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RODOLFO USIGLI (1905-1979) LOS CONTEMPORÁNEOS EN ESPAÑA E N 1928 PAISAJE MÍNIMO DE POESÍA COLOMBIANA SONETOS DE LUIS YAZ DE CAMOES TRADUCCIÓN DEL PORTUGUÉS DE MIJAIL LAMAS MUERTE ACCIDENTAL DE UN SOCORRISTA ADRIÁN CURIEL RIVERA BORGES, LAS REGLAS DEL JUEGO CAROLINA DEPETRIS BIBLIOTECA DE MÉX I CO

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Page 1: BIBLIOTECA DE MÉXICO - Categoríasbibliotecadigital.tamaulipas.gob.mx/archivos/descargas/32000000215.pdf · MORENO VILLARREAUVÍCTORTOLEDO Y RAFAEL VARGAS PROMOCIÓN EDITORIAL: MIGUEL

RODOLFO USIGLI (1905-1979)

LOS C O N T E M P O R Á N E O S EN ESPAÑA EN 1928

PAISAJE MÍNIMO DE POESÍA COLOMBIANA

SONETOS DE LUIS YAZ DE CAMOES T R A D U C C I Ó N D E L P O R T U G U É S D E M I J A I L L A M A S

MUERTE ACCIDENTAL DE UN SOCORRISTA A D R I Á N C U R I E L R I V E R A

BORGES, LAS REGLAS DEL JUEGO C A R O L I N A D E P E T R I S

BIBLIOTECA DE MÉXICO

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lA DE LOS

TAS NUEVOS DE

MEXICO

!DICIQNES DI!

LA OACETA LITERARIA MADRID

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BIBLIOTECA DE MI R O D O L F O U S I G L I ( 1 9 0 5 - 1 9 7 9 )

UsiGLi Y B U Ñ U E L : N O V E L A Y C I N E

CONVERSACIÓN DESESPERADA

VOCES. D I A R I O DE T R A B A J O (1932-1933)

NUMERO N O V E N T A Y C I N C O

SEPTIEMBRE-OCTUBRE DE 2006 • $35.00

P L A Z A DE LA C I U D A D E L A 4. C E N T R O H I S T Ó R I C O

DE LA C I U D A D DE MÉXICO, C P 06040.

T E L É F O N O S 9172 4710 Y 9172 4712

C O R R E O E L E C T R Ó N I C O [email protected]

C E R T I F I C A D O DE L I C I T U D DE T Í T U L O NÚM. 6270

C E R T I F I C A D O DE L I C I T U D DE C O N T E N I D O NÚM. 4380

C O N S E J O N A C I O N A L PARA L A C U L T U R A Y L A S A R T E S

PRESIDENTA

SARI BERMÚDE2

D I R E C T O R G E N E R A L DE B I B L I O T E C A S

JORGE V O N ZIEGLER

REVISTA B I B L I O T E C A DE MÉXICO

D I R E C T O R FUNDADOR: JAIME G A R C Í A T E R R É S f

DIRECTOR: E D U A R D O L IZALDE

EDITOR: JOSÉ A N T O N I O M O N T E R O

EDITOR A S O C I A D O : MARIO B O J Ó R Q U E Z

S E C R E T A R I O DE R E D A C C I Ó N : JOSÉ DE LA C O L I N A

C O N S E J O DE R E D A C C I Ó N : JUAN ALMELA, F E R N A N D O ÁLVAREZ

DEL CASTILLO. MIGUEL C A P I S T R Á N , A D O L F O ECHEVERRÍA, JAIME

M O R E N O V I L L A R R E A U V Í C T O R T O L E D O Y RAFAEL VARGAS

PROMOCIÓN EDITORIAL: MIGUEL GARCÍA RUIZ

DISEÑO: PEDRO A. GARCÍA C .

A S I S T E N C I A EDITORIAL: MARINA GRAF

Y A N D R E A DEL R A Z O

C O M E R C I A L I Z A C I Ó N Y D ISTRIBUCIÓN: RUYSDAEL NAVA

IMPRESIÓN: GRÁFICA, CREATIVIDAD Y DISEÑO, S.A DE C V

IA .Y 4A. DE FORROS: IMÁGENES DE R O D O L F O USIGLI, TOMADAS

DE OBLITERACIÓN. I LUSTRADO C O N 22 LÁMINAS DE SOFÍA BASSI,

MÉXICO, 1973,92 PR

2A. D E FORROS: PORTADA DEL UBRO GALERÍA DE LOS POETAS

NUEVOS DE MÉXICO

M U E R T E ACCIDENTAL DE U N SOCORRISTA

L o s C O N T E M P O R Á N E O S

E N E S P A Ñ A E N 1928

Enrique González Rojo

José Gorostiza

Manuel Maples Arce

Salvador Novo

Bernardo Ortiz de Montellano

Gilberto Owen

Carlos Pellicer

Jaime Torres Bodet

Xavier Villaurrutia

P A I S A J E MÍNIMO D E LA POESÍA

C O L O M B I A N A

Alvaro Rodríguez

Consuelo Hernández

Fernando Rendón

Jorge Bustamante García

José Librado Porras

Juan Gustavo Cobo Borda

Juan Ramírez Dawkins

Robinson Quintero Ossa

Rómulo Bustos Aguirre

Santiago Mutis

Sonia Nadhezda Truque

Wiliam Ospina

S O N E T O S D E L U I S V A Z DE C A M Ó E S

Traducción del portugués de Mijail Lamas

BIBLIOTECA DE MÉXICO B O R G E S , LAS R E G L A S DEL J U E G O

2

3

7

i9

27

29

51

ADRIÁN CURIEL RIVERA

RODOLFO USIGLI

GLENN GALLARDO

JOSÉ ANTONIO MONTERO

57

61

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JOSÉ ANTONIO MONTERO

RODOLFO USIGLI ( 1905-1979)

, •

Rodolfo Usigli representa, como en el caso de muchos otros escritores de finales del siglo XIX y gran parte del XX, el incierto aunque al final previsible destino profesional de la mayoría de los creadores li­terarios mexicanos: muy jóvenes periodistas, maestros y funcionarios de nivel medio; más tarde diplo­máticos e investigadores o académicos pasada la madurez, quizas ya próxima la vejez, y poquísimas veces integrantes como titulares de los gabinetes gubernamentales, tal como sucede por excepción con Francisco Z arco, Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto durante la etapa juarista, o con José Vasconcelos y Jaime Torres Bodet. en la época moderna.

N adie como Usigli sabía del penoso azar que mina las más sólidas vocaciones literarias - él se refirió a ello como "la consabida angustia del escritor en México"- entre muchos otros factores reales - la inse­guridad de los empleos, incluso de los mal pagados, la indiferencia, el ninguneo, el ostracismo por con­dena superior- que obligan a los autores a sobrevivir en la estrechez y preferir la dignidad de la vida modesta u optar por la molicie y la holgura que les acercará el servili smo burocrático o político, el cual podrá prestarl es repentina y transitoria celebridad.

A sus 31 años Usigli es director de prensa en el gobierno del general Lázaro Cárdenas y desde ese cómodo mirador habrá observado, con interés no exento de desdén, el incesante desfile de pol íticos ambiciosos, mediocres y arribistas, que le darían material para vari as de sus mejores piezas dramáticas, entre otras El gesticulador. Fue un per iodo de enorme creatividad y exitosa productividad literari a y de pro liferac ión en sus diferentes cargos como funcionar io público. Esos años debieron darle experiencia vanada y const r uir las bases para el desarro llo y madurez del gran escritor que fue, lo cual se le rega­teó o dispensó a cuentagotas, quizás por lo difícil de su cal-ácter, aunque seguramente fue víctima del juego de aceptac ión-rechazo que suelen apl icar envidiosos escrito res y críti cos que según sus conve­niencias abren y cierran las puertas a quienes suponen se encaminan a la fama.

Para prescindir en parte de la penumbra con que el recelo de sus coetáneos apreció su creac ión y para promover la revisión de su obra ningún reconocimiento parecerá excesivo pues se trata de un autor sobl-esaliente. Más aún si las rememorac iones efectuadas hasta ahora parecen tenues o impercept ibles. Como una contribución al aprec io de su diversa obl-a, Biblioteca de México ofrece en este número una breve selección de sus textos juveniles en prosa - notas, ideas, aforismos- previsiblemente pergeñados en la urgencia de cumpli r con sus tareas de cron ista teat ral adolescente, así como de su poesía - su primer volumen poético reunido y publicado por Elías Nandino (comentado y reeditado por José Emilio Pacheco, Junto con los 50 años posteriores de obra poética, y publicado el año en que mUI-ió Usigli).

En los poemas de Conversación desesperado, que colecciona en 1938 por por pl-imera vez Usigli, se per­cibe la cel-canía y la lejanía que mantuvo con los Contemporáneos - más próximo a O wen que a Villa­urrutia- ; distancia que él mismo fija en su entrevista-ensayo-crónica-reportaje con su admirado 1S. Eliot. publicado en el libro Grandes escritores. Conversaciones y encuentros: "su nombre empezó a sonar en México en 1927 o 1928 quizá, y esto dentro del cerrado circulo de Contemporáneos, en el que era ya posible palpar la Invisibilidad y la omnipresencia del poeta, guardadas tan celosamente como un secreto de Estado o un secreto de confesión por aquellos escritores mexicanos que, en general, renegaban enton­ces de su condición real de intelectuales de una posrevolución (...) los miembros de Contemporáneos dejaban caer algunas eliotescas migajas ante los intrusos y los curiosos laicos (...) Cuando vuelto a México después de dos años de macerante ausencia, conté a Xavier Villaurrutia que había conocido a TSE y char­lado con él, dilatando adecuadamente sus brillantes, inteligentes oJos y recayendo en el tono ritual, me preguntó cómo era. 'Como todos los que son de verdad grandes', repuse. 'De una sencillez y una huma­nidad absolutas: Este fue mi (mico desquite de la vieja actitud de los guardianes per se del templo."

Agregamos a esta sucinta recopilación un breve ensayo sobre su novela Ensayo de un crimen, lleva­da al cine por Lu is Buñuel con el mismo título. Tiempo y espac io habrá en próximos números para di­fundir sus entrevistas-ensayos con grandes escritores y sus tareas como t raductor: entre ot ras, la bella y brillante versión que hizo del Canto de amor de J Alfred Prufrock, de 1 S. Eliot

2 Biblioteca de México

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G LENN G ALLARDO

USIGLI ,."

y BUNUEL: NOVELA Y CINE

Frente a dos obras de creación ins­piradas en un mismo asunto resulta inevitable establecer puntos de com­paración y de este modo alguna de las dos terminará en desventaja, Aquí abordaremos las que con el títu lo común de Ensayo de un crimen, per­tenecen a dos géneros tan distintos entre sí como la novela y el cine; di­ferencia que las sitúa en ambos pIa­nos de tratamiento también muy poco semejantes y que podría hacer la comparación no del todo justa, Empero, el reto, además de temera­rio, no deja de ser interesante, sobre todo si se ponen frente a frente dos figuras determinantes de la cultura nacional en el siglo que apenas que­dó atrás: Rodolfo Usigl i y Luis Buñuel.

Para empezar, la extensión que se­para a la película de la novela es de once años, distancia que Buñuel incre­mentó aún más debido a una inter­pretación muy personal del argumen­to original. Cuando Usigli escribió su novela, en 1944, estaba tratando de inaugurar un subgénero aún inédito en nuestro país, el que sitúa su na­rración a caballo entre el relato poli­cial y la novela negra,

Por ese entonces, el dramaturgo había escrito ya una veintena de obras teatrales, además de algunos estudios sobre teatro (Caminos del teatro en México, de 1933. e Itinerario del autor dramótico, de 1940), y esta­ba totalmente comprometido con la creación de un teatro nacional, aun­que igualmente cosmopolita, bajo la influencia de autores como Henrik Ibsen o Bernard Shaw, Su importan­cia dentro de esta expresión artística lo había llevado a ocupar cargos tan importantes como el de profesor y director de Artes Teatrales de la

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UNAM, así como el de director del Departamento de Teatro de la Di­rección de Bellas Artes y del Teatro Popular Mexicano, entre otros, Par­ticipó igualmente en el grupo Teatro Orientación, fundado desde 1932 por Celestino Gorostiza, Así pues, con Ensayo de un crimen realiza lo que sería su única incursión en el gé­nero narrativo, Junto con un extraño re lato, Obliteración, publicado en 1971 con ilustraciones de Sofía Bassi,

Once años después, en 1955, Bu­ñuel realiza su adaptación de la no­ve la, Fiel al espíritu de crítica y al ludismo poético de tinte surrealista que siempre lo caracterizó, el espa­ñol hace una sátira, no de la obra de Usigli, sino de los clichés en los que incurre el cine mexicano y latinoa­mericano de la época, Lugares co­munes que, dicho sea de paso, apa­recen también en algunos momen­tos del relato de nuestro novelista,

3 Biblioteca de México

RODOLFO USIGLI

( 1905-1979)

La primera sección de este nú­

mero 95 de la revista es un más

que justo homenaje a Rodolfo

Usigli, de cuyo nacimiento se

cumplió el primer centenario

en el 2005, Celebrado maestro

y pionero de la nueva drama­

turgia en México, Usigli fue

mucho más que eso, pues era

hombre de excepcional talento

y vasta cultura; de la singular

agudeza y novedad de su obra

dan testimonio en esta conme­

moración los textos que aquí

se publican, con presentación

de José Antonio Montero y

Glenn Gallardo que conducen

nuestra atención hacia el resca­

te de materiales y libros como

sus poemas de Conversación

desesperado (1938), la selección

de su prosa juvenil o sus refle­

xiones sobre la novela Ensayo

de un crimen, que llevara al cine

mexicano Luis Buñuel.

Otra revisión interesante es

Los contemporáneos en España,

que comprende los poemas y

notas autobiográficas de los

mayores poetas de ese grupo

fundador que en el año 1928

se hallaba en plena juventud

pero también en plena madu­

rez literaria como se sabe, Los

poemas y las notas han sido to­

mados por nuestros curiosos y

eficientes editores de la Galería

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4 Biblioteca de México

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como veremos más adelante. El cineasta español contaba también para ese entonces con una produc­ción sumamente copiosa, la mayor parte de la cual había sido realizada en nuestro propio país, con películas como El gran calavera, Él o Lo ilusión viajo en tranvía. Pero pasemos ahora a la manera en que cada uno de es­tos dos artistas trata el argumento en cuestión.

En la novela como en la película la acción se centra básicamente en el personaje principal. En ambas, la apa­rición ocasional de las demás figuras sirve únicamente para apoyar la soli­taria individualidad con que el prota­gonista va tejiendo su propia trama, determinada a lo largo de la novela, precisamente por la repetida audi­ción de un vals -El príncipe rojo , de Weldteufel- que emite el mecanis-

mo de una cajita de música hallada casualmente por Roberto en una tienda de antigüedades. En un remo­to día de la infancia, durante la Re­volución, éste había asociado el suso­dicho vals (proveniente entonces de un organillo) a un hecho sangriento, tan gratuito e inexplicable en su con­ciencia infantil como el crimen per­fecto y gratuito que desea perpetrar años después. Sólo que el crimen gratuito, en la conciencia del Rober­to adulto, pretende ser un acto me­diante el cual su existencia ociosa y absolutamente vacía aspira al fin a hallar una justificación.

Para Buñuel, en cambio, el prota­gonista actúa movido por el deseo. Archibaldo -cuyo jocoso nombre se­ñala ya una diferencia de carácter frente al de la novela- siente nacer desde la infancia un conflicto en el

5 Biblioteca de México

MENTlltERe

de los poetas nuevos de Mexico.

que apareció en esas fechas

dentro de las ediciones de Lo

Gaceta Literario de Madrid.

donde se apunta que el con­

junto era "el primer ensayo de

lo que será nuestra Antología

de Poesía Mexicano Moderno".

que firmaría el poeta Jorge

Cuesta.

De Mario Rey. colombiano

naturalizado en México. escritor

y maestro de literatura iberoa­

mericana. se publica un Paisaje

mínimo de lo poesía colombiano.

que comprende obras de nota­

bles creadores nacidos en la

segunda mitad del siglo xx. Complementan el número

algunas notables traducciones

del grande lusitano Luis de Ca­

mees, de las que es autor el

joven Mijail Lamas. y un ensayo

y semblanza literaria documen­

tadísimos de Jorge Luis Borges,

a veinte años de su muerte.

que escribe su coterránea Ca­

rolina Depetris. que reside hoy

en México.

De Adrián Curiel Rivera pu­

blicamos un breve y brillante

texto inédito: "Muerte acciden­

tal de un socorrista". que no se

hallaba incluido en sus dos últi­

mos libros de relatos y prosas.

entre ellos Madrid 01 través. que

debió ser más generosamente

celebrado.

E.L.

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que el erotismo se alía a la muerte; cuando ve a su hermosa institutriz caer batida por las balas de los revo­lucionarios, no puede evitar que el deseo erótico se selle desde enton­ces por un impulso compulsivo de matar Aquí aparecen nuevamente al­gunos de esos símbolos abarcadores que siempre subyacen en las obras de Buñuel. En este caso, Eros y Tha­natos juegan la partida en el espíritu de un individuo al que rebasan y ator­mentan. Como en la mayor parte de sus películas, la aparición y oposición de tales símbolos fungen como el motor de una intriga inevitablemente confiictiva.

En la novela de Usigli también hay un conflicto pero éste parece más bien tener su origen en la inestable situación económica del personaje. El escritor no deja muy claro cómo es que Roberto se encuentra en una posición de bancarrota, tras derro­char una fortuna heredada, quiere uno suponer. de la madre. Aun acep­tando que el protagonista haya teni­do efectivamente mucho dinero en un pasado inmediato, tomando par­ticularmente en consideración su buen gusto en lo que se refiere a la manera de vestir o a su adecuada elección del mobiliario más conve­niente para los lujosos departamen­tos que habrá de adquirir más tarde; lo que no parece en todo caso admi­sible, incluso en el plano de la ficción, es la manera en que, debido a fre­cuentes como inverosímiles golpes de fortuna, vuelve a enriquecerse. Y es que resulta una nueva ca­sualidad la que le permite en­terarse de la existencia de una casa de Juego donde se apues­ta fuerte pero "legalmente", regentada por el gordo Asua­ra, casualmente (también) anti­guo compañero suyo en la Fa­cultad de Leyes.

Una de las razones, quizá la

principal , por la que pensamos que la novela desmerece frente a la película, es que Usigli no sea un auténtico novelista, sino más bien un narrador ocasional a quien se le ocurrió concebir un relato, como se dijo antes, sin precedente en nuestro medio; pese a que la novela es la fuen­te de todos los elementos con los que Buñuel realiza su ver-

sión, no es posible soslayar este hecho. El cineasta español respira a sus anchas dentro de un lenguaje que se nutre tanto de la ironía crítica como del delirio onírico, aspectos que otorgan a su versión un desparpajo y una ironía ligera y mordaz.

En cambio, resulta difícil creer (vol­viendo a Usigli) en un personaje que se propone llevar a cabo algo tan difí­ci l como un crimen perfecto; la suya es una voluntad que boga a la deriva entre el azar y los antojadizos capri­chos como un crimen perfecto: o como los antojadizos caprichos de un ocioso. Habría sido interesante quizá que Roberto, gracias a una transfor­mación ante sus propios ojos, termi­nara por descubrir que la locura que lo tiene internado en La Castañeda, al final de la novela, es más real que fi n­gida, quizás el escritor no pudo, o no quiso hacer. fue que su personaje se percatara de que lo que lo movía en cada uno de sus "ensayos", en cada una de sus tentativas criminales, era el odio que sentía por esas probables víctimas tan pal-ecidas a él.

El Archibaldo de Buñuel en cambio si sufre, sí siente una cu lpa verdadera ante un impulso que sólo será re­dimido -o así lo piensa él- por el amor Como se dijo antes, el origen del confiicto que lo llevará al intento de cometer algún día un crimen, no gratuito sino profundamente "necesa­I-io", es el deseo. Pero él, lejos de sen­tir el malestar moral que experimenta Roberto, revive en cada uno de esos momentos de éxtasis homicida la mis-

6 Biblioteca de México

ma fascinación del principio: cuando pareció encarnar frente a sus ojos la belleza de la muerte en la imagen de la institutriz abatida. Desde entonces, el simple deseo se convierte en acto, y de esa manera para él sí se hace realidad el simple anhelo de volverse un criminal. Cuando el objeto de ese amor. que él creía puro, cae también abatido por las balas de un amante celoso, entonces Archibaldo puede considerarse finalmente redimido.

La obra de Buñuel resulta a final de cuentas mas optimista que la de Usigli y más entretenida. A lo largo de su hora y media, mediante el sos­tenido ritmo de una intriga que osci­la entre el gesto cáustico y el rictus necroft1ico, la película del genio su­rrealista consigue que el espectador permanezca atrapado por la acción sin posibi lidad de desasirse. En la no­vela en cambio abundan tiempos muertos en los que el protagonista, como el escritor con su novela, no sabe muy bien qué hacer con su vida; el lector se aburre tanto como él. Igualmente se siente abrumado por el desfile de tantos lugares co­munes parecidos a los que Buñuel utiliza con un claro propósito de es­carnio: " La señora, en cambio, jugaba como una estatua iluminada apenas por el fuego del azar"; "había reco­brado toda su graciosa majestad"; "Algo inconfesable y equívoco pare­ció plasmarse en el ambiente"; "Sin embargo, no pudo apagar una in­quietud que ard ía en él como una tenue llama y que, horas después,

parecía quemarlo". El propósito de este texto

sólo ha sido contrastar dos versiones de una misma obra en dos diferentes concepcio­nes del arte: la novela y el cine. Ambas t ienen el mérito de ha­ber marcado una época en nuestro país - la de la novela urbana posrevolucionaria y la de " la edad de oro" del cine mexicano- con dos obras que podemos seguir disfrutando y que seguramente continuarán suscitando nuevos enfoques críticos, a sí como la curiosidad de un públ ico ante manifesta­ciones de tal envergadura, antenas emisoras de las que surgen y seguirán surgiendo tantos y tan múltiples signos.

