seman, pablo. la religiosidad popular
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P A B L O S E M N
L A R E L I G I O S I D A D
P O P U L A RC R E E N C I A S Y V I D A C O T I D I A N A
C L A V E S P A R A T O D O SC O L E C C I N D I R IG I D A P OR J O S N U N
J I CAPITAL INTELECTUAL
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Director general
Director de la coleccin
Editor jefe
EdicinCoordinacin
CorreccinDireccin de arte
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Derechos exclusivos de la edicin en castellano reservados para todo el mund o: 20 04, Pablo Se mn 2 004, Capital Intel ectual
Francisco Acua de Figueroa 459 (1180) Buenos Aires, ArgentinaE-mail: clavesparatodos@capin.com.ar Telfono: (+54 11) 4866-1881
1 Edicin: 8.500 ejemplaresImpreso en Sociedad Impresora Americana S. A., Lavardn 157, Cap. Fed., endiciembre de 2004. Distribuye en Cap. Fed. y GBA: Vaccaro, Snchez y Ca. S.A.Distribuye en interior y exterior: D.I.S.A. Queda hecho el depsito que prevla ley 11.723. Impreso en Argentina. Todos los derechos reservados. Ningunaparte de esta publicacin puede ser reproducida sin permiso escrito del editor.
m CAPITAL INTELECTUALPRODUCE:TXT, Revista Textual Le Monde diplomatique, Edicin Cono Sur MLQTD, Miralo que te digo Fem, femenina y singular Mira Quin Vino, Vinos y Gastronomi
306 Semn, PabloCDD La religiosidad popular - 1a ed - Buenos Aires
Capital Intelectual, 200496 p.; 22x14 cm. - (Claves para todos: 20)ISBN 987-1181-13-21. Cultura I. Ttulo
NDI CE
introduccin
Primera parteInstituciones de la fe 19
1. Escenario barria l 19
2. La perspectiva religiosa: una forma de ver el mund o 263. El homb re segn los curanderos 32
Segunda parte "
El pentecostalismo hoy1 i 39La experiencia del bautismo
" 44Tercera parte
El desarrollo del catolicis mo en el barrio
Cuarta parte
Dioses en la calle 59
1. Las conversiones 59
2. Artes de pastora 63
3. Los dones personales 67
4. El pentecostalismo y el sentido com n del barrio 705. El catolicismo visto de cerca 73
Quinta parte ' 'Conclusiones
_ _ _ _ _ 87El autor
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mailto:clavesparatodos@capin.com.armailto:clavesparatodos@capin.com.ar -
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I N T R O D U C C I N
El notable crecimiento de las religiones evanglicas, la fuerza que
cobran dentro del catolicismo las opciones que promueven curas
y soluciones a los problema s cotidianos de los fieles -ent re otros
fenmenos similares y verificables- han estimulado la curiosidad
del pblico , del per iodism o y de las ciencias sociales por el tema
de la religiosidad popular.
Este libro nace justamente de un trabajo de invest igacin queintenta responder a preguntas que se originan en esa inquietud.
Los interrogantes se acumula n crecientemente en este terreno.
Por qu y cmo se propagan los grupos evangl icos en Ar-
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(gentina? Qu ocurre entre los catlicos frente a esa expansin?
Por qu aum enta el p redicam ento de los curas sanadores, de
os santos populares y de todo tipo de rituales alternativos a la
'turgia tradicional?
Mientras investigaba estos temas fui aprendiendo que esta
densidad de la actividad religiosa no debe necesariamente ser
jo ns id er ad a un fe n me no ex tr ao rd in ar io . De hecho, as c om o h ay
condiciones culturales para el desarrol lo de determina dos fen
menos religiosos, tambin hay condiciones que hacen surgir, en
ciertos grupos sociales, el repudio, el asombro y las dudas ante
los fenmeno s rel igiosos que describiremos.
No es casual que al finalizar esta investigacin hayan apare
cido ante m renovadas dudas relacionadas con el mismo tem a.
Cmo explicarle a la gente que la experiencia religiosa popular,
y su aparente intensificacin contempornea, no tiene nada de
asombroso? Cmo demostrar que esas prcticas tienen bases
muy sl idas y de larga data en la vida cotidiana de amplios
grupos sociales?Finalmente decid que la mejor forma de realizar este trabajo
sera describir las diversas escenas y situaciones en las que se de
sarrollan las creencias populares. De ese modo aportara elementos
bsicos com o para com prend er el lugar de la experiencia religiosa
entre los pueblos y para elaborar crt icamente el asombro que
suelen generar en ciertos sectores de la opinin pblica esas expe
riencias. En esta descripcin, y en una consecuente convocatoria a
la reflexin crtica, consiste el presente trabajo.
Tomando los datos de una investigacin realizada en el Gran
Buenos Aires durante la segunda mitad de la dcada del '90, in
tentar describir cmo se desarrol lan las diversas al ternativas
religiosas. A partir de ah propongo una interpretacin que subraya
algunos aspectos fundame ntales, no siempre considerados a la
hora de examinar estos asuntos.
PABLO SEMN
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Cules son los trazos que me dispongo a remarcar? Me re
fiero, en p rime r lugar, a la extensa y pocas veces observ ada pre
sencia de una ideologa que afirma a priori la conexin entre lo
sagrado y lo mundano, indago, asimismo, en la formacin de
identidades que se definen ms all de las aspiraciones de con
trol y de las ideologas adoptadas por las diversas iglesias.Por qu suelen ignorarse rasgos tan evidentes? Supongo que
tal ignorancia se debe a que, en general, se desconoce el peso
de los prejuicios qu e a veces se establecen entre las ciencias so
ciales y la experiencia popular contempornea.
Para comprender esta interpretacin comencemos por ex
plorar algunas cuestiones bsicas. Un primer acercamiento a laexper ienc ia rel ig iosa de los sectores populares en el Gran
Buenos Aires puede surgir a partir de una encuesta realizada enuna localidad del Conurbano Bonaerense, hacia fines de la dcada del '90. En ella se observa que, en el total de la muestra,
los catlicos representaban el 77 por ciento, los evanglicos el10 por ciento y no practicaban rel igin alguna el 10 por ciento
de los encuestados .
Lo curioso es que cuando se considera especficamente a lossectores de bajos ingresos las cifras se modifican notablemente.El nmero de catlicos disminua al 69 por ciento, aumentaba elde evanglicos al 22 por ciento y los que no practicaban religiones constituan apenas el 6 por ciento. (Recordemos q ue entre lossectores de altos ingresos este ltimo porcentaje alcanzaba el 15por ciento.)
Hagamos un breve anlisis inicial que nos permita plantear
ms precisa y justi f icadame nte el conjunto de fe nme nos a los
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que nos refer i remos en las pginas s iguientes. En compara
cin con otros grupos sociales, la diferencia de los sectores po
pulares en cuanto a la distribucin y la experiencia religiosa no slo
radica en lo que mucho s podran haber intuido: la considerable
presencia de la religin evanglica en el mundo popular.
El tema se vincula tambin con la escasa o nula indiferencia
religiosa, un verdadero prejuicio a favor de lo religioso, un fenmen o que habla de una situacin general previa a la fuerte presen
cia evanglica en esos mbitos. Pero adems es preciso subrayar
que en relacin a datos como los citados, la curiosidad pblica y
cientfica ha sido sesgada.
LOS FENMENOS REUGIOSOS Y LOS PREJUICIOS ANTIRRELIGIOSOS
Con el paso del tie mpo se acentu la necesidad de explicar el cre
cimie nto de las iglesias evanglicas. Se apel para ello a factores
tales como una conspiraci n imperial , o bien se la vio como un
reflejo automtico del crecimiento de la pobreza, ignorndose, de
ese modo, cunto influye la cultura preexistente en la expansin
de las distintas variantes religiosas.
Se tom como cierto as, y de manera implcita, un falso co
nocimiento de las cosas. Es como si se diera por indiscutible el he
cho de que no hay nada que explicar en cuanto a la pertenencia
catlica de la ma yora de la gen te y sobre cules son las experien
cias reales de los fieles. Nuestras conside raciones, entonces, creo
que ayudarn a plantear los trminos del problema de la religio
sidad pop ular. Porque , conviene aclarar de entrada, no se trata de
una cuestin que se pueda abordar estudiando, de manera exclu-
yente, una u otra religin en particular.
Resul ta impresc indible, por el contrar io, tener en cuenta
que ese prejuicio a favor de lo religioso que referimos arriba hace
que en los sectores populares casi no haya indiferencia frente a
las ms diversas posibilidades de lo sagrado.
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PABLO SEMN
La exposicin que sigue avanza por este camino y apunta ados conclusiones que considero bsicas en este anlisis. La pri
mera de ellas es que la religiosidad de los sectores populares seejerce en un campo plural de instituciones que va ms all de las
iglesias catlica y evanglica. Este ejercicio implica lo que denomino una visin cosmolgica del mundo, una nocin generalmente
ignorada en funcin de los supuestos culturales que fundamentanlos anlisis tradicionales.
A esa visin cosmolgica se deben tanto la aparicin de prcticas catlicas insospechadas, o supuestamen te en retirada, co mo
el crecimiento de los grupos evanglicos. As, esta primera conclusin tendr un aspecto complementario que subraya, a pesarde la presencia de grandes iglesias que representan tradiciones
de amplia di fusin mundial y larga duracin histrica, cuntodeben las experiencias religiosas populares a la produccin y al
poder de los age ntes locales.
La segunda conclusin import ante es que resulta necesario
desarrollar una sensibilidad diferente al afrontar el fenmeno dela rel igiosidad popular. Comprender esta necesidad y aceptar
la forma en que pretendo llegar a ella exigen considerar el esti
lo de exposicin y el mto do de investigacin que ado pt.
Me propongo algo aparentemente simple, pero lleno de consecuencias: contar historias y situaciones que pude registrar enuna zona puntual del Gran Buenos Aires. Primero me referira las instituciones religiosas de ese lugar y a su historia. Luego describir las experiencias de las personas que abord paraque se entienda mejor cmo se elabora una preferencia religiosa y, tambin, para establecer qu es lo que podemos concluir
de las formas de religiosidad imperantes en calles y barrios denuestro pas.
