angustia del lactante - en inhibición síntoma y angustia (1926)

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Inhibición, Síntoma y Angustia (1926) Fragmento (Traducción de Lopez Ballesteros) VIII. Detengámonos ahora a reflexionar. Lo que buscamos es un conocimiento que nos revele la esencia de la angustia, permitiéndonos separar la verdad de ciertas afirmaciones del error de otras. Pero esto no es tarea fácil. El estudio de la angustia no es un tema sencillo. Hasta aquí no hemos alcanzado sino resultados contradictorios, entre los cuales nos es imposible elegir imparcialmente. Por tanto, creemos conveniente cambiar de procedimiento y reunir ahora todo lo que nos es posible decir sobre la angustia, renunciando a la esperanza de una renovada síntesis. La angustia es, pues, en primer lugar, algo que sentimos. La calificamos de estado afectivo, aunque no sabemos bien lo que es un afecto. Como sentimiento, presenta un franco carácter displaciente; pero no es ésta la única de sus cualidades, pues no todo displacer puede ser calificado de angustia. Existen, en efecto, otros sentimientos de carácter displaciente: la ansiedad, el dolor, el duelo. La angustia habrá de presentar, a más de dicho carácter, algunas otras particulares. ¿Conseguiremos llegar a la comprensión de las diferencias de estos diversos afectos displacientes? Nuestra sensación de la angustia nos proporciona ya algún dato. Su carácter displaciente parece presentar, en efecto, algún rasgo especial, si bien no resulta fácil su determinación. Pero, además de este carácter peculiar, difícilmente aislable, corresponden a la angustia sensaciones físicas más precisas, que referimos a determinados órganos. Como de momento no nos interesa la fisiología de la angustia, nos bastará con hacer resaltar algunas de tales sensaciones, y elegiremos para ellas las más representativas, frecuentes y precisas, son las que afectan a los órganos respiratorios y al corazón. Estas sensaciones demuestran que en el proceso total de la angustia participan inervaciones motoras, o sea, procesos de descarga. Así, pues, el análisis del estado de angustia da los siguientes resultados: 1º. Un carácter displaciente específico; 2º. Actos de descarga; y 3º. Las percepciones de tales actos. Los puntos 2º. y 3º. nos dan ya una diferencia con respecto a otros estados análogos; por ejemplo, el duelo y el dolor. Este último no integra manifestaciones motoras, y cuando éstas se presentan en él revelan no ser elementos del afecto, sino consecuencia del mismo o reacciones a él. Así, pues, la angustia es un estado displaciente especial, con actos de descarga por vías determinadas. Siguiendo nuestra concepción general, habremos de suponer que la angustia se basa en un incremento de la excitación, el cual crea, de un lado, el carácter displaciente, y por otro, busca aliviarse por medio de los indicados actos de descarga. Mas no bastándonos esta síntesis puramente fisiológica, nos inclinaremos a admitir la existencia de un factor histórico que enlaza estrechamente entre sí las sensaciones y las inervaciones de la angustia. O dicho de otro modo, supondremos que el estado de angustia es la reproducción de una experiencia que integraba las condiciones de tal incremento del estímulo y las de la descarga por vías determinadas, lo cual daría al displacer de la angustia su carácter específico. Tal experiencia prototípica sería para los hombres el nacimiento. Así, pues, nos inclinamos a ver en el estado de angustia una reproducción del trauma del nacimiento.

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  • Inhibicin, Sntoma y Angustia (1926)

    Fragmento (Traduccin de Lopez Ballesteros)

    VIII.

