trinchero - aromas de lo exotico cap. 6, 7 y 8
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1
\
T O R
HUGO TRINCHERO
cial típico de las zonas de expansión fronteriza tie.nde ~ e s c o n d e r , en oca
siones, la complejidad de situaciones y actores sociales involucrados.
Tal como se ha indicado anteriormente, en ciertas formulaciones re
sulta clara la distinción entre los conceptos de frontera, e ntendida como un
límite político o
una
demarcación territorial, o como una franja extrema
ck
una región poblada que se expande progresivamente h a c i ~ u ~ a zona
oblada u ocupada por poblaciones aborígenes, cuyos terntonos se con 1
~ e r a b a n
adscriptos a los intereses del Estado que patrocinaba o legitimah .1
el
avance de la coloni zación . Sin embargo, como señala Caviedes:
Los conceptos de frontera como límites políticos entre los estados, la fro
n11
•
ra de colonización como la resultante de procesos de ocupación territori al
y
lu
fronteras percibidas a través
de
ciertas doctrinas geopolíticas se encuentran 1•11
unaestrecha interrelación en los países del cono sur
y
explican con mucha
111
tinencia las animosidades existentes entre dichos estados (Caviedes, 1987: H
Profundizando sobre esta cuestión, es posible sostener que:
En América Latina, el proceso formativo de estados se produjo en una h 10
territorial definida
por
divisiones administrativas coloniales
y
esto sig
il 11
or
ientados no en la consistencia y contigüidad de territorios, sino en rc l 1 n
nes de poder
y
contro l basadas en centros (Sandner; slf: 4).
El principio del
uti possi etis
(la última posesión alcanzada) apli1 1
do
a la formación de los estados nuevos,
es
decir, el uso y reconoc
ini
ir11
to
de los límites administrativos intercoloniales al fin de la coloni a 1 111
referentes para la delimitación de las fronteras políticas de los
a d ( ~
111
dependientes, resultó bastante conflictivo por dos razones.
En primer lugar, las delimitaciones administrativas
no
ten ía
111
cha precisión, porque en las vastas áreas vacías y fuera del control
(•111
tivo (desde aquella mirada desde el centro del poder),
no
había ne
de límites lineales y de orientación territorial en
el
ámbito local. Adn11
persistían contradicciones en las últimas órdenes reale.s, ~ m i o m. , 1
cientes
de
adjudicación de áreas de ésta o aquella aud1enc1a, y con
ll
1111
sin solucionar al finalizar la organización colonial. Por esto, un a l l
ción del último status para las diferentes unidades administrativas
f 1 111
cuestión bastante difícil de resolver, aun más porque los diferent
>
p 11
/ estados nacientes tenían diferentes años cero .
En segundo lugar, los nuevos estados otorgaron un excesiv ¡H ••
111111
·p11
de soberanía y a
la
doctrina
de
integridad territorial como t l1
1;1
to constitutivo del Estado.
Por
estas razones, la demarcación de fronteras
obtuvo una importancia excesiva como fundamento de una nacionalidad de
finida más geográficamente que sobre
las
bases socioculturales de
la
pobla
ió
n.
Así, la recuperación de terr itorios perdidos en
el
período poscolonial
e transformó en un tema central de dignidad nacional (cfr. Sandner, s/f).
A partir de lo anterior puede afirmarse que los contenidos que
onfiguran la construcción de la nación y la nacionalidad en América La
tina se intersectan
muy
estrechamente, aunque de manera específica. En
tr
la
herencia de las unidades administrativas coloniales (en torno a
uyas imperfectas delimitaciones descansaron los principios territoriales
los nuevos estados-nac ión emergentes) sobre las cuales las nuevas au-
ridades no poseían un efectivo control, y las utopías racionalizadoras
1 luminismo, se generó un espacio de significación específico
que
pro
ujo contenidos particulares a la comunida d imaginada por las fracciones
ge mónicas del poder criollo (cfr. Anderson, 1993 .
Así, las concepciones tradicionales y dominantes en
torno
a la
no-
1 n de frontera, al menos en los países del cono-sur, parecen haberse
nstruido, ante todo
como
el reflejo de un espacio vacío entre los
con
ncionales límites heredados de la colonia y las intenciones de expansi ón
los intereses de las fracciones hegemónicas de las burguesías triunfan
de los respectivos estados-nación. De esta manera, en los procesos
rmativos de los estados-nación modernos, aunque con distintos ritmos
rticulares modelos culturales hegemónicos, los dirigentes pertene-
ntes al campo diplomático fueron quienes se encargaron de garantizar
política exterior. Al colocarse en el centro de la escena de las políti
internacionales, la cuestión de la del imitación territorial de las fronte
e constituyó en objeto de estudio dominante, y sus demarcaciones,
rincipal práctica de gestión gubernamental. De esta manera, los liti
fronterizos resueltos
por las vías diplomáticas (con el desarrollo de
uelas diplomáticas ) construyó el
orpus
documental que legitimaba
rritorialidad de cada Estado-n ación (Chindem i, 1997: 4-5).
Las características antes señaladas en torno a la problemática de los
hes territoriales de los nuevos estados-nación independientes se entre
laron paulatinamente con objetivos de colonización y desarrollo
ómico. No resulta extraño encontrar objetivos de colonización y de
llización en los mismos discursos de estrategia militar.
La cuestión que se ha de dirimir en la actualidad es hasta qué pun
actuales discursos y proyectos de integración promueven, en la
~ ' : 7?1
1 / 1
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H CTOR
HUGO
TRINCHERO
práctica, una transformación sustantiva de esta genealogía goepolítica
(y
militar) de las fronteras, y cuál sería, en este caso, su sentido.
Me propongo abordar la noción de fronteras'', en tanto ámbito <ll·
expansión de determinadas relaciones de producción, desde una perspc
tiva que la considera más que como un límite (entre nación desierto,
productivo / improductivo o tradicional / moderno),
como
un proc
es
1'
de conexión (valorización) conflictiva entre espacios caracterizados
por
dinámicas productivas y reproductivas heterogéneas (cfr. Becker, 98(, ;
Cafferata, 1988; Reboratti, 1989).
El eje principal de este proceso conectivo pasa, en este análisis, p or
las
formas y procesos de relacionamiento entre capital y trabajo,
es
de ·ir ,
por
las relaciones sociales de producción que pretenden garantizar un a '1'
pecífica hegemonía del capital sobre los procesos de trabajo y reprodu ·
ción de la vida preexistentes'', intentando refuncionalizarlos parcialmcn
te (aunque generando permanentemente renovadas contradicciones) haci.1
formas particulares de transferencia de valor. Un proceso que, a nue
t
ro
entender, tiene
un
rasgo particular no menor en nuestro país: la combin.1
ción paralela entre la estructuración social de
las
fronteras agrarias /ron
tiers)
y las fronteras políticas
border-lines)
que tienen importan tes niv
·I
1
de correlación
con las
configuraciones específicas que adquiere la form11
estado,
con
los procesos de conformación de la nacionalidad y con l
as n·
laciones interétnicas que se despliegan en su construcción.
Con la categoría de análisis formaci ón social de fronteras se in
tenta indicar tanto este proceso conectivo de espacios heterogéneos en 11
cual
se
despliegan específicas relaciones de pro ducción capitalistas co
111 11
la particular forma en que se vinculan estas relaciones de producción,
· 11
cada momento histórico, con el proceso de construcción del Estado- .1
ción. Es decir, con específicas modalidades históricas de regulación d I
proceso de acumulación.
Por lo tanto, en el complejo entramado de situaciones de front .1,
no
debe descuidarse la específica carga de significaciones e institucion '
que tradicionalmente se han hecho portadoras de las políticas hacia
l 1
fronteras en cada Estado nacional, ya que más allá de discursos grandil u
cuentes integracionistas, las fronteras, al menos desde los relevamien w
etnográficos que he realizado en los últimos tiempos, continúan
si
e
nd
aquel espacio ambiguo pero no carente de direccionalidad política en
'I
que
se
juegan particulares intereses hegemónicos
por
su control, apropi.1
ción y regulación. Esto implica tener presente la dialéctica territorial
i:t
.1
ión (como
proyecto
hegemónico de los modelos de soberanía nacio
n I ) y desterritorialización (en tant o ámbito donde se expresan relacio
nes sociales transfronteri zas) como
un
constante proceso histórico de dis
uta
por
hegemonías y contrahegemonías.
Este planteo se refuerza para el caso argentino y asume caracterís-
cicas particulares que, en determinadas situaciones, implican
una
profun-
ización de algunas de las tendencias generales señaladas para el conjun
t de la región y, en otras, comprende formas específicas y originales a la
h
ra de encarar su análisis comparativo.
Por ejemplo, el caso argentino parece configurarse de manera
par-
ticular cuando las fronteras adquieren
un
perfil que correlaciona
un mo-
elo de expansión de frontera agropecuaria con otro de frontera político
militar. Además, este vínculo se genera
como
expresión de la moderni-
d , ya que
es
paralelo a la incorporación del territorio
al
mercado
mun-
ial, principalmente
como hinterland productor
de bienes salariales (ali
mentos) correspondiente a la expansión industrial en Europa. Un territo-
io que, por
otra
parte, se asumía que había que dominar, conquistar y
Ionizar, pues se encont raba ocupado, señoreado por las poblaciones
ndígenas originarias. Esta conquista inter ior
es
la antesala, entonces,
ra
la
definición posteri or de políticas de fronteras hacia el exterior .
frontera
con
el indio fue, entonces, la primera cuestión de fronteras
uc
encaró la burguesía nativa
como
proyecto
modernizador
y, a la
V
z, centralizador del Estado (cfr. Trinchero, 1997a; 1998; 1999).
La expansión de la frontera agraria fue co-constitutiva de la expan-
'ón del control territorial por parte del Estado (cuestión que
es
válida pa
el
período rosista, aunque
se
profundiza luego de Caseros y de Pavón,
tallas orientadas a resolver las disputas interburguesas e intercaudilles
). Dominado el interior (esa herencia colonial , según el discurso pre
ndidamente anticolonialista de la generación del ochenta) y establecidos
1
pactos fundacionales sobre los espacios territoriales controlados
por
urguesías y ejércitos provinciales, el nuevo orden
se
construye sobre la
topía de la conquista del desierto . Es decir, un nuevo viaje militarizado
cia las tierras indígenas una vez pactado el Leviatán entre caudillos.4
' Oigo n uevo viaje en
el
sentido de que
el
espacio territorial argentino ha sido concebi
dcsde los momentos fundacionales de la conquista española, en
el
marco de la cues
n fronteras (con lo indios), que pretendió ser resuelta mediante campañas militares o
niradas hacia esas endemoni adas tierras de indios. El discurso anticolonialista de la
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.
.-
.
..
-
..
-
--,
Sus resultados fueron las proyectadas y ejecutadas campañas de ex
terminio de los malones , y su modelo de regulación,
el
diseño jurídico
político llamado territorio s nacionales . Existen dos aparentes parado
jas en este proceso: en primer lugar,
un
proyecto de modernización
se
funda sobre la construcción de
un
espacio (el desierto) en el que a sus ha
bitantes
no
se le reconocerán (al menos hasta el momento de la provin
cialización de los denominados territorios nacionales) derechos ciudada
nos (Favaro, 1996: 80-84). En segundo lugar, el viaje colonizador se
asienta principalmente en el ejército unificado como institución produc
tora de la estatalidad (cfr. Iñigo Carrera, 1984 y Trinchero, 1997b
.
El efecto de paradoja resulta únicamente como producto de una mi
rada complaciente y acrítica de los tratados que pretendieron hegemoni
zar la explicación de los procesos de expansión capitalista. Es decir, se pro
duce
por
efecto de aquella historiografía que asume que los textos que de
manera manifiesta plagiaban de Europa los intelectuales orgánicos funda
dores representaban alguna realidad interior; como
si la
carta constitucio
nal, la ideología del modelo de acumulación pudiera estar representada
por
los clásicos de la filosofía política (Hobbes, Locke) o de la economía
política (Smith, Ricardo, etc.), tal como los intelectuales orgánicos nativos
(Alberdi, Sarmiento, etc.) intentaban enunciar en sus escritos.
Ning uno de esos tratados explicaban o podían representar las gue
rras
al
malón y los territorios militarmente ocupados como procesos y
modelos de regulación social moderna, de allí
el
esfuerzo
por
superar
los . Sin embargo, la hegemonía del eje burgués-caudil lista Buenos Aires
Santa Fe y su traducción en el pacto político constitucional de 1853 per
mitió la invención de
un proyecto nacional que simulará configurarse a
imagen y semejanza de los modelos ideales de los tratadistas europeos y
americanos, que constituían en una especie de espejo narcisista en
el
que
se miraba la generación del ochenta (un espejo tal vez de características
particulares pues podría decirse que las doctrinas de Hobbes y Locke re
flejadas por Sarmiento sobre
el
entrañable desierto tendían a convertir
se en la imágen espectral de las teorías raciales de Gobineau).
De
esta manera, esta alianza burguesa reconoce e imagina al desier
to como
un
espacio de ocupación y conquista posible desde el punto de
intelectualidad orgánica modern a parece haber sido, fundamentalmente, una justifica
ción de la guerra como continuación de la política.
vista político-militar y legítimo desde
el
punto de vista cultural.
Un
lugar
de no-pacto (con el indio no habrá pacto alguno, excepto para organizar
contramalones, cooptando algunos caciques para hacer más eficaz la gue
rra de razas).S Sin embargo, a medida que
se
conformaban en cada campa
ña las fronteras de fortines, se renegociaba el espacio.
Se
hacían acuerdos
(informales) entre militares de frontera y parcialidades indígenas (el apro
visionamiento no era garantizado
por el
ejército unificado). También pa
radójicamente (nuevamente, sólo en su apariencia) se reiniciaban campa
ñas desde
el
centro del poder del ejército unificado que, entre otros efec
tos, tendían a romper con estos acuerdos. El viaje militar planificado y eje
cutado desde el centro hacia las fronteras producía una conflictividad en la
frontera y tendía a ser escondido, desde
la
comandancia, tras discursos
grandilocuentes que destacaban la beligerancia india. Esta conflictividad
producida era encandilada por las luces del Buenos Aires modernizan
te que los intelectuales orgánicos mostraban
al
mundo: Argentina era Bue
nos Aires; el resto, desierto o restos de taras coloniales que debían ocul
tarse detrás del espejo, mientras el ejército unificado forjaba en la práctica
las condiciones del proyecto civilizatorio.6
Ciertamente, la metáfora de un desie rto distante y alejado del
centro del poder, asociado a la ocupación aborigen, fomentó que
el
mo
vimiento de racionalización pretendiera legitimarse mediante un viaje (o
su expresión concreta en campañas) militarizado.7 La genealogía del viaje
del centro hacia la periferia para consolidar las fronteras interiores pre-
S.
David Viñas ha formulado una pregunta que llama a la reflexión historiográfica: ¿Es
(era) posible un contrato con
el
indio o ya
se ve
insinuado
el
exterminio como única posi
bilidad? (1982). La posibilidad se convirtió en un hecho real: variopintos fueron los pac
tos con caciques y parcialidades a lo largo·de la historia formativa del estado-nación (la ma
yor cantidad de ellos fue realizada en el período colonial tardío). Sin embargo, fue impe
rativo negarlos, o mejor dicho, legitimar su negación como acto constitucional para garan
tizar
la
privatización temprana del desierto,
la
refuncionalización rápida, intempestiva y
autoritaria del espacio hacia un mercado mundial ávido de
las
ventajas comparativas que
ofrecían las pampas argentinas en aquel período del capitalismo mundial.
6. Una
interesante reflexión sobre este tema son los trabajos de
H
Gonzalez, E. Rinesi y
F. Martínez compilados en
la
obra
La nación subrepticia
1997. Puede también consultar
se
al
respecto los capítulos 11 y III de mi libro Los dominios del demonio (op. cit.).
