benegas lynch-alberto-jean gustave courcelle-seneuil. un adelantado en chile en torno a dos debates...

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Pensamiento económico

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  • Jean Gustave Courcelle-SeneuilEn torno a dos debates para el mundo de hoy

  • Jean Gustave Courcelle-Seneuil. En torno a dos debates para el mundo de hoy

    2010 Alberto Benegas Lynch (h)

    Primera edicin, 2010 Instituto Democracia y Mercado / Facultad de Gobierno Universidad del DesarrolloSegunda edicin, 2013 Fundacin Para el Progreso / Facultad de Gobierno Universidad del Desarrollo

    Fundacin Para el ProgresoAvenida del Parque 4161, oficina 103, Ciudad Empresarial, Huechuraba, Santiago, 8580675, Chile, Telfono: (562) 23935367Web: www.fprogreso.org

    Facultad de Gobierno Universidad del DesarrolloAvenida La Plaza 680, San Carlos de Apoquindo, Las Condes, Santiago, Chile, Telfono: (56 2) 2327 9110Web//gobierno.udd.cl/

    ISBN Primera edicin: 978-956-8848-11-8ISBN Segunda edicin: 978-956-9225-03-1

    Los documentos aqu reproducidos son de dominio pblico.

    Impreso en Chile

  • Prlogo

    Jean Gustave Courcelle-SeneuilEn torno a dos debates para el mundo de hoy

    Alberto Benegas Lynch (h)

    Juan Pablo Couyoumdjian2a edicin

  • En homenaje al ilustre maestro Anthony de Jasay, el ms original,prolfico y sofisticado de los autores

    contemporneos en el rea de lasciencias sociales.

  • 9ndice

    Prlogo, Juan Pablo Couyoumdjian 11

    el sentido del Presente trAbAJo 17

    lA monedA y el debAte sobre sistemAs bAncArios 41

    bArrerAs AduAnerAs: los Argumentos enfrentAdos 93

    concePtos fundAmentAles de courcelle-seneuil 153

    conclusiones 199

    referenciAs bibliogrficAs 217

    Anexos: 231Seleccin de artculos de Jean Gustave Courcelle-Seneuil

    Bancos de Circulacin 231Proteccin y Libre Intercambio 249La Economa Poltica 273

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    Prlogo

    Me es muy grato presentar este volumen de la Coleccin Pensamiento Latinoamericano que editan la Universi-dad del Desarrollo y el Instituto Democracia y Mercado. En esta obra el profesor Alberto Benegas Lynch (h) nos ofrece una mirada sumamente interesante sobre algunos aspectos del trabajo del economista francs Jean Gusta-ve Courcelle-Seneuil, quin vivi en Chile entre 1855 y 1863 participando en una serie de debates fundamentales sobre la institucionalidad econmica en nuestro pas. En particular el profesor Benegas Lynch recoge la vigencia de estas controversias y, a la vez, nos muestra lo interesante que es volver a revisar discusiones econmicas del pasado. A partir de este tipo de ejercicios observamos como los de-bates y problemas econmicos vuelven a repetirse y como los argumentos presentados se vuelven tambin a repetir en contextos y momentos que parecen muy diferentes.

    El trabajo de Alberto Benegas Lynch (h) parte de la base de que las ideas importan. La eleccin de Jean Gustave Courcelle-Seneuil como personaje y autor a examinar es particularmente significativa en este contexto. Aunque Jean Gustave Courcelle-Seneuil naci en Francia, a me-diados del siglo XIX emigr a Chile destacndose en nues-tro pas como profesor de economa poltica y asesor del Ministerio de Hacienda. Con estudios de leyes, Courcelle-Seneuil dedic su vida al estudio de la economa poltica y fue un distinguido exponente de la escuela liberal france-sa que, como es bien sabido, habra de ser muy influyente en esa nacin europea durante la primera mitad del siglo XIX. Fue su calidad de experto en materias econmicas lo

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    Jean Gustave Courcelle-Seneuil

    que lo trajo a Chile cuando, durante el gobierno de don Manuel Montt, se buscaba desarrollar los conocimientos de esta disciplina en el pas.

    El profesor extranjero visit Chile cuando nuestro pas estaba construyendo las bases de su institucionalidad eco-nmica. En un ambiente donde los conocimientos y el know-how domstico en materias econmicas eran bastante precarios y dbiles, el gobierno de Chile tuvo la fortuna de poder contar con la asesora de un economista slidamen-te formado, que habra de ayudar a crear en el pas las ba-ses de una economa libre. Este proceso se llev a cabo en un contexto donde existi la voluntad poltica de avanzar en estos mbitos, que fue lo que permiti que las distintas propuestas legislativas que realiz el asesor extranjero se hayan transformado en definitiva en cuerpos legales.

    El trabajo de Courcelle-Seneuil correspondi, pues, en una medida importante al desarrollo de las instituciones de una economa moderna, es decir, a la creacin del sis-tema de reglas dentro de las cules se llevaran a cabo las interacciones econmicas en una sociedad que se haca cada vez ms compleja y que se estaba insertando cada vez en mayor medida a los circuitos comerciales interna-cionales. Estos son los temas que aparecen desarrollados en esta obra del profesor Benegas Lynch que, vale la pena enfatizar, no pretende discutir sobre el entorno o las condi-cionantes polticas de la labor de Courcelle-Seneuil como asesor en materias econmicas del gobierno de Chile.

    Es importante anotar, sin embargo, que como economis-ta Jean Gustave Courcelle-Seneuil no slo fue un partici-pante en debates de poltica pblica en Chile, sino que fue el formador de una serie de jvenes estudiantes que se veran imbuidos de las ideas econmicas liberales que avanzaba el profesor francs. Ellos fueron los continuadores del ideario econmico liberal en Chile despus del regreso a su pas del economista extranjero. Y, por cierto, ellos fueron tambin

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    Alberto benegAs lynch (h)

    los continuadores de los principales discusiones econmicas en Chile durante la segunda mitad del siglo XIX, incluyen-do los debates en materias de poltica financiera y comercial que examina el profesor Benegas Lynch.

    En una economa moderna, el sistema de transacciones y, en definitiva, el funcionamiento de los mercados requie-re de una moneda estable y, por lo tanto, de una insti-tucionalidad adecuada en estas reas. Courcelle-Seneuil abordara el diseo de la institucionalidad monetaria y financiera en Chile, sentando las bases de un sistema de banca libre. Vale la pena mencionar, incidentalmente, que la experiencia chilena en materia de la banca libre es bastante inexplorada e, incluso, el funcionamiento del esquema en cuestin no parece ser bien comprendido; el profesor Benegas Lynch nos ofrece, de esta forma, una va-liosa introduccin a estos temas.

    El otro debate fundamental en materia econmica en Chile durante el siglo XIX trataba sobre el problema de la apertura comercial y su contracara, la proteccin co-mercial, en una economa con una estructura productiva bastante bsica. La trayectoria chilena en estas materias haba mostrado a principios del siglo XIX algunos avan-ces y retrocesos. Como explica Alberto Benegas Lynch (h), desde los debates de mediados del siglo XIX en Chile en los cules particip Courcelle-Seneuil, distintos argumen-tos han sido expuestos a favor o en contra de la libertad comercial; en realidad, el neo-mercantilismo no ha sido del todo derrotado, an a principios del siglo XXI.

    Pero este no es el lugar para entrar a discutir sobre estos temas de fondo, que Alberto Benegas Lynch (h) aborda de forma ilustrada y amena. En cambio s deseamos aprove-char esta oportunidad para referirnos, aunque sea de for-ma tangencial, a la amplitud de la obra de Jean Gustave Courcelle-Seneuil, que nos ilustra algo ms sobre el perso-naje bajo estudio aqu y sobre la naturaleza de un experto

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    Jean Gustave Courcelle-Seneuil

    en economa a mediados del siglo XIX. A este respecto es importante anotar que a lo largo de su vida Courcelle-Seneuil escribi una serie de obras de economa; recorde-mos que fue incluso editor del clebre Journal des conomistes. Pero el profesor francs fue tambin autor de trabajos en el rea de las ciencias sociales consideradas desde un punto de vista ms general, incluyendo el derecho, la sociologa y las ciencias morales y polticas. Una bibliografa del econo-mista francs que aparece, por ejemplo, en el obituario que Diego Barros Arana escribiera sobre su profesor y amigo, muestra la amplitud de sus intereses y conocimientos.

    Desde este punto de vista uno podra decir que Jean Gustave Courcelle-Seneuil es un intelectual de otra poca, cuando era posible encontrar autores que eran capaces de realizar contribuciones importantes en una serie de disci-plinas, donde cruzar barreras inter-disciplinarias era un verdadero activo para un acadmico. Como antecedente en este sentido aqu vale la pena recordar que Courcelle-Seneuil fue miembro de la prestigiosa Academia de Cien-cias Morales y Polticas de Francia.

    Es interesante anotar que Alberto Benegas Lynch (h) es tambin un economista de este tipo de linaje acadmico: instruido y culto en la amplia serie de materias que abar-can las distintas ciencias sociales. Una revisin de su obra y, en particular, la lectura de este trabajo ilustran sobre este punto. Para presentar algunos temas del pensamiento del Jean Gustave Courcelle-Seneuil tenemos, pues, el trabajo de un autor que es de la misma tradicin de un intelectual ilustrado, que hoy en da parece tan difcil de encontrar.

    * * *

    En lnea con la idea de la Coleccin Pensamiento La-tinoamericano, en este trabajo se presenta tambin, una breve seleccin de documentos escritos por Jean Gustave

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    Alberto benegAs lynch (h)

    Courcelle-Seneuil que son relevantes a la narrativa que desarrolla el profesor Alberto Benegas Lynch (h) y que, como ya anotamos, se refieren a debates en materia mo-netaria y de poltica comercial.

    En particular, presentamos el artculo sobre Bancos de Circulacin publicado por el profesor francs en Chile en 1857*, cuando se discuta sobre la institucionalidad mo-netaria en Chile. Tambin presentamos un artculo indi-to hasta ahora en castellano, titulado Proteccin y Libre Intercambio** que, en forma de narrativa literaria, muy en el estilo de Frdric Bastiat, ilustra sobre estos temas. Fi-nalmente, se transcribe un documento ms general, publi-cado el ao 1858, que presenta la visin de Jean Gustave Courcelle-Seneuil sobre la economa poltica.***

    En suma, he aqu una mirada fresca y original al tra-bajo de un autor sumamente influyente, cuyo trabajo no ha sido, quizs, suficientemente examinado en Chile, Jean Gustave Courcelle-Seneuil: un economista extranjero, y liberal, que ha sido tratado con bastante dureza en buena parte de la historiografa chilena moderna. Ello es, justa-mente, un reflejo de su influencia en el pas; en particular, de su influencia en el mbito de las ideas y en materia de lo que llamamos la construccin de la institucionalidad econmica de Chile.

