anthony giddens globalizaciÓn y posmodernidad

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Anthony Giddens, Manual de Sociología. El cambio social hoy: La globalización La próxima vez que vaya a la tienda o al supermercado más próximos eche un vistazo a la gran variedad de productos que se le ofrecen. El que todos ellos estén disponibles para quien pueda permitírselos es algo que los occidentales hemos llegado a dar por hecho, aunque tal situación dependa de relaciones económicas de una sorprendente complejidad y con ramificaciones por todo el mundo. Esos productos se han hecho con ingredientes o piezas de un centenar de países, hay que transportarlos de un extremo a otro del mundo y son necesarios flujos de información constantes para coordinar los millones de transacciones diarias que conllevan. El antropólogo Peter Worsley ha escrito que "hasta nuestros días, la sociedad humana nunca ha existido" (Worsley, 1984, p.1), queriendo decir que hasta hace poco tiempo no podíamos hablar de formas de asociación que abarcaran a toda la Tierra. En muchos sentidos, el mundo se ha convertido en un sistema social único, a consecuencia de los crecientes vínculos de interdependencia que ahora nos influyen prácticamente a todos. El sistema social no es sólo un medio en el que determinadas sociedades - como Gran Bretaña- se desarrollan y cambian. Las relaciones sociales, políticas y económicas que traspasan las fronteras de los países condicionan de forma decisiva el destino de todos sus habitantes. El término general que denomina esta creciente interdependencia es globalización.

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Page 1: Anthony Giddens  GLOBALIZACIÓN Y POSMODERNIDAD

Anthony Giddens, Manual de Sociología.

El cambio social hoy: La globalización La próxima vez que vaya a la tienda o al supermercado más próximos eche un vistazo a la gran variedad de productos que se le ofrecen. El que todos ellos estén disponibles para quien pueda permitírselos es algo que los occidentales hemos llegado a dar por hecho, aunque tal situación dependa de relaciones económicas de una sorprendente complejidad y con ramificaciones por todo el mundo. Esos productos se han hecho con ingredientes o piezas de un centenar de países, hay que transportarlos de un extremo a otro del mundo y son necesarios flujos de información constantes para coordinar los millones de transacciones diarias que conllevan. El antropólogo Peter Worsley ha escrito que "hasta nuestros días, la sociedad humana nunca ha existido" (Worsley, 1984, p.1), queriendo decir que hasta hace poco tiempo no podíamos hablar de formas de asociación que abarcaran a toda la Tierra. En muchos sentidos, el mundo se ha convertido en un sistema social único, a consecuencia de los crecientes vínculos de interdependencia que ahora nos influyen prácticamente a todos. El sistema social no es sólo un medio en el que determinadas sociedades - como Gran Bretaña- se desarrollan y cambian. Las relaciones sociales, políticas y económicas que traspasan las fronteras de los países condicionan de forma decisiva el destino de todos sus habitantes. El término general que denomina esta creciente interdependencia es globalización.

Ninguna sociedad del mundo vive ya completamente separada de las demás e, incluso en los países más ricos, todos dependen de los productos que se traen del exterior. En Gran Bretaña, por ejemplo, casi todas las televisiones que se venden han sido manufacturadas en el extranjero, principalmente en Extremo Oriente. Otro ejemplo es el de la industria automovilística. Hace unos cuarenta años la producción estadounidense en este sector era mayor que la del conjunto del resto del mundo. Hoy en día, los Estados Unidos son sólo el tercer fabricante de coches y Japón y

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Europa producen más. Además, los componentes automovilísticos se hacen en muchos países diferentes. Un Ford Mondeo, por ejemplo, se compone de piezas producidas en ciento doce sitios diferentes, situados en dieciséis países y en tres continentes. El mismo nombre "Mondeo" da una idea del carácter global de esta industria. Los procesos de globalización han sido muy beneficiosos para muchas personas de las sociedades industrializadas: se puede elegir entre muchos más productos y alimentos que antes. Al mismo tiempo, el hecho de que todos estemos atrapados en un mundo mucho más amplio ha hecho posible que surjan algunos de los problemas más importantes a los que nos enfrentamos. Los procesos de globalización están entre las transformaciones actuales más importantes. El estudio sociológico que sólo se ocupa de una sociedad resulta cada vez más arcaico, ya que el destino de los seres humanos tiende a ser común. Los problemas fundamentales que rodean la vida humana, como el deterioro ambiental o la necesidad de evitar enfrentamientos militares a gran escala, tienen necesariamente un carácter global.

A pesar de la creciente interdependencia económica y cultural, el nuevo orden global está plagado de desigualdades y dividido en un mosaico de estados cuyas preocupaciones son divergentes y también comunes. A corto plazo, no parece que vaya a producirse una convergencia política que supere los intereses enfrentados de los países. Una de las características más preocupantes de esta sociedad mundial es que, a pesar de la existencia de las Naciones Unidas, la creciente globalización no va acompañada de la integración política ni tampoco de la reducción de las desigualdades de riqueza y poder internacionales.

