balandier el concepto de situación cultural
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CUADERNOSdel Seminario
de Integración Social Guatemalteca
N" 22
'«i*
El Concepto de
Situación' Colonial
GEORGES BALANDIER
MINISTERIO DE EDUCACIÓNGuatemala, Centroamérica — 1970
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in 2011 with funding from
Universidad Francisco Marroquín
http://www.archive.org/details/elconceptodesitOObalaguat
CUADERNOS
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N» 22 Cuarta serie 1970
Colección Luis Lujan MüiozUniversidad Francisco Marroquin
www.ufm.eriu - Guatemala
GEORGES BALANDIER
El Concepto de
Situación' Colonial
EDITORIAL JOSÉ DE PINEDA IBARRAMinisterio de Educación — Guatemala, Centroamérica
1970
SEMINARIO DE INTEGRACIÓN SOCIAL GUATEMALTECA
Consejo consultivo
Secretario general
José Rolz Bennett
Ernesto Chinchilla Aguilar
Adolfo Molina Orantes
Jorge Skinner-Klée
David Vela
Hugo Cerezo Dardón
Juan de Dios Rosales
Vicente Diaz Samayoa
Flavio Rojas Lima
.
Tomado de Sociologie actwélle de VAfrique
Noire (pp. 3-38). Presses Universitaires de
France, París, 1963. (Con autorización del
autor y de los editores.)
Traducción de
Juan Comas
/•ovemae xbKI
.
•
EL CONCEPTO DE SITUACIÓN'COLONIAL
GEORGES BALANDIER
Cualesquiera que sean las apariencias, el problema co-
lonial continúa imponiéndose a nuestra atención como una
de las grandes cuestiones acerca de las cuales han de pro-
nunciarse los especialistas en ciencias sociales. La prolifera-
ción de nacionalismos nuevos y las reacciones provocadas
por la descolonización dan a esta cuestión una virulencia yuna actualidad que no toleran la menor indiferencia.
Las investigaciones antropológicas consagradas a los
fenómenos de cambios sociales apenas si han tenido en
cuenta la situación colonial en tanto que factor particular,
imponiendo una cierta orientación a los agentes y procesos
de transformación. Han examinado tales procesos separa-
damente, por ejemplo bajo la forma de intervención de la
economía monetaria y régimen de salarios, difusión de la
enseñanza moderna, acción de la evangelización, etc.; pero
no los han considerado como constituyendo un todo y pre-
parando la edificación de una sociedad autónoma y nueva.
Tales trabajos fueron en su mayor parte organizados si-
guiendo dos orientaciones: bien tendiendo a abordar los
problemas teóricos concernientes a la naturaleza mismade la realidad cultural, su receptividad a las influencias
culturales extranjeras, sus vicisitudes; o examinando los
resultados "prácticos", mediante encuestas de alcance li-
mitado, contentándose muchas veces con un cómodo em-
pirismo.
Sin embargo, no puede efectuarse ningún estudio con-
creto acerca de las sociedades afectadas por la colonización,
sin referirse a este complejo que se califica como situación
colonial. Sólo profundizando en el análisis de esta última,
determinando sus características según el lugar de la en-
cuesta, examinando los movimientos que tienden a su su-
presión, es posible interpretar y clasificar los fenómenos
observados. El reconocimiento de tal situación, resultante
de las relaciones entre 'sociedad colonial' y 'sociedad colo-
nizada', exige del sociólogo un constante esfuerzo crítico,
y lo pone en guardia contra los peligros de una observación
excesivamente unilateral.
El examen de los problemas de actualidad no deja de
ser afectado por las 'reservas' del observador o por su propia
actitud al respecto; y ello ocurre a propósito de los Estados
nuevos que se enfrentan a la tarea de descolonización. Lo
dicho explica la importancia que concedemos desde un prin-
cipio a la teoría de la situación colonial. Entre los primeros
trabajos de este tipo emprendidos en Francia, sólo los de O.
Mannoni han prestado suficiente atención a dicho concepto,
aunque se mantienen esencialmente en el plano psico-psi-
coanalítico. Dicho autor confiesa por otra parte haberse li-
mitado, deliberadamente, a un aspecto hasta el momentopoco señalado. Nosotros, al contrario, adoptamos una posición
de totalidad, pensando que hay algo de mistificación en el
hecho de abordar sólo una de las implicaciones de la si-
tuación colonial.
I. Algunas medidas paca abordar el problema
Se puede captar tal situación, creada por la expansión
colonial de las naciones europeas en el transcurso del último
siglo, partiendo de distintos puntos de vista: son acerca-
mientos particulares los que hacen el historiador de la co-
lonización, el economista, el político, el administrador, el
sociólogo preocupado por las relaciones con civilizaciones
extrañas y el psicólogo atenido al estudio de las relaciones
raciales, etc. Parece pues indispensable para arriesgarnos
a una descripción de conjunto, examinar lo que puede utili-
zarse de cada una de tales aportaciones particulares.
El historiador estudia la colonización en sus distintas
épocas y generalmente en función de la metrópoli. Ello le
permite captar los cambios sobrevenidos en las relaciones
existentes entre esta última y los territorios dependientes,
mostrando cómo el aislamiento de los pueblos colonizados
fue roto gracias a una historia en la cual apenas tuvieron
intervención. Evoca las ideologías que en momentos dis-
tintos justificaron la colonización y el divorcio existente
entre la doctrina y los hechos. Describe los sistemas admi-
nistrativos y económicos que aseguraron la "paz colonial"
(para la metrópoli) buscando la rentabilidad de la empresa
colonial. En resumen, el historiador nos hace comprender
cómo la nación colonial, en el transcurso del tiempo, se
insertó en el seno de las sociedades colonizadas. Con su
actuación proporciona al sociólogo un primer e indispensable
conjunto de referencias; le recuerda que la historia de la
sociedad colonizada se desarrolla en función de una pre-
sencia extranjera, al mismo tiempo que señala los diferentes
aspectos que adoptó esta última.
La mayor parte de los historiadores han insistido sobre
el hecho de que la pacificación, el equipo proporcionado yla explotación de los países colonizados se han llevado a
cabo'
'siempre en relación con las naciones occidentales yno atendiendo a intereses locales". Han mostrado hasta
qué punto la absorción por Europa de Asia, África y Ocea-
nía, "ha transformado, por la fuerza y por reformas con
frecuencia audaces, la conformación de la sociedad humana"
en menos de un siglo. Han recordado que la explotación
económica se apoya en una toma de posesión política, porque
ambas son los dos rasgos específicos del hecho colonial.
De esta manera los historiadores permiten entrever hasta
qué punto la sociedad colonizada se convierte en instru-
mento para uso de la nación colonial. Puede observarse
una manifestación de este carácter instrumental en la polí-
tica que consiste en comprometer a la aristocracia indígena,
interesándola, en la política de movimientos de población
o de reclutamiento de mano de obra aplicada únicamente
a las necesidades de la gran economía. Al recordarnos cier-
tas medidas 'audaces' desplazamientos de población ycreación de 'reservas', modificaciones en la manera de po-
blar, transformación del derecho tradicional y de las rela-
ciones de autoridad, etc el historiador atrae nuestra
atención acerca del hecho de que "la colonización fue a
veces cirugía social". Y tal indicación, más o menos exacta
según las regiones y los pueblos en consideración, es de
gran interés para el sociólogo estudioso de las sociedades
colonizadas; le muestra que éstas, en grado variable, se
encuentran en un estado de crisis latente, que requieren en
cierta medida una sociopatología.
Después de haber señalado esta presión exterior que
actúa sobre las sociedades colonizadas, el historiador observa
la diversidad de reacciones consecuentes; las de los pueblos
de Oriente, del Islam y del África negra han sido evocadas
con frecuencia en los estudios comparativos. De este modola historia de África al sur de Sahara revela diferencias
importantes en la resistencia a la presión de las naciones
europeas. El estudio histórico de la colonización, después
de haber señalado la importancia del "factor externo" en
las transformaciones que sufren las sociedades colonizadas,
nos pone frente a un "factor interno" que comprende las
estructuras sociales y las civilizaciones sometidas. Se plan-
tean así problemas que resultan familiares al antropólogo.
Estableciendo el cuadro de las diversas reacciones a la
situación colonial, se observa hasta qué punto esta última
puede actuar como un verdadero revelador.
La colonización aparece como una prueba impuesta a
ciertas sociedades o, si cabe la expresión, como una burda
experiencia sociológica. Un análisis de las sociedades colo-
nizadas no debe olvidar tales condiciones específicas; éstas
no sólo revelan __como han visto ciertos antropólogos
los procesos de adaptación y de rechazo, las nuevas con-
ductas surgidas de la destrucción de los tradicionales mo-
delos sociales, sino que manifiestan también los "puntos
de resistencia" de las sociedades colonizadas, las estructu-
ras y comportamientos fundamentales.
Tal conocimiento presenta un evidente interés teórico
(si se considera la situación colonial como un hecho basado
en la observación científica e independiente de los juicios
morales a que pudiera dar lugar), y tiene verdadera im-
portancia práctica (nos sugiere qué datos fundamentales
deben servir de punto de partida para abordar determinado
problema).
El historiador fija además la manera como el sistema
colonial se estableció y transformó, cuáles fueron según
las circunstancias— los diversos aspectos políticos, jurídicos
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y administrativos; y nos permite también conocer las dis-
tintas ideologías que lo justificaron. Numerosos estudios
insisten en mostrar la acentuada divergencia que se observa
entre los principios que sucesivamente se establecieron yla práctica, entre la misión civilizadora (cuya expresión, en
forma particularmente enfática, se remonta a NapoleónIII) y la utilidad deseada, que Eugéne Etienne definía en
1894 como "la suma de ventajas y provecho que debenderivar (de toda empresa colonial) para la metrópoli".