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Dibujo de Usigli sin firma. quizás de Roberto Montenegro

RODOLFO U SIGLI , CONVERSACION

DESESPERADA Ilustraciones de Sofía Bassi, tomadas del libro Obliteración, de Usigli

7 Biblioteca de México

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RODO LPO USIGLI

CONVERSACION DESESPERADA

CUJiDERNOS DE

MEXJCO 3 NUEVO

PUBLlCAIJOS POR EL/AS NAND/NO

La tarde lluvia de ceniza

And seven more loves in my bed Crown wirh wine my mourn(ul heod.

La tarde lluvia de ceniza con mi soledad fratern iza.

Pero implacable, pero eterna hembra de un silencio que infierna,

mi soledad de rostro tierno me dirige su guiño alterno

y por mi espina se desliza.

y me he estremecido apenas cuando ya corre por mis venas

y se aposenta en mis retinas y corre todas las cortinas

y ensaya todas las coronas: la de azucenas y la de anémonas

y la de vino y la de espinas.

Me desposa ante su muda corte y me hace si lencio consorte .

Para ahuyentar mis amores viejos desazoga todos los espejos.

Borra la voz de otras parejas haciendo el mar en mis orejas.

Ella es la sirena ejemplar y el negro ángel tutelar

En mis pies se viste de nieve que nada mancha ni conmueve;

y cuando hasta mis ojos sube va toda vestida de nube;

si pasea por mi frente luego se pone su manto de fuego.

Sonámbula en sueños me vela y en mi carne vivaz se revela.

WILLlAM BLAKE

ImprimUJ ""gtl CIId".,.o NOflit11lltwt' de 19118

MUí«>. D. F.

En mis noches intranquilas secreta perlas en mis axilas.

A veces sale con pasos quedos para crecer entre mis dedos,

hasta revestirme por fuera, la nervadura de su enredadera.

C uando el poeta se desnuda ya nada lo detiene, nada-

New Haven, /936.

ni los poemas con cabellos y voz de mujer: ni las muchachas vestidas de palabras, ni el escándalo de las madres y de las comadres,

ni la conciencia social.

El poeta tiene un grito de oro clavado en la garganta

y se desgarra la garganta para sacar al aire el grito.

Está de acuerdo con el salario mínimo y con el contrato de trabajo y con el asueto pagado del obrero y con el cultivo del cultivador campesino.

Pero el poeta no quiere contrato de trabajo porque no podría ser poeta a destajo.

Dedica su día de asueto a hacerse mala sangre y a excavarse en busca de la rima y del secreto y no ha pensado en que pague su esfuerzo el Capital, ni el Partido, ni el Estado.

Los oradores dicen su discurso de pie, sentados y de rodillas mientras el poeta sigue su curso, paria de esa fami lia de tenores sin cabeza y cuya garganta les llega a los cabellos. El poeta, hijo pródigo de los oradores y de los camellos.

En los momentos inquietos del mundo y de la nueva conciencia de clases,

el poeta compone frases

8 Biblioteca de México

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y vive una vida en un segundo. No ha de hacerlo más desgraciado la felicidad de todos los hombres, y la desea de grado.

A él le toca roerse los codos, y vivir a.su modo lo formidoble vido de todos y de todos.

No sirve poro otro coso que poro perpetuor lo burguesío de (lo roso.

Cuando triunfe el mundo mejor no tendrá otro interlocutor que su propio, rayado disco. A menos que haga la peregrinación hasta Asís para resucitar a San Francisco.

N i una palabra ni un gesto. Mi momia prematura numerada de un cuarto de hotel tres ocho seis

New Hoven. 1936

yace tras una de mil puertas de convexa estructura que mudan en metódico y moderno mortuario cada pasi ll o y mi cuarto solitario en el final sarcófago de mis horas elásticas. Quizás estaba yo dormido cuando pasó todo. cuando la última mujer fluía a mi lado en torcidas corrientes y evadía mis brazos y se fugaba por entre mis dedos irreparablemente. El teléfono sin voz suena y ordena cerrar la puerta a las citas soñadas y formar en la fil a de momias numeradas. ¿Cómo vaciar mi cuerpo y trocarlo en un seno que capte las desatadas aguas mujeriles para bañar en ellas mis fiebres del veneno de soledad que pasa por mis venas sutiles? ¿Cómo ser algo más que una roca de carne que degradan periódicas corrientes pasajeras? ¿Cómo encerrar el viento que me forme y cerrar las ventanas de todas mis esperas? Acabo de pasar por Broadway como una sombra sin sombra. Y aquí me esperan e l número, el teléfono que dice no, la gota de agua que cuelga de la ll ave del lavabo-la puerta que me encierra al cabo. ¿Y qué mujer comprendería y qué mujer me llamaría de entre los muertos o de entre los vivos) ¿ Y qué corriente podría arrastrarme ahora y a qué puertos? ¿Cómo juntar al fin mis manos solas por sobre la distancia eterna de mi cuerpo) Ni una palabra ni un gesto. No--no quiero morir aquí, después de los planes y los ciga-

(rrillos y las palabras, de las verdades fascinantes y horribles enterradas en oídos insensibles. Sólo es digno morir por lo que vive. ¿Y quién, si yo estoy vivo, sepultará a mis muertos? No quiero morir aquí después de todo. ¿Para qué edificar casa de cenizas con la memoria? Ni una palabra-ni un recuerdo--ni un gesto. Q uiero vivir como los hombres sin camisa

y entregar mis últimos cabellos al viento­desangrarme en la cobardía de la risa. Esperad un siglo o un momento. Quiero juntar mis manos enemigas.

Nuevo York. 1936.

Zwei Herzen im dreivierte/tokt. ..

O h. dejadme aprender canciones, es en cierto modo aprehender e l aire. recordar a las mujeres por el oído, y cantarlas.

No más silencio, no más el pensamiento corrido como una cortina obscura sobre la frente; no más la mano que se cierra sobre un recuerdo, no más los ojos mirando hacia adentro.

No más-ioh, no más sobre todo/­escribir e l amor en cartas que se marchitan en la valija del cartero­es como querer petri ficar las nubes y grabar en discos los ecos, casi querer que dejen de serlo.

Los secos años de l trabajo y la vigilia, la luz artificial de la conciencia, pueden esperar hasta que yo haya muerto. ¿Y quién adivinará. si yo no la digo, la tragedia que hay en todo sueño. en la armonía inorgánica de estas líneas que demoran mi deseo de decir que sufro) Nada hoy-planes, recuerdos, esperanzas­que descubra e l truco, la irrea lidad de mi ser sin sufragios, sin respuesta en los espejos. Nada que me recuerde que amo, porque no podría resistirlo sin destrucció n. sin ecos anteriores que me griten que dejaré de amar, sin recordar el futuro exhausto, el desierto que se extenderá un día en mis venas donde e l cálido halago rezuma todavía hasta marearme, donde e l breve secreto del placer se nutre de sí mismo todavía. La canción no será más larga que la noche y el sol es grande. e l sol que me hace cam inar dos veces solo en la tormenta, atormentado, pisando mis propios talones, devuelto por adelantado al po lvo. ¿Quién me cantará a mí y en qué canción) Persegu ido perseguidor, el tiempo ¿corre tras las manos pedales del re lojl Una voz clara en todas las lenguas, las hojas multidigitales de las palmas que se agitan afuera dicen No.

Los relojes están corriendo tras el tiempo y no lo alcanzarán. Y no alcanzarán. Amor como e l sol indudable que secreto por todos mis poros, amor, sudor de mi frente, revienta ya mi pie l en llagas, explota mi cabeza, ahógame en e l baño feliz de mi propia sangre.

Posodeno. /936.

9 Biblioteca de México

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¿Qué será de mi amor cuando yo haya muerto, cuando la calcinada arena de mi vida ya sin reloj confluya en el infinito desierto? Ni el crimen estéril en sí mismo ni la danza de la memoria ni la futilidad de las palabras en las líneas de los poemas que ponen rejas al silencio ni este mar de ausencia en el que muero ahogado cada noche y que arroja mi cuerpo en la mañana como en una playa desolada. Ni la tumba abierta de los retratos en que tú misma yaces eternamente muerta en gestos de tímida tristeza en pasos suspendidos y en movimientos sin fin y sin cambio ni la vergüenza de mis treinta años ni tu muerte terrestre ni la mía mudan ni opacan ni destruyen mi amor redondo ya como la poesía, irremediable ya como el tiempo. Y pienso que cuando esté solo en el mundo sin ti y sin mí, sin dioses y sin victimas, más solo que yo por ser más hondo, caminará sin término, luz en la noche, oscura forma en la luz, buscándote y buscándome.

Y yo estaré ya muerto devuelto al calcinado desierto y no tendré ya una sola gota de sangre ni una noche atormentada ni un ágil deseo que darle

no tendré ni siquiera esta miseria para serle alimento cuando me sobreviva luminoso y hambriento.

1936

La calle de la soledad

Apnl ís tíie crueílest month.

T.S.E.

(The Wostetond)

Esta noche que lo contiene todo hasta un día espectral, lívido día salido de paredes ominosas y de puertas cerradas a otra hora invisibles y que escapa por tuertas ventanas repentinas, nocturno día con su luz de humo que construye siluetas de mujeres y palabras y gestos de otro mundo, un museo de indecibles arañas que despiertan extrañas y se abren con fetidez de flores subterráneas, y lamas vegetantes de un inaudito sexo que animan las figuras inmóviles -manchas de la pared-con un fuego fugaz de cementerios, con una voz de sirenas precarias formadas en la humedad y en la sombra, con movimientos de amputados miembros y con una sonrisa conservada en frascos de alcohol y nicotina y con un parpadeo de lumbre de cigarro;

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esta noche total, día de humo, voy caminando solo en esta calle.

Calle de soledad, sin sol y sin edad.

Este es el día en que todo repite la mecánica simple de ser hombre: la pluma fuente y la pasta dentífrica, el ser que toca el cornetín en la carpa y los guantes que decuplican el disfraz angustioso; la mujer despedazada a gritos en la carpa, abierta y empalada en una rumba, transfigurada en algo por la rifa. Entro solo y salgo solo, sin cerrar ninguna puerta. Podré volver a pasar. Estaré pasando siempre.

Este es el día en que el hermafrodita revienta la crisálida del traje masculino, con los ojos pintados de humo y la boca pintada de su verdad, y alza la voz delgada y la mirada mixta que saca del sepulcro de 105 días. Este es el día, éste es el mundo, éste es el sueño prometido en que 105 hombres se reconocen y se aman

a solas y se matan a solas. Yo 105 veo como en una pantal la inaccesible. Este es el día-éste es el mundo que me expulsa y me hace andar 5010.

Esta es la cal le de la soledad y yo camino.

Este es el día en que el asesino tiene el fe liz encuentro con la victima y en que el crimen se comete a dos voces unidas (or better, (or worse, en negras nupcias. Pienso: ¿Y por qué no buscar una víctima para entablar un diálogo animado) Esta es la calle de la soledad y yo camino.

Este es el día-éste es el mundo del vino solar que ilumina y que multiplica los panes, los nombres, los amores del borracho, que le tiende una cama floral y lo adormece y le habla sin cesar al oído. Esta es la calle de la soledad y yo camino.

Aquí donde los sexos automáticos tocan la breve música podrida de una marcha nupcial desvencijada siempre suspensa y siempre comenzada y las mujeres abren las piernas como tiendas. Aquí se dan 105 hiJos naturales como un secreto a voces, como un fruto de las monstruosas serres de hospitales. Este es el día en que las pesadillas, la posesión, el goce y el reposo y las lenguas sin besos y sin nombres gritan sus cifras al oído hondo y resucitan a 105 diarios muertos. Este es el día, éste es el día en que todo parece suspendido en 105 dos anzuelos del signo de pesos en que el deseo pescado se debate

11 Biblioteca de México

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-Deseo pez de oro pez de fuego palpitación del mar­sembrado ya en la tierra estérilmente. Inútil preguntar a una mujer: ¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? ¿Eres ligera como un sueño? ¿Eres mujer siquiera) ¿Eres blanca y secreta y luminosa? Ella dirá su número de cábala la cifra que la mide, la medida de su cuerpo, secreción de la lama que la pared babea en la noche del día. Esta es la calle de la soledad y yo camino.

Sin sombras y sin ecos como los muertos, mientras el pulso pierde la armonía y unos muertos desentierran a otros. Este es el día, el día, éste es el día. Este es el día en que dialogan la mano enloquecida, enguantada de sombra protectora y el falo delusorio, cuando el semen nutricio a la piedra se alía creyendo en el milagro de animarla. Esta es la calle de la soledad y yo camino.

Así en la atmósfera de humo, con pulmones tapizados de nicotina,

con incansables cartas a mí mismo enviadas de ciudades infantiles, de esperas espaciosas como salas, de esperanzas cigarros y de recuerdos opios, camino, y veo hombres solitarios que acarician sus pipas y alzan sus bastones, hombres sin niños, pero que se duplican en la esquina del diálogo y que hacen el amor con una sombra, con seres secretados por la lama, con caracoles hembras, con fantasmas de la humedad, del vino, de la ausencia. Esta es la calle de la soledad y yo camino.

Este es el día en que me pesan bajo el brazo los libros como tumbas, con sus flores de semen desecadas entre las páginas ya releídas. Esto y todas las cosas no expresadas mientras camino solo y la mañana se anticipa por fin en mis oídos, tumulto de las nubes en el cielo, inundación del cielo en las pupilas. En vez de tantos libros, yo podría llevar un niño entre mis brazos y duplicarme bajo los faroles de que el nocturno día se destila en una luz delgada como un hilo, última luz que nos ata a la vida.

A estas horas los hombres se revisten para ocultar los exudados cuerpos y las mujeres yacen en sueños de cerveza y de reptiles matemáticas y los niños abortados esperan. y no tener a quién decirlo, y no tener a quién decirlo mientras camino solo y el sol sale. Este es. el día, ésta es la calle.

Esta es la soledad, éste es el mundo.

Esta es la calle de la soledad. y yo camino.

CONVERSACiÓN DESESPERADA

Sí, claro, sí. El amor para ustedes las mujeres, es cosa de pausas y de redes Acechar. esperar, y así la causa es motivo de meditación y de pausa. Sí, claro, sí. Las glándulas funcionan de modo diferente. En los hombres accionan mientras en las mujeres actúan. y en el hombre los días se licúan igual que plomo derretido. El plomo de no poseer, de no crear. ¿Cómo no fueran buenos medios de descarga una mujer a la mitad de la noche larga, un capricho, un impulso, quizás una vergüenza inconfesable, irreprimible, intensa? Sí, claro, sí. No es que esas mujeres nos atraigan ni nos ofrezcan placeres. Sólo un momento eléctrico y ciego

Abril. 1937

- la ocasión de quemarnos en nuestro propio fuego, y entonces la soledad, el naufragio, el día de la conciencia a medianoche, el presagio de una edad sin placer. quizás cercana. La mañana. La duda y el mañana. Sí, claro, sí. Pero la sangre clama por una realidad. por un diálogo, un drama. La muerte que no sucede al pecado y el pecado sin muerte, pero quizás sin vida. Vamos, venimos por una ruta dividida: el miedo y el deseo de sí mismo. La secreta, la silenciosa angustia, y la esperanza proxeneta. El hombre se devora a sí mismo. Sí, claro, sí. Pero antes volvió el rostro y no encontró allí la mujer absoluta. Sí, claro, sí: pero el amor perfecto es raro y el semen urge como una tormenta y la promesa del placer sabe a menta­es algo agudo, inmediato, perfecto. y la mujer -sí, claro-toma cualquier aspecto, toma la forma de las manos y la de la redoma, toma la forma del anillo nupcial, del principio de nuestra vida, o de su final. Sí, claro, sí. Pero todo es espera. Una espera interior. un demonio por fuera. y las conversaciones, los cocktail s, las promesas que nos hacemos en silencio-esas sonri sas interiores, esos fuegos ocultos, todo eso-Sí, claro, y los deseos insepultos muertos que nos cuelgan de las pupilas como wistarias muertas. ¿Por qué el olor de las lilas) -toda la primavera en una palabra con eles­

¿por qué toda la vida en las esperas fieles? ¿Y esta conversación? ¿De qué país, de qué sueño saliste, de qué frase, de qué empeño de esperarte sin conocerte) Dirán

que soy un romántico, sin duda. ¿Qué no dirán? Pero tú, pero yo, unidos por un hilo en una existencia telefónica, ciega, sin el asilo de dos soledades sin fin y sin mirada.

iOh! ¿por qué esta esperada conversación desesperada?

13 Biblioteca de México

Agosto 5. 1 937.

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Remordimiento

¿Cuándo diré la claridad de la mañana, la forma femenina de la nube y el agua en un verso líquido y claro y en vuelo? ¿Cuándo diré la simplicidad del amor, y los combados pies de las mujeres, y la gracia arácn ida de sus cabellos y la dulzura aguda de sus manos? ¿Cuándo amaré sin despreciar y despreciarme? Estos guantes de vello de mis manos esta vista débil ocu lta en una afi lada mirada, esta sonrisa que me desnuda a veces este poder hoy todo pero nada mañana, este silencio que se va extendiendo sobre mí como un traje vegetante y oscuro, ¿qué son, de dónde vienen y qué forman que tienen que matarme para hacerlo? La soledad que expulso de mis venas en los convencionales lechos de arena y sin la cual no podria vivir sin embargo la soledad misma tarda en pulirse y en desnudarse en mí de mi memoria. La poesía con que otros juegan -o que juega con ellos-juego de azar y gracia, se me funde en las manos como un oro fallido y se me vuelve agua sin salida. y me río de mis sueños de niño porque sé que no podria tocarlos sin destruir sus cuerpos infantiles. y espero en una concha intelectual la hora en que dejaré de lIorarme vivo, y de no comprimir ya con mis manos mi signo de hombre como una herida.

y condenar mis labios ya casi anochecidos antes de expeler mi memoria con humo de cigarro alcanzo a preguntarme qué vida qué alimento qué amor y qué poema podré darle a mi muerte cuando llegue y siento entonces un impulso de correr no sé adónde de disolverme en una ausencia honda en un pudor de no vivir de no haber vivido nunca para no morir mal ni inmerecidamente.

El devorador de sueños

México, /937

Como perfume y pan y tósigo y cauterio R. LV

He guardado -¿cuántos milenios de años huecos, minutos sabios?­el tiempo marino en los labios. Soy el devorador de sueños.

A pena un sueño de pies quedos danza dentro de mi cabeza, me decapito con presteza para cogerlo entre mis dedos.

He tocado ya los gusanos, el vivo semen y la luz: como esos ídolos hindús mi cuerpo está hecho de manos.

Todo cuanto se sueña, todo México, /936 lo que a otros hombres consuela

por irreal y porque vuela

Lo que el poema pregunta en la noche cuando sólo los relojes contestan con un sí-no-sí-no inadjetivable habría que responderlo hoy mismo con la sangre la espera y el deseo porque no es sino el anticipo de aquello que la muerte preguntará mañana Lo que es hoy el silencio ante el poema será mañana la avaricia de no dar a la muerte más que un cuerpo vacío un amor coagulado una desierta tristeza una gran fe apagada y la muerte merece algo mejor Pero la idea que se fuga-el miedo de repetir el gesto o la palabra se extiende como una hemorragia abominable y proyecta en el papel la sombra inmóvil de la mano aterida abandonada del tacto magnético y la soledad que toma todas las formas - este niño este sueño esta mujer este yo mismo que vive y espera-y que luego se quita la máscara que se desnuda hasta del recuerdo para arrojarme en una pausa que rompe mis huesos como una armadura ceñida indestructible Insensible y suspenso fugitivo y forzado de mí mismo incompleto como una maquinaria descompuesta antes de eludir el poema antes de clavar mis párpados y tapiar mis oídos

y no vendrá de ningún modo,

con mis diez dedos he mirado, y lo han asido mi mirada, mi olfato y mi voz encantada, y todo lo he devorado.

Por salvar uno de mis sueños armé a veces mis empeños; no guardé ni los más pequeños. Soy el devorador de sueños.

En mi boca el tiempo marino pone el hierro, el yodo y la sal lengua de fuego y de coral, sed que no sacia ningún vino.

Ya toqué la sombra y el fuego, he vivido mi vida al tacto, y tendré en el último acto la horrible grandeza de un ciego.

Devoré el mal de que me tiño la soledad y el amor remiso, la tempestad y el paraíso, un ángel, una esfinge, un niño.

Y cuando mi cabeza t riste al sueño sin fin se resiste, sueñan aún mis pies errantes, sueñan mis vellos pululantes,

y las mil manos que deploro

14 Biblioteca de México

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y el silencio con que me envuelvo­Igual que un fakir me revuelvo en mi tabla de agudos sueños,

sudo un sueño por cada poro y uno tras otro los devoro. Soy el devorador de sueños.

