barca de santiago

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Revista diocesana de la Archidiócesis de Santiago de Compostela, España. Número 3 nov-dic 2011.

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ueridos lectores, Este mes comienza con el recuer-do emocionado de la peregrinación que el Papa Benedicto XVI vivió el pasado Año Santo Compostelano entre no-sotros. De algún modo, su presencia como peregrino y testigo de Jesucristo resucitado confirma nuestra propia fe. Su testimonio y su mensaje sirven de referencia para la peregrinación cris-tiana que hemos emprendido en esta tierra, después de haber conocido al Señor y empeñado nuestras energías en seguirle. Tras la reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Epis-copal Española, se ha publicado una nota de orientación moral ante las elecciones generales del próximo 20 de noviembre. Los cristianos tene-mos, desde siempre, el deber de la cita con las urnas. Somos conscientes de que nuestro compromiso supone un granito de arena necesario en la cons-trucción de la sociedad. Al votar, va-loramos, como un tesoro, el precioso regalo de nuestra libertad de elección; además, nos gustaría contribuir, apor-tando todos los valores del evangelio, a la solución de una crisis como la ac-tual, que no afecta sólo a la economía.

El Santo Padre ha participado en Asís en unas Jornadas de reflexión, oración y diálogo, cuyo título tiene un profundo sabor jacobeo para nuestra diócesis, acostumbrada a la universa-lidad: “Peregrinos de la verdad, pere-grinos de la paz”. Allí, junto a otros

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muchos representantes de distintas religiones, exhortó a todos a trabajar por la paz y combatir la violencia y el terrorismo. La idea que ha venido re-pitiendo el Papa con insistencia, sigue abriéndose paso: la sociedad no puede aparcar a Dios en la cuneta de esta ci-vilización tecnológica. Desde la pers-pectiva cristiana, la civilización ha de caracterizarse sobre todo por la expe-riencia de Dios que en ella pueda lo-grarse.

Los católicos somos grandes privilegiados. Estamos llamados a ser artífices de una nueva humanidad, construyendo la ciudad de los hom-bres conforme a la ciudad de Dios. En pocos días comenzaremos a celebrar el tiempo litúrgico del Adviento que ha de servirnos para revitalizar nuestra res-ponsabilidad de elegidos de Dios. Sólo la fe vigilan-te y la fidelidad permanente pue-den hacer nues-tras vidas dignas de la salvación, manteniéndonos limpios e irre-prochables para el día de Cristo (Fil 1, 10), despojándonos de las obras de las tinieblas y creando puntos de luz en una humanidad que camina en la oscuridad (Rom 13, 12), con el auxilio necesario de la gracia divina1.

1 Cf. Gaudium et spes, 30

El mensaje navideño tradicional reclama de nosotros conversión, para no mostrarnos insensibles a Dios, y sobriedad, para no apartar la mirada de la indefensión o la pobreza que vi-ven tantos hermanos nuestros. Pero además, supone una opción definitiva-mente radical por el valor de la vida humana y la familia. Se trata de dos pilares que reclaman un gran cuidado y una atención delicadísima. Una hu-manidad fundamentada en la verdad y la justicia, en la libertad y el amor, es posible.

“Estad siempre alegres en el Se-ñor” (1Tes 5, 16). Una vez más, el Niño de Belén nos muestra la ternu-ra de Dios, que nos envió a su propio Hijo, hecho hombre, que amó sin es-perar nada a cambio, se conmovió ante

nuestras nece-sidades y dio su vida en la cruz por nuestra sal-vación. Hoy, más que nunca, se re-clama a los cris-tianos una santi-dad de vida ante Dios y ante los

hombres. Nuestras buenas obras pue-den convertirse en una hoguera, como la del Portal de Belén, para crear un clima de familia, de luz y de calor que este mundo global necesita.

+ Julián Barrio Barrio,Arzobispo de Santiago de Compostela

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Barca de SantiagoRevista diocesana

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nos amigos me pidieron que atacase, en este número de Barca de Santiago, una falsa devo-

ción por los difuntos que se parece más a la supers-tición que a la fe. “¡Diles que creemos en un Dios de vivos y no de muertos! ¡Que dejen de mirar al pasado y trabajen por la Iglesia de Jesucristo!” Pero luego pen-sé que no sabría muy bien cómo hacerlo. Entonces me vino a la cabeza un tesoro al que tenemos acceso los cristianos: la santidad.

Este mes habrá Misas de Acción de Gracias en nuestra diócesis por la vida de algunos de los mejo-res hijos de la Iglesia, expresión preciosa que utiliza la Liturgia para referirse a los santos. Concretemos más: Luigi Guanella fue un santo sacerdote italiano; su congregación trabaja en la parroquia de Arca (O Pino). Una representación de las Siervas de San José en Santiago agradece la fidelidad de su fundadora San-ta Bonifacia Rodríguez de Castro. El Beato Francisco Jesús Carlés González, Padre Franciscano y mártir de la Guerra Civil, nació en Pontecesures… Estos herma-nos mayores estuvieron y están llenos de vida. Para nada sentimos tristeza al visitar sus restos mortales en un cementerio. Animan, no oscurecen. Lucharon y vencieron, por supuesto. Pero la pasta de que estaban hechos es la misma que la nuestra. Lo corriente pue-de ser extraordinario, inolvidable, entretenido, único, felicísimo… santo.

No todo es santo en la Iglesia, claro. Ahora bien, con el paisano de a pie, reconocemos que “tan-tos esforzos por botala abaixo e aínda está en pé… Ten que ser de Dios”. Se dice que Cristo ha amado a la Iglesia como a una esposa, enriqueciéndola con el don del Espíritu Santo. Desde entonces, Dios pone a nuestra disposición en ella los grandes medios de san-tidad: los sacramentos, la doctrina, leyes y consejos, la Sangre de Cristo, el perdón de los pecados… y la atención al prójimo necesitado en quien, sólo gracias a la fe, reconocemos la sed de Jesús resucitado por recibir nuestros cuidados. Quienes aprovechan bien esos recursos: ¡santos!

A los que sois morriñentos -como yo- os diag-nostico el complejo de emigrante: pasaremos por la tierra deseando volver a casa, al lugar de la santidad absoluta de Dios. Donde no hay crisis, burocracia ni problemas. Donde reina el cariño. Para llegar a esa meta, estos días se nos ha propuesto el pacífico cami-no de la libertad religiosa; porque nadie tiene derecho a silenciar las voces de quienes desean proclamar al mundo las grandezas de Dios. Así lo dijo, en Asís, Su Santidad el Papa.

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s defuntos Hai uns anos unha magnífi-ca película de Amenábar sorprendía os espectadores mostrando un gru-po de defuntos que “convivían” cos “outros”, os temporal e fisicamente “vivos”, e tiñan que coidarse de seren vistos por eles, de eludir a luz do día e outras precaucións que a ficción adoi-ta atribuír ás persoas que están do outro lado da morte.

Os denominados “zombis”, tan frecuentes nas películas de terror, son pantasmas que conservan certa enerxía biolóxica nos seus corpos de mortos viventes, sempre destinados a facer dano aos vivos normais.

Coñezo persoas que manifestan ter medo dos mortos, dálles grima pa-sar a carón dun camposanto e eluden dar condolencias nos velorios. A miña resposta ante eses temores (“quen nos poden facer mal son algúns vi-vos”) non parece moi eficaz á hora de liberalas deles.

