ansiedad y depresión, un fracaso adaptativo ante situaciones estresantes

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Marzo 2014 Página1 Ansiedad y depresión, un fracaso adaptativo ante situaciones estresantes Arturo Argelaguer Martínez Psicología Aplicada (clínica, social y forense) Titular del Centre Mèdic Bernades Cuando nos centramos en el ámbito de salud y enfermedad, podemos considerar el estrés prolongado como un fracaso adaptativo de la persona ante una determinada situación, generalmente ambiental, que le provoca un exceso de activación orgánica y una gran resonancia emocional. Cualquier situación o demanda ambiental (ya sea del ámbito laboral, social, familiar o personal) a las que nos enfrentamos diariamente los individuos, suele generar una serie de reacciones adaptativas que implican unas activaciones fisiológicas y emocionales determinadas, con el único objetivo de dar respuesta, de hacer frente, a la demanda inicial. Ante estas situaciones ambientales estresantes con las que nos encontramos tan a menudo, las personas ponemos en marcha una serie de mecanismos cognitivos y conductuales que nos ayudan a dar una respuesta orgánica positiva, tanto de carácter fisiológico como emocional, que nos permite hacer frente a la situación. De esta reacción se llama capacidad de adaptación positiva. Por el contrario, otras veces que nos encontramos ante una situación ambiental en la que tenemos que dar respuesta y no sabemos cómo poner en marcha los mecanismos adecuados de resolución. Notamos que esta demanda excede los propios recursos de afrontamiento y se cronifica en el tiempo, provocando unas reacciones físicas y emocionales negativas (tensiones, inquietudes y malestar) que afectan nuestra calidad de vida. Es entonces cuando estamos ante un fracaso adaptativo, que nos genera mucho malestar y nos hunde hacia los trastornos

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Ansiedad y depresión,

un fracaso adaptativo ante situaciones estresantes

Arturo Argelaguer Martínez

Psicología Aplicada (clínica, social y forense) Titular del Centre Mèdic Bernades

Cuando nos centramos en el ámbito de salud y enfermedad, podemos considerar el

estrés prolongado como un fracaso adaptativo de la persona ante una determinada

situación, generalmente ambiental, que le provoca un exceso de activación orgánica y una

gran resonancia emocional.

Cualquier situación o demanda ambiental (ya sea del ámbito laboral, social, familiar

o personal) a las que nos enfrentamos diariamente los individuos, suele generar una serie

de reacciones adaptativas que implican

unas activaciones fisiológicas y

emocionales determinadas, con el único

objetivo de dar respuesta, de hacer

frente, a la demanda inicial.

Ante estas situaciones

ambientales estresantes con las que nos

encontramos tan a menudo, las

personas ponemos en marcha una serie

de mecanismos cognitivos y

conductuales que nos ayudan a dar una

respuesta orgánica positiva, tanto de

carácter fisiológico como emocional, que

nos permite hacer frente a la situación.

De esta reacción se llama capacidad de

adaptación positiva.

Por el contrario, otras veces que

nos encontramos ante una situación

ambiental en la que tenemos que dar

respuesta y no sabemos cómo poner en

marcha los mecanismos adecuados de

resolución. Notamos que esta demanda

excede los propios recursos de

afrontamiento y se cronifica en el tiempo,

provocando unas reacciones físicas y emocionales negativas (tensiones, inquietudes y

malestar) que afectan nuestra calidad de vida. Es entonces cuando estamos ante un

fracaso adaptativo, que nos genera mucho malestar y nos hunde hacia los trastornos

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emocionales y del estado de ánimo, ANSIEDAD Y DEPRESIÓN, muy probablemente los

dos trastornos psicológicos con mayor afectación social de hoy día.

Definimos la ansiedad como aquella

respuesta emocional compleja, potencialmente

adaptativa y fenomenológicamente pluridimensional

en la que coexiste una percepción de amenaza al

organismo (más o menos clara y definida) con una

activación biológica orientada a reaccionar ante esta

percepción.