¿Hasta cuándo el tiempo del mar; y la soledad entre sueños aterradores y risueños, y las dos manos sin colmar]

¿Soñaré por fin el olvido de los sueños que devoré, y despierto por fin podré devorar su fruto podrido

y borrar sus hondos diseños? Pero hasta que sueñe y devore a la muerte fie l que me adore, soy el devorador de sueños.

Testamento

México, J 937

En la agónica gota de un reloj cuya máquina he descubierto en vano, voy captando la huella del tiempo en esta trampa de lodo y de ceniza que soy. Yo mismo ahora ya no recogería los restos de mí mismo que han dejado el silencio, la espera, las mujeres y la angélica curiosidad de mí mismo hasta el crimen mismo. No me atrevo a poner ya las manos sobre mí ni aun en la sombra por lo que el tacto me revelaría de llagado y de obscuro en mi materia. No me atrevo en la noche a preguntarme nada por no hallar en mi oído la respuesta del eco, de la repetición de otro reloj . y no resistiría verme al espejo por miedo a mi piedad estéril y terrible que caería sobre mí mismo. Sólo las huellas de estas gotas del tiempo en mi ceniza, la mecánica sangre sistemática, mis vellos que se erizan en esta tormenta de la soledad desencadenada como una seca lluvia. Sólo la indiferencia de un Dios que no me castiga todavía y que me envuelve en una ahumada pausa de niebla. Sólo el desprecio de olvidarme como un objeto desarticulado en una amarga música en un si lencioso vino en una luz opaca. No me quedaba ya más que un silencio en que tenderme, en que soñar. Y ya lo he roto. y las palabras, todas las palabras con que lo perforé de extremo a extremo han partido de mí y no podría repetirlas siquiera, aun huecas, aun metálicas, aun muertas. y no me queda ya del tiempo más que esta gota agónica y eterna que cae sobre mí de todos los relojes, que parecen maquinarias de cera. y perdido el si lencio, y la palabra, hago este testamento

para dejar al viento lo que queda de mí,

testigo mudo y lejano de mí mismo, sombra de soledad, sombra de espera.

Estoy lleno de voces

En mis oídos diariamente un negro ángel dil igente sopla una marea en óes que no tiene fiautas ni obóes.

Meteorológico y preciso, el ángel cumple su jornada; y yo no sé si es un aviso un S. o. S., una llamada.

No es el ángel en cuyo pecho transparente guardé mi infancia, ni el que cu ida el pasaje estrecho y la teológica distancia.

Sé que es un ángel condenado a ensordecer todos mis goces, al trabajo duro y forzado de acumular en mí las voces;

que me fustiga y que me aterra con el sonido de mi nombre, que parece voz de otra tierra o la etiqueta de otro hombre.

Sé que es un ángel agonista de voz magnética que suena ora esperada, ora imprevista, ora lamento, ora sirena,

en las calles por que camino, en la bóveda de mi frente , y en la plática y en el vino, y en el espasmo incandescente.

Ya estoy lleno de voces, lleno de llamadas y de gemidos, y el ángel me envuelve sereno en una malla de sonidos.

En mar de gritos, sin reposo, lo miro en sueños mat inales cubr ir mi cuerpo silencioso a paletadas orquestales.

La isla

Sé que maduro porque ya mi boca tiene la sequedad y el polvo del silencio y su vegetación, que la sofoca y que la sella con su pausa isla en las conversaciones de las tardes y de las noches y de las mañanas. Sólo mi mano que todo lo toca me es refugio en las nupcias del tacto - la pluma, los bastones, la boquilla,

15 Biblioteca de México

México, J 937

L'O est noir ARTHUR RIMBAUD

México, J 937

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las cubiertas de cuero de los libros. los corales. las perlas y la eléctrica seda­¿Por qué todo esto ahora, a la hora que pasa sobre mí como una rueda y me mutila y me deja sin voz para hinchar las palabras sencil las del arrepentimiento y del cansancio) El humo da en su tallo inagotable flores vertiginosas y moluscos de aéreas conchas que se van en velos. Así mi voz que alza y se deshace en la limpieza mágica del aire.

Pero es preciso hablar con una voz que salte por aros de papel y telarañas. Es preciso romper el pecho y el papel. hablar al aire. hablar al sordo amor, hacer música para los reptiles que ya pueblan mi soledad. y para las olas músicas y mujeriles que me azotan a diario y que me inundan para deshabitarme al minuto sigu iente.

iI

Una tarde -en la calle de la tarde­cuando en una vía de luz gris los hombres van pasando como sangre por una vena de cristal y piedra; cuando la forma triunfa sin color y el tacto parte puro de los ojos

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hacia un mundo de líneas en la sombra; y cuando la parálisis del día nos sobrecoge en manos de la noche; cuando el aire se muda en un acuario inmóvil y en un móvil mar de humo que nos vuelve fantasmas submarinos y subvegetaciones subterráneas; cuando el mar y la tierra y la noche y el día se funden en una sola sombra de luz y -en una vigorizante agonía que es la estética luminosa de la muerte, y se ansía el hemisferio o isla de la noche, la sombra firme a la angustia viajada; cuando el hombre se pierde para hallarse, yo hallé la isla al centro de mi cuerpo. Nada menos que ayer manos marinas partidas de riberas femeninas danzaron danzas fálicas en ella. Isla, mi isla de un único árbol vivaz en savia y místico en raíces, que abordo a veces desde un mar de carne cuando no naufrago de un mar de fuego; abandonada de todas las naves y que hollaron un día los pies de las mujeres enterrados en ella como conchas. Siempre asolada y nunca descubierta, con su volcán y su propia tormenta, con su vegetación inesperada y con su subterráneo manicomio de pulpos, caracoles y sirenas. y yo mismo, yo mismo, mar y náufrago, horizonte y contorno de mi isla.

Biblioteca de México

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Luego, un sueño de islas, una marea de islas. En las desiertas islas de los ojos esta sequía de los paisajes, allí donde la luz madura en vano, donde un interminable telégrafo de resplandores se conecta con las islas momentáneas de las nubes; islas mis manos en un mar de aire, islas acuchilladas por el aire donde la vida se aisla en el tacto de un objeto cualquiera, sin objeto, mientras, juguete de la sangre océano, el corazón se hunde y reaparece. Sentí seca la boca, donde flota, isla de fuego y de coral, la lengua entre las olas de palabras muertas y la marea de besos ahogados. Bancos de sangre y mentira los labios, donde las voces encallan y callan, Y los sordos islotes gemelos del sonido con sus mágicas formas marinas que interrogan, y el olfato en un golfo de hedores y perfumes que nunca se detienen en sus fosas. El faro en soledad del pensamiento, los niños en las aguas de los vientres y los pies separados por fluviales arenas.

Y la palabra isla, isla, isla que sonaba y resonaba en el sueño.

maniática y aislada hasta que el cabo una sombra marina engolfó el sueño, mientras las olas redondas cantaban: Todo está hecho a semejanza de la isla.

I V

Rodeada de palabras y silencios cuyo asalto adelgaza tu cintura, isla entre todas, isla pura que me recoges de todos los mares en tu corazón de cristal. Tú, Poesía, la otra isla final.

Así será hasta que los mares Así será hasta que los mares absorban las islas solas o pares. Así será hasta que las islas así será hasta que las islas se disuelvan en mares y trasmares hasta que se confundan los mares. Hasta que se confundan los mares. Entonces se habrá formado un solo mar

Un solo mar aislado. Enero 11-22-1938

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lano ae traDajo 1932-1933;

SEMINARIO DE CULTURA MEXICANA M É X I C O 1967

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RODOLFO USIGLI

Voces

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RODOLFO USIGU*

VOCES DIARIO DE TRABAJO

( 1932-1933)

Aviso y penitencia

Los textos contenidos en Voces constituyen, propia e in­voluntariamente, un diario de trabajo. La idea no sólo no es original desde el punto de vista de la confesión o del examen autocrítico en esa época de toma de conciencia literaria por la que pasa casi todo escritor principiante: no lo es tampoco en el sencillo acto de consignar por escrito las dudas, las interrogaciones, los destellos men­tales, las protestas, las ambiciones informes que hacen trotar o galopar a la imaginación cuando no se ha encon­trado todavía el camino de la creación literaria, en forma axiomática o epigramática y como una disciplina cotidia­na de concentración.

He padecido siempre del vicio - enfermedad o vérti­go- de la frase, pero no se trataba, por desgracia, del ino­cuo sarampión juvenil sino de algo más arraigado, de una como vegetación que parecía cultivar y regar a diario el reproche sonriente de mis amigos y, en suma, de una manera personal de salir de mí mismo y de mis obsesio­nes y de ceder a una atracción de orden poético en rigor por la capacidad de síntesis que la caracteriza.

Por eso me ha parecido pertinente incorporar a este diario los elementos determinantes de sus orígenes, co­rriendo el riesgo de que el conjunto pueda ser desfavora­blemente juzgado a priori. Supongo que desde 1925, si no antes, ante la erupción cotidiana de mots, writticisms, bou­tades o frases, ecos indudables de lecturas juveniles y barrillos naturales de los momentos de efervescencia y euforia literarias, me ocurrió reunir las que me parecieron mejores bajo el ambicioso título de La Alcancía. Sírvame de disculpa decir que las alcancías de los niños de mi genera­ción no contuvieron nunca más que monedas de cobre o, a lo sumo, de plata. Algunas de las frases recogidas son gra­ciosas y en otras parece asomar ya la oreja o punta del moralista involuntario que soy. Al revisar viejos papeles, veo que conservé la costumbre, sin especial fidelidad, hasta 1932, y de estos antecedentes, tan innegables como los papás a quienes a menudo quieren esconder los niños por encontrarlos anticuados y ajenos al ritmo de los nue­vos tiempos, surgió la idea de convertir el holgorio en tarea y la pinta o los novillos en disciplina, ya que era nece­sario para mí escribir todo lo que no podía hablar con nadie - dialogar- y dar un cauce de expresión a lo que, con razón o sin ella, operaba sobre mi mente. De aquí que no trate de esconder a los papás y los. presente en primer lugar, confiando en la buena fe y la paciencia del que lea. Ejercicio interesante, por lo demás, de formulación de las ideas desbordadas, en moldes rigurosos. Las contradiccio-

• f\odolfo Usigli. Voces. Diano de trabajO (1932- 1933). Seminario de Cultura MeXICana. México. 1967.324 pp.

nes, las diferencias de tono, las réplicas y las contrarrépli­cas, justifican el título general. Son muchas y muy variadas las voces que hablan, o musitan o gritan en todo hombre, y es evidente que anuncian ya el nacimiento de un animal de diálogo, esto es, de un poeta dramático.

A sí, la fantasía primaria de escribir frases que a menu­do no podía decir, se convirtió en una costumbre, coin­cidiendo con el inicio de un diario más personal y priva­do en el mismo año de 1932 y cuya primera entrada decía, más o menos: "A mis preocupaciones cotidianas se suma otra: ¿qué vaya anotar en este diario?"

Cuando había ya contraído la azarosa disciplina de con­sagrar cada noche algún tiempo a emborronar pequeñas ta~etas de las que se usan para los índices de archivos y bibliografía, y probablemente porque le mostré algunas de ellas, Guillermo Jiménez me prestó los volúmenes apareci­dos hasta entonces del Diario de los hermanos Goncourt. Esto fue un gran estímulo - no estaba yo solo-, y aunque acepto que pueden encontrarse en Voces resonancias de mis lecturas de aquellos años, creo que la importancia más evidente que aportan mis textos es la preparación del escritor que fatalmente soy y que he podido ser. Diario de un joven obsesionado por la idea de ser escritor. ¿Dónde está ahora aquel muchacho limpio que todo lo convertía en impulso de luz, de claridad, en poema, aquel que hacía sueño de todo, aun de las pesadillas?

XavierVillaurrutia, que sabía escuchar con tanta inteli­gencia como escribía, me aconsejó seleccionar las frases y los pequeños ensayos que ganaron su aprobación y su sonrisa. No me sedujo totalmente su idea, por cuanto me sentía yo sin derecho alguno a suprimir pensamien­tos que se habían manifestado en mí por autónoma ca­pacidad vital. No me amparo con la fórmula stendhalia­na: "Cuando lo escribí tenía yo razón", sino que conside­ro, simplemente, que al salir de mí al aire, como después mis obras, tienen que correr todos los riesgos naturales que acompañan a la vida en nuestro mundo.

Años después -ante alguna veleidad de publicación motivada por la consabida angustia económica del escritor en México- pedí consejo a Alfonso Reyes. Leyó buena parte - Dios se lo pagu~ y me estimuló a publicar el ma­nuscrito en su totalidad y en su calidad, precisamente, de diario de trabajo, sin discriminación. Ahora me he sentido obligado a excluir por el momento algunas referencias a ciertas personas y circunstancias, reservándolas, por el inte­rés que puedan ofrece,~ para una publicación póstuma.

Quizás el tiempo, amo del silencio, acallará estas Voces, o quizás les prestará ecos o reverberaciones en algunos casos. Entre tanto, aquí van, como son y en lo que son, por si de algo sirven .

Oslo, 28 de noviembre, 1965

19 Biblioteca de México

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La Alcancía

El amor

Vivimos. Un día, de pronto, nos damos cuenta de que ninguna cosa era como la veíamos antes. El amor ha apa­recido.

Lo terrible no es que una mujer deje de amarnos, sino que nos obligue a no quererla ya.

No culpes al amor. El amor es la puerta más amplia. Sólo que la muchedumbre se vuelve salvaje en él, como cuando se aglomera en los teatros y en los tranvías de las ciudades.

Lo que de más maravilloso tiene el amor es que, sin dejar de ser el amor. es siempre todo lo que se quiere que sea.

¿El amor? Un hombre y una mujer que viajan. Hablan de las cosas triviales. Callan de las cosas profundas. Por la ventanilla, abierta y clara, pasa todo. Pero solamente uno de los dos ve el paisaje. Hay uno, siempre, que lo ve nada más en los ojos de otro.

¿El amor definido? ¿El amor explicado? El amor muerto. El amor no es una debilidad, como piensan los fuer­

tes. Ni es una fuerza, como dicen los débiles. Es, única­mente, algo mejor.

¿El amor? Un tema de conversación para todo el mundo.

Un hombre que se resigna a un fracaso en el amor puede decir que ha triunfado de sí mismo.

El amor exige una educación particular. Todas las demás hay que dejarlas a su puerta. El amor no es un salón.

El amor es algo de que todo el mundo vive. Los vie­jos viven de lo que dejaron en él. Los jóvenes, de lo que quieren dejar.

El amor es la obra de arte, la vibración personal. la creación individual de los seres que no hacen el arte.

El amor es un defecto que no nos perdonan nunca los demás.

Aun los hombres más inhospitalarios, sin darse cuen­ta casi , ponen cada noche en si mismos un cubierto para el amor.

El amor es un examen admirable de la vida. Todo lo malo, todo lo bueno que hemos hecho, pasa por ahí.

El amor. siendo todo lo que es, no será nunca un re­mordimiento.

¿Reprocharías a un hombre porque busca el sol que te agrada y te manda un rayo de salud todos los días? En cambio, te ríes siempre un poco de los hombres que buscan el amor. Tú pones tu corazón al sol en un balcón - ¡privilegiado!- y ellos lo ponen a media calle.

¿Qué dices? ¿El amor tierno? ¿El amor ocioso? ¿El amor bestial? ¡Sofista! El amor no tiene sino dos formas; una afirmativa y otra negativa. Y todo lo demás no es sino lo que tú crees que haces con él.

Somos venales hasta la medula del alma. Cuando no se nos compra con oro se nos compra con amor. El caso es vendernos.

-¿El amor? Una palabra . . . -¡Niño! Las mujeres, mejor que nosotros, saben per-

seguir toda la vida el objetivo único. No hay un movi­miento que hagan, un gesto que esbocen, una palabra que nos obliguen a adivinar. sin mirarse al espejo. El amor es un espejo terrible, cuídate de él. Refleja cuanto tene­mos de mejor y de peor - para siempre.

¿El amor? Nosotros mismos contra nosotros mismos. El amor es infinito -como el número de los tontos.

(Frase regalado o JEP y recobrado por derecho natural.) ( 1925)

La belleza

La belleza no siempre es lo contrario de la fealdad. La belleza está, a veces, en un solo detalle de la belle-

za. La belleza es el equilibrio de lo desequilibrado. La verdadera belleza es algo que nos toca hasta el

fondo en seguida, pero sin estrujarnos. El resto ... ¡bah! (En rigor. puede matarnos pero sin comunicarnos feal­dad.- 1966)

Nada es más fácil que entrar en la belleza. Lo imposi­ble y lo absurdo es salir de ella.

¡Cuántas cosas podrían decirse aún de la belleza si los hombres no hubieran dicho tantas!

La belleza es quieta y tranquila de apariencia, como una caja que contuviera a la humanidad.

Culpamos siempre a la belleza cuando no la entende­mos. Pero esto no quiere decir que todo lo que no en­tendemos sea belleza.

Si vivimos mal, dejaremos de creer en la belleza como otros hombres dejan de creer en Dios. No todo puede tocarse con nuestras sucias manos finitas.

La belleza no se reflexiona, se percibe. Cuando llueve, no hacemos especulaciones para darnos cuenta de que llueve. Pero podemos contemplar la lluvia.

¡Es tan bello despedazar lo bello! Admirar. sentir hasta donde la expresión no tiene

paso ya, la belleza que han hecho los demás, es enorme.

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Pero descubrir la belleza en nosotros es lo más grande de lo más grande.

La belleza es alta, resistente y difícil. Puede ser hasta inaccesible. Pero, como quiera que sea, no hay más que un camino recto que nos lleve a ella.

la belleza no nos aguarda, pero no nos impide seguir­la ni alcanzarla. La culpa será siempre nuestra si no pode­mos.

Es increíble sentir que la belleza está en todo. Nadie podrá escapar a ella mientras tenga algo de primordial­mente humano en sí mismo.

El error capital de los mediocres consiste en pensar que pueden incubar la belleza como un gallo exótico. La belleza es libre, salvaje, sutil o bestial, impalpable o aplas­tante. Pero, saliendo de los hombres, se coloca fuera de todas las leyes humanas.

Cuando el progreso invente la belleza, la fealdad se erguirá sobre nosotros como un ama oscura, monstruo­sa e inatacable.

Los artistas no valdrían nada si no pudieran, siquiera una sola vez, coger la belleza viva entre sus manos. En el resto de su vida no hacen sino llenar de trampas el cami­no por donde pasará el Gran Oro.

Solamente frente a las cosas insensibles a los siglos, ante la belleza de los países incinerados por el tiempo, podemos darnos cuenta de lo que la civilización nos ha impedido hacer en materia de belleza.

Tú, yo, aquel poderoso, aquel pobre, todos pasaremos para siempre. La belleza quedará, desnuda y alta, para humanizar todos los ojos.

La verdad

La verdad es lo que nunca dicen los demás. ¿La verdad? Cien maneras diferentes de mentir. Es tan fácil tocar y decir la verdad como abrir una

puerta. Pero, ¿y la llave? Valemos demasiado poco para la verdad. Por eso no

la decimos. La verdad te hará daño un día y entonces mentirás.

Somos pequeños. ¿La verdad? iEso no existiría sin la mentira! Consideramos a menudo a la verdad como una mo­

neda extranjera: atractiva, notable, hasta preciosa; pero que no podrá circular entre nosotros.

Cada hombre te dirá que él habla la verdad. Pero la verdad no es una palabra.

Decimos raras veces la verdad, porque después de ella no tendríamos ya nada que decir.

La verdad es una peligrosa compañera. Nos engaña demasiado acerca de todo lo demás.

La verdad, si se presenta un día, echa abajo un hom­bre, un hogar, un gobierno o una civilización. Vive fuera de todos los países, en una orilla adonde casi nadie puede acercarse para verla sin perder el equilibrio.

La verdad es una fábula. Tememos a la verdad porque es grande como la

muerte, nos quita todo lo que tenemos - y todo lo que decimos que tenemos.

La verdad hubiera podido llegar a ser una costumbre

de la humanidad. Pero no es sino una equivocación. Decimos a menudo, como disculpa: "Una simple men­

tira ... " iOh adjetivo! Lo único simple es la verdad. La verdad es difícil como una obra maestra. No hay sino un remedio contra esa cosa terrible que

es la verdad: no decirla. ¿Un medio para saber que es verdad lo que se nos

dice? No creer. Acertaríamos acaso, porque marchamos, por instinto, contra lo inmanente.

En materia artística se confunde a menudo la verdad con el verismo. Hay un matiz: el verismo es lo que hace­mos, y no todo lo que hacemos es verdadero.

La verdad y el sol son inútiles -ioh tremenda impo­tencia de las cosas grandes!- para los labios que mienten y para los ociosos que duermen de día. ( 1925)

El dolor

El dolor es terrible y duro según lo sinceros que seamos en él. Entre más sinceros, más lo temeremos.

Somos tan complicados que confundimos a menudo el dolor con todo el resto: con la envidia, con la impo­tencia y con la mezquindad (O "de la naturaleza del sufri­miento." 1966)

Tu dolor más tuyo, más sincero, más oculto, más dolo­roso, si puede decirse, ése es el dolor universal.

Vivimos arrastrándonos sobre una pavorosa rutina que hace costumbre hasta el dolor.

La intuición del dolor humaniza tanto, es tan superior en la juventud, como la presencia del dolor en la madu­rez.

Arroja tu _alegría a todas las manos. Pero guarda tu do­lor, ya que sólo puede hacerte bien a ti mismo.

Resistir el dolor es infinitamente más sencillo que resistir la felicidad.

