arte carolingio ii
TRANSCRIPT
ARQUITECTURA CAROLINGIA.
Un gran acontecimiento cultural, clave para la recuperación de
la cultura carolingia, fue la gran exposición celebrada en 1965 en
Aquisgrán bajo el lema Carlomagno y su época. A partir de los
trabajos realizados para su montaje, el historiador Albrech Mann
realizó un mapa completo de los edificios construidos en
Centroeuropa entre los siglos IV y IX; en este estudio estadístico
quedaron reflejados 1695 edificios importantes de los que 312 son
catedrales, 1254 monasterios y 129 residencias reales. De entre
todos estos edificios, los construidos entre los años 768 y 855, la
etapa nuclear del mundo carolingio, fueron 27 catedrales, 417
monasterios y 100 residencias reales. Obras personales de Carlomagno
hemos de considerar 16 catedrales, 232 monasterios y 65 conjuntos
palaciegos.
La reivindicación de la tradición arquitectónica de la tardía
romanidad tiene uno de sus ejemplos más claros en la pretensión de
adoptar los antiguos criterios de la proporción y, en término
vitrubianos, la dispositio loci o elección adecuada del lugar donde
el edificio va a ser levantado. Un ejemplo de este interés por el
lugar de construcción podemos observar en la iglesia de Saint-
Germain d´Auxerre donde el proyecto de ampliación hacia el este fue
sometido a un estudio exhaustivo que incluyó la elaboración de una
maqueta, lo que demuestra la existencia de un concepto empírico de
la construcción. Opinión similar nos ha de merecer el complejo plano
del monasterio de Sankt-Gallen, uno de los documentos histórico-
artísticos más importantes de todo el medievo.
Respecto a los artistas constructores, pocos nombres sabemos
pues se les aplicaba los nombres genéricos de magistri o oppifices,
lo que hace referencia a la existencia de artesanos especializados.
Una inscripción, hoy desaparecida, nos recuerda el nombre del
constructor y la procedencia de los artistas que contribuyeron a la
edificación de la obra magna del periodo, la capilla palatina de
Aquisgrán; se trata de Eudes de Metz y obreros traídos de todas las
1
regiones de este lado del mar (opifices et magistri convocados de
omnibus cismarinis regionibus). Los trabajos manuales eran
realizados por esclavos reunidos por medios de levas y vigilados por
un personaje denominado exarter.
La mayoría de las construcciones fue realizada en madera y
otros materiales deleznables. La piedra y el ladrillo eran
utilizados únicamente para los edificios excepcionales en los que
era frecuente el empleo de materiales provenientes de edificios
antiguos como demuestra el comentario del abad Alcuino quien, a
finales del siglo IX, nos habla del interés de Carlomagno por hacer
transportar columnas antiguas de Italia para adornar una segunda
Roma al norte de los Alpes.
Imagen de una página del Evangeliario de Xantes donde es posible
percibir la dificultad para atribuir a algunas obras su origen
tardorromano o carolingio.
Imagen de la maqueta del relicario o arqueta de Eginardo donde
puede observarse la utilización del módulo cuadrático y la
inspiración claramente tardorromana.
La liturgia estacional.
Un importante aspecto de la vida religiosa en el periodo
carolingio es la recuperación de la liturgia estacional. Se trataba
de unos usos litúrgicos que ya habían sido utilizados antes en la
Galia y que permanecían vivos en Roma y en Jerusalén. El proceso de
la liturgia estacional consistía en dividir las celebraciones
religiosas en diferentes statio que tenían lugar en distintos
templos repartidos por una misma ciudad o en un mismo territorio
convirtiendo la liturgia en una especie de “misa procesional”. Por
ejemplo, la liturgia estacional en el monasterio de Saint-Riquier o
Centula consistía en distintas celebraciones que se realizaban en
siete templos distintos -que jugaban un papel similar al de las
siete estaciones de la Pasión de Cristo- situados en un radio de
2
cinco kilómetros alrededor del conjunto monástico. En las fiestas
solemnes, la liturgia estacional, normalmente reservada a clérigos y
monjes, también estaba abierta a la participación de los fieles con
un valor similar al de la propia oración.
La Kirchenfamilie de Metz fue un conjunto eclesial donde
aparecía el más claro ejemplo de la implantación de la liturgia
estacional romana en el ámbito carolingio. Los edificios que
formaban las estaciones metenzes eran de época anterior pero fueron
reformados para adaptarse a la nueva liturgia. Chrodegargo, obispo
de Metz entre los años 742 y 766, escribió una Regula Canonicorum
para que los clérigos de su jurisdicción estuvieran sujetos a una
estricta normativa similar a la de los monjes. El espacio
catedralicio de Metz fue dividido según esta regla en domus,
residencia episcopal, y claustrum, agrupación del resto de las
dependencias. El domus se subdividía en otros espacios como el
infradomus, compuesto por la catedral de San Esteban, la basílica de
San Pedro el Mayor y un edificio de planta central probablemente
bajo la advocación de la Virgen María. Se trata de edificios
fechados en sus partes fundamentales entre los siglos VI y VII
siendo por tanto precarolingios. En torno al ámbito claustral se
encuentran otros tres edificios: las iglesias de San Pedro el Viejo,
del siglo VI, San Pablo, fundación del obispo Chrodegargo, y otro
edificio de finales del siglo IX hoy perdido y dedicado a San
Gorgón. La iglesia de San Pedro el Mayor estaba indicada como la
statio principal de la liturgia estacional, citándose en nueve de
las solemnidades recogidas en documentos del siglo VIII, mientras
que la catedral de San Esteban aparece citada únicamente en cuatro
de las celebraciones.
Grabados del siglo XVII atribuídos a Petau y a Mabillon que
representan ambos la abadía de Saint-Riquier o Centula.