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La religin es una cuestin de prcticas en las cuales las ideas se
revelan. Quiero decir: no me limito en este libro a registrar meros
enunciado s verbales sino, fundame ntalm ente, a anal izar creen
cias reales.
Slo siguiendo de cerca las prcticas motivadas por la fe
puede entenderse a fon do qu significa la adhesin a un credo
religioso. Este proceso requiere tiempo, paciencia y cierta capacidad de acompaar la vida de los creyentes en tiempo real. En
este sentido es preciso que el lector sepa que las historias que
expongo no son reconstrucciones o memorias, a la manera de
los testimonios recogidos por la historial oral, sino el resultado
del seguimiento de las experiencias concretas de algunos suje
tos (aunque, obviamente los nombres y lugares reales han sido
convenientemente sustituidos para protejer el anonimato de cada
uno de mis informantes)
Hay una razn adicional por la que este tipo de datos y relatos
resultan necesarios. Sucede que una parte importa nte de las cien
cias sociales (para no hablar del sentido comn de nuestra poca)
est comprometida con proyectos que combaten los efectos del
oscurantismo religioso y de las mltiples formas en que ste suele
estar ligado a la desigualdad social.
Por eso mism o a determinad os sectores de la opinin pbl i
ca, generalmente identi f icados con el progresismo, les resulta
difcil percibir en la religiosidad popular algo que no sea nega
tivo, anormal, digno de ser combatido. No hace falta aclarar que
como sujeto social comparto en lo esencial el espritu igualitarioy antioscurantista.
Pero como analista no puedo dejar de sealar que en much as
ocasiones se ha confundido indebidamente la accin con el anl isis. Y que as se ha consumado un imperdonable ejercicio de
impugnacin de la religiosidad popular. Y se lo hizo, adems, sin
tener en cuenta los datos de la realidad.
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PABLO SEMN
Ms aun: la crtica virulenta de la religiosidad popu lar en no mi n e do un espritu progresista, y de sus consecuencias institucionales, contr ibu ye indirectamen te a fortalecer las desigualdadesque se denuncian.
En otros momen tos, asimism o, se ha ensalzado la religiosidad
popular ensayando un gesto populista-o de rebelda iconoclasta-
ju st am en te al l do nd e se hab a ej er ci do una espe cie de ar ro ga ncia iluminista. Lo que pien so al respecto es lo siguiente: si el progresismo ilustrado desconoce negando, el gesto romntico acabaignorando la real idad e imaginando a un pueblo "perfecto", sin
omociones, sin dolores, sin creencias, sin dudas.
En ese marco mi estrategia de exposicin, casi anecdtica,pretende restituirle al lector el campo de las experiencias religiosas populares tal como es, antes de su captura en la red de conceptos mezclados con prejuicios. De esa forma la sensibilizacinque estimo necesaria estar siendo generada por el relato antesque por los conceptos que, inexorablemente, capitalizarn luegoesa sensibilidad.
Quiero hacer, finalmente, una observacin adicional en relacin
al alcance de este estudio. Un segu imient o tan detallado de algu
nas experiencias limita el nmero de casos que un solo investigador
puede abarcar. Cules son las garantas de que los anlisis de da
tos tomados de un barrio determinado hablen tambin de otras
zonas del Gran Buenos Aires? Cmo saber si las conclusiones
que infiero de un estudio de campo son vlidas para el conjunto
de los sectores populares y de una forma confiable?
Advierto, entonces, que este libro contiene en forma implcita
el anlisis, el contraste y la debida comparacin con otros estudios
que profundizaron menos pero que abarcaron ms. Puedo asegurar que la vida religiosa registrada en el Barrio Libertad (que de l
se trata) se asemeja en mucho a lo que sucede en otros barrios
populares del Gran Buenos Aires y de varias ciudades y pueblos
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de este pas. Y, de acuerdo a ello, he efectuado una seleccin: los
datos que estoy exponiendo en este trabajo son aquellos que se
corresponden con esa realidad ms general a la que acceda travs
del conocimiento producido y acumulado previamente.
SECTAS Y OPININ PBLICA
Una parte del conocimiento acumulado en el tema de las creencias
populares remite directamente al tema de las sectas. En los aos '80, en
algunos locales que antes haban sido cines o teatros, aparecieron en la
Capital Federal los primeros grandes templos pentecostales.
Al mismo tiempo tambin se hacan visibles algunos movimientos
religiosos no tradicionales de las clases medias. La reaccin inicial de
la opinin pblica y cientfica fue obviamente contraria a esos grupos.
Enseguida aparecieron los rtulos: "sectas peligrosas", "agencias del
imperialismo", "lavado de cerebros" eran las acusaciones y temores
ms difundidos.
Los primeros pasos de las ciencias sociales en relacin a estos temas
arrancan de un punto de partida algo ms slido. Se ha llamado la aten
cin sobre el error inicial de los puntos de vista citados. Se ha mostrado,
por ejemplo, en qu grado los grupos "invasores" eran locales y en qu
medida promueven creencias que ya estn presentes en la sociedad. Y
cabe aadir que para su desarrollo no resulta necesaria ninguna pre
sin extraordinaria o lavado de cerebro.
Los estudios realizados hasta ahora muestran y demuestran que los
rotuladores y perseguidores de sectas tienen ms prejuicios que cono
cimientos reales sobre el tema. Y que es necesario superar las etiquetas
y estudiar el desarrollo fctico de esos grupos.
Tambin es necesario subrayar que los medios han hecho y hacen
manifiesto un rasgo de intolerancia toda vez que hablan de sectas. Eso
es parte del contexto general que preside el acercamiento cognitivo a las
identidades religiosas. Hay un evidente prejuicio antirreligioso, segn el
16 PABLO SEMN
cual lod, expresin de fervoren M c .
A'^'luesehaCe,'^'OSm^clecornu iescfn.
ser evanglico. S B r q u e ' en odocaso, siempre es peor
RELIGIOSIDAD POPULAR
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P R I M E R A P A R T E
I N S T I T U C I O N E S D E L A F E
1. ESCENARIO BARRIAL
Partiendo del obelisco de la Ciudad de Buenos Aires son necesa-
lios diez minutos de subte, treinta de tren y media hora ms de
mnibus para l legar a Barrio Libertad, si tuado en el sur de la
provincia. El lugar es muy representativo del Gran Buenos Aires,
on especial del segundo cordn industrial. Compone una zona en
la cual se combinan el despliegue tardo y limitado de la indu stria
lizacin volcada al mercado interno, con el proceso de desindus-Irializacin y exclusin que tuvo sus primeras expresiones a partir
do los aos '70 y se profundiz en la dcada del '90 .
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Este barrio se pobl originariamente alrededor de los aos
'30, con el arribo de las ltimas olas de inmig rantes italianos y con
el desplazamiento de familias que venan de los ncleos ms po
blados del Conurbano para aprovechar la disponibi l idad de te
rrenos baratos. Poco despus llegaron familias que provenan del
interior del pas y de naciones limtrofes, principalmente de Pa
raguay y Bolivia y, en un grado menor, de Chile y Uruguay.Los migrantes del interior (venidos de pases prximos y de
distintas regiones de Argentina) fueron afincndose en etapas
sucesivas. Por este motivo es que existen en el barrio familias
extondidas en tres generaciones y otras que se radicaron al l
muy rec ientemente.
I I loteo
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mos tener una primera impresin del lugar que ocupa la religin
en el sistema de referencias simblicas de los habitantes del barrio.
En la primera casa vive Marta, una mujer de 45 aos, casada
desde hace ms de 20 con Antonio, su actual compaero. Marta
tiene seis hijos y trabaja limpiando casas por hora mientras su ma
rido se desempea como empleado en la Municipalidad local.
La mujer es catlica pero no va a la iglesia desde hace algunos aos. Los conflictos permanentes que ha tenido con el grupo
de personas ms influyentes de la capilla del barrio la hicieron can
sarse y alejarse del templo. Esa situacin no le ha impedido ser
una activa practicante de su fe: en su casa y a la hora de la cena
reza en voz mu y baja sus oraciones, en las que natu ralment e pide
poi el bien de su familia. Tambin se dedic a animar a los veci
nos de la cuadra para que asistieran a la celebracin de la Semana
de la Virgen de Itat.En este caso fue ron nueve das de oracin en los que se rog
por las familias del barrio, por el emple o de los maridos y el inme
diato retiro de los narcotrafcantes que viven en las proximidades.Junto con otras mujeres, Marta pidi prestado el saln del club
de ftbol vecino y form un grupo que oraba por estos objeti
vos. Y hasta consig ui hacer que el cura fuera a be ndecir la ima
gen de la Virgen que fue instalada en un improvisado altar, situado
entre el televisor, las botellas de cerveza y la mesa de pool.
La tradicin catlica en el Gran Buenos Aires no se limita a la
mera declaracin de una fe heredada. Tampoco a la prctica es
paciada y desganada de los sacramentos. Marta es uno de los tan
tos casos de personas que m uestran q ue la fe catlica, a pesar de
la tendencia al distanciamiento que evidencia una parte de la po
blacin, tiene soportes activos que contribuyen a su reelaboraciny que la ponen en circulacin bajo nuevas formas.
En la casa vecina a la de Marta vive Quito, un hombre de apro
ximadamente 50 aos de edad, que al parecer domina ciertos po-
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PABLO SEMN
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glla dice que la s sanaciones que hacen los curanderos son de
teme'' porque invocan fuerzas demonacas; por eso se ha dedi
cado a cons eguir q U e | o s curanderos del barrio se conviertan a su
nueva fe. Mabel supone que el barrio se ha liberado de demonios
desde Que Zulema , |a
curandera que vive frente a su casa, ha aceptado a Cristo y dej de ejercer las artes de la hechicera.