_______________________________________________________________La postmodernidad y el fin de la historia En los últimos tiempos, algunos autores han llegado a afirmar que las transformaciones que se están produciendo en la actualidad son mucho más profundas de lo que supone

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señalar el fin de la era industrial. Lo que se está produciendo es, nada más y nada menos, que un movimiento que va mas allá de la modernidad, es decir, de las actitudes y formas de vida que se asocian con las sociedades modernas, como la fe en el progreso, en las ventajas de la ciencia y en nuestra capacidad para controlar el mundo contemporáneo. Está llegando una era postmoderna o ha llegado ya. Los defensores de la postmodernidad sostienen que las sociedades modernas se inspiraban en la idea de que la historia tiene una forma - de que "va hacia algún sitio" y que conduce al progreso- y que ahora esta concepción se ha venido abajo. No hay ya "grandes narraciones" - concepciones totales de la historia- que tengan sentido (Lyotard, 1985). No sólo no existe una idea de progreso general que pueda defenderse, sino que tampoco hay algo que pueda llamarse historia. El mundo postmoderno es, por consiguiente, un mundo muy plural y diverso. Las imágenes circulan por el globo en incontables películas, vídeos y programas de televisión. Entramos en contacto con muchas ideas y valores que apenas tienen relación con la historia de las áreas en las que vivimos y, realmente, tampoco con nuestra propia trayectoria personal. Todo parece estar fluyendo constantemente. Como afirman un grupo de autores: Nuestro mundo se está reconstruyendo. La producción masiva, el consumo a gran escala, la gran ciudad, el Estado omnipotente, la desconcentración de la propiedad inmobiliaria y el Estado-nación están en declive; la flexibilidad, la diversidad, la diferenciación, la movilidad, la comunicación, la descentralización y la internacionalización están en auge. En el proceso, se está transformando nuestra propia identidad, nuestra idea del yo, nuestra propia subjetividad. Nos encontramos en la transición a una nueva era. (S. Hall y otros, 1988.) Se dice que la historia finaliza junto con la modernidad, porque ya no hay ningún medio de describir en términos generales el universo plural que ha nacido.

Fukuyama y el fin de La historia El autor cuyo nombre se ha convertido en sinónimo de la expresión "fin de la historia" es Francis Fukuyama, cuya

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concepción de dicho fin parece a primera vista completamente opuesta a las ideas planteadas por los teóricos de la postmodernidad. Sus puntos de vista se basan no en el derrumbe de la modernidad, sino en su triunfo mundial bajo la forma del capitalismo y de la democracia liberal.

Fukuyama sostiene que a raíz de las revoluciones de 1989 en la Europa del Este, de la disolución de la Unión Soviética y del movimiento hacia la democracia multipartidista que se ha producido en otras regiones, las batallas ideológicas del pasado han concluido. El fin de la historia es el fin de las alternativas. Nadie defiende ya la monarquía, y el fascismo es un fenómeno del pasado. Lo mismo ocurre hoy con el comunismo, que durante tanto tiempo fue el principal rival de la democracia occidental. El capitalismo ha vencido en su larga lucha con el socialismo, justo al contrario de lo que Marx había predicho, y nadie cuestiona ya la democracia liberal. Fukuyama afirma que hemos alcanzado "el punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia occidental como forma última del gobierno humano" (Fukuyarna, 1989). Sin embargo, las dos versiones del fin de la historia no difieren tanto como pudiera parecer. La democracia liberal es un marco para la expresión de intereses y puntos de vista diversos, pero, aparte de insistir en que debemos respetar las ideas ajenas, no aclara cómo debemos comportarnos; de ahí que sea compatible con una pluralidad de actitudes y formas de vida.

Valoración Parece dudoso que la historia se haya detenido, en el sentido de que hayamos agotado todas las alternativas de que disponemos. ¿Quién puede predecir qué nuevos órdenes económicos, políticos o culturales surgirán en el futuro? Al igual que los pensadores medievales no presentían lo que iba a aparecer con la caída del feudalismo, tampoco nosotros podemos prever por el momento cómo cambiará el mundo en el próximo siglo. Por lo tanto, hay que abordar con reservas la

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idea del fin de la historia y también la de la postmodernidad. Los teóricos postmodernos hacen demasiado hincapié en la diversidad y la fragmentación, a costa de las nuevas formas de integración global. El pluralismo es importante pero la humanidad todavía se enfrenta a problemas comunes, cuya solución precisa iniciativas generales. La expansión capitalista unilateral no puede continuar indefinidamente; el mundo sólo tiene unos recursos limitados. La humanidad, como colectivo, necesita dar los pasos necesarios para superar tanto las divisiones económicas que separan a los países ricos de los pobres como las fracturas que existen dentro de cada sociedad. Es preciso hacerlo protegiendo a la vez los recursos de los que todos dependemos. En el orden político, la democracia liberal no es en absoluto suficiente. Al ser un marco que se limita al Estado-nación, no resuelve el problema de cómo puede crearse un orden pluralista global, libre de violencia.