ana karenina leon tolstoi

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  • Ana Karenina es la historia de unapasin. La protagonista es unpersonaje inquietante y fascinadorpor la intensidad de su vida.

    Tolstoi, buen psiclogo y conocedordel mundo que le rodea, abre laintimidad de Ana y traza con pulsofirme la trama de esta novela, unaobra imperecedera por su hondura,su fuerza y su veracidad.

    En la novela, Tolstoi utiliza losmismos mtodos creativos realistasque en sus primeras obras, peropresenta una unidad artstica

  • mucho ms slida, y la exuberanciadeja paso al pesimismo. El autor sereafirma en sus creencias y en suidea crtica respecto a la vidaurbana, ahogada por lasuperficialidad.

  • Len Tolsti

    Ana Karenina

    ePUB v2.0Horus01 14.03.12

  • Ttulo original: , AnnaKarninaFecha de publicacin original: 1877Traduccin de J. Santos HervsRevisin de Olga PenzovaImagen de portada: JosefinaCS

    http://josefinacs.deviantart.com/art/Anna-Karenina-195592465
  • T

    Primera ParteMa es la venganza: yo dar

    el pago merecido.(Nuevo Testamento, Rom.

    12,19)

    I

    ODAS las familias felices separecen, pero las infelices lo son

    cada una a su manera.Todo estaba trastornado en la casa

    de los Oblonski. Habiendo sabido la

  • princesa que su esposo tena relacionesamorosas con una institutriz francesarecientemente despedida, declar que noquera ya vivir bajo el mismo techo.

    Esta situacin se prolongaba,produciendo disgusto desde haca tresdas no solo a los cnyuges y a todos losindividuos de la familia, sino tambin alos criados. Todos comprendan que yano tena sentido la convivencia, que eranms cordiales las relaciones entrepersonas reunidas por la casualidad enuna posada, que no entre las quehabitaban en aquel momento la casa delos Oblonski. La seora no sala de sushabitaciones; el marido llevaba fuera ya

  • dos das; los nios corran abandonadosde una habitacin a otra; el aya inglesaacababa de escribir a una amiga suyaencargando que le buscase casa aconsecuencia de una disputa con laadministradora; el cocinero habaabandonado la casa la vspera,precisamente a la hora de comer; y lacocinera y el cochero pedan su cuenta.Tres das despus de la cuestinpromovida con su esposa, el prncipeStepn Arkdich Oblonski, Stiva, segnse le llamaba en sociedad, despert a suhora de costumbre, es decir, a las ochode la maana, no en su alcoba, sino ensu despacho, en un divn de tafilete; se

  • volvi del otro lado para continuar susueo, rode la almohada con ambosbrazos, apoyando en ella la mejilla, eincorporndose despus de improviso,se sent y abri los ojos.

    S, s, cmo suceda aquello? pens, tratando de recordar lo quesoaba. Cmo era? S, Alabin dabauna comida en Darmstadt; no, no, enDarmstadt, no Haba algo americano;s Darmstadt estaba en Amrica;Alabin obsequiaba con un banquete enmesas de cristal, y estas cantaban Il miotesoro; an haba algo mejor, unasbotellitas que eran mujeres.

    Los ojos de Stepn Arkdich

  • brillaron de alegra, y se dijo sonriendo:S, era agradable, muy agradable; peroesto no se cuenta con palabras ni seexplica tampoco cuando se estdespierto. Y observando un rayo de luzque penetraba en la habitacin a travsde la cortina, puso los pies en tierra ybusc como de costumbre sus zapatillasde marroqu bordado de oro, regalo desu esposa el da de su santo; y siemprebajo el imperio de una costumbre denueve aos, alarg el brazo sinlevantarse para tomar su bata del sitioen que sola estar colgada. Soloentonces record cmo y por qu noestaba en su alcoba; la sonrisa

  • desapareci de sus labios y frunci elentrecejo. Ah, ah!, murmur,recordando lo que haba pasado; ymentalmente se represent todos losdetalles de la escena ocurrida con suesposa y esa situacin sin salida, y lomas terrible, la propia culpa de l.

    No, ella no me perdonar ni puedeperdonarme; y lo ms terrible es que, apesar de ser yo causa de todo, no soy,sin embargo, culpable. He aqu eldrama Ah, ah, ah! Y en sudesesperacin recordaba todas lasimpresiones penosas que le produjeraaquella escena.

    Lo ms desagradable haba sido el

  • primer momento, cuando al volver delteatro, alegre y feliz, con una enormepera en la mano para su esposa, noencontr a esta ltima en el saln.Extraando la ausencia, busc a sumujer en el gabinete, y la hall por finen su alcoba, con el fatal billete que lerevelara todo, entre las manos.

    La buena Dolli, mujer a quienpreocupaban mucho los quehaceresdomsticos, y poco perspicaz, enconcepto de su esposo, estaba sentada,con la carta en la mano, y lo miraba conexpresin desesperada, de terror eindignacin a la vez.

    Qu es eso? pregunt a Stepn,

  • sealando el papel.Como sucede a menudo, no era el

    hecho mismo lo que le atormentaba, sinola manera de contestar a su esposa. Asemejanza de aquellas personas que seven complicadas en un asunto feo sinsospecharlo, no haba sabido comunicara su fisonoma una expresin conformecon el caso en que se hallaba; y en vezde darse por ofendido, de negar, dejustificarse, de pedir perdn o mostrarindiferencia, lo cual hubiera sido muchomejor, su rostro tom, sin que l pudieseremediarlo (accin refleja, pensStepn Arkdich, muy aficionado a lafisiologa), un aire risueo, con su

  • acostumbrada sonrisa bonachona, quenecesariamente deba ser tonta.

    Esta sonrisa necia era la que Stepnno se poda perdonar. Dolli se habaestremecido al observarla, comosobrecogida de un dolor fsico, ydespus, con su acostumbrado arrebato,acogi a su esposo con un diluvio depalabras amargas y fue a refugiarse ensu habitacin, negndose desde entoncesa verlo ms.

    La culpa es de esa necia sonrisa pensaba Stepn Arkdich. Qu hacer,qu hacer?, repeta con desesperacin,sin hallar una respuesta.

  • SII

    TEPN Arkdich, sincero consigomismo, era incapaz de hacerse

    ilusiones hasta el punto de persuadirseque experimentaba remordimientos deconciencia. Bien parecido, detemperamento enamoradizo; a sus treintay cuatro aos, cmo hubiera podidoarrepentirse de no estar ya enamoradode su esposa, madre de siete nios, delos cuales vivan cinco, y que solocontaba un ao menos que l? Solo searrepenta de no haber sabido disimularla situacin. Sin embargo, se dabacuenta de toda la gravedad de su estado

  • y senta mucha lstima por su mujer, sushijos y l mismo. Tal vez habraocultado mejor sus infidelidades si lehubiese sido dado prever el efecto queproduciran en su esposa. Jams habareflexionado con detencin sobre estepunto; se imaginaba vagamente que sumujer sospechaba y cerraba los ojospara no ver sus faltas; y hasta le parecaque por un sentimiento de justicia suesposa deba mostrarse indulgente. Noestaba ya marchita, envejecida ygastada? Todo el mrito de Dolliconsista en ser una buena madre defamilia, muy vulgar por lo dems, y sinninguna cualidad que la distinguiese. El

  • error haba sido grande! Es terrible, esterrible!, repeta Stepn Arkdich sinhallar una idea consoladora. Y todoiba tan bien, y ramos tan felices! Ellaestaba contenta, era feliz con sus hijos.Yo no la molestaba en absoluto, y ladejaba en libertad de hacer lo que mejorle pareciese en casa. Ciertamente, esenojoso que ella haya sido institutriz ennuestra familia; esto no me parece bien,porque hay algo de vulgar y de cobardeen hacer el amor a la que ensea anuestros hijos; pero qu institutriz!Record vivamente los ojos negros ypicarescos de la seorita Roland y susonrisa. Mientras estuvo con nosotros

  • nada me permit: lo peor es que no squ hacer, no lo s. Stepn Arkdich nohallaba contestacin, o solo esarespuesta general que en la vida se da atodas las preguntas ms complicadas enlas cuestiones difciles de resolver:vivir al da, es decir, olvidar; mas nosindole posible hallar el olvido en elsueo, hallar el olvido en las botellitasmujeres que cantaban, por lo menoshasta la noche siguiente era precisoaturdirse en el de la vida.

    Ms tarde veremos, pens StepnArkdich, decidindose al fin alevantarse.

    Se puso su bata de color gris forrada

  • de seda azul, anud los cordones, aspirel aire con fuerza en su ancho pecho, ycon el paso firme que le era peculiar, yque no revelaba pesadez alguna en suvigoroso cuerpo, se acerc a la ventana,levant la celosa y llam vivamente.Matvii, su antiguo ayuda de cmara,casi amigo suyo, entr al punto llevandola ropa, las botas de su amo y untelegrama; y detrs apareci el barberocon sus utensilios.

    Han trado papeles del tribunal?pregunt Stepn Arkdich, tomando eltelegrama y sentndose delante delespejo.

    Estn sobre la mesa contest

  • Matvii, dirigiendo a su amo una miradainterrogadora y de simpata. Y despusde una pausa, aadi con maliciosasonrisa: Se ha recibido un recado delalquilador de coches.

    Stepn Arkdich, en vez decontestar, mir a Matvii por el espejo,y esta mirada demostr hasta qu puntose comprendan aquellos dos hombres.Por qu dices eso? Acaso no losabes todava?, pareca preguntarStepn Arkdich.

    Matvii, con las manos en losbolsillos de su chaquetn y las piernasalgo entreabiertas, contest conimperceptible sonrisa:

  • He dicho que vuelvan el domingoprximo, y que hasta entonces nomolesten al seor intilmente.

    Stepn Arkdich comprendi queMatvii intentaba bromear y llamar laatencin con sus palabras. Abri eltelegrama, lo recorri con la vista,corrigi lo mejor que pudo el sentidofigurado de las palabras y su rostro seseren.

    Matvii, mi hermana AnnaArkdievna llegar maana dijoStepn Arkdich deteniendo un instantela mano regordeta del barbero, que conayuda de su peinecillo se dispona aabrir el camino entre sus largas rizadas

  • patillas.Gracias a Dios! repuso

    Matvii con un tono que demostrabaque, as como su amo, comprenda laimportancia de aquella noticia, en elsentido de que Anna Arkdievna, lahermana querida de su amo, podacontribuir a la reconciliacin del maridoy de la mujer.

    Viene sola o con su esposo? pregunt Matvii Oblonski no podacontestar, porque el barbero se habaapoderado de su labio superior; perolevant un dedo, y Matvii hizo con lacabeza un movimiento que se reflej enel espejo.

  • Sola. Se habr de preparar suhabitacin arriba?

    Donde Daria Alexndrovna[1] lotenga por conveniente.

    Daria Alexndrovna? preguntMatvii, con aire de duda.

    S; y llvale este telegrama;veremos lo que le parece.

    Quiere usted probar?,comprendi Matvii; pero se limit acontestar:

    Est bien.Stepn Arkdich, lavado y peinado

    ya, comenzaba a vestirse, despus desalir el barbero, cuando Matvii,andando con precaucin, volvi a entrar

  • en el cuarto, llevando el telegrama.Daria Alexndrovna dijo

    anuncia que se marcha. Que haga l loque guste!, ha contestado.

    Y al pronunciar estas palabras, elantiguo servidor mir a su amo, siemprecon las manos en los bolsillos, inclinadala cabeza y los ojos alegres.

    Stepn Arkdich guard silencioalgunos instantes, y despus una dulcesonrisa ilumin sus hermosas facciones.

    Qu, Matvii? pregunt,meneando la cabeza.

    No pasa nada, seor; todo searreglar replic Matvii.

    Que se arreglar?

  • Ciertamente, seor.Lo crees as? Quin anda por

    ah? pregunt Stepn Arkdich, queacababa de or el roce de un vestido deseda junto a la puerta.