    Juan Pablo CouyoumdjianUniversidad del Desarrollo

    Instituto Democracia y Mercado

    * Bancos de Circulacin, Revista de Ciencias y Letras (Santiago), Tomo I, 1857.

    ** Proteccin y Libre Intercambio (Protection et libre-change, Extrait de La R-forme, Paris), 1879. Traducido por Jacqueline Marty.

    *** Economa Poltica, Revista del Pacfico (Valparaso), Tomo I, 1858.

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    el sentido del Presente trAbAJo

    Diseases desperate grownBy desperate appliance are relievedOr not at all.

    ShakespeareHamlet, Act iv, Scene iii

    The passion for power over others can never cease to threaten mankind,and is always sure of finding new andunforseen allies in continuing its martyrology.

    Lord Acton 1895/1961:43

    En la poca colonial, los adelantados eran figuras designadas por el rey de Espaa ataviados con poderes especiales en su carcter de primeros alcaldes y cabezas civiles y militares al efecto de colonizar en nombre del monarca y obligados remitirle un quinto de lo que obtuvieran, un cargo heredi-tario y a perpetuidad. Felipe II suprimi esa posicin y la sustituy por la de Gobernador y Capitn General.

    Dada la importancia de los marcos institucionales a los que haremos repetidas referencias en el cuerpo de este tra-bajo, es oportuno sealar al margen que tanto en la poca de los adelantados como en la de las gobernaciones y capi-tanas generales y hasta mediados del siglo diecinueve, en

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    Jean Gustave Courcelle-Seneuil

    gran medida tena lugar lo que en un contexto ms amplio Garret Hardin bautizara como la tragedia de los comunes en lo referente al ganado trado originalmente por los espa-oles al continente americano, ya que al no existir el alam-brado (no era suficiente la zanja y las plantas espinosas ni las marcas) no haba definicin clara y precisa de derechos de propiedad (las mensuras eran deficientes y los animales naturalmente trasponan los lmites) y, por ende, muchos se entregaban a la cacera de animales salvajes o cimarrones (las vaqueras) para vender el cuero o como alimento cir-cunstancial, lo cual los puso en riesgo de extincin.

    En cualquier caso, el trmino adelantado se origina en las expediciones contra los moros, aplicado a quienes se ade-lantaban a correr las fronteras a favor del bando cristiano, a pesar de las formidable contribuciones de los musulmanes en territorio espaol al derecho, la arquitectura, la medici-na, la filosofa, la economa, la literatura y la msica en un contexto de gran tolerancia a judos y cristianos, tema que he desarrollado en otra oportunidad (2001 a: cap. iv). Tam-bin una acepcin del diccionario de ese trmino se refiere a un sentido ms bien etimolgico para aplicarlo a quien se adelanta a los acontecimientos para bien, es decir, a quien progresa, en otras palabras, a una persona aventajada y ex-celente. En este ltimo sentido es que Jean Gustave Cource-lle-Seneuil ha sido un verdadero adelantado en Chile en la segunda mitad del siglo diecinueve. Personaje que descubr a raz del muy bien documentado y sumamente interesante trabajo de Juan Pablo Couyoumdjian (2008).

    Hannah Arendt apunta que los que se adelantan a su tiem-po hacen como si la historia fuera una pista de carrera en la que algunos contendientes corren tan rpido que simplemente desaparecen del radio visual del espectador (1955/1983:154), fenmeno que no permite apreciar las respectivas contribucio-nes por parte de mentes que no se encuentran especialmente atentas a lo novedoso que se aparte del statu quo.

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    Alberto benegAs lynch (h)

    Entre muchas otras revelaciones, en el antes aludido trabajo de Couyoumdjian, se relata que miembros del go-bierno chileno decidieron incorporar un asesor al ministe-rio de hacienda quien, al mismo tiempo ocupara la ctedra de Economa Poltica en la Universidad de Chile (primero Instituto Nacional). En ese sentido, uno de los ministros, hacia finales de 1854, estableci contacto con Flix Fras, en ese momento el corresponsal del peridico chileno El Mercurio en Pars, quien recomend a Andr Cochut para ocupar los cargos de referencia. Debido a que ste aleg problemas familiares y debido a que antes haba sido contactado para colaborar en El Araucano de Santiago (cosa que vena haciendo regularmente), Cochut se excus y a su vez recomend a Gustave de Molinari y al mencio-nado Courcelle-Seneuil. Finalmente este ltimo fue con-vocado por el ministro plenipotenciario chileno en Pars y se concret el arreglo con lo que nuestro personaje fran-cs viaj a Santiago en 1855 donde se radic hasta 1863. Couyoumdjian refiere que Courcelle-Seneuil particip ac-tivamente en el asesoramiento de diversos proyectos legis-lativos y form a muchos profesionales en los fundamentos de los mercados abiertos y el liberalismo puesto que, en lneas generales, estaba compenetrado de esa tradicin de pensamiento, lo cual puso de manifiesto reiteradamen-te en su pas natal a travs de numerosas publicaciones, como responsable del captulo de comentarios de libros en la clebre Journal des Economistes et des Etudes Humaines que precisamente diriga Gustave de Molinari, autor del ensayo pionero sobre seguridad privada en ausencia del aparato estatal (1849/1977) y luego como miembro de la Seccin Economa Poltica de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Polticas de Francia y como miembro de la Socit d`Economie Politique del mismo pas. Se tra-dujo al castellano su tratado de economa (1859) y tuvo in-fluencia decisiva especialmente en debates e intercambios

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    Jean Gustave Courcelle-Seneuil

    de ideas referidas a la normativa de free banking de 1860, tema que como seala su discpulo en Chile Diego Barros Arana (1892/1914:195), ya haba escrito en 1840 donde exhiba el ejemplo de Escocia, experiencia sobre la que volveremos en el cuerpo de este libro y a la finalmente promulgada ley en 1864 sobre comercio exterior, en base a algunas de las ideas del economista francs que conside-raba el proteccionismo como coaccin a la ms amplia libertad de comercio (Barros Arana, ib.: 203).

    Estos dos ltimos temas sern el objeto del presente estudio, no para adentrarme en la poltica chilena de la poca sino especialmente para elaborar en esos mismos campos en base a los andamiajes conceptuales disponibles a la luz de conocimientos actualizados, sopesando los pros y contras de posiciones encontradas con la intencin de desentraar falacias y mitos que rodean a estos delicados e importantes tpicos que hoy afectan con mayor o menor intensidad a todos los pases del orbe.

    La historia contrafactual tiene sus bemoles, pero debe destacarse que si el nombramiento hubiera recado en el antes mencionado Gustave de Molinari, los testimonios dejados en Chile hubieran sido de una profundidad y un rigor mucho mayor a la ya de por si benfica huella dejada por su colega Courcelle-Seneuil, ya que el primero se ha-ba adentrado an ms en los estudios de la ciencia econ-mica e incluso puede con justicia considerrselo pionero en ciertas materias de esa por entonces joven disciplina.

    En estas palabras introductorias destaco que el argen-tino Flix Fras fue un seguidor del pensamiento liberal de Juan Bautista Alberdi. Fueron juntos al Colegio Nacional, a la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, participaron en las tertulias del Saln Literario de Marcos Sastre y fundaron juntos la Asociacin de Mayo para conspirar contra la tirana de Juan Manuel de Rosas, razn por la que se vieron obligados a exiliarse primero a

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    Alberto benegAs lynch (h)

    Montevideo y luego Alberdi a Valparaso y Fras a San-tiago. Es de inters consultar la vinculacin epistolar casi diaria entre los dos an viviendo en el mismo pas, donde se pone de relieve la influencia de Alberdi en la compene-tracin del ideario liberal de Fras (1953: 209-287).

    Dado el decisivo liderazgo de Alberdi en temas eco-nmicos y jurdicos (que entre otras cosas explican que la recomendacin de Fras recayera en un profesional estre-chamente vinculado a los movimientos liberales en Pars), considero oportuno a esta altura citar a continuacin unos pocos y breves pensamientos de quien, por otra parte, fue el autor intelectual de la Constitucin argentina de 1853. Que exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que Digenes le exiga a Alejandro: que no le haga sombra ( 1854/1954: 8). Mientras el gobierno tenga el poder de fabricar moneda con simples tiras de pa-pel que nada prometen, ni obligan a reembolso alguno, el poder omnmodo vivir inalterable como un gusano roe-dor en el corazn de la Constitucin (ib.45). El ladrn privado es el ms dbil de los enemigos que la propiedad reconozca. Ella puede ser atacada por el Estado en nom-bre de la utilidad pblica (ib. 19). Son enemigos ruino-sos todos los impuestos aduaneros que tienen por objeto prohibir la introduccin o extraccin de ciertos productos con miras de proteccin a la industria nacional o a deter-minadas producciones (ib.:132-3). Si los derechos civiles del hombre pudiesen mantenerse por si mismos al abrigo de todo ataque, es decir, si nadie atentara contra nuestra vida, persona, propiedad, libre accin etc., el Gobierno del Estado sera intil, su institucin no tendra razn de existir (1868/1887:90). Nuestro derecho colonial no te-na por objeto garantizar la propiedad del individuo sino la propiedad del fisco. Las colonias espaolas eran forma-das para el fisco, no el fisco para las colonias. Su legisla-cin era conforme a su destino. Eran mquinas para crear

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    rentas fiscales. Ante el inters fiscal, era nulo el inters del individuo. Al entrar la revolucin, hemos escrito constitu-ciones y la inviolabilidad del derecho privado; pero hemos dejado en presencia subsistente el antiguo culto del inters fiscal. De modo que, a pesar de la revolucin y de la in-dependencia, hemos continuado siendo repblicas hechas para el fisco (1852/1902:115-16). Las naciones, por lo general no son obra de los gobiernos, y lo mejor que en su obsequio puedan hacer en materia de administracin, es dejar que sus facultades se desenvuelvan por su propia vi-talidad (ib.256) y La omnipotencia de la patria, conver-tida fatalmente en omnipotencia del gobierno en que ella se personaliza, es no solamente la negacin de la libertad, sino tambin la negacin del progreso social porque ella suprime la iniciativa privada en la obra de ese progreso. (1880/1927:239).

