre,
porque soy tu madre!
Yo reivindico el uso de esta
exclamación: “¡Porque soy tu padre!,
porque soy tu madre!” pero no como un
grito sino como algo que es todo lo
contrario a la desesperación o al enfado,
por que alguien se tiene que encargar
de la tarea de educar. Y educar a los
hijos es una tarea para estar contento
(aunque a veces se pasan las de caín).
Por eso te educo, aunque a ti te parezca
que lo que estoy haciendo es
incordiarte.
Por eso no tengo miedo a decirte NO,
aunque te pongas hecho un modorro o
una modorra y pienses que tienes los
padres más horribles del mundo.
¡Porque soy tu padre!, ¡porque soy tu
madre! por eso te castigo a veces, no
porque me sienta fastidiado o frustrado
con tu conducta sino porque todo lo que
hacemos tiene sus consecuencias. Y
además, entiendo que estés enfadado
porque no te permito hacer cosas que te
gustarían.
Por eso te hablo mucho porque me
interesa todo lo que te ocurre.
Por eso no tengo ninguna prisa por darte
rápidamente aquello que ya tendrás
toda una vida para ganarte y disfrutar.
Por eso me levanto una y otra vez y no
te doy por un” caso perdido”. Porque
solo los padres y madres saben como
duelen los hijos.
¡Porque soy tu padre!, ¡porque soy tu
madre!, porque me importas, me
interesas y te protejo, te guio y te
superviso.
Por eso no te quito sufrimiento, no soy
un escudo, soy un espejo. Te doy mi
ejemplo, mi ánimo y mis abrazos para
que lo combatas.
¡Porque soy tu padre!, ¡porque soy tu
madre!, por eso no quiero que sean los
demás los que se ocupen de mi tarea
solo intento que los demás me echen
una manita.
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
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Ni más ni menos, ¡porque soy tu padre!,
¡porque soy tu madre! y en estos pocos
años en los que eres un niño, un
adolescente no puedo permitir
quedarme de brazos cruzados, los
tengo que aprovechar para darte lo
mejor que tenemos: educación.
Feliz año a todos los padres y madres y
nos seguimos viendo el año próximo en
este espacio porque el mundo necesita
que exclaméis, satisfechos: ¡Porque soy
tu padre!, ¡porque soy tu madre!
¿Cómo no perder la calma con los niños? (10-5-2013)
Perder el control, cuando estás
educando, es algo que puede ocurrir y
de hecho nos ocurre. Que se lo
pregunten a mi amiga Paqui que me
escribió un correo electrónico con en el
asunto “Paqui a punto de reventar” y
con el siguiente texto: “Carlos, ya no
puedo más”.
Y me sigue contando: “Carlos, esto de la
crianza es un no parar, me da la
sensación de que en vez de una madre
soy un guardia de la porra que está en
una continua batalla con los niños y tú
me dices que intente estar calmada.
Pero ¿qué hago? Esta misma mañana,
por enésima vez, no han recogido el
cuarto, y yo venga a decirles “¡claro!,
como aquí tenéis a la criada para todo,
que eso es lo que soy,¡ una chacha!”.
Esto dicho con serenidad e ironía, pero
ni caso. Y al ratito los niños empiezan a
pelearse, y les vuelvo a decir con
seriedad y menos ironía “¿pegarse dos
hermanos? ¡No seáis cafres! ¿Dónde se
ha visto eso?”y ya sé que tú me dirías
que los inventores de la primera pelea
fueron los famosos hermanos Caín y
Abel. Y a continuación les pido que se
vayan a su cuarto y ni caso. A estas
alturas me estoy empezando a irritar, y
empiezo a decir en tono cada vez más
alto ¿Cuántas veces tengo que
repetirlo?, ¿es que hablo en chino? Y
entonces mis hijos me miran como si
realmente fuera la propietaria de una
tienda cien. Y a la hora de comer me
dicen “¡que asco! otra vez lentejas”, y
luego por la tarde me piden dinero para
comprar cosas que dicen que necesitan
urgentemente, y en ese momento les
suelto “te crees que mi cartera es el
Banco de España“. Y ¡exploté!, y me
puse a gritarles como una posesa y a
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
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decirles cosas que luego me hacen
sentir fatal“.
Si los padres nos dedicásemos solo a
educar, y no hiciéramos otra tarea,
entonces no nos alteraríamos
tanto. Pero los padres estamos
educando a la vez que desarrollamos
nuestra vida personal y
profesional. Mi teléfono es capaz de
hacer cinco cosas a la vez sin irritarse.
Yo no. Aunque es complejo para
educar, los padres necesitamos no
perder el control. Perder el control no
nos ayuda a educar, perder el control
hace que podamos herir a los que
queremos, perder el control nos hace
sentir débiles.
¿Cómo podemos aprender los
padres a autocontrolarnos para así
poder enseñar a nuestros hijos a
autocontrolarse? Fundamentalmente
necesitaríamos dos competencias:
1) Detectar en nosotros, lo más
precozmente, los síntomas del
descontrol. Ningún padre y ningún hijo
pasa del estado de calma al estado de
descontrol directamente. Esto ocurre a
través de un proceso mental mediante
el cual los padres o los hijos nos
vamos paulatinamente alterando. En
la mayoría de las veces nosotros
mismos nos vamos “jaleando”, “verás el
niño, como me vuelva a decir…” “como
me vuelva a mirar así…”
Nuestro pensamiento le dicta nuestra
conducta qué es lo que tiene que hacer.
Así que, cuando veas que te vas a
enfadar, intenta parar. A veces es
mejor dejar pasar un par de
horas para que seamos capaces de
decir lo que tenemos la obligación de
decir y hacer pero sin enfadarnos.
2) La capacidad de hacer frente a los
contratiempos. Muchas veces las
cosas no ocurren como deseamos, ni en
los momentos y tiempos que
desearíamos. Los hijos en su desarrollo
presentan avances y retrocesos, y
tenemos que estar preparados para
ambos. Los contratiempos son parte
de la educación. Son normales y nos
exigen nuevas medidas a la hora de
educar.
Calma, estamos educando.
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
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El tiempo de las bofetadas a tiempo (29-12-2012)
Hace ya unos años, cuando Carrefour
se llamaba Pryca, estando realizando
alguna compra, me sobresaltó los gritos
infantiles que procedían de un pasillo
más allá del que yo me encontraba. La
curiosidad me llevó a, con falso
disimulo, a acercarme y ver el siguiente
espectáculo, un niño de unos 4 años
sentado sobre una cortadora de césped
a modo de cochecito, una madre de los
nervios, un vendedor más apurado aún,
y como 5 o 6 espectadores, todos tan
curiosos como yo. Al niño que estaba
sentado sobre la cortadora de césped,
le salían fluidos por todos los orificio
visibles, y entre gemido y gemido
gritaba “El coche es mío”, la madre,
“Venga que nos tenemos que ir”
acercaba su mano para coger al niño y
cuando éste notaba que su madre le
intentaba coger, lanzaba un alarido con
su consiguiente “el coche es mío”. El
dependiente, “Si, es tuyo, luego te lo
llevo yo a casa. Ahora ve con mamá”. El
niño, cada vez que le hablaban, más alto
chillaba lo del coche mío. La cosa se iba
calentando y a mí alrededor empecé a
escuchar murmullos, in crescendo,
del tipo… “menuda bofetada tiene el
niño”, “anda que si fuera mío”, “ y la
madre el papo que tiene”. Y que verdad
es que para los hijos de los demás hay
que ver lo resueltos y seguros que nos
mostramos a la hora de educar. No sé
cómo terminó la historia, yo me fui antes
de que alguien dijera ¿tu no eres
psicólogo?… pues venga!!!
Muchas veces me han preguntado por
las bofetadas a tiempo, hay muchas
personas que creen en su valor
educativo y consideran que muchos de
los males que “asolan” a las familias hoy
en día son debidos a la falta de una
buena bofetada a tiempo.
El tiempo de las bofetadas surge en
unos momentos y en unos espacios muy
concretos, el de los conflictos, que como
repetiré muchas veces, son situaciones
normales en las que nos vemos
inmersos padres e hijos mientras
educamos. Y surgen porque llega un
momento en el que creemos que ya
no sabemos qué hacer o decir para
que obedezcan, para que no falten al
respeto, para que se callen, para que
dejen de gritar, para que no nos miren
con cara de perdonarnos la vida. El
tiempo de las bofetadas surge
cuando los padres estamos más
asustados y perdidos. Ninguna
bofetada se nos escapa educando
mientras permanecemos confiados,
tranquilos, seguros y convencidos de lo
que hacemos.
Nuestros hijos necesitan normas y
límites, y son esas normas y esos
límites, presentes de forma sistemática,
los que tienen que darnos seguridad a
los padres. En esto reside nuestra
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
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fortaleza durante el tiempo de la
educación, durante los conflictos, en
que tenemos unos objetivos, una meta
hacia la que nos dirigimos. ¡¡¡¡Estamos
educando!!!! Y educamos con
nuestras conductas, nuestras
actitudes y con nuestras palabras.
Normas y límites son imprescindibles
para educar, y se proponen y se
defienden con la convicción que da la
razón y se mantienen por el cariño que
sentimos por nuestros hijos. Las normas
y los límites no necesitan apoyarse ni en
la fuerza ni en el miedo.
