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ARGIRÓPOLIS DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO Ediciones elaleph.com

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  • A R G I R Ó P O L I S

    D O M I N G O F A U S T I N OS A R M I E N T O

    Ediciones elaleph.com

  • Editado porelaleph.com

    2000 – Copyright www.elaleph.comTodos los Derechos Reservados

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    Prólogo

    Argirópolis fue publicada por primera vez en1850, en Santiago de Chile, sin nombre de autor.Sarmiento, sin duda, quiso que fuera un testimonioanónimo, para dar más eficacia a su proyecto, queintentaba superar, en la coincidencia de interesespolíticos y económicos comunes, los conflictos in-ternos y externos de la Argentina, Uruguay y Para-guay. El título del libro define el ambiciosopropósito: "Argirópolis o la Capital de los EstadosConfederados del Río de la Plata. Solución de lasdificultades que embarazan la pacificación perma-nente del Río de la Plata, por medio de la convoca-ción de un Congreso, y la creación de una capital enla isla de Martín García, de cuya posesión (hoy enpoder de la Francia) dependen la libre navegación

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    de los ríos, y la independencia, desarrollo y libertaddel Paraguay, el Uruguay y las provincias argentinasdel Litoral".

    Se tiraron del libro, editado por la imprenta deJulio Belin, dos mil ejemplares, cifra considerablepara la época. Simultáneamente, con fecha 30 dejunio de 1850, apareció en Santiago una traducciónfrancesa, "improvisada en cuarenta y ocho horas, enausencia de M. Sarmiento", dice en la misma su au-tor, J. M. B. Lenoir, Vice Rector del Liceo de Valpa-raíso. La traducción fue muy deficiente y pocotiempo después se publicó en París, por la imprentaEugene Belin, una nueva, hecha por Ange Cham-pgobert, a quien Sarmiento había conocido durantesu viaje a Europa y lo había convertido en corres-ponsal del diario Tribuna. En ambas traduccionesfigura el nombre del autor de la obra, DomingoFaustino Sarmiento, con algunos de los títulos queya podía ostentar: miembro de la Universidad deChile, del Instituto Histórico de Francia y de la Fa-cultad de profesores de enseñanza primaria de Ma-drid. Va de suyo que Sarmiento intentó con esatraducción de su obra interesar a las autoridades y ala opinión pública francesas en ese proyecto cons-titucional, que no tenía nada de improvisado. Un

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    año después de su primera edición en español, o seaen 1851, anunciado ya el Pronunciamiento de Ur-quiza contra Rosas, Sarmiento pensó que su nom-bre ya no era un obstáculo previsible para difundirlocomo autor del libro; había recibido el apoyo deUrquiza en carta en la que le decía: "Yo estoy colo-cado en la posición que Ud. tan vivamente desea-ba". Juzgó entonces que podía dar a conocer suautoría y lo hizo de una manera singular: aprovechóla publicación de una memoria que había escrito enAlemania sobre "Emigración alemana al Río de laPlata", enriquecida con notas del Dr. Wappaüs(Vappaús dice en esa primera edición) de la Univer-sidad de Gotinga, ambas traducidas por el Dr. Hilli-ger, para agregar al título esta expresión: "Y seguidade Argirópolis", incluyendo esta obra en el mismovolumen, con lo cual daba a conocer su autoría.Emigración alemana al Río de la Placa no es libroajeno al proyecto de Argirópolis, como no lo sonninguno de los libros y artículos publicados porSarmiento a su regreso de su viaje a Europa, Áfricay Estados Unidos; el tomo VI de sus Obras recoge,bajo el título general de "Política argentina" muchosde esos artículos, todos anteriores a Argirópolis, enlos que Sarmiento demuestra una sorprendente ca-

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    pacidad intelectual para la teoría y práctica constitu-cional, como lo han señalado, en estudios que lehan dedicado, Rafael Bielsa, Clodomiro Zavalía,Alfredo Orgaz, Absalón Rojas, Héctor Lanfranco,Alberto Rodríguez Galán, Segundo V. LinaresQuintana, Natalio Botana, José R. López, y en sen-dos libros sobre Sarmiento y la Constitución, Al-berto Mosquera y Dardo Pérez Guilhou. Estaacotación bibliográfica parece oportuna, para reite-rar que Argirópolis no fue fruto de una improvisa-ción, como algunos han calificado con injusticia, abuena parte de la obra de Sarmiento, sino fruto deseveros estudios y reflexiones, trasmutados en elapasionado estilo que definió su personalidad deescritor.

    Argirópolis es libro fundamental en la obra deSarmiento, pero lo es también para quien se intereseen el estudio del proceso institucional del país, so-bre todo a partir de 1827, desde que el GobernadorManuel Dorrego solicitó el cargo de Encargado delas Relaciones Exteriores de la Confederación Ar-gentina, que le fue concedido, afirma una y otra vezSarmiento, a título provisorio, hasta tanto se reunie-se la Convención o Congreso General que dictara laConstitución que debía regir en el país unificado. Ya

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    en el capítulo "Presente y porvenir" de su clásicoFacundo había insistido en recordar a todos y espe-cialmente a Rosas, las estipulaciones del Pacto Fe-deral de 1831, por las que se establecía que una vezlograda la tranquilidad y libertad de cada una de lasprovincias adheridas al Pacto, se arreglara por me-dio de un Congreso Federativo la administracióndel país bajo el sistema federal que Sarmiento juz-gaba se había impuesto en los hechos. La Comisiónrepresentativa creada en dicho Pacto para hacercumplir la finalidad esencial del mismo, funcionópoco tiempo, pues Rosas retiró su delegado, a fin deque dicha Comisión no limitara el poder que él ejer-cía ya sobre todo el país, no obstante la tenaz resis-tencia de algunas provincias, plegadas después a laautoridad de Rosas.

    Al escribir Argirópolis en 1850, Sarmiento habíaestudiado todos los pactos firmados hasta entonces;tenía una clara percepción de lo hacedero y advertíamuy bien las fronteras psicológicas que separabanprovincias y países, más que las geográficas e histó-ricas. Ninguna política exterior es inocente: Sar-miento lo sabía bien y por eso trató de separar ycondenar la ambición de dominio perdurable de lasgrandes potencias, mediatizadoras de países recién

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    nacidos, de aquellas contingencias del poderío co-mercial, que él alentaba combatir con armas simila-res, proyectadas hacia el futuro.

    El tono general de su libro -ya señalamos supropósito de anonimato- razonado, bien documen-tado y apacible, se expresa en estos párrafos de suintroducción: "Ningún sentimiento de hostilidadtienen estas páginas, que tienen por base el derechoescrito que resulta de los tratados, convenciones ypactos celebrados entre los gobiernos federales de laRepública o Confederación Argentina". Y agregaque el propósito de su libro es "terminar la guerra,constituir el país, acabar con las animosidades, con-ciliar intereses de suyo divergentes, conservar lasautoridades actuales, echar las bases del desarrollode la riqueza y dar a cada provincia y cada estadocomprometido lo que le pertenece". Señala la gra-vitación de Francia en la solución posible de lacuestión -y era obvio que no podía no tenerla encuenta- sobre todo, agrega Sarmiento, en lo queconcierne al dominio sobre la isla Martín García,cerrojo de los ríos que confluyen en el Plata y queson para él -y los hechos lo comprobaron- las arte-rias de los Estados, "que improvisan en pocos añospueblos, ciudades, riquezas, naves, ideas, etc."

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    Sarmiento no pide el reconocimiento de ningu-na originalidad personal en esas ideas. Son las de laprecaria tradición institucional, y las expuestas entrabajos de Juan Bautista Alberdi, Andrés Lamas,Félix Frías, Mariano Fragueiro, Pedro Ferré, Facun-do Quiroga y Florencio Varela. El agregó las suyas,en las que había mucho de intuición y mucho deestudio, sobre todo de la entonces exitosa experien-cia norteamericana, y a todas las unificó en un pro-yecto coherente, realizable, hasta donde locomprendieran y aceptaran las partes interesadas,incluyendo su proposición calificada como utópicade la capital en la isla Martín García. Paul Groussacla calificó de "fantasía" y lo repitió Emilio Ravigna-ni, con más comprensión de su finalidad transitoria.Años después de la aparición de Argirópolis, Sar-miento relativizó aquella iniciativa, pero no teníaque arrepentirse de haberla propuesto: bajo el in-flujo de la solución encontrada en los Estados Uni-dos para no declarar capital a la ciudad máspoderosa, Nueva York, vio en la isla de Martín Gar-cía una solución abarcadora de todos los problemasy abierta como un abanico, por su condición de ce-rrojo de los ríos, a las comunicaciones fluviales que,según él, podían llegar hasta el Orinoco. Porque ese

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    era el punto capital en la concepción política deSarmiento: las vías de comunicación que abrirían ala circulación los productos de la región y el inter-cambio con Europa.

    Sobre la cuestión había escrito en numerososartículos, con sorprendente conocimiento geográfi-co, como lo destacó el historiador padre GuillermoFurlong en "Sarmiento y la geografía". En la inicia-tiva sarmientina, como asimismo había señalado enel Facundo, los vínculos entre la Argentina, el Uru-guay y el Paraguay, que algunos críticos juzgaroncomo intento de reconstruir el Virreynato del Ríode la Plata, que con verdad puede decirse que nuncallegó a establecerse cabalmente, esos vínculos y lasformas que adquirieran, debían surgir del acuerdoespontáneo, sin presiones, de las partes interesadas.Dice Sarmiento: "Lejos de nosotros la idea de que-rer someter a la República del Uruguay, ni al Para-guay, a condiciones que no hayan sido librementediscutidas por ellos. Por esto que pedimos la reu-nión de un Congreso General, en que todos los in-tereses sean atendidos y que el pacto de unión yfederación se establezca bajo tales bases". Sarmientopensaba que con argumentos tales, Rosas no podríaseguir oponiéndose a la realización del Congreso,

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    cláusula fundamental del pacto de 1831. Rosas teníasus razones para oponerse, como lo afirmó en lacarta a Facundo Quiroga, escrita en la Hacienda deFigueroa, pero no tenía razón. Rosas fue un bonae-rense, lo fue siempre; aun en el exilio ponderaba elpoderío que el destino, según él, había dado a laprovincia el puerto; la carta que escribió a Terreroen 1869, publicada por Enrique M. Barba, es signi-ficativa de su creencia en una Buenos Aires comoEstado soberano.