    Detengmonos ahora a reflexionar. Lo que buscamos es un conocimiento que nos revele la

    esencia de la angustia, permitindonos separar la verdad de ciertas afirmaciones del error de

    otras. Pero esto no es tarea fcil. El estudio de la angustia no es un tema sencillo. Hasta aqu

    no hemos alcanzado sino resultados contradictorios, entre los cuales nos es imposible elegir

    imparcialmente. Por tanto, creemos conveniente cambiar de procedimiento y reunir ahora

    todo lo que nos es posible decir sobre la angustia, renunciando a la esperanza de una renovada

    sntesis. La angustia es, pues, en primer lugar, algo que sentimos. La calificamos de estado

    afectivo, aunque no sabemos bien lo que es un afecto. Como sentimiento, presenta un franco

    carcter displaciente; pero no es sta la nica de sus cualidades, pues no todo displacer puede

    ser calificado de angustia. Existen, en efecto, otros sentimientos de carcter displaciente: la

    ansiedad, el dolor, el duelo. La angustia habr de presentar, a ms de dicho carcter, algunas

    otras particulares. Conseguiremos llegar a la comprensin de las diferencias de estos diversos

    afectos displacientes?

    Nuestra sensacin de la angustia nos proporciona ya algn dato. Su carcter displaciente

    parece presentar, en efecto, algn rasgo especial, si bien no resulta fcil su determinacin.

    Pero, adems de este carcter peculiar, difcilmente aislable, corresponden a la angustia

    sensaciones fsicas ms precisas, que referimos a determinados rganos. Como de momento

    no nos interesa la fisiologa de la angustia, nos bastar con hacer resaltar algunas de tales

    sensaciones, y elegiremos para ellas las ms representativas, frecuentes y precisas, son las que

    afectan a los rganos respiratorios y al corazn. Estas sensaciones demuestran que en el

    proceso total de la angustia participan inervaciones motoras, o sea, procesos de descarga. As,

    pues, el anlisis del estado de angustia da los siguientes resultados: 1. Un carcter

    displaciente especfico; 2. Actos de descarga; y 3. Las percepciones de tales actos. Los puntos

    2. y 3. nos dan ya una diferencia con respecto a otros estados anlogos; por ejemplo, el

    duelo y el dolor. Este ltimo no integra manifestaciones motoras, y cuando stas se presentan

    en l revelan no ser elementos del afecto, sino consecuencia del mismo o reacciones a l. As,

    pues, la angustia es un estado displaciente especial, con actos de descarga por vas

    determinadas. Siguiendo nuestra concepcin general, habremos de suponer que la angustia se

    basa en un incremento de la excitacin, el cual crea, de un lado, el carcter displaciente, y por

    otro, busca aliviarse por medio de los indicados actos de descarga. Mas no bastndonos esta

    sntesis puramente fisiolgica, nos inclinaremos a admitir la existencia de un factor histrico

    que enlaza estrechamente entre s las sensaciones y las inervaciones de la angustia. O dicho de

    otro modo, supondremos que el estado de angustia es la reproduccin de una experiencia que

    integraba las condiciones de tal incremento del estmulo y las de la descarga por vas

    determinadas, lo cual dara al displacer de la angustia su carcter especfico. Tal experiencia

    prototpica sera para los hombres el nacimiento. As, pues, nos inclinamos a ver en el estado

    de angustia una reproduccin del trauma del nacimiento.

  • No afirmamos con esto nada que procure a la angustia un puesto excepcional entre los

    estados afectivos. A nuestro juicio, tambin los dems afectos son reproducciones de sucesos

    antiguos, de importancia vital y, eventualmente, preindividuales; los consideramos como

    ataques histricos universales, tpicos e innatos comparados a los ataques de la neurosis

    histrica, recientes e individualmente adquiridos, cuya gnesis y significacin como smbolos

    mnmicos nos ha revelado el anlisis. Sera muy de desear que esta misma interpretacin se

    demostrara aplicable a otros afectos distintos; mas, por ahora, nos hallamos muy lejos de ello.

    La conexin de la angustia con el nacimiento tropieza inmediatamente con varias objeciones.

    La angustia es probablemente una reaccin propia de todos los organismos, por lo menos de

    todos los superiores, y, en cambio, el nacimiento por el proceso del parto slo es comn a los

    mamferos, no estando tampoco probado que tenga en todos ellos un carcter traumtico.

