apuntes breves sobre salesianidad para docentes
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Este documento es una propuesta para estudiar, al menos inicialmente, las principales genialidades del Sistema Preventivo de San Juan Bosco.TRANSCRIPT
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BREVES APUNTES SOBRE SALESIANIDAD PARA LOS EDUCADORES DE HOY
Licda. Rossy Calvillo,
Licda. Julia Maribel Pacay,
Lic. Franklin Puac,
P. Mg. Víctor Manuel Bermúdez – Yánez SDB
Quetzaltenango, agosto 2015.
1. Introducción. En la Maestría en Docencia de la Educación Superior, de la Universidad
Mesoamericana, sede Quetzaltenango, nuestro grupo ha querido enlazar la
“Salesianidad” propia de nuestra Institución, y la formación en herramientas de
las tecnologías de la información y comunicación, como “Issuu”, para realizar
una breve “revista informatíva” con algunos puntos importantes de Don Bosco y
su Sistema Preventivo.
No pretendemos una exposición exhaustiva, pero sí enriquecedora,
sencilla, como un pequeño momento y espacio de lectura para todos aquellos
educadores y educadoras que, en la Educación Superior, estén convencidos que
pueden formar nuevas generaciones de profesionales e investigadores con una
visión más humana, sensible a las realidades sociales, y a las carencias vitales
del mundo en el cual vivimos hoy.
Nos auguramos, pues, que estos breves “apuntes”, nos ayuden en esta
tarea, arte, profesión y, lo mejor de todo, vocación: ser educadores salesianos.
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2. Apuntes históricos sobre Don Bosco.
Ante la imposibilidad de presentar
una vida tan vasta de Don Bosco,
acudimos a esta breve síntesis.
2.1.1. Aspectos socio-económico.
Tratando de construir un cuadro, lo
más objetivo posible, de aquella
realidad (la de los años en que Don
Bosco se instala en Turín),
estudiosos italianos, estudiosos
franceses, estudiosos ingleses, en
una palabra, estudiosos europeos
convienen en que la situación
económica y social de la Italia y
también del Turín de aquel período
tuvo características propias,
peculiares, que no se encuentran en
otras partes. Para decirlo en
términos económicos, se ha
entendido ya claramente que el lento
desarrollo italiano fue tal que
consintió garantizar una oferta de
bienes y servicios, que había en
realidad, capaz de responder a la
demanda de bienes y servicios que
hacía la sociedad italiana. Con esta
premisa, se hace más fácil entender
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el cuadro social y civil del
Turín en el que trabaja don Bosco.
Era una ciudad que tenía un
tejido muy abierto, muy
desmenuzado en actividades
productivas, no ciertamente
industriales, sino de tipo artesanal,
aunque a veces las técnicas usadas
eran las de las innovaciones que se
conocían en el resto de Europa.
El papel de capital, por otra
parte, presentaba todavía a Turín
con características diversas, porque,
a pesar de todo, Turín era ciudad de
servicios más que ciudad de
producción. Turín se convertirá en
ciudad de producción sobre todo al
final del siglo.
Entonces esta ciudad de
servicios exigía una masa de
hombres, mujeres y campesinos,
que venían con un espíritu que
recordaba todavía la costumbre de la
edad moderna, cuando los pobres
del campo, en los momentos de
dificultad acudían a las grandes
ciudades, porque allí era más
probable encontrar recursos para la
propia vida, que nacían de la
aplicación del viejo dicho católico de
la caridad como instrumento real
para la redistribución de la renta. Por
tanto venían a Turín muchos pobres,
hoy diríamos marginados, no tanto
porque se encontrase en vías de
transformación económico-
productiva, sino porque Turín era en
todo caso el centro en el que era
posible aprovechar la oportunidad de
sobrevivir.
Hace falta también tener
presente que Turín era la capital de
un reino amplio, tal vez el mayor en
términos territoriales del contexto
italiano (lo formaban Saboya,
Piamonte, Liguria, la zona de la
actual Costa Azul, la parte marítima
y Cerdeña) y por tanto en
condiciones de ejercer un reclamo
sobre la población pobre de un vasto
territorio.