    Argirópolis es libro esencial, aunque no fre-cuentado. Debe volverse a su texto, bajo la luz delproyecto y realización del Mercosur. Emilio Ravig-nani consideraba que Argirópolis es de lectura in-dispensable, por las intuiciones geniales deSarmiento, entre las que no incluye la idea de la islade Martín García como capital. Pero sin duda esrelevante el juicio de Julio Irazusta, el acrisoladohistoriador de la época de Rosas, que examinó sinconcesiones, y en ocasiones con injusticia, la acciónde Sarmiento. De Argirópolis dice: "Salvo erroresinevitables en el espíritu faccioso que lo animasiempre -dice Irazusta- Sarmiento escribe el primerestudio sobre el desarrollo constitucional, que sehaya intentado antes de nuestra generación, inter-

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    pretando a la luz de los hechos y no de las teorías.La parábola que va de la disolución del cuerpo na-cional en 1827, hasta la creación del Encargo de lasRelaciones Exteriores por borrego, está descripta enArgirópolis de modo que no ha sido superado porlos mejores "historiadores". Y agrega Irazusta: "Hayun punto en el que no se le puede negar la influen-cia que ejerció en los acontecimientos. Gran partedel libro está destinada a proponer un programa,que Urquiza habría de hacer suyo: el de convocarun Congreso Nacional, que iba a resolver automáti-camente todos los problemas, según el utopismoconstitucionalista del siglo XIX, mil veces fracasado-dice Irazusta- pero siempre renaciente".

    En los últimos años, libros y artículos de rele-vantes maestros del derecho constitucional hanprobado que no hubo en Sarmiento utopismo deregodeo, sino claro y apasionado sentido de lo ha-cedero, para la formación institucional del Estadoargentino, que lo tuvo y tiene como uno de susmentores, y en este caso especialmente de la "plega-ria de Argirópolis" como la calificó Aníbal Ponce.

    JAVIER FERNÁNDEZ

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    INTRODUCCIÓN DEL AUTOR

    ¿Cuántos años dura la guerra que desola lasmárgenes del Plata? ¿Cuánta sangre y cuántos mi-llones ha costado ya y cuántos ha de costar aún?¿Quiénes derraman esa sangre, y cuya es la fortunaque se malgasta? ¿Quién tiene interés en la prolon-gación de la guerra? ¿Por qué se pelean y entrequiénes? ¿Quién, en fin, puede prever el desenlacede tantas complicaciones? ¿No hay medio al alcancedel hombre para conciliar los diversos intereses quese chocan?

    El presente opúsculo ha sido escrito con lamente de sugerir, por el estudio de los antecedentesde la lucha, la geografía del país y las institucionesargentinas, un medio de pacificación que a la vezponga término a los males presentes y ciegue en sufuente la causa de nuevas complicaciones, dejandodefinitivamente constituidos aquellos países.

    Este criterio se dirige a los gobiernos confede-rados de las provincias argentinas, al jefe de lasfuerzas que sitian a Montevideo y al agente de laFrancia, que sostiene la defensa de la plaza creyendointeresada la suerte de sus nacionales en el desenlace

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    de la lucha. Todos estos y el gobierno del Paraguayson personajes obligados de aquel sangriento dra-ma. Los pueblos argentino y oriental, bajo la pre-sión del azote de la guerra y los poderes absolutos eirresponsables con que han armado a sus gobiernospara ponerlos a la altura de las dificultades con queluchan, los pueblos, decíamos, no tienen un carácteractivo en los sucesos. Sufren, pagan y esperan.

    Ningún sentimiento de hostilidad abrigan estaspáginas, que tienen por base el derecho escrito queresulta de los tratados, convenciones y pactos cele-brados entre los gobiernos federales de la Repúblicao Confederación Argentina. Las medidas que pro-ponemos son, a más de legítimas y perfectamentelegales, conformes al derecho federal que sirve debase a todos los poderes actuales de la Confedera-ción. Tienen su apoyo en el interés de todos los ac-tores en la lucha, se fundan en la constitucióngeográfica del país, y lo que apenas podría esperarse,dejan a cada uno en el puesto que ocupa, a los pue-blos libres sin subversión, la guerra concluida sinderrota, y el porvenir asegurado sin nuevos sacrifi-cios.

    Terminar la guerra, constituir el país, acabar conlas animosidades, conciliar intereses de suyo diver-

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    gentes, conservar las autoridades actuales, echar lasbases del desarrollo de la riqueza y dar a cada pro-vincia y a cada Estado comprometido lo que lepertenece, ¿no son, por ventura, demasiados bienespara tratar con ligereza el medio que se proponepara obtenerlos?

    La Francia esta en primera línea entre los Esta-dos compro-metidos en esta cuestión. Sus rentassostienen a Montevideo, sus armas ocupan a MartínGarcía. Su decisión, pues, ejerce una inevitable in-fluencia en los destinos próximos y futuros de lalucha; pero la dignidad de nación tan grande mez-clada por accidente en cuestiones de chiquillos, leimpone el deber de dar una solución a la altura desu poder y de la posición que ocupa entre las nacio-nes civilizadas. La cuestión del Río de la Plata espara la Europa entera de un interés permanente. Laemigración europea empieza a aglomerarse enaquellas playas; y las complicaciones que su presen-cia ha hecho nacer en Montevideo se reproduciránen adelante con más energía, en razón del aumentocreciente de la emigración. Hoy hay cien mil euro-peos en el Río de la Plata; dentro de cinco años ha-brá un millón.

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    Los pueblos, como los hombres, se atraen y sebuscan por afinidades de religión, de costumbres, declima, de idiomas y de todo lo que constituye eltinte especial de una civilización. Predomina en elRío de la Plata la emigración francesa, española, ita-liana; esto es, predomina la emigración católica ro-mana, meridional de la Europa, hacia los climas ypaíses católicos romanos, meridionales del nuevomundo. La Francia es la nación que por su influjo,su poder y sus instituciones representa en la tierra lacivilización católica y artística del Mediodía.

    La Francia ha hecho bien de quedarse hasta eldesenlace en el punto que su posición le asigna en elRío de la Plata, punto adonde propenden instinti-vamente los pueblos meridionales de Europa a re-producir su civilización, sus instituciones y sus artes.La Inglaterra, el protestantismo, la industria sajona,han encontrado en la América del Norte un pueblodigno de representarlos en los destinos futuros delmundo.

    ¿Hay en Sudamérica terreno preparado paraigual producción de la civilización católica? ¡Pién-selo bien la Francia! ¡Piénselo bien M. Leprédour!Estamos ya cansados en América de esperar que losgrandes de la tierra dejen de obrar cual pigmeos.

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    Después de la Francia, quienes más pueden ha-cer por la realización de la pacífica idea que emiti-mos son los gobiernos federales e independientesdel litoral de los ríos que forman el Plata. La cues-tión es de vida o muerte para ellos. Martín García,vuelto a poder del gobierno de Buenos Aires y unvapor de guerra paseándose por las aguas del Para-ná, el silencio, la sumisión, reinarán en ambas ori-llas. ¡Adiós arreglo de la navegación de los ríos,tantas veces solicitado por los gobiernos federalesde Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos, y otras tantasmañosamente diferido a la decisión de un congreso,que ha puesto el mayor arte en hacerlo olvidar;adiós, federación; adiós, igualdad entre las provin-cias! El gobierno de Buenos Aires tendrá bajo su piea los pueblos del interior por la aduana del puertoúnico, como el carcelero a los presos por la puertaque custodia.

    Martín García es el cerrojo echado a la entradade los ríos. ¡Ay de los que quedan dentro, si el go-bierno de una provincia logra atarse la llave al cinto!Allí están los destinos futuros del Río de la Plata. Elinterior, al oeste de la Pampa, se muere de muertenatural; está lejos, muy lejos de la costa, donde elcomercio europeo enriquece, y agranda ciudades,

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    puebla desiertos, crea poder y desenvuelve civiliza-ción.

    Toda la vida va a transportarse a los ríos nave-gables, que son las arterias de los Estados, que lle-van a todas partes y difunden a su alrededormovimiento, producción, artefactos; que improvi-san en pocos años pueblos, ciudades, riquezas, na-ves, armas, ideas. Si hay alguien, empero, a quien leinteresa mantener por algunos años más en el senode la nada este porvenir asignado a las provinciaslitorales, muy bisoño andaría si lo dejase nacer. Elgobernador de Entre Ríos ha sido unitario y es hoysincero federal. Su nombre es la gloria más alta de laConfederación. Jefe de un ejército que siempre havencido, gobernador de una provincia donde laprensa se ha elevado, donde el Estado ha organiza-do la instrucción primaria, las provincias de la Con-federación y los argentinos, separados de la familiacomún, ¿volverán en vano sus ojos a ese lado, espe-rando que de allí salga la palabra congreso, que pue-de allanar tantas dificultades?

    Pero en la historia, como en la vida, hay minu-tos de que dependen los más grandes aconteci-mientos. La Francia entregará la isla de MartínGarcía al encargado de las Relaciones Exteriores:

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    nada más justo. ¿Y después? Después la historiaolvidará que era gobernador de Entre Ríos un ciertogeneral que dio batallas y murió de nulidad, oscuroy oscurecido por la posición de su pobre provincia.

    Nosotros hemos debido indicarlo todo, apuntarlos medios y señalar el fin. Entran en los primeroslos hombres que deben y pueden ponerlos en ejer-cicio, sin faltar a su deber, sin salir de los límites delderecho natural y escrito. No se rompe bruscamentecon los antecedentes, como no se improvisan hom-bres. El general Urquiza es el segundo jefe expecta-ble de la Confederación Argentina; él la ha hechotriunfar de sus enemigos por las armas. A él, comogobernador de Entre Ríos, le interesa vivamente lacuestión de que vamos a ocuparnos. ¿Será él el úni-co hombre que habiendo sabido elevarse por suenergía y talento, llegado a cierta altura no ha alcan-zado a medir el nuevo horizonte sometido a susmiradas, ni comprender que cada situación tiene susdeberes, que cada escalón de la vida conduce a otromás alto? La historia, por desgracia, está llena deejemplos, y de esta pasta está amasada la generalidadde los hombres.

