antihipertensiv a a. moreno

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EFECTOS ADVERSOS DE LA MEDICACióN ANTIHIPERTENSIVA A. MORENO En los últimos años es grande el número de fármacos que se em- plean en el tratamiento de la hipertensión y por tanto la posibilidad de que desarrollen efectos adversos. Una forma de disminuir tales efectos adversos es tener presente algunos principios básicos, tales como: a) la historia clínica del paciente puede localit:ar a aquell os que desa- rrollarán determinados efectos secundarios (asmáticos y beta-bloquean- tes); b) el uso simultáneo de varios fármacos puede inducir hiperten- sión (anticonceptivos orales y anfetaminas); e) algunos fármacos son incompati bles con los antihipertensivos (ant idepresivos tricídicos y bloqueantes ganglionares), y d) ciertas actividades físicas harán nece- sario el no utilizar determinados fármacos (ejercicio y bloqueantes gan- glionares) (HUSSER y MESSERLI, 1981). En las páginas siguientes vamos a describir los efectos adversos que con más frecuencia se producen con el empleo de los fármacos más utilizados en el tratamiento de la hipertensión. Diuréticos: La toxicidad clínica más importante es la hipokalemia, que, mientras que en pacientes con hipertensión no complicada suele ser poco importante, en los pacientes edematosos los resultados son más variables. A priori, se puede esperar que en la medida en que los pacienles edematosos tienen hiperaldosteronismo secundario, sean también más propensos a las pérdidas de potasio inducidas por diuréticos, y en efecto, la validez de este concepto está ampliamente respaldada por la gran frecuencia Je grave deficiencia de potasio en una serie de pacientes tratados simultáneamente con diuréticos y carbenoxolona, un agente con actividad mineralcorticoide. En este estudio la clortalidona pareció especialmente inclinada a producir depleción de po tasio. Consecuencias de la hipokalemia son una menor tolerancia a los hidratos de carbono y un deficiente depósito de glucógeno. En el múscu- lo esquelético se observa una degeneración cérea, mientras que en el

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EFECTOS ADVERSOS DE LA MEDICACióN ANTIHIPERTENSIV A

A. MORENO

En los últimos años es grande el número de fármacos que se em­plean en el tratamiento de la hipertensión y por tanto la posibilidad de que desarrollen efectos adversos. Una forma de disminuir tales efectos adversos es tener presente algunos principios básicos, tales como: a) la historia clínica del paciente puede localit:ar a aquellos que desa­rrollarán determinados efectos secundarios (asmáticos y beta-bloquean­tes); b) el uso simultáneo de varios fármacos puede inducir hiperten­sión (anticonceptivos orales y anfetaminas); e) algunos fármacos son incompatibles con los antihipertensivos (antidepresivos tricídicos y bloqueantes ganglionares), y d) ciertas actividades físicas harán nece­sario el no utilizar determinados fármacos (ejercicio y bloqueantes gan­glionares) (HUSSER y MESSERLI, 1981).

En las páginas siguientes vamos a describir los efectos adversos que con más frecuencia se producen con el empleo de los fármacos más utilizados en el tratamiento de la hipertensión.

Diuréticos: La toxicidad clínica más importante es la hipokalemia, que, mientras que en pacientes con hipertensión no complicada suele ser poco importante, en los pacientes edematosos los resultados son más variables.

A priori, se puede esperar que en la medida en que los pacienles edematosos tienen hiperaldosteronismo secundario, sean también más propensos a las pérdidas de potasio inducidas por diuréticos, y en efecto, la validez de este concepto está ampliamen te respaldada por la gran frecuencia Je grave deficiencia de potasio en una serie de pacientes tratados simultáneamente con diuréticos y carbenoxolona, un agente con actividad mineralcorticoide. En este estudio la clortalidona pareció especialmente inclinada a producir depleción de potasio.

Consecuencias de la hipokalemia son una menor tolerancia a los hidratos de carbono y un deficiente depósito de glucógeno. En el múscu­lo esquelético se observa una degeneración cérea, mientras que en el

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corazón se produce necrosis irregular por placas, sobre todo en la región subendocárdica. El déficit de potasio parece aumentar la síntesis renal de PG., lo que a su vez puede disminuir la permeabilidad al agua del túbulo distal y producir un síndrome tipo diabetes insípida.