    Soy yo, seor contest una vozfemenina, firme y agradable a la vez.

    Y se dej ver en la puerta elsemblante de expresin grave deMatriona Filimnovna, la niera.

    Qu hay, Matriosha[2]? pregunt Stepn Arkdich acercndose ala puerta.

    Aunque haba cado en falta respectoa su esposa, como lo reconoca lmismo, tena, sin embargo, toda la casa

  • en su favor, incluso la niera, laprincipal amiga de Daria Alexndrovna.

    Qu hay? pregunt tristemente.Debera usted ir de nuevo a ver a

    la seora para pedirle otra vez perdn.Dios le ayudar. La seora se consume;da lstima verla, y toda la casa estpatas arriba. Es necesario compadecer alos nios, seor.

    No me recibirSiempre habr hecho usted lo

    posible. Dios es misericordioso.Pues bien, har como dices

    repuso Stepn Arkdich, sonrojndosede pronto. Y volvindose hacia Matvii,mientras se despojaba de la bata, aadi

  • : Vamos, dame mi ropa, pronto.Matvii, soplando sobre la

    almidonada camisa de su amo unaspartculas invisibles de polvo, se laentreg con evidente satisfaccin.

  • UIII

    NA vez vestido, Stepn Arkdichse perfum, se arregl los

    puos, puso en los bolsillos, segn sucostumbre, los cigarrillos, la cartera, losfsforos y el reloj con doble cadena ydijes; despus arrug el pauelo; y apesar de sus desgracias, sintindoseremozado y fsicamente feliz, se dirigihacia el comedor, donde le esperaba yasu caf, y junto a este, sus cartas ypapeles.

    Recorri las cartas rpidamente.Una de ellas le desagrad; era la de uncomercial que compraba madera en una

  • finca de su mujer; era forzoso venderla;pero mientras no se efectuase lareconciliacin, no se poda tratar de esteasunto; sera muy enojoso mezclar unacuestin de intereses con la principal,que era la reconciliacin. La idea de quese creyese que l la buscaba por amor aldinero le pareca ofensiva. Despus deleer las cartas, Stepn Arkdich acerclos papeles; oje vivamente dosescrituras, escribi algunas notas con unlpiz muy grueso, y apartando al fin losdocumentos comenz a almorzar;mientras tomaba el caf, desdobl undiario de la maana y ley.

    Este diario, aunque liberal, no era

  • muy avanzado, y sus tendenciasconvenan a la mayora del pblico. Porms que Oblonski no se interesasemucho en la ciencia, ni en las artes, ni enla poltica, no por eso dejaba deaferrarse a las opiniones de aquel diarioen todas estas materias, sin cambiar deparecer hasta que todo el pblicojuzgaba de otro modo. Mejor dicho,adoptaba las opiniones como las formasde sus sombreros y de sus levitas,porque todo el mundo las llevaba; yviviendo en una sociedad en que se haceobligatoria con los aos cierta actividadintelectual, las opiniones le eran tannecesarias como los sombreros. Si tena

  • tendencias liberales ms bien queconservadoras, como muchas personasde su sociedad, no era porque juzgase alos liberales ms razonables, sinoporque esas ideas cuadraban mejor consu gnero de vida. El partido liberalsostena que todo iba mal en Rusia; lomismo poda decir de s StepnArkdich, que tena muchas deudas ypoco dinero. El partido liberal pretendaque el matrimonio era una institucinenvejecida, por lo cual urga reformarla;y para Stepn Arkdich la vida conyugalofreca, en efecto, pocos atractivos, puesle obligaba a mentir y a disimular, cosaque repugnaba a su carcter. Los

  • liberales decan, o ms bien daban aentender, que la religin no es ms queun freno para la parte inculta de lapoblacin; y Stepn Arkdich, que nopoda asistir a la misa ms corta sinresentirse de las piernas, no comprendapor qu la gente hablaba con tantonfasis del otro mundo cuando tan buenoes vivir en este. Adase que a Oblonskino le disgustaba alguna buena broma, yque le diverta escandalizar a laspersonas timoratas, sosteniendo quecuando alguno se glorifica de susantecesores no conviene detenerse enRirik[3] y renegar del hombre primerfundador de la familia: el mono.

  • Las tendencias liberales llegaron aser tambin una costumbre para StepnArkdich, y amaba su diario como sucigarro despus de comer, solo por elgusto de que una ligera bruma rodeasesu cerebro.

    Stepn Arkdich recorri el artculode fondo, en el cual se explicaba que ennuestro tiempo nadie debe inquietarse alver que el radicalismo amenazaabsorber todos los elementosconservadores; y que es un errorsuponer que el gobierno deba adoptarmedidas para aplastar a la hidrarevolucionaria. A nuestro modo dever, por el contrario, el peligro no

  • proviene de esa famosa hidra, sino de laterquedad tradicional que frena todoprogreso, etc. Oblonski recorriigualmente el segundo artculo, sobre lahacienda, en el cual se hablaba deBentham y de Mill, con algunasindirectas al ministerio; y rpido paraasimilarlo todo, comprenda todas lasalusiones, adivinaba su origen, y laspersonas que eran blanco de ellas, locual sola divertirle mucho; pero estavez su goce se acibaraba al recordar losconsejos de Matriona Filimnovna, ypor el sentimiento de malestar que en sucasa reinaba. Sin embargo, recorri todoel diario, supo que el conde de Beust

  • haba marchado a Wiesbaden; que ya nohaba cabello gris; que se venda unacarretela, y que una joven buscaba casadonde colocarse. Estas noticias no leprodujeron la satisfaccin tranquila yligeramente irnica que solaexperimentar. Terminada su lectura,tom una segunda taza de caf con pan ymanteca, se levant, sacudi las migasque haban cado en su chaleco y sonride placer al ponerse en pie, no porquetuviera alegre el alma, sino por efectode una excelente digestin.

    Pero aquella sonrisa le record todoy comenz a reflexionar.

    Dos voces infantiles charlaban

  • detrs de la puerta; Stepn Arkdichreconoci las de Grisha, su hijo menor,y Tania, su hija mayor: discutan sobrealguna cosa que haban dejado caer.

    Bien deca yo que no se debaponer a los viajeros en la imperial gritaba la nia en ingls. Recgelosahora!

    Todo va al revs pens StepnArkdich; ya no se vigila a losnios, y acercndose a la puerta, losllam. Los chicos abandonaron su caja,que representaba un tren, y acudieron alpunto.

    Tania entr atrevidamente y se colgsonriendo del cuello de su padre, de

  • quien era la favorita, divirtindose,como de costumbre, en respirar elperfume bien conocido que se exhalabade sus patillas; despus de besar aquelrostro que se haba sonrojado, tanto porla emocin de ternura como por lapostura inclinada de la cabeza, la niase desasi y quiso huir, pero su padre laretuvo.

    Qu hace mam? pregunt,pasando la mano por el blanco ydelicado cuello de Tania. Buenos dasaadi, sonriendo al ver a su hijo, quese acercaba a su vez.

    Stepn Arkdich reconoca queamaba menos a su hijo y trataba de

  • disimularlo; pero el nio,comprendiendo la diferencia, nocontest a la sonrisa forzada de supadre.

    Ya se ha levantado mam respondi Tania.

    Stepn suspir.Anoche no habr dormido, pens

    para s.Est contenta? aadi.La nia saba que pasaba algo grave

    entre sus padres; que su madre no podaestar alegre, y que su padre fingaignorarlo al hacerle la pregunta tanligeramente; se ruboriz por su padre, ycomprendindolo este, se sonroj a su

  • vez.Mam dijo la nia no quiere

    que tomemos nuestras lecciones, y nosenva con la seorita Hull a casa de laabuela.

    Ya puedes ir, Tania; mas esperaun momento aadi Stepn,acariciando la delicada mano de su hija.

    Se acerc a la chimenea para cogeruna cajita de bombones uno dechocolate y otro de betn que dejara allla vspera, y dio dos a la nia,escogiendo los que ella preferasiempre.

    Es para Grisha uno? preguntTania.

  • S, s.Y haciendo una ltima caricia a su

    hija, le bes el cabello y el cuello y ladej marchar.

    El coche ha llegado dijoMatvii, entrando de pronto, y havenido tambin una solicitante.

    Hace mucho que espera? pregunt Stepn Arkdich.

    Cerca de media hora.Cuntas veces habr de ordenar

    que se me avise inmediatamente?Preciso era dejarlo concluir su

    almuerzo replic Matvii con tono demal humor, aunque amistoso, quealejaba el deseo de reir.

  • Pues bien, que entre enseguida dijo Oblonski, frunciendo el entrecejocon enojo.

    La solicitante, esposa de ciertocapitn Kalinin, peda una cosaimposible, sin sentido comn; peroStepn Arkdich la invit a sentarse,escuchndola sin interrumpirla; le dijocmo y a quin debera dirigirse, y hastale escribi una carta, con su bonitocarcter de letra, para la persona quepoda ayudarla. Despus de despedir ala mujer del capitn, Stepn Arkdichcogi su sombrero y se detuvo,preguntndose si se le olvidaba algunacosa. No haba olvidado sino aquello

  • que deseaba no tener que recordar: sumujer.

    Su hermoso semblante tom entoncesuna marcada expresin de descontento.Ir o no ir?, se preguntaba a s mismo.Su voz interior le deca que no deberair, que all no poda haber nada, solofalsedad, que era imposible reparar surelacin porque era imposibleconvertirla a ella en una mujer atractivaque despertara el amor, o hacerle a l unviejo incapaz de amar. Solo la falsedady el engao, nada ms poda haberahora, y la falsedad y el engao erancontrarios a su carcter.

    Y, sin embargo, preciso ser llegar

  • a esto, porque las cosas no puedenquedar as, se deca Oblonski,esforzndose en armarse de valor.Entonces se irgui, encendi uncigarrillo, lanz al aire dos bocanadasde humo, lo tir en un cenicero-conchade ncar, y cruzando al fin el oscurosaln con largos pasos, abri una puertaque comunicaba con la habitacin de sumujer.

  • DIV

    ARIA Alexndrovna, vestida conun sencillo peinador y rodeada

    de varios objetos diseminados ac yall, registraba en una canastilla; sehaba recogido apresuradamente elcabello, peinado en trenzas, en otrotiempo abundante y magnfico; y susojos, al parecer ms grandes por efectode la delgadez del rostro, conservabanuna marcada expresin de espanto. Alor los pasos de su esposo, se volvihacia la puerta y se esforz para ocultarbajo un aire severo y desdeoso laturbacin que le causaba aquella

  • entrevista tan temida. Haca tres dasque trataba en vano de reunir sus efectosy los de sus hijos para ir a refugiarse encasa de su madre, comprendiendo queera preciso castigar al infiel de unamanera u otra, humillarlo y devolverleuna pequea parte del mal que habacausado; pero aunque se repitiese que loabandonara, le faltaba resolucin paraello, porque no poda perder lacostumbre de amarlo, considerndolocomo su esposo. Adems, confesaba quesi en su propia casa le costaba trabajogobernar a sus cinco hijos, peor seraall donde se propona llevarlos. El mspequeo se haba resentido ya del

  • desorden de la casa y se hallabaindispuesto a consecuencia de habertomado un caldo pasado; y los otros nohaban comido casi la vspera Ycomprendiendo que nunca tendra valorpara marcharse, procuraba engaarse as misma, perdiendo el tiempo en reunirsus objetos.

    Al ver que la puerta se abra,continu revolviendo sus cajones sinlevantar la cabeza hasta que su esposoestuvo junto a ella. Entonces, en vez delaire severo que se propona adoptar,volvi el rostro, en el que se pintaban elsufrimiento y la vacilacin.

    Dolli! dijo Stepn Arkdich

  • dulcemente, con acento triste y tmido.Le hubiera gustado mostrar un airepenoso y sumiso; sin embargo,desprenda frescura y salud..

