antropología de la mujer en el mundo rural issn: 1578-9705 elena corrochano

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    AIBR. Revista de Antropologa IberoamericanaAntroplogos Iberoamericanos en [email protected]

    ISSN (Versin impresa): 1578-9705ESPAA2006Elena Hernndez Corrochano

    MUJERES, ESPACIOS DE EQUIPODER Y DESARROLLO RURALAIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana,enero-febrero, ao/vol. 1, nmero 001Antroplogos Iberoamericanos en RedMadrid, Espaapp. 62-79

    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina y el Caribe, Espaa y PortugalUniversidad estatal de Mxico.AIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana / www.aibr.org62

    MUJERES, ESPACIOS DE EQUIPODER YDESARROLLO RURAL.Elena Hernndez Corrochano

    Profesora ayudante, Departamento de Antropologa Social y Cultural. Facultad de Filosofa,

    UNED. E-Mail: [email protected] artculo expresa, a travs del anlisis de la situacin de las mujeres en el mbito ruralsalmantino, cmo independientemente a la valoracin social de sus funciones, del estudio desusestrategias o de la argumentacin de un supuesto podermarginal,los cambios que haexperimentado el entorno rural no han solucionado sus demandas de espacios de sociabilidad.Dicho anlisis me ha permitido concluir la importancia de crear espacios de equipoder, dondelasmujeres puedan participar en igualdad en las cuestiones comunitarias, posibilitando su

    desarrollocomo sujetos negociadores para tener en cuenta sus interpretaciones en la gestin del espaciocomunitario.Palabras claveMujeres, rural, espacio, sociabilidad, equipoder.AbstractChanges made in rural areas by recognizing womens roles, strategies, and what could benamedas their marginal power in society have not fulfilled their demands for spaces for sociability. Thisarticle analyzes this problem in the case of rural women in Salamanca (Spain) underlying theimportance of building spaces for egalitarian power. These spaces would allow women not onlytoparticipate on equal terms in order to solve community problems, but also empower themselvesas decision makers in interpreting and negoatiating community spaces.

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    KeywordsWomen, rural, space, sociability, egalitarian powerAgradecimientosAgradezco a S. Murillo, como directora del proyectoPerfil sobre la mujer rural salmantina", y a

    mis compaeros en el grupo de investigacin, Luis Mena y M Luz Petisco, su generosidad al Elena Hernndez Corrochano. Publicado enAIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana, Ed. ElectrnicaVolumen 1, Nmero 1. Enero-Febrero 2006. Pp. 62-79Madrid: Antroplogos Iberoamericanos en Red. ISSN: 1578-9705

    AIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana / www.aibr.org64En este sentido, las asociaciones, lugares que la mayora de las mujeres definan comositiosde reuniny ocio, eran percibidas por muchas de sus integrantes como unespacio para ellas,

    pero creadas desdelas instituciones, y casi nunca como un mbito de posibilidades para su participacin comociudadanasen las cuestiones comunitarias.

    Algunas cuestiones metodolgicasEste artculo se fundamenta en las entrevistas que realic en la comarca de las Arribessalmantinas entrelos aos 2000 y 2003, y en el anlisis de los discursos de las mujeres que participaron en diezgrupos dediscusin realizados para la elaboracin del trabajo Perfil sobre la mujer rural salmantina",dirigido por S.Murillo en 1998 (y en el que participe como investigadora). Las mujeres de estos grupos eranhabitantes

    de Lumbrales, Vitigudino, Ledesma, Alba de Tormes, Pearanda, Las Villas, Guijuelo,Tamames, Linares,Bjar, Ciudad Rodrigo y Santa Marta.Este mundo rural salamantino ha sufrido muchas transformaciones en la ltima mitad del sigloXX,algunas similares, pero ms lentas, y otras diferentes, a las de la capital. As, una gran cantidaddepueblos de esta provincia han tardado mucho tiempo en salir de una economa de auto-subsistencia2,que antao permita a los sujetos que compartan una casa generar casi todos los bienesnecesarios parasu supervivencia. Estas prcticas, aunque se han ido abandonando poco a poco, entre otrascuestiones,por la importancia que el comercio y los bienes de consumo van teniendo en la vida rural,todava sonperceptibles en algunos municipios.El hecho de que todos los miembros del grupo domstico y de la casa aportaran su fuerza detrabajopara el beneficio del grupo, haca que las diferencias entre los gneros aunque existan -,fueran menosapreciables y se les diera menos importancia que a las diferencias de clase hasta hace unosaos3. Estacircunstancia puede explicar, en cierta medida, por qu los discursos de nuestras interlocutoras

    no fueron

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    AIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana / www.aibr.org65estudiarlas histricamente y en la provincia, dentro del mismo nivel social y en relacin con lafuerteestructura jerrquica5del mundo rural - donde las mujeres y los hombres de clases pudientes ejercan