Yo me acuso que algunas, pocas,
bofetadas se me han escapado, y tengo
la certeza de que todas ellas las di a
destiempo, que ninguna llegó en el
momento preciso, que en todas ellas
estaba irritado. Entiendo muy bien que
se escapen bofetadas, y entiendo la
desesperación que a veces los padres
sentimos ante el comportamiento de
nuestros hijos.
Pero ¿no creéis que cuando nuestros
hijos están más perdidos, más
desafiantes, más descontrolados es
el momento en el que necesitan a
unos padres más firmes, más
seguros, más controlados?
Para intentar que no se nos escapen las
bofetadas debemos estar convencidos
del valor de las normas y limites que
hemos establecido, ser constantes,
persistentes en la observancia de esas
normas y límites. Aplicar, las
consecuencias por no seguir esas
normas y valorar la tarea de educar.
Valorarnos como educadores.
Yo cuando algún padre, a pesar de otros
argumentos, me insiste en las
“bondades” de la bofetada a tiempo le
digo, “tienes razón”. Y a continuación le
digo, oye imagina que vas en tu coche,
sólo, o con tu familia, con tus hijos y
sobrepasas el límite de velocidad, vas a
70 kms/hora por una carretera con
límite de velocidad a 50. Y un poco más
adelante te para la Guardia Civil de
Tráfico y el agente te dice “Señor, esto
me duele a mí más que a usted, lo hago
por su bien, usted me lo agradecerá en
el futuro”… y te diera dos bofetadas.
Yo prefiero la multa y la pérdida de
puntos. Para mí y para mis hijos. ¿y tú?
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El SNC, el Síndrome del “Niño Cabrón” (5-3-2014)
En el año 1993, lo recuerdo muy
nítidamente, conocí a Gonzalito, un
aprendiz de adolescente que, sin
pretenderlo, me enseñó mucho del valor
de la educación en tiempos
(familiares) revueltos. Por eso no lo
olvido.
La madre de Gonzalito, una maestra
estupenda casada con un estupendo
maestro, me había llamado por teléfono
y, entre lágrimas, me habló de su hijo,
un chico de 14 años. Un niño que
había sido “muy bueno” pero que,
últimamente, había ido cambiando su
manera de comportarse en casa. Su
relato fue más o menos así: “Se ha
trasformado, se ha vuelto muy
contestón, siempre tiene un No en la
boca, nos lleva siempre la contraria,
critica todo lo que hacemos y decimos.
Te llamo porque, lo que más me
preocupa de Gonzalito ahora es que,
además de todo lo que te he
contado, se ha negado a ir al colegio.
No hay forma humana de hacerlo
cambiar de idea. La tensión, las peleas
y el malestar se han apoderado de mi
casa. Necesitamos saber qué le pasa a
este niño y qué hacer con él.”
Recuerdo a sus padres
sentados frente a mí, impacientes y
nerviosos esperando que yo hubiera
dado con la tecla esa tan famosa que
arregla a los “descarriados”. Abrí el
informe que había escrito y, mirando a
los padres, les dije: “Gonzalo padece
un SNC”.
Me miraron con inquietud, con ojos
de “¿y eso qué es?” así que, antes de
que me lo preguntaran, les traduje el
palabro: el Síndrome del Niño Cabrón.
Sus miradas indicaban desconcierto,
así que les volví a repetir
lentamente:“Gonzalito tiene el síndrome
del Niño Cabrón”. Y esbocé una sonrisa
que relajó el ambiente.
A continuación, a modo de explicación,
les dije que el Diccionario de la Real
Academia Española dice, en su
primera acepción que el
adjetivo cabróncoloquialmente se
utiliza para definir “una persona que
hace malas pasadas o resulta
molesto” y, os aseguro que en aquella
época, Gonzalito hacía muy malas
pasadas y resultaba algo más que
molesto. Así que el nombre del
síndrome le venía que ni pintado.
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
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Cerca de 20 años después un día me
encontré con “Gonzalito, el niño cabrón”
por la calle. Me presentó a su mujer y en
brazos llevaba a su hija. Me habló de
su trabajo de maestro en un colegio
(un colegio en el que sus compañeros lo
valoran, entre otras cosas, por su saber
hacer con todos sus alumnos y
especialmente con los “difíciles”) y de su
vida en general. Me dio un abrazo antes
de despedirse, y mientras contemplaba
cómo se alejaba esa postal de feliz
familia, recordé la cantidad de
lágrimas que habían derramado sus
padres 20 años atrás, y me reafirmé en
mi creenciade que ningunas de las
lágrimas que vierten los padres por
los hijos son estériles.
Gonzalito no sólo es un buen padre y un
buen profesional, además es
un magnifico hijo. Y sus padres han
jugado un importante papel en todo
esto.
Y te preguntarás qué es lo que
hicieron los padres para contribuir a
este cambio, y ya me gustaría contestar
que fueron mis sabios consejos, pero no
es verdad (bueno, un poquito sí porque,
a menudo, cuando te sumerges en un
problema pierdes la perspectiva, y los
ojos de quién no está sumergido ayudan
a abrir “las anteojeras” y a ampliar el
campo de visión).
Lo que realmente ayudó a los padres de
Gonzalito ante esta situación de “crisis”
es que fueron capaces de entender
por qué se sentían mal como padres.
Se sentían frustrados porque su hijo no
seguía sus directrices
independientemente de que usaran
premios o castigos. “Hemos probado de
todo”, decían.
Fueron capaces de tolerar el
malestar que les generaba el
comportamiento de su hijo. Para ello,
dejaron de centrarse en las conductas
de Gonzalito, y se centraron más en su
papel de padres, y por último,
fueron capaces de responder a los
envites de Gonzalito con la
seguridad de que podían utilizar las
mismas herramientas que habían
utilizado hasta ahora: educar y seguir
educando.
Los hijos para construirse como
personas precisan de tiempo y de
ayuda.
Tiempo, porque cuando se educa no se
puede tener prisa. Los resultados del
acto de educar no son inmediatos.
Ayuda, porque nuestros hijos siempre
van a necesitar alguien que les guíe,
alguien que ponga las señales. Y en la
adolescencia puede que se sientan
fascinados por las señales y guías de
otros y combatan con energía las que
los padres les marcamos. Esto es
normal que ocurra, pero si los padres
nos bloqueamos por el miedo cuando
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los hijos se descontrolan, ¿quién los
va a guiar con amor y mano firme?
Los padres de Gonzalito pidieron ayuda,
una ayuda que les permitió volver a
confiar en lo que estaban haciendo.
Fueron perseverantes en la tarea de
educar, y se armaron de paciencia para
ver los resultados. Así, Gonzalito solo
necesitó tener 30 años para poder
comportarse como uno de 30 años.
¡Ay Gonzalito!, cada vez que conozco a
los padres de un nuevo niño cabrón,y a
veces creo que hay epidemias, te
recuerdo a ti y a tus padres, y en ese
pensamiento encuentro una
oportunidad de sentirme reconfortado
por mi trabajo, un trabajo que consiste
en animar, dar ánimo, infundir vigor,
a los padres para que confíen en la
educación, porque cuando los padres
educan, trasmiten a sus hijos acción,
calor y vida. Eso es educar. Y son
tantos y tantos los padres y madres
empeñados en la tarea, que sigo
sonriendo cada vez que le digo a unos
padres: ”el niño lo que tiene es
un poquito del síndrome”.
Sí, es verdad, la historia de Gonzalito
es un cuento con final feliz, pero os
recuerdo que muchas veces los padres,
los de Gonzalito también, nos
desesperamos apenas va el cuento por
los primeros capítulos.
Y así, sin pausa, mientras educamos,
pasa la vida.
Los hijos que maltrataban a sus padres (22-5-2016)
“Te voy a dar de hostias, gilipollas”. Esto
es lo que le dijo María, una adolescente
de 14 años, a su madre después de que
ella entrara en el cuarto a pedirle que
bajara la música. “Tuve miedo, Carlos,
un pánico que me paralizó. Me parecía
una pesadilla, algo imposible, que mi
hija pudiera hablarme así, con ese
desprecio”.
Mentiría si os dijera que este es un
hecho aislado, la realidad es que son
algunos los padres que se ponen en
contacto conmigo para exponerme
situaciones parecidas. Y digo yo que
deben de ser muchos más porque a los
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padres nos cuesta mucho trabajo contar
cosas como estas, porque o nos
avergüenzan o nos culpabilizan y no
sé cuál de esas dos emociones es peor
a la hora de educar.
Mirad, yo cuando escucho a unos
padres contarme cosas así, no me
escandalizo. Ni pienso para mis
adentros el socorrido “una
buena bofetada a tiempo”, ni tampoco
me rasgo las vestiduras diciendo: “¡qué
asco de sociedad estamos
construyendo! Intento abrir los ojos a
los padres para que, por una
parte, entiendan porqué ocurre esto y
por otra, para exhortarles a que actúen.
Porque algo hay que hacer. Vivir la
educación de los hijos como si fueran
hemorroides “sufriendo en silencio” no
ayuda para nada a dar respuesta a
estos hechos.
