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1 T.P 2 Especificidad de la Clínica Psicoanalítica con niños. Aulagnier, Piera. La violencia de la interpretación. 1. La actividad de representación, sus objetos y su meta. 1. Consideraciones generales Este libro se propone poner a prueba un modelo del aparato psíquico que privilegia el análisis de una de sus tar específicas: la actividad de representación. Este modelo no escapa al inconveniente que se observa en toda ocasión en la que se privilegia un aspecto de la activ psíquica: omitir otros aspectos igualmente importantes. Se puede lamentar el precio pagado y aceptarlo comproba que, salvo raras excepciones (entre las que se cuenta Freud), es difícil evitarlo. Queda por demostrar qué se pu esperar del enfoque elegido y qué puede aportar este tanto al proceso como a su aplicación en el campo clínico. Por actividad de representación entendemos él, equivalente psíquico del trabajo de metabolización característico d actividad orgánica. Este último puede definirse como la función mediante la cual se rechaza un elemento heterogé respecto de la estructura celular o, inversamente, se lo trasforma en un material que se convierte en homogéneo a Esta definición puede aplicarse en su totalidad al trabajo que opera la psique, con la reserva de que, en este caso elemento absorbido y metabolizado no es un cuerpo físico sino un elemento de información. Si consideramos la actividad de representación como la tarea común a los procesos psíquicos, se dirá que su met metabolizar un elemento de naturaleza heterogénea convirtiéndolo en un elemento homogéneo a la estructura de c sistema. Así definido, el término elementos engloba aquí a dos conjuntos de objetos: aquellos cuyo aporte es neces pare el funcionamiento del sistema y aquellos cuya presencia se impone a este último, el cual se encuentra, ant imposibilidad de ignorar la acción de aquel que se manifiesta en su propio campo. Nuestro modelo defiende la hipótesis de que la actividad psíquica está, constituida por el conjunto de tres modos funcionamiento, o por tres procesos de metabolización:  el proceso originario,  el proceso primario,  el proceso secundario. Las representaciones originadas en su actividad serán respectivamente:  la representación pictográfica o pictograma,  la representación fantaseada o fantasía,  la representación ideica o enunciado. Las instancias originadas en la reflexión de esta actividad sobre sí misma serán designadas como:  el representante,  el fantaseante o el que pone en escena,  el enunciante o el Yo. Por último, designaremos como espacio originario, espacio primario y espacio secundario a los lugares hipotéticos q se supone, constituyen el lugar en el que se desarrollan estas actividades y que contienen las producciones que

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T.P 2 Especificidad de la Clnica Psicoanaltica con nios.Aulagnier, Piera. La violencia de la interpretacin.1. La actividad de representacin, sus objetos y su meta.1. Consideraciones generalesEste libro se propone poner a prueba un modelo del aparato psquico que privilegia el anlisis de una de sus tareas especficas: la actividad de representacin.Este modelo no escapa al inconveniente que se observa en toda ocasin en la que se privilegia un aspecto de la actividad psquica: omitir otros aspectos igualmente importantes. Se puede lamentar el precio pagado y aceptarlo comprobando que, salvo raras excepciones (entre las que se cuenta Freud), es difcil evitarlo. Queda por demostrar qu se puede esperar del enfoque elegido y qu puede aportar este tanto al proceso como a su aplicacin en el campo clnico.Por actividad de representacin entendemos l, equivalente psquico del trabajo de metabolizacin caracterstico de la actividad orgnica. Este ltimo puede definirse como la funcin mediante la cual se rechaza un elemento heterogneo respecto de la estructura celular o, inversamente, se lo trasforma en un material que se convierte en homogneo a l. Esta definicin puede aplicarse en su totalidad al trabajo que opera la psique, con la reserva de que, en este caso, el elemento absorbido y metabolizado no es un cuerpo fsico sino un elemento de informacin.Si consideramos la actividad de representacin como la tarea comn a los procesos psquicos, se dir que su meta es metabolizar un elemento de naturaleza heterognea convirtindolo en un elemento homogneo a la estructura de cada sistema. As definido, el trmino elementos engloba aqu a dos conjuntos de objetos: aquellos cuyo aporte es necesario pare el funcionamiento del sistema y aquellos cuya presencia se impone a este ltimo, el cual se encuentra, ante la imposibilidad de ignorar la accin de aquel que se manifiesta en su propio campo.Nuestro modelo defiende la hiptesis de que la actividad psquica est, constituida por el conjunto de tres modos de funcionamiento, o por tres procesos de metabolizacin: el proceso originario, el proceso primario, el proceso secundario.Las representaciones originadas en su actividad sern respectivamente: la representacin pictogrfica o pictograma, la representacin fantaseada o fantasa, la representacin ideica o enunciado.Las instancias originadas en la reflexin de esta actividad sobre s misma sern designadas como: el representante, el fantaseante o el que pone en escena, el enunciante o el Yo.Por ltimo, designaremos como espacio originario, espacio primario y espacio secundario a los lugares hipotticos que, se supone, constituyen el lugar en el que se desarrollan estas actividades y que contienen las producciones que les debemos. A los calificativos de consciente y de inconsciente le volveremos a otorgar el sentido que conservan una parte de la obra de Freud: el de una cualidad que determina que una produccin psquica sea situable en lo que puede ser conocido por el Yo o, inversamente, sea excluida de ese campo. Los tres procesos que postulamos no estn presentes desde un primer momento en la