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Historia Agraria, 51 Agosto 2010 pp. 179-226 ISSN: 1139-1472 © 2010 SEHA 179 Q uizás el lector de Historia Agraria pueda sentirse sorprendido o de- sorientado al leer el índice de este volumen u hojear algunos de sus conteni- dos. Pero el perfil de sus coordinadores y de la mayoría de sus autores y la colección en la que se ubica no dejan lugar a demasiadas dudas. Se trata de una interesante aproxi- mación interdisciplinaria a la alimentación de diversas comunidades de América La- tina en distintos momentos de un periodo de más de 10.000 años, donde la arqueo- logía juega un papel fundamental. Este trabajo parte del interés y relevan- cia de las aportaciones y debates suscitados en el Simposio sobre economía de la ali- mentación en la América precolombina y colonial, que tuvo lugar en 2006 en Sevilla, dentro del marco del LII Congreso de Americanistas. Como su nombre indica, el hilo conductor que integra los diferentes artículos es el estudio de la alimentación, entendida desde una perspectiva amplia, que incluye tanto los elementos que con- figuran la dieta como las estrategias que las diferentes sociedades adoptan para su ob- tención, tratamiento, almacenamiento, dis- tribución y consumo. Esta visión integra- dora requiere que la evidencia disponible sea abordada desde diferentes disciplinas (arqueología, antropología, fuentes escri- tas, zoología, botánica), que se comple- mentan unas con otras a la hora de esbo- zar el cuadro general de los aspectos técnico-organizativos relacionados con la subsistencia. Más allá del marco general de la Amé- rica precolombina y colonial, los artículos tratan ámbitos geográficos y cronológicos muy diversos, desde México a Argentina, pasando por Colombia, Perú o Brasil, y desde los inicios del Holoceno hace unos 10.000 años (el período arcaico de la cro- nología arqueológica americana) hasta la Aylen Capparelli, Alexandre Chevalier y Raquel Piqué (coords.) La alimentación en la América precolombina y colonial: una aproximación interdisciplinaria Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Institución Milà i Fontanals, Treballs d’Etnoarqueologia, 7, 2009, 182 páginas.

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Historia Agraria, 51 ■ Agosto 2010 ■ pp. 179-226 ■ ISSN: 1139-1472 © 2010 SEHA

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Quizás el lector de Historia Agrariapueda sentirse sorprendido o de -sorientado al leer el índice de este

volumen u hojear algunos de sus conteni-dos. Pero el perfil de sus coordinadores y dela mayoría de sus autores y la colección enla que se ubica no dejan lugar a demasiadasdudas. Se trata de una interesante aproxi-mación interdisciplinaria a la alimentaciónde diversas comunidades de América La-tina en distintos momentos de un periodode más de 10.000 años, donde la arqueo-logía juega un papel fundamental.

Este trabajo parte del interés y relevan-cia de las aportaciones y debates suscitadosen el Simposio sobre economía de la ali-mentación en la América precolombina ycolonial, que tuvo lugar en 2006 en Sevilla,dentro del marco del LII Congreso deAmericanistas. Como su nombre indica, elhilo conductor que integra los diferentesartículos es el estudio de la alimentación,

entendida desde una perspectiva amplia,que incluye tanto los elementos que con-figuran la dieta como las estrategias que lasdiferentes sociedades adoptan para su ob-tención, tratamiento, almacenamiento, dis-tribución y consumo. Esta visión integra-dora requiere que la evidencia disponiblesea abordada desde diferentes disciplinas(arqueología, antropología, fuentes escri-tas, zoología, botánica), que se comple-mentan unas con otras a la hora de esbo-zar el cuadro general de los aspectostécnico-organizativos relacionados con lasubsistencia.

Más allá del marco general de la Amé-rica precolombina y colonial, los artículostratan ámbitos geográficos y cronológicosmuy diversos, desde México a Argentina,pasando por Colombia, Perú o Brasil, ydesde los inicios del Holoceno hace unos10.000 años (el período arcaico de la cro-nología arqueológica americana) hasta la

Aylen Capparelli, Alexandre Chevalier y Raquel Piqué (coords.)La alimentación en la América precolombina y colonial: unaaproximación interdisciplinariaMadrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Institución Milà i Fontanals,Treballs d’Etnoarqueologia, 7, 2009, 182 páginas.

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época postcolonial, ya prácticamente en elsiglo XX.

En el volumen no sólo se incluyen lasponencias presentadas en el simposio, sinotambién otros trabajos elaborados por dis-tintos especialistas en la materia. A pesar deque buena parte de ellos puedan quedarnosun tanto «alejados» cronológicamente, laobra pone de manifiesto la gran y potencialutilidad de la arqueología y otras disciplinasafines para estudiar la alimentación (dieta,formas de conservación y preparación) apartir de restos de alimentos fosilizados,herramientas, etc., de poblaciones tanto deépocas remotas como de períodos más re-cientes a menudo mal conocidos. Un po-tencial que complementa la conocida utili-dad de esta disciplina para el estudio delestado nutritivo de poblaciones del pasadoa partir de tallas de esqueletos, estado dehuesos y dientes, etc.

El primer artículo, «Arqueozoología desociedades cazadoras recolectoras: algo másque biomasa para estómagos ambulantes»,de corte teórico-metodológico, presenta elenfoque materialista histórico aplicado alestudio de los restos óseos animales. El dis-curso parte de la crítica a la arqueología tra-dicional, que estudia la fauna prehistóricacon el objetivo de establecer biocronologíasque permitan una mejor datación de los ya-cimientos y, consiguientemente, de los ar-tefactos asociados. A continuación se revi-san los postulados de las perspectivasfuncionalistas y ecológico-culturales que, apartir de la década de 1960, se desarrollancomo un intento de ir más allá del objetopara centrarse en el estudio de las socieda-des que lo fabricaron y/o utilizaron. Estas

escuelas conciben tales sociedades comosistemas compuestos de subsistemas, queinteraccionan entre sí en la búsqueda delequilibrio, y donde un cambio en uno delos subsistemas desencadena un cambio enlos otros. Como estos sistemas captan laenergía del medio externo, cualquier cam-bio que éste sufra producirá un ajuste(adaptación) en el sistema social. La im-plicación última del modelo es que las so-ciedades humanas están condicionadas di-rectamente por el medio y que el cambiosocial se explica en función del cambio cli-mático y ecológico. Dentro de este marco,el desarrollo de nuevas técnicas y métodospara recuperar el registro material seorienta al objetivo inicial de reconstruir lacomposición de la dieta y, subsiguiente-mente, utilizar ésta en la reconstrucciónpaleoambiental. La interpretación que,desde el funcionalismo, se propone sobre laevolución de los grupos de Cazadores-Recolectores es que, a partir de una «épocadorada» de caza especializada en grandesmamíferos en el Paleolítico Superior, sepasa a una estrategia de «amplio espectro»durante el Mesolítico, como respuesta a laextinción de la gran fauna pleistocénica, yésta culmina, al intensificarse las necesida-des alimenticias, en la producción de ali-mentos durante el Neolítico.

Finalmente, los autores presentan supropuesta, basada en el materialismo his-tórico, que concibe los «recursos naturales»como aquellos elementos del medio que lassociedades explotan para su consumo yque, por tanto, pasan a ser «recursos histó-ricos» en tanto que su incorporación al pro-ceso productivo está condicionada, entre

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otros factores, por el desarrollo de las fuer-zas productivas. El medio no se concibecomo algo externo, que influye unidirec-cionalmente en los grupos humanos, sinoque éstos, al explotarlo, lo transforman,con lo que la relación sociedad-medio debeabordarse desde una perspectiva dialéc-tica. Por este motivo es necesario estudiarlos restos de fauna recuperados en los ya-cimientos arqueológicos no como un fin ensi mismo, ni para la reconstrucción am-biental, sino como productos de la explo-tación, que deben contribuir, junto con elresto de la evidencia material, al objetivo fi-nal de reconstruir las relaciones socialesde producción que rigen las diferentes so-ciedades.

El segundo artículo, «El aprovecha-miento de los recursos vegetales entre losSelknam de Tierra de Fuego (Argentina):una aproximación etnoarqueológica»,aborda la recuperación de los restos vege-tales en contextos arqueológicos, debido ala dificultad de su conservación y recono-cimiento, sobre todo en comparación conotro tipo de elementos como los líticos uóseos. Esta aparente ausencia, o en el me-jor de los casos baja representación, ha lle-vado a muchos investigadores, en ausenciade un análisis crítico de la evidencia recu-perada, a sobrevalorar la importancia de losrecursos de tipo animal en detrimento delos de origen vegetal, a la hora de estudiaraspectos como la alimentación, vestido, fa-

bricación de utensilios, etc. Sin embargo,técnicas como el estudio de los carbones(antracología) o el cribado de los sedimen-tos por flotación, permiten la recuperaciónde muestras de origen vegetal que ayudana completar el panorama de los productosexplotados por la sociedad estudiada. Enlos casos de yacimientos de los que se dis-pone de evidencia etnográfica se puedencotejar los resultados obtenidos con los ob-jetos recogidos por los etnógrafos o consus descripciones y relatos. Estos principiosson aplicados al sitio Selknam de Ewan(Tierra de Fuego, Argentina), donde sepuede comprobar que los elementos vege-tales, troncos, semillas y frutos, se utilizaronampliamente como materia prima para laconfección de instrumentos, construcciónde viviendas, combustible o alimento.

En el tercer artículo, «Subsistence andlifeway of coastal Brazilian moundbuilders»,se aborda el estudio de los grupos que en-tre circa 6180 y 1180 cal. BP ocuparon lacosta sur y sureste de Brasil, y cuyo ele-mento más característico son las grandesacumulaciones de conchas o concheros1.Tradicionalmente se consideraba a estosgrupos como recolectores nómadas de mo-luscos. Sin embargo, estudios como el pre-sentado en este trabajo, basados en análisismedioambientales, paleoetnobotánicos ybioantropológicos, han cambiado estepunto de vista y tienden a considerarloscomo grupos sedentarios, que explotan un

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1. En dataciones de radiocarbono, BP indica Before Present (‘Present’ es 1950, cuando se adoptócomo convención). Cal. indica que la fecha ha sido calibrada de acuerdo con las curvas de calibra-ción de 14C, que modifican, a veces sustancialmente, la datación en bruto o sin calibrar. La fórmulasignifica que la fecha está calibrada y su valor es 6180-1160 antes de 1950, es decir, 4220 a.C. - 790d.C. (Nota del Editor de reseñas).

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espectro más amplio de recursos como losderivados de la pesca, la recolección y, po-siblemente, una agricultura incipiente.

El artículo «Arqueobotánica en Colom-bia y su aplicación al estudio de patronesalimenticios y explotación de recursos ve-getales en el pasado» trata el desarrollo his-tórico de esta disciplina en Colombia, la di-ficultad de conservación de los restosvegetales debido a factores medioambien-tales y la necesidad de utilizar modernastécnicas como la flotación de restos o la an-tracología. Estos estudios se centran en lasrelaciones entre los grupos humanos, elmedio y la alimentación, contrastando laevidencia material con datos etnohistóricoso históricos, con el fin de comprender me-jor el uso y valor económico y cultural delas plantas para los citados grupos.

En el trabajo «Procesamiento de tubér-culos y raíces por grupos agropastoriles delnoroeste argentino prehispánico: análisisde indicadores en residuos de molienda» sepresenta la técnica de análisis de microfó-siles en los residuos de uso en artefactos demolienda, que permite, mediante el estudiocon el microscopio, la identificación de losproductos sobre los que operaron estos ar-tefactos y, en algunos casos, inferir los pro-cesos (tostado, congelación, etc.) que su-frieron con anterioridad a la molienda. Estatécnica, junto a la comparación etnográfica,se aplica a un conjunto de yacimientos delnoroeste argentino, de entre 1.000 y 2.000años de antigüedad, para identificar el con-sumo de tubérculos.

El siguiente artículo, «El recurso maíz ensitios arqueológicos del Noroeste argen-tino: el caso de la Quebrada de Los Corra-

les, El Infiernillo, Tucumán», parte del es-tudio de los restos de maíz recuperados enel citado yacimiento, conservados gracias alas condiciones frías y secas de la zona,para formular, mediante la comparacióncon otros yacimientos, un estado de lacuestión sobre el uso del maíz en el área an-dina argentina en el período formativo (en-tre el 2.000 y 1.200 AP.). La conclusión esque este cereal, del que se han identificadodiversas variedades, fue uno de los princi-pales recursos alimenticios en este períodoy zona.

Los dos siguientes trabajos, «Análisis derestos faunísticos en el sitio inkaico El Shin-cal (Catamarca, Argentina)» e «Intra-sitecomparison of the archaeological evidenceof El Shincal: implications about the inkaeconomy», abordan el estudio de los recur-sos alimenticios de tipo animal, el primero,y vegetal, el segundo, del asentamiento incade El Shincal. Llevan a la interesante con-clusión de que, aparte de los tradicionalesrecursos del maíz y los camélidos (llamas yalpacas), los pobladores incaicos de esteyacimiento, considerado la capital admi-nistrativa de la zona, explotaron de formaintensiva recursos salvajes, como el pichi,un mamífero de la familia de los armadillos,o los algarrobos. Estos mismos recursos yaeran utilizados por las poblaciones pre-in-caicas, y su explotación continúa hasta bienentrada la época de la conquista española.

El artículo «La producción de chicha enlos imperios inca y chimú» aborda el estu-dio de la producción de la chicha, licorobtenido de la fermentación del maíz,comparando su utilización y la organiza-ción de su producción entre los incas y los

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chimús en la época de los primeros con-tactos con los españoles. Para los incas, elconsumo de la chicha se ubicaría dentrodel ámbito ritual: su producción la efec-tuaba mayoritariamente un colectivo fe-menino, las «mamaconas», altamente je-rarquizado y regulado, y sometido alcontrol político del Estado inca. Esta be-bida era utilizada en los rituales como ele-mento purificador, regando con ella los ci-mientos de los edificios que iban a serconstruidos, o como medio para entrar entrace y comunicarse con los espíritus. Den-tro de este contexto, sólo la embriaguez ri-tual era aceptada. En cambio, entre loschimús la producción era más descentrali-zada, efectuada por especialistas mayorita-riamente masculinos en el ámbito de las re-sidencias señoriales. Aunque entre loschimús el consumo ritual, de característi-cas parecidas al incaico, también está pre-sente, es en el consumo secular donde seconstataron las mayores diferencias, ya queentre éstos la embriaguez no ritual era fre-cuente y tolerada. En ambos casos la chi-cha era utilizada como forma de reclamo y«pago en especie» para los trabajadores delas grandes obras de ingeniería.

El artículo «Condiciones de salud delos antiguos pobladores de los valles cen-trales oaxaqueños durante el Formativo»parte del análisis de los restos antropológi-cos para abordar el estado de salud de loshabitantes de los valles de la zona de Oa-xaca (México) desde el 1.400 a.C. al 200d.C., que en la cronología tradicional delNuevo Continente comprende el períodoFormativo. Para ello se establecen una se-rie de indicadores, como la criba orbitaria,

la hiperostosis porótica, la hipoplasia, laperiostitis, las caries o los abscesos, sus-ceptibles de identificarse en los huesos ydientes, y que se asocian a patologías liga-das a procesos infecciosos, estados caren-ciales asociados a la malnutrición o condi-ciones de trabajo. El estudio concluye quedurante el Formativo inicial y medio, pe-río do caracterizado por la combinación delcultivo del maíz con la explotación de losrecursos tradicionales procedentes de lacaza y la recolección, la presencia de en-fermedades de tipo infeccioso o por caren-cias nutricionales fue mínima. A nivel in-tergrupal el impacto de estas patologías fuemayor en los asentamientos más grandes,donde las condiciones de hacinamientofueron habituales y mayor la dependenciade los cereales, mientras que a nivel intra-grupal la frecuencia es superior en mujeresy niños, lo que indicaría tratos diferencia-les según el género o la edad. Sin embargo,estas evidencias no son habituales, ycuando aparecen raramente presentan granseveridad, lo que indicaría unas condicio-nes de vida relativamente saludables.

El artículo «La alimentación en la vidacotidiana del Colegio Mayor de NuestraSeñora del Rosario, Bogotá, Colombia,1653-1773» parte de los documentos con-servados en el Archivo General de la Na-ción y el Archivo Histórico de la Universi-dad del Rosario para reconstruir loshábitos culinarios de los huéspedes del ci-tado Colegio Mayor y, a partir de éstos, es-tudiar la alimentación en la Colombia deépoca colonial. El estudio concluye queexisten tres aportaciones importantes tantoen la composición de la dieta como en los

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métodos de cocción, los utensilios utiliza-dos o las costumbres de consumo (númerode comidas y horarios de éstas): la indí-gena, la de los emigrantes españoles y la delos esclavos africanos. A través de este mes-tizaje se puede comprender la actual cocinacolombiana.

El volumen finaliza con el artículo «Laalimentación en Buenos Aires del siglo XIX:modelos posibles para su análisis en uncontexto urbano». En él se estudia la dis-tribución de la carne de vacuno en la Bue-nos Aires del siglo XIX a partir de tres mo-delos diacrónicos de venta y consumo: elcolonial, el postcolonial y el moderno. Elprimero, que abarca entre el 1580 y el1817, se caracteriza por la venta en cuartosde la carne para el consumo diario. El des-piece se realizaba mayoritariamente me-diante hachas, con la ayuda de cuchillos yserruchos manuales. Durante la fase post -colonial, entre 1817 y 1900, la venta por

cuartos se mantiene, pero comienzan losensayos de otro sistema de comercializa-ción, la venta por peso, y ganan peso los se-rruchos en detrimento de las hachas. Fi-nalmente, durante el modelo moderno, de1900 a 1914, se establece la venta al pesocomo único sistema de venta al público. Eldespiece se realiza predominantemente me-diante sierras eléctricas y las piezas se ob-tienen a partir del aislamiento de gruposmusculares siguiendo un patrón similaral actual. Para cada sistema de despiece sepuede esperar una fragmentación de loshuesos y un esquema de cortes sobrelos mismos diferentes, lo que permite el es-tudio de los restos óseos recuperados en ya-cimientos arqueológicos para establecerqué sistema se utilizó en los animales queconformaron los depósitos.