    Puede, entonces, haber tambin angustia que no tiene su prototipo en el nacimiento. Pero

    esta objecin traspasa los lmites dados en la Biologa y la Psicologa. Precisamente porque la

    angustia tiene que llevar a cabo, como reaccin al estado de peligro, una funcin

    biolgicamente indispensable, puede hallarse organizada de un modo distinto en los diversos

    seres vivos. Tampoco sabemos si en los seres lejanos al hombre presenta las mismas

    sensaciones e inervaciones que en l. Por tanto, nada se opone a que la angustia del hombre

    tome por modelo el proceso del nacimiento.

    Siendo stas la estructura y la gnesis de la angustia, habremos de preguntarnos ahora cul es

    su funcin y en qu ocasiones se reproduce. La respuesta parece fcil y convincente: la

    angustia naci como reaccin a un estado de peligro y se reproduce cada vez que surge de

    nuevo tal estado. Pero hay que tener en cuenta algunas observaciones. Las inervaciones del

    estado de angustia primitivo tuvieron, muy probablemente, un significado y un propsito, del

    mismo modo que los movimientos musculares del primer ataque histrico. Para explicarnos el

    ataque histrico no tenemos ms que buscar la situacin en la que los movimientos

    correspondientes constituan una parte de un acto justificado. As, en el acto del nacimiento, la

    inervacin de los rganos respiratorios tiende muy verosmilmente a preparar la actividad

    pulmonar, y el aceleramiento de los latidos del corazn, a liberar de sustancias txicas la

    sangre. Esta adecuacin falta, naturalmente, en la reproduccin ulterior del estado de angustia

    como afecto, e igualmente en la repeticin del ataque histrico. As, pues, cuando el individuo

    se ve en una nueva situacin peligrosa, puede resultar inadecuado que responda a ella con el

    estado de angustia, esto es, con la reaccin a un peligro pretrito, en lugar de seguir una

    reaccin adecuada al peligro actual. Pero la conducta de aqul puede, una vez ms, ser

    adecuada al ser reconocida la proximidad de la situacin peligrosa y ser sta sealada por la

    explosin de la angustia. En tal caso puede entonces ser suprimida la angustia en el acto por

    medio de medidas apropiadas. Se distinguen, pues, en seguida dos posibilidades de la

    aparicin de angustia: una inadecuada, con relacin a una nueva situacin peligrosa; la otra

    adecuada, para sealar y prevenir tal situacin.

    Ahora bien: qu es un peligro? En el acto del nacimiento existe un peligro objetivo para la

    conservacin de la vida. Sabemos lo que esto significa en la realidad, pero psicolgicamente no

    nos dice nada. El peligro del nacimiento carece an de contenido psquico. Desde luego no

    podemos atribuir al feto nada que se aproxime a una especie de conocimiento de la

    posibilidad de que el nacimiento tenga un desenlace fatal para su existencia. El feto no puede

    advertir sino una extraordinaria perturbacin de la economa de su libido narcisista. Llegan a l

  • grandes magnitudes de excitacin, que generan sensaciones de displacer no experimentadas

    an, y algunos de sus rganos adquieren elevadas cargas, circunstancia que constituye como

    un preludio de la carga del objeto, que no tardar en iniciarse. Pero de todo esto, qu es lo

    que puede ser valorado como signo de una situacin peligrosa? Lamentablemente es

    demasiado poco el conocimiento acerca del esquema mental de un recin nacido como para

    adelantar una respuesta directa. No puedo testimoniar cabalmente la validez de la descripcin

    que he acabado de ofrecer. Es fcil decir que el lactante repetir su afecto de angustia en cada

    situacin que le recuerde el suceso del nacimiento. El hecho importante de conocer es lo que

    lleva a recordar el suceso y lo que es recordado.

    Apenas nos queda ya sino estudiar las ocasiones en que el nio se muestra propicio al

    desarrollo de angustia durante la lactancia o en la poca inmediatamente posterior. En su libro

    El trauma del nacimiento ha realizado Otto Rank una enrgica tentativa de demostrar la

    relacin de las fobias infantiles ms tempranas con la impresin del suceso del nacimiento.