7. Para
la
noción de viaje con relación a
la
construcción de imaginarios sociales, véase
la
obra de V. Turner, Dramas Fields
and
Metaphors in
uman
Societies Cornell University
Press, Ithaca, 1974 . Su utilización resulta muy interesante en cuanto a la construcción de
las naciones como comunidades imaginadas en la obra de Anderson, 1993.
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tendió ser primero de exterminio (legitimado
por la
exageración dc •I
jismo del malón), luego de disciplinamiento (legitimado por
b 1H
'11
de fuerza de trabajo y las arengas en torno a la incapacidad del i11d111
1
asumirlo espontáneamente) y, finalmente, educativo (justificado p411 1
estigmas que señalaban al indio como p ortador de herencias c lo111 1tl
costumbres y prácticas salvajes e incivilizadas).
Estas tres dimensiones del movimiento de racionalización
dora recorren obviamente
un
tiempo de mucho mayor alcance qut· 1l 1¡
la historiografía reconoce como proceso formativo del Estado-
n.ll
11
1
en la Argentina (1870-1930).
Si es
en este período donde adqui
rc·11 1111
densidad específica y monumentalista (en el sentido de historia 111111111
mental), es precisamente porque la historiografía hegemónica r 11111
allí
un
perío do fundante. Sin embargo, debe tenerse en cuenta qu • ·
1
reconocimiento no expresa otra cosa que el movimiento discursivo
ti
prácticas institucionales que pretende reinstalar los significados d ·
1 1
acto fundacional como hegemonía burguesa.
¿Qué
nos dice, entonces, este movimiento racionalizador fu11d 1
cional respecto a la cuestión de fronteras?
a
Que
los pueblos originarios se constituyeron en
el
primer
111•
migo interno que la modernidad construye para legitimar
l
l '
pansión de la frontera agraria capitalista.
b
Que la expansión de la frontera agraria es ca-constitutiva d 1
frontera política y, en tanto viaje militarizado, configurativa di
la centralidad de la institución militar (el ejército unificado) ·
la defensa de
la
frontera como hipótesis de conflicto.
c Que
los dispositivos de control y disciplinamiento sociales ha
cia el interior so n paralelos a las hipótesis de conflicto hacia b s
fronteras externas , en
un
proceso de estructuración cuya di a
léctica interpela hasta el presente.
También es preciso señalar que la cuestión de
las
fronteras políti
cas implica la consideración de las fronteras provinciales como ámbitos
de regulación.
Un
ejemplo histórico de la forma en que las fronteras po
líticas internas del Estado nacional funcionaron en determinadas situa
ciones como modalidad de regulación de la fuerza de trabajo
es
el proce
so de expansión de la frontera agraria algodonera en el Chaco (territorio
nacional), hacia 1920.
EDITORIAL
SB FOTOCOPIAR ES DELITO: LEY
.
723
Anteriormente
a esta frontera expansiva, fueron los ingenios azu
dcl
denominado
ramal salto-jujeño los que articularon la mano
indígena de la región chaqueña con
el
proceso expansivo agroin-
1 Es to significó, desde principios de siglo, un reclutamiento masi
población indígena en el que el estado, a través del ejército, tampo
jeno
Iñigo
Carreras, 1984; Trinchero, 1997).
Producido el movimiento de expansión con la creación efectiva de
lonias agrícolas, reapareció inmediatamente el problema de la esca
mano de
obra. Los propios colonos, en su mayoría inmigrantes, pi
n a las autoridades locales y nacionales su intervención para garan
r
una
retención
de
la
mano de obra indígena que, en su mayoría, mi
a los
ingenios
azucareros. Así, en
un
telegrama dirigido al gobier-
Al
iniciarse la
cosecha
de
algodón hicimos notar a comercio local casi segura
falta
de brazos
para que solicitaran ayuda poderes públicos y
se
evitara lo que
venía haciéndose actualmente en esta época, con los indios radicados en esta
zona
que eran
reclutados
por un
comerciante de aquí para un ingenio de Salta
Y llevad os a esa provincia; esto porque la mano
de
obra del ingenio es caso
irremplazable
para la cosecha del algodón. Comercio prometió ocuparse; pero
seguramente por
condescendencia hacia los reclutadores y cometiendo un ver
dadero
atentado al
progreso de
la
región, nada hizo y así nos encontramos con
que ya
empezó
en gran escala
el
embarque de indios. Cuando una plaga háce
nos
temer
fracaso nuestros esfuerzos, recurrimos demanda ayuda poderes pú
blicos, hoy con la misma vehemencia rogamos vuestra intervención ante ame
naza
desastre
significa falta de brazos. Deteniendo salida de indios y haciendo
regresar a los que
se
van habrase puesto un gran remedio a este mal, luego con
cediendo rebajas pasaje peones y encauzando inmigrantes estas regiones ha
bríase conjurado. Señor Ministro: estamos apogeo cosecha y no podemos le
vantarla falta de brazos. Reclutamiento indios sigue gran escala y no hay peo
nes:
urge
pues vuestra inmediata intervención para evitarnos desastre que sin
exageraciones anunciamos (Firman
50
colonos de Roque Sáenz Peña) .8
En
respuesta a estos requerimientos, dos decretos, uno local, del
gobierno del Territorio Nacional del Chaco -1924-y otro del gobierno
nacional
-1927-
prohibieron la contratación de los indígenas fuera del te
rritorio donde se asentaban (Cf. lñigo Carreras, 1983).
8.
Di Tella,
Situación de
la
población aborigen 1970.
Citado
en
Iñigo Carreras
1983: 80 .
EDITORIAL SB FS
n
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l'
UKMl\
(;
IUNE:i
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• - -_
¿Serán et ernos los laureles?
La pregunta anterior exige otra que no sólo considere hip01
historiográficas, sino también antropológicas: ¿en qué medida
aqud
fundacional, en ta nto historia monumental, articula discursos y
p
11
actuales respecto a la cuestión de las fronteras? Esta sería una de
l
s I''
guntas-guía que orientan nuestras investigaciones actuales y que
pr ·
1c
•
den interpelar tanto
al
canon antropológico como
al
historiográfico.
Nuestra hipótesis de trabajo es que, independientemente de < 11
tuirse como discurso y práctica hegemónicos,
las
fronteras "intern:is"
"externas" hablan permanentemente de la capacidad o
no
de su c
1111111
por parte del dispositivo civilizatorio que asume el proceso form:it ivn
Estado-nación en tanto historia presente.9
Este control de las fronteras (económicas, políticas y culturale
s
1
sostiene a partir de discursos y prácticas hegemónicos frente a la cap
:i 1
dad constitutiva de las relaciones y procesos transfronterizos. Mu
1111
son los temas que han sido escasamente profundizados por la crítica
toriográfica y que deberían, según mi criterio, constituirse en parte sus
tantiva de la agenda investigativa de una antropología histórica y críti
.
Me refiero específicamente, por ejemplo, a las relaciones de int 1
cambio transfronterizas entre poblaciones originarias (la Araucanía como
expresión de vínculos económicos-políticos y culturales entre poblaci
nes indígenas al sur, la relación entre poblaciones chaqueñas y andin
as,
etc.) desde
el
llamado período colonial hasta
el
denominado período for
mativo del Estado-nación "moderno"; las fronteras de fortines durant ·
las "campañas al desierto" como espacio ambiguo en
el
que se jugaba
l
capacidad de control de malones (inflacionados
por la
literatura como
atributos bélicos del otro) junto con los pactos y negociaciones entre sol
dados y oficiales de frontera para abastecerse; el "intercambio" forzado
de cautivas y cautivos que la literatura,
el
arte en general y la historiogra-
9. Entiendo como formación del estado-nación capitalista a la dinámica conflictiva que se
plantea entre
el
establecimiento de la entidad política estado, que tiende a expresar los in
tereses de las fracciones hegemónicas de la burguesía en un momento determinado, y la
creación de grados de unidad, hegemonía
y
legitimidad en
el
territorio, en la población
y
en los conjuntos culturales sobre los cuales pretende ejercer autoridad este estado, con el
objeto de garantizar la regulación del proceso de acumulación en forma permanente.
den a describir desde la mirada del centro, escondiendo tal vez la
del país mestizo reiteradamente negado;lO el fulminante proceso
1minación de la población negra afroamericana a partir de su envío
l
s frentes de batalla interiores y exteriores para continuar con las
l
s de "blanqu eamiento" racial de la Nació n (Iglesia, 1987 y Rotker,
,11
Negación de la negación en el esfuerzo por una escritura de la his
hegemónica que tiende a depositar lo demoníaco, oscuro y salvaje
tributos naturalizados hacia ese
otro
que se interponía a los deseos
inarios de la burguesía emergente.
La frontera fue constantemente narrada por el proyecto de moder
d nativa como espacio de la ambigüedad que se
debía superar, de lo
-civilizado,
es
decir, como espacio que era preciso ocupar
por el pro
to civilizatorio. Movimiento discursivo, institucional, rentístico y co
nizante del centro a la periferia, tendiente a des -estructurar las relacio
transfronterizas preexistentes mediante políticas regulatorias de las
fronteras".
Podría reconstruirse una genealogía crítica histórica y antropológi
del movimiento en la frontera y hacia la frontera, caracterizada
por
la
ialéctica [orden preexistente "fronteras"-desorden civilizatorio "ocupa
ión"-nuevo orden a desestructurar "otras fronteras"]. Tal vez esta mira
d desde la frontera del movimiento genealógico sea la que habilite el aná
lisis de las fronteras interiores y exteriores como ámbitos ambiguos, a los
que
el
poder describió permanentemente como potencialmente sujetos a
la
permeabilidad, al despliegue de intereses del "enemigo" (y me atrevo a de
cir: potencialidades permanentemente inflacionadas desde la mirada dis
tante hacia el
otro
de una intelectualidad orgánica nativa de perfiles fun
damentalistas obliterados
por
la comulgación mimética
-por
lo tanto si
mulada- ejercida hacia textos canónicos de la modernidad euroamericana).
En este sentido, también podría re-escribirse buena parte de la his
toria nacional desde esta ambigüedad constitutiva de
las fronteras, desde la
caracterización de
la
Argentina moderna y capitalista como una formación
10. He intentado realizar una crítica antropológica del significado de las representaciones
literarias y pictóricas del arte hegemónico sobre
la
temática de la cautiva en el capítulo diez.
11.
Respecto a la cuestión "cautivas", ha expresado Cristina Iglesia: "La cautiva es la me
táfora de una frontera que se
desplaza pero que nunca llega a desaparecer" (1987: 80).
;; : ::
7/23/2019 Trinchero - Aromas de Lo Exotico CAP. 6, 7 y 8
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social de fronteras, en
la
que
el
modo capitalista de producción fue sucesi
vamente subsumiendo procesos de trabajo y relaciones de intercambi
preexistentes, intentando refuncionalizarlos hacia movimientos de valori
zación de las fracciones hegemónicas del capital, aunque generando nuevas
y renovadas crisis de reproducción en
la
población. .
La pregunta a la que intentamos arribar aquí
y
que
se
denva de
la
anterior
es:
¿hasta qué punto el discurso actual de integración transfron
teriza que vehiculiza los actuales pactos, tratados y discursos sobre el
Mercosur pueden transgredir la genealogía del discurso hegemónico?
Cuando se sostiene antropológicamente la existencia de una cul
tura transfronteriza, la argumentación no debería sustentarse en el regis
tro fenomenológico de una presencia que, sostenida en el tiempo y natu
ralizada como identidad, emergería frente a desestructuraciones de los
dispositivos estatal-nacionales. Esta perspectiva tiende a asumir o bien a
apropiarse acríticamente del discurso de la' integración como una tota
lidad y no en su historicidad. Así, este tipo de construcciones no puede
dar cuenta del hecho concreto de
la
existencia de diferencias en
la
produc
ción de categorías que pretenden ser consideradas como nativas en torno
a las identidades fronterizas.
Si
tomamos
el
caso de
la
existencia de identidades transfronterizas,
como los denominados brasiguaios en
la
frontera política entre Paraguay
y Brasil, que recupera hoy la historiografía y la etnografía en aquellas fron
teras (Chindemi, op. cit.), ¿no deberíamos encontrar categorías nativas se-
mejantes en
la
frontera entre Argentina y Paraguay, o Argentina-Bolivia,
Argentina-Chile o Argentina-Brasil? No es esto, precisamente, lo que ocu
rre. Si bien la categoría de brasiguaios para nominar una identidad transfron
teriza constituye, en principio, una categoría nativa -en tanto capacidad o no
de significar relaciones sociales, económicas y culturales alternas- estará ne
cesariamente ligada
al
campo
de
posibilidades y límites que demarcan las
prácticas hegemónicas, concretamente, a ciertas formas que adquiere el pro
ceso de regulación en esta frontera en el marco del proceso de integración .
Desde el punto de vista del mercado de trabajo, esta situación pa
recería expresar la inexistencia de una prioridad de regular mediante mar
cas nacionales la migración de fuerza de trabajo: ni los brasileños del
sur (por lo menos hasta el momento) parecen constituirse en
un
peligro
para el mercado de trabajo paraguayo ni viceversa. Sin
e ~ b a r g ? .
en Ar
gentina, semejante situación parecería impropia para
los
d i s p o s ~ t i v o s .he
gemónicos, ya que el sostenimiento de categorías nacionales estigmatiza-
170
EDITORIAL SB FOTOCOPIAR ES DELITO: LEY .723
das habilita la regulación de la migración de fuerza de trabajo y el soste
nimiento de una mano de obra (en primer lugar rural, pero que afecta
también
al
conjunto de los inmigrantes de los países fronterizos en todo
el país), necesaria y más barata, que queda sometida a un proceso de dis
criminación y exclusión social sobre cuyas particularidades no me deten
dré aquí.
Lo anterior no implica que el análisis deba obviar las relaciones
transfronterizas entre los pobladores de fronteras en,
por
ejemplo,
el
nor
te argentino. Esto sería
un
despropósito para cualquier situación de fron
teras. La cuestión que se pretende dirimir es, en todo caso, bajo qué con
diciones esas relaciones pueden ser expresadas en categorías de integra
ción. O para formularla en otros términos: ¿qué procesos transfronteri
zos pretenden subsumir los discursos y prácticas de
la
integración? En la
actualidad parece tratarse, entre otros, del control de las migraciones de
la fuerza de trabajo mediante un nuevo movimiento de racialización de
las
relaciones capital / trabajo.
La economía política de la integración se esfuerza por naturalizar
su contradicción: el capital se integra, se internacionaliza;
la
fuerza de tra
bajo se fragmenta, se localiza.
Volviendo a la cuestión de la caracterización, nuestra aproxima
ción antropológica define al Chaco central como un ámbito en el que se
combinan, con especial significado,
un
frente de expansión agrario, fron
teras políticas y la producción de fronteras culturales que tienden a sub
sumir procesos de trabajo, circulación de bienes y relaciones interétnicas
transfronterizas preexistentes. Esta combinación de relaciones sociales
(mejor dicho, estructuración) produce un contrapunto aparentemente
paradójico entre la emergencia de discursos y prácticas de integración con
renovadas modalidades de militarización y control social coercitivo de
este espacio. Así, por ejemplo, junto a la disputa desde distintos sectores
por
los denominados corredores de carreteras bioceánicas (que ha gene
rado un interesante debate y posiciones enfrentadas en
torno
a sus traza
dos
por
parte de las distintas instancias del poder político y económico),
encontramos, al mismo tiempo, la agudización de políticas de control
fronterizo. En el Chaco central son sintomáticas, por ejemplo, las relacio
nes que se establecen entre
el
trazado de la denominada ruta transchaco
(en ejecución), la construcción del puente internacional Misión La Paz
Pozo Hondo (ya realizado) y la formación de un puesto de control fron
terizo que,
por
su diseño (revitalizando el rol de gendarmería como poli-
EDITORIAL SB FOTOCOPIAR ES DELITO: LEY 11 723
171
7/23/2019 Trinchero - Aromas de Lo Exotico CAP. 6, 7 y 8
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7/23/2019 Trinchero - Aromas de Lo Exotico CAP. 6, 7 y 8
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Hl CTOR HUGO TRINCHERO
que dan sentido a discursos hegemónicos sobre el proceso de integración
regional.