El ácido úrico plasmático está frecuentemente elevado, en casos aislados han aparecido con el empleo de tiazidas, hipercalcemias e hiper­fosfatemias, recordando un cuadro de hiperparatiroidismo (CHRISTENS­SON y cols., 1977).

Con los diuréticos de techo alto (furosemida y ácido etacrínico ), además, se han descrito perturbaciones gastroin testinales (con o sin hemorragia), depresión de los elementos formes de la sangre, erupcio­nes cutáneas y parestesias y disfunción hepática.

Una complicación grave, aunque rara, que aparece con el ácido etacrínico es la presentación de una hipoacusia transitoria o permanente, por lo que su administración conjunta con un fármaco ototóxico debe evitarse .

Tanto la furosemida como el ácido etacrínico, por unirse en gran proporCión a la albúmina plasmática, pueden competir con otros fár­macos como el clofibrato o la warfarina. Igualmente la nefrotoxicidad de la cefaloridina aumenta si se administra conjuntamente la furose­mida .

En cuanto a los diuréticos ahorradores de potasio, el efecto más serio es la hiperkalem ia, que es una consecuencia directa de la acción principal del fármaco. El triamterene puede producir vómitos, calam­bres musculares y mareos. En pacientes con cirrosis alcohólica, el triamterene puede producir anemia megaloblástica, preswniblemente por inhibición de la dihidrofolato reductasa, en aquellos pacientes con menores reservas e ingesta de ácido fólico.

I nhibídores adrenérgicos: Vamos a considerar principalmente a la metildopa y a la clonidina. Ambos fármacos disminuyen primeramente la presión arterial por una estimulación de los receptores alfa-adrenér­gicos del S. N. C. Este efecto es responsable de algunas de las reaccio­nes adversas más frecuentes con estos fármacos, particularmente la som­nolencia y la sedación diurna, fatiga, disminución de la agudeza mental y una depresión leve o moderada (SIMPSON, 1973) . La sequedad de boca es frecuente al principio del tratamien to, al igual que la somno­lencia, son dosis-dependientes y desapa.recen a las pocas semanas. El chupar un caramelo sin azúcar puede paliar en parte la sequedad de boca.

La metildopa puede producir, además de los efectos anteriores .co­munes también a clinidina, reacciones de tipo alérgico o idiosinc.rásico. El problema más dramático es una reacción que simula un shock séptico y que se caracteriza por fieb.re alta, escalofríos, vómitos, di anea, leuco-

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citosis e hipotensión (DE BARD, 1979). A veces aparece un cuadro con fiebre, náuseas, diarreas y alteración de la función hepática que rara­mente, por su severidad, sugiere una hepatitis vital.

Se ha señalado la aparición de colestasis intrahepática, hepatitis granulomatosa y necrosis submasiva, con aumento ligero de las transa­minasas y de las fosfatasas alcalinas y ocasionalmente un test de Coombs positivo que puede aparecer entre un 10 y un 20 % de los pacientes que toman metildopa durante períodos superiores a los 12 meses y que parece es debido a un anticuerpo específico y sólo ra1·amente se tra­duce en anemia hemolítica. Aunque raros, pueden aparecer cuadros de trombocitopenia y leucopenia, así como lupus eritematoso o anticuer­pos antinucleares positivos como fenómenos autoinmunes.

En pacientes de ambos sexos pueden aparecer ginecomastias rever­sibles e hiperprolactinemia y lactación (VAIDYA y cols., 1970). En algu­nos casos se ha descrito un deterioro de la conducción auriculoventricu­lar, así como miocarditis por hipersensibilidad. También se ha señalado la aparición de linfoadenopatías inmunoblásticas, pancreatitis y síndro­me de malabsorción (SHEERSON y GAZZARD, 1977).

Se sabe que la metildopa interfiere con la determinación colorlmé­trica de catecolaminas en orina. Puede producir una falsa elevación de las determinaciones de ácido úrico cuando se emplea el método de fosfotungsteno.

