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BENEDICTO XVI AUDIENCIA GENERAL Miércoles 22 de marzo de 2006 Los Apóstoles testigos y enviados de Cristo Queridos hermanos y hermanas: La carta a los Efesios nos presenta a la Iglesia como un edificio construido "sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo" (Ef 2, 20). En el Apocalipsis, el papel de los Apóstoles, y más específicamente de los Doce, se aclara en la perspectiva escatológica de la Jerusalén celestial, presentada como una ciudad cuyas murallas "se asientan sobre doce piedras, que llevan los nombres de los doce Apóstoles del Cordero" (Ap 21, 14). Los Evangelios concuerdan al referir que la llamada de los Apóstoles marcó los primeros pasos del ministerio de Jesús, después del bautismo recibido del Bautista en las aguas del Jordán. Según el relato de san Marcos (cf. Mc 1, 16-20) y san Mateo (cf. Mt 4, 18-22), el escenario de la llamada de los primeros Apóstoles es el lago de Galilea. Jesús acaba de comenzar la predicación del reino de Dios, cuando su mirada se fija en dos pares de hermanos: Simón y Andrés, Santiago y Juan. Son pescadores, dedicados a su trabajo diario. Echan las redes, las arreglan. Pero los espera otra pesca. Jesús los llama con decisión y ellos lo siguen con prontitud: de ahora en adelante serán "pescadores de hombres" (Mc 1, 17; Mt 4, 19). San Lucas, aunque sigue la misma tradición, tiene un relato más elaborado (cf. Lc 5, 1-11). Muestra el camino de fe de los primeros discípulos, precisando que la invitación al seguimiento les llega después de haber escuchado la primera predicación de Jesús y de haber asistido a los primeros signos prodigiosos realizados por él. En particular, la pesca milagrosa constituye el contexto inmediato y brinda el símbolo de la misión de pescadores de hombres, encomendada a ellos. El destino de estos "llamados", de 1

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BENEDICTO XVI

BENEDICTO XVIAUDIENCIA GENERALMircoles 22 de marzo de 2006Los Apstoles testigos y enviados de Cristo Queridos hermanos y hermanas: La carta a los Efesios nos presenta a la Iglesia como un edificio construido "sobre el cimiento de los apstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo" (Ef 2, 20). En el Apocalipsis, el papel de los Apstoles, y ms especficamente de los Doce, se aclara en la perspectiva escatolgica de la Jerusaln celestial, presentada como una ciudad cuyas murallas "se asientan sobre doce piedras, que llevan los nombres de los doce Apstoles del Cordero" (Ap 21, 14). Los Evangelios concuerdan al referir que la llamada de los Apstoles marc los primeros pasos del ministerio de Jess, despus del bautismo recibido del Bautista en las aguas del Jordn.

Segn el relato de san Marcos (cf. Mc 1, 16-20) y san Mateo (cf. Mt 4, 18-22), el escenario de la llamada de los primeros Apstoles es el lago de Galilea. Jess acaba de comenzar la predicacin del reino de Dios, cuando su mirada se fija en dos pares de hermanos: Simn y Andrs, Santiago y Juan. Son pescadores, dedicados a su trabajo diario. Echan las redes, las arreglan. Pero los espera otra pesca. Jess los llama con decisin y ellos lo siguen con prontitud: de ahora en adelante sern "pescadores de hombres" (Mc 1, 17; Mt 4, 19).

San Lucas, aunque sigue la misma tradicin, tiene un relato ms elaborado (cf. Lc 5, 1-11). Muestra el camino de fe de los primeros discpulos, precisando que la invitacin al seguimiento les llega despus de haber escuchado la primera predicacin de Jess y de haber asistido a los primeros signos prodigiosos realizados por l. En particular, la pesca milagrosa constituye el contexto inmediato y brinda el smbolo de la misin de pescadores de hombres, encomendada a ellos. El destino de estos "llamados", de ahora en adelante, estar ntimamente unido al de Jess. El apstol es un enviado, pero, ante todo, es un "experto" de Jess.

El evangelista san Juan pone de relieve precisamente este aspecto desde el primer encuentro de Jess con sus futuros Apstoles. Aqu el escenario es diverso. El encuentro tiene lugar en las riberas del Jordn. La presencia de los futuros discpulos, que como Jess haban venido de Galilea para vivir la experiencia del bautismo administrado por Juan, arroja luz sobre su mundo espiritual.

Eran hombres que esperaban el reino de Dios, deseosos de conocer al Mesas, cuya venida se anunciaba como inminente. Les basta la indicacin de Juan Bautista, que seala a Jess como el Cordero de Dios (cf. Jn 1, 36), para que surja en ellos el deseo de un encuentro personal con el Maestro. Las palabras del dilogo de Jess con los primeros dos futuros Apstoles son muy expresivas. A la pregunta: "Qu buscis?"; ellos contestan con otra pregunta: "Rabbque quiere decir "Maestro", dnde vives?". La respuesta de Jess es una invitacin: "Venid y lo veris" (cf. Jn 1, 38-39). Venid para que podis ver.

La aventura de los Apstoles comienza as, como un encuentro de personas que se abren recprocamente. Para los discpulos comienza un conocimiento directo del Maestro. Ven dnde vive y empiezan a conocerlo. En efecto, no debern ser anunciadores de una idea, sino testigos de una persona. Antes de ser enviados a evangelizar, debern "estar" con Jess (cf. Mc 3, 14), entablando con l una relacin personal. Sobre esta base, la evangelizacin no ser ms que un anuncio de lo que se ha experimentado y una invitacin a entrar en el misterio de la comunin con Cristo (cf.1 Jn 1, 3).

A quin sern enviados los Apstoles? En el evangelio, Jess parece limitar su misin slo a Israel: "No he sido enviado ms que a las ovejas perdidas de la casa de Israel" (Mt 15, 24). De modo anlogo, parece circunscribir la misin encomendada a los Doce: "A estos Doce envi Jess, despus de darles estas instrucciones: "No tomis camino de gentiles ni entris en ciudad de samaritanos; dirigos ms bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel"" (Mt 10,5-6). Cierta crtica moderna de inspiracin racionalista haba visto en estas expresiones la falta de una conciencia universalista del Nazareno. En realidad, se deben comprender a la luz de su relacin especial con Israel, comunidad de la Alianza, en la continuidad de la historia de la salvacin.

Segn la espera mesinica, las promesas divinas, dirigidas inmediatamente a Israel, se cumpliran cuando Dios mismo, a travs de su Elegido, reunira a su pueblo como hace un pastor con su rebao: "Yo vendr a salvar a mis ovejas para que no estn ms expuestas al pillaje (...). Yo suscitar para ponrselo al frente un solo pastor que las apacentar, mi siervo David: l las apacentar y ser su pastor. Yo, el Seor, ser su Dios, y mi siervo David ser prncipe en medio de ellos" (Ez 34, 22-24).

Jess es el pastor escatolgico, que rene a las ovejas perdidas de la casa de Israel y va en busca de ellas, porque las conoce y las ama (cf. Lc 15, 4-7 y Mt18, 12-14; cf. tambin la figura del buen pastor en Jn 10, 11 ss). A travs de esta "reunin" el reino de Dios se anuncia a todas las naciones: "Manifestar yo mi gloria entre las naciones, y todas las naciones vern el juicio que voy a ejecutar y la mano que pondr sobre ellos" (Ez 39, 21). Y Jess sigue precisamente esta lnea proftica. El primer paso es la "reunin" del pueblo de Israel, para que as todas las naciones llamadas a congregarse en la comunin con el Seor puedan ver y creer.

De este modo, los Doce, elegidos para participar en la misma misin de Jess, cooperan con el Pastor de los ltimos tiempos, yendo ante todo tambin ellos a las ovejas perdidas de la casa de Israel,es decir,dirigindose al pueblo de la promesa, cuya reunin es el signo de salvacin para todos los pueblos, el inicio de la universalizacin de la Alianza.

Lejos de contradecir la apertura universalista de la accin mesinica del Nazareno, la limitacin inicial a Israel de su misin y de la de los Doce se transforma as en el signo proftico ms eficaz. Despus de la pasin y la resurreccin de Cristo, ese signo quedar esclarecido: el carcter universal de la misin de los Apstoles se har explcito. Cristo enviar a los Apstoles "a todo el mundo" (Mc 16, 15), a "todas las naciones" (Mt 28, 19; Lc 24, 47), "hasta los confines de la tierra" (Hch 1, 8).

Y esta misin contina. Contina siempre el mandato del Seor de congregar a los pueblos en la unidad de su amor. Esta es nuestra esperanza y este es tambin nuestro mandato: contribuir a esta universalidad, a esta verdadera unidad en la riqueza de las culturas, en comunin con nuestro verdadero Seor Jesucristo.

SaludosSaludo a los peregrinos de lengua espaola, en particular a la banda musical del seminario redentorista de Manizales, a los colegios San Juan Bosco, de Madrid, y Cristo Rey de Ganda, a la asociacin Nuestra Seora de Covadonga, as como a los dems peregrinos venidos de Espaa y Latinoamrica. Muchas gracias por vuestra visita.

(A los fieles checos)En este clima espiritual de la Cuaresma pidamos al Seor una verdadera y profunda conversin. (A los participantes en las peregrinaciones diocesanas)Que este encuentro sea para todos un estmulo a reafirmar su adhesin ferviente a las enseanzas del Evangelio, testimoniando coherentemente losvalores cristianos perennes enla vida de cada da.Mi pensamiento va, por ltimo, a los jvenes, presentes en gran nmero, a los enfermos y a los recin casados. En el clima espiritual de la Cuaresma que estamos viviendo, tiempo de conversin y reconciliacin, os invito a seguir el ejemplo de Jess Maestro, para ser fieles anunciadores de su mensaje de salvacin. * * *Llamamiento del Papa en favor de la lucha contra la tuberculosis

Pasado maana, 24 de marzo, se celebra la Jornada mundial, organizada por las Naciones Unidas, para la lucha contra la tuberculosis. Es de desear un renovado compromiso en todo el mundo a fin de que se pueda disponer de los recursos necesarios para curar a las personas que sufren esta enfermedad, que, como es sabido, est asociada a la pobreza. Apoyo las iniciativas de asistencia y solidaridad en favor de estos pacientes, que necesitan ayuda para vivir con dignidad su condicin. BENEDICTO XVIAUDIENCIA GENERALMircoles 3 de mayo de 2006La Tradicin apostlica Queridos hermanos y hermanas:

En esta catequesis queremos comprender un poco lo que es la Iglesia. La ltima vez meditamos sobre el tema de la Tradicin apostlica. Vimos que no es una coleccin de cosas, de palabras, como una caja de cosas muertas. La Tradicin es el ro de la vida nueva, que viene desde los orgenes, desde Cristo, hasta nosotros, y nos inserta en la historia de Dios con la humanidad. Este tema de la Tradicin es tan importante que quisiera seguir reflexionando un poco ms sobre l. En efecto, es de gran trascendencia para la vida de la Iglesia.

El concilio Vaticano II destac, al respecto, que la Tradicin es apostlica ante todo en sus orgenes: "Dios, con suma benignidad, quiso que lo que haba revelado para salvacin de todos los pueblos se conservara por siempre ntegro y fuera transmitido a todas las edades. Por eso Cristo nuestro Seor, plenitud de la revelacin (cf. 2 Co 1, 20 y 3,16 4,6), mand a los Apstoles predicar a todos los hombres el Evangelio como fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta, comunicndoles as los bienes divinos" (Dei Verbum, 7).

El Concilio prosigue afirmando que ese mandato lo cumplieron con fidelidad los Apstoles, los cuales "con su predicacin, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que haban aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que el Espritu Santo les ense" (ib.). Con los Apstoles, aade el Concilio, colaboraron tambin "otros de su generacin, que pusieron por escrito el mensaje de la salvacin inspirados por el Espritu Santo" (ib.).