Parto de la premisa, aún general, de que las formas sociales que se
expresan en la configuración de los espacios territoriales resultan de
transformaciones históricas que guardan especificidades regionales con
cretas. La configuración del modo de producción capitalista, en tanto
proceso de acumulación y modo de regulación, ha hecho que tales formas
sociales transcurran a lo largo y a lo ancho del planeta, aunque con rit mos
y características particulares, por las modalidades mercantiles hoy uni
versalmente dominantes.
Desde la tierra como "cuerpo inorgánico" de las "sociedades pri
mitivas"
como
decía Marx en las Formen hasta la tierra como localiza
dor
de ganancias extraordinarias, hay un trayecto cuya forma depende de
la dinámica concreta que tome la expansión del capital en el proceso de
someter la capacidad de trabajo que encuentre en el espacio de su exten
sión a su propia reproducción. Este proceso expansivo y siempre renova
do de las relaciones de producción capitalista es, para decirlo de alguna
manera, económico, social, político y territorial a la vez, y permite el sur
gimiento de fomaciones sociales específicas. Postu lar la noción de forma
ción social implica que, en
el
complejo entramado de situaciones de fron
tera, no debe descuidarse la específica carga de significaciones e institu
ciones que "tradicionalmente" se han hecho portadoras de las políticas
hacia las fronteras en cada Estado nacional, ya que más allá de discursos
grandilocuentes integracionistas,
las fronteras parecen continuar siendo
aquel espacio ambiguo pero no carente de direccionalidad política en el
que se juegan particulares intereses hegemónicos por su control, apropia
ción y regulación.
El Chaco central: ¿proceso de integración o hipótesis de conflicto?
En el extremo norte, en torno al punto tripartito que indica los lí
mites políticos entre Argentina, Paraguay y Bolivia, se han desarrollado
procesos sociales, económicos y políticos que redefinen con singulares
características esta formación social de fronteras.
Estos territorios que integran el ambiente geográfico denominado
Chaco central -hast a hace poco tiempo considerado "marginal" desde el
o
ONI\:
FOR1.P;C
punto de vista de la inversión capitalista agraria- han sido objeto de un
renovado interés político y económico en el marco de una estrategia de
"integración" como es
el
Mercosur.
Se combinan allí características particulares, a saber:
a La exi.stencia de una importante población indígena que, desde
hace tiempo y con mayor énfasis desde la caída de la dictadura
militar, viene reclamando
la
posesión de las tierras que ocupan,
en forma precaria desde
el
punto de vista jurídico, junto con
pobladores criollos empobrecidos.
b) La configuración reciente de
un
ámbito en el que se conecta el
más importante frente de expansión agraria desde la década del
setenta (la producción porotera y sojera) con la mano de obra
que proveen principalmente las comunidades anteriormente
mencionadas.
c El establecimiento de acuerdos políticos interfron terizos para la
construcción de una red viaria que, atravesando
el Gran
Chaco,
conecte puertos del Pacífico en el norte de Chile con el Atlán
tico en
el
sur de Brasil, y que en territorio concreto
se
expresa
en la finalización de un puente que conecta una de las comuni
dades indígenas (M. La Paz-Salta) del lado argen tino con Pozo
Hondo (Paraguay).
d) La construcción, a part ir de lo anterior, de un puesto fronteri
zo que incremente la
presencia y control de gendarmería en es
te espacio interfronterizo.
digno de destacar que, hasta estos acontecimientos, la región se
caractenzabapor su margibalidad relativa desde el pun to de vista de su in
terés agronómico , en concordancia con ello, por la precariedad casi ab
soluta de la infraestructura, especialmente de las vías de comunicación.2
2.
por
j
emplo, en
la
frontera internacional conformada a lo largo del Pilcomayo los
d s
umcos puentes que se encontraban hasta hace un año atrás cruzaban las aguas deÍ río
P1_Icomayo
en los
p ~ n t o s
más extremos de su recorrido
por la
llanura chaqueña: cerca de
Vil a Montes B o ~ 1 v 1 a )
Y
poco _ntes de su ~ e s e m b o c a d u r a en
el
río Paraguay, entre las lo
calidades e
C l ? n ~ d a
(Ar?entma) y Colonia Falcón (Paraguay). A
Jo
largo de más de 800
km no
eXJste
n_mgun medio para cruzar las aguas del Pilcomayo con transporte automo
tor,
Y
la
precaria red de caminos que
se
extiende a ambos lados del Pilcomayo
es
intransi-
7/23/2019 Trinchero - Aromas de Lo Exotico CAP. 6, 7 y 8
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Sin embargo, y más allá de estas limitaciones de infraestructura, el
Chaco central se encuentra enclavado en el corazón mismo del
Cono
sur,
por lo
que
ocupa espacio vital de la geografía del Mercosur,
cuyo
desa
rrollo ha implicado, en los últimos años, un muy significativo incremen
to
del flujo comercial entre
el
norte de Argentina, Chile y Brasil.3
Esta situación ha llevado a la elaboración de ambiciosos planes para
la apertura de nuevas vías de comunicación y/o para el mejoramiento de las
ya existentes, de ntro de los cuales
se
destaca el impulso a la apertura de
un
corredor
bioceánico desde la provincia de Salta.
Dado
que existe ya
una
conexión
con
Chile a través del Paso de Socompa, el gobierno de Salta im
pulsa, desde hace ya bastante tiempo, la apertura de una vía que comuni
que los puertos chilenos del Pacífico (y su acceso a Asia y a la costa oeste
norteamericana) con los centros industriales y puertos brasileños de la cos
ta atlántica, atravesando el corazón mismo del Chaco central y boreal. Es
te corre dor conectaría la ruta nacional
34
en Salta
-que
recorre
el
límite más
occidental de la llanura chaquense hasta la frontera con Bolivia- con la
ru
ta transchaco en Paraguay, y de allí con
el
oriente paraguayo y con Brasil.4
Semejante proyecto -que llevaba ya más de veinticinco años de es
tudios, divulgaciones y reiteraciones en el marco de distintos discursos
table durante buena parte de la época de lluvias
(noviembre/
mayo). En
el
Chaco boreal
paraguayo, la ruta transchaco que parte de Asunción sólo llega hasta la zona de Mariscal
Estigarribia , y de allí hacia el punto tripartito hito Esmeralda sobre el Pilcomayo hay
más de 200 km de caminos de tierra poco transitables . En Formosa, la ruta nacional
81
en
tre Formosa y Embarcación (Salta) sólo está pavimentada hasta unos kilómetros más allá
de Las Lomitas. Hoy en día, la única ruta pavimentada que atraviesa el corazón del Cha
co de este a oeste
-y por
ende,
la
única transitable todo
el año- es
la ruta nacional
16
entre
Resistencia (Chaco) y Joaquín V. González (Salta), lo que implica que para conectar Para
guay y Brasil con las provincias del NOA y el norte de Chile, el flujo de comercio a tra
vés de transporte automotor debe real izar un importante rodeo hacia el sur.
3. Entre
1994
y
1995 -es
decir, aun antes de que Chile se asociara al Mercosur en octubre de
1996-
se
había producido un aumento en
el
comercio entre Chile y
el
norte argentino de un
270%, que subía a un 500% si se tomaba en cuenta sólo lo transportado por ferrocarril La
Nación, Suplemento de Comercio Exterior, 6/11/1995). Por su parte, en
la
frontera entre Ar
gentina y Brasil,
se
produjo entre
1990
y
1993
un aumento del 1000% en
el
cruce de camio
nes:
de 20000 a 200000 por año
La Nación,
Suplemento Comercio Exterior 30/7 1996).
4. En este momento la provincia de Formosa está extendiendo, aunque muy lentamente,
la
pavimentación de la ruta nacional 81, que une su ciudad capital con Embarcación (Salta), ru
ta que para
el
gobernador formoseño es
el
corredor bioceánico natural del Mercosur
La
Mañana
7 7 1996). Además, Formosa está intentando explotar el ramal ferroviario Form o
sa-Embaración como vía de acceso de exportaciones bolivianas
al
puerto de la ciudad de
Formosa
La Nación,
Suplemento Comercio Exterior, 8/10/1996). Jujuy,
por
su parte,
proyecta pavimentar el paso de Jama con Chile Clarín, 8/4/1996).
176
EDITORIAL SB ·FOTOCOPIAR S DELITO: L Y 11 723
políticos, generalmente de carácter electoralista- fue retomado nueva
mente en las últimas elecciones. Así, en el marco de los discursos y pro
yectos vinculados al Mercosur, los pobladores de Salta se vieron interpe
lados por esta propue sta que ubic aba a la provincia en la competencia por
un lugar en el mundo globalizado .
En
este contexto, durante el año 1995, el gobierno de la provincia
de Salta inició, en acuerdo con el departamento de Boquerón (Paraguay),
l
construcción de
un
puente
internacional sobre el Pilcomayo a la altura
de las localidades de Misión la Paz (departamento Rivadavia, banda
nor
te
y
Pozo
Hondo (departamento Boquerón). El gobierno provincial
promocionó ampliamente esta obra con avisos en diversos medios de
Buenos Aires, en los cuales se enfatizaba que la apertu ra de esta vía de co
municación bioceánica colocaría a Salta en
una
situación privilegiada den
tro del Mercosur. Uno de estos avisos, acompañado por
una
foto aérea
del
puente
en construcción, tenía por título:
Ahora
Paraguay queda a
850 kms de Chile . En el texto se leía: Se ha comple tado -con todo éxi
to - el ambicioso objetivo de consolidar
el corredor
entre los dos océa
nos Página/12, 24/10/1995).
La construcción del puente internacional fue realizada en pleno
proceso de negociaciones
por
la tierra que el gobierno estaba generan
do en el marco del funcionamiento de la
Comisión
Honoraria creada al
efecto, aunque no se concluyó definitivamente. Mientras e n los medios de
comunicación anunciaban al pueblo salteño y al nacional en general so
bre las virtud es de este proyec to, las reuniones entre los representante s
de los pobladores y los del gobierno habían ya llegado a un acuerdo so
bre el proyecto presentado por la Universidad de Salta para la entrega de
tierras, aunque sin mencionarse o al menos tenerse en cuenta las conse
cuencias que tendría, para la ejecución de esta propuest a, la efectivización
del
corredor
bioceánico y el puente.5
5.
El puente propiamente dicho es de considerable envergadura: salva una distancia de 208
metros entre
las
barrancas del río y posee dos carriles diseñados para soportar vehículos de
todo porte. Por tratarse del único cruce fronterizo en cientos de kilómetros a la redonda,
el puente incluye, además, una importante infraestructura complementaria, que planea rea
lizarse en dos etapas: a la primera etapa incluye la construcción de un puesto de control
fronterizo, cinco viviendas para el personal destinado
al
puesto, un casino de gendar
mería para albergar a los efectivos afectados a la zona, la apertura y perfilado de
las
calles
de cuatro manzanas -con cordón cuneta, pavimentado, captación en tanque de reserva y
red de distrib ución de agua, red de energía eléctrica y alumbrado púb lic o- y la construc
ción de una plaza y un monumento al aborigen (con un presupuesto mínimo de
1390304
EDITORIAL SB FOTOCOPIAR S DELITO
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De los usos clientelares de la tierra y las artes de resistencia
Desde el retorno de la democracia,
la
región fue objeto de
un
reno
vado interés político. El gobierno provincial de Salta
tomó
el denominado
lote fiscal
55 como un
caso testigo para
producir una
política de regulari
zación dominial destinada al reconocimiento de sus legítimos herede
ros . Independie ntemente de la ambigüedad de la consigna, podía supo
nerse que el intento del gobierno era utilizar como capital político
un
te
rritorio que
podía
considerarse marginal desde el
punto
de vista agronó
mico, aunque muy sentido desde
las
expectativas de los ocupantes (las co
munidades aborígenes y puesteros criollos).
Sin profundizar aquí en el cúmulo de negociaciones, estudios y ma
nejos de este proceso, lo cierto es que esta política fue desdibujándose con
el correr del tiempo. Así, de tierras consideradas marginales y proclives
a ser cedidas en el marco de las leyes y reglamentaciones indigenistas
pro
vinciales y nacionales, se fue pasando a una situación de dilación sistemáti
ca hasta llegar a una explícita negación
por
parte del gobierno de aquel en
tonces de proceder a la regularización dominial. La estructuración de esta
situación cada vez más conflictiva responde, a nuestro juicio, a ciertas di
námicas específicas de las formaciones sociales de fronteras y al lugar que
en ellas ocupan las poblaciones aborígenes y criollas pauperizadas.
Hacia finales del año 1995,
el
puente internacional ya estaba prác
ticamente terminado en su estructura principal, los plazos acordados pa
ra la entrega de tierras habían pasado y el Estado salteño vivía
un
nuevo
clima electoral en vistas al cambio de gobernador. En este contexto, lapo
blación indígena incrementaba su desconfianza respecto
al
signifícado del
puente internacional. Efectivamente, la Asociación de Comunidades
Lhaka Honat había iniciado ya un recurso de amparo contra la empre
sa constructora cuando ésta había procurado cortar los alambrados del
huerto comunitario de Misión La Paz durante la obra.
Uno
de los pobla
dores de M. La Paz, integrante y coordinador de los talleres de memoria
pesos);
b
la segunda etapa (aún sin presupuestar) prevé la construcción de una iglesia, una es
cuela, un centro deportivo-recreativo, un centro de salud, un área comercial y viviendas adicio
nales para
el
nuevo personal, junto con una ampliación del trazado urbano. Estos datos han si
do tomados de
la
Propue sta de Planificación. Puesto de Control Integrado. Frontera Argenti
na-Paraguay a cargo de la Secretaría de Obras y Servicios Públicos, y la Dirección General de
Arquitectura del Ministerio de Economía.
De
ésta es una fuente importante el plano de urbani
zación, obra Misión la Paz, a cargo de la Dirección General de Arquitectura.
EDITORIAL SB FOTOCOPIAR S DELITO: L Y 11 723
EL CHACO CENTRAL: CARACTERIZACIÓN
DE
UN FORMACIÓN SOCIAL...
que se instrumentan
con apoyo
de la Facultad de Filosofía y Letras en la
zona, señala en un reciente video sobre el tema:
Ésta
es idea de la gente rica,
no
de aborigen. Ellos
pueden,
ellos
quieren,
pa
ra ellos sí va a
ser
beneficio.
Ellos
tienen negocio. Pero yo sé que para abori
gen éste
no
va
a servir, va a traer mucho
problema .6
La construcción del
puente
se desarrolló en el marco de
una ten
sión permanente en la zona, y reactivó los conflictos entre
la
población
indígena y una parte de la población criolla que en general la apoyaban
con
las autoridades provinciales y
con
la empresa constructora, estrecha
mente vinculada al gobierno provincial de entonces.
En efecto, los criollos -particular mente los comerciantes locales y
los punteros políticos de los principales partidos en el ámbito provincial
(el Partido Justicialista y el Partido Renovador)- se han apropiado del
discurso desarrollista del poder:
Chaco es
la última frontera, el desierto
que una obra como el puente y
el
corredor bioceánico podría finalmente
vencer, trayendo a la zona inversiones y desarrollo . A partir de este
imaginario, se acusa a los aborígenes de tener
un
escaso nivel
de com
prensión sobre los beneficios que implicaría la integración
al
Mercosur.
