antropología apócrifa y movimiento indígena - mauricio caviedes

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  • 7/27/2019 Antropologa apcrifa y Movimiento Indgena - Mauricio Caviedes

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    Revis ta Colombiana de Ant ropo log a

    Volumen 43, enero-diciembre 2007. pp.33-59

    ANTROPOLOGAAPCRIFAYMOVIMIENTOINDGENA.

    Algunas dudas sobre elsabor propio

    de la antropologa hecha en Colombia

    MAURICIO CAVIEDESANTROPLOGO, UNIVERSIDAD NACIONALDE COLOMBIA

    [email protected]

    Resumen

    ESTEENSAYOSOSTIENEQUELAANTROPOLOGAHECHAEN COLOMBIAOSCILAENTRELAACEPTACINde las tradiciones acadmicas europeas y la reivindicacin del activismo poltico

    en favor de grupos tnicos. Se afirma que la antropologa hecha en Colombia nopuede construir una tradicin propia a menos que los antroplogos acepten las pro-puestas metodolgicas y conceptuales de aquellos colegas que han transformado ladisciplina orientndola al apoyo a las organizaciones indgenas. Estos antroplogosy sus propuestas, si bien excluidos del reconocimiento acadmico, han orientadosu prctica a la construccin de una sociedad diferente, respetuosa de los derechosde estos pueblos. Esta transformacin social es tanto un reto como un logro de laantropologa hecha en Colombia.PALABRASCLAVE: antropologa latinoamericana, movimiento indgena, pueblos ind-

    genas, historia de la antropologa.

    APOCRYPHALANTHROPOLOGYANDINDIGENOUSMOVEMENT:

    SOMEDOUBTSABOUTTHE TASTE

    OFANTHROPOLOGYMADEIN COLOMBIA

    Abstract

    THISESSAYARGUESTHATANTHROPOLOGYMADEINCOLOMBIAOSCILLATESBETWEENTHEACCEPTANCEOF

    European or North American academic traditions and the vindication of politicalactivism in favor of ethnic groups. The essay holds that anthropology made in Colombiacannot build a tradition of its own, unless anthropologists accept the methodologicaland conceptual proposals made by those colleagues who have transformed the dis-cipline by practicing anthropology in support of political indigenous organizations.These anthropologists and their proposals, although often excluded from academic

    recognition, have oriented their practice to the construction of a different society, res-pectful of indigenous peoples rights. This social transformation is both a challengeto and an achievement of anthropology made in Colombia.

    KEYWORDS: Latin American anthropology, indigenous movement, indigenous peoples,history of anthropology.

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    ESTEARTCULOESLAREELABORACINDEALGUNASREFLEXIONESPRESEN-

    tadas como ponencia en el XICongreso de antropologa enColombia (Santa Fe de Antioquia, agosto de 2005), y de otras

    desarrolladas en el texto titulado Antropologa apcrifa y mo-vimiento indgena, presentado como trabajo de grado del pro-grama de maestra en antropologa de la Universidad Nacionalde Colombia (Caviedes, 2004). En trabajos previos he tratado dehacer una semblanza de antroplogos que han trabajado cercadel movimiento indgena y de mostrar los cambios metodolgicosy tericos que han propuesto a la antropologa.

    Argumentar que aun cuando su propuesta es un aporte a laantropologa y a los pueblos indgenas, al ser rechazada por la aca-demia, los institutos de investigacin y por los colegas que trabajanen agencias de cooperacin para el desarrollo y los derechos huma-nos, se ha convertido en una forma apcrifa de hacer antropologa.Es decir, una antropologa sin autor conocido, pues se construyecolectivamente, con la intencin de transformar la realidad de lassociedades que interactan por medio de ella en la construccinde conocimiento.

    Mi intencin ha sido reivindicar estas propuestas, porqueconsidero que la antropologa hecha en Colombia debe rescatarlos desarrollos de quienes han trabajado cerca de las organizacio-nes indgenas para encontrar un rumbo, no colombiano pero spropio. Sostengo que esto slo se lograr cuando los practicantesde la disciplina en Colombia acepten el reto de la construccinde una nueva sociedad, reto al que la invitan los diferentes mo-vimientos sociales, en especial, aunque no exclusivamente, elmovimiento indgena.

    SOLIDARIOS, COLABORADORESYOTROSANTROPLOGOSAPCRIFOS

    ENEL CONGRESODEANTROPOLOGAEN COLOMBIAQUETUVOLUGARENMedelln en 1980, un grupo de intelectuales partcipes del lla-mado Movimiento de solidaridad con los pueblos indgenas,

    recogiendo los resultados del trabajo desarrollado durante unadcada desde el nacimiento del Consejo Regional Indgena delCauca, Cric por los indgenas y los solidarios, sostuvieron quela antropologa que se haca en el pas deba cambiar. Planteaban

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    que las tradiciones europeas de las cuales proviene la disciplina

    establecen una relacin de dominacin con las sociedades con lasque trabaja: como el sujeto de conocimiento es slo el investigador,slo este, y su sociedad, podran beneficiarse de tal conocimiento(Vasco, 1983). Este grupo de solidarios afirmaba que la escisin pro-funda de la sociedad colombiana entre indgenas y no indgenas,herencia del periodo colonial, le impeda reconocerse como unaen la que pervivan e interactuaban diversos pueblos (Findji, 1983);planteaba la necesidad de que a partir del reconocimiento socialy jurdico de la condicin plural de esa sociedad nacieran nuevas

    formas de entendimiento y comprensin, nuevos principios ju-rdicos apropiados a su situacin (Velasco, 1983), y, por supuesto,nuevas formas de investigacin. Estas formas de investigacindeban inspirarse en los principios metodolgicos que OrlandoFals Borda, uno de los pioneros de las ciencias sociales en Colom-bia, haba denominado en la dcada de 1960 investigacin-accinparticipativa (IAP) (Fals Borda y Rodrguez Brando, 1987). Sinembargo, los intelectuales que hacan parte del Movimiento desolidaridad con los pueblos indgenas sostenan haber trascendido

    las dificultades prcticas de esa forma de investigacin la cual,segn explicaban, se quedaba a medias en la construccin de unconocimiento conjunto (Vasco, 1983) entre los pueblos indgenas yla sociedad nacional: indgenas y antroplogos eran investigadoresy, por tanto, ambas sociedades eran un sujeto de conocimiento(vase tambin Tamayo, 1986). En la prctica, esta investigacinsolidaria se materializ en la elaboracin de un producto visual, noliterario, llamado los mapas parlantes (Bonilla, 1983). Un ejerciciosimilar fue llevado a cabo por los colaboradores del Cric, pero su

    trabajo se materializ en cartillas y materiales de trabajo, y con msfuerza an en su Programa de educacin bilinge e intercultural(Caviedes, 2000, 2003).