Cuando sufrimos podemos mirar más firmemente al sol. Si no eres capaz de sufrir, estás de sobra. No es verdad que cualquiera pueda sentir dolor. Somos voraces hasta en el dolor. Siempre queremos

tener más que los otros. ¿Te han hecho sufrir? ¿Y qué otra cosa mejor puedes

pedir ahora? Cuando el dolor nos toca, la lentitud del tiempo nos

parece estúpida. iCaminamos tanto! Sufrir es difícil, porque no requiere a nadie más que a

uno mismo. La tragedia humana no consiste en sufrir el dolor, sino

en tratar de evitarlo. Sufrimos, y entonces todo lo que antes nos había

resistido se ablanda. Hay cosas que sólo nos acogen en ese momento.

Mientras rías te circundará la envidia estrechamente: serás admirable. Pero en el dolor serás terrible: te harán el vacío.

Sufrimos con resignación. Sería mucho mejor sufrir con claridad.

El dolor es un enorme trabajo. Decimos: "Fulano es un imbécil: ha sido feliz." No lleves demasiada prisa al sufrir. El dolor es la más

grande paciencia. (1925)

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Al azar

El porvenir es un tío de Australia que no tenemos - ni siquiera en Australia.

El porvenir ya no es mañana: el porvenir es hoy. Cuando llegues al borde de tu propio precipicio, déja­

te caer. Las alas brotan siempre en la caída. Toda re ligión es buena - a sus horas. La vida es un traje que nos ponemos una sola vez. Hay

que tener mucho cuidado y no ensuciarlo. Vivimos cerca de la muerte. (¿Nuevo? No, viejísmo

¿Cuántos ancestros tengo? - 1929) No hay que pedir jamás a un hombre que sea lo que

no es; pero, sobre todo, no hay que pedirle nunca que sea sólo lo que es. ( 1929)

¿Se acuerda que le dije: He llegado a ser un hombre porque soy una parte de todo lo que quería ser y otra parte de cuanto no quería ser nunca? Las dos ideas - la Ideas (sólo así puedo expresar la multiplicidad de lo sin­gular) - están allí. Porque las ideas, buenas o malas, son igualmente altas. Sólo que se equilibran entre sí como el hombre podrá equilibrarse materialmente dentro de no sé cuánto tiempo. La idea "Ser" combatida por la idea "No ser".Y por eso se es y no se es. Dos ideas. La Ideas (insisto aún en este esperpento), Dios y diablo. Todas las re ligiones - desde el Mithos-; todas las fi losofías, todas las ciencias (mal y remedio). Armonía. El día que no haya más que Uno, será la noche de la tierra. y después de esto - que tal vez ha dicho ya algún genio o algún imbé­ci l- ser más o menos en el Ser o en el No Ser."De César a Lupin", ¿se acuerda? De Shakespeare a mí. Los demás . .. Esta mañana - ya lo es- estoy contento porque al fin lo he vencido a usted un poco, al fin lo he equilibrado a alguno de mis gestos en el arte.Yo aspiraba a eso nada más, no a aplastarlo. N o soy Genaro Estrada. ( 1929)

Hay que excusar -a veces- el talento en las gentes. La tontería es inexcusable.

N o hay gran sentimiento sin pequeños detal les.

El amor es un trabajo enorme. Tiene la más acendra­da esencia de acción, y detenerlo es matarlo.

Las mujeres son como la música: la más bella no per­manece sino en nuestra memoria. ¿Que hay discos fono­gráficos? iBah! Y en cuanto a los ejecutantes, como siem­pre, por poseer todas las músicas no poseen ninguna.

Dicen que cada quien ama a su manera. Error. El amor es como el sexo: una vez que se llega a la plenitud, que se franquea la puerta sincera, todos los hombres y todas las mujeres se confunden.

El cerebro es una puerta de tal manera estrecha que todo lo que hacemos pasar por ella en materia de sen­t imiento se desgarra.

Hay dos clases de voces: aquellas que escuchamos para saber qué nos dicen, y las que escuchamos para saber qué nos hacen decir. Las voces antiguas de la lite­ratura y las voces modernas del sentimiento que noso­tros hacemos literatura después.

Toast imaginario aJean Giraudoux: La langue fran¡;:ai­se a son équilibre et sa clarté comme une chasseresse a un cheval magnifique. Mais cette chasseresse a aussi une chevelure mervei lleuse, faite de nuances, qui ne s'accor­de qu'a un amant. On peut asservir des langues par la volonté ou par la grammaire, par I'érudition ou par la nécessité. 11 est possible meme de dompter le cheval de logique de la langue fran¡;:aise, mais pour conquérir I'a­mazone il faut surtout I'amour. (Ah, que c'ést beau l

Quelle stupide fusée!) (1930) El poeta es una verdad. El hombre, una negación positiva. El hombre se niega a sí mismo. Escribamos, puesto que nadie lee. ( 1929) Primero de enero. Mis fiestas universales se asemejan

a mis pequeños éxitos. Las paso siempre solo. Un nuevo intento de hacer versos - nuevo aborto. ¿Qué me im­porta que Baudelaire rugiera de impotencia, que todos los grandes sufrieran esta misma crisis? Asemejarse a los pequeños es malo. Pero asemejarse a los grandes es peor. Carezco de programa para el año. Pero tengo un enorme deseo de escribir. (1930?)

Obtengo el conocimiento de que me he hecho hom­bre porque he llegado a ser, en parte, como quería, y en parte como no quería.

La juventud es retorcida como una tea. Por eso arde. Una mujer fea comprende todo, menos que se pueda

ser bella. Una mujer bella, en cambio, comprende que las demás puedan ser feas.

Vale más ser un buen diablo que un mal santo. (Pero, ¿esto es mío?)

Hablando de Charles Baudelaire, el señor Émile Faguet ha cometido un error histórico. "Baudelaire", ha dicho, "es un poeta sin ideas". Y André Gide ha contestado: "Natu­ralmente. Por eso es poeta." El problema, pues, se empla­za claramente: ¿Debe o no tener ideas un poeta? El asun­to es tan suti l que casi cabría decir que la poesía, para serlo, necesita ser ante todo poesía.Yo no creo en la poe­sía antigua ni en la poesía moderna. La belleza esencial no se divide ni se encasilla. Y las baladas de Fran<;:ois Villon, pese a las antiguas lascas del idioma, y las de Ronsard no obstante que sólo hubiera escrito versos en latín, contie­nen la misma espontaneidad de belleza que los versos alternados de Malherbe, los románticos de Lamartine o los de Mallarmé y Valéry, no obstante el hermetismo casi religioso y dogmático de estos últimos. Lo demás es moda. La poesía necesita de la moda como una mujer;

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pero, lo mismo que una mujer verdaderamente bella, lo es con o sin la moda. La mujer es aquello que más se ase­meja a la poesía. Por eso los poetas tienen una delicade­za de expresión y una resistencia de espíritu tan femeni­nas que serían terribles si no fueran admirables. El poeta es ilógico porque, si fuera natural no sería poeta.

La naturaleza no es belleza sino armonía. Y la belleza, exactamente lo mismo que la fealdad, rompe la gran línea natural. La belleza es prodigio y, por tal, inesperada.

La poesía es doctrinaria en los fines, si no en las inten­ciones. El poeta debe elegir entre la doctrina de belleza, esto es, la única justificada y aun exacta, y la doctrina ideo­lógica. Ésta parece más natural, pero con la fortuna oculta de no serlo. La idea es creación, dice Spengler. La elección es difícil. Nadie resiste al deseo de enseñar, salvo aquellos que sólo pretenden enseñarse.

La diferencia entre las ideas y la belleza, entonces, con­siste en que las ideas pueden detener al hombre una vez lo han formado y definido, en tanto que el sentido de la belleza es un insatisfecho eterno.

Los perfumes artificiales se esparcen libremente en la noche. La mujer que llevamos con nosotros parece acreci­da por la libre vida de su perfume. Pero en el día, quemado y acendrado por el sol, ese mismo perfume se exalta y arde maravillosamente. La noche deja el paso sin obstáculo a las ideas en su arena azul. Pero el sol es la poesía. ( 1928)

Una necesidad de volver a amar se hace sentir en mí. El amor es acción. Ya lo dije, y el repetir las palabras me hace creer que decaigo o, peor aún, que me detC1ngo. Siempre la frase inútil. Largos días de disgusto.Y el breve incienso de saber que Montaigne, Rivarol, Stendhal, Wil­de o Spengler han pensado como yo. (Que yo pienso como ellos pensaron, joven.) Y la ligera amargura de en­contrarme encerrado en los demás.Ya sé que no es posi­ble abarcarlo todo, que tenemos sólo dos brazos que, fuertes o no, han aprendido a golpear: que la sociedad y la moral son simples en el fondo, y que es preciso tomar un solo partido, tener una sola cara. Pero, ¿no supondrá eso una limitación? Los hombres que me han hablado de las excelencias del espíritu como de una materia armo­niosa: aquellos que propagan la palabra ligera del placer y ridiculizan los éxtasis, las inmersiones profundas y el brillo de la palabra sublime, tienen un interior cojo o manco, y fracasan en el dolor como yo en los negocios. He caído en la filosofía, evitada siempre a base de una sensibilidad rápida y precoz, de igual modo que un hom­bre con polainas blancas entra en un charco de agua sucia. Evitar o temer una cosa es esperarla. Lo peor es que acabaré por leer a los primitivos. Me estorba mi ignorancia. ¡Bah! He bostezado de oírme. (1929)

¿Quién dijo que la verdad es grande' La verdad es pequeña, pequeñísima. Tan pequeña y tan difíc il de hallar como la felicidad.

El único defecto del hombre es la mujer. Atención, ¡vuelta!

Nuestra esposa es, por regla general. nuestra mayor cualidad o nuestro peor defecto. Va iI iL

Todo en la tierra está hecho, la vida y la muerte, a semejanza del hombre - salvo la idea.

Solamente una cosa castigamos más que la vu lgaridad de un hombre: su originalidad.

Para disculparnos, aducimos a menudo que sólo he­mos hecho lo mismo que los demás.Y nuestra única cul­

pa es ésa.

El hombre viene al mundo sin otra propiedad que sí mismo. Conforme crece, la posesión de cada cosa terre­na disminuye en él la posesión de sí mismo. Ése es el mercado universal desde el Día. Y será así hasta la No­che. (1929)

El artista es como un ánfora maravillosa que general­mente se rompe al contacto con la vida. Después quedan solamente los restos: maravillosos, pero pedazos. Pedazos, pero maravillosos. Y sin embargo, si no se rompiera nunca el ánfora, ¡cuánto menos valdría que los pedazosi

Es curioso observar que la fe no puede estar en dos seres humanos a la vez. Uno la insufla al otro, y la pierde. Como en el amor, cuando la mujer cree al cabo lo que el hombre ha creído tanto tiempo, el hombre empieza a dudar. ¿Los sacerdotes dejan pues de creer cuando los sectarios principian a hacerlo? (Dos días después leí -ojeé- el prólogo del traductor de Lo Santo Cortesano, de Wilde.Y descubrí que es bueno serWilde, pero mejor no serlo. (VIII-XXiV-XXX).

G.-¿Por qué no escribir otra vez su nombre? El amor, cuando ha sido sincero, después de pasar por el despe­cho, por el odio y por el dolor, se convierte en una gi-an nobleza que se nos despierta un día, de pronto.Y es hoy más nuevo que ayer en mí. ¿Acaso porque va a acabar­se? (Marzo 12.)

I 929.-PALABRAS. La juventud sería despreciable por­que de ella surge el hombre, si el hombre no fuera admi­rable porque por él debe pasar la idea.

La juventud es la etapa irreal de la vida. La realidad nace de ella.

La juventud es a la vida de una generación lo que el arte a la vida de las edades: Irrealidad.

El arte es una simple intención. El arte debe ser irreal y el artista debe ser joven. Una obra de arte no tiene nunca más o menos edad

sino más o menos genio. La juventud es el arte de la vida. El alba no despunta con el día sino con la idea. La juventud es un viaje. Y cualquier momento en que

se inicia un viaje es al alba. El principio está en nosotros mismos. El fin, no.

La juventud es un mensaje. Lo más importante no es recibir una contestación, sino transmitirlo.

Pero la juventud es el primer estorbo del hombre. No

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G R A N D E S E S C R I T O R E S

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nos basta poseerla, sino que pretendemos llevarla con nosotros. Y el oro pesa.

La belleza futuro de nuestra juventud depende, sobre todo, de su limpieza.

La juventud es un grito, pero no una maldición. Rebeldía, pero no vandalismo. Anormalidad, pero no fealdad. La naturaleza no es belleza, sino armonía. La belleza y

la fealdad son sus accidentes. Nuestra época ha puesto de moda el más viejo acci­

dente de la naturaleza: la fealdad. El arte es demasiado grande para ser deforme. El arte

es como el cielo: todo cabe en él. hasta los aeroplanos. Menos el lodo.

El genio no existirá en la literatura de este siglo. La literatura es la única expresión completa de arte. La música es lo único que vale más que las letras. No

como expresión, sino como germinadora de visión. Sólo que está sujeta a la interpretación de los oídos defec­tuosos. Y siempre son los sordos quienes gritan más.

La juventud debería ser una enfermedad incurable. Lo que de mejor tiene la juventud es que siempre

puede esperarse que salga cualquier cosa de ella. La juventud es el paraíso perdido. Por perdida, paraíso. El arte es la última juventud de la tierra. La juventud no es belleza, sino luz. El arte es, pues, una

juventud casi perfecta. El arte exige la juventud, pero no la infancia. Los artis­

tas del siglo han llevado la simplicidad hasta andar a gatas. Los niños son la más vieja cosa del mundo.

La simplicidad (¿ la senci ll ez?) es una mentira. La edu­cación la destruye. La educación artística sobre todo.

La simplicidad no es sino la materia prima de la since­r idad.

La sinceridad es el único defecto de orden social de la juventud.

La sinceridad es la sola explicación del arte; la belleza su único resu ltado.

Pero, aun cuando la sinceridad es rebeldía, el ar te no es una doctrina ni social ni pol ítica ni una re ligión. El arte es una finalidad pero no un instrumento. Si fuera sus­ceptible de descenso, sen'a inferior al hombre.

El arte será la última máquina que fabrique la ciencia. y entonces se acabará la ciencia. El artista debe trabajar; pero no explicarse. Enten­

derse es suficiente. El arte no se hace para los demás sino para uno mis­

mo. De igual modo, vivimos la juventud para nosotros. El resto de los hombres hará con nuestro ejemplo lo que hace con la música.

El arte no es nunca incomprensible. Los hombres en­tienden o no entienden.

El artista debe escribir y desaparecer. La juventud sólo es dorada cuando se ha desvanecido. El oro está en la sombra y en la obra.

El arte supone la ausencia total de la realidad. La realidad es una ilusión. La apariencia de vida depende, sobre todo, de un cuerpo irreal. La juventud no es más que una apariencia de humanidad. Por eso vale más que el resto de la vida.

Para hacer art e universal es preciso, ante todo, hacer arte occidental. Para que Rusia siga siendo admirable pa­ra nosotros, es necesario que no nos asemejemos a ella.

La juventud se imita a sí misma. Y sólo para hacer aquel lo que no hacen los demás.

La ciencia perderá su unidad cuando, habiendo reali­zado la creación de una máquina para vivir; fracase en una máquina para imaginar.

Las revoluciones las hacen los genios y las prolongan los mediocres.

La obra de arte vale siempre menos de lo que el ar­tista ha sentido al idearla y pretendido que valga. Pero lo terrible sería que valiera más.

Una obra de arte vale no a causa de su humanidad, sino a a pesar de ella.

El realismo es un animal inferior en la literatura. Los hombres exquisitos han salido de los libros irreales, co­mo las maravi llas monstruosas de la ciencia, de los cuen­tos para niños.

El artista tiene la obligación de valer tanto como su obra. La juventud vale tanto como el sueño.

La ciencia es la vejez del mundo. El art e crea. El hombre imita, deturpa o ahoga. El arte no es una enseñanza. La sociedad lo tolera a

condición de hacerlo aparecer como tal por espíritu de clasificación. Pero la sociedad no ha aprendido nada.

La juventud puede serlo todo, excepción hecha de una moneda de oro. Como el arte.

En el arte no hay escuelas, sino personalidades. En la juventud no hay colores, sino matices. El artista vive en la tierra, pero lleva a los hombres

lejos de ella. El joven imagina. El desencanto de los hombres no

depende tanto de tocar la realidad como de no tocar el sueño.

El arte es una disculpa para todos los hombres, menos para aquellos que lo crean.

La juventud es incompleta y carece de importancia humana. Como el arte.

Baudelaire decía de los pintores belgas que sólo pin­taban aquello que veían. La primera cualidad del arte es pintar lo invisible. Más aún, lo no visto.

Lo invisible no está jamás fuera de nosotros. El arte necesita ser prodigioso como las religiones de­

ben ser litúrgicas. Por otra causa. La liturgia es una cade­na, el prodigio, una elevación.

El arte - en nuestro siglo- ha dejado de ser un lujo para convertirse en una equivocación.

El arte es frágil, pero los hombres se han acabado más fácilmente.

La juventud debe ser efímera para ser eterna. El arte se halla fuera del alcance de cualquier tiranía.

Incluso la de la independencia. En la belleza no existen cosas nuevas ni cosas viejas. Lo

que se llama la renovación es la moda. Mujeres gruesas o delgadas según el siglo. Pero, sobre todo, mujeres. Sobre todo, belleza.

El art ista debe prever la vida más que retratarla. La fotografía es un dato. La previsión es una obra.

Hoy descubrimos, inventamos, conocemos. La historia del primer hombre nacido después de la última máquina sería maravillosa.

En el artista lo menos interesante es la obra de arte. El artista es el más noble fraude que se ha logrado

hacer del hombre. La diferencia que existe entre belleza e idea es que ésta

se detiene una vez que está completamente definida, en tanto que la belleza necesita desenvolverse siempre.

Las gaviotas son la juventud de los viajes.

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ADRIÁN CURIEL RIVERA

MUERTE ACCIDENTAL DE UN SOCORRISTA

M ontgat. Felinos de todos tamaños y co lores ronronean y maúllan despa­rramándose melifluamente por los flancos de la col ina sobre cuya punta se levantan los edificios. A l fondo, vi sto desde la cima, el mar tiende hasta el horizonte su azulada corpo­reidad ondulante y estática, y luego se deja abanicar con indolencia por los destellos metálicos del viento. En lo alto, el sol semeja un lunar albino que afeara con su diminuto refulgi r la perfección pulcra y descampada del cielo. A l norte, la franja costera se da inútilmente a la fuga en un precipita­do serpenteo, tratando de descargar de su superficie de arenas y conchi­tas el peso agobiante, semi desnudo, policromático y afilado de las hordas de los bañistas y sus sombril las. Al sureste, la fábrica de Sant A driá de por medio, aparece la silueta confusa de la ciudad y sus embarcaderos, y en algún punto un poco más allá, el frustrado delirio gótico de los cam­panarios de Gaudí aflora en la nebl i­nosa claridad del día cual mástiles te­nebrosos de un matutino barco fan­tasma.

Desde el trono de su torre, el so­corrista vigila el cabrilleo de las olas, el enjambre bullicioso de adoradores del rey astro, quienes se desperdigan apretadamente clavando sus picas de conquistadores tumultuosos con la misma ferocidad y altanería que las criaturas atigradas que se han apro­piado de la colina de Montgat; hay algún velero en alta mar, alguna mo­tocicleta acuática vomitando espu­ma, alguna sirena soñada pero sin cola que exhibe la tentac ión de sus portentos justo debajo de la atalaya. Está acostada, conjunto de células bronce, encima de una toalla tan verde como el banderín que ondea con desgano en la cima del asta. Raro libro, ese pliego de algodón, donde el hombre se afana en la lectura e in­terpretación del lenguaje de las ma-

reas y sus reflujos. Un aeroplano boga en el aire llevando a rastras un anuncio comercial. A la estela publici­taria la sigue el garabato helicoidal de una libélula automática: ametralla la serenidad del cie lo, hasta ahora sólo perturbada por el dócil vaivén del agua, por los murmullos y algún grito de los veraneantes. El cine invitaría a imaginar una escena en la que el heli­cóptero se precipitara contra la frági l aeronave, envolviéndola en llamas para sumergirse juntos en el océano. Pero nada de esto ocurre. Los cuer­pos voladores cesan en su vano em­peño de persecución celeste; mien­tras uno prosigue su viaje hacia el Masnou, el ot ro gira hacia el sur, has­ta perderse en la bruma solar que se pega a los desvanecidos contornos de las construcciones de Barce lona.

El socorrista jamás ha tenido que efectuar un rescate. Sabe, como esti­pula la Ley General Socorredora de Bañistas, los rudimentos de la profe­sión, la técnica elemental de los pri­meros auxilios que muchas veces aca­ban siendo los últimos. Su anatomía, por otra parte, es arquetípica: largos brazos nudosos como ramas, una plancha contráctil por abdomen, pier­nas de tan sólido aleteo que emulan los mejores años del tiburón. La piel entera es un ébano lustroso, corona­da por unos cabellos siempre al vien­to. Un tono lapislázuli sirve de iris a sus grandes pupilas fotogénicas. La sonrisa se abre - no podía ser de otro modo- por un solo vértice de la bo­ca, y a través de ella se muestra y tras­luce imbatible la confianza dental del emperador de la arena. Cuando des­ciende de la torre de vigía por el cor­daje escalonado, pese a no llevar más que la pieza del bañador, lo hace re­vestido de una aureola magnética, e irradia un no se sabe qué marino que despierta nuevas pasiones, o sol ivian­ta obsesiones antiguas, entre los ado­radores y las adoradoras del sol. Ca-

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mina hacia la orilla, a fin de refrescar­se los tobi llos, y el contoneo de sus pasos suaves pero seguros evoca irre­mediablemente el alarde magnífico de los toros al salir al ruedo.