Los monasterios carolingios se convirtieron en conjuntos tan
densamente habitados que superaban a muchas de las unidades de
población de la época. La superficie que ocupaban estas
construcciones era muy grande y diversificada por zonas de
funcionalidad afín. En concreto, el gran monasterio de Centula fue
3
construido por el abad Haraúlfo1 (790-799) en menos de diez años con
el apoyo económico de Carlomagno, terminándose en el año 799. Tres
templos formaban el conjunto principal, la iglesia abacial de Saint-
Riquier, la iglesia de San Benito y un espacio de planta central
dedicado a Santa María, conformando una amplia superficie casi
triangular, de unos trescientos metros. El constructor dispuso,
contra los muros de cierre, corredores porticados que facilitasen a
los monjes ir en procesión de un templo a otro incluso los días de
mal tiempo. Además de los tres edificios principales, existían según
el historiador Carol Heitz unos 27 altares repartidos por todo el
conjunto, afirmando también Heitz que en la parte occidental de la
iglesia de Saint-Riquier existían una serie de pequeños altares que
conformaban quizás el espacio de una pequeña liturgia estacional
realizada diariamente después de las oraciones de maitines y
vísperas.
La basílica carolingia.
La arquitectura carolingia experimentó con múltiples soluciones
para configurar un espacio templario que hiciera posible el
desarrollo funcional de los usos litúrgicos romanos que, partir de
aquél momento, se fueron generalizando en todas las iglesias
cristianas europeas como ya hemos comprobado en la iglesia
hispánica. Si no puede decirse que ahora se crean las principales
tipologías, es indudable que las experiencias carolingias son el
germen del que arrancan no sólo soluciones espaciales de carácter
funcional, sino también aspectos básicos de la estética monumental
del templo medieval. La renovación del espacio y las formas
templarias se inicia ya en la época del rey Pipino, cuando se
producen las primeras manifestaciones de la liturgia romana
sustituyendo al viejo ritual galaico.
En cuanto a la tipología basilical, es difícil sintetizan sus
principales características en época carolingia por lo que las
1 Isidro Banco afirma en El prerrománico en Europa que el abad constructor fue Angilberto (pág. 22).
4
experiencias realizadas son en muchas ocasiones divergentes y
contradictorias. Se construyeron basílicas de volúmenes cúbicos a
las que se introdujo la novedad de incluir dos grandes torres en la
fachada con lo que se dotaba de verticalidad a unos edificios
fundamentalmente horizontales. El transepto de la basílica
carolingia es sometido a grandes variaciones sobre el original
paleocristiano de gran desarrollo; así, aparecen transeptos de
formas minúsculas, varios transeptos en un mismo edificio, grandes
transeptos a la manera paleocristiana o simplemente inexistentes.
La occidentalización de los templos carolingios.
El valor carismático de la Roma constantiniana introduce en la
orientación de las basílicas un cambio radical que ya hacía tiempo
había sido superado. Los ábsides de los templos romanos del siglo IV
se ubicaban en la parte occidental, de tal manera que sólo el
celebrante permanecía correctamente orientado hacia el nacimiento
del sol. Este defecto se corrigió en la segunda mitad del siglo,
pero las grandes construcciones cristianas de la época de
Constantino mantuvieron su orientación. Al cambiar la orientación,
el oficiante pasó a dirigir el culto delante del altar y de espaldas
a los fieles manteniendo todos así la posición correcta. Los
constructores carolingios, en su afán de mimetismo, adoptaron la
moda de situar al occidente los santuarios de algunos de sus
templos, dando también un tratamiento monumental al extremo
oriental. De esta manera el conjunto basilical adquiría una
característica bipolar que terminará por convertirse en una
constante arquitectónica de los templos renanos.
La iglesia de Saint-Maurice d´Augame, reconstruida en la imagen a
partir de la cripta, fue realizada entre los siglos V y VI con un
ábside ya dirigido a oriente. Sin embargo, en el año 780 las
reliquias del santo titular son trasladadas a un nuevo presbiterio
construido en la zona occidental del templo.
5
La iglesia del monasterio de Fulda, fundado en el año 744 por
un discípulo de San Bonifacio llamado Sturn, albergaba la tumba del
santo. Las peregrinaciones que originó la presencia de esa reliquia
determinaron la construcción de un nuevo templo en el año 791 siendo
abad Bangulfo. Las obras se iniciaron con el ábside oriental por lo
que debemos suponer que ése era el más importante y el que
albergaría las reliquias del santo. Sin embargo, el nuevo abad
Ratgar, importante personaje del mundo carolingio que consiguió para
su abadía la dependencia directa de San Pedro del Vaticano, ordena
construir un gran transepto siguiendo el modelo de la basílica
romana y añade un nuevo ábside orientado a occidente imitando el uso
romano (in parte occidua Romano more peractam según nos aclara la
Vita Eigilis); aunque esta fórmula no era la más frecuente, son
muchos los templos que nos ilustran sobre su uso.
En el año 800 se consagra la nueva catedral de Colonia (Köln)
tras la reconstrucción realizada por el obispo Hilquivaldo (787-
818). Desde el comienzo de las obras se preveía la realización de un
gran ábside occidental puesto bajo la advocación del apóstol San
Pedro. Rodeando a este ábside principal existiría un doble
deambolatorio que comunicaría con las naves laterales del templo
utilizando una tipología que coincide con la también planeada para
la iglesia del monasterio de Sankt-Gallen según el plano general del
proyecto del siglo IX que hoy conocemos. En el año 812 se decide la
construcción de un segundo transepto que permitía resaltar la
occidentalización del templo con lo que la catedral quedó
configurada como el principal ejemplo de basílica completamente
occidentalizada, sin ábsides contrapuestos.
Los transeptos de las basílicas carolingias.
6
La abundancia de tipologías experimentales es la característica
principal de los transeptos construidos en la época carolingia.