    Estos profesionales no indgenas compartieron un compro-miso y participaron en la creacin de organizaciones indgenascomo el Cric, conjuntamente con los llamados solidarios. Sinembargo, mientras los colaboradores permanecieron en el Criclos solidarios se distanciaron y apoyaron la aparicin de unaorganizacin indgena paralela en la regin del suroccidente,

    que ms tarde tomara el nombre de Movimiento de AutoridadesIndgenas del Sur Occidente (Aiso), y ms recientemente de Au-toridades Indgenas de Colombia (Aico), como lo narra Laurent(2005: 294-334). Al tratar de definir a colaboradores y solidarios,

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    Laurent pasa por alto, sin embargo, la relacin explcita que lossolidarios buscaban entre la construccin de una sociedad dife-rente, capaz de aceptar la existencia y autonoma de los pueblosindgenas y un conocimiento diferente, propio de esa nuevasociedad (vase Caviedes, 2003).

    La propuesta llevada al Congreso de antropologa de 1980 tena laintencin de iniciar el replanteamiento del trabajo en las cienciassociales, inspirado en los principios de la investigacin-accinparticipativa, propuesta desde finales de la dcada de 1960 porlos miembros de la Rosca de investigacin social, liderada porel socilogo Orlando Fals Borda. En sus postulados, la IAP soste-na que una verdadera ciencia popular, a favor de los procesosde transformacin que buscaban las comunidades campesinasy otros sectores marginados, deba abandonar la pretensin deobjetividad y definir sus objetivos a partir de los objetivos polti-cos que las comunidades reclamaban como justos (Fals Borda yRodrguez Brando, 1987). Aun cuando aceptaban la influencia dela IAP en su trabajo, los intelectuales que hacan parte del Comitde solidaridad con los pueblos indgenas consideraban haber ido

    ms all, al trascender las formas escritas de materializacin de lainvestigacin y establecer una relacin nueva y diferente con lascomunidades indgenas, en la cual la investigacin se convertaen instrumento de movilizacin popular y no en conocimientoacumulado fuera de ella (Vasco, 1983). Su exposicin parta de losdesarrollos de los trabajos etnogrficos, historiogrficos, etnohis-tricos e, incluso, arqueolgicos (vase Urdaneta, 1990) con unaorientacin que apoyaba la movilizacin de las organizacionesindgenas del suroccidente colombiano, en especial las del depar-

    tamento del Cauca, y, tambin, de Nario. Apoyo que implicabauna posicin poltica a favor de la recuperacin por parte delos indgenas de los resguardos reconocidos durante el periodocolonial, del ejercicio de un gobierno propio entre los pueblosindgenas y, en general, de los postulados sobre los que se fundel Cric (Caviedes, 2000, 2003).

    El trabajo conjunto entre los intelectuales y las organizacionesindgenas como el resguardo de Guamba, el Cric y otras, llega ser muy estrecho, como puede verse en los textos del profesor

    Luis Guillermo Vasco o en la reciente publicacin de la auto-biografa de Juan Gregorio Palechor por Myriam Jimeno, quienexplica el contexto de la relacin entre antroplogos y lderesindgenas durante las dcadas de 1970 y 1980 (Vasco, 2002; Jimeno,

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    2006). Este tipo de antropologa no se propuso ni se practic de

    una manera homognea; por el contrario, quienes la desarro-llaban lo hacan desde el apoyo a organizaciones que muchasveces se oponan entre s, como sucedi en alguna poca entreel Cric y el Movimiento de Autoridades Indgenas de Colombia(Caviedes, 2000).

    Las metodologas de ese trabajo tampoco han sido unvocas. Losmapas parlantes, por ejemplo, se elaboraban a partir de reunionescon la comunidad y de narraciones de las autoridades indgenas,narraciones y reuniones que no podan ser transcritas, pues laexhibicin de los mapas permita el flujo de la discusin y la re-construccin comunitaria de una memoria que daba sentido a lamovilizacin y la recuperacin de tierras (Vasco, 2002; entrevistaa Luis Guillermo Vasco en Caviedes, 2000). Por su parte, el trabajode los colaboradores del Cric se basaba, y an lo hace, en las meto-dologas de educacin popular, en la reconstruccin de la memoriacomunitaria, recogida por los maestros indgenas del programa deeducacin bilinge del Cric, o en la escritura colectiva de docu-mentos polticos, como el peridico Unidad Indgena (entrevista a

    Henry Caballero en Caviedes, 2000; entrevista a Herinaldy Gmezen Caviedes, 2000; vase tambin Pebi-Cric, 2004).

    La propuesta solidaria, aun cuando no constituye para laantropologa hecha en Colombia una gran teora totalizante nifue aceptada formalmente por las academias de la antropologa,tuvo mucha repercusin en los trabajos de grado de numerososestudiantes de antropologa, quienes, a su vez, plantearon de-sarrollos partiendo de los postulados de los solidarios (vanseTamayo, 1986; Andrade Medina, 1994).

    A finales de la dcada de 1970 llegaran a otras regiones delpas estudiantes inspirados por las propuestas de los solidariosy formados en el acompaamiento a las organizaciones indge-nas del Cauca, para apoyar los procesos de organizacin de losembera-kato, que desde esa dcada buscaban organizarse paraevitar la inundacin de sus territorios y la invisibilizacin a laque pretendan someterlos sectores poderosos de la sociedad noindgena nacional, para favorecer la construccin del proyectomultipropsito Urr, de produccin hidroelctrica. Si bien esos

    antroplogos nunca formalizaron una propuesta metodolgicao epistemolgica conjunta, como lo hicieron los solidarios, en elrecorrido de su trabajo en el Sin es posible ver formas nuevasde trabajo, algunas de las cuales coinciden y tienen su raz en las

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    propuestas de colaboradores y solidarios en el departamento del

    Cauca, mediante los debates que se dieron en el departamentode antropologa de la Universidad Nacional de Colombia (sedeBogot).

    Algunos antroplogos de la primera generacin, formadaa partir de 1964 en las universidades Nacional y de los Andes(en Bogot), y del Cauca (en Popayn) Carlos Alberto Uribe(2005) los llama intermedios, en oposicin a los pioneros,atendiendo la convocatoria de Piedad Gmez Villa, una de laspioneras de la antropologa en Colombia, llegaron a la regindel Sin para evaluar las posibles consecuencias sociales de larelocalizacin de comunidades campesinas para la construccinde los embalses Urr I y II, que deban conformar la represa Urr.Aun cuando contratados por empresas consultoras de ingeniera,plantearon una visin crtica de las consecuencias sociales yculturales de la represa, cuestionando la percepcin poltica yeconmica del desarrollo desde el trabajo etnogrfico con cam-pesinos y pescadores (vase Pineda Camacho, 1985). A finalesde la dcada de 1970 los nicos estudios sociales en Colombiaprevios a los dirigidos por Piedad Gmez sobre el impacto degrandes proyectos de infraestructura, llamados hoy megapro-

    yectos, eran los trabajos crticos de Orlando Fals Borda sobre elembalse del Sisga (en Cundinamarca), que ms tarde lo llevarana escribir su trabajo Campesinos de los Andes. Estudio sociol-

    gico de Sauco (1961) (Pineda Camacho, entrevista en Caviedes,2004). La segunda generacin de esos antroplogos, graduadosdel departamento de antropologa de la Universidad Nacional deColombia (sede Bogot), donde haban participado en procesos

    de organizacin estudiantil y colaborado en la elaboracin delperidico Unidad Indgena del Consejo Regional Indgena delCauca (entrevista a Antonio Cardona en Caviedes, 2004), hizoetnografas sobre el pueblo embera-kato como parte del estudioetnosocial que adelant la Universidad de Crdoba (Montera)antes de la construccin del embalse Urr I, a partir de 1982.En ellas presentaron hiptesis propias sobre las consecuenciasnegativas de la construccin del proyecto en territorio embera(vase, Corporacin Elctrica de la Costa Atlntica. Direccin

    regional proyecto hidroelctrico de Urr, 1991). Esos recin egre-sados de las universidades Nacional y del Cauca adelantaron untrabajo ms profundo con los embera-kato, que llev a los iniciosincipientes de organizacin indgena de los Cabildos mayores