La clonidina presenta las reacciones adversas de depresión del S. N. C. comunes a la metildopa, así como las alteraciones de tipo se­xual. La sequedad de boca con clonidina sí es frecuente y a veces se asocia con dolor parotídeo.

Cuando se administra intravenosamente la clonidina, puede produ­cir un aumento transitorio de la presión sanguínea, probablemente de­bido a la supeditación inicial de la estimulación de los receptores alfa­adrenérgicos periféricos. Cuando en un tratamiento con sólo clonidina se retira bruscamente puede aparecer una crisis hipertensiva de rebote que puede ser incluso mortal. Los pacientes con este síndrome suelen presentar primero síntomas de intranquilidad, cefalea, dolor abdominal, taquicardia y sudoración y un aumento de la presión arterial de 10 a 16 horas después de la última dosis. La patogenia del síndrome es des­conocida y el tratamiento incluye la reanudación de la donidína o la administración de una combinación de alfa y beta bloqueantes (fento­lamina-propranolol).

Otros efectos adversos de la clonidina son la bradicardia sinusal sintomática y el bloqueo aurículo-ventricular de alto grado que parece ser más frecuente en pacientes que toman digital (KIBLER y GAZES, 1977).

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Se ha descrito de forma ocasional la aparición de ün malestar tran­sitorio dosis-dependiente con dolor de cabeza y debilidad. En la insu­ficiencia renal crónica, la vida media de clinidina está prolongada, por lo que se requiere reducir sus dosis (HUTLER y cols., 1979).

Bloqueantes post ganglionares : Tienen interés la reserpina, guane­tidina, betanidina y debrísoquina.

La reserpina es el alcaloide de la rauwolfia más usado y sus efectos adversos son característicos de todo el grupo. El efecto adverso más frecuente es la depresión, que parece es debida a la depleción de se¡:o­tonina y catecolamínas del S. N. C. La probabilidad de desarrollo de depresión aumenta con la dosis, particularmente si se acerca a los 0,5 mg/día. Debido a su comienzo insidioso, puede ser muy difícil detec­tarla clínicamente, por lo que se requiere una cuidadosa valoración (GoonEWIN y BuNNEY, 1971).

Los antidepresivos tricíclicos no sólo no mitigan el problema, sino que pueden interferir con el control eficaz de la presión sanguínea y aún inducir una crisis hipertensiva. Una vez que aparece la depresión puede persistir hasta que se suspende el fármaco.

Otros efectos sobre el S. N. C. son pesadillas, sueños vehementes, dolores de cabeza y un temblor fino que recuerda al Parkinson.

La congestión nasal puede ser más una molestia que un efecto adverso y aparece en un número importante de pacientes tratados con reserpina . Se ha señalado la aparición de úlceras pépticas debido a un predominio parasimpático y a un aumento de la liberación de gastrina. De forma ocasional pueden aparecer dianeas, rash cutáneo, artralgias y mialgias y respiración dificultosa .

Aumentan los niveles de prolactina tanto en hombres como en mu­jeres y se ha sugerido, aunque sin confirmación plena, una relación entre derivados de la rauwolfia y cáncer de mama (MACK y cols., 1975).

La guanetidina prácticamente ha sido eliminada debido a los impor­tantes efectos adversos que presenta.

La hipotensión postura! aparece en cada uno de tres pacientes, de­pende de la dosis y de la alteración preexistente, y es potenciada por el ejercicio, el calor y la ingestión de alcohol. La hipotensión es más pronunciada al levantarse por las mañanas, por lo que es útil instruir al paciente para que tome precauciones (McMAHON, 1978).

Las alteraciones sexuales son frecuentes con la guanetidina y en el hombre pueden afectar hasta un 50 %; consisten en alteraciones de la eyaculación retrógrada y pérdida de la libido, son debidas a la acción bloqueante adrenérgica del fármaco y son dosis-dependiente (McMAHON, 1978).

También la diarrea y los calambres intestinales son debidos a un exceso parasimpático y son dosis-dependientes.