Existían dos tipos importantes de transeptos: el transepto
continuo y el transepto acordonado a los que habría que añadir el
doble transepto como el utilizado en la iglesia de Saint-Riquier,
con un doble transepto continuo, o en la catedral de Colonia, una
tipología que llegaría a tener gran influencia en la arquitectura
otoniana. El transepto continuo que se iguala en altura y anchura a
la nave central aparece según el especialista Seligenstad por
primera vez en la basílica de San Pedro del Vaticano. En el mundo
carolingio, un ejemplo es la iglesia del monasterio de Fulda con un
transepto de 77 metros que imita en altura y anchura al de la
basílica romana de San Pedro. El transepto acordonado o de celdas
estaba formado por unos arcos que comunicaban los brazos del
transepto con la zona central del crucero. Estos arcos eran más
altos y anchos que los arcos de los intercolumnios de las naves pero
más bajos y más estrechos que el gran arco que comunicaba la nave
central con la zona del crucero. Este tipo de transepto conformó una
tipología que se mantuvo hasta siglo XI aunque cuando es utilizada
desde el siglo IX es considerada como una forma arcaizante.
Vista del transepto acordonado de la iglesia de Steinbach donde es
posible observar las diferentes alturas y anchuras de los arcos que
desembocan en la zona del crucero.
Vista del transepto de la iglesia de San Justino de Höchst donde
se puede observar la mayor altura y anchura de los arcos del
transepto con respecto al de la nave central al tiempo que su menor
altura y mayor estrechez con respecto al arco toral que desemboca en
el ábside central de la iglesia.
El westwek carolingio.
7
La tipología arquitectónica del westwerk es el signo
definitorio del arte carolingio. Se trata de la disposición de un
espacio con dos grandes torres en la fachada de los edificios
religiosos cuyo origen no se remonta a la tipología eclesial
paleocristiana sino que es una creación exclusivamente carolingia.
El historiador Effman, gran conocedor de los conjuntos de Weden,
Corvey, Hildenheim y Centula, inició sus estudios sobre el westwerk
al comprobar que en los grabados que representaban la antigua
iglesia abacial de Saint-Riquier o Centula aparecía un asombroso
conjunto en la zona occidental compuesto de una gran torre central y
otras menores al que llamó triturrium. El westwerk sería por tanto
un gran macizo arquitectónico situado en la zona oeste del templo,
independiente dentro del santuario, del que sólo se conserva el
correspondiente a la iglesia abacial de Corvey, mientras que el
resto nos es conocido únicamente por las referencias que a ellos
hacen viejas descripciones y las excavaciones arqueológicas.
Grabado de 1612 que representa la abadía de Saint-Riquier o
Centula; en la zona occidental del templo principal se observan dos
torres que corresponderían al westwerk.
Alzado del templo principal de la abadía de Saint-Riquier o
Centula donde se observan las tres torres del westwerk.
Dibujo de la iglesia de Corvey, construida entre los años 822 y
844 por Wala, antiguo abad de Corbie exiliado en Westfalia. Treinta
años después de su construcción -entre el año 873 y el 885- se le
añade el westwerk a la fachada con una gran torre central y otras
dos menores laterales que son las únicas que se conservan.
Vista actual de la fachada de la iglesia abacial de Corvey con las
dos grandes torres laterales.
Planta del westwerk de la iglesia abacial de Corvey dividido en
varias partes. La inferior cuadrangular es denominado cripta con
cuatro columnas sobre las que voltean nueve bóvedas de embudo que en
el muro descansan sobre pilastras en resalte rodeado por un
deambulatorio con cubiertas de madera; esta es la zona donde se
depositan las reliquias pero también es el vestíbulo de la iglesia
8
abacial. Desde esa zona inferior arrancan dos tiros de escalera que
conducen al piso alto o quadrum, un espacio diáfano con tres naves
que además de servir de tribuna a la iglesia abacial es una iglesia
en sí mismo que tiene en el centro un altar bajo la advocación de
San Juan Bautista y un piso de palcos en su entorno.
Zona de la cripta del westwerk de la iglesia abacial de Corvey
donde se observan las columnas y las bóvedas que sostienen.
Vista del altar situado en el piso superior del westwerk de la
iglesia abacial de Corvey.
Vista de la zona del quadrum o piso superior del westwerk de la
iglesia abacial de Corvey. Se trata de un amplio espacio diáfano con
tres arcos en cada lado.
La existencia del westwerk carolingio ha sido objeto de amplia
discusión entre historiadores y especialistas que han debatido en
especial sobre su funcionalidad, nada clara hoy por hoy. La tesis
más antigua, elaborada por la historiografía alemana, apunta a un
posible uso imperial; el westwerk sería así un oratorio utilizado
por el emperador en sus visitas a la abadía, opinión que vendría
avalada por la existencia de un trono en la tribuna situada entre
las dos torres de la fachada de la capilla palatina de Aquisgrán y
por las noticias sobre la disposición de un trono en la tribuna de
la iglesia de los Santos Sergio y Baco de Constantinopla construida
por el emperador Justiniano. Sin embargo, la tipología del westwerk
existía anteriormente a la cristalización de la idea imperial en
occidente como ha demostrado el historiador Grosby al descubrir un
cuerpo occidental en la iglesia de Saint Denis desde el año 767.
La tesis de Carol Heitz apunta a que quizás el westwerk se
tratara de un santuario destinado al Salvador donde se celebraba una
liturgia especial vinculada al Apocalipsis. En la abadía de Centula
o Saint-Riquier existía en la zona occidental un lugar denominado
capsa maiori donde se guardaban 25 reliquias traídas de Tierra Santa
que permitiría celebrar algún tipo de liturgia procesional. Durante
las celebraciones de Pascua comenzaría en ese lugar una liturgia
estacional que continuaría en el piso superior, donde existiría un
9
altar dedicado a Cristo y a los Santos Inocentes vinculando así la
vida y pasión de Cristo. En las tribunas laterales se reunirían la
schola cantorum y las gentes de los alrededores de la abadía, hecho
confirmado por la presencia de notas musicales en el enlucido del
muro del westwerk de la abadía de Corvey.