Las personas respondemos sistemáticamente a

la ansiedad, de forma simultánea e interactiva, en

tres ejes fundamentales:

Fisiología: Supone la preparación del cuerpo para afrontar este potencial peligro.

Cognición: Son los pensamientos (ideas, creencias o imágenes mentales) que

giran en torno a la propia percepción que tenemos de este peligro y de si estamos

capacitados para hacerlo frente.

Conducta: Supone la reacción de afrontamiento o evitación hacia el potencial

peligro percibido (lucha o huida).

Diferentes estudios retrospectivos nos han permitido poder detectar una serie de

factores asociados, que pueden ser precursores de un trastorno de angustia a la edad

adulta:

Trastornos de ansiedad infantil: Ansiedad por separación y ansiedad por evitación

Rasgos temperamentales: Inhibición conductual (temerosos y cohibidos fuera del

ámbito familiar).

Conductas paternas: Sobreprotección, escasa afectividad y excesiva rigidez.

La sintomatología clínica de la ansiedad nos permite agruparlos de acuerdo a

diferentes patrones:

Ansiedad libre y flotante (TAG), donde los síntomas físicos y psicológicos surgen

con unos estímulos mínimos, sin que tengan que estar necesariamente

relacionados con ningún suceso o circunstancia específica.

Crisis de angustia, o el tan famoso "ataque de pánico". Se presenta de manera

repentina, con una intensa sensación de miedo y elevados síntomas somáticos.

Ansiedad situacional. Se experimenta una ansiedad anticipatoria a espacios

cerrados, lugares con mucha gente, reuniones sociales,... y forma parte intrínseca

de las fobias, tanto de la específica como de la social y la agorafóbica.

La evitación. Puede alcanzar grados extremos en determinadas personas,

pudiendo invalidar la persona haciendo que ésta se quede en casa sin salir por

nada. Es un patrón de conducta que suele desarrollarse a consecuencia de querer

evitar la ansiedad que surge cuando la persona piensa en determinadas

circunstancias.

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La depresión es aquella "epidemia silenciosa" que afecta a todos los estamentos

sociales (infancia, edad adulta y vejez) y se caracteriza por unos sentimientos,

prolongados en el tiempo, de tristeza y melancolía que interfieren muy negativamente en

la vida diaria de las personas, causándoles un enorme dolor interior. Este suele venir

acompañado de la pérdida de autoestima, el

interés y el placer, de enormes sentimientos

de culpa, problemas para comer o dormir y

una importante sensación de cansancio,

malestar y falta de concentración.

En función del número y la intensidad de

los síntomas afectivos, cognitivos y

psicológicos asociados (rumiaciones,

obsesiones, llanto, irritabilidad, ansiedad,

preocupación excesiva,...) que se observan

en estas personas, podemos clasificar la depresión como leve, moderada o grave. En un

primer estadio de levedad, una rápida intervención con tratamiento psicológico, nos

permite una resolución rápida de la enfermedad, entre ocho y doce semanas (Paul

Rohde, Peter M. Lewinsohn, Daniel N. Klein, John R. Seeley, and Jeff M. Gau, January

2013); pero cuando ésta ya es de moderada a grave, con tendencia a la cronificación y

observándose reincidentes apariciones, entonces ya es necesario el uso de fármacos y

psicoterapia profesional, reduciéndose sustancialmente la probabilidad de recuperación

total.

Aunque se desconocen las causas últimas de la depresión, lo que sí sabemos es que

hay un grupo de factores que interaccionan entre sí, afectando globalmente el proceso

normal de la vida psíquica y física de las personas:

Factores genéticos: Los hijos biológicos de pacientes con depresión presentan un

mayor riesgo de sufrir episodios depresivos a lo largo de su vida.

Factores biológicos: Alteración en los neurotransmisores (noradrenalina, serotonina

y dopamina), disfunciones biológicas en el eje neuroendocrino (hipotálamo-

hipófisis -adrenal) y cambios estructurales en el cerebro (disminución del

hipocampo).

