análisis multidimensional de la cultura política de los ms-sergio tamayo

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1 IV CULTURA Y MOVIMIENTOS

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    IV CULTURA Y MOVIMIENTOS

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    Captulo 8

    ANLISIS MULTIDIMENSIONAL DE LA CULTURA POLTICA DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES1

    Sergio Tamayo2

    El objetivo de este captulo es precisar aquellas dimensiones de anlisis que

    permiten un acercamiento progresivo y polismico al estudio de los movimientos sociales

    desde la cultura poltica. A saber: los marcos de referencia y persuasin, los repertorios

    de la movilizacin, la apropiacin del espacio pblico, los partidos polticos, y la identidad

    colectiva. Esto permitir construir una senda interpretativa que deber ajustarse

    metodolgica y empricamente con el estudio de las manifestaciones pblicas, de la

    participacin poltica, y de los actores colectivos en los movimientos contemporneos en

    Mxico y pases latinoamericanos.

    Para qu analizar la cultura de los movimientos sociales? Es decir Para qu

    sirve? Quiero asociar desde ahora a la cultura con las identidades colectivas. Los

    movimientos como identidad colectiva expresan procesos culturales densos, que generan

    mltiples mecanismos de accin e interaccin, de socializacin y de confrontacin. Al

    mismo tiempo, los movimientos se desdoblan impactados tanto por esos procesos

    culturales autogenerados, como por aquellos mecanismos propios de la cultura poltica

    dominante. Su activacin puede, en ciertas circunstancias, resignificar los cdigos

    dominantes (Melucci, 1996), de ah su importancia, digamos, el para qu. Igualmente,

    los movimientos pueden ser rechazados o apoyados por diversos auditorios a partir de

    mediaciones culturales, esa serie de interpretaciones, significaciones e imaginarios

    sociales. Desde afuera como desde adentro se interpretan a los repertorios elegidos de la

    movilizacin a partir de experiencias y tradiciones, y de la afectacin inmediata a la

    estabilidad cotidiana de los individuos que viven en comunidad.

    1 Presentado en el Seminario de Cultura Poltica, organizado por el rea de Teora y Anlisis Poltico, y el Seminario Caf Debate de Cultura Poltica, del Departamento de Sociologa, Universidad Autnoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco. Adems de agradecer la rica discusin e intercambio de ideas que se gener en el seminario, quiero reconocer la asistencia muy profesional en la investigacin bibliogrfica de Georgina Torres, Daniel Corts, Azucena Granados, Julio Csar Reyes, David Varela y Viridiana Gmez. 2 Miembro del rea de Teora y Anlisis de la Poltica, Departamento de Sociologa, Universidad Autnoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco: [email protected]; www.sergiotamayo.wordpress.com.

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    Lo anterior argumenta sobre la importancia de la cultura en la poltica. Pero cmo

    afecta la cultura poltica dominante la accin de los movimientos sociales? Cmo afecta

    el ejercicio de la poltica el desarrollo de los movimientos, en sus xitos o fracasos?

    Puede apreciarse que este enfoque en nada considera a la cultura como un mecanismo

    exclusivo de integracin, cohesin y orden social. Al contrario, me interesa escudriar la

    tensin que existe en la construccin de las identidades colectivas, y en las tensiones

    culturales del conflicto poltico.

    La cultura del movimiento, dice Luker (2003), es aquella cultura interna cultivada

    autoconscientemente, que es distinta de la gran cultura en la que est inserta. En efecto,

    un primer requisito de la cultura de los movimientos es que los participantes deben

    compartir creencias, normas, formas de trabajo conjunto, formas de tomar decisiones,

    estilos emocionales, prcticas sexuales, musicales, literarias, de vestir, etctera, que son

    distintivas de aquellas impuestas y aceptadas de la cultura dominante. A veces las

    culturas del movimiento, dice Luker, pueden ser clidas, joviales e innovadoras; algunas

    veces ser austeras, serias, y an intimidatorias. Algunas ms, ser cultivadas con el

    objetivo de atraer a un gran nmero de simpatizantes; otras para acerca y formar a slo

    un pequeo nmero de individuos mucho ms comprometidos con ideologas y valores

    polticos.

    Los movimientos modifican la significacin de cdigos dominantes y prcticas

    polticas, quieran o no, sean conscientes de ello o no, y teniendo estos cambios como

    objetivos estratgicos o no. La cultura as, no slo es un objeto de estudio, sino una

    dimensin analtica que permite comprender no nicamente la existencia de efectos y

    cambios polticos, sino sobre todo de naturaleza y contenido de esos cambios. La eficacia

    de esas transformaciones se observa en la forma de concebir el mundo social por la

    sociedad, por los polticos y por lo dominados.

    No pretendo afirmar que la cultura abarque todo el espectro de las grandes

    problemticas de los movimientos sociales. No es determinista mi testimonio. Me interesa,

    ms bien, dilucidar la importancia de la cultura, en primer lugar, en el espacio global de

    los movimientos sociales. En segundo lugar, en la necesidad de comprender la cultura, no

    como aquellas corrientes que hacen una apologa per s del concepto y de las prcticas

    culturales e identidades de los sujetos, sino al contrario, como aquellos factores que en un

    proceso dialctico contienen tambin significaciones contradictorias con respecto al

    mundo social y la injusticia, que los hacen movilizarse sobre la base de una utopa por

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    alcanzar. No es la cultura pensada como el cemento que cohesiona y al mismo tiempo

    paraliza los procesos sociales, sino como un medio para explicar precisamente lo

    contrario, su dinmica e incluso sus efectos constrictivos.

    Para efectos de esta propuesta, es necesario adjetivar la cultura (Krotz, 1993,

    1998, 2002; cf. Wolf, 2001), con el objeto de comprender mejor sus atributos y sus

    implicaciones tericas y empricas. Se trata de romper las definiciones universalizantes

    que explican todo desde la homogenizacin del sistema. Evitar pensar a la cultura como

    superestructura. La cultura no es indistinta, se crea y recrea, se produce y reproduce, se

    practica y se transforma. La cultura adjetivada significa, en ltima instancia que pueden

    existir distintas subculturas que se delimitan empricamente por sector social, por

    fenmenos especficos o por una combinacin de ambos (Krotz, 1993). Retomo una

    definicin ms constructivista desde la herencia fenomenolgica de Berger y Luckman

    (1967; adems cf. Ritzer, 1993; Wallace y Wolf, 1991:312), donde la cultura es una

    mediacin entre la conciencia y la accin e interaccin sociales. Y desde una definicin

    prctica ms especfica, podra decir con Monsivis, que la cultura (urbana y poltica) es

    resultado de estructuras y microprocesos, del choque ideolgico entre industrializacin y

    tradicin, entre poder del Estado y la insignificancia de los individuos, entre los derechos

    civiles y las libertades democrticas y la dificultad de ejercerlos y expandirlos (Cfr. en

    Nivn, 1993). La cultura es, como seala Nivn (1993), no una isla aislada y autnoma,

    sino un proceso de significacin de las relaciones sociales articuladas al poder, a la

    produccin y a otros procesos de organizacin social (Cf. Sobre cultura y movimiento

    urbano vase a Sevilla, 1998, Nivn, 1998 y Nez, 1990; del movimiento obrero a Nieto,

    1997; y sobre organizaciones sociales a Castillo y Patio, 1997).

    La cultura poltica, en este orden de ideas, sera la adjetivacin simblica del

    campo poltico. Krotz considera a la cultura a partir del careo constante entre estructura y

    superestructura, realidad material y representacin colectiva. La cultura poltica sera as,

    la interaccin entre dos variables, las relaciones de poder y el simbolismo, como el

    trmino gramsciano de catarsis, esta transicin del momento puramente econmico,

    estructural, objetivante, al momento tico-poltico, de conciencia, subjetivante (Gramsci,

    2010a; cf. Coutinho, 2004). Me inclino entonces a adjetivar el propio concepto de campo

    de Bourdieu en una forma ms definida a mis intereses de investigacin, como campo

    poltico de los movimientos sociales. Abordar de esta forma el anlisis de lo cultural, es

    ubicar la mediacin entre mundo de vida y sistema (Habermas, 1989), entre objetivacin y

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    subjetivacin de Touraine (1994), entre cultura popular y revolucin (Gramsci, 2010 a,

    2010b; cf. Anderson, 1978; Portelli, 1992), entre clase en s y clase para s (Thompson,

    1963; Katznelson, 1986; Marx y Engels, 2000).

    Precisamente, el propsito prctico de este texto es comprender los movimientos

    sociales desde la perspectiva de la cultura poltica, no determinista, no estructural, sino

    como un flujo de prcticas y significados sobre la poltica y la accin colectiva. Entender la

    pluralidad, y por tanto, la complejidad de las culturas polticas que ayudan a definir las

    identidades colectivas de los movimientos sociales. Estoy de acuerdo con la afirmacin de

    Varela (2005), en el sentido de que en los trabajos sobre la cultura en Mxico,

    predominan los estudios descriptivos. Esta investigacin que sugiere una delimitacin

    terica precisa, parte de un esfuerzo especial por estudiar los sistemas de accin y de

    configuracin social a partir de la visibilidad manifiesta de los movimientos sociales. Como

    dice Eric Wolf (2001:70), es un enfoque orientado a la prctica y trata de entreverar ideas

    articuladas tanto de Marx como de Weber. Pero no se emplea como los empiristas

    funcionalistas que descartan la influencia de las ideas e ideologas en el sentido mismo de

    las prcticas sociales, sino al contrario, enfatizar la articulacin entre relaciones de poder,

    imaginarios, interpretaciones y accin colectiva.

    Precisamente, la intencin de este trabajo, para articular esta nocin descriptiva

    con una reflexin terica, es construir dimensiones analticas para la explicacin de las

    culturas polticas de los movimientos sociales, a partir de algunas preguntas centrales. En

    una visin del anlisis cultural rescato el cuestionamiento que hace James Jasper (2008)

    qu es lo que la gente quiere lograr al participar en un movimiento social? Qu y cmo

    es lo que reivindican? Qu clase de emociones, creencias e imaginarios los empujan

    hacia ello? Qu pasa por sus mentes cuando participan colectivamente en

    movilizaciones pblicas? Es gente comn, como cualquier otro ciudadano, o se hace

    diferente?