    La ofendida lo examin con rpidamirada, y al verlo rebosando lozana ysalud, pens para s: Es feliz y estcontento, mientras que yo Y esaamabilidad suya, tan desagradable, porla que le quieren y le aprecian tantoLa odio!. Su boca se contrajonerviosamente y el lado derecho de suplido rostro empez a temblar.

    Qu desea usted? pregunt conla voz rpida, profunda, que no parecala suya.

  • Dolli repiti Stepn Arkdichconmovido, Anna llega hoy.

    Me es indiferente; no puedorecibirla.

    Sin embargo, es preciso, Dolli.Salga usted de aqu, pronto!

    grit Dolli sin mirarlo y como si undolor fsico le arrancase aquellaexclamacin.

    Stepn Arkdich haba podidopermanecer sereno pensando en sumujer, haba podido esperar que todo searreglara, como deca Matvii, habapodido leer el diario tranquilamente ytomar su caf, pero cuando vio aquelsemblante descompuesto por el

  • sufrimiento, cuando oy aquel gritodesesperado y rendido frente al destino,se le par la respiracin como si algo leobstruyera la garganta y sus ojos sellenaron de lgrimas.

    Dios mo, qu he hecho! Dolli!Por Dios! Si

    No pudo decir ms, porque unsollozo ahog las palabras en sugarganta.

    Dolli cerr violentamente un cajny, volvindose hacia su marido, lo mircon fijeza.

    Dolli exclam, al fin, qupuedo decir yo? Solo una cosa:perdname! Pinsalo: no crees que

  • nueve aos de mi vida puedencompensar unos momentos, unosmomentos de

    Dolli baj la vista, escuchando loque su esposo iba a decir, comorogndole que la convenciera.

    Un minuto de extravo aadiStepn Arkdich.

    Quiso continuar, mas al or estaspalabras, Dolli oprimi los labios comopor efecto de un dolor, y los msculosde su mejilla derecha se contrajeron otravez.

    Vyase usted de aqu grit conms fuerza, y no me hable de susextravos y villanas!

  • As diciendo, quiso salir; pero faltpoco para caerse, y se agarr alrespaldo de una silla para conservar elequilibrio. Stepn Oblonski tena losojos llenos de lgrimas.

    Dolli! dijo casi llorando. Ennombre de Dios, piensa en los nios,que no son culpables. Solamente yo losoy; castgame y dime cmo he de expiarmi falta: estoy dispuesto a todo. Noencuentro palabras para expresar miafliccin. Perdname!

    Dolli tom una silla y se sent. loa su respiracin, oprimida y sonora, ysenta tanta lastima por ella que nopoda decir palabra. Y varias veces

  • trat de hablar sin conseguirlo.T piensas en los nios dijo al

    fin cuando se trata de jugar con ellos;pero yo pienso en todo lo que hanperdido.

    Esta era probablemente una de lasfrases que se haba dicho a si mismavarias veces durante aquellos tres das.

    Dolli le haba dicho t; la mircon agradecimiento e hizo ademn decoger una de sus manos; pero ella seapart con expresin de aborrecimiento.

    Pienso en los nios y haracualquier cosa para salvarles, pero ni yos cmo los puedo salvar. Convendralejarlos de su padre, o dejarlos en

  • compaa de un libertino, s, de unlibertino? Despus de lo que ha pasado,cree usted posible que vivamos juntos?Conteste usted! aadi levantando lavoz. Cuando mi esposo, el padre demis hijos, mantiene relaciones ilcitascon su institutriz

    Pero qu hacer, qu hacer? interrumpi Stepn Arkdich con vozdolorida, inclinando la cabeza y sinsaber ya qu decir.

    Me irrita usted y me repugna grit Dolli, animndose cada vez ms;esas lgrimas no son ms que agua,porque jams me am usted, y veo queno tiene corazn ni dignidad. No es

  • usted ms que un extrao para m; soloun extrao!

    Y Dolli repiti con acento de clerala palabra extrao, que tan terrible leresultaba.

    Stepn Arkdich la mirsorprendido y atemorizado, sincomprender hasta qu punto irritaba aDolli con su compasin, el nicosentimiento que ella le inspiraba, comoesta lo haba comprendido ya: el amorse haba extinguido para siempre. Meodia y no me perdonar, pensOblonski.

    Es horroroso, horroroso! dijoen voz alta.

  • En aquel instante uno de los niosllor en la habitacin contigua, y lafisonoma de Daria Alexndrovna sedulcific, como la de una persona quevuelve a la realidad; pareci vacilar unmomento, pero al fin se levantvivamente y se dirigi hacia la puerta.

    Sin embargo, ama a mi hijo pens Oblonski, observando el efectoproducido por el grito de la criatura.Siendo as, cmo me ha de aborrecer?

    Dolli, una palabra ms! dijoStepn Arkdich.

    Si me sigue usted, llamar a loscriados y a los nios para que sepan quees usted un cobarde! Hoy mismo me

  • marcho, y as podr usted vivir aqu consu querida.

    Y sali, cerrando violentamente lapuerta.

    Stepn Arkdich suspir, se pas elpauelo por el rostro y sali de lahabitacin silenciosamente.

    Matvii se dijo pretende queesto se arreglar; pero no veo cmo.Esto es terrible! Y ha gritado como unamujer ordinaria! aadi mentalmente,al pensar en las palabras cobarde yquerida. Quiz los sirvientes hayanodo algo. Qu vulgaridad!

    Era un viernes; el relojero estaba enel comedor arreglando el pndulo, y

  • Oblonski, al verlo, record que laregularidad de aquel alemn calvo lehaba inducido a decirle una vez que ldeba estar compuesto toda la vida paracomponer bien los relojes; el recuerdode esta broma hizo sonrer a StepnArkdich.

    Quin sabe pens despus sial fin y al cabo tendr razn Matvii y searreglar la cuestin!

    Matvii grit, haz preparartodo en la sala pequea para recibir aAnna Arkdievna.

    Est bien contest el ayuda decmara, apareciendo al punto. Nocomer el seor en casa? pregunt,

  • mientras pona el abrigo de pieles a suamo.

    Ya ver. Toma, aqu tienes para elgasto aadi Oblonski, sacando de sucartera un billete de diez rublos.Habr bastante?

    Haya o no suficiente, nosarreglaremos replic Matvii,cerrando la portezuela del coche.

    Entretanto, Dolli, advertida de lamarcha de su esposo por el ruido delcoche al alejarse, volvi a suhabitacin, su nico refugio en medio detantos sinsabores. La inglesa y el aya lahaban agobiado con sus preguntas. Quvestido se pondra a los nios? Se

  • dara leche al pequeo? Se ira abuscar otro cocinero?

    Dejadme en paz les habacontestado Dolli al entrar en suhabitacin.

    Cuando estuvo sola, cruz sus manosenflaquecidas todas las sortijas lehaban quedado grandes, y repas ensu memoria la conversacin con sumarido.

    Ha marchado! murmur.Habr roto con ella? Ser posible quean la vea? Por qu no se lo habrpreguntado? No, no, veo que nopodremos vivir ya juntos, y que estandobajo el mismo techo seremos siempre

  • extraos uno para otro, extraos parasiempre! repiti, recalcando estapalabra tan cruel. Cunto lo amabayo, Dios mo, y cunto lo amo an!Tal vez no le haya amado nunca tanto. Ylo ms duro es Aqu la interrumpi laentrada de Matriona Filimnovna.

    Ordene usted, al menos, seora dijo, que se vaya a buscar a mihermano para que haga la comida, pues,si no, suceder lo de ayer, y llegar latarde sin que los nios tomen sualimento.

    Est bien; ahora ir yo a darrdenes. Han ido a buscar leche fresca?

    Y sin esperar contestacin, Dolli se

  • entreg a sus ocupaciones cotidianas,ahogando en ellas por un momento sudolor.

  • SV

    TEPN Arkdich haba hechobuenos estudios gracias a sus

    felices dotes naturales; pero eraperezoso y frvolo, y a causa de esosdefectos, fue siempre el ms atrasado dela escuela. Aunque haba observado unavida disipada y tena poca fortuna,siendo adems muy joven, no por esodejaba de ocupar un cargo honroso, elde presidente de uno de los tribunales deMosc, cargo que le reportaba muy buensueldo. Haba obtenido este empleo porla proteccin de su cuado, AlexiiAlexndrovich Karenin, uno de los

  • hombres ms influyentes del ministerio;pero, a falta de Karenin, centenares depersonas, hermanos, hermanas, primos,tos y tas, le hubieran facilitado aquelcargo o cualquier otro del mismognero, as como los seis mil rublos quenecesitaba para vivir, pues sus negociosprosperaban poco, a pesar de laconsiderable fortuna de su mujer. StepnArkdich contaba la mitad de lasociedad de Mosc y San Petersburgoentre su parentela y sus relacionesamistosas, pues haba nacido entre lospoderosos de este mundo. Una terceraparte de los personajes agregados a lacorte y al gobierno haban sido amigos

  • de su padre, y lo haban conocidocuando an estaba en paales; los demslo tuteaban o eran sus buenos amigos;de modo que tena por aliados a todoslos dispensadores de mercedes en formade empleos, fincas, concesiones, etc.Oblonski, pues, no hubo de molestarsemucho para obtener un cargo ventajoso.Se trataba solo de evitar negativas,envidias, disputas y susceptibilidades,lo cual le era fcil, a causa de su bondadnatural. Le habra parecido gracioso quele hubieran rehusado la plaza y eltratamiento que solicitaba. Qu exigal de particular? Solo peda lo que suscontemporneos obtenan, y se crea tan

  • capaz como ellos para desempear susfunciones.

    No se apreciaba solo a StepnArkdich por su amable carcter y sulealtad indiscutible: en su brillanteexterior haba atractivo; en sus ojos demirada penetrante, en sus negras cejas,en su cabello y en el conjunto de supersona predominaba una influenciafsica que produca su efecto en cuantostrataban a Stepn Arkdich. Ah! Ahtenemos a Stiva Oblonski!, exclamabantodos casi siempre, con una sonrisa deplacer, apenas lo divisaban; y aunque noresultase nada de particular de aquelencuentro, no por eso causaba menos

  • placer ver a Stepn Arkdich uno y otroda.

    Despus de haber desempeadodurante tres aos la plaza de presidente,Oblonski conquist, no solamente laamistad, sino tambin la consideracinde sus colegas, inferiores y superiores,as como la de las personas que por susasuntos deban ponerse en contacto conl. Las cualidades que le valieron esteaprecio general eran: primeramente, unaextrema indulgencia para cada cual,fundada en el sentimiento de lo que lefaltaba a l mismo; y en segundo lugar,un liberalismo absoluto, no el quepredicaba su diario, sino el que

  • circulaba naturalmente por sus venas,inducindolo a ser afable con todo elmundo, fuera cual fuese su condicin.Adems de esto, lo distingua sucompleta indiferencia por los asuntos enque se ocupaba, gracias a lo cual no seapasionaba nunca, y por consiguiente nopoda incurrir en parcialidades.

    Llegado al tribunal, se dirigi a sugabinete particular, gravementeacompaado del portero, que llevaba sucartera, a fin de revestir el uniformeantes de pasar a la sala del consejo.

    Todos los empleados de servicio selevantaron a su paso y lo saludaron conrespetuosa sonrisa. Stepn Arkdich se

  • apresur, como siempre, a ir a ocupar susitio, despus de estrechar la mano a suscompaeros. Se chance un poco yhabl en la justa medida de lasconveniencias, y abri la sesin. Nadiesaba tan bien como l conservar el tonooficial con cierto viso de sencillez ybondad, muy til para despacharagradablemente los negocios. Elsecretario se acerc con airedesenvuelto, aunque respetuoso, comna todos aquellos que rodeaban a StepnArkdich; le present varios papeles yle dirigi la palabra con el tono familiary liberal introducido por el presidente.