Vamos a llamarlo por su nombre, esto
es maltrato, sí, maltrato. Pero os
recuerdo que estamos educando a
nuestros hijos, que con catorce años no
están “terminados”, que claro que saben
que eso no se le dice a una madre, ni a
un padre, ni a nadie. A nadie. Estamos
educando y por lo tanto somos espejo,
somos modelo, somos guía. Somos
padres dispuestos a afrontar los envites
de hijos que tienen que aprender que
ellos son los protagonistas de su vida
y por tanto del malestar de su vida.
Padres dispuestos a enseñar a nuestros
hijos a tolerar la frustración por no poder
hacer algo que deseas hacer, por tener
que hacer cosas que no les apetecen.
Padres dispuestos a enseñar a sus hijos
las consecuencias que tiene no
aprender a controlar su malestar.
La autoridad de un padre no se mide
por lo que hacen los hijos sino por la
capacidad de aplicar,
sistemáticamente, las consecuencias
que determinamos van a tener los
comportamientos de nuestros hijos.
¿Le vas a dar un bofetón para enseñarle
que no se habla así?, ¿Le vas a meter
miedo para que aprenda a no meter
miedo? ¿De eso va la autoridad? ¡Qué
va!, hay palabras que valen más que las
bofetadas. Hay decisiones que valen
más que las bofetadas, hay seguridad y
convicción en la tarea educadora, en lo
que los padres hacemos, que vale más
que mil bofetadas.
Ante el maltrato, no te calles. Tus hijos
tienen que saber perfectamente que
todo su entorno familiar y escolar va a
ser conocedores de esa conducta.
Muchos padres se callan ante el resto
de su familia, amigos, profesorado y ese
silencio es abono para el maltrato. Lo
repito, que un hijo insulte a sus padres
puede ocurrir sin necesidad de que la
criatura sea un presunto delincuente,
pero callándote no le ayudas ni al hijo ni
a ti.
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
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Habla con tu hijo, pero deja pasar unas
horas o un par de días, hablar para que
escuche, una por una, las palabras
que te ha dicho “te voy a dar de
hostias”, “me das asco” o lo que a la
criatura se le haya ocurrido decir. Dile
que escuchar eso, en la boca de quien
quieres, te hace sentir mal. Dile que si
por insultarte, cree que es mejor
persona; dile que si le gustaría escuchar
a otros diciéndoles esas mismas
palabras a su padre o a su madre; dile
que si es más hombre, más mujer, por
asustar, por intentar meter miedo. Dile
que no le tienes miedo, que tú vas a
luchar por no tenerle miedo porque no
se teme a quien se ama. Que no se le
olvide eso, que no lo olvide nunca, no
hay ningún amor sano que provoque
el más mínimo ápice de temor.
Habla con la familia, con tus amigos o
con su tutor. No es por avergonzarlo, un
padre que educa no pretende
avergonzar, lo que debe de avergonzar
es la conducta de maltratar no la de
educar. No me callo porque no me das
miedo.
Y luego lo dejas sin teléfono, sin
maquinita, sin salir, sin excursión o lo
que creas que es conveniente y
ajustado a lo que ha hecho el hijo, no por
venganza sino porque tu hijo tiene que
aprender que todos los hechos tienen
consecuencias.
Y cuida tu entorno, cuida lo que haces y
lo que dices, porque nuestros hijos se
fijan mucho en lo que hacemos los
padres. Se fijan en todo.
Y si te pide perdón, lo perdonas. Pero le
recuerdas que lo que ha pasado, ha
pasado, y eso ya no tiene remedio, que
tiene muchos días por delante para
seguir aprendiendo. Pero que no le
tienes miedo, lo que le tienes es
cariño, amor.
Son niños, adolescentes, menores
que están aprendiendo. De ti padre y
madre depende que tu hijo aprenda
nítidamente qué hacer para no
convertirse en un maltratador.
Ánimo. Pero esto es lo que tiene ser
padres, que a veces, los que más
quieres, te hacen sentir fatal.
¿La culpa? No pierdas el tiempo
buscando culpabilidades, hay opiniones
para todos los gustos. Tú a lo tuyo,
actúa. Educa.
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
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Cómo convertirse en un padre masoquista (17-3-2014)
A raíz del post sobre el Síndrome del
Niño Cabrón he recibido algunos
correos en los que padres y madres
“desesperados” me muestran su
paralización ante el comportamiento de
sus hijos. Padres que creen que “ya no
saben qué más hacer” y lo que es peor,
padres que sufren porque piensan que
están fracasando como educadores.
¿Has pensado tú alguna vez esto? Si la
respuesta es afirmativa, te informo de
que te estás convirtiendo en un/a
padre/madre masoquista, así que haz
el favor de leer lo que viene a
continuación para intentar evitarlo (y
procura, mientras lees, no pensar, “este
Carlos lo ve todo muy facilito, aquí lo
querría ver yo”).
Cómo no convertirse en padres
masoquistas:
1º Deja de una vez de creer que no
puedes hacer nada para ayudar a tus
hijos, deja de pensar que las
dificultades que presentan tus hijos o
que puedan presentar se deben a que
algo has hecho mal o no has sabido
hacer como padre. Si piensas que eres
un “inútil” te comportarás como un
“inútil”, y lo que es peor, se te pondrá
cara de inútil.
2. Deja de hablar de la relación que
mantienes con tus hijos como algo
insatisfactorio, tipop “vivo en un
infierno” porque entonces creerás que
tus hijos son hermanos o primos de la
niña del exorcista. Habla de las
dificultades reales que existen, pero
introduce siempre pensamientos e ideas
que muestren tu competencia, confía en
tu trabajo y, sobre todo, hay que tener
muy claro que lo que menos necesitan
los hijos cuando “modorrean” es a unos
padres desmoralizados.
3. Deja de buscar culpables alrededor
de tus hijos. No eres tú, ni tu pareja, ni
los profesores, ni los amigos, ni la
televisión, ni la sociedad. Ya he repetido
varias veces este proverbio africano:
“para educar a un niño hace falta toda
la tribu”, así que dejemos de buscar
culpables porque todos somos
corresponsables. Educar es actuar, y los
padres ante las conductas de los hijos
nos tenemos que posicionar sobre qué
conductas son tolerables y cuáles son
intolerables, y luego actuar.
4. Deja de pensar que “todo es un
asco” porque este tipo de pensamiento
lo que hace es que te encierres en ti
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mismo y aísles (“no tengo ganas de ná”).
Con el “cagapenismo”, además de
ofrecer a nuestros hijos un modelo en el
que le enseñamos que, ante los
problemas, nos hundimos, nos estamos
perdiendo la oportunidad de obtener
ayuda para afrontar los problemas,
ayuda para recibir información positiva
de nosotros mismos. Los amigos, los
compañeros de trabajo, la familia son
más que necesarias cuando hay
problemas.
5. No dejes que tus emociones sean
guiadas por las conductas de tus
hijos.Está claro que el comportamiento
de nuestros hijos hace mella en
nosotros, pero si vinculamos nuestras
emociones a las de nuestros hijos,
puede que nos ahoguemos en esas
emociones. Aprovecha las conductas
de los hijos para enseñarles modelos
de comportamiento, y qué mejor modelo
que el de padres seguros y tranquilos
frente a la tempestad, padres que, en
las turbulencias, ofrecen a los hijos sus
manos cariñosas pero firmes. Ese es tu
trabajo: el de ser padres.
6º) Y por último: cada noche cuando
te vayas a la cama deja de pensar en
lo desgraciado que va a ser tu hijo
“como siga así“, (te recuerdo que,
mientras tanto, el modorro duerme a
pierna suelta) y piensa que tú vas a
seguir con la brega porque los padres
no arrojamos nunca la toalla.
Como canta Luz Casal, es cuestión de
suerte ser féliz. Educando es como
adquirimos más papeletas del sorteo de
la suerte pero es necesario que nuestros
hijos también adquieran sus papeletas.
Y si necesitas ayuda, búscala. Hay
estupendos profesionales para ello.
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
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El chupete, instrucciones de uso (26-9-2016)
Carlos, ¿Es bueno el chupete? Me
preguntaron en una reunión de padres y
madres en un Centro Infantil. Y yo le
pregunté a la madre, ¿es bueno
el Dalsy? Y a todos los padres y madres
se les alegró la cara porque para
muchas madres y padres es el
Dalsydemisamores o San Dalsy.
El Dalsy, bajo prescripción facultativa,
es bueno, bueno no, lo siguiente para
combatir algunos síntomas de malestar
infantil. Pero puede tener, al igual que la
mayoría de los medicamentos, efectos
secundarios no deseables.
Igualito que el Dalsy, el chupete tiene
el beneficio de que es un calmante
natural, un relajante muscular, un
tranquilizador de
desasosegados pero puede tener
efectos secundarios perniciosos si no se
usa adecuadamente, efectos
secundarios de carácter físico: paladar
excavado, síndrome del respirador
bucal, hipotonía en labios, mordida
abierta, etc. vamos un dineral a gastar
en dentistas y logopedas; efectos
secundarios en el desarrollo, si un niño
tiene todo el día el chupe en la boca, no
aprende a autocalmarse, no habla
porque tiene la boca ocupada,
desarrolla una “adicción”.
El principal problema del chupete, es el
de la del “chupetadicción”, que se
genera por un mal uso, que es lo que
lleva al abuso, así al igual que hay
adultos que se meten un paracetamol
para el cuerpo a la mínima, tenemos a
padres de niños que al primer “ay ay ay“
de su niño les cascan el chupete y
sanseacabó. Y los chupetes enraízan en
las bocas fácilmente.