Jesús Pié Batlle y Xavier Cussó Segura

Universitat Autònoma de Barcelona

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Varios AutoresLa pesca en la Edad MediaMadrid, Editum-Sociedad Española de Estudios Medievales, 2009, 259 páginas.

La pesca en la Edad Media es el pri-mer título de la nueva colección quela Sociedad Española de Estudios

Medievales saca a la luz con el nombre deMonografías de la Sociedad Española de Es-tudios Medievales (SEEM). Este libro reúnela mayor parte de las aportaciones presen-tadas al congreso que con homónimo títulotuvo lugar en Santiago de Compostela del7 al 9 de junio de 2007. El hecho de que laSEEM eligiera la pesca como tema verte-

brador de su congreso anual evidencia lacreciente importancia de esta línea de in-vestigación para los medievalistas, en buenaparte también debido a la relevancia socialy económica que ha adquirido en los últi-mos años este sector.

Los trece capítulos del libro pueden seragrupados en cuatro bloques temáticos.Buena parte de las aportaciones analizan lapesca desde la óptica del consumo y la his-toria de la alimentación. Así, María Álvarez

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centra su estudio en el abastecimiento depescado en Oviedo durante la Baja EdadMedia, para lo cual utiliza como principalfuente documental los libros de acuerdosdel concejo de dicha ciudad. A través deellos describe el sistema de abastecimiento,llamando la atención sobre las regulacionessobre el lugar y las condiciones de venta asícomo las especies más capturadas. El con-sumo también es el hilo conductor del tra-bajo presentado por Dolores Morales, Eu-frasia Roselló y Arturo Morales. Suaportación resulta novedosa sobre todo porla fuente que utilizan, la arqueología. Su in-vestigación trata de valorar el registro ic-tioarqueológico disponible en los yaci-mientos peninsulares del periodo medieval,tanto islámicos como cristianos. De estamanera se han podido constatar distintasprácticas de fileteado de claro carácter cul-tural.

Dentro de este bloque referido al con-sumo cabe situar también el estudio de Yo-landa Guerrero, un análisis comparativodel consumo y la comercialización de pes-cado, de mar y de río, en las principales ciu-dades castellanas durante el siglo XV. En to-das ellas, pese a su carácter de interior, elconsumo de pescado estaba muy exten-dido, aunque en mucho menor grado quela carne, pues no conviene olvidar que engran medida la sociedad consumía pes-cado más que por gusto por imposición,normalmente religiosa, cuando no econó-mica. Julián Sánchez, como María Álvarez,también se centra en un núcleo concreto,en este caso la ciudad de Guadalajara. Re-lacionados estrechamente con el consumo,Sánchez analiza los precios del pescado en

dicha ciudad con especial atención a losfactores que inciden sobre éstos. Según elautor, las principales variables para deter-minar los precios eran la especie y el lugarde procedencia de las capturas. Sin em-bargo, la presencia de la corte y el períodode Cuaresma incidían enormemente sobreellos. Ahora bien, si durante la estancia delos monarcas los precios del pescado se in-crementaban significativamente, durantela Cuaresma los precios descendían, unhecho significativo a tener en cuenta yaque es durante los períodos de penitenciacuando el pescado alcanza su mayor nivelanual.

Otro aspecto directamente ligado alconsumo del pescado es el de su comer-cialización. Desde esta perspectiva RoserSalicrú estudia la demanda de pescado delAtlántico en las principales plazas de laCorona de Aragón, especialmente Barce-lona. A partir de los registros de Cancille-ría del Archivo de la Corona de Aragón, Sa-licrú evidencia la llegada de pescado seco ysalado a lo largo del siglo XV. Según la au-tora, durante la primera mitad de la cen-turia el comercio de las capturas está enmanos de gallegos y portugueses; en cam-bio, en las siguientes décadas se produce unfuerte incremento de la llegada de andalu-ces que comercializan el atún de sus alma-drabas. Si Salicrú centra su estudio en elárea mediterránea, Violeta Medrano Fer-nández analiza el comercio de pescado enla frontera castellano-portuguesa. Este tra-bajo resulta interesante por diversas razo-nes. En primer lugar, se hace hincapié en elcomercio de pescado fluvial, cuya existen-cia no excluyó la comercialización del pes-

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cado de mar, básicamente salado, aunqueocasionalmente fresco. El Duero servía denexo entre el litoral portugués y el interiorde las tierras castellanas, aunque hay quetener en cuenta otros cursos fluviales, comoel Miño o el Tajo. Contrariamente a lo quese pueda pensar, el tráfico mercantil iba enlas dos direcciones, no sólo desde Portugalhacia Castilla, sino también en sentido con-trario. Por lo que respecta a los pescadores,no todos eran profesionales sino que Me-drano documenta gentes que, de maneratemporal o esporádica, se dedican a lapesca como complemento a otras activida-des económicas. Del mismo modo, la co-mercialización de las capturas no sólo es-taba en manos de mercaderes profesionalessino que también se observa la presencia delos habitantes de las poblaciones fronteri-zas, que de este modo conseguían ingresosa partir de distintas actividades económicas.Por lo que se refiere a las relaciones inter-nacionales, ni la pesca fluvial ni el comer-cio de las capturas supusieron un elementode conflicto ni de rivalidades entre ambosreinos, aunque ambas actividades se vieronafectadas en los momentos de confronta-ción bélica.

Otra vertiente desde la cual abordar lapesca medieval es la técnica, es decir, lospescadores y los medios técnicos que dis-ponían a la hora de realizar su trabajo. JuanManuel Bello trata de determinar el pesodemográfico de los pescadores en Andalu-cía y en las Islas Canarias durante los siglosXV y XVI. Pese a las limitaciones de las fuen-tes, todo parece indicar que los pescadoresen estas regiones eran un grupo relativa-mente escaso, más aún si lo comparamos

con el peso demográfico de este colectivoen la costa norte de la península. En cuantoa la organización profesional, sólo entradoel siglo XVI, y en las grandes ciudades comoSevilla o el Puerto de Santa María, sepuede constatar la existencia de asociacio-nes gremiales de pescadores, que nuncatuvieron la influencia política y económicade otros gremios. Antonio Ortega analizaotro aspecto poco conocido de la navega-ción, el aprovisionamiento de alimentos delos pescadores y, en general, de los hombresde mar. Mediante la combinación de fuen-tes documentales –jurídicas, fiscales y no-tariales– y narrativas, Ortega analiza lasdisposiciones legales y los costes de los ví-veres que las embarcaciones llevaban con-sigo durante su estancia en el mar. Por suparte, Antonio Malpica, mediante la utili-zación de las crónicas y las obras de los ge-ógrafos andalusíes, analiza los aspectos téc-nicos de la navegación en el mar de Alboránen época nazarí. En efecto, ya en el siglo XII

Idrisi es capaz de fijar con exactitud la ubi-cación de todos los puertos y fondeaderosexistentes, con una cualificación de los mis-mos, y además especifica las distancias en-tre ellos y los vientos. La pesca debía de ser,como en el resto del Mediterráneo, de ba-jura, aunque combinada con otros sistemasde captura estáticos como la almadraba,documentada ya en el siglo XII. Las especiescapturadas son básicamente las mismasque en el resto de la fachada mediterránea,si bien se documenta la captura de algunasmás propias del Atlántico, dada su proxi-midad. En cuanto al tipo de embarcacio-nes, la documentación menciona la zambrao zabra, cuyas dimensiones no se han po-

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dido precisar, y el jabeque, el cual parececoincidir con la jábega.

En un cuarto bloque se aborda la pescadesde una perspectiva totalizadora. ElisaFerreira y Antoni Riera centran su miradaen Galicia y la Corona de Aragón, respec-tivamente, englobando no sólo los aspectosreferidos al consumo y el comercio de pes-cado sino también las cuestiones técnicasde su captura y de su conservación. Sin em-bargo, si en el caso gallego el objeto delanálisis es el conjunto del territorio, Gali-cia, entendida como una región de la Eu-ropa Atlántica que emerge tras la reestruc-turación del siglo XIV, en el casocatalanoaragonés el texto se articula a par-tir de las tres grandes ciudades de la Co-rona, Barcelona, Valencia y Mallorca. Fi-nalmente, mención aparte merecen lasaportaciones de Etelvina Fernández y Os-car Perea por la peculiaridad de sus fuen-tes, iconográficas y literarias, a menudomarginadas por los historiadores. En el pri-mer caso, la autora presenta la evolución de

las formas iconográficas de temática piscí-cola desde la Antigüedad hasta el Medievoy cómo fueron incorporados nuevos mo-delos inspirados en la realidad y la fantasíamedieval. Perea reseña las referencias a lapesca y sus protagonistas en los cancione-ros medievales castellanos, iniciando su re-corrido con el Arcipreste de Talavera o Cor-bacho de Alfonso Martínez de Toledo(1438) hasta llegar a la Farsa del mundo ymoral de Hernán López de Yanguas (1524).

Sin lugar a dudas, la pesca en la EdadMedia precisaba de una aportación de estecalado, por su amplitud cronológica y sudiversidad geográfica y temática. Sin em-bargo, este trabajo no debe ser sino el estí-mulo necesario para el desarrollo de una lí-nea de investigación que todavía hoy paramuchos medievalistas se encuentra en lasafueras del medievalismo.

Frederic Aparisi Romero

Universitat de València

La obra resulta conocida y el argu-mento repetido pero, como todoslos clásicos, nunca pasa de moda y

en cada nueva representación aporta in-terpretaciones novedosas, puntos de vistainéditos y hasta puestas en escena, si nosorprendentes, sí por lo menos llenas de su-gerencias. Entre lo más novedoso y atrac-tivo, la perspectiva temporal elegida y el

elenco de actores que ponen en escena laobra, que aportan frescura en sus interpre-taciones y ofrecen actuaciones que en oca-siones se despegan con rotundidad y atre-vimiento de los clichés más clásicos quehasta no hace mucho tiempo señoreabansus papeles. Una sana heterodoxia, unaosadía en aventurar caminos nuevos yuna siempre necesaria renovación en la mi-

Nadine Vivier (dir.)Élites et progrès agricole, XVIe-XXe siècleRennes, Presses Universitaires de Rennes, 2009, 346 páginas.

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rada caracterizan a varias de las aportacio-nes y confieren, de este modo, al conjuntodel trabajo más frescura de la que el título,clásico a más no poder, podía sugerir.

Aunque no lo parezca, hablamos de his-toriografía, y de un libro coral, casi de alu-vión que, bien organizado por la mano ex-perta de Nadine Vivier (especialista en estaslides: 2005), reúne aportaciones de treceespecialistas con estudios de casos que vande Inglaterra al Canadá, pasando por Hun-gría, Francia, los territorios alemanes, Es-tados Unidos, México y, sorpresa relativamuy agradable, España. Una de las mejo-res aportaciones del trabajo y uno de loselementos que lo hacen más atractivo es laperspectiva amplia y ambiciosa desdela que aborda su objeto de estudio, tantodesde el punto de vista de la geografía (fun-damental cuando lo que se investiga es el«progreso agrícola», por los condicionantesdel contexto general, variable no sólo decontinente a continente sino de región a re-gión), como de la temporalidad, con apor-taciones que nos llevan desde las primerasprácticas «progresivas» de la agricultura delos Países Bajos allá por el siglo XVI, hastael impacto que ya en pleno siglo XX tiene elsindicalismo agrario, si bien la centuria queacabamos de dejar atrás es la gran damni-ficada en la selección de Vivier. Una visiónde amplio diámetro temporal que parecetambién especialmente apropiada para eltema, una vez superadas las perspectivasque en su día preconizaban la existencia detransformaciones agrarias revolucionariasde cronología muy precisa y delimitada,hoy substituidas en la mayoría de los tra-bajos por análisis asentados en hipótesis

que contemplan el cambio desde la pro-gresividad y ubicado en tramos temporalesmás amplios.

Desde la introducción de Vivier lasgrandes preguntas quedan planteadas.Quiénes fueron los agentes de la innovacióny el progreso y cuál fue su contribución a ladifusión de nuevas prácticas propiciadorasdel desarrollo agrícola son los interrogantesa resolver, junto con la cuestión, clave, delimpacto de la labor de las elites en la trans-formación de un trabajo de los camposque, desde su perspectiva, se presentabapor lo general como rutinario y anclado enla tradición de unos cultivadores indefecti-blemente vistos desde las alturas como re-fractarios a los cambios y necesitados deguía y ayuda. Elites plurales en su caráctery composición pero que tienen en comúnsu consideración de minorías con capaci-dad y con voluntad de hacer (Veiga, 2009),por más que en bastantes ocasiones ni susanálisis de la situación fuesen correctos, nisu voluntad de actuación fuese más allá delas intenciones, ni lograsen desprenderse deprejuicios culturales y de clase que estable-cían barreras a una colaboración efectivacon los cultivadores, ni lograsen evitar quesus intereses económicos inmediatos cho-casen con la puesta en marcha de innova-ciones en sus propiedades incluso hasta elpunto de impedirlas por completo. Una in-troducción, en suma, que cumple bien suobjetivo de fijar las cuestiones a tratar, en laque, por lo menos a quien realiza esta re-seña, sorprende la afirmación de que en lahistoriografía europea el papel de las elitesen la modernización agraria no ha sido ob-jeto de estudios en profundidad (p. 10).

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El libro se estructura a partir de una or-denación tripartita llena de lógica y que fa-cilita la lectura. La primera parte, con apor-taciones centradas en las agriculturasinglesa, francesa y alemana, se ocupa delpapel desarrollado en la introducción y di-fusión de novedades agrícolas por parte,fundamentalmente, de elites de tipologíanobiliar entre los siglos XVI y XVIII. Hoyleaporta un completo estado de la cuestiónpara el caso inglés, con el consiguiente des-file de landlords, yeomen y gentry (junto delas inevitables enclosures) y de las distintasopiniones respecto de su papel en el pro-greso agrícola, que resume en una de lasideas fuerza que es posible encontrar tam-bién en otras de las colaboraciones: land -lords y, sobre todo, la gentry guían sus ac-tuaciones por una lógica económica quebusca un aumento de sus ingresos, pero talobjetivo no tiene forzosamente que pasarpor el progreso agrícola, ni por la supera-ción de prácticas tradicionales (cultivos,utillaje, abonos, laboreo, formas de ce-sión…), ni por la puesta en marcha de ini-ciativas de innovación agraria en sus pro-piedades, siempre costosas y con laincertidumbre respecto de sus resultados.Elegir bien a los arrendatarios y adminis-tradores fue su apuesta principal. Por suparte, Bourquin ofrece, según sus propiaspalabras, una lecture culturelle para acer-carse a las motivaciones de los gentilshom-mes agronomes en una Francia dominadapor las ideas fisiócratas y la agromanie. In-siste en la variable identitaria y en la misióncasi religiosa que se autoimponían los no-bles franceses para explicar su interés porlas novedades agrícolas y su afán por la ex-

perimentación, que iría más allá de los cri-terios económicos para entroncar con mo-tivaciones enraizadas en una autoimagenasentada en el deber de guiar a los cultiva-dores, todo ello a mayor gloria de la gran-deur de la France. Podríamos definirloscomo una suerte de mediadores culturalesde la innovación, como modernos Cinci-natos ungidos al arado pero con la mentesiempre puesta en el progreso del reino. Enuna línea similar se sitúa el trabajo deSchlude sobre el protagonismo de la elec-tora de Dresde, Anna de Saxe, en la pro-moción de nuevas prácticas agrícolas en els. XVI, que al igual que Bourquin insiste enla importancia de factores no estricta niúnicamente económicos para explicar elinterés principesco por la agricultura (pro-porcionar modelos, motivaciones político-administrativas, científicas), y lo hace in-troduciendo una perspectiva de géneroinédita en este tipo de estudios. Cierra estaprimera parte la investigación de J.-M.Constant, con la pregunta que hace yatiempo se planteara P.K. O’Brien (1987)para el siglo XVIII, a saber, la posible pre-sencia de una dinámica de progreso agrí-cola en la Beauce francesa para la centuriadecimoséptima y el papel jugado en su casopor la nobleza. La conclusión se enmarcabien en una visión progresiva del progresoagrícola: en Beauce no hay revolución agrí-cola en el XVII, pero se ponen las bases quela preparan.

