angel sin alas

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1 UN ANGEL SIN ALAS

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Cuento Infantil

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Page 1: Angel Sin Alas

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UN ANGEL SIN ALAS

Page 2: Angel Sin Alas

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TABLA DE CONTENIDO CUENTO…………………………………………………….3 SMARTART………………………………………………28 TABLA……………………………………………………….28 GRAFICO……………………………………………………29

Page 3: Angel Sin Alas

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Un ángel sin alas CAPITULO I

El angelito despertó de su

primer sueño sintiéndose muy

liviano, tal vez demasiado.

Miró hacia abajo y vio sus

lindos piecitos, miró hacia

arriba y vio varios rulitos amarillos que caían

sobre su frente.

Se fijó en sus manos, pequeñas por cierto, en

sus bracitos, también pequeños, pero al mirar

hacia los costados se dio cuenta de algo: no tenía

Alas. Desconcertado giró su cabeza hacia un

lado, hacia el otro, volvió a mirar hacia arriba,

hacia abajo, se tocó la espalda y nada

Page 4: Angel Sin Alas

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– ¡Que extraño! -dijo – No tengo alas. Soy un ángel, se supone que

debería tener un hermoso par.

Se dio cuenta también que no estaba sobre una nube, donde

supuestamente duermen los angelitos, sino sobre un cesped suave y

muy verde. Si bien era un ángel recién nacido, sabía perfectamente

quién era y que su propósito en la vida era

proteger.

Page 5: Angel Sin Alas

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Un ángel siempre tiene clara su misión, por

más pequeño que sea.

– Algo extraño pasa conmigo – se dijo –

debería ser como todos los demás angelitos,

visto mi túnica, se en mi corazón qué es lo que

tengo que hacer. Estoy dispuesto a cuidar de

la gente y protegerla, pero no tengo alitas

¿será que se olvidaron

de ponerme un par?

Comenzó a pensar por

qué él no había nacido

como todos los demás

Ángeles. Por qué a él, justo a él, le faltaban

las alitas ¿Y si por no tenerlas no podía

cumplir con su misión en la vida? ¿Y si por su

ausencia le era imposible custodiar a las

personas? ¿Y si la magia de un ángel estaba

justo en las alas?

Page 6: Angel Sin Alas

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Entonces, no podría ser como todos los demás

y hacer lo que todos hacían. Esperó un

tiempito para ver si le crecían. Un día y nada.

Dos días y nada. Tres días y …. nada, ni una

plumita por pequeña que

fuese.

Dispuesto a saber dónde

estaba su par de alitas, el

ángel comenzó una

larga caminata.

– Tal vez se me cayeron mientras dormía –

pensó.

No sabía hacia dónde ir, pero estaba

dispuesto a llegar a dónde fuera que

estuviesen sus alas.

Page 7: Angel Sin Alas

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Un ángel sin alas –

Capítulo II

Se dio cuenta que caminaba

por una ciudad y que había

mucha gente. Sin embargo,

no todos reparaban en él,

sólo los niños lo miraban y

le sonreían. Se detuvo

frente a una plaza donde

una hermosa niña de

trenzas rojizas se hamacaba muy fuerte, una y otra vez, cada vez

más alto.

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A medida que se acercaba, se dio cuenta que la niña había tomado

más envión del que debía y caería sin remedio en el césped. Casi

sin proponérselo, se paró frente a ella y como por arte de magia o

mejor dicho, como por magia de ángel, la hamaca descendió

suavemente.

La pequeña bajó despacito y se lo quedó mirando, con una sonrisa

de agradecimiento. El angelito se acercó aún más y le preguntó si

había visto un par de alas.

– ¿Alitas de pollo? – preguntó la niña.

– Alitas de ángel – contestó triste

– Has visto, sin mis alas, no parezco un angelito.

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– Esas cosas suelen pasar. Cuando juego con mis

hermanos varones, yo tampoco parezco una

niña, no te preocupes y dime ¿qué pasó con tus

alitas? ¿Las perdiste? ¿Se te cayeron?

El angelito tardó en contestar, se quedó

pensando en qué parecería la niña que no

parecía niña cuando jugaba con sus hermanos.

– Tal vez te las olvidaste en el colegio – agregó-

yo siempre me olvido algo y luego mami me

reprende.

– Yo no voy al colegio – contestó confundido el

angelito.

– ¿No hay escuela para Ángeles? – preguntó

muy intrigada.

– Pues no. Nosotros venimos a la vida sabiendo

ya lo que necesitamos saber y qué tenemos que

hacer, por eso me extraña no tener alitas, las

necesito para volar.

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– ¿Probaste aletear

con tus brazos? Tal

vez te de resultado

– propuso la

pequeña.

– Pues no creo. No

importa, si no las has visto, seguiré

buscando – dijo decepcionado, dio las

gracias y se marchó.