Chega novembro coa Conme-moración cristiá dos Fieis Defuntos, acosada recentemente pola desigual competencia de “Hallowen” e do Samaín, “tradicións” estas que, por

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certo, campan nalgunhas escolas con máis liberdade do que o Nadal real-mente tradicional. A celebración cris-tiá dos Defuntos trae consigo moitas preguntas e sobre todo moita esperan-za para compartir cos lectores.

Empezarei por lembrar unha referenza dos Feitos dos Apóstolos. Lucas, o autor, pon estas palabras na boca do procurador Porcio Festo, can-do informa a Herodes Agripa sobre as acusacións contra Paulo de Tarso, a quen ten preso: Só tiñan en c o n t r a del unhas cuestións da súa relixión e dun certo Xesús de-funto, de quen Pau-lo afirma que vive ( F e i t o s 25, 19). Este Paulo, San Paulo, deixou por es-crito reiteradamente nas súas cartas cal era a súa esperanza trala morte: entrar na plenitude da vida con Cris-to resucitado. O credo cristián remata con esta afirmación rotunda: creo na resurreción da carne e na vida eterna. Purifiquemos a imaxinación: a vida eterna non é coma a vida tem-poral A nosa vida temporal, desde a concepción ata a morte, está someti-

da a toda clase de límites: o noso cor-po, de determinadas medidas, só pode estar nun sitio - coordenada espacial-, e nunha hora determinada -coordena-da temporal-. Masa, espazo e tempo son as condicións do noso vivir aquí.

¿Onde están mortos? Non nece-sitan sitio. ¿Canto dura a eternidade? Nin dura nin deixa de durar, é outra dimensión da existencia, esa na que vive Deus –o eterno- e mais Cristo re-sucitado, e con eles todos os santos,

isto é, os que pa-s a r o n da vida temporal á eter-na. Son os nosos “ r e s t o s mortais” os que permane-cen aquí, no tem-po. O que realmente

somos, coa nosa conciencia e a nosa identidade persoal, entra despois da morte na vida Eterna.

As investigacións actuais da Física poden axudarnos a mellorar a nosa comprensión sobre estes temas, anque os exemplos sempre teñen que ser perdoados por non se axustaren totalmente ao que se quere explicar con eles. Nos recentes anos cada paso que se dá no coñecemento do átomo e dos seus compoñentes, máis am-

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plos e novos campos se abren para o coñecemento do cosmos. Canto máis sabemos da materia, máis grande se fai o que nos falta por saber. Afírmase que a ciencia actual coñece un cinco por cento da materia, incluíndo nes-ta a “antimateria” (unha especie de átomo invertido). Sabemos que existe a “materia escura” e mais a “enerxía escura” que compoñen a inmensísima parte maior de canto existe, pero des-coñecemos en que consiste, cales son os seus compoñentes e mais as súas leis.

Iso é o que sucede coa vida eter-na: é esa vida que descoñecemos, pero que é o mellor don que Deus nos dá pois a vida no tempo está destinada á Vida Eterna.

Creo na resurrección da carne e na vida eterna Un acreditado poeta, agnóstico confeso, Félix de Azúa, comentaba hai anos nun artigo de prensa a súa es-trañeza ante unha homilía nun funeral ao que asistiu por razóns de amizade. Queixábase de que o oficiante non dixera nada da resurrección da carne, que para o poeta era a verdade máis fermosa do cristianismo.

Non sei se o poeta era xusto ou inxusto con aquel crego, pero acertou plenamente no referente á resurrec-ción. Non sabemos como será o noso “corpo glorioso” nin como enchere-mos de amor e de vida plena a eter-nidade en que viviremos, pero a resu-rrección de Cristo é garante da nosa resurrección. Se morremos con El, tamén viviremos con El (2Tim 2, 1), e xa comprendemos o significado do “morrer con El”, que non se reduce ao feito puntual da morte biolóxica, senón a toda a sementeira de vida e de

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amor, o miste-rio pascual, que o bautismo inseriu en cada cristián. Orar cos defuntos e polos defuntos A devoción aos santos e a ape-lación á súa inter-cesión ante Deus é orar cos defuntos, pois iso son os santos. O día de Todos os santos facémonos máis conscientes de que os nosos santiños familiares, os no-sos defuntos, ta-mén entran en co-muñón connosco pola oración. O vi-vir en Deus, a vida eterna, irrompe na nosa vida temporal de moitas manei-ras, as máis sensi-bles son os sacra-mentos da Igrexa cos que o cristián se vai identificando co mesmo Señor resucitado. A gran irrupción de Deus na historia humana é Xesús de Nazaret, Deus feito home. El abriu para nós a porta da eternida-de.

Remato cunha referenza de Biei-to XVI na encíclica sobre a esperanza, a propósito da oración polos Fieis De-funtos:Ninguén vive só. Ninguén peca só. Ninguén se salva só. Na miña vida entra continuamente a dos outros: no que penso, digo, ocúpome ou fago. E viceversa, a miña vida entra na vida

dos demais, tan-to no ben como no mal. Así, a miña intercesión de ningún xeito é algo alleo para

o outro, algo ex-terno, nin sequera despois da morte. No armazón do ser, a miña grati-tude para con el, a miña oración por el, pode significar unha pequena eta-pa da súa purifi-cación. E con isto non é necesario converter o tempo terreal no tempo de Deus: na comuñón das almas queda superado o sim-ple tempo terreal. Nunca é demasia-do tarde para tocar o corazón do outro e nunca é inútil. Así se aclara aínda máis un elemento importante do con-

cepto cristián de esperanza. A nosa esperanza é sempre e esencialmente tamén esperanza para os outros; só así é realmente esperanza tamén para min. Como cristiáns, nunca deberia-mos preguntarnos soamente: Como podo salvarme eu mesmo? Deberia-mos preguntarnos tamén: Que podo facer para que outros se salven e para que xurda tamén para eles a estrela da esperanza? (Spe salvi, 48)

Andrés García VilariñoDelegado de Apostolado Segrar

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na vez más, las noticias de la jornada vienen a alertarme de

que vivo en un mundo real que dis-ta mucho de ser un paraíso terrenal. El flash de noticias radiofónicas que me despierta cada mañana provoca en mi mente y corazón una reacción de desagrado, de decepción, de cierta desesperanza. Éste es el mundo real, éste es el escenario en el que me toca desarrollar la trama de mi vida. Éste y no otro; así que no queda otra iner-

cia vital que la de levantarme, tomar en ristre la mochila de mi existencia, y seguir cami-nando hacia un horizonte defi-nido: el de mis

ideales más bellos, que se conquistan con tesón y en medio de sufrimientos (esta cara amarga pero real de la vida que somos y nos rodea).

“Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme”. Esta fórmula inicial de la liturgia de las horas que recitamos los frailes en comunidad adquiere por ello mismo, por el mundo en el que vivimos, un esplendor muy especial. La fe viene en nuestra ayuda, como ánimo en el camino, como estímulo para no des-fallecer frente a la adversidad, como alimento que puede sostener nuestra esperanza, por momentos, marchita y vilipendiada.

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Y estos p e n s a -m ien tos los acuno en este t i e m p o de otoño, inusual -m e n t e seco por estas lati-tudes, en este ciclo n a t u r a l en el que la natu-raleza -aparentemente mortecina- se renueva, se transforma y engendra en sus entrañas la próxima primavera. No por casualidad, el otoño es el mar-co natural en el que la Iglesia celebra el tiempo de adviento (en alusión al que viene, vino y vendrá), como prólogo solemne y profundamente significativo de las celebraciones del natalicio del Salvador, Jesu-cristo, el Señor.