¿Por qué esta afición a chupar? Los
niños nacen con reflejo de succión, un
reflejo que asegura la supervivencia y
que dota al niño de experiencias
emocionales precoces, así mientras
mama está en brazos de su madre, la
huele, siente su calorcito, su olor y en
medio de este bienestar se forja el
vínculo que les da seguridad emocional.
Aprenden de esta manera los niños la
asociación que existe entre chupar y
bienestar.
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¿Cómo utilizar bien el chupe? El
chupe, el chupete beneficioso, necesita
de interacción, de un adulto que
mientras te pone el chupe, te habla, te
canta, te mira o te abraza… y en cuanto
cumple su misión te lo retira. El chupe
es una herramienta de quita y pon.
El chupe no está pensado para “que
se calle el niño”, ni para
“desenchufarlo”. Sí, para calmarlo y
una vez calmado ya no es necesario.
Pero para que se calme un niño
necesita que los calmadores estén
calmados.
Los bebés se comunican mediante el
llanto así que la tarea de los padres
es identificar las causas de ese llanto,
que tiene hambre pues a comer; que
está sucio, pues a cambiar el pañal; que
tiene ganas de brazos, pues un poquito
de brazos con sus achuchones
correspondientes; que tiene sueño,
pues a intentar dormirlo. Cada
necesidad del niño tiene una posible
acción por parte de sus padres pero si
cada vez que la criatura llora le
cascamos el chupe, le estamos
reforzando que se manifieste
chupetedependiente y no le damos la
oportunidad de que aprenda a
autorregularse, a calmarse sin
necesidad de chupe.
Pero no olvides que la presencia del
adulto está ligada al buen uso del
chupete.
¿Hasta qué edad dejar el chupete?,
preguntan también los padres. Pues
cuanto antes se deje de utilizar mejor,
porque cuanto más se use más
probabilidad de desarrollar algún efecto
perjudicial. De todas maneras cada niño
es un mundo y cada familia un
universo. No ser dogmáticos es una
buena manera de afrontar los retos
de la crianza y no olvidar que los
niños lo que más requieren y
necesitan cuando son bebés es
nuestra atención, nuestra serena
interacción, nuestra manifestación
de calma, aceptación, sosiego que
les ayuda a establecer sólidos
vínculos emocionales.
¿Chupete? Si gracias. Pero léete las
instrucciones.
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¿Qué hacer con los hijos que quieren controlar a los padres? (10-9-2014)
“Carlos: tengo 37 años y tres hijos, el
mayor de 14 años y los otros de 12 y 6.
Mi hijo el mayor actúa como si fuera el
cabeza de familia, y continuamente está
haciéndonos a su padre y a mí
consideraciones respecto a nuestra
forma de educar a él y a sus hermanos.
Pero si esto no fuera poco, intenta
controlar nuestras salidas,
nuestras amistades, (con quién hablas,
sabe papá/mamá que hablas con esa
persona, a qué hora vas a volver, anda
qué bonito tu por ahí de juerga y tus hijos
en casita, etc. son las lindezas que
suelta). Tiene la habilidad de hacernos
sentir culpables y por ello se está
generando un mal ambiente en casa
porque actúa como un pepito grillo de la
rama de los cotillas. El otro día su padre
le dijo que en casa mandaba él, a lo que
mi hijo le contestó, “así nos va”.
¿Cómo podemos actuar con un hijo
que se cree que es el que manda?
Si, ya sé que a muchos de los que estáis
leyendo esto os están entrando ganas
de aventarles un sopapo al niño y los
más radicales a sus progenitores, pero
ya sabéis cual es mi opinión
al respecto.
Es verdad que a veces nos encontramos
con hijos que asumen unos roles que no
les corresponden e intentan ser el
padre/madre de sus hermanos, el
marido o esposa de sus padres, y
algunos hasta el padre de sus padres.
Unos controladores que discuten con
sus padres los temas de organización
de la casa, de educación de tú a tú,
como si fueran unos iguales.
¿Qué hacemos con los hijos que
padecen el síndrome del ‘niño-
mandón’?
Ya sé que te han vuelto a entrar otra vez
ganas de dar otro sopapo…pero no,
créeme, un sopapo no es buena idea.
Los padres educamos “aquí y ahora”.
Eso quiere decir que educamos en un
momento que es el presente, y el
presente no es el pasado, así que
olvídate de eso de “anda que yo le iba a
decir eso a mis padres, en mis
tiempos…” ¿No te huele eso a
naftalina?
Estamos en tiempos donde una imagen
vale más que cien palabras, donde las
conductas de los padres, lo que
hacemos los padres, lo que ven los
hijos, eso es cómo educamos.
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
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Los padres no deben ser jefes que
manden “porque lo digo yo que soy tu
padre”, sino líderes que influyan.
¿Lideres que influyan? ¿Y eso qué es?,
te estarás preguntando. Ser líderes para
nuestros hijos no es más ni menos que
ser modelos positivos de
comportamiento para nuestros hijos. No
se trata de decirles a los hijos quién es
el que manda aquí, sino que los
padres se comporten de tal manera
que quede claro quién manda aquí.
La autoridad de los padres se mide
fundamentalmente por la firmeza de
nuestras convicciones a la hora de
educar, por la seguridad que nos da
saber el rumbo hacia dónde vamos.
Para saber ejercer la autoridad
eficazmente, hay que saber influir.
Nuestros hijos tienen su
personalidad, su forma de ser, y
cuando uno está forjando su
personalidad tiene mucha curiosidad
por saber cuáles son sus límites y
una buena forma de establecerlos es
desafiando, echando pulsos, una
manera de decir aquí estoy yo.
Pero cuando los hijos hacen eso,
necesitan unos padres que también les
digan con firmeza “aquí estoy yo”. Los
límites los ponemos nosotros, esa es
nuestra tarea.
Cuando se metan en asuntos que no
son de su incumbencia, por ejemplo,
creo que mejor que decirles “eso a ti no
te importa”, “son cosas de mayores”
dicho además con un tono de fastidio, es
mejor, de entrada, ignorarlos, un poco
de sordera transitoria es manita de
santo para los padres.
Si nos mostramos irritados cuando se
comportan así le estamos enseñando
cómo pueden irritarnos. Si ignoramos
esas conductas es más probable que
éstas disminuyan. Posteriormente, ya
habrá momentos para irles enseñando
qué es eso del “respeto”, y a conjugar el
verbo respetar (de esto hablaremos en
otro post).
A aquellos hijos que se permiten el lujo
de decirles a sus padres que no les
gustan sus amistades, simplemente hay
que contestarles, “pues a mí me
encantan” y si quieres añadir un “y tú
más” (que más o menos viene a
significar: ¡toma!)
Los hijos con el síndrome “niño-
mandón’ muchas veces lo que nos están
dando es un grito desesperado de
temor, el miedo a no ser aceptados y
reconocidos. Un miedo muy común en
los seres humanos.
¿Quién manda en tu casa? Tú, ¿no?
Pues entonces qué importa que otros
crean que mandan en casa.
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Los hijos que “robaban” a sus padres (15-1-2017)
Atacar el monedero de los padres es
una tentación a la que los hijos se
pueden ver sometidos durante el tiempo
en el que conviven con sus padres.
Cuando los padres se percatan de esta
situación se suelen llevar un gran
disgusto porque los padres tendemos a
pensar que esto de “robarle” a los
padres es una conducta incomprensible
que nos hace sentirnos defraudados,
perdemos la confianza y sobre todo
asustados por si nuestra criatura se
estuviera convirtiendo en un
delincuente.
Esto, lo de sisar en el monedero, ocurre
y ocurre más de lo que pensamos y en
vez de rasgarse las vestiduras y poner
el grito en el cielo, lo mejor que podemos
hacer los padres es educar. Educar sin
temor.
¿Por qué un “modorro o modorra”, que
“lo tiene todo”, ataca al monedero o a la
tarjeta de crédito de sus padres?
Por una parte, lógicamente, los hijos
no deben disponer de dinero
fácilmente. Mientras los educamos les
estamos enseñando el valor de las
cosas y los hijos deben, para ello,
manejar una cantidad de dinero acorde
a su edad. En un pasado artículo hablé
de este tema.
Pero por otra parte, vivimos en una
sociedad de consumo, donde se genera
continuamente la conducta de adquirir
bienes como fuente de felicidad o
bienestar (la publicidad está metida en
nuestras vidas hasta la médula). Y
nunca es suficiente con lo que se tiene.
Poseer “cosas” es durante la
adolescencia y pre-adolescencia es una
manera de situarte frente a tu grupo en
una posición de poder, lograr la
aceptación de los demás no solo por los
bienes que poseo, sino también,
trasmitiendo una imagen de “mira que
audaz soy, que le cojo dinero a mis
padres”.
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
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En último lugar, porque, en este
ambiente de tentación continua, los
padres dejamos los monederos y
carteras a mano de cualquiera en
casa. Es más, algunos padres hacen
compras en internet con sus hijos y no
se dan cuenta que les están dando la
llave con la que se abre su tarjeta de
crédito.
¿Qué hacer?
Lo primero es tranquilizarse, porque el
miedo es muy malo para educar.
En segundo lugar, pregúntale por qué
lo ha hecho. Algunos hijos lo niegan de
manera insistente. Tú no te desesperes
y sigue preguntando.