    Las dimensiones que estructuran el captulo parten en primer lugar de la

    constitucin de los marcos de referencia como discursos explicativos del conflicto, de la

    visin del mundo y del autorreconocimiento. No es un proceso simple de elaboracin

    narrativa, porque est implicada en su transcurso una lucha tenaz por la hegemona

    poltica.

    En segundo lugar, los marcos de referencia, principalmente a partir de la

    delimitacin de estrategias de accin, estn vinculados estrechamente con la disposicin

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    de repertorios de la movilizacin. El sentido de la accin colectiva, la eleccin de

    estrategias, la innovacin y formas de apropiacin simblica de las organizaciones y de la

    protesta no son formas prcticas de movilizacin. Estn cargadas de significado, y son

    resultados, adems, de la percepcin y la interpretacin de las oportunidades y de las

    limitaciones polticas de la accin.

    En tercer lugar, la espacialidad de los movimientos es una dimensin fundamental,

    que explica su dinmica. La apropiacin metafrica y poltica del espacio pblico, como

    campo de contestacin y lucha poltica, como lugar fsico de expresin de agravios y

    resistencias, como enunciado performativo, corporal, de la lucha simblica, como lugar de

    emociones entremezcladas.

    En cuarto lugar, se analiza a los movimientos sociales como campo poltico. La

    relacin entre partidos y movimientos es un dilema de la cultura poltica, las formas de

    representacin al interior y exterior, el papel de los profesionales y activistas, los saberes

    que se ensean y el papel de la ideologa en los posicionamientos y distanciamientos

    polticos.

    Finalmente, en quinto lugar, est el proceso mismo de la construccin de las

    identidades, que no se refiere a una demanda explcita de reconocimiento como perfil

    definitorio de un movimiento especfico, sino a la constitucin de referentes de

    pertenencia y solidaridad, por un lado, y de diferenciacin y confrontacin, por otro lado,

    que explica el cerramiento o la apertura social e ideolgica de los movimientos sociales.

    La identidad se va construyendo o deconstruyendo en relacin con la elaboracin de los

    contenidos de los marcos y la interaccin social, as como de la delimitacin de los

    campos de identidad entre protagonistas, adversarios y la lucha por ganarse a las

    audiencias.

    Cada una de estas dimensiones (discursos, movilizaciones, sentidos de

    pertenencia y otroedad, apropiacin simblica del espacio, y representacin poltica) se

    articulan entre s muy estrechamente. Constituyen una manera de conocer la complejidad

    y la dinmica de los movimientos sociales; de comprender las grandes dificultades que

    enfrentan para cambiar el mundo; de reconocer las posibilidades que ellos abren para

    resistir la burocratizacin o dejarse llevar por las corrientes institucionales, y finalmente,

    quiz ayude a explicar una de las lagunas conceptuales de las ciencias sociales, que en

    palabras de Eric Wolf, es la falta de explicacin de la forma cmo se entretejen las ideas y

    las relaciones sociales. Y yo aadira, la manera cmo ese entretejido le da fuerza o

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    debilidad a ciertas formas culturales para el cambio o la consolidacin de las mismas

    relaciones sociales en las sociedades contemporneas.

    1. Marcos de referencia y lucha por la hegemona

    La construccin de discursos y de sentido es un aspecto nodal en la consolidacin

    de los movimientos sociales. Estos elaboran, reelaboran y modifican disertaciones,

    argumentaciones, apologas, diatribas, explicaciones. Lo hacen para s mismos, para los

    adversarios y para todo el pblico al que quieren persuadir y con ello legitimarse para

    ganar fuerza social. En este apartado analizaremos un aspecto fundamental para los

    movimientos sociales: la relacin de la construccin discursiva con la persuasin, a travs

    del alineamiento de marcos interpretativos, y la lucha ideolgica por la hegemona del

    discurso.

    Persuadir las audiencias

    Al analizar la importancia de la persuasin en los movimientos sociales, Stewart.

    Craig y Danton Jr. (1989) sostienen que los movimientos muestran cinco etapas decisivas

    en su desarrollo (gnesis, descontento social, movilizacin entusiasta, mantenimiento,

    terminacin). A pesar de enfocarse en esta perspectiva evolucionista y naturalista, los

    autores sealan acertadamente que ninguna de ellas se posiciona de manera lineal.

    Destacara un aspecto relevante, que este enfoque permite entender a los movimientos

    sociales como una historia de vida colectiva, y en consecuencia, como una construccin

    de identidad. El ciclo de vida, para los autores, implica un punto de inicio, de gestacin de

    la revuelta, para despus mostrar en su desarrollo, cambios de magnitud, grados de

    sofisticacin, etapas tanto sucesivas como regresivas, muertes prematuras y

    transformaciones a diferentes grados. Un movimiento as es en efecto un proceso, no un

    hecho esttico. Para las intenciones de este apartado sobre la delimitacin del discurso o

    trama argumental, las etapas de gnesis y descontento social son fundamentales en la

    medida que explican los puentes de seduccin de grupos primarios a otros grupos e

    individuos y el inicio de la construccin identitaria, tanto de los procesos de unificar (el

    coming together) que incluye etapas de iniciacin, experimentacin, intensificacin,

    integracin y estrechamiento de lazos; como de procesos de diferenciacin (el coming

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    apart), que incluyen otras etapas de diferenciacin, circunscripcin, estancamiento y

    rechazo.

    En la gnesis de un movimiento, segn Stwart, Craig y Danton (1989), algunos

    empiezan a percibir imperfecciones del orden existente. Generalmente son lderes,

    intelectuales, profetas, hombres de palabras, aquellos quienes se plantean las utopas.

    Esta es una visin que hace nfasis en los liderazgos individualizados, por lo que habra

    que ampliar el anlisis para ubicar tanto aquellos liderazgos como los discursos

    hegemnicos que se van construyendo polticamente. Normalmente, los movimientos

    reflejan la articulacin de varias corrientes y formas de organizacin a distintas escalas.

    En muchos casos, el movimiento resulta de la accin de organizaciones ya establecidas,

    incluso dentro de los marcos institucionales -como sindicatos, asociaciones y partidos-.

    As, los dirigentes de asociaciones sociales y de organizaciones polticas existentes, van

    definiendo, visualizando y socializando el juicio sobre el problema. Segn Stewart, Craig y

    Danton, estos grupos actan ms como educadores que como agitadores, aunque ambas

    actuaciones se combinan entre s. El objetivo, en todo caso, es hacer conciencia. Crear

    inters en una audiencia para resolver la contingencia objetivada. Se requiere entonces

    de un estallido, una iskra (en ruso, la chispa), un evento detonador que mueva al invisible

    y desorganizado movimiento social, y a las instituciones e individuos inconscientes del

    problema. Lo ms importante en esta etapa de gnesis es la aprehensin de la exigencia

    para hacerla del inters de un auditorio. En efecto, esto fue as en el movimiento de

    damnificados que movi conciencias y visiones sobre la necesidad de una vida digna en

    las ciudades y la democracia en Mxico, a partir de los sismos de 1985.

    Una segunda etapa, segn Stewart, Craig y Danton (1989) es el descontento

    social. En esta etapa la gente expresa su preocupacin y frustracin. Es la primera vez

    que las instituciones reparan en la existencia real del movimiento naciente. Proliferan

    organizaciones primarias que buscan desde entonces la hegemona poltica del

    movimiento. Se llama a asamblea general, se escriben manifiestos, se describe el

    problema, se identifica la ofensa, se dan soluciones y se establecen metas. Se concibe el

    slogan de unificacin (por ejemplo: el para todos todo, nada para nosotros del EZLN en

    1994). Se va construyendo una identidad colectiva a partir del coming together y del

    coming apart. Se constituye formal o informalmente una membreca y se diferencia sta

    de los no miembros. El objetivo de la persuasin, ahora, ya no reside nicamente en los

    grupos primarios, sino del discurso hegemnico asumido por el movimiento, que es

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    transformar las percepciones de la opinin pblica para guiar posibles cursos de accin.

    Se define al enemigo, la institucin es el problema a la que hay que transgredir (Alberoni,

    1984, 1993). Si esto es debidamente asimilado y apropiado, el movimiento contina con

    fuerza social. Por eso la magnitud del movimiento es substancial tanto para los que

    conforman el movimiento como para las instituciones, a la hora de exhibirse

    empricamente a travs de movilizaciones pblicas.

    El anlisis de Stewart, Craig y Danton (1989) sobre el discurso y la seduccin de

    los movimientos se reduce a una perspectiva pragmtica y funcionalista que pone la

    movilizacin de un recurso ideolgico como ordenador de la relacin lderes-movimiento.

    Esto est bien en parte. El lmite de este enfoque es que no explica la dinmica y las

    contradicciones internas en la construccin del discurso, ni la manera cmo este conflicto

    interno construye identidades. Es necesario echar mano a la teora del alineamiento de

    marcos para articular las trayectorias y los discursos.

    Los marcos de referencia

    Asociar dos perspectivas distintivas en el anlisis cultural de los movimientos es el

    inters de Scott Hunt, Robert Benford y David Snow (2006): la creacin de marcos de

    referencia (framing processes) que afectan al esquema interpretativo construido (Cf.

    Gamson 1988, Tarrow, 2009; Benford, 1987; Snow, 2007; Chihu, 2006), con las teoras de

    las identidades colectivas e individuales que construyen los seguidores de un movimiento

    (Cf. Pizzorno, 1986; Melucci, 1996; Taylor, 1992; Gamson, 1988; Hunt, Benford y Snow,

    2006). Estos dos aspectos (marcos e identidades) generan procesos interpretativos y

    estructuras cognitivas. Para efectos de la comprensin de los movimientos sociales, los

    marcos ponen atencin a situaciones consideradas como problemticas y atribuyen

    responsabilidades. Como en el caso de la teora de la persuasin, los marcos articulan

    propuestas alternativas, e incluyen orientaciones para lograr el cambio deseado.

    Los marcos de referencia son esquemas interpretativos, que producen distintos

    actores sociales por medio de simplificar y condensar el mundo exterior (Cf. Chihu, 2006).