La pequeña volvió a la hamaca, pero

esta vez decidió que tendría más

cuidado.

Miró cómo se iba el angelito, mientras

se mecía suavemente. Sus largas y

rojizas trenzas parecían saludarlo.

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Un ángel sin alas – Capítulo III

El ángel camino durante todo el día por el centro la ciudad y al llegar la

noche comenzó a pensar que ése no era precisamente un lugar donde

pudiesen estar sus alas.

La gente corría demasiado, nadie se escuchaba, se atropellaban y tenían un

gesto serio, como si la alegría no pudiese habitar allí

– ¡Con razón debemos proteger a las personas! – Pensó – todos están muy

solos.

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Pasó la noche bajo un árbol y no bien amaneció se dirigió al bosque que

lindaba con la ciudad. Se respiraba otro aire, había libertad, flores, plantas,

animalitos felices.

Sin dudas, era un buen lugar para encontrar sus alitas y recibirse de ángel

hecho y derecho. Al adentrarse en el bosque, se encontró con una ardilla

que no paraba de comer nueces, una tras otra.

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– ¿Quieres una nuez? –

preguntó muy amablemente

la ardillita.

– No gracias – contestó el angelito

– Por casualidad ¿No has visto un par de alitas?

– ¿Alitas de mariposa? – preguntó la ardilla, al

tiempo que masticaba su décimo quinta nuez.

– No precisamente, busco mis alitas, soy un

angelito y no las tengo.

– ¿No se las habrá comido el lobo feroz? Si le

apetecen las abuelas, con más razón podría

apetecer tus alitas, que sin duda, serán más

blanditas – contestó la

ardilla.

Luego agregó:

– ¿Sabes? Es extraño el

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– Tienes razón, no las

busco por perdidas. Debe

haber habido un error,

es extraño haber nacido

sin alas, yo creo que en algún lado han de estar.

– Si tu lo dices – comentó la ardilla – ¿seguro no

quieres una nuez? Digo, mientras buscas, te

alimentas.

– No gracias – Seguiré buscando.

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Un ángel sin alas – Capítulo

IV

Siguió caminando hasta llegar

a una casa vieja y maltrecha.

De su chimenea salía un humo

verde, cuyo aroma era verdaderamente

desagradable. Se quedó mirando un rato largo.

La casa no era bonita, el lugar tampoco.

Por la ventana, se veía una mujer de nariz muy

larga y baja estatura, vestida de negro y con un

sombrero alto, muy alto y puntiagudo. Sobre su

hombro tenía una lechuza que no para de

chistar. La señora parecía estar cocinando,

tenía una olla muy grande sobre unos leños

ardientes y mezclaba todo el tiempo.

Si era sopa, su aroma no era nada agradable y

si no lo era, tampoco.

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– ¿Será esta señora lo que aquí llaman brujitas?

– Dudo el angelito

– Como sea, debo preguntarle por mis alas.

Al acercarse a la casa, se topó con un sapo que

salía corriendo con los ojos más saltones que

cualquier sapo que se haya visto jamás.

– Aléjate o te hará sopa a ti también. Tiene el

mal gusto de preparar sopa de sapos y ranas,

aunque tu no eres verde y tampoco tienes

verrugas, tal vez estés a salvo.

– ¿A salvo de quien? Preguntó el angelito

preocupado.

– De la brujita, si no te hace sopa, en otra cosa

te convertirá con sus hechizos.

De pronto, comenzó a escucharse la aguda voz

de la bruja. Se había dado cuenta que el sapo

había escapado y salió a buscarlo.

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– ¡Nadie escapa así de mi sopa… digo de

mi caldo, digo de mi casa! -gritaba la

bruja.

El sapo ya no era verde, estaba blanco

del susto. Sus ojos saltones parecían ya

desprenderse de

la cara. El

angelito, dándose

cuenta del peligro

que corría el pobre sapo,

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lo tomó de una de las ancas y se quedó a su lado.

La brujita, que había salido desesperada de su

casa, de pronto se tranquilizó.

Los miró fijo y para sorpresa del aliviado sapo,

exclamó:

– Ahora que lo pienso mejor, estoy cansada de tomar sopa de sapos,

mejor preparo una de cabellitos de ángel.

El sapo respiró aliviado, pero el angelito se tomó la cabeza para salvar

sus rulitos y ambos se alejaron lo más rápido que pudieron.

– Gracias amigo, me salvaste la vida – le dijo el sapito que ya había

vuelto a ser verde.

– ¿No has visto un par de alas? – preguntó el angelito.

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– ¿Alas de pajarito? Aquí hay muchos en el bosque –

contestó el sapito.

– Alas de ángel. Mis alitas, no las tengo y si no las

tengo, no seré un ángel completo y creo que no podré

cumplir mi misión en la vida.