H. Brunschwig se refiere, en su historia de la coloni-
zación francesa, a la larga serie de falsas interpretaciones
que la jalonan. L. Joubert evoca "el divorcio que existía, a
partir de la adopción de fórmulas de responsabilidad civi-
lizadora, entre la teoría y los hechos; la ruptura entre am-bos dominios, la hipocresía que justificaba con principios
humanitarios una explotación pura y simple". De este modola situación colonial aparece como poseyendo, en forma
esencial, un carácter de inautenticidad. R. Kennedy en su
estudio titulado La crisis colonial y el porvenir, muestra
cómo cada característica del "colonialismo" linea de
color, dependencia política, dependencia económica, realiza-
ciones "sociales" insuficientes, falta de contacto entre los
indígenas y la "casta dominante" se apoya en una "serie
de racionalizaciones"; a saber, en forma paralela; la supe-
rioridad de la raza blanca, la incapacidad de los indígenas
para dirigirse, el despotismo de los jefes tradicionales y la
tentación que tienen los líderes políticos por constituirse en
"camarilla dictatorial", la incapacidad de los autóctonos para
aprovechar los recursos naturales de sus territorios, la
escasez de recursos financieros, la necesidad de conservar
el prestigio, etc.
El sociólogo capta, gracias a estas indicaciones, hasta
qué punto la sociedad europea colonial guiada por una
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doctrina incierta (de la cual puede seguir su desenvolvi-
miento histórico), condenada a comportamientos carentes de
autenticidad, ligada por una imagen estereotipada del in-
dígena, actúa sobre la sociedad colonizada en función de
tales presentaciones. Por otra parte, ya hemos subrayado
la importancia de este hecho; no hay sociología de los
pueblos colonizados si no se presta atención a sus ideolo-
gías y comportamientos más o menos estereotipados.
El historiador recuerda que las modernas sociedades
colonizadas son producto de una doble historia; en el caso
de África, una propiamente africana "estas sociedades,
tan estables, tan inmóviles en apariencia, son todas o casi to-
das resultado de la combinación variable de pueblos diversos
que la historia ha mezclado y superpuesto" que puso en pre-
sencia formas sociales homologas; la otra ampliamente con-
dicionada por la dominación europea "que puso en contacto
formas sociales radicalmente heterogéneas". Un estudio
concreto de estas sociedades puede únicamente hacerse "si-
tuándolas" respecto a esta doble historia. Es habitual re-
conocer que la colonización actuó gracias al juego de tres
fuerzas difíciles de aislar asociadas históricamente yvividas en forma estrechamente solidaria por quienes las
sufren : la acción económica, la administrativa y la mi-
sional. Es, por otra parte, en función de estos tres términos
de referencia como los antropólogos han estudiado habi-
tualmente los "cambios sociales". Pero con el fin de carac-
terizar la colonización europea y de explicar su aparición,
ciertos historiadores han sido llevados a dar primacía a uno
de estos aspectos: el factor económico. "El imperialismo
colonial no es más que una de las manifestaciones del im-
perialismo económico", dice Ch. A. Julien en un artículo
consagrado a este tema. La historia plantea aquí otro punto
de vista, necesario para la comprensión de la situación co-
lonial.
La propaganda de la política de expansión se basa,
parcialmente, en razones económicas. P. Leroy-Beaulieu
mostraba en 1874 la necesidad en que se encontraba Fran-
cia de convertirse en potencia colonial. J. Ferry escribía en
1890: "La política colonial es hija de la política indus-
trial ... la política colonial es una manifestación interna-
cional de las leyes eternas de la concurrencia. ..". Es tam-
bién por razones económicas que las naciones coloniales
han justificado su presencia —la puesta en valor y los
equipos proporcionados constituyen derechos adquiridos
—
y es a las ventajas económicas a lo que renuncian en último
lugar, aun después que han aceptado reconocer la inde-
pendencia política. Ciertos antiguos análisis del "imperia-
lismo colonial" pusieron de manifiesto tales mecanismos
económicos, aun antes de los estudios de los escritores mar-
xistas. Los estrechos lazos existentes entre el capitalismo
ascendente y la expansión colonial han incitado, por otra
parte, a diversos autores a comparar la "cuestión colonial"
con la "cuestión social" (y comprobar que ambas no son
fundamentalmente distintas), y a señalar la posible iden-
tificación de los "colonizados" con el "proletariado". Para
un marxista tal identidad no ofrece la menor duda; y jus-
tifica, políticamente, la acción combinada del proletariado
y los pueblos coloniales.
Sin aceptar el reducir la situación colonial a sus ma-
nifestaciones económicas, el sociólogo debe tener muy en
cuenta tales indicaciones, pues sugieren que no son única-
mente los contactos de una civilización de tipo técnico con
otra de tipo "primitivo", premaquinista, lo que explicaría
los trastornos en las sociedades colonizadas; tales mani-
festaciones económicas también recuerdan que sociedad co-
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lonial y sociedad colonizada tienen entre sí ciertas relaciones
(hemos señalado precisamente el carácter instrumental de
dicha relación) que implican tensiones y conflictos.
Los caracteres económicos de la situación colonial han
sido evocados por ciertos antropólogos o por geógrafos es-
pecializados en países tropicales. R. Kennedy en su estudio
ya citado, evoca los principales datos: lo mediocre de los
equipos industriales proporcionados; la explotación en gran
escala y el comercio import-export que se encuentra casi
exclusivamente en manos de "sociedades" extranjeras; la
"distancia" entre sociedad colonial y sociedad colonizada,
que explica la dificultad del indígena "para elevarse eco-
nómicamente"; la pobreza de las masas indígenas que se
acentúa con la degradación de las economías tradicionales.
Entre los trabajos en lengua francesa, resultan parti-
cularmente importantes los consagrados a Indochina. Sus
autores son geógrafos (hecho significativo de la huida de
lo actual, que ha caracterizado a la etnología francesa):
Ch. Robequain y P. Gourou. Y están centrados esencial-
mente en los problemas del campesinado. Aparte de la aten-
ción concedida en un principio a los medios técnicos (que
no han sido, o muy poco, mejorados) subrayan el fenómeno
de descomposición de la propiedad de la tierra y la "despo-
sesión de la misma" que lleva a la proletarización y al
desarraigo. También ha surgido una burguesía de origen
agrario "como el proletariado, del contacto con la civilización
occidental y del debilitamiento de los valores tradicionales".
Por otra parte, las observaciones hechas en cuanto al co-
mercio y la industria confirman, hasta una época reciente,
el esquema general propuesto por R. Kennedy.
Para introducir una referencia africana, evoquemos la
situación creada en África del Sur por la minoría europea;
ésta impone: segregación territorial expresada en el Native
land act de 1913, y segregación social legalizada por el
Colour bar act de 1926, que reduce a los trabajadores ne-
gros a la tarea única de obrero manual; participación me-
diocre de los negros en la renta nacional (en 1950 era sólo
de 20%); bases raciales dadas a la organización económica,
la cual sigue propiciando el éxodo rural y fomentando la
"proletarización" y la "destribalización". La peculiar si-
tuación en cierto modo caricaturesca del África del
Sur muestra hasta qué punto los aspectos económicos, políticos
y raciales están íntimamente ligados, y cómo un estudio
actual de los pueblos de la Unión no puede hacerse to-
mando sólo en cuenta todos estos aspectos. Se evidencia
así la imperiosa necesidad de considerar la situación colo-
nial como un complejo, una totalidad.
Los antropólogos anglosajones han concedido lugar im-
portante a los hechos económicos, considerándolos entre
las principales "fuerzas" capaces de provocar cambios so-
ciales y culturales. Mónica Hunter, en su célebre obra
Reaction to conquest, estudia las transformaciones sobre-
venidas en la sociedad Pondo (África del Sur) en función
del factor económico en un principio y después del factor
político ("históricamente de origen económico, digan lo que
quieran los no-marxistas" ) . Pero tales estudios, ya nume-
rosos en el ámbito africano, estuvieron dirigidos a menudoen relación con la economía y la organización social "pri-
mitivas" en función de las perturbaciones ocasionadas por
la economía "moderna" y los problemas subsecuentes. Les
faltó referirse a la economía colonial, a la situación colonial,
tener el sentido de la reciprocidad de perspectivas entre
sociedad colonizada y sociedad colonial. Los trabajos ins-
pirados por B. Malinowski presentan al máximo tales de-
fectos; porque examina únicamente el resultado del "con-
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tacto" entre "instituciones" de la misma naturaleza, sin
rebasar apenas la simple descripción de los cambios y la
enumeración de los problemas. Ello explica el interés con-
cedido sólo a los aspectos rurales, a las transformaciones
afectando a la aldea y la "familia", al problema del éxodo
en el campo. En este terreno los antropólogos han estable-
cido esquemas significativos: destrucción de la unidad
económica de la "familia", nuevo predominio de los valores
económicos, emancipación de las jóvenes generaciones, im-
plantación de una economía monetaria que altera las rela-
ciones personales y las jerarquías tradicionales, etc. Por el
contrario, fenómenos importantes como las nuevas maneras
de agrupación (incluyendo los partidos políticos y los sin-
dicatos), la aparición de clases sociales o de pseudoclases,
la naturaleza y el papel del proletariado, no son evocados
más que en términos muy generales; y los conflictos que
implican son analizados raramente.
Los antiguos estudios de carácter político y adminis-
trativo han concedido mayor atención a estos últimos as-
pectos, si bien en forma esencialmente práctica y "orien-
tada". Sus indicaciones muestran hasta qué punto la so-
ciedad colonizada (tanto en su aspecto urbano como en
el rural) y la sociedad colonial forman un conjunto, un sis-
tema; y sugieren la necesidad de referirse a dicho conjunto
aun tratándose del estudio de uno solo de esos elementos.
Llaman además la atención sobre los antagonismos y con-
flictos que no tienen explicación más que en el marco de la
situación colonial. Por lo demás, la noción de "crisis" se
encuentra implícita en el centro de tales preocupaciones. Nos
hace encontrar de nuevo, en primer término y quizá exa-
gerándolo, ese aspecto patológico de las sociedades colo-
nizadas que ya hemos señalado.
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II. Importancia de los hechos políticos y de los métodos
administrativos
El abandono de la empresa política y administrativa
no debe hacernos olvidar el papel que ha desempeñado ydesempeña todavía en ciertas regiones de África. Historia-
dores de la colonización y antropólogos consideran la acción
administrativa como una de las principales causas de trans-
formación. Esta acción se ha confundido durante muchotiempo por una parte (gran parte) con la acción económi-
ca. La pacificación que la administración imponía, los ca-
minos y carreteras que abría con mano de obra prestada,
servían ante todo los intereses de las compañías y comer-
ciantes. El impuesto que cobraba y que obligaba al indí-
gena a buscar numerario, ponía a este último en manos de
los compradores de "productos". Los reclutamientos que
efectuaba, nutrían de mano de obra a los talleres y fábricas;
la reglamentación que establecía en cuanto a salarios, con-
diciones de trabajo, circulación de hombres y mercancías,
aventajaba a las explotaciones locales. De este modo la
acción administrativa tuvo en un principio como finalidad
favorecer una cierta valorización, construir según una
expresión actualmente desechada las colonias de expío-
tación. En ese aspecto no aporta a nuestro análisis otros
elementos que los reunidos anteriormente.