actividad psquica; se suceden temporalmente y su puesta en marcha es provocada por la necesidad que se le impone a la psique de conocer una propiedad del objeto exterior a ella, propiedad que el proceso anterior estaba obligado ignorar. Esta sucesin temporal no es mensurable, todo induce a creer que el intervalo que opera el comienzo del proceso originario del comienzo del proceso primario es extremadamente breve; de igual modo, veremos que la actividad del proceso secundario es sumamente precoz.Entre los elementos heterogneos que cada sistema podr metabolizar se debe otorgar una importancia similar a aquellos originados en el exterior del espacio psquico y a aquellos que son endgenos a la psique, aunque heterogneos en relacin con uno de los tres sistemas.Los objetos psquicos producidos por lo originario son tan heterogneos respecto de la estructura de lo secundario como la estructura de los objetos del mundo fsicos que el Yo encuentra y de los que nunca conocer nada ms que la representacin que forja acerca de ellos. Entre el tratamiento impuesto por los tres procesos a los objetos que pertenecen a la realidad fsica y el que imponen a los objetos pertenecientes a la realidad psquica existe una homologa: de ambos, y para cada sistema, slo puede existir una representacin que ha metabolizado al objeto originado en esos espacios, transformndolo en un objeto cuya estructura se ha convertido en idntica a la del representante. Toda representacin confronta con una doble puesta en forma: puesta en forma de la relacin que se impone a los elementos constitutivos del objeto representado -en este caso, tambin, la metfora del trabajo celular de metabolizacin da perfecta cuenta de nuestra concepcin- y puesta en forma de la relacin entre el representante y representado. Esta ltima es el corolario de la precedente: en efecto cada sistema debe representar al objeto de modo tal que su estructura molecular se convierta en idntica a la del representante.Si desplazamos a la esfera del proceso secundario, y del Yo, que es su instancia, lo que acabamos de decir, podemos plantear una analoga entre actividad de representacin y actividad cognitiva. El objetivo del trabajodel yo, es forjar una imagen de la realidad del mundo que lo rodea, y de cuya existencia est informado, que sea coherente con su propia estructura. Para el Yo, conocer el mundo equivale a representrselo de tal modo que la relacin que liga los elementos que ocupan su escena le sea inteligible: en este coso, inteligible quiere decir que el Yo puede insertarlos en un esquema relacional acorde con el propio.En la parte que le ser consagrada, demostraremos por qu, segn nosotros, el Yo no es ms que el saber del Yo sobre el Yo: si aceptamos por el momento esta definicin, se deduce que la estructura relacional que el Yo impone a los elementos de la realidad es la copia de la que la lgica del discurso impone a los enunciados que lo constituyen. Esta relacin de la que el Yo ha comenzado por apropiarse constituye la condicin previa necesaria para que le sea accesible el esquema de la propia estructura.La representacin del mundo, obra del Yo, es, as, representacin de la relacin que existe entre los elementos que ocupan su espacio y, al mismo tiempo, de la relacin que existe entre el Yo y estos mismos elementos. De esa manera, la actividad de representacin se convierte para el Yo en sinnimo de una actividad de interpretacin: la forma de acuerdo con la cual el objeto es representado por su nominacin devela la interpretacin que se formula el Yo acerca de lo que es causa de la existencia del objeto y de su funcin. Por ello, diremos que lo que caracteriza a la estructura del Yo es el hecho de imponer a los elementos presentes en sus representaciones -tanto si se trata de una representacin de s mismo como del mundo- un esquema relacional que est en consonancia con el orden de causalidad que impone del discurso.

El propsito de este rodeo en relacin con una instancia era esclarecer lo que definimos como el postulado estructural, o relacional, o causal, que particulariza a cada sistema: postulado que da testimonio de la ley segn la cual funciona la psique y a la que no escapa ningn sistema.Si se pretende expresar lo que por naturaleza no pertenece a ese registro, ese postulado puede plantearse por medio de tres formulaciones, de acuerdo con el proceso que hemos considerado:1. Todo existente es autoengendrado por la actividad del sistema que lo representa; este es el postulado del autoengendramiento cuyo funcionamiento caracteriza al proceso originario.2. Todo existente es un efecto del poder omnmodo del deseo del Otro; este es el postulado caracterstico del funcionamiento de lo primario.3. Todo existente tiene una causa inteligible que el discurso podr conocer; este es el postulado de acuerdo con el cual funciona lo secundario.Podemos aadir que los elementos que no fuesen aptos para sufrir esta metabolizacin no pueden tener un representante en el espacio psquico y, por lo tanto, carecen de existencia para la psique. El enfoque freudiano nos proporciona una prueba de lo que planteamos: si bien el ello o el inconsciente, tal como Freud los define, existan antes de su descubrimiento, de todas formas podemos afirmar que antes de Freud no tenan existencia objetiva para el Yo. Tambin, que solo pudieron lograrla a partir del momento en que el mismo Yo fue capaz de construir representaciones ideicas que acomodasen a su propia estructura -es decir, los volviesen inteligibles para la lgica del discurso- esos psquicos que le, eran esencialmente heterogneos.Tanto si se trata de lo originario, de lo primario o de lo secundario, podemos dar una misma definicin del objetivo caracterstico de la actividad de representacin: metabolizar un material heterogneo de tal modo que pueda ocupar un lugar en una representacin que, en ltima instancia, es solo la representacin del propio postulado.Hablar de informacin supone un riesgo que se