Ivle animo a decir que, en parte, la actitud de Mabel se funda
en una ilusin. No me refiero con esto a su fe en las curaciones.
Aludo sobre todo a |a supuesta "extincin de los demoni os" y a
su visin pa rticular rJe las prcticas de cur and eris mo.
En rigor, lo que Mabel interpreta como un gesto favorable a
su fe ha s i d o a P e r , as un gesto cordial de Zulema, quien sigue recibiendo a n i n o s Para curarlos del empacho y prefiere no discutir
ms con Mabel sobre presuntos demonios y otros insondablesmj st e rios. Adems, | 0 s demo nios a los que ella persigue seguiran
vivos de cualq uier forma .
IVluy cerca de las mujeres que curan la culebrilla e interpretan
el sueo vive un hombre al que apodan El Nene. Se trata de un ser
Verdaderamente muitifactico: atiende sus negocio s y mltiple s
actividades en un cuarto atiborrado de imgenes de la Virgen de
Itat. A l l n o s 0 ' ' re quieren los conocidos y vecinos; tambin es
tn los Que creen en sus virtudes de rezador y, en especial, los que
le solicitan su especialidad, que co nsiste fund ame ntalm ente en la
"limpieza" de casas supuesta mente e mbruja das.
Vlarta, Stella, Mabel, El Nene, Quito y tantos otros no son fisuras extraordinarias en el Barrio Libertad. Es cierto que exis
ten personas all q ue
podr an def ini rse como ateas por suPrctica o por su rechazo a las creencias religiosas en general.'Vo tambin es verd a rj qu e la ge nt e al ud id a es muy re pr es en tativa de las posiciones tpicas que tienen muchos de los habitantes del lugar en cuanto a la fe, vista y considerada en todasss variantes.
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PABLO SEMN
Qu es lo que se puede conclu ir, hasta aqu, a partir de lo que
he contado de ellos y de sus prcticas religiosas? Es obvio que pa
ra todas estas personas Dios y las fuerzas sobrenaturales cue ntan
(y mucho) a la hora de solucionar los ms diversos problemas
de la vida cotidiana.Esta recurrente presencia de lo sagrado, que es ciertamente
densa, puede examinarse al menos de dos maneras complemen
tarias. De un lado la prctica de la liturgia (en todas sus varia
bles) es una constante en casi todos los casos: ms all de las di
versas formas que adopta esa prctica, los vecinos se relacionan
con entidades sobrenaturales y, a partir de esos vnculos sutiles,
perciben los problemas de sus vidas y piensan largamente so
bre una temtica muy amplia.
Por otra parte esa misma sacralidad parece constituir una es
pecie de cuestin pblica respecto de la cual entran en disputa di
versas concepciones del mundo. Est en juego definir mejor quson exactamente esas fuerzas o entidades sobrenaturales y la bs
queda permanente de la forma ms til de movilizarlas en funcin
de solucionar una vasta problemtica que para nada est ajena a
las urgencias de cada da.
Si, por un lado, la referencia a lo sagrado unifica a las perso
nas, por otro, conforma un tema de di ferenciacin, oposicin y
disputa constante entre los vecinos. Stella, por ejemplo, siente que
Cristo ha llenado el vaco de su vida. Y ve a los dems, es decir, a
quienes no tomaron ese camino, como carentes de la tranquilidad
que ella ha logrado de ese modo. La mujer querra que todos en
tendieran que la salvacin y el bienestar pasan exclusivamente
por esa experiencia.
Mabel, a su vez, est empea da en desterrar a los curanderos.
Y stos en hacer que el Espritu Santo remueva el mal de los cuer
pos de los nios. Marta, por su parte, est convencida de que la
solidaridad cristiana es el remedio para todos los males de las per-
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sonas que, como ella, atraviesan por dificultades cotidianas, cl
sicas en el mbito de una familia trabajadora.
2. LA PERSPECTIVA RELIGIOSA: UNA FORMA DE VER EL MUNDO
En el Barrio Libertad nadie permanece impvido ni desinteresado
ante lo que es la religin. Tampoco frente a todo lo que ella abar
ca o al considerar la forma diversa en que lo hace. Cada uno de
los vecinos que me ncion hasta ahora tiene su propia visin de lo
que es Dios, de cmo se llega a l, de qu cuestiones tienen o no
que ver con su alta investidura.
La constante universal de la religiosidad se diversifica y, en su
riqueza, da a luz a un orden de realidad que no se asimila a las
categoras con que los estudiosos operan habitualme nte. Hay una
salud que no tiene que ver con mdicos, hay situaciones emocio
nales que no se llevan ni se resuelven con psiclogos, hay cere
monias que se ejercen por fuera del espacio controlado por la
Iglesia Catlica, in stitucin que hasta ho y tena el supuesto y ex
cluyeme monopolio de la actividad religiosa.
En las disputas a travs de las cuales se actualiza el sentido de
una tradicin religiosa, en los juegos de interpelaciones por los cua
les una institucin o agente de cualquier creencia llega a sujetos que
se inscriben en los carriles de otra fe (aunque tambin en el fondo
com n que parece contenerlos a todos), se produce el movimient o
por el cual el joven de las comput ador as viejas se acerca al catolicis
mo, el hombre de los perros se hace evanglico y Vctor, otro veci
no del Libertad, busca su destino en la singular visin de una bruja.
La omnipresencia de instituciones y agentes religiosos no es
catica, pero ostenta una distribucin que resulta sorprendente. Un
resumen del r elevamiento de la actividad religiosa en el barrio ya
dice mucho sobre algo que est en el centro de nuestro anlisis.
Es notable q ue exista y se desarrolle tanta actividad religiosa
como poltica, social o educativa. Pero, adems, todo sucede co-
26 PABLO SEMN
mo si la cantidad de locales de actividad que tienen dimensiones
espirituales -para denominarlas de algn modo- se distribuya en
contra de lo que espera el sentido com n de una sociedad que , en
general, se afirma como catlica.
Por cada capilla cristiana nos encontraremos con no menos
de cinco o seis pequeas iglesias pentecostales. Si una capilla ca
tlica abarca a los fieles de, supon gam os, quince o veinte manza
nas, nos encontraremos con que hay una iglesia evanglica cada
dos o tres cuadras, lo que no es poco decir.
Pero si esto llama la atencin, mucho ms lo debera hacer el
hecho de que en cada lugar encontremos siempre a varios curan
deros, por lo general muy requeridos y respetados. Esta red intrin
cada de agentes de cura que apelan a nociones rel igiosas, de
pastores y fieles pentecostales o catlicos, es la que da lugar a las
experiencias religiosas de los habitantes del barrio y de tantos otro s.
Expondr a continuacin la historia de las principales corrien
tes rel igiosas del sector estudiado. Por razones que quedarn
claras en la misma descripcin, incluir en esta narracin una
descripcin de un mundo de insospechada ampli tud y relevan
cia para la vida religiosa local: las infinitas redes de lo que di en
l lamar agentes de cura.
Comenzare mos a describir ese escenario a partir de la actua
cin de los curanderos, un universo no tan conocido como se cree.
Tampoco se lo tiene muy en cuenta, a pesar de que se trata del
soporte clave de una de las cosmovision es religiosas ms activas
en los barrios populares.
La densa red de los curanderos. Vctor tiene 23 aos y vivi varios
meses en una encrucijada de amor y trabajo. Lo conoc en una reu
nin realizada en un local poltico del barrio. El encuentro se hizo
el da en que uno de los dirigentes explicaba a sus bases las ra
zones del desempleo que entonces padecan m uchos de los m iem -
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bros del partido poltico en cuestin. Segn el dirigente esta situa
cin era un efecto directo de las polticas neoliberales, de la aper
tura econmica indiscriminada y de la corrupcin generalizada.
El joven escuchaba y asenta. Al salir de la reunin empez a
contarme que haba ido a buscar trabajo una y otra vez por los avi
sos del diario y por contactos, pero qu e ocurra algo al margen de
lo que tratbamos. Es evidente que Vctor quera transmitir una
impresin de misterio, una sensacin mstica que escapaba a
todo intento de racionalizacin.
Me dijo adems que el amigo que lo acompaaba consegua
trabajo y que l, en cambio, no. Tena ofertas (dijo) pero al pare
cer no se beneficiaba con ninguna. Coment esta cuestin con
muchas personas, pero finalmente deposit su confianza en una
seora que le advirti que, posiblemente, estuviera siendo vcti
ma de un trabajo que alguien le haba hecho.
Supe luego que su cuada deseaba que l se enamorara de
ella, y como la mujer no consegua su propsito, decidi "arrui
narle la vida". Para Vctor todo, desde su separacin hasta el largo
perodo en el que no encontraba empleo, era explicable como con
secuencia de ese dao o trabajo.
Este relato tan simple ofrece la posibilidad de subrayar una
realidad social decisiva: las explicaciones del dirigente poltico no
causaron la ms mnima emocin o conviccin en nuestro infor
mante, a pesar de la di ferencia de prestigio que hay entre los
lenguajes sociopolticos y los discursos msticos. Un diario jams
podra decir que el desempleo se debe a "gualichos" o algo pare
cido; un poltico del signo que sea tampoco podra aceptar legti
mamente esos trminos. Tampoco un tipo de reflexin como la
sealada podra ser enseada en una escuela de cualquier nivel
del sistema educativo.
Pero lo cierto es que, a pesar de la supuesta hegemona de las
instituciones que permiten la circulacin de variadas categoras
28 PABLO SEMN
del pensamiento socioecon mico, Vctor explica el desempleo que
padece a parti r de un sorprendente conjunto de percepciones
originada s, activadas y valorizadas en el sen o de las famil ias y el
vecindario. Se trata, en todos los casos, de dispositivos sociales
aparentemente dbiles si se los compara con la escuela, los me
dios de comunicacin o la poltica.