    Por fin hemos conseguido obtener

  • los informes sobre la administracin delgobierno de Pienza dijo; helosaqu.

    Muy bien! repuso StepnArkdich, hojeando los papeles con lapunta del dedo. Seores, vamos a darprincipio a la sesin.

    Si pudieran saber pensabaOblonski, inclinando la cabeza mientraslean el informe qu aspecto de pilleteculpable tena su presidente hace mediahora! Y sus ojos se rean mientrasescuchaba el informe.

    El consejo deba prolongarse hastalas dos, a cuya hora se almorzaba; y anno haba dado la hora cuando las

  • grandes puertas vidrieras de la sala seabrieron y entr alguien. Todos losindividuos del consejo volvieron lacabeza; pero el ujier de guardia mandsalir inmediatamente al intruso y cerrlas puertas tras l.

    Terminada la lectura del informe,Stepn Arkdich se levant y, en honoral liberalismo de la poca, sac suscigarrillos en plena sala del consejoantes de pasar a su gabinete. Dos de suscolegas, Nikitin, veterano militar, yGrinivich, gentilhombre de la cmara,lo siguieron all.

    Tendremos tiempo de terminardespus del almuerzo dijo Oblonski.

  • As lo creo contest Nikitin.Debe ser un redomado tunante ese

    Fomn repuso Grinivich,refirindose a uno de los personajes dela cuestin que se acababa de tratar.

    Stepn Arkdich hizo un ligeroademn como para dar a entender a sucolega que no era conveniente anticiparjuicio, y no contest.

    Quin haba entrado en la sala?pregunt al ujier.

    Alguien que se introdujo sinpermiso, mientras yo estaba vuelto deespaldas. Preguntaba por vuecencia y yole contest que esperase a que salieranlos individuos del consejo.

  • Dnde est?Probablemente en el vestbulo,

    pues hace poco lo vi all Helo aqu aadi el ujier, designando a un hombremuy robusto, de barba rizada, quefranqueaba ligera y rpidamente losgastados peldaos de la escalera depiedra, sin quitarse su gorro de pieles.

    Un empleado que bajaba con sucartera debajo del brazo se detuvo paramirar con expresin poco benvola laspiernas del desconocido. El presidente,en pie en lo alto de la escalera, fij lavista en el recin llegado y su rostroexpres la alegra de reconocerlo.

    Es l! Lievin! exclam Stepn

  • Arkdich, sonriendo afectuosamente,aunque con cierta expresin burlona, almirar al extranjero que se acercaba.Cmo! le grit. Te atreves a venira buscarme en este mal sitio? y nocontento con estrechar la mano de suamigo, lo bes. Desde cundo estsaqu? le pregunt.

    Acabo de llegar y tena grandesdeseos de verte contest Lievin contimidez, mirando a su alrededor concierta inquietud.

    Pues bien, pasemos a mi gabinetedijo Stepn Arkdich, que conoca latimidez mezclada de amor propio y elcarcter susceptible de su amigo.

  • Y como si tratara de evitar algnriesgo, lo cogi de la mano paraconducirlo.

    Stepn Arkdich tuteaba a casi todossus conocidos, lo mismo a los viejos desesenta aos que a los jvenes de veinte,as a los actores como a los ministros,comerciantes y generales, y a todosaquellos con quienes beba champn, ylo beba con cualquiera. Entre laspersonas as tuteadas en ambasextremidades de la escala social algunosse hubieran asombrado mucho al saber,gracias a Oblonski, que haba algo decomn entre ellas; pero cuando elpresidente encontraba, en presencia de

  • sus inferiores, a uno de esos tuteadosvergonzosos, como llamaba en broma avarios de sus amigos, tena el buen tactode evitarles una impresindesagradable.

    Lievin no era uno de esosvergonzosos; era un compaero de lainfancia; pero Oblonski comprendi, queLievin pensaba que delante de susinferiores le poda resultar incmododemostrar su ntima amistad con ese tipotan rstico, y por ello se apresur allevrselo. Lievin tena casi la mismaedad que Oblonski, y no lo tuteaba solopor razn del champn; se apreciaban apesar de la diferencia de su carcter y

  • de sus inclinaciones, como se aprecianlos amigos que fueron compaerosdesde su primera juventud; pero, comosucede a menudo a los hombres cuyaesfera de accin es muy distinta, cadauno de ellos, aprobando por elrazonamiento la carrera de su amigo, ladespreciaba en el fondo del alma,creyendo que su profesin y gnero devida eran reales, y los de su amigo, unafantasma.

    Al ver a Lievin, Oblonski no pudoreprimir una sonrisa irnica. Muchasveces lo haba visto llegar del campo,donde haca alguna cosa (StepnArkdich no saba a punto fijo el qu, ni

  • tampoco le interesaba mucho) agitado,presuroso, algo tmido y molesto por sutimidez y manifestando generalmenteideas del todo nuevas e inesperadassobre la vida y las cosas. StepnArkdich se rea y se diverta con esto;mientras que Lievin despreciaba elgnero de vida de su amigo en Mosc,chancendose sobre su profesin; peroStepn Arkdich lo escuchabacomplaciente, como hombre que sabemejor a qu atenerse; mientras queLievin se rea sin conviccin y seenfadaba.

    Hace mucho tiempo que teesperbamos dijo Stepn Arkdich al

  • entrar en su gabinete y soltando la manode Lievin, como para demostrar que yano haba ningn peligro. Me alegromucho de verte. Cmo te va? Quhaces? Cundo has llegado?

    Lievin guardaba silencio, mirandolas figuras, desconocidas para l, de loscolegas de Oblonski; la mano delelegante Grinivich, con sus blancos yafilados dedos, de largas uasamarillentas y encorvadas en laextremidad, y los enormes botones quebrillaban en los puos, absorbanvisiblemente toda su atencin. Oblonskisonri al notarlo.

    Permitidme, seores, hacer las

  • presentaciones y dirigindose aLievin, aadi: Estos dos caballerosson mis colegas, Filip Ivnich Nikitin yMijal Stanislvich Grinivich y,mirndole a Lievin, dijo: Os presentoun propietario, hombre nuevo, que seocupa en negocios, un gimnasta denotable fuerza, ganadero y hbilcazador; todo esto es mi amigoKonstantn Dmitrich Lievin, hermano deSergui Ivnych Kznishev.

    Me alegra conocerlo dijo elconsejero de ms edad.

    Tengo el honor de ser amigo de suhermano repuso Grinivich,ofreciendo su mano de afilados dedos.

  • El rostro de Lievin se oscureci;estrech framente la mano que se lepresentaba y se volvi hacia Oblonski.Aunque respetaba mucho a su hermanomayor, el escritor conocido de todaRusia, no le era menos desagradable quese dirigiesen a l no como a KonstantnLievin, sino como al hermano delclebre Kznishev.

    No, ya no me ocupo de negocioscontest, dirigiendo la palabra aOblonski; me he indispuesto con todo elmundo, y no asisto a las asambleas.

    Eso se ha hecho muy pronto repuso Oblonski sonriendo; perocmo y por qu?

  • Larga historia es la que te referiralgn da replic Lievin; mas paraser breve, te dir que me he convencidode que no se ha ejecutado ni se puedeejecutar acto alguno formal en nuestrascuestiones provinciales. Por una parte,se juega al parlamento, y yo no soybastante joven ni tampoco viejo paradivertirme con juguetes; y por otra aqu se cort, solo veo en eso unmedio para que ciertos hombres deldistrito ganen algunos cuartos. En otrotiempo tenamos las tutelas, los juicios;ahora es el zemstvo, que ya no recibesobornos, pero s el sueldo nomerecido[4].

  • Lievin lo deca con tanta vehemenciacomo si alguien de los presentesestuviera impugnando su opinin.

    Vaya! exclam StepnArkdich. Me parece que entras enuna nueva fase, hacindote conservador.Ya hablaremos de eso despacio.

    S, ms tarde; pero deseaba vertereplic Lievin, fijando siempre unamirada de aversin en la mano deGrinivich.

    Stepn sonri imperceptiblemente.Pues t decas repuso este

    ltimo, examinando la ropa enteramentenueva de su amigo, obra de un sastrefrancs que no vestiras ya traje

  • europeo. Vamos, te digo que ests enuna nueva fase.

    Lievin se sonroj de pronto, nocomo un hombre de edad madura, sinocomo un joven tmido y ridculo: esterubor infantil comunic a su rostro,inteligente y enrgico, una expresin tanextraa, que Oblonski dej de mirarlo.

    Pero dnde nos veremos? pregunt Lievin. Necesito hablarte.

    Oblonski reflexion.Si quieres repuso, iremos a

    almorzar en casa de Gurin, dondepodemos hablar cuanto quieras; estoylibre hasta las tres.

    No contest Lievin, despus de

  • meditar un momento; debo evacuarantes una diligencia.

    Pues entonces cenaremos juntos.Cenar? No tengo que decirte ms

    que dos palabras en particular; yacomeremos otro da.

    En ese caso, di las dos palabras alpunto y hablaremos de la cena.

    He aqu las dos palabras dijoLievin, y su rostro adquiri unaexpresin dura, debida a su deseo devencer la timidez. Qu hacen losScherbatski? No hay novedad?

    Stepn Arkdich saba haca largotiempo que Lievin estaba enamorado desu cuada Kiti; se sonri y sus ojos

  • brillaron de alegra.Has dicho dos palabras replic

    ; pero no puedo contestar a ellas,porque Dispnsame un momento.

    El secretario acababa de entrar,siempre con respetuosa familiaridad,con ese sentimiento de modestia propiode todos los secretarios, que estnpenetrados de su superioridad en elconocimiento de los negocios respecto asu jefe; se acerc a Oblonski, y en formainterrogativa comenz a explicarle unadificultad cualquiera; mas sin esperar elfin, Stepn Arkdich le puso la manoamistosamente sobre el brazo.

    No, haga usted como le he

  • indicado dijo, dulcificando suobservacin con una sonrisa. Y despusde explicar brevemente cmocomprenda el asunto, rechaz lospapeles, aadiendo: Ruego a ustedque lo haga as, Zajar Niktich.

    El secretario se alej confuso.Durante esta breve conferencia, Lievinhaba tenido tiempo para reponerse, y enpie detrs de la silla en que se apoyaba,escuch el dilogo con atencin irnica.

    No comprendo dijo, nocomprendo.

    Qu es lo que no comprendes?repuso Oblonski, sonriendo tambin,y buscando un cigarrillo. No le hubiera

  • extraado en Lievin cualquieroriginalidad.

    No comprendo lo que haces repuso Lievin, encogindose de hombros ni me explico cmo puedes hacer esoformalmente.

    Por qu?Porque eso no significa nada.Lo crees as? Pues, mira,

    estamos agobiados de trabajo.Todo se reduce a papeles y

    garrapatos; y, por cierto, que t tienes undon especial para esas cosas.

    Quieres decir que falta algo?Tal vez. Sin embargo, no puedo

    menos de admirar tu grave aspecto, y

  • vanagloriarme de tener por amigo unhombre de tal importancia. Entretanto,no has contestado a mi pregunta aadi, haciendo un esfuerzodesesperado para mirar a Oblonski defrente.

    Vamos, vamos, ya llegaremos aeso. Todo ir bien mientras tengas tresmil hectreas de tierra en el distrito deKarazin, msculos de acero y la frescurade un chico de doce aos. Paracontestarte de una vez a lo que mepreguntas, te dir que no hay cambios;pero es de sentir que hayas tardado tantoen venir.

    Por qu? pregunt Lievin

  • alarmado.Porque, ya hablaremos de eso

    ms tarde. Qu te ha trado aqu?Tambin hablaremos de eso ms

    tarde replic Lievin, sonrojndose hastalas orejas.