Ocurre que esta mañana hay una bañista en apuros. Su cabel lera flota a la distancia como una medusa ru­bia. Las manos chapotean con deses­peración; desaparecen bajo el agua, resucitan en saltos furiosos, hilvanan entre el oleaje (¿en qué momento han empezado a crecer así las olas?) círcu los de espuma. El socorrista centra su mirada en el objetivo a res­catar. Las mi radas de Montgat entero se centran en él. Adelanta una, dos piernas; da un brinco de jaguar y el cuerpo se comba como un elástico lanzado al espacio sideral. La zambu­ll ida es una obra de arte: apenas si ha salido agua del océano, y el desplaza­miento se real iza con una velocidad y senc ill ~z que superan sobradamen­te a las reglamentadas en la Ley Ge­neral. Mientras hiere el líquido en­crespado con rápidos ti ros a mansal­va, en un lucimiento de croll irrepro­chable, se regocija al pensar que el infortun io acuático de la medusa ru­bia será en tierra firme la ovación triunfal de su primer rescate. Nada regodeándose. Se regodea nadando.

Comienza por el talón. Un pel liz­co intrascendente. El premio de la pelambre blonda sigue a la vista, es­cupiendo racimos de sal. Desde afuera, sobre la superficie, a través de la corrient e indócil , las exclamacio­nes de asombro y los vítores de los espectadores bañistas le martillean los oídos con un eco sordo. La pier­na se le agarrota de golpe, como si en lugar de huesos llevara un cilindro de metal. Se hunde. Todo esfuerzo es inút il. El manto líquido lo envuelve en su mortaja. Ángel caído, inmerso en­tre burbujas, el socorrista tiende sus manos hacia la luz lejana del cielo submarino.

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GALERIA DE LOS

POETAS NUEVOS DE

MEXICO

EDICIONES DB

LA GACETA LITERARIA MADRID

Este es el primer ensayo de lo que será nuestra Antología de poesía mexicana moderna (1928) firmada

por Jorge Cuesta y que resume las posturas estéticas del grupo en tomo al cual se publica la revista Contemporóneos; aparecida bajo la tutela del pintor Gabriel García Maroto, y a instancias del doctor

Enrique González Martínez, esta publicación prepara la aparición en México de aquella antología que

instaura el canon poético mexicano del siglo xx. En la Galería de los poetas nuevos de México (1928)

aparece, como presentación de cada poeta, una nota redactada por ellos mismos en ese momento es­

pecífico de su labor creativa, con excepción de Carlos Pellicer y Manuel Maples Arce; podemos leer

aquí la severidad autocrítica de Gorostiza para sus primeros poemas, el aire deliberadamente lúdico

que Owen mantendrá a lo largo de su obra, la vocación de eminente didactismo en Torres Bodet.

Acompañados de los célebres grabados que Maroto prepara de cada uno de los poetas, estos poemas

fueron la carta de presentación en España para esa nueva generación que marcará la tradición de la

poesía mexicana.

28 Biblioteca de México

M.B.

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,

LOSCONTEMPORANEOS #IItI

EN ESPANA EN 1928 Dibujos de Gabriel García Maroto

ENRIQUE GONZÁLEZ ROJO 1899

Lleva en sí mismo todas las in­quietudes, todas las curiosida­des. Pero como es, en el fondo, un re~exivo, no se entrega a ellas sino paulatinamente y después de acomodarfas a un criterio estético que cambia a menudo y se define a cada cambio. Esto quiere decir que es un poeta en constante y pa­ciente formación.

Un crítico le aconsejó, al aparecer su primer libro, apre­surar; apasionar sus emociones; él prefiere, por ahora, ordenar­las. ¿Seró verdad que procede con excesiva lógica en su arte?

Aunque admite el reproche, cree llevar consigo la razón (no en el sentido antipoético de la palabra) y trabaja de acuerdo con sus ideas y sentimientos.

Admira y cree en esa bella labor paciente, profunda, del verso; y goza con sorprender el sentido "sin sentido" de las palabras. No por eso desdeña el ritmo del pensamiento, que presta a la expresión un trascendentalismo necesario. Huye siempre de lo fútil y abomina de la moda. Es evidente que no aspira a ser un "poeta de vanguardia" y que es, sin em­bargo, un poeta moderno.

Uno de sus mós legítimos orgullos es el haber procfama­do siempre, como su grupo de amigos, la nobleza intangible del arte y la pureza esencial de la poesía.

Los cuatro mares

l.-Mar del amanecer

Alegre, tranquilo, acaricias la nave.

como el monte tu guardián eterno.

Tan sereno

La leve música del agua, se confunde con el silencio. Claro murmullo, como el lento

pasar de pájaros en vuelo.

La espuma de tus ondas bañan la luz y el fuego del sol, que las adorna con los colores del espectro.

Una banda de peces voladores,

como una procesión de puntos negros, te arroja su mancha de tinta .. Al golpe, repentinamente ciego chocas contra los fiancos de la nave, que regocijas con tu juego.

iMar del amanecer, mar que eres niño, rosado por la aurora, movido por el viento. cantado por los hombres y acariciado por el pensamientol ...

/l. - Mar del mediodía

El sol tocó las aguas y acrecentó su canto. Esta ola viajera desparramó su música sobre la arena.

La brisa y el calor mueven las hojas de la palmera. Los pájaros marinos cal lan, abochornados, sus confidencias.

Una fami lia de tortugas sale a tomar el fresco a la ribera. y tú, delfín, que asomas entre la espuma, la cabeza, ¿escuchas el rumor de los mares o aspiras el dolor de la fioresta7

III.-Mar de la tarde

Lo que antes era fino concierto hoy es una sinfonía: cobre de los instrumentos en las cuerdas de oro del día.

La marcha heroica de la tarde los sones del mar armonizan; mas la batuta del sol desaparece y la confusión se inicia con sonidos falsos de rocas-oboes y apresuramiento de las olas fiautistas. BaJO el incendio de las nubes el desorden se precipita, y la vanguardia de las sombras calla los cantos y rompe la lira.

IV-Mar boja la Luna

Bajo la noche, de la nave han salido las mismas preguntas: -¿Acaso sabemos hacia dónde vamos7

-¿Nos habremos equivocado de ruta? Hace tiempo que dejamos la tierra,

y por el mar de la aventura

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arribaremos esta noche a la capital de la Luna ...

Gracia de la fuente

La fuente se recata en lo más escondido del bosque de las magnolias de plata.

Cuando me acerco a la orilla, mi mano resbala en las ondas como por una mejilla.

Pudores de virgen hermosa vuelven sus cristales de color de rosa:

y junta sus pliegues el agua con el mismo gesto

(Espacio)

con que una muchacha recoge la enagua . .

Guijarros

¿Qué haré yo con tantos guijarros) Son duros y lisos, redondos y claros. ¿Qué haré yo con tantos guijarros)

Con ellos podria construir un palacio o tender un puente sobre el lago. Con ellos podría -hondero fantástico­derribar uno a uno los astros. Contando el tesoro, pasaran mil años. ¿Valdria la pena contarlo? y luego, ¿qué haría con tantos guijarros)

Las ondas transcurren con un solo cántico, las hojas se caen del árbol, los vientos murmuran de paso. y mientras, ¿qué hago con estos gu ijarros)

Sentado a la orilla del lago, Pasaré mi vida lanzando a las ondas gu ijarros, guijarros .. miraré los círculos que se van formando, creciendo primero y después borrando. Oiré cómo se hunden cantando.

y todo será tan limpio, tan claro: las aguas profundas, los días de mayo, la luz en los ojos, la fuerza en el brazo, y siempre cayendo guijarros, guijarros ..

Montaña rusa

Casas de treinta pisos, avisperos de la arquitectura, sobre un cielo de índigo sus perfles dibujan.

Pastor del alma, niño vac ilante en las sombras, se apresura. En mitad del camino, su rebaño de miedo y de preguntas.

Como cerré los ojos por instinto,

se hizo la noche y se apagó la luna:

(Espacio)

pude lanzar un grito, pero la boca quedó muda.

Empujando al abismo como en un carro de montaña rusa, todo lo fui dejando en el camino, hasta que el alma apareció desnuda.

Entre sombras y vientos enemigos, soñaba recoger. una por una, extraviadas ovejas del destino en los campos sin brújula.

Pero cerré los ojos por instinto: se hizo la noche y se apagó la luna .. iPastor del alma, niño desorientado en la montaña rusal

(Espacio)

Cristales

Ella y la luz caminan juntas. A cada paso tiembla un espejo.

En el recinto de cristal se apaciguan los rumores del tiempo. Lleva las manos extendidas

en diez rayos de sol sobre sus senos.

Va envuelta por la luz. La empuja el viento.

Cuando camina se alarga el túnel del ensueño.

Las fiechas luminosas del día violan la transparencia de su cuerpo.

Ella y la luz se pierden juntas. A cada paso muere un espejo.

Sobre la huella de su planta, la luz, pájaro libre del recuerdo, pinta un tranquilo lago de esmeralda en el césped de invierno.

En su vasija de cristal la tarde ya recogió su aliento.

En realidad, ahora vive en su palacio de espuma y silencio, frágil de claridad en los espejos.

Un leve roce de mi túnica, un imprevisto movimiento, quebrarían cristales de aurora en lluvia de soles dispersos.

¿Dónde estará la espuma, dónde la bel la hermana que hilaba noche y día

(Espacio)

sobre profundas telas de esmeralda?

Del uniforme cielo gris suspensa está la nube de ágata. Se transparenta el mar como una sola vidriera sin colores y sin alma.

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¡Hay algo más que luz, algo más que distancia! ¡Dónde estarán los vientos y los hondos perfumes de las algas!

Ni un rumor, ni un suspiro: nada se mueve, nada canta. Murióse el aire de repente , como al cerrarse una ventana. y se extingue la voz en la luz como en una campana neumática . .

A l reflejar el sol iremos, a reflejar el sol en los espejos.

Cristales hay, cristales para los buques ciegos, cristales para los ojos manneros.

Cuando llegamos al puerto, las aguas del mar apacible cristal se volvieron.

Por reflejar el sol en la ciudad, quisimos luego,

(Espacio)

con un poco de azogue del agua, pintar el reverso

apagado del cielo.

Ventana de sol

Yo tal laba el cristal ciego por el áureo vapor del so l. Se adhería la luz a la luz en aquella cortina de oro.

(Espacio)

Fuera de mí la vida era en el viento el fantástico viaje que no cesa jamás: dentro de mí, sentía la fatal opresión de mi descanso.

Manos que fueron fuertes mal podían dóci les ser como la oveja al reclamo vibrante del pastor: Yo las quisiera activas, suficientes para romper la luz, el viento, mis cadenas de acero y de diamante. Yo tal laba el cristal ciego por el áureo vapor de sol. y era eterna la luz de la mirada y absurda la faena de mis manos.

Soñaba que los árboles tenían - ioh tarde de la joven primaveral-

hojas verdes y frutos amari llos, casi rojos del vino del amor, del rubor del amor y la alegría.

Mas las manos inútiles tallaban el cristal con su doble capa de luz y de aurora.

El viento iba cantando por las calles la canción que no quise comprender ..

(Espacio)

Mujer desnuda

Nevó toda la noche sobre el jardín de tu cuerpo: mas todavía hay rosas y botones abiertos.

Las dóciles hebras suti les de la última rama del árbol caen como lluvia de oro sobre la firme blancura de los tallos.

Violetas, que se ocultan en la hierba de tus pestañas apasionadas y profundas.

Hay dos rosas dormidas con turbador ensueño en las magnolias impasibles de tus senos.

y más oro en los muslos, porque pinta el sol la seda de los musgos. y tus pies y tus manos, menudas y largas I-aíces, ahondan la t ierra temblorosa de amor de los jardines.

(Espacio)

I

JOSÉ GOROSTIZA 1901

Menos de veinte poesías son mi obro, y de ellos escribí lo mayor porte en I 918 y I 9, cuando ero un muchacho ape­nas. El mérito, si mérito es, que encuentro en mis Canciones para cantar en las barcas, consiste en lo atormentado selec­ció n que hizo ~otar estos veinte poesías sobre un fondo de

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centenares de versos molos, muchos sugeridos por lo lectura de poetas mayores; muchos vaciados en moldes viejos, y en los más viejos quizá, con el deseo de producir -aun por para­dojo- un tono nuevo. Mi libro es un libro de liquidación espi­ritual. Lo poco que hoyo en él de mi gusto de hoy fue pues­to entonces, cuando hube de preferir entre lo mío de antes. No condeno mi obra, sin embargo. Como poesía es bien pobre, lo sé. Pero dentro de su debilidad arquitectónico, sus numerosos toques de mol gusto, su temperatura de emoción directo, tiene no sé qué de cohesión e individualidad que ha de ser el esqueleto de mi obra futuro.

¡Quién me compra una naranja?

¿Quién me compra una naranja para mi consolación)

Una naranja madura en forma de corazón.

La sal del mar en los labios,

iay de m¡1, la sal del mar en las venas y en los labios recogí.

Nadie me diera los suyos para besar.

La blanda espiga de un beso yo no la puedo segar.

Nadie pidiera mi sangre para beber. Yo mismo no sé si corre o si deja de correr.

Como se pierden las barcas, ¡ay de m¡1, como se pierden las nubes y las barcas, me perdí.

y pues nadie me lo pide, ya no tengo corazón. ¿Quién me compra una naranja para mi consolación)

La orilla del mar

No es agua ni arena la orilla del mar.

El agua sonora de espuma senci lla, el agua no puede formarse la orilla.

y porque descanse en muelle lugar, no es agua ni arena la orilla del mar.

Las cosas discretas, amables, sencillas; las cosas se juntan como las orillas.

Lo mismo los labios si quieren besar.

No es agua ni arena la orilla del mar. Yo sólo me miro por cosa de muerto; solo, desolado, como en un desierto.

A mí venga el lloro, pues debo penar. No es agua ni arena la ori lla del mar.

Se alegra el mar

Iremos a buscar hojas de plátano al platanar.

Se alegra el mar.

Iremos a buscarlas en el camino, padre de las madejas de lino.

Se alegra el mar.

Porque la luna (cumple quince años a pena) se pone blanca, azul, roja, morena.

Se alegra el mar.

Porque la luna aprende consejo del mar, en perfume de nardo se quiere mudar.

Se alegra el mar.

Siete varas de nardo desprenderé para mi novia de lindo pie .

Se alegra el mar.

Siete varas de nardo; sólo un aroma, una sola blancura de pluma de paloma.

Se alegra el mar.

Vida - le digo-, blancas las desprendí, yo bien lo sé, para mi novia de lindo pie.

Se alegra el mar.

Vida - le digo-, blancas las desprendí. iNo se vuelvan oscuras por ser de m¡1

Se alegra el mar.

Acuario

Los peces de colores juegan donde cantaba Jenny Lind.

Jenny era casi una niña por mil ochocientos cuarenta; pero tenía un glu-glu de agua embelesada en la piscina etérea de su canto.

New York era pequeño entonces.

Las casitas de cuatro pisos

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debian de secar la ropa recién lavada sobre los tendederos azules de la madrugada.

Iremos a Battery Place -aqul. tan cerca-a recibir saludos de pañuelo que nos dirigen los barcos de vela.

y las sonrisas luminosas de las cinco de la tarde, oh, si darían un brillo de luciérnaga a las cal les.

Luego, cuando e l iris del faro ponga a t iro de piedra el horizonte , tendremos pesca de luces blancas, amari llas, rojas, para o lvidarnos de Broadway.

Porque Jenny Lind era como e l agua reida de burbujas en que los peces de colores juegan.

Romance

La niña de mi lugar tiene de oro las cejas, y en la mirada, desnudas, las luces de las luciérnagas.

¿Has visto pasar los barcos desde la ori ll a)

Recuerdan sus faros malabaristas, verdes, azules y sepia, que tu mirada trasciende la oscuridad de la niebla, y, más aún, la ilumina a punto de transparencia.

¿Has visto flechar las garzas a las nubes)

Me recuerdan si diste al aire los brazos cuando salimos de tierra, y e l biombo lila del aire

con tus adioses se lle na.

y si cantas -icanta, sl1-, tu voz anula mi ausencia; mástiles, jarcias y viento se confu nden con tan lenta sencilla sonoridad con tan pausada manera,

que no sería más claro e l tañido de una estrell a.

Ro binsón y Simbad, náufragos incorregibles, ¿mi queja a quié n la podré confiar sino a vosotros, apenas? Que yo naufragara un d ía. ¡Las luce s de las lucié rnagas iban a licuarse todas

en un hilo de agua tierna!

Dibujos sobre un puerto

El albo

El paisaje marino en pesados colores se dibuja. Duermen las cosas. Al salir, el alba

parece sobre el mar una burbuJa. y la vida es, apenas, un milagroso reposar de barcas en la blanda quietud de las arenas.

Lo tarde

Ruedan las olas frágiles de los atardeceres como limpias canciones de mujeres.

Nocturno

El si lencio por nadie se quebranta, y nadie lo deplora. Sólo se canta a la puesta del sol. desde la aurora.

Mas la luna, con ser de luz a nuestro simple parecer. nos parece sonora

cuando derraman sus manos ligeras las ági les sombras de las palmeras.

Elegía

A veces me dan ganas de llorar. pero las suple el mar

Cantarcillo

Salen las barcas al amanecer No se dejan amar. pues suelen no volver o sólo regresan a descansar

El foro

Rubio pastor de barcas pescadoras.

Oración

La barca morena de un pescador. cansada de bogar. sobre la playa se puso a rezar: ¡Hazme, Señor. un puerto en las oril las de este mar!

Otoño

Un aire frío dispersó la gente, ramaje de colores. Mañana es el primer dia de otoño. Los senos qu ieren iniciar un viaje de golondrinas en azoro, y la mirada enfermará de ausencia.

iOtoño, todo desnudez de oro'

Pluma de garza contra el horizonte

es la niebla en e l alba.

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Lo borrará de pronto con un ala lejana; pero tendré la tarde aclarecida, aérea, musical de tus preguntas esas eternas blandas.

iOtoño, todo desnudez de orol

Tu silencio es agudo como un mástil. Haré de viento orífice. y al roce inmaterial de nuestras pausas, en los atardeceres del otoño, nunca sabremos si cantaba el mástil o el viento mismo atardeció sonoro.

iOtoño, todo desnudez de orol

Panorama

En la esfera celeste de tus ojos, de noche. La luna dentro, muerta en el gracioso número del naufragio. Después, apenas una atmósfera delgada, tan azul que lo azul era distancia del pensamiento a la mirada.

Ventanas

¿No es éste un viaje también, tan sólo un viaje por tus ventanas) Mira: toda la ciudad enfrente

imiopel

con sus obscuras antiparras de niebla. ¿O será que respiro tan cerca que te mancho los ojos) Quiero escribir en el cristal: "iTe quierol"

ipero toda la ciudad se enteraríal

MANUEL MAPLES ARCE

Prisma

Yo soy un punto muerto en medio de la hora, equidistante al grito náufrago de una estrella.

Un parque de manubrio se engarrota en la sombra, y la luna sin cuerda me oprime en las vidrieras.

Margaritas de oro deshojadas al viento.

La ciudad insurrecta de anuncios luminosos fiota en los almanaques, y allá de tarde en tarde, por la calle planchada se desangra un eléctrico.

El insomnio, lo mismo que una enredadera, se abraza a los andamios sinoples del telégrafo, y mientras que los ru idos descerrajan las puertas, la noche ha enfiaquecido lamiendo su recuerdo.

El silencio amarillo suena sobre mis ojos. iPrismal, diáfana mía, para sentirlo todol

Yo departí sus manos, pero en aquella hora gris de las estaciones, sus palabras mojadas se me echaron al cuello, y una locomotora sedienta de kilómetros la arrancó de mis brazos.

Hoy suenan sus palabras más heladas que nunca. iY la locura de Edison a manos de la lluvia!

El cielo es un obstáculo para el hotel inverso refractado en las lunas sombrías de los espejos; los violines se suben como la champaña, y mientras las ojeras sondean la madrugada, el invierno huesoso t irita en los percheros.

Mis nervios se derraman. La estrella del recuerdo

naufragada en el agua del silencio. Tú y yo

coincidimos

meditación temática deshOjada en jardines.

Locomotoras, gritos, arsenales, telégrafos.

El amor y la vida son hoy sindicalistas,

en la noche terrible,

y todo se di lata en círculos concéntricos. (Andamios interiores)

y nada de hojas secas ...

(La mañana romántica, como un ruido espumoso, se derrama en la calle de este barrio incoloro por donde a veces pasan repartiendo programas, y es una clara música que se oye con los ojos la palidez enferma de la super-amada.

En tanto que un poeta, colgado en la ventana, se muere haciendo gárgaras de plata electrizada, subido a los peldaños de una escala cromática, barnizo sus dolencias con vocablos azules,

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y anclada en un letargo de cosas panorámicas, su vida se evapora lo mismo que un perfume,) - Mi tristeza de antes es la misma de hoy - Tú siempre con tus cosas,

- iOh poeta, perdón l

(En el jardín morado se rompe el equ ilibrio fragante de una flor.)