debe denunciar de inmediato: el de olvidar que para la psique no puede existir informacin alguna que pueda ser separada de lo que llamaremos una . Consideramos que todo acto de representacin es coextenso con un acto de catectizacin y que todo acto de catectizacin se origina se origina en la tendencia caracterstica de la psique de preservar o reencontrar una experiencia de placer. Se lo acepte o no, el trmino , de todos modos, est referido siempre en filigrana a una experiencia del Yo, a partir de la cual la teora supone que una misma experiencia estara presente en toda ocasin en la que una instancia, que no es el Yo, logre realizar el objetivo al que apunta su actividad.Si aplicamos esta definicin a la actividad de representacin, en una primera aproximacin podramos llegar a la conclusin de que el placer define la cualidad del afecto presente en un sistema psquico en toda ocasin en la que este ltimo ha podido realizar su meta. Pero la actividad de representacin no puede alcanzar su meta, slo puede llegar a una representacin que confirme el postulado caracterstico del sistema al que corresponde: Se debe afirmar, entonces, que toda puesta en representacin implica una experiencia de placer? Responderemos afirmativamente, agregando, que de no ser as, estara ausente la primera condicin necesaria para que haya vida, es decir, la catectizacin de la actividad de representacin .Es este, podramos decir, el placer mnimo necesario para que existan una actividad de representacin y representantes psquicos del mundo, incluso del propio mundo psquico.Placer mnimo indispensable para que haya vida: esa definicin prueba la omnipotencia del placer en la economa psquica, pero no debe llevar a dejar de lado el problema que plantea la dualidad pulsional, la experiencia de displacer y la paradoja que representa para la lgica del Yo el tener que postular la presencia de un displacer que, pese a ser tal, podra ser objeto de deseo: el Yo no puede menos que rechazar la contradiccin presente en un enunciado que pretendiese que el placer puede originarse enuna experiencia de displacer. Contradiccin que la teora resolver postulando la presencia de dos propsitos contradictorios que escinden al propio deseo.Dualidad presente desde un primer momento en la energa en accin en el espacio psquico y que es responsable de lo que definimos como el deseo de un no deseo: deseo de no tener que desear, tal es el otro objeto caracterstico de todo deseo. Ello dar lugar a que la actividad psquica, a partir de lo originario, forje dos representaciones antinmicas de la relacin entre el representante y el representado, acorde, cada una de ellas, con la realizacin de un propsito del deseo. En una, la realizacin del deseo implicar un estado de reunificacin entre el representante y el objeto representado, y justamente esta unin es la que se presentar como causa del placer experimentado. En la segunda, el propsito del deseo ser la desaparicin de todo objeto que pueda suscitarlo, lo que determina que toda representacin del objeto se presente como causa del displacer del representante. Esta dualidad inherente a los propsitos del deseo puede ilustrarse recurriendo a los dos conceptos que el discurso llama amor y odio. El primero (amor o Eros) definir al movimiento que lleva a la psique a unirse al objeto; el segundo al movimiento que la lleva a rechazarlo, destruirlo. Diremos entonces que el placer y el displacer se refieren, en este texto, a las dos representaciones del afecto que pueden producirse en el espacio psquico: el placer designa el afecto presente en toda ocasin en que la representacin ad forma a una relacin de placer entre los elementos de lo representado y por ello mismo, representa una relacin de placer entre el representante y la representacin; el displacer designar el estado presente en toda ocasin en que la representacin da forma a una relacin de rechazo entre estos mismos elementos y as , a una relacin equivalente entre el representante y la representacin.En nuestra opinin, existe una relacin entre los modos sucesivos de la actividad psquica y la evolucin del sistema perceptual: esta relacin es consecuencia de la condicin propia de toda vida. Vivir es experimentar en forma continua lo que se origina en una situacin de encuentro: consideramos que la psique est sumergida desde un primer momento en un espacio que le es heterogneo, cuyos efectos padece en forma continua e inmediata. Podemos plantear, incluso, que es a travs de la representacin de estos efectos que la psique puede forjar una primera representacin de s misma y que es ese el hecho originario que pone en marcha a la actividad psquica.1. El estado de encuentro y el concepto de violenciaLa psique y el mundo se encuentran y nacen uno con otro, uno a travs del otro; son el resultado de un estado de encuentro al que hemos calificado como coextenso con el estado de existente.La inevitable violencia que el discurso terico impone al objeto psique del que pretende dar cuenta se origina en la necesidad de disociar los efectos de este encuentro, que aquel puede analizar slo en forma sucesiva y; en el mejor de los casos, en mi movimiento de vaivn entre los espacios en los que surgen tales efectos. Reconocer este del ser y del objeto que la teora exige no lo elimina: la concordancia exhaustiva entre el discurso analtico y el objeto psique es una ilusin a la que debemos renunciar.Decir que el encuentro inaugural ubica frente a frente a la psique y al mundo no explica la realidad de la situacin vivida por la actividad psquica en su origen. Si mediante el trmino designamos el conjunto del espacio exterior a la psique, diremos que ella encuentra este espacio, en un primer momento, bajo la forma de los dos fragmentos particularsimos representados por su propio espacio corporal y por el espacio psquico de los que lo rodean y, en forma ms privilegiada, por el espacio psquico materno. La primera representacin que la psique se forja de