Pero administrar un país colonial supone otros modosde acción, otras empresas; se trata de controlar el país, de
"tenerlo sujeto", y el sistema administrativo queda inserto
en el corazón mismo de las sociedades colonizadas. Conmucha razón R. Delavignette escribía: "En realidad no
se puede ya separar las sociedades indígenas de la admi-
nistración colonial territorial". El creciente e ininterrumpido
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aumento del número de funcionarios y la multiplicación de
"servicios" ponen de manifiesto la diversidad y amplitud
de tal empresa; es sobre todo en materia de control político,
ejercido directa o indirectamente, cuando actúa con la mayor
fuerza y acepta en mínimo grado el ser discutida. Entonces
es cuando aparece ese carácter de sociedad dominada tan sig-
nificativo de todo pueblo colonizado. Semejante acción se
refiere, en forma más o menos explícita, a una doctrina de
"política indígena", buscando (según los términos clásicos)
la asimilación, la asociación (desigual) o un compromiso.
Es cierto que el conocimiento de este contexto doctrinal
resulta indispensable para comprender las sociedades co-
lonizadas; viene a completar el estudio de las ideologías,
que hemos señalado como necesario desde el punto de vista
histórico. En relación con tales doctrinas y la política que
en cada caso implican, los pueblos colonizados de un mismo
tipo reaccionan en forma distinta. Sólo en África occidental,
las élites negras de los territorios de colonización británica
y las de territorios de colonización francesa han adoptado
comportamientos diferenciales muy reveladores a ese res-
pecto; la colonización no tuvo el mismo significado para
unos y otros. Las estructuras, los contextos culturales, los
géneros de vida y el modo de pensar resultantes de la
acción colonial, siguen fuertemente arraigados en la carne
y en el espíritu de los países africanos, incluso después de
su independencia. Basado en esta constatación B. Boganda,
dirigente hoy desaparecido de la República centroafri-
cana, hizo su proyecto de creación de los "Estados Unidos
de África latina". Igualmente Sekou Touré y NkwaméNkrumah pudieron descubrir, con ocasión de sus conversa-
ciones iniciales en tanto que Jefes de Estado, cuantas evo-
luciones divergentes contrariaban singularmente sus es-
fuerzos de unión.
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i
Cualquiera que sea la doctrina política adoptada,
las relaciones de dominio y sumisión existentes entre la
sociedad colonial y la sociedad colonizada caracterizan la
situación colonial. Y los autores que conceden toda su
atención a este aspecto, muestran que el dominio político
va acompañado de una dominación cultural. Uno de ellos
afirma que "el problema cultural está íntimamente ligado
al problema general de evolución política y económica",
que "la influencia de las culturas europeas" tuvo como
resultado "la opresión del fondo cultural" autóctono. Tal
indicación debe ser tenida muy en cuenta; pone en guardia
al antropólogo contra la tentación de considerar los "con-
tactos culturales" o "la interpenetración de civilizaciones"
como actuando de manera casi mecánica.
Por otra parte se ha insistido sobre la arbitraria re-
partición territorial en las naciones coloniales, y las divi-
siones administrativas. Estas últimas han llegado a frag-
mentar etnias importantes, a romper unidades políticas de
cierta amplitud o a constituir reagrupamientos artificiales.
Por eso, cierto número de iniciativas tomadas por pueblos
colonizados aparecen como manifestación de una voluntad
de reunificación. Únicamente por lo que se refiere al África
negra occidental recordamos: las reivindicaciones unitarias
de los Ewé (entonces repartidos entre los dos Togos), las
tentativas de federalización tribal en el Sud-Camerón, el
deseo más o menos explícito de reagrupamiento manifestado
por las Iglesias negras —conocidas con el nombre de Kim-bangistas— actuando en país Ba-kongo (en los dos Congos
y en Angola). Esta "balcanización" mantenida o creada,
las enemistades o rivalidades entre grupos étnicos (conser-
vadas o derivadas de fines administrativos), han impuestoa tales pueblos una historia particular cuyo conocimiento
es indispensable para cualquier análisis socjoJOgicQ,
El control político no pudo efectuarse más que por in-
termedio de los "jefes" y, en cierta medida, por el de las
instituciones indígenas. Los jefes tuvieron que integrarse,
directa o indirectamente, en el conjunto del sistema admi-
nistrativo. Pero esta "integración" no fue siempre fácil: sea
que la sociedad colonizada, gracias a una ficticia sumisión,
ocultara verdaderos jefes tras los "jefes de paja", o bien
que la administración colonial no logrando penetrar en la
realidad del sistema político indígena creara "la jefatura
al mismo tiempo que el jefe" o llamara a la dirección "a
un hombre que jamás hubiera podido ni debido aspirar a
ella". Con frecuencia la administración trastorna el orden
de los poderes, crea nuevos jefes, o jefes a los que concede
poderes totalmente nuevos. Así tenemos que en África oc-
cidental de colonización francesa el jefe de la aldea fue en
principio un jefe tradicional encargado de ciertas tareas ad-
ministrativas, mientras que el jefe de cantón se convertía
en un "funcionario especializado". Dos tipos de poderes
(uno nacido de la historia indígena y otro originado con
la ocupación europea) fueron obligados a coexistir; el pri-
mero sometido al segundo; ambos antagonistas.
Las relaciones administrativas del Gabón y Congo,
por ejemplo, evocan con monotonía la falta de autoridad de
los jefes administrativos o la competición entre éstos y los
jefes tradicionales. Por este motivo el equilibrio político de
las sociedades colonizadas ha sido profundamente trans-
formado. M. Fortes en sus valiosos estudios acerca de los
Tallensi de Ghana, ha mostrado cómo el nombramiento de
jefes oficiales que arraigan gracias a la función (al
principio oficiosa) que ejercen en materia judicial— ha
desplazado el equilibrio y alterado la originalidad de una
sociedad sin cabeza política, pero no sin organización real
bajo una aparente anarquía.
Es en parte contra tal desnaturalización política que
reaccionan los nacionalismos nacientes, y ello explica en
cierto modo el carácter étnico que pueden tener en su ori-
gen. El ejemplo de Nigeria resulta significativo a ese res-
pecto: a un nacionalismo nigeriano que busca su camino, se
oponen una "tendencia a reajustar las viejas fidelidades
tribales a un nuevo marco cuyos límites parecen difíciles de
fijar", y las rivalidades entre "nacionalismos tribales" que
se manifiestan en partidos políticos concurrentes, de base
étnica.
Los partidarios de la antropología aplicada han pres-
tado cuidadosa atención a todos estos hechos, tratando de
encontrar en un principio esta "adaptación científicamente
controlada", definida por L. Mair. Los minuciosos estudios
de los antropólogos ingleses (ya nos hemos referido antes
a la importante literatura consagrada a los "sistemas po-
líticos" y a la organización social), el lugar concedido a
los problemas de orden político en los programas de inves-
tigación y en ciertas revistas especializadas, son significa-
tiva muestra de tal interés. Los fenómenos más recientes:
el surgir de nacionalismos y de partidos políticos, el naci-
miento de opiniones políticas, etc., empiezan a ser estu-
diados, y no sólo por el equipo político tradicional. Tales
problemas someten a la antropología moderna a una dura
prueba, ya que se encuentra colocada, para tal batalla, en
el centro mismo de la realidad social de más actualidad.
III. Aportaciones de la sociología y de la psicología sociaL
Sociedad colonial u sociedad colonizada7 l
A partir de estos primeros datos resulta más fácil si-
tuar y apreciar las aportaciones de la sociología y de la
psicología social. En una obra dedicada a la,s "colonias",
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E. A. Walcker llama la atención sobre el hecho de q[ue éstas
constituyen "sociedades plurales". Y precisa que la "colo-
nia" (sociedad global) "se compone en general de un cierto
número de grupos más o menos conscientes de su existencia,
frecuentemente opuestos unos a otros por el color, y que
procuran hacer vidas distintas dentro de los límites de un
marco político único". Walcker prosigue diciendo que estos
"grupos que hablan idiomas distintos, tienen una alimen-
tación diferente, se dedican con frecuencia a ocupaciones
también distintas que les son asignadas por ley o por cos-
tumbre, llevan vestidos diferentes . . . , viven en tipos de
habitación varios, conservan tradiciones diferentes, adoran
a dioses distintos, y mantienen ideas contradictorias acerca
del bien y del mal. Tales sociedades no son comunidades".
A estos elementos añade una observación útil para
nuestro análisis, a propósito de la barrera de color que "tra-
duce el problema mundial de las minorías en términos tro-
picales". Tales observaciones pueden proporcionar un punto
de partida; lo interesante no es la nota de pluralismo, sino
la indicación de sus rasgos específicos: la base racial de los
"grupos", su radical heterogeneidad, las relaciones anta-
gónicas que sostienen, y la obligación en que se encuentran
de coexistir "en los límites de un marco político único". Por
otra parte la atención concedida a la sociedad colonial en
tanto que minoría dominante, resulta fructífera. H. Lau-
rentie, en un estudio esencialmente político, ha definido a
su vez la "colonia" como "un país en el que una minoría
europea se superpone a una mayoría indígena de civiliza-
ción y comportamiento diferentes; esta minoría europea
actúa sobre los pueblos autóctonos con un vigor despropor-
cionado a su número; es, si se quiere, extremadamente
contagioso y, por naturaleza, deformante". Esta "minoría"
activa basa su dominio en una incontestable superioridad
material, sobre un estado de derecho establecido para su
beneficio, sobre un sistema de justificaciones de base más
o menos racial (para ciertos autores, como R. Maunier, el
hecho colonial es ante todo un 'contacto* de razas). Dicha
minoría es tanto más activa cuanto se siente más arraigada
y rebelde a la fusión, en tanto se considera amenazada por
el impacto demográfico de los colonizados; así en África
del Sur, donde la población blanca ve "en su situación un
problema de minorías, mientras que los negros ven en ello
un problema colonial y de tutela*'; lo mismo que en Argelia,
donde la minoría europea ha defendido duramente su esta-
tuto. Esta observación es muy valiosa; nos recuerda exac-
tamente que una minoría numérica no es una minoría so-
ciológica, y no puede convertirse en ella más que mediante
una reversión de la situación colonial.