-Sol, blancura, etc., y nada de hojas secas, - La vida es sólo un grito que se me cuelga al cuello lo mismo que un adiós, - Hablemos de otra cosa, te lo ruego,

(Su voz t iene dobleces románticos de fe lpa que estuvo mucho t iempo guardada en naftalina, y duerme en sus cansancios ingrávidos de enferma, la elegancia de todas las cosas amarill as,

y mientras la mañana, atónita de espejos, estalla en el alféizar de la hora vulgar, el dolor se derrama, lo mismo que un t intero, sobre la partitura de su alma musical.)

(Andamios interiores)

Al margen de la lluvia

Al margen de la lluvia en los cafés insomnes, los perfiles se duermen en las láminas sordas, y es ahora que todo coincide en 105 re lojes; mi corazón nostálgico ardiéndose en la sombra,

Después de 105 vulgares asombros del periódico en que sólo se oye el humo de las pipas, florecen a intervalos las actitudes lívidas retropróximamente en 105 paraguas cón icos,

Deduzco de la lluvia que esto es definitivo, ¿Quién está en el manubrio? Hay un corto circuit o,

La t rama es complicado siniestro de oficina, y algunas señoritas, literalmente teóricas, se han vuelto perifrásticas, ahora en re bemol, con abandonos tácti les sobre el papel de lija,

Explotan las estrellas eléctricas en flor. Pero más que todo esto, en el sintaxicidio de unos cuantos renglones desgarrados de adioses: iOh su carne amarillal

iMis dedos retroactivos l

(En el piano automático se va haciendo la noche,)

y en el mismo declive del interior romántico, me interrumpo en un faro de automóvil, en tanto - bohemios romboidales-, mi corazón se llueve; la tarde en las vidrieras traquetea como un tren, y mi dolor naufraga, definitivamente, en la literatura de todos 105 "ayer",

y en las palpitaciones cardíacas del pañuelo hay un desgarramiento de frases espasmódicas,

El ascensor eléctrico y un piano intermitente complican el sistema de la casa de "apartments", y en el grito morado de los últ imos trenes intuyo la distancia,

A espaldas de la ausencia se demuda el telégrafo, Despachos emotivos desangran mi interior. Sugerencia, L- IO, y recortes de periódico; oh dolorosa mía, tú estás lejos de todo, y estas horas que caen amari llean la vida,

En el fru-fru inalámbrico del vestido automático que enreda por la casa su pauta seccional, incido sobre un éxtasis de sol a las vidrieras, y la ciudad es una ferretería espectral.

Las canciones domésticas de codos a la ca lle,

(iEl la era un desmayo de prestigios supremos y dolencias católicas de perfumes envueltos a través de mis dedosl)

Accidente de lágrimas, Locomotoras últimas renegridas a fuerza de gritarnos adiós, y ella en tres latitudes, ácida de blancura, derramada en silencio sobre mi corazón,

Canción desde un aeroplano

Estoy a la intemperie de todas las estéticas; operador siniestro de 105 grandes sistemas, tengo las manos llenas de azu les continentes,

Aquí, desde esta borda, esperaré la caída de las hojas, La aviación anticipa sus despojos, y un puñado de pájaros defiende su memoria,

Canción florecida de las rosas aéreas, propulsión entusiasta de las hélices nuevas,

(Andamios interiores)

metáfora inefable despejada de alas, Cantar.

Cantar. Todo es desde arriba equilibrado y superior, y la vida

(Andamios interiores) es el aplauso que resuena en el hondo latido del avión,

Tras los adioses últimos

Tardes alcanforadas en vidrieras de enfermo tras los adioses últimos de las locomotoras,

Súbitamente el corazón voltea los panoramas inminentes; todas las calles salen hacia la soledad de los horarios;

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subversión de las perspectivas evidentes: looPing the loop en el trampolín romántico del cielo, ejercicio moderno en el ambiente ingenuo del poema: la Naturaleza subiendo el color del firmamento.

A l llegar te entregaré este viaje de sorpresas, equilibrio perfecto de mi vuelo astronómico: tú estarás esperándome en el manicomio de la tarde, así, desvanecida de distancias, acaso lloras sobre la palabra otoño. Ciudades del norte

de la América nuestra, tuya y mía:

New- York, Chicago, Baltimore.

Reglamenta el Gobierno los colores del día, puertos tropicales del Atlántico, azules litorales del jardín oceanográfico, donde se hacen señales los vapores mercantes: palmeras emigrantes,

río canlbal de la moda, primavera, siempre tú, tan esbelta de tlores. País donde los pájaros hicieron sus columpios. Hojeando tu perfume se marchitan las cosas, y tú lejanamente sonríes y destellas, ¡oh novia electoral, corroussel de miradas! lanzaré la candidatura de tu amor hoy que todo se apoya en tu garganta, la orquesta del viento y los colores desnudos. Algo está aconteciendo allá en el corazón.

Las estaciones girando mientras capitalizo tu nostalgia, y todo equivocado de sueños y de imágenes: la victoria alumbra mis sentidos y laten los signos del zodíaco.

Soledad apretada contra el pecho infinito. De este lado del t iempo, sostengo el pulso de mi canto: tu recuerdo se agranda como un remordimiento, y el paisaje entreabierto se me cae de las manos.

(Poemos interdictos)

Paroxismo

Camino de otros sueños salimos con la tarde: una extraña aventura nos deshojó en la dicha de la carne, y el corazón fluctúa entre ella y la desolación del viaje.

En la aglomeración de los andenes rompieron de pronto los sollozos: después, toda la noche debajo de mis sueños, escucho sus lamentos y sus ruegos.

El tren es una ráfaga de hierro que azota el panorama y lo conmueve todo.

Apuro su recuerdo hasta el fondo del éxtasis, y laten en el pecho los colores lejanos de sus ojos.

Hoy pasaremos junto del otoño y estarán amarillas las praderas.

iMe estremezco por ella! iHorizontes deshabitados de la ausencia!

Mañana estará todo nublado de sus lágrimas, y la vida que llega es débil como un soplo.

Saudade

(Poemos interdictos)

Estoy solo en el último tramo de la ausencia, y el dolor hace horizonte en mi demencia. A llá lejos, el panorama maldito,

iYo abandoné la Confederación sonora de su carne!

iSobre todo su voz, hecha pedazos entre los tubos de la música!

En el jardín interdicto -azoro unánime­

el auditorio congelado de la luna.

Su recuerdo es sólo una resonancia entre la arquitectura del insomnio.

iDios mío, tengo las manos llenas de sangrel

Y los aviones, pájaros de estos climas estéticos, no escribirán su nombre en el agua del cielo.

(Poemos interdictos)

SALVADOR NOVO 1904

Yo pienso que mis versos estón muy bien para el tiempo en que los escribí. Mientras yo me ejercitaba por expresarm: en versos medidos, el mundo se libraba de los medidos poe­ticas, y cuando lo hizo completamente encontré que, en mis poemas, me hollaba de acuerdo con el mundo. No creo, sin­ceramente, volver o hacerlos. Sin embargo, no puedo asegu­rar nodo, pues no los hice nunca deliberadamente.

Viaje

Los nopales nos sacan la lengua, pero los maizales, por estaturas, con su copetito mal rapado y su cuaderno debajo del brazo nos saludan con sus mangas rotas.

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Los magueyes hacen gimnasia sueca de quinientos en fondo el 501 -policía secreto-(tira la piedra y esconde la mano) denuncia nuestra fuga ridícula en la linterna mágica del prado.

A la noche nos vengaremos encendiendo nuestros faroles y echando por tierra 105 bosques.

Alguno que otro árbol quiere dar clase de filología. Las nubes inspectoras de monumentos sacuden las maquetas de 105 montes.

¿Quién quiere Jugar tenis con nopales y tunas sobre la red de 105 telégrafos) Tomaremos más tarde un baño ruso en el jacal perdido de la sierra. Nos bastará un duchazo de arco iris. Nos secaremos con algún stratus.

Almanaque

Tenemos doce lugares para pasar las estaciones: el verano se puede pasar en junio, el otoño se debe pasar en octubre.

El tiempo nos conduce por sus casas de cuatro pisos con siete piezas. Sala, dos recámaras,

comedor. patio, cocina y cuarto de baño. Cada día cierra una puerta que no volveremos a ver y abre otra sorprendente ventana.

El aire derribó dos cuartos del último piso de febrero.

El aire se serena y seguiremos buscando casa.

(XX Poemas)

11

La guadaña del minutero hizo centro de su compás en el centro de nuestro vientre . Para 105 buzones de la vida necesitábamos certificado.

Address your mail to street and number y estamos en la poste restante sin hallar en diciembre ni en marzo la plegadera de una sonrisa.

iNuestro ombligo va a ser para 105 filatelistas!, y seremos devueltos al remitente ajados, con cicatrices y llenos de noticias atrasadas ...

Cine

Amiga inmotivada del cine cuyos objetos de mano fueron culpables de nuestra amistad -como en la literatura castellana­porque cayeron junto a mí.

Añadiste tu ciencia al dolor de mi Eclesiastés, y mientras archivaba tus palabras la orquesta penetró mis recuerdos, una familia entraba a tientas donde tú y yo veíamos y leíamos "/'ts a Paramount Picture", el ventilador tragaba suspiros para probar el disco de Newton y la palissade de Campoamor; hay paletas, chicles, chocolates; pero a ti te excita que 105 que se aman sufran de modo tan poco jurídico.

Asistimos al cine como quien no sabe el papel y va a verlo ensayar por profesores.

El director sabe siempre cómo acabarán las cosas y nosotros deberíamos ya saberlo.

Mientras llega el fin y podemos irnos a casa lloremos tengamos oJos ávidos manos crispadas o sonrisas.

Todo eso ayuda para el cine.

Naufragio

iQue me impregne el vendaval de las horasl

Huyo de 105 hongos cúpulas paraguas paracaídas y caídos. iViento, lluvia, azótame,

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(XX Poemas)

(XX Poemas)

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amásame un alma olorosa, agua que fuiste cenagosa y te purificaste en los azules tendederos'

Sepúltame contigo, no esperes de mí un impulso, he sido siempre solamente un cajón con un espejo de vidrios de colores.

iCorramos a la lluvia! Nunca ha estado tan orquestada, es el Placer-que-Dura-un-Instante, y además ya inventaron los pararrayos.

Esta ola de viento sabe a torsos y a hombros desnudos y a labios, y huele a miradas.

Mar, mar adentro y luego húndeme y desgájame, no quiero nunca guardar nada más.

Romperé mis anteojos verdes y el sol bailará para mí como un niño idiota que busca el juguete que naufragó.

(XX Poemos)

Resúmenes

11

Mis libros tienen en sí las épocas en que los leí. Lo legende des siec/es, tres semanas en cama, sal de frutas y termómetros.

Para las vacaciones en el campo -nunca églogas ni geórgicas-, Sherlock Holmes y Rollinat. y en las antesalas del médico, monsieur Bergeret a París. y odio abrirlos, porque creo en la resurrección de la carne.

iNathanael, Nathanael, Harald Hoffding tiene la culpa de estas cosas' Cuando resurrezcamos -yo tengo pensado hacerlo­entre nosotros y este siglo habrá una asociación de ideas a pesar de nuestro formato.

Desde mi rincón ahora que he volteado la cara, veo t res ángulos.

Infantil problema, Divina Providencia, cada gato ve tres gatos, y no son sino, bien visto, cuatro puntos de fósforo en resumen.

Un hijo, un libro, un árbol y un solo corazón verdadero.

Antaño yo era joven y no sabía la regla de t res.

(XX Poemos)

Hanon

Como un índice vago por el teclado de los días y cada siete veces una vez exclama el corazón un do de pecho.

Las noches siempre son más altas y un bemol no reconocible. ¡Esconderse entre dos altas noches y la raíz de un sol'

Envidia de los que tienen manos ágiles para el recuerdo y la esperanza porque de ellos es la sonata. La libertad de imprenta -oh cabezas numerotées-os da el derecho de creerlo. Sólo yo sé por mi método cartesiano - el mejor método de piano­

que cada siete veces es domingo hasta en Haití y hasta en Santo Domingo.

y que cada mañana la ciudad rumia el chicle solar de sus paredes y lo hace dúctil sobre las personas que como yo no son más que un índice y han recorrido ya todo el teclado.

Temprano

Flota en el cie lo acuo espuma blanca de jabón. La ciudad se seca los rostros con deshilados de neblina y abre los párpados de acero.

Es extraord inariamente temprano, pero me repugnaba el sueño como un cuerpo no amado y poseído.

Ciudad nublada y fría, yo no había sospechado este cambio de ambiente y personajes.

El alma tiene prisa de viajero como si fuera a despedir a su pasado a la estación. Los trenes son exactos en partir.

(XX Poemos)

La noche se ha borrado de todos los ojos. Un pequeño deber fi ja los rostros aprender, enseñar, trabajar." Han muerto el tacto y el sabor. Parece que hasta tengo corazón. ¡Ay, la mañana' ¿Por qué ahogarla en el primer cigarrillo)

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(XX Poemos)

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Diluvio

Espaciosa sala de baile alma y cerebro dos orquestas, dos. Bai le de trajes. Las palabras iban ent rando: las vocales daban el brazo a las consonantes. Señoritas acompañadas de caballeros, y t enían trajes de la Edad Media y de muchísimo antes, y ladrillos cunei formes, papiros, tablas, gama, delta, ómicron, peplos, vestes, togas, armaduras, y las pieles bárbaras sobre las pieles ásperas y el gran manto morado de la cuaresma, y el color de Infierno de la vestidura de Dante, y todo el alfalfar caste llano, las pelucas de muchas Julietas rubias, las cabezas de lokanaanes y Marías Antonietas, sin corazón ni vientre, y el príncipe Esplendor vestido con briznas de brisa, y una pr incesa monosilábica que no era ciertamente madame Butterily, y un negro elástico de goma, con ojos blancos como incrustaciones de marfil. Danzaban todos en mí cogidos de las manos frías, en un antiguo perfume apagado: tenían todos trajes diversos y distintas fechas, y hablaban lenguas diferentes.

y yo lloré inconsolablemente porque en mi gran sala de bai le estaban todas las vidas de todos los rumbos bailando la danza de todos los siglos,

iY era, sin embargo, tan triste esa mascaradal

Entonces prendí fuego a mi corazón, y las vocales y las consonantes flamearon un segundo su penacho, y era lástima ver el turbante del gran visir tronar los rubíes como castañas, y aquellos preciosos trajes Watteau, y todo el estrado Queen Victoria de damas con altos peinados. También debo deci r que se incendiaron todas las monjas B.C y CO D , y que muchos héroes esperaron estoicamente la muerte, y otros bebían sus sortijas envenenadas. y duró mucho el incendio: mas vi al fin en mi corazón únicamente

el confetti de todas las cenizas, y al removerlo encontré una criatura sin nombre, enteramente, enteramente desnuda, sin edad, muda, eterna, y ioh, nunca, nunca sabrá que existen las parras y las manzanas se han trasladado a California, y ella no sabrá nunca que hay trenesl

Se ha clausurado mi Sala de Baile:

mi corazón no tiene ya la música de todas las playas. De hoy más tendrá el silencio de todos los siglos.

(XX Poemas)

El amigo ido

Me escribe Napo león: "El Colegio es muy grande, nos levantamos muy temprano, hablamos únicamente inglés, te mando un retrato de la escuela ...

Ya no robaremos juntos dulces de las alacenas, ni escaparemos hacia el río pal"a ahogarnos a medias y pescar sandías sangrientas.

Ya voy a presentar sexto año: después, según todas las probabi lidades, aprenderé todo lo que se deba, seré médico, tendré ambiciones, barba, pantalón largo.

Pero si tengo un hijo haré que nadie nunca le enseñe nada. Quiero que sea tan perezoso y feliz como a mí no me dejaron mis padres,

ni a mis padres mis abuelos. ni a mis abuelos Dios".

(Inédito)

BERNARDO ORTIZ DE MONTELLANO 1899

Para inventarme vida y pensamiento he perdido lo memo­ria: por eso dudo -desconfianza, orgullo- del volar de mis libros publicados Avidez y El trompo de siete colores. Creo que acerté sólo en los titulas.

Los poemas en prosa, dibujos de palabras, inéditos, res­ponden o un esfuerzo de pureza dentro de lo sencillez de mi estilo. Como pienso con cforidod no puedo ser ininteligi­ble, lo que sobrón perdonarme los lectores inteligentes.

Sin propósitos ni esfuerzo sigo lo sensibilidad de mi pue­blo: distingo su paisaje: dejo correr, o veces, lo gracia pro­fundo del folklor. Creo que es yo comino de originalidad no

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ser siempre extranjero. Infantil. ingenuo. solido de mí mismo: esto seró lo personal. lo mío.

Por ahora prender en poesía nuevo un arte de juglar y prestimano que dé:

oídos al color y tacto a la ceguera de los prados.

Impresión

Pesa poco la luz sobre mis hombros. Fardo ligero me parece el día. Como recién llegado miro a todos los vientos. Acróbata escondido. salta mi pensamiento sobre la cuerda floja de la primer mentira.

¿ Habré desembarcado. sin saberlo. anoche en algún puerto? Tengo curiosidades de viajero. y como para un niño. para mí. todo es nuevo.

El sol tiende en la calle sus diseños. entretenido en recortar siluetas. Ignoro si es abril o si es invierno: lo dijera el viento si anduvieran desnudas las doncellas.

Para mí todo es nuevo. Han cambiado mis ojos o la vida ha cambiado. todo. ciudad y campo. me parece distinto o. más bien. olvidado.

Por tan rara alegria: ¿soy un chiquillo que descubre el día o un viajero recién desembarcado?

A nuestro amor le falta .. .

A nuestro amor le falta una campiña azul y larga donde correr pudiera. como. en su cauce. el agua.

A nuestro amor le falta la brisa del paisaje para poder sentirnos dos pájaros de viaje.

Un paisaje ...

de los maizales lacios. de la rosa. en abril. y de la tierra. en junio, cuando se oye latir la sien del mundo.

El efluvio

Un coro de fragancias campesinas que ronden nuestras horas tranqui las. Una voz de labriego diciendo: "Buenos días ... "

A nuestro amor le falta un recuerdo de viaje. un camino sin casa y un paisaje ...

(El trompo de siete colores)

Croquis

Un cielo gris que amenaza lluvia, tormenta o nevasca.

Un cinturón de montañas. Una tierra seca y árida.

Ni una nube, ni una casa que pongan su nota blanca.

El viento. lento y sin ganas, se quedó sobre unas palmas.

(El trompo de siete colores)

Los cinco sentidos

11

111

IV

V

En el telar de la lluvia tejieron la enredadera - ¡madreselva, blanca y rubia!­de tu cabellera negra.

¡Si el picaflor conociera a lo que tu boca sabe! ...

Iluminados y obscuros

capulines de tus ojos. como el agua de los pozos copian luceros ilusos.

Cuando te toco parece que el mundo a mí se confía, porque en tu cuerpo amanece, desnudo pétalo, el día.

Por tu voz de mañanitas he sabido despertar de la realidad al sueño. del sueño a la realidad.

(El Trompo de Siete Colores)

Amor y olvido

Naranja dulce, limón partido, ¡ay, que a eso sabe lo que te pido' Dulce naranja y agrio limón: las dos mitades del corazón.

Amor en una y en la otra olvido. ¡ay, que a eso sabe lo que te pido!

(El trompo de siete colores)

Cantar

A treinta pisos del agua, gitana de los espejos, la hojita de la retama. verde cicatr iz del viento, ¿quién la señala, perdida,

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en el aroma que anuncia a las flores amarillas?

Perdida como la vi, en la profunda mañana de tus ojos de agua clara, comprendí ...

A treinta pisos del agua, verde cicatriz del viento, la hojita de la retama icondecora tu silencio!

Mujer de media noche

Antes de amanecer tengo tus manos -anclas de mi bajel-,

(Inédito)

atan la nube móvil y viajera de mis obscuros pájaros.

Antes de amanecer tengo tus ojos. Finas guadañas que recortan la luz, en tus pestañas, y el anuncio del sol en la sonrisa que pones a dorar sobre la sábana.

Vivas sombras de insomnio perfilan el silencio.

iOigo pasar, en tu color, el alba!

Te miro, así, desnuda, blanca, en la profunda sombra: iantes de amanecer diamante y ancla!

Romance

Neblina: dime quién viene. - La boca que tiene sed; iay, los ojos que no duermenl

Agua, novia de la fuente, siempre atisbando, ¿qué te suspende? - El paso de nuevos pájaros.

Agua mansa resbalando entre los dedos del ocio ... -iLíbreme D ios! Voy andando.

Barquichuelos de papel, flota de nubes extrañas. -No acerques, no, las pestañas, porque comienza a llover.

En el pozo negro, fno, guardo la duda ... -Endereza, pez, al no:

ime interesa su conductal

Gota azul: dime quién viene. -La boca que tiene sed; iaY. los ojos que no duermenl

Espejismo

Niño feliz, el viento marinero infla el acordeón de las coli­nas para que, sobre cubierta, en el S. S. "Otoño", dance la nube más ligera a la vista del puerto juglar que, en la bahía, juega con antorchas y cuchi llos luminosos.

Cuando el viento marinero desembarque, paseará por las avenidas atropellando a las muchachas con su balanceo; niño feliz, llamará a todas las puertas, golpeará los cristales de todas las ventanas, para huír después, con la risa pueril de la maldad, a la vista de tantos iracundos rostros de por­teros, engañados.

(Tan-tanl

- ¿Quién es? - El viento marinero.)