La leccin que deberamos extraer de este hecho es la ex
traordinaria disociacin que existe entre lenguajes utilizados en una
sociedad a la que creemos unificada por instituciones, categoras y
prcticas propias de la modernidad. En consecuencia resultara di
fcil, o por lo menos problemt ico, decir que Vctor est " alien ado"
porque no reconoce el valor de las explicaciones sociolgicas y/o
histricas. Adoptar una lectura de ese tenor sera usar una versin
de las ciencias sociales contra la posibilidad, ms prxima y sene
Ha, de conocer lo social in situ. Se desperdiciara as la oportunide
de ampliar las visiones de lo social y de abarcarlas desde un pun...
de vista objetivo, s, pero necesariamente ms amplio y comple jo.
Trataremos entonces de no desperdiciar esa oport unida d des
cribiendo la apretada red de curas que funciona en Barrio Liber
tad. Comadres, viejitas que curan, seoras con dones, personas
con amplios poderes son las cartas de presentacin recurrentes
de una serie de agentes omniprese ntes en el ba rrio y en las expe
riencias cotidianas de sus ha bitantes.
Cul puede ser la importancia de prcticas que parecen ser
la herencia de un pasado que, tarde o tempra no, ser arrasado por
la medicina, la educacin y el desarrollo? Luego de describir muy
brevemente estas prcticas tratar de responder a esta pregun
ta. Pero me adelanto a sostener que atribuir la causa de estos
fenmenos a meras "supersticiones" nos aleja mucho de la com
prensin cabal del problema.
Las prcticas de curacin basadas en mediaciones e interpreta
ciones "msticas" del malestar, estn institucionalizadas en formatos
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que, desde nuestro punto de vista, aparecen como supervivencia
de un pasado destinado a agotarse ms tempra no que tarde.
Dichas costumbres culturales no se hacen presentes en edi
ficios dedicados especialmente a su prctica, con anuncios que
hablen de profesiones y/o ttulos que otorguen algn tipo de legi
timidad. Tampoco los curanderos aparecen autorizados por una
oficina estatal de menor rango como, digamos, la Secretara de
Cultos. Pero desde el punto de vista de los habitantes del barrio
esas personas son tan importantes como los mdicos, los sacer
dotes, los punteros polticos y los grupos de cumbia.
Ms adelante ser necesario sacar las importantsimas y
muchas veces inadvertidas consecuencias que tiene este simple
hecho. Ahora se impone que avancemos en la descripcin de la
-ida religiosa del barrio y que tom em os un contacto m s cercano
^stos curiosos fenmen os.
estamos descubriendo Amrica, claro. Probablemente el
lector conozca o haya odo hablar con frecuencia de las prcticas
msticas que mencionamos en estas pginas. Hasta es posible que
muchas de ellas le resulten muy familiares. No sera extrao, tam
poco, que much os lectores conozcan otras versiones de las dolen
cias y mtodos de cura que aqu estamos refiriendo porque, ms
al l de que todas tengan alguna variable en comn, cambian
mucho con los lugares y con el tiempo.
Desde el punto de vista de este trabajo lo importante no es
pregunta rse si estas prcticas curativas son "co rrecta s" en trm i
nos de la ciencia contempornea, si resultan efectivas por suges
tin o si son inocuas o perjudiciales. Lo importante es subrayar
que ellas ponen en acto una caracterstica muy particular de la
manera de comprender el mundo que tienen muchos de los veci
nos del barrio estudiado pero, como ya hemos dicho, propia tam
bin de muchos otros barrios y lugares del pas.
30 PABLO SEMN
CURANDEROS, DOLENCIAS Y TRATAMIENTOS
La pata de cabra, un mal que se manifiesta principalmente en los ni
os con sntomas de dolor de estmago y fiebre, se distingue de otras
enfermedades de signos similares por una seal corporal: unas pequeas marcas que aparecen en la parte inferior de la espalda. Los curan
deros consultados afirman que la evolucin de la enfermedad es mortal
si no se manipula bien esa rea del cuerpo y si no se realizan oraciones
que, segn ellos, se hacen para Dios, Jess y el Espritu Santo, o mediante
diversas invocaciones a la Virgen Mara.
El susto es una de las dolencias ms frecuentes. Est muy extendida
y se la menciona a menudo en el Barrio Libertad. Por lo general ataca a
los ancianos y sobre todo a los nios. Se manifiesta como la aparicin de
una intranquilidad extraordinaria y la prdida del sueo. El susto, segn
se ha visto, es causado por una situacin intranquilizadora que sobre
pasa la capacidad de procesamiento de quien la padece. Exige una intervencin teraputica reparadora del exceso emocional. En algunas
versiones registradas de esta dolencia, la cura explora el cuerpo para ha
llar la protuberancia en la que estara depositada el exceso patolgico,
para luego dar lugar a un masaje que lo disuelve. Tambin se recurre a
oraciones que se realizan en el inicio del da y de la noche; a veces con es
tas oraciones alcanza para producir una mejora. En otras ocasiones la
cura consiste en una especie de dilogo entre curandero y paciente. La
idea es producir una regresin, a veces con la ayuda de algn familiar cer
cano, al momento en que se gener la enfermedad.
El mal de ojo es un tercer tipo de enfermedad cuyos rasgos y orge
nes sean quiz los ms conocidos. Es siempre el resultado de un "ataquemoral" que se produce fundamentalmente a travs de la vista. El mal
de ojo acontece cuando se es mirado con odio, deseo o envidia, miradas
todas que resultan muy potentes para los supuestos afectados. Como
consecuencia del mal producido las vctimas sufren luego dolores de ca
beza, mareos y, segn los que creen en estos rasgos definitorios, todo ti-
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po de accidentes. Los tratamientos referidos por los curanderos varan
porque la enfermedad es reconocida y curada por un espectro de agentesms amplio y heterogneo que en el caso de las anteriores: curanderos,
hechiceros y videntes dan cuenta de esta dolencia que puede ser curadacon oraciones, rituales donde se usan velas, masajes en una parte de la
cabeza, etc.
El empacho, sealizado por la fiebre y los problemas digestivos,
tambin es caracterstico de los nios. Las formas de curacin son muy
variadas: desde los rituales que se efectan con cintas hasta las oracio
nes y las manipulaciones de la piel en la zona ms baja de la espalda.
La culebrilla ataca la piel formando una mancha rosada que se extien
de produciendo heridas y causando dolor y una irritacin intensa. Se dice
que resulta potencialmente mortal cuando los extremos de la lnea que
forma la mancha referida se encuentran y cierran un espacio. La cura,
entonces, se encara con aplicaciones de tinta china en las zonas afectadas.
Los curanderos complementan el tratamiento con todo tipo de oraciones que invocan la gracia de las figuras clsicas del panten cristiano.
3. EL HOMBRE SEGN LOS CURANDEROS
Desde el punto de vista de los habitantes del barrio, las dolencias
y curaciones citadas en el cuadro anterior conforman un tipo muy
especial de sucesos. No slo se trata de un tipo de desorden dife
rente al que atiende la me dicina, sino que adems son trastornos
que segn esa visin tienen un carcter crucial y dramtico.
Todas las narrativas de enfermedad y cura refieren el carcter
virtualmente mortal del empacho, de la pata de cabra, de l sustoyde cualquiera de las enfermedades mencionadas. Los relatos de
las personas que frecuentan a los curanderos oponen siempre la
"accin ineficaz" del mdico (ante una enfermedad que supues
tamente desconocen) a la "salvacin" de un peligro terrible que
sera oficiada correctamente por el curandero.
32PABLO SEMN
Al mismo tiempo se tratara en este caso de un campo di
ferente al de las "curas caseras", basadas en preparaciones que
por lo general se remiten a una tradicin famil iar. Tambin se
distingue de la reinterpretacin de las reglas de uso de sustan
cias farmacolgicas uti l izadas por la biomedicina y la higienemoderna: el uso de dentfrico para curar heridas y quemaduras,
el consumo de aspirinas diluidas en agua o alcohol para hacer
aplicaciones en zonas doloridas, la util izacin autorregulada de
psicotrpicos y, ms tradicion almente , el uso de pomada s e in
fusiones que retrotraen a saberes que los informantes localizan
en un pasado rural y remoto.
Los fenmen os tratados por los curanderos implican, a dems,
el ingreso al ruedo de una densa red de usuarios y especialistas.
Los primeros util izan una denominacin especfica para este ti
po de agentes: siempre se trata de personas que curan, curande
ros, viejos manosantas, etc. Los especialistas de las ms variadascuras, por su parte, se aluden recprocamente (unos a otros) co
mo especialistas que subdivi den reas de trabajo que form an par
te de un gnero por todos reconocido.
Las distintas formas del sentido comn suponen, errada
mente, que estas prcticas se harn polvo con el desarrollo cul
tural y tecnolgico. A esta suposicin deberam os oponer alguna s
real idades que demuestran la complej idad del tema abordado.
El Barrio Libertad dispone, desde hace dcadas, de escuelas, sa
la de primeros auxilios, mdicos cercanos y dems. Muchos de
sus habitantes, asimismo, cuentan con el auxi l io de diversas
obras sociales.Todo esto indica que los habitantes del barrio conocen de so
bra las ventajas de la medicina convencional. Adems, si se hiciera
una encuesta a los pobladores, no todos admitiran pblicamente
que consultan a curanderos. Ese tipo de costumbres, muy arrai
gadas, se mantienen en un terreno ms discreto y oculto.
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Si esa encuesta se realizara en un hospital, en el centro de la
ciudad o en la oficina contigua a la direccin del colegio al que acu
den los chicos de la familia, el porcentaje de los adeptos declara
dos al curanderismo seguramente descendera. Esto nos hara pen
sar, equivocadamente, que estamos frente a prcticas y creencias
que se encuentran en franca extincin.
Pero no es as. La hipottica medicin dira muy poco y demostrara much o meno s de lo que realmente ocurre. Si se ahonda
en la vida de las personas, si se acompaa la trayectoria de las familias, si se interacta en las redes familiares que habitan el barrio,
se vern las cosas de otro modo.