s misma como actividad representante se realizar a travs de la puesta en relacin de los efectos originados en su doble encuentro con el cuerpo y con las producciones de la psique materna. Si nos limitamos a este estadio, diremos que la nica propiedad caracterstica de estos dos espacios de la que el proceso originario quiere y puede estar informado concierne a la cualidad placer y displacer del afecto presente en este encuentro. En relacin con el anlisis del pictograma, veremos cules son las consecuencias de este hecho.El comienzo de la actividad del proceso primario y del proceso secundario partir de la necesidad que enfrentar la actividad psquica de reconocer otros dos caracteres particulares del objeto cuya presencia es necesaria para su placer: el carcter de extraterritorialidad, lo que equivale a reconocer la existencia de un espacio separado del propio, informacin que solo podr ser metabolizada por la actividad del proceso primario; y la propiedad de significar, o de significacin, que posee ese mismo objeto, lo que implica reconocer que la relacin entre los elementos que ocupan el espacio exterior est definida por la relacin entre las significaciones que el discurso proporciona acerca de estos mismos elementos. Esta informacin no metabolizable por el proceso primario, exigir la puesta en marcha del proceso secundario, gracias a la cual podr operarse una del mundo que respetar un esquema relacional idntico al esquema que constituye la estructura del representante, que en este ltimo caso no es otro que el Yo.El encuentro se opera, as, entre la actividad psquica y los elementos por ella metabolizables que la informan acerca de las del objeto que es causa de afecto. En lo referente a lo originario, se comprueba que esta cualidad se reduce a la representabilidad propia de determinados objetos. A partir de lo que hemos dicho, es evidente que, cualquiera que sea el sistema considerado, el trmino designa la posibilidad de determinados objetos de situarse en el esquema relacional caracterstico del postulado del sistema: la especificidad del esquema caracterstico del sistema va a decidir cules son los objetos que la psique puede conocer. Esta definicin aclara la interaccin presente entre lo que metafricamente se podra designar como poder de los objetos y los lmites de la autonoma de la actividad de representacin. El poder de que dispone la psique (ms que de poder, deberamos hablar aqu de las condiciones inherentes a su funcionamiento) concierne al remodelamiento que impone todo existente al insertarlo en un esquema, relacional preestablecido. Pero, en forma contrapuesta, para que la actividad psquica sea posible, se requiere que pueda apropiarse de (o incorporar, si se prefiere este trmino) material exgeno.Por ello la experiencia del encuentro (y, agregaremos, de todo encuentro) confronta a la actividad psquica con un exceso de informacin que ignorar hasta el momento en que ese exceso la obligue a reconocer que lo que queda fuera de la representacin caracterstica del sistema retorna a la psique bajo la forma de un desmentido concerniente a su representacin de su relacin con el mundo. Un ejemplo de este desmentido lo constituye la experiencia que puede realizar la psique del infans en el momento en que alucina la presencia del pecho: Se forja as una representacin de la unin boca-pezn y puede, repentinamente, vivir la experiencia de un estado de privacin. Pero lo que se comprueba en esta fase inaugural de la actividad psquica sigue siendo verdadero para la totalidad de sus experiencias.Si nos propusisemos definir el fatum del hombre mediante un nico carcter, nos referiramos al efecto de anticipacin, entendiendo con ello que lo que caracteriza a su destino es el hecho de confrontarlo con una experiencia, un discurso; una realidad que se anticipan, por lo general, a sus posibilidades de respuesta, y en todos los casos, a lo que puede saber y prever acerca de las razones, el sentido, las consecuencias de las experiencias con las que se ve enfrentado, en forma continua. Cuanto ms retrocedemos en su historia, mayores caracteres de exceso presenta esta anticipacin: exceso de sentido, exceso de excitacin, exceso de frustracin; pero tambin exceso de gratificacin o exceso de proteccin: lo que se le pide excede siempre los lmites de su respuesta, del mismo modo en que lo que se le ofrece presentar siempre una carencia respecto de lo que espera, que apunta a lo ilimitado y a lo atemporal. Podemos aadir que uno de los rasgos ms constantes y frustrantes en la demanda que se le dirige es perfilar en su horizonte la espera de una respuesta que no puede proporcionar, con el riesgo de que toda respuesta sea percibida entonces como inevitablemente decepcionante para aquel a quien se la proporciona, y de que toda demanda de su parte sea recibida como prueba de una frustracin que ella desea imponer.Las palabras y los actos maternos se anticipan siempre a lo que el nio puede conocer de ellos, si, como lo hemos escrito hace ya mucho tiempo, la oferta precede a la demanda, si el pecho es dado antes de que la boca sepa que lo espera; este desfasaje, por otra parte, es an ms evidente y ms total en el registro del sentido. La palabra materna derrama un flujo portador y creador de sentido que se anticipa en mucho a la capacidad del infans de reconocer su significacin y de retormarla por cuenta propia. La madre se presenta como o un Yo hablo que ubica al infans en situacin de destinatario de un discurso, mientras que l carece de la posibilidad de apropiarse de la significacin del enunciado y que ser metabolizado inevitablemente en un material homogneo con respecto a la estructura pictogrfica. Pero, si es cierto que todo encuentro confronta al sujeto con una experiencia que se anticipa a sus posibilidades de respuesta en el instante en que la vive, la forma ms absoluta de tal anticipacin se manifestar en el momento inaugural en que la actividad psquica del infans