Otros sociólogos habían observado ya lo mismo. L.
Wirth al definir lo que es una minoría y establecer la tipo-
logía de las minorías, insistió acerca de este punto. Según
él "tal concepto no es de orden estadístico"; y da comoejemplo a los negros que viven en el sur de los Estados
Unidos, quienes son, en ciertos Estados, numéricamente
mayoritarios y sin embargo no dejan de constituir una
minoría "en tanto que están subordinados social, política
y económicamente"; otro ejemplo es la situación creada por
la expansión colonial de las naciones europeas que trans-
formó a los colonizadores en "grupos dominantes" y a los
pueblos de color en "minorías". El volumen de un grupo
social no basta para hacer de él una minoría, aunque "pueda
tener efectos en cuanto al estatuto y a las relaciones con
el grupo dominante". El carácter de minoría es inherente
a una cierta manera de ser dentro de la sociedad global,
implica esencialmente la relación de dominado a dominante;
y ésta la hemos encontrado constantemente en el curso del
análisis que antecede.
El carácter de minoría (en sentido sociológico), que
corresponde a la sociedad colonizada, muestra suficiente-
mente la forma como debe considerarse en su relación con
los otros grupos que integran la colonia. Pero esto no indica
en qué se distingue la sociedad colonizada de las otras
minorías colocadas en situaciones diferentes. Se impone,
pues, como primer paso determinar cuál es su lugar en
la sociedad global: en la "colonia".
Si evocamos de manera esquemática los grupos puestos
en presencia por la situación colonial, jerarquizándolos a
partir de la sociedad colonial (grupo dominante) hasta la
sociedad colonizada (grupo sometido), encontramos: a) la
sociedad colonial, excluyendo a los "extranjeros" de raza
blanca; b) los "extranjeros" de raza blanca; c) los coloured.
dando a esta expresión inglesa su sentido más amplio;
d) la sociedad colonizada, todos los que los anglosajones
llaman "nativos". Tal distinción y jerarquía se basan, en
primer término, en los criterios de raza y nacionalidad; im-
plican una especie de postulado: la excelencia de la raza
blanca y más exactamente de esa fracción que es la nación
colonizadora; la supremacía se da como un hecho basado
en la historia y en la naturaleza.
Desde luego que esta visión, grosso modo, debe ser
completada. R. Delavignette ha consagrado un capítulo de
su obra al estudio de la sociedad colonial, recordando ciertos
rasgos que la definen: sociedad "de procedencia y adhesión
metropolitanas", constituyendo una minoría numérica, de
carácter burgués, animada por la "noción de superioridad
heroica" (hecho explicable en parte por el mayor número
de hombres jóvenes en las colonias durante la primera
época de la colonización). Sobre todo es una sociedad que
25
tiene por función dominar, política, económica y espiritual-
mente; que trata de inculcar a sus miembros, según la fór-
mula de R. Delavignette, "el espíritu feudal". El hecho
importante es que esta sociedad dominante sigue siendo
una minoría en fuerte grado: el desequilibrio resulta gran-
de entre las masas de coloniales y de colonizados. Y persiste
el temor, más o menos consciente, de ver restablecer la
jerarquía, de acuerdo con este único criterio de masas.
L. Wirth ha sido excesivamente simplista cuando afir-
ma, en el caso de las situaciones coloniales, que "el grupo
dominante puede mantener su posición de superioridad
haciendo, sencillamente, actuar la maquinaria militar y ad-
ministrativa"; ¡hasta ese grado es enorme la desproporción
de las civilizaciones materiales! Pero ni siquiera entrevio
el vigor de las descolonizaciones en gestación. Subestimó
también una cantidad de aspectos importantes tales comoprocedimientos mediante los cuales el grupo dominante se
hace intocable: reduciendo el contacto mínimo (segregación),
exhibiéndose como modelo pero sin dar la menor posibilidad
para comprobarlo (la asimilación presentada como condi-
ción de la igualdad, porque se sabe que es imposible o
porque se la limita), ideologías justificando la posición
dominante, procedimientos políticos destinados a mantener
el desequilibrio en favor de la sociedad colonial (y de la
metrópoli).
A estos aspectos hay que añadir la transposición, máso menos dirigida sobre ciertos grupos, de los sentimientos
provocados por la presión político-económica; por ejemplo,
sobre los siriolibaneses en África occidental, sobre los
indios en la Unión sudafricana, y sobre los coloured en
forma casi general. En igual medida en que tiende a re-
ducirse la distancia entre las civilizaciones, la relación de
masas actúa en forma más efectiva, la fuerza no es ya sufi-
dente para mantener el dominio, y son también utilizados
los medios más indirectos.
La sociedad colonial no es homogénea; tiene sus "fac-
ciones" o "clanes" más o menos cerrados unos a otros, más
o menos rivales, con su propia política indígena. Esta so-
ciedad resulta estar, para cada uno de tales elementos,
desigualmente distante de la sociedad colonizada; pero la
política de dominación y de prestigio exige por el contrario
que sea cerrada y se mantenga distante, lo cual no facilita
la comprensión e impone el fácil recurso de los "estereo-
tipos". El particularismo de los coloniales "preponderantes"
se ha expresado primeramente en relación con los "extran-
jeros" de raza blanca, los cuales constituyen una minoría
en el verdadero sentido de la palabra, numérica y socioló-
gicamente. Pueden tener un elevado status económico, pero
no por ello dejan de estar sometidos a servidumbres admi-
nistrativas; resultan sospechosos en razón de su naciona-
lidad, y a veces se les aisla de la "verdadera" sociedad
colonial. En la medida en que se sienten rechazados, se
constituyen en minorías nacionales y con frecuencia man-
tienen relaciones más estrechas con los autóctonos. Esta
mayor "familiaridad" y su condición minoritaria explican
las reacciones ambivalentes que frente a ellos tienen los
indígenas: una cierta intimidad matizada de desprecio; los
resentimientos pueden recaer sobre ellos con relativa im-
punidad, y permiten fáciles transposiciones.
En la escala del descrédito que afecta a los grupos
dominados, el más desfavorecido es el de los colouced (mes-
tizos y extranjeros de color); a medida que adquiere una
evidente importancia económica dicho grupo sufre más
intensamente del aislamiento, por obra de las medidas discri-
minatorias, quedando reducido al papel de "comunidad
exótica". Por ejemplo, el problema de los indios (de la
27
India) en África del Sur se explica sobre todo por el hecho
de que ciertos indios "son demasiado ricos e invaden su-
brepticiamente las posiciones mantenidas por los blancos".
La imbricación de los hechos de orden racial con los de
orden económico se manifiesta plenamente en este caso.
En el de los mestizos, el aislamiento es aun más absoluto
debido a su carácter de "compromiso racial"; no logran
reagruparse, constituir una sociedad viable, más que en
casos excepcionales (el de los "Bastardos de Rehoboth" en
el antiguo Suroeste africano alemán, es particularmente
célebre a ese respecto); se encuentran empujados, como
lo notó A, Siegfried a propósito de los Cape coloured, hacia
una raza negra con la cual no quieren confundirse, y pro-
curan ser asimilados por la sociedad colonial cuyas puertas
les están más o menos cerradas, según las circunstancias
locales; o se les concede un status personal, consagrando
de manera legal su peculiar posición. Siendo un compro-
miso racial, no constituyen sin embargo un "compromiso
social". Resulta difícil ver en ellos un instrumento de enlace
entre sociedad colonizada y sociedad colonial; su alianza
política con la élite de la sociedad colonizada no fue muyduradera: la Conferencia de los no-europeos creada en 1927
en África del Sur como intento por unir en una acción
común a mestizos, indios y bantús, no logró ninguna acción
eficaz y tuvo corta duración. Los coloured están más en
conflicto (en razón de una mejor condición económica ypolítica, en razón del factor racial) que en acuerdo con la
sociedad colonizada; no pueden desempeñar papel de di-
rigentes cerca de aquélla.
La sociedad colonizada presenta dos caracteres bien
aparentes: su aplastante superioridad numérica y la radical
dominación que sufre. Pese a esa mayoría cuantitativa,
no por ello deja de ser una minoría sociológica, ya que
28
según la expresión de R. Maunier "la colonización es
un hecho de poder" que lleva consigo la pérdida de la
autonomía, una "tutela de derecho o de hecho". Cada uno
de los sectores de la sociedad colonial tiene la misión de
asegurar esta dominación en un campo preciso y concreto
(político, económico y casi siempre espiritual). La subor-
dinación de la sociedad colonizada es absoluta durante
mucho tiempo, debido a la carencia de una técnica avanzada
y de poderío material que no sea el número; se manifiesta
por un estado de hecho y un estado de derecho. Hemosseñalado ya repetidamente que reposa en una ideología,
en un sistema de pseudojustificaciones y racionalizaciones;
tiene una base "racista" más o menos explícita. La sociedad
colonizada sufre la presión de todos los grupos que cons-
tituyen la "colonia"; todos tienen sobre ella prerrogativa
en alguna materia, lo cual le hace sentir claramente su con-
dición de subordinación. Para todos estos grupos la sociedad
colonizada es, ante todo, un instrumento creador de riqueza
(si bien no retiene para sí más que una mínima parte, a
pesar de su número). Este papel condiciona parcialmente
las relaciones que mantiene con los grupos que de ella
obtienen sus privilegios y ventajas económicas. Relaciones
que, sin embargo, no son sencillas (de explotador o ex-
plotado, de dominante o dominado) debido a la carencia
de unidad de la sociedad colonizada y sobre todo al ca-
rácter radicalmente heterogéneo de la cultura que la anima.
