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Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
1
INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO DIECINUEVE
Un estudio versículo por versículo de 1 Corintios
(Parte 2)
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
2
Introducción
En este fascículo, quisiera continuar con nuestro estudio
detallado sobre el libro de 1 Corintios, la carta, sumamente
práctica, de Pablo a la iglesia de Corinto. Le recomiendo que
estudie el fascículo 18 antes de leer este, ya que le brindará
la base necesaria para comprender mejor las verdades que Dios
desea que aprendamos en esta sección final de 1 Corintios.
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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Capítulo 1
“Hombre y mujer, Dios y Cristo”
(1 Corintios 11:1-16)
En los capítulos 8, 9 y 10 de 1 Corintios, Pablo nos
compartió su filosofía del ministerio, que era su filosofía de
vida: “No se puede servir a los demás y servirse a uno mismo a
la vez”. Pero después del primer versículo del capítulo 11, el
apóstol enfoca otro problema que existía en la iglesia de
Corinto: el rol de las mujeres en el cuerpo de Cristo. En el
versículo 6 del capítulo 11, escribe: “Porque si la mujer no se
cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a
la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra”. El “si”
en este versículo es muy significativo.
En Corinto, la prostitución era una parte muy real de la
cultura, a tal punto que estaba incluida en la adoración en los
templos paganos. Si una mujer quería que todos supieran que era
una prostituta, a diferencia de la mayoría de las mujeres, no
usaba velo ni se cubría la cabeza, y usaba el cabello muy corto.
El cabello corto era una señal de prostitución en la cultura
corintia.
En las iglesias caseras de Corinto, algunas mujeres, debido
a su propia revolución espiritual interior y a la libertad que
habían experimentado en Cristo, creían que debían sentirse
libres de no cubrirse la cabeza cuando oraban o profetizaban
durante los cultos.
Pablo comienza a tratar este problema con gran tacto en el
versículo 2: “Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de
mí, y retenéis las instrucciones tal como os las entregué”. La
palabra “instrucciones” es muy importante. Aparentemente, en las
iglesias primitivas era necesario tomar decisiones acerca de
temas culturales, y Pablo compartió lo que él pensaba que sería
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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sabio hacer en el marco de esa cultura. Si no tenía una base
bíblica específica para sus consideraciones, las llamaba
“instrucciones”.
En el versículo 3, Pablo continúa tratando el problema de
las mujeres que se quitan el velo en la adoración pública: “Pero
quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el
varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo. Todo
varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su
cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza
descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se
hubiese rapado. Porque si la mujer no se cubre, que se corte
también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el
cabello o raparse, que se cubra. Porque el varón no debe cubrirse
la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es
gloria del varón. Porque el varón no procede de la mujer, sino la
mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la
mujer, sino la mujer por causa del varón. Por lo cual la mujer
debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los
ángeles” (3-10).
¿Qué dice Pablo en este pasaje? Primero, es claro que está
diciendo que estas mujeres se equivocan al quitarse el velo en
la adoración pública, dado lo que esto significa para la cultura
corintia. En el espíritu de ser “todo a todos” (ver 9:22), es
decir, adaptarse para no perder oportunidades de ser de
testimonio, Pablo indica claramente que estas mujeres deberían
cubrirse la cabeza. Escribe que, si en esa cultura es vergonzoso
que una mujer tenga el cabello corto o no lleve un velo,
entonces, ella debería usar un velo y llevar el cabello largo
para dar buen testimonio.
Y después dice algo muy sorprendente, si consideramos que
proviene de un hombre que había sido rabí judío. Escribe que
cuando un hombre ora o profetiza, no debe cubrirse la cabeza.
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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Entre los judíos más ortodoxos es costumbre, aún hoy, usar el
talit, una especie de chal que el hombre se coloca sobre la
cabeza al orar. Pero Pablo escribe aquí que los hombres deben
estar con la cabeza descubierta en la presencia de Dios.
Lo que Pablo dice, en realidad, es que la relación entre el
hombre y su esposa es muy similar a la relación entre Cristo y
Dios. Es obvio que Dios el Padre está sobre el Hijo, y que la
gloria del Padre es la principal preocupación del Hijo. Sin
embargo, escuchamos decir al Hijo: “Yo y el Padre uno somos”, lo
cual significa que trabajan juntos, en perfecta armonía. (Juan
10:30).
Como suelen hacerlo él y Pedro, Pablo utiliza la relación
entre Cristo y la iglesia, y la unidad de esencia existente
entre Jesús y el Padre, como modelo bíblico inspirado para el
matrimonio (1 Pedro 2:25; 3:1,7; Efesios 5:22-27). No dice que
la mujer no es nada y el hombre es todo. Dice que la mujer y el
hombre se relacionan de la misma manera en que Jesús, el Hijo,
se relaciona con Dios el Padre. El esposo está sobre la esposa
en el sentido de que tiene la responsabilidad sobre el hogar y
la familia, y la autoridad que implica tal responsabilidad.
Pero, así como el Padre estaba sobre el Hijo, pero al mismo
tiempo el Padre y el Hijo eran uno -en perfecta armonía el uno
con el otro y, en muchos sentidos, igualmente Dios- así es
posible que un hombre y su esposa estén en una relación en que
él está “sobre” y ella “debajo”, sin que esto implique falta de
absoluta igualdad.
Estudie estos primeros dieciséis versículos de 1 Corintios
11 en detalle, y creo que descubrirá que son muy profundos.
Ellos nos dicen algo acerca del rol y la función de un hombre y
una mujer devotos en un matrimonio cuyo centro es Cristo, y
también acerca del igual valor del hombre y la mujer. Además,
tratan un problema que era, básicamente, cultural, y debería
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tener una aplicación cultural. Estos problemas culturales y sus
aplicaciones culturales deben distinguirse de las enseñanzas
bíblicas que son supraculturales, como el hecho de que, para un
matrimonio cristiano, los modelos son la relación entre el Hijo
y el Padre y la relación entre Cristo y la iglesia.
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Capítulo 2
“¿La Cena del Señor o vuestra cena?”
(1 Corintios 11:17-34)
En el versículo 17 de 1 Corintios 11, Pablo comienza a
tratar un nuevo problema de la iglesia de Corinto. Al parecer,
antes de tomar la Cena del Señor, los creyentes celebraban un
“banquete de amor” para que el que llevaban comida de sus casas.
En la iglesia de Corinto, algunos de los creyentes eran
esclavos, personas muy pobres. Estos pobres no podían llevar
comida y quedaban con hambre cuando se servían los alimentos. En
lugar de poner toda la comida en una mesa común y compartirla
por partes iguales, se comía en pequeños grupos. Algunas
personas se hartaban de comida, mientras otras, en el mismo
salón, tenían hambre y observaban cómo comían sus hermanos y
hermanas. ¿Se imagina esto en una comunidad de creyentes?
También debe de haber habido mucho vino allí, y para cuando
comenzaban a celebrar verdaderamente la Cena del Señor, ¡algunos
estaban ebrios! Este es el problema que Pablo encara a partir
del versículo 17: “Pero al anunciaros esto que sigue, no os
alabo; porque no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor.
Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que
hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo”.
Pablo nos da un fundamento fascinante para la forma en que
Dios utiliza las divisiones entre creyentes: “Porque es preciso
que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan
manifiestos entre vosotros los que son aprobados” (11:19). Algo
bueno que podemos decir acerca de las divisiones entre creyentes
es que Dios las utiliza para revelar quiénes de ellos tienen su
aprobación.
Después, Pablo da una hermosa instrucción que, en la
actualidad, suele leerse cuando los creyentes celebran la Cena
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del Señor: “Porque yo recibí del Señor lo que también os he
enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó
pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed;
esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en
memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber
cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre;
haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí.
Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis
esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”
(23-26).
Este pasaje ofrece una solución inspirada al horrible
problema de que la Cena del Señor fuera deshonrada en la iglesia
de Corinto. El capítulo termina con las siguientes palabras de
Pablo: “Si alguno tuviere hambre, coma en su casa, para que no
os reunáis para juicio” (34).
Basándose en este versículo, muchas iglesias, en la
actualidad, creen que no es bíblico tener una cocina en sus
instalaciones o reunirse como congregación para compartir
cualquier clase de comida. Creo que se trata de una
interpretación y aplicación extremas de este versículo. El
problema no era el hecho de que comieran, sino que estaban
cometiendo el pecado de la gula, no compartían con los que no
tenían nada para comer, y se embriagaban; eso es lo que Pablo
corrige en este pasaje. No creo que Pablo prohibiera la comunión
entre creyentes que se produce al compartir una comida.
Compartir una comida es una metáfora que se utiliza con
frecuencia en la Biblia para indicar el más profundo nivel de
comunión (Apocalipsis 3:20; Lucas 14:16-24).
La Cena del Señor
¿Cuál es el significado de la Cena del Señor? En más de
veinte siglos de historia de la iglesia, los seguidores de
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Cristo no se han puesto de acuerdo en la respuesta a esta
pregunta. Algunos han respondido que cuando los creyentes se
reunen alrededor de esta mesa, el pan y el vino se convierten
realmente en el cuerpo y la sangre de Cristo. Esto se llama
“transustanciación”. Otros dicen que el Espíritu Santo
simplemente está con el pan y el vino en forma muy especial.
Ellos lo llaman “consustanciación”. Un tercer grupo cree que la
Cena del Señor es solo una recordación simbólica del sacrificio
del cuerpo y la sangre de Jesús, ya que Él dijo: “Haced esto en
memoria de mí”. Ellos creen que la noche anterior a su muerte en
la cruz, Jesús dijo: “Esta es la forma en que yo elijo ser
recordado”.
Es interesante que esta figura simbólica de sí mismo que
Jesús dio a la iglesia para que observe hasta que Él regrese, en
cierta forma, no es hermosa. En realidad, es una figura trágica
de nuestro Señor. Es una figura de Cristo crucificado. Pero,
naturalmente, cuando comprendemos que representa el amor de Dios
que trajo salvación a este mundo, en realidad, es una figura muy
hermosa. Al tratar un problema terrible en la iglesia de
Corinto, Pablo nos da una instrucción muy importante en relación
con la Cena del Señor.
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Capítulo 3
Mirar hacia arriba, mirar hacia adentro, mirar alrededor
(1 Corintios 11:17-34)
Las instrucciones que el apóstol Pablo da a la iglesia en 1
Corintios 11 para celebrar la Cena del Señor han sido leídas en
millones de cultos de comunión. Quisiera dedicar un capítulo más
a este tema, dada su enorme importancia. Pablo continúa su
enseñanza en el versículo 27: “De manera que cualquiera que
comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente,
será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto,
pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la
copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el
cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay
muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen.
Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos
juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor,
para que no seamos condenados con el mundo. Así que, hermanos
míos, cuando os reunís a comer, esperaos unos a otros. Si alguno
tuviere hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para
juicio”(27-34).
Mientras continúa tratando el tema de la forma blasfema en
que se estaba celebrando la Cena del Señor en la iglesia de
Corinto, Pablo nos entrega una valiosa joya de instrucción.
Antes que nada, hace la obvia observación de que el propósito de
este sacramento, que fue instituido por el Señor Jesucristo, es
que nos reunamos y miremos hacia arriba. Este acto es llamado
“comunión” por algunos, porque su propósito es mantener nuestra
unión con Cristo.
Pablo escribe que llegar a esta mesa “indignamente” es un
pecado muy serio. En el versículo 30, escribe: “Por lo cual hay
muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen”.
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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Pablo, en realidad, está enseñando: “Es por eso que muchos de
ustedes están enfermos y debilitados, y muchos han muerto”.
Ante todo, debemos llegar mirando hacia arriba, creyendo en
lo que representa la Cena. Esta Cena representa el evangelio que
nos salva. También representa la unión que tenemos con el Cristo
resucitado y vivo. Así como el pan y el vino, por medio de la
digestión primero y, después, de la circulación, se convierten
en parte de cada fibra de nuestro ser físico, celebramos el
milagro de que estamos en unión con Cristo.
Después, la Cena del Señor nos pide que miremos hacia
adentro: “...pruébese cada uno a sí mismo” (28). Esto nos
recuerda una gran verdad enseñada por Jesús: que debemos
juzgarnos primero a nosotros mismos y, entonces, estaremos
capacitados para juzgar a los demás (Mateo 7:1-5). Este es un
principio muy importante para aplicar al acercarnos a la mesa
del Señor.
Hay dos lugares más adonde debemos mirar al acercarnos a la
Cena del Señor. (1) Debemos mirar hacia atrás, a la cruz de
Jesucristo y (2), hacia delante, al regreso de Jesucristo. La
cruz de Cristo es el tema central de las Escrituras. El Antiguo
Testamento habla del significado de la cruz a través de los
sacrificios de animales, y el Nuevo Testamento se vuelve para
mirar a la cruz.
Recordemos que Jesús estaba celebrando una Pascua judía con
sus apóstoles judíos cuando convirtió esa forma principal de
adoración judía tradicional (lo cual implica que no era bíblica)
en la forma central de adoración cristiana. ¡Esta es la única
instrucción que dio Jesús a sus apóstoles en cuanto a la forma
en que su iglesia debía adorarlo! La comida de la Pascua
conmemoraba la milagrosa liberación de los hijos de Israel de su
cruel esclavitud en Egipto. En esa ocasión, cada creyente había
matado un cordero y untado parte de su sangre en el dintel de la
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puerta de su casa. Cuando el ángel de la muerte de Jehová vio la
sangre allí rociada, pasó de largo aquella casa, y el
primogénito de aquella casa no sufrió la muerte (Éxodo 12:12-
13).
Cuando celebró aquella Pascua con sus discípulos, Jesús les
dijo que no volvería a comer esa comida “hasta que se cumpla”
(Lucas 22:15,16). Les estaba diciendo que, al morir en la cruz,
Él se convertía en el cumplimiento de todo lo que el cordero de
la Pascua representaba. Debemos mirar hacia atrás, a la cruz,
cuando celebramos la Cena del Señor.
Y también debemos mirar hacia delante en la Cena del Señor,
porque Jesús dijo: “Haced esto en memoria de mí, para recordarme
hasta que yo venga”. Así que, cuando nos reunimos alrededor de
la mesa del Señor, estamos mirando hacia delante, con la
esperanza de su Segunda Venida (Tito 2:13).
Finalmente, en esta instrucción correctiva sobre la
comunión, Jesús y Pablo enseñan que debemos mirar a nuestro
alrededor cuando nos acercamos a la mesa. La comunión no es solo
vertical. Es horizontal. Hay muchos lugares donde se enseña esto
en el Nuevo Testamento: “Por tanto, si traes tu ofrenda al
altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra
ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate
primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”
(Mateo 5:23-24). El apóstol Juan nos dice sin ambages, al final
del cuarto capítulo de su primera epístola, que si decimos que
amamos a Dios y no amamos a nuestro hermano, somos mentirosos,
porque la relación vertical con Dios y la relación horizontal
con nuestro hermano son inseparables.