Al amanecer, con la blusa desgarrada y perdidas las estrellas de la pechera celeste, volverá a bordo y será castigado, puesto a pintar iél solol el casco azul de la mañana.

(Red)

Paseo

Al doblar la esquina del pañuelo, máscara del rostro, me alcanzaron las primeras gotas llovidas de su llanto. Quise huír, temeroso de las palabras inútiles -iHUIRI- , pero las ini­ciales de su nombre, bajorrelieves bordados en el lino, lo impidieron.

iSu nombrel iDos policías en la esquinal iToda la noche mirando el cielo obscuro por los cristales, de telescopio, de sus lágrimasl

(Red)

GILBERTO OWEN

Gilberto Owen es un bailarín, ~aco, modesto y disciplinado; hablo dogmático desde que, hoce cuatro años,jugó un rever­so heroico de lo opuesto de Pascal, y empezó o tirar los dados del arte para no ganar nodo, acertando, o perderlo todo, por temor de equivocarse.

Como también esto manera de crítico es lo que piensan los hombres sensatos de los hombres que se mueven, este bailarín se siento alguno vez o mirarse ir y venir; sus vueltos no son un medio, sino un fin, pues carece de aspiraciones horizontales. Viajar - eso glotonería, dice Allain- no es ne­cesario; moverse sí es necesario. Owen se mueve rítmica­mente, pero con lentitud, pues su agilidad no alcanzo siquie­ra ese salto de doce horas, ojos cerrados, de lo noche; tiene que sortear lo zanjo poco o poco; viendo, o obscuras, con los dedos, pensando así los versos de Desvelo. Yo sin músico, lo visión paróptica sigue el olambre invisible, uno arista ape­nas, "del filo de los doce". En realidad es lo frontera del sueño, y el libro ahí nacido se llamo Línea.

Cree en el movimiento puro, desinteresado; sin embargo, un querido calumniador que le vio peripatético boja esos manzanos de que los musas maduras se arrojan sobre los sabios distraídos, descubriendo lo ley de Owen, asegura su conversión 01 modelo cezanneano, y que

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... para tener en paz y en regla a su postura, le roba al tiempo su madura edad.

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Sombra

Mi estrella -óyela correr- se apagó hace años-o Nadie sabría ya de dónde llega su luz, entre los dedos de la distancia. Te he hablado ya, Nathanael, de los cuerpos-sin sombra. Mira, ahora, mi sombra sin cuerpo.Y el eco de una

voz que no suena. Y el agua de ese río que, arriba-está ya seco, como al cerrarle de pronto la llave al surtidor, el cho­rro mutilado sube un instante todavía. Como este libro entre tus manos, Nathanael.

Teologías

Como caía la tarde, el techo se levantaba, poco a poco, hasta perderse de vista. Y como las paredes huían también-agaza­pándose, pronto la sala dejó de serlo, ilimitada. A l fondo esta­ba el hombre grueso y vehemente a quien mal llamamos Chesterton. Entre sus dedos, sólo Milhaud respiraba.

y como apenas Ibamos al final , no había suced ido sino la música. No, no. También había sucedido, un poco, la pintura.

Mientras tus hermanas destrozaban al músico, Eurídice se lamentaba, bisbiseando, a mi lado. Parecía una feminista, pero eras tú: -Sacamos siempre la peor parte. Si es una la que voltea, ya se sabe, estatua de sal.Y si Orfeo vuelve el rostro, es a una y no a él a quien de nuevo encierran en el infier­no. No es justo, pero es divino.

Yo quería advertirle que en griego se dice de otro mo­do; pero por aquel tiempo empecé a tener la misma edad de los personajes de mis sueños, para enseñarte a morir sin ruido. Me interesaban dos fi chas o fechas equ ivocadas, y si te hablaba era sólo de ausencias, de manera que las pala­bras se resignaban a hacer tan poco, tan casi nada, tan nada de ruido como el silencio. Y nos sentíamos llenos de algo que por comodidad llamamos simplemente Dios. Pero era otra, otra cosa.

Alegoría

Hemos perdido el tren. iQué gustol ¿Qué pena? Abrimos las maletas; cada recuerdo vuelve a su sitio. Nos leen libros sin importancia. Nos miman, nos gradúan paulatinamente, en gastronomía.

Luego salimos a la calle, y al gritar que nos han robado - ipero si no acusamos a nadie! - hay un señor patético que

ofrece: -iQue se me registre!

Es un vendedor de almanaques. Vocea el más Antiguo Galván. Se tiñe de cristal las barbas y parece lampiño. Es posible que no tenga, en efecto, nuestro re loj. ¿Vamos ha­ciendo el inventario? Una guadaña cortaplumas, en la mu­ñeca un reloj de arena. Alguna bolsa secreta, sin embargo, nos faltará por registrar: Nuestros compañeros no saben zoología, pero ya hemos advertido en él cosas de canguro.

Lo desnudamos al fin y lo sacamos a él mismo, todo de oro, de su bolsa de marsupial. Luego la cosa es muy aburri ­da, porque tiene él otra bolsa, en la que también está él, que a su vez tiene una bolsa".

¿Cuándo acabaremos de leer a Proust)

Viento

Recuerdo el paraje del aire donde se guardan las cartas perdidas, las palabras que decimos cuando pasa un tren, seguros de no ser oídos, y los globos de colores que el cielo va deshaciendo, bolas de caramelo, cada vez más pequeños hasta ser só lo un punto en su boca azul, y luego nada, sino el llanto, abajo, de los niños a quienes se les escaparon.

A lí-Babá llega todas las mañanas a guardar ahí su botín; por la noche, cuando baja a la tierra y al mar, vigila su retra­to, que es sólo un ventilador eléctrico. Sin el espantapájaros éste, las cosas echarían a volar:

También recuerdo una gruta submarina en cuyo hueco se había quedado prisionero, para siempre, un poco de

viento. Con los años había enmudecido y estaba paralítico, enseñándole la lengua, y cuando el viento jugaba, afuera, a la tormenta, el agua se vengaba, oprimiéndolo para ahogar­lo; crujía tremendamente su carne inasible, y en vano se defendía hundiéndole al agua balas de burbujas.

y recuerdo también esa hora del sueño donde se es­conden los hechos que la vida desdeña. Yo pasaba todas las noches y arrancaba a hurtadillas algunas imágenes. Cuando el sol me las borraba, empecé a guardarlas en un libro de versos. Pero ahí estaban más muertas todavía.

Maravillas de la voluntad

iOh, Miss Hannah l ¿Quién tuvo la culpa? - Tú, atada al már­mol, ¿no lo eras también, helada y virgen) iOh, Miss Hannah, Capicúa: lo sajón te lo leía yo en el rostro, pero en el pie mis amigas, que te lo veían inmenso, todo el oriente en los suyos tapatíos. Capicúa. -Ay, tu sajona voluntad sin empleo.

Una luna rival cortó afilada el candado de los leones ver­daderos. Miss Hannah, atada al mármol, para devorada de mentiriji llas, y el director que huía, y las armas inútiles por sus balas de salva, y sálvese el que pueda, y Miss Hannah lo podía, y el héroe no lo era tanto, y ella era la Ingenua en aquella pelícu la, pero aún no la escena en que tenía que llo­rar y no lo había ensayado.

La elegancia, decía Brummel, es pasar inadvertido. ¿Qué más la vida, en aquel t rance? Pero desaparecer era imposi­ble, y su terror creciente voluntad de salvarse, y deseó y logró convertirse en maniquí. Los leones no pierden el tiempo devorando paja, pues ignoran las ventajas de ser vegetariano. Si husmean carne cerca, la respetan.

Pero ya maniquí, iadiós voluntadl, jamás serás la Ingenua. El director dice que sí, y te adapta un curioso mecanismo para terminar la película. La empresa sale ganando tu suel­do fabu loso y yo este sueño capicúa.

Interior

Las cosas que entran por el silencio empiezan a llegar al cuarto. Lo sabemos, porque nos dejamos olvidados allá den­tro los ojos. La soledad llega por los espejos vacíos; la muer-

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te baja de los cuadros, rompiendo sus vitrinas de museo; los rincones se abren como granadas para que entre el grillo con sus alfileres; y aunque nos olvidemos de apagar la luz, la obscuridad da una luz más potente que eclipsa a la otra.

Pero no son ésas las cosas que entran por el silencio, sino otras más sutiles aún; si nos hubiéramos dejado olvi­dada también la boca, sabríamos nombrarlas. Para sugerir­las, los preceptistas aconsejan hablar de paralelas que, sin dejar de serlo, se encuentran y se besan. Pero los niños que resuelven ecuaciones de segundo grado se suicidan siem­pre en cuanto llegan a los ochenta años, y preferimos por eso mirar sin nombres lo que entra por el silencio y dejar que todos sigan afirmando que dos y dos son cuatro.

Novela

En el país donde los hombres se quitan la corbata y el pala­dar para come~ anocheció una vez un frac, complicado a la derecha por una gran sombra blanca. Había mujeres que salían de las ventanas y abandonaban la mejilla sobre coj i­nes de carne. Los domingos el sol -había impresionismo, incapaz de dibujar nada; los árboles eran una sola mancha verdinegra; pasaron los atletas de la gran carrera, y se des­hacían entre la niebla como los radios de una rueda que gira; las casas, olvidando su vital geometría de verticales y horizontales, se retorcían de humo en un gótico o un mu­déja~ no recuerdo, insufrible. N uestra Señora de la Aviación estaba de pie -de todas las figuras, soplándolas hacia arriba.

Después un hijo del Greco me dio la noticia de que mi cuerpo iba en aquel frac excéntrico. Desde entonces era ya demasiado joven para no asombrarme de nada. Además, mi sombra blanca me llamaba muy lindo, Bigining, Maybe, quién sabe cómo. Si le bri llaban los ojos, era por sombra niña, pues no tenía pasado. Yo sí, lo cambié por un libro.

Cuando las seis hijas de Orlamunda- Ia menor está muerta-hallaron la salida, se dieron cuenta de que conti­nuaban adentro. Eran el cortejo de bodas y lo echaron a perder todo con sus lamentos. "Tendrás que trabajar", me lloraba mi madre. Entonces pedí a Nuestra Señora de la Aviación que me soplara para arriba, pero los milagros esta­ban prohibidos. La sombra blanca pesaba ya de mármol a mi diestra, y me creí vestido para la inauguración de una estatua memorial. Mi discurso era correcto. -"Mármol en que Doña Inés ... " - , y, sin embargo, tampoco este año voy a veranear a una estrella.

Poética

Esta forma, la más bella de los vicios, me hiere y escapa por el techo. Nunca lo hubiera sospechado de una forma que se llama María.Y es que no pensé en que jamás tomaba el ascen­so~ temía las escaleras como grave cardíaca, y, sin embargo, subía a menudo hasta mi cuarto.

Nos conocimos en el jardín de una postal. A mí, bigotes de miel y mej illas comestibles, los chicos del pueblo me encarga­ban substituírlos en la memoria de sus novias. Y llegué a ella paloma para ella de un mensaje que cantaba: "Siempre estarás o liendo en mi"'.

Esta forma no les creía. Me prestaba sus orejas para que oyera el mar en un caracol, o su torso para que tocara la gui­tarra. Abría su mano como un abanico, y todos los termóme­tros bajaban al cero. Para reírse de mí me dio a morder su seno, y el cristal me cortó la boca. Siempre andaba desnuda, pues las telas se hacían aire sobre su cuerpo, y tenía esa grupa exagerada de los desnudos de Kisling, sólo corregida su volup­tuosidad por llamarse María.

A veces la mataba y sólo me reprochaba mi gusto por la

vida: "iQué truculento tu rea lismo, hijol" - Pero no la creáis, no era mi madre. Y hoy que quise enseñarle la retórica, me hirió en el rostro y huyó por el techo.

CARLOS PELLlCER

Estudio

Jugaré con las casas de Curazao, pondré el mar a la izquierda y haré más puentes movedizos. ilo que diga el poetal

Est amos en Holanda y en América y es una isla de Juguetería, con decretos de reina y ventanas y puertas de alegría. Con las cuerdas de la lira y los pañuelos del viaje, haremos velas para los botes que no van a ninguna parte. La casa de Gobierno es demasiado pequeña para una familia holandesa. Por la tarde vendrá Claude Monet a comer cosas azu les y eléctricas. y por esa callejuela sospechosa, haremos pasar la Ronda de Rembrandt. ... pásame el puerto de Curazaol

isla de juguetería, con decretos de reina y ventanas y puertas de alegría.

(Colores en el Mor)

Tercera vez

Desde el avión, la orquesta panorámica de Río de Janeiro se escucha en mi corazón. Desde la cumbre del Corcovado hasta las olas de Copacabana, la dicha es una simple distancia que ha pasado borrando fechas próximas con sus manos plateadas.

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Ataré mi existencia sideral a la divina roca del Pilo de Asucar. que ve nacer la aurora antes que el agua mar. El mar de Río de Janeiro es una antigua barcarola que está aprendiendo la ola leve de mi pensamiento. Guanabara su nombre, Guanabara, como una estrella que se alargara sobre el ritmo de un momento. Ciudad naval, tus avenidas de orohidrográficos prodigios anclan mis ojos en un aire de eternidad sin abismos. Tu mar y tu montaña -un puñadito de Andes y mil litros de Atlántico­pasan bajo las alas del avión, como síntesis del continente amado. Las grandes rocas están de oro, las montañas en verde y morado. El agua se mueve en semitono. La ciudad es un libro deshojado. El aire está en soprano ligero. La escuadra va a salir a pescar. Un "Iooping the loop" hace pedazos el regreso y hace estallar la ciudad.

(Piedra de sacriftcios)

Deseos

Trópico, ¿para qué me diste las manos llenas de color)

Todo lo que yo toque se llenará de sol. En las tardes sutiles de otras tierras pasaré con mis ruidos de vidrio tornasol. Déjame un solo instante dejar de ser grito y color. Déjame un solo instante cambiar el clima del corazón, beber la penumbra de una cosa desierta, inclinarme en silencio sobre un remoto balcón, ahondarme en el manto de pliegues finos, dispersarme en la orilla de una suave devoción, acariciar dulcemente las cabelleras lacias y escribir con un lápiz muy fino mi meditación. iOh, dejar de ser un solo instante el ayudante de campo del sol! Trópico, ¿para qué me diste las manos llenas de color?

Segaba las claras espigas. Su pausa era música. Su sombra alargaba la tarde. En los ojos traía un lucero que a veces brincaba por todo el paisaje.

La hoz afilada tan fino segaba lo mismo la espiga que el último sol de la tarde .

(Seis, Siete poemas)

Grupo de palomas

2

3

Los grupos de palomas, notas, claves, silencios, alteraciones, modifican el ritmo de la loma. La que se sabe tornasol afina las ruedas luminosas de su cuello con mirar hacia atrás a su vecina. Le da al sol la mirada y escurre en una sola pincelada plan de vuelos a nubes campesinas.

La gris es una joven extranjera cuyas ropas de viaje dan aire de sorpresas al paisaje sin compradoras y sin primaveras.

Hay una casi negra que bebe astillas de agua en una piedra. Después se pule el pico, mira sus uñas, ve las de las otras, abre un ala y la cierra, tira un brinco y se para debajo de las rosas. El fotógrafo dice: Para el jueves, señora. Un palomo amontona sus erres cabeceadas, y ella busca alfileres en el suelo que brilla por nada. Los grupos de palomas -notas, claves, silencios, alteraciones­modifican lugares de la loma.

(Seis, Siete poemas) 4

Segador

El segador. con pausas de música, segaba la tarde.

Su hoz es tan fina, que siega las dulces espigas y siega la tarde.

Segador que en dorados niveles camina con su ruido afilado, derrotando las finas alturas de oro

echa abajo también el ocaso.

5

La inevitablemente blanca sabe su perfección. Bebe en la fuente y se bebe a sí misma y se adelgaza cual un poco de brisa en una lente que recoge el paisaje. Es una simpleza cerca del agua. Inclina la cabeza con tal dulzura, que la escritura desfallece en una serie de silabas maduras.

Corre un automóvil y las palomas vuelan. En la aritmética del vuelo, los ochos árabes desdóblanse

44 Biblioteca de México

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y la suma es impar. Se mueve el cielo y la casa se vuelve redonda. Un viraje profundo. Regresan las palomas. Notas. Claves. Silencios. Alteraciones. El lápiz se descubre, se inclinan las lomas, y por veinte centavos se cantan las canciones.

(Hora y 20)

Estudio

La sandía pintada de prisa contaba siempre los escandalosos amaneceres de mi señora la aurora. Las piñas saludaban al medio día. y la sed de grito amari llo se endulzaba en doradas melodías. Las uvas eran gotas enormes de una tinta esencial, y en la penumbra de los vinos blblicos crecían suavemente su tacto de cristal. ¡Estamos tan contentas de ser asn, dijeron las peras frías y cinceladas. Las manzanas oyeron estrofas persas cuando vieron llegar a las granadas. Los que usamos ropa interior de seda ... dijo una soberbia guanábana. Pareció de repente que los muebles crujían ... Pero ¡si es más e l ruido que las nueces!, dijeron los silenciosos chicozapotes, llenos de cosas de mujeres. Salían de sus eses redondas las naranjas. Desde un cuchi llo de obsidiana reía el sol la escena de las frutas. y la ventana abierta hacía entrar las montañas con los pequeños viajes de sus rutas.

Domingo

La mesa es imponente como un monumento a los héroes de cualquier nacionalidad. Reverencio al pescado, bri llante caballero medioeval. Amo al cervat il lo, tan fino, que ha muerto solamente de estar. Sonrío a la naranja casi mondada. Me entristece la torta acabada de violar. y frutas deslumbrantes dignas de corbatas propias a un gorden-porty tropical. Granadas delirantes. Manzanas vírgenes, - holandesas naturalmente-, y van las miradas como rayos x,

(Hora y 20)

penetrantes, inexorables, en paladeo augural que hace bril lar los labios y acidular los dientes con un cierto apogeo magnífico y animal. y la divina poesía, como en las bodas de Canaán, hechiza el agua y el vino vibra en una larga copa de cristal.

(Hora y 20)

El recuerdo

En las divinas horas en que el paisaje se vacía, -todo se lo han llevado las nubes-, los objetos de fami lia, las palabras íntimas. En una soledad de todas las cosas, ciego, mudo, sólo me quedan unos cuantos dedos para tocar las piedras y las rosas que tú tocaste o que solamente rozó e l viento de suave gloria que te trajo. En la desaparición del panorama que fueron mis ojos: en la interrupción del viaje de música que fueron mis oídos; en la pérdida de todo idioma (acaso por una bagatela de ortografía), me rodean las horas sin tiempo y sin clima para entregarme el tacto de las piedras y las rosas que tus pies y tus manos tocaron o que apenas rozó el viento de suave gloria que te trajo. Tu ausencia ha dejado sobre las piedras una florecita que tal vez es negra. Yen la vida de la piedra y la flor; tras de tu sombra, mis manos ven y oyen y graban un signo que compendia todas las cosas. En las horas, en las divinas horas en que se perpetúan los instantes de tu ausencia presente de paloma.

Estudio

No hay tiempo para el tiempo. La sed es labia cantadora sobre ese oasis enorme, deslumbrante y desierto.

(Hora y 20)

Sueño. Desnudez. Aguas sensuales. Las ce ibas se estilizan. Nacen tres mil cedros. Algo ocurre: que hay un árbol demasiado joven para figurar en un paisaje tan importante. Tristeza. Siempre grande, noble y nueva. Los relojes se atrasan, se perfecciona la pereza. Las palmeras son primas de los sauces. El caimán es un perro aplastado. Las garzas inmovilizan el tiempo. El sol madura entre los cuernos del venado. La serpiente se suma veinte veces. La tarde es un amanecer nuevo y más largo. En una barca de caoba, desnudo y negro, baja por el río Quetzalcoatl. Lleva su cuaderno de épocas. Viene de Palemke. Sus ojos verdes brillan; sus brazos son hermosos; le sigue un astro, y se pierde.

4S Biblioteca de l'1é xico

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Es el Trópico.

La frente cae como un fruto sobre la mano fina y estéril. y el alma vuela. y en una línea nueva de la garza, renace el tiempo, lento, fecundo, ocioso, creado para soñar y ser perfecto.

(Hora y 20)

La aurora

Amaneció, como en la jícara de Uruápam y en el zarape de Oaxaca. ¡Yuridiapúndaro y Pátzcuarol

Tzintzúntzan y Chapala. ¿Recordáis el venado azu l que vuestras miradas pintaron) Traed, acercad la luz, todas las sombras se olvidaron. La ola verde que encal ló sobre el litoral vacío perdió su cargamento de espuma por culpa de vuestros li r ios. Adelgazad el gesto a vuestra mano,

izad el pañuelo en primicia de paz. El ciprés ha venido de morado y la palmera va a bai lar. ¿Escucháis la marimba del agua) iComitán y Tonalál

Tras de los árboles la nube que está aprendiendo a volar. ha detenido su poema para veros danzar. Vuestra mirada jalisciense salpica de oro la mañana y estira en plata el amarillo de luz revuelto con el agua. ¿Habéis olvidado a la luna o es vuestra sombril la blanca)

Ya estáis desnuda como un poco de agua. Como un poco de agua que cayera sobre las tímidas rodillas desnudas de la Primavera. La desnudez os ilumina como un poco de piano en la noche. El agua entera se amotina a vuestros pies hecha colores. Y así vuestra sonrisa cae como una cinta sobre el agua, porque atará nuevos Jacintos para el tibor de la mañana.

