banda oriental

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ESTRUCTURA ECONOMICO-SOCIAL DE LA COLONIA

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  • ESTRUCTURA ECONOMICO-SOCIAL

    DE LA COLONIA

  • LUCIA SALA DE TOURON / NELSON DE LA TORRE / JULIO C. RODRIGUEZ

    ESTRUCTURAECONOMICO-SOCIAL

    DE LA COLONIA

    Investigacin auspiciada por el Instituto de Investigaciones Histricas de la

    Facultad de Humanidades y Ciencias

    MONTEVIDEO Ediciones Pueblos Unidos URUGUAY

  • Portada de ANHELO HERNNDEZ sobre grabados de poca

    EDICIONES PUEBLOS UNIDOS S. A.TACUAREMBO Y COLONIA - C. CORREO 589 - MONTEVIDEO-URUGUAY

    IMPRESO EN EL URUGUAY PRINTED IN URUGUAY

  • AL LECTOR

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    Este pequeo libro integr inicialmente, como un captulo ms, nuestra "Evolucin econmica de la Banda Oriental". Procurbamos en l detenernos a considerar los elementos estructurales plasmados a comienzos del siglo XIX. El volumen que adquiri el material y la especificidad del tema, nos decidieron finalmente a su desglose, ante el riesgo cierto de que se desdibujara la dinmica del proceso. En el nuevo libro se incluy para ayudar a ubicarse a quienes nos lean por primera vez, un captulo inicial que comprenda el naci-miento y desarrollo de los elementos constitutivos de la estructura estudiada y uno final en el que se muestra cmo se agudizan las con-tradicciones hasta su estallido final en 1811.

    Procuramos en este volumen efectuar la diseccin de la sociedad oriental y de su sustratum econmico. Intentamos en un plano mo-desto elaborar ,tericamente fuentes documentales en su mayor parte inditas, aunque en definitiva, expondremos nuestras concepciones fundamentales al respecto en el tercer tomo, al presentar la sociedad oriental a travs de la dinmica revolucionaria, como condicionantes de la gnesis, la plasmacin.y la frustracin de la revolucin agraria artiguista.

    Procuramos analizar aqu algunos rasgos especficos del coloniaje de la Banda Oriental en los aspectos indicados, peculiares an dentro del mundo Latinoamericano e incluso en relacin al virreinato del Ro de la Plata. La base econmico-social de Latinoamrica colonial -pese a notorias variaciones regionales- constituye a su vez una estructura especfica, todava hoy insuficientemente estudiada. La con-quista y la colonizacin americana (fruto del capitalismo naciente cuyo desarrollo impulsar vigorosamente) revivirn en condiciones nuevas y con notables peculiaridades, las relaciones feudales y esclaWistas, sobre la base del sometimiento y explotacin de las masas indgenas autctonas y de los africanos brutalmente trasplantados. La Banda-Oriental tardamente colonizada, carente de indios sometibles y de metales preciosos y donde el poder estatal no se implant efecti-vamente sobre todo el territorio, gener una sociedad bastante pe-culiar dentro del Imperio Espaol. Tal vez elementos que ayuden a caracterizarla sean dentro del corirn carcter de sociedad colonial el inusual desarrollo del capital ,comercial monopolista, la poca con-solidacin de los definidos rasgos feudales de su estructura y la sig-nificacin de la mano de obra esclava en sus senrimanufacturas, sus escasas artesanas y la agricultura.

  • Un anlisis exhaustivo de nuestra sociedad colonial, que no pre-tendemos realizar, implicara naturalmente, la consideracin de su ideologa, psicologa, formas de vivir y de pensar. Creemos con Fe-derico Engels que las condiciones econmicas determinan "en ltima instancia el desarrollo histrico..." pero tambin con el ilustre pen-sador revolucionario que "...lo que nosotros llamamos concepcin ideolgica, repercute a su vez sobre la base econmica y puede, den-tro de ciertos limites modificarla". Nos resignamos por consiguiente a nuestras insuficiencias y a las limitaciones que stas puedan aca-rrear a nuestro trabajo. Dentro de nuestros medios limitados hemos preferido, conscientemente, profundizar en el estudio de la base que de todas maneras constituye el cimiento slido y que tan poco ha sido transitada por nuestra historiografa. Mucho queda por hacer en este campo, como en tantos otros, lo que requiere el trabajo serio de los investigadores y estudiosos uruguayos.

    La estructura econmico-social de Latinoamrica, cuyos rasgos ms retardatarios no fueron aventados por la Revolucin ni, en muchos aspectos imnodificados por el desarrollo ulterior de nuestros pases, constituyen un objeto de estudio de fundamental inters para los mi-llones de latinoamericanos que interrogan sobre su pasado en la bs-queda de un futuro mejor.

    A los estudiosos comprometidos de Latinoamrica cualesquiera sean sus ideologas cabr sin duda la tarea de contribuir a dilucidar nuestras races histricas.

    Agradecemos finalmente tambin para este trabajo la atencin e indicaciones solicitas del Dr. Eugenio Petit Muoz. Reiteramos igual-mente que contamos con la colaboracin de numerosos amigos y en especial en este caso con los valiosos aportes de la Prof. Irma Roux y con la buena voluntad en las faenas menos atractivas de los Profa. Hugo Licandro y Ricardo Baliaa.

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  • CAPITULO I

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    EL POBLAMIENTO DE LA BANDA ORIENTALLa colonizacin espaola en Amrica tiene dos etapas prin-

    cipales: la de los Austrias -siglos XVI y XVII- y la de los Borbones -siglos XVIII y XIX-. Durante la primera se orienta fundamentalmente en beneficio de las clases feudales espaolas y del capital monopolista radicado en Sevilla, que en gran medida haba pasado a ser una dependencia del extranjero. Es la poca de las flotas y galeones -con la lentsima rotacin del capital que esto implica- y de la conquista de las regiones productoras. de metales preciosos, en las que, a la vez, hay abundante mano de obra susceptible de ser sometida a servidumbre y esclavitud.

    En el siglo XVIII, bajo la direccin borbnica, comienza un nuevo proceso: se acenta la influencia del capital no monopo-lista y surgen algunas industrias, se inicia cierta poltica colo-nizadora en la propia Espaa y se adoptan algunas medidas ten-dientes a mejorar la situacin de la agricultura en la pennsula. En este marco, impulsando el proceso y nutrindose de l, se endereza la visin de la naciente burguesa espaola: el refor-mismor Este expresa la autoconciencia del abismo que se abre entre la sociedad espaola y colonial por un lado, y los pases que se desarrollan por la va capitalista por otro; de las con-tradicciones en el seno de la sociedad espaola, y de las que en-frentan a la metrpoli con sus colonias, as como de la gravedad de la situacin que genera todo este complejo de contradicciones. Pero es, adems, el esfuerzo por resolverlas dentro de la corre-lacin de fuerzas existente en la retardataria estructura espaola.

    La idea del reformismo espaol gira en torno a las posibi-lidades de desarrollar las fuerzas productivas de Espaa, no desde un alto punto de partida, sino a travs del enfoque del primi-tivismo de donde arranca. Salvo excepciones, los reformistas no se proponen medidas radicales en la metrpoli, ni en particular en torno al agudo problema de la tierra. Se orientan especial-mente a preservar el rico mercado colonial de la avidez de las grandes naciones, proponindose sobre todo rescatarlo de los in-

  • gleses, franceses y holandeses que a travs del contrabando lo han disfrutado en los aos anteriores. Una burguesa dbil que concilia con las clases feudales suea con explotar, ahora ms racionalmente, el inmenso mundo americano, rico de todo tipo de materias primas y de minas de plata, y cuyos pobladores pue-den ser compradores obligados de las manufacturas y productos agrcolas peninsulares.

    El Ro de la Plata, marginado en la poca de los Austrias, se convierte en importante centro econmico en el siglo XVIII. La fundacin de Colonia a fines del siglo XVII =`ciudadela del contrabando" enclavada en la entrada sur del continente y apun-tando a la plata potosina-, las veleidades inglesas sobre los te> rritorios australes, la valorizacin de frutos hasta entonces de escasa salida, reorientan la poltica espaola.

    LAS VAQUERIASLa introduccin de la ganadera en el siglo XVII gener en

    la Banda Oriental una riqueza que -al decir de algunos estu-diosos- recin se conoci por los habitantes de los territorios vecinos de ms vieja colonizacin cuando, luego de la fundacin de Colonia por los portugueses, vinieron las expediciones a la Banda Oriental para desalojar a su tradicional enemigo.

    La "mina" de ganado comenz a explotarse de manera efec-tiva en los inicios del siglo XVIII una vez que las reiteradas faenas para proveer de cueros ya al Asient ingls de esclavos, ya al Registro -del que se beneficiaban las firmas espaolas que lo detentaban- agot las existencias de ganados en la Banda Occidental.

    Desde 1716 tuvo el Cabildo de Buenos Aires el derecho de conceder licencias para vaquear en la Banda Oriental, y ello se hizo en conflicto con Santa Fe y los Jesuitas. Estos ltimos ale-gaban derechos irrestrictos a los ganados de la "vaquera del mar". Las transacciones a que se lleg -llamadas Concordias-aquietaron estas disputas. Se fue arreando ganado hacia Santa Fe y las Misiones, y haciendo matanzas y cuereadas en las va-queras. Eran stas vastas empresas de un costo de decenas de miles de pesos, que se multiplicaron a medida que el mercado exterior acreci la demanda. A la par de las cuadrillas auto-rizadas, recorren la campaa las partidas de changadores que faenan ilegalmente en beneficio de los comerciantes de Colonia, de los extranjeros que arriban furtivamente a la costa, y hasta del Asiento, que compra as ms baratos los cueros.

    LA ESTANCIAEn el ngulo sudoeste del territorio se establecen las primeras

    estancias, base permanente de los "accioneros" o de los "obli-

  • gados" al abasto de Buenos Aires, que ante las vacilaciones de las autoridades, que llegan inclusive a ordenar su despoblacin, se mantienen ocupando la zona que dominan.

    A1 intensificarse la penetracin portuguesa y valorizarse el territorio se hace imperativo para Espaa asegurar su posesin con un ncleo poblado. La antigua Santo Domingo Soriano -recin trasladada a tierra firme a principios del siglo XVIII-sirve de base para las repetidas operaciones que se emprenden contra la Colonia, pero esto no resuelve el problema. En 1724 se inicia el proceso fundacional de Montevideo, y con l la pri-mera colonizacin sistemtica del territorio. A los colonos se les reparte un solar, una chacra y una suerte de estancia de media legua por una y media de superficie, y se les encuadra en compaas de milicias. A manera de marca fronteriza con sus colonos siempre sobre las armas, Montevideo debe atender la de-fensa contra los portugueses y contra los indios minuanes y cha-rras, que resisten la conquista espaola y que a veces, ms h-bilmente tratados, sirven a Portugal.

    EL LATIFUNDIOPero junto a la pequea propiedad libre del colono surge

    de inmediato el latifundio. En 1732 Francisco de Alzibar solicita y obtiene el privilegiado rincn comprendido entre el Santa Luca, el San Jos, el Luis Pereira y el Plata. Y entonces el dueo del Registro, el hombre que traslad por contrato con la Corona a los colonos canarios, el poderoso armador que habra de hacer la guerra naval a la Colonia, intentar convertirse en verdadero seor feudal sobre la ciudad naciente y su campaa. A1 apropiarse de las tierras se haba apoderado de los ganados, y en los primeros aos de Montevideo los colonos pobres, constreidos por el limi-tadsimo mercado, cercados por los indios y los portugueses, se ven obligados a trabajar para Alzibar mientras padecen la ti-rana de los jefes militares que los gobiernan.