    Por lo que a nosotros respecta, hemos cumplidocon el deber, acaso por la última vez, que nos im-

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    pone la sangre argentina que corre por nuestras ve-nas. Si no hemos servido con nuestras ideas a la pa-tria común, nuestro deseo de conseguirlo esvehemente por lo menos.

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    CAPITULO I

    ORIGEN Y CONDICIONES DEL ENCARGODE LAS RELACIO-NES EXTERIORES

    HECHO AL GOBIERNO DE BUENOS AIRESPOR LAS PROVINCIAS DE LA REPÚBLICA

    ARGENTINA.

    En todos los asuntos que dividen la opinión delos hombres conviene, antes de entrar en discusión,fijar el sentido e importancia que se da a las pala-bras; sucediendo con esto no pocas veces encon-trarse que estaban de acuerdo en el fondo, los queun momento antes no podían entenderse. Estapráctica, aconsejada por la prudencia en asuntosordinarios, debe ser escrupulosamente aplicada a ladiscusión de la más grave cuestión que haya hastahoy llamado la atención de la América, cual es la

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    que se debate actualmente por las armas y la diplo-macia, con la sangre y la fortuna de los pueblos delRío de la Plata. Montevideo, el Paraguay, la navega-ción de los ríos, el encargado de las Relaciones Ex-teriores, ningún hombre de éstos pasará por nuestrapluma sin que hayamos consultado sus anteceden-tes, compulsado la historia y dádoles su verdaderaimportancia, de manera que si no logran universalaceptación, las consecuencias que habremos de de-ducir de los hechos que vamos a estudiar, los prin-cipios y las causas de que emanan quedarán por lomenos fuera de controversia, para servir de base aotras conclusiones contrarias emanadas de juiciomás recto que el nuestro. Por otra parte, es nuestroánimo decidido poner en este examen la más severaimparcialidad, a fin de alejar toda prevención deespíritu, aun de parte de aquellos que menos dis-puestos se sientan a participar de nuestras opinio-nes.

    Como el actor más conspicuo de la larga y rui-dosa cuestión del Plata es el encargado de las Rela-ciones Exteriores de la Confederación Argentina,hemos debido antes de todo averiguar de dóndeemanó este cargo, su objeto y funciones, sin lo cualnos expondríamos a extraviarnos en la apreciación

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    de los hechos, por no conocer la importancia y elcarácter de los personajes a quienes está encomen-dada su dirección.

    Durante los primeros años de la lucha de la in-dependencia, como las Provincias Unidas no esta-ban reconocidas por las naciones extranjeras,nuestras relaciones exteriores eran insignificantes ypoco ostensibles. La presidencia de don BernardinoRivadavia atrajo a Buenos Aires los agentes caracte-rizados de algunas naciones europeas, entre ellas laInglaterra, que acreditó cerca de él a un agente derango superior, como a potencia sólo inferior enjerarquía a tres o cuatro grandes gabinetes europeos.

    Con la disolución del congreso y la renuncia delpresidente de la República, la nación quedaba enestado de acefalía, no habiendo una autoridad ema-nada de la voluntad y elección de las diversas pro-vincias que la forman, cerca de la cual los agentesdiplomáticos pudiesen representar a sus respectivosgobiernos. De aquí vino la necesidad, mientras larepública se constituía, de encargar a alguno de losgobiernos del mantenimiento de las relaciones exte-riores.

    El coronel borrego, entonces gobernador deBuenos Aires, solicitó este encargo de los gobiernos

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    de las provincias, los cuales lo concedieron ya di-rectamente, ya por delegados, ya, en fin, por leysancionada por las legislaturas. Del contexto e ila-ción de los diversos artículos de aquellas conven-ciones con que se hacía el encargo de las relacionesexteriores al gobierno de Buenos Aires, que lo soli-citaba, el cual no era otro que parar los inconve-nientes del momento, mientras se reunía un cuerpodeliberante, fuese congreso o convención prelimi-nar, a lo cual debía procederse inmediatamente, an-ticipándose el gobierno de Buenos Aires, hastaseñalar en dichas estipulaciones el lugar que creíaadecuado para la próxima reunión del Congreso.

    En la convención celebrada por don ManuelMoreno, a nombre del gobierno de Buenos Aires,con el de Córdoba, se acordó por el artículo VIIque "los gobiernos de Buenos Aires y de Córdobaconvenían en invitar por sí, con previo acuerdo delde Santa Fe, a las demás provincias de la república ala reunión de un congreso nacional para organizarlay constituirla...", y por el artículo VIII se estipulabaque "interín se instala constitucionalmente el go-bierno general de la república, el de la provincia deCórdoba autoriza por su parte al de Buenos Airespara dirigir las relaciones exteriores y se compro-

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    mete a solicitar la autorización de los gobiernos conquienes no esté en disidencia"1.

    El artículo XV de la convención celebrada enSanta Fe y Buenos Aires, por el enviado ad hoc,don Tomás Guido, dice: "Los gobiernos de BuenosAires y Santa Fe convienen en invitar a las demásprovincias de la república a la convención y reuniónde un congreso nacional para organizarla y consti-tuirla." Por el artículo XVI el gobierno de Santa Feautoriza al de Buenos Aires "para dirigir las relacio-nes exteriores con los Estados europeos y america-nos, y se compromete a recabar el accesit de lasprovincias de Corrientes y Entre Ríos"2.

    Por el tratado celebrado el 4 de enero de 1831entre Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, y ratifi-cado por el general Balcarce en Buenos Aires en 10de enero, las partes contratantes estipularon: "Invi-tar a todas las demás provincias de la República areunirse en federación con las tres litorales, y a quepor medio de un congreso general federativo searregle la administración general del país bajo elsistema federal, su comercio interior y exterior, su

    1 21 de septiembre de 1829.2 Convención formada en Buenos Aires el 18 de octubre de 1827, entre To-más Guido y Domingo Cullen, y ratificada por el general Vaimont y donEstanislao López.

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    navegación, el cobro y distribución de las rentasgenerales, consultando del mejor modo posible laseguridad y engrandecimiento de la República, sucrédito interior y exterior, y la soberanía y libertadde cada una de las provincias."

    Pero donde más aparente se hace esta condiciónde la próxima e inmediata reunión de un congresogeneral, es en la nota que pasó el gobierno de SanJuan, don Juan de la Cruz Vargas, instruyéndole delobjeto de la misión que le había confiado cerca de élel coronel borrego, gobernador entonces de BuenosAires, quien lo acreditó en decreto de 1° de sep-tiembre de 1827.

    "En la naturaleza misma de las cosas -dice el se-ñor Vargas3 -está el que la República conozca sucentro de unidad mientras no se constituye, y la per-sona en quien delegaren las autoridades provincia-les, pueda expedirse desde luego en los dos ramosde la guerra y relaciones extranjeras; al arbitrio delas autoridades provinciales les es dado la elecciónde la persona que, nacional, pero provisoriamente,se encargue de estos ramos hasta la reunión de uncuerpo nacional deliberante. Y si una vez puede te-

    3 Registro oficial de la provincia de San Juan, libro 2º, número 24, página 1,noviembre de 1827.

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    ner la jactancia el que suscribe de abrir opinión so-bre la persona que es indicada, se atreverá a señalarla del Excmo. gobernador de la provincia de Bue-nos Aires.

    "Porque, en primer lugar, tiene a la vista elmando del ejército que se halla en campaña (el delBrasil), la escuadra nacional, o mejor dicho, losrestos de uno y otro; en lo segundo, por lo que hacea relaciones exteriores, allí existen los ministros oagentes diplomáticos de las potencias que tienenrelaciones de amistad con nuestra República; en ter-cero, porque así se han pronunciado algunas pro-vincias, entre ellas novísimamente la de Mendozapor su ley de 30 de septiembre que acaba de pasar, yfinalmente, porque se encuentra una garantía en supersona (Dorrego) contra el peligro de una "usurpa-ción abusiva" del mando, por cuanto ha dado unaprueba nada equívoca en favor de la autoridad delos pueblos, poniéndose al nivel de ellos, según seexpresa en su circular, y lo ha marcado con los pri-meros pasos de su gobierno, y según finalmente loha comprobado eficaz e impertérritamente a la ca-beza de la oposición que derrocó (con influjo y es-fuerzo de las provincias) aquellas autoridades queabusaron de la sinceridad y confianza de los pue-

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    blos4. Las provincias podrán libremente designarleslas bases que quieran bajo el supuesto de que si elgobierno de Buenos Aires se presta a encargarse delos enunciados ramos, sólo será en fuerza de su pa-triotismo y por rendir un servicio importante a lacausa pública, pues sin disputa se halla en mejorproporción y aptitud, que los demás gobiernos paraprestarla.

    "En seguida de esto, y por no continuar en laacefalía en que nos observamos, debemos no perdermomento en concurrir a la formación de un cuerpodeliberante, sea congreso o convención preliminar aél, debiendo asegurar el que suscribe que sería pre-ferente la decisión por una convención desde luego,más bien que un congreso constituyente, en razónde que pudiéndose reunir con más brevedad la con-vención que el congreso, aquélla le dará a éste basesfijas sobre que pueda expedirse con más acierto, enpuntos determinados y fijos, evitando así las oscila-ciones, los errores y, si se quiere, los extravíos oaberraciones que se han observado en los prece-dentes, cuanto porque al parecer se pronuncian lasmás de las provincias, pudiendo asegurar el que ha-

    4 Alude al gobierno de Rivadavia y al Congreso de 1828, que declaró a Bue-nos Aires capital de la República bajo el sistema unitario.

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    bla estar por ella las otras dos tan heimanablementeunidas a la de San Juan, en que primero abrió sudecisión5.

    "Y como al decidirse esta provincia por la reu-nión de ese cuerpo deliberante, ya sea convención ocongreso, parece regular señalarle el lugar, siendoaconsejado el que suscribe indicar el de San Loren-zo o el de Santa Fe, ha podido hacer inclinar a lasdos provincias en que ha tocado, por el punto deSan Lorenzo.". . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    . . . . . . . . ."Sería un abundar si el enviado que habla se

    detuviese en persuadir a S. E. el señor gobernador, ala legislatura de la provincia, y a toda ella, que ladisposición de la de Buenos Aires es la de no sepa-rarse un punto de la voluntad y opinión general,nivelando su conducta con la de toda la República,respetando religiosamente lo que se sancionare pormayoría de los pueblos que la integran, y que estápronta a dar todas las pruebas de franqueza y con-fraternidad que sean necesarias para convencer queen sus consejos no entran ideas interesadas ni mez-quinas, y que el bien general, el honor y la dignidad 5 Mendoza y San Luis.