La segunda sección del libro se consa-gra a las sociedades agrícolas y a su apor-tación al progreso y la modernización de lasprácticas agrarias. La presentación del casoestadounidense (desde los últimos años del

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dominio colonial inglés a la víspera de laguerra de secesión), firmada por L. Né-raud, marca la pauta respecto de los nue-vos protagonistas del desarrollo agrícola enel siglo XIX, la centuria por excelencia de laideología del progreso. De los gentlemen-farmers al estilo Thomas Jefferson hasta losprimeros pasos de la preocupación estatalpor el desarrollo agrícola, durante los añosiniciales de la joven república estadouni-dense se desarrollan con fuerza las mues-tras seminales de prensa agrícola y de aso-ciacionismo de los propietarios, y al tiempose perfila ya con toda su intensidad la cues-tión central de cómo transformar las ideasde los agrónomos de salón y las prácticas delos ricos innovadores para que puedan seraplicadas y resulten útiles al conjunto de losfarmers. La conclusión del estudio es clara:en la adopción de innovaciones, tanto omás que su publicidad y la imitación de los«mejores» (aquéllos que, entre no pocasprotestas de los cultivadores más modestos,se llevaban los premios en las exposicionesagrícolas, igual en los EE.UU. que en Es-paña: Veiga, 1997), pesa el contexto eco-nómico y las oportunidades del mercado.En el ejemplo de las tierras canadienses,analizado por D. Samson, destaca el papelde las sociedades de agricultura dirigidaspor gentes relacionadas con el comercio ola política, de ahí que sus intereses pasentanto por el impulso de innovaciones comopor cuestiones vinculadas a su promociónsocial o al papel de la agricultura en la fija-ción de una sociedad de orden y política-mente tranquila. También aquí el problemapor excelencia es cómo llegar hasta los cul-tivadores que no formaban parte de unas

sociedades muy elitistas, y también aquíaparecen las contradicciones entre discur-sos que buscan adaptar las innovaciones alas posibilidades de granjeros humildes yunos concursos promovidos por esas so-ciedades cuyos miembros acaparan unospremios pensados para ellos (como decíaun granjero de St-Foye, «Les bourgeoisremportent tous les prix», p. 150). Esta sec-ción del libro se cierra con dos aportacio-nes, complementarias, sobre el caso fran-cés, debidas a N. Rago y la misma N. Vivier(claramente pluriempleada: se ocupa de laselección de los artículos, de la introduc-ción, aporta este capítulo y firma tambiénla conclusión). Las dos introducen un ele-mento llamado a jugar un papel destacadodesde finales del siglo XVIII como es el Es-tado, el interés institucional por la promo-ción de la mejora de la agricultura, sea conel apoyo a la creación de sociedades agrí-colas a finales del XVIII (pleno de contra-dicciones: los intendentes reales no las vencon buenos ojos porque, lejos de limitarsea cuestiones técnicas, osan criticar los diez-mos o los monopolios reales, con lo quequedan claros los límites del despotismoilustrado), sea con la promulgación de la leyde enseñanza agrícola en 1848. El balancedel trabajo de las primeras es francamentenegativo, demasiado interesados sus miem-bros en la promoción personal y en la rea-lización de memorias agrícolas y de prácti-cas de cultivo inservibles para el común delos fermiers (de hecho, los ejemplos másexitosos son los que se esfuerzan en adap-tar las novedades a las necesidades reales).Más claroscuros ofrece el balance para el si-glo XIX. En contra de opiniones extendidas,

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Vivier minimiza el peso de la nobleza legi-timista en las iniciativas societarias de laprimera mitad de siglo, a favor de una ma-yor presencia de elementos burgueses in-teresados en el progreso agrícola. Desdemediados de siglo el protagonismo pasa alas creaciones institucionales y se produceademás la definitiva reconversión hacia unapromoción de las novedades, sólo posible através de la experimentación y el ejemplopráctico: es el momento de las granjas-escuela estilo Grignon, de los huertos es-colares, de los comices y de los concursosagrícolas impulsados por los poderes pú-blicos. Los resultados, en general, resultanmagros y, según nos acercamos al final desiglo, parece más claro que el foco de aten-ción debe pasar de las elites como van-guardia del progreso agrícola a los cultiva-dores reales.

El último apartado del libro dedica trestrabajos al estudio de la gran propiedad enHungría (A. Vári), México (A. Tortolero) yEspaña (J. Carmona) en relación con laintroducción de prácticas progresivas en laagricultura. Se completa, en una sintoníano del todo conseguida, con una sorpren-dente investigación sobre la agronomía pe-nitenciaria en la Francia decimonónica ycon un repaso al papel del poderoso sindi-calismo agrario católico en el país galo a lolargo de la primera mitad del siglo XX. Parael caso húngaro, la atención se centra en elpapel de los administradores de las grandespropiedades latifundistas y, a través de sutrayectoria profesional, el autor ofrece unacompleta panorámica de las vicisitudes dela agricultura húngara que, como no podíaser de otra forma, presenta una cesura de-

cisiva con la crisis agraria finisecular queobliga a prestar mayor atención a la cues-tión de la productividad, hasta entoncesen un segundo plano gracias a los benefi-cios conseguidos con prácticas puramenteextensivas. Los trabajos de Tortolero y Car-mona insisten en la quiebra de tópicos.Respectivamente, ni las «haciendas» mexi-canas se corresponden en su totalidad conla imagen semifeudal y por completo re-fractaria a las novedades que transmiten al-gunos trabajos (excepto en lo que hace a lafuerza de trabajo personificada en los peo-nes, mantenidos en una situación de se-miesclavitud), ni los «grandes» de Españapadecían una deformidad congénita o cul-tural que los alejaba de la agricultura mo-derna. En México, allí donde el mercado yla demografía presionaban a la agriculturay ofrecían posibilidades de negocio las ha-ciendas se adaptan con rapidez e introdu-cen las reformas precisas. Además, y ya a fi-nales del XIX, el Estado porfirista pone lasbases estructurales para el desarrollo deuna agricultura capitalista (líneas de ferro-carril, servicios agronómicos, política decolonización); sin embargo, las brutalesdesigualdades del campo mexicano (el 3%de la población controla el 97% de la tierra,p. 227) sólo encontrarán salida con la Re-volución. Carmona, por su parte, insiste enlos factores derivados de la extrema parce-lación de las propiedades de la alta aristo-cracia española y en lo complejo de su ges-tión, para explicar las dificultades que se leofrecían para un manejo más moderno desus posesiones. Acude también a argu-mentos legales, como el permanente cues-tionamiento a sus derechos de propiedad

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por parte de los cultivadores, que ya en laII República llevará a la ley de reformaagraria para solucionar el «problema» del la-tifundio. Más que el absentismo o unamentalidad tradicional, son éstos los facto-res que explican su actuación poco dada anovedades (fuera de iniciativas particulares,en ocasiones tan espectaculares en su for-mulación como desastrosas en sus resulta-dos), así como el hecho de que hasta la lle-gada de los trigos americanos a bajo preciola racionalidad y el beneficio económico noestaban reñidos con las prácticas tradicio-nales.

Ivan Jablonka, en su trabajo sobre lascolonias agrícolas penitenciarias, concluyecon rotundidad que fracasaron: ni cum-plieron con los objetivos de regeneraciónmoral ni sus resultados económicos justifi-caron los esfuerzos por adoptar prácticasagrícolas novedosas, simplemente porqueni en su formulación ni en su aplicación re-sultaron coherentes. Más éxito obtuvo elsindicalismo agrario católico de la JeunesseAgricole Catholique (B. Waché), que sabeaprovechar la oportunidad política a partirde la década de 1880 para esparcir su men-saje, entre moralista en lo personal y mo-dernizador en lo técnico, y que pasa deuna primera tutela por parte de las elites lo-cales a conseguir, mediado el siglo XX, laadhesión de pequeños propietarios atraídospor una política de orden combinada con laadopción de novedades técnicas en plenaetapa de crecimiento económico con unmercado que demandaba productos agra-rios en grandes cantidades. Un capítulo deconclusiones cierra el libro y el trabajo es-tajanovista de Vivier, que se encarga de él.

Aquí destaca el carácter cada vez más «alar-gado» de las elites agrícolas, que de los cír-culos cortesanos de primera hora pasan alas sociedades agrícolas para rematar enun más democrático asociacionismo de pe-queños propietarios. Esta evolución secombina bien con los métodos de difusiónde las novedades, que de las memorias pa-san a la prensa agrícola y a las granjas-escuela, para finalizar en los mecanismosestatales de promoción agronómica. Susmotivaciones fueron primordialmente eco-nómicas, con la búsqueda de un aumentode los beneficios, pero siempre mezcladascon la promoción social, el interés científicoy la rentabilidad política. No siempre, sinembargo, innovación era sinónimo de ma-yores rendimientos, y de ahí que no siem-pre el progreso agrícola fuese de la mano dela racionalidad económica, que podía exi-gir comportamientos más tradicionales. Encualquier caso, y como conclusión final,queda claro el peso de las oportunidadesdel mercado en la adaptación de las nove-dades, en un grado probablemente superioral que supuso el ejemplo de las elites inno-vadoras, que a finales del siglo XIX teníancada vez más claro que la mejor estrategiadifusora pasaba por una acción que aso-ciase «réellement tous les acteurs», es decirque implicase al conjunto de los cultivado-res y abandonase el paradigma paternalistay elitista del gran propietario innovadorcomo forzoso ejemplo a seguir. Había lle-gado el momento del campesino real.

Xosé R. Veiga

Universidade de Santiago de Compostela

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Jaume Tos i UrgellésTratado de la cabrevación [1784]Edición y estudio introductorio de Rosa CongostGirona, Universitat de Girona, Centre de Recerca d´Història Rural, 2007, 224 páginas.

Las coincidencias en historia existen,pero casi nunca son fruto de la ca-sualidad: suelen ser manifestacio-

nes de procesos similares o responder a uncúmulo de causas próximas entre sí. Ape-nas leídas las primeras páginas de esta es-pléndida edición del Tratado de la cabre-vación de Jaume Tos2, me vino a lamemoria otro tratado sobre el mismo temacorrespondiente a un ámbito geohistóricopróximo al catalán, el País Valenciano. Fi-jémonos en las fechas: el Tratado de Tos viola luz por primera vez en 1784, el mismoaño en que se publicaba el primer volumendel Tratado de los derechos y regalías que co-rresponden al Real Patrimonio en el Reynode Valencia, obra del abogado, oídor de la

Audiencia y asesor patrimonial, VicenteBranchat. Antes, sin embargo, en 1781,una real cédula daba a conocer de estemismo autor su Instrucción para el métodoy reglas, que han de seguirse en los cabreves,que deben practicarse en las Baylías delReyno de Valencia. Incluía y actualizaba, asu vez, la todavía vigente instrucción paracabrevar de 1527. La obra de Tos era tam-bién una actualización de otro tratado decabrevación, el de Francesc Solsona, Stiluscapibreviandi, de 1561. En 1783, VicenteBranchat completaba parte de su obra re-copilatoria y normativa al frente del RealPatrimonio valenciano con la edición deotra instrucción, esta vez sobre el modo deformalizar en el Reyno de Valencia los expe-

2. La presente edición incluye, en versión facsímil, la obra originaria de Tos,Tratado de la cabreva-ción según el derecho, y estilo del Principado de Cataluña. Sus utilidades, y efectos, del modo de princi-piar, y seguir las causas de cabrevación, de los privilegios, y pensiones del señor directo, o mediano, y delas excepciones que competen al reo, o enfiteota. Su autor, el doctor Jayme Tos y Urgellés, abogado dela Real Audiencia del mismo Principado. Barcelona, en la imprenta de Raymundo Martí, impresor,en la calle dels Tallers. Año 1784; y, transcritas, la adición a las ediciones del Tratado correspondien-tes a 1789 y 1826, Disertación de la firma por razón de señoría, y derecho de prelación, tanteo o fadiga;y el manuscrito de 1792 Mètodo per capbrevar.

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dientes de establecimientos de hornos, moli-nos, tierras, casas y aguas; y en 1786 pu-blicaba los dos volúmenes restantes delTratado sobre los derechos del Real Patri-monio.

¿Qué estaba pasando a finales del sigloXVIII? ¿Cómo interpretar, en plena eclosiónilustrada, la necesidad de echar mano deunas normativas añejas, de netas reminis-cencias feudales? La primera tentación es,desde luego, pensar en una supuesta «re-acción señorial», en consonancia con unadeterminada interpretación historiográficahoy en día ya superada. La propia RosaCongost, en su estudio introductorio, ar-gumenta en este sentido (pp. 39-41). El ca-breve es, desde luego, un instrumento se-ñorial de origen medieval; las causas oexpedientes de cabrevación eran un re-curso judicial, forma privilegiada duranteel Antiguo Régimen de entender y practi-car el gobierno, en el que se contemplabael nombramiento de un juez de cabreva-ción y se suponía la existencia de un «reo»o culpable que, mediante el acto de reco-nocimiento de un dominio superior, que-daba comprometido al pago o actualiza-ción de las obligaciones o rentas que estedominio le imponía. A través del cabreve yde los actos de cabrevación quedaban re-gistradas las peculiares relaciones socialesy de propiedad que, mediando el estable-cimiento de un bien, contemplaba la per-manencia de un dominio directo en elotorgante y la generación de un dominioútil en el enfiteuta, así como las obligacio-nes mutuas resultantes de tan peculiar«contrato». Se trataba, por tanto, de unmundo con pluralidad de «dominios» sobre

un mismo bien y de un horizonte culturale institucional, político, en suma, que erasentido, tal como afirma el profesor Fiora-vanti (2001), como un orden vinculante através de instrumentos jurídicos y en elque esos mismos instrumentos definían yregían los «derechos». Pero era también unorden agregativo y acumulativo, sólo reco-nocible desde la depuración o en su casoactualización de unas normas consuetudi-narias, de un «estilo» que se definía no porreferencia a la norma abstracta y universal,sino a los peculiares «derechos» de territo-rios diversos, en este caso del Principado,pero también del Reino de Valencia o de lasIslas Baleares.

Porque, efectivamente, estamos ha-blando de un instrumento jurídico que,con sus variantes, obedece a una realidadeconómica y social que, para entendernos,podríamos definir como «no castellana», almenos en sus derivaciones más amplias ygenerales. Siguiendo con la acertada indi-cación de Rosa Congost de definir deter-minados términos (pp. 8-9), podríamosañadir que la palabra «Cabreo», como si-nónimo en este caso de «Libro becerro» re-ferido a los privilegios de una iglesia, apa-rece por primera vez en un diccionario dela lengua española en 1758. Y tendremosque esperar ¡hasta 1852!, en pleno dominiode la cultura jurídica liberal, para que esemismo diccionario recoja términos como«Cabrevar» o «Cabrevación», aunque res-tringidos al ámbito del Real Patrimonio.Todo un indicio de cómo la realidad socialque denotan estos términos, si no ajenadel todo, es bastante extraña al ámbito cas-tellano. El mundo de vigencia de los ca-

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breves, en el siglo XVIII, pero también bienavanzado el siglo XIX, es el mundo, princi-palmente agrario, pero también urbano, depredominio de la enfiteusis; una enfiteusisque, si hacemos caso de Vicente Branchat,es vista como «un contrato por el que eldueño transfiere el útil de la cosa inmueble,estipulada cierta pensión o rédito queanualmente debe prestarle en reconoci-miento del directo domino que se reserva»;y una enfiteusis que, de acuerdo tambiéncon el espíritu de Tos, en consonancia conel pensamiento ilustrado de su momento,lejos de contemplarse como una reminis-cencia «feudalizante» es vista casi como unabendición causante de la prosperidad y delbien individual y común en aquellos espa-cios y territorios en los que su presencia esnotable.

Las palabras iniciales del abogado cata-lán en su Tratado de la cabrevación alertansobre las tentaciones catastrofistas que pu-dieran derivarse de un sentido restringidode la «reacción señorial»: «Si vemos nuestroPrincipado en tal feliz situación, aumentadala población, y el comercio. Si miramos re-ducidas a cultivo la mayor porción de lastierras que lo permiten, ¿quién dudará, quetodo se debe en gran parte a la frecuenciay uso de los contratos enfitéuticos, que enCataluña se llaman establecimientos? Sipenetramos a fondo el estilo con que sepractican, se nos presentan grandes venta-jas, así para el concedente, y acetante (sic),como para el común del pueblo, adelanta-miento de la Nación y prosperidad delReyno» (p. 46). La enfiteusis derivadadel establecimiento es un instrumento deprosperidad y el cabreve, como registro de

las obligaciones dimanantes del dominioútil y del directo, puede y debe interpretarsecomo un necesario expediente para actua-lizar o, en su caso, consolidar y dar seguri-dad a los diversos y varios «dominios».Insistamos en las palabras utilizadas: pros-peridad y seguridad. Porque, efectivamente,el contexto referencial de esta obra de Tosy, con elementos diferenciadores, tambiénde la de Branchat, es el de un crecimientoagrario, bien perceptible como sabemosdesde los años 30 del siglo XVIII, y con unempuje roturador y de ocupación de nuevosterrenos o baldíos como una de sus mani-festaciones más llamativas. El Setecientos esun siglo «fisiocrático», si por tal entendemosun siglo que focaliza en la agricultura todoel horizonte cultural y económico de sunuevo discurso del trabajo y de la produc-tividad. La centuria ilustrada, con una mo-narquía absoluta convertida en partera ac-tiva de una nueva sociedad que empieza apercibirse como un conjunto de intereses encompetencia, especialmente materiales, seconvierte en escenario privilegiado de uncrecimiento que obliga a sus protagonistasa una toma de posición ante el mismo y, so-bre todo, sus efectos. Situarse en las mejo-res condiciones para rentabilizarlo o, en sucaso, convertirse en sujeto activo del mismo,será una de las motivaciones constantes dela acción social e individual. Recordar a lapoblación, o a la misma monarquía, entanto que implicada directamente en eseempuje roturador desde su instancia «pri-vativa» del Real Patrimonio, de qué instru-mentos normativos y jurídicos se dispone,no es más que un acto de coherencia con lasexpectativas que ese crecimiento despierta.