El adviento es esencialmente el tiempo de la espera esperanzada, de la expectación emocionada en la espera de alguien importante que vendrá, que sabemos que ya está viniendo, que si-gue viniendo. Pero estos preparativos no sólo se han de ceñir a la liturgia que celebra la comunidad eclesial (los cantos y corona de adviento, las lectu-ras bíblicas adecuadas con la preemi-nencia de las figuras de Isaías, Juan Bautista y María de Nazaret, el color morado…). El adviento tiene mucho que ver con la vida misma, con la vida cotidiana, escenificada en el marco de

la exis-tencia de las perso-nas, por-que, al fin y al cabo, lo que ha-cemos es fortalecer n u e s t r a esperan-za, y esto mismo es lo que ne-cesita el mundo.

La esperanza ha de ser la gran protago-nista de la historia de la Humanidad, máxime en estos tiempos de crisis económica (en buena medida alentada por una crisis más profunda, menos

visible, más sutil: la falta de valores humanos y espi-rituales). De ahí que los cristianos y cristianas debe-ríamos ser reco-nocidos en nues-tro tiempo como hombres y muje-

res esperanzados, y esperanzadores, capaces de vivir ya la inminencia del Reino de los cielos que comienza aquí mismo, dentro de nosotros, en ti, en mí, en quien se deja cortejar por la fuerza del amor de Dios. Sólo así, a fuerza de esperanza, lograremos ce-lebrar la Navidad ansiada (“Marana thá”), el nacimiento definitivo del amor en lo más profundo de nuestro corazón.

En el Museo de Tierra Santa (sito en el convento de San Francisco de la ciudad del Apóstol) una estrella

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de metal emula a la que actualmente señala el lugar del nacimiento de Je-sús en la bíblica Belén. En torno a ella, unos fragmentos de losas de mármol guardan memoria del acontecimiento (puesto que estuvieron allí mismo, en Belén, durante siglos). Contemplan-do la estrella, medito las palabras que se graban en la misma: “Hic de Virgi-ne Maria, Iesus Christus natus est”. Sí, “aquí”, es decir, en mí mismo, a cada instante, se produce -si preparo mi alma- ese encuentro íntimo con la esperanza que es madre de la paz de corazón, la que siente quien, abrigado por la fe, sale a los caminos de la vida en plena tempestad de malas noticias para proclamar una buena, muy buena (noticia “evangélica”): Dios, el Dios del amor, no se olvida de nosotros. La esperanza lo hará posible, una vez más:

“Llegará en la noche cubierto de rocío,llegará cuando menos se le espere, llegará.Tú, mientras, no desesperes, corazón mío

porque pese a todo, Él llegará.

Contempla tu historia vivida,y descubrirás que los amores

habitan en ti:¿cómo puedes decir que no le conoces

si el mismo amor vive en ti?

No desesperes y aguarda,llegará, siempre llega,

en el pobre y el despreciado,en las encrucijadas de la vida,

Él siempre llega.

Escucha... silencio....alguien llama a tu puerta.tu corazón escruta atento:

“¿será Dios que viene a mi indigencia?”

Y resulta al fin, que tras tantos sufrimientos Él siempre estuvo

sosteniendo tus cimientosdentro de ti, en lo más íntimo.

Eres tú un mensaje divino:el adviento de Dios

para el mundo”.

Paco MiramontesSacerdote franciscano

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¿Cuántos años lleváis como Delega-dos de Pastoral Familiar?

J y F.: Quince años, desde que D. Ju-lián tomó posesión como Arzobispo de Santiago de Compostela.

¿Qué supone realizar este trabajo pastoral para vosotros como matri-monio?

J y F.: Es la expresión de nuestro com-promiso como matrimonio cristiano. Es la respuesta a una llamada de la Iglesia a través de nuestro Obispo.

D. Julián tuvo la idea muy clara y nombró “delegado” de Pastoral fami-liar a un matrimonio. Es, por tanto, un trabajo pastoral para realizar los dos juntos. Es algo que nos ha ilusio-nado porque nosotros siempre hemos buscado que nuestra actividad sea de los dos; incluso en nuestra profesión pudimos trabajar juntos.

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¿Creéis que la familia cristiana se siente y vive como “Iglesia domésti-ca”, tal y como la calificó Juan Pa-blo II?

J y F.: Como nos enseña el Papa, la familia cristiana, por el hecho de ser-lo, es ya “Iglesia doméstica”. Dice así el Papa: “una reve-lación y actuación específica de la comunión eclesial está constituida por la familia cris-tiana que también por esto puede y debe decirse Igle-sia doméstica”.

Sentirlo y vivirlo es un paso más que tiene que verse favorecido por la evangeliza-ción que haga des-cubrir a la familia cristiana lo que realmente es. Pero esto no le ocurre solamente a la fa-milia; le ocurre también a la Igle-sia, lo dice igualmente el Papa en la Exhortación Apostólica: “también la pequeña Iglesia doméstica, como la gran Iglesia, tiene necesidad de ser evangelizada continua e intensamen-te”.

¿Cómo se evangeliza hoy en día a las familias, incluso a las familias cris-tianas que viven adormecidas?

J y F.: Aquí entramos en una situación complicada, porque resulta que a las familias se las debe evangelizar desde la propia familia: “la futura evange-lización depende en gran parte de la Iglesia doméstica”. Y hay muchas fa-

milias que, siendo cristianas porque sus miembros están bautizados, no han acogido dentro de ellas mismas el Evangelio. En esto es donde hay que incidir: en que conozcan la buena nueva del Evangelio y la buena nueva del Evangelio sobre la Familia.

Creemos que el anuncio de la Pa-labra de Dios siempre ha sido el componente bási-co de la evangeli-zación; por eso no puede haber nue-va evangelización sin proclamación de la Palabra de Dios.

El Plan Pas-toral Diocesano para este trienio tiene como obje-tivo precisamente “la Palabra de Dios anunciada, cele-brada y testimo-niada en el seno de la comunidad diocesana, fuente

para la nueva evangelización”.

Desde la Delegación queremos contribuir a conseguir los objetivos del Plan Pastoral Diocesano y vamos a resaltar la importancia de la lectura de la Biblia en la familia. En las cateque-sis de preparación al Matrimonio debe leerse siempre un texto del Evangelio. En las reuniones y Semanas de la Fa-milia diocesanas proponemos que se tenga como objetivo fomentar la escu-cha y la lectura de la Palabra.

También es de gran ayuda para las familias el poder vivir su fe en pe-queños grupos o comunidades.

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a Delegación Diocesana de Pas-toral Familiar recibe la misión

del obispo, pastor de la diócesis, de coordinar la pastoral que se desarrolla sobre la familia como objeto de evan-gelización y la que realiza la familia como sujeto evangelizador. El objetivo primordial de la delegación de familia es fomentar familias preocupadas por establecer el Reino de Dios en este mundo.

Desde la pastoral familiar que-remos anunciar la buena nueva de Jesús sobre la familia y la vida, el “amaos unos a otros como Yo os he ama-do” debe estar presente en la comunidad conyugal y en la vida familiar. Este anuncio lo hacemos en los cursos de preparación al matrimonio; en la preparación de los padres que solicitan el bautis-mo para sus hijos; en las escuelas de padres, etc. En la familia celebramos casi todos los sacramentos y aconteci-mientos de la fe. Y en la familia servi-mos a los demás acogiéndolos cuando nacen desvalidos y cuidándolos cuan-do por ser ancianos ya no pueden va-lerse por sí mismos. Si evangelizamos a la familia, estamos evangelizando a la sociedad. Que la familia cristiana tome conciencia de que tiene que ser evan-

gelizadora. Ha dicho el Papa que “el futuro de la evangelización depende de la familia”. Tenemos que evange-lizar porque es un deber de los bau-tizados, no se trata solamente de que cada vez haya menos sacerdotes, sino que es misión de todo bautizado.