    Estos esquemas sealan y codifican selectivamente a individuos, sujetos, situaciones,

    objetos, eventos y experiencias que se originan en el presente, o que son revalorados del

    pasado (Hunt, Snow, Benford, 2006; cfr. Goffman, 1974). Ningn discurso es tan amplio y

    extenso que pueda clarificar en su totalidad el mundo social. Slo puede destacar ciertos

    aspectos de la realidad e invisibilizar otros, ya sea consciente o inconscientemente. Por

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    eso las interpretaciones nunca son neutras, estn alimentadas por ideologas y por todo

    un sistema de pensamiento. La objetivacin de estos marcos de referencia son los

    discursos. Estas construcciones narrativas son fruto de la interaccin, que atribuyen y

    articulan significados sobre el conflicto que proyecta el movimiento. Son estructuras

    cognitivas (de saber, de saberes, de entendimiento, de conocimiento) que guan la accin

    colectiva. Los marcos as no son esquemas rgidos, son tramas argumentales, en los

    mismos trminos a que se refiere Pablo Vila (1997), en interaccin con otros, generando

    nuevos marcos, que a su vez producen otros o los condicionan. Con el anlisis de los

    marcos se deducen los sistemas de creencias y los imaginarios del mundo social, a la

    dinmica de los discursos del poder.

    De acuerdo a Hunt, Benford y Snow (2006) existen tres tareas fundamentales en

    relacin a la creacin de los marcos de referencia, que en general desempean las

    organizaciones de los movimientos sociales. En la elaboracin de su justificacin y mrito

    de la lucha social, las organizaciones realizan marcos de diagnstico, pronstico y de

    motivacin. Habra que agregar a estos, as lo considero, el marco de estrategias y una

    precisin de los objetivos de cada uno.

    En efecto, y en primer lugar, los marcos de diagnstico identifican acontecimientos

    y situaciones como problemticas. Sealan a los responsables del conflicto, e interpretan

    los rasgos y motivos que tuvieron los culpables para hacerlos causantes de la situacin o

    problema. Un diagnstico se convierte en el anlisis de la situacin, el juicio de valor

    sobre una coyuntura, la descripcin e interpretacin de los hechos. Se trata pues de un

    proceso de entendimiento y significacin (comprensin) comn de un ultraje que se hace

    pblico. En segundo lugar, el marco de pronstico es la proyeccin del problema que

    vaticina, augura, predice, en un modo de prever un futuro funesto de seguir la situacin en

    su normal evolucin, con base en las atribuciones que se le impugnan a los adversarios y

    en caso de que no se genere una reaccin colectiva que lo evite. Se trata de vaticinar el

    curso del problema de no realizarse estrategias de resistencia.

    En tercer lugar, el marco motivacional se refiere en nuestro caso a construir un

    puente de convencimiento y seduccin no nicamente al pblico observador o individuos

    al margen del movimiento para integrarlos a la lucha, sino a los propios participantes. El

    vocabulario y la retrica se orientan a razonar y justificar la necesidad de participar e

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    incluir slo a ciertos sectores a favor de la causa. Y finalmente, el marco de estrategia3

    establece un plan para corregir la situacin problemtica. Especifica el qu hacer, y quin

    tendra que hacerlo, a travs de objetivos especficos, tcticas y estrategias a seguir para

    modificar el curso de las circunstancias. El plan de accin y su justificacin es lo que

    define la eleccin del repertorio de la movilizacin.

    Estos marcos no deben pensarse como documentos tcnicos de planificacin

    estratgica, sino elaboraciones polticas que resultan del consenso o de la imposicin

    hegemnica, entre distintos actores participantes en el movimiento. El discurso, que se

    produce en funcin de tales marcos, es producido por la discrepancia entre distintos

    discursos en competencia. Al mismo tiempo, son pensados para influenciar a audiencias

    ms amplias y lograr su representacin. Forma parte de un proceso intenso de persuasin

    hacia afuera, y de confrontacin de discursos, para hegemonizar con ello la direccin

    poltica del movimiento. Las relaciones de poder son tambin relaciones de resistencia,

    como dice James Scott (2007:71). En este sentido, sobre el discurso apuntara una

    sntesis, en palabras de Anne Huffschmid (en prensa: 145-146):

    Lo discursivo se refiere entonces a la productividad significante del lenguaje,

    mismo que constituye (y no slo representa) saberes y relaciones sociales,

    imaginarios e identidades. Lo formul alguna vez Foucault (1999 [1971]): El

    discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de

    dominacin sino aquello por lo que y por medio del cual se lucha... El ejercicio del

    lenguaje como prctica significante no es, y ah radica una de las premisas bsicas

    de esta nocin de discursividad, nunca inocente, no es natural ni tampoco casual.

    3 Debo advertir que Scott, Benford y Snow (2006) establecen nicamente tres marcos de referencia: diagnstico, pronstico y motivacin. El marco de pronstico, lo entienden ms bien como la visin estratgica de la accin del movimiento. Y el marco de motivacin, que se trata de un mecanismo de persuasin y convencimiento, no necesariamente implica un plan de accin. La estrategia definida colectivamente por un movimiento s implica una definicin de actividades, y por lo tanto, lo que se denomina un plan de accin (un repertorio definido de movilizaciones). Desde mi visin, el pronstico es la reflexin a futuro del problema con base en atribuciones que los actores hacen de la Estructura de Oportunidades Polticas (EOP). De ah la importancia de definir sta como dimensin aparte del marco propiamente estratgico. En tal sentido me parece ms conducente ampliar los marcos a cuatro: diagnstico, pronstico, motivacional y estratgico.

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    Para efectos de este anlisis dira que las relaciones intercomunicativas entre

    actores de un movimiento, son tambin relaciones de poder, como veremos ms

    adelante, al hablar del habitus del movimiento.

    Alineacin de marcos y lucha por la hegemona

    Con base en lo anterior, es importante complejizar el concepto de alineamiento de

    marcos de Hunt, Benford y Snow (2006). La alineacin de marcos implica una

    concordancia de esquemas de interpretacin. Cuando dos o ms esquemas se

    entrelazan, se constituye un marco de alineamiento. Sin embargo, lo importante, adems

    de la propia alineacin, es el proceso por el cual se alcanza esta concordancia. Para

    estos autores, son procesos de micromovilizacin mediante los cuales los miembros de

    las organizaciones de un movimientos social (OMS o grupos de presin o actores

    sociales) tratan de influir en las interpretaciones de las audiencias. Este es en realidad un

    proceso de persuasin fundamental. La cuestin estriba en la manera en que la ideologa

    y los objetivos de las OMS son congruentes entre s, y cmo se alinean con los intereses,

    valores y creencias de potenciales simpatizantes y participantes del movimiento. Se

    produce un proceso intenso de convencimiento, de la forma en cmo se inserta y cmo se

    asimila ese discurso.

    Quisiera insistir que el proceso de alineacin, que es importante en s mismo con

    respecto a las amplias audiencias, puede quedar, o al contrario potenciarse por la

    dinmica de la confrontacin producida en el proceso de alineacin de marcos entre los

    distintos actores, grupos y OMS. Lo cierto es que tal proceso es una confrontacin

    interdiscursiva, que no refleja nicamente la disputa por intereses, sino por hegemonizar

    visiones del mundo, y es, por esto ltimo, un enfrentamiento cultural.

    Por eso, y no obstante la limitada intencin de los autores del frame allignment, el

    discurso hegemnico de un movimiento no es resultado de la afirmacin o el acuerdo

    llano de los participantes. Un movimiento es siempre una corriente de opinin y de

    proposicin. A pesar que algunos actores y adversarios -con afn de desprestigiar

    ideolgicamente a ciertas fuerzas sociales en momentos polticos especficos- sealan la

    tendencia a la oposicin testaruda de los protagonistas y la carencia de capacidad de

    proposicin, los movimientos siempre son propositivos, an siendo de resistencia. Pero

    los movimientos son tambin producto de mltiples fuerzas heterogneas, no solamente

    en trminos de composicin de clase, sino tambin en trminos de posicionamientos

  • 13

    polticos e ideolgicos. La hegemona as se basa en la fuerza social, la autoridad moral y

    poltica de ciertos actores del movimiento por encima del resto. Y esa hegemona,

    adems, necesita mantenerse cotidianamente, por el esfuerzo de los actores

    hegemnicos al interior del movimiento, as como por la presin de los otros actores que

    no cejan de disputar la hegemona poltica y cultural.

    Melucci (1996) se refiere a estas reacciones en disputa como vectores en

    confrontacin al interior de los movimientos, determinados aquellos por su fuerza o

    magnitud y por su desplazamiento. Generalmente esta confrontacin a la que aludo

    podra considerarse como producto de varios (vectores) discursos ocultos al pblico, que

    definen la lucha por la hegemona del discurso que se hace pblico y aparentemente

    armnico. Pero esos vectores (discursos) son suposiciones conflictivas acerca del

    diagnstico y de la orientacin estratgica del movimiento. Estn sustentadas en

    diferentes visiones del mundo y son confrontadas e impactadas por otras visiones del

    mundo (Goodwin y Jasper, 2003). Es posible que la gente se vaya ubicando en cada lado

    o en cada visin, distintiva, de los imaginarios sobre el mundo, simplemente porque la

    gente vive diferentes mundos culturales y sociales, con experiencias contrastantes,

    valores morales y diferentes creencias (Goodwin y Jasper, 2003:132). Un aspecto

    importante que destacan estos autores, es que ninguno de estos lados, vectores o

    discursos, es irracional.

    Un ejemplo sintomtico de lo anterior es el caso de Mxico, con el movimiento de

    la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca (APPO) entre 2006 y 2007. Una pregunta al

    respecto es pertinente: Cmo se alinearon los marcos de referencia del sindicato de

    maestros de la Seccin local No. 22 con los pueblos y comunidades de algunas regiones

    del Estado? Por qu con tales acciones de persuasin el movimiento no logr convencer

    a otras poblaciones tanto rurales como urbanas? Faltara decir que este proceso se

    caracteriz por ser desigual y heterogneo, como muchos otros movimientos, incluso los

    caracterizados como de clase. De ah que la pregunta que sigue sea: Por qu no se dio

    una alineacin de marcos entre distintos movimientos, por ejemplo entre la APPO y el del

    lder Lpez Obrador en lucha por la democracia electoral? En otro ejemplo: Cul es el

    efecto de la confrontacin de marcos, en el caso del movimiento del Sindicato Mexicano

    de Electricistas (SME) de 2009, entre los mismos actores del movimiento, con respecto a

    los adversarios, y su efecto en la interpretacin que de ellos hacen las audiencias?

