racional mo - giovanni paccosi · galileo galilei (1564-1642) la intención del espíritu santo...
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Racional!mo
Se trata del tercer quicio (eje) que queda como uno de los fundamentos de la mentalidad moderna, que
constituyen los motivos de la dificultad para entender la propuesta cristiana.
La atención puesta en la naturaleza como fuente de las capacidades humanas, lleva a los hombres del
renacimiento a investigar en la naturaleza misma y al descubrimiento de la correspondencia entre las
leyes de la naturaleza y la matemática, que es una creación de la razón humana.
Pareció entonces que el pensamiento del hombre fuese capaz de abarcar toda la realidad Y que no
pudiera existir algo que la razón en el presente, caso presente todavía nos entienda, en el futuro no pueda
comprender totalmente
El hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci (1452-1519)
Galileo Galilei (1564-1642)
La intención del Espíritu Santo consiste en enseñarnos cómo se va al
cielo, y no cómo va el cielo. Dios nos ha dado sentidos, razonamiento e
intelecto: por medio de ellos podemos llegar a las conclusiones naturales obtenibles a través de las sensatas experiencias o de
las demostraciones necesarias.
El mapa y el paisaje Cfr. ROBERTA LANFREDINI, Potenza e limiti della razionalità umana, in: ELIA CARRAI, BENEDETTA MAGLIULO, GINEVRA VEZZOSI (a cura di), Ragione. Potestà di un regno finito o energia di ricerca continua?, Clinamen,
Firenze 2009, pp. 37-‐50
«Yo no soy un «ser viviente», ni siquiera un «hombre» o «una conciencia», con todos los caracteres que la zoología, la anatomía social o la psicología inductiva reconocen a estos productos de la naturaleza o de la historia: yo soy la fuente absoluta, mi existencia no procede de mis antecedentes, de mi entorno físico y social, es ella la que va hacia éstos y los sostiene, pues soy yo quien hace ser para mí (y por lo tanto ser en el único sentido que la palabra pueda tener para mí) esta tradición que decido reanudar o este horizonte cuya distancia de mí se hundiría (...) si yo no estuviera ahí para recorrerla con la mirada. Los planteamientos científicos por los cuales yo soy un momento del mundo, siempre son ingenuos e hipócritas, porque olvidan, sin mencionarlo, el otro planteamiento – el de la conciencia – para el cual originariamente el mundo se dispone a mi alrededor y empieza a existir para mí. Volver a las mismas cosas significa volver a este mundo anterior al conocimiento en el cual el conocimiento siempre habla, y con respecto al cual toda determinación científica siempre es abstracta, enseñadora y dependiente, como la geografía en relación al paisaje en el cual hemos aprendido que es un bosque, una pradera o un río». MAURICE MERLEAU-‐PONTY (1908-‐1961), Fenomenología de la percepción, 1945
Sigamos la analogía propuesta por Merleau-‐Ponty. Intentemos mirar de cerca la diferencia que hay entre un mapa geográfico y un paisaje. Pensemos en un bosque y en la experiencia que podemos hacer de el.
Experiencia sensorial, en primer lugar. También visual. También táctil (la suavidad del pasto, la dureza de la piedra resbaladiza, la asperidad de las rocas, las esponjosidad de los líquenes en los troncos de los arboles), olfativa (el perfume áspero del laurel, el olor a musgo), auditiva (el canto de los pájaros, el crujido de las serpientes). Más aún: experiencia de movimiento, corpórea. Experiencia no del cuerpo físico, geométrico, abstracto, sino del cuerpo vivo, el Leib (vida), que es por un lado cuerpo que se mueve, o sea cuerpo kinésico, y por otro cuerpo que siente o sea cuerpo sentiente.
En fin: experiencia estética y, podríamos decir más en general, experiencia de valores. Husserl llega a hablar de experiencia de lo que sentimos hermoso y de lo que sentimos bueno. También el sentido de los valores forma parte de nuestra experiencia. Se trata de una morfología que no tiene casi nada que ver con el mapa geográfico de ese objeto y experiencia. El mapa representa sólo una abstracción espacial, una visión filtrada, residual. La abstracción espacial obrada por el mapa filtra la dimensión cuantitativa del paisaje y considera como escoria todo lo que es cualitativo, entendido como lo que es objeto directo del sentir.