    En definitiva, el caso de la designacin de Jean Gustave Courcelle-Seneuil para radicarse en Chile revela una ma-nifestacin adicional de la estrecha relacin que siempre han mantenido los pueblos chileno y argentino. En este caso, debido a la larga permanencia de Flix Fras en su autoexilio en Santiago, lo vincul a distintas personalida-des chilenas del momento por lo que recurrieron a su con-sejo cuando, como queda dicho, se instal en Pars como corresponsal de El Mercurio y, a su turno, la influencia intelectual que desde muy joven ejerci Alberdi sobre la llamada generacin del 37 hizo posible que Fras se inte-resara en frecuentar los medios acadmicos y periodsticos afines al liberalismo.

    Puede decirse que esto fue el resultado del azar como suele afirmarse en tantas otras expresiones de la vida (aun-que, en rigor, no hay tal cosa como hechos debidos a la suerte, incluso los llamados juegos de azar se deben a claros nexos causales), pero tambin puede decirse que la concatenacin de lecturas e intereses culturales condujo

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    Alberto benegAs lynch (h)

    a decisiones que produjeron el resultado de la antedicha contratacin. Es que en ltima instancia, para bien o para mal, las ideas marcan el rumbo de los acontecimientos. En esta instancia de proceso de evolucin cultural, las estruc-turas polticas dependen de la conformacin de la opinin pblica y sta a su vez es consecuencia del clima de ideas prevalentes que surgen en primera instancia de cenculos intelectuales que luego, como una piedra que se arroja en un estanque, va generando crculos concntricos que a su paso ejercen mayores influencias y abarcan sectores ms amplios de opinin. De all es que con razn se considera a tal o cual perodo histrico como la era de Marx, de Keynes o lo que fuere. No es que los polticos hayan ledo las obras de estos autores, sino que estn forzados a utili-zar sus recetas si quieren obtener votos. Por ello es que la faena de los intelectuales resulta de tanta relevancia. Son ellos los que condicionan el espritu de la poca, son ellos los que convierten en polticamente posible lo que hasta ayer era considerado polticamente imposible a travs de corrimientos en los ejes del debate.

    Tambin en mi caso puede eventualmente situarse el origen de este libro en una mera coincidencia: lo conoc en octubre de 2009 a Eugenio Guzmn Decano de la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo en un seminario de Liberty Fund en Argentina y all me invit a dar clase al mes siguiente en su universidad en Santiago, oportunidad en que fui presentado a Juan Pablo Couyoumdjian Director del Centro de Economa Poltica de esa misma Facultad quien me habl del personaje so-bre el que ahora escribo y tuvo la enorme generosidad de proporcionarme abundante material bibliogrfico (tanto fuentes primarias como secundarias) en relacin al econo-mista francs sobre el que hasta el momento yo no haba oido hablar. Pero tambin puede decirse en este caso que la afinidad de ideas, valores y principios nos uni. Aprovecho

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    Jean Gustave Courcelle-Seneuil

    para agradecer a estos dos nuevos amigos el estmulo y los necesarios apoyos logsticos para escribir este libro que ahora edita la mencionada universidad.

    En el trabajo a que nos venimos refiriendo de Couyoumd-jian que me permiti descubrir a este interesante econo-mista francs traductor de John Stuart Mill y del extraor-dinario William Graham Sumner y comentarista de Adam Smith (Barros Arana, opus cit.:201, 204 y 205) se destaca con razn que provena de la escuela del laissez-faire. En este sentido, conviene detenerse a considerar el significa-do de aquella expresin tan poco comprendida en nuestros das. La acu Gournay (Jacques Claude Marie Vincent), vinculado a la fisocracia del siglo dieciocho, un exitoso co-merciante bien adentrado en los principios de la ciencia econmica y en las enseanzas de Cantillon y de John de Witt. El trmino se utiliz como un grito de comerciantes para dejarlos hacer actividades lcitas sin insolentes e im-procedentes intromisiones, reclamo dirigido a los burcra-tas estatales mercantilistas reguladores de haciendas ajenas. Los partidarios de este movimiento saban que los merca-dos libres producen los mejores resultados para las masas y las necesarias coordinaciones a travs de los precios, y que las interferencias del aparato estatal indefectiblemente con-ducen a faltantes y pobreza generalizada. Actualmente to-dos quienes adhieren a la tradicin del laissez-faire patroci-nan el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros y solo justifica el uso de la fuerza de carcter defensivo. Personalmente valoro mucho esta expresin que desafor-tunadamente, debido al predomino del intervencionismo estatal en todos los reductos de la vida privada, hoy se la interpreta como la apologa del caos y el desorden. Como una nota al margen, consigno que como un modo de ma-nifestar mi aprecio por la expresin de marras, mi casa en Buenos Aires (San Isidro) se llama Laissez-Faire donde hemos vivido con mi familia desde hace casi cuarenta aos.

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    Alberto benegAs lynch (h)

    En esta lnea argumental es necesario precisar que el li-beralismo est siempre en ebullicin ya que todas las con-clusiones son provisorias y abiertas a posibles refutaciones. Una vez ms escribo que por esa razn me parece tan atractivo el lema de la Royal Society de Londres: nullius in verba, es decir, no hay palabras finales. Ningn liberal que se precie de tal dir que se ha llegado a una meta final. El conocimiento es un camino sin trmino, lo cual no se traduce en relativismo epistemolgico. Muy por el contra-rio, los sistemas abiertos de corroboraciones provisorias y refutaciones permiten abarcar porciones mayores de co-nocimiento en el contexto de enormes dosis de ignoran-cia. Las razones por la cual se es liberal son precisamente epistemolgicas y ontolgicas: no sabemos a ciencia cierta que haremos maana nosotros mismos, podemos conje-turar sobre este futuro inmediato pero, al cambiar las cir-cunstancias, modificamos nuestra conducta y prioridades. Con mucha mayor razn no podemos tener la arrogancia y la inaudita soberbia de administrar por la fuerza mi-llones de arreglos contractuales que son consecuencia de informacin que por su naturaleza es dispersa y fraccio-nada. Tambin lo hacemos por la debida consideracin a los derechos inviolables del prjimo. Por lo dicho, nada ms antittico al espritu liberal que la ideologa, no en el sentido inocente del diccionario como conjunto de ideas, ni siquiera en su acepcin marxista de falsa conciencia de clase, sino en su interpretacin ms extendida de algo p-treo, cerrado, inmodificable e inexpugnable.

    Debemos estar atentos a nuevas y valiosas contribucio-nes tales como las que han surgido en los ltimos tiempos en medulosos libros y ensayos escritos por mentes creativas y originales. Tal es el caso de las refutaciones a las argu-mentaciones clsicas de los bienes pblicos, los free-riders, las externalidades, el dilema del prisionero, las confusiones en torno a la llamada tragedia de los anticomunes y, en

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    Jean Gustave Courcelle-Seneuil

    el contexto de la asimetra de la informacin, la seleccin adversa y el riesgo moral tal como lo exponen actualmen-te autores como Anthony de Jasay, Bruce Benson, David Schmidt, Randy E. Barnett, Bruno Leoni, David Fried-man, Murray Rothbard, Leslie Green, Walter Block, Jan Narvenson, Hans H. Hoppe y, en los comienzos, el antes mencionado Gustave de Molinari en su tambin referido ensayo, quien, dicho sea al pasar, tal como apunta Barros Arana (op. cit.: 210), particip de modo destacado en los funerales cuando muri su amigo Jean Gustave Courcelle-Seneuil el 29 de junio de 1892. Al da siguiente, en la nota necrolgica de Le Temps se enfatiza que era un liberal fer-viente, un individualista convencido, irremediable adver-sario de las usurpaciones del Estado (Barros Arana, ib.: 213). Este discpulo chileno subraya que su maestro fue uno de los ms ilustres profesores que ha tenido la Uni-versidad de Chile [] uno de esos profesores que despier-tan en los jvenes el amor al estudio i que dejan recuerdos gratos e indelebles en el nimo de los que tuvieron la for-tuna de ser sus discpulos (ib.:194).

    De todos modos, en esta introduccin telegrfica, dado que en el cuerpo del presente trabajo circunscribir mi atencin principalmente a temas arancelarios, bancarios y monetarios lo cual no ha sido el propsito de Couyoumd-jian en su ensayo (op. cit.: 290) como marco referencial para este libro, ilustro ahora muy resumidamente un modo de correr el eje del debate hacia posiciones mejo-res con un par de ejemplos que estimo fundamentales (y que Courcelle-Seneuil los refiere desde su perspectiva en el segundo tomo de su tratado): uno, la educacin que es condicin para la mejor comprensin del significado de la sociedad abierta y, el otro, las pensiones, para permitir que las personas puedan contar con un futuro digno. Desde luego que no se trata de sostener que no es posible enten-der los puntos arancelarios y monetarios si no se opera

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    Alberto benegAs lynch (h)

    en un sistema de educacin libre y si a la gente no se le permite decidir sobre su futuro en conexin al destino del fruto de su trabajo, pero, sin duda, facilita enormemente el logro de esos objetivos. Tampoco se trata de sugerir la peregrina idea que si no se hace todo no se puede hacer nada, lo cual constituye una buena frmula para quedar paralizado. Lo que estoy diciendo es que en las transicio-nes del estatismo a la libertad deben evitarse por todos los medios posibles polticas que frenen o retrasen los ob-jetivos propuestos. Nada ms peligroso para la seguridad de la escalera que montarse sobre escalones mal construi-dos: el derrumbe es as un hecho. De nada vale endosar la culpa a otros cuando los artfices de la poltica son los responsables de haber descansado en cimientos endebles que ellos mismos fabricaron.

    Los comentarios que dejo consignados respecto de la educacin y las pensiones expresan ajustadamente el pun-to de partida y la filosofa subyacente en este libro. Estos dos ejemplos que sintetizo en este introito los incorporo con la intencin de poner de manifiesto ms directa y cla-ramente la consistencia con un concepto clave que est presente de manera primordial en la trastienda del pre-sente libro: no tomar a las personas como simples medios para los fines de otros sino como fines en si mismos, con derechos inviolables (tal como lo hizo Courcelle-Seneuil en Chile respecto de temas clave). En resumen, como su-braya Robert Nozick en un contexto ms amplio:

    Pero no hay una entidad social con un bien que debe so-meterse a sacrificios para ese bien. Hay solo personas in-dividuales, diferentes personas individuales con sus vidas individuales. Usar a una de estas personas para beneficio de otras, la usan y beneficia a otros. Nada ms que eso. Lo que pasa es que algo se le ha hecho a l para el bien de otros [] Sostengo que las limitaciones morales de lo que podemos hacer refleja el hecho de nuestras existencias

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    separadas. Reflejan el hecho que ningn balance moral puede tener lugar entre nosotros; no hay ningn balance moral de una de nuestras vidas que conduce a un bien social mayor. No hay justificacin moral para el sacrificio de alguno de nosotros por otros (1974:32-3).