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    embera-kato de los ros Verde y Sin, y que hoy hacen parte

    de la Organizacin Nacional Indgena de Colombia (Onic). Suprctica puede resumirse en un trabajo de campo intenso, en elque compartan con los indgenas sus visiones sobre las conse-cuencias econmicas, polticas y culturales de la construccinde los embalses I y II del proyecto hidroelctrico. Ese trabajoestuvo acompaado por un intercambio tmido pero importantede experiencias de organizacin entre los indgenas del Cauca ylos del Sin (Cardona, entrevista en Caviedes, 2004).

    A partir de 1993, pero por otro camino, antroplogos y asesoresde la Onic, acompaando el proceso de organizacin frente alinminente llenado de la represa Urr I, aplicaran esta mismaforma de trabajo etnogrfico colectivo entre antroplogos e in-dgenas. En el texto Territorios indgenas, identidad y resistencia,de Efran Jaramillo, antroplogo, y Kimi Perna Domic, lderindgena desaparecido posteriormente, puede verse el resultadode un trabajo antropolgico conjunto entre un etngrafo y un in-dgena, que explica las relaciones conflictivas entre los indgenasy el estado colombiano, las razones de la movilizacin embera

    contra la represa Urr, y sus estrategias para enfrentar los pro-blemas planteados a ellos por el estado y la empresa privada conla construccin de la represa. Ese texto se redact meses antesde la desaparicin forzada de Perna Domic, debido a su luchacontra la construccin de la represa (vase Onic, 2002).

    Si bien es cierto que, por su trayectoria, investigadores comoLuis Guillermo Vasco, Mara Teresa Findji, Vctor Daniel Bonilla oTulio Rojas, entre los solidarios, as como Myriam Jimeno y AdolfoTriana, entre los colaboradores del Cric de la dcada de 1970 a1980, se hicieron visibles mediante publicaciones acadmicas,esto no quiere decir que quienes desarrollaron trabajos con orga-nizaciones indgenas en apoyo a los procesos de organizacin noacudieran a la escritura como instrumento de anlisis, reflexin yregistro de sus debates y postulados. No obstante, a diferencia dela primera generacin de los antroplogosintermedios, los profe-sionales de las siguientes no se ubicaron con mucha visibilidaden las universidades. Pero en sus tesis de grado, sus informesde trabajo y en textos escritos en nombre de las organizaciones

    indgenas desarrollaron los postulados presentados por aquelgrupo de intelectuales que haca parte del Comit de solidaridadcon los pueblos indgenas. Al mismo tiempo, los intelectualespartcipes de ese Comit sostendrn siempre que su propuesta de

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    transformacin de la antropologa, aun cuando formulada desde

    el ejercicio acadmico, era rechazada en el mbito universitarioo al menos marginada por considerarse carente de importancia.Es por ello que numerosos textos suyos fueron publicados comocartillas para las comunidades indgenas, artculos para revistasestudiantiles o como escritos en nombre de las organizacionesindgenas (Caviedes, 2000).

    En muchos casos, como explican Roberto Pineda Camacho yAntonio Cardona (entrevista en Caviedes, 2004), los antroplogosque ejercieron la antropologa comprometidos con los pueblos in-dgenas perdieron sus cargos como funcionarios de institucionesdel estado o de empresas privadas. No obstante, en esos trabajossubyace la idea de que era posible encontrar una empata entreel proyecto de sociedad buscado por investigadores sociales ypor las organizaciones indgenas, como sugeran Vasco, Findji,Velasco y Bonilla en su propuesta de 1980.

    ELLUGARDELAANTROPOLOGACOLOMBIANAENTRE LATINOAMRICA,ESTADOS UNIDOSY EUROPA

    ESAANTROPOLOGAMARGINAL, TRABAJADADESDEELACOMPAAMIENTOYNOdesde la investigacin pura, o a veces inclusive desde la empre-sa privada, present propuestas conceptuales. En Colombia es

    ms fcil, por haber escrito y publicado con frecuencia, presentarlos planteamientos conceptuales de Luis Guillermo Vasco, quien

    desarrolla respecto a los pueblos indgenas la definicin de nacio-nalidades minoritarias o nacionalidades indgenas (Vasco, 2002[1982]), para explicar la relacin entre las sociedades indgenas y lanacional. Existen sin embargo trabajos escritos pero no publicados,como el de Tamayo (1986), quien desarrolla la propuesta de untrabajo etnogrfico de doble va, idea que aparece implcita enlos trabajos de los solidarios en el Congreso de 1980, pero en la queTamayo profundiza, planteando que el conocimiento construidocon la comunidad de Jambal busca explicar la legitimidad de la

    lucha indgena y la relacin de esa comunidad con la sociedadno indgena del departamento del Cauca (Tamayo, 1986). Mstarde, ante las transformaciones surgidas del reconocimiento delos derechos de los pueblos indgenas en la Constitucin de 1991,

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    Andrade sugiere que el trabajo del etngrafo comprometido con

    los procesos de organizacin indgena deber ser, ms que desolidaridad, de antropologa acompaante (1994).

    Estas formulaciones o definiciones metodolgicas puedenaparecer como simples cambios de forma en la manera de realizarla etnografa. Carlos Alberto Uribe (2005) y Roberto Pineda (2005)sostienen que en Colombia prevalece el uso de planteamientostericos provenientes de Europa y Estados Unidos. Myriam Ji-meno dice, por su parte, aun cuando con nfasis metodolgicoen las propuestas solidarias o apcrifas, que en las antropologaslatinoamericanas, incluida la colombiana, los conceptos tericosestadounidenses y europeos han sido replanteados o abandona-dos por unos nuevos, justamente en el desarrollo de conocimientoa partir del ejercicio de una antropologa que no hace nfasis enla investigacin pura, sino en el ejercicio del compromiso y laaccin poltica (Jimeno, 2005).

    Por su parte, Alcida Rita Ramos compara la actividad de in-vestigadores europeos o estadounidenses y etnlogos brasileros,y considera posible involucrarse polticamente y desarrollarinvestigacin con rigor acadmico, pues no existe ni puedepensarse una investigacin acadmicamente pura. Tal vez losantroplogos brasileros, llamados constantemente a pronun-ciarse polticamente, tengan menos espacios para afinar susinstrumentos metodolgicos, pero poseen, en el contacto con lascomunidades indgenas, ms claridad sobre sus problemas. Enel peor de los casos Ramos admitira que el antroplogo tiene laoportunidad de eliminar de sus textos escritos las referencias ala interaccin poltica con las comunidades (Ramos, 1990: 454).