La mesa de la comunión también nos enseña esa disciplina
espiritual, cuando Pablo nos dice que esperemos hasta que todos
estén presentes para participar. Si las cosas no andan bien en
su relación horizontal, con algún hermano o hermana, y usted
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sabe que van a celebrar la Cena del Señor el domingo, vaya y
reconcíliese con su hermano o hermana. Reconcilie la comunión en
su relación horizontal, porque sabe que va a celebrar la
relación vertical de su comunión con Cristo.
En resumen
La inspirada instrucción de Pablo en este gran pasaje que
nos muestra cómo encarar la Cena del Señor nos ordena que
miremos hacia arriba, hacia adentro, hacia atrás, hacia delante
y a nuestro alrededor cuando nos acercamos a la mesa de nuestro
Señor.
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Capítulo 4
En cuanto a las cosas espirituales
(1 Corintios 12:1-11)
En el capítulo 12, llegamos a una importante nueva división
en esta magnífica carta pastoral. Los primeros once capítulos
son la sección correctiva, y estamos entrando en los capítulos
constructivos de esta epístola.
En los primeros once capítulos, Pablo escribe soluciones
específicas para problemas específicos, al tratar los conflictos
de los que tuvo conocimiento por medio de la iglesia casera de
Cloé y de la carta que había recibido de esta iglesia. Pero
ahora, en los capítulos restantes, prescribirá soluciones
espirituales generales que pueden solucionar todos los problemas
de la iglesia corintia... y de nuestras iglesias en la
actualidad.
Los primeros tres capítulos de esta sección de soluciones
generales podrían ser titulados: “La función del Espíritu
Santo”. Pablo les dirá a los corintios (y a usted y a mí) cómo
el Espíritu Santo quiere funcionar en una iglesia.
No podemos menos que tener preguntas acerca de la situación
espiritual de estos corintios. Pablo los llama “santos”, pero
después describe todos sus problemas. Entonces los llama
“carnales” y les dice que son bebés espirituales. Cuando
llegamos al capítulo doce, recibimos el diagnóstico del apóstol
Pablo sobre la situación espiritual de los corintios: ¡los
creyentes corintios eran espiritualmente ignorantes! No
ignoraban el hecho del Espíritu Santo, pero sí la función del
Espíritu Santo en una iglesia local.
En el capítulo 13, Pablo habla de lo que en otros lugares
llama “el fruto del Espíritu” (Gálatas 5:22,23). Hay dos obras
fundamentales del Espíritu Santo en las vidas de los creyentes.
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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Una es la obra del Espíritu Santo en nosotros que Jesús llamó
“el nuevo nacimiento”. Pero, si buscamos la preposición “en” o
“sobre” al leer el Libro de los Hechos, veremos que el Espíritu
Santo también hace una obra sobre nosotros, para poder trabajar
a través de nosotros, como sus agentes.
La obra del Espíritu sobre nosotros está relacionada con el
ministerio. La evidencia o prueba de que el Espíritu Santo está
haciendo su obra en nosotros es el fruto del Espíritu. La prueba
de que el Espíritu ha venido sobre nosotros para usarnos en el
ministerio es lo que Pablo llama “los dones del Espíritu”. Los
dones del Espíritu nos equipan para varias clases de
ministerios. En el capítulo 12, Pablo nos dice cómo funciona el
Espíritu Santo en una iglesia.
Pablo comparte su segunda solución espiritual en el
capítulo 13, el famoso “capítulo del amor”. Nos dice que el amor
es la mayor evidencia de la obra del Espíritu en nosotros. La
esencia del capítulo del amor es que la obra del Espíritu sobre
nosotros nunca puede reemplazar la dinámica obra del Espíritu en
nosotros. Un principio que muchas veces se aplica en la
Escritura es: “No se trata de esto o aquello, sino de esto y
aquello”. Todos deberíamos orar para que se produzca la obra
milagrosa del Espíritu Santo en nosotros y sobre nosotros.
En el capítulo 14, Pablo va a enseñar el orden que debe
prevalecer entre nosotros cuando el Espíritu Santo está haciendo
su obra en nosotros y sobre nosotros. Estos grandes capítulos,
en los que Pablo enseña a los corintios –y a usted y a mí-
acerca de las cosas espirituales, son el corazón de esta carta.
Pablo presentará su cuarta solución espiritual en el
capítulo 15, donde escribe una obra maestra sobre la
resurrección. No solo la muerte y resurrección de Jesús, que son
el evangelio de Jesucristo que nos salva, sino nuestra propia
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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resurrección, tanto en los últimos días como en el poder de la
resurrección diaria que nos da victoria sobre el pecado.
Pablo presenta una última solución espiritual en el
capítulo 16, donde da instrucciones para recoger una ofrenda
para los santos que sufrían en Jerusalén. El último capítulo de
esta carta es más que una posdata y una palabra final de saludo.
Pablo coloca deliberadamente a la mayordomía entre las cosas
espirituales que son soluciones generales para los problemas de
la iglesia.
Así que tenemos correctivos específicos para lo que Pablo
llama “carnalidades” en los primeros once capítulos de esta
carta, y soluciones espirituales generales para todos los
problemas de la iglesia de Corinto (y de nuestras iglesias en la
actualidad) en los capítulos 12 al 16.
Hay dos observaciones que deberíamos hacer en esta segunda
división de la primera carta de Pablo a los corintios. Pablo
escribe que es un error ignorar la función del Espíritu Santo.
La exclamación que escuchamos a través de todas las cartas de
Pablo es: “Lo que quiero es que no ignoren”. No olvidemos hacer
una segunda observación al final del capítulo 14, donde Pablo
escribe: “Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que
lo que os escribo son mandamientos del Señor. Mas el que ignora,
ignore” (1 Corintios 14:37,38).
Pablo comparte magníficas verdades espirituales en estos
tres capítulos, y al final de ellas, básicamente, escribe: “Si
eres una persona auténticamente espiritual, reconocerás que las
verdades que he escrito aquí son mandamientos del Señor. Pero
después que he compartido todas estas verdades, si aún eres
ignorante, es porque prefieres serlo, y yo prefiero respetar tu
decisión y dejarte en tu ignorancia”.
Pablo también escribe, en estos capítulos de soluciones
espirituales generales, que es un error ignorar la función del
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Espíritu Santo. Si al estudiar estos capítulos entendemos cómo
desea funcionar el Espíritu Santo en este mundo y decidimos
ignorar la obra del Espíritu, estamos siendo desobedientes y
podríamos estar perdiendo algo en nuestro ministerio como
creyentes. Pablo también nos dirá que es un error idolatrar
algunos dones o manifestaciones del Espíritu Santo.
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Capítulo 5
Dones y ministerios
(1 Corintios 12:1-6)
Los primeros once versículos de 1 Corintios 12 nos llevan a
lo que yo considero el corazón de esta carta. Quiero, ahora,
estudiar estos versículos de a uno por vez. En el versículo 3,
el apóstol Pablo trata, obviamente, la actividad demoníaca
relacionada con la adoración de ídolos en Corinto. Las personas
que adoraban y ofrecían sacrificios a estos ídolos estaban
adorando y ofreciendo sacrificios a demonios (10:19-21; 12:2,
3).
Cuando estas personas adoraban a los ídolos, los espíritus
malignos hacían que maldijeran a Jesús. Pablo escribe: “Por
tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios
llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino
por el Espíritu Santo”.
La base doctrinal para la comunión en las iglesias eran
simplemente tres palabras: “Jesús es Señor”. Jesús dijo: “El que
no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi
discípulo”. También dijo: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a
su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y
aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas
14:25-27).
¿Qué significaba esto para aquellos que escucharon a Jesús
decir esas palabras? Significaba que tenían que estar dispuestos
a morir por Jesús o no podrían ser discípulos de él; que
Jesucristo debía ser más importante para ellos que cualquier
posesión o persona en sus vidas, o no podrían ser sus
discípulos. Pablo enseña la misma verdad cuando escribe esta
base doctrinal para la comunión en la iglesia neotestamentaria.
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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¿Cómo se ve esto plasmado en la vida de un creyente? Según
Jesús, para que una persona llegue al punto en que pueda ver el
reino de Dios y entre en una relación con Él en la que Él sea,
en verdad, su Rey, debe nacer de nuevo. Esto es lo que Jesús
dijo a Nicodemo (Juan 3:3,5). Pablo concuerda con Jesús al
escribir que, para llegar al punto en que podamos decir tanto
con nuestros labios como con nuestra vida: “Jesús es Señor”,
debemos tener una experiencia del Espíritu Santo, es decir,
debemos nacer de nuevo.
Ahora, con esta introducción, en el versículo 4, Pablo
comienza a darnos la gran enseñanza de estos tres capítulos
sobre la función del Espíritu Santo en una iglesia local. Pablo
enfatiza dos conceptos en este capítulo. Según el apóstol,
cuando el Espíritu Santo funciona adecuadamente en una iglesia,
esta se caracteriza por su diversidad y su unidad. Observemos
con cuánta frecuencia repite Pablo ambos conceptos en este
capítulo. ¿Cómo pueden coexistir en una iglesia estos dos
principios opuestos? En la inspiración del Espíritu Santo, Pablo
reune estos dos principios opuestos cuando dice que una iglesia
así funciona como un cuerpo humano. Hay gran diversidad entre un
ojo y un oído, una mano y un pie. Pero esa diversidad funciona
con una sorprendente unidad, porque todos estos miembros
diversos de un cuerpo están bajo el control de una sola cabeza.
En la última mitad del siglo XX, ha habido un avivamiento
del interés en el Espíritu Santo. Cuando interpretamos nuestras
experiencias con el Espíritu Santo, debemos tener cuidado de no
crear muchas divisiones y confusión, ya que nos sentimos
tentados a cometer errores en la forma en que caratulamos
nuestras experiencias con el Espíritu Santo. Por ejemplo,
¿alguna vez escuchó a las personas referirse a un creyente o a
un pastor o a una iglesia como “lleno -o llena- del Espíritu
Santo”? Lo que esta expresión implica es que hay dos clases de
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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creyentes, pastores o iglesias. Hay creyentes, pastores e
iglesias que son llenos del Espíritu Santo y hay otros
creyentes, pastores o iglesias que nunca son llenos del Espíritu
Santo.
¿Es esto lo que la Biblia dice cuando describe a creyentes
que son llenos del Espíritu Santo? Todos los creyentes reciben
el mandato de ser llenos del Espíritu (ver Efesios 5:18). En el
idioma original se nos ordena, literalmente, “ser continuamente
llenos del Espíritu”. En griego, la instrucción está
estructurada de tal manera que, sin duda, se trata de una orden
y no una opción para un auténtico discípulo de Jesucristo.
¿Qué significa ser lleno del Espíritu Santo? En el libro de
los Hechos se nos dice que Pedro, “lleno del Espíritu”, predicó
ese gran sermón en el Día de Pentecostés. Poco después dice que
“Pedro, lleno del Espíritu” predicó y miles fueron salvos. Más
adelante, leemos: “Pedro, lleno del Espíritu”, hizo esto o hizo
aquello. Ahora, en los momentos en que la Biblia no nos dice
explícitamente que estaba lleno del Espíritu... ¿estaba Pedro
lleno del Espíritu?
El Espíritu Santo no es un líquido. El Espíritu Santo es
una Persona, y solo una de dos opciones es posible: o tenemos a
la Persona del Espíritu Santo en nuestras vidas, o no la
tenemos. La verdadera cuestión no es cuánto tenemos nosotros del
Espíritu, sino cuánto tiene el Espíritu de nosotros. Cuando el
Espíritu tiene la totalidad de nosotros, entonces somos llenos
del Espíritu.
Un creyente lleno del Espíritu es un creyente controlado
por el Espíritu. Antes de ordenarnos ser “ser continuamente
llenos” del Espíritu Santo, Pablo escribió: “No os embriaguéis
con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos
[continuamente] del Espíritu”(Efesios 5:18). Así como una
persona que está ebria está bajo la influencia o el control del
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alcohol, nosotros debemos estar bajo la influencia o el control
del Espíritu Santo.
Pablo nos dice en este capítulo que, cuando nosotros y los
miembros de nuestra iglesia seamos llenos del Espíritu Santo,
nuestra iglesia se caracterizará por una sorprendente diversidad
y unidad. Como Pablo lo expresa aquí: “Ahora bien, hay
diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo” (4). Dado que
los dones espirituales nos equipan para los ministerios
espirituales, el versículo 5 dice: “Hay diversidad de
ministerios”. Esto significa diferentes formas de servir a Dios.
Hay diversidad de dones, y a partir de estos diferentes modelos
de dones, hay diversidad de modelos de ministerios. En una
iglesia controlada por el Espíritu, los miembros de ese cuerpo
no tienen todos los mismos dones o los mismos ministerios.
A continuación, en el versículo 6, escribe: “Y hay
diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas
en todos, es el mismo”. Los dones y ministerios del Espíritu no
son dados como nosotros deseamos, sino como Él lo dispone(11).
Quizá eso es lo que quiere decir aquí, en los versículos 4, 5, y
6, cuando Pablo escribe que hay diversidad de dones, de
ministerios, y que la forma en que Dios obra a través de estos
diversos dones y ministerios no siempre es la misma. Pero
enfatiza el hecho de que es el mismo Espíritu el que está
obrando, o funcionando, en y a través de todos estos dones y
ministerios diversos. Estas manifestaciones del Espíritu son
dadas para provecho de toda la iglesia.
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Capítulo 6
Los dones del Espíritu Santo
(1 Corintios 12:7-11)
Este pasaje describe los diversos dones espirituales en una
iglesia local, que es el cuerpo de Cristo. Leemos: “Porque a
éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría” (8). Estoy
convencido de que esto significa el don de predicar y enseñar la
Palabra de Dios con el discernimiento para aplicarla e ilustrar
lo que la Palabra significa para nosotros.
Pablo también escribe que, en el cuerpo, Dios da “a otro,
dones de sanidades por el mismo Espíritu” (9). No pensemos
solamente en términos de sanidad física cuando leamos esto.
Recordemos que la dimensión espiritual de un ser humano es de
mayor valor que la física, porque la dimensión espiritual es
eterna, y la dimensión visible, física, de un hombre o mujer es
temporal. Por lo tanto, la sanidad espiritual, interior, es de
mayor valor aún que la sanidad física y externa.
También leemos en el versículo 10: “...a otro, profecía”.
Un profeta es una persona a través de la cual Dios habla. Estoy
persuadido de que cuando los pastores-maestros o evangelistas
predican con la unción del Espíritu sobre ellos, eso es
profecía, porque Dios habla a través de ellos.