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La guanetidina disminuye el rendimiento cardíaco, el flujo sanguÚleo renal y, secundariamente, la filtración glomerular.

Los antidepresivos tricíclicos bloquea n la acción hipotensora de guanetidina por inhibir la bomba de NA en la terminación adrenérgica, por lo que si está indicado un an tidepresivo tricíclico se debe considerar una terapia antihipertensiva alternante (NIES, 1975).

La betanidina y la debrisoquina, que tienen un mecanismo de ac­ción similar a la guanetidina, presentan muchos de sus efectos adversos, aunque la diarrea es menos frecuente y la severidad de las reacciones adversas también es menor.

Inhibidores de monoaminooxidasas: Los I MAO hoy son muy rara­mente usados como antihipertensivos por sus reacciones adversas, entre las que destacan la hipotensión postura!, que se manifiesta con debi­lidad y lipotimias, y la aparición de crisis hipertensivas por la ingestión de alimentos ricos en tiramina.

Bloqueantes de receptores alfa adrenérgicos: Los bloqueantes de alfa receptores del tipo de fenoxibenzamina y fentolamina son poco empleados, prácticamente se emplean sólo en estados hipertensivos aso­ciados con un exceso de catecolaminas circulantes. Sus efectos adversos son debidos a un eficaz bloqueo alfa adrenérgico y se caracterizan por hipotensión postura!, taquicardia refleja, impotencia, congestión nasal y miosis (MCMAHON, 1978).

El prazosin es otro bloqueante alfa mucho más usado que presenta efectos adversos generalmente leves y bien tolerados. Son frecuentes los vértigos posturales y la taquicardia refleja. Una reacción adversa molesta es el «efecto primera dosis», que se caracteriza por un acceso agudo de vértigos, palpitaciones, ligero dolor de cabeza, diarrea y en algunos casos síncope (GRAtiAM y cols., 1976). El acceso es rápido, entre 30 y 60 minutos después de la primera dosis, es dosis-dependiente y se agrava por la deplección previa de sodio (dietética o inducida por diuréticos). Se evita empleando la menor dosis posible e instruyendo al paciente para que tome la primera dosis por la noche al acostarse.

Se ha señalado con el empleo de prazos in una exacerbación de la angina de pecho e incluso un sÚlcope por interacción de prazosin y trinitrato de glicerilo (CHARNESS y cols., 1979).

Se ha descrito asimismo aumento de peso y edema que puede evi­tarse mediante la restricción de sodio o con el uso de diuréticos (PITTS, 1974 ).

Otros efectos adversos del prazosin son incontinencia urinaria, pria­pismo, rash cutáneo y poliartralgias.

Entre los efectos hemodinámicos destaca la disminución de la resis­tencia periférica sin modificar el rendimiento cardiaco.

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Bloquem~tes de receptores beta adrenérgicos: De los bloqueantes de

receptores beta el más representativo es el propranolol, que es del que

se van a mencionar los efectos adversos, a la vez que también se seña­

larán las reacciones adversas específicas de otros beta bloqueantes y que

no hayan sido señaladas con el propranolol. Los efectos adversos cardiovasculares están estrechamente ligados

a los efectos cronotrópico, y posiblemente inotrópico, negativos; por

lo que los beta bloqueantes pueden desencadenar bradicardia, disturbios

de la conducción, bloqueo cardíaco e insuficiencia cardíaca congestiva

(GREENBLATT y KocH-WESER, 1973 ). El propranolol debe darse con

cuidado a cualquier paciente de función miocárdica inadecuada, pero

puede ser favorable si tiene hipertensión severa o arritmia tratable, o si

la excesiva frecuencia sinusal contribuye significativamente a la insu­ficiencia.