La sociedad colonizada está étnicamente dividida; di-
visiones fundadas en la historia indígena, pero utilizadas
por la potencia colonial y complicadas por lo arbitrario de
las "particiones" coloniales o de las "divisiones" adminis-
trativas. Tales divisiones orientan no sólo las relaciones de
cada una de las etnias con la sociedad colonial (de este
modo los pueblos que sirvieron de 'intermediarios' durante
29
la época del comercio de esclavos y de las factorías en
África, intentaron transferir su misión del plano económico
al político y aparecen como minorías 'militantes'), sino
también su actitud frente a la cultura importada (algunos
grupos étnicos son más "asimilacionistas" o más "tradicio-
nalistas" que otros grupos vecinos, como reacción, por lo
menos parcial, contra éstos).
La sociedad colonizada está espiritualmente dividida;
divisiones que pueden ser anteriores a la colonización euro-
pea y consecuencia, por ejemplo, de presiones de conquista
por parte del Islam. Pero la colonización ha introducido en
muchos lugares la confusión religiosa, oponiendo el cris-
tianismo a las religiones tradicionales, y a los cristianos de
las distintas iglesias entre sí. Recordamos, a tal propósito,
un africano de Brazzaville evocando este "estado de cosas
que no tiene otro resultado que crear una lamentable con-
fusión en el desenvolvimiento moral"; y añadía: "El negro
de África, cualquiera que sea, posee un rudimento de religión;
quitárselo por el ateísmo o por la confusión de doctrinas
religiosas importadas es, con toda seguridad, crear un des-
arraigado". |Y trataba incluso de pedir al "colonizador"
que impusiera la unidad! Ello prueba hasta qué punto ciertos
grupos han sufrido por las nuevas divisiones, sumadas a
las antiguas.
Por otra parte la colonización provocó otras divisiones
que podrían calificarse de sociales, surgidas de la acción
administrativa y económica, de la acción educativa: sepa-
ración entre urbanos y campesinos, entre proletariado yburguesía, entre 'élites (o "evolucionados" según la ter-
minología convencional) y masas, entre generaciones. Los
hemos evocado y anticipado sus consecuencias en diversos
momentos de nuestro análisis. Cada una de estas fracciones
participa de modo diferente en la sociedad global. El con-
30
tacto de razas y civilizaciones, impuesto por la colonización,
no tiene el mismo significado ni las mismas incidencias para
cada una de ellas, y debe ser estudiado en función de tal
diversidad.
La sociedad colonizada difiere de la colonial por la
raza y la civilización. En ambos campos, la alteridad parece
absoluta: la que manifiesta el lenguaje al oponer lo "pri-
mitivo" y lo civilizado, lo pagano y lo cristiano, las civili-
zaciones técnicas y las civilizaciones "atrasadas". Más que
la situación colonial, es este hecho tan aparente (puesta en
contacto de civilizaciones heterogéneas con los consiguientes
conflictos) lo que atrajo la atención de los antropólogos en
el curso de las últimas décadas.
Estudio de los 'contactos* de culturas
La sistematización de tales investigaciones no se ha
efectuado, sin embargo, hasta época muy tardía. Los pri-
meros estudios de B. Malinowski sobre esta cuestión co-
rresponden más o menos a 1930, y su introducción al volumen
Methods o/ Study of Culture Contad in África es todavía
posterior. En este ensayo afirma sin posible equívoco su
deseo de estudiar las sociedades tal como se presentan
("una sociedad indígena intacta se nos ofrece como una
ficción") y dar a "la antropología" un carácter práctico.
Malinowski define, según su propia expresión, la "situación
de contacto" (contact situation) , precisando que la noción
de cultura "nueva" está constituida con elementos "par-
cialmente fusionados", pero de los cuales no podría decirse
que sean el producto de una especie de asimilación mecánica
de los elementos culturales incorporados. Critica semejante
concepción, insistiendo en el hecho de que el aporte de la
sociedad europea que controla en gran medida la situación,
31
es "altamente selectivo". Pone en guardia contra el riesgo de
un "acercamiento unilateral"; sobre este punto, sin em-
bargo, se muestra reservado y toma la precaución de indicar
que su intención no es acusar, ni hacer "una defensa pro-
indígena".
Los fenómenos de cambios culturales podrían ser eva-
luados a partir de un "punto cero", que definiría las con-
diciones del equilibrio social anterior a las intervenciones
europeas. Pero esto sería una visión ingenua, que descono-
cería las influencias a distancia, las "discordancias" ya
existentes, y que además sobrestimaría las posibilidades de
reconstrucción e interpretación del estado anterior. La re*
ferencia a una antigua situación, en la que la tribu hubiera
sido preservada de todo contacto, parece peligrosamente
ilusoria. Malinowski se levanta contra "la pasión por la
reconstrucción" pseudohistórica. La observación de la rea-
lidad actual, nos dice, debe ser suficiente para el investigador
empeñado en el estudio de culture contad.
Las instituciones conservadas funcionan en el nuevo
contexto de modo distinto a como lo hacían dentro del an-
tiguo; son mucho más los datos comparativos que los
inciertos datos históricos, lo que debe buscar el especialista
dedicado a tales problemas. Estamos ante una tendencia,
muy pronto denunciada por A. Kroeber, según la cual el
funcionalismo rechaza la historia; orientación que Malinowski
ha justificado por la carencia de informaciones incontesta-
bles y en número suficiente ígnotamus ignorabimus ,
si bien reconociendo que el estudio de los contactos y cam-
bios culturales es en cierta medida una microhistoria y unahistoria "a corto plazo". Esta posición doctrinal se encuen-
tra afirmada, a partir de una crítica acerca de la obra TheDynamics of Culture Change, de dos de sus discípulos
(L. Mair y M. Hunter). En un severo artículo evaluando
32
este ensayo teórico M. Gluckman mostró que las ideas de
Malinowski referentes a la historia (mezclando historia
subjetiva e historia objetiva) eran confusas. Dicha crítica
recuerda con razón la existencia de materiales (documentos
oficiales, libros de exploradores y misioneros, etc.) con ver-
dadero valor, la necesidad de recurrir a las indicaciones que
contienen para comprender el origen de tal o cual situación
particular, el desarrollo de tal o cual proceso. Es por eso que
cuando Malinowski comprueba que la paz colonial "ha bo-
rrado las antiguas hostilidades tribales" y relega dicho fe-
nómeno a un pasado ya abolido, se priva de un elemento
indispensable para el conocimiento del presente. La ocupación
europea ha suprimido la expresión militar de los antagonismos
y conflictos tribales, pero los ha utilizado para sus fines
comerciales y políticos, o ha terminado por provocar en su
contra una unidad de circunstancias. No se pueden apreciar
debidamente estos dinamismos sin una referencia a sus
antecedentes.
No podemos hacer otra cosa que solidarizarnos con
las críticas formuladas por M. Gluckman. Cada vez que
sea posible haremos un lugar para los antecedentes his-
tóricos. La situación con motivo de la cual estudiamos los
cambios socioculturales se ha construido; el análisis que
requiere es fructífero únicamente cuando se buscan los
datos esenciales de la historia colonial local. Ya hemosevocado este hecho, pero conviene recordar también hasta
dónde la noción de situación es capaz de asegurar en alto
grado la integración de los distintos puntos de vista (incluido
el del historiador) que exige el estado actual de las ciencias
sociales. Por otra parte, estamos en presencia de procesos
que se desenvuelven durante un largo período; por ejemplo
el mesianismo de los Ba-kongo, activo desde 1920. Es claro
que en tales circunstancias se impone el recurrir a la historia
33
reciente, en la medida en que esta última muestra la manera
como el movimiento innovador se organiza, responde a las
exigencias del nuevo estado social y sufre variaciones li-
gadas a las vicisitudes de las relaciones entre sociedad co-
lonial y sociedad colonizada. En fin, la permanencia de
ciertas instituciones no se interpreta plenamente más que
en los casos privilegiados en que el investigador dispone
de referencias en cuanto a su funcionamiento en el antiguo
contexto social. Ya expusimos este hecho en nuestra 5o-
ciología de los negros de Brazzaville, al mostrar que el
Temo, conocido sobre todo como asociación de ahorro,
pudo cumplir en distintas épocas, con una aparente estabi-
lidad formal, funciones diversas resultantes de los cambios
económicos y sociales. Fue en estos momentos de nuestra
investigación cuando se impuso la necesidad de recurrir
a los datos de carácter histórico.
En The Dynamics of Culture Change las indicaciones
teóricas mencionadas son sometidas a un examen más mi-
nucioso, pero la orientación inicial no ha sido modificada.
La noción de "situación de contacto" parece tener en
esa obra un valor operatorio muy mediocre; falta sobre todo
esta referencia a la sociedad global que es la colonia. Dondese encuentra realmente la falla es en el sentido mismo de
realidad social, del campo de relaciones complejas que cons-
tituye esta última y de las relaciones antagónicas que ex-
presan. Como lo ha hecho observar M. Gluckman, el sistema
conceptual elaborado por el célebre antropólogo no se
presta en absoluto al reconocimiento del conflicto (más o
menos contenido) en tanto que atributo a toda sociedad.
Gluckman escribe: "En general cuando negros y blancos
cooperan, Malinowski reconoce los fenómenos como pro-
cesos de contacto y cambio social, pero ahí donde entran
en conflicto considera los fenómenos como distintos y no
34
integrados". Estos últimos aspectos son excluidos del cam-
po del culture contact, incluso cuando los hechos obligan
a Malinowski a tomarlos en consideración.
Debemos señalar hasta qué punto semejante actitud
teórica es generadora de errores, en el caso de una situación
caracterizada por la dominación y las relaciones desiguales
interviniendo entre "coloniales" y "colonizados". Vemosentonces que la noción de "desajuste" queda concebida
como un fenómeno estrictamente cultural (resultante de
incompatibilidades culturales creadas por el contacto y el
ritmo de los cambios) sin que se tomen en cuenta los con-
flictos de grupos o de razas que son subyacentes. En nues-
tro estudio trataremos, por el contrario, de indicar estas
motivaciones de base y mostrar que ciertos fenómenos cul-
turales —como la utilización de la especificidad cultural
con fines de escape o de oposición— son condicionados
por tales conflictos. Habiendo adoptado una posición muyconciliadora (sugiere que "a largo plazo los intereses de
los africanos y de los europeos son convergentes"), Mali-
nowski ha tratado de definir los problemas "de antropología
práctica" con una desconcertante ingenuidad. Admite, por
ejemplo, que las fuerzas de cambio si son "prudentemente
controladas, pueden asegurar un desarrollo normal y esta-
ble", que la buena política exige establecer el equilibrio
entre "las cosas prometidas y las cosas entregadas", etc.