    Es un lugar comn y por dems vulgar la verdad de Pe-rogrullo que en poltica se hace lo que se puede, pero desde las mbitos acadmicos en general, la tarea consiste en empujar en una direccin u otra segn sean las respec-tivas convicciones de cada uno con la mayor honestidad intelectual y no jugar al poltico anticipndose a posibles negociaciones, con lo que de entrada se rebaja y degrada la meta que al momento se considera ptima tal como des-afortunadamente inspira la conducta de algunos (confieso que tengo por estos sujetos la misma opinin que revelan las palomas por las estatuas). En nuestro caso, el ejemplo de Courcelle-Seneuil ilustra el tema que ahora consigna-mos: como acadmico apuntaba a lo que consideraba p-timo sin ceder nunca en los principios y como asesor en el ministerio de hacienda naturalmente su discurso se de-ba adaptar a lo que consideraba era posible digerir dadas las circunstancias polticas, las cuales, dicho sea al pasar, precisamente dependen de lo que l mismo haba podi-do construir en el terreno intelectual con la solvencia y la intransigencia para mantener el rigor cientfico que lo caracterizaban. En nuestro ltimo captulo se ejemplifica con el sistema bancario y la estructura arancelaria lo que aqu decimos en el caso de Courcelle-Seneuil, en cuanto a su discurso acadmico, por un lado, y a su discurso como asesor poltico, por otro, todo lo cual no disminuy su em-peo en cultivar el espritu crtico hasta el lmite de lo que estim prudente an sabiendo que en el debate poltico sus propuestas podan ser desmejoradas. Swift dice que los crticos son nuestros hroes, Longfellow sostiene que son los verdaderos centinelas, Gide y Erik Kunhnelt-Leddhin

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    nos invitan a nadar contra la corriente para poder llegar a la fuente y Octavio Paz enfatiza una y otra vez el digno rol de los disidentes.

    La actitud complaciente de quienes se adaptan servil-mente al statu quo o los que proponen reformas timoratas desde el llano es lo que hace que Hayek rechace la po-sicin conservadora puesto que seala que Uno de los aspectos para mi ms recusables de la mentalidad conser-vadora es esa oposicin, en principio, a todo nuevo co-nocimiento por temor a las consecuencias que, a primera vista, parezca hayan de producir; digmoslo claramen-te: lo que me molesta del conservador es su oscurantis-mo(1959/1975:424). El espritu contestatario y abierto del liberal es para mantener el poder en brete de sus tre-mendos abusos, por aquello de Lord Acton en cuanto al nefasto correlato entre la corrupcin y el poder.

    La organizacin de este libro ser como sigue: despus de estas palabras introductorias se presentarn tres captulos, en los dos primeros se expondr respectivamente el esquele-to conceptual ms completo posible vinculado al tema mo-netario y bancario y al arancelario respectivamente, lo cual, como se ha anticipado, tambin desmenuzar las posiciones contrapuestas en estas materias cruciales, y el tercero se re-ferir a las ideas de Courcelle-Seneuil no solo respecto de aquellos dos temas y a la promulgacin de las leyes corres-pondientes sino a ciertos aspectos de la concepcin general de la economa sugeridos por nuestro autor. Finalmente, en las conclusiones, se inscriben reflexiones que abarcan zonas ms amplias en conexin a las libertades individuales.

    En este tercer captulo uno debe ser especialmente cau-to, equilibrado y ecunime en los juicios puesto que resulta fcil encarar la crtica de un autor decimonnico teniendo a la mano contribuciones posteriores. Es delicado el poner en contexto lo escrito y dicho por un autor, naturalmen-te ajeno a contribuciones posteriores. Al mismo tiempo,

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    el trabajo resultara gravemente amputado si se circuns-cribiera a lo expresado por el autor decimonnico de ma-rras eximindolo de comentarios que surgen a raz de los nuevos aportes. Al criticar uno debe tener muy en cuenta la poca en la que se desarrollaron los temas estudiados y, como queda expresado, ser cuidadoso, ecunime y pro-porcionado en el juicio y consignar los obstculos que se han debido sortear y los progresos realizados respecto de pocas anteriores. No se trata de justificar errores pero si de explicarlos. Esto mismo es lo que ocurrir con lo que ahora estamos escribiendo puesto que esa es la naturaleza del conocimiento. Vendrn otros y refutarn lo dicho y me-jorarn la marca establecida, lo cual es siempre un motivo para celebrar puesto que significa un paso hacia adelante. Por esto es que la modestia es una buena receta en toda circunstancia. Al mismo tiempo, en ese contexto, pueden con justicia condenarse las deficiencias que eventualmente pudieron evitarse de haberse consultado las fuentes dispo-nibles en esas mismas etapas de la historia econmica.

    Antes de pasar a los dos ejemplos anunciados, me quie-ro detener en un asunto que estimo que debe prestrsele debida atencin. Se trata de discutir si conviene ejecutar las polticas consideradas benficas de un modo gradual o implementarlas de una sola vez. Queda consignado que en poltica se hace lo que se puede, es decir, si no hay la suficiente comprensin en la opinin pblica no resulta posible la adopcin (eventualmente ni siquiera de modo gradual), pero lo que aqu pretendo plantear es un proble-ma distinto, a saber: una vez que la meta es comprendida, si resulta mejor el gradualismo o cortar de raz el proble-ma. Se ha dicho que no es justo esto ltimo puesto que muchas personas de buena fe se han adaptado a la legisla-cin anterior y tienen derechos adquiridos y, por tanto, debe drsele una oportunidad para prever en un tiempo razonable el ajuste necesario.

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    Sin embargo, estimo que bajo ninguna circunstancia es legtimo alegar derechos adquiridos contra el derecho (no hay derecho contra el derecho). Para poner ejemplos extremos que a veces exponen mejor el punto: los propie-tarios de las cmaras de gas en la poca de los criminales nazis no pudieron alegar derechos adquiridos para con-tinuar con sus monstruosidades ni tendra sentido que los propietarios de clnicas para abortar reclamaran gradua-lismo en sus exterminaciones de seres humanos que existen desde el momento de la fecundacin del vulo con toda la carga gentica completa (al contrario de los que adhieren a la magia primitiva al insistir que cuando se produce el alumbramiento ocurrira algo as como una mutacin en la especie). En cualquier caso, para no llegar a casos donde est en juego de modo directo la vida de las personas, sera absurdo un plan gradual para los empresarios que venden arena en el Sahara o helados en el Polo Norte al efecto de que puedan ajustarse a la nueva situacin, porque en verdad esas situaciones de empresarios prebendarios, de hecho, estn arruinando la existencia a miles y miles de personas de la manera ms cruel. En este sentido, creo que constituye un buen ejemplo la decisin de Ludwig Er-hard en la segunda posguerra de proceder en contra de las opiniones de los comandantes de las fuerzas aliadas y de grupos empresarios (especialmente de la industria meta-lrgica) y sorprender con la repentina liberacin de todos los precios y la eliminacin de los subsidios de una sola vez: ese fue el milagro alemn.

    Nuevamente, si el clima de opinin prevalente hace conjeturar que se producirn revueltas incendiarias y pre-siones irresistibles, no resulta posible navegar en una di-reccin opuesta para ir al fondo de los problemas. Todo esto es cierto pero aqu se trata de otra cuestin de natura-leza distinta. Reitero, lo que en este caso pretendo sealar es solamente que, comprendidas las metas, es mejor y ms

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    justo proceder a cortar el cordn umbilical de una vez y no arrastrar tremendas injusticias y embarcarse en un sin-fn de planes necesariamente sujetos a vaivenes y tirones polticos. Siempre hay que estar atento a las coaliciones de intereses, muchas veces minoritarias pero al acecho para acentuar o revivir sus privilegios. Vilfredo Pareto ha escri-to que El privilegio, incluso si debe costar 100 a la masa y no producir ms que 50 para los privilegiados, perdindo-se el resto en falsos costes, ser bien acogido, puesto que la masa no comprende que est siendo despojada, mientras que los privilegiados se dan perfecta cuenta de las ventajas de las que gozan (1901/1987:128). Por esto es que Pascal Salin sostiene que Nuestro deber moral consiste en no atender las demandas del pragmatismo, no unirnos a las nutridas filas de los instrumentalistas y conservar esta br-jula [los principios liberales] como uno de los bienes ms preciados (1996/1997:265).

    Un ltimo tema adicional antes de explorar los dos ejemplos anunciados. Del mismo modo que stos sirven de marco general para nuestro anlisis posterior, tambin constituye un adecuado punto de referencia el significado que atribuimos a la economa: para contar con un hori-zonte amplio y frtil en el anlisis de los tpicos que estu-diaremos en el cuerpo de este libro es menester abando-nar el concepto neoclsico-marxista de esa disciplina en cuanto a que se limita a aspectos puramente cremtisticos y entenderla como un proceso de seleccin de medios para la consecucin de especficos fines, lo cual abarca toda la accin humana, tal como lo expres originalmente Lud-wig von Mises (1949/1963), idea sobre la que volveremos en nuestro tercer captulo. En el contexto de este anlisis, para llegar a conclusiones acertadas a diferencia de lo que desafortunadamente suele suceder en la profesin es de inters subrayar que el economista debe prestar es-pecial atencin a otras ramas del conocimiento como la

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    filosofa, el derecho y la historia al efecto de enriquecer la suya propia. No proceder en esta direccin es lo que ha hecho que Friedrich Hayek advierta que nadie puede ser un buen economista si slo es economista y estoy tentado a decir que el economista que es slo economista tender a convertirse en un estorbo, cuando no en un peligro ma-nifiesto (1967:123). En este mismo sentido, no resulta ne-cesario compartir todas las conclusiones hermenuticas de Don Lavoie y Emily Chamlee-Wright para coincidir con ellos cuando sealan que muchos economistas, al abordar otras disciplinas lo hacen como meros turistas superfi-ciales sin compenetrarse en el rea respectiva con lo que, entre otras cosas, dejan de lado los aspectos culturales que enfatizan vitales aspectos cualitativos tan definitivamente entrelazados a la economa (2000). Por su parte, Wilhelm Roepke revela preocupacin debido a que un nmero no menor de sus colegas circunscriben sus presentaciones a un mero enfoque positivista:

    Cuando uno trata de leer un journal de economa en estos das, frecuentemente uno se preguntar si uno no ha to-mado inadvertidamente un journal de qumica o hidru-lica [] Los asuntos cruciales en economa son tan ma-temticamente abordables como una carta de amor o la celebracin de Navidad [T]rs los agregados pseudo-mecnicos hay gente individual, con sus pensamientos, sentimientos y juicios de valor [] No sorprende la cade-na de derrotas humillantes que han sufrido las profecas economtricas. Lo que es sorprendente es la negativa de los derrotados a admitir la derrota y aprender una mayor modestia (1958/1960:247-48-49 y 50).