  • 14

    Cmo estudiar, pues, el grado de alineacin entre marcos y su influencia tanto en

    adversarios como en la ciudadana?

    Kristin Luker (2003) muestra bien esta conflictividad interna en su reflexin acerca

    del aborto y las polticas de maternidad en los Estados Unidos. A pesar que Luker, otra

    vez, delimita la discusin ms bien con respecto al efecto en las audiencias de un

    movimiento que pone en cuestin el tema de la maternidad a partir del derecho al aborto,

    en este caso quiero insistir en la importancia de reorientar la visin al interior mismo de los

    movimientos. La construccin ideolgica se transforma a travs del cruce entre diferentes

    formas de ver el mundo, lo que produce precisamente el debate interno. Los actores

    hacen suposiciones sobre cmo un movimiento debera construirse, sobre el contenido de

    los diagnsticos y pronsticos, sobre cul estrategia debera asumirse. Individuos y

    organizaciones viven en diferentes mundos culturales e ideolgicos, y se impactan con

    cualquier medio para encontrar la permanencia del lado cognitivo de su propio mundo

    cultural. El conflicto entre los actores no es exasperantemente pragmtico y racional que

    vaca el debate de todo contenido emocional. Luker destaca la sorpresa, indignacin y

    rencor que pesa en los activistas. No se trata de caer en una explicacin puramente

    psicologista, pero tampoco de negar, como comnmente hacen los marxistas ortodoxos,

    la importancia de las emociones en las definiciones estratgicas y polticas, como

    veremos ms adelante.

    La hegemona de un movimiento se construye por oposicin de diferentes

    creencias acerca del papel fundamental del movimiento, sobre el significado de la lucha,

    sobre la definicin de las cuestiones sociales y polticas en los que se enmarca (Luker,

    2003:134). Y en esto, los lderes juegan un papel fundamental.

    Alineacin con el lder carismtico

    En el tema de la alineacin de marcos, un elemento fundamental es la relacin del

    discurso de los dirigentes del movimiento (que se suponen arrastran tras de s la

    hegemona discursiva) con respecto a los participantes. Esta alineacin de marcos se

    lleva a efecto principalmente a travs de la relacin dirigentes-participantes en los actos

    masivos. Habra que regresar nuevamente a la discusin sobre los discursos racionales e

    irracionales de la teora de las multitudes para delimitar este mecanismo de alineacin.

    Segn la teora clsica de las multitudes (Cfr. Moscovici, 1986), las masas son

    fcilmente manipulables porque pierden el sentido de la racionalidad, entonces es

  • 15

    cuando, por medio de la sugestin, se controla ntegramente su comportamiento. Las

    masas estn adormecidas bajo la figura hipntica del lder. Por eso la sugestin se basa

    en un modelo de jerarquas y de interacciones sociales. Existe una subordinacin

    unilateral de las masas a los lderes a quienes tienen que obedecer. El caudillo es el

    elemento central por medio del cual se hace posible sugestionar a los individuos y

    transformarlos en masa amorfa (Cf. Moscovici, 1986; Graumann, 1986; Cfr. Tamayo, S.

    1996, 2007). Ante estas perspectivas psicologistas, otra interpretacin tendra que

    rechazar estos postulados. Para efectos de este estudio establezco que los individuos

    participan siempre en interaccin y su comportamiento se delinea por la cultura, tanto

    aquella que se interioriza, como aquella que se reajusta y revalora en la vida cotidiana (ya

    veamos a Stewart, Craig y Denton, 1989; adems: Moscovici, 1986; Mitchell, 1983, 1987;

    Heritage, 1991; Geertz, 1990; Garfinkel, Schultz, Mead y Blumer en Schwartz y Jacobs,

    2003 y Habermas, 1989b). Por eso, la multitud no es algo amorfo, manipulable en

    cualquier circunstancia. Una multitud se constituye cuando sus miembros pierden la carga

    de la distancia y las diferencias de rango y se genera, entre ellos, lazos y redes de

    identidad (vase Canneti, en McClelland, 1989; Cf. Tamayo, S. 1996).

    Sin embargo, el papel del lder es inevitable, porque hace las funciones de gua, de

    direccin, de prototipo de la identidad social, cultural y poltica de los seguidores. Un lder

    debe tener cualidades que le permitan guiar la accin de las masas, pero las masas

    deben aceptar esa gua como necesaria e indispensable en un momento histrico

    especfico, por lo cual, se reconoce en ese hecho el carisma del dirigente (Worsley, 1968;

    Weber, 1978; Tamayo, S. 1996, captulo 4). Un lder no es el individuo omnipresente que

    se coloca por encima de la multitud, la sugestiona y la manipula con su don manifiesto, el

    que las induce y conduce a las metas prefijadas por l. Todo lo contrario, l o ella es el

    producto de las masas, de su condicin histrica y de la cualidad colectiva de su

    identidad. Es, entonces, cuando se le respalda, admira e imita (Cf. Alberoni, 1993)4 pero

    slo con la condicin de que dirija a sus seguidores en esa orientacin coherente,

    simblica, que le da sentido al individuo y que con los otros se convierte en accin

    colectiva. El carisma no es una cualidad fsica, necesariamente, sino cultural. De no ser

    as no podra entenderse por qu una personalidad tan sobria y aletargante, como la de

    Cuauhtmoc Crdenas, cuando era el candidato a la Jefatura de Gobierno del DF en

    4 Vase tambin el texto de Alberoni sobre Erotismo, varias ediciones.

  • 16

    1997, en la ciudad de Mxico, pudo estar cargada de tal capacidad, dispuesta a convocar

    a tantos ciudadanos juntos y sugestionarlos hasta el grado ptimo de la efervescencia y la

    festividad social. De la misma manera en que las masas le imprimieron a Crdenas su

    papel dirigente, al reducirse su hegemona poltica y fuerza social, el lder perdi su influjo

    carismtico.

    La produccin discursiva entonces, as parece, guarda distintas dimensiones y

    direcciones. Por un lado, es una produccin colectiva, resultado de tensiones entre la

    fuerza hegemnica de un grupo y la necesidad de modificar partes de la disertacin con

    aportaciones de otros miembros, con el fin de legitimar el manifiesto y aparecer como un

    movimiento cohesionado y poderoso. Por otro lado, es un discurso que se dirige hacia los

    adversarios, con la finalidad de demostrar mrito e integridad. Intenta persuadir a las

    audiencias para atraer simpatizantes y eventualmente formar un ncleo pujante de

    activistas del movimiento.

    2. Repertorios de la movilizacin y discurso de la resistencia

    Hemos visto que una dimensin fundamental en la produccin cultural y

    construccin de las identidades colectivas es la elaboracin de marcos de referencia.

    Pero el anlisis de discursos y visiones del mundo no basta para explicar la dinmica de

    los movimientos, si stos no se articulan a prcticas y cursos de accin. Una dimensin

    importante en este sentido est constituida en torno a la movilizacin y la organizacin de

    los participantes de un movimiento, que debe ser congruente con los contenidos

    discursivos.

    Por qu se movilizan?

    La protesta, reflejada en una marcha, en un mitin, en una toma de tribuna, en

    actos de resistencia violentos o de no-violencia, sera para algunas corrientes

    psicologistas una actividad inusual, que refleja al que protesta como inmaduro,

    desorientado o irracional. La gente se enloquece en las multitudes, se pierde en la nocin

    de la masa que le influye e instiga a hacer cosas que no hara en situaciones normales

    (Le Bon, citado en Goodwin and Jasper 2003, acerca de What Do Movement participants

    think and feel?: Qu es lo que los participantes de un movimiento piensan y sienten?).

  • 17

    Los repertorios de la movilizacin son componentes insustituibles de la accin

    colectiva, no nicamente en trminos pragmticos que confrontan una fuerza visible social

    contra los adversarios, sino un mecanismo de explosin de fuertes emociones que

    sacuden conciencias. La emotividad no debe ser vista como un proceso necesariamente

    irracional. Es un proceso de construccin de razn sobre una injusticia, de construccin

    de argumentos lgicos que explican a los mismos participantes por qu ellos se movilizan

    (Cf. Cefa, 2007), y tratan de persuadir a los no-participantes por qu deben de hacerlo.

    Un anlisis mico de los movimientos debera partir de los significados e

    interpretaciones que los propios actores sociales le dan a su movimiento y a la

    argumentacin y diagnstico de la injusticia, es decir lo que la gente considera como un

    agravio moral y socialmente injusto (Moore, 1989:57)5. No obstante, la consideracin de lo

    injusto no es un acto mecnico o espontneo. La explicacin no es simple. La causalidad

    tiene que ver con mltiples dimensiones. Moore se pregunta precisamente qu es lo que

    les da el coraje para romper parcialmente o totalmente con el orden social y cultural en el

    que estn insertos? (Moore: 1989:97). El dolor, el sufrimiento, la carencia, las nfimas

    condiciones materiales, la pobreza, nada de esto son por s mismas demostraciones de la

    decisin de participar en los movimientos sociales. Moore seala as que ni el dolor ni el

    sufrimiento son una explicacin adecuada. El dolor puede anestesiarse, la pobreza puede

    justificarse. Lenin sealaba, contra el espontanesmo promovido por los anarquistas a

    finales del Siglo XIX y principios del XX, que los movimientos no eran resultado de

    expresiones instintivas o automticas, sino producto de un proceso lento y persistente de

    organizacin (Lenin (s/f) Qu hacer?; La enfermedad infantil del izquierdismo en el

    comunismo y por dnde empezar?). Pero si bien la teora leninista es clara en esta

    situacin, los marxistas ortodoxos desde entonces, con sus excepciones, dan una

    causalidad universal a la resistencia. Moore achaca esta unidimensionalidad a los

    psiclogos conductistas, quienes hacen nfasis en la significacin de las circunstancias

    concretas y de las situaciones especficas, como las determinantes principales de la

    conducta humana, y por ello esperan que la mayora de la gente se porte de la misma

    manera en situaciones similares. Pero esto no es del todo as. Qu es entonces lo que

    5 Para ahondar en la discusin sobre legitimidad y marcos alternativos con base al agravio socialmente injusto de Moore, vase el captulo de Alejandro Lpez sobre Cultura y poltica: un enfoque de discurso pblico, en este mismo libro.