Los vecinos con frecuencia niegan que recurren a la "medicina
alternativa" porque saben que las prcticas mdicas convenciona
les son simblicamente ms legtimas. En general tienen miedo a
reconocer (sobre todo ante un desconocido) que en realidad adhie
ren a forma s de curacin poco jerarquizadas socialmente.
Sin embargo esas mismas personas buscan, recomiendan y
recurren cotidianamente a curanderos. Y lo hacen de alguna ma
nera desaf iando la mi rada a veces censora del mdico, del
maestro, del asistente social y aun del psiclogo.
Resulta obvio para ellos que el curanderismo no es una prc
tica legtima para toda la socied ad. Y que una parte de esa misma
sociedad tiene una fuerte capacidad de criticar y denostar ese tip
de prcticas. Pero ese dominio cultural y social no llega a las c
sas, a las redes de familias y ni siquiera al pequeo espacio pb
co barrial en el que un hombre con dones puede tranqui lamen
desarrollar su profesin, hacer propaganda de sus actos y hasl
reclamar adhesiones.
Un principio comn. Si el curanderismo parece tener menos e
tensin de la que realmente tiene es porque tiende a confundirse
la censura que una parte de la cultura ejerce sobre esa prctica,
34PABLO SEMN
con su efectiva liquidacin. Y, adems, porque al mismo tiempo
deja de computarse todo lo que la rel igiosidad popular puede
hacer para resistir esa censura.
Otro error muy habitual es suponer que el ejercicio de la cu
racin atpica se basa en simples supe rsticiones, casi com o si se
tratara de una remora del pasado. Se olvida que esas costumbres
ancestrales se actualizan y se reproducen con una gran vitalidad
en las redes familiares y barriales.
Tambin suele ignorarse algo incluso ms importante: estas
ceremonias se ligan a marcos de comprensin de la realidad muy
especiales. Todas ellas, adems, ostent an un principio c om n . De
una manera o de otra ponen de manifiesto que todo malestar es
un fenmeno que impl ica al mismo tiempo lo fsico, lo moral y
lo espiritual.
Las enfermedades y las curaciones de las mismas son fen
menos globales que se expresan en el cuerpo, s , pero quepueden comenzar como un ataque o una situacin de fragilidad
moral: la envidia, el deseo excesivo, la si tuacin de abandono,la depresin, etc.
Otras veces esas dolencias aparecen como efecto de un ata
que espiritual que proviene desde afuera (un hechizo, una maldi
cin, un gualicho, un dao). Por este motivo puede afirmarse que
todas estas enfermedades exigen un tratamiento que no puedeser solamente fsico.
La omnipre sencia de las oraciones en la mayora de las pres
cripciones teraputicas, la idea de que el curador debe tener dones
especiales, hacen ms presente ese nivel espiritual que implicamediar con la dimensin de lo sagrado, habitada por las figuras
clsicas del panten cristiano: Jess, la Virgen, los santos, los san
tos difuntos, etc.
Esta manera de entender la alteracin y la enfermedad se com
prende mejor, en rigor, por contraste. El supuesto de la medicina
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moderna, hasta los tiempos relativamente recientes en que se
ha difundido la nocin de enfermedad psicosomtica, es que los
fenmenos fsicos no tienen connotacin moral ni espiritual. En
esos niveles son considerad os como independientes de cualquier
otra cualidad.A ese supuesto ep istemol gico se opon e la creencia que sos
tiene las prcticas religiosas a las que aqu nos estamos refiriendo:
el de la continuidad de lo fsico, lo moral y lo espir i tual como
parte de un todo. Esa creencia constituye nada ms y nada menos
que una forma bsica de reconocer, vivir, sobrellevar y combatir
el sufr imiento.
Ese cdigo implica una construccin de las experiencias que
integra naturalmente otros planos: lo moral y lo sagrado. Este
ltimo nivel, claro, es el principio determinante. Precisamente es
ta integracin y jerarquizacin de los diferentes planos sera lo que
en mi interpretacin personal constituye una visin cosmolgicade la vida.
Mientras que para la experiencia laica el milagro es sinnimo
de algo excepcional e inexplicable, en la visin cosmolgica dicho
milagro nunca ha dejado de estar a la orden del da. La defini
cin de la totalidad que encuadra la experiencia siempre incluye,
en un nivel superior y predominante, lo espiritual y lo divino.
Por eso ocurre que, aunque se use el mismo trmino, ambas
visiones aluden a realidades diferentes segn los presupuestos
culturales de quien util ice el trmino en cuestin. Para quien vi
ve en la perspectiva cosmolgica, el milagro no es ms que uno
de los mecanismos de funcionamiento de la realidad.La extendida prctica del curanderismo remite a algo mucho
ms profundo que una "medicina pobre" o una "curacin pro
pia de los humildes". Por su posicin estratgica en la vida coti
diana debe decirse que el len guaje de la contin uidad de lo fsico y
lo moral portado por el curanderismo es una lengua madre, una
36 PABLO SEMN
matriz de form as de comprend er el mun do que se distancia de los
principios que estructuran nuestras propias concepciones.
En los prximos captulos, corroborando esta tesis, veremos
todos los efectos que alcanza a producir la perspectiva cosmol
gica en las experiencias religiosas de la gente.
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S E G U N D A P A R T E
E L P E N T E C O S T A L IS M O H O Y
Los pentecostales o evanglicos constituyen aproximadamente el
20 por ciento de los habitantes de la zona en que fue realizada la
investigacin. En realidad hay una distincin histrica y teolgica
entre el trmino evanglico, que abarca una tradicin mayor y ms
antigua, y el vocablo pentecostalismo. Pero en los ltimos aos,
en Argentina, estos trminos se han equiparado debido a que los
pentecostales se asumen como evangl icos y debido, tambin,
a que en el mundo popular la mayor parte de los evanglicos son
pentecostales. Admitiendo esto ltimo util izaremos indistintamen
te ambas expresiones o calificativos.
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El hecho de que un grupo religioso diferente del catolicismo
alcance a una proporcin tan importante de la poblacin -y que es
te grupo sea prcticamente desconocido para todos aquellos que
no son especialistas en el estudio de los grupos re ligiosos - exige
responder a algun as preguntas pre vias. Qu es el pentecostalis-
mo? Cul es la historia de su desarrollo en Argentina? Cmo de
finir a esa corriente desde un punto de vista social y teolgico?
Los dones del espritu. Digamos, a mod o introductorio, que el pen-
tecostalismo es un movimiento religioso que naci en los inicios
del siglo XX. Est enraizado en la tradicin de la Reforma Protes
tante. Su doctrina se sintetiza en la idea de que "Jess sana, salva,
santifica y har su segunda venida".
Pero estos cuatro motivos que son propios de casi todo el cris
tianismo moderno (incluido el credo catlico en todas sus varian
tes), caracterizan al pentecostalismo. Por qu? Porque surgen deuna afirmacin que, por mucho tiempo, slo hicieron los adheren-
tes a la corr iente que estamos abordando. Y dicha creencia se
resume en "la actualidad de los dones del Espritu Santo".
En las experiencias originarias de la religin citada (entre fines
del siglo XIX e inicios del XX algunos miembros de las iglesias pro
testantes hablaron en lenguas extraas y dieron origen al movimien
to, asemejndolo a los hechos bblicos del Pentecosts -una fiesta
cristiana en la que se rem emora el descenso del Espritu Santo sobre
los apstoles cincuenta das despus de la Resurreccin de Csto-
se hace presente una nocin fundante: las intervenciones divinas
en la vida cotidiana de los creyentes son, efectivamente, posibles.Pero qu significa esto? Estamos frente a una idea que se
nutre de dos siglos de una evolucin que, en el mun do protestante
y evanglico de Europa y Estados Unidos, cuestionaba la tajante
separacin entre Dios y los hombres que propugnaba el protes
tantismo clsico y, con particular radicalidad, el calvinismo.
40 PABLO SEMN
Con ese conflicto de fondo se responda positivamente a una
pregunta que recorre la experiencia de las grandes ramas del cris
tianismo occidental en la poca mode rna: es posible tener en es
te mundo algunas percepciones ms o menos claras de la gracia
de Dios?Esta posibilid ad, afirm ada en el encuentro virtu al con el Esp
ritu Santo, es para los pentecostales el punto de inflexin a partir
del cual se comienza a ser verdad erame nte cristiano. Ese encuen
tro es lo que los creyentes originarios llamaban bautismo en el
Espritu Santo. Se diferencia notoriamente del bautismo ritual que
hacen los catlicos a los recin nacidos y del que realizan los pro
testantes a los adultos.
De este modo, la corriente cristiana aludida en estas lneas
naci reivindicando una experiencia vivida en el interior del mun
do evanglico y no como una doctrina o una iglesia separada de
esas corrientes. Luego, la generalizacin de las experiencias eniglesias protestantes, y los contrastes entre quienes haban teni
do esas vivencias y los que no, llevaron a la institucionalizacin
autnoma del movimiento en un gran nmero de iglesias que se
expandieron desde Estados Unidos y algunos pases de Europa
hacia el mundo entero.
Potencia emocional. Cmo se produce y se reconoce la experien
cia del mencionado encuentro con el Espritu Santo? En la historia
del pentecostalismo el conjunto de situaciones que ofrecen indi
cios de esa confluencia es variable.
En general se le da el carcter de bautismo en el Espritu Santo al hecho de que una persona comience a hablar lenguas des
conocidas o a circunstancias en las que se producen visiones y
sueos interpretados a veces como profecas. Pero algunos gru
pos pentecostales le dan ese mismo carcter a la supuesta cura
cin de dolencias en forma repe ntina y sin int ervencin m dica o.
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interpretativas y corrientes eclesisticas que influyen fuertemen
te e impiden la dispersin absoluta de la doctrina en una religin
que tendra tantos intrpretes como fieles.
Pero tambin es cierto que se trata de un universo ms fle
xible. Se ap rende a ser pastor as com o se aprende a ser creyen
te de una iglesia y se progresa en ella. En caso contrario habr un
conflicto a partir del cual un lder emergente afirmar el carcter
fund ame ntal y la pureza sagrada de su diferencia. De ah la nece
sidad de originar un nuevo templo.