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Porque, en efecto, es crecimiento, y no es-tancamiento, el término que explica obrascomo las que aquí estamos comentando.Tos, como demuestra Congost, no es untrasnochado «feudista» que a un lustro de laRevolución francesa resucita desde el fondode los siglos un anticuado instrumento dedominio señorial. El autor no sólo muestraun perfecto conocimiento «del proceso decolonización agraria de la segunda mitaddel siglo XVIII» y «de los debates en torno alos contratos de rabassa morta» (p. 39),sino que su horizonte normalizador pasatambién por la recién creada Contaduría oRegistro de hipotecas (1768), primer atisbode una seguridad para el complicadomundo del crédito, pero también para lapropiedad misma. Expresa o implícita-mente, lo que Tos ofrece son instrumentosdepurados, basados, como no podía dejarde ocurrir, en los usos y tradiciones, para unmejor y más seguro aprovechamiento dedeterminados sectores sociales del creci-miento económico, una posibilidad de re-gistro de la propiedad y de las rentas de elladerivadas. Pero ¿de qué sectores sociales?,¿de qué propiedad? Si pensamos, como loera originariamente, en el cabreve comoinstrumento de control de los señores di-rectos sobre sus enfiteutas, podríamos in-cluso convenir en cierta «reacción señorial»,aunque no necesariamente ligada a efectosretardatarios o refeudalizantes. Desde estepunto de vista, ni siquiera cuando el supe-rior dominio, por derecho de conquista,pertenece al rey, como en el caso del PaísValenciano, es posible deducir que el em-puje patrimonializador y recuperador dederechos y dominios en la segunda mitad

del siglo XVIII pueda ser interpretado comoun efecto o una manifestación retardataria.Pero es que, además, como Tos se encargade avisar y el análisis de Congost confirma,el entramado de intereses que puede gene-rarse en torno al establecimiento enfitéuticoes más complejo que la relación casi unidi-reccional entre señor-vasallo enfiteuta. Ala altura de la segunda mitad del siglo XVIII,la fortaleza del dominio útil en el ámbitogeográfico e histórico catalán o valencianoes algo más que una hipótesis. En el primercaso, además, la existencia de los «homespropis», es decir, poseedores de tierras connombre que derivan de una masía, intro-duce en el mundo rural catalán la peculia-ridad de una amplia capa de campesinosbienestantes que son, en realidad, auténti-cos «señores medianos», en condiciones nosólo de protagonizar lo principal del empujeroturador del siglo XVIII, sino también deapropiarse de amplias zonas de terrenossobre los que establecer a familias campe-sinas en dominio útil. Cuando Tos habla delas utilidades de su Tratado de cabrevaciónno sólo para los señores directos, sino tam-bién para los «medianos», está aludiendo aesta realidad. De la misma manera que ensu posible destinatario está incluido tam-bién el enfiteuta, alguien que, en virtud delos procedimientos judiciales que implica elcabreve es necesariamente «reo», pero nosiempre, ni mucho menos, un reo «pobre».De hecho, sabemos de qué manera la ins-titución del establecimiento enfitéutico pro-pició la penetración de intereses urbanos enel sector agrario y en el reducido e imper-fecto mercado de la tierra durante el Anti-guo Régimen.

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En un contexto de crecimiento y decomplejidad creciente en las relaciones so-ciales y de propiedad, el cabreve, comoforma de registrar y asegurar los dominiosy rentas, ofrecía a los agentes sociales yeconómicos un instrumento de seguridaden absoluto contradictorio con la nuevainstancia registral de la Contaduría de hi-potecas. El problema ya no era, o no sóloera, un problema de «títulos»; de lo que setrataba también era de poner en manos delos interesados un instrumento capaz, enúltima instancia, de controlar lo que cons-tituía la otra gran expresión del dinamismoeconómico agrario después de las nuevasroturaciones: los traspasos del dominio útil.Como muy bien recuerda Congost, el in-terés económico no parecía derivar, a fina-les de siglo, del cobro de unos censos a me-nudo devaluados (salvo seguramentecuando se trataba de partición de frutos),sino del resto de los derechos que dimana-ban del «dominio directo», tales como elluismo que se cobraba en los actos de tras-paso, el derecho de fadiga o de tanteo, o elquinquenio que se cobraba sobre los do-minios útiles recayentes en manos muertasen sustitución de los luismos. Estoy total-mente de acuerdo con la autora de esta edi-ción en que este aspecto, básicamente el delos luismos, es todavía bastante descono-cido para los historiadores, en contrastecon la importancia que parecen darle, tantoTos como, en el caso del Real Patrimonio,Vicente Branchat y otros tratadistas que seocuparon del tema.

El horizonte de la «propiedad» y la «se-guridad» empezó a formar parte de los ar-gumentos ilustrados de la segunda mitad

del siglo XVIII. El concepto de «seguridad»,incluso, era entendido desde la perspectivade una claridad en las normas y en losprocedimientos jurídicos al servicio de laprimera. En ese contexto, normalizar, ac-tualizar y poner al día disposiciones y pro-cedimientos, aun manteniéndose dentrode los lenguajes judiciales, podía ser, comode hecho lo fue, un acto de coherencia yadecuación con unas exigencias y unossectores sociales dinámicos. Leer el Tratadode cabrevación de Tos no es sumergirse enun mundo feudal y en un lenguaje de com-plicados e intrincados significados. Es, porel contrario, adentrarse en un mundo decomplejas redes sociales y de intereses queestaban haciendo de la «propiedad» unode sus referentes fundamentales. La exce-lente, comedida y precisa introducción deRosa Congost constituye al efecto un pla-cer suplementario pero igualmente im-prescindible.

Carmen García Monerris

Universitat de València

REFERENCIAS

FIORAVANTI, M. (2001): Constitución: de la anti-

güedad a nuestros días, Madrid, Edit. Trotta.

197

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El Ayuntamiento de Gijón y el Insti-tuto Feijoo de Estudios del SigloXVIII, según proyecto ideado y ma-

terializado por José Miguel Caso, proyec-taron reunir en quince volúmenes «una edi-ción fiable, crítica, legible y definitiva encuanto pueda serlo de toda la polifacéticaobra de Don Gaspar»; la denominación deObras Completas, más que una realidaddefinitiva, expresa una aspiración, pues re-sulta imposible asegurar que no haya algúnmanuscrito inédito aún por descubrir; esosí, constituye la versión posible y actual delestado de la investigación sobre la materia.Los inventarios de Somoza y Artola per-mitieron cifrar la obra de Jovellanos enunos seiscientos escritos en prosa y casi uncentenar de poesías, pero falta contabilizarla Correspondencia amén de los Diarios ylos textos inéditos.

Si los ocho primeros volúmenes de lasObras Completas se atienen a criterios for-males (Obra literaria, Correspondencia yDiarios), los dos que nos corresponde re-señar forman parte de los siete restantesque utilizan un criterio material. Aunque lafrontera entre escritos políticos y económi-cos no resulte siempre nítida, existe sufi-ciente material para que los editores hayan

sabido presentar dos volúmenes de mil pá-ginas cada uno sin que la división resulteartificiosa. Es cierto que la especializaciónen economía o en política no era tan mar-cada como en la actualidad y que se tran-sitaba de la una a la otra (o a la de escritosjurídicos) sin las barreras de entrada queimponen hoy las diversas metodologías,pero salvados «los riesgos de descontextua-lización» de los que advierten los editoresdel Tomo X (p. XXV) no podemos pormenos de felicitarnos de la publicación deestos tomos que incluyen diversos docu-mentos que han ido apareciendo en diver-sos archivos y que se publican ahora porprimera vez.

El tomo de Escritos Económicos pre-senta los escritos de Jovellanos agrupadosen función de su procedencia institucional.Gracias a los trabajos en diversos archivosde Madrid y Sevilla se han podido identi-ficar ciento cuarenta y cinco documentossusceptibles de ser considerados como eco-nómicos, faltando algunos por localizar, demodo que los que se editan son cientoquince. Más de la mitad de los reunidos eneste volumen pertenecen a la sección deAsturias y están relacionados con la Socie-dad Económica de Amigos del País, los in-

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Gaspar Melchor de JovellanosObras Completas. Tomo X. Escritos EconómicosEdición crítica, estudio preliminar, prólogo y notas de Vicente Llombart i Rosa y JoaquínOcampo Suárez-Valdés.

Tomo XI. Escritos PolíticosEdición crítica, estudio preliminar, prólogo y notas de Ignacio Fernández Sarasola.Gijón, Ayuntamiento de Gijón, Instituto Feijoo de Estudios de siglo XVIII, KRK Edicio-nes, 2008. XCVI+999 páginas y 2006, XCVIII+981 páginas.

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formes mineros, los relativos a obras pú-blicas y las contratas de madera del Princi-pado; su ámbito cronológico se extiende de1780 a 1797. Cuando Jovellanos redactabasus informes ya se conocía a Asturias comola «Siberia del norte», debido a sus debili-dades institucionales pero también a la ca-rencia de infraestructuras que potenciabasu aislamiento. Maderas y carbones, géne-ros de escaso valor unitario, necesitabanromper los estrangulamientos del trans-porte y compensar de este modo el carác-ter crónicamente deficitario de la balanzacomercial extrarregional. Los editores in-terpretan que Jovellanos quería convertir aAsturias de «Siberia del norte» en la «Saxo-nia española» y para ello estaría apostandopor una estrategia de crecimiento «vía ex-ceso de capacidad» a lo Hirschman: redu-cir costes de los servicios (el 90-95% delprecio final de la hulla asturiana se impu-taba a acarreos y fletes) y atraer inversionescomo condición previa al desarrollo (p.XL). La opinión de Jovellanos sobre la ti-tularidad de las minas, el transporte y otrosse complementa con la de los estudiosos dehistoria económica o de la ciencia, lo quepermite percibir la coherencia de sus pro-puestas educativas o de política económica(pp. XLIX-LXI).

La etapa de Sevilla recoge los dieciséisescritos de 1768 a 1778, varios ilocalizables,cuando Jovellanos, con poco más de vein-ticuatro años, ocupa el empleo de alcaldede crimen de la Real Audiencia de Sevilla.Los repetidos expolios e incendios de losarchivos de esta institución han impedidoconocer expedientes y sentencias. De estaetapa se conservan varios escritos donde se

dejan ver las enseñanzas adquiridas en latertulia de Olavide y en la lectura de Can-tillon y otros teóricos.

La tercera sección del tomo X remite ala Junta de Comercio, Moneda y Minas(1784-1796), institución a la que había ac-cedido en 1783 y para la que prepararía almenos catorce o quince dictámenes o con-sultas. Si se exceptúa el Informe de la LeyAgraria, se trata de los escritos que tal vezmás hayan atraído la atención de los histo-riadores de la economía y del pensamientoeconómico para advertir filiaciones ideoló-gicas muy distintas en el pensamiento delasturiano. Sin embargo, como apuntara V.Llombart, «la condición de magistrado pú-blico explica el carácter «inducido» de mu-chos de sus dictámenes de naturaleza«cuasi-oficial o institucional» y por tal mo-tivo, limitados tanto en los temas objeto deanálisis como en el tratamiento o forma deabordarlos» (p. LXXXIV).

Los veintitrés textos de la Sociedad Eco-nómica Matritense (1778-1795), cuartasección, recogen una parte de la intensa ac-tividad publicística mantenida por Jovella-nos durante sus años de socio y director dela Matritense, una de las etapas más fe-cundas en la vida intelectual del asturiano,que culmina con el Informe de Ley Agraria.Junto a esta obra maestra, no cabe pasarpor alto los Apuntes para una memoria so-bre la libertad de comercio de granos (1785),el Dictamen que dio la clase de Agriculturade la Sociedad Económica de Madrid(1786) o el Elogio de Carlos III (1788),una síntesis magistral de los eslabona-mientos entre la economía de las Luces y elprograma reformador del «absolutismo

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ilustrado» (p. XCV). Finalmente una quintasección de «Censuras, consultas y otros es-critos doctrinales» incluye veintiocho re-gistros (diez de ellos sin localizar), que cu-bren una amplia etapa de 1780 a 1809, yaen Sevilla. Estamos ante la época de su «re-tiro gijonés», cuando su distancia respectoa «la vorágine madrileña» le permite sope-sar muchas de las ideas económicas que ve-nía utilizando en informes anteriores.

Por tanto la edición de este tomo efec-túa la presentación de los textos jovellanis-tas a partir de las instituciones en las queparticipó manteniendo al mismo tiempocierta secuencia biográfica, buena elecciónen pro de una sistematización que le da co-herencia lógica. Conviene advertir que es-tamos ante una edición cuidadísima, canó-nica sin duda, no sólo por la ampliaintroducción general sino por la que acom-paña a cada uno de los ciento cuarenta ycinco documentos, además de las notas bi-bliográficas que esclarecen o contextualizanel escrito, aspectos extensibles al tomo XI.Incluso en aquellos registros que están sinlocalizar, unos treinta, las notas permiten amenudo conocer el sentido del manuscritopor las referencias de otras obras.

Sobre Jovellanos, como sobre otros au-tores representativos, no han faltado inter-pretaciones interesadas3. Según se indicaen el estudio preliminar «si durante los añossetenta del pasado siglo, al rebufo del ma-terialismo histórico, llegó a convertirse enlugar común identificar a los ilustradoscomo los agentes racionalizadores de las

contradicciones del Antiguo Régimen, dosdécadas después sería el reduccionismo li-beral quien cuestionaría su aportacióndesde la vara de medir de La riqueza de lasnaciones.Y así, según desde qué perspectivase los juzgase, bien se les convertía en cóm-plices de una revolución burguesa que sedemoraba, bien en pálido y mediocre re-flejo del liberalismo económico que la es-cuela clásica condensaba» (p. XXXVII ).

Jovellanos, «economista de la ilustracióntardía», merece recuperarse con estos Es-critos Económicos como ejemplo de inter-disciplinariedad y defensor de un métodoque él consideraba alejado de «sistemasparciales, proyectos quiméricos, opinionesabsurdas y máximas triviales y rateras» (p.XXXVIII); la economía política se identi-ficaba con «la ciencia que enseña a gober-nar a los hombres y hacerlos felices» lo quele llevaba a analizar los defectos y poten-cialidades del entorno institucional, uncampo de análisis que cada vez se cultivamás por quienes ven excesivamente frag-mentario al homo economicus.

El historiador agrario sacará de nuevoprovecho releyendo el Informe, que en estaedición incluye cuatro apéndices. Uno deellos (Comentarios de Jovellanos a las cau-sas de la decadencia en la agricultura, 1787)es un importante documento que consti-tuye el embrión del Informe, que amplía omatiza afirmaciones del Informe. En laCarta sobre la agricultura y propiedades deAsturias, la conocida carta a Ponz, se con-densan varias de las ideas del Informe y se

3. Véase por ejemplo la polémica que mantuvieron LLOMBART (2006) y MARTÍN (2006 y 2007) apropósito de las lecturas contrapuestas de Adam Smith.

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exponen las peculiaridades del espacio as-turiano: la ausencia de la Mesta, los cerra-mientos de todas la tierras de dominio par-ticular, los arriendos indefinidos («seríamirado como un tirano el dueño que sincausa justa arrojase el casero del hogar»), lasventajas de la renta en especie, etc. El Dis-curso económico sobre los medios de promo-ver la felicidad de Asturias de 1781 aportaobservaciones sobre el reparto de tierras yel uso de abonos que no son exclusivas deaquellas provincias. Por último, dada la im-portancia que en la historia agraria está te-niendo el estudio de la energía, los escritossobre las cortas de maderas y, sobre todo,los relacionados con el transporte son unaoportunidad para analizar una vez más laslimitaciones de las economías orgánicas.

A diferencia de los Escritos Económicos,el Tomo XI de Escritos Políticos presenta losescritos de Jovellanos siguiendo un ordencronológico, desde 1784 al final de su vidaen 1811. El Estudio preliminar de IgnacioFernández Sarasola se estructura en tornoa dos temas. El primero se refiere al pen-samiento político de Jovellanos en el sigloXVIII, donde se analiza la recepción del ius-racionalismo que impregna la teoría delEstado. Frente a la visión negativa de Hob-bes, el hombre se caracterizaría por su so-ciabilidad, de modo que el pacto social se-ría a un tiempo origen de una nuevaSociedad y del Estado, pacto de donde sur-gen nuevos derechos que articulan las nue-vas relaciones. ¿Qué se entiende por dere-chos y libertades? El asturiano se refiere aderechos y libertades cuya titularidad atri-buía al Estado, al individuo –libertad, pro-piedad y seguridad– y a la nación, donde se

fundamentaba la defensa frente a la tiraníainterior o exterior. Resulta comprometidoclasificar a Jovellanos con una sola etiqueta.El editor se inclina por adscribirlo en el si-glo XVIII más que al despotismo ilustrado ala corriente de opinión afín al equilibrioconstitucional que proponía Montesquieu:Parlamento con cuerpos intermedios quetemplasen el poder regio (p. LVII).

El segundo tema aborda el pensamientopolítico durante la guerra de la Indepen-dencia, un escenario radicalmente distintoal de finales del siglo XVIII; ahora hay agen-tes sociales nuevos que no van a sentirsesiempre identificados con el ideario políticojovellanista del reformismo templado y gra-dualista. Convertido en referente de lospatriotas después del injusto encierro enBellver (aunque también lo fue inicial-mente del bando afrancesado donde esta-ban varios de sus amigos), le correspondióponer en práctica la teoría de un términotan polisémico como el de soberanía en unlaboratorio con nuevas instituciones –Jun-tas provinciales, Junta Central– y con nue-vos programas políticos como el de la con-vocatoria a Cortes. El editor documenta laopción jovellanista de una Asamblea esta-mental que pretende imitar el bicamera-lismo inglés; su reformismo anglófilo lellevó a interpretar el Decreto I de las Cor-tes mediante la distinción entre la «sobera-nía política» –en manos del Rey– y la «su-premacía» que correspondía a la nación,un desdoblamiento que no estaba en sin-tonía con las aspiraciones filofrancesas delliberalismo gaditano y que tendría su in-flujo en la historia del liberalismo español(p. LXXXVI). La idea de reformar sin re-

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volución se plasmaba en la defensa de unaConstitución histórica mientras que elemergente liberalismo español se basabaen el poder constituyente de la nación: laConstitución de 18124.