Los Apstoles, jefes del Israel escatolgico, que eran doce como las tribus del pueblo elegido, prosiguen la "recoleccin" iniciada por el Seor, y lo hacen ante todo transmitiendo fielmente el don recibido, la buena nueva del reino que vino a los hombres en Jesucristo. Su nmero no slo expresa la continuidad con la santa raz, el Israel de las doce tribus, sino tambin el destino universal de su ministerio, que llevara la salvacin hasta los ltimos confines de la tierra. Se puede deducir del valor simblico que tienen los nmeros en el mundo semtico: doce es resultado de multiplicar tres, nmero perfecto, por cuatro, nmero que remite a los cuatro puntos cardinales y, por consiguiente, al mundo entero.

La comunidad que nace del anuncio evanglico se reconoce convocada por la palabra de los primeros que vivieron la experiencia del Seor y fueron enviados por l. Sabe que puede contar con la gua de los Doce, as como con la de los que ellos van asociando progresivamente como sucesores en el ministerio de la Palabra y en el servicio a la comunin. Por consiguiente, la comunidad se siente comprometida a transmitir a otros la "alegre noticia" de la presencia actual del Seor y de su misterio pascual, operante en el Espritu.

Eso se pone claramente de manifiesto en algunos pasajes de las cartas de san Pablo: "Os transmit, en primer lugar, lo que a mi vez recib" (1 Co 15, 3). Y esto es importante. Como sabemos, san Pablo, llamado originariamente por Cristo con una vocacin personal, es un verdadero Apstol y, a pesar de ello, tambin para l cuenta fundamentalmente la fidelidad a lo que haba recibido. No quera "inventar" un nuevo cristianismo, por llamarlo as, "paulino". Por eso, insiste: "Os transmit, en primer lugar, lo que a mi vez recib". Transmiti el don inicial que viene del Seor y es la verdad que salva. Luego, hacia el final de su vida, escribe a Timoteo: "Conserva el buen depsito mediante elEspritu Santo que habita en nosotros" (2Tm 1,14).

Tambin lo muestra con eficacia este antiguo testimonio de la fe cristiana, escrito por Tertuliano alrededor del ao 200: "(Los Apstoles) al principio afirmaron la fe en Jesucristo y establecieron Iglesias en Judea e inmediatamente despus, esparcidos por el mundo, anunciaron la misma doctrina y una misma fe a las naciones; y luego fundaron Iglesias en cada ciudad. De estas tomaron las dems Iglesias la ramificacin de su fe y las semillas de la doctrina, y la siguen tomando precisamente para ser Iglesias. De esta manera, tambin ellas se consideran apostlicas como descendientes de las Iglesias de los Apstoles" (De praescriptione haereticorum, 20: PL 2, 32).

El concilio Vaticano II comenta: "Lo que los Apstoles transmitieron comprende todo lo necesario para una vida santa y para una fe creciente del pueblo de Dios; as la Iglesia con su enseanza, su vida y su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree" (Dei Verbum, 8). La Iglesia transmite todo lo que es y lo que cree; lo transmite con el culto, con la vida y con la enseanza. As pues, la Tradicin es el Evangelio vivo, anunciado por los Apstoles en su integridad, segn la plenitud de su experiencia nica e irrepetible: por obra de ellos la fe se comunica a los dems, hasta nosotros, hasta el fin del mundo.

Por consiguiente, la Tradicin es la historia del Espritu que acta en la historia de la Iglesia a travs de la mediacin de los Apstoles y de sus sucesores, en fiel continuidad con la experiencia de los orgenes. Es lo que precisa el Papa san Clemente Romano hacia finales del siglo I: "Los Apstoles escribe nos predicaron el Evangelio enviados por nuestro Seor Jesucristo; Jesucristo fue enviado por Dios. En resumen, Cristo viene de Dios, y los Apstoles de Cristo: una y otra cosa, por tanto, sucedieron ordenadamente por voluntad de Dios. (...) Tambin nuestros Apstoles tuvieron conocimiento, por inspiracin de nuestro Seor Jesucristo, que se disputara sobre la dignidad episcopal. Por esta causa, pues, previendo perfectamente el porvenir, establecieron a los elegidos y les dieron la orden de que, al morir ellos, otros que fueran varones probados les sucedieran en el ministerio" (Ad Corinthios I, 42.44: PG 1, 292.296).

Esta cadena del servicio prosigue hasta hoy, y proseguir hasta el fin del mundo. En efecto, el mandato que dio Jess a los Apstoles fue transmitido por ellos a sus sucesores. Ms all de la experiencia del contacto personal con Cristo, experiencia nica e irrepetible, los Apstoles transmitieron a sus sucesores el envo solemne al mundo que recibieron del Maestro.

La palabra Apstol viene precisamente del verbo griego apostllein, que quiere decir enviar. El envo apostlico como muestra el texto de Mt 28, 19s implica un servicio pastoral ("haced discpulos a todas las naciones..."), litrgico ("bautizndolas...") y proftico ("ensendoles a guardar todo lo que yo os he mandado"), garantizado por la presencia del Seor hastalaconsumacindeltiempo ("he aqu que yo estoy con vosotros todos los das hasta el fin del mundo").

As, aunque de manera diversa a la de los Apstoles, tambin nosotros tenemos una verdadera experiencia personal de la presencia del Seor resucitado. A travs del ministerio apostlico Cristo mismo llega as a quienes son llamados a la fe. La distancia de los siglos se supera y el Resucitado se presenta vivo y operante para nosotros, en el hoy de la Iglesia y del mundo. Esta es nuestra gran alegra. En el ro vivo de la Tradicin Cristo no est distante dos mil aos, sino que est realmente presente entre nosotros y nos da la Verdad, nos da la luz que nos permite vivir y encontrar el camino hacia el futuro.

SaludosSaludo cordialmente a los visitantes de lengua espaola, de modo particular a la Guardia real del Rey de Espaa, a la Orden ecuestre del Santo Sepulcro, a los abogados del Estado, a la promocin de guardiamarinas y dems grupos espaoles. Saludo tambin a los peregrinos de Mxico, al grupo de Guatemala y a los dems visitantes latinoamericanos. Agradezcamos al Seor que a travs de la Tradicin apostlica ha llegado ntegro hasta nosotros el mensaje de la salvacin. Muchas gracias por vuestra atencin.

(En polaco)La Iglesia celebra hoy la solemnidad de la Madre de Dios, Reina de Polonia. Este ao es el 350 aniversario de la asignacin de este ttulo por el rey Jan Kazimierz. (...) Saludo al Episcopado polaco reunido en Jasna Gra y a todos los fieles. Encomendando a vuestra oracin los preparativos de la ya cercana peregrinacin a Polonia, os bendigo de corazn. Alabado sea Jesucristo!(En lituano)Que vuestra visita a Roma, donde los Apstoles Pedro y Pablo testimoniaron con su martirio la fidelidad a Dios, os ayude a apreciar el don de la fe y a amar a la Iglesia de Cristo. (En italiano)Deseo dirigirme ahora a los jvenes, a los enfermos y a los recin casados. Acabamos de iniciar el mes de mayo, dedicado especialmente a la Virgen Mara, y os exhorto, queridos jvenes, a que la imitis cada da en cumplir la voluntad de Dios. Contemplando a la Madre de Cristo crucificado, vosotros, queridos enfermos, acoged el valor salvfico de toda cruz, incluida la ms pesada.Finalmente, a vosotros, queridos recin casados, os encomiendo a la maternal proteccin de la santsima Virgen, para que podis crear en vuestra familia el clima de oracin y amor de la casa de Nazaret. BENEDICTO XVIAUDIENCIA GENERALMircoles 10 de mayo de 2006La sucesin apostlica Queridos hermanos y hermanas:

En las ltimas dos audiencias hemos meditado en lo que significa la Tradicin en la Iglesia y hemos visto que es la presencia permanente de la palabra y de la vida de Jess en su pueblo. Pero la palabra, para estar presente, necesita una persona, un testigo. As nace esta reciprocidad: por una parte, la palabra necesita la persona; pero, por otra, la persona, el testigo, est vinculado a la palabra que le ha sido confiada y que no ha inventado l. Esta reciprocidad entre contenido palabra de Dios, vida del Seor y persona que la transmite es caracterstica de la estructura de la Iglesia. Y hoy queremos meditar en este aspecto personal de la Iglesia.

El Seor lo haba iniciado convocando, como hemos visto, a los Doce, en los que estaba representado el futuro pueblo de Dios. Con fidelidad al mandato recibido del Seor, los Doce, despus de su Ascensin, primero completan su nmero con la eleccin de Matas en lugar de Judas (cf. Hch 1, 15-26); luego asocian progresivamente a otros en las funciones que les haban sido encomendadas, para que continen su ministerio. El Resucitado mismo llama a Pablo (cf. Ga 1, 1), pero Pablo, a pesar de haber sido llamado por el Seor como Apstol, confronta su Evangelio con el Evangelio de los Doce (cf. Ga 1, 18), se esfuerza por transmitir lo que ha recibido (cf. 1 Co 11, 23; 15, 3-4), y en la distribucin de las tareas misioneras es asociado a los Apstoles, junto con otros, por ejemplo con Bernab (cf. Ga 2, 9).

Del mismo modo que al inicio de la condicin de apstol hay una llamada y un envo del Resucitado, as tambin la sucesiva llamada y envo de otros se realizar, con la fuerza del Espritu, por obra de quienes ya han sido constituidos en el ministerio apostlico. Este es el camino por el que continuar ese ministerio, que luego, desde la segunda generacin, se llamar ministerio episcopal, "episcop".

Tal vez sea til explicar brevemente lo que quiere decir obispo. Es la palabra que usamos para traducir la palabra griega "epscopos". Esta palabra indica a una persona que contempla desde lo alto, que mira con el corazn. As, san Pedro mismo, en su primera carta, llama al Seor Jess "pastor y obispo guardin de vuestras almas" (1 P 2, 25). Y segn este modelo del Seor, que es el primer obispo, guardin y pastor de las almas, los sucesores de los Apstoles se llamaron luego obispos, epscopoi. Se les encomend la funcin del episcop.

Esta precisa funcin del obispo se desarrollar progresivamente, con respecto a los inicios, hasta asumir la forma ya claramente atestiguada en san Ignacio de Antioqua al comienzo del siglo II (cf. Ad Magnesios, 6, 1: PG 5, 668) del triple oficio de obispo, presbtero y dicono. Es un desarrollo guiado por el Espritu de Dios, que asiste a la Iglesia en el discernimiento de las formas autnticas de la sucesin apostlica, cada vez ms definidas entre mltiples experiencias y formas carismticas y ministeriales, presentes en la comunidad de los orgenes.

As, la sucesin en la funcin episcopal se presenta como continuidad del ministerio apostlico, garanta de la perseverancia en la Tradicin apostlica, palabra y vida, que nos ha encomendado el Seor. El vnculo entre el Colegio de los obispos y la comunidad originaria de los Apstoles se entiende, ante todo, en la lnea de la continuidad histrica.

Como hemos visto, a los Doce son asociados primero Matas, luego Pablo, Bernab y otros, hasta la formacin del ministerio del obispo, en la segunda y tercera generacin. As pues, la continuidad se realiza en esta cadena histrica. Y en la continuidad de la sucesin est la garanta de perseverar, en la comunidad eclesial, del Colegio apostlico que Cristo reuni en torno a s. Pero esta continuidad, que vemos primero en la continuidad histrica de los ministros, se debe entender tambin en sentido espiritual, porque la sucesin apostlica en el ministerio se considera como lugar privilegiado de la accin y de la transmisin del Espritu Santo.