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    de la República es el punto céntrico, siendo de ellouna prueba dada el haberse puesto a la par de todaslas provincias, tratándolas de igual a igual, así comoel digno jefe que la preside tiene adoptada la mismamarcha con respecto a los Excmos. gobiernos detoda la nación, cuya conducta se manifiesta sinasomos de reserva en el lenguaje de la mencionadacircular de 20 de agosto..."

    En virtud de esta declaración de principios he-cha de una manera tan solemne por el enviado deBuenos Aires, la junta provincial de San Juan decla-ró en sesión del 20 de octubre del mismo año, loque sigue:

    "Artículo 1º La provincia de San Juan autorizaal gobernador y capitán general de la provincia deBuenos Aires para los negocios de guerra y relacio-nes extranjeras hacía la reunión del Congreso Na-cional.

    "Art. 2º La provincia de San Juan autorizaigualmente al go-bernador de Buenos Aires paraformar amistad, alianza ofensiva y defensiva contodas las repúblicas del continente americano, y re-cabar la cooperación a la guerra, contra el empera-dor del Brasil, etcétera.

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    Y como si la junta de representantes de aquellaprovincia temiese que el encargo de las relacionesexteriores que hacía al gobierno de Buenos Airesalejase la reunión próxima del congreso, que debíaponerle término en la misma sesión en que concedíael encargo provisorio, y con la misma fecha, sancio-nó con fuerza de ley lo que sigue:

    "Artículo 1° La provincia de San Juan declaraque no es su voluntad que la nación subsista in-constituida.

    "Art. 2° En su virtud, se decide por la forma-ción de una convención o congreso general que re-organice la nación y la constituya bajo de ungobierno representativo, republicano, federal.

    "Art. 3º La constitución que dé a la República elcongreso general será revisada y sancionada por laprovincia."

    El encargo provisorio de las relaciones exterio-res de tal manera depende del arbitrio de los go-biernos de las provincias, que cada vez que enBuenos Aires había cambio de gobernador, se harenovado con las mismas condiciones con que fueotorgado la primera vez. Por la ley de la Sala de Re-presentantes de la provincia de San Juan, de 8 deagosto de 1836, se sancionó lo que sigue:

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    "Artículo 1° La provincia de San Juan renuevala ley de 20 de octubre de 1827, autorizando al Ex-celentísimo señor gobernador de la provincia deBuenos Aires, don Juan Manuel de Rosas, para en-tender en los asuntos nacionales de guerra y relacio-nes exteriores, hasta que se dé la Constitución queha de regir la República, y para formar alianza ofen-siva y defensiva con las demás repúblicas america-nas."6 A continuación de esta ley está reproducido eltratado cuadrilátero, y la de 1833, que constituyó aSan Juan parte integrante de la liga, con la intenciónmanifiesta de recordar al encargado que, en virtuddel pacto federal vigente, se reservaba el derecho derevocar tal encargo, invitar a la reunión del congresotodos los derechos que emanan de dicho tratadoque en su artículo 1º7 declara en "su vigor y fuerzalos tratados anteriores celebrados entre los mismosgobiernos". Así tenemos, pues, en esta provincia,

    6 Registro oficial de la provincia de San Juan. 1836, número 1, libro 1º.7 San Juan, febrero 25 de 1833. La Honorable Sala de Representantes de laprovincia, en uso de la soberanía que inviste, ha acordado con valor y fuerzade ley lo siguiente: Art. 1º La provincia de San Juan se une a la liga de lasprovincias litorales y se compromete del modo más solemne al cumplimientode los artículos que comprende el tratado definitivo de alianza ofensiva ydefensiva de 4 de enero de 1831, celebrado en Santa Fe. Art. 2º El PoderEjecutivo de la provincia hará saber oficialmente esta resolución a todas lasprovincias hermanas confederadas, contestando de este modo a todas lascomunicaciones de sus dignos gobiernos a este respecto. Registro Oficial de laprovincia de San Juan, número 4, libro 2º.

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    mientras fue regida constitucionalmente: 1º Losmotivos, espíritu y límites del encargo en la nota delenviado Vargas, que motivó la ley de 20 de octubreconcediendo al gobierno de Buenos Aires el encar-go provisorio mientras se convoca el congresoprometido. 2º Una ley de la misma fecha, mostran-do la mente de la legislatura de no conceder tal en-cargo sino hasta la inmediata invocación. 3ºRenovación del encargo en la persona del señor Ro-sas, por ley de 1836, mientras se reúne el congreso,y 4º Reproducción a continuación del tratado cua-drilátero y de su aceptación, para hacer constar losderechos del gobierno de la provincia a invitar alcongreso y retirar el encargo.

    Tal es el derecho público escrito que rige nosólo el encargo de las relaciones exteriores, sinotambién la iniciativa en la convocación del Congre-so Nacional.

    El tratado cuadrilátero celebrado entre las pro-vincias del litoral de los ríos en 25 de enero de 1822,corroborado por el tratado del 4 de enero de 1831, aque han adherido todas las provincias confederadas,establece como una de las funciones de la comisiónque ha de representar permanentemente en SantaFe a cada una de las partes contratantes. -"Invitar a

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    todas las demás de la República, cuando estén enplena libertad y tranquilidad, a que por medio de uncongreso federativo se arregle la administración delpaís bajo el sistema federal, su comercio interior yexterior, su navegación, el cobro y distribución delas rentas generales, y el pago de la deuda de la Re-pública." El estatuto provisorio que se dio la pro-vincia de Entre Ríos, en el mismo año 1822 en quefirmó el tratado cuadrilátero, da testimonio de esteespíritu de dependencia de la convocación del con-greso general de las provincias. "La provincia deEntre Ríos, en el de La Plata, se declara y constitu-ye, con la calidad de por ahora, y hasta la sanción yúltimas declaraciones de un congreso general detodas, sobre la forma de gobierno, en un formalestado y gobierno representativo, dependiente, bajolas leyes que por estatutos se establecen."

    "2º Ella es una parte integrante de las ProvinciasUnidas del Río de la Plata, y forma con todas unasola nación, que se reconocerá bajo aquel dictado, uotro que acuerde el congreso general, a cuyas deli-beraciones se sujeta desde ahora, y promete estar ypasar por ellas sin contradicción, así en esto comoen todo lo demás que le corresponde."

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    La guerra civil que desoló la República desde1829 hasta 1842 estorbó la realización de ese votounánime y sostenido por todos los pueblos en todaslas épocas y en todas las circunstancias. Habría sidode temer, sin duda, que una vez autorizado cual-quiera de los gobiernos provisionalmente confede-rados a ejercer parte de las atribuciones del poderejecutivo nacional, opusiese resistencia, demoras yobstáculos, con este o el otro pretexto plausible,para retardar la convocación del congreso; pues queejerciendo provisoriamente el poder nacional, elinterés personal del gobernante así autorizado loinduciría a conservarlo todo el tiempo que fueseposible. Pero contra esta usurpación, por desgraciano sin ejemplo en la historia de los pueblos, ha que-dado siempre vigente al tenor literal del tratadocuadrilátero, y el derecho primitivo de los pueblos yde sus gobiernos, que les permite hacer cesar lo quees provisorio y pedir el cumplimiento de la condi-ción en virtud de la cual se estipuló la parte del con-venio ya cumplido.

    Los gobiernos confederados no pueden, legíti-mamente, prescindir de la convocación de un con-greso, ni estipular ellos de una manera irrevocable,por la sencilla razón de que no puede sin monstruo-

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    sidad chocante simularse un congreso de goberna-dores para constituir una nación, porque sería segu-ro que estipularían acuerdos en su propio beneficioy conservación. El congreso tiene por base consti-tutiva la elección de diputados ad hoc, elegidos porel pueblo a quien van a constituir.

    Resulta, pues, de la nota pasada al gobierno deSan Juan por el comisionado Dorrego gobernadorde Buenos Aires, y en cuya virtud se le encargó a él,y después a sus sucesores, la gestión de las relacio-nes exteriores:

    1º Que es "del arbitrio de las autoridades pro-vinciales" la elección de la persona que nacional,pero provisoriamente, se encargue de los ramos deguerra y relaciones extranjeras hasta la reunión deun cuerpo deliberante.

    2º Que en virtud de ser el encargo provisorio, esrevocable por las mismas autoridades provinciales.

    3º Que el gobierno de Buenos Aires, al solicitarpor medio de enviados dicho encargo, "ofrecía ensu persona una garantía contra el peligro de unausurpación abusiva del mando".

    4º Que al pedir la autorización declaraba que nodebía perderse momento para la convocación de uncongreso, condición y término de la solicitud.

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    5º Y último, que el tratado cuadrilátero, que esley vigente de la Confederación, a más de dar a cadauna de las provincias, establece las atribuciones queson de la competencia exclusiva del congreso, a sa-ber:

    -Arreglar la administración general del país bajoel sistema federal.

    -Arreglar su comercio interior y exterior.-Su navegación.-El cobro y distribución de las rentas generales.-El pago de la deuda pública.Desde 1827, en que se anunció por el gobierno

    de Buenos Aires la próxima convocación del con-greso, y en que las provincias declararon ser su vo-luntad no permanecer inconstituidas; desde 1831,en que se reservaba cada una la iniciativa de la con-vocación, hasta 1850, que está para expirar, la pala-bra congreso parece haber sido abolida de nuestrolenguaje político, y lo que se dio como provisorio yde las circunstancias del momento tomarse por de-finitivo y normal.