En pacientes susceptibles se han descrito síntomas vasoespásticos

(fenómeno de Raynaud), extremidades frías, calambres y claudicación

intermitente (ZACHARIAS y cols., 1977). También se ha descrito un

efecto paradójico de aumento de la presión arterial, que se cree es

debido a una respuesta periférica constrictiva alfa adrenérgica a las catecolaminas circulantes o a una actividad agonista parcial (actividad

simpaticomimética intrínseca). Los efectos sobre el S. N. C. no son frecuentes, pero se han obser­

vado muchos del tipo de alucinaciones, pesadillas, insomnio, cansancio

y depresión. Estos efectos son menos frecuentes con propranolol y timo­

lo! que con el alprenolol y pindolol. Aunque se ha recomendado el uso

de propranolol en la migraña, en algunos casos se han descrito dolores

migrañosos de cabeza (RoBSON, 1977). A nivel pulmonar, los efectos adversos de los beta bloqueantes no

selectivos son más pronunciados que los de los cardioselectivos. El

rango varía desde dificultad o esfuerzo para respirar hasta la aparición

de un broncoespasmo con disnea. Si es necesario emplear un beta blo­

queante en un paciente con problemas respiratorios, se preferirá un cardioselectivo a la dosis más baja posible (BENSON, 1977).

Los beta bloqueantes pueden producir efectos adversos a nivel de

la piel, de todos ellos es el practolol el que más gravedad tiene, origi­

nando una erupción psoríásica, un síndrome de tipo lupus eritematoso,

peritonitis esclerosante, enfermedad Peyronil y síntomas oculares de

queratitis y ulceraciones corneales. Pero también otros beta bloqueantes,

y entre ellos el propranolol, pueden producir algunos de estos efectos.

Se han descrito alopecias reversibles con propranolol y labetalol, así

como eritemas multiformes (MYERS y cols., 1980 ). Las reacciones de

urticaria o fotosensibilidad con propranolol son menos frecuentes, al

igual que la hiperpigmentación con oxprenolol o la fibrosis cutánea con sotalol (ZACHARIAS y cols., 1977).

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A nivel metabólico, los beta bloqueantes pueden interferir con la liberación de insulina e inhibir la acción glucogenolítica de las cateco­laminas. El bloqueo beta adrenérgico puede también enmascarar los síntomas de hipoglucemia, aunque en un paciente comatoso que haya sido tratado con beta bloqueantes debe considerarse la posibilidad de coma hipoglucémico (PADOSKY y PATTAWING, 1973).

Los efectos del bloqueo beta adrenérgico sobre la función sexual, del tipo de disminución de la líbido y de la intensidad del orgasmo e impotencia son menos importantes que con otros fármacos antiadre­nétgicos.

Otros efectos adversos son la sequedad de boca, hipotensión postu­ra!, nicturia y aumento de peso; el cansancio y la debilidad muscular también pueden aparecer (FORFAR y cols., 1979).

Vasodilatadores: Los fármacos vasodilatadores van a descender la presión arterial por disminuir la resistencia vascular periférica. Sin em­bargo, la respuesta refl~ja cardiovascular puede provocar un aumento de la frecuencia cardíaca, de la contractilidad miocárdica o del consumo de oxígeno y del rendimiento cardíaco. Los más empleados son la hidra­lazina, el minoxidil, el diazóxido y el nitroprusiato sódico.

La hidralazina, como efectos adversos, produce una taquicardia re­fleja que puede evitarse por el uso conjunto de beta bloqueantes. Origina una retención de líquidos que se previene con el uso de diuréticos, a la vez que se potencia su efecto antihipertensivo. Pero el síndrome de toxicidad aguda de hidralazina es una reacción caracterizada por liebre, artralgias, mialgias, rash cutáneo y linfoadenopatías y aparece en los 30 primeros días de tratamiento. En algunos pacientes se desarrolla un síndrome tras varios meses de tratamiento y que se manifiesta por artralgias con fiebre, malestar, lesiones cutáneas, dolor torácico, hepa­tomegalia y esplenomegalia y raramente linfoadenopatías; esto sugiere un lupus eritematoso sistémico o artritis reumatoide, aunque los test de laboratorio muestran prueba ele lupus positiva, test falso positivo de süilis y anticuerpos antinucleares positivos. Este síndrome se desarrolla en pacientes tratados más de 6 meses y sólo aparece en acetiladores lentos, es reversible después de la retinda del fármaco, aunque los sín­tomas pueden persistir varios años (PERRY, 197.3, y McMAHON, 1978).