    autoridad sobre todos los sujetos de clases inferiores, independientemente de su sexo-.No obstante, y sin dejar de lado esta consideracin, las mujeres que participaron en ambosproyectos,tenan un discurso comn en lo que se refera la su situacin en el espacio aldeano. Tanto lasmujeresarribeas, como las que participaron en los grupos de discusin, verbalizan cmo hasta haceunasdcadas ellas, o sus madres, se haban movido por los pueblos para desarrollar funcionesimprescindibles para el mantenimiento del hogar, sealando que laurbanizacin6de los municipios -referida, sobre todo, a la mejora de las infraestructuras y robotizacin de los hogares-, haba

    restringidosu movilidad en el espacio pblico aldeano. Estos hechos, -que evidencian cmo al tiempo quelasmejoras sociales aminoran los contrastes de clase, las diferencias entre los gneros afloran entoda sumagnitud-, eran, segn ellas, ms apreciables en los pueblos que en las ciudades.Las actuales diferencias entre los gneros, que para muchas de las participantes de los gruposdediscusin tenan una proyeccin histrica -las cosas siempre han sido as"-, se verbalizaba endosmbitos discursivos: las desigualdades entre lugareas y urbanas, y las que observaban en lasrelaciones de hombres y las mujeres de los pueblos. Sin embargo, el tema ms reiterado era elprimero,

    mientras que las diferencias entrelo masculino y lo femeninose diluan muchas veces en eldiscurso dela queja: centrado en la falta de estimacin a sus labores actualesel cuidado de la familia-, y en susoledad y aislamiento.Los comentarios de estas mujeres, cuando se comparaban con sus semejantes urbanas,siempre ibanreferidos a sobrevalorar la vida ciudadana. Para ellas, las mujeres de la ciudad actualmentevivan mejor,principalmente porque tenan muchos lugares para salir y entretenerse -cines, teatros,exposiciones...-.

    En cambio, ellas no disponan de espacios comunes y propios de esparcimiento, lo que lasllevaba aescapar del pueblo siempre que podan, para ir de tiendas y ver escaparates en Salamanca"(Mujer deSanta Marta).Esta actividad, que para muchas de nuestras interlocutoras se deba a que a las mujerestenanaficionesdiferentes a las de los hombres7a nosotras nos interesan ms los trapos que a los hombres no nosgusta ir al bar, ni la partida, a ellos s, siempre que pueden estn all" (Mujer de Pearanda)-,para otras

    tena una explicacin distinta, relacionada con la falta de apreciacin de sus necesidades porparte de las

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    4Devillard (1993).5Amors (1997) explica una situacin similar en las sociedades medievales fuertemente jerarquizadas.6Laurbanizacindel mundo rural la valoro desde la perspectiva de la mejora de las infraestructuras rurales (Segalen 1992), comodel estrechamiento de las bases culturales con el mbito urbano en la provincia de Salamanca.

    Elena Hernndez Corrochano. Publicado enAIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana, Ed. ElectrnicaVolumen 1, Nmero 1. Enero-Febrero 2006. Pp. 62-79Madrid: Antroplogos Iberoamericanos en Red. ISSN: 1578-9705

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    AIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana / www.aibr.org66instituciones: con los horarios de los autobuses slo puedes ir de compras, al hospital y pocoms, pueslo que te puede interesar o entretener slo est abierto por las tardes, y nosotras a las tres yatenemos

    que estar en el autobs" (Mujer de Linares).Si bien, en este artculo no har un estudio comparativo entre las mujeres de los pueblos y dela ciudadde Salamanca, el hecho de que el tema del espacio social /pblico fuera sealado en todosgrupos dediscusin, fue lo que me llev en mi investigacin de las Arribes a interesarme por los espaciosdesociabilidad femeninos en los pueblos: cules han sido, qu uso han tenido, qu haba pasadoconmuchos de ellos y por qu los que haban desaparecido eran justo aquellos que ocupaban lasmujeres,mientras que los de los hombres fundamentalmente el bar-, existan en casi todos lospueblos.

    Fruto de esta investigacin surge la tesis principal de este artculo: la importancia de crearespaciosmixtos y de equipoder para que las relaciones inter e intra gnero8se construyan y construyan sujetoscon capacidad de negociacin, y con el mismo reconocimiento en el ejercicio del poder. Parello parto dela enunciacin del gnero, como lasrelaciones sociales que se dan entre los sexos y una forma primariade relaciones significantes de poder9; concluyendo este escrito con propuestas de accin comunitarias,que nacen del anlisis de las situaciones y necesidades que las mujeres me trasmitieron enambos