Todos estamos llamados a ser luz del mundo y sal de la tierra, si las familias cristianas vivimos nuestra fe como un compromiso con el mundo al que hemos sido enviados podemos colaborar de un modo eficaz a que en el mundo haya más amor y menos

odio, más pre-ocupación por los demás y menos indife-rencia, más so-lidaridad y me-nos egoísmo.

La delegación coordina un equipo que dis-tribuye su tra-bajo en las si-guientes áreas

de actuación: - Formación de agentes de pastoral fa-miliar.- Catequesis de preparación al matri-monio y seguimiento de las parejas de matrimonios jóvenes para facilitar su incorporación a la pastoral familiar.- Relaciones de la delegación con las parroquias para facilitar el intercam-bio de actividades y experiencias.

Jesús Calzada y Felisa MozoDelegados de la Pastoral Familiar

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l Año Santo de Carballo. Al-guien quiso darlo a conocer así,

sin más; como para rivalizar, “en buen plan”, con las citas a las que Santia-go Apóstol nos tiene acostumbrados en Compostela. Con motivo del cente-nario de la construcción de la Capilla de la Milagrosa en Carballo, el equipo local de sacerdotes, Consejo Parro-quial y Cofradía se plantearon pedir la coronación canónica de la imagen de la Santísima Virgen. Siempre con la idea de que sirviese como impulso para volver a la vida cristiana, en fami-lia, de la mano de María. Después, la ayuda del Sr. Arzobispo promovió los trámites de solicitud del Año Jubilar. Una gran oportunidad evangelizadora comenzaba a tomar cuerpo.

Además, los cristianos tenemos claro que “A Dios rogando y con el mazo dando”. Por eso se trabaja para que, como fruto de la oración de todo este Año Jubilar, pueda ponerse en marcha el Hogar de Doña Basilisa, casa de acogida para ofrecer, a las ma-dres que no quieran abortar, oportuni-dades que respalden la vida.

María es la que nos acerca siempre a Jesús. La familia respirará de nuevo la vida cristiana en su seno si se acerca a los sacramentos, reza unida y se mantiene en la caridad. Así lo simboliza la imagen de la Inmacu-lada Milagrosa con los brazos abier-tos, ofreciendo a todos su regazo de madre: a los padres, a los niños a los enfermos, a los difuntos… Todos esos

colectivos quedaron representados en la ceremonia de arranque del Jubileo.

La afluencia de numerosos pe-regrinos atestigua el tirón de la Virgen. Si se contagia el afán de una renova-ción interior para confiar más y mejor en Jesucristo y el deseo de regresar a casa en aquellos que se habían aleja-do de Dios y de su Iglesia, ya podría hablarse de una gran conquista.

José García GondarPárroco de San Xoán Bautista,

Carballo

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xente da parroquia é sinxe-la, aberta e desprendida.

Amósanse preocupados pola formación, sobre todo cultural. Nativos da parroquia, poucos. A maioría viñeron doutras parro-quias dos arredores. Ao principio, había moitos terreos comunais e empezaron a construir casas co permiso do Concello. Recibían un terreo para horta e casa. Os primeiros fogares agrupáronse en tres zonas: O Montiño, A Rúa Nova e A Torre.

Da actividade parroquial gustaríame recordar tres misións que houbo, como noutros tantos lugares. Unha delas, a dos PP. Redentoristas, aportou un froi-to inesperado. Os misioneiros formaban asambleas nas casas. Daquelas reunións, case sen dar-nos conta, xurdiu un grupo que

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se xuntaba unha vez ao mes; e durou moitísimos anos. 15 casas de veciños a tratar dun tema, cun programa que deixaron os “padres”. Destácoo por-que supuxo un dos momentos “este-lares” da evanxelización na parroquia. Era enriquecedor: había varios que non participaban na Eucaristía domi-nical de xeito frecuente pero, sen em-bargo, amosaban interese e dialogaban con profundidade acerca das diversas materias.

As festas locais: Sta. Ana (26 xullo); Sta. Cristina (4 xullo); O San-tísimo, que tradicionalmente coincide co día do Apóstolo (25 xullo). Exis-te a Capela dos Desamparados, que acolle unha fermosa historia. Está si-tuada nun lugar chamado “A Devesa”. Alí, os veciños gardan unha promesa dende os tempos da Guerra Civil, que consiste en manter acesa a lámpada que lle alumea á Virxe María. Enco-mendáranse a ela para que coidase

dos combatientes que saíran para o frente e, á conclusión do conflicto bé-lico, todos conservaran a vida. O agra-decemento non morreu.

O templo é de estilo románico. A finais do século XIX, o raio dun-ha tormenta afectou ao campanario e, dende aquela, houbo que recuperalo. O desta igrexa fora construido exen-to ao edificio, tal e como está agora. Outro momento importante: o descu-brimento das pinturas. Ten gran méri-to o ben conservadas que se atopan, considerando que as antigas cubertas de tella non impedían que a choiva lles afectase.

Cando falo con Deus, pídolle pola miña xente. Para que participen cada vez máis e mellor na Misa Domi-nical. Sobre todo, nesa etapa difícil de formación que hai despóis da Primei-ra Comunión e da Confirmación.

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on gran gozo hemos vivido recientemente en el seno de

nuestra Iglesia de Santiago de Com-postela unas nuevas ordenaciones sa-cerdotales, hace tan solo tres meses, el día tres de julio, en nuestra S.A.M.I. Catedral, de manos de nuestro querido Sr. Arzobispo. Sin duda alguna, esta celebración siempre es motivo de ale-gría para toda la comunidad diocesana y también para toda la Iglesia universal, que ve acrecentado el número de sus hijos sacerdotes, de nuevos operarios para trabajar su mies, y damos gracias a Dios.

En esta ocasión, se han ordenado seis presbíteros y dos diáconos. Todos ellos distintos entre sí, cada uno con sus propias cualidades humanas y so-brenaturales, pero sin duda forman par-te de la mejor juventud de nuestra so-ciedad por su extraordinaria capacidad de entrega para con el Señor, sabiendo que en las circunstancias actuales no siempre es fácil decirle “sí” a Dios con una generosidad completa.

Dos de ellos son D. José Antonio Pedrosa y D. Fernando Chacón, natura-les de Marín y de Pontevedra, que des-pués de una larga y exitosa trayectoria profesional decidieron seguir a Cristo

C

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más de cerca involucrándose en la pa-rroquia de Marín, lo que los acabó lle-vando al ministerio sacerdotal. Actual-mente, el destino pastoral del primero son las parroquias de S. Andrés de Ce-sar, S. Félix de Estacas y Sta. María de Troanes (Umia); y las del segundo son Sta. Eulalia de Castro, S. Martín de Fi-gueroa, S. Lorenzo de Sabucedo y Sta. Marina de Tomonde (Montes y Tabei-rós).

D. Juan Orlando Crespo es na-tural de Venezuela y, después de haber estudiado la carrera de perio-dismo, se t r a s l adó a nues-tra Archi-diócesis, en donde d e c i d i ó i ng r e sa r en el Se-m i n a r i o Mayor. En estos mo-mentos es cape l l án de la resi-dencia de las Hermanitas de los Ancia-nos Desamparados de Puentedeume, además de las parroquias de S. Cosme de Noguerosa, Sta. María de Ombre y Sta. Marina de Taboada (Pruzos).