En tercer lugar, te dé las razones que te
dé, hay que abordar el tema de la
conducta de robar. Los hijos y algunos
padres, tienden a quitarle importancia,
“pero si solo fueron 10 euros” y ahí los
padres tenemos que ser
implacables. Robar es robar, un euro o
un millón, porque el problema es la
conducta de robar, la cantidad es una
circunstancia. Habla de cómo al “robar”
se perjudica a la familia y como le
perjudica a él.
En cuarto lugar, no te vayas al futuro
augurándole que va a ser un
desgraciado. Quédate en el presente,
y hazle ver las consecuencias que va
a tener esta conducta. La
principal consecuencia debe de ser la
de la reparación total y lo más rápida
posible, de todo lo “sisado”, esto
supone empezar a descontar de la paga
semanal, de los regalos que reciba por
cumpleaños, etc. la cantidad de dinero
hasta la recuperación.
En quinto lugar, estamos educando a
adolescentes o niños, así que hay que
seguir mostrando cariño y confianza.
Pero no se te olvide tener el
monedero a buen recaudo. Siempre.
Y por último, te recuerdo que tus hijos
ven lo que tú haces. Así que hay que
tener mucho cuidado con lo que
hacemos y decimos delante de ellos. Os
recuerdo que los comportamientos
corruptos también se pueden aprender
en casa. No, no se coge nada que no
sea tuyo porque si uno coge algo que no
es suyo y se calla, o lo dice, jactándose,
está enseñando un camino peligroso a
los hijos.
No vendría mal un repasito a los
artículos: Cómo explicar la corrupción
a los hijos y el de Educando en la
ejemplaridad.
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Cómo enseñar a los hijos a ser responsables (18-4-2017)
¿Tú quieres educar a tus hijos e hijas
para que sean responsables? Qué
pregunta más absurda, ¿verdad? Pues
claro que todas las madres y padres
quieren que sus hijos sean
responsables, muy responsables y,
además, prontito.
Conozco a muchos padres y madres
desesperados que dicen, a modo de
súplica: “¡cuando va a madurar esta
criatura!”, como si esto de madurar,
hacerse responsable, fuera una
cuestión del azar. Pues no, la
responsabilidad tiene mucho que ver
tanto con la personalidad de nuestros
hijos (y por lo tanto con los genes que
heredan), como con las pautas
educativas con las que enseñamos en
nuestra casa a ser responsables.
¿Quieres hijos responsables?
1º.- No olvides que los padres no
construimos hijos, lo que hacemos
es dar a nuestros hijos herramientas
para que se vayan construyendo. Así
que céntrate en ofrecerle estas
herramientas durante el tiempo en el
que estamos educándolos. A esto de
ofrecer herramientas es a lo que
llamamos educar, y se hace todos los
días durante muchos años.
2.- Para aprender a ser responsables
hay que tener responsabilidades de
las que ocuparse. Responsabilidades
acordes a la edad de cada hijo. Pero no
te creas que, con decir “Tú pones la
mesa”, o “tú recoges tus juguetes”, o “Tú
te lavas los dientes”, etc. es
suficiente. No, así no funciona, tú tienes
que establecer esa responsabilidad, y
enseñar a tu hijo o hija cómo se hace: le
acompañas al principio, y cada vez le
vas dejando que lo haga lo más
autónomamente posible. Y las
responsabilidades se practican siete
días a la semana.
3.- Los padres somos modelo de
comportamiento para nuestros
hijos. Enseña cómo tú ejerces tu
responsabilidad, y no lo utilices como
arma arrojadiza, tipo: “Yo todos los días
voy a trabajar y sin embargo tú…”. Se
supone que responsabilizarse de lo que
uno tiene que hacer es algo que nos
debe de llenar de satisfacción, así que
ten cuidado con decir que estás harta o
harto de cumplir con tus
responsabilidades, porque si los hijos
las perciben como un castigo o una
incomodidad, huirán de ellas. Enseña a
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
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tus hijos que tener responsabilidades no
es un castigo, ni una ayuda. Es más
sencillo: “en esta casa nos repartimos
las tareas”.
4.- Si hay responsabilidades, tiene
que haber necesariamente
consecuencias cuando alguien no
asuma sus responsabilidades. Por
ejemplo, si le dices a tu hijo que tiene
que recoger sus juguetes y no los
recoge, déjale claro que juguete que
esté en el suelo significa que no lo
quiere, por lo que “guarda” ese juguete
durante unas semanas. Y si llora cuando
pregunte por su juguete, contesta con
tranquilidad: “quedamos en que recoger
los juguetes es tu responsabilidad, si no
los recoges es porque no quieres ese
juguete”. Pero tiene que tener una
consecuencia, si recoges tú sus
juguetes, lo único que va a pasar es que
te va a doler la espalda de tanto
agacharte, y la cabeza de tanto comerte
el tarro.
5.- Aprender a tomar decisiones es
una buena manera de aprender a
responsabilizarse. Ofrecerle, siempre
que puedas, la posibilidad de que elija
entre dos opciones. Esto le ayudará a
tomar una decisión y a asumir lo que ha
decidido. Por ejemplo: Fruta o yogur; el
pantalón rojo o el verde; un juguete u
otro, etc. Y si dice fruta, le das la fruta
que es lo que él ha elegido, y si a mitad
de la fruta dice que no, que lo que quiere
es yogur, le recuerdas que él decidió la
fruta, o el pantalón rojo, o tal juguete.
6.- Si quieres hijos
responsables, tienes que darles
autonomía. Si no les das autonomía
tú siempre estarás decidiendo por ellos
y, por lo tanto, tú asumirás sus
responsabilidades. Y luego te quejarás.
Os recuerdo que los niños, los
adolescentes, no están terminados de
hacer y dan mucha lata y hay que estar
pendientes de ellos por esa razón tienen
madres y padres que se ocupan de ir
educando.
No tengas prisa. Lo que tienes que
tener es constancia.
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Cómo saber si proteges o sobreproteges a tus hijos (24-4-2017)
Muchas madres y padres van sintiendo
como aquello que comenzó siendo un
lógico desvelo por el cuidado de los hijos
pequeños se va convirtiendo en una
agobiante y cotidiana tendencia a la
intranquilidad, a estar continuamente
preocupados por los hijos. Y me
preguntan, ¿Dónde está el límite entre
proteger y sobreproteger a los hijos?
Los padres tenemos la obligación de
proteger, vigilar y supervisar a nuestros
hijos pero esto no significa que podamos
evitar que nuestros hijos vivan
situaciones de potencial peligro. Los
educamos para que ante las situaciones
de peligro sepan qué es lo que deben
de hacer.
1.- Proteger es construir un hogar en el
que nuestros hijos puedan crecer a
salvo y para ello se les enseña desde
pequeños a que sepan qué es peligroso
y cómo deben de actuar ante esas
situaciones de
peligro. Sobreproteger es intentar
eliminar todo lo que potencialmente sea
peligroso del contacto con nuestros
hijos. Esta conducta va acompañada de
la frase exclamativa “ ¡ten cuidado
con…! ” que además se repite
constantemente y con cara de pavor.
2.- Proteger es confiar y mostrar
confianza en que tus hijos van a ser
capaces de organizar su vida, de tomar
decisiones aunque se equivoquen
algunas veces, mientras
que sobreproteger es desconfiar y
por lo tanto tomar decisiones por los
hijos para evitar que se equivoquen.
3.- Proteger es estar presente en las
vidas de nuestros hijos dándoles
nuestro apoyo cuando tienen
adversidades y mostrarles nuestra
satisfacción con sus
éxitos. Sobreproteger es estar
omnipresentes en las vidas de
nuestros hijos, vivir la vida de nuestros
hijos como si fuera la nuestra.
4.- Proteger es enseñarle a que tiene
que responsabilizarse de sus
tareas (las de casa, las del
colegio) y sobreproteger es
responsabilizarte tú de las tareas que le
corresponde realizar a tu hijo.
5.-Proteger es acompañar, es enseñar
cómo hacer, es dar autonomía
progresivamente. Mientras
que sobreproteger es anular la
personalidad de los hijos para que los
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
24
padres se sientan, supuestamente,
tranquilos.
6.- Proteger es educar y
sobreproteger es asustar.
Educa para que tu hijo sea el
protagonista de su vida, aguántate tu
miedo, confía en los hijos, confía en ti y
asume que la vida de los seres humanos
es frágil, que el sufrimiento convive a
nuestro alrededor, que no existe la
seguridad absoluta.
Educar para vivir y educar para convivir
eso es proteger. No dejes que tus
miedos sean un lastre para el
crecimiento de tus hijos.
Te recuerdo que cuando tu hijo, tu
hija, tenga que afrontar situaciones
de peligro tú en ese momento preciso
no vas a estar allí, así que elige
¿proteger o sobreproteger?
Cómo castigar para educar (2-5-2017)
Que los hijos dan “guerra” es una
realidad que la mayoría de las madres y
padres viven mientras educan a sus
hijos.
Más de una vez en este blog hemos
hecho referencia a que este batallar con
los hijos genera “malestar”, un lógico,
normal y natural malestar que obedece,
no a una incompetencia de padres y
madres (que no son omnipotentes)
sino a que los hijos están en
construcción, son aprendices y por lo
tanto tienen muchas posibilidades de
equivocarse.