se ve confrontada con las producciones psquicas de la psique materna y deber formar una representacin de s misma a partir de los efectos de este encuentro, cuya frecuencia constituye una exigencia vital. Cuando hablamos de las producciones psquicas de la madre, nos referimos en forma precisa a los enunciados mediante los cuales habla del nio y le habla al nio. De ese modo, el discurso materno es el agente y el responsable del efecto de anticipacin impuesto a aquel de quien se espera una respuesta que no puede proporcionar; este discurso tambin ilustra en forma ejemplar lo que entendemos por violencia primaria. Mientras nos limitamos a nuestro sistema cultural, la madre posee el privilegio de ser para el infans el enunciante y el mediador privilegiado de un discurso ambiental, del que le trasmite, bajo una forma predigerida y premodelada por sus propia psique, las conminaciones, las prohibiciones, y mediante el cual le indica los lmites de lo posible y de lo licito. Por ello, en este texto la denominaremos la portavoz, trmino que designa adecuadamente lo que constituye el fundamento de su relacin con el nio. A travs del discurso que dirige a y sobre el infans, se forja una representacin ideica de este ltimo, con la que identifica desde un comienzo al del infans definitivamente precluido de su conocimiento. El orden que gobierna los enunciados de la voz materna no tiene nada de aleatorio y se limita a dar testimonio de la sujecin del Yo que habla a tres condiciones previas: el sistema de parentesco, la estructura lingstica, las consecuencias que tienen sobre el discurso los afectos que intervienen en la otra escena.Trinomio que es causa de la primera violencia, radical y necesaria, que la psique del infans vivir, en el momento de su encuentro con la voz materna. Esta violencia constituye el resultado y el testimonio viviente, y sobre el ser viviente, del carcter especfico de este encuentro: la diferencia que existe entre las estructuras conforme a las cuales los dos espacios organizan su representacin del mundo. El fenmeno de la violencia, tal como lo entendemos aqu, remite, en primer lugar, a la diferencia que separa a un espacio psquico, el de la madre, en que la accin de la represin ya se ha producido, de la organizacin-psquica propia del infans. La madre, al menos en principio, es un sujeto en el que ya se ha operado la represin e implantado la instancia llamada Yo; el discurso que ella dirige al infans lleva la doble marca responsable de la violencia que l va a operar. Esta violencia refuerza a su vez, en quien la sufre, una divisin preexistente cuyo origen reside en la bipolaridad originaria que escinde los dos objetivos contradictorios caractersticos del deseo.Pero la sobrecarga semntica que pesa sobre l concepto de Violencia exige que definamos nuestra acepcin del trmino: nos proponemos separar, por un lado, una violencia primaria, que designa lo que en el campo psquico se impone desde el exterior a expensas de una primera violacin de un espacio y de una actividad que obedece a leyes heterogneas al Yo; por el otro, una violencia secundaria; que se abre camino apoyndose en su predecesora, de la que representa un exceso por lo general perjudicial y nunca necesario para el funcionamiento del Yo, pese a la proliferacin y a la di-fusin que demuestra.En el primer caso, encaramos una accin necesaria de la que el Yo del otro es el agente, tributo que la actividad psquica, paga para preparar el acceso a un modo de organizacin que se realizar a expensas del placer y en beneficio de la constitucin futura de la instancia llamada Yo. En el segundo caso, por el contrario la violencia se ejerce contra el Y0, tanto si se trata de un conflicto entre diferentes como de un conflicto entre un Yo y el diktat de in discurso social cuya nica meta es oponerse a todo cambio en los modelos por l instituidos. Es en esta rea conflictiva donde se plantear el problema del poder, del complemento de justificacin que solicita siempre al saber, y de las eventuales consecuencias en el plano de la identificacin. Volveremos a ocuparnos del tema cuando analicemos al Yo. Pero es importante sealar que, si esta violencia secundaria es tan amplia como persuasiva, hasta el punto de ser desconocida por sus propias vctimas, ello se debe a que logra apropiarse abusivamente de los calificativos de necesaria y de natural, los mismos que el sujeto reconoce a posteriori como caractersticos de la violencia primaria en la cual se origin su Yo.Por consiguiente, hablaremos de ellas al definir en nuestro trabajo lo que designa la categora de lo necesario o de la necesidad: el conjunto de las condiciones (factores o situaciones) indispensables para que la vida psquica y fsica puedan alcanzar y preservar un umbral de autonoma por debajo del cual solo puede persistir, a expensas de un estado de dependencia absoluta. Qu se puede entender por vida psquica? Si se designa con ese trmino toda forma de actividad psquica, lo nico que ella exige son dos condiciones la supervivencia del cuerpo y, para ello, la persistencia de una catexia libidinal, que resista a una victoria definitiva de la pulsin de muerte. Cuando estas dos condiciones se cumplen, se encuentra garantizada la presencia psquica, cualesquiera que sean su modo de funcionamiento y sus producciones. Una vez que alcanza este umbral, podr consolidarse la adquisicin de una cierta autonoma de la actividad de pensar y de la conducta, cuya culminacin coincidir con la declinacin del complejo de Edipo y con la represin, fuera del espacio del Yo, de una serie de enunciados que formarn la represin secundaria. Diremos as que en el registro del Yo existe un umbral por debajo del cual este ltimo, est imposibilitado de adquirir, en el registro de la significacin, el grado de autonoma indispensable para que pueda apropiarse de una actividad de pensar que permita entre los sujetos una relacin basada en un patrimonio lingstico y en un saber acerca