    A partir de la sexta dcada se inicia la "limpieza" de los campos, en lucha contra charras y minuanes, que resisten tenaz-mente la conquista de su territorio. Sucesivas disposiciones am-plan el comercio mientras contina el contrabando con los portugueses por la Colonia, por mar y por la frontera terrestre. Nuevos repartos extienden el dominio de la estancia cubriendo los actuales departamentos de Canelones, San Jos y parte 'de Minas, Florida y Flores. Tambin se pueblan las zonas de Colonia y Soriano, esta ltima por reparto del Cabildo de Santo Domingo.

    Y paralelamente a los colonos los grandes denunciantes em-prenden la apropiacin de inmensos territorios. Lo hacen, sobre todo desde mediados del siglo, valindose de las disposiciones so-bre venta y composicin de la Real Instruccin de 1754, que de hecho excluye del acceso a la tierra a la gran mayora de la po-blacin. Miguel Ignacio de la Quadra, Melchor de Viana, Jos

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  • Joaqun de Viana y Mara Francisca de Alzibar -la famosa "Marscala"-, la Compaa de Jess y su sucesor Juan F. Garca de Ziga, Bruno Muoz -al parecer como testaferro de Melchor de Viana-, Fernando Martnez, Julin de Gregorio Espinosa tegran el ncleo fundamental de funcionarios, abastecedores, jefes militares y rdenes religiosas que antes del 78 se hacen dueos -con procedimientos las ms de las veces fraudulentos- de casi todas las tierras al sur del Ro Negro.' Francisco Martnez de Haedo, abastecedor de expediciones militares, denuncia los cam-pos que actualmente componen los departamentos de Ro Negro y Paysand. Junto a las tierras se apoderan de los ganados, ob-jetivo ltimo de la denuncia('). Esto se realiza en medio de agudos conflictos con los vecindarios que resisten tenazmente, con los ocupantes ya instalados en los campos y a quienes se desaloja por la violencia, y con los dems denunciantes.

    A lo largo del proceso de apropiacin de tierras y ganados se va perfilando un claro predominio del latifundio sobre la pe-quea y mediana propiedad de los colonos.

    MONTEVIDEO Y SU PUERTOA partir de 1778, y sobre todo despus de la paz de 1783 con

    Inglaterra, crece constantemente el trfico por Montevideo, merced a las condiciones de su puerto y a los sucesivos ,privilegios que le va otorgando la Corona. En especial se beneficia del trfico negrero, del comercio de intermediacin con Buenos Aires y con el Pacfico, de la venta de tasajo a Cuba, d las disposiciones que autorizan a importar y exportar desde,/ hacia colonias ex-tranjeras y, durante las guerras con Inglaterra, de las negocia-ciones con neutrales. La instalacin de los saladeros orientales -que durante toda la poca colonial fueron los nicos existentes en el Plata- incrementan tambin la actividad econmica del territorio. Rpidamente se desarrolla el comercio montevideano y con l una capa importante de monopolistas.

    Con el aumento del comercio corre pareja la multiplicacin de las faenas. Suben de tono las disputas entre los Administra-dores de Yapey y los hacendados de Montevideo; las quejas de estos ltimos llegan hasta la Corona. Los faeneros surcan los cam-pos desiertos al servicio de las Misiones, de los comerciantes y estancieros montevideanos, y de los portugueses./

    Los Administradores misioneros, que en la dcada del 70 han obtenido el derecho a faenar los ganados que se hallan entre el Y y el Negro, contratan esta operacin con quienes se presentan a rematarla bajo compromiso de mantener partidas armadas en la regin. Cristbal de Castro y Callorda, Domingo Igarzbal, An-tonio Pereira y Lorenzo Figueredo participan en el negocio o di-rigen las partidas. Comerciantes a la par que aventureros, como Antonio Pereira, contratan numerosas peonadas para la faena, cuidado y traslado de los cueros. Pereira complementa el negocio

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  • estableciendo con Francisco Rodrguez -el clebre "Farruco"-una pulpera en las Caas, con la que surte a los peones y ad-quiere cueros a los faeneros clandestinos, muchas veces en permuta por yerba, tabaco, alcohol y vestimentas rsticas.

    Los comerciantes montevideanos se internan en la campaa, como "Juan Pedro", seguramente Juan Pedro de Aguirre, hombre conocido cmo "del comercio de Cdiz" -socio aos despus de Farruco y vinculado a Pereira-, de quien se sabe que "ha com-prado partidas de cueros a unos hombres vagos que llaman Gau-chos los que faenaban cueros en los citados campos"(z). El mismo Aguirre ofreci poner partidas de resguardo en la frontera a cam-bio del monopolio de faenas en la regin, a lo que se opusieron los vecinos de Montevideo(8).

    Comerciantes, hacendados y contratistas de faenas en los te-rritorios no ocupados se apoderan, mediante denuncias, de cotos exclusivos de caza. A la manera de las oligarquas de las ciudades europeas -en un proceso que se cumple vertiginosamente si lo comparamos con el del viejo mundo- estos nuevos privilegiados sustituyen a la vieja capa de burcratas, militares y eclesisticos del perodo anterior.

    Comerciantes como Fernando Martnez, Francisco Antonio Maciel, Manuel Vzquez de Espaa, Mateo Gallego, Juan Pedro de Aguirre, de distintos orgenes y capitales; hacendados como Mas de Ayala, Miguel I. de la Quadra; faeneros como Claudio Mrquez; pulperos como Francisco Rodrguez; contratistas de fae-nas con las Misiones como Pereira, Castro y Callorda y Figue-redo, son algunos de los grandes denunciantes entre el Y y el Negro en la dcada del 70 y primeros aos de la siguiente. No son los nicos hacendados de la regin.. Otros, de menores recur-sos e influencias, se han instalado en las rinconadas y procuran el mismo negocio.

    Al este del Cordobs Miguel I. de la Quadra solicita todo el oeste del actual Departamento de Cerro Largo, mientras ms all, hacia la frontera, planta su estancia Bernardo Surez de Rondelo. En la misma dcada Miguel I. de la Quadra y Manuel Durn denuncian campos que comprenden la mayor parte del presente Departamento de Tacuaremb y se internan en el de Ro Negro, en tierras concedidas aos antes a Martnez de Haedo('). Muchas veces las denuncias se superponen y se suceden los conflictos con los ocupantes ya asentados.

    Aunque los bandos sobre marcaje, dictados en el Plata ya con anterioridad y reiterados en la dcada del 80 y en la siguiente, son violados por los grandes hacendados y comerciantes, la exi-gencia de guas -que tienden a reservar a los hacendados las faenas en sus cotos de caza- restringen las posibilidades de in-troduccin de los changadores. .La preocupacin de los comer-ciantes por contar con campos, que multiplica las denuncias al norte del Ro Negro a partir de la dcada del 80, tiende a ase-gurarles una especie de patente para introducir cueros en Mon-tevideo.

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  • Pero junto a la comercializacin con centro en Montevideo est la fronteriza. El. absurdo sistema monopolista coexiste con el trfico clandestino a .travs de una frontera mal conocida .y peor resguardada. La partida contrabandista que introduce escla-vos, tabaco, alcohol y artculos textiles es un elemento ms de la organizacin econmica colonial. Al servicio del hacendado -un informante annimo recuerda al Marqus de Loreto que los estancieros fronterizos "juegan con dos barajas"-, del contratista portugus o de su jefe, recorre la campaa y llega a Montevideo, donde vende por lo menos tabaco yesclavos. Hasta Bernardo Surez de Rondelo, dueo de inmensas estancias en el Cerro Largo, aparte de otras en la jurisdiccin de Montevideo, ser acusado aos ms tarde por los Durn-de la -Quadra de connivencia con Antonio Castro -"Poinat"-, importante contrabandista y hacen-dado de la regin'5'.

    Son corrientes los casos como e1 de Jos Pedro, contraban-dista de inferior jerarqua, que suele trasladarse a los dominios de Portugal con caballos y traer gneros que coloca al sur del Ro Negro, parando en los ranchos del Avestruz, del Olimar y del Y. Anastasio Caraballo declara haberle comprado un corte de pollera, bayetn y pauelos a cambio de caballos''.

    DESPUS DEL 80En la dcada del 80 son ya claras las consecuencias que el

    depredatorio sistema de explotacin de la ganadera y la forma en que se efecta la apropiacin de tierras .y ganados han de tener no slo para la suerte de la Banda Oriental sino tambin para los intereses de la Corona. Por lo menos lo son para algunos funcionarios no demasiado comprometidos que, en medio de la agudeza, de los conflictos planteados, elevan su voz a las auto-ridades de Espaa. El ms lcido de entre ellos en esta poca es Juan Jos Sagasti, fino observador y representante del refor-mismo en el Plata'". Sagasti denunci el freno que para el des-arrollo de la industria y de las actividades agropecuarias era el sistema de reparto de tierras, la dependencia a que sujetaba a los dbiles, la dificultad para la fundacin de pueblos y el poder que habran de adquirir los grandes terratenientes.

    E1 gobierno peninsular, interesado en incentivar la riqueza en cueros del territorio, mand abrir un expediente al respecto. Poco despus naca el famoso y por una doble dcada tramitado Expediente de Arreglo de los Campos. La nica medida efectiva que de.l diman en seguida fue que se suspendiese la concesin de nuevas .propiedades. Los latifundistas salvaron la dificultad por medio de la denuncia, que autoridades complacientes hicieron se-guir de la inmediata posesin. La Real Hacienda, burlada en su intento de sacar recursos de la venta de tierras, se vio privada ahora de esas magras entradas. E1 latifundio no fue contenido. Contra el abigeato y el contrabando se adoptaron medidas de po-

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  • lica rural; se fundaron fortines en la frontera y se cre el Cuerpo de Blandengues.

    Ante la resistencia de los pueblos- asfixiados por el latifundio y de los desalojados por los denunciantes, en una campaa semi-desierta atravesada por la indiada insumisa, se multiplican los in-formes proponiendo formas de colonizacin. Agustn de la Rosa, luego de una interesante memoria al Virrey Melo de Portugal, es comisionado para la fundacin de una villa que llev el nom-bre del Virrey y alrededor de la cual reparti numerosas estancias. Pero a pesar de parciales disposiciones de contencin el latifun-dio, se sigue extendiendo ms all del Ro Negro, con nuevas de-nuncias de los Maldonado, Zubillaga, Blanco, Pablo Perafn de la Rivera, Ramn de Cceres, Jos Cardoso, Flix Senz, Cristbal Salvaach, Miguel Zamora, Manuel Vzquez de Espaa, etc.M.

    E1 sueo reformista de abastecer a Amrica con la produccin espaola no llega a plasmar ni en los mejores momentos. La in-capacidad de la metrpoli se hace ms evidente durante los largos perodos de guerra con Inglaterra, que se extienden desde 1796 hasta 1802, agravndose la situacin en 1801 al asociarse Portugal a los enemigos de Espaa y, luego de un breve perodo de paz entre 1802 y 1805, al reanudarse las hostilidades que se prolongan hasta 1808.