Un eco claro de estas convicciones se percibe, por ejemplo, en el siguiente texto de san Ireneo de Lyon (segunda mitad del siglo II): "La Tradicin de los Apstoles, que ha sido manifestada en el mundo entero, puede ser percibida en toda la Iglesia por todos aquellos que quieren ver la verdad. Y nosotros podemos enumerar los obispos que fueron establecidos por los Apstoles en las Iglesias y sus sucesores hasta nosotros (...). En efecto, (los Apstoles) queran que fuesen totalmente perfectos e irreprensibles aquellos a quienes dejaban como sucesores suyos, transmitindoles su propia misin de enseanza. Si obraban correctamente, se seguira gran utilidad; pero, si hubiesen cado, la mayor calamidad" (Adversus haereses, III, 3, 1: PG 7, 848).

San Ireneo, refirindose aqu a esta red de la sucesin apostlica como garanta de perseverar en la palabra del Seor, se concentra en la Iglesia "ms grande, ms antigua y ms conocida de todos", "fundada y establecida en Roma por los ms gloriosos apstoles, Pedro y Pablo", dando relieve a la Tradicin de la fe, que en ella llega hasta nosotros desde los Apstoles mediante las sucesiones de los obispos.

De este modo, para san Ireneo y para la Iglesia universal, la sucesin episcopal de la Iglesia de Roma se convierte en el signo, el criterio y la garanta de la transmisin ininterrumpida de la fe apostlica: "Con esta Iglesia, a causa de su origen ms excelente (propter potiorem principalitatem), debe necesariamente estar de acuerdo toda la Iglesia, es decir, los fieles de todas partes, pues en ella se ha conservado siempre la tradicin que viene de los Apstoles" (ib., III, 3, 2: PG 7, 848). La sucesin apostlica comprobada sobre la base de la comunin con la de la Iglesia de Roma es, por tanto, el criterio de la permanencia de las diversas Iglesias en la Tradicin de la fe apostlica comn, que ha podido llegar hasta nosotros desde los orgenes a travs de este canal: "Por este orden y sucesin, han llegado hasta nosotros aquella tradicin que, procedente de los Apstoles, existe en la Iglesia y el anuncio de la verdad. Y esta es la prueba ms palpable de que es una sola y la misma fe vivificante, que en la Iglesia, desde los Apstoles hasta ahora, se ha conservado y transmitido en la verdad" (ib., III, 3, 3: PG 7, 851).

De acuerdo con estos testimonios de la Iglesia antigua, la apostolicidad de la comunin eclesial consiste en la fidelidad a la enseanza y a la prctica de los Apstoles, a travs de los cuales se asegura el vnculo histrico y espiritual de la Iglesia con Cristo. La sucesin apostlica del ministerio episcopal es el camino que garantiza la fiel transmisin del testimonio apostlico. Lo que representan los Apstoles en la relacin entre el Seor Jess y la Iglesia de los orgenes, lo representa anlogamente la sucesin ministerial en la relacin entre la Iglesia de los orgenes y la Iglesia actual. No es una simple concatenacin material; es, ms bien, el instrumento histrico del que se sirve el Espritu Santo para hacer presente al Seor Jess, cabeza de su pueblo, a travs de los que son ordenados para el ministerio mediante la imposicin de las manos y la oracin de los obispos.

As pues, mediante la sucesin apostlica es Cristo quien llega a nosotros: en la palabra de los Apstoles y de sus sucesores es l quien nos habla; mediante sus manos es l quien acta en los sacramentos; en la mirada de ellos es su mirada la que nos envuelve y nos hace sentir amados, acogidos en el corazn de Dios. Y tambin hoy, como al inicio, Cristo mismo es el verdadero pastor y guardin de nuestras almas, al que seguimos con gran confianza, gratitud y alegra.

BENEDICTO XVIAUDIENCIA GENERALMircoles 17 de mayo de 2006

Pedro, el pescador Queridos hermanos y hermanas:

En la nueva serie de catequesis ante todo hemos tratado de comprender mejor qu es la Iglesia, cul es la idea del Seor sobre su nueva familia. Luego hemos dicho que la Iglesia existe en las personas. Y hemos visto que el Seor ha encomendado esta nueva realidad, la Iglesia, a los doce Apstoles. Ahora queremos verlos uno a uno, para comprender en las personas qu es vivir la Iglesia, qu es seguir a Jess. Comenzamos por san Pedro.

Despus de Jess, Pedro es el personaje ms conocido y citado en los escritos neotestamentarios: es mencionado 154 veces con el sobrenombre de Ptros, "piedra", "roca", que es traduccin griega del nombre arameo que le dio directamente Jess: Kefa, atestiguado nueve veces sobre todo en las cartas de san Pablo. Hay que aadir el frecuente nombre Simn (75 veces), que es una adaptacin griega de su nombre hebreo original Simen (dos veces: Hch 15, 14; 2 P 1, 1).

Simn, hijo de Juan (cf. Jn 1, 42) o en la forma aramea, bar-Jona, hijo de Jons (cf. Mt 16, 17), era de Betsaida (cf. Jn 1, 44), una localidad situada al este del mar de Galilea, de la que proceda tambin Felipe y naturalmente Andrs, hermano de Simn. Al hablar se le notaba el acento galileo. Tambin l, como su hermano, era pescador: con la familia de Zebedeo, padre de Santiago y Juan, diriga una pequea empresa de pesca en el lago de Genesaret (cf. Lc 5, 10).

Por eso, deba de gozar de cierto bienestar econmico y estaba animado por un sincero inters religioso, por un deseo de Dios anhelaba que Dios interviniera en el mundo un deseo que lo impuls a dirigirse, juntamente con su hermano, hasta Judea para seguir la predicacin de Juan el Bautista (cf. Jn 1, 35-42).

Era un judo creyente y observante, que confiaba en la presencia activa de Dios en la historia de su pueblo, y le entristeca no ver su accin poderosa en las vicisitudes de las que era testigo en ese momento. Estaba casado y su suegra, curada un da por Jess, viva en la ciudad de Cafarnam, en la casa en que tambin Simn se alojaba cuando estaba en esa ciudad (cf. Mt 8, 14 s; Mc 1, 29 s; Lc 4, 38 s). Excavaciones arqueolgicas recientes han permitido descubrir, bajo el piso de mosaico octagonal de una pequea iglesia bizantina, vestigios de una iglesia ms antigua construida sobre esa casa, como atestiguan las inscripciones con invocaciones a Pedro.

Los evangelios nos informan de que Pedro es uno de los primeros cuatro discpulos del Nazareno (cf. Lc 5, 1-11), a los que se aade un quinto, segn la costumbre de todo Rabino de tener cinco discpulos (cf. Lc 5, 27: llamada de Lev). Cuando Jess pasa de cinco discpulos a doce (cf. Lc 9, 1-6) pone de relieve la novedad de su misin: l no es un rabino como los dems, sino que ha venido para reunir al Israel escatolgico, simbolizado por el nmero doce, como el de las tribus de Israel.

Como nos muestran los evangelios, Simn tiene un carcter decidido e impulsivo; est dispuesto a imponer sus razones incluso con la fuerza (por ejemplo, cuando usa la espada en el huerto de los Olivos: cf. Jn 18, 10 s). Al mismo tiempo, a veces es ingenuo y miedoso, pero honrado, hasta el arrepentimiento ms sincero (cf. Mt 26, 75).

Los evangelios permiten seguir paso a paso su itinerario espiritual. El punto de partida es la llamada que le hace Jess. Acontece en un da cualquiera, mientras Pedro est dedicado a sus labores de pescador. Jess se encuentra a orillas del lago de Genesaret y la multitud lo rodea para escucharlo.El nmero de oyentes implica un problema prctico. El Maestro ve dos barcas varadas en la ribera; los pescadores han bajado y lavan las redes. l entonces pide permiso para subir a la barca de Simn y le ruega que la aleje un poco de tierra. Sentndose en esa ctedra improvisada, se pone a ensear a la muchedumbre desde la barca (cf. Lc 5, 1-3). As, la barca de Pedro se convierte en la ctedra de Jess. Cuando acaba de hablar, dice a Simn: "Rema mar adentro, y echad vuestras redes para pescar". Simn responde: "Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echar las redes" (Lc 5, 4-5).

Jess era carpintero, no experto en pesca, y a pesar de ello Simn el pescador se fa de este Rabino, que no le da respuestas sino que lo invita a fiarse de l. Ante la pesca milagrosa reacciona con asombro y temor: "Aljate de m, Seor, que soy un hombre pecador" (Lc 5, 8). Jess responde invitndolo a la confianza y a abrirse a un proyecto que supera todas sus perspectivas: "No temas. Desde ahora sers pescador de hombres" (Lc 5, 10).

Pedro no poda imaginar entonces que un da llegara a Roma y sera aqu "pescador de hombres" para el Seor. Acepta esa llamada sorprendente a dejarse implicar en esta gran aventura. Es generoso, reconoce sus limitaciones, pero cree en el que lo llama y sigue el sueo de su corazn. Dice s, un s valiente y generoso, y se convierte en discpulo de Jess.

Pedro vivi otro momento significativo en su camino espiritual cerca de Cesarea de Filipo, cuando Jess plante a sus discpulos una pregunta precisa: "Quin dicen los hombres que soy yo?" (Mc 8, 27). Pero a Jess no le basta la respuesta de lo que haban odo decir. De quien ha aceptado comprometerse personalmente con l quiere una toma de posicin personal. Por eso insiste: "Y vosotros, quin decs que soy yo?" (Mc 8, 29). Es Pedro quien contesta en nombre de los dems: "T eres el Cristo" (Mc 8, 29), es decir, el Mesas. Esta respuesta de Pedro, que no provena "ni de la carne ni de la sangre", es decir, de l, sino que se la haba donado el Padre que est en los cielos (cf. Mt 16, 17), encierra en s como en germen la futura confesin de fe de la Iglesia.

Con todo, Pedro no haba entendido an el contenido profundo de la misin mesinica de Jess, el nuevo sentido de la palabra Mesas. Lo demuestra poco despus, dando a entender que el Mesas que buscaba en sus sueos es muy diferente del verdadero proyecto de Dios. Ante el anuncio de la pasin se escandaliza y protesta, provocando la dura reaccin de Jess (cf. Mc 8, 32-33).

Pedro quiere un Mesas "hombre divino", que realice las expectativas de la gente imponiendo a todos su poder. Tambin nosotros deseamos que el Seor imponga su poder y transforme inmediatamente el mundo. Jess se presenta como el "Dios humano", el siervo de Dios, que trastorna las expectativas de la muchedumbre siguiendo el camino de la humildad y el sufrimiento.Es la gran alternativa, que tambin nosotros debemos aprender siempre de nuevo: privilegiar nuestras expectativas, rechazando a Jess, o acoger a Jess en la verdad de su misin y renunciar a nuestras expectativas demasiado humanas.

Pedro, impulsivo como era, no duda en tomar aparte a Jess y reprenderlo. La respuesta de Jess echa por tierra todas sus falsas expectativas, a la vez que lo invita a convertirse y a seguirlo. "Ponte detrs de m, Satans, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres" (Mc 8, 33). No me seales t el camino; yo tomo mi camino y t debes ponerte detrs de m.

Pedro aprende as lo que significa en realidad seguir a Jess. Es su segunda llamada, anloga a la de Abraham en Gn 22, despus de la de Gn 12: "Si alguno quiere venir en pos de m, niguese a s mismo, tome su cruz y sgame, porque quien quiera salvar su vida, la perder; pero quien pierda su vida por m y por el Evangelio, la salvar" (Mc 8, 34-35). Es la ley exigente del seguimiento: hay que saber renunciar, si es necesario, al mundo entero para salvar los verdaderos valores, para salvar el alma, para salvar la presencia de Dios en el mundo (cf. Mc 8, 36-37). Aunque le cuesta, Pedro acoge la invitacin y prosigue su camino tras las huellas del Maestro.