Agudizado el temor de una posible relocalización (proyectada en
principio en los planes del gobierno para Misión La Paz) y frente a las in
finitas dilaciones gubernamentales para efectivizar los acuerdos sobre las
tierras y al hecho consumado del puente internacional, la población indí
gena, a través de la Asociación de Comunidades, decidió tomar una me
dida de fuerza: la toma pacífica de la obra,
con
la presencia y el apoyo ma
sivo de todas las comunidades de los lotes fiscales 55 y 14 y de represen
tantes aborígenes de las provincias de Formosa, Chaco, Santa Fe y de
grupos del
Chaco
paraguayo y boliviano.
En
las semanas previas se pre
paró la coordinación de la movilización hacia el puente y se solicitó a los
medios de comunicación y a diversas ONG que envíen representantes y
observadores
con
el objeto de asegurar que no haya actos de violencia
contras nuestras familias Página/12,
1718196 .
6.
Expresiones de
don
L. S. en
el
video de difusión del Programa Permanente de Investi
gación y Extensión Universitaria en comunidades Indígenas del Chaco central.
:
: l
C
l \ l l . l \ \ . . . IUl I
u i:
7/23/2019 Trinchero - Aromas de Lo Exotico CAP. 6, 7 y 8
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El día 25 de agosto a las seis de la mañana, más de mil personas qu e
habían confluido hacia Misión la Paz desde las distintas comunidades de
la región hicieron efectiva la ocupación del puente;
acamparon
en las
márgenes del río e iniciaron la mayor y más masiva movilización de pro-
testa realizada en
toda
la historia reciente del
Chaco
central. Según el re-
lato de
un dirigente wichí:
(
..
)nosotros
llegamos y
el
ingeniero que estaba allí dijo:«Ustedes no pueden
parar la obra, es
un
puente internacional,.. Pero nosotros vamos a defender,
dije yo. Ustedes van a defender lo que
es
de la empresa,
pero yo voy
a defen-
der a la gente ( ..
.
Vinieron ingenieros, traían a gendarmería: «
Hay
que sacar
a esta gente, que se piensan que son indígenas, que son más grandes que to-
dos ». Y bueno, con la unidad, yo creo que era
un
apoyo, verdaderamente, ca-
da
uno
de nosotros que estábamos
ahí(
.. ). Gendarmería buscaba
la
forma de
sacarnos de ahí,
pero
no hay forma. Así seguimos hasta que la obra paró .
Desde
el
primer momento
los líderes aborígenes se preocuparon
por
destacar que su principal objetivo no era detener la obra, sino deman-
dar la presencia del gobernador para que les garantizara la entrega del tí-
tulo de propiedad de la tierra y, a partir de allí, se considera ran sus dere-
chos
en
la construcción del
puente
y en las obras
de apertura
del corre-
dor bioceánico.7
El objetivo de la demanda fue
la
entrega del título de propiedad de
la
tierra a las treinta y cinco comunidades sobre la base de un título único de
propiedad, sin subdivisiones interiores, partiendo de la propuest a elevada por
la Comisión Asesora.
Un
cacique toba partícipe de
la
toma del puente seña-
laba:
Nosotros
necesitamos algo concreto del gobierno y que
no
nos
mienta(
..
por
eso estamos aquí en esta lucha, pero seguimos esperando que el goberna-
dor
nos entregue el título, queremos la solución de
un
solo título, que
no
nos
dividan y somos gente libre, libre para
campear(
..
.
Nosotros
pedimos la tie-
rra desde antes que haya este puente, pero ahora vemos que en unos meses ya
está listo este puente,
pero
nuestro pedido nunca nos responde, nunca hay co-
sa positiva para nosotros ( ..).No tenemos fuente de trabajo
pero
vivimos del
7.
Los primeros días
se
hicieron presentes en Misión La Paz para solidarizarse con
la
pro-
testa un diputado nacional y varios miembros de
la
Iglesia Anglicana y del Equipo Nacio-
nal
de
la
Pastoral Aborigen de
la
Iglesia Católica), como así también algunos medios y per-
sonas interesadas en el problema. Esto contribuyó a garantizar que no hubiera represión
sobre los aborígenes.
.
campo (
.
.
)y
si nos quitan la tierra y si no nos entregan la tierra, entonces no-
sotros, nuestras mujeres, nuestros chicos van a morir de hambre ·
A partir del 25 de agosto se inició un proceso de veintitrés la:gos
días de intensas presiones y permanentes negociaciones. Desde el primer
día se logró que la movilización alcanzara a algunos medios,
no
sólo en
Salta sino también en Buenos Aires, y que se recibieran numerosas adhe-
sion;s de organismos de derechos humanos nacionales e i n t e r n a c i o ~ a l e s
Pero al
mismo
tiempo la masiva concentración de aborígenes al pie del
puente creó un clima de tensión en la zona, en especial con algunos pobla
dores criollos y con la gendarmería, tanto argentina como paraguaya.
8
Las presiones realizadas desde distintos sectores para debilitar el ac-
to
de protesta fueron múltiples. La gendarmería argentina r e s i o ~ ó perma-
nentemente a los dirigentes indígenas: los amenazó
con
conseguir
una or
den judicial para desalojar el puente y detuvo, durante una semana, uno de
los vehículos utilizados para trasladar gente y alimentos al puente. A los
pocos días de ocupación la gendarmería paraguaya efectúo numerosos
disparos al aire en clara actitud intimidatoria. La e m ~ r e s a constructora,
por su parte,
demandó
la intervención de alguna
autoridad
que les garan-
tizara la continuidad de las obras.
Desde organismos gubernamentales y diversos
m e d ~ o s
de c o m u n ~ -
cación provinciales se intentó, en reiteradas ocasiones, d ~ s v i r t u a r los m?tl
vos de la protesta. Así, por ejemplo, a través de las autoridades del Institu-
to Provincial del Aborigen (IPA), arguyeron que con la toma del puente se
estaba manipulando a los aborígenes El Tribuno, 5/9/1996). Y desde
una editorial del diario El Tribuno, de Salta, se sostenía:
También es conveniente saber quiénes impulsan a los wichís y sus vecinos a
resistir una obra de progreso,
con
resultados a futuro, en
una zona
que no
cuenta prácticamente con nada.¿ Acaso se busca que esas comunidades per ma-
nezcan
en
el aislamiento
-sinónimo
de
atraso-
en defensa de
una
supuesta
identidad o autenticidad cultural?
El Tribuno,
29/8/96).
8.
En este contexto,
se
produjeron algunos incidentes menores, como.ráfagas de.disparos
al
aire hechos por
la
gendarmería paraguaya, que provocaron una
c o r n ~ a
generalizada
tre
las
personas que acampaban en
el
puente, o
l
intento de un comerciante
~ o c a l
a quien
se
le
secuestró un arma de fuego, de forzar su paso por l puente con su v e h 1 c u l ~ La ma-
siva concentración estuvo coordinada debido a instalación
u ~ : p e q ~ e ñ a
radio FM ba-
jo
el
puente, que constituyó un importante medio de comumcac10n. a
mvel
local
q ~ e
per-
mitía circular información sobre
la
evolución
de
la toma y
las
tratauvas con
el
gobierno.
181
i
T I U N C A E R
7/23/2019 Trinchero - Aromas de Lo Exotico CAP. 6, 7 y 8
http://slidepdf.com/reader/full/trinchero-aromas-de-lo-exotico-cap-6-7-y-8 18/31
En
consonancia con ese discurso, el Presidente del Consejo Deli
berante de T artagal afirmaba que intereses británicos ligados a la Iglesia
Anglicana -que desde un primer momento apoyó la toma y contribuyó a
su continuidad con diversos medios materiales- buscaban atentar contra
la integración regional y el desarrollo del Mercosur. También argumen
taba que el objeto último de esta estrategia británica era crear una nación
indígena independiente que comprendiera partes del Chaco argentino,
boliviano y paraguayo El Tribuno, 4/9/1996). Además, agregaba:
Nadie se
opone
a la entrega
de
las tierras a los aborígenes, pero detrás de es
ta causa
justa
hay otros intereses como los
de
perturbar la concreción del co
rredor
bioceánico
por
esta
parte
del
continente americano(
.. ).
Nosotros, co
mo
defensores de
la integración americana con Paraguay, Bolivia y Brasil no
podemos menos que repudiar estas acciones [la toma del puente],
porque
per
judican
a Salta y a
todo el proyecto
de
integración
El Tribuno,
4/9/1996).
Para desmovilizar
la
protesta y lograr que
se
levantara la toma del
puente, se pidió desde
el
gobierno que algunos representantes de las co
munidades fuesen a Salta para mantener una reunión con el gobernador,
que fue rechazada por la asamblea.
En
esta ocasión, una antropóloga ase
sora de asuntos aborígenes de
la
Secretaria de Desarro llo Social de
la
pro
vincia cuestionó la representatividad del Lhaka Honat y pidió a los abo
rígenes que se organizaran en consejos comunitarios para poder fijar
criterios de negociación con el gobierno, pero sólo generó una aguda res
puesta
por
parte de esta Asociación de comunidades El Tribuno,
3/9/1996).
9
La toma del puente se mantuvo, a pesar de los múltiples inconve
nientes para garantizar
la
seguridad y
la
provisión de alimentos a cerca de
mil personas que vivían a la intemperie. Finalmente, luego de veintitrés
días de transcurrida esta medida, llegó al lugar del conflicto el ministro de
Gobierno Provincial acompañado
por
el
secretario de Seguridad de Salta.
9.
Esta respuesta se plasmó en un documento titulado
Carta
abierta en defensa de nues
tra organización , firmado
por
todos los caciques de los dos lotes.
En
ella
se
expresa que
el
Consejo General de la Asociación está formado
por el
cacique y secretario de cada una
de
las
comunidades, se
le
pide a
la
antropóloga que los reconozca y
se
la invita a participar
de sus reuniones para que compruebe su funcionamiento democrático. Pero fundamental
mente, la carta denuncia la profunda actitud de desprecio y desconocimiento hacia noso
tros
y
nuestras propias formas de organiz ación expresada
por
esta antropóloga.
EDITORIAL SB -
FOTOCOPIAR S OELITO: L Y 11 723
Se realizó entonces una asamblea donde se discutieron las condiciones
para levantar la toma y donde no faltaron momentos de tensión entre los
funcionarios y los aborígenes (De la Cruz, 1996).
Pese a las reticencias del representante del gobierno y como conse
cuencia de la propuesta de
la
Asociación y los pobladores,
se
firmó
un
ac
ta
por
la cual
el
gobierno se comprometía a promulgar, en un lapso no
mayor de t reinta días,
un
decreto que fije los lineamientos y plazos pa
ra la adjudicación definitiva de
las
tierras de los lotes fiscales que contem
ple una distribución equitativa a las respectivas poblaciones (indígena y
criolla) . A su vez, la Asociación se comprometía a permitir la continua
ción de las obras, pero con la garantía de que fuera consultada en
la
efec
tivización de las obras de cabecera del puente y de urbanización.
Luego de decidir el levantamiento de la ocupación del puente inter
nacional, la organización indígena se pronunció de
la
siguiente manera:
Hoy día, el 16
de
septiembre de 1996, cumplimos veintitrés días
de
la Ocupa
ción Pacífica del
Puente
Internacional sobre el río Pilcomayo en Misión la Paz.
Aquí
hemos estado reun idos los caciques, ancianos, padres y madres, los jóvenes
y niños, más
de
mil personas
de
todas nuestras treinta y cinco comunidades
de
los Lotes Fiscales cincuenta y cinco y catorce.
Hemos
aguantado juntos el frío,
el calor, el viento y
el
polvo, la falta de comida, la enfermedad y hasta la muerte
de
cuatro
criaturas
que
estaban
con
sus madres
en el
puente.
Hemos
vivido ale
grías y tristezas; hemos sufrido la incomprensión
de
aquellos que, con argumen
tos falsos, se oponen a que tengamos el título
de
propiedad de nuestras tierras
( ..).También hubo mentiras. Algunos han dicho que
son
otros, inclusive extran
jeros, los
que
nos mueven. Los que hablan así tienen las mentes oscurecidas
por
que
no
quieren reconocer que
nuestro
reclamo es justo y que
nosotros
mismos
somos capaces
de
organizarnos
para
presentarlo ( ). En el acta [firmada
con
el
ministro de gobierno] los caciques piden
que
sea la Asociación de comunidades
Aborígenes Lhaka Honat quien los represente en este proceso
de
adjudicación.
Y,
por
último, se acuerda que toda obra
de
urbanización y de acceso al puente
{rutas, etc.) deberá
ser
consensuada
con
las comunidades aborígenes afectadas .
Pasado
el
plazo estipulado,
el
gobierno provincial no cumplió con
el compromiso firmado. La Asociación, no obstante, mantu vo su presión
por canales indirectos, y logró que el INAI (Instituto Nacional de Asun
tos Indígenas) intercediera ante
el
gobierno provincial para lograr una
respuesta al reclamo de las tierras, y que ofreciera la posibilidad de que el
gobierno nacional se hiciera cargo de los costos de la mensura.
En
no
viembre se logró finalmente una entrevista con el ministro de Gobierno
Provincial, en la que éste aseguró a los representantes indígenas que el de-
EDITORIAL
SB
-
FOTOCOPIAR
S
DELITO: L Y 11 723 183
n r;
10 1 \ n o
o
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n r l
EL
CH
ENTRAL: CARACTERIZACIÓN DE
UN
PORMA
IÓN
S
I L
7/23/2019 Trinchero - Aromas de Lo Exotico CAP. 6, 7 y 8
http://slidepdf.com/reader/full/trinchero-aromas-de-lo-exotico-cap-6-7-y-8 19/31
creto de entrega de tierras se efectuaría a fines de noviembre. Sin embar
go, las dilaciones continúan. En un comunicado de la Asociación de co
munidades, se manifestaba en diciembre de
1996:
Se
terminó el
mes
de noviembre y [el ministro] no nos llamó. Los primeros
días de diciembre nuestros tres representantes fueron a Salta. Pidieron una
reunión
con l
ministro.
No
nos recibió. No hay decreto( ..
.
Mientras tanto,
a fines
de
noviembre,
l
gobern ador de Salta viajó a Asunción,
donde
se
entre-
vistó con
l
presidente de Paraguay y empresarios de ese país. Se habló de ha
bilitar
el
puente La Paz-Pozo
Hondo
en
el
primer trimestre de 1997, de
la
in
tegración de los dos países,
y
del gran potencial agrícola, ganadero y turístico
que se abre con
l
puente. ¿Y nosotr os? (Asociación Lhaka
Honat
1996).
Cuando concluimos este trabajo, los reclamos territoriales de los
pobladores parecen haber vuelto a fojas cero, y se estaba desarrollando
un
proceso de negociación tras la denuncia de la Asociación de comuni
dades frente a la
OEA.
Sin intención de realizar aquí un a evaluación so
bre los complejos significados de este proceso de movilización, puede
al
menos considerarse que, para los dispositivos del poder político, la dila
ción del problema territorial
pudo
ser eficaz a partir de la construcción de
dispositivos de visibilización y estigmatización específicos, aunque pro-
duciendo nuevas contradicciones: organiza dispositivos clientelares con
la
tierra que configuran
un
campo de inclusión y de consenso de las
demandas de los pobladores y paralelamente, en franca oposición a
loan-
terior, construye otros tendientes a
la
exclusión y
al
conflicto.
Si bien estos mecanismos constituyen tácticas de neutralización de
reclamos, generan también experiencias de lucha y resistencia que van
construyendo nuevas subjetividades en los actores involucrados. Tras ha
ber adquirido la importante experiencia de organizar y sostener una movi
lización inédita en
la
región, tanto
por
su masividad como
por
su nivel de
organización, la población indígena de la zona continúa hoy debatiendo y
formulando
las
próximas estrategias políticas que han de seguir. Al respec
to
se
expresaba recientemente uno de los caciques de
la
zona:
Todas estas
cos s
nos sirvieron de experiencia, de cómo defender
lo
que
es
nuestro .