Por último, es preciso hacer referencia a las grandes galileas
de los monasterios cluniacenses de los siglos X y XI, unos espacios
dedicados a parroquia de laicos que también podrían haber existido
en época carolingia como también podrían haber existido tribunas
sobre las puertas principales de los santuarios dedicadas al santo
patrón o a los fundadores como la tribuna con un altar y reliquias
en la parte inferior que Eginardo tenía en la iglesia de
Seniherstadt.
Junto a una función concreta, es evidente que esta construcción
también tuvo una importante significación simbólica que justificaría
su aparición y difusión: los textos coetáneos la denominan turris o
castellum, términos militares que permitirían considerar al westwerk
como un símbolo de la fortaleza espiritual que se enfrenta a las
fuerzas del mal. El sentido alegórico vendría confirmado por la
existencia de un altar dedicado a San Miguel Arcángel, príncipe de
las milicias celestiales, en el westwerk de la abadía de Corvey.
Además, Carol Heitz encontró en la misma abadía la inscripción
civitatem istam / tucircunda dne / et angeli tui custo / diant muros
eius (“esta ciudad del Señor que está rodeada y los ángeles
custodian sus muros”) aludiendo a la Jerusalén celeste como también
lo hacen los doce arcos sobre los muros del piso superior o quadrum,
aludiendo quizás a las doce puertas de la Jerusalén celeste según
recoge el Apocalipsis.
El historiador Yves Christie, comparando textos e imágenes
miniadas de la época ha llegado a una conclusión similar a la
anterior al considerar que el westwerk quizás representara la
fortaleza del presente, la ecclesia del milenium preparada para
batirse con las fuerzas del mal.
Imagen del tapiz de Skog donde aparece un templo atacado por
animales malignos.
10
Tipología de las iglesias carolingias.1. Las iglesias de nave única y triple cabecera.
Se trata de una tipología muy común en las zonas del norte de
Italia y especialmente en Suiza. Las excavaciones demuestran su
utilización en las iglesias de Santa María y San Martín de Disentis,
San Lucio de Coira y en otras que aún se conservan como San Juan
Bautista de Mühstair y San Pedro de Mistail, constatando así la
profusa utilización de esta tipología con la triple cabecera y los
ábsides con tendencia a la herradura. La cronología es más
problemática aunque podemos estar seguros de que todas ellas son de
la época carolingia. Dentro de esta tipología podemos encontrar
alguna variante como la cabecera de triple ábside al interior con
tendencia a la herradura pero testero recto al exterior, cuyos
ejemplos más significativos son las iglesias de Santa María de
Cividade y San Benedetto de Malles.
Vista de la iglesia de San Juan Bautista de Mühstair.
Vista de la iglesia de Santa María de Cividale donde se observa el
presbiterio formado por tres espacios con arquitrabes de madera
sostenidos por columnas dobles con estucos en la parte superior que
nos hace pensar en el carácter ejemplar de la construcción, carácter
que no tiene la iglesia de San Benedetto de Malles.
Vista de los tres nichos de los ábsides de la iglesia de Santa
María de Cividale. Los tres espacios tendrían quizás una finalidad
simbólica pese a que esta afirmación no tiene un apoyo litúrgico o
histórico. Se trataría pues de unos espacios dispuestos para un
culto trinitario (uno et trino) a la manera de los antiguos templos
romanos de triple cella donde en cada uno de ellos se rendían culto
a una de las divinidades de la triada capitolina.
2. Las iglesias con cripta.
11
La sociedad carolingia fundamentó muchos aspectos de su fe en
un excesivo culto a las reliquias de los mártires. La problemática
iconoclasta bizantina contribuyó a que la jerarquía político-
religiosa permitiese ciertos excesos en la veneración de los cuerpos
santos para evitar en Occidente una crisis similar a la oriental.
Pese a la prohibición conciliar de inventar santos y restos
venerables, comunidades monásticas y catedralicias atesoraban un
número cada vez más creciente de reliquias sacras mientras los
fieles acudían en masa a los templos para postrarse suplicantes ante
ellas. Incluso tenemos noticias de la existencia de “agentes de
reliquias” como el diácono Deusdona que viajó por la Galia entre los
años 827 y 834 buscando compradores y concertando el transporte de
las reliquias. Esta situación obligó a una reordenación del espacio
templario que permitiese la creación de ámbitos donde se celebrasen
ceremonias litúrgicas martiriales y se facilitase el acceso de los
fieles para su contemplación y veneración. La creación de estos
microespacios y su articulación con la gran nave eclesial obligó a
multitud de riquísimas experiencias constructivas que contribuyeron
decisivamente en el origen y desarrollo de elementos del templo
medieval tan importantes como la girola.
La primera cripta documentada es la levantada en San Pedro del
Vaticano durante el papado de Gregorio Magno (590-604). El nuevo
espacio aparece situado debajo del altar mayor con un pasillo
contorneando subterráneamente el presbiterio y desembocando en un
espacio central, la confesio sólo accesible a través de una pequeña
puerta con fenestrela para observar el interior. El interior
contenía un altar elevado con las reliquias que también podía ser
visto por el sacerdote oficiante desde el altar del presbiterio
mediante un pequeño agujero.
La importancia del culto a las reliquias llevó a la
imposibilidad de consagrar ningún altar sin sus correspondientes
reliquias y por lo tanto su confesio. Ese espacio central, que en
ocasiones no pasaba de ser una simple cueva, podía llegar a alcanzar
un gran desarrollo, creándose modelos de criptas circulares o
anulares -por el círculo descrito en su deambulación- como las de
las iglesias de San Crisólogo, San Prascelis o los Cuatro Santos
12
Coronados, todas en Roma. Al difundirse por todo el imperio
carolingio los cuerpos de los mártires romanos, también se adoptaron
las fórmulas arquitectónicas que los contenían en sus lugares de
origen.
El 28 de julio del año 754 el papa Esteban II bendice el inicio de
las obras de la iglesia abacial de Saint-Denis, consagrada por el
abad Fulrad en el año 764. Desde su construcción la iglesia tenía
una cripta anular idéntica a las de las iglesias romanas como parece
ser que también la tenía la iglesia del monasterio suizo de Saint-
Maurice d´Agaume desde el traslado en el año 787 de las reliquias de
su santo titular.