2.1.2. Aspecto político. El principal acontecimiento político lo
constituye la unificación nacional y el
fin del poder temporal de los Papas:
también en este aspecto, la historia
Política de Italia se mezcla
necesariamente con la religiosa. Al
final de este proceso de cambio
(1870, con la caída de Roma), los
nueve estados en que estaba
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dividida la península, formaron un
único Organismo político.
Es Conveniente recordar la
Sucesión de los reyes de la Casa de
Saboya que intervinieron en la
“revolución nacional”: Víctor Manuel I
(1802-1821), Carlos Félix (1821-
1831), Carlos Alberto (1831-1849),
Víctor Manuel II (1849-1878),
Humberto 1 (1878-1900).
En el período 1815-1848,
predomina el clima de
«restauración», que, en parte es
«reacción». Van ganando terreno las
ideas liberales y se difunden
movimientos y sociedades muchas
veces secretas encaminadas a
promover cambios más radicales en
el campo político y social y de
inspiración «democrática.
Periódicamente estallan
movimientos revolucionarios: en los
bie-nios 1820-1821y 1830-1831, en
1834,en 1844 y en 1845. Es el
preludio de la gran insurrección de
carácter político social, nacional que
desde París se propaga a las
principales capitales y ciudades
europeas de febrero a junio de 1848.
Se conceden espontáneamente o
por la fuerza «Constituciones»
abolidas en gran parte a raíz de
represiones autoritarias. Carlos
Alberto concede el Estatuto el 4 de
marzo y declara a Austria la primera
guerra de la Independencia (1848 -
1849), que acabó en derrota y en
abdicación.
En relación con el orden
anterior gran parte de los católicos
se siente de improviso frente a
situaciones de algún modo
traumáticas: la libertad de prensa y,
como consecuencia la de
propaganda religiosa, la competición
con fuerzas laicas y a veces
anticlericales, la abolición de
privilegios seculares como el del foro
eclesiástico y las inmunidades
eclesiásticas con la ley Siccardi de
1850, la expulsión del Reino Sardo
de los Jesuitas, de las Damas del
Sagrado Corazón, del arzobispo de
Turín mons. Luis Franzoni, la
supresión de las Órdenes religiosas
y la desamortización de los bienes
en 1855, así como algunas
limitaciones en campo educativo
debidas a la ley Bon Compagni de
1848 y Casati de 1859.
El decenio 1852-1861 está
dominado por la figura del
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Presidente del Consejo de
Ministros Camilo Benso Cavour
(había sido ministro desde octubre
de 1850). Apoyado en una coalición
de liberales moderados y de
democráticos no extremistas
liderados por Urbano Ratazzi
promueve una enérgica política de
liberalización laica del Estado, en
base al principio: «Iglesia libre en el
Estado libre», junto con una intensa
y lograda actividad, encaminada a
in-ternacionalizar el problema de la
unidad de Italia. Ésta se realiza
principalmente en el bienio de 1859-
1860 con la segunda guerra de la
independencia (1859), la expedición
de los Mil (1860) dirigida por
Giuseppe Garibaldi y las sucesivas
anexiones. Se completa casi
enteramente con la tercera guerra de
la independencia (anexión del
Véneto en 1866) y con la caída de
Roma (1870).
Ya el 17 de marzo de 1861
Víctor Manuel II había sido
proclamado «rey de Italia» y Roma
había sido declarada formalmente
capital: lo será de hecho en 1871,
con el traspaso a Roma de la corte y
del gobierno, que se establecerán en
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Florencia, capital provisional de 1865
a 1871.
La Santa Sede no aceptó los
hechos consumados no reconoció la
ley de las garantías y en 1874
prohibió a los católicos participar en
las elecciones del Parlamento de un
Estado usurpador.
3. La Pedagogía de Don Bosco. Entre las intuiciones propias de la
Pedagogía de Don Bosco, tenemos
una muy buena síntesis en el
Aguinaldo del Rector Mayor de los
Salesianos, para el año 2013:
1. El Evangelio de la Alegría.
Don Bosco captó el deseo de
felicidad de los jóvenes y tradujo su
alegría de vivir en los lenguajes de la
alegría, del patio y de la fiesta; pero
no dejó nunca de señalar a Dios
como fuente de la alegría verdadera.