    No obstante, tal eliminacin le resulta una manera de sacarle elcuerpo al problema, pues la etnologa no existe en un vaco social,en especial porque se refiere a la vida social. Y ello implica quela interaccin poltica es, en s misma, sujeto del pensamientoantropolgico; es la realidad misma a la que la antropologa debereferirse y entender. Y es all, en la comprensin y el estudio detal interaccin poltica entre lo indgena y lo nacional, donde eletnlogo de Brasil es tambin un actor, donde cesa la separacinentre investigador e investigado (Ramos, 1990: 454); es all donde

    se diferencia la antropologa brasilera de otras como la britnicay la estadounidense. Segn Ramos, los antroplogos brasilerosse involucran siempre, en alguna medida, con la situacin in-dgena en su pas; y afirma infortunadamente casi justificando

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    un reconocimiento que la antropologa de ese pas alcanza

    los estndares internacionales de calidad mientras mantiene supropio sabor (Ramos, 1990: 456). Ante la responsabilidad de losintelectuales de construir una nacin con base en lo nativo ()no produjeron simplemente trabajos para su propia satisfaccinintelectual y el avance de la ciencia como tal. Su produccinestaba motivada y orientada a una responsabilidad civil ()contribuyendo con la nueva nacin. La antropologa [brasilera]naci y floreci en este contexto (Ramos, 1990: 455). Pero en esaantropologa se encuentra tambin una especie de respuesta

    crtica a la experiencia colonial impuesta sobre Brasil desde lacolonia europea, que en muchos casos, aunque no todos, aclaraRamos, ha sido influida por el marxismo (Ibdem).

    Segn Myriam Jimeno, la antropologa en Colombia consi-derada una herencia colonial se reconsider durante la dcadade 1960, a partir del marxismo. Al mismo tiempo, y como sucedien Brasil, desde 1971 el Cric exigi una posicin de los antroplo-gos, y algunos indgenas se pronunciaron sobre la situacinde sus pueblos en espacios acadmicos. Por ello, aun cuando en

    la dcada de 1980 el pensamiento posmoderno parece formular lamisma crtica que se haca en Colombia en la de 1970, Jimenopiensa que la antropologa colombiana no ha sido una simplereproduccin de la estadounidense y la europea, en especial porsu proximidad con los movimientos populares. Ms an, sostie-ne, ha transformado la poltica pblica, pues nunca ha existidouna barrera entre quienes hacen poltica de estado y la academiacolombiana. Esto habra alejado a la antropologa en el pas dela produccin terica, que, sin embargo, ha aumentado con el

    tiempo (Jimeno, 2000, 2005).Carlos Alberto Uribe encuentra otras diferencias con las an-

    tropologas metropolitanas, refirindose a las de las potenciascoloniales. Para l, a diferencia de las academias estadounidenses,con sus escuelas cuidadosamente definidas por las tradicionestericas fundadas por cada maestro, la antropologa colombianacareca de escuelas y de maestros fundadores. No tena tampocoposgrados y los investigadores y docentes de la segunda genera-cin, que rechazaron la influencia metodolgica de los pioneros,

    muchas veces desarrollaban su carrera a partir de sus pregrados(Uribe, 2005). Con el tiempo apareci una generacin intermediaque pas de los pregrados en Colombia a posgrados en las aca-demias metropolitanas, desarrollando una investigacin que

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    se ha mimetizado de nuevo con la antropologa metropolitana:

    traduccin de la traduccin, sera la academia colombiana (Ib-dem). Uribe admite que la investigacin en Colombia es dinmicay que ha tenido ciertos mritos, pero se debe romper con el podermetropolitano, emprendiendo la formacin de doctorados.Una propuesta no muy radical. Despus de todo, los posgradosson una mimesis de una estructura universitaria impuesta, y sila antropologa en Colombia tuvo un desarrollo y una esenciapropia justamente entre aquellos investigadores intermedios,que rompieron con la tradicin pionera desde sus pregrados,

    como sugiere Uribe, no podra el fortalecimiento del pregradoser una alternativa tan valiosa o ms que un posgrado concebidoal ritmo de las potencias coloniales?

    Pienso que el problema es poltico y metodolgico. Por esorecojo la propuesta planteada por Pineda Camacho: la perspec-tiva histrica. l sostiene que, como resultado de un llamado deGerardo Reichel-Dolmatoff y Alicia Dussn de Reichel, muchosantroplogos colombianos y estadounidenses llegaron a desa-rrollar antropologa al Amazonas, donde los segundos hicieron

    investigaciones de doctorado con el modelo monogrfico propiode las academias de Estados Unidos y Europa, influidas por elestructuralismo y el funcionalismo, carentes de perspectiva his-trica. Los antroplogos colombianos, formados en pregrados,hicieron trabajos acerca de sujetos diferentes, pues mientras losmetropolitanos buscaban a los indios prstinos, ellos se acer-caron a indgenas golpeados por la colonizacin mestiza y la ex-plotacin econmica en especial por la extraccin del caucho,para lo cual la antropologa no haba desarrollado herramientas

    conceptuales apropiadas. Los antroplogos en Colombia recha-zaron conceptos como el de aculturacin y acudieron a unaperspectiva histrica, influida por una inspiracin marxista, auncuando improvisada (Pineda Camacho,2005). As, la antropologaen el pas reuni lo que nunca debi separarse: la antropologay la historia, permitiendo un anlisis que aportara a nuestrospropios proyectos polticos, apuntando a un pblico que estaqu, en Latinoamrica (Ibdem).

    Franois Correa (2005) sostiene que la antropologa nacional

    posee una caracterstica particular: su investigacin busca en-tender a la propia sociedad, y en especial su transformacin, latransformacin de formas de discriminacin social presentesen la sociedad nacional. Afirma que el papel de la antropologa

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    colombiana ha estado en la transformacin jurdica del pas por

    ejemplo, en los cambios constitucionales de 1991 y las polticasde estado. Lo ha hecho, a diferencia de otras tradiciones acad-micas, en alianza con otros investigadores sociales y ha abiertoel espectro de sus materias de investigacin (Correa, 2005).

    Aun cuando en algn momento busqu caracterizar el sabordela antropologa colombiana, con el tiempo he llegado a concluirimpulsado por la intervencin de un espectador annimo delCongreso de antropologa de 2003 (Manizales) en el que recog lasanteriores afirmaciones que buscar una antropologa colombianasera aceptar pensar la antropologa en el marco de la construc-cin de un estado-nacin, que es, en s mismo, una imposicin.Adems, este afn por definir a la antropologa colombiana me hallegado a parecer un afn por justificar mritos acadmicos anteun centro cultural y acadmico de potencias coloniales comoEuropa y Estados Unidos para demostrar que, bajo los criteriosde tal centro metropolitano, la antropologa hecha aqu s tienevalor. Veo esa preocupacin especialmente en el texto de AlcidaRamos, concentrada en demostrar, ante un pblico estadouni-

    dense el texto original est escrito en ingls que la antropologabrasilera no debe menospreciarse por su tinte poltico, ya que laperspectiva poltica no rie con el rigor acadmico. Sin embargo,considero que la misma idea est implcita en las propuestas deUribe, Correa, Jimeno y Pineda.