Pablo escribe después: “...a otro, discernimiento de
espíritus” (10). Pablo señaló en los primeros versículos de este
capítulo que, antes de convertirse a Cristo, estas personas
estaban totalmente bajo el control de los espíritus malignos
asociados con la adoración de ídolos. ¿Cómo sabemos que somos
controlados por el Espíritu Santo y no por algún espíritu
maligno? La respuesta es que necesitamos la Palabra de Dios y el
don de discernimiento en el cuerpo de Cristo.
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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A continuación, escribe, también en el versículo 10: “...a
otro, diversos géneros de lenguas”. ¿De qué habla Pablo?
Sabemos que en el día de Pentecostés hubo un fenómeno espiritual
milagroso en que las barreras idiomáticas fueron derribadas.
Cuando Pedro predicó su gran sermón y los apóstoles alabaron a
Dios, hablaban en una lengua determinada. Pero todos los
comprendieron, sin importar cuál fuera su lengua materna. Fue un
gran milagro. El mensaje predicado por Pedro y los apóstoles
estaba destinado a oídos de hombres. Por eso, el profeta Joel y
el autor del Libro de los Hechos lo llaman “profecía” (Joel
2:28; Hechos 2:17,18).
Diré más acerca de las lenguas cuando lleguemos al capítulo
14 de esta carta, que Pablo comienza escribiendo que la persona
que habla en lenguas no está hablándoles a los hombres, sino a
Dios. Pablo nos dice que los hombres no pueden comprenderlos
porque, en su espíritu, están hablando misterios; no idiomas,
sino misterios (14:2). Esto no es lo que sucedió en el día de
Pentecostés. Lucas, en el Libro de los Hechos, y Pablo, en esta
carta a los corintios, hablan de dos clases de lenguas
diferentes.
Lea nuevamente esta lista de dones en los versículos 7 al
10, y familiarícese con ellos. Al estudiar los dones
espirituales que se mencionan en 1 Corintios 12, debería tratar
de descubrir qué clase de don espiritual le ha dado el Espíritu
Santo a usted. Después, debería buscar formas de ejercitar los
dones que considera que Él le ha dado.
Pablo concluye su enseñanza acerca de estos dones
espirituales escribiendo: “Pero todas estas cosas las hace uno y
el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él
quiere” (11). Así obra el Espíritu Santo. Da dones como estos a
las personas que están en el cuerpo, que los equipan para
realizar sus ministerios.
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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Capítulo 7
Cinco huellas dactilares de una iglesia sana
(1 Corintios 12:4-19)
Después de su gran pasaje sobre cómo los dones espirituales
se convierten en patrones para el ministerio, Pablo continúa con
otra parte de esta gran enseñanza. Toma los dos principios
opuestos –diversidad y unidad- y los une diciéndonos que una
iglesia funciona como un cuerpo humano.
¿Qué es una iglesia? ¿Cuál es la esencia y la función de
una iglesia? Jesús nos dice: “Yo edificaré mi iglesia, y los
poderes del infierno no podrán evitar que lo haga”. Leemos que
Él ahora anda en medio de sus iglesias (Mateo 16:18; Apocalipsis
1:12,13,20). ¿Cuáles son las evidencias de que nuestra iglesia
forma parte de la iglesia que el Cristo vivo y resucitado está
construyendo y visitando hoy?
Hay más de sesenta mil millones de dedos en este mundo, y
cada uno deja una huella dactilar única. En cualquier lugar del
mundo, los organismos encargados de hacer cumplir la ley pueden
identificarnos a usted o a mí por nuestras huellas dactilares.
¿Tiene la iglesia que Cristo está edificando “huellas
dactilares” que la identifiquen? En otras palabras, si nuestra
iglesia fuera “acusada” de ser parte de la iglesia que Cristo
está edificando, ¿habría suficientes pruebas como para
condenarnos?
En el Nuevo Testamento, he descubierto lo que, estoy
convencido, son diez “huellas dactilares” que pueden ayudar a
identificar la iglesia que Cristo está edificando y bendiciendo
con su presencia divina hoy. Estas “huellas” no solo identifican
a la iglesia que Cristo está edificando, sino que también pueden
darnos el entendimiento necesario para poder monitorear la salud
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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de una iglesia.
Encuentro estas huellas en dos lugares. Las cinco primeras
se encuentran cuando se inició la iglesia, o en lo que llamamos
“la Gran Comisión” que dio nacimiento a la iglesia. Jesús ordenó
a los discípulos: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las
naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y
del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que
os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo. Amén”(Mateo 28:19-20).
El libro de los Hechos es un registro de cómo los apóstoles
y discípulos de Jesús implementaron esa Gran Comisión. Su
objetivo al predicar el evangelio era hacer discípulos, a los
que debían bautizar y enseñar. Esta Comisión dice, literalmente:
“Haced discípulos: id; bautizad; enseñad”.
Así que, en el día de Pentecostés, cuando se convirtieron
tres mil judíos, los apóstoles sabían qué hacer con ellos.
Leemos que quienes se convirtieron “perseveraban en la doctrina
de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el
partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42). Esto
describe el comienzo de la Iglesia de Jesucristo, y es aquí
donde encuentro las primeras cinco “huellas dactilares” de una
iglesia sana.
En la “mano derecha”, pensemos que el evangelismo es la
huella del pulgar. Los apóstoles predicaron el evangelio a las
personas y trajeron a los convertidos a la iglesia. La huella
del índice es la enseñanza. En obediencia a la Gran Comisión,
los apóstoles enseñaron a los que se convirtieron el día de
Pentecostés. La huella del dedo medio es la comunión. Los
discípulos que se convirtieron a través de la predicación de los
apóstoles no solo fueron evangelizados, sino que perseveraban en
la enseñanza y la comunión de los apóstoles. La huella del
anular es la adoración. Ellos expresaban su amor por el Cristo
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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vivo y resucitado por medio del partimiento del pan con los
apóstoles. Esto significa que celebraban la Cena del Señor
juntos. Yo llamo “la huella del dedo meñique” a la oración, ya
que leemos que los nuevos discípulos perseveraban en oración con
los apóstoles.
Encuentro cinco huellas más en este duodécimo capítulo de
la primera carta de Pablo a los corintios, que, según creo, es
la mayor afirmación del Nuevo Testamento sobre cómo ha dispuesto
Cristo que una iglesia funcione en este mundo.
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Capítulo 8
Cinco huellas más de una iglesia sana
(1 Corintios 12:12-24)
En el último capítulo mencioné que las huellas dactilares
de la mano derecha de una iglesia sana son: la del pulgar, el
evangelismo; la del índice, la enseñanza; la del medio, la
comunión; la del anular, la adoración, y la del meñique, la
oración.
En este profundo capítulo, encuentro otras cinco huellas
dactilares de una iglesia sana. Según esta inspirada descripción
de cómo debe funcionar la iglesia, la huella del pulgar de la
mano izquierda es la unidad, es decir, ser uno. Cuando
escuchamos a Jesús orar cinco veces para que su iglesia sea una,
es de esperar que esta huella aparezca.
La huella del dedo índice de la mano izquierda es la
diversidad. Pablo está diciendo, básicamente, que si dos de
nosotros somos exactamente iguales, entonces uno es innecesario.
Usa una metáfora horrible para confirmar su concepto, cuando
plantea la pregunta: “Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿cómo
haríamos para escuchar?” (17). ¿Se imagina un globo ocular de 75
kilos o una oreja de 80 kilos? La belleza de la diversidad hace
que el cuerpo humano sea atractivo, y un cuerpo humano sin
diversidad sería horrible. La unidad sin diversidad es
uniformidad. Una iglesia controlada por el Espíritu Santo tiene
unidad sin sacrificar la diversidad de dones y ministerios.
La huella del dedo medio es la pluralidad. “El cuerpo no es
un solo miembro, sino muchos” (14). Muchas iglesias tienen
pastores dotados, y eso es maravilloso. Pero cuando la iglesia
se reune, el pastor no debe ser el único que ejercite sus dones
espirituales. Eso no es pluralidad. Cada vez que se encuentran
en el Nuevo Testamento las palabras que describen a los líderes
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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de la iglesia, las palabras están en plural. La iglesia no debe
funcionar como el cuerpo de una persona discapacitada. La
iglesia debe funcionar como un cuerpo sano, en el cual todos los
miembros funcionan. El cuerpo de Cristo necesita del trabajo de
todos sus miembros para funcionar como Dios lo desea.
La huella del dedo anular es la empatía, es decir, el amor
por el otro. Si un miembro sufre, todos los miembros de ese
cuerpo sufren. “Mirad cómo se aman”. Eso es lo que decían de la
primera generación de la iglesia. Que sea también lo que digan
de la verdadera iglesia del Cristo vivo hoy.
La huella del dedo meñique podría llamarse “igualdad”. Cada
miembro del cuerpo tiene igual importancia. En el oído interno
hay un pequeño hueso que controla nuestro equilibrio. No podemos
verlo y nunca pensamos en él, pero si nos fuera quitado,
caeríamos al piso y seríamos como un pez fuera del agua. En la
iglesia, hay pequeños miembros del cuerpo, como ese. Quizá no se
los vea, pero realizan una función que es parte vital de la vida
del cuerpo de creyentes. Todos esos miembros del cuerpo, estén
en el frente o entre bambalinas, son igualmente importantes para
la función del cuerpo de Cristo.
Unidad, diversidad, pluralidad, empatía e igualdad; son
otras cinco huellas dactilares de la iglesia, según esta
profunda enseñanza del apóstol Pablo en esta dinámica
descripción de la naturaleza y función de la verdadera iglesia
del Cristo resucitado y vivo.
Problemas para mantener la unidad y la diversidad
Pablo trata varios problemas al presentar y aplicar en la
práctica la diversidad y la unidad de la iglesia. El primer
problema es lo que podríamos llamar “discriminación espiritual”.
En la iglesia de Corinto había personas que habían recibido
dones del Espíritu, como el don de lenguas. Cuando recibieron
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este don de lenguas, creyeron que eran más espirituales que los
que no lo habían recibido.
Este problema de la discriminación espiritual existe en las
iglesias en la actualidad. Muchos creen que el don de lenguas es
un don que funciona como una “credencial”. Si alguien no ha
recibido ese don, los que lo tienen lo tratan como si no fuera,
siquiera, una persona espiritual. Eso es discriminación
espiritual. Si yo fuera un creyente recién convertido, podría
sentirme profundamente herido si me discriminaran porque no
tengo los mismos dones espirituales que otros. Pablo trata el
efecto de esta discriminación espiritual cuando escribe: “Si
dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso
no será del cuerpo?” (15).
El siguiente problema que encara el apóstol Pablo podría
llamarse “depreciación espiritual”. Muchos creyentes son
inseguros espiritualmente. Así que, si alguien les dice: “Tú no
tienes dones como yo, y eso significa que no eres un creyente
auténtico”, comienzan a depreciar, es decir, restar valor, a los
dones espirituales que Dios les ha dado.
En última instancia, el problema que preocupa a Pablo aquí
es el problema de la división espiritual. La secuencia es: la
discriminación espiritual lleva a la depreciación espiritual, y
esto, a su vez, puede llevar a la división del cuerpo de Cristo.
Si yo soy tratado como un ciudadano de segunda en la iglesia a
la que asisto, y hay otras iglesias a las que puedo ir, buscaré
alguna donde no sea tratado de esa forma. Ahora tenemos el
problema de la división. La discriminación espiritual,
lamentablemente, algunas veces se expresa en que los creyentes
se reunen en grupos según los dones que han recibido, excluyendo
a aquellos que no han recibido el mismo conjunto de dones
espirituales que ellos.
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Cinco veces, en su oración por la iglesia, Jesús rogó que
fuéramos uno (Juan 17). ¡Cuán trágico, pensar que los creyentes
puedan permitir que el maligno utilice la función del Espíritu
Santo, que fue dado para cultivar y mantener nuestra unidad, con
el fin de causar divisiones y fracturar la unidad por la cual Él
oró!
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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Capítulo 9
El cuerpo de Cristo
(1 Corintios 12:27-31)
Al llegar al final de nuestro estudio del capítulo 12,
¿cómo podríamos resumir esta maravillosa enseñanza del apóstol
Pablo? Antes que nada, no olvidemos observar que el apóstol
Pablo señala más de una vez que Dios es quien ha armado su
cuerpo. No tenemos los dones espirituales que nosotros deseamos;
tenemos los que Él desea que tengamos. Pablo escribe: “Pero
todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo
a cada uno en particular como él quiere […] Mas ahora Dios ha
colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él
quiso” (11,18). Esto se refiere, naturalmente, al cuerpo de
Cristo, la iglesia. En otras palabras, Dios armó el cuerpo de
Dios precisamente como Él quiso, con diversidad de dones y
ministerios y unidad cuando funcionan juntos, ya que están bajo
el control de una Cabeza, el Cristo vivo y resucitado.
Observemos que el don de lenguas, aquel que aparentemente
los creyentes corintios consideraban su “credencial”, se
menciona último en el orden de preferencia (ver 12:10). Si
tuviéramos que elegir uno de los dones del Espíritu para usarlo
como “credencial”, el don de lenguas debería ser el último que
eligiéramos.
Obviamente, Dios desea que esta sagrada diversidad de dones
exista, con unidad, en el cuerpo de Cristo. Todas estas personas
diversas –que ahora lo son más, porque han recibido diversos
dones del Espíritu- pueden ejercitar sus dones espirituales y
trabajar juntos en forma sobrenatural, porque todas son
controladas por el Cristo vivo.
Pablo da prioridad a algunos ministerios y roles de
liderazgo en la iglesia al mostrarnos otra lista (28). Escribe:
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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“Primeramente apóstoles”. Algunos dicen que esto significa los
doce apóstoles originales. Cuando ellos salieron de escena, fue
el fin de ese tipo de ministerio. Otros dicen que la palabra
“apóstol”, en realidad, significa ‘enviado’ o ‘misionero’. Así
que podemos aplicar este don a los misioneros o a las personas
que son llamadas a plantar una iglesia o iniciar un ministerio,
porque pueden ser consideradas dentro del don del apostolado.
Después, Pablo escribe: “...luego profetas”. Los profetas
son quienes hablan por Dios, o aquellos a través de los cuales
Dios habla cuando enseñan y predican su Palabra. Después,
escribe: “...lo tercero maestros”. La Gran Comisión señala que,
cuando se hacen discípulos, es necesario enseñarles. Por eso, es
de esperar encontrar en la iglesia personas que tienen el don de
enseñanza. Después, Pablo ubica a “los que hacen milagros,
después los que sanan”.
Después, a “los que ayudan, los que administran”. Estos
dones prácticos no han sido mencionados anteriormente. No todos
los dones espirituales son tan pastorales como el de sanar por
fe o predicar la Palabra de Dios. ¡Cuán desesperadamente las
iglesias y los ministerios creados para implementar la Gran
Comisión necesitan buenos administradores! Y aquí encontramos a
“los que ayudan”, aquellas personas que simplemente ayudan a que
las cosas se hagan. Finalmente, al final de la lista, Pablo
vuelve a mencionar el don de lenguas.