de la significacin, en relacin con los que se reconocen derechos iguales; de no ser as, se impondrn siempre la voluntad y la palabra de un tercero, sujeto o institucin que se convertir en el nico juez de los derechos, necesidades, demandas e, implcitamente, del deseo del sujeto.Si volvemos ahora al concepto de violencia, diremos que designamos como violencia primaria a la accin mediante la cual se le impone a la psique de otro una eleccin, un pensamiento o una accin motivados en el deseo del que lo impone pero que se apoyan en un objeto que corresponde para el otro a la categora de lo necesario. Al ligar el registro del deseo del uno al de la necesidad del otro, el propsito de la violencia se asegura de su victoria: al instrumentar el deseo sobre el objeto de una necesidad, la violencia primaria alcanza su objetivo, que es convertir a la realizacin del deseo del que la ejerce en el objeto demandada por el que la sufre. Aparece la imbricacin que ella determina entre estos tres registros fundamentales que son lo necesario, el deseo y la demanda. Esta imbricacin le posibilita a la violencia primaria impedir que se la devele como tal, al presentarse bajo la apariencia de lo demandado y de lo esperado. Se debe aadir que, por lo general, permite a los dos partenaires desconocer sus caracteres constitutivos. La violencia primaria que ejerce el efecto de anticipacin del discurso materno se manifiesta esencialmente a travs de esta oferta de significacin, cuyo resultado es hacerle emitir una respuesta que ella formula en lugar del infans. El efecto anticipatorio de la respuesta materna est presente desde un primer momento y el efecto anticipatorio de su palabra y del sentido que ella vehiculiza (y del cual el deber apropiarse) no har ms que continuarla.La entrada en accin de la psique requiere como condicin que al trabajo de la psique del infans se le aada la funcin de prtesis de la psique de la madre, prtesis que consideramos comparable a la del pecho, en cuanto extensin del cuerpo propio, debido a que se trata de un objeto cuya unin con la boca es una necesidad vital, pero tambin porque ese objeto dispensa un placer ergeno, necesidad vital para el funcionamiento psquico.Al considerar el primer encuentro boca-pecho como el punto de partida de nuestra construccin terica, lo consideramos tambin como la experiencia originaria de un triple descubrimiento: -para la psique del infans, la de una experiencia de placer; -para el cuerpo, la de una experiencia de satisfaccin, -y para la madre... en este caso no puede postularse nada universal, solo podemos plantear que la primera experiencia de lactancia ser al mismo tiempo para ella el descubrimiento de una experiencia fsica -a nivel del pecho, sensacin de un placer, de un sufrimiento o de una aparente neutralidad sensorial- y el primer apercibimiento posterior al embarazo de un don necesario para la vida del infans. Lo que siente en ese encuentro depender del placer vivido al tener al nio, del temor frente a l, de su displacer en ser madre, de su forma de concebir su rol, etc. Pero en todos los casos en los que el pecho es ofrecido, se imponen dos observaciones:1. Cualquiera que sea la ambivalencia presente, el acto es testimonio de un deseo de vida para el otro y, a mnima, de una prohibicin referente al riesgo de su eventual muerte.2. En la mayor parte de los casos, el ofrecimiento del pecho se acompaar, en su forma y su temporalidad, con las formas culturales que instituyen la conducta de lactancia. Esta ltima, as, depende: a) del deseo materno en relacin con el infans; b) de lo que se manifiesta de ese deseo en el sentimiento del Yo de la madre frente al recin nacido, y c) de lo que el discurso cultural propone como modelo adecuado de la funcin materna.Desde el primer encuentro, el proceso originario tendr como funcin representar: en el momento en que la boca encuentra el pecho, encuentra y traga un primer sorbo del mundo, afecto, sentido, cultura, estn copresentes y son responsables del gusto de estas primeras molculas de leche que toma el infans el aporte alimenticio se acompaa siempre con la absorcin de un alimento psquico que la madre interpretar como absorcin de una oferta de sentido.2. El proceso originario y el pictograma

1. El postulado del autoengendramiento.En la fase que analizamos, el conjunto de las producciones de la actividad psquica se adecuar al postulado del autoengendramiento. En nuestro anlisis, separamos lo que se relaciona con la economa placer-displacer, caracterstica de este postulado, y lo que se relaciona con la particularidad de lo representado que engendra: el pictograma.Hemos dicho que, en principio, el encuentro original se produce en el mismo momento del nacimiento, pero que nos permitimos desplazar ese momento para situarlo en el de una primera e inaugural experiencia de placer: el encuentro entre boca y pecho. Cuando hablamos de momento originario, o de encuentro originario, nos referimos a ese punto de partida. Si nos mantenemos en el campo del infans, podemos aislar una serie de factores responsables de la organizacin de la actividad psquica en la fase considerada:La presencia de un cuerpo cuya propiedad es preservar por autorregulacin su estado de equilibrio energtico .Toda ruptura de este estado se manifestar mediante una experiencia inconocible, una x que, en, el a posteriori del lenguaje, se designa como sufrimiento. Toda aparicin de esta esa experiencia suscita, cuando es posible, una reaccin que apunta a eliminar su causa.Esta reaccin, que se origina en la homeostasis del sistema, escapa a todo conocimiento por parte de la psique. Sin embargo, esta ltima es informada acerca de un posible estado de sufrimiento del cuerpo, ante el cual responde mediante la nica accin a su alcance: la alucinacin de una modificacin en la situacin de encuentro, que niegue su estado de falta; veranos luego que esta falta se relaciona de un modo muy particular con lo que, en