Visto as, el pentecostalismo no es una excepcin a la regla pro
testante segn la cual la divisin de los grupos y el crecimiento
de la religin forman un crculo virtuoso. En todos los pases en
que se desarrollan las iglesias de esta corriente se ha consumado
un patrn similar: los distintos grupos se fragmenta n, dado que re
sulta imposible ponerle coto a la tendencia a la autonoma de sus
miembros. Esto ltimo, naturalmente, da lugar a la multiplicacin
y diversificacin en vanados tipos de organizacin y doctrina.
En esos procesos se van desarrollando particularidades que
conectan a las iglesias con los contextos culturales locales, de ma
nera que el perfil de cada iglesia se va conformando a partir de
la dialctica entre los textos bblicos y las bases culturales de los
sectores que se desarrollan: as nacen estilos especficamente vin
culados a la cultura de los jvenes, de los migrant es rurales o de
las clases medias. En el con texto de esos procesos de expan sin
y local izacin el pentecostal ismo tam bin se fue acl imatando y
acom odan do a la cultura de los pases en los cuales se implant .
Veamos cmo sucedi eso en Argentina.
1. LA EXPERIENCIA DEL BAUTISMO
Para poder comprender un caso cualquiera de conversin al pen
tecostalismo es preciso tener una mnima idea de cmo se desa-
44 PABLO SEMN
rroll esta fe en Argentina. Hacia 1910 algunos inmigrantes de esa
confesin religiosa establecieron iglesias en sus propias colecti
vidades de origen nacional y en el medio social en qu e se inserta
ron: clases medias y bajas.
Luego, y sobre todo a partir de los aos '30 y '40, comenzel trabajo de misiones extranjeras que tenan una prctica siste
mtica de evangel izacin tendiendo a formar nuevas iglesias y
pastores. A partir de 1950 tuvo lugar un proceso don de surge con
fuerza una capa de lderes de origen nacional y un conjunto de
iglesias fundada s en Argent ina, en franca ruptura con los templ os
extranjeros encargados inicialmente de la evangelizacin.
En los aos 70 aparecieron iglesias que intensificaron la ac
tividad proselitista de masas, comenzaron a desarrollar organiza
ciones de gran porte y explotaron las posibilidades abiertas por
los medios de comunicacin. Esas entidades surgan de un pro
ceso en el cual se afirmaro n diversas forma s de liderazgo local.Tambin se produjeron nuevas sntesis doctrinarias que fue
ron mucho ms all del lugar al que haba llegado el pentecosta
lismo tradicional. Esas visiones tomab an consciente o inconscien
temente elementos del catolicismo y de la religiosidad local. Y lo
hacan, tal vez, porque eso permita difundir la fe y porque esas
sntesis eran el resultado de la interpretacin singular de los fie
les argentinos.
Un predicador especial. Un ejemplo claro de esta tendencia es el
de Carlos Annacondia, un predicador que influy mu y fuertemente
en los pentecostales y que, en una poca, organiz importantsimas campaas proselitistas que se tradujeron en el crecimiento
del nm ero de fieles y de centenares de iglesias en todo el pas.
Annacondia interpret la experiencia del bautismo en el Es
pr i tu Santo como "una forma de l iberarse de los demonios"
que obstaculizan la vida de las personas y promovi la organiza-
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cin de eventos en los cuales el ritual central consista en una es
pecie de exorcismo. Al identificar la experiencia del bautismo en
el Espritu Santo con una vivencia tan cercana y cara a la sensibi
lidad catlica, Annacondia institua un pentecostalismo cultural-
mente ac limatado y, a su vez, favoreca su difusi n entre la masa
de creyentes catlicos.
Figuras muy conocidas y carismticas como la del Pastor Gi
mnez hicieron tambin sus experiencias personales y sus inter
pretaciones propias de la fe. De hecho generaron eso que algunos
autores llaman neopentecostalismo.
Si bien estos pastores se apoyaban organizativamente en al
gunas iglesias de origen extranjero, transmitan y componan una
doctrina que ostentaba los siguientes rasgos:
nfasis en los milagro s de curacin.
Incorporacin subordinada de aspectos rituales caros a la
fe catlica. Dilogo con la sensibi l idad trabajada por los medios de
comunicac in.
De este modo todos ellos dieron lugar a un ceremonial que
contrastaba con el de los inicios, que haba sido tradicionalmente
austero, mi l i tantemente anticatl ico y cerrado al mundo de los
que no eran pentecostales.
A travs de estos mecanismos las iglesias inscritas en esta co
rriente se han expandid o en Argentina dando form a a una diversidad
enorme de iglesias, templos y sitios de oracin en general. Entre
ellas es posible incluir a las que surgieron en el Barrio Libertad.
Respecto de estas ltimas cabe decir lo siguiente: el 80 porciento de los pentecostales del barrio se rene en iglesias que per
tenecen a gru pos origin ados y enraizados en el barrio. Sus funda
dores son vecinos y vecinas que entre los aos 70 y '80 pasaron
por procesos personales de conversin, fueron a iglesias pente
costales de otros barrios (y del centro del municipio) y, luego,
46 PABLO SEMN
volvieron a su barrio dispuestos a hacer entre sus vecinos lo que
haban entendido que hicieron sus pastores.
El hecho de que la mayor parte de los evanglicos del barrio
se reuniera en este tipo de iglesias, algo que ocurre tambin en
otros barrios del Gran Buenos Aires, debe llamar la atencin sobre
un aspecto. Hay iglesias pentecostales que tienen ms visibilid adque pblico, mientras que por otro lado hay grandes conjuntos de
pequeas iglesias que no tienen visibilidad pero congregan, de a
poco, grandes masas de fieles.
Para entender la doctrina especfica de estas iglesias debemos
abordar el captulo siguiente de este libro. En l mostraremos la
relacin entre una pastora y una persona que terminar siendo
miemb ro de su iglesia. As, al detenernos en el caso podre mos ver
cmo se despliega la doctrina.
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T E R C E R A P A R T E
E L D E S A R R O L L O D E L C A T O L I C I S M OE N E L B A R R I O
En la zona donde realic la investigacin gravitaban dos capillas
que pertenecan a una parroquia que inclua, adems, otras dos
iglesias pequeas: la de Santa Marta y la capilla de Nuestra Seo
ra de la Merced. La historia del catolicismo local ha sido la historia
de la creciente localizacin del poder de administracin de los bie
nes religiosos en manos de los vecinos. Veremos en qu consisteeste procedimient o.
A pesar de que, como sucede en casi todo el pas, el Barrio Li
bertad es mayoritariamente catlico, la presencia institucional de
la Iglesia aparece muy tardame nte, recin en los aos '60. La di-
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cesis enviaba sacerdotes que l imitaban su actividad al control
general y a otorgar los sacramentos de la comunin, confesin,
matrimonio y extremauncin.
Para esa poca los sacerdotes eran visitantes que atendan en
horarios y das fijos en las casas de algunos vecinos que ofre
can su hogar para ese fin. No haba una iglesia del barrio sino
un servicio religioso de la dicesis dirigido, entre otras, a esa zo
na. Mientras tanto los catlicos del barrio basaban su prctica enaltares domsticos en los que desarrol laban cultos originarios
de las provincias de las que provenan los vecinos.
En los primeros aos de la dcada de '60 la presencia de la
iglesia catlica local se intensifica con la creacin de cuatro capi
llas y, despus, de una parroquia que coordinara la actividad de
todos los templos, grandes y pequeos.
Las Hermanas de la Cari^'
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consisti en Nevar la Iglesia a los hogares e intentar que all se
engendrara el compro miso catl ico, digamos, ideal.
Las iniciativas que se dirigan a concretar este objetivo tenan
una lgica racional y se plasmaron siguiendo el rastro de la ex
pansin de la alfabetizacin y de la escuela en el barrio. El control
y seguimiento de los sacramentos se intensific: se real izaron
tareas de regularizacin de las uniones de hecho y de catecismo
de adulto s, actividades todas que an hoy contin an con fuerza y
atractivo dentro del barrio.
Pero el producto ms importante de esa misin se concret
en una in stitucin relacionada con esa concepcin. Y en los aos
'90, a casi 15 aos de la salida de las Hermanas de la Caridad, re
sulta uno de los momentos vertebrales del catolicismo local. Las
monjas implementaron un sistema de catecismo y evangelizacin
dirigido a elevar el nivel del catolicismo transmitid o al seno de las fa
milias: el procedimiento elegido se basaba en la divisin del territo
rio en manzanas y en la delegacin del catecismo en las madres de
los nios, instruidas para tal fin por un grupo selecto de fieles.
Los fieles del barrio, por su parte, haban recibido instruc
cin de las Hermanas de la Caridady de algunos organismos de
la dicesis. All se presentaba un catecismo escrito y ledo en tr
minos famil iares que tomaban distancia del catecismo clsico
que muchos catlicos del barrio recuerdan como incomprensible
y hasta frustrante.
Se referan a un catecismo que una de las Hermanas de la Cari
daddefini alguna vez como "moderno" y "sencillo". Para ella el
nuevo sacramento se adaptaba al uso de generaciones que estaban ms cmodas que las anteriores con la lectura y la escritura.
La di fusin del proyecto fue y es tan grande que la mayor
parte de las mujeres de la Iglesia catlica (en una franja etaria que
va desde los 30 a los 50 aos) desempe en algn momento la
funcin de catequista.
52 PABLO SEMN
Ms aun: mujeres que hoy no estn incorporadas a la activi
dad de la Iglesia, pero que participaron en aquella poca, retienen
en su memoria y en su arsenal de conceptos y prcticas religiosas
todo lo adquirido en aquella experiencia. Otras se reintegraron a
la actividad de la Iglesia a partir de esos ejercicios.