    Si hay un gobierno a quien el decoro y la digni-dad de su posición le imponen el deber de no opo-ner resistencias a ese antiguo y postergado voto dela nación, es el de Buenos Aires, por temor de que

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    la historia lo culpe de querer confiscar en provechodel simple gobernador de una provincia las faculta-des que sólo puede ejercer la nación; por temor deque se crea que arrancó dolosamente a la sinceridadde los gobiernos de las provincias una concesióncondicional, resuelto a no cumplir jamás con lacondición expresa en cuya virtud se hacía la conce-sión. Últimamente el reproche de usurpación deautoridad de que daba garantías la persona de Do-rrego, recaería sobre aquel que obteniendo la mismaconcesión no reconociese lo que Dorrego recono-ció para obtenerla, en su circular de 30 de septiem-bre, en que dio una prueba "nada equívoca en favorde la autoridad de los pueblos", "para convencerque en sus consejos no entran miras mezquinas einteresadas", siendo de ello una prueba dada el ha-berse puesto (Buenos Aires con la renuncia a la pre-sidencia) a la par de todas las provincias, tratándolasde igual a igual. Si esta perfecta igualdad existe, elcargo de usurpación no tiene lugar.

    Dadas estas bases, que convención posteriorninguna puede desvirtuar ni invalidar, porque son laley pública, el derecho nacional natural y escrito delencargo de las relaciones exteriores, séanos permiti-do entrar en el examen de los acontecimientos

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    posteriores y en los resultados obtenidos por el en-cargado provisorio. Desde luego salta a la vista quedesde 1827, en que se hizo la autorización proviso-ria, han transcurrido, hasta 1850, veintitrés años, sinque la condición sine qua non de la convocación delindispensable congreso haya tenido lugar; y comoen 1850 no se habla ni por incidente de la intenciónde convocarlo, la razón natural induce a creer queen 1860 aún no se hablará de tal institución. El es-tado actual provisorio, aconsejado y pedido por elgobierno de Buenos Aires, a condición de convocarun congreso, ¿será la ley definitiva de la nación? ¿LaRepública se ha escogido una capital sin que se sepael día ni la época en que tuvo lugar tal denomina-ción? ¿Las provincias han renunciado a su derecho,no sólo de ser oídas, sino de dar sus órdenes a susencargados, y reunidas en congreso proveer a lasnecesidades de todas y cada una de ellas? ¿Por quéanomalía monstruosa sucede que una Repúblicarepresentativa federal no tiene congreso, mientrastodas las repúblicas americanas lo tienen, y aun losgobiernos despóticos de Austria y de la Prusia hanaceptado u otorgado constituciones que reglan elejercicio de los poderes y aseguran la libre expresión

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    de la voluntad de los gobernados, representadosdebidamente en asambleas y congresos?

    Recomendamos estas consideraciones a todoslos ciudadanos federales de la República Argentina.Sobre ellos pesa el cumplimiento de sus propiaspromesas, sobre ellos la decadencia de la República,su atraso en relación con las otras americanas. Eltiempo que pasa agrava la situación, cada día el malse hace irremediable y el estado provisorio que sub-siste por veintitrés años puede subsistir indefinida-mente, y las provincias quedar en lo sucesivo amerced de los diversos gobernadores de la ciudadde Buenos Aires.

    La necesidad de la convocación inmediata delcongreso que resulta del estudio del derecho, no esmenos imperiosa que la que nace del examen de loshechos actuales. ¿Cuál es la situación actual de laRepública? Nuestras armas sitian a Montevideo ha-ce ocho años. Semejante duración es casi sin ejem-plo en la historia de las naciones. Nuestroencargado provisorio de las relaciones exteriores hacreído comprometida la dignidad nacional en resta-blecer de viva fuerza en la autoridad legal de unanación extraña al general Oribe. Ocho años ha co-rrido la sangre argentina en una guerra exterior;

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    ocho años hace que la Francia y la Inglaterra hantomado parte en estas disidencias. Ocho años que, acausa de ellas, la Francia tiene en su poder un puntoimportante de nuestro territorio; y ocho años haceque las rentas de la nación, sus fuerzas, su energía,se agotan y aniquilan en prosecución de aquella em-presa. Acaso el derecho está de nuestra parte; pero¿debemos prolongar para siempre este estado decosas? ¿No pudiera buscarse un desenlace que deja-se bien parado el honor nacional, ahorrándonos pa-ra lo sucesivo las calamidades de un estadopermanente de guerra y las humillaciones que en lasvicisitudes de los acontecimientos humanos estánreservadas, no para el injusto, sino para el débil? Sisomos fuertes, ¿por qué no hemos podido en ochoaños ocupar una ciudad despoblada, consumida porlas disensiones y la miseria? Y si somos fuertes, ¿porqué no emplear nuestras fuerzas en constituirnos demanera que todas las partes constituyentes del Es-tado gocen de las mismas ventajas?

    ¿Tememos que las potencias extranjeras con-quisten nuestro territorio? Pero esto es precisa-mente el mal a que nos expondríamos negándonosa toda transacción y a todo arreglo que no sea so-

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    meter a los otros poderes contrincantes a hacer loque nosotros queremos.

    El único resultado claro que han dado ochoaños de luchas, hasta hoy estériles, es que nuestrosejércitos estén fuera de los límites de la República, yque la Francia retenga en su poder la isla de MartínGarcía, que es la llave del país. Si nuestro honor estácomprometido en la lucha, ¿lo está por ventura enreconocer ciegamente como la única conducta bue-na aquella que sigue el encargado de las relacionesexteriores? ¿Amancilló su honor la orgullosa Ingla-terra, desaprobando altamente la conducta de susencargados en los asuntos del Plata, Mandeville,Purvis, Ousseley? ¿Se ha degradado la Francia des-conociendo los actos de Deffaudis, Gross, de Ma-reuil, Leprédour? Y lo que tan grandes naciones hanpodido hacer sin mengua para satisfacernos de susbuenas intenciones, ¿no podríamos hacer nosotrosante ellas y el mundo, para que se viese que no eraobstinación ciega, ni terquedad irreflexiva, lo quenos impulsa a llevar el mantenimiento de lo quecreemos nuestro derecho más allá de los límites quela prudencia y el interés nacional exigen?

    Lejos de nosotros la idea de exigir una desapro-bación de la manera como se ha desempeñado el

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    encargo provisorio de mantener las relaciones exte-riores hecho al gobierno de Buenos Aires; pero na-da parece más natural que las provincias que loencargaron, reunidas en congreso, reasuman la co-misión, pidan cuenta del encargo, oigan por sí mis-mas las quejas de las otras potencias, den la razón aquien la tenga y adopten cualquier temperamentoque conduzca a conciliar el honor y la gloria de laConfederación con su progreso y sus intereses des-truidos por esta guerra sin fin. Un encargado irres-ponsable corre riesgo de abandonarse en la gestiónde los negocios públicos a los ímpetus de su carác-ter personal, y dar por cuidado de los intereses de lanación, celo por su gloria, lo que acaso no es másque terquedad, orgullo y falta de habilidad y pru-dencia.

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    CAPITULO II

    LAS PROVINCIAS UNIDAS DEL RÍ0 DE LAPLATA, EL PARA-GUAY Y LA REPÚBLICA

    DEL URUGUAY.

    Para darnos idea de la gravedad de los negociosque reclaman imperiosamente la convocación de uncongreso general que ponga término a la lucha quepor tantos años ensangrienta las márgenes del Ríode la Plata, debemos tener en cuenta los diversospoderes interesados en su desenlace, y los altos inte-reses que deben ser atendidos.

    No es sólo una cuestión de la ConfederaciónArgentina la que se debate, sino la de las AntiguasProvincias Unidas del Río de la Plata, y a más, otracon la Francia, que ha hecho nacer la ingerencia quesus nacionales emigrados a América han tomado en

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    los asuntos de Montevideo. Si las provincias quecomponen hoy la Confederación Argentina, con-sultando la paz y esperando desde 1842 un próximodesenlace, han podido abandonar sin trabas la ges-tión de sus relaciones exteriores a su encargadoprovisorio, no sería justo exigir a Montevideo y alParaguay que se sometan a la decisión y a Ia volun-tad de dicho encargado sin que las provincias con-federadas traten de buscar por sí mismas y reunidasen congreso un medio de avenimiento y arreglo.

    La voz pública atribuye al encargado de las rela-ciones exteriores el secreto designio de reunir el Pa-raguay y el Uruguay a la Confederación Argentina.Créese que el general Oribe, sometido al gobiernode Buenos Aires de diez años a esta parte, obrandocon fuerzas argentinas, no podría, aunque quisiera,en adelante substraerse a la influencia del gobiernode Buenos Aires, que lo habría elevado y lo sostieneen sus pretensiones. Cualquiera que sea la verdad aeste respecto, el hecho es que la República del Uru-guay ha estado por diez años y permanece compli-cada en intereses y pasiones de partido con laConfederación Argentina; que su independenciadefinitiva no ha podido hacerse efectiva en el he-cho, estorbándolo la naturaleza de las cosas, los há-

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    bitos comunes a ambos pueblos y sus verdaderosintereses.

    Apreciando en su justo valor los desastres deque ha sido víctima Montevideo, las ingentes fortu-nas destruidas, la campaña asolada y los millares decadáveres que ha costado esta fatal guerra, el obser-vador, entristecido, se pregunta si en el orden actualde cosas, y con una pacificación que no remedieradicalmente los males, podrán Montevideo y Bue-nos Aires, desligados de todo vínculo político, per-manecer largos años en paz sin renovar susquerellas y envolver el país en nuevos desastres.¿Qué es lo que ha sucedido hasta aquí? El Uruguaydividido en partidos, agitado por las ambiciones desus caudillos, no ha podido desprenderse de lasProvincias Unidas de que fue segregado. La ambi-ción del general Rivera le hizo llamar en su auxilio alos argentinos que por millares estaban aislados enMontevideo; y el general Oribe, para reponerse desu vencimiento, buscó naturalmente el apoyo delgobierno de Buenos Aires. Como se ve, y sin ca-racterizar ninguno de estos hechos, la fuerza mismade las cosas atraía al Uruguay en sostén de sus ban-dos políticos nacionales, las influencias y las fuerzasargentinas; y este hecho se repetirá siempre, con

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    iguales consecuencias desastrosas para el Uruguaycomo para la Confederación Argentina; pues a na-die se oculta que las luchas entre Oribe y Rivera, deque procedió la guerra actual, nos cuestan millaresde vidas argentinas, todos los recursos de la naciónsacrificados durante diez años al empeño de resta-blecer a Oribe, y la paralización de nuestro progre-so, por la extenuación de las provincias y la falta derecursos para emprender las obras de utilidad públi-ca que faciliten el comercio, como apertura de ca-minos, canales, navegación por vapor, etc.