Su concepción elitista y la distancia crí-tica que marcó con la revolución francesahacen poco fiable la imagen de un Jovella-nos demócrata; era partidario de la libertadde imprenta pero de forma prudente, ymás preocupado estaba por la instrucciónpública sin la cual no hay opinión pública,«porque la ignorancia no tiene opinión deci-dida; y los pocos que saben, bien o mal, danla suya a los que no la tienen» (p. 16). El es-tudio introductorio finaliza con el plantea-miento de Jovellanos sobre el problemaamericano, en el que se advierte mayorconfluencia teórica con las ideas dominan-tes en las Cortes de Cádiz.

Un total de noventa y dos documentosestructurados en cuatro apartados se reco-gen en el tomo XI. Vienen primero los doce«Escritos del XVIII» donde, además delasunto del establecimiento en Gijón de undestacamento militar, cabe destacar el Dis-curso atribuido a Jovellanos en El Censor(1784) y los Borradores de correspondenciacon Godoy sobre el medio de promover laprosperidad nacional (1796-97), dondequeda claro una vez más el gradualismo jo-vellanista, en este caso aplicado a la políticaeconómica en la que destaca la ilustracióncomo primera causa de la prosperidad (p.51). La segunda parte, muy breve, recogecinco textos de la etapa de «Persecución y

Encierro». La tercera parte, una de las másamplias, ocupa doscientas setenta páginasy es la relativa a la «Junta Central» desde elotoño de 1808 hasta fines de enero de1810. Se trata de sesenta y tres textos, delos que treinta y ocho se publican por pri-mera vez, y pueden dividirse de modo muyaproximado en dos apartados: los relativosa la dinámica de la guerra y los más políti-cos en torno a la formación del Consejo deRegencia, Convocatoria de Cortes, etc. En-tre los primeros están las proclamas pa-trióticas o las exposiciones sobre la situa-ción bélica que por primera vez se editan yque aportan observaciones valiosas sobre elreclutamiento y el mando de los ejércitos.

Finalmente, doce documentos integranla cuarta parte titulada «Los últimos años»,en realidad del 31 de enero de 1810 hastala edición en 1811 de la Memoria en de-fensa de la Junta Central, el último de losdocumentos que con sus veintiséis apéndi-ces –uno de ellos el interesante Resumen delos servicios y persecuciones del autor– ocupagran parte del tomo. Es decir, los Escritospolíticos recogen en buena medida las re-flexiones del autor en el ocaso de su vida,cuando su nombramiento por la Junta deAsturias le llevó a la Suprema y tuvo que te-orizar sobre el proceso de reformas que seinició con la vacancia del trono en una co-yuntura que poco tenía que ver con la deldespotismo ilustrado. Un apéndice final,«Fragmentos políticos de textos de Jovella-nos», extracta partes de otros documentoseditados o por editar en las Obras Comple-

4. El editor Fernández Sarasola es director científico del muy interesante portal temático sobre laConstitución de 1812, http://www.cervantesvirtual.com/portal/1812.

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tas para aproximarse a las ideas políticasdispersas en la Correspondencia, Diarios uotro tipo de textos. Se ofrece al final la cui-dada Cronología de febrero de 1808 a sep-tiembre de 1810, cuando se concentra laetapa de mayor actividad política de Jove-llanos y se expresa el grueso de su teoríapolítico-constitucional, cuyos textos se se-ñalan junto con los hechos políticos o mi-litares (pp. 941-957). Tanto en este tomocomo en el anterior se ha precisado mejorla datación de determinados escritos, tareanada fácil que ha obligado a diversas inda-gaciones archivísticas. Igualmente, la edi-ción de estos tomos (que permite por finagrupar publicaciones muy dispersas) in-cluye unas magníficas reproducciones deláminas, portadas de publicaciones o demanuscritos que hacen amena la lectura.Un cuidado índice onomástico cierra laedición de ambos volúmenes.

Los escritos de Jovellanos pertenecen auna etapa donde convivían en el mismoedificio economía y política sin el recelo ac-tual de la especialización que las ha con-vertido en disciplinas no siempre bien ave-

nidas. La consulta de estos tomos consti-tuye una invitación a romper esas fronterasdesde el punto de unión que constituyenlos temas institucionales. Pocas dudas ca-ben de que, cuando se cumplan en no-viembre de 2011 los dos siglos de la muertede Jovellanos, el mejor homenaje que puedetributársele es el de la edición de estasObras Completas.

Ricardo Robledo

Universidad de Salamanca

REFERENCIAS

LLOMBART, V. (2006): «Leer y entender a Adam

Smith: (a modo de réplica a Victoriano Mar-

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MARTÍN, V. (2006): «Lectura de Adam Smith

desde la Izquierda», Libros de Economía y Em-

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MARTÍN, V. (2007): «Algo más sobre la defensa de

la libertad de comercio de granos en Adam

Smith, en respuesta a Vicent Llombart», Libros

de Economía y Empresa, 2, pp. 24-25.

203

Alan L. Olmstead y Paul W. RhodeCreating Abundance. Biological Innovation and AmericanAgricultural DevelopmentNew York, Cambridge University Press, 2008, 467 páginas.

Desde finales de la década de 1980,la Economía y la Historia Eco-nómica han ido ampliando su

agenda de investigaciones en nuevas direc-ciones, que, a su vez, han dado lugar a nue-vas interpretaciones de las características y

limitaciones del crecimiento económicocontemporáneo. Entre los nuevos enfoquesocupan un lugar destacado las investiga-ciones que toman en consideración lasinteracciones entre actividad económica ymarco ambiental, ya sea tratando esta va-

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riable como un factor condicionante delcambio tecnológico y del desarrollo eco-nómico general, o como una variable de-pendiente especialmente relevante, por lasconsecuencias que han tenido y puedentener sus alteraciones en la sostenibilidadde aquellos procesos. En este contexto, sinembargo, las investigaciones han avanzadode forma significativa en torno a variablescomo los flujos de energía y materiales, o enlo que se denomina metabolismo social,pero muy poco todavía en el ámbito de lasbases biológicas en las que se asienta la ac-tividad económica, a excepción, en todocaso, de los aspectos más directamente re-lacionados con el bienestar físico de la po-blación. Esta limitación es especialmenterelevante en lo que respecta a la historia delsector agroalimentario, cuya característicadistintiva, en relación con el resto de acti-vidades económicas, reside precisamenteen que la gestión de los procesos de pro-ducción, distribución y consumo está ínti-mamente conectada con diversos ciclosbiológicos, desde los que se manifiestan enla creación de nuevas variedades de plantasy animales y en su aprovechamiento, hastalos más relacionados con los microorga-nismos que condicionan el carácter pere-cedero de las producciones agrarias y losalimentos finalmente obtenidos.

El libro de Olmstead y Rhode es, poreste motivo, especialmente relevante y de-bería marcar un cambio significativo en losestudios de historia agraria y en nuestras in-terpretaciones generales de historia econó-mica. Que un tema como el que se abordahaya surgido en Estados Unidos no debe-ría extrañar porque, como nos recuerdan

sus autores y antes que ellos Kloppenburg(1988), la búsqueda de nuevas variedadesde plantas y animales, su aclimatación ymejora, ocuparon un lugar destacado en laformación de aquella nación tras la inde-pendencia en 1776, así como en el poste-rior desarrollo de las políticas económicasde sus sucesivos gobiernos, por lo que losinvestigadores en la historia agraria deaquel país disponen de unas bases docu-mentales sobre innovaciones biológicasparticularmente ricas. En este libro los au-tores recogen de hecho los resultados deuna larga labor de investigación, que hanido dando a conocer en revistas especiali-zadas y en otras publicaciones, pero quetambién es deudora de un entorno intelec-tual muy propicio, al ser la evolución de lasbases biológicas de la actividad agraria enaquel país un campo de investigación muyconsolidado y en el que participan espe-cialistas de diferentes disciplinas.

Pero el texto de Olmstead y Rhode noes una aportación más de una larga y fruc-tífera tradición investigadora, propia yajena. Si Kloppenburg dio un salto de ca-lidad en la historiografía, proponiendo unanueva síntesis interpretativa de la historiaagraria de Estados Unidos durante los si-glos XIX y XX, integrando y relacionando losaspectos sociales, institucionales y tecno-biológicos de su evolución, el libro deOlmstead y Rhode representa un salto deprimer orden en el ámbito de la historiaeconómica, por cuanto, ya desde sus pri-meras páginas, muestra los puntos débilesde dos planteamientos teóricos sobre losque todavía se sustentan gran parte de lasinterpretaciones sobre la evolución del sec-

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tor agrario en los países desarrollados (Fe-derico, 2005). El primero de estos plante-amientos es la conocida teoría de la inno-vación inducida (Hayami y Ruttan, 1985),que asocia el cambio técnico con la escasezrelativa de uno u otro de los factores pro-ductivos implicados en la actividad econó-mica y, en consecuencia, con sus precios re-lativos. El segundo planteamiento se basaen el supuesto de que las innovacionesagrarias pueden diferenciarse en ahorra-doras de tierra o de trabajo, y que su espe-cificidad, en una u otra dirección, se refle-jará en la evolución de los rendimientospor unidad de superficie y en la producti-vidad del trabajo agrario. En el caso de Es-tados Unidos, la conjunción de ambosplanteamientos habría propiciado, segúnOlmstead y Rhode, unas interpretacionesde la evolución de la agricultura entre el si-glo XIX y mediados del XX que no se co-rresponden con la realidad, al dejar de ladoel aspecto más distintivo de los procesosagrarios de producción: su dependenciacon respecto a los ciclos biológicos. En estepaís, según se sostiene todavía en las pro-puestas académicas dominantes en Eco-nomía e Historia Económica, la escasez re-lativa del factor trabajo habría priorizadomás la mecanización en las operaciones decultivo que las innovaciones biológicas, conla incorporación de nuevas máquinas yutensilios de trabajo, por lo que, práctica-mente durante todo el siglo XIX y el primertercio del XX, es decir, antes de que la hi-bridación del maíz y la mal llamada «revo-lución verde», acabaran alterando las posi-bilidades del cambio técnico en el sector,mientras los rendimientos por unidad de

superficie se habrían mantenido estanca-dos, la productividad del trabajo habríatendido a aumentar.

En contraposición a estos planteamien-tos, los autores muestran claramente, a par-tir de estimaciones propias sobre precios dela tierra, maquinaria y fuerza de trabajo,que durante los últimos ciento cincuentaaños la escasez relativa de estos inputs evo-lucionó de forma contraria a lo que sería deesperar, si se aceptan los postulados de lateoría de la innovación inducida. Mues-tran que la relación tierra/trabajo habríaaumentado sobre todo en las zonas cerea-lícolas del Medio Oeste y las Grandes Lla-nuras, pero no en el 50% restante, donde seconstatan unas tendencias similares a lasque se atribuyen generalmente a Japón. Ymuestran, en los once capítulos que siguenal capítulo introductorio y a partir de unanálisis pormenorizado de una amplia basedocumental, el papel estratégico que tu-vieron las innovaciones biológicas en laevolución de los cultivos del trigo, el maíz,el algodón y el tabaco, así como en las ac-tividades ganaderas orientadas a la pro-ducción de alimentos y fuerza motriz.

Los autores centran su atención en lasinnovaciones relacionadas con la selección,cruzamiento y cuidado de plantas y ani-males, así como en las más relacionadascon la lucha contra las plagas y las enfer-medades que amenazaban las produccio-nes agrarias, y analizando sus orígenes, di-fusión e impacto, sacan a la luz aspectos delsector agrario de Estados Unidos escasa-mente conocidos o poco valorados en la li-teratura económica. A lo largo de estas pá-ginas observamos las múltiples iniciativas

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de innovación que desarrollaron agriculto-res, comerciantes y técnicos agrarios, asícomo un amplio abanico de institucionespúblicas creadas con la misma finalidad.Sin estas iniciativas e innovaciones la evo-lución del sector agrario de aquel país ha-bría sido muy distinta de la que fue. Estasinnovaciones permitieron que los cultivosdel trigo y el maíz se expandieran hacianuevas zonas de secano, con condicionesmás extremas, del oeste y el norte del país,y que este desplazamiento de la fronteraagraria fuera en gran parte el que propicióel espectacular aumento de sus produccio-nes y exportaciones. En el caso del trigo, es-tas innovaciones posibilitaron que los ren-dimientos por unidad de superficie semantuvieran estables, a pesar de las condi-ciones ambientales de aquellas zonas y laincidencia de nuevas plagas y enfermeda-des. Más en general, sin aquellas innova-ciones los rendimientos agrarios y ganade-ros se habrían reducido de formasubstancial, aunque los autores sólo cuan-tifican este descenso para el cultivo tri-guero. Analizando el cultivo del algodón,por poner otro ejemplo de sus numerosasaportaciones, Olsmtead y Rhode explicancómo surgieron las nuevas variedades detierras altas, que acabaron dominando laproducción y el comercio mundial de aque-lla primera materia, y que estas innovacio-nes fueron decisivas en el aumento de laproductividad del trabajo en el sector. Ana-lizando el caso de California, los autoresproponen nuevas evidencias que contradi-cen de nuevo los postulados básicos de lateoría de la innovación inducida. En aque-lla región, aunque los salarios eran de los

más elevados del país, una gran parte de lasinversiones que se realizaron en el sectoreran intensivas en trabajo y ahorradoras detierra.

En resumen, y como ya han recomen-dado autores cuyas reseñas recomiendo,especialmente la de J. Atack, P. Coclanis yG. Grantham (2009), el texto de Olms-tead y Rhode debe ser tomado en muchaconsideración, porque, junto a las ricas ynuevas aportaciones sobre la historia agra-ria de Estados Unidos, abre un amplio aba-nico de nuevas líneas de investigación quesería preciso asumir, por los nuevos y esti-mulantes interrogantes que suscita su lec-tura. El texto de Olmstead y Rhode no esel primero, y no será el ultimo, que cues-tiona los planteamientos en que se basa lateoría de la innovación inducida y la dife-renciación de las innovaciones tecnológicassegún el factor de producción que ahorran.La novedad es que cuestionan aquellosplanteamientos tras considerar la inciden-cia de los ciclos biológicos en la actividadeconómica y su gestión por parte de la so-ciedad, por lo que el análisis enriquece deforma substancial la línea de investigacio-nes que inició hace años N. Rosenberg(1982), y ayuda a entender mejor los con-tenidos de esa «caja negra» que define losprocesos de producción.

Josep Pujol Andreu

Universitat Autònoma de Barcelona

REFERENCIAS

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Osvaldo Barsky (dir.)Historia del capitalismo agrario pampeano Tomo 1. Osvaldo Barsky y Julio Djenderedjian, La expansión ganadera hasta1895, 2003.Tomo 2. Carmen Sesto, La vanguardia ganadera bonaerense, 1856-1900,2005.Tomo 3. Jorge Gelman y Daniel Santilli, De Ribadavia a Rosas. Desigualdad ycrecimiento económico, 2006.Tomo 4. Julio Djenderedjian, La agricultura pampeana en la primera mitaddel siglo XIX, 2008Tomo 5. Roberto Schmit, Los límites del progreso: expansión rural en losorígenes del capitalismo rioplatense, 2008.Buenos Aires, Universidad de Belgrano/Siglo XXI Editores Argentina.

Las series estadísticas y los estudioshistóricos revelan la posibilidad dedistinguir, a grandes rasgos, dos

grandes períodos en la trayectoria econó-mica de la Argentina contemporánea: unprimero de desarrollo económico intenso yrápido a partir de mediados del siglo XIX,fundado sobre todo en el crecimiento de laproducción y las exportaciones agropecua-rias, que situó al país entre los diez másricos del mundo a la altura de 1930; y unsegundo período de crecimiento relativa-mente más débil, acompañado de una ma-yor inestabilidad en el conjunto de la eco-nomía y en los diferentes sectores, desde la

década de 1930 hasta nuestros días. Laagricultura, y más específicamente la de laPampa, aparece a priori como una activi-dad clave para entender tanto el éxito ini-cial de la economía argentina como, aun-que en menor medida, las dificultades defechas posteriores. Por ello la historia agra-ria ha adquirido en este país un papel cen-tral en la historiografía social y económica.Pese al olímpico desdén con que es a me-nudo tratada la historia por los economis-tas, no hay duda de que de los relatos so-bre el pasado, de lo que cuentan y de lo queomiten, de las relaciones causales que es-tablecen y de las que desechan, parten ex-

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plícita o implícitamente tanto quienes pre-tenden dar cuenta de los procesos de cam-bio estructural y de crecimiento, comoquienes diseñan las políticas económicas.

Revisar muchos de los lugares comuneshegemónicos en el imaginario político ar-gentino sobre el sector agropecuario cons-tituye el objetivo último de esta ambiciosaobra que reseñamos, de la que se han pu-blicado hasta hoy cinco volúmenes. El di-rector del proyecto, Osvaldo Barsky, noscuenta en la introducción del primero lasrazones que lo llevaron en los años setentaa dedicar su investigación a la historia agra-ria: por aquel entonces, en el curso de sustrabajos sobre la agricultura coetánea, des-cubrió que el llamado «estancamiento agro-pecuario argentino» de la posguerra habíaconcluido hacía tiempo, para dejar pasodesde finales de los cincuenta a un creci-miento productivo muy unido a la renova-ción tecnológica. Sin embargo, las tenden-cias que se desprendían de las cifras y losanálisis reunidos por Barsky y por otrosautores no eran capaces de debilitar lasimágenes dominantes de la agricultura ar-gentina, sobre cuya base se habían dadoforma y se seguían dando forma a las op-ciones de política agraria. Lograr que vi-siones más conformes con los datos se di-vulgasen en la esfera pública exigía romperno sólo con las percepciones del pasado in-mediato sino dejar atrás los tópicos arrai-gados sobre la agricultura y los agricultoresen la contemporaneidad argentina en suconjunto.