Desde la perspectiva asumida en estas páginas, puede también ex
traerse otras lecciones importantes: más allá de la aparente contradicción
que expresa
el
campo de lo político, la efectivización del puente interna
cional y la dilación de los acuerdos logrados tienden a construir
la
misma
ecuación de política económica marcada
por
la experiencia histórica. La
ejecución del puente internacional ha sido
el
indicador para muchos
po-
bladores locales, principalmente criollos, de que las tierras
por
ellos ocu
padas aumentarían su valor de renta, como así también la posibilidad de
iniciar alguna actividad vinculada a la dinámica fronteriza activada
por
es
tos desarrollos infraestructurales. De todas maneras, para agentes econó
micos extralocales,10
el
sostenimiento de
la
propiedad fiscal como forma
jurídica tendería a mantener estas tierras en los rangos de precios de ren
ta capitalizada e informalmente podrían pactar con los ocupantes para
un
usufructo capitalista de may or envergadura:
un
precio político , base se
gura para buenos negocios. Existen importantes proyectos de capitaliza
ción de este espacio a partir de la expansión de la frontera agraria (e in
versiones en marcha consecuentes con ello) y consideraciones en torno a
la existencia de una importantí sima cuenca gasífera en el subsuelo que de
mandan
un
seguimiento sistemático en particular.
Esta última cuestión no debería perderse de vista ya que, si bien
aquí no ha podido hacerse un análisis específico, estos agentes económi
cos existen. Las tierras que rodean
al
Lote fiscal
55
y
al
Lote fiscal
14
son
objeto de otros desarrollos infraestructurales de fuerte impacto agronó
mico (obras de riego en el Bermejo, obras de canalización en el Pilcoma
yo, explotación gasífera y petrolífera, entre otras),
al
mismo tiempo que
se
realizan importantes inversiones en
la
producción de algodón y en
otros cultivos que van extendiendo la frontera agraria hacia los territorios
en disputa.
La construcción del puent e internacional no implica únicamente la
unión de ámbitos separados , es decir, una infraestructura tendiente a la
integración transfronteriza. Paralelamente a su construcción, se ha levan
tado allí
un
nuevo puesto de control fronterizo que actualiza el papel de
gendarmería en la zona y, en última instancia, el control militar sobre los
reclamos aborígenes y los territorios demandados. Es to permite, junto con
una serie de acciones políticas y de negociaciones sistemáticas,
un
intento
10. Al indicar
la
existencia
de
agentes económicos extralocales, no
se
hace mención a
la
existencia de reservas petrolíferas
y/o
gasíferas en
la
zona, ya que
no se
poseen datos
fide
dignos
al
respecto.
Si
bien
el
Chaco central ha sido objeto
de
innumerables prospecciones
petroleras, los datos sobre ellas (que estuvieron a disposición en forma limitada) indicaban
la
inexistencia de reservas importantes. Sin embargo
es
importante señalar que en los alre
dedores de los territorios
en
cuestión hay importantes pozos petrolíferos
en
fun
cionamiento.
Al
privatizarse YPF, los datos de actuales prospecciones y evaluaciones han
pasado a constituirse
en
secreto comercial .
7/23/2019 Trinchero - Aromas de Lo Exotico CAP. 6, 7 y 8
http://slidepdf.com/reader/full/trinchero-aromas-de-lo-exotico-cap-6-7-y-8 20/31
por abortar la capacidad organizativa alcanzada
por las
comunidades, revi
talizándose hipótesis de conflictos fronterizos que
el
discurso político pre
tendía remitir permanentemente a actuaciones de las dictaduras militares.
Algunas conclusiones provisionales
En
el
marco del programa de investigaciones en antropología so
cial tnicidades y Territorios en Redefinición que se lleva adelante en
el
Instituto de Ciencias Antropológicas de la UBA, intentamos desarrollar
la noción de formac ión social de fronteras para informar acerca de
la
múltiples y variadas formas que adquieren las situaciones de frontera en
los actuales procesos de integración transfronteriza .
Heredera crítica de la tradición marxista en
torno al
concepto de
formación social, la noción en cuestión inten ta captu rar las específicas es
tructuraciones sociales que existen entre los frentes de expansión econó
mica, las modalidades de regulación política y las formas de producción
de identidades. Acerca de este último
punto es importante hacer algunas
consideraciones específicas.
i
bien no ha sido objeto aquí de análisis, la
política de los partidos hacia los pobladores presenta dos dimensiones in
terrelacionadas. Por
un
lado,
la·
identificación estigmatizada que utiliza
categorías de frontera política: los indígenas de la zona vienen de Boli
via o del Paraguay y reitera, por lo tanto, mecanismos históricos de ex
clusión, al señalar que
no
serían argentinos .
Por
otro lado, la produc
ción de mecanismos de clientelización a través del uso simbólico de los
territorios reclamados por los pobladores. Los pobladores también han
intentado utilizar este clientelismo político para posicionarse como suje
tos de pacto frente a
un Estado tradicionalmente excluyente. En estas tác
ticas clientelares y participativas , han ocupado un lugar central las
definiciones y redefiniciones de identidades culturales .
De
esta mane
ra, mediante una serie de dispositivos legales de política indigenista, el
Estado visibilizaba a una fracción (demográficamente más importante) de
la población demandante , las comunidades indígenas , pero generaba
mecanismos de represent ación que obliteraban esta superior idad rela
tiva (el
IPA -Instituto
Provincial del Aborigen- nunca ha reconocido la
legitimidad de los reclamos territoriales de las poblaciones que supues ta
mente representan, tras el argumento de que los indígenas están siendo
186
EDITORIAL
SB • FOTOCOPIAR S DELITO L Y 11 723
manipulados por oscuros intereses ). Al mismo tiempo, los instrumento s
técnicos de regularización dominial tendían a favorecer los reclamos
criollos tras el supuesto, obviamente no manifestado, de que
la
privati
zación parcelaria permitiría
la
emergencia de un mercado de tierras (los
criollos pobres tenderían a vender sus tierras más rápidamente que
las
co
munidades).
Esto fue posible, entre otras cosas,
por
la posesión fiscal de la
pro
piedad del suelo. Al ser reconocidas como tierras fiscales
por el
conjunto
de los actores, se derivó hacia los partidos del poder la política de regu
larización , es decir, fueron legitimados como árbitros de
un
conflicto in
flacionado por sus propias estrategias políticas (la disputa entre criollos e
indígenas). Una práctica de usos del suelo relativamente compartida
-aunque
con negociaciones y conflicto s- que podía de alguna manera ser
manejada por los propios pobladores, fue reconstruida desde el poder
como frontera cultural pretendidamente absoluta.
La experiencia de este proceso de más de doce años de lucha y ne
gociaciones parece haberse anclado en foja cero. Sin embargo, tanto la
mayoría de los pobladores criollos pobres como las distintas parcialida
des aborígenes han recorrido una inédita experiencia de identidades im
puestas como tácticas del
poder
de dominar-regular, pero que la práctica
organizativa y de lucha como negación de la negación parece apuntar ha
cia nuevas formas de organizac ión de sus reclamos: el expediente se resis
te a no incorporar nuevas páginas a su historia .
Lo analizado en este trabajo no sólo configura, a nu estro entender,
un síntoma de que las fronteras políticas gozan de buena salud y ámbitos
de control social. Expresa, en los planos económico, político y simbóli
co, que las fronteras se abren como espacios permanentes de conquista y
colonización, y se cierran para garantizar el control social de los sujetos
de expropiación cuando éstos se posicionan como sujetos resistentes al
despojo. En definitiva, las fronteras políticas pretenden seguir regulando
la reproducción de
un
modo de acumulación basado en la exclusión, más
allá de los discursos ideológicos sobre
la
integración con los que el capi
tal pretende saludar el fin de siglo.
Diciembre de
1998
EDITORIAL SB
•
FOTOCOPIAR S DELITO
L Y 11 723
187
7/23/2019 Trinchero - Aromas de Lo Exotico CAP. 6, 7 y 8
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8
LA FRONTERA Y
LA
GUERRA CON EL INDJ01
Paralelamente
al
hecho político de
la
conformación de un Estado
centralizado como una unidad jurídica y administrativa, el último tercio del
siglo antepasado ha sido escenario de una profundización en la inserción de
la
Argentina en
el
proceso de expansión capitalista mundial a partir de la
valorización de su hinterland y su integración al mercado de productos pri
marios. La difusión en
la
Argentina de la teoría de las ventajas comparati
vas'', sostenida por los economistas clásicos británicos al caracterizar los
estados-nación como unidades económicas, fue promovida
por
la firme
alianza inter-burguesa nacional con hegemonía de los intereses de
la
bur
guesía ganadera exportadora, transformándose en el modelo hegemónico
que debían seguir los gobernantes.
Este movimiento de economía política tenía como eje la valori
zación capitalista del territorio y de su población, en un doble proceso
que implicó
la
generación de condiciones para un control territorial. Es
decir, una dominación del espacio concebido productivamente de acuer
do a estos intereses y unas condiciones para obtene r una r enta diferencial
y aunque en oportunidades expresándose en intereses inter burgueses
contrapuestos - una valorización de la fuerza de trabajo.
1
Algunos aspectos de este texto han sido desarrollados en el libro os Dominios del De-
monio. Civilización Barbarie en l s fronteras de
l
nación op. cit.
EDITORIAL
SB
FOTOCOPIAR ES ELITO
:
LEY 11 723
189
7/23/2019 Trinchero - Aromas de Lo Exotico CAP. 6, 7 y 8
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Las condiciones de inserción de estas fracciones hegemónicas de la
burguesía argentina en el mercado mundial dieron lugar a importante
transformaciones en la producción ganadera, acorde a modelos capitalis
tas de productividad. Se
desarrolló así
el
arrendamiento como forma
do
minante de acceso a la tierra en los espacios más fértiles (Pampa húmeda
y Litoral), y se impulsaron importantes cambios tecnológicos en la
pro
ducción de carnes: el mestizaje de ganado, el desarrollo de frigoríficos, el
alambrado de campos, entre los más importantes.
Semejante movimiento
fue
apoyado y sostenido en la frontera
ese
hinterland
aún no dominado
por
aquellas fracciones de
la
burguesía ganade
ra) con políticas estatales que pretendieron ser funcionales a
él,
a saber:
a) el
desarrollo de una ofensiva militar sin precedentes sobre los territorios indíge
nas para liberarlos de sus poseedores (liberar
el
territorio de la ocupación y
liberar
la
fuerza de trabajo anclada en
la
dinámica de
las
economías indígenas);
b) la producción de una importante infraestructura diseñada como soporte
para una incorporación extensa del territorio a los mercados de ultramar
fe-
rrocarriles, puertos, centros de acopio, etc., vinculados funcionalmente); c)
una política de inmigración con
el
doble objeto de ocupar tierras vacías e
incrementar su valorización rentística.
Desde
el
punto
de vista de la cultura política, semejante proyecto
se
basaba en la construcción de
un
imaginario geográfico sobre el territo
rio no controlado mediante su designación como desierto .2 La impor
tancia de la metáfora geográfica del desierto en la construcción del
pro
yecto de Nación ha sido debidamente señalada por distintos autores. Al
decir de Rinesi:
El desierto es
la
metáfora inequívoca y perfecta -pero también la verificación
empírica, fáctica, material,
la
evidencia misma, diríamos- de lo que Hobbes
llamó en su Leviatán «estado de naturaleza»:
el
lugar de la nada, del silencio y
de la muerte. Es frente a ese estado de naturaleza que el Estado Liberal ha le
vantado entre nosotros, el proyecto de fund ar (Rinesi, 1997: 96).
2. Es interesante observar que frente a las críticas que algunos legisladores realizaron aun
que en forma tenue en
la
Cámara de Diputados a la Campaña del General Roca para que
no se repitiera el exterminio como política de ocupación, los defensores de la campaña
al
Chaco argumentan la ocupación militar con relación a
la
necesidad de realizar un releva
miento topográfico, de estudiar la factibilidad de apertura de la navegabilidad de los ríos
Pilcomayo y Bermejo (Minvielle y Zusman, 1996; Moraes, 1988). Véase también el artí
culo de Lois, 1999.
190
EDITORIAL
SB FOTOCOPIAR ES DELITO: LEY 11 723
Desde al punto de vista histórico
y
antropológico, nos interesa se
ftalar también que las alusiones a los espacios territoriales sobre los cua
les la burguesía argentina diseñó su modelo de dominio y valorización
no
e anclaron en una metáfora únicamente geográfica, sino también socio
c u l t ~ r a ~ : e l . ~ r o e ~ t o estatal-nacional debía vaciar estos espacios de
toda
re1vmd1cac1on etmca o local, dado que ninguna de estas alteridades debía
mediar entre la las instituciones del Estado y sus ciudadanos (Trinche
ro, 2000a)_
de las hipótesis que intenté desarrollar en
el
trabajo anterior
mente citado es que la construcción discursiva de la Nación, en el caso ar
gentino, parte de la metáfora del desierto para construir
un
referente de
.ª:ionalida? b ~ s a ~ o en. cierta noción de territor ialidad y en la ocupa
c1on de
terntonos
mtenores considerados
como
espacios vacíos. Esta mi
rada del territorio, a
la
que denomin o principio positivo de nacionalidad
se sostiene, al mismo tiempo, en un principio negativo construido en t o r ~
~ o ~ la
e l a b o r a c i ó ~ de un
otro
considerado enemigo : las poblaciones
t n ~ 1 g ~ n a s que, precisamente, detentaban cierto control sobre aquellos te
rntonos
que debían conquistar.
. La
~ ~ e s t i ó n
de la territorialidad podría dejar de ser
una
problemá-
tica
espec1f1ca
.para el caso argentino
si
se considera válida la aserción ge
neral que sostiene que un rasgo característico de los estados-nación res
pecto al control territorial es la no-correspondencia entre el territorio so
bre el cual el Estado afirma su jurisdicción y el territorio concebido co
mo
Nación
(Emerson,
1960).
Esta no-correspondencia
es
la que precisa
m ~ ~
se expone
como
argumento legitimador de las políticas de coloni
zac1on y/o de construcción de instituciones de la estatalidad. Sin embar
go, no es este el problema sobre el cual es preciso avanzar, ya que,
como
se observa, puede ser considerado como constitutivo de todo modelo de
c o n s t r u ~ c i ó n del dominio de la Nación sobre el territorio.
Lo
que consi
dero de mterés analítico aquí
es el
carácter específico que adquiere la res
p.uesta frente a semejante situación. ¿Cuáles son los dispositivos institu
c10nales o de políticas específicas que se
proponen como
objetivo resol
ver aquella no-correspondencia?
S.e d e b ~ n señalar las escasas reflexiones que se han generado sobre
las par.t1culandades de este proceso en la formaci ón del es tado capitalista
argentmo en, al menos, dos cuestiones que considero relevantes: en pri
mer lugar, aquella referida al hecho de que
el
modelo ideal de ciudada
nía (concebido en realidad desde y para las elites se producía en oposi-
EDITORIAL SB FOTOCOPIAR ES DELITO: LEY .723
7/23/2019 Trinchero - Aromas de Lo Exotico CAP. 6, 7 y 8
http://slidepdf.com/reader/full/trinchero-aromas-de-lo-exotico-cap-6-7-y-8 23/31
conquista para el dominio territorial y la pacificación utili z 1do
11
Sur
traerá
problemática s específicas y contradicciones en
el No11 •,
marcarán
la impronta de esta
formación social de fronteras
La
memoria
de la guerra en
el
desierto
El proceso de ocupación militar del Chaco adqu iere m d. lid,
111
específicas a
partir
de la década de 1870. La característica
prin
ip.d • 1
intervención directa y sistemática de las fuerzas militares estat al 'N c·
1
construcción
de la frontera, intervención
que
crece
en forma
regul:11
i 11
11
forme aumenta
el
proceso
de
producción
de un dominio
sobre
el
l C1111 11
rio y la población por parte del Estado-nación. Este dominio será ·jl' 11 1
do por la
corporación
militar, unificada luego
de
la batalla de
P .1v 1
111
{1861)
en
la cual el ejército de
Buenos
Aires, en representación de 1
11 1
tereses ganaderos de la burguesía porteña, derrota finalmente al ej
·n
11 11
de la
Confederación.