    Se suplen parcialmente las lneas tradicionales con la auto-rizacin para traficar con neutrales de 1797, revocada en 1799, momento a partir del cual se otorgan licencias para este comercio a grandes casas y a nobles espaoles, as como a traficantes ex-tranjeros. Si este nuevo sistema mercantil de emergencia no sus-tituy eficazmente el trfico cumplido desde 1783, tuvo como re-sultado, sin embargo, anudar nuevos intereses, en especial de los agentes de las casas extraas o espaolas que negociaban desde el extranjero. Pero la amplitud con que las autoridades coloniales debieron acoger a los barcos de otros pases que llegaban al Plata en pocas de guerra no lleg a modificar el carcter limitado de este comercio. Aun apartndose de todas las disposiciones de las tradicionales leyes comerciales -en procura de recuperar el tr-fico americano por la senda del neomercantilismo del 78- la vin-culacin de estas colonias con el mercado mundial apareca muy restringida a los ojos de los productores americanos y de los comerciantes ocupados en el nuevo trfico, por ms que resultara excesiva para los sectores ms cerrados del monopolio.

    A fines del siglo XVIII el reformismo espaol haba fracasado en su poltica comercial con Amrica.

    A FINES DEL SIGLO

    En los ltimos aos del siglo las denuncias de tierras abarcan prcticamente hasta el Daymn, la mayor parte del actual De-partamento de Tacuaremb y algunos campos del de Rivera.

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  • En general las denuncias se hacan sobre las mismas premisas que en el resto del territorio. A los conflictos entre denunciantes y ocupantes haba que aadir las luchas con los indios -quienes, cada vez ms reducidos en su habitat, peleaban furiosamente-y la intranquilidad que generaba la existencia de numerosas par-tidas de faeneros clandestinos, contrabandistas, etc., que operaban no slo en las tierras an no ocupadas sino en todo el territorio.

    Al comenzar el Siglo, el gobierno espaol lleva a cabo dos empresas de "limpieza" y colonizacin fronteriza: la encabezada por Azara, que culmina con la fundacin de Batov y el reparto de 60 leguas a los colonos, y la del norte del Daymn, al mando de Jorge Pacheco, que se transforma en expedicin punitiva con-tra los indios y vasta operacin de arreo de ocupantes. La fun-dacin de Batov podra haber arrojado resultados positivos de haberse podido sostener lo realizado, pero la invasin portuguesa de 1801 -ante la cual fueron impotentes las autoridades espa-olas- frustr la obra del ilustre aragons.

    Tambin en la resolucin de los problemas de la tierra el camino reformista fracasa estrepitosamente en el Plata. Aunque Azara propone soluciones de fondo en su clebre Memoria y en otros informes, resulta evidente que las autoridades espaolas no se iban a jugar a una carta para la cual necesitaban enfrentar a lo ms granado de la oligarqua de la colonia.

    A principios del siglo XIX estn plasmados los rasgos defi-nitivos del rgimen colonial. Aparecen con cierta nitidez los sig-nos de la crisis que conduce a la Revolucin y se irn definiendo en el perodo final que comienza con la reanudacin de la guerra con Inglaterra.

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  • CAPITULO II

    LOS RASGOS MAS GENERALES DE LA ECONOMIA ORIENTAL A COMIENZOS DEL SIGLO XIX

    La estructura econmico-social de las colonias espaolas sur-gi del trasplante de las relaciones de produccin de la sociedad espaola del feudalismo tardo, resucitando inclusive relaciones ya extinguidas en la metrpoli. El impacto exterior debi, como en toda regin de colonizacin, conjugarse con las. condiciones preexistentes, las que a su vez reaccionaron, imprimiendo su sello propio ala economa y a la sociedad orientales. A diferencia de otras regiones americanas, en los territorios norteos del Plata no existieron metales preciosos ni frutos tropicales de alta de-manda, ni mano de obra indgena que por su desarrollo y doci-lidad fuera susceptible de ser sometida y explotada. No es tierra codiciable para los- conquistadores hasta que se difunde el ga-nado. Se puebla tarde, prcticamente en el siglo XVIII, cuando los Borbones inician sus reformas, cincuenta aos antes de la insurreccin de las colonias inglesas, poco ms de sesenta del momento en que la burguesa francesa asalta el poder y unos treinta antes del surgimiento del maquinismo ingls. La imposi-bilidad de sujetar a los indios, por su feroz resistencia, y de so-meter al gaucho a las formas de trabajo que deseaban los colonos descart las relaciones serviles o semiserviles de otras regiones. Las-clases-dominantes no pudieron trasladar "in totum" su r-gimen social: ni propiedad consolidada por los siglos, ni poblacin agrcola ssseptibl d ser srvilinnte sometida. Por el contrario enormes-tierras-baldas y-mmasas -que no pdn ser fcilmente privadas de sus medios d_e subsisteci signa an una realidad n que al-hbmbre no le era- forzoso subrdinarse.

    Esto se conjuga con el hecho, dado sobre todo desde 1778, de que Montevideo estrecha vnculos cada vez ms amplios con el mercado mundial por la doble va del comercio legal -regu-lado por una serie de medidas liberalizadoras- y del contrabando. Ello determin la existencia de una economa mercantil mucho ms desarrollada que en otros territorios de la Amrica espaola

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  • e inclusive del Virreinato del Ro de la Plata. La vinculacin al mercado actu como disolvente de los aspectos ms feudales de las relaciones sociales de los primeros tiempos e impidi que cuajasen los tendencias caractersticas de esta estructura.

    Duea la Banda Oriental de una produccin prcticamente extractiva y slo en parte transformadora de las condiciones na-turales de la ganadera, con un comercio monopolista -que en las peculiares condiciones en que se desenvolvi permiti acu-mular importantes capitales para la poca-, con semimanufac-turas en limitadsimos rubros, fue escaso el desarrollo de sus fuerzas productivas. No conoci rezagos de otras regiones ms agudamente feudalizadas, y en particular no pudieron implantarse ni la encomienda ni la mita. La abundante mano de obra esclava de los africanos y amplias masas con capacidad jurdica disminuida efectiva situacin de dependencia personal signan, sin embargo, relaciones sociales de neto corte precapitalista.

    Si la existencia-del-latifundio_inmenso sirvi de base y_prin-cipal 'sustento-al1primitivismo de la produccinel_campo-y a -las ~xelaciones de dependencia all establecidas, la no finalizacin del-proceso-de apropiacin-determin`qe-sas=ilacibnes no_pu-dieran--consolidarse. En ra Bda Oriental colonial se superpu-sie-rf elementos de diversas formaciones econmico-sociales: junto al trabajo libre de los asalariados, las medianeras, los contratos de los "feudatarios", el trabajo esclavo y la supervivencia de la comunidad indgena, aunque en descomposicin.

    CARACTERES PRECAPITALISTAS EN LA PRODUCCION Y EN EL COMERCIO. LA DESCONEXION DE LOS TERRITORIOS

    HISPANOAMERICANOS

    Las reformas dieciochescas que autorizaron el trfico inter-colonial y que estimularon en general el desarrollo de las fuerzas productivas, no permitieron, en cambio, la formacin de lazos econmicos lo suficientemente estrechos como para crear las pre-misas que podran haber conducido -ya iniciado el proceso revo-lucionario- a una organizacin estatal comn. El comercio inci-piente, aunque estimulado por la supresin de prohibiciones y de impuestos para algunos artculos, durante el ciclo de las guerras padeci hondamente los efectos que impusieron a la navegacin la inestabilidad y los peligros de ataque enemigo. Algunas con-tradicciones se desarrollaron en este perodo, como la que en-frentaba a navieros y saladeristas montevideanos.

    Este, que no es sino un ejemplo de menor importancia, es ilustrativo no obstante de un proceso de enfrentamiento y opo-siciones. La incidencia inglesa luego de la independencia habra de operar sobre una realidad fruto del primitivismo del desarro-llo colonial.

    Situacin similar fue la de los territorios que desde 1776 in-tegraron el Virreinato del Ro de la Plata. La Banda Oriental

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  • form parte de esa unidad poltico-administrativa _ pero-no lleg a anudar estrechas relaciones econmicas con, las otras regiones virreinales, hecho que tampoco se dio entre las dems. Las difi-cultades de transporte en inmensas extensiones desiertas y smi-conquistadas fue factor de importancia en esa situacin. La exis-tencia de gravosos impuestos reales y municipales a la circu-lacin de mercancas, de aduanas interiores, estancos. y mono-polios, no slo no permiti la creacin de un mercado interior que facilitara el desarrollo de las fuerzas productivas sino que fren y opuso a una regin contra otra, a cada ciudad, villa o pueblo con los restantes. El fraccionamiento feudal fue la norma.

    Esto no hizo otra cosa que reforzar una tendencia que estaba en el propio origen de ese fiscalismo. Entre los efectos- ms ne-gativos de esta poltica rentstica estuvieron los de que el capital no se invirtiera en la produccin, que predominara de manera deformante el capital comercial sobre el productivo y que se impidiese la formacin de un mercado nico. Como consecuen-cia se estructuraron clases sociales cuya existencia dependa de la fragmentacin del mercado interno y se desalent la constitu-cin de una clase con intereses generales-capaz de representar en s los intereses generales de la nacin. Esta clase estuvo ausente tambin luego de la independencia y los nacientes pases se frac-turaron y tuvieron dificultades para enfrentar con eficacia la ra-pia de las potencias capitalistas ms desarrolladas.

    Estos elementos feudales en el sistema de circulacin acen-tan una serie de rasgos precapitalistas en el modo de produccin y en las relaciones sociales: el empleo de mano de obra servil del indgena y esclava del negro, artesana y obrajes de tcnica muy primitiva, carencia de moneda en algunas regiones, gran latifun-dio y produccin mayoritariamente no mercantil.

    LA SITUACION EN LA BANDA ORIENTAL

    Si la falta de bases materiales impidi la consolidacin de relaciones de produccin definidamente feudales, el peso- de la estructura espaola condujo a que se conformara una estructura econmica de fuerte coloracin feudal.

    Uno de los rasgos ms tpicos de la economa colonial en la Banda Oriental fue el predominio del capital comercial sobre el productivo. Su mayor peso relativo tiene que ver en primer lugar con el.escassimo desarrollo de las fuerzas productivas en el pas, con el primitivismo de sus semimanufacturas y artesanas y con el carcter extractivo y monocultural de su. explotacin agropecua-ria. El predominio del capital comercial sobre el productivo ex-presa en ltimo trmino que no se ha establecido el modo de produccin capitalista. "Un desarrollo independiente del capital comercial -al decir de Marx- equivale a -la- insumisin de la produccin bajo el' capital; al desrr -o-~HE_capi a _so re una -bse_ex a l y sobre una forma de produccin indepedint del mismo."

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  • Su rpida, acumulacin. entronca con la subsistencia de ca-racteres monopolistas y privilegistas en el comercio colonial no obstante la liberalizacin borbnica. Montevideo, uno de los 24 puertos americanos habilitados en 1778, el nico junto a Buenos Aires en el Plata, disfrut aparte de sus condiciones naturales, de .privilegios suplementarios que lo transformaron en un verdadero "entrepot". Su comercio abasteci y export no slo para y desde su campaa, sino que acumul capitales merced a comisiones y consignaciones que su papel de intermediario le reservaba.