2. La Pedagogía de la Bondad.
El amor (la amabilidad) de Don
Bosco es, sin duda, un rasgo
característico de su metodología
pedagógica considerado válida
también hoy, tanto en los lugares
todavía cristianos como en aquellos
en los que viven jóvenes
pertenecientes a otras religiones…
La espiritualidad apostólica de la
Familia Salesiana se caracteriza no
por un amor genéricamente
entendido, sino por la capacitad de
amar y de hacerse amar.
3. La Educación es cosa del Corazón.
La educación es cosa del corazón y
solo Dios es su dueño: La pedagogía
de Don Bosco se identifica con toda
su acción; y toda su acción con su
personalidad; y Don Bosco entero se
resume en su corazón. Don Bosco
supo armonizar autoridad y dulzura,
amor a Dios y amor a los jóvenes.
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4. La Formación del Honrado Ciudadano y del Buen Cristiano.
Formar buenos cristianos y honrados
ciudadanos es la intención
expresado muchas veces por Don
Bosco para indicar todo lo que los
jóvenes necesitan para vivir con
plenitud su existencia humana y
cristiana: vestido, alimento, casa,
traajo, estudio y tiempo libre, alegría,
amistad; fe activa, gracia de Dios,
camino de santificación;
participación, dinamismo, inserción
social y eclesial.
5. Humanismo Salesiano. Para Don Bosco significaba valorar
todo lo positivo radicado en la vida
de las personas, en las realidades
creadas, en los acontecimientos de
la historia.
6. Sistema Preventivo y Derechos Humanos.
El Sistema Preventivo y los
Derechos Humanos actúan entre sí
enriqueciéndose mutuamente. El
Sistema Preventivo ofrece a los
Derechos Humanos un enfoque
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educativo único e innovador
respecto al movimiento de
promoción y protección de los
derechos humanos caracterizado
hasta ahora por la perspectiva de la
denuncia “ex post”, la denuncia de
violaciones ya cometidas. El
Sistema Preventivo ofrece a los
derechos humanos la educación
preventiva, es decir, la acción y
propuesta “ex ante”.
4. El Sistema Preventivo de Don Bosco para la educación de los niños y jóvenes del siglo XXI.
Haremos la exposición de esta parte,
partiendo de los llamados “pilares
del Sistema Preventivo de Don
Bosco”: Razón, Religión y Amor
(Amabilidad), haciendo unas
opciones metodológicas muy propias
para entenderlas y tratar de hacerlas
significativas para la condición de
nuestros jóvenes actuales, y las
exigencias de educación y formación
del mundo contemporáneo.
4.1. El ambiente educativo (Razón).
En el Centenario del nacimiento de
Don Bosco, el papa Juan Pablo II
escribió al Rector Mayor de los
Salesianos, el P. Egidio Viganó, una
carta que tituló “Juvenum Patris”
(Padre de la Juventud), donde
expuso breve y muy certeramente
las líneas maestras del Sistema
Preventivo Salesiano, el Sistema
Preventivo de Don Bosco.
En esa carta, el Papa nos
indicaba lo siguiente en relación con
el pilar de la Razón:
“El término "razón" destaca,
según !a visión auténtica del
humanismo cristiano, el valor
de la persona, de la
conciencia, de la naturaleza
humana, de la cultura, del
mundo del trabajo y del vivir
social, o sea, el amplio cuadro
de valores que es como el
equipo que necesita el
hombre en su vida familiar,
civil y política... Es
significativo señalar que ya
hace más de un siglo Don
Bosco daba mucha
importancia a los aspectos
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humanos y a la condición
histórica del individuo: a su
libertad, a su preparación
para la vida y para una
profesión, a la asunción de las
responsabilidades civiles en
clima de alegría y de
generoso servicio al prójimo.