principio, constituye su equivalente fisiolgico, el estado de necesidad.Se observa desde ya el prime al escndalo del funcionamiento psquico: su primer respuesta natural es desconocer la necesidad, desconocer el cuerpo y conocer solamente el estado que la psique desea reencontrar. La conducta de llamada aparece solo frente al fracaso del poder omnmodo del pictograma. Escndalo que revela la presencia original de un rechazo de la vida en beneficio de la bsqueda de un estado de quietud y de un, estado de no deseo, que constituyen el propsito ignorado, aunque siempre operante del deseo. Se debe reconocer que la presencia originaria de Tnatos es ms escandalosa para el Yo que la de Eros: lo ya presente del odio es ms perturbador que lo siempre presente del amor.2. Un poder de excitabilidad al que se debe la representacin en la psique de los estmulos originados en el cuerpo y que alcanzan al espritu, exigencia de trabajo requerido al aparato psquico como consecuencia como consecuencia de su ligazn con lo corporal. Esta definicin que proporciona Freud de la pulsin se aplica en todos sus aspectos, a la que proponemos para la actividad pictogrfica. El trabajo requerido al aparato psquico consistir en metabolizar un elemento de Informacin, proveniente de un espacio que le es heterogneo, en un material homogneo a su estructura, para permitir a la psique representarse lo que ella quiere reencontrar de su propia experiencia.3. Un afecto ligado a esta representacin, siendo la representacin de un afecto y el afecto de la representacin indisociables para y en el registro de lo originario. 4. Desde un, primer momento, la doble presencia de un vnculo y de una heterogeneidad entre la x de la experiencia corporal y el afecto psquico, que se manifiesta en y por su representacin pictogrfica. Efectivamente, el afecto es coextenso con la representacin, y la representacin puede conformarse o no a la realidad de la experiencia corporal. Si imaginamos una representacin de la unidad boca-pecho que acompaa a la experiencia del amamantamiento, se observa una conformidad entre afecto y experiencia del cuerpo. Si, a la inversa, imaginamos la representacin alucinatoria de una unin boca-pecho que impone momentneamente un silencio psquico al estado real de la necesidad, se observar una contradiccin objetiva entre afecto y experiencia corporal, contradiccin que es totalmente ignorada por la psique y que a lo sumo existe solo para el observador.5. La exigencia constante de la psique: en su campo no puede aparecer nada que no haya sido metabolizado previamente en una representacin pictogrfica. La representabilidad pictogrfica del fenmeno constituye una condicin necesaria para su existencia psquica: esta ley es tan universal e irreductible como la que decide las condiciones de audibilidad o de visibilidad de un objeto. Lo originario slo puede los fenmenos que responden a las condiciones de representabilidad; los restantes carecen de existencia para l.2. Las condiciones necesarias para la representabilidad del encuentroLa actividad del proceso originario es coextensa con una experiencia responsable del desencadenamiento de la actividad de una o varias funciones del cuerpo, originada en la excitacin de las superficies sensoriales correspondientes. Esta actividad y esta excitacin exigen el encuentro entre un rgano sensorial y un objeto exterior que posea un poder de estimulacin frente a l. En sus el proceso originario retoma este modelo sensorial. La representacin pictogrfica de este encuentro exhibe la particularidad de ignorar la dualidad que la compone. Lo representado se presenta ante la psique como presentacin de ella misma; el agente representante considera a la representacin como obra de su trabajo autnomo, contempla en ella al engendramiento de su propia imagen. La representacin, as, es una de la psique para la psique, autoencuentro entre una actividad originaria y un producto, tambin originario, que se da como presentacin del acto de representar para el agente de la representacin. Esta sobresignificacin y sobredeterminacin de lo representado constituye su rasgo esencial.En este punto encontramos una segunda ley general de la actividad psquica: la meta a la que apunta nunca es gratuita, el gasto de trabajo que implica debe asegurarse una , de no ser as, la no catectizacin de la actividad de representacin pondra fin a la actividad vital misma. Por lo general la psique previene este peligro gracias a la presencia de lo que hemos llamado el , consecuencia de toda puesta en relacin, conforme al postulado, de los elementos de informacin que se abren camino en el espacio psquico y del estado de quietud consecuente para la actividad de representacin: ello mientras lo representado se ofrece como un soporte que atrae y fija en beneficio propio la energa de que dispone ese proceso. Es evidente que si este placer mnimo fuese el nico en juego, su sola meta podra ser la perennidad de una representacin inaugural que se convertira en soporte, primero y ltimo, de la totalidad de la energa psquica.As, la prima de placer, como meta de la actividad de representacin, se encuentra relacionada con la posibilidad de una representacin y de una experiencia que puedan poner respectivamente en escena y en presencia la unin de dos placeres, el del representante y el del objeto que l representa y que encuentra en el transcurso de la experiencia (de la representacin de la necesidad).Si analizamos ahora las condiciones relativas al afecto de displacer, diremos que este afecto est presente en toda oportunidad en la que el estado de fijacin es imposible y en que la actividad psquica debe volver a forjar una representacin. Podemos recurrir a la metfora energtica y decir que el trabajo requerido para el surgimiento de una nueva representacin determina un estado de tensin, responsable de lo que llamaremos el displacer mnimo, simtrico de lo que hemos designado placer mnimo.Ms esencial para comprender el