    El predominio del capital comercial sqbre_el_productivo en la.Banda=Oiietal_tna,_en_cnsecuencia, una doble vertiente: pr un lado la-estrechez. del desarrollo_d ls ferzas productivas, por el otro los privilegios y limitaciones coloniales. Los privilegios permitan-una superacrnlci"on a sus clases dominantes partci-pes del monopolio, mientras que sus limitaciones restringan las posibilidades de desarrollo de las actividades productivas. Si los cueros, por ejemplo, se pagaban corrientemente entre 13 y 18 reales,. pudiendo subir en pocas de excepcional demanda, en la poca independiente, en que se ampla la gama de compradores, alcanzaron a 56 y 60(9).

    La acumulacin de capital comercial, por ms que fuese im-portante, no alcanz a provocar una significativa divisin social del capital. -El comercio dinerario, por ejemplo, no se separ del trfico general y fueron los propios comerciantes quienes lo prac-ticaron principalmente. Mientras en los pases ms desarrollados de Europa los bancos lo manejaban desde siglos atrs, en Espaa "extinguidas despus de la guerra de sucesin las instituciones tradicionales, como las .taulas de Barcelona, Gerona, Lrida y Valencia, puede decirse que la banca qued en manos de parti-culares extranjeros" (10).

    El retraso de la metrpoli se manifest en forma ms aguda en las colonias. Si en Buenos Aires, con una expansin mercantil mucho ms importante, los diversos negocios de este tipo estaban en manos de los grandes comerciantes, en Montevideo no poda suceder otra cosa. Las grandes casas comerciales montevideanas fueron las detentadors del giro de dinero a Espaa y otras re-giones del 'Imperio, as como los principales prestamistas y de-positarios.

    " E1 remate de rentas y servicios pblicos fue otro aspecto de la poltica econmica colonial que tendi a acentuar los elementos precpitalistas de la estructura. Sabido es que estos remates tie-nen larga, data en la historia. Fueron de gran importancia en Roma, el Estado esclavista ms desarrollado de la Antigedad. E1 renacimiento urbano y la necesidad de las ciudades de contar con ingresos regulares para satisfacer los tributos seoriales pro-voc6 la reaparicin de este sistema. Pero fue bajo las monarquas absolutas que alcanz su auge en la Europa moderna. En algunas grandes metrpolis constituy un elemento esencial de acumula-cin junto a la deuda pblica y al comercio privilegiado. Ta1Gez en Francia fue donde cobr mayor envergadura. E1 grupo.d los

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  • "arrendatarios generales" monopoliz bajo el antiguo rgimen la mayor parte de los impuestos indirectos, que conjugaban con la venta privilegiada de algunos productos estancados y el abaste-cimiento de los ejrcitos. Tambin en la esfera local en los aos previos a la revolucin un grupo de asentistas de la ciudad o pueblo era el encargado de percibir las rentas.

    Si bien estos monopolios en los distintos planos de su acti-vidad permiten una acumulacin a veces extraordinaria, los gru-pos burgueses que los detentan, generalmente a la vez presta-mistas de la Corona, constituyen un sector particularmente con-servador y ligado al rgimen, cuyo sostenimiento es condicin esencial para seguir percibiendo sus beneficios. Ya Adam Smith sealaba el carcter particularmente gravoso de este sistema de recaudacin puesto que el arrendatario procura en toda forma extraer el mayor rendimiento del dinero adelantado. Sistema caracterstico del feudalismo tardo y del perodo inicial del des-arrollo capitalista, constituye all donde predomina un factor re-tardatario en el desarrolla de las fuerzas productivas. Como todos los estancos; monppoliw y privilegios, tiende a conceder una situacin 'de ventaja a una parte de la burguesa sobre el resto de la clase. El remate de rentas ayuda a desviar el capital hacia una rama no productiva y cuando acrece el monto de los impuestos restringe la capacidad de reproduccin del capital ma-nufacturero o de aquellos sectores ligados a las actividades agro-pecuarias. e

    Tambin en Espaa, como en los distintos pases europeos, se arrendaron los impuestos. Bajo los Austrias este rubro- cay en buena medida en manos del capital forneo. Lo fundamental del capital espaol -tambin en este giro bastante dependiente del extranjero- se orient hacia el trfico monopolista colonial. Seguramente por esta razn los grandes comerciantes sevillanos prefirieron a veces rematar corporativamente la percepcin de algunos impuestos de aduana que gravaban el trfico colonial">. De esta manera prorrateaban entre todos los beneficios del re-mate y, lo que es lo mismo, reducan al mnimo los costos suple-mentarios de los impuestos.

    Bajo los Borbones la Corona tendi a rescatar para los fun-cionarios reales la percepcin de los impuestos. No obstante, el sistema se sigui practicando con amplitud tanto.en la mtropoli como en las colonias. Los Cinco Grandes Gremios de Madrid, por ejemplo, recibieron bajo Carlos III la concesin del cobro.de los impuestos provinciales (12). En el Ro de la Plata si bien los de-rechos de aduana y otros corrieron a cargo de funcionarios rea-les, numerosos impuestos fueron arrendados. Eso ocurri as con la sisa y la alcabala. "Adquirida en subasta pblica -dice Le-vene- los interesados se cuidaban de indemnizarse con creces de los gastos que les irrogaban"('s). En la dcada del 90 en Buenos Aires la alcabala la recauda un comerciante designado por el cuer-po y luego de la creacin del Consulado ser ste el encargado de hacerlo por procedimiento similar. El conjunto de los comer-

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  • ciantes rescataba .as la percepcin de un posible privilegiado, como otrora se hiciera en Sevilla.

    En la Banda Oriental se remataron la alcabala, los diezmos y otros impuestos. Se estancaron servicios pblicos, el abasto de carne a Montevideo, a Canelones, etc. Particularmente negativo fue el remate del abasto de carne al restringir las posibilidades del conjunto de los saladeristas en beneficio de los abastecedores, y al someter a una superexplotacin al productor y acrecer el papel de los especuladores.

    SEMIMANUFACTURAS Y ARTESANIASLa cuasi autarqua de las colonias bajo los Austrias -turbada

    ms que por la competencia de los frutos y efectos llegados le-galmente, por los introducidos de contrabando- permiti en His-panoamrica el surgimiento o mantenimiento de obrajes y arte-sanas de un nivel muy primitivo. En lugares de poblaciones indgenas con tradicin de trabajo artesanal -como Mxico, Per o el actual noroeste argentino, por ejemplo- floreci la produc-cin de artculos textiles rsticos, devorando a los indios sujetos a extenuante explotacin. Tambin en otras zonas, que desde 1776 pertenecieron al Virreinato del Ro de la Plata, existieron arte-sanas textiles, del cuero, de produccin de carretas y barcos, de herrera, etc. a

    E1 bajo nivel de su tcnica; la servidumbre de los indgenas, el trabajo esclavo de los negros y la imposibilidad de una verda-dera evolucin manufacturera por-la falta de un gran mercado -limitado poi la multitud de impuestos y de estancos- impi-dieron el pasaje a una forma de produccin manufacturera del tipo de la europea. En extensas regiones del Virreinato en vspe-ras de la Revolucin se practicaba el trueque como forma funda-mental de intercambio. Lo primitivo del sistema de produccin y,las trabas para su evolucin determinaron que estas artesanas slo pudieran sobrevivir en la medida en que no sufrieran la competencia de ningn tipo de produccin ms desarrollada como lo- prueba la decadencia de las artesanas del interior luego de 1778. Vana ucrona es suponer, entonces, que el desarrollo capi-talista espaol habra de promover el desarrollo capitalista ame-ricano, salvo en el comercio y en algunos tipos de produccin en que la metrpoli tuviera inters especial. Por el contrario, con-solid el monocultivo, acreci el desarrollo de la esclavitud, en algunos casos reforz la explotacin indgena y fue impotente, pese a dbiles intentos, de impedir la expansin del latifundio, consustanciado, por otra parte, con el rgimen dominante en la metrpoli.

    La Banda Oriental no desarroll manufacturas ni cont con una artesana de significacin. Vinculada desde sus orgenes al mercado por la doble vertiente del trfico legal y del contrabando, las necesidades de las clases superiores se cubrieron con las im-

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  • portaciones espaolas y extranjeras, y las de las masas deshereda-das con los limitados efectos que produca el resto del .Virreinato o le llegaban a travs del contrabando portugus.

    Los saladeros constituyeron la forma industrial ms compleja que conoci la Banda Oriental durante la colonia. Por esa poca en Europa se extenda la manufactura con tcnica an basada en la herramienta pero con amplia divisin del trabajo y con empleo de mano de obra asalariada, y en Inglaterra ya se empezaba a aplicar las mquinas a la industria,. marchando la produccin por la va del desarrollo capitalista. Pero en la Banda Oriental; como en el resto de la Amrica espaola, estas formas de produccin fueron desconocidas.

    E1 saladero requera sencillas operaciones para la elaboracin de las carnes, y en realidad slo signific la concentracin de un trabajo que antes se practicaba en las estancias y que no desapa-reci de stas sino muy lentamente. A veces le fueron anejas ciertas artesanas, como las de los talleres de tonelera, por ejem-plo. .

    El empleo de mano de obra esclava, en cuya adquisicin se invierte buena parte de los recursos necesarios para montar el saladero, diferencia netamente este tipo de produccin de la capi-talista. Une elementos del taller manufacturero -como la con-centracin de trabajadores libres y la divisin del trabajo- con formas caractersticas del taller esclavista, que alcanzara gran expansin durante la Antigedad en aquellos puntos ms vincu-lados al trfico mercantil. La compra de la fuerza de trabajo del esclavo, hecha de una sola vez, obliga al saladerista a invertir grandes sumas en ello, a diferencia de lo que sucede con el in-dustrial capitalista que debe pagar el salario en forma fracciona-da. Esto dificulta la inversin de recursos en el capital constante y constituye una limitacin para la expansin de la industria. Es signo del carcter precapitalista de la sociedad.

    La imposibilidad de someter a la poblacin libre a la con-dicin de asalariada y las dificultades para la inmigracin impu-sieron el empleo del trabajo esclavo. La explotacin esclavista, de muy bajo rendimiento, slo era posible en la medida en que otros costos de produccin eran muy bajos. En la Banda Oriental la abundancia de carne permita una manutencin ms barata.

    Los rasgos precapitalistas, pues, son lo ms caracterstico del saladero; que es la forma de produccin manufacturera ms im-portante.

    E1 saladero de Medina y algunos de poca posterior estuvie-ron orientados a la provisin de la Marina Real. En estos casos el beneficio provena no slo de la actividad productiva del.sa-ladero sino tambin de un negocio de cierto carcter especulativo como el remate. Asimismo se radic en los saladeros la matanza de ganado para el abasto de Montevideo, en un negocio bastante similar al anterior.

    Junto a los saladeros hubo establecimientos de menor enti-dad, aunque organizados con un sistema de produccin semejante.

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  • Tales las graseras, veleras, etc. Y caractersticas parecidas en su forma de produccin presentaron algunos molinos y panade-ras, que en ocasiones alcanzaron importancia considerable, como el de la Aguada.

