apostatas y excomulgadas torres spa.pdfgalo de cumpleaños, por la santa espina (que es una sardana)...

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¡litro PERDONEN QUE NO ME LEVANTE por Maruja Torres APOSTATAS Y EXCOMULGADAS Üjfa ^ <te. k U na de las características que más me sulfuran de la práctica imposibilidad de apostasía con que la Iglesia católica nos obsequia es su reflejo en el recuento. Es decir, los que no queremos ser miembros de la congregación, pero no podemos irnos porque es una verdadera lata empezar a tratar con obispos, a estas bajuras, para dis- cutir con ellos -¡con ellos!- los motivos de nuestro desapego... Quiero decir que, a la hora de pasar el cazo para recoger el fruto de sus coacciones, la Fiscopal me tiene a mí en su censo y les tiene a ustedes, los otros protoapostatantes. Somos militantes invo- luntarios de la Santa Causa del Trinquete. Por eso este año, por mi cumple, decidí pedirme una apostasía por Internet. No pude imaginar que la Chiesa, que tan sen- sible ha sido a los medios de comunicación de misas y a las nuevas tecnologías -ahí tienen la web de Lilimar- lén 16, una santa que sólo hace el bien, fustigando regularmente a la peña con su voz de casta cantinera de Fátima-, permanecería pétrea, como siempre a lo largo de los siglos, ciega a la urgencia perentoria que algunos cientos -e incluso miles- de católicos a la fuerza sentimos o experimentamos para apostatar, aunque fuera a cambio de regalarles un steak tartar, obtenido después de fustigarnos las propias carnes -ese hábito que tanto les priva-, de todas las religiones; en especial de la nues- tra, puesto que dizque es la verdadera. Pero estuve huroneando por la red y lo vi todo muy difícil. Pepe Rodríguez, el que más sabe, dice que hay tanto papeleo y, sobre todo, tanto que hablar con gente a la que uno no escogería como interlocutores ni en una evacuación del infierno... En fin, me agua- ron el cumpleaños, cual si fuera vino de misa. ENTONCES VINO PARA UNASOLUCIÓN. Desesperada y basada en la crueldad, pero, a la postre, una solución-solución. Un fulano vaticano salió días atrás a la palestra y la pa destra, quejándose de que en Brasil un ovispeiro hubiera excomulgado a la madre que propició que su hija de nueve años, violada y preñada por su padrastro, abortara. El mensajero del miedo vaticanil se quejaba con falsa humanidad. "Al fin y al cabo", aducía, y no cito literal- mente, pero sí el sentido, "no hacía falta que se hiciera énfasis en la excomunión, pues desde siempre la Iglesia ha excomulgado automáticamente a quienes practican o contribuyen a que se prac- tique un aborto involuntario". Entonces se me hizo la luz. Comodona, pero luz, al fin y al cabo. Creo recordar que, en los albores de mi juventud y un poco más tarde, en mi era Ali MacGraw del reloj biológico, pero con varias tallas más, inte- rrumpí un par de embarazos no ya voluntaria, sino devota- mente. Ergo, fui automáticamente excomulgada. Automáticamen- te excluida. Dos veces. Dos. Y DIGO YO: ¿ESO NO CUENTA? Bien sé que no hay nada como presentarse en el obispado, gri- tarle al pavo hasta la congestión más seglar, hacerle un corte de mangas, rellenar papeles y resistir a las tentaciones múlti- ples que se te ofrecen a cambio: bonos para recorrer andando los monasterios de Polonia, un crucero por los arrecifes do moran los arrecen/idos, y la posibilidad del perdón en el lecho de muerte, cuando estás impotente, quieres que te desentu- ben y ellos se sientan encima de tu torso tóxico para impedirlo. Sin embargo -mi esperanza es estrictamente atea-, dos abor- tos gloriosamente voluntarios con sus correspondientes excomu- niones expedidas sin dilación, ¿no sirven acaso como sustitutos de una fresca y flamante, gentilmente concedida apostasía? ¡Un re- galo de cumpleaños, por la Santa Espina (que es una sardana) muy marchosa! Pues no. No vale. Porque a los de las excomuniones no los des- cuentan. Estamos en su cupo. Somos descarriados, pero no perdemos nuestra condición de figurantes a la hora de ponernos sobre el tapete de las negociaciones: tantos fieles, a cambio de tantos cuartos. Si en España interrumpen sus embarazos anualmente una media de, quedándome corta, 80.000 mujeres, que son excluidas de inmediato de la benevolencia patriarcal católica; si a eso añaden el personal sanitario que las ayuda -ellos, reincidentes: un montón de excomuniones-, ¿alguien tiene el morro de seguir contándoles como militantes, después de la expulsión, para inflar el censo? Sí, claro. Ellos. pero no perdemos nuestra Refigurantes" EL PAÍSSEMANAL Ilustración de José Luis Agreda