funcionamiento psquico es la relacin que existe entre el afecto de displacer y la representacin que est indisociablemente ligada a l. Esta relacin nos obligar a abordar el problema que plantea la pulsin de muerte y a recurrir al concepto con el que aludimos a un odio radical, tan originario como su contrario. No es posible comprender la representacin del afecto de displacer sin postular la presencia originaria de la antinomia tpica de los dos propsitos del deseo: deseo de catectizar al objeto metabolizndolo en la representacin de una parte del propio cuerpo y, gracias a ello, deseo de catectizar al propio incorporante, y deseo de autoaniquilacin que convierta a la representacin de la instancia representante en autopresentacin de la instancia que engendra el displacer.El corolario y el sinnimo del displacer es un deseo de autodestruccin, primera manifestacin de una pulsin de muerte que considera a la actividad de representacin, en cuanto forma original de la vida psquica, como la tendencia opuesta a su propio deseo de retorno al antes de toda representacin. Esta hiptesis nos facilita la comprensin de lo que separa a los dos conceptos llamados por Freud principio de Nirvana y pulsin de muerte. Al primero es posible concebirlo como la actualizacin de un principio de placer que tiende a la quietud y a la persistencia inmutable de una primera representacin, que se ofrece a la psique como prueba de su omnipotencia de autoengendramiento del estado de placer y como testigo de su poder de crear el objeto conforme a su meta y definitivamente presente; en lo que se refiere a la pulsin de muerte, se la debe considerar como una tendencia igualmente arcaica e insistente. Todo ocurre como si el , como corolario del , perturbase un dormir anterior, un antes ininteligible para nuestro pensamiento y en cuyo trascurso todo era silencio.Observamos la manifestacin de un presente desde un primer momento, contra una actividad de representacin cuyo inicio presupone, a causa de su , la percepcin de un estado de necesidad que ella tiene como funcin anular. En toda oportunidad en que la actividad psquica se acompae con una excitacin que la informe acerca de un estado de necesidad, su meta ser metabolizarla y representarla mediante su negacin: se explica as su ambivalencia frente a su propia produccin. El estado de placer que ella induce recubre la percepcin de una experiencia de la cual huye: el amor a la representacin es el revs, pero tambin el corolario, del odio a la necesidad en cuanto testigo de la existencia de un espacio corporal autnomo.El deseo de no tener que desear es un objetivo inherente al propio deseo. Deseo de no deseo: esta frmula, que utilizamos a menudo, expresa nuestra concepcin de la pulsin de muerte. Al ser parte constitutiva de los objetivos del deseo, el odio contra todo objeto que manifieste la presencia del deseo corre el riesgo de imponerse en toda ocasin en que lo representado ya no logre ignorar la necesidad y, por eso mismo, en toda ocasin en la que corre el riesgo de acompaarse con una experiencia de displacer. En este caso la psique considerar el resultado de su propio trabajo como demostracin y prueba de la existencia de su otro lugar, el espacio corporal, que inevitablemente odiar y querr destruir toda vez que este se revele sometido a un poder que ella no domina.Pero tambin es cierto que, si la vida prosigue, el cuerpo, como conjunto de rganos y de funciones sensoriales gracias a los cuales la psique descubre su poder -de ver, de or, de gustar, de tocar- se convierte en fuente y lugar de un placer ergeno, que permite que algunos de sus fragmentos sean catectizados de inmediato por la libido narcisista al servicio de Eros.Lo que hemos dicho hasta el momento permite establecer un primer esquema de los elementos que organizan la situacin original del encuentro boca-pecho cuando se privilegia exclusivamente lo que ocurre en el infans.Hemos encontrado en forma sucesiva: a) una experiencia del cuerpo, a la que hemos designado como el x inconocible, que acompaa a una actividad de representacin que da lugar al pictograma; b) un afecto que est indisolublemente ligado a esa experiencia, y que puede ser tanto de placer cuanto de displacer; c) la presencia original de una ambivalencia radical del deseo frente a su propia produccin, que podr ser tanto soporte de la tendencia a fijarse en ella como soporte de su deseo de destruirla, por ser prueba de la existencia de otro lugar que escapa a su poder, pero tambin de otro lugar que lo obliga a proseguir su trabajo de representacin, que le impide preservar un estado de fijacin; d) por ltimo, la ambivalencia de toda catexia que concierne al cuerpo.3. El prstamo tomado del modelo sensorial por la actividad de lo originarioPartimos de la hiptesis de que el fundamento de la vida del organismo consiste en una oscilacin continua entre dos formas elementales de actividad, a las que designamos como el y el , actividades que se acompaan con un trabajo de metabolizacin de lo tomado, que lo trasforma en un material del cuerpo propio: los residuos de esta operacin, por su parte, son expulsados del cuerpo.Respiracin y alimentacin constituyen un ejemplo simple y claro de ello. Mutatis mutandis, este doble mecanismo puede extrapolarse al conjunto de los sistemas sensoriales cuya funcin implica analgicamente la toma en si de la informacin, fuente de excitacin y fuente de placer, y el intento de esta misma informacin cuando se convierte en fuente de displacer. Se debe tener en cuenta una primera diferencia; en esta etapa de la vida, es posible vomitar la leche, no as taparse la nariz o cerrarse la cavidad auditiva. Adems, toda informacin sensorial tiene el poder de exceder el umbral de tolerancia y trasformarse en fuente de dolor. Al utilizar el trmino , que hemos introducido desde las primeras pginas, nos proponemos privilegiar el papel desempeado por las funciones sensoriales.En trminos psicoanalticos, el