Otro de los ordenados presbíte-ros es D. Celestino Fernández, natural de Ares, el cual, después de ya haber trabajado mucho en su parroquia natal, dejó su trabajo profesional para confi-gurarse con Cristo en el servicio a sus hermanos como sacerdote. Su destino son las parroquias de Sta. María de Castro, Sta. María de Centroña y S. Pe-dro de Perbes (Pruzos).

D. Alberto Recarey nació en La Baña y, sintiendo la vocación sacerdo-tal, ingresó en el Seminario Menor de nuestra Archidiócesis en plena adoles-cencia. Me cabe añadir que allí ya coin-cidí yo con él cuando era formador en aquellos años. Luego continuó los es-tudios necesarios hasta su ordenación sacerdotal. Casualmente, su misión pastoral ahora es la de formador en el Seminario Menor, donde había estudiado.

Finalmente, D. Óscar Valado es natural de Vigo, estudió en el Semina-

rio Menor y cursó estudios musicales en París antes de i ng r e sa r en el Se-m i n a r i o Mayor de Santiago. A c t u a l -m e n t e está en Roma am-p l i a n d o estudios en Teolo-

gía Fundamental y en Música Sacra, fiel a su otra vocación.

Solamente me queda dar gracias a Dios por estos nuevos sacerdotes, así como por aquellos que se están forman-do en nuestro Seminario Mayor y Me-nor. Hoy en día debemos rezar incan-sablemente por todas las vocaciones en la Iglesia, pero más si cabe por las vo-caciones sacerdotales y por la fidelidad de todos los sacerdotes, especialmente por estos seis recién ordenados, para que continúen siendo generosos con el Señor y con los hermanos.

Carlos Álvarez VarelaRector del Seminario Mayor

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l Padre de Huella, Francisco, nos habla de su carisma: “lo

nuestro es la oración y el servicio, con especial dedicación a la familia que somos todos, porque formamos una sola iglesia y esta es católica

El Padre Francisco cuenta que: “esta historia comenzó en el año 1995 con un grupo de amigos. Animados por Miguel, nuestro fundador, deci-dimos formar un coro para cantarle a Dios. Hubimos de esperar hasta julio de 2009 para ser erigidos canónica-mente como Asociación Pública de fieles”.

En este preciso instante, hacen un servicio en la Catedral de Santia-go, aunque su labor se amplía a la

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po de Tui-Vigo por aquel entonces, vio algo más en aquel movimiento que se dedicaba a un tea-tro tan especial. De hecho, invitó a cada uno y cada una con frase lapidaria: “Pí-dele a Dios algo más”. Y así nació la Vida Religiosa, como complemento a esta gran familia del Grupo San Mi-guel.

Llama la atención el color tan vivo de sus hábitos en la Cate-dral compostelana. Nos lo explican: “el azul, corresponde a María; el amarillo,

al Espíritu Santo. Queremos signifi-car una chispa de vida. Por ejemplo, cuando rezamos el rosario, no quere-mos hacerlo de una forma mecánica. Nuestro motivo, nuestra fuerza, resi-de en hacerlo por el Señor y con toda el alma”.

En febrero de 2005 y, a pesar de estar convaleciente y muy débil, Juan Pablo II se asomó a la ventana del hospital Gemelli. Muchos de los fie-

les allí presentes rompieron a llorar emocionados, por-que el Papa no se había encontrado bien últimamente. Mientras, nume-rosos jóvenes (en-tre ellos un cente-nar de españoles miembros del gru-

colaboración con los sacerdotes o la atención a personas enfermas. Entre to-dos los miembros de la Orden y Man-dato restauraron el convento de San Antonio en Vilariño (Nigrán-Ponteve-dra), donde viven nuestras Hermanas a día de hoy. Las obras sirvieron para implicar a los más pequeños del grupo y a todos los que se apuntaron volunta-riamente. El Padre Francisco matiza que “dentro de cada tarea, la clave está en la dedicación al Señor; nos lo toma-mos como una catequesis.”

Un aspecto por el que han sido conocidos en muchas partes de nues-tra diócesis es el de las representa-ciones. Desde 1995 han escenificado La Pasión en Vimianzo, Mugardos, el Seminario Menor, la plaza de la Quin-tana… Con este trabajo han dado un salto interdiocesano, pues Ferrol, Lugo, Madrid o Roma, entre otras ciudades, han sido testigos de cómo viven ellos la Semana Santa, em-papados de los perso-najes de aquel enton-ces. La vida de María, el Cura de Ars, Quién como Dios… son al-gunas de las demás dramatizaciones que llevan a cabo.

Precisamente, Mons. Diéguez, obis-

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po San Miguel, con sus t r a j e s tipo boy-s c o u t ) le canta-ron can-c iones, c o r e a -ron el c l ás i co “ J u a n Pablo II te quiere todo el mundo” y le animaron a no rendirse. “Habíamos viajado a Roma con mu-chos sacrificios, coincidiendo con una reunión de Obispos españoles. En di-versas iglesias representamos La Pa-sión para dar a conocer a Cristo y que los corazones se avivasen. Pero, aquel día, la prensa y los carabinieri hicieron un cordón de honor a nuestro paso y fuimos conocidos internacionalmente como los Papa-boys”.

Los religiosos de la Orden fue-ron convocados por el Cabildo de la Catedral para regular las visitas en el interior de la Basílica, el silencio o el acolitado en el altar. Sobre todo pen-sando en el Año Santo. Desde enton-ces han cuidado con especial esmero la ayuda en la distribución de la Co-munión, para que se pueda rezar en un momento tan íntimo. Nos explican que, al principio, les resultó difícil, cuando había que enarbolar el “no”: “fotos, no”; “hablar en alto, no”, etc. Pero, a medida que avanzan los días, el fruto es evidente: la espiritualidad gana enteros. La posibilidad de rezar crece de día en día. “Rezamos juntos y, a veces, con otras personas. Nos sen-timos custodios del sagrario por fuera

del sagra-rio”.

P u e d e que, sin saberlo (o puede que en tono p r o f é t i -co), el gru-po Maná c a n t a b a que llove-ría: Llu-via sobre el campa-

nario, cuando los ángeles lloran. En 800 años de vida de nuestra Catedral, nunca le han faltado ángeles para que Santiago siga trayendo a cientos de miles de personas la lluvia de la gracia de Dios.

Manuel Blanco

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Desde 2008, a Igrexa católica en España depende exclusivamen-te no seu financiamento da libre de-cisión dos cidadáns. Coa entrada en vigor do Acordo entre a Conferencia Episcopal e o Goberno español de de-cembro de 2006, desapareceu a do-tación orzamentaria que había ante-riormente, aumentouse a asignación tributaria do IRPF do 0,5% ao 0,7% e eliminouse a exención do IVE. A Igrexa síntese máis libre na súa mi-sión, coa responsabilidade para todos (católicos e persoas de boa vontade) de velar polo seu sostemento.

Os primeiros cristiáns vivían así: “Todos os crentes vivían unidos e tiñan todas as cousas en común, e ven-dían as súas posesións e bens e repar-tíanos entre todos segundo as necesi-dades de cada un”. (Hch 2, 44-45). As comunidades eclesiais non serán verdadeiras comunidades cristiás ata que non alcancen este compartir ra-dical de bens espirituais e materiais. A Igrexa non é unha mera institución que presta servizos a determinado prezo; o bautismo, fálanos dunha per-tenza a ela moito máis profunda. Os cristiáns somos famosos por exercer a solidariedade. Non podemos excluír á nosa diocese dese concepto.

s 1070 parroquias da nosa dio-cese de Santiago constitúen o

principal centro de evangelización: a Palabra de Deus e os sacramentos celébranse alí e alimentan a vida de moitas persoas. 609 sacerdotes traba-llan neste labor dentro e fóra do noso territorio. A formación que se imparte nas catequeses, a distintos niveis, ser-ve de preparación para a celebración, durante o pasado ano, de 8.784 bau-tismos, 7.416 primeiras comuñóns, 4.037 confirmacións e 3.163 matri-monios. A todo isto hai que engadir a actividade das Cáritas parroquiais e diocesana, para a atención dos máis pobres e necesitados.