    Pero, a nuestro juicio, no ha alcanzado esta tentativa su propsito. Pueden reprochrsele dos

    cosas. En primer lugar, se basa en la hiptesis de que el nio ha recibido en su nacimiento

    determinadas impresiones sensoriales, especialmente de naturaleza visual, cuya renovacin

    puede provocar el recuerdo del trauma del nacimiento, y con l, la reaccin de angustia. Esta

    hiptesis no aparece demostrada y es harto inverosmil. No puede creerse que el nio haya

    retenido del proceso del parto ms sensaciones que algunas tctiles y otras de carcter

    general. As, pues, la explicacin dada por Rank al miedo que muestra el nio al ver salir a un

    animalito de un agujero o entrar en l, considerando tal miedo como reaccin a la percepcin

    de una analoga; no es admisible, pues el nio no puede darse cuenta de tal analoga. Pero,

    adems, al tratar de estas situaciones de angustia ulteriores concede Rank eficacia, segn los

    casos, bien al recuerdo de la feliz existencia intrauterina, bien al de la perturbacin traumtica

    de dicha existencia, con lo cual queda abierto el camino a la arbitrariedad en la interpretacin.

    Algunos casos de esta angustia infantil contradicen abiertamente la aplicacin del principio de

    Rank. Cuando el nio es dejado solo en la oscuridad, deberamos esperar que aceptase

    contento tal reconstitucin de la situacin intrauterina; pero, muy al contrario, reacciona a ella

    con angustia. Al explicar Rank este hecho por el recuerdo de la interrupcin del feliz estado

    intrauterino, no hace sino evidenciar lo forzado de sus hiptesis. Hemos, pues, de concluir que

    las fobias infantiles ms tempranas no permiten referencia alguna directa a la impresin del

    acto del nacimiento, eludiendo as hasta ahora, en general, toda explicacin. Es innegable, por

    otra parte, que el nio de pecho muestra cierta disposicin a la angustia. Esta disposicin no

    presenta su mxima intensidad inmediatamente despus del nacimiento, para ir luego

    disminuyendo poco a poco, sino que aparece ulteriormente con el progreso del desarrollo

    anmico, y se mantiene durante cierto perodo de la infancia. Cuando estas fobias tempranas

    perduran ms all de tal perodo, hacen sospechar la existencia de una perturbacin neurtica,

    aunque tampoco se nos haya hecho visible en modo alguno su relacin con las ulteriores y

    certeras neurosis infantiles.

    Slo muy pocos casos de la manifestacin infantil de angustia nos son comprensibles. A ellos

    habremos de atenernos. En total son tres: cuando el nio est solo, cuando se halla en la

    oscuridad y cuando encuentra a una persona extraa en el lugar de la que le es familiar (de la

    madre). Estas tres situaciones se reducen a una sola condicin: la de advertir la falta de la

  • persona amada y anhelada. A partir de este punto se halla totalmente libre el camino que

    conduce a la comprensin de la angustia y a la solucin de las contradicciones que parecen

    enlazadas a ella. La imagen mnmica de la persona anhelada es objeto seguramente de una

    carga muy intensa, y en un principio probablemente alucinatoria. Pero ello no trae consigo

    resultado alguno y parece como si este anhelo se transformase en angustia. Llegamos incluso a

    tener la impresin de que tal angustia tiene toda la apariencia de ser la expresin del

    sentimiento del nio al finalizar sus juicios, como si en su an muy poco desarrollado estado

    no supiera nada mejor para controlar sus catexias de anhelo. La angustia surge as como

    reaccin al hecho de advertir la falta del objeto, circunstancia que nos recuerda que el miedo a

    la castracin tiene por contenido la separacin de un objeto muy estimado y que la angustia

    ms primitiva -la del nacimiento- surgi al verificarse la separacin de la madre.