    proyectosMujeres productoras de Las Arribes y espacio aldeano.Este apartado se basa, casi con exclusividad, en los testimonios de las mujeres de Las Arribes,acudiendo a los grupos de discusin del trabajo El perfil rural de la mujer salmantina" enmomentospuntuales y cuando he credo adecuado (cuestin que se especificar convenientemente). Estehecho sedebe, principalmente, a que fueron las mujeres arribeas (casi todas mayores de 50 aos) lasque enprimera persona y con ms profundidad me hablaron de sus actividades productoras de auto- subsistencia. Asimismo, la importancia que he conferido a la palabra a mis interlocutoras es loque me hallevado a no referirme en exceso a la amplia bibliografa que existe sobre este tema.No obstante, tanto las mujeres de Las Arribes, como aquellas que participaron en los grupos dediscusin, expresaban la apreciacin comunitaria que tenan las fminas en relacin con susaportaciones y funciones que, desde siempre, haban realizado para el mantenimiento delhogar y en elbienestar familiar. Sin embargo, todas perciban que estediscurso de la excelenciano las haba otorgadonunca un reconocimiento social y pblico en equidad con los varones.7El sexo es el aspecto natural o biolgico de las diferencias entre hombres y mujeres, es decir, lo que es ms omenos invariableentre las culturas, el gnero es todo lo dems: todas las ideas acerca de los sexos, empezando por cuantossexos hay (que siempreno son dos) y toda al organizacin social que parten de estas ideas." Turhen (1970:44).8Moore (1991).

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    Elena Hernndez Corrochano. Publicado enAIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana, Ed. ElectrnicaVolumen 1, Nmero 1. Enero-Febrero 2006. Pp. 62-79Madrid: Antroplogos Iberoamericanos en Red. ISSN: 1578-9705

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    AIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana / www.aibr.org68todo, los nios, la comida, echar una mano en el taller hasta que los chicos fueron grandes,"(mujer delcarpintero de Aldeadvila. Las Arribes)Estas mujeres me indicaron que cuando las familias tenan

    un cacho de tierra

    , eran ellas quienesgeneralmente lo cultivaban con productos de huerta, siendo algunas las responsables de laventa de losexcedentes en los mercados y en las ferias de los pueblos11. Slo en el caso del cultivo de la vid en lospequeos cortinos12de Las Arribes, encontr un trabajo todava compartido entre hombres y mujeres:ellos eran los responsables del cuidado de la planta, mientras que la recogida del fruto corra acargo detodo el grupo familiar.El trabajo de las mujeres, por lo tanto, rara vez se limitaba a sus labores caseras, aunque

    entendieran pordomsticos trabajos que traspasaban la simblica frontera de la vivienda13y que se desarrollaban enunamplio espacio,que inclua las huertassituadas a veces fuera de los lmites poblados14-, el corral, laspocilgas y los establos. Asimismo, en esteespaciotambin se circunscriban los lavaderos, la fuente o elpozo, las tierras de labor y el monte comunal -donde se recoga la lea para hacer la lumbre-,por lo quela movilidad de las mujeres por el espacio aldeano estaba asegurada, aunque en la mayora delos casoslos lugares frecuentados no fueran comunes a ambos sexos.A estas actividades que las aldeanas entendan como productivas, aadan otras querealizaban en losratosdeocio:ellasremendaban, bordaban, guisaban, conservaban los alimentos para que no sepusieran malosverduras o las carnes en manteca-, o cuidaban y ahumaban los embutidoscolgados en

    lascocinasmondongueras. Asimismo, en algunas ocasiones me indicaron cmo eran ellas quienesrealizaban ciertos enseres de uso domstico, como las cortinas de las puertas de entrada enlasviviendas de Las Arribes, que hasta hace unas dcadas se hacan con palitos de vid y en laactualidadcon corchos de botella pintados: son para que no entren los bichos, se pintan si quieres, as,para quehaga bonito, de adorno". Las mujeres, por lo tanto, contribuan y se las valoraba, casi tantocomo alhombre, como fuerza de trabajo15: ellas fueron las que me indicaron que el csate con una buena moza",

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    no slo se refera a su capacidad procreadora, sino tambin a que fueran personas fuertespara trabajar.11Todava se pueden ver en los mercados centrales de Salamanca y Zamora, as como en la feria de San Pedrode esta ltimaciudad mujeres que venden productos hortcolas procedentes de sus huertos.12Normalmente se les llama (Kotna), (Kurtna), en la zona gallega (Kurtna), es decir parcela que pertenece a

    una finca. Estesignificado tambin corresponde al uso de la palabra en las regiones vecinas: samant. Cortina" (Krger, 1991:135).13. Todas las culturas tienen actividades y creencias que se pueden agrupar fcilmente en la categora de laesfera domstica de lavida. El centro de la vida cotidiana es un espacio de vivienda, abrigo, residencia o domicilio en el que se realizanciertas actividadesrecurrentes de carcter universal. No es posible ofrecer una lista rpida de estas actividades domsticas(Netting Wild, Arnould,1984). En muchas culturas comprenden la preparacin y consumo de alimentos; el aseo, acicalamiento, ydisciplinamiento deljoven; dormir, y las relaciones sexuales entre adultos. Sin embargo, no hay ninguna cultura en la que estasactividades se realicenexclusivamente dentro de marcos domsticos.... La variedad de combinaciones de actividades caractersticasde la vida domsticahumana es tan grande que resulta difcil encontrar un nico denominador comn a todas ellas." (Harris, 1998:397-398).14Estos pequeos huertos se sitan en las cercanas inmediatas del pueblo, formando realmente un elemento deltodo urbansticoal que dan un toque alegre. Suelen estar rodeados de un cortino balo, o a veces de una sencilla valla de ramasy arbustos." Krge(1991: 135).15Devillard (1993). Elena Hernndez Corrochano. Publicado enAIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana, Ed. Electrnica