Es en este momento cuando se encuentra forzado a mini-
mizar fenómenos tales como los nacionalismos incipientes
y las tendencias a la independencia, las reacciones raciales,
los primeros movimientos sociales y la influencia del mar-
xismo. Muestra, en las últimas líneas de The Dynamics. .
.
su temor de ser juzgado como acusador de la colonización
británica; y tal reserva agrava aun más las debilidades de
su contribución.
35
Conviene ahora evocar su teoría de cambio cultural
según la cual están en presencia tres realidades distintas:
la cultura africana, la cultura occidental y la que nace del
contacto de estas dos; y cada una con "su propio deter-
ninismo"; teoría a partir de la cual Malinowski estableció
los principios y los "instrumentos" que consideró más
adaptados al estudio. Si bien reconoce que estos tres "ór-
denes" culturales son interdependientes, hace una separa-
ción, al describirlos cada uno por separado, lo cual no está
justificado por la observación de los hechos. Al criticar Gluck-
man esta concepción, recuerda precisamente que la nueva
realidad cultural debe ser analizada en función de la "si-
tuación", que ha podido encontrarse igual en otro lugar;
por ejemplo, en toda sociedad en que empiezan a operar
procesos de industrialización y urbanización; y no sólo
a partir de "variantes" impuestas por el contexto africano.
Ni uno ni otro de estos puntos de vista puede ser
omitido; pero se ve enseguida que tal constatación atenúa
la separación radical levantada por Malinowski. De manera
semejante resulta imposible oponer el medio "consuetudi-
nario" al medio "destribalizado"; existen numerosas comu-
nicaciones entre uno y otro, múltiples cambios y un juego
de influencias recíprocas. Al decidir estudiar al mismo tiem-
po que a los negros de Brazzaville, a las sociedades rurales
vecinas, hemos querido manifestar este carácter de inter-
dependencia, de reciprocidad. Más aún, pensamos que en
tal circunstancia una investigación unilateral hubiera per-
dido mucho de su significación. En ese sentido las ob-
servaciones paralelas, registradas en columnas paralelas,
en la forma que las organiza Malinowski, no pueden con-
ducir a un análisis en profundidad; se esquivan ligazones
esenciales.
36
En fin, de manera mucho más amplia, lo que se somete
a prueba con motivo de esta investigación particular, es el
conjunto de la teoría de la cultura. La unidad considerada
para el análisis de la cultura es la institución que responde
a necesidades fundamentales, fisiológicas y psicológicas.
Se conoce este punto de partida, que incita al célebre antro-
pólogo a considerar el "contacto cultural" como efectuán-
dose entre instituciones del mismo tipo. Cada institución
"occidental" tiene primero "que dirigir su impulso hacia su
equivalente indígena"; es pues pudiera decirse en
forma horizontal como se captan los efectos primarios del
contacto, y se acepta por otra parte, que una determinada
institución puede ser reemplazada por otra capaz de respon-
der a las necesidades fundamentales que le han dado origen.
Si bien Malinowski se esfuerza en no dejarse llevar a
esta reducción, en realidad se orienta hacia ella, sobre todo
cuando trata de definir "el factor común a todo cambio
cultural". Semejante concepción conduce a reducir el papel
de las relaciones de conflicto, a captar los fenómenos de
una manera esencialmente descriptiva, a no ocuparse del
análisis de los lazos e interacciones complejas que se esta-
blecen en el campo de un sistema social sometido al cambio.
Estas insuficiencias son tanto más aparentes cuanto que
Malinowski no precisa nada su pensamiento cuando afirma
que el contacto se establece "entre instituciones". ¿Basta
considerar el impacto entre el cristianismo y los cultos yla magia negro-africanos, para captar todos los significados
y funciones asociados a los mesianismos bantú o a las
iglesias "separatistas", incluyendo las reacciones "nacio-
nalistas" que se le agregan? Evidentemente no. Malinowski
abordó mal ese problema, no sólo por razones de orden
teórico, sino por no haber precisado cuál es la realidad que
37
representa la "colonia", sociedad global, ni haber definido
sin reticencias la "situación" en la cual interviene el contacto.
Diversos trabajos (en general los más polémicos) han
insistido, por el contrario, acerca del estado de crisis que
revelan la mayoría de sociedades colonizadas; lo cual es
cierto en la medida en que la minoría dominante se opone
a las verdaderas soluciones; porque es claro que en el caso
de la sociedad colonizada la búsqueda de sus normas mo-
dernas coincide con la búsqueda de su autonomía. Este
hecho impone al sociólogo un método de análisis en cierto
modo clínico. Hemos mostrado en un estudio anterior, cómoel examen de sociedades colonizadas, por medio de sus
crisis específicas, conduce en ciertos aspectos a "una po-
sición privilegiada". Tales crisis afectan a la cuasi totalidad
de la sociedad, instituciones lo mismo que grupos y símbolos
sociales. Los desajustes constituyen otros tantos caminos
que permiten al análisis captar no sólo los fenómenos
de contacto entre sociedad dominante y sociedad depen-
diente, sino también comprender mejor esta última, en sus
formas tradicionales, manifestando ciertas debilidades ca-
racterísticas o ciertas estructuras y representaciones colec-
tivas irreductibles. Tales crisis, que afectan a la sociedad
global en su conjunto, constituyen otras tantas apreciacio-
nes sobre dicha "totalidad" y sobre las relaciones funda-
mentales que implica; facilitan además este estudio concreto
y completo ya recomendado por Marcel Mauss.
A primera vista tales crisis se manifiestan por altera-
ción o desaparición de instituciones y agolpamientos. Pero
el análisis sociológico no podría limitarse a estos únicos
aspectos de lo social; es indispensable ir más allá y alcanzar,
según expresión de G. Gurvitch, las formas de la sociabi-
lidad. Parece, en efecto, que diversas "maneras de estar
38
ligadas", diversas relaciones sociales, subsisten, mientras
que las estructuras en el seno de las cuales actuaban son
alteradas o destruidas, en tanto que otras nuevas aparecen
en función de la situación colonial y de las posibilidades
sociales resultantes. Pueden coexistir y dar a las innova-
ciones concebidas por la sociedad dependiente, estos carac-
teres a la vez tradicionalistas y modernistas, esta ambigüe-dad señalada por algunos observadores.
Relaciones raciales y psicología
Hemos hecho a menudo alusión a la importancia quelas relaciones raciales, la coloración racial, han adquirido
para los hechos económicos y políticos en el marco de la
situación colonial. Diversos autores insisten en el carácter
interracial de las "relaciones humanas en los países deultramar", sobre el hecho de que por debajo de "las causas
políticas o económicas que enfrentan todavía hoy a la raza
blanca y a los hombres de color, existe casi siempre unmóvil racial"; sobre el hecho de que la sociedad sigue siendo
con frecuencia "interracial", aun después de haberse logrado
la independencia nacional.
Indicamos también que los antropólogos coloniales
se han preocupado de manera insuficiente de los problemas
raciales, y hemos recordado el reducido espacio concedido
a estos últimos en los programas de investigación que se han
establecido. Ello se explica por la atención concedida a las
culturas más que a las sociedades, y también por la preocu-
pación más o menos consciente de no involucrar las bases
mismas ni la ideología de la sociedad colonial a la cual
ellos mismos pertenecen. A la inversa, los trabajos efectua-
dos en los Estados Unidos (y en Brasil) se han ocupado
ampliamente de las relaciones y prejuicios raciales, sobre
39
todo entre negros y blancos. Tales hechos no pueden ser
soslayados porque las radicales diferencias de idioma, re-
ligión y costumbres que intervienen en el caso de la situación
colonial, se encuentran aquí atenuadas y no sirven para
ocultarlos y tampoco para complicarlos; porque la alteridad
cultural se diluye y la identidad de derechos se afirma;
porque tales fenómenos representan lo que resta por liquidar
del pasado colonial. Los trabajos no están exclusivamente
centrados sobre los comportamientos, pero muestran, comosugiere R. Bastide, la relación establecida entre las reaccio-
nes de orden racial y las de orden cultural.
Uno de los primeros y más significativos hechos es
cómo la sociedad colonial manipula la diversidad racial con
el fin de justificar y mantener su dominio: afirmación de la
superioridad de la raza blanca que sirve de apoyo a su deber
de civilizar, utilización de los 'racismos locales', y recurrir
a procedimientos derivados de los resentimientos. La topo-
grafía de las villas coloniales, la segregación que se observa
en ella, constituyen en cierto modo testimonios materiales
de la importancia que adquiere el factor racial. En el trans-
curso mismo del período colonial es cuando se afirman las
relaciones raciales, llegan a ser más complejas y más viru-
lentas. La necesidad de una perspectiva dinámica se im-
pone en ese campo; Mannoni observa precisamente que
"la oposición entre razas no es un fenómeno primario o
espontáneo" e indica que "el racismo se forma progresiva-
mente por evolución". El racismo "no se manifiesta", noda lugar a conflictos abiertos, más que cuando el coloni-
zado "trata de emancipar su dependencia".
Las relaciones raciales y los conflictos potenciales im-
plícitos ocupan un mayor lugar a medida que la sociedad
colonizada "cambia". Son resultado del contacto, pero a
su vez lo condicionan: "al racismo europeo ha respondido,
40
según Mannoni, un racismo (del colonizado) inducido por
el primero". Esto no llega a manifestarse en las relaciones
que establece la vida cotidiana; no hay más que dos salidas:
las innovaciones culturales sobre todo bajo la forma de de-
sarrollos clandestinos, y las revueltas violentas que sólo ex-
cepcionalmente afectan al grupo contra el cual van dirigidas
(como los hindúes en África del Sur). Encontramos, pues,
esta ligazón entre ciertos aspectos de los contactos cultu-
rales y de los contactos raciales; relación que se ha conver-
tido en muy estrecha, debido a la situación colonial. Conesta perspectiva debemos aproximarnos a los hechos lla-
mados de contraaculturación (reacción a la vez cultural,
racial y política), a los movimientos sociales tales comolas "iglesias negras" y los mesianismos negro-africanos,
así como las transformaciones y cambios clandestinos su-
fridos por las instituciones y agrupaciones tradicionales.