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Los últimos datos dan cuenta de que cerca de un 22 por cien-to de la población gallega está en riesgo de pobreza o exclu-sión social, según la Encuesta Condición de Vida del pasado año. Estas personas están to-tal o parcialmente excluidas de una participación plena en la sociedad. Entre ellas, las sin hogar, sin techo, viven de forma extrema y cotidiana la pobreza y exclusión social, por lo que son discriminadas y excluidas. La discriminación que sufren les limita el acceso a derechos fundamentales. Se les considera como invisibles, ya que nadie se preocupa por ellos y, muchas veces, se ha perdido la sensi-bilidad hacía su situación. Una persona sin hogar no tiene por qué perder su dignidad de ser humano.

e la pobreza a la exclusiónEl año actual, que discurre

por su recta final, ha sido el punto de partida de la Estrategia Europa 2020, presuponiéndose, según los postula-dos generales, que las políticas euro-peas van a tener una gran incidencia en las política sociales.

Los datos estadísticos de que se dispone, señalan que la pobreza sigue afectando a una quinta parte de los ho-

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gares gallegos. La exclusión social es una realidad constatada en cerca de un veinte por ciento de los hogares, acercándose al seis por ciento en lo que se refiere a la exclusión severa.En Cáritas Diocesana de Santiago de Compostela promovemos la orienta-ción y la coordinación de la acción de la caridad y la justicia social de la Iglesia, teniendo una especial dedica-

ción a la atención de las p e r s o -nas más v u l n e -r a b l e s , e m p o -brecidas y ex-

cluidas. Desarrollamos nuestra labor de manera organizada, gestionando programas y proyectos específicos, y contando con la participación de vo-luntarios y técnicos. Ayudamos a las personas en su desarrollo personal y nos esforzamos para contribuir a la transformación social. En Cáritas tenemos un firme compromiso con el proceso de construcción social.

En suma, la pobreza y la ex-clusión social son realidades paten-tes que tenemos a nuestro alrededor. Todo ser humano tiene derecho a vivir dignamente como persona y acceder a

los derechos sociales que las leyes le proporcionan.

Los efectos de la crisis eco-nómica están llevando a una crisis social en la que se hace más patente la necesidad de una apuesta decidi-da para dar un salto cualitativo en el modelo social que se aplica en nues-tro país. De ahí que demandemos po-líticas y formas de distribución más justa para todas las personas, espe-cialmente aquellas que sufren pobreza o situaciones de exclusión social.

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días del mes de noviembre. Este año, con el lema: “TODOS SOMOS CIU-DADANOS. NADIE SIN HOGAR”. En esta campaña consideramos que, con el esfuerzo de muchos, estas personas deben tener los mismos derechos que todo el mundo: a la vida, a la dignidad humana, a la libertad, a la salud, a la formación y orientación, a la igual-dad, al empleo, a la participación, a la educación, a la vivienda... No olvi-demos que son seres humanos que se ven privados de los derechos más ele-

mentales.

La ca-lle llena a las per-sonas de estigmas: de la en-fermedad y la indi-g e n c i a ; del con-sumo de alcohol y d r o g a s ; de la su-ciedad y

el abandono, o de la enfermedad men-tal. Estas cuestiones llevan a la socie-dad a discriminarlos .Y aquí, algunos ejemplos: no se les mira a los ojos y nos dan miedo; a no tener paciencia ante sus inseguridades o sus dudas; a pensar, equivocadamente, que les re-galan las ayudas y la atención social, médica, psicológica a la que tienen

Sin hogar, sin techo, sin derechos Las personas sin hogar sufren un proceso de deterioro físico y mental debido a la exclusión y a la estigma-tización social. Ven negada su condi-ción de ciudadanos y son privados de derechos sociales, tales como la asis-tencia sanitaria, el empadronamiento, los servicios municipales, etc. En una palabra, son los nadies, los invisibles, los pobres y marginados en situación de exclusión. Son los que vemos a me-nudos en las grandes y pequeñas ur-bes, dur-m i e n d o en cual-quier si-tio. Son el colectivo más des-protegido y margi-nado de n u e s t r a sociedad.

Son personas que vi-ven en la calle, que no tienen ningún recurso económico, que consumen alcohol o substancias estupefacientes, que tie-nen enfermedades psíquicas y físicas. Son personas solas, por regla general mayores, sin trabajo. Son los que he-mos denominado como los SIN TE-CHO, a los que todos los años Cáritas dedica una campaña en los últimos

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derecho, y a no atender-les, escu-charles y acompa-ñarles en la aten-ción ciu-dadana.

E n C á r i t a s acogemos a las per-sonas sin hogar, sin techo, que lo demandan, buscando siempre su motivación para que inicien un proceso de recupera-ción perso-nal impres-cindible para su reinte-gración. Los acompaña -mos en el itinerario de inserción que los lleve a una normalización vital. Y lo hacemos cubriendo sus necesida-des básicas de alimentación e higiene, buscando restablecer hábitos y pautas de vida saludable. Los instalamos en albergues en los que fijar una residen-cia temporal o para poder acompañar los procesos de inserción. Les ofre-cemos servicios de lavandería, pelu-quería, ropero, farmacia y comedor. Para los que van por los caminos de la reinserción les ofertamos talleres ocu-pacionales especiales.

Viejas mochilas, bolsas de plás-tico con todas sus pertenencias -esca-sas prendas de vestir-, cartones, algún chubasquero y unas mantas, compo-nen el equipaje itinerante de estas per-

s o n a s . Son los que he-mos lla-mado los i n v i s i -bles, que v e m o s en nues-tras ciu-dades y pueblos c o m o auténti-cos tran-seúntes.

No olvidemos que las personas sin hogar, sin techo, no son noticia, tan

sólo cuando se produce alguna muerte por los efectos climáti-cos -sobre todo el frío- o por agresiones a manos de desal-mados. Muchos de ellos espe-ran nuestra ayuda, y nosotros tenemos que dársela.

Javier García SánchezResponsable de Comunicación

Cáritas Diocesana

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alar do movemento do 15M a estas alturas non resulta doado.

Moitas cousas sucederon dende que a iniciativa se apoderou das rúas e cap-tou o interese preferente dos medios informativos. Comparto decididamen-te as reivindicacións desta mocidade descontenta coas inxustizas sociais que nos atenazan. E aplaudo que haxa persoasque sexan quen de se indigna-ren ante as felonías de certos banquei-ros sen escrúpulos que, amáis de fa-cernos a todos bastante máis pobres, marchan para as súas casas cos petos a reventar de cartos que non lles co-rresponden. E, salvando as honrosas excepcións que sempre hai, non podo estar máis de acordo coas críticas á clase política que temos a desgracia de padecer. Esa que cae tan baixo que ata é quen de cobrar sen rubor dietas por quilometraxe que nunca fixeron. Eses mesmos que proclaman unha baixada do salario que logo compensan cunha xuntanza máis de calquera comisión parlamentaria. Se manchan as mans con tan pouca cousa… qué non farán co moito. Son servidores inútiles que convirten a democracia nun réxime feudal camuflado.