Formulaba tales objetivos con
palabras incisivas y sencillas,
tales como "alegría",
"estudio", "piedad", "´cordura",
"trabajo", "humanidad". Su
ideal de educación se
caracteriza por la moderación
y el realismo. En su propuesta
pedagógica hay una unión
bien lograda entre
permanencia de lo esencial y
contingencia de lo histórico,
entre lo tradicional y lo
nuevo… Por esto,
evidentemente, supone hay la
visión de una antropología
actualizada y completa, libre
de reducciones ideológicas. El
educador moderno debe
saber leer con atención los
signos de los tiempos, a fin de
individuar los valores
emergentes que atraen a los
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jóvenes: la paz, la libertad, la
justicia, la comunión y
participación, la promoción de
la mujer, la solidaridad, el
desarrollo, las necesidades
ecológicas”.
La razón, entonces, no significa
únicamente la aplicación de nuestras
capacidades académicas,
intelectuales, dialogales,
comunicativas, sino, y sobre todo, la
creación de “ambientes educativos”
propicios para la formación de la
juventud; que tomen en cuenta las
exigencias culturales, sociales,
políticas, religiosas, antropológicas
de nuestros educandos, pero que
también les permitan crecer bajo la
visión de la persona humana
enraizada en el cristianismo de
Jesús, experimentado y vivido por
san Juan Bosco.
4.2. La vida espiritual en el ambiente formativo (Religión).
De la carta del papa Juan Pablo II,
“Iuvenum Patris”, tenemos los
siguientes pensamientos sobre el
segundo pilar, la Religión:
El segundo término —
"religión"— indica que la
pedagogía de Don Bosco es,
por naturaleza, trascendente,
en cuanto que el objetivo
último de su educación es
formar al creyente. Para él, el
hombre formado y maduro es
el ciudadano que tiene fe,
pone en el centro de su vida
el ideal del hombre nuevo
proclamado por Jesucristo y
testimonia sin respeto
humano sus convicciones
religiosas.
Así, pues, no se trata de una
religión especulativa y
abstracta, sino de una fe viva,
insertada en la realidad,
forjada de presencia y
comunión, de escucha y
docilidad a la gracia. Como
solía decir, los "pilares del
edificio de la educación" [18]
son la Eucaristía y la
Penitencia, la devoción a la
Santísima Virgen, el amor a la
Iglesia y a sus Pastores. Su
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educación es un itinerario de oración, de liturgia, de vida
sacramental, de dirección
espiritual: para algunos,
respuesta a la vocación de
consagración especial —
¡cuántos sacerdotes y
religiosos se formaron en las
casas del Santo!—, y para
todos, la perspectiva y el logro
de la santidad. Don Bosco es
el sacerdote celoso que
refiere siempre al fundamento
revelado cuanto recibe, vive y
da.
Este aspecto de
trascendencia religiosa, base
del método pedagógico de
Don Bosco, no sólo puede
aplicarse a todas las culturas;
puede también adaptarse
provechosamente a las
religiones no cristianas.
4.3. La presencia del Educador Salesiano y/o Laico comprometido (Amor).
Abordemos ahora el tercer pilar
fundamental, el Amor
(amorevolezza), que al ser un
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vocablo italiano abstracto de difícil
traducción al español, la mayoría lo
entendemos como “amabilidad”, y
otros proponen “cariño”, aunque
ambos términos son inexactos e
insuficientes; yo sigo prefiriendo el
vocablo “amabilidad”, puesto que el
otro se presta más a equívocos.
De la carta Iuvenum Patris:
En fin, desde el punto de vista
metodológico, el "amor". Se
trata de una actitud cotidiana,
que no es simple amor
humano ni sólo caridad
sobrenatural. Denota una
realidad compleja e implica
disponibilidad, criterios sanos
y comportamientos
adecuados.