    Que si consideramos al Uruguay en completapaz con la actual Confederación Argentina, los ma-les que es fácil prever no son menores que los queprovienen de la guerra. Montevideo y Buenos Aires,situadas a la embocadura del Río de la Plata, reci-biendo cada una de primera mano las mercaderíaseuropeas, lucharán cada una de por sí por absorber-se el comercio del río, servir de almacén, de depó-sito a las mercaderías, de centro de intercambio deproductos, y por una ruinosa competencia de favo-res y ventajas ofrecidas al comercio, o promoviendodisturbios en el Estado vecino, trabajarán por arrui-narse recíprocamente.

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    Hay quienes creen que la prolongación del sitiode Montevideo por ocho años consecutivos, noobstante la superioridad de las fuerzas sitiadoras y lamiseria y la debilidad de los sitiados, tiene en vistaarruinar lentamente a Montevideo, en beneficio deBuenos Aires; y si este pensamiento es fundado,puede decirse que el resultado ha ido más allá de loque una política de destrucción podía prometerse.Sitiados y sitiadores, orientales y argentinos, amigosy enemigos, nacionales y extranjeros, todos hanpuesto la mano en la ruina del Estado uruguayo.

    Oribe, para mantener un numeroso ejército, hadiezmado los ganados; sus enemigos han asolado lascampañas, la ciudad se ha despoblado, sus edificiosy plazas públicas han sido vendidos a vil precio,empeñadas sus rentas, destruido su comercio, y unmontón de ruinas reemplazado la pasada prosperi-dad de Montevideo. Si Oribe penetra en Montevi-deo, es claro que con él penetra la influenciaargentina, en despecho de los odios confesados uocultos que labran a los orientales. Si la influenciaargentina no triunfa, ¿se estará quieto el encargadode las relaciones exteriores, sin estar tramando se-cretamente nuevas complicaciones al EstadoOriental?

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    La posición del Paraguay con respecto a BuenosAires no es menos precaria y azarosa. Aquella re-mota porción del antiguo virreinato de Buenos Ai-res tuvo para declararse independiente que sacrificarsu comercio, su civilización, y entregarse a un tiranosombrío, que, excitando el sentimiento de la inde-pendencia y el odio a los argentinos y a los extranje-ros, redujo a la esclavitud más espantosa a susconciudadanos; porque es la práctica de todos lostiranos apoyarse en un sentimiento natural, peroirreflexivo, de los pueblos, para dominarlos.

    El nombre del doctor Francia sólo recuerda hoytodos los excesos, todas las crueldades de un dés-pota. Muerto el tirano, el Paraguay, después detreinta años de degradación y de miseria, se en-cuentra en los mismos conflictos con las provinciasargentinas, y sin haber avanzado un paso en su im-posible conato de ser independiente. Colocadoaquel territorio en el interior de la América, a lamargen del río de su nombre, tiene cuatrocientasleguas de ríos argentinos para ponerse en contactocon el comercio europeo. Su interposición en eltránsito de los pueblos argentinos lo hacen, además,un obstáculo para el desarrollo de estos últimos.Salta, Tucumán y Jujuy tendrían hoy una vía acuáti-

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    ca por el río Bermejo, si el doctor Francia no hubie-se aprisionado al benemérito Soria, que emprendiócon suceso la navegación de aquel río hasta los con-fines del Paraguay, donde fue detenido8. La Confe-deración Argentina tiene, pues, un interés real enevitar para lo sucesivo estos tropiezos opuestos a sucomercio, como asimismo el Paraguay tiene interésen ligarse con la Confederación Argentina para go-zar de igual a igual con Buenos Aires de las ventajasdel comercio europeo.

    Esta dependencia de la Confederación es co-mún a la República del Uruguay, cuya arteria decomercio interior es el Uruguay mismo, con sus tri-butarios que desembocan arriba de la isla de MartínGarcía, y, por tanto, queda subordinado, como elParaná, a la legislación que le imponga el Estadoposeedor de aquella isla, que sirve de fortificaciónde la entrada de los ríos.

    De todas estas consideraciones resulta que lasolución que haya de darse a la cuestión del Plata nodebe en justicia, y en previsión de males futuros,entregarse a la dirección de un encargado proviso-rio, a quien puede cegar su propio interés, o el de laprovincia confederada que rige. En esta solución 8 Véase la relación del viaje de Soria.

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    final han de consultarse los intereses de cada una delas provincias que forman la Confederación Argen-tina, los de la República del Uruguay y los del Para-guay, todas y cada una interesadas en hacer unarreglo de sus relaciones comerciales, de la navega-ción de sus ríos y de su independencia recíproca, sinsacrificar los intereses de todas las provincias al in-terés de una de ellas, ni el de todos los Estadoscontrincantes al de uno solo.

    Este temperamento, a más de aconsejarlo la es-tricta justicia, lo reclama el estado actual de la lucha.El encargado provisoriamente de las relaciones ex-teriores, no obstante la energía de los medios em-pleados, no obstante los inmensos recursos que laConfederación ha puesto en sus manos, no obstanteel inaudito poder con que ha sido investido, hastaponer las vidas y las fortunas de los ciudadanos a sudisposición, no ha podido en diez años de guerrasdesastrosas, de negociaciones diplomáticas mil ve-ces anudadas y rotas otras tantas, terminar estas di-ferencias. Después de diez años, el general Oribe, aquien creyó del deber y del interés de la Confedera-ción Argentina restablecer en el mando, está fuerade Montevideo; y en estos diez años tan calamitosospara la Confederación y para el Estado del Uruguay,

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    no sólo Montevi-deo no ha sido sometido, sino quenuevas complicaciones han surgido.

    El Paraguay permanece, como en 1812, sin si-tuación política, y lo que es mil veces peor, una po-tencia extranjera ocupa a título de rehenes un puntoimportante de la República. El pabellón de Franciaflota sobre las fortalezas de Martín García.

    No maldigamos de la Providencia, que disponey dirige los acontecimientos humanos. Deploremosnuestros propios extravíos, que han concitado con-tra nosotros tantos intereses y tantas pasiones; peroantes de entregarnos al desaliento, busquemos elmedio de conciliar nuestra dignidad nacional conlos intereses de los demás, y sacar del mal mismo deque somos víctimas el remedio que ha de estorbaren lo sucesivo la repetición de iguales calamidades.Acaso la Providencia ha querido favorecernos, po-niendo límites forzosos a nuestros deseos desorde-nados, y ligando de tal manera intereses diversos,que de la solución que las circunstancias del mo-mento exigen resulte la prosperidad de los Estadosdel Río de la Plata y la libertad de los pueblos quelos forman.

    La República del Uruguay, como la provinciaemancipada del Paraguay, repugnan someterse a la

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    antigua dependencia en que antes estuvieron deBuenos Aires. Montevideo no tiene sino motivos dedesconfianza y de odio contra su rival de comercioy de posición en el Río de la Plata.

    El Paraguay y el Uruguay no tienen interés al-guno que los ligue a Buenos Aires, que está fuera desus rutas naturales de comercio. Estos dos Estadosno tienen, además, ningún motivo de deferencia pornuestro encargado de las relaciones exteriores, cuyonombre, cuya política, cuya voluntad, cuyo sistemade gobierno, aparece hace quince años como la ex-presión legal del nombre, de la política, de la vo-luntad y del sistema de gobierno de laConfederación Argentina. El gobierno de Montevi-deo, como el general Oribe mismo, como el del Pa-raguay, se negarían a entregar sus destinos en lasmanos de nuestro encargado provisorio de las rela-ciones exteriores. La ciudad comerciante de Monte-video resistirá ahora y siempre a someterse a surival, la ciudad comerciante de Buenos Aires.

    El derecho escrito, por otra parte, de las frac-ciones del antiguo virreinato de Buenos Aires, sepa-radas más tarde, establece perentoriamente estaindependencia. En la convención celebrada el 11 deoctubre de 1811, entre las juntas gubernativas de

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    Buenos Aires y del Paraguay9, se establece, artículoV, que: "Por consecuencia de la independencia enque queda esta provincia del Paraguay de la de Bue-nos Aires, conforme a lo convenido en la citadacontestación oficial del 28 de agosto último, tampo-co la mencionada Excma. Junta pondrá reparo en elcumplimiento y ejecución de las demás deliberacio-nes tomadas por esta del Paraguay en junta general,conforme a las declaraciones del presente tratado; ybajo de estos artículos, deseando ambas partes con-tratantes estrechar más y más los vínculos y empe-ños que unen y deben unir ambas provincias en unafederación y alianza indisoluble, se obliga cada unapor la suya, no sólo a conservar y cultivar una since-ra, sólida y perpetua amistad, sino también a auxi-liarse mutua y eficazmente en todo género deauxilios, etc."

    No es menos explícita, en punto de indepen-dencia de Buenos Aires, la convención preliminarde paz entre el Brasil y la República Argentina queaseguró la independencia de Montevideo, tít. V: "Elgobierno de la República Argentina concuerda endeclarar por su parte la independencia de Montevi- 9 Esta convención fue firmada en la Asunción del Paraguay por don FulgencioYedros, el doctor Francia, el general Belgrano, don Pedro Juan Caballero y el

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    deo y en que se constituya en Estado libre o inde-pendiente en la forma declarada en el artículo ante-cedente (bajo la forma de gobierno que juzgareconveniente a sus intereses, necesidades y recur-sos)."

    Art. X: "Siendo un deber de los dos gobiernoscontratantes auxiliar y proteger a la provincia deMontevideo hasta que ella se constituya plenamente,convienen los mismos gobiernos en que, si antes dejurada la Constitución de la misma provincia y cincoaños después la tranquilidad y seguridad fuese per-turbada dentro de ella por la guerra civil, prestarán asu gobierno legal el auxilio necesario para mante-nerlo y sostenerlo. Pasado el plazo expresado, cesa-rá toda la protección que por este artículo sepromete al gobierno legal de la provincia de Monte-video, y la misma quedará en perpetua y absolutaindependencia."

    Estas cláusulas de la convención preliminarajustada, necesitan, para su inteligencia y alcance, sercomparadas con las de las redacciones diversas queen el curso de la negociación rechazaron constan-temente como inadmisibles los negociadores argen-tinos, y entre las cuales se encuentra ésta: "Las doctor don Vicente Echeverría.