    Algunos oficios de la construccin llegaron a sobrepasar el nivel artesanal, transformndose en algo parecido a una empresa. Tambin combinaron el trabajo libre y asalariado con el de los esclavos.

    La artesana fue escasa y limitada a oficios imprescindibles y simples. No lleg a manufacturarse lana en escala que merezca consideracin. Carente la Banda Oriental de artesanas indgenas, sin que en general afluyeran de Espaa artesanos especializados y con la gran competencia generada por el intercambio mercan-til, los talleres no prosperaron en forma significativa.

    No existi aqu el rgimen corporativo en los oficios, con su caracter limitativo y su control de la produccin, que fue tan caracterstico en otras regiones de la Amrica espaola. Por lo menos en algunos oficios parece haberse controlado el aprendi-zaje, realizado en condiciones semejantes a las medievales, con pupilaje y prueba final.

    LA PRODUCCION AGROPECUARIALa actividad agropecuaria fue el rubro ms importante de la

    produccin oriental. Pese a que durante la colonia casi todos los aos se exportaron trigos y harinas -hecho que no siempre su-cedi en la poca independiente- la ganadera predomin abso-lutamente sobre la agricultura. La explotacin del ganado, por encima de todas las recomendaciones de diversificacin contenidas en los planes de "arreglo de los campos", estuvo limitada en ge-neral al vacuno y parcialmente al equino. Se comercializaron los cueros, sebos, aspas, crines y parcialmente la carne. Aun sumando la elaborada 'en los saladeros, la consumida en el abasto de Mon-tevideo, ciudades, pueblos y villas, y la absorbida en la alimen-tacin de la poblacin rural, no fue utilizada toda la carne de los animales faenados por el inters del cuero.

    Los rezagos precapitalistas en la explotacin son fruto de la dependencia colonial, que orienta la produccin con estmulos a la explotacin ganadera y que restringe las posibilidades de mer-cado, por ejemplo para los tasajos. El bajo nivel de la tcnica fue otro grave' obstculo, como en el caso de los toneles, cuya esca-sez dificult el envasado de carnes saladas. La explotacin pri-mitiva, que durante largos aos se limit a la caza del ganado, estuvo relacionada con la existencia de lo que constituy el ele-mento esencial de todos los rasgos precapitalistas en la produc-cin ganadera y base para existencia de relaciones rurales teidas de rasgos feudales. La poltica de venta y composicin de tierras mont una barrera bajo la cual no fue posible el acceso a la propiedad del suelo. La influencia decisiva de las autoridades

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  • encargadas de conceder la tierra y, sobre todo en los primeros aos, la verdadera "conjura" de un reducido grupo de poderosos achicaron ms an el nmero de propietarios. Por otra parte el importe de adquisicin no era el precio total de la tierra. Lo componan tambin, de hecho, las costas y costos de los litgios en que se vea envuelta la propiedad y la posesin en un medio en que casi ninguna tierra dejaba de ser cuestionada, as como las expensas que. demandaba mantener peonadas armadas para defender los ganados de acechanzas de indios, faeneros, etc. La debilidad del poder estatal acreca el costo de la posesin.

    Estos costos, que no incidan en el perfeccionamiento del sis-tema productivo, contribuyeron a retrasar el progreso de la ga-nadera. La limitacin que significaba no sacar rendimiento de las carnes de gran parte de los ganados faenados favoreci el mantenimiento del sistema de caza en oposicin al de rodeo, cas-tracin y marcaje empleado en los campos donde se preparaban ganados para saladero. Pero el factor decisivo--en-la-lenta-trans-formacin de la ganader' fue- el latifundio, que permita al gran prpitax'i o poseedor obtener gran ed ganacias con slb n aprovechas_nierito_parcil_dl-ganado.. Mientras eI-pequefiti hacen-ddodeba usar el mtodo ms caro, que a la vez significaba una explotacin ms racional, el latifundista poda emplear el ms retardatario aun cuando esto frenara el desarrollo econmico del territorio.

    El monopolio de la tierra en un corto nmero de titulares oblig a hacendados y agricultores a sufrir la intermediacin parasitaria del latifundista. En las zonas ms prximas al mercado y donde la propiedad estaba consolidada, y sobre todo cuando intervinieron individuos dueos de capital, surgieron relaciones de tipo capitalista como el arrendamiento o la sociedad de explota-cin agropecuaria. Pero en general predominaron exacciones de tipo feudal en los arrendamientos de los "feudatarios", en las aparceras y hasta en contratos por los que la renta se pagaba en dinero. La obligacin de invertir no slo el beneficio sino parte de lo que correspondera al trabajador como salario no fue excep-cional. En estas condiciones el retraso del desarrollo de las fuerzas productivas fue la consecuencia insoslayable.

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  • CAPITULO III

    EL CAPITAL COMERCIAL

    A favor de sucesivas disposiciones reales que durante el siglo XVIII fueron ampliando la vinculacin de la Banda Oriental con el mercado mundial y pese a las dificultades nacidas de las guerras casi constantes de los ltimos veinte aos de dominio espaol, las exportaciones e importaciones crecieron produciendo un cambio cualitativo en el trfico e incrementando la produccin de los rubros solicitados por los adquirentes europeos. Los perodos de guerra ocasionaron crisis parciales, por ms que sea difcil deter-minar, con los datos que poseemos, en qu medida el intercambio con neutrales y el contrabando consiguiente suplieron las tradi-cionales lneas de comercio. El lapso que va desde las Invasiones Inglesas hasta la concertacin de la paz parece haber sido el ms duro para el Ro de la Plata. Aunque en buena parte la enorme introduccin de efectos dejados por los ingleses puede haber abastecido el Virreinato, es indudable que las exportaciones que-daron detenidas.

    Pero no obstante todas las dificultades, los ltimos treinta aos de la colonia trajeron un cambio sustancial en la actividad mercantil, concentrndose en este giro un capital que se volc en la ampliacin del trfico, 'en la compra de barcos y parcial-mente en instalacin de saladeros y explotaciones agropecuarias. En ninguna otra rama se invirtieron en conjunto capitales del volumen de los aplicados en el comercio. Un rpido cotejo puede dar idea de esta relacin. La estancia que Pedro Celestino Bauz -al parecer a medias con Mateo Magarios- adquiri a Pedro Ferraro cost 15.000 pesos con ranchos, animales vacunos, caba-llares, etc., sobre el Olimar Grande y el Corrales. Jos Toledo aleg en 1798 que la venta de los campos entre el Ro Negro, el Arroyo Grande y el Don Esteban, con 16.000 cabezas de ganado vacuno, otros animales y considerables mejoras, que efectuara por 10.000 pesos era nula, pues la estancia vala por lo menos el doble del que haba pagado por ella la familia Maldonado("). Por la estan-cia de la Mariscala entre el Tapes, el Aigu y el Marmaraj, con

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  • ranchos, corrales y ganados orejanos, pag Juan Jos Seco 8.000 pesos; y la que compr Agustn Abreu a Margarita Viana sobre el Y, el Cordobs y el Malbajar, con edificaciones y mejoras, le cost 9.000)15). E1 precio inclua sobre todo el valor de los edifi-cios y el ganado, ya que la tierra en s poco costaba. E1 comn de las estancias no llegaban al millar de pesos en la venta('g). Si confrontamos estos precios con los de mercanas, barcos, etc., veremos cmo los ltimos superan fcilmente a los primeros. Por ejemplo, en 1804 Jos Torres y Lemus y Dionisio de Soto deban 18.186 pesos a Mateo Magarios por la tienda que le haban com-prado en el Portn de San Pedro; 32.000 pesos pag la casa Berro y Erxazquin por el "Oriente", nave que se destinara al corso; 13.865 debi abonar Antonio Massini por la fragata "Yacar", alrededor de 10.000 pesos implicaban con toda facilidad los cr-ditos comerciales, negocios que eran frecuentes)1').

    La importacin y la exportacin fueron las armas fundamen-tales del comercio. Bajo los Borbones y su neomercantilismo al servicio de la industria y la agricultura espaolas, se excluy -siempre que esto fue posible- las introducciones extranjeras y se procur impedir en Amrica el desarrollo de las actividades competitivas. Si bien con el acrecimiento de las exportaciones cobraron impulso las ramas de la produccin americana que a Espaa interesaba fomentar -caso ganadera en el Plata-, el aumento de las importaciones que se oper durante todo el siglo XVIII hizo declinar la primitivsima artesana y ciertos rubros de la agricultura del virreinato platense como de las restantes colonias. En conjunto se acenta el monocultivo con que la con-quista signara a Amrica.

    Las importaciones, sobre todo europeas, abarcaron un am-plsimo registro. Por el puerto montevideano se introdujeron frutos, manufacturas y alguna materia prima. As, alimentos tales como aceite, aceitunas, frutas y legumbres secas, pescados sala-dos, azcares, miel, y junto a ellos vinos y alcoholes de todo tipo y tabaco. Los ms de ellos provienen de Espaa, v dentro de ella de lugares como Mlaga, Valencia y Catalua. Entre las principales casas gaditanas estn las de Vera Murgua y Lizaur -con representante en Buenos Aires-; Lorenzo Camps, Fran-cisco de la Iglesia (y luego su viuda) ligado a Joaqun de la Iglesia, comerciantes de Buenos Aires y Montevideo-; Toms de Arana, Angel Molinuevo, Luis Francisco Gardenzbal -con representante en Buenos Aires-; Juan Baudrix -dem-; Pl-cido Villanueva -hermano de Esteban, radicado en Buenos Aires-; Miguel Matheu Hnos. -con su agente Domingo Matheu en Buenos Aires-; Mateo de la Cmara -con Matas de la C-mara en Buenos Aires-, etc.

    En Catalua giran con el Plata Antonio Cornet, quien tiene a Antonio Cornet y Prat en Buenos Aires; Manuel Flotats y Ca.; Romn Carbonell y Miguel Vilardeb e hijos, con Miguel A. Vi-lardeb representndolos en Montevideo y Buenos Aires)18); Juan Amat, Illa Itumir y Ca., ligado a Isidro Illa en Buenos Aires y

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  • a Jaime Illa en Montevideo; Juan Marull, que tiene como repre-sentante a Narciso Marull en Buenos Aires y Montevideo; Gas-par Campar y Gabriel Ferrer, con Cristbal Salvaach en Mon-tevideo, etc.09).

    De Guipzcoa comercian las casas Auspura, Ardanaz e hijo, Aguirre Hnos. y otrbs.

    De Galicia, Antonio Mat Hnos., Angel Garca Fernndez, Manuel Balay, Antonio de la Quadra, etc.

    Con extensas relaciones, las casas espaolas cuentan con re-presentantes en las distintas ciudades y en particular en Cdiz, desde donde parte la mayora de los frutos y efectos para el Plata.

    Desde Buenos Aires y zonas litorales llegaban los cueros de ganado vacuno y caballar -muchos de ellos de la margen orien-tal del Uruguay-, cueros y lana de carnero, pieles de vicua y guanaco, yerba mate del Paraguay y Misiones, artesanas cordo-besas y tucumanas que comprendan riendas, frenos, jergas, pe-llones, ponchos, lienzos, tocuyos, frazadas, etc.; plumas de aves-truz, crines y otras mercancas de menor importancia.