Me parece que estas diversas conversiones de san Pedro y toda su figura constituyen un gran consuelo y una gran enseanza para nosotros. Tambin nosotros tenemos deseo de Dios, tambin nosotros queremos ser generosos, pero tambin nosotros esperamos que Dios acte con fuerza en el mundo y transforme inmediatamente el mundo segn nuestras ideas, segn las necesidades que vemos nosotros. Dios elige otro camino. Dios elige el camino de la transformacin de los corazones con el sufrimiento y la humildad. Y nosotros, como Pedro, debemos convertirnos siempre de nuevo. Debemos seguir a Jess y no ponernos por delante. Es l quien nos muestra el camino. As, Pedro nos dice: t piensas que tienes la receta y que debes transformar el cristianismo, pero es el Seor quien conoce el camino. Es el Seor quien me dice a m, quien te dice a ti: sgueme. Y debemos tener la valenta y la humildad de seguir a Jess, porque l es el camino, la verdad y la vida.

BENEDICTO XVIAUDIENCIA GENERALMircoles 24 de mayo de 2006Pedro, el apstol Queridos hermanos y hermanas:

En estas catequesis estamos meditando en la Iglesia. Hemos dicho que la Iglesia vive en las personas y, por eso, en la ltima catequesis, comenzamos a meditar en las figuras de cada uno de los Apstoles, comenzando por san Pedro. Hemos visto dos etapas decisivas de su vida: la llamada a orillas del lago de Galilea y, luego, la confesin de fe: "T eres el Cristo, el Mesas".

Como dijimos, se trata de una confesin an insuficiente, inicial, aunque abierta. San Pedro se pone en un camino de seguimiento. As, esta confesin inicial ya lleva en s, como un germen, la futura fe de la Iglesia. Hoy queremos considerar otros dos acontecimientos importantes en la vida de san Pedro: la multiplicacin de los panes acabamos de escuchar en el pasaje que se ha ledo la pregunta del Seor y la respuesta de Pedro y despus la llamada del Seor a Pedro a ser pastor de la Iglesia universal.

Comenzamos con la multiplicacin de los panes. Como sabis, el pueblo haba escuchado al Seor durante horas. Al final, Jess dice: estn cansados, tienen hambre, tenemos que dar de comer a esta gente. Los Apstoles preguntan: "Pero, cmo?". Y Andrs, el hermano de Pedro, le dice a Jess que un muchacho tena cinco panes y dos peces. "Pero, qu es eso para tantos?", se preguntan los Apstoles. Entonces el Seor manda que se siente la gente y que se distribuyan esos cinco panes y dos peces. Y todos quedan saciados. Ms an, el Seor encarga a los Apstoles, y entre ellos a Pedro, que recojan las abundantes sobras: doce canastos de pan (cf. Jn 6, 12-13).

A continuacin, la gente, al ver este milagro que pareca ser la renovacin tan esperada del nuevo "man", el don del pan del cielo, quiere hacerlo su rey. Pero Jess no acepta y se retira a orar solo en la montaa. Al da siguiente, en la otra orilla del lago, en la sinagoga de Cafarnam, Jess interpret el milagro, no en el sentido de una realeza de Israel, con un poder de este mundo, como lo esperaba la muchedumbre, sino en el sentido de la entrega de s mismo: "El pan que yo voy a dar es mi carne por la vida del mundo" (Jn 6, 51). Jess anuncia la cruz y con la cruz la autntica multiplicacin de los panes, el Pan eucarstico, su manera totalmente nueva de ser rey, una manera completamente opuesta a las expectativas de la gente.

Podemos comprender que estas palabras del Maestro, que no quiere realizar cada da una multiplicacin de los panes, que no quiere ofrecer a Israel un poder de este mundo, resultaran realmente difciles, ms an, inaceptables para la gente. "Da su carne": qu quiere decir esto? Incluso para los discpulos parece algo inaceptable lo que Jess dice en este momento. Para nuestro corazn, para nuestra mentalidad, eran y son palabras "duras", que ponen a prueba la fe (cf. Jn 6, 60).

Muchos de los discpulos se echaron atrs. Buscaban a alguien que renovara realmente el Estado de Israel, su pueblo, y no a uno que dijera: "Yo doy mi carne". Podemos imaginar que las palabras de Jess fueron difciles tambin para Pedro, que en Cesarea de Filipo se haba opuesto a la profeca de la cruz. Y, sin embargo, cuando Jess pregunt a los Doce: "Tambin vosotros queris marcharos?", Pedro reaccion con el entusiasmo de su corazn generoso, inspirado por el Espritu Santo. En nombre de todos, respondi con palabras inmortales, que tambin nosotros hacemos nuestras: "Seor, a quin vamos a ir? T tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que t eres el Santo de Dios" (cf. Jn 6, 66-69).

Aqu, al igual que en Cesarea, con sus palabras, Pedro comienza la confesin de la fe cristolgica de la Iglesia y se hace portavoz tambin de los dems Apstoles y de nosotros, los creyentes de todos los tiempos. Esto no significa que ya hubiera comprendido el misterio de Cristo en toda su profundidad. Su fe era todava una fe inicial, una fe en camino; slo llegara a su verdadera plenitud mediante la experiencia de los acontecimientos pascuales. Si embargo, ya era fe, abierta a la realidad ms grande; abierta, sobre todo, porque no era fe en algo, era fe en Alguien: en l, en Cristo. De este modo, tambin nuestra fe es siempre una fe inicial y tenemos que recorrer todava un largo camino. Pero es esencial que sea una fe abierta y que nos dejemos guiar por Jess, pues l no slo conoce el camino, sino que es el Camino.

Ahora bien, la generosidad impetuosa de Pedro no lo libra de los peligros vinculados a la debilidad humana. Por lo dems, es lo que tambin nosotros podemos reconocer basndonos en nuestra vida. Pedro sigui a Jess con entusiasmo, super la prueba de la fe, abandonndose a l. Sin embargo, llega el momento en que tambin l cede al miedo y cae: traiciona al Maestro (cf. Mc 14, 66-72). La escuela de la fe no es una marcha triunfal, sino un camino salpicado de sufrimientos y de amor, de pruebas y de fidelidad que hay que renovar todos los das. Pedro, que haba prometido fidelidad absoluta, experimenta la amargura y la humillacin de haber negado a Cristo; el jactancioso aprende, a costa suya, la humildad. Tambin Pedro tiene que aprender que es dbil y necesita perdn. Cuando finalmente se le cae la mscara y entiende la verdad de su corazn dbil de pecador creyente, estalla en un llanto de arrepentimiento liberador. Tras este llanto ya est preparado para su misin.

En una maana de primavera, Jess resucitado le confiar esta misin. El encuentro tendr lugar a la orilla del lago de Tiberades. El evangelista san Juan nos narra el dilogo que mantuvieron Jess y Pedro en aquella circunstancia. Se puede constatar un juego de verbos muy significativo. En griego, el verbo filo expresa el amor de amistad, tierno pero no total, mientras que el verbo agapo significa el amor sin reservas, total e incondicional.

La primera vez, Jess pregunta a Pedro: "Simn..., me amas" (agaps-me) con este amor total e incondicional? (cf. Jn 21, 15). Antes de la experiencia de la traicin, el Apstol ciertamente habra dicho: "Te amo (agap-se) incondicionalmente". Ahora que ha experimentado la amarga tristeza de la infidelidad, el drama de su propia debilidad, dice con humildad: "Seor, te quiero (fil-se)", es decir, "te amo con mi pobre amor humano". Cristo insiste: "Simn, me amas con este amor total que yo quiero?". Y Pedro repite la respuesta de su humilde amor humano: "Kyrie, fil-se", "Seor, te quiero como s querer". La tercera vez, Jess slo dice a Simn: "Files-me?", "me quieres?". Simn comprende que a Jess le basta su amor pobre, el nico del que es capaz, y sin embargo se entristece porque el Seor se lo ha tenido que decir de ese modo. Por eso le responde: "Seor, t lo sabes todo, t sabes que te quiero (fil-se)".

Parecera que Jess se ha adaptado a Pedro, en vez de que Pedro se adaptara a Jess.Precisamente esta adaptacin divina da esperanza al discpulo que ha experimentado el sufrimiento de la infidelidad. De aqu nace la confianza, que lo hace capaz de seguirlo hasta el final: "Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, aadi: "Sgueme"" (Jn 21, 19).

Desde aquel da, Pedro "sigui" al Maestro con la conciencia clara de su propia fragilidad; pero esta conciencia no lo desalent, pues saba que poda contar con la presencia del Resucitado a su lado. Del ingenuo entusiasmo de la adhesin inicial, pasando por la experiencia dolorosa de la negacin y el llanto de la conversin, Pedro lleg a fiarse de ese Jess que se adapt a su pobre capacidad de amor. Y as tambin a nosotros nos muestra el camino, a pesar de toda nuestra debilidad. Sabemos que Jess se adapta a nuestra debilidad. Nosotros lo seguimos con nuestra pobre capacidad de amor y sabemos que Jess es bueno y nos acepta. Pedro tuvo que recorrer un largo camino hasta convertirse en testigo fiable, en "piedra" de la Iglesia, por estar constantemente abierto a la accin del Espritu de Jess.

Pedro se define a s mismo "testigo de los sufrimientos de Cristo y partcipe de la gloria que est para manifestarse" (1 P 5, 1). Cuando escribe estas palabras ya es anciano y est cerca del final de su vida, que sellar con el martirio. Entonces es capaz de describir la alegra verdadera y de indicar dnde se puede encontrar: el manantial es Cristo, en el que creemos y al que amamos con nuestra fe dbil pero sincera, a pesar de nuestra fragilidad. Por eso, escribe a los cristianos de su comunidad estas palabras, que tambin nos dirige a nosotros: "Lo amis sin haberlo visto; creis en l, aunque de momento no lo veis. Por eso, rebosis de alegra inefable y gloriosa, y alcanzis la meta de vuestra fe, la salvacin de las almas" (1 P 1, 8-9).

BENEDICTO XVIAUDIENCIA GENERALMircoles 7 de junio de 2006Pedro, la roca sobre la que Cristo fund su Iglesia Queridos hermanos y hermanas:

Reanudamos las catequesis semanales que comenzamos esta primavera. En la ltima, hace quince das, habl de Pedro como del primero de los Apstoles. Hoy queremos volver una vez ms sobre esta grande e importante figura de la Iglesia. El evangelista san Juan, al relatar el primer encuentro de Jess con Simn, hermano de Andrs, atestigua un hecho singular: Jess, "fijando su mirada en l, le dijo: "T eres Simn, el hijo de Juan; t te llamars Cefas", que quiere decir "Piedra"" (Jn 1, 42). Jess no sola cambiar el nombre a sus discpulos. Si se excepta el sobrenombre de "hijos del trueno", que dirigi en una circunstancia precisa a los hijos de Zebedeo (cf. Mc 3, 17) y que ya no volvi a usar, nunca atribuy un nuevo nombre a uno de sus discpulos. En cambio, s lo hizo con Simn, llamndolo "Cefas", nombre que luego fue traducido en griego por Petros, en latn Petrus.Y fue traducido precisamente porque no era slo un nombre; era un "mandato" que Petrus reciba as del Seor. El nuevo nombre, Petrus, se repetir muchas veces en los evangelios y acabar sustituyendo a su nombre originario, Simn.

El dato cobra especial relieve si se tiene en cuenta que, en el Antiguo Testamento, el cambio del nombre por lo general implicaba la encomienda de una misin (cf. Gn 17, 5; 32, 28 ss, etc.). De hecho, la voluntad de Cristo de atribuir a Pedro una importancia particular dentro del Colegio apostlico se manifiesta a travs de numerosos indicios: en Cafarnam, el Maestro se hospeda en la casa de Pedro (cf. Mc 1, 29); cuando la muchedumbre se agolpaba a su alrededor a la orilla del lago de Genesaret, entre las dos barcas all amarradas Jess escoge la de Simn (cf. Lc 5, 3); cuando en circunstancias particulares Jess se llevaba slo a tres discpulos, a Pedro siempre se le nombra como primero del grupo: as sucede en la resurreccin de la hija de Jairo (cf. Mc 5, 37; Lc 8, 51), en la Transfiguracin (cf.Mc 9, 2; Mt 17, 1; Lc 9, 28) y, por ltimo, durante la agona en el huerto de Getseman (cf. Mc 14, 33; Mt26, 37).