    Muy bien; ya comprendo dijoStepn Arkdich. Yo te hubierarogado que vinieras a comer a casa,pero mi mujer est enferma; si quieresverlas, las hallars en el JardnZoolgico, de cuatro a cinco, pues Kitiva all a patinar. Puedes ir; yo mereunir all contigo e iremos a cenar acualquier parte.

    Est bien; hasta luego.

  • No lo olvides! Te conozco y sque eres capaz de volverteinmediatamente al campo repusoStepn Arkdich sonriendo.

    No; te aseguro que ir.Lievin sali del gabinete, y solo

    cuando hubo traspasado el umbralrecord que haba olvidado saludar alos colegas de Oblonski.

    Ese hombre debe de ser muyenrgico dijo Grinivich cuandoLievin hubo salido.

    S dijo Stepn Arkdich,encogindose de hombros, es un mozode suerte; propietario de tres milhectreas en el distrito de Kazarin; tiene

  • un gran porvenir y mucha juventud. Noes como nosotros!

    Tampoco tiene usted motivos paraquejarse, Stepn Arkdich.

    S; todo va mal contestoOblonski, suspirando profundamente.

  • CVI

    UANDO Oblonski pregunt aLievin para qu haba venido a

    Mosc, su amigo se haba sonrojado apesar suyo, siendo as que hubierapodido contestar: Vengo a pedir lamano de tu cuada. Tal era el nicoobjeto de su viaje.

    Las familias Lievin y Scherbatski,ambas de Mosc y de antigua nobleza,haban mantenido siempre relacionesamistosas, y su intimidad se habaestrechado durante los estudios deLievin en la universidad, a causa de suintimidad con el joven prncipe

  • Scherbatski, hermano de Dolli y de Kiti,que estudiaba los mismos cursos. Enaquella poca, Lievin iba muy a menudoa casa de Scherbatski, y por extrao queesto parezca, estaba enamorado de todala casa, particularmente de la partefemenina de la familia. Habiendoperdido a su madre sin conocerla, yteniendo solo una hermana de muchams edad que l, en la casa Scherbatskifue donde encontr esa atmsferainteligente y honrada propia de lasantiguas familias nobles. Todos losindividuos de aquella familia, yespecialmente las mujeres, le parecanrodeados de una aureola misteriosa y

  • potica; no solamente no descubra enellos defecto alguno, sino que lossupona adornados de los ms elevadossentimientos, de las perfecciones msideales. Por qu aquellas tres seoritashablaban un da el ingls y otro elfrancs? Por qu tocabansucesivamente el piano? Por qu losmaestros de literatura francesa, demsica, de baile y de dibujo se sucedanen la casa, y por qu a ciertas horas delda iban las tres en carretelaacompaadas de la seorita Linon ypaseaban en el Tverski Bulevar[5],escoltadas por un lacayo de brillantelibrea y luciendo sus pellizas de seda?

  • (Dolli llevaba una larga, Natalia unamediana y Kiti una muy corta que dejabaal descubierto sus bonitas piernas conlas medias rojas.) Estas cosas y otrasmuchas eran incomprensibles paraLievin; pero saba que todo cuantopasaba en aquella esfera misteriosa eraperfecto, y al mismo tiempo leencantaba.

    Haba comenzado por enamorarse deDolli, la mayor, durante sus aos deestudio; pero esta se cas con Oblonski;entonces crey amar a la segunda, puesle pareca que deba amarnecesariamente a una de las tres, sinsaber a punto fijo cul de ellas, mas

  • apenas hizo su entrada en el mundo,Natalia se uni con el diplomtico Lvov;y en cuanto a Kiti, an era una niacuando Lievin dej la universidad. Eljoven Scherbatski se ahog en el Blticopoco despus de haber ingresado en lamarina, y las relaciones de Lievin con lafamilia comenzaron a ser ms raras, apesar de la amistad que tena conOblonski. Sin embargo, a principios delinvierno, habiendo ido a Mosc, ydespus de pasado un ao en el campo,volva a ver a los Scherbatski, ycomprendi entonces a cul de las treshijas deba amar. Nada ms sencillo, alparecer, que pedir la mano de la joven

  • princesa Scherbtskaia; un hombre detreinta y dos aos, de buena familia y deno escasa fortuna deba considerarsecomo un buen partido, y era verosmilque se le acogiera bien; pero Lievinestaba enamorado; Kiti le pareca un serperfecto, superior e ideal; y l sejuzgaba, por el contrario, muydesfavorablemente, tanto, que no admitaque se le creyese digno de aspirar asemejante matrimonio.

    Despus de pasar en Mosc dosmeses, que fueron un sueo, viendo aKiti todos los das en aquella sociedad,en que volva a introducirse por causade ella, volvi a marchar rpidamente al

  • campo, despus de haberse persuadidode que aquella boda era imposible. Quposicin en el mundo, ni qu carrerabien definida tena l para halagar a lospadres? Mientras sus compaeros eranlos unos coroneles o Flugeladjutant[6];los otros profesores distinguidos,directores de banco o de ferrocarriles, opresidentes de tribunal, como Oblonski,qu hacia l o qu era a los treinta ydos aos? Se ocupaba en sus tierras enla cra de ganados, construa granjas ycazaba la becada, es decir, habatomado el camino de aquellos que, a losojos del mundo, no han sabido seguirotro; no se forjaba ninguna ilusin sobre

  • el juicio que de l se podran formar, yle pareca que se le considerara comoun pobre muchacho sin gran capacidad.

    Por otra parte, podra laencantadora y misteriosa joven amar aun hombre tan feo, y sobre todo tan pocobrillante como l? Sus antiguasrelaciones con Kiti eran las de unhombre con una nia, y le pareca unobstculo ms.

    Se poda pensaba amaramistosamente a un buen muchacho tanordinario como l; mas era preciso serbien parecido y estar dotado de lascualidades de un ser superior para seramado con un amor comparable al que

  • l experimentaba. Ciertamente habaodo decir que las mujeres se enamorana menudo de hombres feos y medianos;pero no crea en esto y juzgaba a losdems por l mismo, que no poda amarsino a una mujer distinguida, hermosa ypotica.

    No obstante, despus de pasar dosmeses en el campo, se convenci de queel sentimiento que lo absorba no sesemejaba a los entusiasmos de suprimera juventud, y que no podra vivirsin resolver aquella gran cuestin. Sele aceptara o no? Nada probaba, bienmirado, que se rehusara su peticin. Enconsecuencia, march a Mosc resuelto

  • a declararse y contraer matrimonio si sele admita. De lo contrario no podraimaginar lo que sera de l.

  • LVII

    IEVIN, llegado a Mosc en el trende la maana, se haba alojado en

    casa de su hermano mayor, Koznishov.Despus de arreglarse un poco, entr enel despacho de aquel, proponindosedarle cuenta de todo y pedirle consejo;pero su hermano tena visita: hablabacon un clebre profesor de filosofa,llegado de Jrkov expresamente paraaclarar un mal entendimiento surgidoentre ellos con motivo de una cuestincientfica. El profesor estaba en guerracontra el materialismo. SerguiiKoznyshov continuaba la polmica con

  • inters, y le haba hecho algunasobjeciones despus de leer su ltimoartculo. Censuraba al profesor por sustolerancias sobre aquella doctrina, yeste haba venido a explicarsepersonalmente. La conversacin versabasobre el asunto de moda: hay un lmiteentre los fenmenos psquicos yfisiolgicos en los actos del hombre?Dnde se hallaba este lmite?

    Serguii Ivnovich recibi a suhermano con la fra y amable sonrisaque le era habitual, y despus de haberlopresentado al profesor, prosigui eldebate. El profesor era un hombrecilloque usaba anteojos, y se detuvo un

  • momento para contestar al saludo deLievin; continuando despus laconversacin sin hacer ms caso delrecin llegado.

    Lievin tom asiento para esperarhasta que se marchase, y muy pronto seinteres en el asunto de la discusin.Haba ledo en una revista los artculosde que se hablaba, con la atencin quegeneralmente puede dispensar unhombre cuando ha estudiado las cienciasnaturales en la universidad al desarrollode este asunto; jams haba hechocomparacin alguna entre estascuestiones sabias sobre el origen delhombre, sobre la accin refleja, la

  • biologa, la sociologa y todas aquellasque le preocupaban cada vez ms: elobjeto de la vida y la muerte.

    Siguiendo el debate, observ que losdos interlocutores establecan ciertarelacin entre las cuestiones cientficasy las que se referan al alma; a vecescrea que por fin abordaran este asunto;pero siempre que se acercaban solo erapara alejarse enseguida con ciertoapresuramiento y profundizar despus enel dominio de las distinciones sutiles, delas refutaciones, de las citas y de lasalusiones; de modo que apenas podacomprenderlos.

    No puedo aceptar la teora de

  • Keiss deca Serguii Ivnovich en unelegante y correcto lenguaje, niadmitir tampoco que toda mi concepcindel mundo exterior se derive nicamentede mis sensaciones. El principio de todoconocimiento, el sentido del ser, de laexistencia, no vino por los sentidos, niexiste rgano especial para producir esaconcepcin.

    S, pero Wurst, Knaust y Pripsovcontestarn que usted tiene conocimientode su existencia nicamente por efectode una acumulacin de sensaciones; enuna palabra, que solo es el resultado deestas ltimas. Wurst dice adems queall donde la sensacin no existe, la

  • conciencia de la vida falta.Yo dira, por el contrario

    replic Serguii Ivnovich.Lievin observ de nuevo que en el

    momento de tocar en el punto capital,segn l, iban a rehuirle otra vez, yentonces se atrevi a dirigir al profesorla siguiente pregunta:

    En ese caso, si mis sensaciones noexisten ya y si mi cuerpo ha muerto, nohay existencia posible?

    El profesor mir con expresin decontrariedad al que as le preguntaba,cual si le ofendiera aquella interrupcin,y examin al intruso, cuyo aspecto erams bien de campesino que de filsofo.

  • Despus se volvi hacia SerguiiIvnovich; pero este no era tanmediocre/limitado como el profesor, ysin dejar de discutir, poda comprenderel punto de vista sencillo y racional quehaba sugerido la pregunta, a la quecontest, sonriendo:

    An no tenemos derecho pararesolver esta cuestin.

    No tenemos datos suficientes continu el profesor, siguiendo el hilode sus razonamientos. No, yopretendo que si las sensaciones sefundan en impresiones, como lo diceclaramente Pripsov, debemos distinguirms severamente estas dos nociones.

  • Lievin no escuchaba ya, esperandosolo la salida del profesor.

  • CVIII

    UANDO este se hubo marchado,Serguii Ivnovich se volvi

    hacia su hermano menor.Me alegro de verte le dijo.

    Has venido para mucho tiempo? Cmovan los negocios?

    Lievin saba que su hermano mayorse interesaba poco en las cuestionesagronmicas y que le haca unaconcesin al hablar de ellas; por eso selimit a contestar sobre la venta deltrigo y la cantidad realizada en sustierras. Su verdadera intencin habasido hablar con su hermano sobre sus

  • proyectos de matrimonio y pedirleparecer, pero despus de laconversacin con el profesor, y ante eltono involuntario de proteccin con queSerguii Ivnovich le haba interrogadosobre los asuntos del campo la fincaque haban heredado de su madre noestaba repartida y Lievin se encargabade su administracin, no se sinti convalor para ello, le pareci que suhermano no vera las cosas como ldeseaba.

    Cmo van los asuntos delzemstvo? pregunt SerguiiIvnovich, que se interesaba por lasasambleas provinciales designadas con

  • ese nombre, atribuyndoles muchaimportancia.

    No s nada.Cmo es eso? No formas parte

    de la administracin?No, he renunciado; ya no asisto a

    las asambleas.Es una lstima murmur

    Serguii Ivnovich, frunciendo elentrecejo.

    Para disculparse, Lievin dio cuentade lo que suceda en las reuniones dedistrito.