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Estas son as luces. Pero teño para min que este movemento presenta máis sombras que aspectos positivos. Á marxe das es-ceas de violen-cia vividas en Roma ou Nova Iorque, na me-moria quedarán as denuncias de abusos sexuais presentadas por algunhas rapa-zas participantes da concentración na madrileña Puerta del Sol. Ou no nada pa-cífico nin to lerante recibimen-to que os indignados lle dispen-saron ó Coordena-dor Xeral de Izquier-da Uni-da, Cayo Lara. Por non falar do infantil que resul-ta crerse que o 15M é un movemento espontáneo, alleo ó bipartidismo PP-PSOE. Creo que os indignados nace-ron como estratexia política, anque teño a impresión de que aos ideólogos lles vai saír o tiro pola culata. Xa é imposible agochar tanto lixo debaixo da alfombra.

En todo caso, todo isto non son máis ca fogos de artificio para despis-tar. Ao meu xuizo, o 15M é un mo-vemento perfectamente prescindible por varias razóns que me temo -xa o

asumo de entrada- moi poucos cida-dáns compartirán. A saber. No fon-do, o discurso dos indignados é unha

repetición do mantra “marcha ti para poñer-me eu”. Escoiteinos falar de traballo para os mozos, de mellores salarios e máis oportu-nidades para eles, de máis participación na vida política activa… para eles. Pero aínda

non lles oín defender a colectivos que están aínda peor ca eles: os sen teito,

os toxicó-manos, os discapaci-tados físi-cos e psí-quicos, os mi l l e i ros de nenos que care-cen de fo-gar… To-dos eses que cuida a Igrexa porque a progresía non ten

tempo para esas minucias. Eles prefi-ren agardar a que sexa o Estado o que remedie os males dos desfavorecidos. Por qué non creo no 15M? Porque a súa non é unha revolución interior. Os católicos sabemos que o mundo só se cambia se primeiro mudamos o noso egoísmo. Por iso, moito me temo que os líderes do 15M acabarán coma os do maio francés. De expoliadores.

Antonio GutiérrezPeriodista

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Derecho “… las políticas deben ser morales y justas, no sólo consensua-das o eficaces: por tanto, deben fun-damentarse en la razón acorde con la naturaleza del ser humano…”, lo que nos hace recordar que la política está al servicio del ser humano y no el ser humano al servicio de la política. Des-echan los obispos todo positivismo jurídico al afirmar que “… no es cier-to que las disposiciones legales sean siempre morales y justas por el mero hecho de que emanen de organismos políticamente legítimos.”

Frente a los que han conside-rado esta nota como una “… nueva e intolerable intromisión…”, los obis-pos han utilizado, como es habitual, una fórmula de lo más respetuosa con la libertad personal, “… hemos sido creados libres y para la libertad…”, “… consideraciones que ayuden al ejerci-cio responsable…”, que cuando vote-mos “… lo hagamos de manera verda-deramente libre y responsable…”.

El gobierno que surja de estas elecciones tendrá que reordenar, en el campo de la llamada ingeniería so-cial, todo lo que sistemáticamente se ha ido desordenando en los últimos tiempos:

l 20 de noviembre estamos convocados a unas elecciones

generales. Esto no es novedad, Dios mediante, serán las décimas eleccio-nes generales en la historia reciente de España. Pero sí hay algo distinto en estas elecciones. El gobierno que se configure fruto de la mayoría par-lamentaria que salga de estas eleccio-nes, tendrá que afrontar una de las crisis más graves de los últimos tiem-pos en España.

Los obispos españoles, con tal motivo, mediante una Nota de la Co-misión Permanente, de lectura reco-mendada, han tratado de “… orientar el discernimiento moral para la justa toma de decisiones que afectan a la realización del bien común”. Resal-tando que “… cada uno deberá sope-sar, en conciencia, a quién debe votar para obtener, en conjunto, el mayor bien posible en este momento”.

La Nota se mueve en los prin-cipios pre-políticos del Derecho, evi-tando toda alusión partidista. Es más: recuerda una verdad muchas veces olvidada y que hasta hace poco era frontispicio en cualquier Facultad de

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- Tendrá que reordenar todo lo relacionado con la defensa de la vida y tutelar “… adecuadamente el derecho fundamental a la vida humana, desde su concepción hasta su muerte natu-ral…”.

- Tendrá que reordenar todo el tema de la familia, debiendo recono-cer “… al matrimonio en su ser propio y específico, en cuanto unión firme de un varón y una mujer ordenada al bien de los esposos y de los hijos…”.

- Tendrá que ordenar el tema de la educación, facilitando “… el ejerci-cio efectivo del derecho que asiste a los niños y jóvenes a ser educados de modo que puedan desarrollar lo más posible todas las capacidades…”, evi-tando toda lesión “… del derecho de los padres a elegir la educación filosó-fica, moral y religiosa que deseen para sus hijos…”. Haciendo una especial mención a la importancia de la asigna-tura de Religión, que deberá ser regu-lada de la forma más adecuada.

Los obispos no han dejado de hacer mención -naturalmente- al tema de la grave crisis económica, recla-mando “… políticas que favorezcan la libre iniciativa social en la producción y que incentiven el trabajo bien hecho, así como una justa distribución de las rentas…”. Especial es la mención al paro juvenil y a “… las necesidades de los más vulnerables, como son los an-

cianos, los enfermos y los inmigran-tes…”.La “… legitimidad moral de los nacio-nalismos o regionalismos…”, siem-pre que utilicen medios pacíficos y que respeten los temas anteriormente mencionados, se conjuga con una re-ferencia a la necesidad de “… tutelar el bien común de la nación española en su conjunto, evitando los riesgos de manipulación de la verdad históri-ca y de la opinión pública por causa de pretensiones separatistas…”.

Por último, no podía faltar la re-ferencia a las “… políticas guiadas por la búsqueda sincera de la paz, basadas en el respeto al Derecho, nacional e in-ternacional, así como en la promoción del entendimiento y de la solidaridad entre los pueblo y las culturas…”.

Estamos ante un documento breve, claro, conciso, respetuoso con la responsabilidad de todo ser huma-no y con la autonomía de lo temporal. Ahora sólo nos queda a nosotros acer-tar en el ejercicio del derecho a votar.

Antonio Urzaiz Gutiérrez de TeránMiembro de la Asociación Católica

de Propagandistas

Consigue todo el documento en:http://documentosepiscopales.blogspot.com/2011/10/nota-ante-las-elecciones-

generales-de.html#!/2011/10/nota-ante-las-elecciones-generales-de.html

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e crié en una familia ma-rinera, donde la figura

materna es el referente principal, tanto respecto a lo humano como a la vida de fe. Mi madre me enseñó a rezar y a ir a la iglesia. Pero, sobre todo, logró con-tagiarme una confianza plena en Dios y en la Virgen Santísima; la misma que ella respiraba.

M i primer re-c u e r d o como cris-tiano: ca-minar al santuar io mariano de Pastoriza, en A Co-ruña, para presentar todas las cosas a los pies de María. Luego, como la mayoría de los chavales de mi época, dejé de ir a Misa después de la Primera Comunión. No me quise confirmar, porque me parecía absurdo hacerlo sin haber practicado mi fe en mucho tiem-po. Pero el senti-miento religioso estaba ahí, no se había ido. Todas las noches reza-ba al acostarme, como había hecho desde siempre en compañía de mi ma-dre. Pidiendo, hablando con Dios.