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Page 1: APOSTATAS Y EXCOMULGADAS Torres SPA.pdfgalo de cumpleaños, por la Santa Espina (que es una sardana) muy marchosa! Pues no. No vale. Porque a los de las excomuniones no los des-cuentan

¡litro PERDONEN QUE NO ME LEVANTE por Maruja Torres

APOSTATAS Y EXCOMULGADAS

Üjfa

^<te.k

Una de las características quemás me sulfuran de la prácticaimposibilidad de apostasíacon que la Iglesia católica nos

obsequia es su reflejo en el recuento. Esdecir, los que no queremos ser miembrosde la congregación, pero no podemos irnosporque es una verdadera lata empezar atratar con obispos, a estas bajuras, para dis-cutir con ellos -¡con ellos!- los motivos denuestro desapego... Quiero decir que, a lahora de pasar el cazo para recoger el frutode sus coacciones, la Fiscopal me tiene a míen su censo y les tiene a ustedes, los otrosprotoapostatantes. Somos militantes invo-luntarios de la Santa Causa del Trinquete.

Por eso este año, por mi cumple, decidípedirme una apostasía por Internet. Nopude imaginar que la Chiesa, que tan sen-sible ha sido a los medios de comunicación de misas ya las nuevas tecnologías -ahí tienen la web de Lilimar-lén 16, una santa que sólo hace el bien, fustigandoregularmente a la peña con su voz de casta cantinerade Fátima-, permanecería pétrea, como siempre a lolargo de los siglos, ciega a la urgencia perentoria quealgunos cientos -e incluso miles- de católicos a lafuerza sentimos o experimentamos para apostatar,aunque fuera a cambio de regalarles un steak tartar,obtenido después de fustigarnos las propias carnes -ese hábitoque tanto les priva-, de todas las religiones; en especial de la nues-tra, puesto que dizque es la verdadera.

Pero estuve huroneando por la red y lo vi todo muy difícil. PepeRodríguez, el que más sabe, dice que hay tanto papeleo y, sobretodo, tanto que hablar con gente a la que uno no escogería comointerlocutores ni en una evacuación del infierno... En fin, me agua-ron el cumpleaños, cual si fuera vino de misa.

ENTONCES VINO PARA MÍ UNA SOLUCIÓN. Desesperada y basadaen la crueldad, pero, a la postre, una solución-solución. Un fulanovaticano salió días atrás a la palestra y la pa destra, quejándose deque en Brasil un ovispeiro hubiera excomulgado a la madre quepropició que su hija de nueve años, violada y preñada por supadrastro, abortara. El mensajero del miedo vaticanil se quejabacon falsa humanidad. "Al fin y al cabo", aducía, y no cito literal-mente, pero sí el sentido, "no hacía falta que se hiciera énfasis enla excomunión, pues desde siempre la Iglesia ha excomulgadoautomáticamente a quienes practican o contribuyen a que se prac-

tique un aborto involuntario".Entonces se me hizo la luz.

Comodona, pero luz, al fin y alcabo. Creo recordar que, en losalbores de mi juventud y unpoco más tarde, en mi era AliMacGraw del reloj biológico,pero con varias tallas más, inte-rrumpí un par de embarazosno ya voluntaria, sino devota-mente.

Ergo, fui automáticamenteexcomulgada. Automáticamen-te excluida. Dos veces. Dos.

Y DIGO YO: ¿ESO NO CUENTA?

Bien sé que no hay nada comopresentarse en el obispado, gri-tarle al pavo hasta la congestiónmás seglar, hacerle un corte demangas, rellenar papeles yresistir a las tentaciones múlti-ples que se te ofrecen a cambio:bonos para recorrer andandolos monasterios de Polonia, uncrucero por los arrecifes domoran los arrecen/idos, y laposibilidad del perdón en el

lecho de muerte, cuando estás impotente, quieres que te desentu-ben y ellos se sientan encima de tu torso tóxico para impedirlo.

Sin embargo -mi esperanza es estrictamente atea-, dos abor-tos gloriosamente voluntarios con sus correspondientes excomu-niones expedidas sin dilación, ¿no sirven acaso como sustitutos deuna fresca y flamante, gentilmente concedida apostasía? ¡Un re-galo de cumpleaños, por la Santa Espina (que es una sardana) muymarchosa!

Pues no. No vale. Porque a los de las excomuniones no los des-cuentan. Estamos en su cupo. Somos descarriados, pero no perdemosnuestra condición de figurantes a la hora de ponernos sobre el tapetede las negociaciones: tantos fieles, a cambio de tantos cuartos.

Si en España interrumpen sus embarazos anualmente unamedia de, quedándome corta, 80.000 mujeres, que son excluidas deinmediato de la benevolencia patriarcal católica; si a eso añaden elpersonal sanitario que las ayuda -ellos, reincidentes: un montón deexcomuniones-, ¿alguien tiene el morro de seguir contándolescomo militantes, después de la expulsión, para inflar el censo?

Sí, claro. Ellos. •

pero no perdemosnuestraRefigurantes"

EL PAÍS SEMANAL Ilustración de José Luis Agreda