La iglesia de San Emerano de Ratisbona disponía desde el año 790
de una cripta circular adosada a un ábside construido en el año 750.
Las antiguas iglesias italianas también construyen sus propias
criptas como ocurre en los templos ravenaicos de San Apolinar in
Classe (a principios del siglo IX) y San Apolinar el Nuevo
(consagrada en el 856).
Uno de los más espectaculares espacios para reliquias del mundo
carolingio es la enorme cripta circular del coro occidental de la
catedral de Colonia, consagrada en el año 870, una inmensa red de
confesiones con un cenotafio principal situado en la vertical del
altar superior y otros secundarios por entre los que deambulaban las
multitudes de fieles.
La prohibición de los enterramientos en el recinto de los
templos fue constante durante la época carolingia. A la dictada por
el concilio de Aquisgrán del año 809 se sumó la del concilio de
Maguncia del año 813 pero a pesar de estas negativas reiteradas, los
fieles buscaban un hueco lo más próximo posible a las reliquias
donde ser enterrados consiguiendo así esquivar la prohibición
conciliar que sólo afectada a los recintos superiores. Se iniciará
así una nueva tipología arquitectónica, las iglesias bajas o
subterráneas que se desarrollarán a lo largo del siglo X y que será
una de las claves arquitectónicas del primer románico borgoñón.
13
El 1 de noviembre del año 832 el abad Hilduino consagra el nuevo
espacio basilical que servía de ampliación a la anterior cripta de
la iglesia de Saint-Denis y que consistía fundamentalmente en la
ruptura del eje central del anillo mediante la adicción de nuevos
espacios.
La cripta de la iglesia de Clermont-Ferrant fue consagrada en el
año 946 y en ella se observa la ampliación de los espacios superando
las dimensiones de las antiguas criptas circular contoneadas por un
pasillo. En ambos tramos del pasillo se abren nuevas cámaras para
alojar reliquias y espacios para su culto.
Las nuevas criptas con cámaras radiales se extienden por Europa a
lo largo del siglo X aunque ya existen ejemplos en el siglo IX como
la correspondiente a la iglesia de San Lucio de Coira, consagrada
hacia el año 820 y en cuya cripta ya existía un deambulatorio con
cámaras añadidas en la parte oriental.
Bajo el coro oriental de la iglesia de Saint-Maurice d´Agaume se
realiza una ampliación de la antigua cripta hacia el año 950
consistente en la adicción de nuevas capillas radiales que preludia
la importancia que este elemento carolingio tendrá en los templos
románicos con los grandes deambulatorios de las iglesias de
peregrinación.
Así pues, desde el pasillo semicircular que contonea los
cimientos del ábside superior del templo se pasa en menos de un
siglo a los grandes pasillos distribuidores que se sitúan
transversalmente al eje central del ábside superior.
El proceso de ampliación de las criptas continua con la creación
de grandes redes de confesiones subterráneas donde se depositan las
reliquias como en la iglesia de San Stefano de Bolonia donde la
cripta es un pasillo longitudinal con dos capillas cuadrangulares en
los extremos y entre ellas aparecen cuatro espacios semicirculares y
un espacio en forma de cruz; se trata de las denominadas criptas-
mina cuyos ejemplos más complejos serán las situadas en la basílica
de Eginardo en Steinbach y en la iglesia de Saint-Médard de
Soissons.
14
La cripta de la basílica de Eginardo en Steinbach tiene una
curiosa forma de cruz recruzada que ocupa un enorme espacio,
equivalente a la mitad de la zona oriental del templo. La
importancia de las reliquias allí depositadas -las cruces del
Gólgota y los restos de San Pedro y San Marcelino- explicaría la
amplitud de la cripta con su gran pasillo transversal cruzado por
dos longitudinales.
El pasillo distribuidor también puede apreciarse en la cripta de
la iglesia de Saint-Médard de Soissons, construida en los años 826 y
841 y que estaba compuesta por cinco vanos abovedados de aristas que
voltean sobre resaltes en los muros dispuestos para acoger las
reliquias de San Sebastián y San Gregorio.
Los antiguos espacios largos y estrechos con forma de cueva se
transforman progresivamente en superficies cada vez más dilatadas
que serán comunes en el siglo XI constituyendo las denominadas
iglesias-bajas o criptas-hall, cuyos ejemplos más destacados son los
de los templos de San Miguel de Röhr, Saint-Germain d´Auxerre o San
Pedro de Flavigny.
La cripta de la iglesia de San Miguel de Röhr fue construida entre
los años 815 y 825 como una gran superficie de muros muy potentes
cubierta por bóvedas de embudo que apoyaban sobre cuatro soportes de
planta cuadrangular en cuyo lado oriental se abría el espacio para
las reliquias.
La más complicada de las criptas-hall es la construida bajo el
coro de la iglesia de Saint-Germaine d´Auxerre entre los años 841 y
859. Es posible que se reutilizara un espacio anterior formado por
tres naves cubiertas por bóvedas de cañón que volteaban sobre
arquitrabes de madera apoyados en cuatro soportes. El espacio
central comunica al oeste a través de una ventana con un pequeño
recinto donde está colocado el cenotafio del santo titular del
templo. Años después se envuelve esta construcción con pasillos y
capillas a diferentes niveles formando las criptas inferiores et
superiores. Un gran espacio central, situado al este del conjunto de
criptas y bajo la advocación de la Virgen demuestra claramente la
intención de los constructores, un oratorio mariano a la manera de
15
una Sancta Maria Rotunda. En cierta manera se conjugaba así,
cristianizándolo, el tema clásico de la diosa madre que acoge en su
seno a sus hijos, los hombres muertos.
Imagen del interior de la cripta primitiva de Saint-Germaine d
´Auxerre con sus tres espacios cubiertos con bóvedas de cañón
apoyadas en arquitrabes que descansan en soportes.