    Difiero de la perspectiva demasiado optimista de MyriamJimeno, y si bien estoy de acuerdo con su caracterizacin de laantropologa entre las dcadas de 1960 y 1970, considero tambinque la hecha en Colombia debe cuestionar profundamente sus

    influencias en las polticas pblicas. Vanse si no, por ejemplo,las afirmaciones del jefe de la direccin de etnias del Ministerio delInterior y de Justicia acerca de la situacin de los embera-katodel alto Sin, en las que seala a la comunidad indgena de sercmplice de los grupos armados ilegales (ElMeridiano de Crdoba(Montera).28 de abril de 2004: 4A). Adems, contrario a lo quesostiene Jimeno (2000), en la actualidad s existe un alejamientode las propuestas de colaboracin/solidaridad o investigacin ac-cin participativa. Cada vez ms, el trabajo de campo y la reflexin

    terica responden a orientaciones dictadas por las academiasestadounidenses y europeas. Sobre esos intereses, a partir de ladcada de 1990 algunos investigadores en Colombia empezarona aceptar un proyecto para una nueva antropologa.

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    LAPROPUESTADEUNAANTROPOLOGACOLOMBIANA

    DESDELADCADADE1990LASCOSASHANCAMBIADOENLAANTROPOLOGAhecha en Colombia, que se aleja gradualmente del inters porlo indgena y las organizaciones junto a las cuales se hicieron

    esas propuestas propias. Al intentar definir la antropologa co-lombiana a travs de su historia, Mara Victoria Uribe y EduardoRestrepo sostienen en la Introduccin al libro Antropologas

    transentes en el que proclaman el fin de lo indgena comomateria central en la antropologa colombiana, que en esta hanexistido dos sectores: uno objetivo y otro militante (Uribe yRestrepo, 2000: 10). El primero tena como objetivo el registroacadmico de regularidades que podran ser comparadas conotras para as llegar a generalizaciones de diferentes rdenessobre las culturas humanas (Ibdem). Los segundos buscabancuestionar los supuestos epistmicos y metodolgicos de lasciencias positivas metropolitanas a cambio de una antropologa

    militante con las justas causas de las poblaciones explotadas(Ibdem). Uribe y Restrepo sostienen que en las universidades,los congresos, los textos publicados, las acciones militantes de losantroplogos, o en las clasificaciones burocrticas de la antropologa,el indio se convirti en el objeto antropolgico por antonomasia(Ibdem). Considero que esta es una imagen falsificada de lo queha sucedido con la antropologa en Colombia.

    La antropologa desarrollada por quienes estuvieron cerca almovimiento indgena acept el ejercicio que esos pueblos desarro-

    llaban al construir un conocimiento sobre s mismos como partede la reivindicacin de su derecho como pueblos y, a la vez, parte dela sociedad nacional. Los indios hicieron su propia antropologaal declarar desde el Cauca ante la sociedad nacional: no somosuna raza, somos un pueblo, mediante el ejercicio de explicarle ala sociedad nacional qu es ser indgena (entrevista a Tulio Rojasen Caviedes, 2000: 85; vase tambin Gerardo Morales en Bonilla,1988:35), al exigir su derecho a la autonoma y hablar en su lengua,al rechazar la reduccin a la vida civilizada a la que los obligaba la

    ley 89de 1890, al exigir sus resguardos y al explicar que su vida y sucultura se materializaban en su territorio, diciendo: recuperar latierra para recuperarlo todo (Gobernadores Indgenas en Marcha,1981; entrevista a Ral Castro en Caviedes, 2000).

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    Uribe y Restrepo no slo tergiversan el papel de la antropologasolidaria o colaboradora, ellos la llaman militante (2000: 10),sino que, adems, borran del todo la antropologa o las propues-tas que los indgenas le han hecho desde sus propias formas deconocimiento. Estos autores definen otro tipo de antropologa,a la que dan el nombre de antropologa objetiva (Ibdem: 10),para referirse a la dedicada al estudio de los pueblos indgenasy despojada de pretensiones polticas, como quisieron ejercerlaen cierto momento sus pioneros en Colombia. Para evaluarla definicin de Uribe y Restrepo es importante revisar algunos

    planteamientos de los llamados pioneros de la antropologa enColombia.

    En la introduccin de su textoDesana (1968), Gerardo Reichel-Dolmatoff sostiene que la importancia del estudio de las comu-nidades indgenas radica en que ante la desaparicin inevitablede los pueblos indgenas como consecuencia de su insercin enla sociedad nacional, el antroplogo debe recoger tan cuidado-samente como le sea posible lo que l llama la filosofa, no lacultura, de estos pueblos, de tal manera que, llegado el momento

    de su desaparicin, como legado a la humanidad, el antroplogohaya dejado escrita tal filosofa en un libro (Reichel-Dolmatoff,1968: v-vi). Ms tarde reitera, en The people of Aritama, la impo-sibilidad de oponerse a la desaparicin de esos pueblos (Reichel-Dolmatoff y Dussn de Reichel, 1961: xi, xviii).

    En Problemas y necesidades de la investigacin etnolgicaen Colombia (1965), Alicia Dussn de Reichel plantea como metade la antropologa en Colombia la realizacin de investigacionesetnogrficas en ciertas zonas del pas, donde las comunidades

    indgenas estn en riesgo inminente de desaparicin entre ellasmenciona al Magdalena medio, donde en 1965 se encontraban losopn y los carare, pueblos que ya ni siquiera las organizacionesnacionales indgenas consideraban existentes. Luego de la inves-tigacin, los acadmicos proveeran de conocimiento y sugerenciasal estado para la aplicacin de polticas de atencin a estos pueblos(Dussn de Reichel, 1965).

    A pesar de esa mirada que condena indolentemente la des-aparicin de los pueblos indgenas, en la elaboracin de estas

    etnografas clsicas con intencin de objetividad o de distancia-miento poltico, la insistencia en que esas comunidades indge-nas en riesgo de desaparecer seguan existiendo, la antropologapionera se convirti, inconscientemente, en un ejercicio que

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    recordaba continuamente a la sociedad nacional que lo indgena

    perviva como parte de ella, en un momento histrico en el que lasociedad nacional quiso renunciar a lo indgena, ocultarlo, mes-tizarlo, como muestran Luis Guillermo Vasco y Roberto PinedaCamacho al citar los discursos de Laureano Gmez (Vasco, 2002:132; Pineda Camacho, 1984). Su parte, pero esta vez conscientee intencionalmente, hicieron los antroplogos del Instituto In-digenista, Blanca Ochoa, Juan Friede y otros intelectuales comoAntonio Garca, que merecen captulo aparte (Pineda Giraldo,2000; Rueda, s. f.; Caviedes, 2004).