  • 18

    hace que unos se sientan lo suficientemente humillados que les provoque una reaccin

    que haga desafiar la afrenta, y a otros no? En efecto no basta ser o sentirse humillado

    para reaccionar en contraposicin. Los individuos pueden negar sus propios sentidos y

    experiencias, adaptarse y adoptar las opiniones o imaginarios de los dems (Moore,

    op.cit. 100). Dice el autor: hasta qu punto y en qu condiciones los seres humanos

    rechazan a la autoridad legtima, ah donde sus rdenes se vuelven obviamente crueles?

    Robert Merton explica, para m satisfactoriamente, los momentos de ruptura, que

    para los objetivos de este escrito son pertinentes. Independientemente de la trayectoria de

    las acciones colectivas, que pueden tener resultados variados -de consolidacin del

    sistema, de reforma o de transformacin radical (cfr. Alberoni, 1993, 1984; Merton, 1995;

    Ruggiero, 2009), o en la dilucidacin de Barrington Moore que estaran ubicados en la

    movilizacin de individuos en oposicin a sus representantes por no cumplir normas

    establecidas, o en contestacin por la obsolescencia misma de la norma-, el punto de la

    ruptura institucional es la disociacin entre las metas culturales establecidas socialmente

    y los medios institucionales dispuestos para alcanzarlas (Merton, 1995). Cada grupo

    social agraviado envolver sus propios objetivos en reglas especficas que estn

    justificadas en la experiencia y en la eleccin de los repertorios de la accin (Ruggiero,

    2009:85, sobre Merton). Los individuos responden a los dilemas y contradicciones de la

    sociedad y de la imposicin de reglas institucionales. Cuando estas reglas o medios

    institucionales no son suficientes para alcanzar las metas culturales y socialmente

    definidas, entonces los individuos pueden, de acuerdo a condiciones sociales, polticas y

    culturales distintas, elegir por la conformidad, la innovacin, el ritualismo, la renuncia y/o

    la rebelin (Merton, 1995; y Ruggiero, 2009). Es en estos momentos de ruptura, en que

    los discursos a travs de actos de persuasin de otros grupos y organizaciones

    profesionales, civiles y polticas, aparecen y actan como catalizadores de la movilizacin.

    Para explicar por qu la gente participa en movilizaciones, Ronald Inglehart (2008)

    reconoce la tendencia del anlisis post-movimientos clasistas, al afirmar que hoy, a pesar

    que la seguridad fsica y econmica sigue siendo un referente importante en las

    poblaciones occidentales, cada vez vienen siendo una preocupacin ms remota, que se

    sustituye por un nfasis en la calidad de vida. Como parte de esta visin del mundo social

    est tambin la cada vez mayor habilidad poltica para entender lo suficiente en temas

    pblicos tanto nacionales como internacionales. Los cambios que han provocado esta

    percepcin valorativa tienen que ver, a nivel sistmico, con el grado de desarrollo,

  • 19

    econmico y tecnolgico alcanzado en las sociedades occidentales (lase industrializadas

    y plenamente desarrolladas). Esto ha generado una satisfaccin de las necesidades de

    subsistencia para la mayora de sus poblaciones. Las experiencias de vida son

    heterogneas, sobre todo por la ausencia de experiencias dramticas comunes, como la

    ausencia de la guerra total que fue la caracterstica de la pasada generacin. Adems

    de una elevacin en los niveles de educacin y de la movilidad territorial, as como la

    expansin-penetracin de los medios de comunicacin.

    Se establecen, as como los ve Inglehart, dos niveles de cambios a nivel individual,

    sobre los valores y sobre las habilidades. En cuanto a los valores, se hace nfasis en las

    necesidades de pertenencia, estima y autorrealizacin. En cuanto a las habilidades, se

    acentan en el aumento de la capacidad para enfrentar las polticas nacionales. Lo

    anterior subraya estos temas con relacin a los estilos de vida, cambio en las bases

    sociales con respecto del conflicto poltico, resultado de la disminucin del conflicto de

    clase. Declinacin de la legitimidad del Estado-nacin, de las lealtades tribales y del

    nacionalismo, as como cambios importantes en la participacin poltica, desplazando la

    movilizacin y sustituyndola por representacin de grupos elitistas.

    Lo que plantea Inglehart es la sntesis de la tendencia posmoderna de caracterizar

    la participacin en pases desarrollados. Con todo, este anlisis no coincide plenamente

    con la manifestacin de conflictos de clase que se han recrudecido principalmente en

    Europa a raz de la crisis econmica mundial de 2008. Tampoco coincide, menos an, con

    las condiciones de la participacin y de los conflictos en los pases del Cercano Oriente y

    norte de frica en la llamada primavera rabe; ni de aquellos que han sido afectados por

    problemas blicos de intervencin, la militarizacin de las sociedades por causas del

    narcotrfico, o el endurecimiento de las condiciones materiales de vida que degrada a la

    mayora de la poblacin a los niveles de pobreza y pobreza extrema. La tendencia de

    aplicar estas teoras a las realidades de pases en vas de desarrollo, como en Amrica

    Latina, reduce a los movimientos sociales que reivindican mejores condiciones de

    existencia, que experimentan an bajos niveles de educacin y que han sido penetrados

    profundamente por la cultura del consumo y del manejo frvolo de la poltica, a

    movilizaciones irracionales impregnadas por la violencia, en una actitud ms bien de

    irracionalidad.

    Una lnea de explicacin distinta debera pensar que la cultura poltica de los

    movimientos sociales en los pases en vas de desarrollo expresan una mezcla de

  • 20

    reivindicaciones materiales y valorativas, como siempre ha sido. El movimiento obrero no

    reivindic nicamente el mejoramiento de sus condiciones de vida y de trabajo, divorciado

    de otras reivindicaciones polticas y de libertades democrticas (cf. Tamayo, 1999). La

    insistencia de Engels de articular la lucha de los obreros con la participacin de los

    comunistas en los parlamentos y en las jornadas electorales da cuenta de ello (cf. Engels,

    1979). La importancia del anlisis sobre la conciencia de la clase obrera que pueda

    desbordar los obstculos alienantes, es otro ejemplo (Katznelson, 1986; Thompson,

    1963).

    La participacin

    A partir de esta crtica, el tema de la participacin es sobresaliente en relacin a

    los repertorios de la movilizacin y la cultura poltica (Winocur y Gutirrez, 2006). Para

    nuestro estudio, tiene que ver con la experiencia y las tradiciones de lucha que un

    movimiento, pensado precisamente como un desafo pblico ininterrumpido (Tilly, 1995),

    va acumulando histricamente. Estructuralmente, tiene que ver con la recurrencia de

    repertorios en el tiempo. Microsociolgicamente, tiene que ver con las experiencias de los

    participantes en distintas formas de intervencin (Tamayo, 2010, captulo 2 y 3, sobre

    formas institucionales y no-institucionales, as como una revaloracin marxista de la

    participacin).

    Klandermans analiza la demanda y la oferta de la participacin, desde un enfoque

    de la psicologa social. Para este autor la participacin en movimientos sociales es un

    fenmeno multifactico, pues hay una multiplicidad de formas distintas de participacin.

    Dos dimensiones son destacables: tiempo y esfuerzo. Ya veremos ms adelante que para

    Bourdieu estas dimensiones, junto a otras, van formando el capital simblico y poltico de

    los activistas y generando niveles distintivos de participacin, por ejemplo, recursos

    econmicos, flexibilidad laboral, adquisicin de capitales culturales previos, etctera.

    Algunas formas de participacin, dice Klandermans, pueden reducirse a un tiempo

    limitado o de una sola vez, lo que implica un involucramiento reducido y un menor

    esfuerzo y riesgo (por ejemplo, aportar dinero, firmar una peticin o tomar parte en alguna

    manifestacin pacfica). Otras formas de participacin son tambin de corto tiempo, pero

    involucran un mayor esfuerzo y riesgo, por ejemplo, plantones, toma de edificios, o

    huelgas. Algunas ms presuponen una pertenencia mayor, que implica el pago de una

    cuota de membreca y labores constantes de organizacin o de otro tipo.

  • 21

    La relacin entre demanda y oferta que Klandermans propone, tambin

    influenciada por la teora de la movilizacin de recursos, plantea sin embargo una relacin

    interesante entre el potencial que se encuentra en la sociedad para generar un tipo de

    protesta (demanda), y las oportunidades puestas por los organizadores de las protestas, o

    los movimientos sociales (oferta). Estructuralmente hablando, esta relacin explicara

    contextualmente la existencia de mayores posibilidades de la accin colectiva en

    momentos histricos especficos. La movilizacin proporciona una demanda para la

    protesta poltica que existe en una sociedad junto con una oferta de oportunidades que

    forma parte de tal protesta (Klandermans, 2007:360-361). El lado de la demanda en la

    participacin requiere de la implementacin de procesos de socializacin, conciencia de

    los agravios, atribucin causal de los problemas, y formacin de una identidad colectiva,

    como hemos visto en los apartados anteriores. Habra que poner atencin a tres razones

    fundamentales que explican por qu la participacin en los movimientos se hace atractiva

    para los ciudadanos: a) la gente puede querer cambiar sus circunstancias; b) pueden

    querer actuar como miembros de su grupo; c) pueden querer darle sentido a su mundo y

    expresar sus visiones y sentimientos. Para Klandermans, estas razones juntas explican la

    mayora de las demandas de actuar colectiva y polticamente en la sociedad. Los

    movimientos sociales, en consecuencia, suministran oportunidades para llenar estos

    vacos. A mayor xito tengan los movimientos, la participacin se convertir en una

    experiencia satisfactoria.