Pablo formula varias preguntas al concluir este capítulo:
“¿Son todos apóstoles? ¿son todos profetas? ¿todos maestros?
¿hacen todos milagros? ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿hablan
todos lenguas? ¿interpretan todos?” (29,30). La respuesta obvia
y esperada es “No”. Si dos de nosotros somos exactamente
iguales, entonces uno de nosotros no es necesario. Si alguno de
nosotros tuviera todos los dones, no necesitaríamos a los demás
miembros del cuerpo. Pero tal como Dios lo ha dispuesto, nadie
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tiene todos los dones. Por esa razón, todos somos necesarios, y
todos nos necesitamos mutuamente. Gloria a Dios, porque nos ha
hecho únicos a todos, y eso hace que cada uno de nosotros sea
miembro necesario del cuerpo de Cristo.
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Capítulo 10
Una sinfonía de amor
(1 Corintios 13)
El capítulo trece de esta epístola es considerado el
“capítulo del amor” de la Biblia. Sin embargo, debemos darnos
cuenta de que, aun siendo un capítulo fundamental sobre el amor,
no es este el tema principal en él; el tema principal son los
dones espirituales. Antes de considerar este capítulo versículo
por versículo, nos ayudará a comprenderlo mejor estudiar el
contexto en el cual Pablo escribió estas inspiradas palabras
sobre el amor. Esta profunda declaración sobre el amor viene a
continuación de una magnífica enseñanza sobre los dones
espirituales que concluye de esta forma: “Procurad, pues, los
dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente”
(12:31).
Con estas palabras como introducción, Pablo escribe,
entonces, el gran capítulo del amor de la Biblia. La conclusión
del capítulo trece es, en realidad, el primer versículo del
capítulo catorce: “Seguid el amor; y procurad los dones
espirituales”. Al principio de este maravilloso tratado sobre el
amor, se nos dice que procuremos los mejores dones espirituales,
y las últimas palabras del capítulo son, nuevamente, que
procuremos los dones espirituales (12:31; 14:1).
En este capítulo, Pablo presenta un contraste entre el amor
y los dones espirituales que más valoraban los creyentes
corintios. Algunas veces, un joyero utiliza un terciopelo negro
para exhibir sus diamantes. De la misma manera, Pablo presenta
el tema del amor sobre el trasfondo de su argumento, de manera
que podamos tener una mejor perspectiva sobre los dones
espirituales. Lo sabemos porque nos está enseñando sobre dones
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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espirituales en el capítulo doce, y regresa al tema en el
capítulo catorce.
El capítulo trece presenta la evidencia de la gran obra del
Espíritu Santo en nosotros. Este capítulo es como una “sinfonía
de amor” en tres movimientos. El primer movimiento está
compuesto por los primeros tres versículos. Yo lo llamo
“Comparación del amor”.
En estos tres versículos iniciales, el apóstol Pablo
compara al amor con cosas que eran altamente valoradas por los
corintios, como creyentes y como griegos cultos. Por ejemplo,
como creyentes, valoraban el don de lenguas y, como griegos,
valoraban la elocuencia. Por ello, comienza escribiendo: “Si yo
hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a
ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe” (1). En otras
palabras, si hablo en lenguas, o con gran elocuencia griega,
pero sin amor, soy solamente un montón de ruido.
Después, compara el amor con el don de profecía y con
comprender todos los misterios, tener todo conocimiento y fe
suficiente como para mover montañas. Declara que, aunque
tengamos todas estas cosas, sin amor, no somos nada. Y llega a
decir que si entregara todo su dinero a los pobres y diera su
cuerpo para ser quemado como mártir, si no tiene amor, “de nada
me sirve”(3). El apóstol Pablo declara, al comparar el amor con
estas cosas que más valoraban los corintios: “Nada que yo sea,
nada que tenga ni nada que pueda hacer remplazará jamás la
importancia del amor en mi vida”.
Al segundo movimiento de esta sinfonía de amor, yo lo llamo
“Racimo de amor”(4-7). En su gran clásico devocional sobre este
capítulo, titulado The Greatest Thing in the World (La cosa más
grande del mundo), Henry Drummond escribió, acerca de estos
versículos: “El concepto del amor pasa por el prisma del
intelecto de Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, y sale al
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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otro lado como un racimo de virtudes”. Él llamó a este segundo
movimiento “Análisis del amor”.
En la Biblia, hay diferentes palabras griegas que se
utilizan para referirse al amor. Eros se refiere al amor
erótico. Phileo representa una clase de amor fraternal. Pero el
concepto que pasa por el prisma del intelecto de Pablo -que está
inspirado por el Espíritu Santo- en estos cuatro versículos es
el que representa la palabra griega agape. Este amor
desinteresado solo puede ser comprendido como un racimo o
conjunto de virtudes. Pablo presenta quince virtudes en los
versículos 4 al 7 y nos dice que si tenemos este amor agape, nos
comportaremos de estas maneras.
El tercer movimiento de esta sinfonía de amor está en los
versículos 8 al 13. A este tercer movimiento lo llamo “Elogio
del amor”. En el movimiento final de esta magnífica sinfonía de
amor, Pablo nos muestra por qué cada una de las cualidades con
las que comparó al amor en el primer movimiento no puede
remplazar al amor. Este movimiento final concluye con las
palabras: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor,
estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (13). Al
presentar la comparación y el elogio del amor en este tercer
movimiento, Pablo nos muestra por qué el amor es lo más grande
del mundo.
¿Por qué la fe, la esperanza y el amor son los tres valores
eternos? La fe es un valor eterno porque la Escritura nos
informa que, sin fe, no podemos acercarnos a Dios o agradarle
(Hebreos 11:6). ¿Qué de la esperanza? La esperanza es la
convicción en los corazones de los seres humanos de que hay algo
bueno en esta vida, y de que eso bueno les sucederá a ellos.
También leemos en el libro de Hebreos: “Es, pues, la fe la
certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.
En otras palabras, la fe da sustancia a nuestras esperanzas. La
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esperanza es importante porque nos lleva a la fe. Y la fe es
importante porque nos lleva a Dios.
Pablo dice aquí que el amor es más grande que la esperanza
y la fe, porque no es algo que nos lleve a algo que nos lleva a
Dios. Este amor agape que él describe aquí es Dios. (1 Juan
4:8,16). Cuando descubrimos este amor agape, hemos descubierto a
Dios. Hemos descubierto la presencia divina de Dios, porque este
amor es la esencia de su ser. Es por esto que Pablo concluye que
el amor es lo más grande del mundo.
No es de extrañarse que Pablo haya comenzado este capítulo
diciendo: “Permítanme que les muestre algo más grande que los
dones espirituales”. No es de extrañarse que nos diga que este
amor es incomparable, y lo más grande del mundo. Y podemos
comprender por qué, después de hablarnos del amor agape,
escribe: “Seguid el amor; y procurad los dones espirituales”.
Los dones espirituales son importantes. Debemos desearlos. Pero
hagamos del amor nuestro principal objetivo, porque Dios es
amor.
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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Capítulo 11
Un racimo de virtudes
(1 Corintios 13:4-7)
En el centro del capítulo trece de 1 Corintios, debemos
examinar este “racimo de virtudes” que son la esencia del amor
que es la esencia de Dios. Pablo no puede definir al amor, ya
que no puede definir a Dios. Pero sí nos dice, aquí y en otros
lugares de sus escritos, que si el Espíritu de Dios vive en
nuestros corazones, la prueba de ese milagro serán estas quince
virtudes (Gálatas 5:22,23). Lo cual significa que en estos
versículos no solo se nos presenta un racimo de cualidades o un
análisis del amor. Si queremos saber más acerca de quién y qué
es Dios, debemos examinar estas virtudes de a una por vez,
porque no solo representan un análisis del amor, sino que son un
análisis de la esencia de Dios.
Primero, Pablo nos dice que el amor “es sufrido”. Esto se
ha traducido muchas veces como “es paciente”, pero la palabra
griega utilizada en el original indica un amor que es
misericordioso, es decir, incondicional, que no toma venganza
por sí mismo aun cuando tenga el derecho y la oportunidad de
hacerlo.
Después, leemos que el amor “es benigno”. Esta palabra
griega significa ‘el amor es fácil’: fácil de vivir con él,
fácil de acercarse a él. El amor es dulce. El amor es bueno. El
amor hace cosas buenas. Todos estos conceptos están reunidos en
la palabra griega que se traduce como “benigno”.
Pablo nos dice, después: “El amor no tiene envidia”. Otra
manera de comprender la palabra que Pablo utiliza nos sugiere un
compromiso desinteresado para con el bienestar del otro. En
otras palabras, un altruismo santificado. No solo nos
preocupamos por el bienestar de la persona que amamos, sino que
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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nos comprometemos, desinteresada y deliberadamente, con su
bienestar.
La próxima cualidad es: “...no es jactancioso”. Esto
significa que no es presumido. No es fanfarrón. La persona que
tiene esta cualidad no tiene necesidad de impresionar a los
demás.
Después, Pablo dice: “...no se envanece”. El amor no es
engreído, orgulloso ni arrogante. En otras palabras, el amor es
humilde.
A continuación, escribe: “...no hace nada indebido”. El
amor tiene buenos modales, un comportamiento cortés y amable,
porque está centrado en los demás. Y después: “...no se irrita”.
Esto significa que no se altera fácilmente. Buenas traducciones
de esta característica serían “no se pone nervioso” o “no es
quisquilloso”, ya que reflejan esta cualidad. Entre estas dos
cualidades, Pablo nos dice que el amor “no busca lo suyo”. Si
tenemos esta cualidad del amor en nuestro corazón, no seremos
egocéntricos ni egoístas. No estaremos buscando hacer nuestra
voluntad. El amor no es quisquilloso y se comporta cortésmente
porque no busca hacer las cosas a su manera.
Las próximas cuatro virtudes también están agrupadas:
“...no guarda rencor”, en el original griego, significa que una
persona que tiene esta clase de amor no guarda un registro de
los errores y los fracasos de la persona amada. Tiene lo que
podría llamarse una “memoria santificada”. En realidad, Pablo
escribe que esta cualidad del amor “no se goza de la injusticia,
mas se goza de la verdad”. Estas dos virtudes implican algo así
como esto: No nos alegramos cuando la persona que es objeto de
nuestro amor falla. No queremos que falle, y nos lamentamos
cuando esto sucede. Gozarse de la verdad significa alegrarse
cuando la verdad prevalece en la vida del ser amado.
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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Cuando Pablo escribe: “Todo lo sufre”, en realidad, no es
esta la mejor traducción, ya que la expresión griega, en
realidad, sugiere algo así como: “El amor todo lo cubre”.
Queremos que el ser amado tenga éxito espiritual, y cuando
fracasa, no se lo contamos a los demás. Cuando la persona amada
nos cuenta sus fracasos, los guardamos en secreto.
“Todo lo cree” significa que el amor cree lo mejor acerca
de la persona amada. El amor tiene la fe para ver y creer en el
potencial del ser amado. “Todo lo espera” significa que el amor
espera gozosamente el cumplimiento de lo que ve y cree acerca
del ser amado. Cuando Pablo escribe: “Todo lo soporta”, quiere
decir que el amor persevera mientras espera el cumplimiento de
lo que cree y espera ver en la vida del ser amado.
Después de presentar estas quince virtudes, Pablo escribe:
“El amor nunca deja de ser”(8). La palabra griega, aquí, sugiere
que la persona que ama tiene confianza para esperar, creer y
soportar porque sabe que este amor no viene de sí. Este amor
viene de Dios, y este conjunto de virtudes es una expresión del
milagro de que Dios vive en ella y se expresa a través de ella.
Dado que Dios es amor, y estas virtudes revelan el amor que es
Dios, este amor nunca deja de ser, porque Dios nunca deja de
ser. Nosotros dejamos de acercarnos a Dios y de apropiarnos de
Él; dejamos de amar, y el objeto de nuestro amor no siempre
recibe este tipo de amor de nosotros; pero este amor que Dios
tiene por nosotros y, a través de nosotros, por otros, nunca
deja de ser.
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Capítulo 12
Amor excéntrico
(1 Corintios 13:4-7)
Este gran capítulo de la Biblia nos dice que el amor es
incomparable porque Dios es amor, y la cualidad del amor que se
compara, se reune y se elogia en este capítulo es Dios. Es
debido a que esta cualidad del amor es Dios que el amor es
incomparable e irreemplazable.
Estas quince virtudes no agotan la lista de cualidades que
expresan el amor agape. Son simplemente algunos ejemplos de
virtudes espirituales que surgen en la vida de una persona que
está llena del Espíritu de Aquel que, en su esencia, es amor.
Cuando examinamos las quince virtudes que definen y expresan el
amor que es Dios, hay un sentido en que podríamos decir que ese
amor es “excéntrico” porque es “descéntrico”.
Los corintios acusaban al Apóstol Pablo de ser excéntrico,
es decir, “estar descentrado”. Todos tenemos un centro alrededor
del cual gira nuestra vida. Para la mayoría de las personas,
este centro es su yo, o sus logros egoístas. Los corintios
reconocían la obvia realidad de que Pablo no tenía en su vida el
mismo centro que tenían ellos. Pablo estaba de acuerdo con
ellos. (2 Corintios 5:13).
Los ingenieros aeroespaciales nos han regalado una nueva
palabra: “descéntrico”. Cuando un satélite está en una órbita
irregular y tiene problemas de funcionamiento, se lo llama
“descéntrico”, porque el centro de su órbita ha cambiado. Cuando
estudiamos las quince virtudes que expresan el amor agape, esta
es una buena palabra para describir algo que todas ellas tienen
en común. Si tenemos este amor en nuestra vida, porque el
Espíritu Santo vive en nosotros, en cierto sentido, somos
excéntricos, porque somos descéntricos. La gente de este mundo
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
42
nos considerará excéntricos, porque tenemos un centro diferente
en nuestra vida. Seremos descéntricos porque el centro de
nuestra vida cambió cuando el Cristo vivo y resucitado
estableció su residencia en nuestro corazón.
Otra observación acerca de este racimo de virtudes es que
ellas se expresan externamente porque primero se experimentan
internamente. Son la expresión exterior de una realidad
interior. Por ejemplo, podemos decir que este amor es
externamente indestructible porque, internamente, es
incondicional. Cuando amamos a alguien con amor agape, por la
gracia de Dios, podemos decir: “Mi amor por ti no está basado en
tu comportamiento. Mi amor por ti es incondicional. Nada que
hagas o digas puede hacer que yo deje de amarte. Este amor es
resistente. Este amor puede aceptar cualquier cosa que tú digas
o hagas, porque te amo con el amor de Dios”.