Factores psicosociales: Rasgos muy característicos de la personalidad

(perfeccionismo, estrictas, obsesivos, rigidez de pensamiento, intolerancia, gran

sentido del deber, autoexigencia...), dificultad en la gestión del estrés ante un

acontecimiento concreto y pensamientos negativos de uno mismo, del mundo o del

futuro.

Cuando a las personas les cuesta afrontar y adaptarse a las situaciones estresantes,

ya sean ambientales o personales, es del todo necesario que pidan ayuda a un

profesional que les acompañará en la búsqueda de nuevas alternativas, válidas y

funcionales, para poder interpretar y resolver estas disfunciones adaptativas. El

psicólogo les ayudará a reducir este malestar con el que conviven y les proporcionará

nuevas herramientas para adquirir nuevos aprendizajes y ampliar las experiencias

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adaptativas, tanto en el ámbito cognitivo (modificando

patrones de pensamiento) como de conducta

(reduciendo y eliminando emociones del todo

disfuncionales).

Es impensable vivir sin ningún tipo de estrés, pero

lo que sí es cierto es que debemos ser capaces de

hacerles frente y vivir nuestra vida con una mayor serenidad. Aprender a tener recursos

disponibles, reconocer nuestros estresores, conocer cómo se genera y desarrolla este

estrés, o qué efecto personal puede tener sobre nosotros,... son algunos de los objetivos

que la psicoterapia puede aportarte para tratar de desarrollar nuevas habilidades

cognitivas, emocionales y conductuales que favorezcan un cambio a la hora de percibir ,

afrontar y abordar las diferentes situaciones estresantes.

Algunas pautas rápidas que le pueden ayudar a controlar y prevenir el estrés sería:

Llevar a cabo alguna actividad relajante

Aprender a saber expresar lo que sientes

Pensar en positivo

Ser capaz de decir NO en algunos momentos

Hacer uso de las propias redes sociales, o establecer otras nuevas.

Saber diferenciar entre "lo que puedes hacer" y "lo que no puedes hacer"

Fomentar actividades para distraerte y tomarte las cosas con buen humor

Una buena alianza terapéutica entre las personas que padecen trastornos de

ansiedad y los profesionales de la salud es imprescindible, si queremos incrementar la

eficacia y eficiencia del tratamiento. El paciente siente que hay alguien que lo entiende y

comprende la situación vivida, al tiempo que le proporciona información clara y precisa de

los diferentes métodos terapéuticos para avanzar en su bienestar.

La elección recomendada de este tratamiento es mediante dos vías de trabajo

conjuntas: una es la farmacológica , que nos permitirá cierta estabilización personal

mediante la reducción de la intensidad y frecuencia de la angustia , y el otro es la

psicoterapéutica , que nos permitirá abordar, de forma integral, el manejo de la ansiedad y

la prevención de las recaídas, eliminando interpretaciones erróneas de las sensaciones

físicas y corporales que aparecen, miedos altamente invalidantes y conductas de

evitación que tan rápido se desarrollan.

Por otra parte, deberíamos desterrar, de una

vez por todas, aquella creencia mayoritaria de

"cuando alguien sufre una depresión, ésta ya es de

por vida". ¡Esto no es cierto! Ni la depresión debe

ser permanente, ni tendremos que medicarnos

siempre. De hecho, el tratamiento de elección en

una depresión leve es la psicoterapia y para una

depresión moderada o grave es una combinación

de fármacos y psicoterapia. En los casos de

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depresión infantil el tratamiento inicial de elección no debe ser nunca con fármacos, si no

con psicoterapia, tanto a nivel individual como familiar.

Es muy importante recordar siempre que el trabajo principal debe aportarse por parte

del paciente, ya que si bien los profesionales podemos proponer alternativas cognitivas y

conductuales o proporcionar nuevos recursos, el que debe emprender este camino de la

recuperación, con esfuerzo, dedicación y constancia, es el propio afectado, que debe

aprender nuevas habilidades para adaptarse y resolver las diferentes situaciones

estresantes que se irá encontrando a lo largo de su curso vital.