    Vamos entonces a nuestros dos ejemplos expuestos aqu muy sucintamente, los cuales reclaman apoyo a los efec-tos de respetar cabalmente los derechos de las personas, aunque no se me escapa que hay temas ms elementales

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    que en ciertos lares an no se han comprendido (como los comisarios que pretenden controlar precios los nicos in-dicadores para poder operar en el mercado y, asimismo, redistribuir coactivamente el fruto del trabajo ajeno en una direccin distinta de la distribucin que voluntariamente generan los consumidores en el plebiscito diario del merca-do, todo lo cual produce graves alteraciones en la asigna-cin de los siempre escasos recursos con lo que disminuyen las tasas de capitalizacin y, por ende, se traducen en dismi-nuciones en salarios e ingresos en trminos reales).

    Estos dos temas no solo sirven de marco y punto de partida para ilustrar el clima de libertad en que se sustenta el presente trabajo sino que sirven para poner a prueba lo que en verdad quieren significar quienes se dicen partida-rios de la sociedad abierta. Esta preocupacin est muy bien resumida por Anthony de Jasay: Amamos la retrica y la palabrera de la libertad a la que damos rienda suelta ms all de la sobriedad y el buen gusto, pero est abierto a serias dudas si realmente aceptamos el contenido sustan-tivo de la libertad (1995/2002:281).

    Tal vez no haya tema ms importante que el educativo puesto que de all derivan todas las ejecuciones de pro-puestas, en cualquier direccin que sean. En este sentido, mucha razn tena Antonio Gramsci al sostener que si se influye en la educacin y la cultura, el resto se da por aa-didura. Si el tema de la educacin libre no se entiende, a la larga o a la corta no ser posible comprender el significado de liberar aduanas o de contar con sistemas monetarios y bancarios respetuosos de la propiedad ajena.

    Lo primero que debe subrayarse en materia educativa es que todos somos diferentes desde el punto de vista bio-lgico, bioqumico, fisiolgico y, sobre todo, psicolgico. Y esto sobresale con ms fuerza a raz de la demostracin de la inconsistencia de los tests de coeficiente intelectual y la conclusin que todos somos inteligentes pero para en muy

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    diversos campos. Es la contracara de lo que deca Einstein, que dicho sea de paso en los exmenes convencionales re-velaba coeficientes intelectuales extremadamente bajos: todos somos ignorantes, solo que en distintas materias.

    Cada una de las personas son nicas e irrepetibles, por ende, con potencialidades exclusivas que en el adecuado proceso educativo se ponen en evidencia. En este sentido, el mejor mtodo de educacin se lleva a cabo en el contex-to de la relacin un profesor-un alumno lo cual, por el mo-mento, resulta sumamente gravoso y, por ende, se recurre a la economa de escala enseando a un grupo de alumnos al efecto de amortizar gastos. Pero de all no se sigue que deba perderse la idea de la unicidad y tratar al grupo como si fuera una masa amorfa e indiferenciada, por ello resulta de tanta importancia la libertad y la competencia entre ins-tituciones educativas para que, en el contexto de la prueba y el error, se vaya perfeccionando la trasmisin de conoci-mientos del mejor modo que las circunstancias permitan.

    Desafortunadamente hoy da cuando se hace referencia a la educacin privada resulta que est privada de toda independencia puesto que los ministerios de educacin establecen pautas, estructuras curriculares y/o textos que convierten a la institucin en nominalmente privada ya que los dueos ven reducidas sus decisiones a prctica-mente solo las caractersticas del campus, los uniformes y otros temas secundarios a los ejes centrales del contenido de la educacin que all se imparte. De modo que en esta lnea argumental lo primero a resolver en una sociedad abierta es que la educacin privada sea realmente privada.

    Lo segundo es respecto a la educacin estatal en cuyo caso no es pertinente recurrir al trmino hipcrita de educacin pblica porque, por una parte, oculta su ver-dadera naturaleza y evita la expresin que le correspon-de puesto que resulta chocante igual que lo es la prensa estatal o la literatura estatal y, por otra, la educacin

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    privada es tambin para el pblico. En este plano de an-lisis es esencial percatarse que todos pagamos impuestos, muy especialmente aquellos que nunca vieron una planilla fiscal quienes tributan va una disminucin en sus salarios como consecuencia de la merma en las tasas de capita-lizacin debidas a los contribuyentes de jure. Entonces, la educacin estatal se traduce en una gran injusticia para los ms pobres ya que las familias que no pueden afrontar los costos de oportunidad de enviar a sus hijos al colegio se hacen cargo de los estudios de familias ms pudientes y, si con gran esfuerzo pudieran enviarlos a estudiar y realizan un anlisis fiscal correcto, los enviarn al colegio estatal para evitar la doble erogacin.

    Los vouchers estatales ayudan a visualizar el non sequitur ya que se ve claramente que del hecho de que se argumente que terceros deben financiar coactivamente los estudios de otros no se sigue que deban existir colegios y universidades estatales ya que los candidatos que no cuentan recursos suficientes eligen la institucin privada de su agrado. Pero una vez que esto resulta claro, la conclusin tributaria que dejamos consignada anteriormente se vuelve a repetir en este caso y, consiguientemente, los menos calificados para aplicar a las ofertas educativas existentes (lo cual no signi-fica inteligencias menores) se ven obligados a financiar a los ms capaces, lo cual se traduce en una grave injusticia.

    Adems, los vouchers estatales incentivan, por un lado, que las instituciones educativas busquen candidatos finan-ciados por esa va ya que son candidatos ms fciles de in-corporar respecto a aquellos que deben sufragar sus estu-dios de su propio peculio y, como consecuencia, el aparato estatal tender no solo a incrementar su gasto sino que su intromisin en la educacin ser mayor.

    Se ha sostenido que la educacin es un derecho y que es una manifestacin de la necesaria igualdad de opor-tunidades. Estas afirmaciones ponen en evidencia la

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    incomprensin del significado del derecho. A todo derecho corresponde una obligacin: si un persona recibe mil de honorarios quiere decir que hay la obligacin universal de respetar ese ingreso, pero si la persona que gana mil alega un derecho a obtener dos mil por ms que en el merca-do no los perciba y el gobierno decreta que debe otorgarse ese ingreso, se tratar de un pseudoderecho puesto que el darle visos de legalidad a semejante situacin implica que otros se vern forzados a entregar la diferencia, lo cual naturalmente lesiona sus legtimos derechos.

    Asimismo, la alegada igualdad de oportunidades nece-sariamente destruye la nocin de la igualdad ante la ley. Son conceptos mutuamente excluyentes. Si en un torneo de tenis entre un profesional y un mal jugador se preten-diera otorgar igualdad de oportunidades quiere decir que debe procederse, por ejemplo, a obligar al primero a que juegue con el brazo opuesto al que est acostumbrado a utilizar para ese deporte y as sucesivamente en todos los campos de la vida, con lo que se habrn lesionado derechos. En esta instancia del proceso de evolucin cul-tural, el uso compulsivo de recursos con destino distinto de la defensa de los derechos afecta negativamente esos mismos derechos que se dicen proteger. La justicia se sim-boliza con los ojos vendados precisamente para denotar la igualdad ante la ley y, como queda ilustrado, la llama-da igualdad de oportunidades necesariamente arremete contra la igualdad de derechos. De lo que se trata es que todos cuenten con mayores oportunidades pero no igua-les, puesto que, como queda expresado, esto ltimo atenta contra lo primero.

    Se ha dicho, por ltimo que la educacin es un bien pblico lo cual no es cierto puesto que no calza en las condiciones de no-exclusin y no-rivalidad. En verdad, el homeschooling constituye una demostracin de que nu-merosos candidatos y sus familias apuntan a liberarse del

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    sistema convencional de enseanza porque muchos tienen la sensacin que en buena medida perdern a sus hijos si los entregan durante una parte sustancial de sus vidas a la educacin regimentada por el aparato estatal.

    Es por todo esto que Ludwig von Mises ha escrito que En realidad hay slo una solucin: el estado, el gobierno, las leyes no deben ocuparse de los colegios ni de la edu-cacin. La crianza y la instruccin de la juventud debe dejarse enteramente en manos de los padres y de las aso-ciaciones e instituciones privadas (1927/1962: 115). En un sentido contrario, es por esto que Marx y Engels re-comiendan Educacin gratuita y obligatoria para todos (1848/1951:75).

    Como es sabido, la alimentacin tiene prelacin a la educacin puesto que si la persona no se mantiene en pie mal puede educarse y, sin embargo, a esta altura de los acontecimientos, son pocos los que patrocinan la estatiza-cin de los alimentos porque hay sobrada experiencia de las hambrunas a que ello conduce. De la misma manera, la intromisin del aparato poltico en la educacin genera hambrunas espirituales de magnitud y, en esas condicio-nes, no es razonable respaldarse en la buena voluntad de algunos maestros sino en instituciones que movilicen los incentivos en direccin al respeto recproco. Este es mi re-sumen de este tema de tanta trascendencia sobre el que he escrito en otras ocasiones (por ejemplo, 1997a).

    Como se ha adelantado, nuestro segundo ejemplo, que remite al marco en que se asienta este libro e ilustra el es-pritu en que se basa su anlisis, alude a las pensiones que segn se resuelva en uno o en otro sentido ser la consi-deracin o el atropello a los derechos de las personas. Sa-bido es que los sistemas de reparto estn todos quebrados porque su misma arquitectura no permite que cierren las cuentas. El sistema de capitalizacin indudablemente est concebido sobre bases firmes. De lo cual no se desprende

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    que deba descontarse compulsivamente el ingreso de otros para obligarlos a realizar aportes a entidades estatales o privadas, cualesquiera sea el sistema sobre el que operen.

    Habitualmente el argumento que se esgrime para pro-ceder en consonancia con los descuentos obligatorios es-triba en que los relativamente ms pobres no prevern su futuro con lo que en su momento habr que lidiar con el problema. Entre otras cosas, este modo de presentar las cosas significa un agravio a nuestros ancestros ya que todos provenimos de situaciones muy miserables (cuando no del mono). Esta lnea de pensamiento revela una arrogancia digna de mejor causa. Se subestima a la gente al conside-rar que los burcratas gubernamentales son responsables y cuidadosos (nada menos) mientras que los gobernados no sabrn que hacer con el fruto de su trabajo.