A partir de ese
momento,
la
corporación
milita r
l
11
menzará a representar
un
papel múltiple y hegemónico en la constru ·
ic
n1
de la estatalidad en la frontera. Los conflictos interiores, sumados . 111
intereses
por
el
control
territorial de
una
superficie
mayor que
las con Í
lH
madas
por
las mismas provincias y relativamente controlada
por
pobl 1
ciones indígenas, produjeron la necesidad
de que
el modelo de exp. n
sión de la estatalidad
quedara
en
manos
de esta
corporación.
Porque
111
.1
allá de derrotas parciales y proce sos de misionalización de larga trayecw
ria, las poblaciones indígenas habían desarrollado
importantes
experi cn
cias de negociación y tácticas defensivas que las nuevas elites no estaba
11
dispuestas a reconocer; por el contrario, al delegar
en
el ejército
una
gu
rra ofensiva y de conquista, buscaron obsesivamente darle a la cuestió
indígena una
pretendida solución
final .
Se
ha
señalado ya
que
el
modelo
de
conquista
del
Chaco pretend
replicar, desde el
punto
de vista de la corporación militar, a las campaña
al
desierto pampeano-patagónico.
Sin embargo, llama la atención lo pro
longado
y
reiterado
de esta
segunda
modalidad de
conquista
territorial ,
que se intensifica hacia 1870 y concluye como dispositivo en 1911.
Independientemente de este despliegue militar sin precedentes en la
denominada frontera norte, las primeras campañas
-que
pretendía n ser de ca
rácter ofensivo, es decir, aumentar el control territorial por parte del
estado
no lograban el anhelado objetivo.
Cuando
concluían, los fortines escasamen-
194
EDITORIAL
SB • FOTOCOPIAR
ES
DELITO:
LEY
11 723
r chados y erigidos a lo largo de
un
territorio extenso no generaban las ·
ici nes requeridas para lograr el control territorial y el disciplinamiento
población indígena. Después de cada una de estas incursiones de casti-
h cia las parcialidades aborígenes, los asentamientos militares, en ocasio
bandonados e incomunicados, quedaban relativamente a merced de la
l t ncia indígena que se oponía a la ocupación de sus territorios.
El problema de la estabilidad de los fortines para garantizar el
pro
t
de control
territorial constituía
una
de las obsesiones de la
coman-
ncia. Excepto
en
aquellas zonas de frontera más cercanas a los controles
vinciales o en aquellos ámbitos donde se habían consolidado destaca
ntos militares, reducciones y prisiones
como
un complejo
de
ciertas di
nsiones logísticas, la mayoría de los fortines no podía ofrecer una resis
ncia persistente a las parcialidades indígenas, las cuales percibí an
en
éstos
omienzo
de
una
ocupación sistemática de sus territorios.
La
utopía
del
control
espacial de un territorio
tan
extenso tenía su
xpresión tópica
en
esos pequeños fuertes de avanzada. Sin embargo, las
utorida des militares delegaban la supervivencia de estos enclaves de la ci
vilización a un aprovisionamiento
que
dependía,
en
gran medida, de los
pactos
con
los indígenas. Así, mercaderes, traficantes de indios, prestamis
tas de oficiales y soldados producían en el frente de fortines
un
complejo
e
ntramado
de complicidades y clientelismos que constituían la verdadera
trama de la civilización en el desie rto (Rosenzvaig, 1995: 178).
El
abastecimiento y la vida
en
los fortines
dependían
de una
mul
tiplicidad de corruptelas que encontraban cierta legitimidad al menos
en
el
discurso
de los
hombres de
frontera-
en
las
condiciones
adversas de
la
vida en el
desierto
. Importantes sectores de la población indígena,
fundamentalmente aquellos que habían desarrollado una capacidad de
desplazamiento
a través del caballo y
que estaban insertos en
los circui
tos comerciales del ganado, veían también en estos destacamentos, en
muchos
casos,
una forma
de comercio.
Tanto
es
así
que
la
mayoría
de los
ataques a los fortines parecen haber respondido más a la falta de cumpli
miento de acuerdos comerciales o pactos de no incursión en determina
dos territorios que
a elaboradas estrategias indígenas de
ataque
a
posicio
nes establecidas.
En
estas condiciones, el círculo
de
violencia se
cerraba
cada
vez
más. Los fortines, apenas pertrechados, recurrían a distintas formas de
pactos y negociaciones para su subsistencia. Obviamente, las parcialida
des imponían sus condiciones -como los acuerdos de no-ofensiva, es
de-
EDITORIAL
SB • FOTOCOPIAR ES DELITO: LEY 11 723
195
7/23/2019 Trinchero - Aromas de Lo Exotico CAP. 6, 7 y 8
http://slidepdf.com/reader/full/trinchero-aromas-de-lo-exotico-cap-6-7-y-8 24/31
cir, de no-invasión territorial a sus posesiones- y reclamaban el
s
11
• 1
miento de
una
relativa convivencia pacífica (en las condiciones
dcsl I
tas). Sin embargo, desde la comandancia del ejército nacional ret
rn.1li
las órdenes de desplazamiento y de nuevas ocupaciones en el mar o d 1
proyecto expansivo, lo cual producía la ruptura de los acuerdos qu , 1 1111
que informales, habían sido producidos como forma de superviven
i.
1 d
la propia estructura militar en la frontera. Los nuevos destac am ·
111 11
eran, en ocasiones, objeto de ataque por las parcialidades o aliados qu t·
sentían traicionados y engañados.
Se
incrementaba, a su vez, la parafcr rn1
lia
contra
el indio
indómito'',
y se justificaban y planificaban nu rv 11
campañas de esc armiento desde la comandancia del ejército unificad .
Cuando se analizan las campañas previas a las encaradas a p arti r d1
1883 desde el punto de vista militar, se hace referencia a su escasa efi
ca
·i 1
desde el
punto
de vista de la preparac ión de las tropas, a los
poco
s m ·
dios operativos con que se hicieron'', a la dependencia de la audacia
d1
sus comandantes y tropa , etc. Sin dejar de ser verosímiles, estas afirm.1
ciones tienden a legitimar la necesidad histórica del modelo de gu crr.i
ofensiva que le sucedió inmediatamente.4
Es un modelo que pasa de
una
estrategia de control del territorio
ya ocupado, civilizado , defendido por una frontera de fortines dispcr
sos, hacia una de tipo ofensivo. De una guerra de posiciones mediante un
sistema de fortines de frontera, a
otro
de expulsión sistemática, rápid, ,
coordinada mediante un comando centralizado en el que las comuni
ca
ciones representan un papel central, concentrando fuerzas y no disper
sándolas: el modelo del ejército prusia no (Rosenzvaig,
1995: 179).
El
primer
antecedente de este modelo, que tendía a hegemonizarsc
como
estrategia del ejército nacional unificado, comienza a expresarse en
la frontera con
el
Chaco en las campañas emprendidas en 1883, y tendrá
su expresión más acabada en las comandadas por el general Victorica, un
año después.
Es
muy
difícil estimar, y tampoco tendría
mucho
sentido hacerlo,
la cantidad de bajas entre la población indígena producidas en estas ofen
sivas militares. Los partes y diarios de campaña se refieren a cifras con
cretas en muy pocas oportunidades; por lo general, se hace referencias del
tipo gran
cantidad o bien los seguidores del cacique tal , etc.
Lo
sin-
4. Véase por ejemplo el libro de Félix Best, Historia de l s guerr s argentinas 1970.
196
EDITORIAL SB
•
FOTOCOPIAR ES DELITO
:
LEY 11 723
tomático tal vez sea el hecho de que las escasísimas bajas por parte del
ejército resultan extremadamente realzadas.
Generalmente, los agrupamientos indígenas se replegaban hacia
el
monte ante la presencia militar, y sólo en ocasiones ofrecían cierta resisten
cia, que era considerada por los comandantes como grandes batallas.
A fines de julio, en un atisbo de resistencia por parte de un grupo
Toba
en La Cangayé,
J L
Fontana cae herido por una lanza en
un
bra
zo. Debido a la tardan za en llegar al fortín para su debida atención, el bra
zo
debió ser
amputado
. En reconocimiento, el entonces ministro de Gue-
rra y Marina, Gene ral Roca, lo asciende al grado de Teniente
Coronel.
El
texto de Roca es significativo:
Su brazo mutilado y
un
reguero de sangre marcarán en el Chaco los derrote
ros de la civilización y del progreso. Ho y he firmado su despacho de teniente
coronel. Firmado Julio A. Roca .5
Más allá de lo anecdótico, es digno de mención el carácter vengativo
de la justificación del ascenso que sugiere
el
texto. Explícitamente parece
señalar algo más que una ley del talión ; lo que el texto indica es un inter
cambio vengativo que parece señalar: ante un brazo mutilado de los nues
tros responderemos
con
un
reguero de sangre .
La resistencia indígena, producida obviamente en condiciones de
mucha
menor
capacidad bélica, resultaba exacerbada
por
el discurso ofi
cial del ejército, hasta
el
punto de generar la ficción de un enfrentamien
to entre dos ejércitos en armas.
Esta ficción ha llegado a colorear incluso la historiografí a contempo-
ránea sobre
el
tema. Así, en un estudio preliminar del libro
El gr n Chaco
escrito
por
el propio Fontana, su autor, eludiendo u omitiendo
el
conteni
do
mismo del texto, concluye: El heroico comportamiento de Fontana fue
premiado
por
el ministro de
Guerra
y Marina (Maeder, 1977: 15).
Esta lectura heroica de
un
hecho menor (desde el
punto
de vista
de
un
enfrentamiento armado) representa el revisionismo al
que
fueron
sometidas las campañas militares de la época, marcando una constante en
muchos estudios históricos realizados en el reciente período de la dicta
dura militar argentina.
5. Telegrama de Roca dirigido aJ. Luis Fontana, luego de su campaña
al
Chaco de 1880 .
En Scunio,
1972: 206.
EDITORIAL
SB
•
FOTOCOPIAR ES DELITO: LEY 11 723
197
Ht TOR
HUGO
TRINCHERO
LA FRONTERA Y LA GUERRA ON EL
INDIO
7/23/2019 Trinchero - Aromas de Lo Exotico CAP. 6, 7 y 8
http://slidepdf.com/reader/full/trinchero-aromas-de-lo-exotico-cap-6-7-y-8 25/31
Así evaluaba
la
campaña militar de Victorica
un
historiador, al
cumplirse cien años de ella:
"Cae
el
telón sobre
la
conquista del desierto chaqueño. La frontera interna
cional del norte queda consolidada y
el
país ejerce su soberanía efectiva sobre
un extenso y feraz territorio, base material para un pujante desarrollo econó
mico y geopolíti co (Punzi,
1983: 49).
e l guerr como monumento
Una
inflación de publicaciones, congresos y actos recordatorios de
estas campañas durante la última dictadura militar determinan un per
fil
de historiografía argentina. Prescindiendo de
un
recorrido
por
sus
pro-
ducciones, me interesa señalar que cuando
se
recuperan estas campañas
como historia monumental, se produce
al
mismo tiempo un acto de olvi
do y ocultamiento que
se
me ocurren sintomáticos.
Es cierto, entonces, que Argentina es el único país de las Améri
cas que ha decidido, con éxito, borrar de su historia y de su realidad las
minorías mestizas, indias y negras. Las ha omitido de los relatos naciona
les y, a comienzos de este siglo, ha decidido que desaparezcan incluso de
los censos de población (Rotker, 1999: 34).
La ritualización de la guerra con
el
indio promueve
un
tipo de
moral cuyos códigos expresan un territorio, una cultura y una historia
hegemónicos, estetizados desde el punto de vista de la violencia y del no
pacto (con la barbarie no
se
pacta).
Una
exposición maniquea de
la
nue
va moral burguesa que hacia aquellos tiempos (fines de la década de 1880)
pretendía, en sus inflaciones iconográficas, que
el
terror hacia el otro
podía-debía mostrarse sin reparos como terro r del otro, y ocultaba
el
horror
de lo real: el etnocidio que
se
producía en esos mismos instantes
por
las campañas militares contra el malón-salvaje que señoreaba en
el desierto, precisamente allí donde debía refundarse la Nación.
El impacto que estas gestas patrióticas han producido en la me
moria de los pobladores indígenas actuales de la región chaqueña queda
expresado en los siguientes relatos:
Antes los milicos siempre atacaban a los aborígenes. Entonces los aborígenes
no estaban tranquilos, siempre vivían con temores, porque no había tranqui-
lidad. Cada que llegaban los milicos para atacar a los aborígenes, ellos lle
vaban a las m u i e ~ e s en
un
lugar muy cerrado en donde nadie puede entrar, en
monte alto y tupido para esconderlas y los milicos no
las vean. Además, tapa
ban las h u ~ l l a s
con tierra, así no podrán verlas. Esta cosa era muy triste por-
que
las
muieres estaban en l monte solas; ya no piensan en los bichos, por te
ner miedo a los milicos .6
"En el año
1870
los aborígenes defendían sus tierras. Ellos no sabían hablar
l
castellano, pero ellos tenían sus misterios que
les
hacía saber; se comunicaban
con ellos. Cuando vinieron personas hasta donde estaban ellos para matarlos
Y_hacerlos
d e ~ a p a r e c e r
?ara
quedarse como dueños de todas las cosas que te
man a b o n g e n ~ s la tierra y los animales, los misterios de los aborígenes ya
les anticipaban: vienen gente, ejércitos, y dentro de cuarenta días van a llegar,
entonces los aborígenes empiezan a reunirse para ver qué pueden hacer cuan
do lleguen los milicos. Una vez que se sienten atacados, entonces ellos hacen
unir sus pensamientos y estar preparados. Cu ando deciden entre todos defen
derse, ellos preparan
las
flechas, l arco y
las
puntas de las lanzas; el filo se ha
cía de los huesos de los bichos, por ejemplo del ñandú, del
zorro
0
del yulo.
ambién
r e p a r a b a ~ cosas para golpear hechas del corazón de palo santo y del
1scayante. En esos tiempos y años los aborígenes no conocían lo que es el hie
rro o
l
metal; tampoco conocían ropas, géneros y alimentos. Ellos vivían de
la pesca Yde las cazas de los animales del monte y de las raíces de los árboles.
Pero ellos se sentían fuertes y sanos. Sus vestimentas hacían de cuero de los bi
chos y de chaguar -7
. . El sentido epopeya que han tenido y tienen aún las campañas
militares de conquista sobre los territorios indígenas tiende a reiterar
al
menos dos premisas fuertemente arraigadas en la época: por
un
lado,
a ~ u e l l a
q ~ e
se
s u ~ ~ e n t a b a
en
el
discurso sobre la belicosidad indígena aso
ciada a la m e s t ~ b i h ~ ~ d los fortin.es de frontera; por el otro, aquella que
e ~ c o ~ t r a b a su JUStificac10n en el discurso sobre la disponibilidad del te
rntono p r ~
. º c ~ p a c i ó n y valorización, sea mediante la incorporación
de la poblac10n mdigena como mano de obra o de inmigrantes a
modo
de
colonos.
Pero este esquema, independientemente de las intenciones efecti
vas de las autoridades gubernamentales, legitimaba el proyecto de guerra
de conquista y la centralidad de la corporación militar en la construcción
6. Fuente: Taller
de
Memoria (1995). R.M.
de
Sauzalito, Chaco. Relato n 59.
7 Fuente: Taller de Memoria
(1995).
R P Sauzal. Chaco. Relato n
46.
7/23/2019 Trinchero - Aromas de Lo Exotico CAP. 6, 7 y 8
http://slidepdf.com/reader/full/trinchero-aromas-de-lo-exotico-cap-6-7-y-8 26/31
del modelo de Nación. Se han señalado ya algunos de los elementos que
intervinieron para configurar
un
modelo de necesidad de este rol
pro
tagónico
por
parte de
las
fuerzas militares en la conformació.n de la
Na
ción, imaginada desde los intereses de la burguesía porteñ.a
.