Adems, a Pedro se dirigen los recaudadores del impuesto para el templo y el Maestro paga slo por s y por Pedro (cf. Mt 17, 24-27); Pedro es el primero a quien lava los pies en la ltima Cena (cf. Jn 13, 6) y ora slo por l para que no desfallezca en la fe y pueda confirmar luego en ella a los dems discpulos (cf.Lc 22, 30-31). Por lo dems, Pedro mismo es consciente de su situacin peculiar: es l quien a menudo toma la palabra en nombre de los dems; habla para pedir la explicacin de una parbola (cf. Mt 15, 15) o el sentido exacto de un precepto (cf. Mt 18, 21) o la promesa formal de una recompensa (Mt 19, 27). En particular, es l quien resuelve algunas situaciones embarazosas interviniendo en nombre de todos. Por ejemplo, cuando Jess, entristecido por la incomprensin de la multitud despus del discurso sobre el "pan de vida", pregunta: "Tambin vosotros queris iros?", Pedro da una respuesta perentoria: "Seor, a quin iremos? T tienes palabras de vida eterna" (Jn 6, 67-69).

Igualmente decidida es la profesin de fe que, tambin en nombre de los Doce, hace en Cesarea de Filipo. A Jess, que le pregunta "Y vosotros quin decs que soy yo?", Pedro responde: "T eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 15-16). Acto seguido, Jess pronuncia la declaracin solemne que define, de una vez por todas, el papel de Pedro en la Iglesia: "Y yo a mi vez te digo que t eres Pedro, y sobre esta piedra edificar mi Iglesia (...). A ti te dar las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedar atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedar desatado en los cielos" (Mt 16, 18-19).

Las tres metforas que utiliza Jess son en s muy claras: Pedro ser el cimiento de roca sobre el que se apoyar el edificio de la Iglesia; tendr las llaves del reino de los cielos para abrir y cerrar a quien le parezca oportuno; por ltimo, podr atar o desatar, es decir, podr decidir o prohibir lo que considere necesario para la vida de la Iglesia, que es y sigue siendo de Cristo. Siempre es la Iglesia de Cristo y no de Pedro. As queda descrito con imgenes muy plsticas lo que la reflexin sucesiva calificar con el trmino: "primado de jurisdiccin". Esta posicin de preeminencia que Jess quiso conferir a Pedro se constata tambin despus de la resurreccin: Jess encarga a las mujeres que lleven el anuncio a Pedro, distinguindolo entre los dems Apstoles (cf. Mc 16, 7); la Magdalena acude corriendo a l y a Juan para informar que la piedra ha sido removida de la entrada del sepulcro (cf. Jn 20, 2) y Juan le cede el paso cuando los dos llegan ante la tumba vaca (cf. Jn 20, 4-6); despus, entre los Apstoles, Pedro es el primer testigo de la aparicin del Resucitado (cf.Lc 24, 34; 1 Co 15, 5). Este papel, subrayado con decisin (cf. Jn 20, 3-10), marca la continuidad entre su preeminencia en el grupo de los Apstoles y la preeminencia que seguir teniendo en la comunidad nacida con los acontecimientos pascuales, como atestigua el libro de los Hechos de los Apstoles (cf. Hch 1, 15-26; 2,14-40; 3,12-26; 4,8-12; 5,1-11.29; 8,14-17; 10; etc.). Su comportamiento es considerado tan decisivo que es objeto de observaciones y tambin de crticas (cf.Hch 11, 1-18; Ga 2, 11-14). En el as llamado Concilio de Jerusaln Pedro desempea una funcin directiva (cf. Hch 15 y Ga 2, 1-10) y, precisamente por el hecho de ser el testigo de la fe autntica, Pablo mismo reconoce en l su papel de "primero" (cf. 1 Co 15, 5; Ga 1, 18; 2, 7 s; etc.). Adems, el hecho de que varios de los textos clave referidos a Pedro puedan enmarcarse en el contexto de la ltima Cena, en la que Cristo le confiere el ministerio de confirmar a los hermanos (cf. Lc 22, 31 s), muestra cmo el ministerio confiado a Pedro es uno de los elementos constitutivos de la Iglesia que nace del memorial pascual celebrado en la Eucarista. El hecho de insertar el primado de Pedro en el contexto de la ltima Cena, en el momento de la institucin de la Eucarista, Pascua del Seor, indica tambin el sentido ltimo de este primado: Pedro, para todos los tiempos, debe ser el custodio de la comunin con Cristo; debe guiar a la comunin con Cristo; debe cuidar de que la red no se rompa, a fin de que as perdure la comunin universal. Slo juntos podemos estar con Cristo, que es el Seor de todos. La responsabilidad de Pedro consiste en garantizar as la comunin con Cristo con la caridad de Cristo, guiando a la realizacin de esta caridad en la vida diaria. Oremos para que el primado de Pedro, encomendado a pobres personas humanas, sea siempre ejercido en este sentido originario que quiso el Seor, y para que lo reconozcan cada vez ms en su verdadero significado los hermanos que todava no estn en comunin con nosotros. BENEDICTO XVIAUDIENCIA GENERALMircoles 14 de junio de 2006Andrs, el protclito Queridos hermanos y hermanas:En las ltimas dos catequesis hemos hablado de la figura de san Pedro. Ahora, en la medida en que nos lo permiten las fuentes, queremos conocer un poco ms de cerca tambin a los otros once Apstoles. Por tanto, hoy hablamos del hermano de Simn Pedro, san Andrs, que tambin era uno de los Doce.

La primera caracterstica que impresiona en Andrs es el nombre: no es hebreo, como se podra esperar, sino griego, signo notable de que su familia tena cierta apertura cultural. Nos encontramos en Galilea, donde la lengua y la cultura griegas estn bastante presentes. En las listas de los Doce, Andrs ocupa el segundo lugar, como sucede en Mateo (Mt 10, 1-4) y en Lucas (Lc 6, 13-16), o el cuarto, como acontece en Marcos (Mc 3, 13-18) y en los Hechos de los Apstoles (Hch 1, 13-14).Encualquiercaso,gozabasinduda de gran prestigio dentro de las primeras comunidades cristianas.

El vnculo de sangre entre Pedro y Andrs, as como la llamada comn que les dirigi Jess, son mencionados expresamente en los Evangelios: "Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jess vio a dos hermanos: a Simn, llamado Pedro, y a su hermano Andrs, que echaban las redes al mar, porque eran pescadores. Entonces les dijo: "Seguidme, y os har pescadores de hombres"" (Mt 4, 18-19; Mc 1, 16-17). El cuarto evangelio nos revela otro detalle importante: en un primer momento Andrs era discpulo de Juan Bautista; y esto nos muestra que era un hombre que buscaba, que comparta la esperanza de Israel, que quera conocer ms de cerca la palabra del Seor, la realidad de la presencia del Seor.

Era verdaderamente un hombre de fe y de esperanza; y un da escuch que Juan Bautista proclamaba a Jess como "el cordero de Dios" (Jn 1, 36); entonces, se interes y, junto a otro discpulo cuyo nombre no se menciona, sigui a Jess, a quien Juan llam "cordero de Dios". El evangelista refiere: "Vieron dnde viva y se quedaron con l" (Jn 1, 37-39).

As pues, Andrs disfrut de momentos extraordinarios de intimidad con Jess. La narracin contina con una observacin significativa: "Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jess era Andrs, el hermano de Simn Pedro. Encontr l luego a su hermano Simn, y le dijo: "Hemos hallado al Mesas",que quiere decirel Cristo, y lo condujo a Jess" (Jn 1, 40-43), demostrando inmediatamente un espritu apostlico fuera de lo comn.

Andrs, por tanto, fue el primero de los Apstoles en ser llamado a seguir a Jess. Por este motivo la liturgia de la Iglesia bizantina le honra con el apelativo de "Protklitos", que significa precisamente "el primer llamado". Y no cabe duda de que por la relacin fraterna entre Pedro y Andrs, la Iglesia de Roma y la Iglesia de Constantinopla se sienten entre s de modo especial como Iglesias hermanas. Para subrayar esta relacin, mi predecesor el Papa Pablo VI, en 1964, restituy la insigne reliquia de san Andrs, hasta entonces conservada en la baslica vaticana, al obispo metropolita ortodoxo de la ciudad de Patrs, en Grecia, donde, segn la tradicin, fue crucificado el Apstol.

Las tradiciones evanglicas mencionan particularmente el nombre de Andrs en otras tres ocasiones, que nos permiten conocer algo ms de este hombre. La primera es la de la multiplicacin de los panes en Galilea, cuando en aquel aprieto Andrs indic a Jess que haba all un muchacho que tena cinco panes de cebada y dos peces: muy poco constat para tanta gente como se haba congregado en aquel lugar (cf. Jn 6, 8-9). Conviene subrayar el realismo de Andrs: not al muchacho por tanto, ya haba planteado la pregunta: "Pero, qu es esto para tanta gente?" (Jn 6, 9) y se dio cuenta de que los recursos no bastaban. Jess, sin embargo, supo hacer que fueran suficientes para la multitud de personas que haban ido a escucharlo.

La segunda ocasin fue en Jerusaln. Al salir de la ciudad, un discpulo le mostr a Jess el espectculo de los poderosos muros que sostenan el templo. La respuesta del Maestro fue sorprendente: dijo que de esos muros no quedara piedra sobre piedra. Entonces Andrs, juntamente con Pedro, Santiago y Juan, le pregunt: "Dinos cundo suceder eso y cul ser la seal de que todas estas cosas estn para cumplirse" (cf. Mc 13, 1-4). Como respuesta a esta pregunta, Jess pronunci un importante discurso sobre la destruccin de Jerusaln y sobre el fin del mundo, invitando a sus discpulos a leer con atencin los signos del tiempo y a mantener siempre una actitud de vigilancia. De este episodio podemos deducir que no debemos tener miedo de plantear preguntas a Jess, pero, a la vez, debemos estar dispuestos a acoger las enseanzas, a veces sorprendentes y difciles, que l nos da.

Los Evangelios nos presentan, por ltimo, una tercera iniciativa de Andrs. El escenario es tambin Jerusaln, poco antes de la Pasin. Con motivo de la fiesta de la Pascua narra san Juan haban ido a la ciudad santa tambin algunos griegos, probablemente proslitos o personas que tenan temor de Dios, para adorar al Dios de Israel en la fiesta de la Pascua. Andrs y Felipe, los dos Apstoles con nombres griegos, hacen de intrpretes y mediadores de este pequeo grupo de griegos ante Jess. La respuesta del Seor a su pregunta parece enigmtica, como sucede con frecuencia en el evangelio de Juan, pero precisamente as se revela llena de significado. Jess dice a los dos discpulos y, a travs de ellos, al mundo griego: "Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trino no cae en tierra y muere, queda l solo; pero si muere da mucho fruto" (Jn 12, 23-24).

Qu significan estas palabras en este contexto? Jess quiere decir: s, mi encuentro con los griegos tendr lugar, pero no se tratar de una simple y breve conversacin con algunas personas, impulsadas sobre todo por la curiosidad. Con mi muerte, que se puede comparar a la cada en la tierra de un grano de trigo, llegar la hora de mi glorificacin. De mi muerte en la cruz surgir la gran fecundidad: el "grano de trigo muerto" smbolo de m mismo crucificado se convertir, con la resurreccin, en pan de vida para el mundo; ser luz para los pueblos y las culturas. S, el encuentro con el alma griega, con el mundo griego, tendr lugar en esa profundidad a la que hace referencia el grano de trigo que atrae hacia s las fuerzas de la tierra y del cielo y se convierte en pan. En otras palabras, Jess profetiza la Iglesia de los griegos, la Iglesia de los paganos, la Iglesia del mundo como fruto de su Pascua.