    El caso argentino es interesante: los inmigrantes aho-rraban e invertan en terrenos y departamentitos, todo lo cual fue liquidado por los gobiernos va la conquista so-cial de las leyes de alquileres y desalojos. Adems, para ser consecuente con el razonamiento de imponer jubila-ciones, habr que destinar un polica a cada persona cuan-do cobre su pensin al efecto de evitar que se emborrache en el bar de la esquina, con lo que se habr cerrado el crculo orwelliano. Los salarios de las personas deberan ser intocables. Nos hemos acostumbrado a que los agen-tes de retencin procedan a descontar el fruto del trabajo ajeno ya sea para estos propsitos o para otros que los ti-tulares no hubieran llevado a cabo de no haber mediado la medida de fuerza.

    Estos manejos arbitrarios no solo otorgan mercados cautivos a empresas sino que, de este modo, generalmen-te establecen el primer paso para el avance del Leviatn: luego se indica a los prestatarios como manejar su cartera de inversiones que, a su vez, retira la responsabilidad de la empresa frente a reclamos de sus clientes forzosos y as

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    sucesivamente. La contracara de la libertad es la respon-sabilidad. Cada uno debera asumir los costos por lo que hace. En esto consiste el proceso de aprendizaje y quienes se encuentran imposibilitados de mantenerse por causas ajenas a su voluntad sern atendidos por la solidaridad de sus semejantes. Una verdadera solidaridad y no la hipocre-ca de disponer de recursos ajenos por la fuerza, lo cual de-grada la nocin de caridad que, por definicin, es realizada con bienes propios, voluntariamente y, si fuera posible, de modo annimo. A esto se debe el correlato entre libertad y obras filantrpicas, tal como se ha demostrado en diversos trabajos (por ejemplo, Benegas Lynch-Krause, 1996).

    Con estos breves ejemplos se enfatiza el valor de las auto-nomas individuales y el consiguiente respeto recproco como introduccin a los temas especficos del escrito que presento seguidamente para la consideracin del lector. Temas que, desde luego, no se limitan a la situacin chilena sino que se refieren a todos los pases, cualquiera sea la circunstancia por la que atraviesen. Entonces, manos a la obra.

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    lA monedA y el debAte sobre sistemAs bAncArios

    A more general and comprehensive statementof the case came from Courcelle-Seneuil []He was in favour of absolute freedom andunlimited competition and was the mostuncompromised of all the free bankers inFrance. The sole permissible regulation, inhis view, was one aimed simply at the prevention of fraud.

    Vera C. Smith, 1935/1990:94.

    El premio Nobel en economa Friedrich A. Hayek ha puntua-lizado: estoy ms convencido que nunca que si alguna vez tendremos una moneda slida, no provendr del gobierno; estar a cargo de empresas privadas y ms adelante, en el mismo ensayo, concluye que Siempre, desde que el privile-gio de emitir moneda fue explcitamente representado como una prerrogativa real, ha sido patrocinado porque el poder de emitir moneda era esencial para las finanzas del gobier-no, no para brindar una moneda slida sino para otorgarle al gobierno acceso al barril de donde puede obtener dinero por medio de su fabricacin (1977/1987:383 y 389).

    La historia monetaria igual que toda la historia se compone de millones de hechos muchas veces superpuestos

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    Jean Gustave Courcelle-Seneuil

    y contradictorios entre s pero en el caso del presente es-tudio es de inters mantener la atencin fija en una de las lneas secuenciales (muchas veces con interregnos de diversa extensin) despejada de otras muchas derivacio-nes al efecto de elaborar sobre teora monetaria desde un ngulo que facilita la comprensin de conceptos clave, lo cual permitir arribar a conclusiones de inters y para es-tar en condiciones de evaluar la lnea predominante en la historia de la moneda y los bancos.

    Tal como ha apuntado Carl Menger (1892/1985) el origen y la evolucin del dinero result de un proceso es-pontneo en el mercado y no de la directiva estatal. Las economas familiares en las que operaba un grupo relati-vamente reducido de personas debido a la precariedad en cuanto a la divisin del trabajo, debido a estados blicos o como consecuencia del desconocimiento de otras co-munidades, recurran al cambio directo, es decir, el inter-cambio de una mercanca por otra, en otros trminos, se basaban en el trueque.

    A medida que las transacciones se fueron multiplican-do y la conexin con otras culturas se fue expandiendo se percibi que el cambio directo presentaba dos grandes di-ficultades y en algunos casos una completa imposibilidad de lograr los cometidos. Por una parte, la persona que posea el bien A y deseaba el B deba transitar por tres etapas. Primero encontrar alguien que tuviera el bien B, segundo que esa misma persona quisiera el bien A y terce-ro que estuviera dispuesto a llevar a cabo la transaccin a la ratio de un A por un B. Adems de este procedimiento engorroso en cada intercambio, se percibi que el trueque no permita contar con una unidad contable al efecto de conocer los resultados de las operaciones mercantiles. Por ltimo, en algunos casos resultaba imposible la transac-cin, por ejemplo, cuando un profesor de violn le pro-pona al panadero un leccin de msica o un repertorio

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    a cambio de pan. En este caso (y en otros similares) es probable que el violinista pereciera por inanicin.

    Por esto es que la gente recurri al cambo indirecto, es decir, la utilizacin de una mercanca de aceptacin ge-neral como medio de cambio. En este contexto, cada uno venda lo suyo a cambio de esa mercanca a la que se le atri-bua valor de modo generalizado y, a su turno, compraba lo que necesitaba sin tener que pasar por los pasos anterior-mente detallados. Es importante a esta altura destacar que esa mercanca seleccionada a travs de millones de arreglos contractuales no era un invento ni acto de ingeniera social, sino que resultaba de la conveniencia recproca de comer-ciantes y consumidores, es decir, se trataba de un bien al que se le otorgaba valor para fines no monetarios antes de considerarse como medio de intercambio, lo cual, entre otros, lo ha explicado Ludwig von Mises en su teorema de la regresin monetaria (1912/1980:129 y ss.).

    A travs del tiempo y en diferentes lugares se usaron diferentes mercancas como medio de intercambio o mo-neda. En Grecia el ganado (pecus, de all deriva la expre-sin medios pecuniarios), las sedas en Persia, el cobre en Egipto, el tabaco en la Virginia colonial (EEUU), el t en Turqua, el cacao en Centroamrica, el hierro y la sal en frica, el azcar en India, etc. Tambin ocurra que a ve-ces debido al comercio entre las diversas regiones se per-ciba que resultaba mejor abandonar la mercanca que se vena utilizando y adoptar otra o, en su caso, recurrir a ambas monedas con lo que apareca una cotizacin entre las dos mercancas utilizadas. No haba nada parecido a una moneda nacional puesto que las monedas eran una mercanca ms solo que adems de sus usos no monetarios se la empleaba como medio de intercambio.

    Tngase en cuenta que en este contexto la cantidad de moneda dependa de los requerimientos que haba por ella, por ende, la produccin endgena al mercado

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    Jean Gustave Courcelle-Seneuil

    de esos medios de intercambio era segn lo indicaba su precio (poder adquisitivo). La seleccin de la gente era de una, dos o tres monedas puesto que si todo es moneda no hay moneda. Si haba mucha cantidad, adems de la depreciacin correspondiente, resultaba incmodo (como si hoy hubiera que pagar un pasaje de ferrocarril con diez billones de unidades monetarias) y si haba muy poco tam-bin presentaba incomodidades en las cuentas (como si el referido pasaje costara 0,000000001 de una unidad mone-taria). En otros trminos, en estos contextos, el preguntar-se que mercanca debe ser moneda y que cantidad debe producirse de ella es lo mismo que formulemos la pregun-ta respecto a cualquier otro bien o servicio: cuales deben estar disponibles y en que cantidades.

    En esta situacin el aumento del comercio generaba competencia de monedas: unas desplazaban a otras segn las ventajas que proporcionaban, hasta que finalmente se estim que el oro y la plata brindaban beneficios superio-res a otros bienes conocidos debido al mayor valor que se le otorgaba por unidad de medida, a su mayor dura-bilidad, a la mayor posibilidad de fraccionamiento y a la homogeneidad de cada pieza (dieciocho siglos antes de Cristo el Cdigo de Hamurabi se refiere a la plata como patrn monetario y la Biblia nos habla de una moneda de oro y plata denominada siclo).

    En algunos lugares se utilizaba el oro y la plata simult-neamente como medios comunes de intercambio, lo cual se denomin bimetalismo (en general se usaba la plata para transacciones menores y el oro para las de mayor enverga-dura), en cuyo contexto es oportuno mencionar que la Ley de Gresham (la moneda mala desplaza a la buena) opera solo cuando los gobiernos fijan artificialmente la relacin de cambio entre dos medios de intercambio, en cuyo caso, naturalmente, resulta mejor realizar pagos con el medio artificialmente sobrevaluado y atesorar el subvaluado.

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    Para evitar los problemas que acarreaba el tener que pesar y controlar la pureza de la plata y el oro en cada transaccin, se ofreci el servicio de acuacin y como garanta se sellaba la moneda con la marca del acuador (el dlar proviene del thaler, una moneda de plata acuada por el Conde Schlik en el siglo XVI en Bohemia y muchas otras monedas aluden al peso en metlico como el pro-pio peso, la libra y otras). En este proceso se percibi que poda ofrecerse an otro valioso servicio para evitar la incomodidad e inseguridad de transportar el metlico que consisti en abrir casas de depsito (originalmente a cargo de los mismos orfebres) que entregaban recibos con los que se podan realizar transacciones (primero no-minativos transferidos por endoso y luego al portador). Las casas de depsito luego se denominaron bancos y los recibos billetes bancarios.

    Como se ha hecho notar al comienzo, si bien es cierto que esta secuencia no fue lineal y la exponemos a los efec-tos didcticos para evitar derroteros que desvan la aten-cin del eje central del tema objeto del presente anlisis y para no aludir a los interregnos y zigzagueos que se suce-dieron en distintas pocas, a esta altura, es menester intro-ducir las intromisiones del aparato estatal. stas tuvieron lugar ni bien los gobernantes se percataron de la posibi-lidad de emplear las artimaas a las que se refiere Hayek en la reflexin con que abrimos este captulo, que fueron primero arrogarse la facultad exclusiva de la acuacin, situacin en la que aparecieron los primeros sntomas de falsificacin monetaria en el sentido de recortar mone-das y quedarse con la diferencia al tiempo que impusieron el curso forzoso, esto es la obligacin por parte de los go-bernados de aceptarla al valor nominal.