El amor se traduce a
dedicación del educador
como persona totalmente
entregada al bien de los
educandos, estando con ellos,
dispuesta a afrontar sacrificios
y fatigas por cumplir su
misión. Ello requiere estar
verdaderamente a disposición
de los jóvenes, profunda
concordancia de sentimientos
y capacidad de diálogo. Es
típica y sumamente
iluminadora su expresión:
"Aquí, con vosotros, me
encuentro a gusto; mi vida es
precisamente estar con
vosotros". Con acertada
intuición dice de modo
explícito: Lo importante es "no
sólo querer a los jóvenes, sino
que se den cuenta de que son
amados". El educador
auténtico, pues, participa en
la vida de los jóvenes, se
interesa por sus problemas,
procura entender cómo ven
ellos las cosas, toma parte en
sus actividades deportivas y
culturales,
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en sus conversaciones; como
amigo maduro y responsable,
ofrece caminos y metas de
bien, está pronto a intervenir
para esclarecer problemas,
indicar criterios y corregir con
prudencia y amable firmeza
valoraciones y
comportamientos
censurables. En tal clima de
"presencia pedagógica" el
educador no es visto como
"superior", sino como "padre,
hermano y amigo".
Este pilar fundamental, exige un
grande equilibrio psíquico-emocional
de parte del educador; ya que los
niños y jóvenes, independientemente
de situaciones graves familiares,
siempre buscan afecto, cariño,
comprensión. Están en formación, y
por ello están muy abiertos a las
influencias positivas, y también
negativas, en el desarrollo y
crecimiento de su propia
personalidad.
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5. Juan Pablo II, Carta “Iuvenum Patris” al P. Egidio Viganó, Rector Mayor de los Salesianos, 31 de enero de 1988 (extracto).
Ya que esta carta del Papa San Juan Pablo II, resulta tan programática, actual, y llena de grandes intuiciones y conocimiento de Don Bosco, transcribimos algunos trozos sobre el Sistema Preventivo. 10. El término "razón" destaca, según !a visión auténtica del humanismo cristiano, el valor de la persona, de la conciencia, de la naturaleza humana, de la cultura, del mundo del trabajo y del vivir social, o sea, el amplio cuadro de valores que es como el equipo que necesita el hombre en su vida familiar, civil y política. En la Encíclica Redemptor hominis recordé que "Jesucristo es el camino principal de la Iglesia; dicho camino lleva de Cristo al hombre" [17]. Es significativo señalar que ya hace más de un siglo Don Bosco daba mucha importancia a los aspectos humanos y a la condición histórica del individuo: a su libertad, a su preparación para la vida y para una profesión, a la asunción de las responsabilidades civiles en clima de alegría y de generoso servicio al prójimo. Formulaba tales objetivos con palabras incisivas y sencillas, tales como "alegría", "estudio", "piedad", "´cordura", "trabajo", "humanidad". Su ideal de educación se caracteriza por la moderación y el realismo. En su propuesta pedagógica hay una unión bien lograda entre permanencia de lo esencial y contingencia de lo histórico, entre lo tradicional y lo nuevo. El Santo ofrece a los jóvenes un programa sencillo y contemporáneamente serio, sintetizado en fórmula acertada y sugerente: ser ciudadano ejemplar, porque se es buen cristiano. Resumiendo, la "razón", en la que Don Bosco cree como don de Dios y quehacer indeclinable del educador, señala los valores del bien, los objetivos que hay que alcanzar y los medios y modos que hay que emplear. La "razón" invita a los jóvenes a una relación de participación en los valores captados y compartidos. La define también como "racionalidad", por la cabida que debe tener la comprensión, el diálogo y la paciencia inalterable en que se realiza el nada fácil ejercicio de la racionalidad. Por esto, evidentemente, supone hay la visión de una antropología actualizada y completa, libre de reducciones ideológicas. El educador moderno debe saber leer con atención los signos de los tiempos, a fin de individuar los valores emergentes que atraen a los jóvenes: la paz, la libertad, la justicia, la comunión y participación, la promoción de la mujer, la solidaridad, el desarrollo, las necesidades ecológicas.