    Siempre es as! interrumpiSerguii Ivnovich; he aqu cmosomos nosotros los rusos. Tal vez deba

  • considerarse como un buen rasgo denuestro carcter esa facultad dereconocer los errores; pero losexageramos, y nos complace la irona,que nunca falta en nuestra lengua. Si seconcedieran nuestros derechos y esasmismas instituciones provinciales acualquier otro pueblo de Europa,alemanes o ingleses, sabran extraer lalibertad, mientras que nosotros noscontentamos con rer.

    Cmo ha de ser? replicLievin con la expresin de un hombreculpable. Era mi ltimo ensayo; lotom con mucho afn, pero ya no puedohacer nada; soy incapaz de

  • Incapaz! interrumpi SerguiiIvnovich; t no consideras el asuntocomo deberas.

    Es posible repuso Lievin, contristeza.

    Sabes que nuestro hermanoNikoli est otra vez aqu?

    Nikoli era el hermano mayor deKonstantn y semihermano de Serguii;era un perdido que haba devorado lamayor parte de su fortuna,indisponindose con sus hermanos paravivir en una sociedad tan perjudicialcomo extraa.

    Qu dices? pregunt Lievin,atemorizado. Cmo lo sabes?

  • Prokofi lo ha visto en la calle.Aqu en Mosc? Dnde est?Y Lievin se levant como si deseara

    correr en su busca.Siento habrtelo dicho replic

    Serguii Ivnovich, encogindose dehombros al notar la emocin de suhermano. He enviado una personapara averiguar dnde viva,remitindole su letra de cambio sobreTrubin, la cual he pagado ya. Hete aqulo que me ha contestado

    Y Serguii tom de la mesa unacarta, presentndola a Lievin. Esteltimo ley el billete, escrito encaracteres tan familiares, que deca lo

  • siguiente:

    Pido humildemente que se me dejeen paz; es todo cuanto solicito demis queridos hermanos.

    NICOLAI LIEVIN

    Konstantn permaneci en pie, sinlevantar la cabeza. En su corazn eldeseo de olvidarse ya de su hermanodesgraciado estaba luchando con lasensacin de que eso estaba mal.

    Por lo visto, quiere ofenderme continu Serguii; pero esto esimposible. Yo deseaba de todo coraznpoder ayudarle, aun sabiendo que no loconseguira.

  • S, s repuso Lievin;comprendo y aprecio tu conducta con l,pero ir a verlo.

    Si te place, puedes ir dijoSerguii; mas no te lo aconsejara; yno es que lo tema por lo que respecta alas relaciones que median entre t y yo,pues no podra indisponernos; si teaconsejo no ir, es por ti mismo, porquenada conseguirs. Sin embargo, obracomo te parezca.

    Tal vez no haya verdaderamentenada que hacer; pero en este momentono podra estar tranquilo

    No te comprendoreplicSerguii Ivnovich; lo nico que veo

  • es que aqu hay para nosotros unaleccin de humildad. Desde que nuestrohermano Nikoli ha llegado a ser lo quees, considero con ms indulgencia loque llaman una bajeza. Sabes lo quehace?

    Ay de m, es verdaderamenteespantoso! contest Lievin.

    Despus de pedir las seas deNikoli al criado de Serguii Ivnovich,Lievin se puso en camino para ir abuscarlo; pero cambiando luego de idea,aplaz su visita hasta la noche. Antetodo, a fin de recobrar la paz interior,quera resolver la cuestin que le haballevado a Mosc; y por eso fue a buscar

  • a Oblonski. Cuando supo dnde estabanlos Scherbatski, se dirigi al sitio en quepensaba encontrar a Kiti.

  • AIX

    ESO de las cuatro, Lievin dej suIzvzchik[7]; a la puerta del

    jardn zoolgico, y procurando contenerlos latidos de su corazn, sigui lasenda que conduca a las montaas y a lapista de hielo, donde se patinaba. Sabaque la encontrara all, pues acababa dever el coche de los Scherbatski a laentrada.

    Haca un da claro y muy fro; a lapuerta del jardn se vean, alineados enfila, trineos, coches de lujo, isvoschiks ygendarmes. El pblico se apretaba enlas angostas sendas abiertas alrededor

  • de las casitas al ms puro estilo ruso,adornadas con esculturas de madera; losaosos abedules del jardn tenan susramas sobrecargadas de escarcha y denieve.

    Siguiendo el sendero, Lievin sedeca a s mismo: Calma, calma! Espreciso no turbarse. Qu quieres, qupasa? Calma ya, tonto. As interpelabaa su corazn.

    Pero cuanto ms procurabacalmarse, ms lo embargaba la emocin,impidindole casi respirar. Una personaconocida lo llam al poco, y Lievin nose fij siquiera en ella. Se acerc a lasmontaas; los trineos se deslizaban con

  • rapidez y remontaban luego la cuesta pormedio de cadenas, oyndose unincesante crujido y rumor de vocesalegres y animadas. A pocos pasos deall se patinaba, y entre los que seentregaban a este deporte lareconoci muy pronto: supo que estaba asu lado por la alegra y el temor queembargaron su alma.

    En pie, junto a una seora, en el ladoopuesto al que Lievin se hallaba, laprincesa Scherbtskaia no se distinguade las personas que la rodeaban ni porsu actitud ni por su tocado; mas paraLievin resaltaba entre la multitud comouna rosa entre ortigas, iluminando con su

  • sonrisa y su presencia cuanto haba all.Me atrever pens a bajar hastala pista y acercarme a ella? El sitiodonde estaba le pareci un santuario, alque tema acercarse; y tanto miedo tuvo,que poco le falt para retroceder. Noobstante, haciendo un esfuerzo sobre smismo, lleg a persuadirse de queestaba rodeado de personas de todaespecie, y que en rigor tambin tenaderecho para patinar. En consecuencia,baj a la pista de hielo, guardando tantode fijar en ella los ojos como demirar al sol, aunque no necesitaba su luzpara verla.

    Era costumbre reunirse en la pista

  • una vez a la semana, siendo conocidoscasi todos los concurrentes; haba allmaestros en el arte de patinar que iban alucir su destreza; otros que hacan suaprendizaje, por lo regular, muyjvenes; y tambin las personas decierta edad que practicaban aqueldeporte para estar en forma (por susalud). A Lievin le parecieron todosseres favorecidos del cielo, por estarcerca de Kiti; aquellos patinadores sedeslizaban a su alrededor, corran trasella, la alcanzaban y hasta le hablaban,divirtindose al parecer con el espritudel todo libre, como si la presencia dela hermosa joven hubiera bastado para

  • su felicidad.Nikoli Scherbatski, primo de Kiti,

    que vesta chaqueta y pantaln ceido,estaba sentado en un banco, con lospatines puestos, cuando divis a Lievin.

    Ah! exclam. He aqu alprimer patinador de Rusia! Hace muchotiempo que ests aqu? Vamos, pontelos patines enseguida, que el hielo estexcelente!

    No los he trado contestLievin, admirado de que se pudiesehablar en presencia de Kiti con aquellalibertad y audacia y sin perderla de vistaun segundo, aunque no la miraba. Sentaque se le acercaba el sol. La joven,

  • visiblemente temerosa, con sus altasbotinas de patinar, se lanz hacia ldesde el rincn donde se hallaba,seguida de un mancebo que vesta trajeruso y trataba de adelantarse, haciendolos ademanes desesperados de unpatinador torpe.

    Kiti no avanzaba con seguridad;haba retirado sus manos del manguito,sostenido en su cuello por una cinta, ypareca dispuesta a cogerse a cualquiercosa. Miraba a Lievin, a quien acababade reconocer, y se rea de su propiotemor. Cuando al fin hubo tomadofelizmente su impulso, dio un ligerogolpe con el tacn de su botina y se

  • desliz hasta su primo Scherbatski,cogi su brazo y envi a Lievin unsaludo amistoso. Jams la haba soadoestar tan hermosa.

    Le bastaba, sin embargo, pensar enella para evocar vivamente el recuerdode su persona, sobre todo de su lindacabecita rubia, de su infantil expresinde candor y de bondad y de susredondos hombros. Aquella mezcla degracia de nia y de hermosura de mujertena un encanto particular que Lievincomprenda muy bien; pero lo que msle llamaba la atencin era su miradamodesta, tranquila y sincera, quejuntamente con su sonrisa la

  • transportaba a un mundo encantadodonde todo se dulcificaba en l,sumergindolo en los sentimientos de suprimera infancia.

    Desde cundo est usted aqu?pregunt, ofrecindole la mano.Gracias aadi, al verlo coger elpauelo que se le haba cado delmanguito.

    Yo? He llegado hace poco: ayer,es decir, hoy contest Lievin, tanconmovido que no pudo comprenderbien la pregunta. Quera ir a sucasa aadi, y recordando al puntocon qu objeto, se ruboriz y se turb.No saba que usted patinase tan bien.

  • Kiti lo mir atentamente, como paraadivinar la causa de su confusin.

    Ese elogio dijo es preciosopara m, pues conservamos el recuerdode su destreza como patinador.

    Y sacudi con su pequea mano,cubierta con guante negro el polvo dehielo que cubra su manguito.

    S, en otro tiempo patinaba conentusiasmo, pues quera llegar a ser unmaestro.

    Me parece que todo lo hace ustedcon entusiasmo repuso Kiti, sonriendo. Cunto me agradara verlo patinarun poco! Pngase los patines ycorreremos juntos.

  • Patinar juntos! Sera posible?,pens Lievin, mirando a la joven.

    Voy a ponrmelos ahora mismocontest.

    Y corri a buscar unos patines.Hace mucho tiempo, caballero,

    que no viene usted aqu dijo elalquilador, sosteniendo el pie de Lievinpara ajustar el patn. Ya no hemostenido por aqu otro patinador comousted. Est bien as? aadi,estrechando la correa.

    Perfectamente; pero despablatereplic Lievin, sin poder disimular lasonrisa, que a pesar suyo, iluminaba surostro. He aqu la vida, he aqu la

  • felicidad!, pensaba. Deber hablarleahora? No me atrevo, por que soy muydichoso en este instante, dichoso por lomenos con la esperanza; mientras quePero es preciso, es preciso; Fuera ladebilidad!

    Lievin se despoj del abrigo, ydespus de hacer una corta prueba, selanz sobre el hielo compacto de lapista, deslizndose sin esfuerzo alguno,tan pronto despacio como rpidamente;y despus se acerc a Kiti con ciertatimidez, pero una sonrisa de esta lotranquiliz una vez ms.

    Le dio la mano y patinaron juntos,acelerando poco a poco su carrera;

  • cuanto mayor era la rapidez msestrechaba Kiti la mano de sucompaero.

    Aprendera mucho con usted dijo la joven, pues sin saber por qu,tengo mucha ms seguridad que conotros.

    Tambin la tengo yo en m cuandose apoya usted en mi brazo contestLievin, sonrojndose despus, comoasustado de lo que haba dicho.

    Efectivamente, apenas pronunciadasestas palabras, cuando, as como el solse oculta detrs de una nube, laexpresin de amabilidad de la jovendesapareci al punto, y Lievin observ

  • un cambio de fisonoma que conocamuy bien y que indicaba un esfuerzo delpensamiento: en la tersa frente de Kitiapareci un ligero pliegue.

    Se siente usted disgustada poralgo? Perdone, no tengo derecho ahacerle esta pregunta exclam Lievin.

    No tengo nada contest Kitiframente. Y aadi de pronto: No havisto usted an a mademoiselle Linon?

    Todava no.Pues vaya usted a saludarla,

    porque lo quiere mucho.Qu le pasar? La habr

    disgustado? Seor, compadeceos dem, pens Lievin, dirigindose a la

  • dama francesa de cabello gris que loobservaba desde su banco. La seoraLinon lo recibi como a un antiguoamigo y le mostr todos sus dientespostizos al sonrerse.

    Crecemos y avanzamos en aosdijo la dama, sealando a Kiti conuna mirada. La pequea se hacegrande aadi con una sonrisa. Y lerecord sus chanzas sobre las tresseoritas, a quienes llamaba los tresoseznos del cuento ingls.Recuerda usted que las llamaban as?