A los 18 años inicié la carrera de psicología y, como buen estudiante uni-versitario, adquirí unas más que decen-tes cualidades para jugar al mus. Esto fue lo que cambió mi vida. En mi barrio había una peña de

mus. Ente los jugadores había un señor de unos 35-40 años quien, a las 18:30h. en punto, dejaba la partida para irse a Misa con el consiguiente cachondeo del resto de jugadores. Eso encendió una lucecita en mí. Él no se amedrentaba, sino que mostraba su fe de una mane-

ra natural y gallarda. Un día, arrastrado por su va-lor, deci-día acom-pañarle.

No se quedó el gesto en una oca-sión ais-lada. Re-petí. Me iba dando

cuenta de que Dios conducía mi vida. Una tarde, en la iglesia donde iba a Misa, el sacerdote en una homilía habló de la necesidad de sacerdotes y de que “yo” podía ser uno de ellos (la propues-ta iba dirigida en general, claro, pero la

sentí personaliza-da en mí). Confie-so que al salir de la iglesia me ardía el corazón. Recuerdo un detalle absur-do, pero signifi-cativo: esperando

para cruzar una calle, con la luz del semáforo peatonal en rojo, me decía a mí mismo, “yo puedo ser uno de ellos”. Pero tan pronto se encendió la luz verde para poder cruzar la calle, aquella ins-piración se desvaneció, “¿Un vacilón como yo?... Imposible; no es serio…” Al poco tiempo, un sacerdote que acababa de celebrar las bodas de oro

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ejerciendo su vocación (D. Julio Pérez, quien actualmente ejerce tareas misio-nales en Ecuador), me encontró por la calle y me espetó: “¿quieres ir a un retiro?”. Le dije que sí y, después de ganar en una discoteca el pre-mio al disfraz más divertido, conté a mis amigos que al día siguiente partici-paría en un retiro es-piritual. Lo del mus me había empujado, pero esta experiencia sí que transformó mi vida.

Aquellos días de oración me hicie-ron ver que, en pocas palabras, hasta ahora había sido un cristiano de pacotilla. No podía imaginar a un entrena-dor de fútbol que no fuese a los partidos, que no se formase para adquirir nuevas des-trezas, indolente ante las victorias o derro-tas de su equipo… Yo, cristiano, ni rezaba, ni me confesaba, ni leía el Evangelio… ¡Había que cambiar! Y el cambio se produjo. Comencé por rezar el rosario una vez a la semana; a confe-sarme una vez al mes; a aprovechar me-jor la Misa. Y tras nueve meses, como si de un parto se tratase, nacía un nuevo José Carlos. De pronto, me había con-firmado, leía el evangelio, dedicaba un rato intenso a la oración y… ¡entré en el Seminario!

Nadie podía creerse que yo habría de cambiar un proyecto de vida nor-mal y corriente, por una opción menos

aceptada en lo social. Nunca hubieran apostado un duro por mi perseverancia en los caminos del Señor. Pero Dios sí

había apostado. Y cortando aquí, po-dando allá, se salió con la suya (suelo añadir que arries-gó bastante conmi-go…). Hoy veo que mi sacerdocio ha sido un gran regalo

del cielo; estoy feliz vi-viendo esta vocación. Lo que más me apasio-na es la oportunidad de devolver la paz al corazón de las perso-nas que lo necesitan.

Mi faceta comuni-cativa la descubrieron más bien otros. Ahora reconozco que me gus-ta el mundo de los me-dios de comunicación, pero no lo sabía al principio. Cuando veía a la gente participar en la TV, pensaba que acudían allí los mejor preparados y más va-liosos… Un solo dato a este respecto: cupe yo… Ahora asumo

mis participaciones semanales en los Medios como una oportunidad para sembrar; se trata de una gran respon-sabilidad, porque uno puede llegar a muchísima gente. Además, como dice un amigo, es bueno que de vez en cuan-do se hable bien de la Iglesia. Empecé hablando de mi madre natural, biológi-ca; termino elogiando a mi madre espi-ritual: el otro gran amor.

Por Redacción

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pocos días de recibir la noticia de la con-

vocatoria de un año de la fe, realizada por nuestro Santo Padre, Benedicto XVI, trae-mos a estas páginas una obra que puede resultar su-mamente atractiva de cara a la preparación de tal even-to.

Meditaciones sobre la fe no es una obra al uso, en la cual se vayan desgra-nando los contenidos de la misma: el credo, el asentimiento creyente, nuestra respuesta a la revela-ción de Dios…todo ello en clave de meditación. ¡No! Se trata de una obra mucho más práctica y -por qué no decirlo- mucho más útil.

Nos enseña el autor de forma magistral a vivir de fe, articulando la obra en tres partes bien diferen-ciadas. En primer lugar, la virtud de la fe, en la cual va desgranando su significado vital: es participar de la vida de Dios, adhiriéndose a Jesucristo, reconociendo nuestra propia incapacidad para apoyarnos sólo en Él. En la segunda parte nos habla del dinamismo de la misma, exponiendo cómo la fe no es algo estancado, sino que pide del creyente el vivir en actitud de cons-tante conversión, entendida ésta no como un cambio en nuestro actuar sino en nuestra mentalidad, el asu-mir los criterios de Cristo Jesús, como diría S. Pablo. Y, por último, su actualización, que se realiza en los sacramentos, la oración y la caridad. Hay una idea central que se repite de continuo, y que yo diría que es el verdadero prisma desde el que aborda los distintos temas, y es el de la radicalidad evangélica. El autor no sólo propone sino que enseña a vivir desde la óptica de Dios, “que permite vernos a nosotros mismos, y a la realidad que nos rodea, como si lo hiciéramos con los ojos de Dios”. Su lectura no deja indiferente, es ameno, al mismo tiempo que pro-fundo; quien lo lea encontrará en él un verdadero ma-nual de vida espiritual para el cristiano actual, con respuestas a grandes interrogantes, aderezadas con testimonios constantes de santos y de grandes maes-tros en la vida espiritual, que iluminan, con su vida y experiencia, nuestro caminar.

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…“ Sí, es verdad, tú tienes que vivir y Óscar tiene que morir”…

Cartas a Dios, el úl-timo trabajo de Eric-Emmanuel Schmit, no deja indiferente ni a la razón ni a la fe de aquellos es-pectadores que nos hemos olvidado de vivir cada segun-do de nuestra vida como si fuese el úl-timo.

Óscar, un niño que vivirá cada uno de sus doce úl-timos días de vida como si de una déca-da se tratase, la llevará a su plenitud no por el cuánto sino por el cómo. Y ¿cómo afronta Óscar los últimos días de su vida? Los afronta acompañado de Rose, una malhumorada vendedora de pizzas, que se convertirá en la persona que le trate como el enfermo de cáncer que es, y la persona que le enseñe el modo de vivir el sufrimiento y dónde está la fuente de la Esperanza, Dios.

¡Qué importante es un buen acom-pañante en las dificultades y en todo el acontecer de la propia vida! ¿verdad? Será Rose quien enseñe a Óscar a cono-cer y a tratar con Dios, y quien se cuide de enviar al cielo las cartas que el niño comienza a escribirle.

Óscar, con gran desparpajo, con-fianza, y sin que prevalezcan sus propios

intereses, vivirá todos los días, de su nueva y “larga vida”, en oración con Dios, tomando conciencia de Él, aprendiendo a amar. Rose, a cambio, recibi-rá de este niño todo su amor y, del Amor de Dios, un nuevo corazón.

Esta película se convierte en una gran oportunidad peda-gógica para mostrar la actitud cristiana ante la vida y el senti-do que tiene en ella la muerte.

“…Que nadie me despierte, sino sóloDios…”

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