    Volumen 1, Nmero 1. Enero-Febrero 2006. Pp. 62-79Madrid: Antroplogos Iberoamericanos en Red. ISSN: 1578-9705

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    ahora, se ha ido muy lejos, a Valencia, y ya vers, como encuentre all una moza ya que novuelve,no, l estaba aqu bien, pero aqu no hay nada, a l le gusta mucho el pueblo, viene siempreque puede,pero aqu no hay nada, no tiene ni novia, pero sale con amigos y se lo pasan bien,lo peor esque es

    muy lejos" (Mujer de Aldeadvila. Las Arribes).16Fabregas y Tom (2001). Elena Hernndez Corrochano. Publicado enAIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana, Ed. Electrnica

    Volumen 1, Nmero 1. Enero-Febrero 2006. Pp. 62-79Madrid: Antroplogos Iberoamericanos en Red. ISSN: 1578-9705

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    AIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana / www.aibr.org70No obstante, esta funcin administrativa de las mujeres se limitaba a la gestin de aquellosgastos que seentendan como domsticospequeos gastos"-, mientras que su opinin era poco tenida encuenta a la

    hora de hacer una fuerte inversin de capital. La compra de tierras, de un tractor, o de uncoche,dependa y depende, segn todas nuestras interlocutoras (arribeas y de los grupos dediscusin), de loshombres.Para concluir este apartado slo vamos a hacer un breve apunte de la funcin reproductoraque a todaslas mujeres se les considera y que en el campo est altamente revalorizada: te casas para sermadre, sino para qu te vas a casar" (Mujer de Perea. Las Arribes). Ellas verbalizaban, en este sentido,cmo laprocreacin y el cuidado de los hijos ataa slo a las mujeres17. Entre risas, me solan comentar quecuando una pareja no tena hijos la culpa, por lo general, se le atribua a la mujer, pues loslugareosraramente se cuestionaban la capacidad procreadora de los hombres. Muchas de ellas mecomentaronque a los hombres slo se les hacan responsables de no haber sabido ms que tenerchicas, la gentesiempre se re de estas cosas, le dicen que en su casa manda la mujer, que est rodeado demujeres,esas cosas". Mientras que para ellas, las mujeres tachadas de estriles todava estabansometidas a uncierto deprecio: de ellas se deca que est seca".La estigmatizacin de las mujeres estriles es, en cierta medida, la misma que han sufrido lasmujeressolteras. Tanto hace unas dcadas, como en la actualidad, la soltera es rechazada por lacomunidad18.No obstante, las mujeres ms jvenes de los grupos de discusin me indicaron que crean queantes erapeor, pues las solteras se quedaban en los pueblos viviendo con sus padres y luego solas,mientras queahora la mayora de las fminas que no se casaban en el pueblo solan emigrar, buscar untrabajo fuera yser independientes.El estatus de mujer casada y con familia todava es importante en la comarca de Las Arribes yen toda la

    provincia de Salamanca. Este estatus, lo considero el principal factor para otorgar a las fminasesepoder,marginal,que algunas antroplogas han sealado en sus estudios y que en estos pueblos siguevigente. No obstante, quiero indicar que algunas mujeres de los grupos de discusin sealaronqueactualmente las solteras que tenan estudios superiores, eran reconocedoras de una ciertaautoridad enla casa paterna, aunquecuriosamentecuando se casaban, parecan perder este reconocimiento frente al

    poder del esposo.17

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    Devillard (1993).18Devillard (1993). Elena Hernndez Corrochano. Publicado enAIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana, Ed. ElectrnicaVolumen 1, Nmero 1. Enero-Febrero 2006. Pp. 62-79Madrid: Antroplogos Iberoamericanos en Red. ISSN: 1578-9705

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    Lugares segregados, espacios de diferencia.En la introduccin de este artculo ya indique, que el dficit de espacios pblicos desociabilidad para lasmujeres haba sido la cuestin que una a las participantes de los grupos de discusin y a las

    arribeas.As, en este apartado, intercalar los discursos de ambas para describir brevemente como sepas de lamovilidad al aislamiento, de la ocupacin de lugares pblicos productivos a la domesticidad y aldiscursode la queja.Para ello debemos entender que las mujeres, en los sistemas de estructuras patriarcales,genrica ehistricamente nunca han actuado como sujetos conpleni-poder. La autoridad que se les ha reconocidoen el mbito domstico siempre ha estado supeditada al poder del varn, cabeza de familia, ya