La iniciativa tuvo tal xito y solidez que an hoy es la base de
una catequesis familiar que ha sido generalizada a toda la dice
sis. Esto a pesar de las notables diferencias entre la orientacin
tercermundista de las Hermanas de la Caridady el conservaduris
mo que caracteriza al pensamiento del actual obispo.
El devenir de una moderna conciencia cristiana. En tercer lugar
las orientaciones modernizadoras apuntaban a la institucionaliza-
cin de una conciencia cristiana entendida como sol idaridad y
compromiso comunitario. En esa direccin las Hermanas de la
Caridadpromovieron el estrechamiento de sus lazos con las fami
l ias locales: se instalaron en el barr io y aunaron la promocin
religiosa con la comunitaria, la construccin de las capillas con
la de un puesto sanitario, un jardn de infantes y una escuela.
Todo esto se desarroll en el seno de la red de catequesis
familiar de forma tal que la misma era, adems de un mbito de
educacin religiosa, un espacio de realizacin de actividades co
munitarias y sociales. Estas ltimas abarcan desde la bsqueda
de un remedio para una vecina enferma hasta la movi l izacin
del barrio por la entrega de los ttulos de las propiedades sobre
las que se construyeron las viviendas del conjunto del barrio.
El progresivo triunfo de los sectores de la derecha peronista
en el marco del gobierno vigente en 1974, y los hechos posterio
res al golpe militar del 76, dejaron su impronta en el desarrollo
del catol icismo local. La dicesis local nunca haba visto con
buenos ojos el lado poltico de la accin de las Hermanas de la
Caridady condicion su labor.
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De hecho la dicesis otorg una proteccin institucional con
tra posibles ramalazos de violencia estatal o parapolicial y, como
contrap artida, puso severos lmites a la politizacin de la obra mi
sionera. sta recin se reactiv con el relativo ablan damien to del
rgimen dictatorial y con la apertura democrtica de 1983. Pero se
encontraba irremediablemente debi l i tada.Fue entonces cuando el obispo impuso sus cri terios rele
vando a la orden y promoviendo la presencia de sacerdotes
directamente designados por la dicesis. La particular situacin
de la iglesia catlica, la escasez de vocaciones sacerdotales -que
obl iga a enviar a un agente disponible antes que al ideal o al
apropiado-, el hecho de que todo sacerdote es ms un comisio
nado de la iglesia en una localidad que un lder religioso local,
hizo que en los siete aos que van de 1984 a 1981 se sucedie
ran seis sacerdotes que no dejaron grandes marcas en el cato
l ic ismo del barr io.
1. EL CATOLICISMO Y LAS MEJORES FAMILIAS
Subterrneamente, mientras tanto, fue tomando forma el fen
meno ms importante del catolicismo local. Entre el final del pe
rodo en que actuaron las Hermanas de la Caridady el que se ini
cia con la rotacin de los sacerdotes, el centro de gravedad de la
vida de las capillas barriales se desplaz a los vecinos.
La obra de las Hermanas de la Caridadhaba consolidado el
prestigio de un grupo de gente que absorbi la ejecucin de las
ms variadas iniciativas. La catequesis convocaba cada vez ms
laicos para su coordinacin y el desarrollo de las actividades comunitarias tena el mismo efecto de abrir la capilla a la participacin
protagnica de los habitantes del barrio.
Paralelamente el funcionamiento de otras instituciones con
ciliares tena los efectos de estimular el control de las capillas
54 PABLO SE MAN
por parte de los vecinos y de darle a esa participacin un aura
especial: las actividades de formacin de catequistas representa
ban una posibilidad de proyeccin importante para los vecinos
ms activos; y la promocin de la participacin de los laicos en
la liturgia generaba situaciones de respeto y poder especficamen
te religioso para los catlicos del barrio.Los laicos ganaron la posibilidad de componer la seleccin
de textos litrgicos y de leerlos, impon iendo su interpreta cin con
sus nfasis y comprensiones, hacindose un lugar clave en la
administracin de los bienes religiosos legtimos. Un grado ma
yor de esta transformacin lo representa la difusin del rgimen
de diaconado que permite ordenar a laicos como ministros de la
eucarista, es decir, transformar a algunos vecinos en miembros
menores pero significativos del clero.
El nacimiento de una lite. Cier tos grupos del vec indar io se
convirtieron en la referencia privilegiada de muchos otros que,por otro lado, comenzaron a relativizar su estimacin de los sa
cerdotes. O la desplazaron a los ministros extraordinarios surgi
dos de la poblacin local.
El fenmeno se vio favorecido por la ya sealada inestabi
l idad y el cierto desapego de los sacerdotes enviados por la
dicesis. Desde el ao 1978 en adelante, un ncleo de familias
catlicas del barrio adquiere un control creciente de la vida ad
ministrativa de una de las capi l las. Tres famil ias, a travs de
dos generaciones, fueron acu muland o entre el 40 y el 60 por cien
to de los cargos parroquiales a lo largo de los ltimos veinte aos.
Otras cinco familias renen un 30 por ciento de las funciones administrativas y organizativas.
Mientras tanto los sacerdotes rotan y muchas veces viajan
a sus lugares de origen para atender las distintas situaciones ge
neradas en su orden. Las principales decisiones han sido tomadas
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y ejecutadas por el Consejo Parroquial y algunos de los dico
nos locales.
Por otro lado la actividad especficamente litrgica de la parro
quia depende, en mucho, de los fieles. A fines de los '90 la estruc
tura de agentes eclesisticos incluye, adems del sacerdote enviado
por la dicesis, cuatro ministros extraordinarios surgidos de la poblacin local: Tino, q ue celebra las misas en una de las capillas; Hc
tor, que dirige el conjunto de las actividades de catequesisy lleva el
contro l contable de la actividad parroquial; Nicols, que dirige el con
ju nt o de la a ct ivi dad de l a ca pill a Cr isto Obrer o -c on exc epcin de l a
misa dominical- y Julio que dirige las misas en otra de las capillas.
De este modo no slo la administracin o los consensos pa
rroquiales dependen de los vecinos, sino que una parte creciente
de las funciones rituales es controlada por ellos.
Pero no hablamos aqu de cualquier vecino. Los que tanto se
han elevado en la vida religiosa local pertenecen a las mejores fa
milias, segn parmetros locales. Esto dicho en trminos de trespropiedades bsicas (acceso a un salario, a la educacin y dura
cin del matrimonio por iglesia), que son directa o indirectamente
relevantes en el reclutamiento parroquial de los lderes locales.
Aquellas familias que gozan de una situacin econmica ms
cmoda son las que tienen ms disponibilidad de participar en un
cuadro organizativo regular, sistemtico y muchas veces exigen
te. Adems, como todas las tareas implican un mnimo de control
de la lecto-escritura, los grupos familiares que tienen mejores ni
veles educativos tienden a acaparar los lugares de participacin
en un barrio donde la tasa de escolaridad resulta declinante, y
en el que la baja calidad del servicio educativo y la presencia demuchas generaciones precariamente alfabetizadas conforman, en
general, un entorno que desestimula las prcticas letradas.
Por ltimo las que llamo "mejores familias" son aquellas que
tienen casamientos en regla. Son las que tienden a acaparar los
lugares de direccin de la comun idad religiosa local, haciendo pesar a su favor las disposiciones eclesisticas que marginan a los"separados" y a los " juntados".
Aun en el caso de que el sacerdote local les ofrezca posibili
dades de participacin igualitarias, los vecinos chismosos presionan al obispo para que ponga "en capilla" a los pecadores. El obis
po, por lo general, acaba cediendo a favor de aquellos que res
petan a rajatabla el sacramento del matrimonio.
Este es el contexto en que se ha generado una lite catlica lo
cal. Veremos, a continuacin, que las experiencias de los fieles no
necesariamente siguen el camino trazado por esa cpula religiosa.
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grafa que definen las institucionos mili
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que efectivamente hacen las personas con lo que esas entidades
religiosas pretenden y cmo decanta la dialctica entre institucio
nes de fe y los fieles en formas concretas de sensibilidad religiosa.
Mara es hija de Santa y de Quirno, quienes llegaron de Co
rrientes hace unos 35 aos. Los dos eran catlicos practicantes. Y
esto quiere decir que no slo cumplan con los sacramentos que
la Iglesia exige a sus fieles, sino que tenan una prctica religiosa
cotidiana e independiente del contexto de la capilla.
Rezaban el rosario por las noches, hablaban orando con la vir
gen M ara, transmi tan esa prctica a sus hijos, y confia ron desde
siempre en que las mediaciones rel igiosas traeran solucin a
los problemas fsicos y afectivos de la familia.
En este clima sagrado se cro Mara, quien naci hace cuaren
ta aos y que, desde hace dos, se cas con Roberto. Ella qued
embarazada antes de que l se fuera para hacer el servicio militar,
pero se entera ron cua ndo l ya estaba en el sur del pas.Cuando Roberto volvi defini t ivamente la convivencia co
menz con un hijo y con muchos problemas: l no tena trabajo
y la pareja no poda salir de la casa de los padres de Roberto, en
la que, para colmo de males, no queran mucho a Mara.
Ante cualquier confl icto los suegros defendan a Roberto.
Este ltimo no estaba muy feliz ni decidido con su vida y hubiera
preferido casarse un tiempo despus. Tomaba alcohol para es
caparse de un mu ndo que empezaba a considerar opresivo. Mara
se opona pero pensaba que no poda hacer ms que aguantarse
y estallar una vez cada tanto. En esos momentos l reaccionaba
violent amen te y le pegaba, hasta que la mu jer se arrepenta y volv a a aguantar para un t iempo despus volver a estal lar . La
amargura la haba llevado a pensar que la nica solucin posible
era dejar la casa de sus suegros, y refugiarse con sus hijos en el
hogar paterno.