    Nuestra reflexin supera pronto esta acentuacin de la prdida del objeto.Si el nio de pecho

    demanda la percepcin de la madre, es porque la experiencia le ha enseado que aqulla

    satisface sin dilacin sus necesidades. La situacin que considera como un peligro y contra la

    cual quiere hallarse asegurado es la de insatisfaccin, la del crecimiento de la tensin de la

    necesidad, contra la cual es impotente. Creemos que desde este punto de vista se aclara ya

    todo. La situacin de insatisfaccin, en la cual las magnitudes de estmulo alcanzan

    proporciones muy displacientes, sin encontrar un aprovechamiento psquico que las domine,

    ni derivacin alguna, es la que ha de ser para el nio de pecho anloga a la experiencia del

    nacimiento, constituyendo la repeticin de la situacin de peligro. Ambas situaciones tienen

    de comn la perturbacin econmica por el crecimiento de las magnitudes de estmulo que

    demandan una descarga, factor que constituye el verdadero ndulo del peligro. En los dos

    casos aparece como reaccin la angustia, reaccin que en el nio de pecho se demuestra

    adecuada, puesto que el encaminamiento de la descarga hacia los msculos de los aparatos

    respiratorios y vocal hace acudir a la madre, como antes hubo de intensificar la actividad

    pulmonar del recin nacido con el fin de liberarse de los estmulos internos. El nio no

    necesitaba haber conservado de su nacimiento ms que esta va de indicar la presencia del

    peligro.

    Con la experiencia de que un objeto exterior, aprehensible por medio de la percepcin, puede

    poner trmino a la situacin peligrosa que recuerda la del nacimiento, se desplaza el contenido

    del peligro temido desde la situacin econmica a su condicin determinante de tal situacin,

    o sea, a la prdida del objeto. El peligro es ahora la ausencia de la madre, y en cuanto el nio la

    advierte, da la seal de angustia antes que llegue a establecerse la temida situacin

    econmica. Este cambio constituye un primer progreso importante en el cuidado de la propia

    conservacin y al mismo tiempo representa una transicin desde la gnesis automtica

    involuntaria de la reciente angustia a su reproduccin intencionada como seal de peligro. En

    ambos sentidos, tanto en calidad de fenmeno automtico como de seal salvadora, se

    muestra la angustia como producto de desamparo psquico del nio de pecho, paralelo a su

    desamparo biolgico. La coincidencia singular de que tanto la angustia del recin nacido como

    la del nio de pecho tengan por condicin la separacin de la madre no precisa de explicacin

    psicolgica; bastando su explicacin biolgica, por el hecho de que la madre, que ha satisfecho

    primero todas las necesidades del feto por la disposicin misma de su organismo, contina

    realizando esta funcin, despus del nacimiento, en parte, con otros medios.

  • La vida intrauterina y la primera infancia constituyen una continuidad menos interrumpida de

    lo que el parto nos hace suponer. La relacin objetal psquica con su madre sustituye para el

    nio la situacin fetal biolgica. No debemos olvidar que en la vida intrauterina no exista

    objeto ninguno, no sindolo, por tanto, tampoco la madre. Fcilmente se ve que no puede

    pensarse ya en una derivacin por reaccin del trauma del nacimiento, ni atribuir a la angustia

    otra funcin que la de una seal preventiva encaminada a evitar la situacin de peligro.

    Veamos ahora la condicin de la angustia ante la prdida del objeto. La siguiente

    transformacin de la angustia, o sea, el miedo a la castracin que surge en la fase flica, es una

    angustia ante la separacin, enlazada a la misma condicin. El peligro es aqu ser separado de

    los genitales. Ferenczi ha descrito muy acertadamente, a nuestro juicio, la conexin con los

    contenidos de la situacin del peligro primitivo. La alta valoracin narcisista del pene puede

    atribuirse al hecho de que la posesin de este rgano constituye la garanta de una nueva

    reunin con la madre (con el sustitutivo de la madre) en el acto del coito. El ser despojado de

    tal miembro equivale a una nueva separacin de la madre y significa, por tanto, ser

    abandonado de nuevo totalmente inerme, a una tensin de la necesidad instintiva (como en el

    nacimiento).