    Proponiendo sepultar la experiencia de la discusin entre lasantropologas por ellos denominadas objetiva y militante,Uribe y Restrepo sostienen la necesidad de desindiologizar(Uribe y Restrepo, 2000: 12, 17) la antropologa, con el argumentode que el concepto de cultura, que determin a la antropologamilitante y a la objetiva, resulta inadecuado para entenderuna sociedad construida sobre las diferencias y donde las iden-tidades fluctan y son transitorias. Sugieren, siguiendo a MarcAug, que la antropologa en Colombia debe transformarse,abandonando la representacin extica de los otros, pero tam-bin mostrando lo extico de los fenmenos sociales modernos.En otras palabras, invertir la mirada, mostrando a los indioscomo parte de nosotros y mostrndonos a nosotros como otrosexticos (Ibdem: 17). Siguiendo a Aug, definen esta estrategiacomo el modelo de las pruebas o las evidencias, segn el cualnumerosos ejemplos demuestran que las culturas, las identidadesy las relaciones de poder cambian permanentemente al ritmodel capitalismo globalizado (Ibdem: 13). Lo hacen as en vez de

    responder a una esencia cultural esttica, como segn ellos, loconsidera la antropologa hecha en Colombia, tanto la objetivacomo la militante (Ibdem: 16). En palabras de los autores: Estosignifica renunciar definitivamente a la ecuacin antropologa =estudios de grupos indgenas (Ibdem: 17), pero advierten que:

    esto no supone la disolucin de la identidad disciplinaria sino elreconocimiento de que su sentido, la razn de ser de la antropologa,no es la bsqueda y definicin de esencias culturales, la descripcin

    de costumbres y gente extica, sino la naturaleza de la alteridad,es decir, de la pluralidad cultural en el actual contexto de globa-lizacin, que desborda sus supuestamente tradicionales objetos deestudio (Ibdem: 9).

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    Me parece que esto aclara que Uribe y Restrepo no propo-

    nen trascender, cambiar o abandonar la relacin sujeto/objetoni establecer una nueva relacin en la que los antroplogossean constructores de conocimiento con las comunidades conlas que trabajan, sino, simplemente, que pueden examinar laconstitucin de modalidades de la alteridad ms all de los con-vencionales otros y de las lecturas etnizantes y esencializantes(Uribe y Restrepo, 2000: 18). Para ellos, los antroplogos siguensiendo los nicos legtimos constructores de conocimiento. Esas como pasan por alto la propuesta epistemolgica fundamen-

    tal de la antropologa que surge en Colombia con la generacinintermedia, reduciendo la propuesta de los solidarios/colabora-dores y la investigacin accin participativa a una pura formade militancia poltica.

    Adems, la propuesta de Uribe y Restrepo implica que laantropologa no puede admitir la existencia del ser humano porfuera del capitalismo globalizado, como sostiene Franz Flrez(2000). Implica negar que existe la posibilidad de formas deorganizacin humana diferentes a esta, y que la lucha de los

    pueblos indgenas, sin negar su relacin con el sistema polticoimpuesto por occidente con los estados-nacin criollos, surgejustamente como una propuesta de sociedad diferente a estanuestra, a la del capitalismo globalizado, como sostiene Vasco alutilizar el concepto de nacionalidades indgenas para definirla relacin de los pueblos indgenas con el estado colombiano(Vasco, 2002). Uribe y Restrepo no rechazan la existencia mismade los estudios sobre etnias indgenas trmino que prefierenal de pueblos indgenas, pero demandan su subordinacin

    a los estudios sobre la construccin de identidades dentro delcapitalismo globalizado.

    Mara Victoria Uribe y Eduardo Restrepo recurren a MarcAug para usar sus referentes conceptuales en su definicin dela antropologa colombiana. Tal vez a ello se deben las fallas desu reconstruccin. Trasladan artificialmente la crtica de la teoraposmoderna estadounidense y europea de la antropologa clsi-ca a la historia de la antropologa hecha en Colombia, pasandopor alto elementos importantes que diferencian la prctica de la

    disciplina en el pas de la practicada all. Los antroplogos enColombia estudian copiosamente a Pierre Bourdieu, leen reitera-tivamente a Clifford Geertz y a James Clifford, cursan maestrasen Colombia donde citan y recitan a Wallerstein, Giddens y, otra

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    vez, por si acaso no lo entendieron, lo ms probable, a Bourdieu.

    Utilizan marcos conceptuales elaborados en Francia y en EstadosUnidos para explicar la realidad colombiana en los casos de desplaza-miento, el campesinado, la construccin de identidades de gneroe, inclusive, en lo indgena. Un buen ejemplo de este fenmeno esCastillejo (2000), quien para elaborar una etnografa del desplaza-miento en el Magdalena medio se basa slo en autores extranjeros yaplica su terminologa en alemn. Cuntos cursos dictan nuestrosprogramas de pregrado o posgrado sobre la investigacin accinparticipacin, la nica metodologa de trabajo en ciencias sociales

    originada en Colombia, que se extendi durante cierta poca enotros pases de Latinoamrica? Yo no he escuchado de ninguno. Yestudiamos las transformaciones y los cambios de paradigmastericos desde Durkheim hasta Foucault; pero estudiamos ennuestras academias la genealoga de nuestro propio pensamiento?Analizamos en qu deriv la IAP, cmo se transform, quinesdieron pasos ms all de ella? No.

    Nuestras universidades e institutos de investigacin se hanvuelto incapaces de hablarle a la sociedad nacional, porque slopublican textos que son originalmente tesis doctorales preparadaspor investigadores colombianos para universidades estadouni-denses y europeas, escritas para un pblico acadmico de all.Y luego de que son aprobadas, entonces s aceptan publicarlasac, en un lenguaje que no pueden entender las comunidadesindgenas, campesinas, desplazadas, negras o urbanas sobrelas que esas tesis doctorales hablan. Artculos y compilacionesactuales (vanse, por ejemplo, Chaves, 1998; Salcedo, 2000) re-cuerdan lo que Arocha y Friedemann sostenan ya en 1984: los

    antroplogos colombianos estudian y escriben sobre su pas,guiados por los requerimientos del sistema de informacinnoratlntico, ms que por las necesidades de supervivencia deunas minoras tnicas que enfrentan las consecuencias directase indirectas de la consolidacin estatal (Arocha y Friedemann,1984: 306). Al respecto, en 1985 Vasco se refera a la necesidadde un nuevo lenguaje mutuamente inteligible, construido enconjunto entre nuestra sociedad y las sociedades indgenas, delcual la antropologa carece (1985: 11). Este mismo problema de in-

    capacidad de dilogo de la antropologa con los pueblos indgenasest presente en otras tradiciones antropolgicas, como lo sealael lder indgena Vine de Loria para el caso de la antropologaestadounidense (De Loria, 1975).