Sería igualmente necesario determinar cómo tales condicio-
nes han llevado unas veces a la vigorización de particulari-
dades étnicas, y otras a la fusión de amplios grupos étnicos
unidos de manera más o menos permanente por idénticos
modos de protesta. En todos estos campos los autores hanrecurrido con frecuencia a nociones prestadas por la psico-
logía social y el psicoanálisis; por lo menos aquellos autores
que no se limitan a las únicas manifestaciones externas, de
los hechos de contacto y prosiguen sus investigaciones en
profundidad.
Conviene, pues, referirnos ahora a las indicaciones ob-
tenidas de la "psicología colonial" o de la "psicología de la
colonización". Ambas disciplinas están poco desarrolladas,
pese a la relativa antigüedad de los primeros ensayos: el de
H. de Saussure consagrado a la Psicología de la coloniza-
ción francesa, es de 1899. Y G. Hardy recordaba en uno
de sus estudios que "nos encontramos todavía en los bal-
41
buceos". Los antropólogos que trabajan en países coloni-
zados han abordado frecuentemente el campo psicológico,
aun sin interesarse por ello en forma concreta; la noción de
institución (con la importancia que adquiere en la obra de
Malinowski y sus discípulos) y las de primitividad y men-
talidad primitiva (que dieron sello peculiar a las investi-
gaciones francesas) apenas orientan hacia una psicología
del colonizado.
Algunos autores franceses, sin embargo, han tratado
problemas de esta naturaleza; por ejemplo, Emilio Cailliet
en 1924 con su Ensayo sobre la psicología de los Hova;
Raoul Allier, en el libro titulado La psicología de la conver-
sión en los no-civilizados, analiza la influencia psicológica
de uno de los modos de intervención de la colonización:
la acción de conversión al cristianismo; en él plantea eí
problema del valor de las conversiones logradas y muestra
cómo éstas implican una transformación de la mentalidad yque, según la expresión de Bastide, "asimilando los con-
ceptos cristianos se adentran en la lógica occidental". Es«
también a la influencia de los misioneros que dedica Leen-
hardt un capítulo de su obra Gens de la Grand-Terre,
afirmando que ayuda a una toma de conciencia de la per-
sonalidad y a la formación del individualismo. Las inves-
tigaciones de R. Maunier tomaron en cuenta, aunque de
manera incidental, ciertos hechos psicológicos, haciendo-
hincapié en el papel desempeñado por la imitación, activa
bajo diferentes manifestaciones.
Una de las pocas obras recientes que se han ocupado
de los hechos psicológicos, expresando las relaciones entre
"colonial" y "colonizado", es la de Mannoni; en su Psico-
logía de la colonización dicho autor contrapone la persona-
lidad del malgache "típico" (caracterizado por el 'complejo-
de dependencia' y la huida de la responsabilidad personal)'
42
a la del malgache "evolucionado" que ha roto los lazos
de dependencia y se sitúa en la inseguridad. Mannoni
insiste acerca de las alteraciones que afectan la personalidad
del "europeizado", y subraya el aspecto en cierto modo pa-
tológico (que corresponde, al nivel de las estructuras psico-
lógicas, a ese estado de crisis que hemos observado al nivel
de las estructuras sociales), pero sin ligarlo suficientemente
al estado social concreto (la personalidad nueva puede
difícilmente situarse en el seno de las estructuras sociales
formadas por la colonización); señala además la "aparente
duplicidad" que hace pensar "en dos papeles desempeñados
y encarnados por el mismo autor", así como la ambigüedad
revelada por la necesidad de "acelerar la evolución" aso-
ciada al "echar de menos los tiempos pasados".
En cuanto al europeo "colonial", puede liquidar su
"inferioridad" gracias al papel dominante que ejerce en una
situación colonial (lo cual es, en cierto modo, la ventaja
psicológica que completa sus ventajas materiales). El "co-
lonial" está, hasta lo más profundo del inconsciente, ligado
al sistema colonial (y transformado por este sistema) comolo prueba a menudo su sentimiento de ser superior "a los
europeos de la metrópoli".
Mannoni muestra cómo ambos tipos de personalidad,
la "colonial" y la "colonizada", se han podido influenciar
recíprocamente. Sugiere que sus transformaciones se en-
cuentran ligadas a los cambios que afectan la relación co-
lonial, y al expresar esta conexión recíproca, subraya una
necesidad que hemos recordado tantas veces a través de
nuestro análisis. Son numerosas las reservas que cabe hacer
a tan estimulante obra, debido a su carácter general, a
la carencia de contexto concreto, a no tener en cuenta más
que una dimensión de la situación colonial; pero no por ello
pierde originalidad este intento. Ha reconocido y señalado
un campo en el que el sociólogo, al estudiar sociedades
afectadas por la colonización, debe arriesgarse si desea
intentar un análisis significativo.
Son poco numerosas las encuestas realizadas en terri-
torios colonizados; y se deben principalmente al trabajo
de investigadores anglosajones, quienes tratan más frecuen-
temente los aspectos patológicos al mismo tiempo que los
hechos de "desajuste". Por ejemplo R. Firth establece un
plan de investigaciones dedicado al Oeste africano de habla
inglesa, y reserva un lugar al estudio de las neurosis ypsicosis; justifica tal necesidad evocando las alteraciones
mentales que afectan a ciertos campesinos desplazados a
las explotaciones industriales, los casos de histeria y otras
afecciones mentales observadas entre la población infantil
en ciudades de la costa. Asimismo Schapera, autor de la
lista de problemas, con prioridad, que debían orientar la
investigación antropológica en Kenia, preveía el estudio de
los "conflictos mentales" consecuencia del "desenvolvimien-
to excesivamente rápido del individualismo". En el mismo
sentido Irving Hallowell ha presentado la expansión europea
como una "fuente de ansiedad" para los pueblos a quienes
afecta; haciendo hincapié sobre el carácter conflictivo del
contacto cultural y sobre el esfuerzo de "readaptación" que
ello impone al individuo. Los trabajos que los autores norte-
americanos han consagrado al "hombre marginal" son aquí
de cierta utilidad; proponen sin embargo un proceso de-
masiado bien calcado de los que elaboraron los estudios
de "aculturación", períodos de conflicto y luego de ajuste,
que pueden según las circunstancias desembocar en la asi-
milación (a la cultura llamada superior) o a la regresión;
insisten en ciertos aspectos característicos: desdoblamiento
de la personalidad, conflicto interior con sus incitaciones
a la psicosis, etc. Encontramos ahí algunos de los fenómenos
44
evocados en el análisis de Mannoni. Esta fácil conver-
gencia, en el orden de las generalidades, nos recuerda que
es conveniente retornar a lo concreto, referirnos a las "si-
tuaciones" particulares.
Ciencia social y descolonización
£1 proceso de descolonización ha tenido consecuencias
inmediatas en la práctica científica peculiar de la antropo-
logía social y de la sociología de las sociedades no-europeas,
sobre la representación clásica de esta categoría de so-
ciedades. Ha alterado las costumbres, provocado el pudor
terminológico (respecto a calificativos como 'arcaico', 'pri-
mitivo', etc.) e introducido la duda en cuanto al alcance
actual de la empresa antropológica. Repentinamente, de
golpe, las sociedades consideradas estáticas, o limitadas
a la "repetición", se han abierto al cambio o a la revolución;
han vuelto a encontrar una historia; han dejado de perte-
necer al orden de la pasividad y de los objetos inanimados.
Este hecho de retomar la iniciativa se expresa también
en el campo de la reflexión política y social; y la antropología
que no tiene ya el monopolio de la "explicación" de las
sociedades y culturas tradicionales, debe enfrentarse con
los primeros contradictores indígenas. La obra de estos
últimos es con frecuencia política (como la de L. S. Senghor
que propone una interpretación de las sociedades y culturas
africanas sirviendo de apoyo a la teoría de un socialismo
africano y humanista), o polémica (como la de A. Ly, quien
utiliza la crítica marxista para evaluar la situación de las
"masas africanas" y buscar los medios para realizar una1
'verdadera revolución" )
.
Ciertos estudios recientes debidos a militantes o a
testigos del nacionalismo combativo, muestran hasta qué
45
punto la descolonización afecta a las evoluciones sociales
contribuyendo a menudo a una verdadera mutación. Es el
caso del libro de F. Fanón dedicado a la Revolución arge-
lina; a propósito de la mujer y de la familia argelina, o bien
al referirse a las creencias y formas de pensamiento, Fanón
pone de manifiesto "la mutación interior, la renovación de
las estructuras sociales y familiares". En este caso extremo,
la situación revolucionaria resultante de una larga lucha por
la independencia acelera el ritmo de transformación de
la sociedad antigua, ayudando a borrar las conductas tra-
dicionales. Más allá de estas observaciones Fanón ha que-
rido, en un último libro violento y lírico, proponer un mé-
todo de descolonización, lo cual le lleva a examinar yjuzgar al nacionalismo, la cultura nacional, el papel de
la burguesía, el lugar que corresponde al partido y al lider,
etc. La sociología de la descolonización desemboca aquí en
una teoría apasionada de la revolución total.
Esta sencilla y sumaria evocación sugiere la separación
existente entre la imagen sociológica construida por el
antropólogo "clásico" y la que hace el militante. Es preciso
sin embargo mencionar las reorientaciones de la investi-
gación antropológica y sociológica que han llevado a un
análisis más dinámico de las sociedades tradicionales, más
preocupado por las coyunturas que las afectan. El estudio
de los movimientos mesiánicos, sobre todo en Melanesia,
ha terminado por lograr una concepción menos fixista de
los sistemas sociales y ha señalado a la atención de los
antropólogos fenómenos de rebelión "primitiva". Un cam-
bio similar de interés se ha producido en relación con las
sociedades africanas, gracias a las investigaciones dedicadas
a las innovaciones político-religiosas, proféticas o mesiánicas,
a las rebeliones de las poblaciones campesinas, tales como la
del Mau Mau de los Kikuyu de Kenia, a las primeras mani-
46
festaciones del nacionalismo. En esta materia, la obra poco
conocida de Evans-Pritchard (El Sanusi de Cirenaica) con-
serva un valor ejemplar: muestra el nacimiento de un na-
cionalismo de forma religiosa, unitariamente eficaz, en el
seno de las tribus beduinas enfrentadas por sus particula-
rismos. Mientras progresaba tal investigación se realizó un
esfuerzo paralelo con el fin de incluir las nociones de anta-
gonismo, tensión, conflicto y ambivalencia en los esquemas
utilizados para interpretar los sistemas sociales tradicio-
nales; podemos simbolizar esta tendencia con un título:
Rituales y Rebelión en el Sureste de África, por Max Gluck-
man. Este doble movimiento contribuyó a hacer nacer la
necesidad de una teoría social a la vez más dinámica ymás crítica.