El trabajo de Barsky en años posterioresno fue ni mucho menos una empresa soli-taria: muchos estudiosos de la historia

agraria han dado a la imprenta, duranteeste tiempo, un amplio número de investi-gaciones, que han permitido matizar, enunos casos, y revisar a fondo, la mayorparte de las veces, las visiones heredadas dela sociedad rural y de la evolución de losprocesos agrarios en la Pampa. Esta revi-sión profunda de la historia agraria es elpunto de partida de un vasto plan de tra-bajo y publicaciones del que los cinco vo-lúmenes aparecidos desde 2003 son losprimeros frutos. Se trata por tanto de unaobra en curso que responde a un plan ini-cial, por más que no haya dejado de haberdesviaciones respecto a ese plan. En el pri-mer volumen delineaba Barsky los compo-nentes fundamentales del relato conven-cional del auge y caída de la producciónagropecuaria argentina: la presencia desdetiempos de la colonia de una gran propie-dad rentista, tradicionalista y absentista,beneficiaria pasiva de un auge exportadorganadero que nació del aprovechamientoextensivo de los recursos naturales y que nosólo había explotado a los arrendatariosagricultores –cuando los pastos artificialesse volvieron decisivos para alimentar alnuevo ganado vacuno de carne–, sino quehabía incrementado en el tiempo su mo-nopolio de la tierra. Ese relato sobrevolabala explicación de un largo estancamiento dela agricultura a partir de los años cuarentaque llegaría hasta comienzos del siglo XXI yque sería una de las causas del frenazo ex-perimentado por el crecimiento económicoargentino y, en definitiva, de la rápida pér-dida de posiciones de Argentina en la esferainternacional. Como este período recientecentraba en un principio la atención de

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Barsky, en su plan inicial se proyectabanuna serie de volúmenes que, arrancando deun primero sobre la expansión agropecua-ria entre 1850 y 1895, seguiría con un se-gundo volumen sobre las grandes innova-ciones estructurales, intelectuales yorganizativas de la sociedad rural a finalesdel siglo XIX, y luego con otros seis tomossobre la evolución a lo largo del siglo XX. Eldesarrollo real del proyecto ha sido hasta lafecha bastante diferente porque el siglo XIX

ha centrado la totalidad de las obras publi-cadas.

En el volumen I el propio Barsky y Ju-lio Djenderedjian analizan la expansión dela producción ganadera en la Pampa entrela década de 1850, cuando tras la derrotade la provincia de Buenos Aires en Caserosse inicia la reconstrucción de las institu-ciones argentinas finalizada en 1861, y1895, cuando culminó e inició su declive laespecialización ovina y pasó al primer planoel bovino. El fin de los conflictos civiles y eldesarrollo del comercio internacional, perotambién la respuesta inversora de los es-tancieros y de una masa de arrendatarios ypequeños y medianos propietarios –queaparecen desdibujados por la hegemoníasocial de las grandes fortunas territoriales,pese a su importancia como agentes de in-versiones e innovaciones–, estuvieron enopinión de Barsky detrás del crecimientopampeano: todos juntos, en una relaciónaparentemente poco conflictiva, permitie-ron una fuerte expansión ganadera orien-tada, especialmente, al mercado exterior. Elgran protagonista de este proceso fue elovino (dedicado a la producción de lana y,en menor medida, de carne), aunque no

quedó abandonada la cabaña bovina, queen un principio se destinó sobre todo a laproducción de tasajo, carne salada, cuero y,desde los años ochenta, al embarque envivo y, finalmente, a la carne congelada. Eldinamismo de la ganadería estuvo acom-pañado de la extensión del alambrado, elcultivo de pastos, la multiplicación de lasestancias y la especialización de la mano deobra, entre otros múltiples cambios pro-ductivos, y de la consolidación de nuevasinstituciones públicas y de una red detransportes potente, mientras los indíge-nas no asimilados eran expulsados o so-metidos. Todo un conjunto de procesosque pone de relieve la plena integración enel mercado internacional de una sociedadrural cuya elite no estaba constituida porlos linajes coloniales, a diferencia de lo queha sostenido la historiografía calificada detradicional, y cuya capacidad para aprove-char en su favor la política monetaria in-flacionista de los gobiernos bonaerenses –en ocasiones considerada como factorclave– fue muy variable.

El volumen II avanza en el retrato de lossujetos sociales de la expansión de la agri-cultura pampeana, a través de la caracteri-zación de lo que Carmen Sesto denomina«la vanguardia ganadera bonaerense» y delanálisis de su actividad, especialmente en elplano tecnológico y organizativo. La au-tora rebate la teoría tradicional que, comoseñala Barsky, identifica a los grandes pro-pietarios como un grupo que invertía poco–salvo en tierras o en influencias políticaspara adquirirlas–, que no empleaba apenasmano de obra y que explotaba sus estanciascon una mentalidad rentista. También cri-

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tica las aproximaciones neoclásicas, elabo-radas desde la década de 1980 en adelante,que, tras rebatir el arquetipo de rentis-tas/parasitarios, defienden la hegemonía decomportamientos guiados por la minimi-zación de riesgos y la maximización de lasrentas de la tierra. En su lugar, Sesto recu-rre a la teoría schumpeteriana de la inno-vación empresarial para identificar a uncírculo de líderes vinculados a la «herenciamodernizadora de los pioneros ingleses», lavanguardia ganadera, integrada por pro-pietarios medianos o grandes que se dife-renciaron del resto de los terratenientespor su capacidad de adaptación e innova-ción tecnológica y organizativa. Constitui-dos en una red dispuesta a compartir entresí sus hallazgos, los integrantes de la van-guardia crearon una institución, la Socie-dad Rural Argentina, y disfrutaron inicial-mente de los beneficios de su arriesgadainversión en la identificación de mejoras ge-néticas en el ganado de carne y en su adap-tación a las condiciones locales. Esaapuesta, que tardó casi treinta años en pro-ducir cambios significativos en el conjuntodel sector, traería consigo réditos en la dé-cada de 1890, al multiplicarse la demandade carne en el mercado británico.

La clara complementariedad entre elvolumen I y el II se rompe con el III, en elque Jorge Gelman y Daniel Santilli retro-ceden en el tiempo hacia la transición de lacolonia a las sucesivas fórmulas políticas in-dependientes, en la primera mitad del sigloXIX. Los autores, a partir de un censo confinalidad fiscal elaborado en 1839 y unafuente tributaria menos completa de 1825,emprenden en este libro un análisis de la

evolución de la desigualdad en el reparto dela renta y la riqueza durante este períodogenético. Sus datos confirman la expan-sión ganadera, la extensión de la actividadagraria y el desarrollo más intenso delcampo en esta etapa, pero también otrosrasgos de la situación en el punto de lle-gada: la primacía del ganado frente a latierra en los patrimonios rurales, la revalo-rización del suelo en el entorno inmediatode Buenos Aires y, por ello, la expulsión dela ganadería extensiva hacia la zona de fron-tera y una distribución desigual de la ri-queza en una sociedad en la que, sin em-bargo, la condición de propietario era casiuniversal. No hubo por tanto un proceso deproletarización al finalizar el período colo-nial, tal y como se había sostenido a me-nudo. Los autores también descubren queuna parte importante de los grandes co-merciantes urbanos invirtieron en las tierrasexplotadas más allá del anillo inicial de cul-tivos, si bien la relativa baratura del suelohacía que ese desigual reparto no redun-dase en una distribución muy desigual de larenta. En definitiva, a la altura de 1850 ha-bía una elite terrateniente en proceso decrecimiento (no una gran propiedad con-solidada desde el período colonial) perotambién un amplísimo número de peque-ños y medianos propietarios y una cantidadrestringida de trabajadores por cuentaajena, que podían negociar términos labo-rales relativamente favorables.

La primera mitad del siglo XIX, y enconcreto la situación de la agricultura –enel sentido estricto de cultivo–, constituye elobjeto del cuarto volumen de la obra, es-crito por Julio Djenderedjian. Este autor se

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propone analizar una actividad, la cerea-lista, que en la visión tradicional habría te-nido un carácter marginal en el agro pam-peano anterior a 1850, a causa del dominiode los grandes estancieros dedicados a laganadería. Por el contrario, en este texto senos descubren muchos protagonistas deuna agricultura dinámica, en la que parti-ciparon chacareros –campesinos– muchomás vinculados al mercado que sus ante-cesores coloniales, inmigrantes extranjerosque se asentaron en colonias –en su mayo-ría fracasadas– o por su cuenta en el campo,y antiguos y nuevos grandes propietarios.Mientras el crecimiento urbano revalori-zaba y desplazaba parte del antiguo anillode huertos que rodeaba Buenos Aires, elcultivo de cereales se fue alejando de las zo-nas húmedas cercanas al Paraná y se pro-cedió a la roturación de nuevos espacios,más áridos, en las diferentes provinciaspampeanas, para los que hubo que desa -rrollar técnicas productivas adaptadas a lasnuevas condiciones. Los obstáculos deri-vados de la reubicación de los cultivos y delas nuevas circunstancias medioambienta-les a las que se enfrentaron como conse-cuencia de su nueva geografía, más la com-petencia del cereal extranjero hicieron quela agricultura no creciera tanto como laganadería, al menos hasta la década de1840. Pero menor crecimiento no implica,como hemos señalado, estancamiento: lamercantilización, el cambio técnico y laconsolidación de nuevos actores socialesprepararon el camino hacia los grandescambios que tendrían lugar en la segundamitad del siglo.

La serie se cierra por ahora con un

quinto texto, dedicado a la historia agrariade la provincia de Entre Ríos, entre 1852 y1872, y escrito por Roberto Schmit. Este li-bro se desvía aparentemente de los ante-riores por cuanto que se mueve en un es-pacio físicamente diferente y separado delresto de la Pampa. En Entre Ríos se cons-tituyó, a partir de 1850, una propiedad te-rritorial muy desigual, dominada por es-tancias de escasa rentabilidad, que alumbróuna expansión lenta de la ganadería y laagricultura, sectores orientados además alos mercados locales. Entre Ríos parece endefinitiva corresponder mejor a algunas delas imágenes tradicionales sobre la agricul-tura argentina –salvo por su escasa voca-ción agroexportadora– que las regionescentrales de la Pampa. Por ello, la desvia-ción de este libro respecto al hilo conduc-tor es únicamente aparente: Schmit, al re-velar el peso de factores institucionalesespecíficos –la debilidad financiera y polí-tica del gobierno entrerriano– en la con-formación de una ganadería extensiva ycontrolada por terratenientes poco dis-puestos a la inversión en tecnología, ilu-mina con nueva luz las razones de la ex-pansión y el dinamismo en otras pampas.Adicionalmente, atrae nuestra atención ha-cia la heterogeneidad de las agriculturasargentinas, uno de los argumentos centra-les de una revisión historiográfica que pre-tende superar las generalizaciones abusivasrespecto al pasado rural.

Los cinco volúmenes de la serie dirigidapor Barsky publicados hasta este año sonalgo menos que una obra de concepciónunitaria, como creo que se desprende de lohasta aquí explicado, pero también bas-

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tante más que una colección de monogra-fías de historia agraria. Algo menos porqueno cubren sistemáticamente un período yun espacio y porque tienen diferentes ob-jetos y enfoques, sin llegar tampoco a con-figurar un acercamiento temático a la his-toria agraria argentina. De la ganadería a laagricultura, de la desigualdad en la provin-cia de Buenos Aires entre las décadas de1820 y 1840, a la «vanguardia ganadera»pampeana en la segunda mitad del siglo, dela provincia de Buenos Aires a la de EntreRíos, muchos son los temas, los lugares ylas etapas que quedan sin tratar, para quese pueda hablar de una obra colectiva. Peroel afán de puesta al día, de revisión de unatradición historiográfica que sigue infor-mando al resto de las especialidades histó-ricas (y a través de ellas a los puntos de par-tida históricos de muchas obras de cienciassociales en la Argentina), y la riqueza ycomplejidad informativas e interpretativascon la que se pretende acometer esa tarea,hace que la Historia del capitalismo pam-peano sea bastante más que una mera agre-gación de textos sobre historia agraria: esuna colección con sentido y con objetivoscomunes. En su pasivo cabe hallar pocoselementos: más allá de la falta de una con-cepción unitaria (que se revela en la dispa-ridad de contenidos, formatos y estilos),quizá la única crítica que quepa hacer a latotalidad de los libros radique en su limi-tado recurso al análisis comparativo explí-cito, por más que abunden las referencias aCanadá, los Estados Unidos o Australia y,en otro plano, a los países europeos. Los ac-tivos son, por el contrario, numerosos: encada libro se puede encontrar una abun-

dantísima y bien analizada bibliografía, in-vestigación nueva, ambición teórica, plan-teamientos matizados y sobre todo la vo-luntad bien resuelta de ofrecer un relatoinnovador del pasado agrario de Argen-tina. Una ambición, ésta última, sólo par-cialmente cumplida: el propósito sólo seconseguirá cuando se cierre la serie y, apartir de ella, se dé forma a una nueva sín-tesis más corta, más sistemática y, en con-secuencia, más accesible para el resto de lahistoriografía y las ciencias sociales.

Juan Pan-Montojo

Universidad Autónoma de Madrid

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Tal como el autor señala, este libroes el resultado de la compilaciónordenada de una serie de trabajos

suyos publicados entre 1994 y 2006. Comoes natural, en todos hallaremos hilos con-ductores que los conectan y relacionanentre sí. Estos no son otros que los vincu-lados al análisis y valoración de los proce-sos de cambio social y político en la socie-dad rural italiana (ejemplificada en muybuena medida en el territorio de la Emilia-Romagna) desde las décadas finales del si-glo XIX y a lo largo del XX.

Los procesos de socialización y politi-zación de la sociedad rural y la concreciónde sus diversas formas y culturas constitu-yen la cuestión central del libro. Para ello elautor apuesta por una interpretación deci-didamente histórica, no necesariamentesubordinada a los marcos teóricos genera-les de conformación de las culturas políti-cas italianas que diseñaron sociólogos ypolitólogos en los años sesenta y setenta delsiglo XX, y referenciada en muy buena me-dida en el espacio local y comunitario. Así,en el capítulo primero («Culture comuni-tarie e moderni conflitti sociali nell’Italiarurale di fine XIX secolo») el autor analiza latransformación de las pautas de conductacívico-social de la realidad rural italiana,prestando especial atención a la influenciaque en todo ello tuvieron procesos de so-cialización y politización, que siguieron víasdiferentes según los casos (se centra en laspromovidas desde los movimientos demo-

crático-radicales y las auspiciadas desde elcatolicismo social), y que intensificaron loscontactos del espacio y la cultura localcampesina con espacios de poder supralo-cales y con valores y pautas de comporta-miento político y social propios de la cul-tura urbana y nacional. La politización,integración y nacionalización de la sociedadrural no se dibuja aquí siguiendo el clásicoargumento del «descenso de la política a lasmasas», en este caso las campesinas. Muy alcontrario. La importancia que adquiere elfenómeno asociativo en la generación demodelos de sociabilidad que terminanrompiendo los tradicionales equilibrios po-líticos municipales de naturaleza liberal-oligárquica, o el papel destacado que al-canza el conflicto que aquellos generan enel campo de la acumulación de experien-cias, permite al autor construir un modelointerpretativo de las relaciones entre co-munidad rural y cultura política nacionalsumamente sugerente, en el que las inicia-tivas y las vías de integración no necesaria-mente trazan una dirección descendenteque sitúa al conjunto de la sociedad ruralen una posición receptiva, claramente sub-ordinada, respecto del proceso nacionali-zador en la Italia de fines del siglo XIX.

El análisis de la modificación y adapta-ción de los parámetros de la cultura localante la construcción y difusión del imagi-nario de la nación y de sus símbolos, o laemergencia de las nuevas redes de sociabi-lidad democrática, vinculadas a movi-

Marco Fincardi Campagne emiliane in transizioneBolonia, CLUEB, 2008, 194 páginas.

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mientos radicales y socialistas, nos sitúanante un escenario complejo, marcado por lasuperposición de conflictos intra y supra-locales, en el que los cambios en las pautasde conducta y las transformaciones en loslenguajes y sus imaginarios ofrecen una di-mensión bidireccional –de lo nacional a lolocal y viceversa–, en la que las salidas o re-sultados finales no están necesariamentepredeterminados por modelos interpretati-vos de vocación globalizante o por demar-caciones administrativas al uso.

En la misma dirección se mueven losdos siguientes capítulos del libro, el pri-mero («L’associazionismo garibaldino inun’area padana, tra strategie politiche mu-nicipali ed extralocali») dedicado al papelque desempeñó el asociacionismo de raízgaribaldina en la promoción de una culturapolítica popular democrática en la Padaniaen el último tercio del siglo XIX; y el se-gundo («La simbología sovversiva dei pic-coli paesi democratici nell’Italia mediana»)centrado en el análisis del proceso de con-figuración de una cultura política fuerte-mente ideologizada, de vocación progresivay carácter subversivo, en lo que el autor de-nomina la «Italia media» (preferentementeToscana y Umbria) en los años entre laUnificación y el ascenso del fascismo.