    Lievin lo haba olvidadocompletamente; pero la dama se rea deaquella broma de haca diez aos, sin

  • olvidarla nunca.Vamos, vaya usted a patinar. No

    es verdad que nuestra Kiti ya patina muybien?

    Cuando Lievin se acerc de nuevo ala joven, observ que la expresin de surostro no era ya severa; sus ojosrevelaban una franqueza cariosa; masle pareci que hablaba con cierto tonointencionadamente tranquilo, y seentristeci. Despus de hablar demadame Linon y de sus rarezas, le hizopreguntas sobre su gnero de vida.

    No se aburre usted en el campo,seor Lievin?

    No, porque siempre estoy

  • ocupado contest Lievin,comprendiendo que la joven lo llevaba aun gnero de conversacinintrascendente.

    Ha venido usted para muchotiempo? pregunt Kiti.

    No lo s replic Lievin sinpensar en lo que deca. La idea de seguirsu conversacin en tono amistoso ytranquilo y volver tal vez a su casa sinhaber resuelto cosa alguna, lo impuls arebelarse.

    Cmo es que no lo sabe usted?pregunt Kiti.

    No s nada; todo depender deusted repuso Lievin, asustado de sus

  • propias palabras.No las oy la joven o no quiso

    orlas? El caso es que fingi dar un pasoen falso en el hielo, se desliz hastallegar a la seora Linon, le dijo algunaspalabras y se dirigi hacia la casitadonde se dejan los patines.

    Dios mo!, qu mal puedo haberhecho? Ayudadme, protegedme!, sedeca Lievin interiormente. Ycomprendiendo que necesitaba haceralgn movimiento desordenado,describi con furor varias curvas en elhielo.

    En aquel instante un joven, el mshbil de los nuevos patinadores, sali

  • del caf con sus patines calzados y elcigarrillo en la boca; sin detenerse,corri hacia la escalera, franque lospeldaos saltando, sin cambiar siquierala posicin de sus brazos, y se lanzsobre la pista helada.

    Un nuevo truco, pens Lievin,subiendo a su vez la escalera paraintentar repetirlo.

    No te fatigues; se necesitacostumbre! le grit NikoliScherbatski.

    Lievin patin algn tiempo antes detomar impulso, y despus baj laescalera, procurando conservar elequilibrio; en el ltimo peldao se

  • enganch, e hizo con violencia unmovimiento para desprenderse, recobrel equilibrio y se lanz en el hielosonriendo.

    Qu buen muchacho! pensabaentre tanto Kiti al entrar en la casita,seguida de la seora Linon, y mirando aLievin con cariosa sonrisa, como sifuera un hermano querido. Es culpama? Me he conducido mal? S muybien que no es a l a quien amo, mas nopor eso dejo de estar menos contenta ensu compaa. Es tan bueno! Pero porqu me habr dicho eso?

    Al ver a Kiti salir con su madre, queiba a buscarla, Lievin, muy colorado an

  • a causa del ejercicio violento queacababa de hacer, se detuvo yreflexion. Despus se quit los patinesy fue a reunirse con la madre y la hija ala salida.

    Me alegro mucho de verlo a usteddijo la princesamadre; recibimoslos jueves, como siempre,

    Entonces ser hoy.Nos complacer mucho verlo a

    usted contest la princesa consequedad.

    Este tono afligi a Kiti, que no pudomenos de hacer algo para dulcificar elefecto producido por la frialdad de sumadre. Se volvi hacia Lievin, y le dijo

  • sonriendo:Hasta luego!En aquel momento Stepn Arkdich,

    con el sombrero ladeado y las faccionesmuy animadas, entraba con airetriunfante en el jardn; mas al ver a susuegra, su rostro tom una expresintriste y confusa para contestar a laspreguntas que le dirigi sobre la saludde Dolli. Despus de haber hablado envoz baja con aspecto humilde, se irguiy tom el brazo de Lievin.

    Nos vamos? pregunt. Nohe dejado de pensar en ti, y me alegromucho que no hayas faltado aadi,mirndolo de modo expresivo.

  • Vamos, vamos contest el felizLievin, que crea or an el acento deKiti al decirle hasta luego,representndose la sonrisa con queacompa sus palabras.

    Iremos al hotel de Inglaterra o alErmitage?

    Me es igual.Pues al hotel de Inglaterra dijo

    Stepn Arkdich, que elega aquelrestaurante porque deba all ms dineroque en el otro, parecindole indigno del no darle la preferencia. Me alegroque hayas venido en tu coche, porque yohe despedido el mo.

    Durante todo el trayecto, los dos

  • amigos no hablaron palabra. Lievinpensaba en lo que poda significar elcambio sobrevenido en Kiti, y setranquilizaba un momento paradesesperarse despus, repitindose queera una insensatez confiar en nada. Apesar de todo, le pareca ser otrohombre, que no se semejaba ya al quehaba existido antes de la sonrisa y delas palabras de Kiti.

    Stepn Arkdich reflexionaba sobreel men.

    Te gusta el rodaballo? pregunt a Lievin al entrar en elrestaurante.

    Qu? Ah!, el salmn. Deliro por

  • l.

  • EX

    L mismo Lievin no pudo menos denotar la expresin de contento que

    rebosaba en la fisonoma y en toda lapersona de Stepn Arkdich. Este ltimose quit el abrigo y el sombrero, seadelanto hacia el comedor, dando depaso sus rdenes a los camarerostrtaros en los fracs que lo seguan casipegados con las servilletas debajo delbrazo. Salud por derecha e izquierda alas personas conocidas que all, comoen todas partes, lo velan siempre conplacer; se acerc al aparador y tom unacopita de vodka con un trocito de

  • pescado en salazn. La seorita delmostrador, una francesa de cabellorizado, con muchos afeites, cubierta decintas y de encajes, fue al punto elobjeto de su atencin, y le dirigialgunas palabras que la hicieron rer acarcajadas.

    En cuanto a Lievin, la vista deaquella mujer, con su cabello postizo supoudre de riz y vinaigre de toilette, lohizo perder la gana de comer y se alejcon disgusto; su alma estaba llena delrecuerdo de Kiti, y en sus ojos brillabael triunfo y la felicidad.

    Por aqu, excelencia, por aqu nole molestar nadie le deca

  • obsequiosamente el mozo, viejo trtarocon el pelo grisceo, con el trasero tanancho, que se le abran los faldones desu frac.

    Tenga usted la bondad deacercarse dijo tambin a Lievin,honrndolo por el respeto haca StepnArkdich.

    En un instante extendi una servilletalimpia sobre la mesa redonda, cubiertaya con su mantel; acerc dos sillas deasiento de terciopelo, y con la servilletaen una mano y la lista en la otra,permaneci en pie ante Stepn Arkdich,esperando sus rdenes.

    Si vuecencia lo desease, tendra

  • un gabinete particular a su disposicinen pocos instantes, pues el prncipe deGolitsin, que lo ocupa con una dama,saldr muy pronto. Hemos recibidoostras frescas.

    Ah, ostras! exclam StepnArkdich, reflexionando. Cambiamosnuestro plan de campaa, Lievin?pregunt, pasando el dedo por la listacon expresin de duda. Pero sernbuenas las ostras?

    Son de Flensburgo, excelencia; nohay de Ostende.

    Vaya por las ostras deFlensburgo, si son frescas.

    Llegaron ayer.

  • Qu te parece, Lievin? Quieresque comencemos por las ostras,cambiando despus todo el men?

    A m me es igual; lo mejor seraschi[8] y kasha[9]; pero aqu no habr.

    Se puede hacer kasha la russesi lo desea dijo el camarero,inclinndose hacia Lievin como unaniera sobre la criatura que guarda.

    Lo que t elijas estar bien dijoLievin a su amigo, pues he patinado ytengo apetito; no temas aadi alnotar una expresin de descontento en elrostro de Oblonski que no sepaapreciar tu men, pues no medesagradar una buena comida.

  • Solo faltara eso! Por ms que sediga, este es uno de los placeres de laexistencia repuso Stepn Arkdich.Pues bien aadi, trenos dos otres docenas de ostras, sopa de races

    Printanre[10] dijo el trtaro.Por lo visto, Stepn Arkdich no

    quera dejarle disfrutar nombrando losplatos en francs, continu:

    Con races, ya sabes cmo.Despus traers rodaballo con la salsaun poco espesa; luego rosbif, cuidandode que est bien a punto; a esto seguirun capn y, por ltimo, conservas.

    El camarero, recordando que aStepn Arkdich no le agradaba nombrar

  • los platos segn la lista francesa, le dejhablar; pero despus se complaci enrepetir el men segn las reglas: Sopaprimaveral, salmn a lo Beaumarchais,pularda al estragn, macedonia defrutas. Dicho esto, y como movido porun resorte, hizo desaparecer una listapara presentar otra, la de los vinos, quepuso delante de Stepn Arkdich.

    Qu beberemos?Lo que t quieras, con tal que

    haya un poco de champn contestLievin.

    Cmo! Desde el principio?Bien, no hay inconveniente. Te gusta lamarca blanca?

  • Cachet blanc dijo el camareroen francs.

    Bien, con las ostras serestupendo.

    Qu vino de mesa servir?Danos el clsico chablis.Est bien. Servir queso?S, parmesano, si mi amigo no

    prefiere otro.No, me es igual contest

    Lievin, que no poda menos desonrerse.

    El trtaro con sus faldones volandoencima de su ancho trasero, salicorriendo, y cinco minutos despusvolva con una bandeja llena de ostras

  • en una mano y una botella en la otra.Stepn Arkdich arrug su

    servilleta, se tap el chaleco, alargtranquilamente las manos y tom laprimera ostra.

    No son malas dijo, separandolos moluscos de su concha con undiminuto tenedor de plata y sorbindoloscon marcado placer. No son malas repiti, fijando sucesivamente en Lieviny en el camarero una mirada brillante.

    Lievin comi las ostras, aunquehubiera preferido pan y queso; pero nopoda menos de admirar la desenvolturade Oblonski. El mismo camarero,despus de destapar la botella y de

  • escanciar el espumoso vino en las finascopas de cristal, mir a Stepn Arkdichcon una sonrisa de satisfaccin,arreglando al mismo tiempo su corbatablanca.

    A ti no te gustan mucho las ostrasdijo Oblonski, vaciando su copa; otal vez ests preocupado, eh?

    Quera alegrar a Lievin; pero este,sin estar triste, experimentaba ciertomalestar. Con lo que tena en el alma,sentase a disgusto en aquel sitio, por elcontinuo movimiento, y en lainmediacin de los gabinetes dondecaballeros y damas coman alegremente;todo lo ofuscaba, el gas, los espejos y

  • hasta los trtaros, todo eso le resultabainsultante. Tema enturbiar elsentimiento que llenaba su alma.

    S, estoy preocupado contest, pero adems, todo me molesta aqu.No podras imaginarte hasta qu puntoes extrao para un hombre del campotodo esto. Es como las uas de aquelcaballero que vi en tu despacho.

    S, ya observ que las uas delbueno de Grinivich te interesabanmucho dijo Stepn Arkdich,sonriendo.

    No puedo remediarlo contestLievin; procura comprenderme yponte en mi lugar. Nosotros, en el

  • campo, tratamos de tener manos aptaspara trabajar; por eso nos cortamos lasuas, y muy a menudo nos remangamospara tener los brazos ms libres. Aqu,por el contrario, se acostumbra a dejarcrecer las uas todo lo posible; y paratener la seguridad de no poder hacernada con las manos, se adornan lospuos con una especie de platillos aguisa de gemelos.

    Stepn Arkdich sonriagradablemente.

    Esto prueba dijo que no haynecesidad de trabajar con ellas y que lacabeza es la que lo hace todo.