    La mayora de las importaciones no quedaban en la Banda Oriental: Los productos europeos y de colonias extranjeras mar-chaban en lanchones a Buenos Aires y en barcos de mayor calado a los puertos del Pacfico, mientras que los frutos y efectos que llegaban a Montevideo desde las otras colonias espaolas eran reexpedidos a la pennsula. En tiempos de bonanza Espaa es la intermediaria entre las materias primas y frutos americanos y el mercado europeo. Durante las guerras se elimina esa inter-mediacin y afluyen a los puertos de las colonias barcos neu-trales mediante los cuales comercia preferentemente Inglaterra.

    Las exportaciones de Montevideo excedan, por consiguiente, de las que produca su campaa: cueros, tasajos, sebos, velas, as-pas, puntas y otros derivados de la ganadera, harinas y algunas frutas. La Banda Oriental careci en absoluto de artesanas para la exportacin: se abasteci no slo de las manufacturas y arte-sanas europeas, sino de las de los dems territorios del virreina-to. Pese a algunas medidas de liberalizacin -eliminativas de ciertos privilegios feudales- el mantenimiento bajo el gobierno borbnico de monopolios y estancos de claro contenido Drecapi-talista, al par que fren en su coniunto el desarrollo de las fuer-zas productivas americanas permiti al comercio montevideano realizar una acumulacin que exceda la que habra alcanzado de estar reducido a su hinterland.

    Con respecto a Buenos Aires la posicin de Montevideo era ms ventajosa por las mejores condiciones naturales de su puerto y por disposiciones reales que lo declaraban punto de destino o de obligada escala. Esto signific para su comercio importantes ganancias por comisiones o consignaciones. Era puerto de llegada d los barcos correos desde 1767; en esa poca fue el lugar donde deban cumplirse los registros de las naves que arribaban al Pla-ta; desde 1791 fue puerto negrero para el sur del continente, y

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  • destino obligado de las naves procedentes de puertos neutrales con permisos especiales. Montevideo fue, as, un verdadero "en-trepot" para Buenos Aires. En la capital virreinal radicaba el grueso del capital comercial y sus grandes casas. estaban vincu-ladas a las firmas gaditanas y en menor grado a las catalanas, gallegas, vascas, etc. Fue, entonces, propsito de los bonaerenses eludir el paso obligado por Montevideo mediante la mejora de su puerto, la habilitacin del de la Ensenada y la liquidacin de los privilegios montevideanos. Las casas de Villanueva, Olaguer Reynals, Echichipa, Alzaga, Matheu, Lezica, Balanztegui, Santa Coloma, Necochea y Larravide, Arizpura, de las Cagigas, Alsina y Verges, Lavallol, Marc del Pont, Ugarte y tantas otras domi-naban no slo las importaciones europeas y su distribucin en Buenos Aires, sino que enviaban las mercancas al Paraguay, Alto Per y regiones norteas, a Cuyo -por disposiciones de 1778-y, atravesando la cordillera, hasta Chile. Esa extensa red de co-mercializacin se haca ms dbil en la franja litoral, pues desde Montevideo llegaban legal o ilegalmente las mercaderas hasta el Entre Ros, Corrientes, Santa Fe e inclusive Crdoba. A Ja vez la plata potosina, la yerba mate paraguaya, los tejidos, los cueros curtidos, el cobre chileno, los cueros y sebos y las arte-sanas del litoral llegaban a Buenos Aires desde el conjunto de los territorios del virreinato inclusive de las regiones de la Banda Oriental prximas al Uruguay, bajo dependencia econmica y administrativa de Buenos Aires. Desde el acrecimiento de las importaciones espaolas y europeas como consecuencia de las ampliaciones del comercio, los efectos y frutos provenientes de ultramar competan con las primitivas artesanas locales, tanto ms fcilmente cuanto los numerosos impuestos que gravaban el trnsito interior las encarecan notablemente.

    La "lucha de puertos", que opuso a las clases comerciales de ambas ciudades privilegiadas y que trascendi el mero enfren-tamiento econmico engendrando definidos afanes autonomistas, fue expresin de la pugna de dos grupos privilegiados en la de-fensa de intereses mercantiles locales.

    Tambin disfrut Montevideo de privilegios de intermedia-cin con respecto al Pacfico, con los puertos chilenos, peruanos o ecuatorianos. Registra Pablo Blanco Acevedo dos disposiciones: la de 7 de diciembre de 1770 y la de 16 de noviembre de 1776, por las que se impona, a los buques correos y mercantes que se dirigan al Pacfico, el arribo a Montevideo como puerto ter-minal o como escala obligada(=). E1 cacao, la cascarilla, el estao y el oro en barras o amonedado destinados a la metrpoli llegaban a Montevideo en barcos o por tierra, en este ltimo caso a travs del trfico dominado por Buenos Aires. Hacia el Pacfico se em-barcaban alimentos, artculos de tienda, mercera, ropas hechas; esencias y todo tipo de productos farmacuticos y de perfumera; hierro en planchas y barras y efectos varios de ferretera. La yerba mate paraguaya, los tasajos y los sebos del Virreinato -destinados en buena parte a las fbricas de jabones- integraban,

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  • junto a los esclavos negros, otros tantos rubros de este trfico. J. R. Mil de la Roca, Berro y Errazquin, Vilardeb, Salvaach, Magarios, Senz de la Maza y otros se relacionan con las casas chilenas, peruanas y ecuatorianas de Santos Izquierdo, Manuel Rivero, Manuel del Risco, Francisco Garca, Francisco Bernales, Manuel M. de Unluriaga, Toms Carriabazo, Bernardo Armen-driz, Juana de la Puente, Conde de Premio Real, Matas de Larreta, Francisco de Inda, Blas Sanz Prez, Manuel A. del Valle y Postigo, B. Armendriz; Icasa y Escobar, Armendriz y Larreta, Jos Vicente Mil de la Roca, Bernardo de la Roca(21).

    Hacia La Habana marchaban los cueros, sebos, tasajos, velas y harina a cambio de los azcares, aguardientes de caa, caf, miel, cera, tabaco, alquitrn, brea, etc. Un comercio triangular se articul entre la pennsula, desde donde partan las naves, Mon-tevideo, donde vendan o consignaban su cargamento y el Caribe, hacia el que partan con las bodegas llenas de productos riopla-tenses. Por medio de barcos norteamericanos trasladaban los frutos de la tierra desde Montevideo a Cuba y se dirigan luego al frica, a Baltimore, a Charleston, etc., en busca de esclavos.

    Las casas habaneras con las que gir preferentemente el comercio montevideano fueron las de Pedro Sena, Jos Higueras, Pedro Diago, Gaspar de Ugarte. Navieros y saladeristas como Maciel; Maza, Joanic, Magarios, Berro y Errazquin, Goddefroy, Obes y Sotilla, etc:, fueron quienes desde Montevideo, ya a nom-bre propio o de comerciantes bonaerenses, espaoles o cubanos dominaron esta importante lnea comercial.

    Desde 1791 mediante el trfico negrero, a partir de 1795 cuando se autoriza a comerciar con colonias extranjeras y luego de 1797 por medio de neutrales, el comercio se extiende hacia y desde nuevas regiones. En los aos finales de la colonia el inter-cambio directo con los ingleses y el acrecimiento del trfico con los restantes pases trastroc definitivamente el sistema tradicio-nal. Las autorizaciones y facilidades que se otorgaron para la adquisicin de barcos destinados al comercio negrero, el remate de presas de guerra y la produccin de los astilleros correntinos y paraguayos proporcionaron las naves que, propiedad de por-teos y montevideanos, constituyeron una no despreciable ma-rina regional.

    Nuevas lneas se haban establecido: comerciantes hambur-gueses, daneses, norteamericanos, portugueses y de otras nacio-nalidades traficaban desde colonias extranjeras y pases neutrales.

    El trfico esclavista estuvo ligado desde muy temprano a la incentivacin del comercio en el Plata. Ya a comienzos del siglo XVIII fueron los asientos franceses e ingleses los que motivaron el auge de las exportaciones. Bajo el gobierno de Vrtiz, durante la guerra con Inglaterra, se concedieron todo tipo de licencias, particularmente a comerciantes portugueses, brasileos y riopla-tenses,~ para la introduccin de negros, frutos y efectos no pro-hibidos. Desde 1787 la Compaa de Filipinas ostenta el mono-polio de este comercio -con destino preciso a Montevideo, en

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  • el Plata-, aunque fracasa en el negocio. Las disposiciones que de hecho abrieron el puerto de Montevideo al comercio exterior fueron las Reales Ordenes de 24 de noviembre de 1791, 22 de abril de 1804 y 11 de febrero de 1806, por las que se permite importar a nacionales y extranjeros, estos ltimos sujetos a mucho mayo-res limitaciones que los primeros.

    A1 amparo de la introduccin de esclavos entraron en Mon-tevideo -que tuvo el triste privilegio de este infame y lucrativo negocio para todo el sur del continente- todo tipo de artculos y se extrajeron metales preciosos, de exportacin prohibida, mediante el contrabando. Los barcos negreros, que apare-can muchas veces registrados a nombre de un comerciante local, pertenecan en no pocas ocasiones a extranjeros, quienes por este expediente obtenan todo tipo de ventajas. Fueron muy numerosos los registrados como extranjeros, particularmente por-tugueses y norteamericanos. En 1805 entraron 22 barcos de Esta-dos Unidos, y la mitad de ellos conducan esclavos. En 1806 de 32 eran negreros 20, los que introdujeron 2.500 esclavos, aparte de 500 muertos en el viaje(22). Desde Brasil entraron por el puerto 849 esclavos en 1804, 2.988 en 1805 y 2.037 en 1810'>. Y si bien algunos de los contabilizados lo hicieron en barcos nacionales, la mayora lleg en naves portuguesas. Algunas grandes casas espaolas como la de Benito Patrn -cuyos representantes en Montevideo fueron Camusso y Massini- fueron autorizados a introducir grandes cantidades de esclavos desde frica. En algunos casos funcion un comercio triangular, con compra de carnes, cueros, sebos y harinas en el Plata, pasaje a Brasil donde esos artculos se vendan para comprar alcohol, tabaco y otros frutos, y viaje al frica, donde se adquiran esclavos con quienes los barcos volvan a Montevideo. Los negreros montevideanos pro-curaron obtener esclavos en el Brasil, donde los compraban pese a temporales prohibiciones de las autoridades portuguesas someti-das a presin de los riograndenses. Sin embargo, en muchas oca-siones comerciantes como Francisco Antonio Maciel, Francisco Joanic y otros aparecen interviniendo en esta clase de negocia-ciones directamente con el frica.

    El trfico con colonias extranjeras dio lugar a toda suerte de irregularidades en relacin a la ley colonial. Una y otra vez se denunci el uso fraudulento de la bandera espaola por parte de comerciantes brasileos al llegar al Ro de la Plata a fin de facilitar los negocios y eludir los impuestos. Recurso similar em-pleaban los comerciantes espaoles en los puertos del Brasil. En tiempos de guerra las autoridades del Plata permitieron la "por-tuguizacin" de los navos para sortear la persecucin inglesa, y tambin en esto se dio la burla: comerciantes portugueses y brasileos utilizaban el nombre de un rioplatense con el pre-texto de que se trataba de un barco "portuguizado"(2') E1 trfico con colonias extranjeras, importante va para el comercio de estas latitudes -sobre todo en perodos blicos- permiti colocar en el exterior frutos de la regin que de otro modo no hubiesen

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  • tenido salida. Estuvo estrechamente ligado al comercio negrero y se practic preferentemente por los ya citados comerciantes de Montevideo.