La relación entre sociedades garibaldi-nas de excombatientes y asociacionismodemocrático y republicano se plantea a par-tir del análisis comparado de lo que acon-tece en las zonas de Reggio y Módena,donde aquellas llegaron a desempeñar ro-les diferentes en la promoción de este tipode movilización popular. En Reggio, las so-ciedades garibaldinas terminaron liderando

diferentes circuitos asociativos en el espaciolocal, convirtiéndose en muchos casos enreferencia de un tipo de societarismo de ca-rácter profesional y mutualista. Por el con-trario, en Módena –también en buena me-dida en Mantua– el garibaldismoposunitario no lideró con su experiencia elnaciente asociacionismo popular –urbano yrural–, manteniendo en todo momento unmarcado carácter marginal. Mientras queen Reggio la polarización política entre lasopciones mayoritarias de la derecha mode-rada y la minoría republicana y socialistageneró un espacio público para la acción yel discurso político del garibaldismo posu-nitario, en Módena, donde la polarizaciónenfrentaba la tradición liberal-progresistacon la clerical y legitimista, dicho espaciode actuación no trascendió por lo general elámbito privado de la propia asociación y desus socios. Mientras que en Reggio el gari-baldismo ejerció funciones de oposición yse posicionó contra las redes clientelaresque vinculaban el asociacionismo local a lasestrategias políticas y sociales de los nota-bles, en Módena esto apenas aconteció.Pese a todo, las demandas democratizado-ras y el asociacionismo clasista se abrieronpaso en una y otra zona a partir de la dé-cada de 1880, convirtiendo la región, a fi-nales del siglo XIX, en un sólido embrión dela futura cultura política socialista italiana.Las vías para la concreción de esto últimofueron diferentes, y aquí está lo más inte-resante de este capítulo. En Reggio, el ex-plícito rechazo del ideario socialista del ga-ribaldismo y el contexto de crecienteagitación y movilización desubicaron lapropuesta republicana garibaldina, final-

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mente sustituida a partir de la década de1880 por fórmulas asociativas más diná-micas que promovían un asociacionismopopular cooperativo arropado bajo el dis-curso socialista. En cambio, en Módena lafalta de liderazgo del garibaldismo y laemergencia de una realidad social cada vezmás convulsa propiciaron la comunicaciónentre jóvenes procedentes de clases me-dias insatisfechas con la realidad que lestocó vivir y el asociacionismo obrero y susdemandas democratizadoras, siendo aque-llos –y no los líderes garibaldinos– los queterminan liderando el asociacionismo coo-perativo y de resistencia que emerge en lazona en los años finales del siglo XIX.

Más interesante si cabe resulta el capí-tulo tercero, centrado en el análisis de unárea rural, poblada mayoritariamente porasalariados agrícolas y donde el asociacio-nismo popular presenta una imagen de-mocrática y un carácter claramente sub-versivo, con connotaciones laicas yanticlericales. El estudio sirve al autor parareflexionar no sólo sobre los procesos deconstrucción de identidades políticas mo-dernas sino también, y de forma muy su-gerente, sobre la relación dialéctica y con-flictual que mantendrán la construcción ymaterialización de aquellas en el ámbitode lo local y las fórmulas nacionalizadoraspromovidas desde el poder central y lossectores dirigentes tras la culminación de laUnificación. Los efectos negativos que paraamplias capas campesinas tiene la expan-sión de los nuevos mecanismos del mer-cado capitalista nacional e internacional,unidos al incremento de la conflictividad,promovieron iniciativas de movilización y

solidaridad social que reforzaron procesosde «integración negativa» –en respuesta a lapérdida de derechos sobre acceso a recur-sos locales, etc.– que terminaron fractu-rando la formación de una cultura políticanacional, en este caso en la ‘Italia media’. Elautor señala la importancia de las contra-dicciones que se generaron entre los es-fuerzos nacionalizadores del gobierno na-cional y lo que acontecía en la periferia, enestas «micro-repúblicas» donde la tradicióndemocrática y subversiva había producidouna cultura política en la que no faltabanlas referencias a la mística de la revolución,la justicia social y el progreso. En estemarco interpretativo, la actuación del podermunicipal adquiere un lugar destacado enel análisis, tanto en lo que se refiere a laconformación de la cultura popular de ca-rácter cívico y democrático como en lo querespecta a la construcción y consolidaciónde opciones políticas de izquierda radical,entre ellas de forma especial la socialista.Resultan interesantes las reflexiones delautor sobre la implantación de la culturasocialista, vinculada en sus orígenes a unmovimiento sindical más arraigado en elámbito rural que en el urbano e industrialy, dentro de aquél, en las zonas no necesa-riamente más modernizadas de la agricul-tura italiana del momento. El uso del poderlocal que hacen radicales y socialistas en lasdécadas finales del siglo XIX en favor de losintereses de los sectores populares permiteconstruir en esta área sólidos apoyos so-ciales, entre los que se incluirá lentamentetambién el mundo de la mezzadria, que nosólo redefinieron los equilibrios políticosmunicipales sino que permitieron cons-

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truir una vía propia a la modernización po-lítica que no pasaba necesariamente por laruptura con la cultura local y sus tradicio-nales formas de asociación y manifesta-ción.

La actitud de las viejas elites políticas ylos sectores oligárquicos ante este estado decosas no fue otra que la oposición frontal.El autor la analizará, evidenciando que nose concretó exclusivamente en el tradicio-nal obstruccionismo patronal e institucio-nal al ejercicio del poder y la administraciónmunicipal que practicaban radicales y so-cialistas. Junto a ello se evidenció tambiénuna transformación de sus estrategias deactuación que pasaba por la definición deun nuevo y variado «bloque de orden» cons-truido, eso sí, sobre la cultura de moviliza-ción de masas y con un nuevo discurso pa-triótico que contribuyó a desintegrar lavieja identidad comunitaria y su represen-tación de la estructura social agraria de laregión. El ascenso de la alternativa fascistay la relativa facilidad con la que ésta seabre paso en zonas con fuerte implantaciónde organizaciones proletarias y campesi-nas constituye la última de las cuestionesanalizadas en este sugerente capítulo.

La importancia del espacio político lo-cal como laboratorio de análisis y la estre-cha vinculación entre conflictividad social,politización campesina y consolidación deopciones radical-democráticas y socialistasse reitera en el capítulo quinto («Due paesinella valle padana»), donde el autor estudialos efectos del proceso de politización ruralpartiendo de la percepción que la Iglesiacatólica tiene del cambio social y político asícomo de la reacción que promueven y li-

deran los clérigos en el ámbito de la co-munidad parroquial. La interpretación ha-bitual en la historiografía política pasabapor considerar que la posición de la Iglesiacatólica ante esta situación de cambio sehabía concretado en una férrea defensa desus posiciones doctrinarias contra los envi-tes anticlericales que proponía el libera-lismo político y la movilización radical y de-mocrática. Frente a ello, el autor plantea lanecesidad de superar un esquema que con-sidera reduccionista y que en poco ayuda acomprender cómo se alteraron realmentelos mecanismos de la convivencia social yreligiosa en la realidad rural italiana delmomento. Recurre nuevamente al ejerciciode la comparación, escogiendo dos muni-cipios –Tabellano y Sailetto– que ofrecenritmos diferentes en la descomposición delas tradicionales identidades parroquiales y,en consecuencia, en la emergencia de nue-vas formas de socialización e identidad.Tabellano constituirá el ejemplo de un pro-ceso temprano y acelerado de descomposi-ción de las viejas identidades comunitariasen la baja Padania, de fractura con las tra-diciones asociativas católicas (parroquia-les) y sus imaginarios y de reemplazo detodo ello por redes políticas locales demo-cráticas, con fuerte protagonismo de lossocialistas y notable capacidad de movili-zación popular. En un análisis sumamentesugerente, el autor nos muestra cómo enTabellano la quiebra de los viejos equili-brios comunitarios al calor de la afirmaciónpolítica y social del societarismo de clase delos asalariados agrícolas acaba por expulsardel territorio físico de la comunidad a lapropia oligarquía agraria. Ésta, ante una

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situación en la que se ha vuelto difícil y cos-tosa la reproducción de los mecanismosde control de las relaciones sociales en lacomunidad, termina optando por exiliarsede un ambiente que perciben ahora comohostil y cerrado, reforzando con ello loscontactos y su presencia en el ambienteurbano. Frente a ello, Sailetto representa uncambio más pausado, menos drástico,donde el viejo microcosmos parroquiano,que sufre igualmente los envites de lastransformaciones socioeconómicas del mo-mento, resiste y convive con la emergenciade la sociabilidad proletaria. Como el autorexplicará, esta supervivencia no fue resul-tado exclusivo de la defensa numantina desus posiciones doctrinarias. Los cambioseconómicos y del mercado de trabajo, lacreciente movilidad social, etc., afectarontambién a lo que el autor denomina ‘laidentidad parroquiana’, transformándola yhaciéndola más compleja. En Sailetto laemergencia de la sociabilidad proletariaterminó propiciando la fractura políticacon la Iglesia católica para amplios colecti-vos de asalariados. Aquí, sin embargo, la es-trategia que siguió aquella y las elites agra-rias no fue la del retraimiento y, en su caso,el «exilio». Muy al contrario, promovieronun nuevo tipo de movimiento asociativode carácter económico y confesional, queperseguía alcanzar acuerdos y recomponeralianzas con los sectores oligárquicos, conel objetivo de contrarrestar las ligas de asa-lariados y su creciente capacidad de movi-lización popular.

La quiebra de los valores morales tradi-cionales y de los equilibrios parroquiales alcalor de los procesos de socialización y lai-

cización de la cultura popular en el cambiode siglo aparece igualmente en las reflexio-nes que se hacen en el capítulo cuarto(«Coppie di fatto. Costumi sessuali dei gio-vani nella padania bracciantile»). La cues-tión central girará en torno a la conexiónentre transformaciones en las relaciones detrabajo, cambio de la moral sexual y laici-zación de la cultura popular. Para el autorlas transformaciones que tienen lugar alcalor de la crisis finisecular se constatarántambién en el ámbito de la familia y estilosde vida de los asalariados. Las nuevas con-diciones que impone el mercado de trabajo,el creciente protagonismo de las formas desociabilidad popular y de clase, las posibi-lidades que abre la creciente movilidad so-cial y la ampliación de los derechos socia-les y políticos terminan golpeando lospilares de la cultura patriarcal católica,cuestionando las tradicionales relacionesentre padres e hijos y dificultando la re-producción del tradicional y complejo sis-tema de vigilancia colectiva de la conductamoral comunitaria. En este sentido, el aná-lisis de las actitudes sexuales de los jóvenes,hijos de familias de asalariados o pequeñoscampesinos, resulta sumamente esclarece-dor. Los cambios en las prácticas sexuales–incremento de las relaciones sexuales,convivencia prematrimonial, natalidad ile-gítima, etc.– se consideran aquí como unreflejo más de los efectos que produce lageneración de nuevas identidades de grupoque terminan cuestionando el rol de la pro-pia institución familiar. La familia dejará defuncionar como vehículo de transmisiónde valores y eje de cohesión entre los indi-viduos y la comunidad. Las relaciones en-

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tre padres e hijos se verán alteradas, cues-tionándose ahora la estricta sumisión de loshijos a la autoridad familiar derivada delmodelo cultural patriarcal. La ruptura ge-neracional entre los viejos cabezas de fa-milia y los jóvenes asalariados se convertiráen una realidad a finales del siglo XIX,cuando las nuevas formas de sociabilidadde clase y la movilización huelguística seconviertan ya en prácticas consolidadas eneste ámbito rural. En clara competenciacon el asociacionismo laico y popular, laIglesia católica y los párrocos de la comu-nidad encontrarán crecientes dificultadespara reproducir los patrones de comporta-miento de la ética católica. Los actos festi-vos se convertirán en el escenario de lapugna entre la vieja ética comunitaria y losnuevos hábitos de sociabilidad entre los jó-venes. En este sentido, resulta sumamenteinteresante el capítulo sobre las implica-ciones de esta nueva sociabilidad popular ylaica para la transformación de la vida localen los años de tránsito del siglo XIX al XX

–el autor hará especial referencia al bailedominical–, y que terminaron generandoespacios propicios en el seno de la comu-nidad rural para el arraigo de discursosmodernos de procedencia urbana.

Esta última cuestión la encontramos denuevo en el capítulo sexto («Teatrini ru-rali»). La estrategia de propaganda y agita-ción política diseñada a partir del proyectode creación de un nuevo movimiento tea-tral socialista (Teatro del Pueblo) en la pro-vincia de Reggio tras la Unificación permiteal autor reflexionar sobre la relación entreproducción teatral rural y estructura aso-ciativa de los asalariados, y sobre la reela-

boración y relectura de las tradiciones fol-klóricas y su relación con la tradición culta.La superación del desencuentro entre lacultura popular rural y los intelectuales so-cialistas se explica atendiendo a los cambiosen la producción cultural urbana a princi-pios del siglo XX. El desarrollo de la indus-tria cinematográfica, de la discográfica o elauge de las actividades deportivas genera-ron en la ciudad productos comerciales frí-volos y alejados de la apuesta social e ide-ológica que abanderaban organizacionesproletarias como la socialista. En este es-cenario de crisis, la reacción de los socia-listas fue la puesta en práctica de un movi-miento cultural estrechamente ligado a lasluchas sociales y políticas del entorno, conun fuerte contenido de clase y que preten-día responder a la cultura asociativa quepromovían y defendían. Cómo se convierteeste nuevo movimiento teatral en un claroreferente político que contribuye a la trans-formación de la sociedad padana y la fuerteimplantación que tiene en el ámbito rural–más visible incluso que en el urbano–constituyen las cuestiones más notables,de mayor interés, del capítulo.

El autor acaba el libro con un capítulo,el séptimo, dedicado a los flujos migratoriosen la región («Il lavoro mobile in Emilia eRomagna»). El argumento de la emigra-ción como factor de cambio y moderniza-ción, ya apuntado en capítulos anteriores,se convierte ahora en la tesis central de unanálisis en el que sobresalen dos cuestiones:la influencia de los movimientos migrato-rios –tanto los de carácter estacional comolos que tienen como destino el exterior– enla redefinición de viejos equilibrios sociales

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y económicos y en la consolidación de re-laciones de producción capitalistas en laEmilia-Romagna; y la dimensión políticade algunas de estas migraciones al exteriory la voluntad decididamente antifascistaque las caracterizó en la década de los añosveinte. Pero la reflexión no se circunscribiráen este capítulo al arco temporal de la pri-mera mitad del siglo XX. En su parte finalse apuntarán los cambios en las lógicas yflujos de la migración estacional en la re-gión tras la finalización de la Segunda Gue-rra Mundial. La expansión del sector tu-rístico y la demanda estacional de mano deobra para cubrir sus necesidades puntuales,o los cambios demográficos –despoblación,etc.– que se producen a partir de los añossesenta en el ámbito rural terminan provo-

cando cambios sustanciales en los flujosmigratorios. A principios de los años se-tenta la región cierra definitivamente su ci-clo de emigración masiva y se abre parale-lamente otro que convierte la zona enespacio de inmigración, bien del área delMezzogiorno o de diferentes zonas deÁfrica y Asia.

En definitiva, pues, nos hallamos anteun libro diverso en su composición temá-tica, con algunos hilos conductores quedan sentido y coherencia a su estructura, ylleno de sugerencias y de argumentos su-mamente interesantes.

Salvador Cruz Artacho

Universidad de Jaén

Sarah T. PhillipsThis Land, This Nation. Conservation, Rural America and the NewDealCambridge, Cambridge University Press, 2007, 289 páginas.

La crisis económica en la que esta-mos sumidos ha hecho habitualque en los últimos tiempos mu-

chos científicos sociales miren hacia losaños treinta en busca de pistas que permi-tan entender mejor los problemas que nosafectan. Y aunque este libro se publicó an-tes de que la crudeza de la crisis actual sehiciera explícita, eso es en el fondo lo quehace en él Phillips, sólo que centrando suatención en una serie de elementos de lacrisis de los años treinta en los EstadosUnidos de América a los que habitual-mente se presta muy poca atención, a pe-

sar de que jugaron un papel muy destacadoen la configuración y evolución de la pro-pia crisis. De hecho, la autora analiza las ac-tuaciones asociadas al New Deal, pero po-niendo el foco sobre los problemas queafectaban al mundo rural americano, enconcreto sobre la conservación y la planifi-cación del territorio que se fueron po-niendo en práctica en el marco de esa po-lítica.

En este contexto general, las tesis de-fendidas por la autora se pueden resumir entres aspectos destacados. En primer lugar yen contra de lo que habitualmente se suele

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afirmar, Phillips defiende que los aspectosrelacionados con el conservacionismo (quetal y como utiliza el término se podría tra-ducir prácticamente en términos actualescomo política ambiental), lejos de ser peri-féricos o anecdóticos en el conjunto delNew Deal, constituyeron una de las líneasmaestras de esa política, especialmente enlo tocante al mundo rural. En segundo lu-gar, que las políticas de conservación y deplanificación del territorio no deben inter-pretarse como meras medidas para paliar lacrisis, sino como algo más profundo y du-radero que pretendía transformar el mundorural americano, implementando unasideas innovadoras que fueron configurán-dose ya a lo largo de los años 20 y que su-ponían una ruptura con el conservacio-nismo tradicional que se había configuradoen los Estados Unidos desde finales del si-glo XIX. En tercer lugar y en estrecha rela-ción con el punto anterior, se defiende tam-bién que el New Deal, en general, lejos deconstituir simplemente un paquete de re-cetas anticrisis, representó un cambio en lasformas de intervención política de los go-biernos federales y que, además, fue esen-cial en la configuración de la idiosincrasiay en la evolución política posterior del par-tido demócrata, esto es, fue un elementobásico en la conformación del sistema po-lítico americano en el largo plazo.