    Luego incorporaron a su rbita el monopolio de la con-vertibilidad con lo que comenzaron los perodos de sus-pensin transitoria para evitar una corrida cada vez que

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    el pblico se informaba que el gobernante imprima ma-yor cantidad de recibos respecto a la existencia de metli-co a que hacan referencia aquellos recibos. Cuando otros gobiernos asuman sus funciones y deseaban poner orden y disciplina en el sistema monetario, adoptaban una de dos polticas. O colocaban ttulos pblicos en el mercado ofreciendo las tasas necesarias y los rescates considerados atractivos al efecto de esterilizar recibos para volver a la paridad anterior y poder as abrir la institucin de conver-tibilidad sin riesgos de corridas, o, de lo contrario, decla-raban que deban resellarse los recibos a valores ms altos lo cual significaba una devaluacin del recibo.

    Finalmente, despus de muchos perodos de suspen-siones transitorias en la conversin, en distintos lugares y en tiempos distintos se decret el cierre definitivo en la convertibilidad e irrumpi en escena la autoridad mone-taria, es decir, la banca central, institucin sobre la que elaboraremos ms abajo. Con la aparicin de la banca central desapareci el patrn oro clsico y las consiguien-tes cajas de conversin. En este sentido es de inters citar a J. M. Keynes antes de ser el mayor abanderado de la indisciplina monetaria:

    Lo ms destacado de este largo perodo [el del patrn oro] fue la relativa estabilidad en el nivel de precios. Aproximadamente el mismo nivel de precios tuvo lugar en los aos 1826, 1841, 1855, 1862, 1867, 1871 y 1915. Los precios tambin estaban al mismo nivel en los aos 1844, 1881, 1914. Si esto lo referimos a nmeros ndices y hacemos la base 100 en uno de estos aos encontrare-mos que aproximadamente durante un siglo, desde 1826 hasta el comienzo de la guerra, la mxima fluctuacin en cualquier direccin fue de 30 puntos [] No sorpren-de entonces que hayamos credo en la estabilidad de los contratos monetarios para largos perodos (1923: 11-12).

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    A travs de los Acuerdos de Gnova y Bruselas de los aos veinte se estableci el mal llamado patrn oro cambio que bsicamente consisti en que las reservas de los hoy creados bancos centrales se constituiran principalmente en dlares y libras esterlinas (a poco andar, esta ltima di-visa se dej de lado), monedas que podran convertirse a oro a una ratio fija por pedido de la banca central con un acuerdo tcito de no reclamar el metal aurfero (por consejo de Jacques Rueff, en la dcada de los sesenta, el gobierno de Francia hizo uso de esa facultad al solo efecto de mostrar el estado de insolvencia del sistema). De cual-quier modo, esta poltica facilit la expansin monetaria del signo monetario estadounidense que condujo al boom de los aos veinte y a la crisis de los aos treinta, situacin que arrastr a buena parte del mundo ya adherida al sis-tema. Este proceso de desorden monetario y fiscal tuvo por epicentro a los Estados Unidos en la poca de Hoover (aunque los preparativos intelectuales para esta aventura fueron en gran medida diseados muy anteriormente, du-rante la administracin del progresista Wilson el in-telectual de Princeton con muy diversas intervenciones estatales en la economa y, simultneamente, la implanta-cin de la Reserva Federal, el impuesto progresivo y la Ley Seca que requirieron tres reformas constitucionales). Har-ding y Coolidge intentaron revertir el estatismo de Wil-son pero, como queda dicho, Hoover volvi al interven-cionismo, lo cual fue agravado por F. D. Roosevelt quien profundiz y prolong notablemente la crisis a travs de la fuerte presencia gubernamental en las reas laborales, industriales, comerciales, fiscales y monetarias.

    Milton Friedman y Anna Schwartz explican los efectos negativos de las polticas de Roosevelt que al establecer salarios mnimos produjo una escalada en la desocupa-cin, el significado del ataque a la propiedad al decidir la confiscacin del oro perteneciente a los ciudadanos

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    norteamericanos y la creacin de entidades regulatorias en los ms diversos campos hizo que estos autores conclu-yen que es la nica ocasin en nuestros registros que a una recesin profunda le sigue otra sobre sus talones [] Los efectos de estas medidas fueron exacerbadas al man-tener deliberadamente el dficit fiscal (1963:493 y 496). J.Powell agrega que durante el New Deal se triplicaron los impuestos, se asfixi la economa duplicando los gastos solamente del gobierno federal y se adoptaron medidas irresponsables en materia bancaria, lo cual no era un control total por parte del gobierno como el de la Unin Sovitica pero se le acercaba de un modo que nadie hu-biera predicho (2003:XI). Benjamin Anderson tambin explica en detalle las intervenciones estatales en materia monetaria como causantes de la crisis de los aos treinta (1949: Tercera y Cuarta Parte). Truman sali de la crisis debido a que, a regaadientes, elimin el control de pre-cios, redujo substancialmente el gasto pblico de posgue-rra y decidi el despido de funcionarios radicalizados en puestos clave (especialmente de la Secretara de Interior y de la de Agricultura), a lo que se agreg una relativa aper-tura econmica internacional y al incremento de compras especialmente provenientes de Europa y Japn.

    En 1945, Keynes por Inglaterra y Harry Dexter White por Estados Unidos, fueron los principales artfices de la conferencia de Breton Woods donde se constituy el Fon-do Monetario Internacional, originalmente como una es-pecie de banco central internacional para intervenir en los tipos de cambio y evitar inflaciones y deflaciones dispares. Ms adelante, esta entidad se convirti en un organismo de prstamos, en la prctica efectuados a gobiernos en los que el Leviatn hizo (y hace) estragos provocando la fuga de sus mejores cerebros y ahuyenta sus capitales, lo cual naturalmente contina y se consolida al recibir esos go-biernos el referido estmulo de entregas de recursos a tasas

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    ms bajas de las del mercado y perodos de gracia ms extendidos, recursos todos obtenidos coactivamente de los contribuyentes de otros pases (Bovard, 1994; Krauss, 1983; Bauer, 1981; Brunner, 1978).

    En 1968, frente a la presin de las compras masivas de oro que se venan sucediendo, el gobierno estadounidense decret el doble precio del oro sosteniendo que el ver-dadero precio, el que deba tomarse en cuenta a los efectos contables, era 35 dlares la onza troy y que otros precios que se cotizaban en el mercado eran fruto de la especula-cin que nada significan desde la perspectiva econmica, lo cual, de ms est decir, fue desconocido por todos los operadores en el mercado que registr subidas paulatinas en el precio a medida que la moneda-papel se consideraba poco confiable para trasladar en ahorros ciertos.

    En 1971, el presidente Nixon anunci el acuerdo ms importante de la historia el cual consisti en dos medidas fundamentales: en primer lugar el establecimiento de tipos de cambio fijos entre las divisas cuyos gobiernos adhirieron al plan (que dur hasta el pnico de 1973, ao en el que se implementaron las flotaciones sucias, a veces llamadas administradas por la burocracia). En segundo lugar el gobierno estadounidense decidi la completa desvincula-cin de jure del dlar con el oro (de facto ya haba ocurrido).

    Esta es bsicamente la situacin en la que se est ac-tualmente: discrecionalidad en materia monetaria por parte de la banca central con flotacin sucia en los tipos de cambio con la idea de mantenerlos dentro de ciertas ban-das, en la prctica modificadas sobre la marcha. En otra direccin, Milton Friedman, un destacado premio Nobel en economa, ha escrito que

    Hay una solucin, que es la nica satisfactoria: abolir la fijacin de precios por parte del gobierno. Dejar que los tipos de cambio sean determinados primariamente por transacciones privadas y se conviertan en precios de

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    mercado libre. Hacer que el gobierno desaparezca senci-llamente de la escena [] Los tipos de cambio flotantes pondran fin a los graves problemas que obligan a repe-tidas reuniones de los Secretarios de la Tesorera y de los gobernadores de los bancos centrales para elaborar amplias reformas. Pondra fin a las ocasionales crisis que provocan frenticos desplazamientos de altos funciona-rios gubernamentales de una capital a otra, llamadas telefnicas a medianoche entre los principales funcio-narios de los bancos centrales para pedir prstamos de emergencia a fin de sostener un signo monetario u otro (1968/1971:266-7).

    Hay cuatro formas de encarar las relaciones cambiarias: tipo de cambio fijo con poltica monetaria pasiva, tipo de cambio flexible o flotante con poltica monetaria activa, tipos de cambio flexible o flotante con regla monetaria o tipo de cambio libre con moneda de mercado. Veamos su-mariamente estas formas. En el primer caso se ata la mo-neda local a una divisa extranjera (considerada ms fuerte y confiable que la local) al precio del da en el mercado y, a partir de ese momento, se contrae o expande la moneda local segn ingrese o salga la divisa contra la cual se la at. Esto, desde luego, significa trasladar los problemas y la suerte de la banca central local a las decisiones de la banca central extranjera a la cual se vincul por esta poltica. En otros trminos, no hay una modificacin en la naturaleza del asunto sino de grado: si se corre el riesgo de producir deterioros monetarios a travs de la banca central local, estos pueden mitigarse vinculndola a la divisa extranjera que, a su vez, su banca central generar problemas (aun-que eventualmente de menor calibre) como sucede con toda banca central (lo cual, como se ha adelantado, expli-caremos en su momento). Debe aclararse que este sistema no equivale a la caja de conversin durante el patrn oro puesto esta modalidad alude a dos entidades distintas para

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    las cuales se fija una paridad mientras que en el patrn oro, por un lado, el recibo o billete es equivalente al metlico representado de otra manera y, en segundo lugar, el canje es por una mercanca no est sujeta a imprentas ni pro-ducciones artificiales.

    Otro mtodo se refiere a una poltica autnoma y dis-crecional a lo que responde el tipo de cambio, poltica que es la corriente y la que adoptan los pases ms desordena-dos en materia monetaria, situaciones que habitualmente desembocan en controles de cambios directos o indirectos (establecindolo por decreto o comprando y vendiendo di-visas, es decir, la antes referida flotacin sucia).

    El tercer procedimiento introduce la variante de impo-ner una regla monetaria(Benegas Lynch,1985), es decir una expansin monetaria previamente establecida basada en el crecimiento del producto con la intencin de produ-cir un efecto monetario neutro, lo cual, se contina di-ciendo, permitir preveer las operaciones econmicas con antelacin y de este modo ofrecer previsibilidad. En esta tercera variante es oportuno precisar que si se expande la moneda segn el crecimiento del producto (y suponiendo que no tengan lugar errores estadsticos) el efecto nunca ser neutro puesto que de no haber mediado la interven-cin, por ejemplo, las exportaciones hubieran sido mayores y menores las importaciones debido a que no se permiti que los precios bajaran debido precisamente a la mencio-nada expansin y as sucesivamente. En cuanto a la previ-sibilidad este esquema supone que los precios aumentan de modo uniforme pero como la expansin altera los precios relativos no resulta posible para el operador prever como reaccionarn los precios en su campo de competencia.