Y como tienen muchas posibilidades de
equivocarse esta es la razón por la que
los hijos tienen madres y/o padres, para
que los guíen con normas y límites.
¿Hay normas en tu casa?, ¿tienen
límites las conductas de tus hijos? Si
la respuesta es sí, te recuerdo que
entonces hay muchas posibilidades
de que se las salten o intenten
saltárselas.
Y ¿qué hacemos cuando se las saltan o
las incumplen? Pues elige: aplicas
consecuencias o clamas venganza.
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
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Castigar no es perder el control mientras
retiramos privilegios a diestro y a
siniestro, castigar es simplemente hacer
ver, y sentir, a nuestros hijos que sus
conductas tienen consecuencias.
1.- Las consecuencias son el
resultado lógico y esperado del
incumplimiento de una norma. Si tú
no haces X, entonces no podrás hacer
Y. Y tu aprendiz de modorro o modorra
te dirá “me da lo mismo”. La venganza
es la manera en la que les
trasmitimos, tú me fastidias y ahora
te fastidio yo a ti y si puedo el doble,
a lo que tu hijo también contesta con un
“me da igual”.
2.- Las consecuencias están
determinadas desde el mismo
momento en el que aparece la
norma. La venganza nos
asalta dependiendo de cómo nos
frustre la conducta de nuestro hijo.
3.- Las consecuencias no requieren
de alteración emocional por parte de
los padres y madres, simplemente
recordamos a nuestros hijos cual es la
consecuencia de sus conductas y las
aplicamos sin necesidad de muchos
discursos. Mientras que la venganza va
acompañada de la famosa ingurgitación
yugular, mensajes emocionales (bien de
ira incontenida, bien de peligrosa ironía,
bien de sentimientos lastimeros).
4.- Las consecuencias son
inalterables permanecen igual día tras
día. La venganza hace que cada vez te
vuelvas más maquiavélico pensando
dónde le puedes dar que le haga más
daño.
5.- Las consecuencias dan seguridad
a los que educan y a nuestros
hijospues pueden anticipar sin la menor
duda qué es lo que va a ocurrir;
mientras que la venganza te lleva a un
círculo vicioso de inseguridad en el
que cada vez te sientes más perdido,
más avinagrado, más enfadado, más
asustado.
Te recuerdo que tú, madre o padre, eres
el que está educando, así que cómo te
vas a enfadar por hacer lo que tienes
que hacer.
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Enseñar a obedecer aprendiendo a dar órdenes (14-1-2013)
Ayer estando esperando a que un
semáforo se pusiera en verde, me
abordó una señora y me dijo: “he visto
que estás escribiendo un blog en el Hoy
digital” yo asentí con la cabeza y sin
pausa me espetó: “pues a ver si
escribes algo para hacer que los
niños obedezcan de una puñetera
vez”. Y me lo lanzó a la cara así como
si yo fuera un San Judas Tadeo pero
por lo civil, mientras se saltaba el
semáforo en rojo.
Allí me quedé yo, esperando
obedientemente a que la lucecita
verde me dijera que podía
seguir, pensando en lo complicado
que es para algunos niños y
adolescentes ser
obedientes, pensando en lo
complicado que es para los padres
enseñar a ser obedientes. La
obediencia, al igual que otros muchos
aprendizajes necesarios para la vida,
requiere su tiempo.
Es una realidad que una de las
situaciones que más conflictos
genera en el ámbito familiar y que a
los padres nos causa más malestar,
ejerciendo la tarea de ser padres,
es la desobediencia de nuestros
hijos. Nos asusta que se ponga en tela
de juicio nuestra competencia como
padres, nuestra autoridad.
No existen las varitas mágicas en
educación, ni recetas infalibles (por eso
en mi blog el apartado recetas está
vacío). Todos los padres que estamos
preocupados por el tema de la
desobediencia de los hijos hemos leído
libros y artículos donde nos dicen qué
hacer para educar a niños obedientes.
Pero, al final, todos terminamos diciendo
eso de a la una, a las dos y a
laaaaaaaas tres.
Enseñar a obedecer y aprender a
obedecer no es tarea sencilla, tiene su
enjundia y no porque requiera de
complejos conocimientos ni de
complicadas técnicas. De hecho
algunos hijos lo aprenden rápidamente
pero otros no. Fijaos que la propia
definición de obedecer dice “cumplir
la voluntad de quién manda” por lo
tanto el hijo que obedece debe de
someter su voluntad ante sus padres
y este cumplimiento puede ser o
bien por convicción, porque
creemos que eso que se pide es
justo, razonable, beneficioso
socialmente, etc., o puede ser por
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
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temor, temor a un castigo, temor a
perder afectos, temor a ser excluido,
etc.
La obediencia está muy ligada
al concepto que los padres tenemos
de autoridad, pero no es verdad que la
autoridad de los padres se mida
únicamente por la rapidez con la que los
hijos obedecen. La autoridad de los
padres se mide fundamentalmente
por la firmeza de nuestras
convicciones a la hora de educar, por
la seguridad que nos da saber el
rumbo hacia dónde vamos. Para
saber ejercer la autoridad
eficazmente hay que saber mandar. Y
para saber mandar hay que saber
obedecer.
Enseñar a obedecer es complejo
porque nuestros hijos tienen su
personalidad, su forma de ser y
cuando uno está forjando su
personalidad tiene mucha curiosidad
por saber cuáles son sus límites y
una buena forma de establecerlos es
desafiando, echando pulsos, una
manera de decir aquí estoy yo.
Enseñar a obedecer es complejo porque
vivimos en una sociedad
hedonista, una sociedad que prima
“el estar bien” y creemos que estar
bien es no tener problemas. Nuestros
hijos son desobedientes porque han
aprendido, muchas veces con nuestra
colaboración, a no desarrollar la
capacidad para tolerar aquello que les
resulta incómodo de hacer. Pero para
eso estamos los padres para
educar. Y cuando se educa hay que
enseñar a obedecer, eso es
irrenunciable. Y hay que hacerlo
porque obedecer es un
comportamiento que nos enseña de
manera progresiva a escuchar a los
demás, a entender a los demás,
a tener en cuenta a los demás, a ser
menos egocéntricos, en fin,
obedecer es una conducta que nos
facilita la integración social.
Enseñando desde que son bien
pequeñitos a ser obedientes podrán,
conforme van creciendo, desarrollar
sus propias convicciones, sus
propias opiniones, asumiendo
valores que les guiarán su rumbo en
esta sociedad. Y no hay mejor
rebeldía que aquella que nace de la
defensa de esas convicciones,
creencias y valores.
Enseñar a obedecer no es enseñar a
que los niños respondan
rápidamente a aquello que les
solicitamos, enseñar a obedecer es
hacerles ver que el mundo en el que
vivimos está regulado por normas
y que el incumplimiento de esas
normas conlleva consecuencias.
Para poder obedecer hace falta por lo
tanto que haya normas establecidas,
claras, razonables y adecuadas a las
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
28
diferentes edades. Y también hace
falta que nuestros hijos sepan de
antemano cuales son las
consecuencias de cumplir las
normas o de incumplirlas. Y que
tenga la certeza de que siempre que
se incumplan las normas va a tener
que afrontar las consecuencias.
En estos tiempos de la rapidez, de la
inmediatez, en los que podemos llegar
en horas a cualquier parte del
mundo, compartir información nada
más generarse la noticia, hacer la
compra desde casa en un
instante, estamos contagiados por
las prisas cuando educamos por eso
es normal que queramos que
nuestros hijos obedezcan a la
primera.
Cada vez que les decimos a nuestros
hijos para que obedezcan eso de
“¡Niño! a la una; ¡niño! a las dos, ¡ea!
a laaaaaas tres”, les estamos
ofreciendo la oportunidad de obedecer
en tres segundos pero también la de
desobedecer desde el número tres
hasta el infinito. El calendario que se
utiliza para educar es de años de 365
días, días de 24 horas y horas de 60
minutos. Aprovechemos todo este
tiempo que tenemos para educar.
Ánimo y a seguir con la tarea,
y no lo olvidéis, para que los hijos
obedezcan hay que saber dar
órdenes y los padres que saben dar
órdenes son los que saben lo
complejo que es aprender a
obedecer.
Los hijos que se empeñaban en equivocarse (18-4-2016)
¿Cuántas veces has visto a tu hijo tomar
decisiones, pensadas o a la ligera, que
sabes que van encaminadas al más
estrepitoso de los fracasos? Qué difícil
es permanecer de espectador, qué
impotencia, qué desesperación, qué
desaliento, cuántas lágrimas cuando
sientes que ni por las malas ni por las
buenas son tenidas en cuenta tus
consideraciones.
Yo creo que educar a los hijos no es
un arte, ni una disciplina, ni un
trabajo.Los que educan no tienen
porqué ser artistas, ni expertos en
educación, ni trabajadores sometidos a
jornadas de 24 horas al día. Educar es
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un compromiso, el compromiso de dar
a los hijos las herramientas necesarias
para que se construyan como hombres
o mujeres.
No es que tenga una crisis de fe en la
tarea de educar, queridos lectores que
seguís mi blog, es que a veces hablo
con padres y madres que educan, que
guían, que instruyen entre normas,
limites, refuerzos, cariño, paciencia,
comprensión, amor, y sin embargo sus
hijos se empeñan en seguir su propio
mapa de ruta, un mapa que a menudo
no tiene ni norte, ni carreteras.