    La cultura de los repertorios y la percepcin de la oportunidad poltica

    La dinmica de la contencin poltica es, junto a la dimensin de la participacin,

    un aspecto importante de la movilizacin. Es as un concepto que articula dos aspectos: el

    reforzamiento de una perspectiva posestructuralista de los movimientos sociales y el

    carcter poltico de la accin colectiva. El concepto Dynamics of Contention de McAdam,

    Tarrow y Tilly (2001) es una crtica a los modelos tradicionales que definen al movimiento

    como un actor nico, desde una perspectiva determinista y esttica, cuyos anlisis se

    limitan ms bien al contexto de las democracias occidentales, que no explican la gran

    variedad de formas de confrontacin poltica fuera de ese mundo occidental. Lo ms

    relevante del anlisis es la bsqueda de una sntesis conceptual de las distintas

    perspectivas tericas y metodolgicas, del estructuralismo y el materialismo, de las

    teoras organizacionales y el papel del partido poltico, as como de la cultura y la

  • 22

    intersubjetividad. Esto permite una visin que va poco a poco diferencindose de los

    anlisis rgidos. Se le confiere as un peso importante a la participacin y a la visin del

    mundo desde los actores sociales y polticos. El objetivo de tal disertacin no es

    nicamente describir la EOP, sin las atribuciones que los actores le dan a la EOP6; no es

    la descripcin de las organizaciones y sectores de los movimientos, sino profundizar en la

    forma de apropiacin social de los participantes de sus organizaciones. Se trata de

    incorporar los marcos interpretativos (vistos ms arriba) con respecto a la construccin de

    discursos y resoluciones polticas de los actores involucrados. Debemos esforzarnos por

    pasar de la resea de acciones y repertorios, al anlisis de las interacciones de los

    individuos en los performances y en la innovacin de la accin por parte de los

    movimientos. Y esto es escudriar en los intersticios de la cultura poltica.

    Las formas de participacin y de confrontacin poltica, las campaas, el

    repertorio, y la demostracin del WUNC 7 no son una exposicin pragmtica de

    actividades, sino acciones articuladas a formas culturales y polticas.

    Tanto las campaas, como los repertorios y las demostraciones pblicas

    involucran demandas sociales que tienen tres variantes culturales y polticas

    fundamentales: expresan identidad (en relacin a la demanda de la existencia colectiva de

    los participantes), establecen un posicionamiento (que pertenece a una orientacin

    poltica legtima) y muestra un programa (que dispone de un plan de accin justificado en

    posturas y resultados sociales y polticos) (Tilly, 2008:88).

    En esta conexin terica entre atribucin, repertorios y oportunidad, aparece una

    dimensin importante que contextualiza a la protesta en su condicin tanto socio-histrica

    y cultural como poltica y de coyuntura. Este aspecto analtico es la relacin que Tilly

    (2006) hace de las caractersticas de los regmenes con respecto a los repertorios de la

    movilizacin. El autor se cuestiona: Cmo los cambios y las variaciones en los

    regmenes afectan las formas y contenidos de las contenciones polticas con ese tipo de

    6 Tarrow (1998) articula el concepto de la EOP con las polticas de confrontacin. La EOP se constituye por estmulos u obstculos que permiten a la gente reunirse y compartir una poltica o dinmica de confrontacin, o en su caso para desestimular la lucha. La EOP es un mecanismo causal, pues la poltica de confrontacin puede surgir cuando ciudadanos ordinarios, a veces motivados por lderes, responden a oportunidades que disminuyen los costos de la accin colectiva, revelan aliados potenciales, muestran puntos vulnerables de los adversarios y generan redes sociales e identidades colectivas orientadas a la accin y alrededor de temas comunes (Cfr. Fillieule, Mathieu y Pchu, 2009, en Politique contestataire: 422). 7 Por sus siglas en ingls WUNC: worthiness, unity, numbers and commitment, traducido como mrito, unidad, magnitud y compromiso (Cf. Tilly, 2008, 1995)

  • 23

    regmenes? Cul es la explicacin slida entre las diferentes contenciones polticas y

    los tipos de regmenes? Cmo cambian los procesos de contencin para modificar

    estos regmenes? Para el caso de Mxico y los pases que han entrado en las llamadas

    transiciones democrticas esto parece ser de fundamental importancia, pues la

    comprensin de los repertorios de la movilizacin debe explicarse en el contexto de las

    polticas y efectos del rgimen poltico. La experiencia de la primavera rabe es relevante

    en este sentido. Desde nuestro enfoque de la cultura poltica de los movimientos sociales,

    destaca la definicin de Charles Tilly (2006) sobre las conexiones centrales que deben

    considerarse para agrupar las formas de hacer protestas con los performances y

    considerarlas repertorios. El autor clasifica tres causas principales: 1) aquellas conexiones

    entre la forma de hacer las protestas y la organizacin cotidiana; 2) El proceso de

    acumulacin y de creacin de sistemas de significados generados por la propia

    contencin; y 3) la operacin del rgimen como tal. Los repertorios atraen identidades,

    vnculos sociales y formas organizacionales que constituyen la vida social cotidiana.

    Desde esas identidades, vnculos sociales y formas organizacionales emergen tanto las

    protestas colectivas que hace la gente, como las creencias que tiene para hacerlas. En el

    curso de la lucha u observacin de otras luchas, la gente aprende de las interacciones,

    que pueden cambiar la poltica, como por ejemplo la importancia de la localidad, que

    muestra diferentes interacciones que coexisten, dependiendo del lugar en que se

    escenifica una lucha (Tilly, 2006:42; Palma, 2010 para el caso de los partidos polticos).

    Los contenidos que explican el perfil poltico de un determinado rgimen est, en

    consecuencia, vinculado con las caractersticas especficas del proyecto de ciudadana de

    que se trate, que es cultural y poltico al mismo tiempo (Cfr. Tamayo, 2010).

    3. El espacio de los movimientos

    Como vimos anteriormente, el discurso y la accin se dan en tiempo y espacio. La

    apropiacin del espacio es una forma simblica de la accin colectiva. En este sentido, la

    relacin de los movimientos sociales y el espacio pblico se expresa de tres maneras: la

    construccin de la esfera pblica, la manifestacin de la protesta en el espacio, y la

    apropiacin del espacio a travs del performance.

    Espacio pblico

  • 24

    Las apropiaciones polticas del espacio pblico por ciudadanos, partidos polticos,

    organizaciones sociales y grupos de la sociedad civil hacen nfasis en el vnculo entre

    espacio, prcticas y experiencias ciudadanas, que se expresan en confrontacin y lucha

    social entre clases o segmentos de clase (Cf. Tamayo, 2010). Otros casos en Mxico y

    Amrica Latina, que se han hecho presentes durante los ltimos diez aos, resaltan la

    participacin ciudadana en la formacin el espacio pblico.8

    La argumentacin de espacio pblico que me interesa rescatar no es aquel de la

    utopa liberal en el que la esfera se constituye en una atmsfera de armona, similitud de

    posiciones, consenso y homogeneidad, sino aquel que rescata el encuentro conflictivo de

    diversos grupos que constituyen a la sociedad civil. Esta confrontacin parte del debate

    de proyectos ideolgicos que buscan la hegemona poltica y cultural (Tamayo y Cruz,

    2008). En el prefacio a la edicin de 1993 del libro LEspace Public, Habermas,

    reconociendo parte de las crticas recibidas a su obra, destaca que el espacio pblico se

    constituye hoy, adems de individuos, por organizaciones, partidos polticos y

    asociaciones cvicas. Esto significa que la comunicacin pblica es susceptible de ser

    regenerada y cambiada. Parece que dicha alusin crtica refleja mejor la situacin real de

    la esfera pblica contempornea, es decir, tal y como es en el caso de Mxico, pensada

    como resultado de una sociedad de organizaciones, en la que ya no son ms, o no

    nicamente, lo individuos libremente asociados, sino miembros y representantes de

    grupos colectivos, organizados en un espacio pblico policntrico, que se enfrentan

    entre s por la obtencin del consentimiento de las masas (los pblicos y audiencias). Las

    masas luchan entre s, y sobre todo contra la complejidad de las burocracias estatales, a

    travs de organizaciones y movimientos. En ese proceso se establecen compromisos de

    intereses y de poder (Habermas, 1993: XIX).

    La crtica que hace Honneth a Habermas descansa precisamente en la necesidad

    de sealar un componente bsico del anlisis en el conflicto y sus implicaciones, incluso

    aquellas de violencia fsica, exclusin y humillacin pblica. Implicaciones estas que

    tienen un peso decisivo en la construccin del yo colectivo. La realidad social a partir de

    las motivaciones de las luchas, de las resistencias de los grupos dominados y de las

    formas de conflicto no corresponde al ideal originario de Habermas. Al contrario, los casos

    de Mxico muestran que la dinmica del espacio pblico aparece como el fruto de las 8 Entre otros, vase a Bolos (2003); Ramrez Kuri (2003;2009), Olvera (2002), Avritzer (2002), Panfichi (2002), Dagnino (2002), lvarez (2004); Travillo y de la Rosa (2009).

  • 25

    luchas sociales llevadas por motivos tanto normativos como valorativos (cfr. Smelser,

    1995). No son, dice Honneth (1996:230; 2000), las tensiones entre sistema y mundo de

    vida, sino la violacin sistemtica a las condiciones de reconocimiento de los individuos, lo

    que explica el problema de la desintegracin del espacio pblico.9

    La esfera o espacio pblico se expresa como un lugar de conflictos entre

    diferentes visiones. Es un espacio de pluralidad, no de homogeneidad, donde se dialoga,

    pero se ejerce la crtica. En una perspectiva hermenutica, la esfera pblica, como seala

    Roberto Alejandro (1993), es una construccin interpretativa. El espacio pblico es

    resultado de tradiciones y lenguajes estratificados. Las tradiciones se refuerzan, pero

    tambin entran nuevas fuerzas que se van agregando enriqueciendo el debate.

    Es pues una lucha por el poder y por la hegemona de un discurso poltico e

    ideolgico, sobre el peso de las argumentaciones e interpretaciones de los eventos de

    contencin, y de los proyectos polticos y de ciudadana ah expuestos. Todo ello justifica

    la veracidad de las acciones aplicadas por los distintos grupos.

    Sin duda, el espacio pblico adems de constituirse por actores, se estructura por

    lugares. Gamson (1998) se refiere a ello con el concepto de foro, entendido como sede

    institucional, que se abre al debate, presumiblemente institucionalizado 10 . En otras

    reflexiones (Tamayo y Cruz, 2008) he manifestado que los lugares del espacio pblico no

    son slo los institucionalmente destinados para ello. Las formas no-institucionales

    coexisten con las institucionales y a veces las trasgreden o amplan (Vergara, 2006).