    La autorizacin del comercio en barcos neutrales y bajo el nombre de casas tambin neutrales -que la Corona otorg en 1797 a sbditos espaoles y americanos con preciso retorno a Espaa- permiti el surgimiento de un trfico de proporciones con los pases europeos y con Norteamrica. Detrs de esos ne-gociantes frecuentemente estaba Inglaterra. Muy pronto, y por medio de todo tipo de subterfugios, desapareci de los permisos concedidos el "preciso retorno a Espaa". Barcos hamburgueses, norteamericanos, daneses, portugueses, turcos y otros arribaron a Montevideo con toda clase de mercaderas, llevando en retorno frutos y, pese a todas las restricciones, metlico. Suspendidas en 1799, no obstante se siguieron concediendo las autorizaciones a casas espaolas, americanas y extranjeras mediante el pago de sumas que tanto necesitaba el fisco espaol o la cancelacin de deudas atrasadas. Estas "gracias" eran privilegios que entraron tambin en el comercio y sus titulares fueron muchas veces es-peculadores que las vendieron en forma total o fraccionadas(2'. Estas concesiones se multiplicaron luego de 1801, no cesaron des-pus de la Paz de Amiens -1802- y se hicieron ms numerosas y amplias despus de la reanudacin de la guerra en 1805.

    Este giro favoreci particularmente al comercio de Monte-video, a cuyo puerto llegaban las naves, y dentro de l a los privilegiados que representaban a las casas detentadoras de los permisos. Los enfrent sobre todo con los personeros del comercio metropolitano, que vean depreciarse sus efectos y que sufran el aumento que experimentaban los frutos del pas por su mayor demanda. Aunque en conjunto favoreci a los comerciantes mon-tevideanos, opuso a los distintos grupos que entre ellos se for-maron. Estas medidas acrecentaron el papel intermediario del puerto de Montevideo.

    Aunque la intermediacin fue un factor de peso en la acu-mulacin montevideana, no debe desdearse la importancia del comercio con la propia Banda Oriental. Duea de los principales depsitos de ganado del Ro de la Plata durante el siglo XVIII -si bien una parte de los cueros del litoral salan por Buenos Aires- y de los nicos saladeros de la regin durante la poca colonial, la exportacin de sus frutos -inclusive los del este, que no salieron por Maldonado sino por Montevideo- constituye un rubro fundamental de acumulacin para sus comerciantes. El his-toriador Germn O. T)arks compara el monto del comercio mon-tevideano con el bonaerense mediante la confrontacin de los re-caudos del impuesto de avera en ambos puertos entre 1794 y 1808, cifras que alcanzan, en nmeros redondos, a 383.192 para la ca-pital virreinal y 96.555 para Montevideo(28).

    La acumulacin de los barraqueros y traficantes de cueros en general fue particularmente lucrativa porque en los primeros tiempos.pagaron precios mnimos a los changadores que faena-

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  • ban en campos realengos, y despus denunciaron inmensas ex-tensiones, donde sin haber invertido un cntimo en el cuidado de los animales ni casi nunca en su compra, se hicieron dueos de millares de cabezas de ganado.

    EL CORSO: FORMA ACELERADA DE ACUMULACION

    Durante las guerras el corso desempe un importante papel en las luchas navales entre las grandes potencias, y en particular entre Francia, Inglaterra y Espaa, esta ltima alternativamente aliada a la primera o a la segunda. En la Amrica espaola la metrpoli foment desde muy temprano la participacin de sus sbditos en estas actividades, como lo registran las actas del Ca-bildo montevideano, pero en realidad slo logr que el corso to-mara volumen cuando el desarrollo del comercio cre una clase dotada de los recursos que demandaba el armamento de los barcos.

    La actividad de los corsarios se rigi hacia el final del colo-niaje por las Ordenanzas de Corso de 1796, complementadas por otras disposiciones de 1804, la Real Instruccin de Guardacostas, la Ordenanza de Matrculas, etc. Sobre todo en las disposiciones de 1804, adoptadas en ocasin de la guerra con Inglaterra, se incitaba a los sbditos a apropiarse de los buques ingleses, ofre-cindose la mayor celeridad y prontitud en la adjudicacin de las presas. Se estableca un juicio sumarsimo para probar la le-gitimidad de los comisos, que deba sustanciarse en el preciso trmino de 15 das. Se ofreca tambin a los corsarios la renuncia de la Corona en favor de los apresadores "de cualquiera parte del valor de las presas con la sola justificacin de ser propiedad Inglesa".

    E1 corso en el Plata obedeci no slo a las ventajas expues-tas, sino a la necesidad que a fines del siglo XVIII planteaba aqu la presencia de corsarios ingleses -entre otros el "Lancaster" y el "Jpiter"-, que bloqueaban el estuario y apresaban naves mercantes. En estos aos aparecieron buques corsarios franceses con nombres tan sugestivos como "La Republicana" y "El Gran Buonaparte", que solan traer sus presas a Montevideo, donde -pese a todo tipo de reticencias de las autoridades- las ven-dieron en diversas ocasiones. En esta actividad estaba Luis Goddefroy, quien en los aos siguientes se afinc en Montevideo y lleg a ser un poderossimo comerciante.

    El Real Consulado de Buenos Aires, que a propuesta de Bel-grano(zT) estudiaba el tema en 1797, aprest naves con la finalidad de perseguir a corsarios ingleses y apresar a quienes infringieran las leyes vigentes en materia de comercio y navegacin. Otro tanto hicieron los grandes comerciantes bonaerenses.

    En 1801 un grupo de comerciantes montevideanos form una sociedad encabezada por Mateo Magarios con la finalidad de emprender el corso. El siempre avisado hombre de negocios firm un contrato para utilizar a ese efecto la fragata "El Valiente",

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  • propiedad de Pedro Sorb hijos, del comercio de Burdeos, que sera capitaneada por el ciudadano francs Alejandro Etiene. Entre los accionistas de la sociedad figuran, adems de Magarios, su hermano Juan Antonio, Jos Gir, Juan Manuel de la Serna, Pas-cual Jos Parodi, Jaime Illa, Saturnino Martn de Zamudio, Domingo de Terrada, Francisco Antonio Maciel, Miguel Zamora, Berro y Errazquin, Ildefonso Garca, Juan Cayetano Molina, Mateo Gallego, Juan Balbn de Vallejo, Antonio Massini, Manuel de San Martn, Dionisio Antonio de Soto, Cristbal Martn de Montfar, Flix de la Rosa, etc. La campaa fue rendidora, y el capitn Etiene demostr conocer su oficio. Cinco meses despus, en los primeros das de enero de 1802 estaba de vuelta en Montevideo, donde se remataron las presas, con harto provecho para los accio-nistas y ampliacin en varias unidades de la marina mercante. Se capturaron cinco barcos que se remataron en 40.250 pesos fuer-tes en total(28).

    En 1805, reiniciada la guerra con Inglaterra, parecen haber alcanzado mayor volumen las actividades corsarias. Casas como Berro y Errazquin armaron grandes fragatas como la "Dolores" y la "Oriente". Slo el apresto de la primera haba elevado su valor a 32.000 pesos. Camusso y Massini armaron a su vez la "Dromedario" y la "Brillante". Guiados por capitanes franceses, los corsarios se arriesgaron hasta las costas de Africa. Y as la "Dolores", por ejemplo, en la factora de Malemba apres a las fragatas negreras inglesas "Clarendon", "Rebeca" y "Activa", y al bergantn "Williams", del comercio de Liverpool, en un epi-sodio novelesco. En sus declaraciones el piloto de la "Activa" relata el abordaje por la tripulacin del corsario "Oriente" y re-calca "que aunque lleg a echarlos los arpeos no se verific l que la gente Espaola entrase su bordo hasta despus de haberse arriado la bandera inglesa, lo que executaron resultado de cuatro caonazos que le tir estando con los arpeos citados sobre su bordo

    Prez Castellanos da otros sabrosos detalles como la tentativa de los navos ingleses de apresar la "Oriente", el combate sub-siguiente y la conquista de cada una de las cuatro naves. Esta-nislao Coraud, capitn de la "Oriente", si bien con prdida de buena parte de su tripulacin, obtuvo un triunfo 'sealado para la bandera espaola, y eran de esperarse suculentos beneficios para los armadores. E1 27 de octubre de 1805 entraba en Mon-tevideo, con las banderas desplegadas, conduciendo sus presas(89).

    El "Reina Luisa", de Antonio Massini y compaa, al mando de I-iplito Mordeille, tambin cerca de Africa cobr cinco presas, y entraba en Montevideo el 6 de noviembre, pocos das despus del "Oriente". Una salida ulterior de este ltimo, cuando ya se tena noticias de la ocupacin de E1 Cabo por los ingleses, le fue adversa, siendo apresado cerca de Santa Elena. Como un ele-mento ms de la poca y de estas actividades est el tambin novelesco episodio del intento del guardin- de la presa "Isabel", hecha por el "Reina Luisa", de levantar a la tripulacin y a la

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  • esclavatura y huir con el barco, prometiendo la libertad a los esclavos.

    Tan slo en 1805 de las presas inglesas se obtuvieron 743 esclavos.

    CONTRABANDO: LA COSTA Y LA FRONTERA

    El contrabando en la Banda Oriental, aunque imposible de cuantificar, ha sido unnimemente reconocido como fundamental para la comercializacin de sus frutos e introduccin de mer-cancas.

    A travs de la Colonia del Sacramento, mediante el arribo furtivo de corsarios europeos, encubierto por el Asiento de In-glaterra, por la frontera, la costa y el puerto de Montevideo, se le ha mencionado ineludiblemente por los jerarcas de la ad-ministracin, por las autoridades metropolitanas y por los viajeros que llegaron durante la poca colonial como un hecho frecuente, de enorme significacin econmica y cuya erradicacin fue prc-ticamente imposible.

    El complejo y restrictivo sistema comercial impuesto por Es-paa a sus colonias tipific como delitos de contrabando innmeras actividades relacionadas con el comercio. En el trfico martimo las formas ms frecuentes eran: la introduccin de mercancas no declaradas en los buques espaoles; el transporte en los barcos negreros de efectos no autorizados -cualquier artculo en los ex-tranjeros y todo lo que no fuera til de labranza en los espaoles-; en barcos destinados al comercio con colonias extranjeras el tras-lado de efectos no permitidos expresamente en la Real Orden que los autoriz; en barcos neutrales la introduccin de mercancas no permitidas -salvo autorizaciones especiales-; la simulacin de bandera para eludir restricciones e impuestos; la conduccin de efectos fuera del registro, etc. En las exportaciones. constitua contrabando principalmente la extraccin de metales preciosos sin. contralor, o en barcos o con destino no autorizado; la salida de frutos y efectos fuera del registro, etc.

    Formas mis gruesas fueron el arribo de embarcaciones a la costa sin llegar a puerto, la salid= de ofectos eludiendo la revisacin o, ya intervenido el barco, su desaparicin, intento de introducir fardos o cajones con artculos distintos a los declarados, de sacarlos sin pagar los impuestos correspondientes, ete.