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    LAANTROPOLOGACOLOMBIANAYLASITUACINACTUALDELOSPUEBLOSINDGENAS

    USTEDPENSAR, LECTOR, QUEQUIEROVOLVERALAANTROPOLOGADELAdcada de 1970, algo vetusta para nuestras vidas y academiasposmodernas. Pero lo que realmente quiero es construir una

    antropologa propia; no colombiana, sino propia. No una antro-pologa a favor de uno u otro proyecto de estado-nacin, sino unaque sea un espacio de bsqueda de una nueva sociedad, comonos invitan a construirla diferentes sectores sociales, en especialel movimiento indgena.

    Para ello propongo retomar el ejercicio de Orlando Fals Borda,en el que invit al dilogo entre campesinos de la costa atlntica,y en general sectores populares y acadmicos por medio de losdos canales de su textoHistoria doble de la costa (Fals Borda, 1980),en el que se iniciaba la bsqueda de ese nuevo lenguaje mutua-mente inteligible del conocimiento social. En ese libro, Fals Borda

    intentaba poner en dilogo el conocimiento de la historia cons-truido por la comunidad por medio del lenguaje popular, narradoliteralmente en las pginas pares del texto, con el conocimientoconstruido acadmicamente, redactado en las impares. Se tratade un ejercicio incompleto, pero avanzar en ese lenguaje mutuoimplica aceptar el conocimiento popular como legtimo

    Durante el da internacional de los pueblos indgenas cele-brado en 2004, la Onic nos record que el reconocimiento de losderechos de los pueblos indgenas es una invitacin a la sociedad

    nacional a ejercer su condicin de interlocutora de los estadosde los que hace parte. El proyecto de autonoma de los pueblosindgenas es una invitacin al ejercicio de nuestra autonomacomo ciudadanos, al ejercicio libre de nuestros derechos, apensar, como lo hicieron los pueblos indgenas, en la sociedadque queremos, en vez de aceptar, tal como nos los han recitado,los derechos que otros suponen que debemos tener (AndradeCasam, 2004). All es posible lograr empata entre las bsquedasde los pueblos indgenas y el resto de nosotros. Si usted, lector,

    opina que esto es volver a la antropologa vetusta de la dcadade 1970, analicemos algunas situaciones del momento actual.En mayo de 2004, la Onic sostuvo ante el relator especial

    de las Naciones Unidas para los pueblos indgenas que ms de

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    cuatro pueblos indgenas estn registrados por el Departamen-

    to Administrativo Nacional de Estadstica (Dane) con menosde ciento cincuenta personas. La Comisin Interamericana deDerechos Humanos ha exigido al gobierno colombiano tomarmedidas especiales de proteccin a los derechos humanos de lospueblos kankuamo y wiwa de la Sierra Nevada de Santa Marta,embera-kato del alto Sin, pijao del departamento del Tolima yembera-cham de Risaralda, slo por nombrar algunos pueblos ensituacin crtica de derechos humanos (Andrade Casam, 2004:3, 11). Segn datos de 2003 de la Onic y la oficina de la Agencia

    de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), los ndicesms altos de desplazamiento entre los kankuamo de la SierraNevada se encuentran entre personas de diecisis a treinta aosde edad no hay que ser un gran antroplogo para entender queesto impide el paso de la tradicin cultural de una generacin aotra (Onic-Acnur, 2003). El estado colombiano ha vuelto a au-torizar la exploracin petrolera en el territorio del pueblo uwa,que considera la extraccin de petrleo un dao profundo a suterritorio (Andrade Casam, 2004: 15). Las comunidades indge-

    nas, afrodescendientes y campesinas desplazadas del alto Nayapor actores armados han vivido aos de desatencin por parte delestado a su situacin (Andrade Casam, 2004: 11; Defensoradel Pueblo, 2002). La misma Onic seala, adems, que 23% de lapoblacin desplazada en el pas es indgena (Andrade Casam,2004). El Centro de Cooperacin al Indgena (Cecoin), que haceparte de la Organizacin Indgena de Antioquia (OIA), seala quedurante 2001 el incremento de la violencia contra los pueblosindgenas del Putumayo y el Cauca ocurri paralelo a la puesta

    en marcha del Plan Colombia (Villa y Houghton, 2005: 46). El2002 fue el ao ms violento clculos con base en denunciasde asesinatos y heridos en contra de los pueblos indgenas enlos ltimos diez aos. Cecoin sostiene que en el departamentodel Putumayo la violencia afect a los pueblos nasa, aw, inga,kofn, siona, uitoto, embera-kato, yanacona y kamentz (Villay Houghton, 2005: 47). Esta organizacin sostiene tambin queentre 1997 y 2004 han sido asesinados 496 indgenas; es decir,ms de la cuarta parte de todas las vctimas de los ltimos 30

    aos; y han sido desaparecidos otros 65 (Ibdem) y que entre1997 y octubre de 2003 el sistema de informacin sobre poblacindesplazada por la violencia en Colombia de la Pastoral Socialregistr, 4.144 indgenas desplazados en 188 municipios del pas,

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    de los314 donde hay poblacin indgena (Villa y Houghton, 2005:49); informacin recogida con un alto ndice de subregistro: Villay Houghton citan fuentes que plantean que el registro anteriorcorresponde slo a 1% (2005: 49).

    LAANTROPOLOGA DELDEBATE

    ENELTEXTO 100AOSDEINVESTIGACINSOCIAL, JAIME AROCHADEFINE

    una tendencia que denomina antropologa del debate, cuyavanguardia en los aos 1970 atribuye a Horacio Calle. Sostieneque este tipo de antropologa, cuyo espacio de reproduccin fue-ron los pasillos y las discusiones de cafetera y no la escrituraolvidando las tesis de grado, las publicaciones estudiantilesy las del movimiento indgena, tuvo su materializacin no enlos textos ni en las escuelas, sino en el trabajo poltico con or-ganizaciones de base indgenas, campesinas y obreras (Arocha,1984). Pero Luis Guillermo Vasco responde al artculo de Arocha

    diciendo que nunca hubo debate, que a la discusin siempre sele escurri el bulto y que, cuando el departamento de antropo-loga de la Universidad Nacional de Colombia (sede Bogot) sepolariz entre vasquistas y paramistas, la discusin fue ahogada(entrevista a Luis Guillermo Vasco en Caviedes, 2000).

    En su caracterizacin de esta dimensin de la prctica de laantropologa Jaime Arocha sostiene tambin que los antroplogosque l llama del debate excepcionalmente fueron investigado-res, sino activistas, razn por la cual, en vez de publicar su trabajo

    se materializa en el apoyo a las organizaciones de base (Arocha,1984). Me parece que Myriam Jimeno y Alcida Rita Ramos puedenplantear otra opinin: aun cuando los libros de estos antrop-logos no fuesen publicados por los institutos de investigacin olas universidades, lo que hicieron s fue investigacin, pues esaera justamente la propuesta de la investigacin accin partici-pacin de Orlando Fals Borda: el apoyo a las organizaciones debase deba ser el resultado de la experiencia investigativa. Y elapoyo y la investigacin estaban entrelazadas, o deban estarlo

    (Fals Borda y Rodrguez Brando, 1987: 11-22). Por qu si no sellamara investigacin accin participacin?Pero la caracterizacin ms inadecuada que hace Arocha

    de esta expresin particular de la antropologa en Colombia se

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    revela al culpar a los antroplogos asesores, acompaantes, so-lidarios o colaboradores del movimiento indgena de dividirlo,determinarlo y, en ltimo trmino, de suplantarlo, presentandoa las comunidades, los lderes y las organizaciones indgenascomo incapaces de tomar sus propias decisiones y sometidosal influjo hipntico del antroplogo, al decir que: respondien-do ms a orientaciones partidistas que a las prioridades de lasorganizaciones que pretenden respaldar, a veces estos vnculoshan contribuido a dividir al movimiento indgena (...). Ahoracomienza a verse cmo las organizaciones de base seleccionan

    a sus colaboradores no tanto por su activismo como por su des-empeo profesional (Arocha, 1984: 274). En opinin de Arocha,experto en historia de la antropologa y reputado profesional yacadmico, los indios obedecen ciegamente los dictmenes de losasesores o colaboradores antroplogos. Le cuesta trabajo creerque son capaces de tomar decisiones y pensar por s mismos?