Que tu hijo se lance al mundo con una
mochila repleta de ingenuidad como
único equipaje, asusta. Que tu hijo
abjure de todas y cada una de tus
creencias, de tus consejos, de tus
ayudas, asusta. Que tu hijo corte todo
tipo de comunicación, que ignore los
lazos que unen a los padres con sus
hijos, que te dejen sin voz al otro lado de
la línea, asusta.
No, no hay educación que evite estas
situaciones. No hay padres, ni madres
capaces de abrir los ojos del futuro de
sus hijos cuando éstos no ven aquello
que no quieren ver.
Hay hijos que se empeñan en tomar sus
propias decisiones y muchas veces
aciertan, pero a veces se equivocan. Sí,
es verdad, es su vida. Pero es que las
vidas de los hijos, a veces, hacen
trizas las vidas de sus padres.
Esto es lo que podemos hacer los
padres y madres cuando nuestros
hijos se empeñan en tomar
decisiones equivocadas:
1.- Es primordial controlar el miedo,
porque el miedo sólo sirve para
ponernos en la peor de las situaciones
(drogas, alcohol, vida desordenada) y
así asustados vivimos prisioneros de
nuestro propio miedo.
2.- Controlar la rabia, porque la rabia
que da creer que los hijos “echan su vida
por la borda” te puede hacer actuar
cegado, irritado. Y eso no te ayuda a ti
ni a tus hijos. En estos casos los hijos
necesitan ver a padres seguros,
firmes y confiados.
3.- Habla. No te quedes callado, no
ruegues, simplemente di lo que tú
crees, lo que tú piensas, lo que tú
sientes. Dile que lo que tú quieres es
que encuentre su camino, que él sea el
protagonista de su vida. Que la elección
del tipo de vida que quiera tener es
suya. Pero que para tomar ese tipo de
decisión no es el mejor momento
cuando uno se encuentra perdido.
4.- Y por último y sobretodo, deja la
puerta de casa abierta, la luz
encendida, su plato favorito en la
nevera y confía en tu hijo siempre.
Mientras confiamos hay que seguir
viviendo. Esto es lo más difícil, vivir
con agujeros.
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
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Para educar hay que confiar (17-2-2014)
“El problema que tengo es que no puedo
confiar en mi hijo. He perdido la
confianza en él y mira que le he dado
oportunidades, pero nada, una vez tras
otra vuelve a fallar, a cometer los
mismos errores. Y yo ya no se qué hacer
porque lo de este chico no es normal, no
tiene solución. Discuto con mi mujer
porque ella enseguida se hace ilusiones
de que cambia para bien, y no se da
cuenta de que lo que hace es
engañarnos y engañarse. Estoy
desesperado.” Esto es parte del correo
que me envió José Luis, pero estoy
seguro que esto mismo lo pueden estar
pensando en este momento algunos de
mis lectores.
Si existe una herramienta necesaria
para ejercer la tarea de educar esta es
la confianza. Una herramienta tan
necesaria como “delicada”, porque la
confianza es fácil de perder y, una vez
que se pierde, cuesta trabajo volver a
encontrarla.
Para poder dar confianza a los hijos
hay que tener confianza en los hijos.
Tener y dar la esperanza de que
puedan conseguir lo que desean y para
ello hay que creer que los hijos han
desarrollado o pueden desarrollar las
competencias necesarias. Confiar
como herramienta educativa consiste en
creer que nuestros hijos podrán
gestionar su vida porque han aprendido
todo lo que les hemos enseñado para
ello.
¿Cómo confiar en los hijos?
Con los ojos abiertos. Los padres
debemos de confiar pero no deberíamos
“chuparnos el dedo”. No se trata de
decir: “¿Mi hijo?, Mi hijo eso no lo hace”.
Confiar no es esperar que nuestro hijo
siempre se va a comportar como
nosotros creemos que debe de
comportarse.
Confiar a no es un acto de fe ciega en
los demás, sino la simple constatación
de que tenemos seguridad en nuestra
manera de actuar/educar. Y muchos
padres se preguntarán, pero ¿cómo voy
a confiar en este insensato de hijo que
tengo? Y yo te contesto con un ejemplo:
si tu hijo perdiera sangre, le pondrías
una transfusión. No dirías pero ¡para
qué le voy a poner sangre a este
insensato si la va a volver a
perder! Pues la confianza es como la
sangre, necesaria para poder vivir.
Mientras educamos siempre es
posible que nuestros hijos se
equivoquen. La confianza reside en
que cuando nuestros hijos se
equivocan, aparte de aplicarles las
consecuencias, les animamos a que se
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
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pregunten qué podrían haber hecho
para evitar esa caída, y les hacemos ver
que confiamos en que ellos sabrán
buscar la respuesta apropiada la
próxima vez. Y la siguiente. Y otra más.
Y más. Los padres no nos podemos
permitir el lujo de tirar la toalla.
Transmitiendo esperanza. Esperanza
en que las dificultades que nuestros
hijos puedan experimentar en su
desarrollo no tienen su origen en que
ellos no saben o en que son
incompetentes, sino en que equivocaron
la elección. Esperanza significa que, al
caerse, no se van a quedar en el suelo,
sino que caerse es una importante
razón para volver a levantarse.
Los padres que confían en lo que
hacen trasmiten confianza. Muchos
padres que educan a sus hijos
estupendamente no tienen la confianza
suficiente en lo que están haciendo, y
por eso entran en un estado de
desánimo. Son ustedes unos padres
competentes, se lo digo yo que de esto
entiendo algo, y sí, claro que hay padres
con “el papo mu gordo”, pero la
mayoría de los padres están por la tarea
de educar, y por eso leen este blog.
Los padres competentes también tienen
hijos que, a veces, o por temporadas, se
comportan como unos verdaderos
“modorros”. Y cuando nuestros hijos
modorrean es cuando más necesitan
que los padres no perdamos la
confianza (Robert Louis Stevenson
pone en boca del Dr. Henry Jekyll la
frase “Quiéreme cuando menos lo
merezca, porque será cuando más lo
necesite”), así que confía en ti, en tu
pareja, en tu familia, en tus amigos, en
los maestros y sobre todo en tus hijos.
¿Por qué es necesario confiar?
Hodding Carter, periodista y padre
escribió: “Sólo dos legados
duraderos podemos dejar a nuestros
hijos: uno, raíces; otro, alas”.
Las raíces profundas son todas y cada
una de las cosas que enseñamos a
nuestros hijos mientras les educamos,
y las alas son la confianza en que
nuestros hijos, que conocen esas
enseñanzas, harán uso de ellas.
La confianza en los hijos es una
ayuda fundamental para el desarrollo
de su autoestima. Qué tipo de
autoestima podrá configurar un niño o
un adolescente que sólo recibe
información negativa sobre lo que él
es (y no sobre lo que él hace). Confiar
da alas. Pero recuerda que, al comenzar
a volar, es fácil cometer errores.
Ah! y que no se te olvide, creer y
confiar en los hijos no está reñido
con el control y la
supervisión porque para aprender a
volar hace falta una mano suave
y firme por si llegan las turbulencias.
¡Orgullo y confianza!
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
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¡Papá, Mamá, moved el culo! (3-1-2016)
Al mismo tiempo que la criatura, de seis
o siete años, tiraba con todas sus
fuerzas de la rama de una de
las Glicinias que adornan el parque,
miraba de reojo a sus padres tanteando
cual era su reacción. Su padre le miró
firmemente y, justo en ese instante que
dura una mirada, la criatura cesó su
intento de arrancar la rama de cuajo,
pero en cuanto el papá hizo un gesto
de “nene malo” meneando la cabeza
como si en vez de cuello tuviera un
muelle, el niño retomó su tarea de
despojar al tronco de su rama. Cinco
minutos después su madre le gritó,
desde su silla, “nene, deja eso” pero la
criatura estaba ya casi a punto de
mostrar al resto de niños que jugaban a
su alrededor que era más fuerte que el
increíble Hulk. “Ve a por el niño que va
a romper la planta” le dijo el padre con
cierta desgana a su cari. La madre se
levantó de su silla un tanto fastidiada
con el cari y con el niño. Para cuando
llegó la rama se había convertido en una
espada laser de caballero Jedi. Su
madre ante tal situación le espetó al
niño: “¡Qué burro eres hijo, te vas a
sacar un ojo” y se lo llevó hacia la mesa
donde estaban los padres mientras
arrojaba la rama hacia el arbusto. A lo
mejor cree que así “agarra“.
Educar es una tarea muy “pesada”, a
veces, ya lo hemos repetido en muchas
ocasiones en este blog porque cuando
educamos incomodamos a nuestros
hijos y nos tenemos que incomodar
nosotros también. Sí, educar conlleva
dedicar tu tiempo, casi todo tu tiempo a
enseñar, a guiar, a tus hijos.
Los hijos, mientras los estamos
educando, se están construyendo
como personas y no saben nada,
nada de nada, todo hay que enseñarlo.
Y para enseñar hay que mover el culo.
Moved el culo padres y madres
porque a los niños no podemos
educarlos via wifi, ni con mando a
distancia conectado a sus padres, así
que no queda más remedio que
levantarse e ir donde están ellos para
enseñar qué es lo que deben y qué no
deben hacer.