    Retomo mejor la idea de un espacio que se forma por heterotopas, es decir una

    combinacin y yuxtaposicin de lugares (Foucault, 1986)11 y de una combinacin y

    yuxtaposicin de lenguajes. El espacio es un escenario de performances teatrales, donde

    se enfrentan distintos actores polticos y sociales. Es lugar de tensiones, entre

    significaciones nuevas y formas tradicionales de hacer poltica; entre pluralidad y

    9 Axel Honneth retoma algunas reflexiones de Habermas y de su crtica desarrolla la nocin de reconocimiento, como esa condicin esencial en la formacin de la esfera pblica. El problema, dice Honneth, es el nfasis excesivo del consenso, en un era en que las relaciones sociales se basan en la dominacin y el conflicto, en la accin colectiva y en mltiples luchas en el seno mismo del espacio pblico (Honneth, 2000). 10 Vase el captulo de Alejandro Lpez en este mismo libro, sobre cultura y poltica: un enfoque de discursos pblico, que retoma el anlisis de Gamson. 11 Vase tambin el artculo Of Other spaces. Heterotopias publicado originalmente en 1967. En http://foucault.info/documents/heteroTopia/foucault.heteroTopia.en.html, fecha de consulta, enero de 2011.

  • 26

    bsqueda de consensos, y confrontacin; espacio de participacin pero de tomar

    distancia; de voces pero tambin de silencios; de solemnidades adems de ironas.

    La protesta y la apropiacin simblica del espacio pblico.

    Las acciones colectivas y las manifestaciones pblicas de los movimientos

    sociales, como seala Tilly (2006, 2008) en sus revisiones sobre los performances

    polticos y los regmenes contienen una dimensin cultural clave de la poltica. Pero, la

    cultura no es solamente el aditamento de la lucha poltica, representa ante todo la esencia

    de la confrontacin. A travs de ella podemos conocer el verdadero sentido del

    comportamiento colectivo. No debe extraar entonces que por cultura poltica no

    entendamos nicamente las tendencias del voto de los ciudadanos, o los porcentajes de

    insercin poltica de los partidos polticos, o la forma en que sus representantes hacen

    lobby para sacar alguna iniciativa de ley en el Congreso, o el organigrama de las

    instituciones del Estado. Al contrario, esa definicin debe enriquecerse con la forma en

    que se conduce la ciudadana en los asuntos pblicos. La cultura poltica de los

    movimientos sociales se advierte tambin en los recursos que utilizan ciertos grupos

    sociales para movilizarse en funcin de proyectos polticos alternativos; la forma en que

    se comportan colectivamente en eventos pblicos, en el acto de tomar la calle; en el

    grado de insercin a proyectos polticos que denotan y connotan enfoques ideolgicos, es

    decir, la manera en que esos proyectos ideolgicos son percibidos e interpretados por

    parte de grupos e individuos y que le dan sentido a las acciones tanto colectivas como

    individuales. As pues, la cultura poltica es un asunto complejo tanto de subjetividades

    como de objetividades.

    Parte de esta complejidad se explica por la transformacin del espacio en las

    movilizaciones. Destaca el hecho, como dije antes, que as como no lo es el discurso

    socializado, tampoco el espacio es una forma neutral. Ambos, espacio y discursos se

    conforman simblica y materialmente en funcin de la iniciativa de los individuos. El

    espacio simblico est ntimamente ligado al imaginario social de un lugar material. En

    primera instancia, el lugar simboliza algo para quien se lo apropia, se asocia a la identidad

    poltica de la movilizacin, del partido o del lder. En segunda instancia, la delimitacin

    oficial del espacio se impone a travs de mantas alusivas que identifican demandas,

    organizaciones, orientacin ideolgica y objetivos sociales y polticos. Tal demarcacin del

    espacio se hace tambin a travs de la distribucin de recursos tecnolgicos; utilizacin

  • 27

    deliberada de bordes, sendas, hitos, reas y cruces que permitan orientar, contener y

    controlar a las multitudes. Finalmente, en tercera instancia el espacio se materializa por la

    imagen del acto, que se muestra con la irrupcin de conos de todo tipo que lucen y dan

    colorido al lugar (Tamayo, 2008).

    Como vemos, el espacio fsico no es neutro. Si bien el espacio fsico puede

    medirse por sus dimensiones, geometra y los elementos materiales que lo conforman,

    esa materialidad configura la percepcin que los actores tienen del lugar ocupado por

    ellos mismos. Por eso el espacio no es un contenedor neutro de objetos materiales, es

    ms bien expresin de la percepcin y apropiacin social que lo condiciona.

    Los grupos sociales, los contingentes y las formas de apropiacin colectiva dicen

    mucho de la cultura ciudadana y de las distintas posturas ideolgicas. El espacio social se

    construye por prcticas que se sitan en el espacio material, ah donde tienen efecto las

    interacciones sociales. El espacio social es una forma de espacializacin de actores,

    cualidades y sus relaciones, de una manera anloga al concepto bourdiano de campo

    (Bourdieu y Wacquant, 1995, cfr. Wildner, 2005a y 2005b; Lefebvre 1974 y 1991.). La

    apropiacin poltica del espacio pblico no existe sin la interaccin social que la produce.

    La disputa abierta por el espacio fsico y simblico constituye de hecho esa apropiacin

    colectiva y social.

    El performance como dramaturgia

    El concepto de performance en los movimientos sociales es utilizado por Tilly

    (2008) para referirse a un tipo de actuacin, una representacin que los manifestantes

    hacen para un pblico, que se dirige tanto hacia los adversarios (a los que exigen sus

    demandas), como al mismo grupo que lo acta. La nocin est ntimamente ligada con

    la de repertorio, analizada en el segundo apartado de este captulo, como un cmulo de

    distintos performances disponibles, aprendidos y producidos histricamente por los

    actores sociales. Lo que Tilly propone en Contentious Performances, es que la gente, de

    acuerdo a circunstancias histricas y espaciales, aprende un nmero limitado de

    performances demandantes, que van cambiando con el tiempo como resultado de la

    acumulacin de experiencias y tensiones externas (Tilly, op.cit.:4).

    Aunque Tilly no desarrolla ni emprica ni conceptualmente la analoga de la

    dramaturgia del performance, considera en cambio que la metfora teatral pone nfasis

    en el carcter acumulado, aprendido, incluso improvisado, de las interacciones de las

  • 28

    personas al hacer y recibir las demandas de los otros. A menudo, estas demandas se

    parecen ms a los ensambles de jazz y a la commedia dell'arte, que a una rgida lectura

    ritual de un guin. Como los tros de jazz y los grupos de improvisacin teatral, las

    personas que participan en las polticas de contencin normalmente tienen varias piezas

    para interpretar, pero no son infinitas. Dentro de esos lmites, los actores eligen cules

    han de interpretar aqu y ahora, y en qu orden (Tilly, 2008:14).

    Habra que incursionar en este sentido en las interacciones y en los procesos de

    produccin de sentido que hacen de una manifestacin, o ciertos dispositivos de la

    manifestacin, un performance. En un escrito anterior, dijimos (Tamayo, Granados, Minor,

    2010):

    En su conjunto una marcha, o una accin colectiva singular, puede

    pensarse como un performance, una representacin simblica del movimiento

    social. Pero el performance requiere necesariamente de la intervencin directa del

    cuerpo fsico. Retomamos esta definicin desde el campo de las artes visuales.

    Desde ah, el performance se entiende como una expresin transdisciplinaria, que

    atae la necesidad de realizar una propuesta esttica conceptual, una

    representacin donde el artista participa activamente, usando su cuerpo, su

    corporalidad, con una orientacin esttica, poltica e ideolgica, dirigida a modificar

    el estado de nimo de los observadores, a travs de trastocar sensaciones y

    afectos.12

    Con este enfoque, la perspectiva de Goffman se hace muy pertinente, no tanto

    desde la visin de la microsociologa de la presentacin de la persona en la vida pblica,

    lo que permitira comprender las interacciones a una escala micro, sino ms bien desde la 12 Para profundizar en el debate sobre el performance desde la perspectiva de las artes visuales, vase El performance no es teatro de Lox Tamayo Mrquez, tesis de licenciatura en Artes Visuales, en la Escuela Nacional de Artes Plsticas de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico (2005). Adems del concepto utilizado en las artes, habra que decir que la traduccin en ingls y en la tradicin anglo-sajona se entiende al performance como rendimiento productivo o fsico y se utiliza mucho en los campos de la industria, la tecnologa y los deportes. As, es muy comn la expresin: el buen rendimiento de un motor, o la condicin de un ateta de alto rendimiento. En el campo de las artes, se entiende al performance como representacin y actuacin (teatro); o como interpretacin (en la msica); e incluso, con la insercin de las ciencias sociales, puede pensarse como teatralizacin o dramatizacin de la vida cotidiana (Cf. Goffman, 1997, 1974). Una definicin especfica del performance, de la Real Academia Espaola, puede fijarse como el acto de representar. En el WordReference.com se define como: The act of performing; the carrying into execution or action; execution; achievement; accomplishment; representation by action; as, the performance of an undertaking of a duty.

  • 29

    perspectiva de las interacciones identitarias entre participantes y activistas ms o menos

    ritualizadas que se expresan en concentraciones masivas y efmeras, sean contingentes y

    grupos, o mtines polticos. Me interesa ms bien la perspectiva dramatrgica y ritual

    (Vergara, 2006; Scott, 2007), analizando las relaciones de autoridad, de poder o

    dominacin entre lderes y auditorios, entre grupos y organizaciones polticas, entre

    cuerpos de contencin y manifestantes. Los performances describen bien estas

    dinmicas, al estilo de Clyde Mitchell (1956, 1983, cfr. Tamayo, en prensa). El anlisis de

    las interacciones que evoca esta reformulacin escenogrfica es un complemento bsico

    del estudio de los marcos. Y por eso, la dimensin espacial se convierte en una fuente

    imprescindible del anlisis, as como el ritual y su expresin simblica escenificadas.

    Implica un acercamiento desde la etnografa de las masas y de los pblicos, como seala

    Cefa en su revisin de la cuestin de la movilizacin.

    El mundo social es una escena pblica, el desfile, el ataque, el emplazamiento de

    grupos, la seduccin, la confrontacin entre organizaciones a travs de actos de sus

    representantes. Son performances que prueban la tolerancia del adversario, que tensan y

    presionan la negociacin (Cefa, 2007:31). Goffman, como dice Cefa, nos da una posible

    clave del sentido de las palabras y los discursos en situacin (cf. Wolf, 2001).