    fuerapadre, hermano o esposo. stos han otorgado parcelas de mando a las mujeres principales delgrupo,por lo general la de mayor estatus y edad, y que en la familia extensa se identificaba con lamadre devarones y suegra de mujeres y en el modelo nuclear se identifica con la esposa19.Este patriarcado, que para algunas investigadoras paulatinamente en nuestra sociedad se haidosuavizando, segn nuestras interlocutoras sigue teniendo su vigencia en el espacio rural salamantino 20.Mientras la mayora de los varones entrevistados en Las Arribes me increpaban entre bromascomo: s,mucho decs, pero al final quienes llevis lo pantalones sois vosotras, al f inal siempre os salscon lavuestra", mis interlocutoras arribeas y muchas de las participantes en los grupos de discusin,reconocan que la ltima palabra era la del varn, aunque siempre intentas convencerle deque haga loque t quieres".Estas mujeres, fundamentalmente se reconocan sujetos con poder cuando se hablaba de sushijos ehijas, sobre todo cuando eran menores de edad: hombre, ya cuando son unos mozos qu lesvas adecir, sobre todo a los varones, las chicas son otra cosa" (Mujer de Las Villas); indicndonos,las msmayores, que lo nico que haba cambiado es que antao las suegras mandaban" sobre lasnueras, algoque en la actualidad se haba perdido: antes la suegra mandaba mucho, y tenas que andarcon cuidadoporque si no te poda hacer la vida imposible, pero ahora soy yo la que tiene que andar concuidado si noquiero que el hijo se enfade" (Mujer de Aldedvila. Las Arribes)No obstante, y aunque el anlisis de las estrategias y de estepodermarginal de las mujeres, esvalorativo en determinados estudios, en este artculo slo me interesa el poder como lacapacidad y el

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    ejercicio de intervenir y gestionar el espacio aldeano. En este aspecto, y a pesar de haber en la19Moore (1991).20Murillo (1998).Perfil sobre la mujer rural salmantina". Proyecto de investigacin. Elena Hernndez Corrochano. Publicado en

    AIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana, Ed. ElectrnicaVolumen 1, Nmero 1. Enero-Febrero 2006. Pp. 62-79Madrid: Antroplogos Iberoamericanos en Red. ISSN: 1578-9705

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    AIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana / www.aibr.org72actualidad mujeres en esferas poltico-institucionales, el poder sigue siendo masculino yes un bien queno se comparte21.

    Si observamos el proceso deurbanizacinde los pueblos de la provincia salmantina, advertiremos cmose ha pensado desde la perspectiva androcntrica, abriendo indeliberadamente el camino a lasmujerespararecogerseen el espacio domstico, lugar que enel imaginario colectivo de los pueblos

    es el naturala este gneroya he indicado que los trabajos que realizaban fuera de la casa sedenominabandomsticos-. As, todas nuestras interlocutoras observaban que, poco a poco, su movilidad enel espaciorural se haba visto con los aos limitada, restringindose cada vez ms sus lugares desociabilidadfuentes, lavaderos, portales...-, y promovindose su permanencia en la casa, donde se sentansolas yaisladas22.El ejemplo grfico ms sugestivo para poder explicar esto era el de los lavaderos, queprcticamente handesaparecido o se encuentran en ruinas en casi todos los pueblos de la comarca salmantina. Ellavadero,aparte de su funcionalidad, era un lugar de reunin que muchas mujeres mayores me decan

    aorar. Suuso tena un horario reconocido, pero no verbalizado: Ibas cuando tenas ropa que lavar(risas),bueno, siempre preguntabas a unas o a otras si iban a ir, o ya sabas t cuando iban aquellascon las quete llevabas bien, as podas hablar (se re), ya sabes, bueno, siempre haba algnchisme"(Mujer deAldeadvila. Las Arribes). All se hablaba de muchas cosas: de cmo te va le hijo, de que stese casacon aquella, que aquel necesita alguien para la labor...", fortalecindose las redes comunales yposibilitando el intercambio de informacin en cuestiones que concernan a las necesidades delasfamilias y, por ende, de la comunidad.

    En este sentido, y exceptuando la iglesia y la cofrada, actualmente los lugares tradicionales desociabilidad femenina prcticamente han desaparecido, entre otras cuestiones por la prdidadefunciones de las mujeres en el espacio pblico. En los pueblos salmantinos se hanabandonado lasprcticas de los corrillos de mujeres bordando en las aceras, que se han estrechado para darpaso a lascarreteras; las fuentes han pasado a ser mobiliario urbano, y los portales de las casastradicionales -antiguos lugares de reunin y cortejo-, se han incorporado casi todos a las viviendas. Eldispensario, lapeluquera o las asociaciones, se podran valorar como los nuevos espacios de sociabilidadfemenina, en