60PABLO SEMN
Cambio de vida. Por esos tiem pos, Santa , la madr e de Mara, que
adems de ser catlica practicante era miembro del consejo de
administracin de la parroquia catlica, haba empezado a ir a una
iglesia pentecostal del barrio. Dej de ir a la capilla de la Iglesia
catlica porque no le gustaban los comentarios que algunas per
sonas hacan sobre ella. Y se senta mejor en una iglesia en la quesu voz era oda y las personas resultaban ms clidas y menos
distantes. La madre de Mara apenas saba leer y no poda parti
cipar en la liturgia catlica de una manera tan activa como lo re
queran su pasin y su inquietud religiosa.
Cuando comenzaron los problemas de Mara, Santa habl
con la pastora Matilde y le cont lo que le pasaba a su hija. Matilde le pidi que orasen juntas para que Dios acercara a Mara a
la Iglesia. La mujer slo pasaba por la Iglesia pentecostal paraacompaar a la madre.
Un da, cuando su hijo se enferm, fue desesperada a la ca
sa de la pastora para pedirle que hiciera algo por l. La pastora,
que sinti que sa era la respuesta de Dios a la oracin que ha
ba hecho con la madre de Mara, la mir, se qued un tiempo
cal lada y con gravedad le di jo: "la que est enferma sos vos,
no tu hijo: no corras ms, no temas, aprende y plntate con fir
meza frente al hombre ".
Matilde saba muy bien lo que pasaba en la casa y, tal co
mo lo hizo otras veces en casos similares, le pidi a la mu jer que
no le temiera al hombre, que se pusiera los pantalones y dijera
lo que tena que decir: eso no quera decir que se fuera de la
casa ni que reivindicara una entidad desconocida para ella como
"los derechos de la mujer"; pero era una forma de que ganaraconfianza en ella misma y de que pudiera exigir respeto a su pa
pel de esposa.
Luego de explicitadas las preocupaciones, Matilde le propu
so orar. Le explic que era lo m ism o que rezar, pero qu e tena que
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contarle a Dios lo que le pasaba y lo que quera. Esta muj er la ayud
con sus palabras porque Mara sola, ahogada en llanto, no poda.
Cuando estuvo un poco ms tranquila le dijo que Dios le dara
fuerzas nuevas y una vida tambin renovada, y que ella slo de
bera responder reconociendo a Cristo como su salvador personal.
El hijo se san a la noche y ya, antes de eso, Mara se senta aliviada y con ms fuerzas.
Finalmente entre la pastora y Mara se estableci un lazo de
confianza que resultaba indispensable para hacer posible este
desenlace. Pero ese lazo no result casual: se form convocando
sentimientos y experiencias que conformaron una "simpata" que
a Mara le result teraputica. En el contexto de supuestos com
partidos que hicieron posible esa simpata (y que ya analizaremos
detalladamente) la pastora le dijo: "en algn momento tu marido
tambin se va a arrepentir".
Una oportunidad. En el medio de la tensa tregua desatada por lacuracin de su hijo, Mara dijo que recibi de Dios la visin de una
oportunidad para promover el arrepentimiento de Roberto. Por
esos das el hombre haba llegado totalmente borracho del baile
de carnaval que se haba hecho en el barrio.
Los vecinos le contaron a Mara que su marido haba atrave
sado bailando desnudo las cuadras que separaban a su domicilio
del lugar de realizacin del corso. La mujer sinti que sa era la
oportunidad que no deba dejar escapar. Pens que sera bueno
hacer pasar vergenza a su marido para que se humillara por lo
que haba hecho. Entonces le propuso ir a la casa de su madre,
muy cerca de donde haba sido la fiesta en la que se embriag, para obligarlo a pasar por los mismo s lugares en los que, duran te la
noche anterior, Roberto se haba exhibido en ridculo.
El hombre obviamente no quera ir y Mara maliciosa insisti
hasta que logr arrastrarlo hacia lo que segn ella fue un castigo
62 PABLO SEMN
ejemplar. Sonrisas y saludos irnicos le marcaban el paso y le
recordaban la noche del baile. La vergenza conmovi a Roberto,
quien a los pocos das entr en crisis. En medio de una noche de
angustia se puso a llorar y, mientras su muje r lo calmaba, se com
prometi a dejar de beber. Como saba que su mujer estaba en
la Iglesia le pidi que orase por l para que tuviera fuerzas y dejara el vic io de una vez.
Un lazo decisivo. El "mi lagro" acontecido con Roberto es, por
cierto, complejo. Abarca d istintos hechos y niveles de anlisis. En
principio puede decirse que Mara cobr fuerzas al ser escuchada
y alentada por otra persona. Pero no cualquier vecino poda de
sempear ese papel ante Mara.
El lazo entre estas dos mujeres dependi de varios hilos con
los que se teji una sintona cultural muy distinta a la que cualquier
otra opcin de ayuda le hubiera podido ofrecer. Cualesquiera
que sean los trminos que se adopten para definir la mejora
anmica de Mara es preciso establecer cul es el complejo con
texto cultural en que eso se hace posible.
Analizar esto nos permitir escapar de una explicacin que
en general es verdadera pero no dice nada y que adjudica a las
iglesias pentecostales y a la religin en general una capacida d de
"contenc in" comuni tar ia y de sugest in. S i es to sucede es
porque, en rigor, las sensibilidades descriptas estticamente en
el punto anterior son actualizadas en la produccin del vnculo
entre Mara, su familia y la iglesia.
2. ARTES DE PASTORA
Matilde es una de esas personas que cura y lo hace con un proce
dimiento y una legitimidad especiales. Pregunta, escucha y ora
para que Jess se lleve los males. A cambio pide que las perso-
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as reconozcan en Cristo a su salvador, que admitan sus pecados
y se arrepientan para recibir y mantener la bendicin.
Un procedimiento tan simple condensa varios matices que ha
cen de su prctica una combinacin mucho ms convincente para
decenas de personas como Mara. Hay algo que ya sabemos.
Mara, la pastora, su marido y los famil iares de ambos lados
comparten la creencia en curas milagrosas y en las personas que
las habilitan.
En relacin a este piso de creencias la actuacin de Matilde y
el encuentro entre ella y Mara revive varios de los aspectos pro
pios de la escena y la doctrina del curandero. Y en la evocacin de
esa escena el vnculo entre Mara y la pastora encuentra una de
las posibilidades de su establecimiento y de producir los "mila
gros" narrados.
La pastora carece de la tcnica del curand ero. Pero sabe encar
nar buena parte de las actitudes de las personas que curan. Acon
seja ms que orde na. Y ejecuta una versin de la paciencia y la ama
bilidad que en todos los casos que observ tambin caracteriza a
los curanderos. Pero el tema va mucho ms all. La idea que tiene
la pastora sobre la "sanidad divina" es que la rectificacin moral y
religiosa recomponen al cuerpo y lo curan. Esa conciencia resulta
homologa a la que, en el campo de los curanderos, supone una con
tinuidad entre las categoras fsicas y morales de la gente.
Podr decirse que hay una diferencia: los curanderos operan
moral y espiritualmente sobre el enfermo y no sobre su familiar
como ocurri en el caso de Mara. Pero esta distincin, que apa
rece en el caso narrado, no altera el argumento que estoy desa
rrollando sino que lo refuerza: la pastora opera sobre el cuerpo del
hijo enfermo a travs de Mara, porque refiere su accin a una
totalidad mayor que el individuo: la familia.
Esta lgica es anloga a la que h emos discernido en el cur an
dero, aunque apl icada a una total idad mayor: el continuo de lo
64 PABLO SEMN
fsico y lo moral se mantiene. Pero debe decirse que no es nece
sario este razonamiento para resguardar nuestro argumento: en
muchos casos, los propios curanderos obran con una lgica similar
a la de la pastora cuando curan a travs de fotos, cabellos o afec
tos de un paciente que est lejos.
En el caso de Mara se entiende que ese continuum se desarrolla en una escala que es ms amplia que la del mero individuo:
la salud fsica del chico refleja la enfermedad de la familia. El nio
se enfermaba por la situacin de los padres. Respecto de los pro
blemas de esta relacin, Matilde reparte culpas y responsabilida
des: Roberto toma pero Mara es celosa y no sabe defenderse. Ella
debe dejar de ser celosa para que l no tenga motivos para be
ber. Y debe ser firme para hacerse respetar por su marido
No es sa una forma de incriminar y redoblar el sufrimie nto
de quien ya es una vctima? Desde nuestra perspectiva es efectiva
mente as. Ms adelante podr verse que el continuum que sirve
de referencia para la accin de la pastora expresa la arquitecturadel comprom iso familiar, algo realmente existente en la cultura del
barrio. Por eso mismo sa es una condicin ms de la cura.
Por ahora lo importante es saber que, fiel a su percepcin de la
totalidad como raz de la enfermedad, la estrategia de la pastora in
tenta desmontar un circulo vicioso atravesndolo en un sentido
inverso al que se vena registrando. Los procedimientos pasan en
tonces del hijo a la familia y, dentro de sta, a lo nico que se pone
a su alcance: la actitud de Mara en el seno del complejo familiar.
Roberto podra cambiar si se activara un crculo virtu oso en el
que el cambio de Mara obligase al cambio del marido. sta fue,
en el marco de las creencias que ligan lo fsico y lo moral, la apuesta de la pastora.
Matilde, dicho sea de paso, tiene dones que en la visin de
Mara dependen del hecho de que "la pastora es una persona que
tiene mucho poder de Dios". Esa fuerza remite no slo al hecho
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de que la sola conversi n es vista por los pentecostales como una
expresin del poder de Dios. En el conocimiento de Mara hay un
dato que adems de ser la base de su atribucin de un don espe
cial a la pastora, ayuda a entender la continuidad entre su figura
y la del curandero: antes de tornarse pastora ha recibido la sani
dad de su propio hijo a travs de una mujer "que curaba", qu e
or por ese nio y que le ense a ella misma a hacer las oracio
nes correspondientes.
Aunq ue la salud fue para su hijo "e l" milag ro, el acontecimien
to era de alcance familiar. En la visin de los otros, claro, se trata
de algo inocuo: este hecho volvi a Mara popular, l levndola r
pidamente al plano de lo sagrado. Otro dato que abona la conti
nuidad entre la figura
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