    Las emociones en la protesta

    Pensar los performances y los repertorios de la movilizacin, sobre todo en las

    concentraciones masivas, es aludir a cargas profundas emotivas: Energa simblica que

    en las emociones emplazan su fuerza moral (Vergara, 2006:105). La perspectiva de las

    emociones las tomo en cuenta en la observacin y reflexin etnogrfica de las

    movilizaciones. Isabelle Sommier (2010) recuerda que la palabra emocin tiene su origen

    etimolgico en otra mencin, en el estado de emocionarse o conmover, es decir poner en

    movimiento. Desde el siglo XVI se ha usado en plural (las emociones) para calificar la

    agitacin popular y los problemas sociales. Los Antiguos lo entendan como pasiones y

    de su origen latino patior, como sufrir o soportar (Sommier, 2010:183).

    El acto de impresionarse y de conmoverse, es una dimensin emocional de los

    movimientos sociales (Goodwin, Jasper y Polleta, 2007). El enfoque distingue de las

    emociones-reflejo inmediatas, aquellas que implican un compromiso afectivo de largo

    plazo, como las emociones basadas en entendimientos complejos, cognitivos y morales.

    Los activistas polticos usan con mucha frecuencia las emociones de manera estratgica,

  • 30

    como poltica o como fuerza discursiva, para inferir cosas acerca de ellos mismos, o de

    los adversarios. A nivel micro, las emociones operan tambin para persuadir a no-

    participantes a integrarse. En las movilizaciones y performances contenciosos, las

    emociones afloran en todos los sentidos, el miedo, la sorpresa, el enojo, el disgusto, la

    alegra y la tristeza. Emociones o sentimientos que generalmente se esconden en el

    comportamiento, surgen en momentos de fuerte tensin y energa social. En situaciones

    de alto riesgo, lo que comnmente se denomina adrenalina -basado en la qumica de la

    adrenalina en el cuerpo que produce aceleracin de ritmo cardaco, contraccin de vasos

    sanguneos y dilatacin de conductos respiratorios- se dispara a travs de las emociones.

    De la misma manera, los lazos afectivos en los movimientos sociales condicionan

    la cohesin interna y la consolidacin organizativa. Amor y odio, respeto y confianza son

    emociones que persisten por largo tiempo. Estos afectos son compromisos e inversiones

    positivas tanto como negativas. Nuestros afectos, dicen Goodwin, Jasper y Polleta

    (2007:418) nos dan orientaciones bsicas hacia el mundo, especialmente dicindonos lo

    que ms nos importa y deseamos profundamente cuidar. O en su caso, nos da sentido

    para explicar acciones de violencia. De tal forma que los lazos afectivos pueden desgastar

    un movimiento social tanto como puede reforzarlo.

    Finalmente, un tipo de emociones que aplica para los objetivos de este trabajo son

    las emociones morales, que son una especie de conciencia o preocupacin moral que

    refleja la comprensin del mundo que nos rodea y de nuestro lugar en l. Refleja juicios

    de valor, orgullo, vergenza o culpa, celos o indignacin, asco o compasin.

    Articular las emociones al anlisis de la protesta no nicamente ayuda a

    profundizar las descripciones etnogrficas de los movimientos sociales. De acuerdo a

    Goodwin, Jasper y Polleta (2007:425), las emociones, como la cultura, son una dimensin

    de la accin social (Cf. Jasper, 2006, 1997). Las emociones tambin explican, con su

    grado de articulacin con otros aspectos y dimensiones analticas, la participacin, las

    formas de organizacin, los tipos de estrategias y reacciones a las polticas de las lites, y

    los fines y las justificaciones morales de su existencia.

    4. La relacin partido-movimientos

    La relacin entre el partido y los movimientos es una dimensin de la cultura

    poltica de los movimientos sociales. Esta correlacin muestra la necesidad de que el

  • 31

    marxismo ortodoxo comprenda la importancia de la cultura en el anlisis de las luchas y

    conflictos sociales. La mayora de las organizaciones polticas vinculadas al marxismo

    tienden a reducir el anlisis a las condiciones materiales y a los aspectos de organizacin,

    desplazando parcial o totalmente los componentes culturales que condicionan, y a veces

    determinan las caractersticas de los comportamientos, juicios, valores y emociones de

    participantes y grupos sociales. A la cultura se le ve como un agregado intil tanto en la

    reflexin como en la orientacin estratgica polticas. No conciben, a pesar que lo vive

    cotidianamente, que cada espacio de organizacin y definicin tctica de actividad y

    accin poltica estn fundamentadas en la socializacin, la interpretacin de las

    ideologas, la construccin e imposicin de sentidos de pertenencia y de exclusin. No

    imaginan siquiera la posibilidad de que la relacin jerrquica, la elaboracin de

    manifiestos y anlisis, la concepcin de la prensa partidista, la visin que se tiene del

    movimiento, como fundamento o como fin, se sustenta en un sistema de creencias y en

    esquemas interpretativos diferenciados del mundo social (Cf. Wolf, 2001). Es la vida

    social la que determina la construccin de un sistema de ideas, dicen, no al revs. Y

    desde ah, dogmticamente, la cultura les parece aberrante. Para estas corrientes, la

    insistencia ideolgica en lo estructural no permite comprender la importancia fundamental

    de la cultura en la orientacin y direccin del cambio, de la reforma o de la revolucin.

    Con todo son estos grupos un anclaje ideolgico fuertsimo de los movimientos

    sociales.

    Al contrario, valdra la pena reflexionar el hecho que los movimientos se impregnan

    de una cultura poltica que proviene del mismo sistema poltico y de las resistencias de

    opositores. Como he venido recalcando, ningn movimiento as es neutro ni poltica ni

    ideolgicamente. Al menos, parte importante de los componentes que los tericos de los

    nuevos movimientos sociales afianzaron en el anlisis de la contienda han demostrado

    estar equivocados (Melucci, 1996; Offe, 1985; Turner, 1986, 1990, 1997). Los

    movimientos estn vinculados a polticos, al sistema poltico (Mirza, 2006; Aguilar, 2009) y

    a las organizaciones polticas formales o informales, mantienen una representacin y

    liderazgo de distintos tipos que pueden ser horizontales o jerrquicos, reproducen ciertas

    formas democrticas o autoritarias de toma de decisiones, recrean pues, en trminos de

    Bourdieu (1981, 1995, 2000; cfr. Crossley 2003; Wacquant, 2002) un habitus especfico

    en un campo poltico especfico de los movimientos sociales.

  • 32

    En efecto, los conceptos de habitus y campo han sido utilizados por Nick Crossley

    (2003) para explicar formas culturales de los movimientos sociales. La intencin de

    Crossley (2003:60) es explicar campos de lucha y la interconexin entre campos, pues no

    todos tienen un mismo efecto ni cultural ni poltico. El campo de los medios y el campo

    legal, por ejemplo, pueden impactar tanto o ms que el campo poltico, y viceversa, sobre

    los movimientos sociales. Con todo, el estudio de Crossley es una manera interesante de

    analizar los distintos movimientos y su interconexin con los campos legal, poltico, y de

    los medios de comunicacin.

    No obstante, se da en su propuesta un forzamiento de la teora de Bourdieu

    llevada al campo de los movimientos sociales. Crossley, en este sentido, distingue el

    sector de los movimientos sociales (SMS), las industrias y las organizaciones, en el marco

    de la teora de la movilizacin de recursos y ubica su reflexin dentro de un enfoque

    excesivamente organizacional. En el contexto de Mxico, como de otros pases

    latinoamericanos una industria del movimiento social podra ser aquel delimitado

    ideolgicamente como de izquierda. Otras fronteras podran ser definidas como

    nacionalista, o movimientos de clase. Estos dos ltimos estn atravesados por el propio

    de la izquierda as como el nacionalista, indistintamente. Para el caso de los denominados

    SMS, tendramos, por ejemplo, al movimiento estudiantil, el movimiento popular, el

    movimiento sindical, o al movimiento lsbico gay, los cuales estn influenciados por las

    grandes corrientes del movimiento nacionalista, de izquierda y de clase. En el lenguaje

    bourdiano, un sector del movimiento equivaldra a identificarlos como campo. Pero la

    dificultad analtica estriba as en definir los lmites del campo.

    En este complejo espacio de conflicto, Crossley ubica conceptualmente al

    habitus, como una relacin entre prcticas y capitales movilizados al interior de un sector

    especfico de los movimientos sociales. Ello sin embargo implica mirar la reproduccin

    misma del campo que para efectos de los movimientos no est estructurado per s. El

    problema desde la perspectiva terica de los movimientos sociales, es que no puede

    hablarse de movimientos como si fueran slo organizaciones estructuradas ni

    estructurantes. Los movimientos inventan formas distintivas de organizacin, pero son tan

    efmeras como los movimientos mismos. El anlisis de Bourdieu profundiza el estudio de

    las instituciones capitalistas, que permite en efecto reflexionar sobre la dialctica de la

    estabilidad y el cambio, de la confrontacin y conflicto entre actores, y del posicionamiento

    desigual a partir de la desigual distribucin del capital econmico, poltico y cultural. No

  • 33

    obstante, no creo pues que pueda mecnicamente trasladarse el cuerpo holstico de la

    teora bourdiana de campo y habitus al anlisis integral de la cultura poltica de los

    movimientos sociales.

    Es posible entonces hablar del campo del activismo, o del campo de la

    contencin, como dice Crossley? El concepto de espacio de ciudadana (cfr. Tamayo,

    2006) que se constituye histrica y coyunturalmente, donde varias dimensiones entran en

    juego: podra entenderse como producto del habitus de las organizaciones de izquierda

    y de la nueva configuracin estructurante de prcticas y de movilizacin de capitales? De

    nuevo, no creo que el uso del enfoque bourdiano que Crossley le da al estudio de los

    movimientos sea el ms adecuado.

    La representacin poltica en los movimientos

    En cambio, creo que una perspectiva bourdiana de la cultura poltica de los

    movimientos sociales debera considerar ms que el concepto totalizador y reproductor

    del habitus y del campo como tales, el enfoque de la reprsentation politique. En su

    texto, Bourdieu (1981) delimita cuatro hiptesis: a) q