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    partes contratantes se obligan a abstenerse, por sí,de toda ingerencia directa o indirecta, y a estorbarde común acuerdo, con todos sus medios, la inge-rencia de cualquiera otra potencia europea en laformación de la constitución política y gobierno quelos habitantes de dicho Estado juzguen convenienteestablecer. Él será regido por autoridad del propiopaís ejercida por sus naturales; -será asimismo decla-rado incapaz de ser incorporado a otro país por su-misión, por federación, o de cualquiera otra forma aningún otro Estado europeo o americano."

    Rechazado este artículo, que imponía límites a laindependencia y a las futuras formas de gobiernoque la provincia de Montevideo quisiese darse, se-gún se lo aconsejasen sus intereses, resulta demos-trado que la República del Uruguay, si así fuere suvoluntad, puede asociarse en federación a otro Es-tado, sin traspasar los límites que el espíritu y la letrade la convención preliminar de paz con el Brasilimponía a la independencia por ella asegurada.

    Ahora preguntaríamos nosotros: Atendida laprolongación de la ruinosa lucha que ha sostenido laRepública del Uruguay, sin desenlace posible hastahoy; atendida la inevitable fatalidad de su condiciónque la liga forzosamente a las luchas políticas de la

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    Confederación Argentina, como lo han demostradolos veinte años de independencia ilusoria de que hangozado, atendida la independencia de la Confedera-ción en la que queda el río Uruguay; bajo el dominiode la isla de Martín García, atendido que esta isla nopuede serle entregada porque le quedaría sujeta lanavegación del Paraná, que domina conjuntamenteatendidos, en fin, los comunes intereses comercialesde ambos Estados que la naturaleza ha ligado inse-parablemente, atendidos tan sagrados intereses, no-sotros preguntaríamos a los sitiadores y a lossitiados en Montevideo, aquellas dos partes de unanación empeñada ocho años en una lucha fratricida,si hallan dificultad insuperable, invencible para aso-ciarse al Paraguay y a la República Argentina en unafederación con el nombre de Estados Unidos de laAmérica de Sur, u otro que borre todo asomo dedesigualdad.

    Preguntamos al general Oribe, que obedece algeneral argentino Rosas hace diez años, sin reserva,sin contradicción, usando para sus propósitos delpoder, de los recursos, de la sangre de los argenti-nos, si encontraría absurdo, chocante, reconocer laautoridad de un congreso general, compuesto de

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    orientales y argentinos, para arreglar en común losintereses de los Estados del Plata.

    Preguntamos igualmente a la ciudad de Monte-video, cuya suerte depende de auxilios extranjeros,que de un día a otro puede por la suerte ser entre-gada a la merced de su enemigo, si en lugar de so-meterse a su rival Buenos Aires no se encontraríabien servida formando parte de un grande Estado,cuyas leyes fuesen igualmente equitativas para Bue-nos Aires como para Montevideo, poniendo térmi-no al estado provisorio de la ConfederaciónArgentina, que da existencias al poder provisional,pero terrible e ilimitado, de que está investido elencargado de las relaciones exteriores.

    Nuestro ardiente deseo de ver terminarse unalucha fratricida que tiene escandalizado al mundo,avergonzada a la América, aniquilada la riqueza deEstados que debieran ser florecientes, y aherrojadala libertad de los pueblos que más sacrificios hanhecho por dársela, no nos alucina hasta creer quetodas las partes interesadas acogerían con ardor lasolución que ofrecemos a la situación actual. ¡No!No es así como obran de ordinario los gobiernos nilos partidos. El grito de las pasiones sofoca casisiempre la voz templada de la razón, y el interés

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    personal del ambicioso se antepone de ordinario alinterés duradero de la patria.

    Proponemos una transacción, fundada en lanaturaleza de las cosas, y, afortunadamente, Estadoalguno de los comprometidos en la lucha es dueñode su voluntad en este momento. El general Oribedepende del encargado de las relaciones exterioresque lo sostienen. El encargado provisorio dependede los gobiernos de las provincias federales que leconfiaron el poder de representarlas, y pueden reti-rárselo.

    El Paraguay está subordinado a la embocadurade los ríos que le sirven de intermediarios con elcomercio europeo. Montevideo depende de los sub-sidios que la Francia le adelanta para sostenerse. LaConfederación Argentina, el Paraguay y la Repúbli-ca del Uruguay están, en fin, dependientes de la po-sesión de la isla Martín García, que es la llave delcomercio del Paraguay y del Paraná y, por tanto, delos intereses de Montevideo, Buenos Aires Santa Fe,Corrientes, Entre Ríos, el Paraguay y todas las pro-vincias enteras.

    No hablemos, pues, de derechos imprescripti-bles; no busquemos en una tenaz y culpable obsti-nación la solución de las dificultades que nos

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    asedian. Tomemos consejos de las circunstancias, ydemos a cada uno lo que legítimamente tiene dere-cho de exigir, sin perjudicar a los demás. Si la vio-lencia ha de emplearse para compeler a unatransacción, que sea la que imponga la voluntad delmayor número al menor. Nuestro derecho escritoasí lo establece. El gobierno de Buenos Aires, al so-licitar de las provincias el encargo provisorio de lasrelaciones exteriores, prometió solamente "oponer-se al nivel de las provincias", "esperar religiosa-mente lo que sancionase la mayoría de los pueblosque reintegran la República"... "por cuanto ha dadopruebas nada equívocas en favor de la autoridad delos pueblos"10.

    Los Estados Unidos de Norte América, tan ce-losos de sus libertades de Estados confederados,sancionaron, al organizar la Federación, que si lastres cuartas partes de los Estados reconocían laConstitución, éstos compelerían por la fuerza de lasarmas a los disidentes a conformarse con ella. Lasprovincias argentina reunidas en congreso, y el Pa-raguay y los diversos partidos que luchan en las mu-rallas de Montevideo, pueden, pues, compeler con

    10 Véase la nota citada del enviado Vargas, en cuya virtud se concedió algobierno de Buenos Aires el encargo de las relaciones exteriores.

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    sus armas y el auxilio de la Francia a someterse a ladecisión del congreso general, a cualquier gobiernoque, abusando de su fuerza y de su posición, se ne-gase por intereses particulares, suyo o de su provin-cia, a entrar en un arreglo definitivo de este tristeestado de cosas, que ha hecho del Río de la Plata lafábula del mundo, y un caos de confusión y de de-sastres.

    Lejos de nosotros la idea de querer someter a laRepública del Uruguay ni al Paraguay a condicionesque no hayan sido libremente discutidas y aceptadaspor ellos. Lejos de nosotros la ruinosa idea de que-rer que Montevideo abdique su rango y sus ventajascomerciales en favor de Buenos Aires, su rival deposición, como tampoco que el Paraguay acepte lascondiciones que para su libre comercio quieran im-ponerle las ciudades ribereñas de los ríos que me-dian entre su territorio y el mar. Por esto es quepedimos la reunión de un congreso general, en queel pacto de unión y federación se establezca bajotales bases, que todas las partes contratantes en-cuentren garantías de ser respetadas en sus interesesy libertad política y comercial.

    En virtud de estos mismos principios, el encar-go de las relaciones exteriores debe cesar por la

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    convocación inmediata del congreso, cuya ausenciase propuso suplir por sólo algunos meses.

    Las grandes ciudades de Montevideo, BuenosAires, ni la Asunción del Paraguay, pueden servir decentro a las concesiones, porque ellas son las quehan sostenido y alimentado entre sí la lucha que portantos años ha devorado la substancia de los pue-blos; y el espíritu de conciliación que debe presidiren este deseado arreglo, como el estudio de los inte-reses vitales de cada una de las provincias confede-rales, aconsejan que se remuevan desde ahora todoslos motivos de celos, de irritación, y todos los re-cuerdos desagradables que puedan obstar a lapronta pacificación del Río de la Plata y a la organi-zación definitiva de la Confederación.

    Lo que no es sino una previsión natural conrespecto a la influencia de aquellas ciudades, se con-vierte en un hecho, cuando se aplica al encargado delas relaciones exteriores, quien, cualquiera que sea elpatriotismo que le atribuyamos, sus antecedentes, suposición, le obligan a seguir fatalmente en adelantela misma línea de conducta que ha seguido en diezaños. Por otra parte, el encargado provisorio, de-biendo concluir en su encargo en el momento quese nombra y reúna el congreso, su interés personal,

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    cualesquiera que sus virtudes sean, le inducirá aoponer obstáculo a la cesación del poder que invis-te, pues aunque provisorio, es tan extenso e ilimita-do, como no sería si fuese duradero y regular.

    En 1833 el general Quiroga exigió la convoca-ción del congreso, retardada desde 1829 por nues-tras disensiones; y no obstante que entonces laRepública gozaba de completa paz interior y la opi-nión federal había triunfado en el gobierno de todaslas provincias, el de Buenos Aires encontró y expu-so razones más o menos plausibles para oponerse ala deseada convocación, con el fin, es preciso nodisimulárselo, de perpetuar el encargo de las rela-ciones exteriores de que estaba en posesión y de quepodría exonerarlo el congreso. El voto, pues, delgobernador de Buenos Aires contra la inmediataconvocación del congreso sería, no nos cansaremosde repetirlo, sospechoso de intentar la usurpacióndel poder, contra la cual protestaba el coronel Do-rrego al solicitar el dicho encargo.

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    CAPITULO III

    LA CAPITAL DE LOS ESTADOS UNIDOSDEL RÍO DE LA PLATA.

    Hay un hecho notable en la historia de la Repú-blica y de la Confederación Argentina, y es quenunca ha reconocido una capital, y que el partidofederal se opuso a la constitución unitaria de 1826,porque Buenos Aires era designada como centro delos poderes políticos que dicha constitución creaba.Los enviados del coronel Dorrego a las provincias,inmediatamente después de la disolución del Con-greso de 1826 a fin de recabar de los gobiernos fe-derales el encargo provisorio de los ramos deGuerra y Relaciones Extranjeras, indicaron a nom-bre del Gobierno de Buenos Aires como punto dereunión del próximo Congreso, a San Lorenzo, o

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    Santa Fe, ambos puntos fuera del territorio de Bue-nos Aires, a fin de no herir las susceptibilidades delas provincias; y aunque el enviado cerca del Go-bierno de San Juan se inclinase a hacer preferir aSan Lorenzo, la Convención de diputados se reunióen Santa Fe, como punto más independiente deBuenos Aires.