La cripta de la iglesia de San Pedro de Flavigny era en origen una
modesta construcción del siglo IX. Posteriormente se la rodea de
criptas inferiores et superiores que llevan a una rotonda de
advocación mariana consagrada en el año 878 por el papa Juan VIII.
3. Las capillas palatinas.
Las capillas palatinas carolingias forman una tipología
arquitectónica cuyo origen se remonta a la baja romanidad. En origen
eran un oratorio privado de planta centralizada en la mayoría de los
lugares aunque como notoria excepción puede mencionarse la acusada
forma rectangular del oratorio asturiano de Santa María del Naranco.
Su nombre deriva de una de las reliquias atesoradas por Carlomagno
en el más importante de estos edificios, la capilla palatina de
Aquisgrán (Aachen). Se trataba de un fragmento de la famosa capa -
capella- de San Martín que terminó por designar a las personas que
la custodiaban, capellanes -capellani- y al propio espacio que la
albergaban, la capilla.
La capilla de Santa Sofía de Benevento fue construida para el
príncipe lombardo Arechis entre los años 760 y 762. Se trata de un
oratorio de planta centralizada con forma hexagonal conformada por
arquerías que voltean sobre seis capiteles reaprovechados y otros
diez soportes que configuran un doble deambulatorio. El muro de
cierre es de forma estrellada y la cabecera está dispuesta con tres
ábsides semicirculares. Se trata de un prototipo muy aprovechado en
otros edificios que guarda grandes similitudes con la capilla
palatina de Aquisgrán.
16
Vistas del interior de Santa Sofía de Benevento; capiteles
reaprovechados, arcos que voltean, cúpula de forma poligonal y vista
de la estructura absidial de la cabecera vista desde el exterior.
Aquisgrán (Aachen, Aix-la-Chapelle), la antigua Aquis Granni, fue
de siempre un lugar frecuentado por la salubridad de sus aguas. Las
viejas termas romanas se siguieron utilizando por los monarcas
merovingios. Carlomagno disfrutaba de sus aguas y, por ello, se
decidió a renovar las antiguas construcciones y erigir su más
importante villa regia junto a ellas. De todo el conjunto sólo se
conservan la capilla palatina, la actual catedral, y pequeños
indicios del salón del trono en lo que es el ayuntamiento de la
ciudad; sin embargo, por excavaciones arqueológicas y viejas
descripciones, podemos hacernos una buena idea de su organización
original, tal como podemos ver en los trabajos de Paul Clemen, Félix
Kreusch y Leo Hugot. Las obras comenzaron hacia el año 790 aunque ya
en el año 787 sabemos que el papa Adriano I había autorizado al
Emperador a hacer importar de Roma y Rávena capiteles y columnas que
serían utilizados en la construcción.
Sobre la capilla palatina de Aquisgrán, uno de los edificios
paradigmáticos de la alta Edad Media europea, conocemos más detalles
acerca de su construcción y, además, lo conservado en la actualidad
nos permite tener una imagen directa de gran parte del conjunto. En
el siglo XIV, el presbiterio primitivo fue sustituido por una
esbelta cabecera gótica al mismo tiempo que se adjuntaba una torre a
los pies. Para compensar el exceso de volumen de estos añadidos
sobre el conjunto, se decidió sobrealzar el cuerpo central con un
casquete adornado con tímpanos triangulares. Durante el siglo XIX se
suprimió la decoración barroca interna, precediendo a una
ornamentación historicista de falsos mármoles y mosaicos. En la
actualidad, una cuidadosa restauración nos permite hacernos una idea
del estado original.
Una inscripción, hoy desaparecida, nos recuerda el nombre del
constructor de la capilla palatina de Aquisgrán y la procedencia de
la mayoría de los artistas que contribuyeron a su edificación: Odón
17
de Metz2 y obreros traídos a Aquisgrán de todas las regiones de este
lado del mar (opifices et magistri convocados de omnibus cismarinis
regionibus). El nombre del arquitecto nada nos dice, ni conocemos en
Metz una tradición arquitectónica que hubiera permitido su formación
técnica. El origen de los constructores ha sido interpretado como
que eran del Mediterráneo, único lugar donde la edificación en
piedra había pervivido durante la época de las invasiones. Sabemos
que en el año 797 se estaba culminando la cubierta del octógono
central y fue consagrada en la Epifanía del año 805 por el papa León
III según reza un letrero monumental (Ecce Leo Papa cuius benedictio
sancta Templum sacravit quod Karolus aedificavit).
Un atrio rectangular y rodeado de pórticos se abría sobre la
fachada principal de la capilla palatina de Aquisgrán. Ésta se
concebía como un gran arco triunfal que cobijaba las grandes puertas
de bronce. Una vez más, se recurría al lenguaje de los símbolos
imperiales clásicos. El templo adoptaba una planta central,
compuesta en su espacio interno por un octógono, rodeado por un
ambulatorio cuyo cierre externo estaba configurado por un
hexadecágono. La estructura es muy similar a la de Santa Sofía de
Benevento aunque los soportes de los arcos del octógono interior no
son ya columnas sino robustos pilares de forma angular.
El atrio rectangular de entrada a la capilla palatina de Aquisgrán
tenía unos soportes con formas angulares en los que apoyaban unas
arquerías sobre las que se desplegaba una bóveda de clara raigambre
tardorromana.
La fachada de la capilla palatina de Aquisgrán estaba flanqueada
por dos torres formando un conjunto arquitectónico de gran
transcendencia tanto por la personalidad de Carlomagno como por la
importancia de las reliquias que allí se guardaban así como por el
mensaje iconográfico que transmitían los mosaicos de la bóveda.