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    los pueblos en los que existen. El bar, lugar tradicionalmente masculino, sigue siendo unespacio quepocas mujeres frecuentan, y menos si estn casadas y van solas: qu quieres que te diga, noentro albar del pueblo sola, s con mi marido, en fiestas. Slo, una vez fui con una amiga cuandopasebamos a21Amors (2001) indica: que una de las caractersticas del poder patriarcal es entenderlo como excepcionalmentemasculino, por loque automticamente las mujeres quedan excluidas esa capacidad, planteando como prioridad para la igualdadel hecho decompartir el poder, que evidentemente no tiene gnero. Para ello las mujeres deben estar en el espacio pblico,criticando a quinpiensa que el poder se gestiona tambin en el reconocimiento de nuestras labores en el mbito privado.22Murillo (1998). Perfil sobre la mujer rural salmantina". Proyecto de investigacin. Elena Hernndez Corrochano. Publicado enAIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana, Ed. ElectrnicaVolumen 1, Nmero 1. Enero-Febrero 2006. Pp. 62-79Madrid: Antroplogos Iberoamericanos en Red. ISSN: 1578-9705

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    Elena Hernndez Corrochano. Publicado enAIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana, Ed. ElectrnicaVolumen 1, Nmero 1. Enero-Febrero 2006. Pp. 62-79Madrid: Antroplogos Iberoamericanos en Red. ISSN: 1578-9705

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    AIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana / www.aibr.org74Este hecho creo que no hace ms que potenciar la visualizacin de dos mundos, lainvisibilizacin en lopblico y el entendimiento de las mujeres como sujetos carentes de capacidad negociadora yde poder

    dentro del tejido social comunitario. Una realidad que a veces se ha visto amparada porpolticas, queellas entendan como paternalistas y que respondan, segn sus criterios, al discurso de lademanda y node la negociacin:"T vas (al concejal) para que te den, y pocas veces se te tiene en cuenta,cuando vaspara pedir algo te dan una palmadita y hacen lo que quieren, suerte si te hacen caso, y escomo si tehicieran un favor" (Mujer de Linares).

    Lugares mixtos, espacios de equipoder.En este apartado, y basndome en el anlisis de los discursos de todas mis interlocutoras,expresaralgunas de estrategias de accin que, desde mi perspectiva, podran ayudar a subsanar el

    problema delaislamiento y la falta de espacios de ocio y sociabilidad que las mujeres expresaban.Las polticas de desarrollo rural, en las ltimas dcadas, han puesto muchos de sus esfuerzosen laincorporacin de las mujeres de los pueblos al mundo laboral, rescatando algunas de lasantiguas tareasque hasta hace unas pocas dcadas realizaban. No obstante, tanto las participantes de losgrupos dediscusin, como algunos agentes de desarrollo rural de las zonas estudiadas, me indicaron quemuchasmujeres del campo no queran trabajar en el mercado laboral, alegando que ya eran muymayores, queno queran trabajos que les recordaran a los que haban hechos sus madres o abuelas, o que

    no tenanuna necesidad econmica.El empleo, como medio de supervivencia, ms que como una va para el desarrollo personalqueentiendo, ampla la capacidad de negociacin de los sujetos-, es la definicin que creo que lateen estosdiscursos. Este hecho, si bien no significa un fracaso de las polticas de desarrollo rural, s meindicanque hay que gestionar otro tipo de estrategias encaminadas a la plena explotacin de losrecursoshumanos de los pueblos, articulando propuestas para las mujeres no slo como colectivo, sinoatendiendo tambin a sus especificidades.En mi trabajo de Las Arribes, encontr mujeres de diferentes edades, necesidades y

    sentimientos. Granparte de ellas, sobre todo las ms mayores (ms de 60 aos), reconocan sus funciones y susaportaciones a la familia. Las de mediana edad (entre 50 y 60), todava mantenan una ciertamentalidaddel trabajo como auto-subsistencia, mientras que las ms jvenes (algo menos de 50), aunquetrabajaranremuneradamente, casi siempre comparaban su situacin con las de sus semejantes urbanas.Noobstante, lo que las unificaba a todas, era esa verbalizacin de la falta de espacios para salircon amigas,a charlar y pasar el rato, sin tener que estar sujetas al control de sus movimientos en el espaciorural: Estpico de los pueblos, siempre te preguntan adnde vas, cuando sales a la tienda no te

    arreglas y as Elena Hernndez Corrochano. Publicado en

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    Volumen 1, Nmero 1. Enero-Febrero 2006. Pp. 62-79Madrid: Antroplogos Iberoamericanos en Red. ISSN: 1578-9705

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    AIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana / www.aibr.org75nadie te pregunta, ya saben que vas a la tienda, y bueno, te vas a casa de fulanita o hablas conalgunaque te encuentras, y el marido no est all preguntndote que a donde vas, ni nada"(Mujermayor de