Gran parte de lo que hoy se considera amor es condicional,
porque el amor humano generalmente está basado en el
comportamiento. Muchos niños son amados en forma condicional.
Los padres les dicen a sus hijos, ya sea en forma explícita o
implícita: “Si obtienes buenas calificaciones y no nos causas
problemas, es posible que te amemos”. Eso hace que el niño se
sienta muy inseguro, porque aunque haga las cosas bien esta
semana, ¿cómo sabrá si podrá mantener el mismo nivel de logros
la semana próxima?
Si una mujer cree que es amada por su esposo solo por su
comportamiento en el área sexual, quizá piense: “¿Qué sucederá
si enfermo? ¿Si quedo embarazada? ¿Qué sucederá si no puedo
seguir funcionando de la misma manera? ¿Seguirá amándome?”.
Si un hombre cree que es amado por su esposa simplemente
porque es buen proveedor, puede llegar a pensar: “¿Qué pasará si
pierdo mi trabajo? ¿Qué pasará si enfermo y ya no puedo sostener
a mi familia? ¿Seguirá amándome mi esposa?”.
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
43
Finalmente, este amor es, externamente, imposible, a menos
que internamente sea espiritual y sea un milagro. No podemos
amar a las personas de esta manera con nuestras propias fuerzas.
Es solo gracias a que Dios es la fuente maravillosa de este amor
en el interior, que tenemos la capacidad de expresarlo.
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
44
Capítulo 13
La solución que nunca falla
(1 Corintios 13)
Al leer esta primera carta de Pablo a los corintios, no
olvide observar que este capítulo del amor puede ser una
solución espiritual general para todos los problemas de esa
iglesia que él ha tratado hasta ahora. Por ejemplo, el primer
problema que trató fue el de las divisiones en la iglesia. ¿Cuál
era, en realidad, la causa básica de esa división? Orgullo,
arrogancia, personas egoístas y egocéntricas eran el motivo
principal de esa división. Aunque les había dado una solución
específica para ese problema en los primeros cuatro capítulos de
su carta, cuando enseña que el amor es humilde y se concentra en
los demás, el apóstol está dándole a esta iglesia una solución
general a su problema de divisiones.
En el capítulo cinco, Pablo trató el tema del hermano que
estaba teniendo relaciones con su madrastra. Observemos que en
el centro de la inspirada solución de Pablo a ese problema está
el amor por Cristo, el amor por su iglesia, y el amor por el
hermano caído. Toda disciplina de la iglesia, en la Biblia, está
basada en el principio de amar, reconciliar y restaurar a
nuestro hermano.
En el capítulo seis, nos dice que los corintios se
iniciaban juicios unos a otros, y Pablo, al dar la base de su
solución específica, pregunta: “¿Por qué no sufrís más bien el
agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados?” (7).
¿Saben? El amor no busca su propia ventaja en forma egoísta. No
busca que las cosas se hagan a su manera. Así que el amor agape
sería una solución general para el problema de los juicios de
unos contra otros en los tribunales de Corinto.
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
45
Ciertamente, el espíritu de la enseñanza específica sobre
el matrimonio, en el capítulo siete, es el amor agape. ¿Cuál es
la causa específica de la mayoría de los problemas en los
matrimonios cristianos? El egoísmo. ¿Cuál es la solución general
para el egoísmo? El amor agape, que tan elocuentemente se
presenta en el capítulo trece.
Al hablar del problema de comer carne ofrecida a los
ídolos, Pablo escribe: “El conocimiento envanece, pero el amor
edifica” (8:1). La solución específica que Pablo prescribe no es
que está bien o mal comer esa carne. El tema era: ¿Cuánto amas a
tu hermano que cree que está mal hacerlo? Jesucristo amó a ese
hermano más débil al punto de morir por él. ¿Lo amas tú lo
suficiente como para renunciar a un plato de carne?
En los capítulos que hablan de los dones y ministerios del
Espíritu a través de su iglesia, Pablo enfatiza una y otra vez
el principio del amor al dar sus soluciones específicas en el
capítulo doce. Los dones espirituales y los ministerios no son
dados para nuestra propia edificación, sino para la edificación
de nuestro hermano. Son dados para el bien de todos los demás
miembros del cuerpo. En el capítulo catorce se menciona más de
cuarenta veces el concepto de que debemos edificar a los demás
miembros del cuerpo. Todo ese capítulo trata, en realidad, sobre
el amor centrado en los demás, dedicado al servicio.
Aun cuando leemos la aplicación del capítulo de la
resurrección (15), encontramos amor. Cuando comprendemos el
evangelio de la muerte y la resurrección de Jesucristo que nos
ha salvado, la aplicación es que siempre debemos abundar en la
obra del Señor para que otros experimenten esa salvación. Y el
amor es, obviamente, el espíritu de la colecta para los santos
que sufrían en Jerusalén, en el capítulo 16, que es, además, un
hermoso ejemplo de la solución general, que se encuentra en el
amor agape del capítulo trece.
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
46
A lo largo de toda esta carta a los corintios, tenemos
soluciones específicas a problemas específicos. Cuando Pablo
concluye sus correctivos específicos para las carnalidades de la
iglesia de Corinto, comenzando el capítulo doce con las
palabras: “No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones
espirituales”, está presentando soluciones generales,
espirituales, para sus problemas. Junto con la función del
Espíritu Santo, el orden que llevará a la edificación de todos
en la iglesia, y la mayordomía, el amor agape es su prioridad y
su solución general para todos los problemas de la iglesia de
Corinto. Así que este gran capítulo del amor es el corazón de la
carta a los corintios. La solución general a todos los problemas
de la iglesia de Corinto se encuentra en este maravilloso
capítulo.
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47
Capítulo 14
La edificación de la iglesia
(1 Corintios 14:1-5)
En el capítulo catorce, Pablo trata nuevamente el tema del
don de lenguas. Cuando consideramos este tema en el libro de los
Hechos y en esta epístola de Pablo, debemos llegar a la
conclusión que di en mi comentario sobre la forma en que Pablo
menciona a las lenguas en el capítulo doce de esta carta. Las
lenguas que se hablaron en Pentecostés no son las mismas a las
que Pablo se refiere en esta carta a los corintios. Las lenguas
que se hablaron en Pentecostés fueron llamadas profecía, porque
un profeta es aquel que habla por Dios a los hombres, y esas
lenguas estaban dirigidas a los oídos de los hombres (Joel 2:28;
Hechos 2:17,18).
Pablo comienza su enseñanza sobre el don de lenguas en este
capítulo diciéndonos que el que habla en lenguas no habla a los
hombres, sino a Dios. Las lenguas que se mencionan diecisiete
veces en este capítulo están dirigidas a los oídos de Dios, no
de los hombres.
“Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres,
sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu
habla misterios”(2).
Las Escrituras dicen que Dios nos ha dado la música para
que, cuando estamos en su presencia en adoración y tenemos la
necesidad intensa de expresar lo inexpresable, podamos
expresarle, a través de la música, eso que de otra manera sería
inexpresable. Por eso el pueblo de Dios siempre ha sido un
pueblo musical. David nos exhorta a venir ante su presencia con
cánticos (Salmos 100:2). David tenía cuatro mil sacerdotes que
no hacían más que alabar a Dios con los instrumentos que él
mismo había hecho para la adoración (1 Crónicas 23:5).
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
48
Viendo la forma en que concluye el capítulo doce, es obvio
que no todos tienen el don de lenguas, ni todos deberían esperar
tenerlo. Este don no tendría que ser considerado como una “carta
de presentación”, en el sentido de que quien lo tiene es un
auténtico espiritual y quienes no lo han recibido no son tan
espirituales. Si alguno de los dones que Pablo menciona en el
capítulo doce pudiera ser considerado una buena “carta de
presentación”, sería el don de profecía. Después de decirnos que
quien habla en lenguas le habla a Dios, Pablo escribe: “Pero el
que profetiza habla a los hombres” y hay tres resultados de
esto: “...para edificación, exhortación y consolación”. Un
profeta es alguien a través de quien Dios habla su palabra a su
pueblo para edificarlo. Dado que el objetivo de todos estos
dones espirituales es que todas las cosas sean para la
edificación de la iglesia (26), quien tiene el don de profecía
es mayor que el que habla en lenguas.
En el versículo cuatro, Pablo señala claramente que cuando
una persona habla en una lengua desconocida, se está edificando
a sí mismo. Pero la persona que profetiza, la persona a través
de la cual Dios habla su Palabra, está edificando a la iglesia.
Por eso es que escribe, a continuación: “Así que, quisiera que
todos vosotros... profetizaseis; porque mayor es el que
profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las
interprete para que la iglesia reciba edificación”.
Una vez más, observemos que el énfasis está puesto en que
el propósito de todos los dones espirituales es que la iglesia
sea edificada. Así que, según la inspirada enseñanza de Pablo,
si se habla en lenguas en la iglesia, o en la congregación, debe
haber un intérprete. Todo lo que suceda en la congregación debe
beneficiar a todos sus integrantes.
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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Capítulo 15
Decentemente y con orden
(1 Corintios 14:6-22)
El apóstol Pablo manifiesta con vehemencia su oposición al
ejercicio del don de lenguas cuando la iglesia está reunida. Con
renuencia, marca ciertas pautas para el ejercicio de este don
cuando todo el cuerpo está reunido: No debe manifestarse más de
dos o tres veces en una reunión; debe ser de a una persona por
vez; y siempre debe haber interpretación. La interpretación es
imperativa, ya que todos los que asisten a la reunión deben ser
edificados. Las lenguas, sin interpretación, edificarían
únicamente a la persona que las habla. Eso es inaceptable para
el apóstol.
Veamos que, en el versículo 6, Pablo escribe: ”Hermanos, si
yo voy a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovechará, si
no os hablare con revelación, o con ciencia, o con profecía, o
con doctrina?”. En otras palabras, debe haber una proclamación,
una predicación o una enseñanza de lo que la Palabra de Dios
dice y significa, para que yo pueda edificar al hermano.
Y concluye en el versículo 9: “Así también vosotros, si por
la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se
entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire”. En otro
pasaje, Pablo escribe: “Así que, teniendo tal esperanza, usamos
de mucha franqueza” (¡Debemos usar palabras fáciles de
entender!). (2 Corintios 3:12).
Con relación al don de lenguas, Pablo continúa: “Tantas
clases de idiomas hay, seguramente, en el mundo, y ninguno de
ellos carece de significado. Pero si yo ignoro el valor de las
palabras, seré como extranjero para el que habla, y el que habla
será como extranjero para mí” (10,11). (Si no se comprende el
idioma, ¿cómo habrá edificación?).
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50
“Así también vosotros; pues que anheláis dones espirituales,
procurad abundar en ellos para edificación de la iglesia. Por lo
cual, el que habla en lengua extraña, pida en oración poder
interpretarla. Porque si yo oro en lengua desconocida, mi
espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. ¿Qué, pues?
Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento;
cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el
entendimiento” (12-15).
Pablo está enseñando que, aun cuando estemos solos en
nuestro lugar privado de oración, si experimentamos este
fenómeno, debemos orar pidiendo interpretación, para ser más
edificados aún. Pero luego vuelve al tema del contexto de la
congregación, en los versículos 18 y 19: “Doy gracias a Dios que
hablo en lenguas más que todos vosotros; pero en la iglesia
prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para
enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua
desconocida”.
Lo que está enfatizando continuamente es que, en la
congregación, toda la iglesia debe ser edificada por todo lo que
sucede cuando la congregación está reunida. Lo resume diciendo,
en el versículo 20: “Hermanos, no seáis niños en el modo de
pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de
pensar”. En otras palabras: “¡Maduren!”. Esto significa que es
mejor ser un poco ingenuos, como niños, por nuestra inocencia y
pureza, que ser cínicos. Pero, fundamentalmente, está diciendo:
“Crezcan en su entendimiento”.
Pablo llamó a estos corintios “niños” en el capítulo tres.
En el tercer movimiento de su sinfonía del amor, en el capítulo
trece, les enseñó con el ejemplo que debían dejar de lado su
forma infantil de actuar. Ahora, aquí, por tercera vez, les dice
a estos corintios que son como niños, espiritualmente e
intelectualmente.
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51
Las mujeres y el hablar en la iglesia
En los versículos finales de este capítulo, hay un pasaje
muy controvertido que prohíbe a las mujeres hablar en la
iglesia. Pablo llega al punto de decir que es vergonzoso que las
mujeres hablen en la iglesia. Una perspectiva cultural adecuada
nos ayudará a comprender estos difíciles versículos.
Se cree que, en las iglesias caseras de Corinto, se seguía
la costumbre de sentar a los hombres y las mujeres en lados
opuestos de un cuarto. Dado que, en las culturas de esa época,
las mujeres tenían muy poca educación, aparentemente no lograban
comprender la enseñanza y se ponían a charlar entre ellas.
También les preguntaban a sus esposos qué significaba la
enseñanza que estaban recibiendo. Esto, sin duda, distraía mucho
a los demás, ya que para hablar con sus esposos debían gritar al
otro lado del cuarto. Esto explica la instrucción de que debían
esperar a estar en sus casas para preguntar a sus esposos.
En el capítulo once, Pablo da instrucciones acerca de las
mujeres que oran y profetizan en la iglesia. Esto significa,
naturalmente, que él no prohibía estrictamente que las mujeres
hablaran en la congregación. Lo que Pablo considera “indecoroso”
es la charla ociosa y las preguntas que formulaban a sus esposos
al otro lado del cuarto.
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52
Capítulo 16
Hágase todo para edificación
(1 Corintios 14:26-36)
En estos once versículos, Pablo resume lo que ha enseñado
en este capítulo catorce. Aunque ha tratado el tema de las
lenguas en profundidad, y menciona las lenguas diecisiete veces,
como he observado, el verdadero tema de este capítulo se
menciona más de cuarenta veces. Este tema es que, cuando la
iglesia se reune, todo debe ser hecho para la edificación de
toda la congregación.
Este resumen de su enseñanza es, también, una completa
instrucción sobre cómo deben adorar los creyentes cuando la
iglesia se reune. Si usted viviera en una cultura donde hay
muchas iglesias y asistiera a una iglesia diferente cada domingo
durante doce semanas, quedaría impresionado por el hecho de que
esas iglesias tienen formas muy diferentes de adorar. Supongamos
que usted abriera su Nuevo Testamento, preguntándose: “¿Cuál de
estas iglesias adora a Dios y a Cristo de la manera correcta?”.
Descubrirá que la única instrucción que Jesús dio a su iglesia
con respecto a las formas de adoración fue cuando instituyó lo
que llamamos “la comunión” o “la Cena del Señor”. El pasaje que
menciono al comienzo de este capítulo de mi comentario es la
instrucción más precisa que encontramos en el Nuevo Testamento
sobre cómo debe adorar la iglesia.