Segn tradiciones muy antiguas, Andrs, que transmiti a los griegos estas palabras, no slo fue el intrprete de algunos griegos en el encuentro con Jess al que acabamos de referirnos; sino tambin el apstol de los griegos en los aos que siguieron a Pentecosts. Esas tradiciones nos dicen que durante el resto de su vida fue el heraldo y el intrprete de Jess para el mundo griego. Pedro, su hermano, lleg a Roma desde Jerusaln, pasando por Antioqua, para ejercer su misin universal; Andrs, en cambio, fue el apstol del mundo griego:as, tanto en la vida como en la muerte, se presentan como autnticos hermanos; una fraternidad que se expresa simblicamente en la relacin especial de las sedes de Roma y Constantinopla, Iglesias verdaderamente hermanas.

Una tradicin sucesiva, a la que he aludido, narra la muerte de Andrs en Patrs, donde tambin l sufri el suplicio de la crucifixin. Ahora bien, en aquel momento supremo, como su hermano Pedro, pidi ser colocado en una cruz distinta de la de Jess. En su caso se trat de una cruz en forma de aspa, es decir, con los dos maderos cruzados en diagonal, que por eso se llama "cruz de san Andrs".

Segn un relato antiguo inicios del siglo VI, titulado "Pasin de Andrs", en esa ocasin el Apstol habra pronunciado las siguientes palabras: "Salve, oh Cruz, inaugurada por medio del cuerpo de Cristo, que te has convertido en adorno de sus miembros, como si fueran perlas preciosas! Antes de que el Seor subiera a ti, provocabas un miedo terreno. Ahora, en cambio, dotada de un amor celestial, te has convertido en un don. Los creyentes saben cunta alegra posees, cuntos regalos tienes preparados. Por tanto, seguro y lleno de alegra, vengo a ti para que tambin t me recibas exultante como discpulo de quien fue colgado de ti... Oh cruz bienaventurada, que recibiste la majestad y la belleza de los miembros del Seor!... Tmame y llvame lejos de los hombres y entrgame a mi Maestro paraqueatravsdetimerecibaquienpor medio de ti me redimi. Salve, oh cruz! S, verdaderamente, salve!".

Como se puede ver, hay aqu una espiritualidad cristiana muy profunda que, en vez de considerar la cruz como un instrumento de tortura, la ve como el medio incomparable para asemejarse plenamente al Redentor, grano de trigo que cay en tierra. Debemos aprender aqu una leccin muy importante: nuestras cruces adquieren valor si las consideramos y aceptamos como parte de la cruz de Cristo, si las toca el reflejo de su luz. Slo gracias a esa cruz tambin nuestros sufrimientos quedan ennoblecidos y adquieren su verdadero sentido.

As pues, que el apstol Andrs nos ensee a seguir a Jess con prontitud (cf. Mt 4, 20; Mc 1, 18), a hablar con entusiasmo de l a aquellos con los que nos encontremos, y sobre todo a cultivar con l una relacin de autntica familiaridad, conscientes de que slo en l podemos encontrar el sentido ltimo de nuestra vida y de nuestra muerte. BENEDICTO XVIAUDIENCIA GENERALMircoles 21 de junio de 2006Santiago el Mayor Queridos hermanos y hermanas:

Proseguimos la serie de retratos de los Apstoles elegidos directamente por Jess durante su vida terrena. Hemos hablado de san Pedro y de su hermano Andrs. Hoy hablamos del apstol Santiago.

Las listas bblicas de los Doce mencionan dos personas con este nombre: Santiago, el hijo de Zebedeo, y Santiago, el hijo de Alfeo (cf. Mc 3, 17-18; Mt10, 2-3), que por lo general se distinguen con los apelativos de Santiago el Mayor y Santiago el Menor. Ciertamente, estas designaciones no pretenden medir su santidad, sino slo constatar la diversa importancia que reciben en los escritos del Nuevo Testamento y, en particular, en el marco de la vida terrena de Jess. Hoy dedicamos nuestra atencin al primero de estos dos personajes homnimos.

El nombre Santiago es la traduccin de Ikobos, trasliteracin griega del nombre del clebre patriarca Jacob. El apstol as llamado es hermano de Juan, y en las listas a las que nos hemos referido ocupa el segundo lugar inmediatamente despus de Pedro, como en el evangelio segn san Marcos (cf. Mc 3, 17), o el tercer lugar despus de Pedro y Andrs en los evangelios segn san Mateo (cf. Mt 10, 2) y san Lucas (cf. Lc 6, 14), mientras que en los Hechos de los Apstoles es mencionado despus de Pedro y Juan (cf. Hch 1,13). Este Santiago, juntamente con Pedro y Juan, pertenece al grupo de los tres discpulos privilegiados que fueron admitidos por Jess a los momentos importantes de su vida.

Dado que hace mucho calor, quisiera abreviar y mencionar ahora slo dos de estas ocasiones. Santiago pudo participar, juntamente con Pedro y Juan, en el momento de la agona de Jess en el huerto de Getseman y en el acontecimiento de la Transfiguracin de Jess. Se trata, por tanto, de situaciones muy diversas entre s: en un caso, Santiago, con los otros dos Apstoles, experimenta la gloria del Seor, lo ve conversando con Moiss y Elas, y ve cmo se trasluce el esplendor divino en Jess; en el otro, se encuentra ante el sufrimiento y la humillacin, ve con sus propios ojos cmo el Hijo de Dios se humilla hacindose obediente hasta la muerte.

Ciertamente, la segunda experiencia constituy para l una ocasin de maduracin en la fe, para corregir la interpretacin unilateral, triunfalista, de la primera: tuvo que vislumbrar que el Mesas, esperado por el pueblo judo como un triunfador, en realidad no slo estaba rodeado de honor y de gloria, sino tambin de sufrimientos y debilidad. La gloria de Cristo se realiza precisamente en la cruz, participando en nuestros sufrimientos.

Esta maduracin de la fe fue llevada a cabo en plenitud por el Espritu Santo en Pentecosts, de forma que Santiago, cuando lleg el momento del testimonio supremo, no se ech atrs. Al inicio de los aos 40 del siglo I, el rey Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande, como nos informa san Lucas, "por aquel tiempo ech mano a algunos de la Iglesia para maltratarlos e hizo morir por la espada a Santiago, el hermano de Juan" (Hch 12, 1-2). La concisin de la noticia, que no da ningn detalle narrativo, pone de manifiesto, por una parte, que para los cristianos era normal dar testimonio del Seor con la propia vida; y, por otra, que Santiago ocupaba una posicin destacada en la Iglesia de Jerusaln, entre otras causas por el papel que haba desempeado durante la existencia terrena de Jess.

Una tradicin sucesiva, que se remonta al menos a san Isidoro de Sevilla, habla de una estancia suya en Espaa para evangelizar esa importante regin del imperio romano. En cambio, segn otra tradicin, su cuerpo habra sido trasladado a Espaa, a la ciudad de Santiago de Compostela.Como todos sabemos, ese lugar se convirti en objeto de gran veneracin y sigue siendo meta de numerosas peregrinaciones, no slo procedentes de Europa sino tambin de todo el mundo. As se explica la representacin iconogrfica de Santiago con el bastn del peregrino y el rollo del Evangelio, caractersticas del apstol itinerante y dedicado al anuncio de la "buena nueva", y caractersticas de la peregrinacin de la vida cristiana.

Por consiguiente, de Santiago podemos aprender muchas cosas: la prontitud para acoger la llamada del Seor incluso cuando nos pide que dejemos la "barca" de nuestras seguridades humanas, el entusiasmo al seguirlo por los caminos que l nos seala ms all de nuestra presuncin ilusoria, la disponibilidad para dar testimonio de l con valenta, si fuera necesario hasta el sacrificio supremo de la vida. As, Santiago el Mayor se nos presenta como ejemplo elocuente de adhesin generosa a Cristo. l, que al inicio haba pedido, a travs de su madre, sentarse con su hermano junto al Maestro en su reino, fue precisamente el primero en beber el cliz de la pasin, en compartir con los Apstoles el martirio.

Y al final, resumiendo todo, podemos decir que el camino no slo exterior sino sobre todo interior, desde el monte de la Transfiguracin hasta el monte de la agona, simboliza toda la peregrinacin de la vida cristiana, entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, como dice el concilio Vaticano II. Siguiendo a Jess como Santiago, sabemos, incluso en medio de las dificultades, que vamos por el buen camino.

BENEDICTO XVIAUDIENCIA GENERALMircoles 28 de junio de 2006Santiago el Menor Queridos hermanos y hermanas:

Al lado de Santiago "el Mayor", hijo de Zebedeo, del que hablamos el mircoles pasado, en los Evangelios aparece otro Santiago, que se suele llamar "el Menor". Tambin l forma parte de las listas de los doce Apstoles elegidos personalmente por Jess, y siempre se le califica como "hijo de Alfeo" (cf. Mt 10, 3; Mc 3, 18; Lc 6, 15; Hch 1, 13). A menudo se le ha identificado con otro Santiago, llamado "el Menor" (cf. Mc 15, 40), hijo de una Mara (cf. ib.) que podra ser la "Mara de Cleofs" presente, segn el cuarto evangelio, al pie de la cruz juntamente con la Madre de Jess (cf. Jn 19, 25).

Tambin l era originario de Nazaret y probablemente pariente de Jess (cf. Mt 13, 55; Mc 6, 3), del cual, segn el estilo semtico, es llamado "hermano" (cf. Mc 6, 3; Ga 1, 19). El libro de los Hechos subraya el papel destacado que desempeaba este ltimo Santiago en la Iglesia de Jerusaln. En el concilio apostlico celebrado en la ciudad santa despus de la muerte de Santiago el Mayor, afirm, juntamente con los dems, que los paganos podan ser aceptados en la Iglesia sin tener que someterse a la circuncisin (cf. Hch 15, 13).

San Pablo, que le atribuye una aparicin especfica del Resucitado (cf. 1 Co 15, 7), con ocasin de su viaje a Jerusaln lo nombra incluso antes que a Cefas-Pedro, definindolo "columna" de esa Iglesia al igual que l (cf. Ga 2, 9). Seguidamente, los judeocristianos lo consideraron su principal punto de referencia. A l se le atribuye tambin la Carta que lleva el nombre de Santiago y que est incluida en el canon del Nuevo Testamento. En dicha carta no se presenta como "hermano del Seor", sino como "siervo de Dios y del Seor Jesucristo" (St 1, 1).

Entre los estudiosos se debate la cuestin de la identificacin de estos dos personajes que tienen el mismo nombre, Santiago hijo de Alfeo y Santiago "hermano del Seor". Las tradiciones evanglicas no nos han conservado ningn relato ni sobre uno ni sobre otro por lo que se refiere al tiempo de la vida terrena de Jess. Los Hechos de los Apstoles, en cambio, nos muestran que un "Santiago", como ya hemos dicho, desempe un papel muy importante, despus de la resurreccin de Jess, dentro de la Iglesia primitiva (cf. Hch 12, 17; 15, 13-21; 21, 18).

El acto ms notable que realiz fue la intervencin en la cuestin de la difcil relacin entre los cristianos de origen judo y los de origen pagano: contribuy, juntamente con Pedro, a superar, o mejor, a integrar la dimensin juda originaria del cristianismo con la exigencia de no imponer a los paganos convertidos la obligacin de someterse a todas las normas de la ley de Moiss.

El libro de los Hechos de los Apstoles nos ha conservado la solucin de compromiso, propuesta precisamente por Santiago y aceptada por todos los Apstoles presentes, segn la cual a los paganos que creyeran en Jesucristo slo se les deba pedir que se abstuvieran de la costumbre idoltrica de comer la carne de los animales ofrecidos en sacrificio a los dioses, y de la "impureza", trmino que probablemente aluda a las uniones matrimoniales no permitidas. En la prctica, deban atenerse slo a unas pocas prohibiciones, consideradas importantes, de la ley de Moiss.