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11. El segundo término —"religión"— indica que la pedagogía de Don Bosco es, por naturaleza, trascendente, en cuanto que el objetivo último de su educación es formar al creyente. Para él, el hombre formado y maduro es el ciudadano que tiene fe, pone en el centro de su vida el ideal del hombre nuevo proclamado por Jesucristo y testimonia sin respeto humano sus convicciones religiosas. Así, pues, no se trata de una religión especulativa y abstracta, sino de una fe viva, insertada en la realidad, forjada de presencia y comunión, de escucha y docilidad a la gracia. Como solía decir, los "pilares del edificio de la educación" [18] son la Eucaristía y la Penitencia, la devoción a la Santísima Virgen, el amor a la Iglesia y a sus Pastores. Su educación es un itinerario de oración, de liturgia, de vida sacramental, de dirección espiritual: para algunos, respuesta a la vocación de consagración especial —¡cuántos sacerdotes y religiosos se formaron en las casas del Santo!—, y para todos, la perspectiva y el logro de la santidad. Don Bosco es el sacerdote celoso que refiere siempre al fundamento revelado cuanto recibe, vive y da. Este aspecto de trascendencia religiosa, base del método pedagógico de Don Bosco, no sólo puede aplicarse a todas las culturas; puede también adaptarse provechosamente a las religiones no cristianas. 12. En fin, desde el punto de vista metodológico, el "amor". Se trata de una actitud cotidiana, que no es simple amor humano ni sólo caridad sobrenatural. Denota una realidad compleja e implica disponibilidad, criterios sanos y comportamientos adecuados. El amor se traduce a dedicación del educador como persona totalmente entregada al bien de los educandos, estando con ellos, dispuesta a afrontar sacrificios y fatigas por cumplir su misión. Ello requiere estar verdaderamente a disposición de los jóvenes, profunda concordancia de sentimientos y capacidad de diálogo. Es típica y sumamente iluminadora su expresión: "Aquí, con vosotros, me encuentro a gusto; mi vida es precisamente estar con vosotros" [19]. Con acertada intuición dice de modo explícito: Lo importante es "no sólo querer a los jóvenes, sino que se den cuenta de que son amados" [20]. El educador auténtico, pues, participa en la vida de los jóvenes, se interesa por sus problemas, procura entender cómo ven ellos las cosas, toma parte en sus actividades deportivas y culturales, en sus conversaciones; como amigo maduro y responsable, ofrece caminos y metas de bien, está pronto a intervenir para esclarecer problemas, indicar criterios y corregir con prudencia y amable firmeza valoraciones y comportamientos censurables. En tal clima de "presencia pedagógica" el educador no es visto como "superior", sino como "padre, hermano y amigo" [21].
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En esta perspectiva, son muy importantes las relaciones personales. Don Bosco se complacía en utilizar el término "familiaridad" para definir cómo tenía que ser el trato entre educadores y jóvenes. Su larga experiencia le había llevado a la convicción de que sin familiaridad es imposible demostrar el amor, y que sin tal demostración no puede surgir la confianza, condición imprescindible para el buen resultado de la educación. El cuadro de objetivos, el programa y la orientación metodológicas sólo adquieren concreción y eficacia, si llevan el sello de un "espíritu de familia" transparente, o sea, si se viven en ambientes serenos, llenos de alegría y estimulantes. A propósito de esto conviene recordar, por lo menos, el amplio espacio y dignidad que daba el Santo al aspecto recreativo, al deporte, a la música y al teatro o —como solía decir— al patio. Aquí, en la "espontaneidad y alegría de las relaciones, es donde el educador perspicaz encuentra modos concretos de intervención, tan rápidos en la expresión como eficaces por la continuidad y el clima de amistad en que se realizan [22]. El trato, para ser educativo, requiere interés continuo y profundo, que lleve a conocer personalmente a cada uno y, simultáneamente, los elementos de la condición cultural que es común a todos. Se trata de una inteligente y afectuosa atención a las aspiraciones, a los juicios de valor, a los condicionamientos, a las situaciones de vida, a los modelos ambientales, y a las tensiones, reivindicaciones y propuestas colectivas. Se trata de comprender la necesidad urgente de formar la conciencia y el sentido familiar, social y político, de madurar en el amor y en la visión cristiana de la sexualidad, de la capacidad crítica y de la conveniente ductilidad en el desarrollo de la edad y de la mentalidad, teniendo siempre muy claro que la juventud no es sólo momento de paso, sino tiempo real de gracia en que construir la personalidad. También hoy, aunque el contexto cultural diverso y hasta con jóvenes de religión no cristiana, tal característica constituye uno de los muchos aspectos válidos y originales de la pedagogía de Don Bosco.