Para resumir este resumen, observemos algunos principios
que Pablo comparte en los versículos 26 al 36. Primero, deben
participar todos los presentes. Cuando nos reunimos, cada uno de
nosotros debe tener algo para compartir: un salmo, una
enseñanza, una revelación, una lengua o una interpretación (26).
Después escribe que el profeta, es decir, según entiendo, el
predicador o maestro de la Palabra, no debe ser uno solo, sino
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
53
dos o tres (29). Mientras estos dos o tres profetas se turnan
para compartir la Palabra, si algo es revelado a otra persona,
el que está hablando debe callar para permitir que los demás
compartan (30). La idea es que si todos llegan con algo para
compartir, y todos tienen oportunidad de hablar por turno, todos
serán instruidos, consolados, exhortados y edificados.
Pablo describe algo similar a lo que se considera el método
más efectivo para enseñar una clase universitaria en la
actualidad. Esto se llama “seminario” y se hace énfasis en esta
forma de enseñanza en los cursos de posgrado, o en universidades
pequeñas y de gran sofisticación intelectual, donde las clases
son reducidas y los estudiantes, especialmente dotados. El
profesor es, fundamentalmente, una persona a la que se puede
recurrir en caso necesario, y los estudiantes se turnan para
presentar, comentar y defender delante de la clase un ensayo que
han escrito. Esto se considera la forma más efectiva para que
los estudiantes aprendan, porque hay discusión e interacción. En
principio, esto es precisamente lo que Pablo prescribió dos mil
años atrás, cuando escribió estos once versículos.
¿Qué hacen, en la actualidad, nuestras iglesias, cuando se
reunen? ¿Tienen todos algo para compartir? Si usted pertenece a
una iglesia donde se aplican estos principios, quizá en el
contexto de un grupo pequeño, toda la semana estará inmerso en
la Palabra. Estará buscando un Salmo, una enseñanza, algo que el
Señor le haya revelado personalmente, sabiendo que, cuando el
cuerpo se reuna, usted tendrá oportunidad de compartirlo. Pero
si nunca se le da esa oportunidad, probablemente no va a buscar
nada para compartir. Para que este orden de culto funcione,
todos deben llevar algo cuando se reunen, y todos deben tener
oportunidad de compartir lo que han traído. En este orden de
culto de la iglesia, cada persona tiene oportunidad de ejercitar
su don, y esos dones crecen y florecen.
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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Una instrucción similar para la adoración se presenta en el
libro de Hebreos (10:21-25).
Ambos pasajes que nos dicen cómo deberíamos adorar
comparten un principio común. Ese principio es que, cuando nos
reunimos con otros creyentes, nuestro objetivo debe ser
considerarnos unos a otros, ver cómo podemos edificar y bendecir
a los demás creyentes que se reunen con nosotros.
¿Me permite hacerle una pregunta personal? ¿Por qué va
usted a la iglesia? Muchos creyentes asisten solamente por lo
que pueden recibir del culto. Observe que estos dos pasajes
indican que aquello que la mayoría de los creyentes quiere
recibir cuando va a la iglesia, deberían recibirlo del Señor
antes de reunirse con la congregación. Cuando participan de la
experiencia de adoración, su objetivo debería ser:
“Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las
buenas obras”.
Aunque muchos consideran que el capítulo catorce de 1
Corintios es “el capítulo de las lenguas” del Nuevo Testamento,
su verdadero énfasis se encuentra en estas palabras de Pablo:
“Hágase todo para edificación”.
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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Capítulo 17
¿Qué es el evangelio?
(1 Corintios 15:1-4)
Supongamos que yo le diera a usted papel y lápiz y le
pidiera que escriba su respuesta a esta pregunta: “¿Qué es el
evangelio?”. Imagine que yo le pidiera que acompañe su respuesta
a mi pregunta con citas bíblicas. ¿Cómo respondería usted a mi
pregunta?
Jesús encomendó a sus apóstoles y discípulos que declararan
su evangelio a toda criatura en toda nación de la tierra (Marcos
16:15). Si tomamos en serio esta Gran Comisión, debemos comenzar
a obedecer este mandado dado a la iglesia asegurándonos de saber
precisamente qué es el evangelio.
Según el apóstol Pablo, el evangelio consiste en dos hechos
acerca de Jesucristo. Pablo escribe: “Además os declaro,
hermanos, el evangelio que os he predicado [...] Porque
primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo
murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue
sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las
Escrituras” (1 Corintios 15:1,3,4). Esa es la respuesta
correcta a la pregunta: “¿Qué es el evangelio?”. Pablo comenzó
esta carta diciéndoles a los corintios que, cuando llegó a su
ciudad, estaba decidido a no saber nada entre ellos, sino a
Jesucristo, y a Él crucificado (2:1,2). Y concluye su carta
recordándoles que él predicaba a Cristo crucificado y
resucitado.
¿Ha descubierto usted que para los autores de los cuatro
evangelios, la celebración de la resurrección es mucho más
importante que la Navidad? Cuando el apóstol Juan escribió su
evangelio, dedicó aproximadamente la mitad de sus veintiún
capítulos a los treinta y tres años que Jesús vivió en la
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
56
tierra, y la otra mitad del evangelio a la última semana de vida
de Jesús. De los ochenta y nueve capítulos que suman los cuatro
evangelios, cuatro hablan del nacimiento y los primeros treinta
años que vivió Jesús, y veintisiete hablan de la última semana
que vivió Jesús. ¿Por qué la última semana de la vida de Jesús
es tan importante, y por qué la Pascua es mucho más importante
que la Navidad para quienes escribieron estas inspiradas
biografías de Jesús?
La respuesta obvia a estas preguntas es que, durante esa
semana, Jesús murió y fue resucitado de los muertos para nuestra
salvación. Una respuesta no tan obvia es que, durante esa
semana, Jesucristo demostró la vida eterna, que es el marco o la
perspectiva a través de la cual todos los que creemos el
evangelio deberíamos ver la vida y la muerte, y establecer
nuestras prioridades para vivir en este mundo.
En el capítulo quince de 1 Corintios, después de establecer
claramente que el evangelio es la muerte y resurrección de
Jesucristo, Pablo se concentra, como un rayo láser, en ese
segundo hecho del evangelio: la resurrección de Jesucristo. Y
escribe cincuenta y ocho inspirados versículos, demostrando, en
forma devocional y práctica, lo que la resurrección de
Jesucristo debería significar para usted y para mí. En este gran
capítulo del Nuevo Testamento, el apóstol Pablo descorre el velo
de la tumba y nos muestra que hay vida después de la muerte,
vida más allá de la tumba.
Todos los domingos, cuando los seguidores de Jesucristo se
reunen para adorarlo, están celebrando el segundo hecho del
evangelio: que Jesucristo se levantó de los muertos. ¿Alguna vez
se preguntó usted por qué los apóstoles, que eran todos judíos,
cambiaron su día de la adoración del día de reposo, el sábado -
séptimo día- al primer día de la semana? Si lee con atención,
descubrirá que ellos nunca llaman “día de reposo” al domingo. El
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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primer día de la semana es llamado “el día del Señor” por los
apóstoles, porque ese fue el día en que Jesús resucitó de los
muertos. Cada domingo que la iglesia se reune para adorar es una
celebración de la resurrección de Jesucristo, porque en el
primer día de la semana, Jesús declaró y demostró el absoluto
valor eterno de la resurrección y la vida eterna.
En la obra maestra de Pablo sobre la resurrección, el
énfasis de su mensaje está en que la resurrección de Jesucristo
es una profecía, una prueba, un prototipo y una vista previa del
maravilloso milagro de que, en la segunda venida de Jesucristo,
habrá una resurrección sobrenatural de todos los creyentes,
tanto vivos como muertos. Según Pablo, ese gran milagro ha sido
predicho, proclamado y probado más allá de toda duda por la
resurrección de Jesucristo.
Jesucristo murió y resucitó de los muertos para nuestra
salvación. La buena noticia (el evangelio) es que, cuando Jesús
murió en la cruz, Dios cargó sobre su único y amado Hijo todo el
castigo que nosotros, los seres humanos rebeldes, merecíamos
justamente por nuestros pecados. De esta manera, Dios ejerció y
satisfizo su perfecta justicia. Dios, también, expresó su
perfecto amor cuando Jesús murió en la cruz. El amado apóstol
Juan señala a la cruz y dice: “En esto consiste el amor: no en
que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a
nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados
[...] y no solamente por los nuestros, sino también por los de
todo el mundo” (1 Juan 4:10; 2:2).
Cuando usted pone su fe en la muerte de Cristo por usted y
confía personalmente en Él para que sea su Salvador, ha entrado
a la salvación por la cual Jesucristo murió y resucitó (Isaías
53; 2 Corintios 5:21; 1 Pedro 2:24).
La palabra griega que se traduce como “confesar” está
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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compuesta por las palabras griegas ‘lo mismo’ y ‘hablar’.
Confesar significa, literalmente, ‘hablar lo mismo’, es decir,
estar de acuerdo con Dios. Ese es el sentido en el que se nos
exhorta, en el Nuevo Testamento, a confesar a Jesucristo (1 Juan
4:1-6). Mientras reflexiona sobre el significado de la muerte y
la resurrección de Jesucristo, lo desafío a “hablar lo mismo” y
estar de acuerdo con Dios acerca del significado de la muerte de
Jesucristo.
El profeta Isaías nos muestra cómo confesar que Jesucristo
murió por nuestros pecados. Isaías escribió: “Todos nosotros nos
descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas
Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6).
La palabra “todos” aparece al principio y al final de este
versículo. La primera vez, se refiere a la mala noticia de que
cada uno de nosotros se ha descarriado y apartado por su propio
camino. Cuando usted reflexiona sobre ese primer “todos” de este
versículo, ¿cree que lo incluye a usted?
Cuando aparece en el final de este versículo, “todos” se
refiere a la buena noticia de que Dios cargó en Jesucristo todos
los pecados o iniquidades de todos nosotros. ¿Cree que este
“todos” lo incluye a usted? Cuando, por fe, usted se incluye en
los dos “todos” de este versículo de Isaías, está confesando el
valor eterno de que Jesucristo murió por sus pecados.
El capítulo de la resurrección de la Biblia
El capítulo quince de 1 Corintios trata íntegramente acerca
de la resurrección. En este capítulo, Pablo nos muestra que la
resurrección –no solo la resurrección de Jesucristo, sino
también la resurrección de los creyentes muertos- es un aspecto
muy importante del evangelio que él predicó cuando llegó a
Corinto. Por eso comienza este capítulo diciendo: “Además os
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declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual
también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual
asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois
salvos, si no creísteis en vano” (1, 2).
Pablo pasa entonces a concentrarse en el evangelio que
había predicado: “Porque primeramente os he enseñado lo que
asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme
a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer
día, conforme a las Escrituras” (3, 4).
El evangelio consta, en realidad, de dos hechos: la muerte
de Jesucristo y la resurrección de Jesucristo. Muchas personas
creen que el evangelio consta de un solo hecho: el hecho de que
Cristo murió por nuestros pecados. La muerte de Jesucristo,
cuando ponemos nuestra fe en ella, significa perdón; pero la
resurrección de Jesucristo, cuando ponemos nuestra fe en ese
segundo gran hecho del evangelio, significa comunión con el
Cristo que puede, verdaderamente, darnos la gracia de ser y
hacer todas las cosas que Él nos llama a ser y hacer. Estos dos
hechos componen el evangelio.
Ahora Pablo ocupa cincuenta y ocho versículos para hablar
sobre ese segundo hecho: la resurrección de Jesucristo. Esto es
así, probablemente, porque, en la carta que los corintios le
escribieron a él, tenían preguntas y dudas acerca de la
resurrección. Puede ser que todo el concepto de la resurrección
fuera un problema intelectual para estos filosóficos e
intelectualmente sofisticados griegos.
Este capítulo trata, principalmente, sobre la resurrección,
pero comienza con una declaración clara y precisa de qué es el
evangelio. ¿Comprende usted lo que es el evangelio? Tal vez no
sea un seguidor de Cristo porque nunca ha escuchado
verdaderamente el evangelio usted mismo. Los primeros cuatro
versículos de este capítulo dan a cualquier persona una
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declaración precisa de lo que es, verdaderamente, el evangelio,
que significa ‘buenas noticias’. Jesucristo murió en la cruz no
solo por los pecados del mundo, sino por los pecados de usted y
los míos.
Al pensar en la posibilidad de creer en Jesús, quizá usted
piense que nunca podría vivir como los seguidores de Cristo han
sido llamados e instruidos para vivir. Bueno... tiene toda la
razón. No podrá vivir de esa manera sin el dinámico poder del
Cristo vivo y resucitado en su vida. Por eso necesita comprender
que el segundo hecho del evangelio es la resurrección de
Jesucristo. Eso significa que Él está vivo, que es real, y que
usted puede tener una relación con Él que le dará la gracia de
vivir como debe vivir un discípulo de Jesucristo.
Si usted nunca ha puesto su fe en Jesucristo, ¿quiere creer
en el evangelio ahora? Si lo hace, conocerá la salvación. Una
vez que experimente esa salvación, acompáñeme al resto de este
magnífico capítulo y vea lo que la buena noticia de la
resurrección puede significar para usted, tanto ahora como
cuando deba enfrentar la innegable realidad de su muerte.
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Capítulo 19
Fe en los hechos
(1 Corintios 15:1-10)
Al estudiar el “capítulo de la resurrección” del Nuevo
Testamento, es importante que comprendamos que Jesucristo no es
solo una figura histórica. No es un profeta muerto, ni un
maestro muerto, ni un líder muerto. Al estudiar la persona de
Cristo en las Escrituras, descubrimos que Él es el Verbo hecho
carne, Dios en forma humana. Cuando Él muere en la cruz, muere
por los pecados del mundo en general y por nuestros pecados en
particular. Cuando ponemos nuestra fe en esa obra completa de
Cristo por nosotros en la cruz, el resultado es nuestra
salvación personal.
Pero Jesucristo también resucitó de los muertos. Cuando
estaba en el aposento alto, antes de ser traicionado por Judas,
Jesús dijo a los discípulos que iba a comenzar un nuevo orden de
cosas. Después de su muerte y resurrección, Él iba a estar en
este mundo de tal manera que a ellos les sería posible tener una
relación con Él aún más íntima que la que habían tenido mientras
estuvo con ellos en un cuerpo físico. Hace ya dos mil años que
ese orden diferente está en vigencia. Cuando usted pone su fe
personal en el hecho de la resurrección, el resultado puede ser
una comunión íntima con Jesús.
Uno de los mejores argumentos a favor de la realidad de la
resurrección de Jesucristo es la vida y el ministerio del
apóstol Pablo. ¿Qué convirtió a Saulo de Tarso, aquel que odiaba
con tal fuerza a Cristo, en el gran apóstol de Jesucristo? Fue
la resurrección de Jesús.