Los grandes pilares de forma angular sobre los que voltean arcos
de medio punto conforman el espacio central del octógono y las
amplias arquerías del piso superior sostienen el tambor de la bóveda
2 Isidro Bango afirma en El prerrománico en Europa que el nombre del constructor era Eudes de Metz (pág. 12).
18
central. Las bóvedas del deambulatorio del piso bajo eran de arista
de tres y cuadro plementos, fórmula obligada al ser doble el número
de lados del muro exterior que del interior mientras que las del
piso superior de tribunas eran de madera. El trono imperial se
situaba encima del pórtico central y en el eje del presbiterio, de
planta cuadrada. La decoración era de mármoles tardorromanos muy
similares a los utilizados en la iglesia de San Vital de Rávena. La
decoración exterior era muy simple: los muros, de mampostería con
refuerzo de sillares en los vanos, se cubrían de un enfoscado de
color rosáceo que producía un volumen de gran efecto cromático.
Como la mayoría de los edificios altomedievales, la capilla
palatina de Aquisgrán tiene un gran carácter simbólico que vendría
confirmado por los versos de Alcuino referidos a las dimensiones de
la circunferencia del octógono, 144 pies, que serían equivalentes a
los 144 codos que según el Apocalipsis miden los muros de la
Jerusalén celeste “medida humana que es la del Ángel”.
Si hacemos caso a un coetáneo como Eginardo, la capilla palatina
de Aquisgrán sería un proyecto original propuesto por Carlomagno y
diseñado por Eudes. Los estudiosos han encontrado multitud de
referencias a monumentos famosos; sin embargo, ninguna de ellas es
absolutamente convincente. El espacio central de Aquisgrán, con su
forma octogonal y la superposición de vanos y columnas, nos recuerda
a San Vital de Rávena. Pero el templo ravenático es más sutil, con
los muros alejándose del centro en exedra y con todas sus líneas
arquitectónicas ascendiendo sin interrupción desde el suelo hacia lo
alto, mientras que la capilla palatina de Aquisgrán muestra los
lados del octógono rectos, con gruesas líneas de impostas cortando
transversalmente los muros, haciendo que éstos aparezcan
amazacotados y graviten pesadamente sobre el espacio interno.
Algunos autores han encontrado semejanzas también entre la capilla
palatina de Aquisgrán y la iglesia de los Santos Sergio y Baco de
Constantinopla, erigida por la emperatriz Teodora para un monasterio
femenino a la vez que era utilizada como capilla palatina. Su
espacio interior venía a ser una síntesis de lo que después serían
San Vital de Rávena y la capilla palatina de Aquisgrán, combinando
19
el muro recto y el semicircular. Además de las coincidencias
formales, existen en estos templos ciertas afinidades funcionales:
tribuna para uso aúlico o de patronazgo privado. En el caso de la
capilla de Carlomagno se deberá tener en cuenta la idea de que fue
un edificio de culto que debía contener las reliquias santas que
atesoraba la monarquía franca, es decir, que se trataba de un
monumento en el que no era ajeno el sentido martirial por lo que
cabría ponerla en relación con otras capillas aúlicas o de uso
privado que adoptaron la forma centralizada como la Santa Sofía de
Benevento del lombardo Arechis o Saint-Germigny-des-Prés, en la
villa de recreo del obispo hispano-visigodo de Orleans, Teodulfo.
La confirmación de que se parte de ese tipo de estructuras
centralizadas para realizar capillas palatinas o aúlicas viene dada
por la iglesia de Saint-Germigny-des-Prés, construida para el obispo
Teodulfo en el año 880. Se trata de una planta centralizada dividida
en nueve tramos (3+3+3) con forma de cruz cubiertos en los cuatro
tramos centrales con bóveda de cañón y en los cuatro exteriores con
cúpulas mientras que sobre el tramo central cargaba una gran torre.
Se trata de una planta que presenta enormes similitudes con la
tipología de nea ecclesia bizantina instaurada por el emperador
Basilio II.
En esta misma línea de centralidad se encuentra la iglesia dálmata
de San Donato de Zara, fechada alrededor del año 805 aunque su
cronología es incierta. Tiene en sus dos pisos una forma circular
con soportes redondos y dos columnas que abren paso a un presbiterio
muy similar al de Saint-Germigny-des-Prés, con tres ábsides
semicirculares que tienden a la herradura. El deambulatorio y el
muro de cierre son circulares.
Los monasterios carolingios.
Los textos encontrados y las excavaciones realizadas no nos
permiten hacer una clara interpretación del verdadero alcance del
20
régimen monástico durante la época carolingia. Es indudable su
importancia pero tampoco podemos aventurar mucho más dada la escasez
de restos conservados. El documento más interesante es sin duda el
plano del monasterio suizo de Sankt-Gallen. En él, podemos ver cómo
los monjes del siglo IX realizaron el proyecto de un monasterio,
indicando no sólo la topografía del conjunto sino que también se
preveían criterios y fórmulas modulares para su construcción según
diferentes tamaños.
De lo que no nos queda duda alguna es de la importancia de la
orden de San Benito a lo largo de todo el periodo altomedieval. Es
muy posible que su modelo arquitectónico fuera el monasterio de
Montecassino aunque el cenobio italiano, pese a la restauración
realizada en el 729 por San Wilibaldo, no alcanza su esplendor hasta
mucho más tarde.
Los complejos monacales aparecen ya consolidados en el siglo
VII con una tipología que perdurará durante toda la alta Edad Media.
La regla elaborada por San Isidoro entre los años 615 y 620 es el
mejor testimonio que conservamos sobre la vida en esos ámbitos,
apareciendo ya definidas las estancias propias de los monjes y los
lugares de reunión de la comunidad.
En el año 655 San Filiberto fundó en Jumièges o Gemsticum un
monasterio con una capacidad para 900 monjes. Era un espacio
cuadrangular, la “santa casa”, con torres cuyas dependencias se
disponían alrededor de un recinto denominado claustra rodeado por
una hilera de arcadas a las que se abrían el refectorio y la cilla o
sala comunitaria.