    Pero la necesidad cuyo incremento se teme es ahora una necesidad especializada, la de la

    libido genital, y no ya indeterminada como en la poca de la lactancia. Aadiremos aqu que la

    fantasa del retorno al seno materno constituye el sustitutivo del coito en los impotentes (en

    los inhibidos por la amenaza de castracin). En el sentido de Ferenczi puede decirse que el

    individuo, que pensaba en su retorno al vientre materno, sustituye regresivamente al rgano

    genital por toda su persona. Los progresos del desarrollo del nio, el aumento de su

    independencia, la ms precisa diferenciacin de su aparato anmico en varias necesidades, no

    pueden por menos de influir sobre el contenido de la situacin de peligro. Ya hemos seguido

    su transformacin desde la prdida de la madre como objeto hasta la castracin. El poder del

    supery provoca un nuevo cambio. Con la despersonalizacin de la instancia parental de la

    cual se tema la castracin, se hace ms indeterminado el peligro. La angustia a la castracin se

    convierte en angustia moral (angustia social) y no es ya fcil indicar lo que la angustia teme. La

    frmula separacin, expulsin de la horda no se adapta ms que a aquel fragmento

    posterior del supery que se ha desarrollado apoyndose en modelos sociales; pero no al

    ndulo del supery, que corresponde a la instancia parental introyectada. Dicho de un modo

    ms general, lo que el yo considera como peligro, y a lo que responde con la seal de angustia,

    es a la clera del supery o al castigo que el mismo puede imponerle, o a la prdida de su

    amor. La ltima transformacin de este miedo al supery me parece a m el miedo a la muerte

    (por la vida), o sea, la angustia ante la proyeccin del supery en los poderes del destino.

    En ocasin anterior concedimos cierto valor al hecho de que fuera la carga retrada en el

    proceso de la represin la utilizada como angustia. Este hecho nos parece ahora falto de toda

    importancia. Tal mudanza obedece a que precedentemente creamos que la angustia surga

    siempre de un modo automtico, por un proceso econmico, mientras que nuestra actual

    concepcin de la angustia, como una seal intencionada del yo, encaminada a influir sobre la

    instancia placer-displacer, la hace independientemente de toda relacin econmica.

    Naturalmente, nada se opone a la hiptesis de que el yo utilice la energa que en la represin

  • queda libre, precisamente para despertar el afecto; pero ha perdido toda importancia la

    cuestin de cul es la parte de la energa con la que esto sucede. Hay otra de nuestras

    anteriores afirmaciones que demanda ser revisada a la luz de nuestra nueva concepcin. Es la

    de que el yo es la verdadera sede de la angustia. Esperamos que tal revisin no har sino

    confirmar su exactitud. No tenemos, en efecto, ningn motivo para atribuir al supery

    manifestacin alguna de angustia, y al hablar de una angustia del ello no hacemos sino usar

    una expresin impropia, que habremos de corregir, aunque ms en la forma que en el

    contenido. La angustia es un estado afectivo, que naturalmente slo puede ser sentido por el

    yo. El ello no puede, como el yo, experimentar angustia, pues no es una organizacin ni puede

    discriminar las situaciones peligrosas. En cambio, es muy frecuente el desarrollo o preparacin

    en el ello de procesos que dan ocasin al yo para una explosin de angustia. En realidad, las

    represiones quiz ms tempranas y la mayora de las ulteriores son motivadas por la tal

    angustia del yo ante procesos desarrollados en el ello. Distinguimos de nuevo aqu muy

    fundadamente dos casos: el primero, que en el ello suceda algo que active alguna de las

    situaciones peligrosas para el yo y le mueva a dar la seal de angustia para iniciar la inhibicin;

    el segundo, que se constituya tambin en el ello una situacin anloga a la del trauma del

    nacimiento, en la cual surge automticamente la reaccin angustiosa. Estos dos casos se

    aproximan, acentuando que el segundo corresponde a la primera y primitiva situacin del

    peligro y el primero, en cambio, a cualquiera de las condiciones de la angustia, ulteriormente

    derivadas de tal situacin.