No podemos explicar la vida del apóstol Pablo sin recurrir
a la palabra “experiencia”. Él tuvo, al menos, tres experiencias
fundamentales. Tuvo una experiencia en el camino a Damasco, pero
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
62
también tuvo una experiencia en el desierto de Arabia. Y
sostiene que fue en el desierto de Arabia, durante tres años,
que el Cristo resucitado le enseñó todas las cosas que comparte
con nosotros en sus obras maestras teológicas (Gálatas 1:11 -
2:10). También tuvo una experiencia celestial (2 Corintios 12:1-
4). En este “capítulo de la resurrección”, Pablo sostiene que lo
que cambió por completo el curso de su vida fue su encuentro con
el Cristo resucitado. Escribe: “...y al último de todos, como a
un abortivo, me apareció a mí”(8).
Después, nos presenta una tremenda declaración sobre sí
mismo: “Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no
soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia
de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia
no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que
todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (9,
10).
Muchos piensan que Pablo, aquí, se comporta como un
egocéntrico. Pero, si hacemos un estudio serio de todos sus
escritos, veremos que no lo es. No pasemos por alto esta
importante aclaración: “Pero no yo, sino la gracia de Dios
conmigo”. Pablo reconoce que no fue él quien hizo todas esas
cosas. Lo que dice no es jactancia, sino un hecho real. Hizo su
trabajo en forma más efectiva que todos los otros apóstoles
juntos... por la gracia de Dios que le fue dada.
El énfasis de Pablo, aquí, está centrado en el resultado de
toda su labor apostólica: “Porque o sea yo o sean ellos, así
predicamos, y así habéis creído” (11).
La resurrección aplicada
Comenzando con el versículo 12, Pablo retoma el hecho: Si
la resurrección de Jesucristo es cierta, entonces, la
resurrección de los seguidores de Cristo que han muerto también
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
63
es cierta. El resto del capítulo no se concentra tanto en la
resurrección de Jesucristo como en la resurrección de todos los
creyentes.
Los corintios no solo dudaban de la resurrección de Jesús,
sino que dudaban, principalmente, de la enseñanza de Pablo de
que los creyentes, un día, serán resucitados de los muertos.
Durante el resto del capítulo, por lo tanto, Pablo relaciona la
resurrección de Jesús con la resurrección de todos los
seguidores de Cristo.
Lea con atención los primeros once versículos como
introducción a este capítulo sobre la resurrección. A medida que
lee, observe que Pablo se concentra en la resurrección de Cristo
como parte del evangelio, por un lado, y como transición para
pasar al tema de nuestra propia resurrección, por el otro. Este
capítulo debería significar mucho para nosotros cuando
enfrentamos la realidad de nuestra propia muerte o la de un ser
amado.
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
64
Capítulo 20
Los cuatro vencedores
(1 Corintios 15:12-22)
A partir del versículo 12, Pablo nos dice que la
resurrección del creyente está vitalmente unida a la
resurrección de Jesús. Si tenemos fe para creer en el milagro de
la resurrección de Cristo, deberíamos, también, tener fe para
creer que es posible que un día nosotros seremos resucitados de
los muertos. Pero si Cristo no resucitó de los muertos,
entonces, no hay resurrección de los muertos para nadie. Trate
siempre de seguir la lógica del apóstol Pablo, que escribe:
“Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo
dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?
Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo
resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra
predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados falsos
testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él
resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos
no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo
resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis
en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo
perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos
los más dignos de conmiseración de todos los hombres” (12-19).
¿Ha seguido el hilo del inspirado argumento de Pablo? Estas
dos resurrecciones están vitalmente conectadas. La resurrección
de Jesús es la prueba de que es posible la resurrección del
creyente. El milagro de nuestra propia resurrección nos llevará
a la dimensión eterna.
A continuación, Pablo se introduce en una enseñanza que
encuentro fascinante. Escribe: “Porque por cuanto la muerte
entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de
Formatted
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
65
los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en
Cristo todos serán vivificados” (21-22).
Pablo escribe una versión ampliada de esta misma verdad en
un pasaje a los romanos que podríamos llamar “Los cuatro
vencedores” (Romanos 5:12-21). Y presenta cuatro cosas que
vencen. Primero, dice, estaba el Rey Pecado. El pecado entró en
este mundo y abundó hasta conquistarlo. Entonces, el pecado
reinó en este mundo.
Pablo nos dice que la Reina Muerte llegó justo después del
Rey Pecado. Cuando la muerte entró en este mundo como
consecuencia del pecado, abundó hasta conquistar a toda la
humanidad. La palabra “muerte”, aquí, se usa con relación tanto
a la muerte literal y física como a la espiritual, como por
ejemplo en “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Tarde
o temprano, la muerte nos vence a cada uno de nosotros, y la
única razón por la que nos vence es que el pecado nos ha vencido
a todos. A los primeros dos reyes que Pablo presenta en estas
profundas palabras a los romanos, los llamaremos “la mala
noticia”.
Pero, después, nos muestra la buena noticia. También
escribe que el Rey Jesús entró en este mundo y abundó en él
hasta conquistarlo para reinar, haciendo posible que nosotros
reinemos en la vida a través de nuestra relación con Él. Así que
el tercer rey es Jesús, y el cuarto rey es, potencialmente, el
Rey Yo y el Rey Usted. Podemos entrar a la vida, y abundar en la
vida abundante en Cristo (Juan 10:10). Podemos reinar en la vida
a través de Jesucristo, y ser más que vencedores por medio de Él
(Romanos 5:17; 8:37). Todo esto es una versión ampliada de lo
que Pablo escribe aquí, en forma abreviada, en los versículos 21
y 22.
Estas dos palabras: “en Cristo”, son de las más bellas del
Nuevo Testamento. Pablo usa estas dos palabras, “en Cristo”,
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
66
noventa y siete veces en sus escritos. ¿Qué significa estar en
Cristo? Estar en Cristo es algo más que estar en la iglesia. Es,
incluso, más que estar en el ministerio. Estar en Cristo es
estar ubicados en una Persona, relacionados con una Persona como
la rama está relacionada con la vid. Jesucristo está plenamente
vivo en el planeta Tierra, como resultado de su resurrección.
Podemos habitar en el Cristo vivo y resucitado como las ramas en
la Vid (Juan 15:1-16).
En sus escritos, el apóstol Pablo nos dice que él está
continuamente en Cristo. Todo lo que hace, lo hace en Cristo,
por Cristo y para Cristo. Cristo se ha convertido en el centro
de su vida. Es esto lo que quiere decir cuando escribe: “En
Cristo todos serán vivificados”. No experimentamos la vida real
hasta que estamos en Cristo.
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
67
Capítulo 21
El cuerpo espiritual
(1 Corintios 15:23-46)
En estos versículos, Pablo nos dice que hay un orden en la
resurrección. “Cada uno en su debido orden”, escribe. Si usted
ha estudiado la segunda venida de Jesucristo, sabe que, cuando
Cristo venga, llamará fuera de este mundo a los que son de Él.
Leemos que “los muertos en Cristo resucitarán primero” (1
Tesalonicenses 4:16). Los creyentes que estén vivos cuando
Cristo venga serán radicalmente cambiados para ser preparados
para la eternidad. Estudiaremos esto un poco más adelante. Pero
aquí, en el versículo 24, Pablo escribe: “Luego el fin, cuando
entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo
dominio, toda autoridad y potencia”.
En el versículo 30, Pablo plantea la pregunta: “¿Y por qué
nosotros peligramos a toda hora? Os aseguro, hermanos, por la
gloria que de vosotros tengo en nuestro Señor Jesucristo, que
cada día muero. Si como hombre batallé en Efeso contra fieras,
¿qué me aprovecha? Si los muertos no resucitan, comamos y
bebamos, porque mañana moriremos”. En cierto modo, es la
continuación de lo que dijo en el versículo 19: “Si en esta vida
solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de
conmiseración de todos los hombres”.
En el versículo 33 reprende a los corintios citando un
proverbio griego: “No erréis; las malas conversaciones corrompen
las buenas costumbres”. Aquí sugiere que los creyentes corintios
se habían corrompido por la influencia de los valores de la
cultura griega corintia que los rodeaba. En el versículo 34,
escribe: “Velad debidamente, y no pequéis; porque algunos no
conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo”.
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
68
Pablo quiere sacudir a los creyentes corintios de modo que
regresen a los valores de un seguidor de Cristo y vuelvan a
apreciar la vital importancia de la resurrección dentro de sus
valores. Aquí se concentra en los valores eternos del creyente.
Básicamente, está diciendo: “Ustedes han permitido que su
carácter se corrompa a causa de la cultura de la cual son parte
y, por eso, hay personas en la ciudad de Corinto que no tienen
conocimiento de Dios. ¡Deberían avergonzarse!”.
Creo que son palabras tremendas que deberían sacudirnos a
todos, hacernos tomar conciencia y desafiarnos para que
recuperemos los valores propios de personas que creen el
evangelio. Pablo escribió a los romanos que, si deseamos
descubrir y hacer la voluntad de Dios para nuestra vida, una de
las cosas que debemos hacer es no conformarnos a este mundo (ver
Romanos 12:1,2). Jesús enseñó que debemos ser la luz del mundo y
la sal de la tierra (Mateo 5:13-16). Estas dos metáforas
significan que debemos hacer impacto en nuestra cultura,
revolucionarla, no dejar que ella haga impacto en nosotros.
Pablo enseña la misma verdad en estos versículos.
En el versículo 35 comienza a entrar en lo que yo considero
que es el corazón de este gran “capítulo de la resurrección”.
Ahora responde dos preguntas que formulaban los corintios:
“¿Cómo resucitan los muertos?” y “¿Qué clase de cuerpo
tendrán?”. Son dos preguntas muy obvias para cualquiera que esté
realmente pensando en el tema de la resurrección de los
creyentes. ¿Cómo sucede? ¿Y qué clase de cuerpo tendrán los que
resucitan?
Para responder estas preguntas sobre la resurrección, Pablo
utiliza la ilustración de una semilla plantada en la tierra. Es
una bella ilustración de lo que yo llamo “la lógica inspirada”
del apóstol. Verán: Los creyentes corintios, como buenos griegos
intelectuales que eran, decían: “No creemos en la resurrección
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
69
porque no la comprendemos”. Creo que Pablo razona de esta
manera: “Escuchen. Ustedes creen muchas cosas que no comprenden.
Ponen una semilla en la tierra, y cuando esa semilla muere y
deja de ser semilla, Dios le da un cuerpo nuevo, que puede ser
el cuerpo de un bello lirio. Aunque no comprendan ese milagro,
ustedes creen en él”.
En esos días, muchas personas tenían huertas donde
cosechaban suficientes vegetales como para alimentar a sus
familias. Realizaban importantes inversiones en esas huertas,
porque creían que las semillas que plantaban producirían
vegetales. Por eso Jesús y los escritores y profetas del Antiguo
Testamento utilizaban con tanta frecuencia la metáfora de
plantar y cosechar. Pablo razona, aquí, que ellos demuestran,
con sus huertas, que creen en el milagro de plantar y cosechar,
aunque no entienden realmente cómo una semilla se convierte en
una flor o un vegetal.
Pablo presenta el razonamiento de que un cuerpo humano es
como esa semilla. El cuerpo, según esta inspirada analogía, no
es enterrado, sino plantado. Y concluye: “Así también es la
resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción,
resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en
gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra
cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal,
y hay cuerpo espiritual” (42-44).
He aquí una bella descripción de lo que es la resurrección.
La Biblia enseña que el hombre está compuesto por, al menos, dos
partes. Tiene una parte física: la parte material, tangible, que
podemos ver; y una parte espiritual, la parte que no se puede
ver. La parte física del hombre, cuando muere, se corrompe, y es
plantada en la tierra como corrupción. Pero de la misma manera
en que una semilla deja de ser una semilla para producir un
lirio, nuestro cuerpo corruptible debe pasar por el milagro que
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70
lo transformará en incorruptible, a fin de estar preparado para
la eternidad. Cuando el cuerpo es plantado, es deshonroso; pero
será resucitado en gloria. El cuerpo es el epítome absoluto de
la debilidad cuando muere, así que es plantado en debilidad.
Pero cuando sea resucitado, será resucitado en poder.
Ahora se adentra en una gran enseñanza. “Se siembra cuerpo
animal, resucitará cuerpo espiritual” (44). ¿Un cuerpo
espiritual? Pero ¿qué es un cuerpo espiritual? Creo que Juan nos
dice que la naturaleza de nuestro cuerpo resucitado aún no ha
sido dada a conocer, ya que escribe: “Aún no se ha manifestado
lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste,
seremos semejantes a él, porque [entonces] le veremos tal como
él es [ahora]” (1 Juan 3: 2).
¿Será nuestro cuerpo resucitado exactamente igual al cuerpo
resucitado de Jesús? En el primer capítulo de su primera carta,
Juan destaca la verdad de que él vio y tocó el cuerpo resucitado
de Cristo cuando se levantó de los muertos. Sin embargo, cuando
llega a su tercer capítulo, escribe que aún no se ha revelado
cómo serán nuestros cuerpos resucitados.
Pero, en este gran capítulo sobre la resurrección, tenemos
la clara enseñanza de Pablo: Hay un cuerpo natural, y hay un
cuerpo espiritual. Y continúa diciendo: “Mas lo espiritual no es
primero, sino lo animal; luego lo espiritual” (15:46).
Mientras continúa estudiando este capítulo, reflexione
brevemente sobre esto: ¿Qué quiere decir Pablo cuando escribe
que tenemos un cuerpo natural y que, a través del milagro de la
resurrección, Dios nos dará un cuerpo espiritual?
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71
Capítulo 22
Victoria sobre la muerte
(1 Corintios 15:46-58)
Los corintios tenían dos preguntas sobre la resurrección de
los creyentes. Las dos preguntas eran: “¿Cómo serán resucitados
los muertos?” y “¿Qué clase de cuerpo tendrán?”. Pablo responde:
“Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual. Así también está
escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el
postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es
primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre es
de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es
del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual
el celestial, tales también los celestiales. Y así como hemos
traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del
celestial” (44-49).
Pablo está diciendo que somos hechos para vivir en dos
mundos, no solo uno. Recibimos un cuerpo espiritual para poder
vivir en la Tierra. En el corazón de este capítulo sobre la
resurrección, Pablo nos dice que también fuimos diseñados por
nuestro Creador para vivir en el cielo. Nuestro Dios nos dará un
día un cuerpo espiritual que nos permitirá vivir en el cielo por
toda la eternidad.