IV. Conclusiones
Hemos examinado ciertos hechos que los autores anglo-
sajones han compilado bajo la noción de "choque de ci-
vilizaciones" o "choque de razas", pero mostrando que en
el caso de pueblos dependientes tales choques o contactos
han operado en condiciones muy peculiares. A este conjunto
de condiciones le damos el nombre de situación colonial,
la cual puede definirse reteniendo las más generales y vi-
sibles de tales condiciones: dominación impuesta por una
minoría extranjera, racial y culturalmente diferente, en
nombre de una superioridad racial (o étnica) y cultural
dogmáticamente afirmada, a una mayoría autóctona ma-
terialmente inferior; la puesta en contacto de civilizaciones
heterogéneas: una civilización de tipo maquinista, con po-
derosa economía, de ritmo rápido y de origen cristiano,
imponiéndose a civilizaciones carentes de técnicas com-
47
piejas, con economía retardada, de ritmo lento y radicalmen-
te no-cristianas; el carácter antagónico de las relaciones
entre ambas sociedades, explicable por el papel de instru-
mento al que se condena a la sociedad dominada; necesidad,
para mantener el dominio, de recurrir no sólo a la "fuerza"
sino también a un conjunto de pseudojustificaciones y com-
portamientos estereotipados, etc. Tal enumeración es sin
embargo insuficiente.
Hemos preferido, gracias a los "enfoques" particulares
de cada especialista, plantear la situación colonial en su
conjunto, en tanto que sistema. Hemos considerado los
elementos a partir de los cuales toda situación concreta
puede ser descrita y comprendida, mostrando cómo se han
ligado entre sí y cómo en esta forma todo análisis fragmen-
tario resulta parcial. Esta totalidad reconoce a los "grupos"
componentes de la "sociedad global" (la colonia) como
representaciones colectivas propias a cada uno de ellos. Pero
la situación colonial se ha ido modificando a un ritmo cada
vez más acelerado; ello exige, pues, la necesidad de captar-
¡a históricamente, fechándola y examinándola hasta el mo-
mento de su supresión.
La sociedad autóctona que estudia el antropólogo par-
ticipa en mayor o menor grado (según su volumen, poten-
cial económico, conservatismo cultural, etc.) en la situación
colonial; es, o fue, uno de los grupos integrantes de la
"colonia". No resulta concebible por tanto que un estudio
satisfactorio de dicha sociedad pueda efectuarse sin to-
mar en cuenta esta doble realidad: la "colonia" o sociedad
global en el seno de la cual está inscrita, y la situación co-
lonial. Cuando procediendo en forma unilateral se descu-
bren los fenómenos o procesos de cambio respecto al úni-
co fondo tradicional (o "primitivo"), apenas si puede ha-
48
cerse otra cosa que enumerarlos y clasificarlos; lo mismoocurre si se limita al estudio del "contacto" entre "insti-
tuciones" de la misma naturaleza (como lo recomienda
Malinowski). De hecho los aspectos "modernistas" no son
comprensibles, una vez señalados, más que en relación con
la situación colonial; y es hacia tal reconocimiento que,
felizmente, se orientan ciertos antropólogos (Fortes, Gluck-
man) considerando que en el caso del África negra colo-
nizada, sociedad negra y sociedad blanca participan en un
mismo conjunto, al abordar la noción de "situación". Tam-bién Bastide con motivo de sus estudios dedicados a la
interpretación de las civilizaciones, subraya la importancia
de "la situación en la cual se ha efectuado el proceso". Por
nuestra parte hemos querido rebasar estas primeras obser-
vaciones mostrando cómo una situación colonial puede ser
"abordada" y lo que ello implica; manifestar que todo
problema actual, de sociología de los pueblos colonizados
hasta fecha reciente, sólo puede ser abordado en relación
con la totalidad. La noción de "situación" se ha impuesto
a diversos especialistas en ciencias sociales, quienes la uti-
lizan con el nombre de "situación social", como hace H.
Wallon, o bajo el nombre de "coyuntura social particular"
como dice G. Gurvitch; la noción de "fenómeno social to-
tal" elaborada por Mauss era un anticipo a tales exigencias.
Resulta, sin embargo, significativo que buen número
de antropólogos hayan investigado en el seno de socieda-
des colonizadas y después de examinar sus aspectos yproblemas modernos, hayan evitado (inconscientemente la
mayoría de las veces) evocar la situación concreta partí"
cular de tales sociedades. Se han atenido a los sistemas
poco comprometedores de la "civilización occidental" ylas "civilizaciones primitivas", o se han limitado a proble-
49
mas restringidos para los cuáles han sugerido soluciones
de efectos también restringidos. Por rehusarse a dar su
conformidad a tal actitud, que consideran inevitable y úni-
camente útil a la sociedad colonial, ciertos antropólogos
no han aceptado dar a su disciplina el carácter de ciencia
"aplicada". Este hecho entra en el marco de la crítica de
la observación en materia de ciencias humanas; y sugiere
el importante trabajo crítico a que probablemente deba
abocarse el observador de sociedades afectadas por la co-
lonización.
Bajo el aspecto del conocimiento sociológico en ge-
neral, ¿cuál es la aportación de las investigaciones cuya
evolución acabamos de mostrar? Los estudios orientados
hacia el examen y la explicación de los cambios modifican-
do las sociedades tradicionales dependientes, aclaran no
sólo el futuro de estas últimas sino también acerca de su
estructura y organización pretéritas. Con motivo de las
"pruebas1
' a que tales sociedades tuvieron que enfrentarse,
se apoderaron de dispositivos más o menos vulnerables,
de modelos sociales tan valorizados que se conservan pese
a resultar inadecuados a la nueva situación; la importancia
relativa de los diversos elementos constitutivos se capta
entonces con mayor claridad y menos arbitrariedad. Ana-
lizando la noción de situación colonial, hemos señalado hasta
qué punto las crisis sufridas por las sociedades colonizadas
constituyen otras tantas "ventanas" mostrando no sólo los
fenómenos de contacto y dominio, sino también las antiguas
estructuras de tales sociedades. Es un punto de vista que
han adoptado también los antropólogos ingleses de la Es-
cuela de Manchester. Gluckman reveló, basado en su ex-
50
periencia en África del sur y central, que la evolución mo-
derna opera en el sentido de las debilidades estructurales
particulares de tal o cual sociedad tradicional Más re-
cientemente V» W. Turner, al presentar los resultados de
su encuesta acerca de los Ndembu de Rhodesia del Norte,
definió su método calificándolo de "microsociología dia-
crónica", e hizo el estudio minucioso y fructífero de los
"dramas sociales" modernos, reveladores de contradicciones
y conflictos específicos del sistema social tradicional.
Sigue siendo indispensable una gestión dinámica sobre
otros extremos. Ayudaría a reconocer mejor el carácter
heterogéneo de toda sociedad que muestra siempre elemen-
tos "de edad diferente" secuelas de su historia que
coexisten en forma más o menos contradictoria, más o
menos eficaz. Lefébvre al trazar las "perspectivas de la
sociología rural" puso en evidencia la "doble complejidad"
de las sociedades campesinas: "complejidad horizontal"
observada en las estructuras "de la misma fecha histórica"
donde "se manifiestan diferencias esenciales que llegan
hasta el antagonismo", y "complejidad vertical" debida a
"la coexistencia de formaciones de edad y fecha diferentes".
Ambas complejidades "se entrecruzan, actúan una sobre
la otra; crean, un cúmulo de hechos que únicamente una
buena metodología puede ordenar". |. P. Sartre ha evocado
dicho análisis para formular su conformidad con el método
que ella implica (aplicable, a su juicio, "en todos los campos
de la antropología"). Reconociendo tal complejidad múl-
tiple, el estudio dinámico de las sociedades tradicionales
"en transición" permite corregir la representación simpli-
ficada de las estructuras sociales consideradas muy fre-
cuentemente bajo el ángulo de la "pureza" o de la "pri-
mitividad".
51
Por otro lado, el examen de las estructuras sociales,
en un contexto de cambios numerosos y acelerados, revela
con un verdadero efecto de aumento el carácter "aprpxima-
tivo" de su posición en el seno de la sociedad global.
Manifiesta las contradicciones observadas entre los diversos
principios de estructuración y organización, así como la
distancia existente entre los aspectos "oficiales" de la
sociedad y la práctica social. En efecto, es con motivo de
tal coyuntura cuando se perciben con claridad las incompa-
tibilidades y discordancias, los conflictos de interés y los
tipos de estrategia a los cuales pueden recurrir los grupos
y los individuos. De este modo se encuentran prevenidos
ante la tendencia a valorizar el aspecto estático y afirmar
(implícitamente) la cuasi perfección de las sociedades
tradicionales consideradas en tanto que sistemas.
En un artículo consagrado a los métodos etnológicos,
observaba F. Boas: "No basta saber cómo son las cosas,
sino cómo han llegado a ser lo que son1
'. Pero la idea
resulta incompleta: debe inscribirse en un movimiento dia-
léctico que abarque también los procedimientos gracias a
los cuales las cosas siguen siendo provisionalmente "lo
que son" y descubre las fuerzas que le impondrán nuevos
dispositivos. El estudio diacrónico y relacionado de las so-
ciedades llamadas ayer "primitivas", prepara para tal (y
necesaria) exigencia. Ello permitirá instaurar lo cual es
urgente una antropología u una sociología dinámicas.
•
Se imprimieron 3 000 ejemplares en papel
bond 80 gr., el día 14 de setiembre de 1970,en los talleres de la Editorial "José dePineda Ibarra" del Ministerio de Educación
de Guatemala, Centro América.
^DA l&APRA
Ministro de Educación
Lie. Alejandro Maldonado Aguirre