    La cuarta forma implica no contar con banca central y que el tipo de cambio no sufra intromisiones guberna-mentales de ninguna naturaleza y, por ende, el precio es libre (no flexible o flotante) y, por consiguiente, al no existir

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    autoridad monetaria no hay poltica monetaria sino mo-neda de mercado, es decir, los activos financieros con los que se realizan las transacciones estn basadas en los bie-nes preferidos por la gente en un proceso evolutivo segn se sientan ms seguras y las que en consecuencia les brin-dan mayor confianza, en cuyo contexto solo tiene lugar la produccin endgena al mercado del medio comn de intercambio segn sea el valor (poder adquisitivo) que se le otorgue a la moneda seleccionada.

    La gran importancia de la moneda estriba en que su alteracin afecta negativamente los ingresos corrientes, los contratos y los ahorros de la gente. La alteracin se cono-ce con los nombres de inflacin y deflacin. La definicin ms comn de inflacin es el aumento general de pre-cios. Esta definicin adolece de dos errores. En primer lugar, si los precios se incrementaran en forma general o uniforme no habra problema con la inflacin ya que los salarios (que son precios) se elevaran en idntica pro-porcin al resto de los bienes que se adquieren con esos salarios. Podrn existir problemas con los dgitos de las mquinas de calcular, las columnas en los libros de conta-bilidad y eventualmente habr que transportar los billetes en carretillas pero no habra desequilibrio entre precios e ingresos. La segunda deficiencia de la aludida definicin que deriva de la primera consiste en que en ningn caso los precios se elevan de modo conjunto: a medida que la masa monetaria se va irrigando en el mercado va tocan-do diversos sectores en diversos momentos lo cual provoca una distorsin en los precios relativos. En otros trminos, la inflacin no es el aumento general de precios. Esta no es su causa. La causa estriba en la expansin monetaria debida a fenmenos exgenos o extraos al mercado, es decir, que responden a decisiones polticas. Y los efectos no son pre-cios que se mueven al unsono sino, como queda dicho, la alteracin en los precios relativos. Esta distorsin trasmite

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    seales falseadas a los operadores los cuales colocan los siempre escasos recursos en reas antieconmicas, lo cual significa consumir capital y como los ingresos y salarios en trminos reales se deben a las tasas de capitalizacin, di-cho consumo reduce el nivel de vida, es decir, empobrece.

    El sistema de precios coordina informacin que por su naturaleza es dispersa y fraccionada entre millones de agentes que operan en el spot y que conocen de su rea especfica. La produccin de cualquier bien en el mercado implica millones de arreglos contractuales. Imaginemos, por ejemplo, una mquina para afeitar: miremos el pls-tico, el acero y dems elementos y comprobaremos la can-tidad de empresas comerciales, industriales, bancarias, de seguros y de transportes que estn presentes tanto horizon-tal como verticalmente, para no decir nada de los millones de contratos laborales y las operaciones inmobiliarias para que puedan realizarse las antedichas actividades. En cam-bio, el control de precios y la planificacin estatal no solo desarticula ese sistema de coordinacin sino que imposibi-lita la evaluacin de proyectos, la contabilidad y el clculo econmico en general ya que no se basa en precios sino en simples nmeros dictados por la autoridad del momen-to que nada significan desde el punto de vista econmico. Por otra parte, no resulta posible resolver los problemas inflacionarios con la implantacin de ndices de correccin contables puesto que si los precios relativos son alterados, la aplicacin de un ndice solo mueve para abajo los precios pero mantiene los desajustes relativos los cuales, por las ra-zones esgrimidas, no pueden ser estimados con antelacin.

    Tambin se ha argumentado que la inflacin provie-ne de presiones debidas al aumento de precios o costos, al incremento en el precio de algn bien estrechamente vinculado al resto de las operaciones econmicas como es el caso del petrleo o a la velocidad en la circulacin del dinero. Sin embargo, estas cuatro explicaciones son

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    errneas. Ciertos precios o costos podrn elevarse pero ne-cesariamente debern reducirse en otras reas puesto que si la masa monetaria no se ha incrementado no resultar posible hacerse cargo de precios que aumentan en todos los sectores. De la misma manera, si el precio del petrleo sube habr dos maneras de responder: o se consume me-nos de ese producto o si se decide mantener el mismo rit-mo de consumo habr que consumir menos de otro u otros bienes. Por ltimo, la velocidad con que circula el dinero tiene como contrapartida el aumento en la velocidad de circulacin de bienes o servicios contra los cuales se llevan a cabo las transacciones, puesto que el dinero no circula en el vaco. Como una nota al margen consigno que, hasta el momento, la inflacin ms conocida y espectacular que facilit el ascenso de Hitler al poder fue el de la Repblica de Wiemar (Guttmann y Meehan,1976), pero ahora tengo en mi poder un billete que entiendo es la denominacin ms alta de las emitidas en el orbe: cien trillones de dlares de Zimbabwe (con la firma del gobernador de su banco central Banco de Reserva G. Gono).

    Vamos ahora entonces a la naturaleza de la banca cen-tral en general. La autoridad monetaria puede operar en una de tres direcciones: decidir a que tasa expandir la base monetaria, a que tasa la contraer o si la dejar inal-terada. Cualquiera de los tres caminos que decida tomar la banca central alterar los precios relativos con todas las consecuencias negativas que hemos sealado esto acarrea. Centremos nuestra atencin en la ltima posibilidad para ilustrar el tema: si el banco central decide dejar inmodi-ficada la base monetaria y esto significa entregar ms di-nero al mercado de lo que la gente hubiera preferido de no haber mediado esta decisin quiere decir que se est en un proceso inflacionario puesto que hubo produccin exgena de dinero. Si el nivel de la base resulta menor a lo que la gente hubiera preferido se estar en un proceso

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    deflacionario y si se conjetura que las autoridades dejaron la cantidad de moneda en el mismo nivel que hubiera pre-ferido la gente, caben dos reflexiones. Primero, no tiene sentido que la autoridad monetaria haga lo mismo que la gente hubiera hecho ahorrndose los gastos administrati-vos correspondientes y, segundo, el nico modo de saber que es lo que la gente hubiera preferido en el mercado es dejarla actuar. Entonces, en cualquiera de los tres supues-tos, la banca central resulta daina. Sin duda que el arbi-traje entre el costo de imprimir papel moneda y su valor en el mercado (seoraje) no lo percibiran los gobernan-tes, del mismo modo que no lo hacan con anterioridad al monopolio del dinero respecto a las diferencias entre los costos de extraccin y acuacin y su valor como moneda en el mercado (Benegas Lynch, 2000).

    Por otra parte, si las autoridades del banco central actan con independencia, es decir, si no reciben ins-trucciones del ministro del ramo, de la presidencia o del parlamento, igualmente se encontrarn en el dilema ante-riormente descripto de las tres posibilidades. En otras pa-labras, si tienen las atribuciones y facultades propias de la banca central, producirn dao independientemente. Es decir, la independencia es del todo irrelevante a los efectos de los resultados obtenidos. Henry Thornton fue pionero en desarrollar la idea de la banca central como presta-mista de ltima instancia (1802/1939), aunque la expre-sin la acu Francis Baring con anterioridad.

    Milton Friedman ha escrito que la moneda es un asunto demasiado serio como para dejarlo en manos de banqueros centrales (1992:261) y con anterioridad haba enfatizado que Llego a la conclusin de que la nica ma-nera de abstenerse de emplear la inflacin como mtodo impositivo es no tener banco central. Una vez que se crea un banco central, est lista la mquina para que empiece la inflacin (1972/1979:55) y El fracaso del gobierno de

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    proveer un marco monetario estable ha sido un elemento decisivo sino el mayor registrado debidas a las severas in-flaciones y depresiones (1960/1963:9).

    Friedrich A. Hayek sostiene que los bancos privados deberan estar autorizados a emitir sus propios recibos y, simultneamente, abrogarse el curso forzoso (1976:20). En este contexto, cada banquero se hace responsable por la convertibilidad de su billete que puede cotizarse de modo distinto en relacin a otros billetes emitidos por otros ban-cos segn el grado de confianza que despierte cada insti-tucin bancaria, an tratndose en todos los casos de la misma mercanca utilizada como patrn monetario de respaldo por los recibos emitidos (ib.:42 y ss). En este sen-tido, Hayek explica que carece por completo de sustento la idea de contar con una moneda nacional (del mismo modo que resultara absurdo aludir a las zanahorias nacio-nales). Nos recuerda Hayek que fue Jean Bodin el primero en enfatizar la idea de la soberana, lo cual se aplic a la moneda con las consecuencias desafortunadas de exten-der la xenofobia nacionalista al campo monetario, lo cual deriva de la supersticin medieval de que los gobiernos otorgaban valor a la moneda [] Cuando uno estudia la historia de la moneda no puede menos que pregunta-re porqu la gente aguant tanto tiempo a gobiernos que en el poder durante ms de 2.000 aos fue regularmente utilizado para explotarlos y defraudarlos [] no creo que sea una exageracin decir que esta historia es bsicamente la historia de la inflacin y habitualmente de inflaciones pergeadas por los gobiernos para la ganancia de los go-biernos (ib.: 23 y 27-8). Y contina afirmando Hayek que

    Las pasadas inestabilidades de la economa de mercado son la consecuencia de excluir al regulador ms impor-tante del mecanismo de mercado, la moneda, de la re-gulacin del mismo proceso de mercado. Una agencia monopolstica gubernamental no puede ni poseer la in-

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    formacin para manejar la oferta monetaria ni lo hara si supiera lo que debe hacer en pos del inters general [] Una vez que se otorga a los gobiernos el poder de bene-ficiar a grupos particulares o sectores de la poblacin, el mecanismo de las mayoras gubernamentales los fuerza a usarlo para obtener apoyo (opus cit.:79-80).

    El mismo autor sostiene que Si hemos de preservar el funcionamiento de la economa de mercado (y con ella las libertades individuales) nada puede ser ms importan-te que disolver el matrimonio sacrlego entre la poltica monetaria y la fiscal, desde hace tiempo clandestino pero formalmente concretado a partir de la victoria de la eco-noma keynesiana (ib.: 89). Y tambin afirma que en las intervenciones gubernamentales en materia monetaria, el mejor sistema ha demostrado ser el del patrn oro clsico mientras se lo dej operar, pero, por las razones apunta-das, concluye que el sistema puede mejorarse grandemen-te y asegurarse su funcionamiento y continuidad si se deja la moneda a las fuerzas del mercado, es decir, sujeta a los millones de arreglos contractuales que a diario tienen lu-gar libre y voluntariamente sin entrometimiento estatal (ib.:99), adems de sortear el riesgo maysculo que siempre ha significado el monopolio de la fuerza en relacin