De este modo, se lograron dos resultados significativos y complementarios, que siguen siendo vlidos: por una parte, se reconoci la relacin inseparable que existe entre el cristianismo y la religin juda, su matriz perennemente viva y vlida; y, por otra, se permiti a los cristianos de origen pagano conservar su identidad sociolgica, que hubieran perdido si se les hubiera obligado a cumplir los as llamados "preceptos ceremoniales" establecidos por Moiss; esos preceptos ya no deban considerarse obligatorios para los paganos convertidos.

En pocas palabras, se iniciaba una praxis de recproca estima y respeto que, a pesar de las dolorosas incomprensiones posteriores, tenda por su propia naturaleza a salvaguardar lo que era caracterstico de cada una de las dos partes.

La ms antigua informacin sobre la muerte de este Santiago nos la ofrece el historiador judo Flavio Josefo. En sus Antigedades judas (20, 201 s), escritas en Roma a finales del siglo I, nos cuenta que la muerte de Santiago fue decidida, con iniciativa ilegtima, por el sumo sacerdote Anano, hijo del Ans que aparece en los Evangelios, el cual aprovech el intervalo entre la destitucin de un Procurador romano (Festo) y la llegada de su sucesor (Albino) para decretar su lapidacin, en el ao 62.

Adems del apcrifo Protoevangelio de Santiago, que exalta la santidad y la virginidad de Mara, la Madre de Jess, est unida a este Santiago en especial la Carta que lleva su nombre. En el canon del Nuevo Testamento ocupa el primer lugar entre las as llamadas "Cartas catlicas", es decir, no destinadas a una sola Iglesia particular como Roma, feso, etc., sino a muchas Iglesias. Se trata de un escrito muy importante, que insiste mucho en la necesidad de no reducir la propia fe a una pura declaracin oral o abstracta, sino de manifestarla concretamente con obras de bien.

Entre otras cosas, nos invita a la constancia en las pruebas aceptadas con alegra y a la oracin confiada para obtener de Dios el don de la sabidura, gracias a la cual logramos comprender que los autnticos valores de la vida no estn en las riquezas transitorias, sino ms bien en saber compartir nuestros bienes con los pobres y los necesitados (cf. St 1, 27).

As, la carta de Santiago nos muestra un cristianismo muy concreto y prctico. La fe debe realizarse en la vida, sobre todo en el amor al prjimo y de modo especial en el compromiso en favor de los pobres. Sobre este teln de fondo se debe leer tambin la famosa frase: "As como el cuerpo sin espritu est muerto, as tambin la fe sin obras est muerta" (St 2, 26).

A veces esta declaracin de Santiago se ha contrapuesto a las afirmaciones de san Pablo, segn el cual somos justificados por Dios no en virtud de nuestras obras, sino gracias a nuestra fe (cf. Ga 2, 16; Rm 3, 28). Con todo, las dos frases, aparentemente contradictorias con sus diversas perspectivas, en realidad, si se interpretan bien, se completan. San Pablo se opone al orgullo del hombre que piensa que no necesita del amor de Dios que nos previene, se opone al orgullo de la autojustificacin sin la gracia dada simplemente y que no se merece. Santiago, en cambio, habla de las obras como fruto normal de la fe: "Todo rbol bueno da frutos buenos" (Mt 7, 17). Y Santiago lo repite y nos lo dice a nosotros.

Por ltimo, la carta de Santiago nos exhorta a abandonarnos en las manos de Dios en todo lo que hagamos, pronunciando siempre las palabras: "Si el Seor quiere" (St 4, 15). As, nos ensea a no tener la presuncin de planificar nuestra vida de modo autnomo e interesado, sino a dejar espacio a la inescrutable voluntad de Dios, que conoce cul es nuestro verdadero bien. De este modo Santiago es un maestro de vida siempre actual para cada uno de nosotros.

SaludosSaludo cordialmente a los visitantes de lengua espaola, en especial a los formadores y alumnos de varios seminarios espaoles, a las parroquias, grupos escolares y asociaciones, as como a los peregrinos de Puerto Rico y de otros pases latinoamericanos. Os animo a vivir con esperanza firme manifestando vuestra fe en el Seor con obras de caridad, para testimoniar en el mundo la belleza del amor de Dios. Gracias por vuestra visita! (En polaco)Maana celebraremos la solemnidad de los Apstoles San Pedro y San Pablo. Estos dos grandes Apstoles estn unidos por el celo en el anuncio del Evangelio, el testimonio de fe y la muerte en el martirio. Que la visita a sus sepulcros fortalezca vuestra comunin con Cristo y con la Iglesia. (En hngaro)En la vspera de la fiesta de los Apstoles San Pedro y San Pablo recordemos el martirio de estos dos prncipes de los Apstoles, tan queridos por nosotros. Pidiendo su intercesin, os imparto de corazn la bendicin apostlica. (En italiano)(A los participantes en el encuentro organizado por la Familia de don Orione)Queridos amigos, os agradezco vuestra presencia y el amor que queris manifestar al Sucesor de Pedro con esta iniciativa. Seguid con fidelidad los pasos de vuestro fundador y testimoniad el evangelio de la vida mediante vuestras instituciones y vuestras actividades, especialmente al servicio de las personas dbiles y de las que sufren, recordando, como deca don Orione, que "en el ms pobre de los hermanos resplandece la imagen de Dios". Saludo, como de costumbre, a los jvenes, a los enfermos y a los recin casados. Ya hemos entrado en el verano, tiempo de vacaciones y de descanso. Queridos jvenes, aprovechadlo para tiles experiencias sociales y religiosas; y vosotros, queridos recin casados, para profundizar vuestra misin en la Iglesia y en la sociedad. Que a vosotros, queridos enfermos, no os falte, tampoco en este tiempo de verano, la cercana de vuestros familiares.

BENEDICTO XVIAUDIENCIA GENERALMircoles 5 de julio de 2006Juan, hijo de Zebedeo Queridos hermanos y hermanas:Dedicamos el encuentro de hoy a recordar a otro miembro muy importante del Colegio apostlico: Juan, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago. Su nombre, tpicamente hebreo, significa "el Seor ha dado su gracia". Estaba arreglando las redes a orillas del lago de Tiberades, cuando Jess lo llam junto a su hermano (cf. Mt 4, 21; Mc 1, 19).

Juan siempre forma parte del grupo restringido que Jess lleva consigo en determinadas ocasiones. Est junto a Pedro y Santiago cuando Jess, en Cafarnam, entra en casa de Pedro para curar a su suegra (cf. Mc 1, 29); con los otros dos sigue al Maestro a la casa del jefe de la sinagoga, Jairo, a cuya hija resucitar (cf. Mc 5, 37); lo sigue cuando sube a la montaa para transfigurarse (cf. Mc 9, 2); est a su lado en el Monte de los Olivos cuando, ante el imponente templo de Jerusaln, pronuncia el discurso sobre el fin de la ciudad y del mundo (cf. Mc 13, 3); y, por ltimo, est cerca de l cuando en el Huerto de Getseman se retira para orar al Padre, antes de la Pasin (cf. Mc 14, 33). Poco antes de Pascua, cuando Jess escoge a dos discpulos para enviarles a preparar la sala para la Cena, les encomienda a l y a Pedro esta misin (cf. Lc 22, 8).

Esta posicin de relieve en el grupo de los Doce hace, en cierto sentido, comprensible la iniciativa que un da tom su madre:se acerc a Jess para pedirle que sus dos hijos, Juan y Santiago, se sentaran uno a su derecha y otro a su izquierda en el Reino (cf. Mt 20, 20-21). Como sabemos, Jess respondi preguntndoles si estaban dispuestos a beber el cliz que l mismo estaba a punto de beber (cf. Mt 20, 22). Con estas palabras quera abrirles los ojos a los dos discpulos, introducirlos en el conocimiento del misterio de su persona y anticiparles la futura llamada a ser sus testigos hasta la prueba suprema de la sangre. De hecho, poco despus Jess precis que no haba venido a ser servido sino a servir y a dar la vida como rescate por muchos (cf. Mt 20, 28). En los das sucesivos a la resurreccin, encontramos a los "hijos de Zebedeo" pescando junto a Pedro y a otros discpulos en una noche sin resultados, a la que sigue, tras la intervencin del Resucitado, la pesca milagrosa: "El discpulo a quien Jess amaba" fue el primero en reconocer al "Seor" y en indicrselo a Pedro (cf. Jn 21, 1-13).

Dentro de la Iglesia de Jerusaln, Juan ocup un puesto importante en la direccin del primer grupo de cristianos. De hecho, Pablo lo incluye entre los que llama las "columnas" de esa comunidad (cf. Ga 2, 9). En realidad, Lucas, en los Hechos de los Apstoles, lo presenta junto a Pedro mientras van a rezar al templo (cf. Hch 3, 1-4.11) o cuando comparecen ante el Sanedrn para testimoniar su fe en Jesucristo (cf.Hch 4, 13.19). Junto con Pedro es enviado por la Iglesia de Jerusaln a confirmar a los que haban aceptado el Evangelio en Samaria, orando por ellos para que recibieran el Espritu Santo (cf. Hch 8, 14-15). En particular, conviene recordar lo que dice, junto con Pedro,ante el Sanedrn,que losest procesando: "No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y odo" (Hch 4, 20). Precisamente esta valenta al confesar su fe queda para todos nosotros como un ejemplo y un estmulo para que siempre estemos dispuestos a declarar con decisin nuestra adhesin inquebrantable a Cristo, anteponiendo la fe a todo clculo o inters humano.

Segn la tradicin, Juan es "el discpulo predilecto", que en el cuarto evangelio se recuesta sobre el pecho del Maestro durante la ltima Cena (cf. Jn 13, 25), se encuentra al pie de la cruz junto a la Madre de Jess (cf. Jn 19, 25) y, por ltimo, es testigo tanto de la tumba vaca como de la presencia del Resucitado (cf. Jn 20, 2; 21, 7).

Sabemos que los expertos discuten hoy esta identificacin, pues algunos de ellos slo ven en l al prototipo del discpulo de Jess. Dejando que los exegetas aclaren la cuestin, nosotros nos contentamos ahora con sacar una leccin importante para nuestra vida: el Seor desea que cada uno de nosotros sea un discpulo que viva una amistad personal con l. Para realizar esto no basta seguirlo y escucharlo exteriormente; tambin hay que vivir con l y como l. Esto slo es posible en el marco de una relacin de gran familiaridad, impregnada del calor de una confianza total. Es lo que sucede entre amigos:por esto, Jess dijo un da: "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. (...) No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he odo a mi Padre os lohe dado a conocer" (Jn 15,13.15).

En el libro apcrifo titulado "Hechos de Juan", al Apstol no se le presenta como fundador de Iglesias, ni siquiera como gua de comunidades ya constituidas, sino como un comunicador itinerante de la fe en el encuentro con "almas capaces de esperar y de ser salvadas" (18, 10; 23, 8).Todo lo hace con el paradjico deseo de hacer ver lo invisible. De hecho, la Iglesia oriental lo llama simplemente "el Telogo", es decir, el que es capaz de hablar de las cosas divinas en trminos accesibles, desvelando un arcano acceso a Dios a travs de la adhesin a Jess.

El culto del apstol san Juan se consolid comenzando por la ciudad de feso, donde, segn una antigua tradicin, vivi durante mucho tiempo; all muri a una edad extraordinariamente avanzada, en tiempos del emperador Trajano. En feso el emperador Justiniano, en el siglo VI, mand construir en su honor una gran baslica, de la que todava quedan imponentes ruinas. Precisamente en Oriente goz y sigue gozando de gran veneracin. En la iconografa bizantina se le representa muy anciano y en intensa contemplacin, con la actitud de quien invita al silencio.