Mueve el culo papá, para que tu hijo vea
que te tomas en serio lo que le estás
enseñando.
Mueve el culo mamá, y enseña en
directo lo que hay que hacer en el
parque, en un restaurante, en el cine,
etc. y así evitaremos que tu hijo, además
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
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de dar la lata, diga eso de “es que yo
creía que…”
Mueve el culo porque ser tolerantes
significa que tienes que enseñar a tus
hijos lo que es intolerable.
Moved el culo bien rápido papás y
mamás cuando vuestros hijos empiecen
a repartir leña a diestro y siniestro, o a
molestar, porque cuando los niños no
tienen aún autocontrol, tienen un
padre o una madre que los deben
controlar.
Moved el culo en vez de decir “te lo
dije”. Educando no seas profeta, se
maestro que enseña qué, cómo,
cuándo, dónde.
Mover el culo, además de adelgazar,
nos hace protagonistas de la
educación de los hijos.
Cuando veas a un padre o a una madre
que mueve su culo no te fijes en lo que
hacen sus criaturas y pon en valor el
esfuerzo de unos padres que están
educando , eso hará sentir bien a los
padres que educan y te lo agradecerán.
Así que no lo olvides, educar es una
actividad, una acción. El
sedentarismo no ayuda, dar voces
tampoco. Mueve el culo y educa.
Y cuando la criatura se acueste.
Siéntate y descansa porque mañana
vas a tener que volver a mover ese
culito.
Frases que ayudan a educar: “Esto es lo que hay” (18-9-2016)
¿Alguna vez estás temerosa o temeroso
por la reacción que pueda mostrar tu hijo
cuando le vas a pedir, decir, preguntar
algo?, ¿Llevas en tu bolso
alguna chuminada que usas como
un “kit antipollo” por si tu criatura te
monta un número por la calle?, ¿Eres de
lo que creen que la tarea de ser padres
consiste en hacer felices a los hijos? Si
has respondido que sí a alguna de estas
preguntas, sin duda, necesitas utilizar
en tu repertorio educativo la frase: “esto
es lo que hay”.
¿En qué consiste? Pues sencillamente
en presentarles a los hijos algunas
situaciones de la vida cotidiana como
actividades que no se pueden cambiar,
aunque estas situaciones les generen
malestar o disgusto. Por ejemplo, para
merendar toca fruta y tu criatura
comienza a descontrolarse gritando que
no quiere eso, entonces tú, con toda
tranquilidad, le dices: “Esto es lo que
hay”. Que quieren ver la tele y no es el
horario que les tienes marcado para
poder hacerlo, desconectas la tele y les
dices: “esto es lo que hay”.
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
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Se trata de enseñar a los hijos que en
nuestra vida no siempre vamos a hacer
lo que nos apetece, que no siempre es
posible elegir y que hay situaciones que
o las aceptas o las rechazas pero no hay
posibilidad de cambiarlas por otras.
Vamos, en pocas palabras, enseñar a
los hijos a afrontar que en la vida
cotidiana hay malestar con el que hay
que convivir.
¿Cómo actuar? Con tranquilidad,
seguridad y firmeza. (Ya sabes,
controlando la ingurgitación yugular)
Pero te recuerdo que tu criatura ya tiene
hecho un máster sobre cómo salirse con
la suya y por lo tanto va a poner a
prueba tu capacidad de mantener la
tranquilidad, la seguridad y la firmeza.
Recuerda que cuando le pones límites a
tu hijo es normal que se enfade, tenga
un berrinche, de un portazo, pero tú
estás educando, que además es lo que
tienes que hacer, así que no te enfades
por hacer lo que tienes que hacer.
Tranquilidad porque “esto es lo que
hay”.
¿Para qué? Para que tu criatura no se
vuelva un déspota; para que aprenda a
tolerar la frustración por no poder
alcanzar lo que desea; para que
aprenda a auto regular su conducta;
para que aprenda a entender las
necesidades de los otros; para que no
sea un indolente caprichoso/a que no
tuvo la suerte de tener unos padres que
mostraron su cariño poniendo límites en
vez de mirar hacia otro lado para que su
criatura no sufriera, con argumentos del
tipo “es tan pequeño aún”, “qué más da,
ya tendrá tiempo de aprenderlo”, “por no
escucharte, que eres muy cansino”,
etc. Los padres que aman a sus hijos
no les evitan las lágrimas sino que les
proveen de pañuelo mientras les
muestran apoyo y comprensión ante
esas lágrimas. Esto es lo que hay.
Esto es lo que hay, no te engañes no
es fácil ni sencillo pero los hijos crecen
y por desgracia nos encontramos con
adolescentes, y algo más que
adolescentes, desnortados porque, por
temor o comodidad, nadie les señaló
nunca que “esto es lo que hay”. Y no son
mejores padres los que esconden el
sufrimiento y malestar a sus hijos sino
aquellos que los preparan para
afrontarlo.
Queridos padres y madres, nuestros
hijos viven en este mundo, un mundo de
sombras y luces, las luces son muy
bonitas y a los hijos les encanta que sus
padres los iluminen pero tus hijos
también necesitan aprender a tolerar las
sombras y esto, esto es lo que hay.
Apúntate al movimiento
educativo #EstoEsLoQueHay Te dejo
aquí un enlace a otro artículo que escribí
con otra frase que ayuda a educar:
“Porque soy tu madre, porque soy tu
padre”
Escuela de Padres – Carlos Pajuelo
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¿Padres pesados? No, padres sistemáticos (27-11-2016)
A menudo nuestros hijos, mientras los estamos educando, nos sueltan frases del tipo: ¡sois unos pesados!, todo el día repitiendo lo mismo, que si estudia, que si recoge, que si dónde estás, ¿me queréis dejar en paz?, ¡me estáis amargando la vida!. A menudo los padres, mientras educamos, les decimos, una y otra vez, frases del tipo: ¡pero cuántas veces te tengo que repetir lo mismo!, ¡es que como yo no esté encima!, ¡ estoy harto de repetirte todos los días lo mismo!. Ya ves, un drama doméstico en dos actos, que tiene toda la pinta de terminar en portazo, alguna voz más alta que otra, miradas asesinas, llantos y sensación de hartura.
Lo peor de todo esto es que muchos padres y madres tienen la sensación de que son unos pesados con sus hijos y que, además, su pesadez no sirve para lograr que modifiquen sus hábitos y sí para sentirse unos padres incompetentes. Para educar hay que repetir muchas veces las lecciones que queremos enseñar, por eso nuestros hijos nos llaman pesados.
¿Tú crees que eres un padre o una madre pesada?. Puede que creas que eres una madre pesada o un pesado padre pero los padres no tienen que sentir que son unos pesados lo que tienen es que sentir que educan de manera sistemática. ¿Cómo diferenciar ser pesado de ser sistemático? 1.- Los padres pesados repiten las instrucciones con desesperación y enfado. Los padres sistemáticos repiten las instrucciones con seguridad y firmeza. 2.- Los padres pesados hablan constantemente. Los padres sistemáticos actúan constantemente. 3.- Los padres pesados recuerdan a sus hijos las cosas que hacen mal. Los padres sistemáticos recuerdan constantemente cómo se hacen las cosas bien. 4.- Los padres pesados dan respuesta a todas las demandas de sus hijos y, además, les llaman pesados. Los padres sistemáticos animan a sus hijos a que busquen las respuestas. 5.- Los padres pesados tiene la necesidad de saber constantemente, qué están haciendo y dónde están sus hijos y para ello entran es sus cuartos, o los llaman al móvil, cada dos por tres; los padres sistemáticos se informan previamente de dónde están sus hijos y de qué van a hacer y saben cómo supervisar. 6.- Los padres pesados no confían en sus hijos, los ven siempre más ingenuos, más incapaces, menos preparados y se sienten en la obligación de protegerlos; los padres sistemáticos ponen normas y límites y dejan claras
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cuales son las consecuencias de saltarse dichas normas. 7.- Los padres pesados, tienen mucho miedo y lo trasmiten a sus hijos; los padres sistemáticos también tienen miedo, pero no dejan que sea el temor el que eduque. 8.- Los padres pesados se consideran los mejores padres; los padres sistemáticos saben que todos los días se aprenden lecciones nuevas y, a veces, de los propios hijos. 9.- Los padres pesados nunca están lo suficientemente satisfechos con lo que hacen sus hijos; los padres sistemáticos procuran estar satisfechos con ellos mismos para que sus hijos lo vean y lo escuchen. 10.- Los padres pesados son compañeros pesados, cuñados
pesados, amigos pesados, son unos pesados allá donde vayan y los padres sistemáticos educan a los que tienen en casa y cuidan a sus amigos, a su familia, a sus compañeros. Efectivamente, hay que repetir a los hijos muchas veces las cosas, hay que recordar y volver a recordar lo que es tolerable y lo que no lo es. ¡Claro quehay que educar a todas horas!, y te recuerdo que ya seas pesado o sistemático, tus hijos siempre van a llamarte pesado. Pero tú a lo tuyo, a educar. Así que ya sabes, la próxima vez que tu hijo te llame pesado o pesada contéstale:
¿Pesada yo?, No hijo, llámame
sistemática.
Carlos Pajuelo - @carlospajuelo
http://blogs.hoy.es/escuela-de-padres/
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