    El tratado cuadrilátero adicionado que sirve depacto provisorio de la actual Confederación Argen-tina, a más de establecer la obligación de cada pro-vincia contratante de invitar a Congreso en elmomento que la paz interior se restableciese, esti-puló en sus artículos adicionales de 1831 que: "Inte-rin durase el estado de cosas, y mientras no serestablezca la paz pública en todas las provincias dela República, residirá en la capital de Santa Fe unacomisión, compuesta de un diputado por cada unade las provincias litorales, cuya denominación seráComisión representativa de los gobiernos de lasprovincias litorales de la República Argentina, cuyosdiputados podrán ser removidos al arbitrio de susrespectivos gobiernos cuando lo juzguen conve-

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    niente, nombrando otros inmediatamente en su lu-gar."11

    Citamos esta cláusula para mostrar cuál fue elpensamiento dominante de los pueblos con res-pecto al lugar adecuado para la reunión de un Con-greso deliberante. Aquellos motivos, acasoinfundados, de temor a la influencia demasiado po-derosa de Buenos Aires, toman hoy nueva fuerza dela circunstancia de ser aquella ciudad la residenciadel Encargado de los negocios exteriores, facultadocon la suma del poder público por la legislaturaprovincial, en virtud de la cual los diputados delCongreso deliberante quedarían por solo hecho deestar en la ciudad de Buenos Aires bajo el régimende dependencia del poder absoluto que inviste elgobernador de aquella provincia, y por tanto, priva-dos de toda independencia de la emisión, por laprensa y en la tribuna de sus opiniones.

    Ni se concibe cómo un congreso que puede re-sidenciar al encargado de las relaciones exterioressobre el uso que de tal encargo ha hecho en veinti-trés años, puede estar bajo la jurisdicción irrespon-sable de ese mismo encargado. Pero la cuestión 11 Art. XV: El tratado celebrado entre los Excmos. Gobiernos de las provin-cias litorales de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, en Santa Fe a 4 de enero

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    toma mayor gravedad cuando se considera que vana arreglarse en este Congreso las diferencias queexisten entre las ciudades de Buenos Aires y Mon-tevideo, y a dar su legítima representación, no sólo acada una de las provincias de la Confederación, sinoal Paraguay, y tanto a los orientales que siguen lasbanderas del general Oribe como a los orientalesque se defienden dentro de las murallas de Monte-video.

    Ni sería fuera de propósito que los argentinosque están expatriados en el Brasil, Uruguay, Chile yotros puntos hiciesen oír su voz en cuestiones queson de interés general, y que por la naturaleza mis-ma del asunto tienen por base reconocer los princi-pios federales como única base posible de uniónque admitiría el Paraguay y Montevideo.

    El local para la reunión del congreso general hade estar de tal manera situado, con tales garantíasresguardado, que todas las opiniones se hallen encompleta libertad, todos los intereses respetados, ytodas las susceptibilidades puestas a cubierto decualquier viso de humillación. Si no existiera estelugar privilegiado en el Río de la Plata, debiera in-ventarse uno que estuviese al abrigo de toda cone- de 1831.

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    xión e influencia de los diversos Estados. Si no hu-biese una nación que por su respetabilidad pudiesegarantir este terreno neutro, debiera invocarse laprotección de alguna de las que han tomado parteen la cuestión del Plata.

    Afortunadamente el local existe, y es célebre yaen la historia de las colonias españolas por la reu-nión de los diputados de las coronas de España yPortugal, para transigir por medio de conveniosamigables prolongadas cuestiones de límites y po-ner, como al presente, término a guerras asoladoras.La nación garante de la libertad de las discusionesdel congreso posee este punto del territorio, y elmedio de hacérselo devolver a la Confederaciónsería ponerse en posesión de él el congreso general,quedando desde este momento sometido a su juris-dicción.

    Hablamos de la isla de Martín García, situada enla confluencia de los grandes ríos, y cuya posesióninteresa igualmente a Buenos Aires, a Montevideo,al Paraguay, a Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes,cuyo comercio está subordinado al tránsito bajo lasfortalezas de esta isla. Ocupándola el congreso, laocuparán al mismo tiempo todas las provincias, to-das las ciudades interesadas, todos los Estados con-

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    federados. Ocupada la isla central por el congreso,quedaría garantizada la libertad comercial de todoslos Estados contratantes, sin el peligro que hoy sub-siste de que devuelta a la jurisdicción del gobiernode Buenos Aires la libertad comercial de Entre Ríos,Santa Fe, el Paraguay y el Uruguay sean en lo suce-sivo sometidas a las regulaciones que quiera impo-nerles en su propio provecho el gobierno poseedorde la isla fortificada y dejar con esto subsistentesmotivos de conflictos futuros.

    Y siendo la cuestión principal, por no decir ladificultad más seria, que en todos los países y entodos tiempos ha ofrecido la unión de diversos Es-tados o provincias en una federación, la ciudad ca-pital que deje a cada una de las partes contratantesen toda libertad a que por este sistema aspiran, to-dos nuestros estudios, dirigidos por la más severaimparcialidad, deben consagrarse a examinar si laisla de Martín García, colocada hoy por circunstan-cias fuera de la influencia de los gobiernos argenti-nos, puede servir de capital permanente de laposible Unión, y si por su colocación geográfica esel centro administrativo, económico y comercial,forzoso, indispensable, para asegurar la reciprocidad

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    de ventajas que los Estados confederales debenprometerse de su unión.

    Téngase presente que la Gran Federación de losEstados Unidos, el modelo de las repúblicas mo-dernas y el tipo que tuvieron a la vista los federalesde todas las Provincias Unidas del Río de la Plata,tropezaron con la misma dificultad que la RepúblicaArgentina encontró desde los principios para cons-tituirse. Como a las márgenes del río de la PlataBuenos Aires, a orillas del Atlántico Nueva Yorkera, en la época de constituirse los Estados Unidos,la ciudad más rica, más populosa y por tanto másinfluyente de las colonias inglesas emancipadas; pe-ro a causa de esta misma superioridad los demásEstados y las ciudades de Filadelfia, Baltimore,Boston, etc., se negaban tenazmente a aumentar ladesproporción de poder e influencia que existe na-turalmente entre ellas y Nueva York, dando estaúltima mayor poder, haciéndola la residencia de lospoderes federales.

    La prudencia de los patriotas norteamericanoshalló al fin en la creación de una nueva ciudad, Wa-shington, para que sirviese de capital a la Unión, unexpediente pacífico que conciliase las pretensionesopuestas de las diversas ciudades que pudieron en-

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    trar en la asociación sin sentirse dependientes lasunas de las otras. Nueva York, Boston, Baltimore,etc., quedaron en posesión de todas sus ventajas deposición, riqueza y comercio, dependiendo sólo delas leyes generales de la improvisada capital.

    Martín García llenaría aún mejor, que Wa-shington entre nosotros el importante rol de servirde centro administrativo a la Unión. Por su condi-ción insular está independiente de ambas márgenesdel río; por su posición geográfica es la aduana co-mún de todos los pueblos riberanos, entrando des-de ahora en mancomunidad de interesescomerciales y políticos el Paraguay, Corrientes,Santa Fe, Entre Ríos y la República del Uruguay;por su situación estratégica es el baluarte que guardala entrada de los ríos; y puesta bajo la jurisdiccióndel gobierno general de la Unión será una barrerainsuperable contra todo amago de invasión. Lasciudades de Buenos Aires y Montevideo, regidaspor unas mismas leyes comerciales, quedan en am-bas riberas de la boca del Plata, gozando, como nohan podido gozar hasta aquí, de las ventajas de sucontacto con el comercio europeo, a causa de larivalidad que abrigan y que las hace propender aengrandecerse la una con ruina de la otra.

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    Bastarían a nuestro juicio estas ventajas para de-cidir en favor de la capitalización de Martín García,aun a aquéllos que menos simpatías tengan con elsistema federal. Mas hay otras consideraciones quedeben tenerse presentes para la grave solución deeste asunto, y que trataremos de exponer detallada-mente. La riqueza de las naciones, y por consecuen-cia su poder, proviene de la facilidad de suscomunicaciones interiores, de la multitud de puertosen contacto con el comercio de las otras naciones.La Francia, por ejemplo, en Europa, debe su es-plendor a las vías de comunicación fluvial que lepermiten exportar sus productos con poco recargode costos de transporte por el Loire y el Garona alAtlántico, por el Sena al canal de la Mancha, por elRódano al Mediterráneo, por el Rin al Zuiderzé omar del Norte, que la pone en comunicación con elBáltico.

    Sus numerosos puertos en tres mares distintosla hacen el centro de un vasto comercio, con el Le-vante y África, por Marsella, con América por Bur-deos, y El Havre, por la costa del Rin con laAlemania, la Holanda y la Bélgica. El canal del Lan-guedoc establece entre el Ródano y el Garona unavía de comunicación, criterio que facilita por el co-

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    razón de la Francia el transporte de las mercaderíasde un mar a otro.

    La Inglaterra, por su forma insular, presentapuertos a todos los mares y en todos los extremos,facilitando una red de caminos de hierro para lapronta circulación de los productos por por todoslos extremos del Reino Unido.

    Los Estados Unidos de Norteamérica son lamaravilla de la fácil comunicación de todos los ex-tremos de la Unión con el comercio europeo, y detodos los Estados centrales con las costas, por me-dio de canales, ríos, ferrocarriles y caminos. Por elnorte la cadena de lagos más extensa de la tierra y elSan Lorenzo abren al comercio europeo los Estadosde Illinois, Indiana, Ohio, Pensilvania y NuevaYork; por el Este están en comunicación con elAtlántico, Maine, Hampshire, Massachusetts, Con-necticut, Nueva York, Delaware, Nueva Jersey, am-bas Carolinas, Georgia y Florida; por el Sur con elGolfo de México, la Luisiana, Alabama y por elMississippi con el mismo golfo, los Estados baña-dos por el estuario que forman el Missouri, elArkansas, el Ohio, el Illinois y otros muchos ríosque miden entre sí diez mil millas de navegación; yeste prodigioso conjunto de puntos de contacto con

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    el comercio exterior, ligado por el más grande sis-tema de canales artificiales y de caminos de hierroque exista en