Los monasterios carolingios se convirtieron en espacios
superpoblados con respecto a la población de la gran mayoría de los
núcleos urbanos. En el monasterio de Saint-Riquier o Centula,
construido por el abad Angilberto a finales del siglo VIII,
habitaban 300 monjes y unos 100 legos. En el de Corvey, construido
por Adalardo, vivían 300 monjes y 150 siervos y sus estatutos del
año 822 nos hablan de un espacio gigantesco con de 5 a 7 templos
para realizar la liturgia estacional, edificios, claustro,
dormitorio, cocina, cilla o sala de reunión (aunque no hay aún una
21
sala capitular propiamente dicha), el palacio abacial, enfermería,
tahona, cervecería y lavandería. Se trata por tanto de enormes
construcciones, situadas generalmente en el norte de Francia, cuyo
poder y riqueza pronto despertó una reacción de pureza en la
observancia de la regla benedictina que progresivamente convierte en
más modestas las proporciones de los monasterios.
La aparición del monje Witiza, conocido como Benito de Aniano,
supuso la consolidación de estas austeras reformas que fueron
impuestas a diez comunidades del sur de Francia. El propio emperador
Ludovico Pío le convoca en el año 814 para expresarle su apoyo y
ofrecerle su patronazgo, haciendo suya esta labor reformadora. Así,
se levanta un nuevo monasterio en Inden, cerca de Aquisgrán, donde
el propio emperador acude a descansar y cuya estructura servirá de
modelo para construcciones posteriores. Se trataba de un monasterio
mucho más pequeño que las grandes comunidades del norte de Francia,
únicamente habitado por treinta monjes, cuyo carácter modélico fue
refrendado por las disposiciones de los sínodos celebrados en
Aquisgrán en los años 816 y 817. Benito de Aniano, investido como
abad imperial, inició con estas nuevas normas la unificación de la
vida monástica bajo la regla benedictina reformada lo que chocó de
inmediato con la oposición de los abades de los grandes monasterios,
celosos de perder su poder y recursos.
De alguno de estos intentos reformadores debió salir el plano del
monasterio de Sankt-Gallen que hoy se conserva gracias a que en su
parte posterior fue escrita la vida de San Martín y que es el más
antiguo plano monástico conocido. Se trata de un dibujo con tinta
roja sobre cinco hojas de pergamino con una superficie de 77 x 112
cm. En uno de los extremos del plano aparece un epígrafe con tinta
negra que contiene una carta del abad Heito, obispo de Basilea, y el
abad Reichneau dirigida a Gozbert3, abad de Sankt-Gallen entre los
años 816 a 837. Pese a las grandes dimensiones del plano y al gran
número de dependencias que presenta, podemos considerar que el
tamaño de Sankt-Gallen era una tercera parte inferior al de los
grandes monasterios del norte de Francia.
3 Isidro Bango afirma en El prerrománico en Europa que el nombre del abad de Sainkt-Gallen era Gozberg (pág. 22).
22
El plano de Sankt-Gallen tiene una estructura basada en un módulo
de 40 pies de largo. El centro lo ocupa la gran iglesia abacial con
disposición hacia oriente pero contrabsidiada a occidente y con
deambulatorios. El resto del plano lo ocupan la claustra, la
hospedería (norte), el noviciado y la enfermería (este) y los
servicios generales con jardines de árboles frutales, cementerio,
etc. (sur, sudoeste y oeste).
El claustro de Sankt-Gallen tiene una forma cuadrangular de 100
pies de lado y estaba construido n piedra en sus cuatro pandas. A su
alrededor se disponía el refectorio, la cella con almacén, la
cervecería y los bancos situados en la panda norte donde se
realizaban las asambleas y lecturas anteriormente a la construcción
de las salas capitulares que se situarán en la panda oriental del
claustro. En Sankt-Gallen el dormitorio -con acceso directo al
transepto de la iglesia- aparece en esa zona oriental donde llegará
a situarse posteriormente el capítulo, pasando entonces el
dormitorio a la parte superior de la sala capitular en los
monasterios masculinos, mientras que en los femeninos -sobre todo en
el císter más antiguo- el dormitorio se aleja de esa zona por la
gran altura que alcanza el capítulo. El refectorio, situado en la
panda sur del claustro, aparece paralelo a la panda en los
monasterios benedictinos mientras que será perpendicular en los
cistercienses para facilitar su ampliación.
En el costado opuesto del claustro de Sankt-Gallen, es decir, al
otro lado de la iglesia, se levantan las dependencias que están en
contacto con el mundo exterior: la hospedería, la escuela para
laicos y la residencia del abad con sus servicios propios. La
existencia del palacio abacial -con iglesia y claustro- se justifica
en las disposiciones atemperantes del sínodo eclesiástico de
Aquisgrán celebrado en el año 817, que otorgaba ciertas
prerrogativas al abad monástico frente a las pretensiones
igualitarias de Benito de Aniano.
No es posible encontrar muchos restos de los grandes monasterios
carolingios aunque sí se han conservado algunos elementos aislados
como la gran puerta monumental o Törhalle de Lorch que servía de
23
acceso al atrio de la iglesia construida por el abad Heinrich (778-
784) y situado en la región de Westfalia. Se trata de una gran
entrada monumentalizada con tres arcos situados en el eje de la
entrada a la basílica y claramente relacionada con los grandes arcos
romanos y su carácter simbólico y triunfal. Es una estructura
tripartita en su parte inferior separada por columnas y con una
habitación en la parte superior a la que se accede mediante unas
escaleras de caracol situadas a ambos lados de la entrada. Las
columnas de la fachada son de orden corintio en el piso inferior
mientras que en el superior las pilastras están rematadas por
capiteles jónicos con unos arcos agudos.
La habitación superior, pintada con arquitecturas fingidas,
columnas que sostienen entablamentos y domeros, de la Törhalle de
Lorch podría servir como sala de audiencias con un significado
equivalente al de las capillas palatinas. Sin embargo, los textos de
la época benedictina consideran a este tipo de pórticos con un valor
meramente funcional, como porta externa del monasterio donde se
recibía a los huéspedes o se alojaba a los visitantes enfermos y
conocidos en lugares como Centula o Saint-Riquier, Saint-Etienne o
en la primitiva iglesia de San Pedro del Vaticano.
24