Otros efectos adversos son la neuropatía, que responde a la pirido­xina, y una posible hepatitis inducida por hidralazina (BARNETT y cols., 1980).

El minoxidil comparte con la hidralazina los efectos de retención de sodio y líquidos. La taquicardia que aparece con minoxidil puede controlarse con beta bloqueantes. A veces aparecen complicaciones is­quémicas por estados de angina o evidencia electrocardiográfica de isque-

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mía de miocardio y en ocasiones se han descrito necrosis miocárdicas agudas (WILBURN y cols., 1975).

Los dolores de cabeza son más frecuentes en los primeros días de tratamiento, así como las erupciones botonosas o el rash cutáneo (NA­WAR y cols., 1977). La hipertricosis es muy frecuente con el minoxidil y aparece en la parte inferior de la cara, cuello, extremidades superiores, tronco y a veces en el cuero cabelludo de hombres calvos (CANADY, 1980). Ocasionalmente puede haber derrame pericárdico que obliga a retirar el fármaco.

El diazóxido, cuyo uso está prácticamente limitado a las crisis hiper­tensivas, tiene reacciones adversas similares a las de otros vasodilata­dores y son del tipo taquicardia, retención de sodio y líquidos, aumento del trabajo cardíaco (por lo que debe ser evitado en pacientes con antecedentes de angina (O'BRIEN y cols., 1975). Debido a sus propie­dades relajan tes musculares, no debe emplearse en crisis hipertensivas en el embarazo a término (LANDESMAN y cols., 1968).

Tras el uso repetido se han señalado reacciones de hipersensibilidad del tipo de leucopenia, fiebre y rash cutáneo.

El principal efecto adverso del nítroprusiato sódico son los episo­dios hipotensivos y el shock asociados a un exceso de infusión intra­venosa. Los síntomas incluyen náuseas, vómitos, sudoración, palpita­ciones y molestias subesternales que ceden cuando cesa la infusión del nitroprusiato.

El cianuro es un intermediario en el metabolismo del nitroprusiato y el producto metabólico final es el tiocianato. Aunque pueden obser­varse concentraciones sanguíneas muy elevadas de cianuro durante el tratamien to prolongado, la toxicidad del cianuro es muy poco común (anorexia, fatiga, psicosis y alucinaciones (MANI, 1971). El tiocianato se depura lentamente en el riñón; su vida media normal es de 4 días y se prolonga en pacientes con insuficiencia renal. De esta forma el tiocianato se acumula durante el tratamiento prolongado. Si su concen­tración pasa de 10 !J.g/dl hay probabilidad de hipoxia, náuseas, tinnítus, espasmos musculares, desorientación y psicosis. La toxicidad del cianuro se puede prevenir con el uso profiláctico de hidroxicobalamina, que se combina con el cianuro para formar cianocobalamina (COTTRELL y cols., 1978).

Antagonistas del calcio: Los del tipo de verapamil y nifedipina, como reacciones adversas pueden producir retención de sodio y líquidos, además, dolor de cabeza, palpitaciones, así como calambres y enrojeci­miento de la cara. Con el verapamil además se ha observado parada sinusal y bloqueo aurícula ventricular. Después de la supresión brusca de verapamil se ha descrito un caso de infarto agudo de miocardio (MORTENSEN, 1979).

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Inhibidores del enzima convertidor: De los inhibidores del enzima convertidor es el captopril el más empleado y la reacción adversa más frecuente en 3.000 pacíentes tratados fue el rash cutáneo (12 % ), acom­pañado de fiebre y escalofríos ( 6 %) y alteraciones del gusto. Son alte­raciones transitorias que generalmente no necesitan interrumpir el tra­tamiento. Pero también han sido descritos otros efectos adversos más graves, como son la proteinuria y la agranulocitosis, así como la glome­rulonefritis membranosa (HOORNTJE y cols., 1980 ).

La alteración del gusto parece va ligada a la presencia en su estruc­tura de un grupo SH, por lo que se han introducido otros inhibidores del enzima convertidor como el MK-421 , que no lo llevan.

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Departamento de Farmacología. Facultad de Medicina. Granada