    A medida que el comercio se fue ampliando, que arribaron barcos de diferentes nacionalidades y que el trfico alcanz mayor volumen, el contrabando fue tomando formas nuevas.

    En la Banda Oriental el contrabando martimo se complement con el abundantsimo trfico clandestino terrestre. Sus rubros or-dinarios fueron esclavos, alcohol y tabaco, y en pocas de guerra numerosas telas, desde las ms bastas a las ms delicadas. Cueros y ganados en pie cruzaron la frontera en proporciones ya indi-cadas.

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  • Aunque fue practicado en todas las escalas,'los mayores bne-ficiarios de este comercio ilcito pertenecieron a las clases pri-vilegiadas de la sociedad. En el contrabando portuario se vieron implicados la mayora de los grandes comerciantes. Casimiro y Pedro Berro, por ejemplo, fueron acusados en 1800 de complicidad en el negociado de la fragata "Columbus", destinada al trfico negrero y que traa, entre otras cosas, casimires, muselinas, sedas, manteles, zapatos, juguetes, anzuelos y cajas con instrumentos musicalesO'>. A Trpani, Camusso y Massini se les imput com-plicidad en el contrabando hallado en "Nuestra Sra. del Patro-cinio", que arrib con mercaderas no declaradas en el registro. La fragata "Santa Teresa", cuyo armador era Cristbal Salvaach, lleg de la-Isla de Mauricio en 1801 con 27 cajones de t y otros frutos no autorizados. La lista sera interminable. Eh 1811 Vilar-deb calific a los contrabandistas de "degenerados Espaoles de Montevideo y Buenos Aires" y sealaba que el trfico ilegal era tan frecuente que haba llegado a hacerse " precios fixos como por Arancel"z>.

    E1 contrabando por tierra fue uno de los puntos que ms preocuparon a la Corona, dispuesta a mantener el monopolio. En la dcada del 80 Manuel Cipriano de Melo opinaba que los cueros sacados clandestinamente hacia el Brasil se elevaban a medio milln anual, lo que en cinco aos representaba 1:200.000 pesos que debieron introducirse en efectos. Y refirindose a los contra-bandistas deca que haba que sacar la conclusin de que los changadores " son infinitos' o nadan en oro. Como no son tantos y viven en la mayor miseria, conclua que estaban trabajando para amos poderosos que eran los reales beneficiarios('3). E1 autor an-nimo de las "Noticias secretas' expresa que los portugueses son muy codiciosos de la plata castellana y calcula en un 25 % sobre moneda fuerte el beneficio de los negocios en telas, y acusa de contrabandistas no slo a los comerciantes sino a quienes se pro-curan estancias en las zonas prximas a la frontera del este por-que juegan "con dos barajas"(34).

    Si no se salva prcticamente ningn gran comerciante del contrabando portuario, lo mismo cabe para el fronterizo, en el que estuvieron indudablemente implicados tambin los estancieros, aun cuando bregaron por la erradicacin de los contrabandistas cuando extraan sus ganados sin su autorizacin. Hasta Bernardo Surez de Rondelo fue acusado por M. I. de la Quadra de com-plicidad con los contrabandistas (35).

    En realidad tambin el contrabando terrestre fue una empresa comercial perfectamente organizada, una larga cadena en la que forman los empresarios, los capataces, los peones y hasta los es-clavos:

    E1 contrabando que la Corona procur perseguir cont, sin embargo, con la buena voluntad y hasta la complicidad de los encargados de reprimirlo. Es conocida la denuncia que el Marqus de Loreto, celoso guardin del monopolio, hizo de los principales funcionarios virreinales: el Superintendente Francisco de Paula

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  • Sanz fue prcticamente acusado de complicidad, al igual. que el Jefe del Resguardo -rgano especficamente encargado de la re-presin de ese delito- Francisco de Ortega y Monroy, y el Se-gundo Jefe, Manuel Cipriano de Melo, condenado a once meses de prisin(ge); Francisco de Maroas, Visitador de las Reales Ren-tas de Tabaco y Naipes en Montevideo y propietario de una es-tancia en la Angostura, sobre la frontera este, es acusado con pruebas fehacientes; y con este ltimo aparece relacionado Rafael Gascn, Comandante de la Partida de Gutirrez; la misma acu-sacin pes sobre Antonio Pereira, Comandante de la Campaa.

    En informe de Joaqun del Pino, sucesor de Avils, se de-nuncia que durante el virreinato de este ltimo el contrabando alcanz notables proporciones e inculpa en tal sentido al Admi-nistrador de Aduanas Angel Izquierdo, a su hermano Manuel = quien compr barcos y estancias ayudado por el gran esclavista Toms Antonio Romero-, al Oidor Decano de la Real Audiencia y Juez de Alzadas Sebastin Velazco, al tambin Oidor de la Audiencia Pedro de Anzotegui, al comerciante Ventura Marc del Pont, a Anselmo Senz Valiente, a Pedro Andrs Garca, etc. Se denuncia que ni el Secretario de Avils, Miguel de Lastarria, escap al negociado(eT). Es difcil saber la verdad de lo aseverado. Avils, Lastarria e Izquierdo favorecieron una poltica amplia en materia de introducciones, que combati ardientemente el fiscal Mrquez de la Plata, y no es posible saber en qu medida no es esto lo que levant la resistencia de grupos de comerciantes no vinculados a los nuevos negocios y del nuevo Virrey, al parecer cerrado defensor del monopolio y tan poco grato a un funcionario tan lcido como Azaia. El propio Lastarria en sus "Colonias..." se extiende sobre los perjuicios del comercio con neutrales, que autoriz Avils en pocas de guerra y que molestaba a los mo-nopolistas que no participaban en l. Es evidente que la acusacin de complicidad en el contrabando se lanz reiteradamente contra todos quienes no fueron excesivamente estrictos en el cumpli-miento de la ley colonial, pero tambin es claro que muchos fun-cionarios colaboraron en el comercio ilcito.

    Salta tambin a la vista la lenidad de las sanciones a los poderosos. La ley dispona la confiscacin de la mercanca y del medio de transporte empleado. Pero los funcionarios actuantes solan disculpar al gran comerciante, presumiendo su error y bus-cando todo tipo de subterfugios legales, que iban desde el testa-ferro sobre quien recaa el castigo y que... oportunamente haba huido, hasta la absolucin al comprobarse que todo estaba pronto para cometer el delito pero... no haba habido tiempo para lle-varlo a cabo. Los peones de los comerciantes poderosos, aun cuando fuesen contrabandistas conocidos, salan pronto de la prisin.

    Por otra parte, en el consenso social el contrabando no fue mirado sino como un delito menor y muy conocido. Si contribuy a corroer el sistema colonial, no obstante se adaptaba a l, y era ms bien el correlato indispensable del cerrado rgimen mo-nopolista. Mariano Moreno, en su clebre Representacin de los

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  • Hacendados, dir que justamente bregan por el .mantenimiento del monopolio quienes tienen llenas sus tiendas de efectos de con-trabando. En igual sentido se expresan las autoridades con res-pecto a Berro y Errazquin, de Montevideo.

    Es imposible estimar el monto del contrabando. Horacio William Bliss calcula que casi igualaba al comercio legal08) y Humboldt afirmaba que los dos tercios de la plata potosina se evadan por esta va. En la Banda Oriental su volumen fue enorme.

    COMERCIO INTERIOR

    E1 comercio interior abarcaba dos lneas esenciales: el abas-tecimiento del mercado de Montevideo, villas, pueblos y campaa, y el acopio de frutos del pas. E1 giro de este comercio fue con-siderablemente menor que el del exterior.

    La distribucin de frutos y efectos importados comprendi dos tipos de operaciones: la venta al por mayor y el comercio minorista. Los mayoristas fueron en muchos casos los propios importadores, pero existieron tambin comerciantes al por mayor con la funcin especfica de intermediar entre el importador y el minorista. En 1808 este sector reclamaba contra el impuesto que se le obligaba a satisfacer en las ventas a los minoristas, y distingua esta alcabala de "las gabelas que pagamos en su in-troduccin bien de la Pennsula, o bien del interior del Reyno"(88), as como de las que abonaban los minoristas en sus ventas directas al pblico. Como ejemplo de importador que traficaba directa-mente con el minorista tenemos a Miguel A. Vilardeb vendiendo mercaderas a Arre para su pulpera, a Juanic para la de Fran-cisco Llamb en San Jos ('), entre muchos otros. Juan Torres, no importador, aparece surtiendo la pulpera de Vicente Marn con bebidas, azcar, yerba, nueces, papel, etc. Juan Fernndez Camberro, de la misma condicin, exige una deuda en artculos de tienda y sastrera a Eugenio Ezcurra(4'). En la matrcula le-vantada en Montevideo en 1811 al tramitarse la creacin del Con-sulado de Comercio, consta la existencia de un ncleo impor-tante de comerciantes de este tipo. Muchas veces un pulpero o tendero pasaba a ser mayorista y procuraba entrar en el comercio exterior. No era excepcional que un comerciante dominara toda la lnea: que un importador vendiera directamente al pblico en su tienda y surtiera a comerciantes de menor capital, princi-palmente del interior. Mateo Magarios, por ejemplo, en 1804 vende a Jos Torres y Lemus una tienda en la calle del Portn de San Pedro, y aparece en diversas oportunidades proveyendo a comerciantes del interior, as como de Santa F y Entre Ros(42)El comercio directo con el pblico almacn, pulpera, etc. El volumen del negocio variaba conside-rablemente entre los grandes establecimientos de un Benito Vidal, un Arraga, etc., y los pequeos. Miguel de Monasterio, por ejem-plo, .denuncia para el pago de alcabala 200 pesos de ventas en

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  • seis meses, mientras Juan I. Mrquez 4.000 pesos de efectos y una compra de cueros por 8.291 pesos con 3 reales(4a).

    Las pulperas fueron muy numerosas tanto en Montevideo como en campaa. Tan solo en el casco urbano de Montevideo existan en 1806, 150 almacenes y pulperas; en extramuros, 14; en el ejido, 33, y en los propios, 35(44). E1 acrecimiento de su n-mero a lo largo del coloniaje, y sobre todo hacia el final, est relacionado con el aumento de la poblacin y de la riqueza. De 40 que haba en toda la jurisdiccin en 1760 pasaron a 140 slo en la campaa en 1808(4). En las villas, en los pueblos y en la campaa la pulpera fue el lugar obligado no slo para la venta de efectos varios sino para la negociacin de los frutos del pas, cuyo intercambio se operaba muchas veces mediante el trueque. "Las haba de importancia -dice J. F. Salaberry- jalonadas por toda nuestra campaa, a distancias muy bien escogidas, las cua-les eran a un mismo tiempo pulpera, hotel, almacn, ferretera, tienda, bazar, y, por desgracia, tambin no pocas veces, casas de juego"(48). Ampliamente descritas por viajeros y literatos duran-te todo el siglo XIX, su imagen aparece circunstanciada con lo ms caracterstico de la vida social de nuestra campaa. Se pro-vean desde Montevideo mediante tropas de carretas que llegaban a los pueblos y villas y a los rincones perdidos del territorio.

    Prcticamente en toda gran estancia existi una pulpera, ex-plotada a veces por el hacendado y otras por un arrendatario. Predomin el primer tipo. Vzquez de Espaa, Antonio Pereira, Miguel Zamora, Diego Gonzlez, Melchor