    Es posible; pero esto no obsta

  • para que parezca tan extrao como loque hacemos aqu. En el campo noshartamos de alimento a fin de podertrabajar; y aqu se procura comer,alargar la comida todo lo posible sincomer bastante; por eso se toman ostras.

    Es verdad dijo Stepn Arkdich; pero no es objeto de la civilizacincambiarlo todo en goces?

    Si tal es su objeto, prefiero seguirsiendo brbaro.

    Ya lo eres un poco; todos los devuestra familia sois salvajes.

    Lievin suspir, pensando en suhermano Nikoli; se oscureci su rostroy lo acometi una profunda tristeza; pero

  • Oblonski le habl sobre un asunto quemuy pronto lo distrajo.

    Vendrs esta noche a casa, esdecir, a la de los Scherbatski? pregunt Stepn Arkdich, guiando unojo, mientras desviaba las conchas paratomar el queso.

    S, seguramente contest Lievin; aunque me ha parecido que laprincesa no me invitaba de buena gana.

    Vaya una ocurrencia! Siempre seporta como gran dama dijo Oblonski. Yo tambin ir cuando salga de unareunin de casa de la condesa Bnina.Cmo no he de tratarte de salvaje?Explcame, por ejemplo, tu fuga de

  • Mosc. Los Scherbatski me hanatormentado ms de una vez con suspreguntas respecto a ti, como si yopudiera saber alguna cosa. Lo nico ques es que t haces siempre lo que nadiepensara hacer.

    S contest Lievin lentamente ycon cierta emocin; soy un salvaje,pero no es mi marcha lo que lo hademostrado, sino mi regreso. He venidoahora

    Eres feliz! interrumpiOblonski, mirando fijamente a Lievin.

    Por qu?Reconozco en los ojos a los

    enamorados replic Stepn Arkdich

  • . El porvenir es tuyo.Y no tambin para ti?Yo no tengo ms que el presente,

    y te aseguro que no todo son rosas.Pues qu ocurre?La cosa no marcha; pero no quiero

    hablarte de m, tanto ms cuanto que nopodra explicrtelo todo repusoStepn Arkdich. Pero dime, por quhas venido a Mosc? Eh, camarero,ven a servirnos!

    Sin duda lo adivinas replicLievin, sin separar la vista de su amigo.

    S, lo adivino; pero no he de serel primero en hablarte de ello. Por estedetalle podrs comprender si lo acierto

  • o no dijo Stepn Arkdich, mirando aLievin con malicia.

    Y qu me dirs? preguntLievin, con voz temblorosa, conociendoque se estremecan los msculos de surostro. Cmo consideras t elasunto?

    Stepn Arkdich apur lentamente elcontenido de su vaso, sin separar lavista de su amigo.

    Yo contest lo desearacomo t.

    Pero no te engaas? Sabes dequ hablamos? murmur Lievin,mirando ansiosamente a su interlocutor. Crees verdaderamente que ser

  • posible?Por qu no ha de serlo?Lo dices con toda sinceridad?

    Vamos! Manifistame todo lo quepiensas. Me expongo a una negativa, yestoy casi seguro de ella.

    Por qu?pregunt StepnArkdich, sonriendo al observar aquellaemocin.

    Yo tengo esa idea; y sera terrible,as para m como para ella.

    Oh!, en todo caso no veo nadaterrible para ella; a una joven la lisonjeasiempre que pidan su mano.

    A las jvenes en general, tal vez;pero no a ella Stepn Arkdich;

  • conoca muy bien los sentimientos deLievin, y no ignoraba que para l todaslas jvenes del universo podandividirse en dos categoras: en unafiguraban las que participaban en todaslas debilidades humanas y son las mscomunes; y la otra se compona deella, solo ella, sin la menorimperfeccin, y a cien codos sobre todaslas dems mujeres.

    Toma un poco de salsa dijoStepn Arkdich, conteniendo la manode Lievin, que la rechazaba.

    Lievin acept resignadamente lo quele ofrecan, pero no dej a Oblonskicomer.

  • Escucha y comprndeme bienantes, porque para m es una cuestin devida o muerte. Con nadie he habladonunca sobre el particular, ni puedohablar tampoco de ello ms que contigo.Por ms que haya tanta diferencia entret y yo, y tengamos otras inclinaciones,viendo las cosas desde distintos puntosde vista, s que no por eso dejas dequererme y de comprenderme; por lomismo te aprecio yo tambin. En nombredel cielo, hblame con franqueza.

    No te he dicho sino lo que piensocontest Stepn Arkdich sonriendo; pero te dir ms: mi esposa, mujerextraa Oblonski se detuvo un

  • momento, suspirando al recordar eltrance en que se hallaba con su mujer,tiene el don de segunda vista, y adivinalo que pasa en el corazn de los dems;pero prev, sobre todo, el porvenircuando se trata de matrimonios. As, porejemplo, pronostic el de Shajvskaiacon Brenteln; nadie quiso creerlo, y sinembargo se efectu. Pues bien, mi mujerest por ti.

    Cmo lo entiendes?Entiendo que ella te quiere mucho,

    y que asegura que Kiti ser tu esposa.Al or estas palabras, el rostro de

    Lievin se ilumin con una sonrisa quecasi rayaba en profundo

  • enternecimiento.Ha dicho eso? exclam.

    Siempre pens que tu mujer era un ngel;pero ya hemos hablado bastante aadi, levantndose de pronto.

    Pero, hombre, sintate! exclam Stepn Arkdich.

    Lievin no poda permanecer quieto;dio dos o tres vueltas por la sala conpaso firme, guiando los ojos a fin deocultar una lgrima, y volvi a sentarsems tranquilo.

    Comprndeme bien dijo; noes amor lo que siento, aunque estabaenamorado; lo que me impulsa es unafuerza exterior que me domina. Yo me

  • puse en marcha en la persuasin de quesemejante felicidad no poda existir,pues me parece que no tendra nada dehumana; pero aunque luche contra mmismo, comprendo que toda mi vidadepende de esta cuestin. Por tanto, espreciso que esto se decida.

    Pero por qu te marchaste?Ah!, t no sabes cuntos

    pensamientos se agolpan en mi espritu ycuntas cosas quisiera pedirte. Escucha:no puedes figurarte qu favor me hasprestado; soy tan feliz que me vuelvoegosta y todo lo olvido. Por ejemplo, hesabido hoy que mi hermano Nikoli, yasabes, se halla aqu, y no he vuelto a

  • pensar en l. Me parece que tambindebe ser dichoso Una cosa me pareceterrible: t que ests casado debescomprenderla Los que somos yaviejos y tenemos nuestro pasado, llenono de amor, sino de pecados, no es casiespantoso que osemos acercarnos a unser puro e inocente? No se justifica,pues, que yo me crea indigno?

    No creo que tengas muchospecados.

    Sin embargo repuso Lievin,al repasar mi vida con disgusto, tiemblo,me maldigo y me quejo amargamenteAs es.

    Cmo ha de ser! El mundo es as

  • dijo Oblonski.Solo hay un consuelo, y es esa

    oracin que siempre me agrad tanto:Perdnanos segn la grandeza de tumisericordia y no segn nuestrosmritos. Solo as podra ellaperdonarme.

  • LXI

    IEVIN apur el contenido de sucopa y durante unos momentos los

    dos amigos permanecieron silenciosos.Debo decirte otra cosa. Conoces

    a Vronski? pregunt Stepn Arkdich.No. A qu viene esa pregunta?Trenos otra botella dijo

    Oblonski al camarero, que llenaba losvasos. Vronski aadi es uno detus rivales.

    Y qu hombre es ese? pregunt Lievin, cuya fisonoma, tanalegre y animada antes, solo expres yael descontento.

  • Vronski es uno de los hijos delconde Kiril Ivnovich Vronski, y uno delos ms bellos tipos de la juventuddorada de San Petersburgo. Yo loconoc en Tvier, cuando estaba en elservicio. Es inmensamente rico, buenmozo, Flugeladjutant del emperador,tiene muy buenas relaciones y, a pesarde todo esto, es un buen muchacho.Segn lo que yo he visto de l, no soloes un buen chico, sino que se distinguepor su instruccin e inteligencia; en fin,es hombre que har carrera.

    Lievin se entristeca ms y callaba.Pues bien continu Stepn

    Arkdich, parece que despus de tu

  • marcha, segn dicen, se enamor deKiti; ya comprenders que la madre

    Dispnsame, yo no comprendonada contest Lievin, cada vez mssombro, pues le asaltaba el recuerdo deNikoli y tena remordimientos porhaberlo olvidado.

    Espera dijo Oblonski,tocndole el brazo y sonriendo; te hedicho lo que saba, pero repito que enmi opinin las ventajas estn de tu parte.

    Lievin palideci y se apoy en elrespaldo de la silla.

    Yo te aconsejara decidirte de unavez continu Oblonski, y le llen lacopa.

  • Gracias, no quiero ms le dijoLievin y apart la copa de vino. Temoembriagarme. Bueno, y t qu tal? continu procurando cambiar de tema.

    Una palabra ms. Decdete, perono vayas hoy dijo Stepn Arkdichvete maana por la maana, a la viejausanza, y pide la mano de Kiti. Y queDios te ayude!

    Por qu no has venido a cazarnunca en mis tierras, segn me loprometiste? pregunt de pronto. Nodejes de ir cuando llegue la primavera.

    Lievin se arrepenta ahorasinceramente de haber tratado de aquelasunto con Oblonski; sus ms ntimos

  • sentimientos se resentan por lo queacababa de saber sobre las pretensionesrivales de un oficial de San Petersburgoy tambin por los consejos ysuposiciones de Stepn Arkdich. Estecomprendi lo que pasaba en el alma desu amigo y no pudo menos de sonrer.

    Bien quisiera ir un da u otro contest; pero ya lo ves: las mujeresson el resorte que todo lo mueve en estemundo. El caso es que me encuentro enun conflicto muy grave, y todo a causade las mujeres. Dame un consejo confranqueza aadi Stepn Arkdich,con el cigarro en una mano y la copa enla otra.

  • Sobre qu?Voy a decrtelo: supn que eres

    casado, que amas a tu esposa y que teenamoras de otra mujer.

    Dispnsame repuso Lievin;no te comprendo; eso es para m como sial acabar de comer robase un pan alpasar por delante de una tahona.

    Al or esto, los ojos de StepnArkdich brillaron ms que decostumbre.

    Y por qu no habas de hacerlo?El pan tierno tiene a veces tan buengusto que podra ser difcil resistir latentacin.

  • Himmlisch ists wenn ichbezwungen

    Meine irdische Begier;Aber doch wenns nicht

    gelungen,Hattich auch recht hbsch

    Plaisir!

    Al recitar aquello, Stepn Arkdichsonrea maliciosamente.

    Lievin no pudo menos de sonrerse.Bromas a un lado continu

    Oblonski. Imagnate una mujerencantadora, modesta, cariosa, quetodo lo ha sacrificado, que es pobre yest aislada: sera justo abandonarla

  • una vez hecho el mal? Supongamos quesea necesario romper para no perturbarla vida domstica; en este caso se ha detener lstima y dulcificar la separacin,pensar en el porvenir.

    Ya sabes repuso Lievin quepara m hay dos clases de mujeres, omejor dicho, hay mujeres y Yo no hehallado nunca bellas arrepentidas, sinodamas como esa francesa del mostrador,con sus rizos y adornos; todas ellas merepugnan, as como las que se hanenfangado.

    Y qu me dices del evangelio?Djame en paz con el evangelio.

    Jesucristo no hubiera pronunciado jams

  • las palabras que dijo si le hubiera sidodado a conocer el mal uso que de ellasse hara; eso es todo lo que se retienedel evangelio. Por lo dems, reconozcoque es una impresin personal y no otracosa. A m me disgustan las mujerescadas, como a ti las araas; para estono has tenido necesidad de estudiar lascostumbres de esos insectos ni yo las deesas mujeres.

    Es muy cmodo juzgar as; thaces como aquel personaje de Dick