El libro se divide en cuatro capítulosmás un epílogo, en los que se van expo-niendo las ideas y medidas asociadas alNew Deal, aunque en el texto se supera conmucho el marco cronológico estricto deesa política. De hecho, el argumento prin-cipal se inicia en los años veinte (capítulo 1)

describiendo la configuración de lo que laautora denomina «nuevo conservacio-nismo», esto es, una corriente de pensa-miento de origen variado que tenía comoprincipal objetivo la recuperación y el des-arrollo del mundo rural estadounidense.Ese «nuevo conservacionismo» (denomi-nado así para diferenciarlo del conserva-cionismo tradicional surgido en EstadosUnidos desde finales del siglo XIX) se fueconfigurando por la confluencia de dosgrupos profesionales con intereses, al me-nos en parte, coincidentes. De un lado losplanificadores que querían extender la elec-trificación al mundo rural con unas tarifasiguales a las que se cobraban en el ámbitourbano; de otro, economistas agrarios (li-gados en su mayoría al Bureau of Agricul-tural Economics) conscientes de los dese -quilibrios económicos y de los problemasambientales que había creado la fuerte ex-pansión agraria del país, exacerbada por lacoyuntura favorable que se generó comoconsecuencia de la Primera Guerra Mun-dial. Unos y otros pensaban que el bienes-tar del país pasaba por la regeneración delmundo rural y planteaban para ello una se-rie de medidas que mejoraran el nivel devida de los agricultores y redujeran la pro-funda brecha de desarrollo que el creci-miento económico había generado entrecampo y ciudad. A decir de Phillips, estosnuevos conservacionistas compartían unavisión que trataba de compaginar la efi-ciencia económica (a través de la moderni-zación de las explotaciones y de la creaciónde industrias rurales) con la equidad (pro-pugnando ayudas a los agricultores y espe-cialmente a los más desfavorecidos) y con

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la sostenibilidad (potenciando el abandonodel cultivo de las tierras degradadas, la in-troducción de formas de explotación apro-piadas y la reforestación). Ello implicabauna crítica a los intereses de las grandescorporaciones y del agrobusiness y tambiénuna defensa de la actuación del GobiernoFederal en la promoción del desarrollo ru-ral. Unas propuestas que fueron asumidaspor F. D. Roosevelt ya en su época de go-bernador del Estado de Nueva York y queposteriormente ese político incluyó pri-mero en su campaña presidencial y despuésen su acción de gobierno a partir de 1932,en el marco ya del New Deal.

A partir de ahí el libro describe y analizalas principales políticas asociadas a esenuevo conservacionismo, deteniéndose enel desarrollo de las actuaciones en el Valledel Tennesse y en las Grandes Llanurasafectadas por el Dust Bowl (capítulo 2) o enlos programas desplegados en Texas por elentonces gobernador del Estado Lyndon B.Johnson (más conocido décadas despuéspor ser el sucesor de J. F. Kennedy tras suasesinato), en coordinación con el Go-bierno Federal (capítulo 3). En todos esoslugares se llevaron a cabo actuacionescoordinadas por diferentes agencias delGobierno Federal, que pusieron en marchaprogramas de rehabilitación rural a partirde una regulación de los ríos pensada paramejorar la navegación y el control deinundaciones, para extender la superficie deregadío y para generar una electricidad queera distribuida en el ámbito rural, por pri-mera vez, por la propia administraciónpública. Al mismo tiempo se acometíanpolíticas para el abandono de tierras mar-

ginales, combinadas con trabajos de res-tauración y reforestación, con concesionesde ayuda y crédito a los agricultores e in-cluso con programas de reasentamiento enzonas con planificación del territorio. Todasesas actuaciones buscaban la implicaciónde los agricultores a través de su participa-ción voluntaria y pretendían en último tér-mino controlar la sobreproducción, racio-nalizar el manejo de las explotaciones y delterritorio y, a través de todo ello, elevar elnivel de vida rural evitando así la emigra-ción hacia un mundo urbano en crisis, in-capaz de absorber mano de obra proce-dente del campo.

La valoración que Phillips realiza de to-das esas políticas es claramente positiva,aunque la misma autora señala una con-tradicción inherente a las mismas, que seiría haciendo cada vez más evidente. De he-cho, compatibilizar la modernización delmundo rural con el mantenimiento de unnúmero elevado de agricultores era una ta-rea complicada, en la medida en que lapropia modernización podía implicar ga-nancias diferentes en la eficiencia de lasgranjas y, en consecuencia, acabar expul-sando a aquellos granjeros que se adapta-ran peor a los cambios. Y eso es básica-mente lo que ocurrió desde principios delos años cuarenta, en el marco de la se-gunda guerra mundial (capítulo 4). De unlado, la guerra incrementó la demanda dealimentos y acabó así con los problemas desobreproducción que habían sido unaconstante en los años veinte y treinta; deotro, aceleró la producción industrial ge-nerando una situación de «empleo para to-dos» en ese sector, que acabó atrayendo a

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muchos de los agricultores más desfavore-cidos. A partir de ese momento el para-digma de la mejora del bienestar fueasociado cada vez en mayor medida al de -sarrollo industrial y al mantenimiento en elámbito rural de un número reducido deagricultores capaces, eso sí, de generar unacantidad superior de alimentos a través deuna mecanización creciente, de un usotambién creciente de fertilizantes quími-cos y de un apoyo del Estado, no a los agri-cultores en su conjunto, sino especialmentea aquellos que fueran adaptándose a esemodelo de crecimiento. El equilibrio bus-cado por los nuevos conservacionistas en-tre eficiencia, equidad y sostenibilidadacabó decantándose así a favor de la efi-ciencia productiva y dejando al margen losotros dos elementos de la ecuación. Comola autora señala, decir que las fuerzas quehabían generado esos cambios fueron im-pulsadas en exclusiva por la acción del go-bierno a lo largo de los años treinta sería sinduda exagerado. Pero parece claro que apartir de los cuarenta los nuevos conserva-cionistas aceptaron esa nueva situación y noopusieron resistencia a la misma.

Las acciones del nuevo conservacio-nismo tuvieron sin embargo un epílogo (in-cluido como tal en el libro) que se produjofuera de las fronteras del país, a través de laspolíticas de desarrollo rural que se trataronde desplegar en otros países del mundodespués de la segunda guerra mundial. Dehecho, para Phillips existen elementos queconectan claramente las ideas desplegadasen Estados Unidos durante los años de en-treguerras con las que trataron de estable-cer algunos técnicos estadounidenses en el

extranjero durante los años cuarenta y cin-cuenta como elementos para contener laexpansión del comunismo en el marco dela guerra fría. Aunque, como es evidentepara la propia autora, tampoco en ese ám-bito las ideas del nuevo conservacionismoconsiguieron imponerse en términos deequidad o de sostenibilidad.

La lectura de este libro resulta intere-sante por varios motivos. En primer lugarofrece una visión del New Deal que re-sulta novedosa, al insertar esa política enun contexto mucho más amplio del quenormalmente se toma en consideración y alconsiderar que las medidas adoptadas en elmundo rural no eran sólo actuacionesfrente a la crisis, sino que respondían a unproyecto más meditado. Por otra parte, ladescripción que va realizando sobre la con-figuración y las actuaciones del nuevo conservacionismo está muy bien docu-mentada e incluye la trayectoria y las de-claraciones públicas de un nutrido grupode políticos y técnicos desconocidos en sumayoría fuera del ámbito estadounidense,pero cuya línea de pensamiento resultamuy útil para entender algunas de las pro-puestas sobre desarrollo rural. Convienerecordar que en el periodo de entreguerrasel papel que la agricultura debía desempe-ñar en los procesos de desarrollo econó-mico estuvo sometido a debate en muchaspartes del mundo (desde países de AméricaLatina, hasta la URSS, pasando por Eu-ropa), de forma que rastrear las líneas defuerza que siguió esa discusión en los Es-tados Unidos resulta enriquecedor para lahistoria agraria y podría dar lugar en el fu-turo a comparaciones interesantes. El libro

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se centra, sin embargo, en unas posicionesque adquirieron una relevancia política evi-dente y cabría preguntarse si existieronotros planteamientos menos «exitosos»,pero que plantearan otras alternativas,tanto desde el punto de vista social comodesde la interpretación de las implicacionesambientales. Por otro lado, el análisis se re-aliza siempre estableciendo una direcciónque va de arriba hacia abajo, es decir, desdelos planteamiento de los políticos y técni-cos hacia la sociedad rural. Pero esa socie-dad queda bastante desdibujada, convir-tiéndose en mera receptora de unas

propuestas que en cierto sentido podríanconsiderarse tecnocráticas y que no sabe-mos qué reacciones sociales generaron. Enqué medida esas reacciones sociales resul-taron interactivas o conflictivas respecto alos propios planes elaborados por los téc-nicos es algo que tampoco se aborda. Pesea ello, la parte de la historia narrada a tra-vés del libro está magníficamente cons-truida y, por ello, su lectura resulta reco-mendable.

Iñaki Iriarte Goñi

Universidad de Zaragoza

Juan Francisco Zambrana PinedaDe los Rompedizos a Hojiblanca. Cincuenta años de laCooperativa Nuestra Señora de Los Remedios de Antequera, 1958-2008Antequera, Ayuntamiento de Antequera y S.C.A. Agropecuaria Nuestra Señora de LosRemedios, 2008, 226 páginas.

La publicación objeto de esta reseñatrata sobre la evolución históricade una empresa agraria de econo-

mía social, la Sociedad Cooperativa Agro-pecuaria Nuestra Señora de Los Reme-dios, constituida en 1958 y radicada enAntequera (Málaga), que se dedicaba prin-cipalmente al sector oleícola. Este trabajodestaca, principalmente, porque traspasael marco de un libro meramente conme-morativo, para mostrarnos un análisis con-cienzudo de la implicación del asociacio-nismo como instrumento para superar yavanzar en el desarrollo de las actividadesagropecuarias. El autor contextualiza estainiciativa empresarial en el proceso vivido

por el agro andaluz durante el último me-dio siglo. Así, realiza un recorrido temporalen el que se relaciona lo ocurrido en laagricultura regional, y más específicamenteen la olivicultura, con las vicisitudes acae-cidas en el seno de esta entidad coopera-tiva.

El texto se distribuye en cinco capítulos,respondiendo los cuatro primeros a cadauna de las fases relevantes por las que atra-vesó la empresa desde su creación hasta laactualidad, y en el último se realiza un ba-lance global de la sociedad. Hay que rese-ñar la minuciosa recopilación estadísticaque se ha llevado a cabo, contando con unamplio repertorio de cuadros y gráficos

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que permiten un seguimiento exhaustivo delas principales variables de negocio de estacooperativa. Asimismo se incluye una co-lección de fotografías que facilitan la com-prensión de los importantes cambios tec-nológicos y organizativos que se sucedierona lo largo de sus primeros cincuenta añosde existencia. La publicación se completacon una serie de anexos que recopilan do-cumentos, series cuantitativas y las estruc-turas organizativas de la sociedad.

En la introducción, el autor presentade manera sucinta, y a modo de aperitivo,la evolución institucional que tuvo la enti-dad a partir de las distintas personas quefueron sucediéndose al frente de la coope-rativa. Con ello nos pone en antecedentesde muchas de las cuestiones centrales queafectaron al devenir de la sociedad y que sedesarrollarán con mayor profundidad en laspáginas siguientes.

En el primer capítulo se examina la fun-dación de la Cooperativa Nuestra Señorade Los Remedios, que se produjo comorespuesta a las circunstancias adversas porlas que atravesaba la producción y comer-cialización de aceite de oliva durante losaños cincuenta del siglo XX. Una coyunturacaracterizada por los bajos rendimientos yprecios de venta, así como por una ten-dencia al alza de los costes laborales. Estosrasgos implicaron, en última instancia, unareducción de la rentabilidad de las unida-des de producción. A esto se añade el im-pulso experimentado por otros aceites ve-getales comestibles, lo que acrecentó lasdificultades para la distribución de la ofertadel sector olivarero. Ante esta perspectivapoco halagüeña, un grupo de agricultores

olivareros de Antequera tomaron la deci-sión, en 1958, de poner en marcha unacooperativa, en un intento de contrarrestarlos condicionantes descritos y superar losobstáculos que se derivaban de ellos. Lasvicisitudes vividas por los fundadores du-rante los tres primeros ejercicios, para darforma a su iniciativa, ocupan las páginas fi-nales de esta parte del libro.

El periodo comprendido entre 1960 y1971 se examina en el siguiente capítulo.Durante esos años, la consolidación de losprocesos de tratamiento, producción yventa de aceite de oliva ocuparon la mayorparte de los esfuerzos de los socios y de lajunta rectora de la cooperativa. No obs-tante, a solicitud de algunos de los partíci-pes, se crearon tres secciones en su seno. Laprimera de ellas, como no podía ser de otraforma, era la que estaba relacionada con laoleicultura, establecida en 1960. Con pos-terioridad se acometería la constitución dela ganadera y la de cultivo. La sección ga-nadera servía como central de compra deinsumos, sobre todo de piensos, para losganaderos asociados a la entidad. De formaanáloga, la de cultivos se constituyó con elfin de atender la adquisición en común deabonos, herbicidas e hilo sisal por parte delos agricultores, principalmente cerealeros,que formaban parte de la sociedad.

El capítulo tercero analiza una etapacompleja en la evolución de la empresa,que abarca el periodo 1972-1985. Se tratade una fase de por sí muy convulsa enla historia económica española. En ella, laprincipal actividad de la cooperativa,la producción oleica, conoció altibajos oca-sionados por la crisis económica general,

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por la competencia de otros aceites vege-tales y, sobre todo, por la crisis que se pro-duce por la intoxicación masiva producidapor el consumo de aceite de colza adulte-rado. Sin embargo, esta coyuntura agudizóla capacidad de transformación de la enti-dad, que, mediante la implementación deimportantes innovaciones tecnológicas y laintroducción del verdeo, logró capear eltemporal y revertir la tendencia negativa enlos últimos ejercicios del periodo analizado.El inicio de la comercialización de la acei-tuna de mesa daría lugar a la creación de lasección de aderezo. Si las actividades rela-cionadas con el olivar lograron salir conbuen pie, peor fueron las cosas para la sec-ción ganadera, que, tras haber ampliado susfunciones a la venta de aves y huevos, en-tró en un profundo declive hasta su desa -parición en 1978. Por el contrario, la decultivos conoció una considerable expan-sión, ampliando los silos y los secaderos decereal. Además, se estableció otra nuevasección, la de crédito, con el fin de facilitaruna financiación más asequible a los socios.

En el capítulo siguiente el autor se cen-tra en los últimos veintitrés años de vida deesta entidad cooperativa. Unos ejerciciosque vienen marcados, claro está, por la in-tegración de España en la ComunidadEconómica Europea (1986) y la posteriorevolución dentro de la Unión. En el ámbitode la oleicultura, la sociedad supo, en tér-minos generales, aprovechar las oportuni-dades que le brindó el nuevo marco insti-tucional, participando activamente envarias iniciativas para favorecer un mayorgrado de integración en el sector, como laAsociación de Productores de Aceite de

Oliva de Málaga. Pero, sin lugar a dudas, elhecho más trascendental tiene que ver consu protagonismo en la constitución de Ho-jiblanca, una cooperativa de segundo gradoque se ha convertido en el principal pro-ductor mundial de aceite de oliva en la ac-tualidad. A ello debemos añadir la moder-nización de las instalaciones de lasalmazaras, que se acometió durante esteperiodo, aprovechando la financiación eu-ropea. Una financiación que, al mismotiempo, contribuyó a la mejora en las ren-tas percibidas por los agricultores.

Por su parte, el resto de secciones co-nocieron, también, un notable crecimiento,aunque en cierta manera eclipsado por loséxitos obtenidos en el aceite de oliva. Así, lasección de aderezo asiste a una ampliaciónde sus instalaciones derivada del aumentodel consumo de aceituna de mesa y la res-puesta positiva que obtuvo de los produc-tores asociados a la cooperativa anteque-rana. No obstante, hubo que imponeralgunas restricciones en los años finales delsiglo XX, cuando las entregas comenzarona superar con creces la demanda. En elcaso de la sección de cultivos, el cereal tuvoque hacer frente a una importante recon-versión, pues mientras se hundían los des-tinados a piensos se incrementaban los pa-nificables. Ambas secciones participaronen la creación de otras sociedades coope-rativas de segundo grado, ACORSA y laSociedad Cooperativa Andaluza CerealesSevilla, respectivamente, siguiendo el ca-mino iniciado con Hojiblanca.

En resumen, la historia de la Coopera-tiva Nuestra Señora de Los Remediosconstituye un ejemplo de cómo la asocia-

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ción de productores agrarios ha permitidoafrontar los retos a los que se ha tenido queir enfrentando el agro español desde me-diados de los años cincuenta del siglo XX.La consecución de economías de escala y lapuesta en común de estrategias de creci-miento ha permitido a muchos agricultorescontinuar con sus labores hasta la actuali-dad. Además, estas estructuras asociativasya consolidadas también han facilitado, enmuchos casos, la adaptación al nuevo es-cenario que supuso la incorporación deEspaña al mercado común europeo, cons-tituyéndose en plataformas para la defensade los intereses del sector.

En este sentido, el estudio realizado porel profesor Zambrana viene a unirse a unaprolija producción bibliográfica que se hallevado a cabo en los últimos años, de laque destacan, entre otros, los trabajos deGarrido (2003), Martínez Soto (2003), olos que hemos realizado en el seno delGrupo de Investigación en Economía So-cial de Canarias (Nuez, 2007). Estas in-vestigaciones pretenden cubrir una de laslagunas existentes en la historiografía eco-nómica, en general, y en la historia de laempresa, en particular. Me refiero a la mar-ginación que habían sufrido hasta el mo-mento los análisis de empresas de econo-mía social, que, sobre todo en el ámbitoagrario, han desempeñado y desempeñanuna función crucial en la articulación deltejido productivo.

Fernando Carnero Lorenzo

Universidad de La Laguna

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