    Aldeadvila. Las Arribes)No obstante, el demandar lugares de sociabilidad no quera decir que estos espacios fueran losmismospara todas, y menos que consolidaran la segregacin espacial de los gneroscomo ha venidoocurriendo-. As, en este apartado, propondr, a manera de conclusiones, algunas estrategiasinstitucionales o comunitarias que posibilitaran la creacin o consolidacin de espacios desociabilidadfemenina, en particular, y de todos los habitantes del mbito rural, en general.En primer lugar, apuntar una de las cuestiones que ms quejas suscitaron en todos losdiscursos de lasmujeres que participaron en ambas investigaciones, y es el tema del trasporte pblico. Loshorarios y losrecorridos de los autobuses en el rea rural, se valoraban desprovistos de una lgica social,

    sloeconmica, lo que las obligaba a coger el coche para cuando tienes que hacer cualquier cosafuera delpueblo, y bueno, eso si tienes coche, porque cuando se lo tienes que pedir al marido siempretiene algoque hacer o te pone una excusa" (Mujer de Lumbrales).En este sentido mi propuesta ira encaminada, no slo a incrementar el nmero de autobusesquecomuniquen los pueblos de la provincia salmantina con la capital, sino tambin a la creacin derutas queintercomuniquen los pueblos de una zona o de una mancomunidad. Si bien no podemos perderde vistala rentabilidad econmica de esta propuestasugiriendo la utilizacin de microbuses para el

    trasporte depersonas-, entiendo que la rentabilidad social y cultural es evidente: el espacio no se sientepropiocuando las personas que viven en l no lo reapropian, es deciry entre otras cuestiones-, nose muevenpor l.No obstante, el hecho de moverse por un espaciosegn nuestras interlocutoras-, estabaampliamenteinterrelacionado con el hecho de tener que ir a algn sitio a desempear una actividad, del tipoque fuera.En este sentido, y en contra de las polticas de grandes centros comerciales y de ocio,propondra laposibilidad de valorar la dispersin de los establecimientos que se concentran en estos centros

    pordeterminados pueblos de una misma comarca.El establecer espacios de consumo y esparcimiento pblicos o privados en pueblos cercanos,por un ladoanimara a la movilidad y por otrogracias a un buen sistema de trasporte pblico-concentrara usuariosen varios puntos, posibilitando su rentabilidad (no olvidemos que muchos pueblos de laprovinciasalmantina estn muy despoblados y es ruinoso el poner determinados tipos deestablecimientos, comocafeteras, cines, tiendas en cada pueblo). Elena Hernndez Corrochano. Publicado enAIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana, Ed. ElectrnicaVolumen 1, Nmero 1. Enero-Febrero 2006. Pp. 62-79Madrid: Antroplogos Iberoamericanos en Red. ISSN: 1578-9705

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    AIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana / www.aibr.org76Esta propuesta, no slo posibilitara crear ms espacios de dinamismo social, sino tambinconfiguraraespacios de relacin mixtos: una variedad de lugares donde las relaciones inter e intragnerose

    mantuvieran, se desarrollaran y se actualizaran

    24. Espacios, no slo de desarrollo econmico, sinotambin social, de informacin e inclusin.El indicar qu tipos de establecimientos y como convendra gestionar estos servicios libertady horariosestacionales, capacidad, previsin de usuarios-, debera ser una labor de todas las partesimplicadas:poblacin, instituciones pblicas y entidades privadas que desearan participar. Para ellodeberaposibilitarse la creacin de un espacio fsico, donde todos los agentes implicados de unacomarca sereunieran, acordaran y pactaran posturas, con una metodologa de accin/participacin. Unespacio deequipoder donde las mujeres se reconocieran y fueran reconocidas como sujetos concapacidadnegociadora.Sin embargo, y como indica C. Amors (2001),si el poder no se comparte, habr que ganrselo, y paraello las mujeres deberan saber que tienen con qu pactar: el hecho de que muchos pueblos delacomarca salmantina tengan como poblacin mayoritaria mujeres/ciudadanas, y que muchas deellasaporten riqueza al pueblo a travs de sus empleos y pensiones-, creo que es un buencomienzo paraque todos los agentes implicados reconocieran sus necesidades y entendieran la utilidad de lanegociacin y de llegar a consensos.En conclusin, entiendo que las mujeres no slo debemos conformarnos con la visualizacin yvaloracinde las funciones sociales que realizamos y menos con unpoder marginal

    que,es una percepcinparanoica del pequeo lmite de resistencia que (las mujeres) oponen al (de los hombres).... "25, sino quedebemos trasformar las relaciones entre los gneros demandando espacios de equipoder, con

    el fin deadquirir el verdadero reconocimiento26y negociar en igualdad.

    BibliografaAlatorre, J. Minello, N. (2001). Gnero y masculinidad. Homosexualidad, gnero y cultura en Mxico.Cuicuilco.

    Revista de la Escuela nacional de Antropologa e historia8(23).Amors C. (1997).Tiempo de feminismo. Madrid: Ctedra.Amors, C. (2001).Feminismo, igualdad y diferencia.

    Mxico: UNAM.Devillard, M.J. (1993).