    Creo en la antropologa apcrifa, hecha por antroplogos quenunca entregaron la tesis o cuya produccin literaria yace en lasbibliotecas de las universidades en proceso de enmohecerse o seencuentra mezclada con las opiniones de los lderes indgenas enlas publicaciones de sus organizaciones. O por antroplogos quesiguen trabajando desde pueblos pequeos apoyando a las orga-nizaciones de base, porque el estado y las academias les cerraronlas puertas por miedo a la reflexin abierta y la transformacin dela realidad. Creo en los antroplogos marginales, pero consideroque en vez de sufrir la putrefaccin de las bibliotecas su produc-cin literaria debera circular con tanta legitimidad acadmicacomo la de Jaime Arocha, Myriam Jimeno, Luis Guillermo Vasco,Alcida Rita Ramos, Roberto Pineda Camacho, Roberto Pineda Gi-raldo o Gerardo Reichel-Dolmatoff. Creo que ellos tienen muchoque decir. S que en las tesis de grado opregrado, para usar laterminologa actual de los departamentos de antropologa, enlas publicaciones de las organizaciones indgenas de Colombiacomo el peridico Unidad Indgena, publicado inicialmentepor el Cric y ms tarde por la Onic, o las publicaciones delmovimiento de Autoridades Indgenas de Colombia estn, deacuerdo con las opiniones de los lderes indgenas, las opinionesde muchos otros antroplogos.

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    ESPOSIBLEHACERANTROPOLOGAAPCRIFA?

    QUIERORESALTARQUELAANTROPOLOGAAPCRIFAHAPARTIDODEUNOde los principios que define Orlando Fals Borda como cons-titutivos de la investigacin accin participativa: la certeza

    de que, con la misma capacidad de la ciencia occidental, con elmismo derecho, existe una ciencia popular, una ciencia de lasclases populares. No slo del proletariado y del campesinado,sino tambin de las comunidades indgenas. Y que esa ciencia

    popular debe aportar a la comprensin de la realidad social y sutransformacin (Fals Borda y Rodrguez Brando, 1987: 19). Esoes lo que la hace apcrifa, es decir sin autor, porque construyeun conocimiento colectivo, al que no slo aporta el investigadorantroplogo, sino la comunidad. Pero es tambin una antropologasin dueo, pues conduce a la transformacin del pensamientode quienes la viven.

    Me refiero a la transformacin de una realidad social que re-conozca los derechos de los pueblos indgenas, de las sociedades

    campesinas y los pueblos afrodescendientes; en especial, quereconozca su derecho a existir como pueblos: el derecho de loskankuamo, los pijao y los embera a seguir existiendo como pueblo.La transformacin de una realidad social en la que retoma-mos las palabras de los pueblos indgenas porque las consideramostambin una expresin legtima del conocimiento, conocimientoque nos advierte del riesgo de su desaparicin, pero nos recuerdatambin su derecho a pervivir.

    Una antropologa tal sera resultado de volver a las propuestas

    de estos antroplogos apcrifos, pero no como objetivo, sino comopunto de partida. Lo que propongo no es una frmula metodolgicani una serie de reglas para que los antroplogos apliquen en cam-po. Se trata de una invitacin a construir una antropologa propiacomo ejercicio colectivo, no de seguir una doctrina instaurada porel fundador de una escuela. Reitero que la antropologa que llamoapcrifa ha sido realizada de diferentes formas y tiene numerosasvariantes, entre las que est la propuesta de la solidaridad de do-ble va (vanse, Vasco, 2002; Tamayo, 1986), pero tambin la de los

    colaboradores del Cric (Pebi-Cric, 2004), as como la antropologaacompaante de Andrade (1994), o las experiencias de antroplogose indgenas en el alto Sin (vase, Caviedes, 2004). Y otras que, porapcrifas, seguramente escapan a mi conocimiento.

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    Insisto en que el primer paso hacia una antropologa propia

    es la aceptacin de la existencia de un conocimiento popular quepuede dialogar, reflexionar y debatir con el conocimiento antro-polgico, incorporado por la antropologa apcrifa, como decisinde indgenas y antroplogos que han trabajado en conjunto. Elsegundo elemento necesario para esta antropologa propia es laaceptacin, por parte de los antroplogos, de la responsabilidadde pronunciarse crticamente a favor del reconocimiento de losderechos de los pueblos indgenas, las comunidades afrodescen-dientes, la poblacin campesina y otros sectores que reclaman el

    ejercicio de la diversidad. Este pronunciamiento debe utilizarel conocimiento antropolgico como instrumento para ilustrar ala sociedad sobre las razones por las cuales esos derechos no hansido reconocidos y la necesidad de su reconocimiento.

    Durante el Congreso de antropologa en Colombia efectuadoen Santa Fe de Antioquia en agosto de 2005, algunos estudiantesy profesionales de la antropologa entre ellos el autor de esteensayo propusimos al Congreso pronunciarse pblicamente,mediante un breve documento, en contra de las violaciones alos derechos de los pueblos indgenas y los derechos humanosde comunidades campesinas, afrodescendientes y otros sectorespopulares. Aun cuando en la asamblea final se admiti tal pro-puesta, el comit organizador nunca promovi la divulgacin deldocumento. Por ello, circul slo discretamente en la internety en la revistaEtnias & Poltica (vase, Cecoin, 2005: 198), comoresultado de algunas relaciones personales de quienes gestiona-mos el documento. Ms recientemente, el comit organizador delCongreso de antropologa de 2007 (Bogot) acept divulgar un

    nuevo documento en el que se reiteraba ese pronunciamiento.Si la antropologa hecha en Colombia es verdaderamente

    una forma de pensamiento transformador, comprometida con laemancipacin de las sociedades que conviven en el pas, como losostienen Jimeno, Correa, Pineda Camacho y otros, cmo puedeolvidar la tradicin epistemolgica que se ha construido juntocon los indgenas? Cmo puede marginarla? Yo dira que si losantroplogos en Colombia conservan ese compromiso debenhacerlo pblico, como sector que puede recordarle a la sociedadlos derechos de los pueblos indgenas y los diferentes pueblosque, contra la marginacin, se resisten a desaparecer.

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