Sm
e m b ~ r g ~
si
bien eran condiciones necesarias, no llegaban a ser suficientes, princi -
palmente en lo que a la frontera norte respecta.
Concretamente, no
es
posible sostener la emergencia de las llama
das campañas militares
al
desierto verde sin hacer
i ~ t e l i g i b l e u n ~ ~ -
do la dinámica de construcción del poder de la propia corporacion mili
ta;, que hacia
1870
había alcanzado
un
nivel de
d e s r ~ o l l o
y
a u t ~ n o m í a
relativa importante respecto a los intereses de la propia burguesia g a ~ ~ -
dera porteña, y
por el
otro, sus niveles de
f u n c i o n a l i d ~ d
y
c o n t : a d i c c i ~ n
con
el
proceso de acumulación de las fracciones de capital agro-mdus tnal
en este espacio específico.
l despliegue corporativo del ejército
A continuación se analizará brevemente
el
punto referido a la
construcción del poder de la corporación militar y sus contradicciones
específicas; luego, en el apartado siguiente, se profundizará en las relacio-
nes
con el
capital agro-industrial.
Un elemento importante para considerar la dinámica de la cons-
trucción del pod er de la corporación militar tiene fundamentos económi
cos, aunque se inscribe paralelamente en el modelo de
d e l e g a c i ~ n
s i m b ~ -
lica e institucional con que la dirigencia política y la intelectualidad orga
nica legitiman su expansión. Así, mientras la intelectualidad porteña
emergente del pacto político mos traba a la pujante Buenos Aires
c o r o ~
el
escenario de la modernid ad hacia el exterior, delegaba en la co rporacion
militar la conquista de las fronteras interiores, introduciendo la guerra de
razas (que en manos del Estado debe nombrarse, sin eufemismos, geno-
cidio) como patético holograma de civilización. . ,
n el contexto de las múltiples tareas delegadas a la corporacion
militar en nomb re de los altos intereses nacionales , se produce un cre
cimiento sin precedentes del presupuesto destinado a la agencia militar. A
partir de
1863,
el presupuesto bélico pasa a constituir más de la
~ i t a d ~ e l
presupuesto nacional, lo que da una idea bastante clara de la situacion
EDITORIAL
SB ·FOTOCOPIAR ES
DELITO:
LEY
.
7 3
planteada. Consecuentemente, se produjo
un
proceso de profesionaliza
ción de la institución:
se
unificaron los mandos,
se
asalarió
el
recluta
miento, se mejoró el arsenal bélico y se generó un desarrollo interno de
la organización como
no
lo
pudo
hacer ninguna otra agencia estatal. Así,
por
ejemplo, en 1869 se creó el Colegio Militar y en 1872 la Escuela
Na-
val. Se formó también
el
cuerpo de ingenieros militares, cuyas funciones
fueron vitales para construir un modelo de racionalización, tanto de la
propia estructura como de los espacios que era preciso controlar.
El territorio nacional, y fundamentalmente los Territorios Nacio
nales,8 se revelaron como un teatro de operaciones para la corporación mi
litar. También adquirieron vital importancia los relevamientos topográfi
cos y el mapeamiento del espacio en el que se delimitó la acción. Así, la
Oficina Topográfica Militar se constituyó, en
1884,
en la sección de in
genieros militares del Estado Mayor General del Ejército, que paulatina
mente fue adquiriendo nuevas funciones, concentrando actividades de
cartografía, geodesia, topografía, archivo, inspección y levantamiento de
planos de interés militar, hasta que en
1904 se
creó
el
Instituto Geográfi
co Militar. Los ingenieros militares también representaban
un
papel fun
damental en la construcción de puentes, caminos, ferrocarriles, etc. que
atravesaban los extensos territorios llevando la civilización . En ese con
texto, las tareas de reconocimiento y exploración, sistematización y repre
sentación del territorio fueron los pilares en los cuales
el
ejército constru
yó la centralidad de su poder sobre los Territorios Nacionales: sobre las
fronteras (interiores), el desierto , se construía paulatinamente una cade
na de mandos centralizada a través de la cual se tejían las utopías geopolí
ticas del poder central.
Pero el proceso de expansión del poder de la corporación militar
no
estuvo basado únicamente en
el
incremento del presupuesto destina
do
a su desarrollo y preponderancia como institución, sino también en las
e x p ~ c t a t i v a s de incremento patrimonial de sus integrantes. n este plano,
es
digno de destacar
el
lugar que ocupó la apropiación territorial como
b.otín de g ~ e r r a Ciertamente, la experiencia previa en la campaña
al
de
s ~ ~ r t o ~ u n c 1 0 n ó
como modelo de enriquecimiento de la propia corpora
cion militar, ya que el Estado había gratificado a los miembros del ejérci
to
con concesiones territoriales de importancia que implicaban
al
conjun-
8.
Más adelante en este capítulo analizo el significado de esta categoría geopolítica nati
va.
EDITORIAL SB
FOTOCOPIAR
ES DELITO: LEY .
7 3
201
7/23/2019 Trinchero - Aromas de Lo Exotico CAP. 6, 7 y 8
http://slidepdf.com/reader/full/trinchero-aromas-de-lo-exotico-cap-6-7-y-8 27/31
1¡
to de
la
estructura de oficiales, desde los jefes de frontera, c
a d
de regimiento, hasta incluso los reservistas.
Las asignaciones de tierras fueron estipuladas con prccisi
acuerdo al rango, de la siguiente manera: Jefe de Frontera: ocho mil
Jefe de Regimiento: cinco mil has.; Sargentos Mayores de Regimicn < : 1
tro mil has.; Capitanes y Ayudantes Mayores: dos mil quinientas ha, ,: I'
nientes Primeros y Segundos: dos mil has.; otros oficiales: mil quin
i
·
has. Esta manera de emplear las tierra '(por otro lado las más aptas y d
t·
yor valor) constituía un aliciente muy interesante para unificar
y 0
dar
el
interés de los miembros del ejército en
la
instrumentación de la
1
pañas militares. Téngase en cuenta también que los títulos sobre las tit
conquistadas
se
cotizaban en la bolsa
de
Londres al mismo momcn111 d
conocerse la planificación de alguna campaña (Novick, 1992: 40-1).?
Los requerimientos infraestructurales del capital (líneas fe rro 1 1
rías, caminos, etc.) para dirigir las producciones del interior hacia el
1•1
to de Buenos Aires (tanino, azúcar, algodón, etc.) que debían prot
cg
n
11
de la "belicosidad" indígena, y la demanda masiva y a corto plazo de 1111
no de obra de los capitales regionales, contribuyeron también en el n 11 1
a la legitimación de
la
corporación militar. Aquella centralidad fue a p
tada, aunque con distintos niveles, por la clase política y por una intcln
tualidad orgánica susceptibles de asumir el discurso de
la
belicosidad y d1
la
imposibilidad cultural de un "disciplinamiento pacífico" de
las
pobl 1
ciones indígenas en el modelo de orden y progreso propugnado.
Estas cuestiones son determinantes para determinar las causas p "
las cuales el ejército nacional asumió un modelo de conquista militar, in
que ello se desprendiera claramente de un modelo de "control" territ
rial desde los supuestos teóricos formulados por las autoridades guber
namentales. El desarrollo de una estrategia de guerra coordinada, sup e-
9
e
todas maneras, esta política de recompensas no terminó conformando
al
conjunto de
la
oficialidad en propietarios rentistas; por
el
contrario,
la
mayoría terminaba vendiend
sus títulos a precios irrisorios. En su diario, un miembro del ejército conquis tador se
ex
presaba con cierta desazón respecto a lo obtenido por parte de las autoridades: "Es verdad
que nos pagaban el sueldo, no recuerdo si alcanzaba a seis pesos mensuales, y que despu és
nos dieron tierras, pero como transcurrían los años y no sabíamos dónde ni cuándo n os
iban a ubicar, los cansados de esperar vendieron sus acciones y derechos a 20 ctvs. la
he
c
tárea. Yo preferí especular, y esperé hasta que
se
valorizaran aquellas tierras, e hice mi
agosto vendiendo a cincuenta centavos las 1600 hectáreas que la patria
me
donó; y cuando
ya no quedaba ningún compañero sin vender, entonces se entregó a los compradores los
campos medidos y amojo nados" (Pechmann, 1980: 81).
202
EDITORIAL
SB
-
FOTOCOPIAR S OELITO: L Y 11 723
r de
la
guerra de posiciones que implicaban los fortines, se legiti
principalmente en
el
plano ideológico, pues respondía directamen-
1
intereses propios de
la
corporación militar y, en un nivel que es
rio formular adecuadamente, a los intereses de los capitales agro-
u triales regionales: un proyecto de reproducción económica que ha
de la conquista territorial un modelo de enriquecimiento de los
mbros de
la
corporación; una economía rentística, basada en el usu
to del mayor presupuesto nacional y en las expectativas de valoriza
n de su intervención.
Los discursos militares que enfatizaban los peligros que acechaban
l línea de fortines no tenían, según se observará, mayor sustento que el
ropio interés en profundizar
Ja
reproducción principalmente de la cada
v z más "aristocratizada" oficialidad. Si bien los fortines tendían a pro
ucir situaciones de beligerancia, implicaban fundamentalmente asenta
mientos negociados y formas de intercambio entre militares de baja gra
d ción, estables de frontera y las parcialidades indígenas más próximas.
n muchas ocasiones éstas constituían la base del sustento y aprovisiona
miento de los mismos destacamentos, porque a pesar del incremento en
los
presupuestos, los fortines de frontera seguían, en gran medida, depen
diendo del aprovisionamiento
por
esa vía.
Aquel modelo de intervención militar, que llevaba en sus entrañas
la
consigna del exterminio del "enemigo indio", tendía a reproducir el
mismo esquema que
el
desarrollado en el proceso de ocupación de la
Pampa y la Patagonia, a pesar de que el discurso de los comandantes
-orientado a legitimar
la
posición del ejército ante
las
autoridades guber
namentales, y en ocasiones por la demanda de los propios empresarios de
la región- insistía en la incorporación del indio al trabajo productivo. º
Sin embargo,
el
pretendido "control" de los territorios del Chaco
a partir de
la
corporación militar representada por el ejército unificado
produjo una serie de contradicciones en
el
propio esquema de domina
ción. Estas contradicciones y las resistencias de
la
población indígena
vuelven inteligibles las campañas posteriores a las de Victorica, a pesar de
sus declamados "éxitos".
10 "En un lapso de 33 años (1862-1895) los principales caciques son aniquilados a través de tres
vías: la muerte en combate,
la
ejecución y
la
rendición o presentación" (Sararasola, op. cit., 527).
EDITORIAL
SB
-
FOTOCOPIAR S DELITO
:
L Y 11 723
203
7/23/2019 Trinchero - Aromas de Lo Exotico CAP. 6, 7 y 8
http://slidepdf.com/reader/full/trinchero-aromas-de-lo-exotico-cap-6-7-y-8 28/31
Dos objetivos eran supuestamente garantizados a partir de
la
nue
va estrategia militar: el control territorial que llevaría la frontera hasta
el
río Bermejo, y la disponibilidad de mano de obra indígena que sería
incorporada al proceso productivo.
Ambos objetivos presentaban contradicciones difíciles de resolver
desde el mismo modelo de ofensiva militar. El gran dilema de la ocupa
ción militar -conciliar el exterminio del indígena con su incorpora
ción como mano de
obra - se
intentaba resolver con declaraciones alti
sonantes, aunque en la práctica la intervención militar reproducía
el
con
flicto en forma permanente. En este contexto de disciplinamiento o
muerte se inscriben también las formas de resistencia indígena que die
ron lugar a campañas posteriores, como las del general Lorenzo Vintter
(1899),
el
coronel Teófilo O'Donell (1907) y E. Rostagno (1911).
La organización
del territorio
Paralelamente al desarrollo de las campañas al desierto , el go
bierno nacional produjo
un
dispositivo jurídico-normativo especial para
los territorios de frontera controlados militarmente.
El 18/10/1872 se organizó
el
gobierno y
la
administración del Te
rritorio Nacional del Chaco, el 11/10/1878, el Territorio Nacional de Pa
tagonia y el 24/12/1881 se legisló también la conformación del Territorio
Nacional de Misiones. El Territorio Nacional del Chaco comprend ía
las
actuales provincias de Formosa y Chaco, parte de
las
provincias de San
tiago del Estero y Santa Fe, y un sector sur del actual territorio Paragua
yo.
Con
la guerra de la Triple Alianza, Argentina debió reducir sus pre
tensiones sobre
el
territor io paraguayo y un juicio arbitral fijó sus límites
en el río Pilcomayo.
Mediante la Ley
1532
del 16/10/1884, estos territorios fueron divi
didos en nueve gobernaciones: Chaco y Form osa para el primero de los
Territorios Nacionales; Chubut, Neuquén, Pampa, Río Negro, Santa
Cruz
y Tierra del Fuego para Patagonia y, por último, Misiones para
el
Territorio Nacional homónimo (Ruiz Moreno -orig. 1916-. En Minvie
lle y Zusman, 1996:
5).
Al respecto,
es
importante señalar que más del
50% del territor io considerado nacional no estaba incluido en los regí
menes provinciales constituidos,
es
decir, por las provincias que fueron
204
EDITORIAL
SB FOTOCOPIAR
S
DELITO:
L Y
11 723
incluidas en el pacto constitucional de 1853 (Fa varo,
1996
. El instrumen
to jurídico sobre el cual se apoyó la ocupación efectiva del Chaco fue la
Ley de Inmigración y Colonización
n.
817 del mes de octubre de 1876,
conocida como Ley de Avellaneda, para cuya implementación se crearon
dos instituciones: el Departamento General de Inmigración y la Oficina
de Tierras y Colonias. Esta última se encargaría de la adjudicación, pre
via mensura y subdivisión, de aquellas tierras más aptas para el cultivo.
Con
ambas leyes, la política oficial pregonaba la necesidad de la ocupa
ción de los Territorios Nacionales por colonos, principalmente inmigran
tes, y daba importantes alicientes para que esta ocupación fuera efectiva.
De
esta manera,
se
promulgaron para los inmigrantes colonos de
estas tierras, anticipos que cubrían los gastos de habitación, víveres, ani
males de labor, semillas, útiles de labranza por,
al
menos,
un
año. Estos
adelantos
no
podían exceder los mil pesos
por
colono y deberían ser
reembolsados en cinco anualidades a parti r del tercer año.
En
un principio, las tierras eran repartidas atendiendo, principal
mente, a los intereses de funcionarios, o constituían el botín de guerra de
quienes se apropiaban de enormes extensiones de propiedad como com
pensación
por
su participación directa o indirecta en las campañas con
tra los pueblos indígenas.
Es importante tener en cuenta que cuando se emitió esta ley, que
pretendía emular la política colonizadora norteamericana, hubo fuertes
resistencias de algunas burguesías provinciales, como las de Santa Fe y
Entre Ríos, que procuraban retener a los inmigrantes como arrendatarios.
La colonización de Resistencia se realizó en el marco de este conflicto
que fue saldado relativamente en favor de los inmigrantes; éstos obtuvie
ron parcelas para
el
cultivo en
el
Chaco, pero sin los apoyos monetarios
prometidos.
Los colonos se quedaban con las tierras de los indios que habían si
do desalojados
por
las fuerzas militares de los fortines o que habían sido
persuadidos de que se quedaran a trabajar en sus campo mediante el ar
gumento de que les esperaban nuevas formas de esclavi tud en las plan
taciones agrícolas de Salta y Jujuy. De todas maneras, aquellos programas
colonizadores fueron interrumpidos en la práctica en 1884, cuando
seco
menzó a entregar tierras en forma arbitraria y sin cumplir los requisitos
básicos de la ley que exigía: a que las tierras fueran libres de ocupantes y
b) que
el
adjudicatario las explotara directamente.