Para vivir en esta segunda dimensión, la celestial, debemos
experimentar el milagro de la muerte y la resurrección. Nos
dice, aquí, que deben lograrse dos cosas a través del milagro de
nuestra muerte y resurrección. Nuestro cuerpo corruptible debe
experimentar un milagro que lo haga incorruptible. Y nuestro
espíritu mortal debe experimentar un milagro que lo haga
inmortal. Cuando nuestro cuerpo haya sido hecho incorruptible y
nuestro espíritu haya sido hecho inmortal por el milagro de la
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
72
resurrección, estaremos preparados para vivir en el cielo con
Dios y Cristo para siempre.
La vida en dos dimensiones
¿Alguna vez observó a una libélula volando, usando sus
magníficas alas dobles para trasladarse de una flor a otra?
Algunas veces se mantiene como un helicóptero, quieta, como
suspendida en el espacio. Una libélula puede estar todo un día
suspendida en el aire de esa manera. Estas sorprendentes
criaturas son una verdadera maravilla de la aerodinámica, con
esos dos pares de alas que pueden mantenerlas perpetuamente en
el aire.
La libélula pasa de uno a cuatro de sus primeros años de
existencia en el fondo del agua. Durante los primeros años de su
vida, si uno llevara una muestra de una libélula a un
laboratorio para realizar un estudio científico, descubriría que
esta criatura subacuática está equipada con dos sistemas
respiratorios. La libélula que vive bajo el agua tiene un
sistema respiratorio que le permite incorporar agua a través de
su largo y delgado cuerpo, y obtener de esa agua el oxígeno,
como hacen muchas criaturas acuáticas. Sin embargo, también
descubriría que esta fascinante criatura tiene un segundo
sistema respiratorio que, un día, le permitirá respirar aire,
cuando entre a la segunda dimensión de su vida.
Cuando la primera existencia de la libélula, la
subacuática, se ha cumplido, este insecto sube a la superficie
del agua, sale a la tierra, seca sus alas al sol, extiende esos
dos magníficos pares de alas y comienza, gloriosamente, la
segunda dimensión de su existencia. Obviamente, la libélula ha
sido diseñada por Dios para vivir su existencia en dos
dimensiones.
En este magnífico capítulo sobre la resurrección, Pablo nos
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
73
dice que tenemos eso en común con la libélula. Según Pablo,
nosotros también fuimos diseñados por Dios para existir en dos
dimensiones. Dios nos da un cuerpo terrenal para vivir nuestra
vida en la tierra, y nos dará un cuerpo celestial que nos
permitirá vivir para siempre en la segunda y eterna dimensión de
nuestra existencia en el cielo, que ha sido providencialmente
planeada.
Hablando en sentido figurado, si realizáramos un estudio de
laboratorio sobre un creyente nacido de nuevo, descubriríamos
que él, como la libélula, está equipado con dos sistemas
vitales. Todo creyente auténtico está equipado con un cuerpo
terrenal, o sistema vital, que le permite vivir en la primera
dimensión de su vida. También descubriríamos que todo creyente
verdadero está equipado con lo que Pablo llama “la nueva
creación” o “el hombre interior”. Según Pablo, esta milagrosa
obra de la creación del Espíritu Santo, como el segundo sistema
respiratorio de la libélula, es un anticipo del cuerpo
espiritual que Dios dará a todos los creyentes y que les
permitirá vivir eternamente en el cielo.
En la segunda dimensión de su vida, la libélula es una
maravilla de la aerodinámica. Cuando los creyentes seamos
resucitados sobrenaturalmente, cuando Dios nos dé a usted y a mí
cuerpos espirituales que nos permitirán vivir la segunda y
eterna dimensión de nuestra vida, ¡imagine cómo seremos!
Cerca del final del Nuevo Testamento, en la Primera
Epístola del Apóstol Juan, este anciano líder de la iglesia
neotestamentaria reflexiona sobre quiénes y qué somos, como
creyentes, y quiénes y qué vamos a ser. Nos dice que lo que
seremos aún no ha sido revelado, pero será más maravilloso que
cualquier cosa que podamos imaginar, porque, en el cielo,
¡seremos exactamente como el Cristo vivo y resucitado es ahora!
(1 Juan 3: 1, 2).
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
74
En el versículo 50, Pablo llega a esta emocionante
conclusión de su gran capítulo sobre la resurrección. Escribe:
“Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden
heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la
incorrupción”. Esta es una declaración muy profunda. ¿Cómo es la
dimensión celestial? Pablo nos dice que no tendremos cuerpos
físicos allí, porque el reino de Dios es incorruptible, y
nuestros cuerpos físicos son corruptibles.
Pablo continúa en los versículos 51 y 52: “He aquí, os digo
un misterio: No todos dormiremos”, lo cual significa que no
todos morirán, porque habrá personas vivas cuando Cristo
regrese. “Pero”, continúa, “todos seremos transformados, en un
momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta;
porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados
incorruptibles, y nosotros seremos transformados”.
Esto nos da, nuevamente, cierta enseñanza sobre las cosas
futuras. El apóstol Pablo nos enseñó lo que llamamos “el
arrebatamiento de la iglesia”. Pablo escribió que Jesucristo
vendrá y se llevará a su iglesia fuera de este mundo. Cuando eso
suceda, los muertos en Cristo resucitarán (1 Tesalonicenses
4:13-18).
Ahora, cuando escribe: “En un momento, en un abrir y cerrar
de ojos”, está enseñando que, si estamos vivos cuando Cristo
venga, seremos totalmente transformados en un instante para
estar preparados para el cielo. Las palabras griegas utilizadas
aquí significan, literalmente, ‘en un átomo’. Esto quiere decir,
ni más ni menos, la medida de tiempo más pequeña posible. Una
aplicación moderna podría ser que seremos atomizados.
El punto es que necesitamos ser totalmente cambiados por la
muerte y la resurrección, ya que la carne y la sangre no pueden
entrar al reino de Dios. Sencillamente, no podemos llevar
nuestro cuerpo corruptible a un cielo incorruptible. Como Pablo
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
75
dice, elocuentemente, en el versículo 53: “Porque es necesario
que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se
vista de inmortalidad”.
Pablo llega a esta conclusión en el versículo 54: “Y cuando
esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal
se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra
que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria”. En otras
palabras, el milagro de la resurrección se ha producido, y la
muerte ha sido vencida. La palabra “resurrección” significa,
literalmente, ‘victoria sobre la muerte’.
Nadie que realmente comprenda el evangelio y lo crea por
experiencia debe temer a la muerte. A través de este cambio
completo que experimentaremos cuando el Señor regrese,
venceremos el problema de la muerte. La resurrección quitará el
aguijón a la muerte. Así que, para nosotros, el sepulcro es una
victoria. Nuestra muerte literal, y nuestra resurrección
literal, quitarán el aguijón al pecado y el poder a la ley que
nos condena.
No es de extrañarse que Pablo exclame: “Gracias sean dadas
a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor
Jesucristo” (57). Y, como siempre, hay una conclusión en la
inspirada lógica de Pablo que debemos guardar en nuestra mente y
nuestro corazón. Dado que todas estas cosas son ciertas, Pablo
escribe: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y
constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que
vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (58).
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
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Capítulo 23
En cuanto a la ofrenda
(1 Corintios 16)
Después de elevarnos hasta las alturas de los cielos en el
capítulo sobre la resurrección, Pablo nos trae de regreso a la
tierra con la forma en que comienza el último capítulo de esta
epístola pastoral y eminentemente práctica: “En cuanto a la
ofrenda...” Al concentrarnos en los detalles de esta ofrenda en
particular, descubrimos un episodio muy interesante en la vida y
el ministerio del apóstol Pablo. A Pablo le resultaba difícil
ser aceptado por los judíos convertidos al cristianismo en
Jerusalén. Esto se debía, posiblemente, a que él había
perseguido con terrible hostilidad a estos creyentes mesiánicos
antes de convertirse, en el camino a Damasco (Hechos 8:1-3; 9:1,
2).
Me resulta conmovedor que aquel que una vez había odiado
tan intensamente a Cristo y había matado a sus seguidores ahora
recogiera una ofrenda para los creyentes judíos que antes había
perseguido y que ahora sufrían en Jerusalén y Judea, debido a
una gran hambruna. La dinámica más poderosa, que ha hecho
siempre de la iglesia una fuerza potente en este mundo, es la
gracia de Dios que cambia las vidas.
Al prescribir ciertas instrucciones muy prácticas con
relación a esta ofrenda, Pablo nos da principios muy importantes
sobre la mayordomía. Estos principios son profundamente
ampliados en la secuela de esta carta (2 Corintios, capítulos 8
y 9). La instrucción que escribe en este capítulo dice: “Cada
primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo,
según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no
se recojan entonces ofrendas” (16:2).
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
77
Hay dos cosas para destacar en este versículo. Una es que
menciona el primer día de la semana. ¿No es interesante que para
esta época, “el día del Señor”, como los apóstoles siempre lo
llamaban, no sea el séptimo día de la semana, sino el primero?
Hay muchas pruebas de la resurrección de Jesucristo. Una de
ellas es que la iglesia de Jesucristo eligió el primer día de la
semana para que fuera su día de adoración, porque era el día en
que el Señor resucitó de los muertos. Por tanto, es
significativo que Pablo escriba que “cada primer día de la
semana” cada uno de los creyentes debiera poner aparte algún
dinero para esta ofrenda.
Y después nos da este principio: “...según haya
prosperado”. ¿Sobre qué base debemos determinar cuánto debemos
dar al Señor? En el Antiguo Testamento, la norma era el diezmo,
es decir, la primera décima parte de los ingresos de una
persona. Dios dio al pueblo de Israel el diezmo como norma de
medida, para demostrarles a ellos si Él era el primero en sus
vidas. (Dios siempre supo cuál era la medida de su entrega a
Él). Además, tenían instrucciones de dar ofrendas aparte del
diezmo. También hacían sacrificios, los que David definió cuando
dijo que no ofrecería a Dios un sacrificio que no le costara
nada (2 Samuel 24:24).
Pero cuando entramos en el Nuevo Testamento, el tema es la
mayordomía. La mayordomía eclipsa todas las demás normas, ya que
es el reconocimiento de que todo lo que poseemos ya le pertenece
a Dios. Como mayordomos de lo que es de Él, lo fundamental de la
mayordomía es ser fieles en la forma en que administramos sus
recursos. El criterio para dar en el Nuevo Testamento es “según
haya prosperado”. En su próxima carta a estos corintios, Pablo
enseñará que la mayordomía no está basada en lo que no tenemos,
sino en lo que tenemos.
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
78
Y entonces vemos el principio de integridad en la forma en
que deben administrar lo dado aquellos que tenían la
responsabilidad de entregar esta ofrenda a los santos que
sufrían en Jerusalén. Pablo ordena que se designen hombres que
acompañen la ofrenda (3). Aquí vemos el principio de la
rendición de cuentas. En el cuerpo de Cristo, la falta de
rendición de cuentas puede llegar a ser trágica. Hay ministerios
que han recibido millones de dólares por los que no se han
rendido cuentas. Eso no debería suceder en el cuerpo de Cristo.
Cuando Pablo recoge esta ofrenda, observemos con cuánto cuidado
insiste en que se informe acerca de su uso.
En los dos capítulos de 2 Corintios que he mencionado,
Pablo presenta como modelo para los corintios las normas para
dar que seguían los filipenses (2 Corintios 8,9). La iglesia de
Filipos era la favorita de Pablo y era la que siempre lo apoyaba
económicamente. Eran espiritualmente maduros en cuanto a los
principios de la mayordomía, a tal punto que Pablo les permitía
colaborar fundamentalmente y en forma continua con él, como
sostén principal de su ministerio.
En el último capítulo de esta carta, Pablo escribe: “Si
llega Timoteo, mirad que esté con vosotros con tranquilidad,
porque él hace la obra del Señor así como yo. Por tanto, nadie le
tenga en poco, sino encaminadle en paz, para que venga a mí,
porque le espero con los hermanos” (10-11).
Timoteo es un personaje muy interesante. Aparentemente era
un joven tímido, apocado, extremadamente sensible. Cuando Pablo
quería comunicar una gran verdad, generalmente le gustaba
transmitir esa verdad mostrándola a través de una persona y,
muchas veces, esa persona era Timoteo. Cuando Pablo quiso
mostrarle a su iglesia favorita, la de Filipos, cómo vivir una
vida semejante a la de Cristo, envió a Timoteo a vivir con
ellos. Les escribió: “Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
79
Timoteo, para que yo también esté de buen ánimo al saber de
vuestro estado; pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan
sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo
suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús” (Filipenses 2:19-21).
En el versículo 13, comienza su exhortación final. “Velad,
estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos. Todas
vuestras cosas sean hechas con amor”. Muchas veces, Pablo
finaliza sus cartas con tales exhortaciones. Después transmite
los saludos de personas como la casa de Estéfanas, y menciona a
otras personas que son conocidas para él. La mayoría de las
cartas de Pablo terminan con este tipo de saludos.
Observe en los últimos versículos: “Las iglesias de Asia os
saludan. Aquila y Priscila, con la iglesia que está en su casa,
os saludan mucho en el Señor” (19). La iglesia de Corinto se
reunía en las casas de personas como Cloé, y Priscila y Aquila.
“Os saludan todos los hermanos. Saludaos los unos a los otros
con ósculo santo. Yo, Pablo, os escribo esta salutación de mi
propia mano. El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. El
Señor viene. La gracia del Señor Jesucristo esté con vosotros. Mi
amor en Cristo Jesús esté con todos vosotros. Amén” (20-24).
El saludo de Pablo en todas sus cartas era: “La gracia del
Señor Jesucristo sea con vosotros”. Pablo creía que si tenemos
la gracia del Señor Jesucristo en nuestra vida, tenemos el
favor, la bendición y el poder de Dios obrando en ella. Sin la
gracia de Dios, la vida que él vivía, ejemplificaba y prescribía
era imposible. Así que no había nada que pudiera desear para las
personas que fuera más grande que la gracia del Señor
Jesucristo.
Cuando Pablo cierra de esta manera sus cartas, está
diciendo: “Por la gracia de Dios, yo puedo vivir esta vida para
la cual he sido salvado y a la que he sido llamado. Y ustedes
también pueden... por la gracia de nuestro Señor Jesucristo”.
Fascículo No. 19: 1 Corintios (Parte 2)
80
Pablo comenzó esta carta llamando a los corintios “santos” y
diciéndoles que habían sido llamados a ser santos. También les
dijo que Dios era fiel y que les daría todo lo necesario para
cumplir los propósitos a los que los había llamado. Así que
concluye su carta de la misma manera que la comenzó (1:1-3,9).
Espero que este estudio de 1 Corintios le haya ayudado a
crecer en la gracia del Señor Jesucristo en su vida. Su gracia
es el poder que usted y yo debemos tener para vivir la vida para
la cual hemos sido salvados, y a la que hemos sido llamados por
Dios y Jesucristo, como santos que viven en un mundo lleno de
pecado.
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