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    De lo mo a lo de nadie: Individualismo, colectivismo agrario y vida cotidiana.Madrid: C.I.S.24Alatorre y Minello (2001).25Amors (2001: 64). (Los parntesis son mos).26Valcrcel (1993). Elena Hernndez Corrochano. Publicado enAIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana, Ed. ElectrnicaVolumen 1, Nmero 1. Enero-Febrero 2006. Pp. 62-79Madrid: Antroplogos Iberoamericanos en Red. ISSN: 1578-9705

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    AIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana / www.aibr.org78incremento del poder adquisitivo de los aldeanos originado por diferentes causas, desde lasayudas quese reciben de Europa, a la disminucin de los integrantes de los grupos familiares o el accesode

    recursos monetarios que envan a sus familias los hijos emigrados-, habra que aadir otrascuestionesde carcter estructural, como el aumento del nivel educativo o el desarrollo industrial dealgunos pueblosde la provincia (caso de la presa hidroelctrica en Aldeadvila).La emigracin en la provincia salmantina, en general, y en la comarca de las Arribes, enparticular, hasido muy importante. El hecho de considerar desde el 2001 a esta comarca, en concreto, zonaprioritariade las polticas de desarrollo rural europeas nos da razn de la despoblacin que ha sufrido.Las gentesde Las Arribes, segn los testimonios de los aldeanos, han seguido la misma pauta migratoriaque el

    resto de la provincia, yendo a trabajar al norte de Espaa y a Madrid principalmente.La emigracin ha influido en el uso (o mejor dicho, en el desuso) de los espacios pblicosfemeninos enaquellas aldeas donde sta ha sido muy acusada. No obstante, este mismo desuso lo hanexperimentadolos lugares femeninos de otros pueblos, donde la despoblacin no ha sido tan importante. Estehechohace que se tengan que tener en cuenta otras variables, como la urbanizacin del espacio ruraldesdeuna perspectiva androcntrica y la robotizacin del hogar.2. En la ltima seccin de su artculo, alude a diferencias en el discurso de las mujeresen funcinde su grupo etario, condiciona esta variable otros aspectos de formacin, roles

    productivos /reproductivos, conocimiento y uso de espacios pblicos, micropoderes o discurso sobrelasrelaciones de gnero. qu otras variables permitiran perfilar ms diferencias dediscurso. laclase social. la participacin activa en los mbitos asociativos y polticos. Dado suinters porla gestin del poder en espacios pblicos, nos gustara que aclarara si las mujeres msactivaspoltica y asociativamente formaron parte de su muestra.Como indico en el artculo, el discurso de la queja es comn a la mayora de las mujeres delmbito rural.El hecho de que las mujeres ms jvenes, en general, tuvieran ms facilidad para moverse

    algunastenan coche o el carnet de conducir- y actuaran con ms libertad que las mayores, no evitabaqueverbalizaran las deficiencias que el mundo rural tiene con respecto a la capital de provincia, porejemplo.De las mujeres que participaron en las investigaciones, muy pocas de las participantes en losgrupos dediscusin eran presidentas de asociaciones rurales, o pertenecan a ellas. Ninguna era cargopoltico otrabajaba en alguna institucin municipal. El discurso de las presidentas de asociacin, engeneral, novariaba, respecto a la percepcin de las deficienc ias de lugares femeninos en el espacio rural.No obstante, sus testimonios se poda interpretar como ambiguos respecto a las ayudas que

    reciban las

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    asociaciones y sobre el movimiento asociativo en general: valoraban los esfuerzos de laadministracinpara financiar actividades de tipo cultural, pero criticaban lo repetitivo de las mismas y laspocasoportunidades que tenan para proponer actuaciones alternativas. Elena Hernndez Corrochano. Publicado enAIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana, Ed. Electrnica

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    AIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana / www.aibr.org793. Su conclusin principal es que no basta con reconocer la importancia de los trabajosproductivos y reproductivos de las mujeres, ni sus cotas de poder marginal, sino quehace faltaun equipoder en los espacios pblicos y compartidos. Paradjicamente, segn su

    artculo, lasmujeres que deberan llevar a cabo esa toma del poder, no dan excesiva importancia a ladesigualdad de gneroles preocupa ms las diferencias rural / urbano o el papel de lasinstituciones-, y argumentan tener aficiones diferentes a las de los hombres. consideranecesariauna conciencia de discriminacin para conseguir una situacin ms igualitaria.,quexplicacino soluciones propone ante esta aparente contradiccin.Las propuestas que hago en el artculo se deben enmarcar en la tcnica de accin yparticipacin. Eneste sentido, no creo que sea necesario que las mujeres tengan que tenerconciencia de gnero y un

    discurso feminista

    , para participar activamente en los cambios sociales. El hecho de visualizar lasnecesidades de transformacin de su entorno es ya un punto que incita a la participacin. Eslgico, porotro lado, que las mujeres muestren un desnimo respecto a su situacin en el mbitocomunitario,teniendo en cuenta su falta de poder para gestionar su entorno. La configuracin de espaciosdondemujeres y hombres estn al mismo nivel de interlocucin, y no dejar para ellas un papelsecundario deinfluenciasobre las decisiones del marido o de las administraciones, no creo que sea contradictorio conese desnimo, sino ms bien un impulso que potenciar que algunas mujeres desarrollen supapel de

    ciudadanas dentro de su comunidad