Las motivaciones de esta exclusión son muchas y bien explicadas, por ejemplo, en la separación entre propiedades primarias y propiedades secundarias que atraviesa toda la filosofía moderna. Paradójicamente la eficacia del mapa consiste exactamente en esta exclusión, porque así nos permite orientarnos en el mundo. El mapa nos permite saber en dónde estamos; no brinda esa orientación en el espacio que probablemente perderíamos si sólo estuviésemos sumergidos en la experiencia del bosque. Personalmente detesto los mapas, pero es innegable que se trate de útiles instrumentos para orientarse.
De manera análoga al mapa, la racionalidad angosta, residual, mecánica adquiere su potencia, eficacia, capacidad justamente por su exclusión de lo cualitativo y de todas las cuestiones relativas al sentido que se pueden asociar con el conocimiento. De hecho, esa exclusión vuelve la ciencia capaz de prever eventos, de incidir en el mundo, de adelantar, de hacerse aplicativa.
La ciencia positiva es por su misma esencia cuantitativa, mensurable, despoja al fenómeno de todas las características cualitativas, los QUALIA, o los PLENA, como dice Husserl.
Husserl observa que solo la extensión (o sea el espacio) prevé la posibilidad de un límite ideal (el triángulo ideal, el circulo ideal) No así por los plena: no se puede hablar de un rojo ideal, ni de un sonido ideal, menos aún de una propiedad olfativa ideal. Por ese motivo solo la extensión resulta medible, cuantificable, y capaz de brindar una base para prever. Volver el mundo de la experiencia mera extensión expresa un modelo de racionalidad extremadamente poderoso y los riesgos vinculados con este acto realizado por la racionalidad están a la vista de todos.
«La geometría más perfecta y el más perfecto dominio práctico no pueden ayudar al científico que quiera describir la naturaleza, para expresar (con conceptos geométricos exactos) aquello que él expresa de manera sencilla, comprensible y totalmente apropiada con las palabras: abrupto, dentellado, lenticular, umbeliforme, etc. – importantes conceptos, que son, no por casualidad, sino esencialmente inexactos, y entonces no matemáticos. Los conceptos geométricos son conceptos “ideales”. Expresan algo que no se puede “ver”; su origen y su contenido son sustancialmente diferentes de los conceptos descriptivos que no expresan ninguna esencia “ideal”» E. HUSSERL, Ideas para una fenomenología pura y para una filosofía fenomenológica, Einaudi, Torino 2002, pp. 176-‐177 (trad. nuestra).
Los plena viven por su misma naturaleza en la dimensión del aproximado, de la inexactitud, y de la singularidad. Ellos no son, en otras palabras, aproximaciones hacia algún ideal, no son entidades perfecta y unívocamente deducibles.
La imposibilidad de matematizar directamente los plena era conocida también por Galileo, que no por casualidad expulsaba las cualidades secundarias del marco ontológico del mundo. Sólo las cualidades primarias (movimiento, extensión) se pueden matematizar. Para poder realizar una matematización de los datos sensibles, hace falta, parece, vaciar la ontología material de cualquier contenido, para obtener
entidades provistas de esta exactitud y unívoca determinabilidad de la cual los datos originarios eran carentes. La expresión de esta unívoca determinabilidad es la medición.
Mediante la medición la física matemática registra y selecciona los aspectos de los objetos intuitivos que interesan a la matemática en cuanto matemática de las formas (que son inherentes esencialmente a la noción de cosa, pero que constituye sólo un aspecto de ella), en el intento de llegar a un conocimiento objetivo de la entidad concreta en su globalidad.
Exactamente en esta operación – la matematización indirecta de los plena – consiste “la sorprendente hipótesis galileana”. La cosa física, compuesta de extensión y plena, viene “desagregada”. El paso sucesivo consiste en considerar todo cambio como dotado de una contrafigura en la esfera de las formas, contrafigura que al final parece tener un nexo causal necesario con la primera.
El acto que da fuerza a este tipo de racionalidad es el limitarse a la pura extensión, salvar el único elemento que resulta a todos los efectos susceptible de medición, porque provisto de idealidad y exactitud. El residuo de la operación de filtrar es el inexacto, el fluctuante. Que es como decir, mirando desde la perspectiva de la experiencia originaria, que la racionalidad positivista y objetivista, pone una “capa de ideas” exactas, matemáticas, ideales, medibles, espaciales, al mundo de la vida, a la racionalidad originaria, plena, vital, la racionalidad que se interroga sobre las cuestiones del sentido, la racionalidad que tiene algo que decir a la humanidad. La técnica es esta capa de ideas depositado sobre el cuerpo de la experiencia.
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