– Suena preocupante – comentó el sapo- casi tanto como que te

quieran hervir en un caldo. ¿Por qué no buscas a mago Tito? Es un

mago picarón que todo lo transforma con su varita mágica. Tal vez las

convirtió en una flor o un hongo o ¡vaya uno a saber!

Partió el angelito a las afueras del bosque donde vivía e mago Tito,

famoso ya por transformar todo en otra cosa.

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Un ángel sin alas –

Capítulo V

Al acercase a la casa, el

angelito vio cosas que,

aún a sus ojitos nuevos,

le parecían extrañas. Durmiendo en

la puerta, encontró a un perrito con

pétalos, por lo que pensó que el

perro antes de ser perro había sido

una flor.

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En el techo de la vivienda

había una chimenea de

la cual salía una frondosa

copa, por lo que dedujo que la chimenea había

sido antes un árbol.

Nada era del todo lo que debía ser.

Evidentemente la fama que tenía Tito, había

sido bien ganada pues al parecer todo lo

transformaba. Cuando iba a golpear el

chocolatín con picaporte que encontró por

puerta, salió a su encuentro el mago Tito.

– ¡Yo no fui! ¡Yo no fui! ¡Yo no lo hice! – Gritaba

mientras agitaba su varita mágica convirtiendo

cuanta cosa encontraba a su paso, en otra.

– ¿No hiciste qué? – preguntó el angelito un

poco preocupado pues temía ser convertido en,

por ejemplo, un tallarín con tuco.

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– No se, pero yo aclaro por las dudas, no sea

cosa que me culpen. Siempre me culpan de

convertir las cosas en otras – gritaba el mago

mientras convertía las pocas flor que quedaban

en pastillas de menta.

– Yo no te acuso de nada, solamente quiero

saber si viste un par de alitas.

– ¿Alas de avión? – Preguntó Tito sin dejar de

agitar su varita- déjame ver… déjame ver… el

otro día vi. Un auto pasar y lo convertí en un

ratón que no sabes lo rápido que se mueve

ahora, pero alas, no. Seguro que no he visto

¿Por qué?

– Porque soy un ángel y se supone que debería

haber nacido con un hermoso par de alitas y no

las tengo ¿seguro no has visto un par?

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– Dudas de mi ¿verdad?

¿Crees que yo tengo algo que

ver con la desaparición de

tus alitas? – comenzó a

quejarse el mago, quien –

como ya estaba enojado- agitaba aún más la

pobre varita.

Todo comenzó a dar vueltas de una forma

inesperada. Perros con pétalos, flores con

dedos, puertas de chocolate comenzaron a

elevarse llevadas por el viento producido por la

varita. Los pocos árboles que seguían siendo

árboles parecían empezar a desprenderse de

sus raíces.

El remolino arrasaba con todo, hasta con el

asombrado mago cuyos piecitos se movían

inquietos buscando el suelo sin éxito. Tito se

asustó mucho. Le gustaba la magia, pero no

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tanto como para salir

volando y destruir todo.

Sus ojitos temerosos

buscaron los del angelito,

quien con suma tranquilidad

estiro su brazo y le quitó la

varita de la mano al mago.

Como por arte de magia, o mejor dicho, como

por magia de ángel, todo se calmó. El viento

cesó y Tito pudo feliz poner sus piecitos en

tierra firme.

– ¡Gracias, muchas gracias por salvarnos! –

Gritaba el pequeño mago saltando de alegría

– No era mi intención destruir nada, creo que

deberé usar mi varita con más cuidado de

ahora en más.

– Eso creo realmente, sin dudas podrás hacerlo

– contestó el angelito.

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– ¿Cómo puedo recompensarte? ¿Qué puedo

hacer por ti? Ah… ¡ya se! ¿Quieres que

convierta ese par de piedras en dos alitas para

ti?– preguntó entusiasmado.

– No gracias, deja que las piedras siguen siendo

piedras ¿no te parece mejor que las cosas sean

lo que son y no transformarlas en algo con lo

que no deben estar felices?

– Creo que tienes razón, pero aunque sea por

última vez, tu necesitas un par de alitas y yo

puedo hacer algo al respecto –suplicó Tito

agradecido.

– No, gracias de corazón. Prefiero seguir

buscando, alguien tiene que saber qué ha

pasado con mis alas.

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– Como desees ¿has buscado en la

playa? Es buen lugar, la marea

lleva y trae todo tipo de cosas,

tal vez se ha llevado tus alitas

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– Buena idea, iré a buscar por allí, gracias amigo y ya sabes, trata de

dejar a las cosas y sobre todo a los seres tranquilos, cada uno es lo

que debe ser.

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SMARTART

TABLA

sueño

Alas cesped pequeño cuidar

Corazon Angel Ardilla

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TERCERA PERSONA

ANTAGONISTA

PROTAGONISTA