En efecto, sin un adecuado recogimiento no es posible acercarse al misterio supremo de Dios y a su revelacin. Esto explica por qu, hace aos, el Patriarca ecumnico de Constantinopla, Atengoras, a quien el Papa Pablo VI abraz en un memorable encuentro, afirm: "Juan se halla en el origen de nuestra ms elevada espiritualidad. Como l, los "silenciosos" conocen ese misterioso intercambio de corazones, invocan la presencia de Juan y su corazn se enciende" (O. Clment, Dialoghi con Atenagora, Turn 1972, p. 159). Que el Seor nos ayude a entrar en la escuela de san Juan para aprender la gran leccin del amor, de manera que nos sintamos amados por Cristo "hasta el extremo" (Jn 13, 1) y gastemos nuestra vida por l.

SaludosSaludo a los peregrinos de Espaa y Latinoamrica, especialmente a los miembros de la escolana del templo de la Sagrada Familia de Barcelona, y a los feligreses de las parroquias de Santo Domingo de Guzmn, deValmojado, Espaa,y Sagrada Familia de Bayamn, Puerto Rico. Que el Seor os ayude a aprender del apstol Juanla gran leccin deamor: sentirnos amados por Cristo "hasta el fin" y gastar nuestra vida por l.

(En polaco)En el mes de julio veneramos, tradicionalmente, la preciossima Sangre de Cristo. En el mundo se derrama continuamente sangre humana inocente. En el corazn de las personas, en vez del amor evanglico, anida a menudo el odio; en vez de la solicitud por el hombre, el desprecio y la prepotencia. Os invito a orar para que la humanidad contempornea experimente la fuerza de la Sangre de Cristo derramada en la cruz por nuestra salvacin. (En croata)Que brille vuestra fe ante los hombres para que reconozcan la gozosa esperanza de la vocacin cristiana. (En italiano) Dirijo, por ltimo, una afectuoso saludo a los jvenes, a los enfermos y a los recin casados. Ayer celebramos la memoria litrgica del beato Piergiorgio Frassati. Que su ejemplo de fidelidad a Cristo suscite en vosotros, queridos jvenes, propsitos de valiente testimonio evanglico; os ayude a vosotros, queridos enfermos, a ofrecer los sufrimientos de cada da para que en el mundo se realice la civilizacin del amor; y os sostenga a vosotros, queridos recin casados, en el compromiso de poner como fundamento de vuestra familia la unin ntima con Dios. Expreso mis mejores deseos a los que van a participar en el simposio sobre la salvaguardia de la creacin, que tendr lugar en los prximos das en Brasil. Ojal que esa importante iniciativa, organizada por el Patriarca de Constantinopla Bartolom I, contribuya a fomentar un respeto cada vez mayor a la naturaleza, que Dios encomend a las manos activas y responsables del hombre.BENEDICTO XVIAUDIENCIA GENERALMircoles 2 de agosto de 2006Peregrinacin europea de monaguillosQueridos hermanos y hermanas: Gracias por vuestra acogida! Os saludo a todos con gran afecto. Despus de la pausa debida a mi estancia en el Valle de Aosta, hoy reanudo las audiencias generales. Y las reanudo con una audiencia realmente especial, porque tengo la alegra de acoger a la gran peregrinacin europea de monaguillos. Queridos muchachos y jvenes, bienvenidos! Dado que la mayora de los monaguillos que se han dado cita en esta plaza son de lengua alemana, me dirigir en primer lugar a ellos en mi lengua materna. Queridos monaguillos, me alegra que mi primera audiencia despus de mis vacaciones en los Alpes sea con vosotros, y os saludo con afecto a cada uno. Agradezco al obispo auxiliar de Basilea, monseor Martin Gchter, las palabras con que, en calidad de presidente de Coetus internationalis ministrantium, ha introducido la audiencia, y agradezco el pauelo, gracias al cual he vuelto a ser un monaguillo. Hace ms de 70 aos, en 1935, comenc a ser monaguillo; por tanto, he recorrido un largo itinerario por este camino. Saludo cordialmente al cardenal Christoph Schnborn, que ayer os celebr la santa misa, y a los numerosos obispos y sacerdotes provenientes de Alemania, Austria, Suiza y Hungra. A vosotros, queridos monaguillos, quiero ofreceros, brevemente, dado que hace calor, un mensaje que os acompae en vuestra vida y en vuestro servicio a la Iglesia. Para ello, deseo continuar el tema que estoy tratando en las catequesis de estos meses. Quiz algunos de vosotros sepis que en las audiencias generales de los mircoles estoy presentando las figuras de los Apstoles: en primer lugar, Simn, al que el Seor dio el nombre de Pedro; su hermano Andrs; luego otros dos hermanos, Santiago, llamado "el Mayor", primer mrtir entre los Apstoles, y Juan, el telogo, el evangelista; por ltimo, Santiago, llamado "el Menor". Seguir presentando a cada uno de los Apstoles en las prximas audiencias, en las que, por decirlo as, la Iglesia se hace personal. Hoy reflexionamos sobre un tema comn: qu tipo de personas eran los Apstoles? En pocas palabras, podramos decir que eran "amigos" de Jess. l mismo los llam as en la ltima Cena, dicindoles: "Ya no os llamo siervos, sino amigos" (Jn 15, 15). Fueron, y pudieron ser, apstoles y testigos de Cristo porque eran sus amigos, porque lo conocan a partir de la amistad, porque estaban cerca de l. Estaban unidos con un vnculo de amor vivificado por el Espritu Santo. Desde esta perspectiva podemos entender el tema de vuestra peregrinacin: "Spiritus vivificat".El Espritu, el Espritu Santo, es quien vivifica. Es l quien vivifica vuestra relacin con Jess, de modo que no sea slo exterior: "sabemos que existi y que est presente en el Sacramento", pero la transforma en una relacin ntima, profunda, de amistad realmente personal, capaz de dar sentido a la vida de cada uno de vosotros. Y puesto que lo conocis, y lo conocis en la amistad, podris dar testimonio de l y llevarlo a las dems personas. Hoy, al veros aqu, delante de m en la plaza de San Pedro, pienso en los Apstoles y oigo la voz de Jess que os dice: "Ya no os llamo siervos, sino amigos; permaneced en mi amor, y daris mucho fruto" (cf. Jn 15, 9. 16). Os invito: escuchad esta voz. Cristo no lo dijo slo hace 2000 aos; l vive y os lo dice a vosotros ahora. Escuchad esta voz con gran disponibilidad; tiene algo que deciros a cada uno. Tal vez a alguno de vosotros le dice: "Quiero que me sirvas de modo especial como sacerdote, convirtindote as en mi testigo, siendo mi amigo e introduciendo a otros en esta amistad". Escuchad siempre con confianza la voz de Jess. La vocacin de cada uno es diversa, pero Cristo desea hacer amistad con todos, como hizo con Simn, al que llam Pedro, con Andrs, Santiago, Juan y los dems Apstoles. Os ha dado su palabra y sigue dndoosla, para que conozcis la verdad, para que sepis cmo estn verdaderamente las cosas para el hombre y, por tanto, para que sepis cmo se debe vivir, cmo se debe afrontar la vida para que sea autntica. As, podris ser sus discpulos y apstoles, cada uno a su modo. Queridos monaguillos, en realidad, vosotros ya sois apstoles de Jess. Cuando participis en la liturgia realizando vuestro servicio del altar, dais a todos un testimonio. Vuestra actitud de recogimiento, vuestra devocin, que brota del corazn y se expresa en los gestos, en el canto, en las respuestas: si lo hacis como se debe, y no distradamente, de cualquier modo, entonces vuestro testimonio llega a los hombres. El vnculo de amistad con Jess tiene su fuente y su cumbre en la Eucarista. Vosotros estis muy cerca de Jess Eucarista, y este es el mayor signo de su amistad para cada uno de nosotros. No lo olvidis; y por eso os pido: no os acostumbris a este don, para que no se convierta en una especie de rutina, sabiendo cmo funciona y hacindolo automticamente; al contrario, descubrid cada da de nuevo que sucede algo grande, que el Dios vivo est en medio de nosotros y que podis estar cerca de l y ayudar para que su misterio se celebre y llegue a las personas. Si no cais en la rutina y realizis vuestro servicio con plena conciencia, entonces seris verdaderamente sus apstoles y daris frutos de bondad y de servicio en todos los mbitos de vuestra vida: en la familia, en la escuela, en el tiempo libre. El amor que recibs en la liturgia llevadlo a todas las personas, especialmente a aquellas a quienes os dais cuenta de que les falta el amor, que no reciben bondad, que sufren y estn solas. Con la fuerza del Espritu Santo, esforzaos por llevar a Jess precisamente a las personas marginadas, a las que no son muy amadas, a las que tienen problemas. Precisamente a esas personas, con la fuerza del Espritu Santo, debis llevar a Jess. As, el Pan que veis partir sobre el altar se compartir y multiplicar an ms, y vosotros, como los doce Apstoles, ayudaris a Jess a distribuirlo a la gente de hoy, en las diversas situaciones de la vida. As, queridos monaguillos, mi ltima recomendacin a vosotros es: sed siempre amigos y apstoles de Jesucristo!

Saludos(En italiano)Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua italiana, entre los que me complace dar la bienvenida a los participantes en el campeonato mundial de twirling y al grupo que realiza la peregrinacin en bicicleta de Lurago d'Erba a Jerusaln, organizado por la Obra de don Guanella. Quiera Dios que esta iniciativa contribuya a la causa de la paz en Tierra Santa, duramente probada por los acontecimientos blicos de estos das. Me dirijo ahora, en particular, a los numerosos monaguillos. Queridos muchachos, tambin a vosotros, como a los Apstoles, Jess os dice: "Os he llamado amigos" (Jn 15, 15). La amistad con Jess es el don ms hermoso de la vida, y vosotros tenis la alegra de renovarlo cada vez que desempeis el servicio en la liturgia. Permaneced siempre fieles a esta amistad, leyendo y meditando el Evangelio, alimentndoos de la Eucarista y dedicando tiempo a la adoracin de Cristo ante el sagrario. As seris autnticos discpulos del Seor, dispuestos a responder con alegra y confianza a su vocacin, especialmente si os invita a dejarlo todo para ser con l "pescadores de hombres" (cf. Mc 1, 17). Queridos aclitos, estad seguros de que pido por vosotros, para que seis siempre amigos y apstoles de Jess. (En francs)Queridos peregrinos de lengua francesa, os saludo a todos con afecto. Despus de un tiempo de descanso en el Valle de Aosta, tengo la alegra de acoger a la peregrinacin europea de monaguillos. Querido jvenes, quisiera dirigiros un mensaje que podr acompaaros en vuestra vida y en vuestro servicio. Los Apstoles fueron testigos de Jess porque eran sus "amigos". Tambin vosotros sois ya apstoles de Jess. Cuando participis en la liturgia, prestando vuestro servicio del altar, dais a todos un testimonio. Vuestra actitud de oracin, que brota del corazn y se manifiesta mediante los gestos, el canto y vuestra participacin, ya es apostolado. Estis muy cerca de Jess Eucarista, que es el mayor signo de su amistad por nosotros. Valorad siempre su gran amor y su cercana. Queridos monaguillos, sed siempre amigos y apstoles de Jess! (En hngaro)Saludo con afecto a los fieles hngaros, especialmente a los monaguillos, presentes en gran nmero, en representacin de todas las dicesis. El servicio del altar es al mismo tiempo un testimonio y un apostolado. Sed testigos de Cristo junto al altar y en vuestra vida. De corazn os bendigo. Alabado sea Jesucristo! (En ingls)Doy la bienvenida a todos los peregrinos de lengua inglesa, entre ellos los grupos de Escocia e Irlanda, Asia, Noruega y Estados Unidos. Dirijo un saludo especial a los monaguillos de lengua inglesa: ojal que, al servir en la misa, estis cada vez ms cerca de Cristo nuestro Seor. Sobre todos vosotros invoco abundantes bendiciones de Dios. (En espaol)Saludo a los peregrinos de le