EDITORIAL SB FOTOCOPIAR S DELITO: L Y
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- 1
7/23/2019 Trinchero - Aromas de Lo Exotico CAP. 6, 7 y 8
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1
1
La magnitud del proceso de apropiación latifundista de tierras, que
según el
discurso debía ser objeto de
un
proceso de colonización a
la
americana , fue inaudita: entre
1876
y
1903 el
Estado, mediante las leyes
de remate público y de los derechos posesorios, entregó
41,8
millones de
hectáreas a
1834
propietarios,
es
decir, prácticamente la tercera parte de
los
119
millones de hectáreas que conformaban los Territorios Naciona
les, que a su vez representaban nada menos que más de la mitad de la su
perficie total de la Nación.
Esas extensiones enajenadas, no se han subdividido par a la venta y la mayor
parte de ellas se encuentran despobladas, como
el
resto del desierto, substraí
das a toda labor productiva, porque los propietarios se limitan a esperar que
aumente la valorización de las tierras para especularcon ellas .
11
El interés
por
la propiedad de grandes extensiones del desierto
radicaba en su uso como garantía hipotecaria para obtener créditos, que
luego no eran devengados. Esto generó una especulación sobre la tierra
de
carácter insólito, legitimado
por
una innumerable cantidad de decre
tos y reglamentaciones.12
La propuesta colonizadora sólo volvió a cobrar fuerza hacia
1917-
1918,
con la política de promoción del algodón impulsada por la suba de
precios debido al conflicto bélico internacional, aunque bajo nuevas mo
dalidades establecidas en la Ley
4167
de
1903.13
La frontera en Salta expandía
el
modelo de gran plantación que re
quería de grandes contingentes de mano de obra. Aquí, el mismo ejérci
to
se
propus o como la agencia encargada de garantizar la provisión de la
fuerza de trabajo necesaria.
11.
Carta de un grupo de colonos enviada
al
ministerio del Interior, citada
por
G. Miran
da,
1955: 128.
12 . Para un análisis de este mecanismo de enriquecimiento rentístico, véase Doro
R.
y
Trinchero, 1992: 167-85.
1 ~ . Según el
Censo Nacional
de
Población
de
1914, había.en
ese
año en
el
Chaco .
8,°4
pro
pietarios de tierras de nacionalidad argentina y 460 extran1eros. En 1920,
esa ·relac1on
es de
710 argentinos y 856 extranjeros
las
cifras de 1920 corresponden al Censo
de
Territorios
Nacionales de
ese
año). Eran obligaciones
de
los concesionarios
de
tierras fiscales const rui r
la
casa
habitación con dependencias y empleando materiales que reúnan condiciones de hi
giene
y estabilidad; establecer residencia efectiva y permanente en el l o t e
a ~ a m b r a r
e.l p:rí
metro de éste, plantar árboles y cultivar por lo menos el 50% de la superf1c1e concedida .
206
EDITORIAL
SB FOTOCOPIAR S DELITO: L Y 11 723
La intervención militar en la frontera norte expresaba su compro
miso con
el
reclutamiento de mano de obra. En
el
marco de su campaña,
Uriburu señalaría así este objetivo
al
gobierno nacional:
Mi
objetivo es entrar en más íntimo contacto con los indios que encuentre
en septiembre y octubre en las márgenes de los ríos Bermejo, Teuco, Yegua
quemada y otros más que atraeré. Para ponerme en condición de dar cumpli
miento a esa tan delicada comisión, me he dirigido por una circular a todos
los propiet arios que, en sus faenas rurales, ocupan indios, solicitando de ellos
me hagan conocer
el
número
de brazos
que
precisan en sus labores
para
el
tiempo d e las cosechas .E informando posteriormente de los resultados de su
circular dice: Son ya
1868
indios los solicitados por los agricultores de Salta
y
Jujuy
.
14
Victorica, a su turno, proclamaba el mismo objetivo:
No
dudo
que estas tierras proporcionarán brazos baratos a la industria azu
carera y a los obrajes de madera como lo hacen algunas de ellas en las hacien
das de Salta y Jujuy, si bien considero indispensable también adoptar un sis
tema adecuado para situarlos permanentemente en los puntos convenientes,
limitándoles los terrenos que deben ocupar con sus familias a efectos de ir
po-
co a poco modificando sus costumbres y civilizarlos
1
5
Ya sea trasladando a los pobladores indígenas hacia las plantacio
nes o disponiendo para ellos puntos convenientes ,
el
ejército asumía
el
rol de organizador del mercado de trabajo de las agro-industrias en la
frontera. Así, mientras las agro-industrias en proceso de expansión en la
frontera salto-jujeña requerían crecientemente de mano de obra, parecía
que su oferta sólo podría ser garantizada con
el
reclutamiento forzado de
fuerza de trabajo de la población indígena, para lo cual la corporación mi
litar se proponía como mediador
a.
Sin embargo,
el
manejo militar de la fuerza de trabajo no estaba
contemplado en los manuales de estrategia militar,
por
lo que generaba
innumerables inconvenientes en
el
disciplinamiento directo de la fuerza
de trabajo que, como no podía ser de otra manera, eran resueltos con la
lógica de
la
disciplina que impone la propia corporación. Además, la
14.
Nota del Gral. Uriburu al Gobierno Nacional. En Fontana,
1977: 109.
15
.
Del diario del general Victorica:Campaña l Chaco En lñigo Carrera,
1984: 38.
EDITORIALSB
FOTOCOPIAR
S DELITO:
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7/23/2019 Trinchero - Aromas de Lo Exotico CAP. 6, 7 y 8
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construcción del indígena como ejército enemigo permitía, en la lógica
militar, que fueran tratados prácticamente como prisioneros de guerra .
6
Ciertamente, controlar una frontera exterior o desplazar
la
fronte
ra con el indio hacia el norte no era comparable con el dominio de
la
po
blación, excepto en
el
particular modelo de incorporación expeditiva
de la frontera Chaco al
capitalismo que pretendió impulsar
el
gobierno
nacional al depositar, en el ejército nacional, la garantía del disciplina
miento como mano de obra del indígena chaqueño. Para
el
ejército, con
trolar
al
enemigo significaba reducirlo en
las
condiciones impuestas o
exterminarlo , como llegó a declarar
el
propio Uriburu ante el gobier
no nacional, debido a
la
huida de grandes contingentes de indígenas fren
te a
la
presencia militar.
No
es casual, en virtud de las limitaciones que
se
imponían, que E.
Rostagno, continuara dando instrucciones a sus subordinados en
la
cam
paña realizada en 1911, aunque éstas parecen más una declaración de re
lativa impotencia respecto a
la
viabilidad del proyecto mismo:
La
penetración pacífica, consquistadora de nuevas regiones de colonización ,
no
debe degenerar en
el
exterminio por hambre del indígena que huya hacia el
Paraguay o Bolivia al ver el avance del ejército al que tanto temor tiene .. Es
conveniente entonces para que
no
se desvirtúen las ordenes de la superioridad
que, sin pérdida de tiempo, los señores jefes de regimiento vigilen
el
cumpli
miento de las órdenes que en este sentido se han dado con anterioridad, anun
ciando a los indios
por
medio de los caciques que viven en la zona de influen
cia de los fortines actuales o vagan
por
los alrededores de los mismos, que
el
Gobierno nacional quiere ayudarlos, darles tierra para que cultiven, que n o se
hostilizará a ninguno que desee trabajar, que no deben, en consecuencia, huir
de las tropas .17
Este avance militar generó una crisis profunda en las relaciones en
tre
las
distintas parcialidades indígenas, que debieron reagruparse en zo
nas exteriores a
la
nueva frontera desplazada hacia el Bermejo. Por ejem
plo, parcialidades Toba Pilagá fueron obligadas a migrar hacia
el
noroes-
16.
Son significativas
en
este sentido una serie de fotografías existentes en el Archivo Ge-
neral de
la
Nación tomadas en ocasión de la campaña de Uriburu, en
la
s que aparecen in
dios en pie de guerra . Éstas -obviamente tomadas en pose'', pues
las
t
éc
nicas fotogr
áfi
cas de la época no permitirían otro tipo
de
registro- resultan una parodia de
lo
que
se es
tá señalando: un grupo de indígenas posando con lanzas, luego de ser capturados .
17.
Rosta
gno
E., Informe de
l s
fuerzas de
op
era
cione
s Chaco,
1911.
Círculo Milita r,
1969, 33.
te, remontando el río Pilcomayo; en algunas circunstancias, desplazando
a parcialidades Mataco-Wichí hacia el Oeste, como el caso de
la
ocupa
ción Toba en la región comprendida entre Buenavista y Palma Sola (Gor
dillo, 1992).
Algunas parcialidades Mataco-Wichí,
si
bien tradicionalmente
ocuparon la franja territorial comprendida entre el Pilcomayo y el Ber
mejo, debieron disputar el mismo espacio con otras parcialidades Wichí
y otros grupos étnicos desplazados.
La apropiación de los territorios que constituían el almacén pri
mitivo de víveres para los grupos étnicos del Chaco produjo
la
confor
mación de una población india desposeída de su principal objeto de t ra
bajo:
la
tierra y los ríos. Los procesos de trabajo y de cooperación que re
querían para su ejecución fueron transformados drásticamente, de mane
ra que las actividades de recolección, caza y pesca no lograban ya garan
tizar la reproducción de los productores (Iñigo Carrera, 1984 .
Por
lo tanto, si bien el exterminio militar y el despojo de los me
dios y objetos de trabajo no fueron absolutos,
la
población india quedó
limitada a la producción de algunos medios de vida, y apenas
pudo
re
crear en los intersticios de
la
dominación a
la
que fue sometida, algu
nas actividades tradicionales.
El carácter cada vez más militarizado de las relaciones interétnicas
repercutió en la capacidad de reproducir
la
organización que los etnólogos
denominan de bandas , es decir, pequeños agrupamientos de familias ex
tensas bajo el liderazgo de un jefe militar y de una autoridad ritual de tipo
shamánica. Estos liderazgos, entre cuyas funciones se encontraba la nego
ciación permanente por
el
control territorial, es decir, el acceso
al
usufruc
to del suelo entre
las
distintas bandas y parcialidades, habían sido ya trans
formados en función de
la
guerra defensiva de los territorios. A medida que
el
Estado-nación
se
iba configurando sobre una base territorial a partir del
dispositivo de una línea de fronteras militarizada,
las
alianzas interétnicas
entre distintas parcialidades generaban nuevos liderazgos de mayor enver
gadura militar. La emergencia de
g r a n d ~ s
cacicazgos , como
el
cacique
Cambá (Toba), que llegaron a nuclear parcialidades anteriormente hostil es
(como
por
ejemplo Mocoví y Toba), fue también producto de
la gu
erra de
fensiva. Consecuentemente, la destrucción de la capacidad movilizadora de
estos grandes jefes chaqueños
se
constituyó en uno de los objetivos pro
puestos de las campañas militares ofensivas desarrolladas desde 1883.
EDITORIAi s:nTnrnP a e ne• n • cv
7/23/2019 Trinchero - Aromas de Lo Exotico CAP. 6, 7 y 8
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De hecho, La Cangayé (objetivo central de l campaña de Victorica)
constituía
un
punto neurálgico de
l s
relaciones interétnicas entre
l s di
s
tintas parcialidades. Allí los grandes Jefes se reunían para planificar l de
fensa de sus territorios, y era, además, uno de los puntos tradicionales d e
reuniones para realizar intercambios de productos entre l s parcialidades.
Los cacicazgos de mayor envergadura que comenza ron a produ cir
se
no necesariamente respo ndían a las configuraciones étnicas preexisten
tes.
En muchas ocasiones se organizaban agrupando parcialidades étnica
diferentes y en función de nuevas capacidades de los jefes,
ya
sea para
generar
una
táctica de defensa territorial o para negociar , en la medida
de lo posible, algunas condiciones para el reclutamiento en los ingenios.
A partir de allí, tanto
l
producción de los medios de vida como lo
liderazgos estuvieron subordinados, subsumidos , a l dinámica de l s
distintas fracciones del capital y a las modalidades de las estrategias de re
producción de l corporación militar.
Sin embargo, fue
l
valorización de
l
fuerza de trabajo necesari a
para el modelo de acumulación capitalista l que predominó en la confi
guración del modelo de dominación en l frontera. Para la población in
dígena, la presencia militar significó el acorralamiento en un espacio mi
litarizado que tendía,
por
su prop ia dinámica, hacia
el
exterminio. Frente
a él, y ante
l
imposibilidad de c ualquier resistencia armada viable, la úni
ca salida alternativa era el enganche .
El exterminio militar de l población india del Chaco encontró un
límite (y, por lo tanto, fueron posibles las re-territorializaciones en l
s
cuales pudieron reagruparse con las limitaciones descriptas), debido al
análisis de las formas particulares de valorización (reprodu cción del capi
tal) de los procesos de trabajo que llevaron adelante las distintas fraccio
nes de capital. Éstas requerían que una parte de l reproducción de esta
fuerza de trabajo fuera garantizada
por l
dinámica de la econom ía do
méstica , es decir,
por
el usufruc to del almacén primitivo de víveres
que representaba el monte, a pesar de la crisis ambiental que producía
el
propio modelo de valorización de este espacio.
La producción de un territorio como teatro de operaciones de l
corporación militar, con sus efectos de desterritorialización y genocidi o
de las poblaciones indígenas, introducía y recreaba en el espacio chaque
ño contradiccion es específicas vinculadas l requerimiento estacional de
fuerza de trabajo de las agro-industrias del ramal salto-jujeño. La emer
gencia histórica y concreta de estas contradicciones trasciende el mero
análisis de
l
funcion alidad del program a militar respecto a l misma
valorización capitalista. Nuevamente, producir un desierto no es lo mis
mo que producir mercancías. En todo caso, el vector de sentido que va
del
monte
a la colonización agrícola (y que la intelectualidad orgánica na
cional diseñó en sus utopías de escritorio), desvió su rumbo hacia el de
sierto
l
quedar su ejecución mediatizada
(por
delegación de funciones
que se transformaron en intereses específicos) por militares y latifundis
tas especuladores rentísticos. La metáfora del desierto imaginado como
desterritorializa ción del salvaje,
un
desierto virtual que debería ser reocu
pado
por
las fuerzas del prog reso , se transformó en desierto real (y de
pósito de los primeros cementerios masivos y clandestinos del país). De
hecho,
l
patronal de los ingenios debió generar sus propios mecanismos
de reclutamiento de fuerza de trabajo que refuncionalizaran el espacio
chaqueño de acuerdo a sus intereses específicos.
Finalmente, es posible afirmar que el territorio imaginado como
modelo de identidad nacional y su contracara, el etnocidio, lejos estaban
del pacto fundante de
una
nación
moderna
en el sentido hobbesiano
del término. La modernidad capitalista nativa, en tanto proyecto de las
elites
miraba desde Buenos Aires hacia Europa y Estados
Unidos
de
N ortea'mérica, pero escondía detrás de sí, en el patio trasero, la guerra de
razas, la cual y en tanto proyecto estatal debe caracterizarse como geno
cidio, a pesar de que la mayoría de las corrientes historiográficas domi
nantes en nuestro medio se niegen a ello. Las nociones
civilización y
barbarie , título original del
Facundo
de Sarmiento, que renacieron en
América Latina desde las cenizas más arcaicas del racismo de .Occidente
(Fernand ez Retamar; 1993 ), se unían a través de l conjunción copulativa
y no disyuntiva, como pretendía el dis-curso en los espacios del poder
conservador constituyente. La mentada civilización copulaba con su
pro-
pia barbarie. La intelligentzia observaba distante y soberbiamente el pa
sado colonial, pero reproducía su lógica de un destino manifiesto.
Septiembre de 2000
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