    O dicho de otro modo, y con relacin a las afecciones que enfrentamos realmente nosotros, el

    segundo caso es operativo en la etiologa de las neurosis actuales, y el primero es tpico de la

    etiologa de las psiconeurosis. Vemos, pues, que no necesitamos descartar nuestras anteriores

    afirmaciones sino tan slo enlazarlas con los nuevos conocimientos adquiridos. Es innegable

    que la abstinencia sexual, la perturbacin del curso de la excitacin sexual y la desviacin de

    esta ltima de su elaboracin psquica dan origen a la gnesis directa de angustia por

    transformacin de la libido; esto es, a la constitucin de aquel estado de desamparo del yo

    contra una extraordinaria tensin de la necesidad, como ocurri en la situacin del parto, que

    se resuelve en angustia. Siendo muy posible que precisamente el exceso de libido inempleada

    halle su descarga en el desarrollo de angustia. Sobre la base de estas neurosis actuales se

    desarrollan con especial facilidad psiconeurosis. Lo cual quiere decir que el yo intenta evitar la

    angustia, que ha aprendido a mantener suspendida durante algn tiempo y ligada por medio

    de la formacin de sntomas. El anlisis de las neurosis traumticas de guerra, nombre que

    abarca, por cierto, afecciones muy diversas, hubiera quiz revelado que muchas de ellas

    participan de los caracteres de las neurosis actuales.

    Al exponer el desarrollo de las diferentes situaciones peligrosas, partiendo de la primitiva del

    nacimiento, modelo de todas ellas, no afirmamos, desde luego, que cada una de las ulteriores

    condiciones de la angustia invalidara por completo las anteriores. Los progresos del desarrollo

    del yo contribuyen, ciertamente, a desvalorizar y desplazar las situaciones peligrosas

    anteriores, pudiendo as decirse que cada una de las edades del desarrollo tiene adscrita cierta

    condicin de angustia adecuada a ella. El peligro del desamparo psquico corresponde a la

    poca de la carencia de madurez del yo; el peligro de la prdida del objeto, a la de

    dependencia de otros en los primeros aos infantiles; el peligro de la castracin, a la fase

    flica; y el miedo al supery, al perodo de latencia. Pero todas estas situaciones peligrosas y

  • condiciones de la angustia pueden subsistir conjuntamente y provocar la reaccin angustiosa

    del yo en pocas posteriores a las correspondientes o actuar varias de un modo simultneo.

    Probablemente, existen tambin relaciones muy estrechas entre la situacin peligrosa de que

    se trate y la forma de la neurosis consiguiente.

    Al tropezar en un fragmento anterior de esta investigacin con la significacin del peligro de la

    castracin en ms de una afeccin neurtica, indicamos la conveniencia de no exagerar su

    importancia dado que no poda ser decisivo en el sexo femenimo, ms dispuesto desde luego a

    la neurosis que los hombres. Vemos ahora que no corremos ningn peligro de considerar la

    angustia a la castracin como la nica fuerza motivacional de los procesos de defensa que

    conducen a la neurosis. En otro lugar hemos explicado cmo el desarrollo de la nia es

    orientado, por el complejo de la castracin, hacia la carga amorosa de objeto. En la mujer

    parece ser el peligro de la prdida del objeto la situacin de mayor eficacia. En la

    correspondiente condicin de la angustia hemos de tener en cuenta una pequea

    modificacin: de que no se trata ya del sentimiento de necesidad de la ausencia, o la prdida

    real del objeto, sino de la prdida de su amor. Siendo indiscutible que la histeria presenta una

    mayor afinidad con la femineidad, del mismo modo que la neurosis obsesiva con la virilidad,

    cabe suponer que la prdida del amor del objeto, como condicin de angustia, desempea en

    la histeria un papel anlogo al de la amenaza de castracin en las fobias y al del miedo al

    supery en la neurosis obsesiva.