(Seis, Siete Poemos)

JAIME TORRES BODET 1902

Q uisiera, para lo armonía de mi obra en verso, hollar un equilibrio justo, uno concordia entre lo tradición y lo nove­dad Un equilibrio que no traicione lo sinceridad esencial que me he exigido siempre. Lo fecundidad -de que se me ha hecho un reproche- ha sido, en mí. mós uno urgencia expre­sivo, un procedimiento de depuración. Gracias o este méto­do, he logrado borrar de mi poesía los vestigios de los escue-

I

los que lo impresionaron durante lo adolescencia, incapaz -por activo y por ecléctico- de aterrizar de un golpe, como lo han hecho otros, en el plano de uno actualidad ulterior.

Mi obra, nacido al margen de los simbolistas, se ha ido alejando, inconsciente y conscientemente, de lo abstracción, para atravesar un período sin perfiles, de sensualidad pinto­resca y volver -con los pequeños conquistas del trónsito-o lo expresión contenido de mis primeros ensayos. Ahora intento uno formo exacto, y, por ello, exagero lo noto de sobriedad, aprovechando los posibilidades, los difíciles posibilidades úti­les del soneto. ¿Lo conseguiré? El peligro consiste en que lo emoción, 01 pisar lo escalera de los catorce versos conocidos, pronto, conftoda, resbale y caigo en lo cómodo repetición. Pero lo sé desde ahora y busco, en cado momento, uno lec­ción de desconftanzo.

Sueño

El agua de la sombra nos desnuda de t odos los recuerdos en esta brusca inmersión que anticipa la del sueño.

Y quedamos de pronto suspensos de una cadena lógica de ausencias como el ave que vuela por escapar del vuelo que la sigue.

Lento y con ruedas de espuma, por las arenas del insomnio fluye el río de mis sueños.

Y tu si lencio abre un pozo claro en la memoria fría,

un pozo donde nuestras imágenes se lavan de la atmósfera perdida.

¿Con qué dedos de música tocarte?

Sólo ella podría devolverte una forma para el tacto,

a ti que tienes tantas

46 Biblioteca de México

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para el oído ávido. Sólo un poco de música sabría construir con los fragmentos de tu semblante muchas veces roto, el nuevo, el inefable rostro nuevo que de tu sueño lento está naciendo.

Río

¡Río en el amanecer! ¡Agua de tus ojos claros' Caer -¡subir!-en lo azul t ransparente ... casi blanco. Cielo en el río del alba - mi amor en tus ojos vagos­oh, naufragar

- ¡ascender'­¡siempre más hondo'

¡Más alto' ... Río en el amanecer ...

(Poemas)

Ruptura

Nos hemos bruscamente desprendido y nos hemos quedado con las manos vacías, como si una guirnalda se nos hubiese ido de las manos; con los ojos al suelo,

como viendo un cristal hecho pedazos: el cristal de la copa en que bebimos un vino tierno y pálido ...

Como si nos hubiéramos perd ido, nuestros brazos

se buscan en la sombra ... ¡Sin embargo, ya no nos encontramos'

En la alcoba profunda

podríamos andar meses y años, en pos uno del otro, sin hallarnos ..

(Poemas)

La sombra

Sol de otoño en las bardas del sendero, ¿por qué alargas mi sombra del lado en que principian a amarillear las rosas?

y tú, luna de invierno, si voy a media noche por la costa,

¿por qué me hechas al mar y me destrozas en los espejos de las olas rotas) En vano en lo más alto de las rocas detengo el paso. En vano alzo la frente adivinando la secreta aurora ... ¡Ay, que si más mi cuerpo se levanta,

más mi sombra se ahoga' (Biombo)

Mús¡ca

Amanecía tu voz tan perezosa, tan blanda, como si el día anterior hubiera llovido sobre tu alma . .

Era, primero, un temblor confuso del corazón, una duda de poner sobre los hielos del agua el pie desnudo de la palabra. Después iba quedando la flor de la emoción, enredada a los hilos de tu voz con esos garfos de escarcha que el sol desfleca en cintillos de agua.

y se apagaba y se iba poniendo blanca, hasta dejar traslucir, como la luna del alba, la luz tierna de la madrugada.

y se apagaba y se iba

¡ay' haciendo tan delgada como la espuma de plata de la playa, como la espuma de plata que deja ver, en la arena, la forma de una pisada.

(Biombo)

Verano

Corrí las persianas azules de la siesta sobre el oasis del jardín.

En la colmena del reloj se adormeció el enjambre de las horas. Olía a trigo de septiembre el so l.

El verano adhería a los espejos las burbujas del aire, y el azul de la sombra regaba de uvas sueltas el mantel engomado de la luz.

Afuera, el ruido fresco de la fuente mojaba la arena del si lencio y el canto sin color de las cigarras.

Como una copa demasiado llena el corazón se derramó del cuerpo.

Sentí en el pecho un gran hueco feliz.

El musgo caminaba entre las losas.

Una paloma del jardín se puso a picotear el tiempo en el oro granado del maíz.

47 Biblioteca de !'léxico

(Biombo)

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La danza

Llama que para consumirse se levanta, flotas entre las brasas de la danza.

y te arranca de ti, al principiar, un salto tan esbelto que el sitio en que bailabas se queda sin atmósfera. Así el pedazo obscuro de la noche en que tembló un lucero.

¡Ay, Y de pronto vuelves del torbellino de las formas a la inmovilidad que te acechaba,

y ocupas como un vestido exacto el hueco de tu propia figura'

Pareces una cosa caída en el espejo de un recuerdo: te bisela el declive del tiempo.

y un minuto después estás desnuda ...

La brisa te peina el ondulado movimiento y a cada línea que las flautas dibujan en la música obedece una línea de tu cuerpo.

No resonéis ahora, címbalos, que la danza es como el sueño.

Romance

Ero de noche ton rubio como de día moreno.

Cambiaba, a cada momento, de color y de tristeza, y en jugar a los reflejos se le iba la existencia, como al niño que, en el mar, quiere pescar una estrella y no la puede tocar porque su mano la quiebra.

De noche, cuando cantaba, olía su cabellera a luz, como un despertar de pájaros en la selva: y si cantaba en el sol se hacía su voz tan lenta, tan íntima, tan opaca, que apenas iluminaba

el sitio que, entre la hierba, alumbra al amanecer el brillo de una luciérnaga. ¡Ero de noche ton rubio y de día ton moreno!

Suspiraba sin razón en lo mejor de las fiestas, y puesta frente a la dicha, se equivocaba de puerta. Entre el oro de la mies y el oro de la hoja seca nunca se atrevió a escoger. La quise sin comprenderla porque de noche ero rubio y de día ero moreno.

(Biombo)

Espejo

Elena, que madura junto al río de una conciencia demasiado hermosa, se mira en él y pasa en cada cosa que de ella imita su cristal sombrío. Detener el pintado escalofrío que en el espejo de esa luz la goza, cambiar la imagen fiel por la dudosa le infunde un miedo suavemente impío.

Por eso el agua que la copia fluye y el tiempo corre, al que se da, sumisa. Un reflejo la forma y la destruye.

No tiene otra constancia que la brisa, otro matiz que el del color que huye ni más razón de ser que estar de prisa.

Manzana

Conciencia del frutero campesino, manzana, entre las uvas y las nueces ¡de qué rubor tardío te embelleces con el otoño que te presta el vino!

Gira en la piel de tu contacto fino una dulzura sana, sin dobleces, y del reflejo en que tu forma acreces llenas, sincera, el vaso cristalino.

Porque es tan limpia la pulida esfera de tu carne de plata y tan segura que el paisaje que mira, refrigera.

y corre por la helada dentadura una acidez, al verte, que no altera la sed, sino la moja y la madura.

48 Biblioteca de México

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XAVIER VILLAURRUTIA 1904

Viajar es uno manero de nutrir lo quietud, si se conservo lo quietud en el viaje. Por eso prefiero nutrir el viaje con un mo­vimiento ton lento que no puedo distinguirse de lo quietud. Quizá el viaje, así, resulte más corto; sé que resulto más intenso.

Lo pasión es un viaje. Alimento lo mío con los mós fríos objetos, con los que más dificilmente me apasionan. No apasionan más los más cálidos, sino mós fácilmente, más superficialmente: lo pasión yo está en su color. Yo quiero que lo pasión esté en mí, lo fria ldad en ellos.

Todo es uno cuestión de formo. Quiero poro mi poesía lo formo de ello mismo, siempre diferente; lo formo de los ob­jetos que describo.

Aire

El aire juega a las distancias: acerca el horizonte, echa a volar los árboles

y levanta vidrieras entre los ojos y el paisaje.

El aire juega a los sonidos: rompe los tragaluces del cielo, y llena con ecos de plata de agua el caracol de los oídos.

El aire juega a los colores: t iñe con verde de hojas el arroyo y lo vuelve, súbito, azul,

o le pasa la borla de una nube.

El aire juega a los recuerdos: se lleva todos los ruidos

y deja espejos de silencio para mirar los años vividos.

(Re~ejos)

Cuadro

Fuera del t iempo, sentada, la mano en la sien,

¿qué miras, mujer. desde tu ventana?

¿Qué callas, mujer. pintada entre dos nubes de mármol)

Será igual toda la vida tu carne dura y frutada.

Sólo la edad te rodea como una atmósfera blanda.

No respires, no. De tal modo el aire te quiere inundar. que envejecerías,

iay', con respirar.

No respires, no.

iMuérete mejor así como estás'

(Re~ejos)

Cezanne

Deshace julio en vapor los cristales de las ventanas del agua y del aire.

En el blanco azul tornasol del mantel

los frutos toman posturas eternas para el ojo y para el pincel.

Junto a las naranjas de abiertos poros, las manzanas se pintan demasiado, y a los duraznos, por su piel de quince años, dan deseos de acariciarlos. Los pe rones rodaron su mármol transparente lejos de las peras pecosas y de las nueces arrugadas.

iCalor! Sin embargo, da pena beberse la "naturaleza muerta" que han dejado dentro del vaso.

Pueblo

Aquel pueblo se quedó soltero, conforme con su iglesia, embozado en su silencio, bajo la paja-oro, mediodía-de su sombrero ancho, sin nada más: en las fichas del cementerio los + son-.

Aquel pueblo cerró los ojos para no ver la cinta de cielo que se lleva el río, y la carrera de los rie les delante del tren. El cielo y el agua, la vía, la vía, -vidas paralelas­

piensan, iay'. encontrarse en la ciudad.

Se le fue la gente

con todo y ganado.

(Re~ejos)

49 Biblioteca de México

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Se le fue la luna novia, ila noche le dice que al lá en la ciudad se ha casado! Le dejaron, vacías, las casas

ia él que no sabe jugar a los dadosl

Amplificaciones

En el cuarto del pueblo, fantástico y desnudo, amari llo de luz de vela, sobrecogido, mis sienes dan la hora en no sé qué reloj puntual y eterno.

La soledad se agranda como las sombras en la sábana del muro, como las caras de ayer asomadas para adentro

(Re~ejos)

en el marco de sus ventanas.

y el si lencio se mueve

y vibra en torno de la llama blanda, como el ala-¡de qué presagio? ¡de qué insectoLque acaricia, que enfría, que empequeñece.

Calles

Caminar bajo la rendija azul

itan altal

Caminar sin que los espejos me pongan enfrente itan parecido a mn

Callando, aunque el si lencio alargue la ca lle endurecida.

Caminar, sin que el eco grabe el oculto disco de mi voz.

Al mediodía, al mediodía

(Re~eJos)

siempre, para no ir delante de mí, y para no seguirme y no andar a mis pies.

De prisa, dejando atrás la compañía eterna, hasta quedarme solo, solo, sin soledad.

(Re~ejos)

Fonógrafos

El si lencio nos ha estrujado, inútiles, en los rincones. y nos roe

un retrato,

una palabra, una nota. El presente y el futuro los inventaron para que no lloráramos ...

y el corazón,

el corazón de mica -sin diástole ni sístole­enloquece bajo la aguja y sangre en gritos su pasado

Suite del insomnio

Eco

(Re~ejos)

La noche juega con los ruidos

copiándolos en sus espejos de sonidos.

Silbatos Lejanos, largos, -¡de qué trenes sonámbulos?­se persiguen como serpientes, ondu lando.

Tranvías Casas que corren locas de incendio, huyendo de sí mismas, entre los esqueletos de las otras inmóvi les, quemadas ya.

Espejo Ya nos dará la luz, mañana, como Siempre, un rincón que copiar exacto, eterno.

Cuadro Qué temor, qué dolor de envidia, hacer luz y encontrarte -mujer despierta siempre­ahora, que crees que no te veo, dormida.

Reloj ¡Qué corazón avaro cuenta el metal de los instantes)

Tengo sed.

¡De qué agua?

Aguo

¡Agua de sueño? No, de amanecer.

Albo Lenta y morada pone ojeras en los cristales y en la mirada.

50 Biblioteca de México

(Re~ejos)

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MARIO REy*

PAISAJE MíNIMO DE LA POEsíA COLOMBIANA

Recuerdo con gratitud y emoción las palabras de un viejo y sabio asceta: "Si contemplas intensa y plenamente un grano de

arena, encontrarás el universo; y en una flor. la belleza y la fugacidad de la vida; y en un verso, los millares de libros y escritu­

ras del hombre. "

Sin escapar a la arbitrariedad que encierra toda muestra, propongo ésta de poetas colombianos alrededor de un tema

clásico de la poesía universal: el canto al paisaje, en este caso en particular los nacidos a partir de 1948, año trágico en la his­

toria de Colombia, ' nodo y símbolo de violencia e injusticia, parteaguas del siglo xx. Opto por excluir una parte importan­

te de los poetas y los poemas históricos más representativos y conocidos -más allá de las valoraciones estéticas, no exentas

de subjetividad-, como a Juan de Castellanos, Elegías de varones ilustres de Indias: "¡Tierra buena! iTierra buena!/ iTierra que

pone fin a nuestra pena!! iTierra de oro! iTierra abastecida!/Tierra para hacer perpetua casa,! tierra con abundancia de comi­

da,! tierra de grandes pueblos, tierra rasa,! tierra donde se ve gente vestida,/ y a sus tiempos no sabe mal la brasa;/ tierra de

bendición, clara y serena,! tierra que pone fin a nuestra pena ... "; a Hernando Domínguez Camargo: A un salto por donde se

despeña el arroyo de Chillo:"Corre arrogante un arroyo/ por entre peñas y riscos,! que, enjaezado de per las,! es un potro cris­

talino ... "; a Gregario Gutiérrez González: Aures: "De peñón en peñón, turbias, saltando/ las aguas de Aures descender se ven,!

las rocas de granito socavando/ con sus bombas haciendo estremecer ... "; a Julio Flores: Al Tequendama:' 'Trágico emperador

de la montaña,! que finges en tu homsono descenso,! a través de la trémula mañana,! una sonora tempestad de incienso . .. ";

a José Asunción Silva: Paisaje troPical: "magia adormecedora vierte el río/ en la calma monótona del viaje/ ( ... ) Oculta en sus

negruras el bohío/ la mañana tupida y el follaje/ semeja los calados de un encaje/ al caer del crepúsculo sombrío . . . "; a Luis

Vargas Tejada: Al anochecer. "Ya muere el claro día! tras la cumbre empinada de los cerros,! y en rústica armonía! saludan su

esplendor que se despide/ los sencillos pastores ... "; la poesía y la prosa poética de José Eustasio Rivera y Jorge Isaacs; a Jorge

Artel: Navy bar. "Un lejano acordeón/ pone horizontes musicales al paisaje,! en el cielo/ pálida luna de oro viejo/ evoca his­

torias de piratería! ( ... ) Las boyas luminosas/ abren y cierran sus ojos/ ante la paz del mar ... "; a Helcías Martán Góngora: Un

aire de luna yagua: "Un aire de luna llena! olas forma sobre el agua! la noche de estrellas hondas/ arriba a la madrugada.!

Tambores trasnochadores/ violan marimbas lejanas"; a Aurelio Arturo: Uuvias: "Ocurre así/ la lluvia! comienza un pausado sila­

beo/ en los lindos claros del bosque/ donde el sol trisca y va juntando/ las lentas sflabas y entonces! suelta la cantinela .. . "; a

Jorge Gaitán Durán: Valle de Cúcuta:"Toco con mis labios el frutero del día'! Pongo con las manos un halcón en el cielo.! Con

los ojos levanto un incendio en el cerro.! La querencia del sol me devuelve la vida.! La verdad es el valle. El azul es azul.! El

árbol colorado es la tierra caliente.! Ninguna cosa tiene simulacro ni duda.!Aquí aprendí a vivir con el abuelo y el río."; a

Samuel Jaramillo: Cafetal de aguas oscuras: "Tierra negra, mastica una y otra vez su lento círculo de vida.! Tierra tibia, conser­

va el resplandor de tantos soles engullidos.! Murmullo de cafetales con sus grillos rechinando/ y ese girar de sangre fresca!

adivinada ... "; a Harold Alvarado Tenorio: "Tierra nuestra! trabajada para nada y para pocos,! ríos y puertos inundados de sol.l

miseria de los trajes, miseria de los pies,! ríos como puñales hiriendo las tierras .. . "; a Juan Manuel Roca: Paisaje con ruina y

cabaret "En este poema! hay una ciudad.! En la ciudad hay un abismo,! en el abismo hay una ruina,! en la ruina hay un heri­

do,! en el herido estoy yo ... "; a Álvaro Mutis: La creciente: "Al amanecer crece el río, retumban en el alba los enormes tron­

cos que vienen del páramo.! Sobre el lomo de las pardas aguas bajan naranjas maduras, terneros con la boca bestialmente

abierta, techos paj izos, loros que chillan sacudidos bruscamente por los remolinos . .. "; entre otros.

Espero que los ojos, el oído y el alma del lector puedan ver en este grupo de poetas colombianos de la segunda mitad

del siglo xx el quehacer poético en una sociedad que ama la poesía, en un ambiente de violencia e injusticia.

Álvaro Rodríguez (Zipaquirá, 1950)

Santa inquietud. bella lejanía

Antaño hablé de caballos

al referirme a estos campos

Admirations set me free S.Sontag

entre el río y la colina.

Admirado, hablé asimismo

de un puente, de eucaliptos,

del sol que huye en la tarde,

de las voces de la luna.

Sin embargo

la luna es una profecía recóndita, muda,

para el corazón que no acepta el cambio

y queda libre de preguntas.

• (Cali, Colombia, 1955; naturalizado mexicano en el 2005). Educador. narrador oral. maestro en literatura iberoamericana - UNAM- , editor. promotor cultural. fundador y director de la Semana Cultural de Colombia en México. la revista iberoamericana La Casa Grande y la editorial Del ReyMomo. espeCializada en libros bilingües --6pañol-lenguas indígenas de México- para niños; autor de Por las tierras del cóndor y del águila negra. Univalle. Colomb,a; Miniaturas y otros poemas. UnIVersidad Nacional de Colombia; Historia y muestra de la literatura infantil mexicana, Ediciones SM y CONACULTA. entre otros. , El 9 de abril de 1948 fue asesinado el líder popular Jorge Eliecer Gaitán.

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Consuelo Hernández

Paisaje Dual

Se nos volvieron sangre los ríos transparentes

de luto se cubrieron nuestros ríos de luz. La montaña ya no es de oro

corre la muerte presurosa en sus laderas.

El paisaje donde el verde

era de todos los colores también se oscureció.

Por favor. teje un río nuevo,

borda de oro otra montaña píntame un paisaje de verdes cafetales

el rumor de las acacias en la sangre

y el grito de los bosques bajo el brillo del verano.

Fernando Rendón (Medellín, 1951)

En flotación (fragmento)

A Oigo de Amoral

Las alegres sombras de las guacamayas, refugiadas en las som­

bras de las copas de los árboles, parlotean sobre la algarabía

de las sombras de los simios. La sombra de las frondas danza sobre la sombra del jaguar. Un sol violento es el refugio único

de la salamandra. Sombras de nubes lentas sobre sombras aga­zapadas, sombras que acechan sobre sombras que temen. Una sombra de hombre elude la sombra de otro hombre.

El mar de las sombras del hombre que llega se abate sobre la sombra del hombre que fue. Ulula el siempre insomne, el asom­

brado. Es noche sobre el riachuelo de luz, que desemboca en la

pupila de sombra del hombre, adhiriendo la sombra a la claridad.

Jorge Bustamante García (Zipaquirá, 1951)

La casa

Ésta es la casa. Las ventanas abiertas Penumbra se esconde en los rincones.

Suaves olores deambulan por los corredores: Eucaliptos, sauces, yerbabuena,

Hojas de albahaca, almendros, pinos,

Arepas doradas al fuego. Parece ser la infancia.

Paredes amarillas y un patio de baldosas Grises son el pequeño escenario

De nuestros juegos. Sobre el tejado

Se paran los pájaros y los gallinazos. Un hombre de cabello blanco

Nos mira desde la puerta. Una mujer hermosa nos sirve puntual

El chocolate de las cinco. Ésta es la casa. La puerta

De la calle está abierta y una llovizna empaña el paisaje.

La Pintada, Sierra Nevada del Cocuy, Boyacá. Colombia, tomada de Panoramic Colombia. fotografía de Miguel Sal azar Aparicio, Villegas Editores, 1997

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Calle Bolivia, en Madellín, c. 1936, tomada de 150 años de Fotogrofia, fotografia de Hermann Oppenhelmer. Biblioteca Pública Piloto, 2000

José Libardo Porras (Támesis,Antioquia, 1959)

Sangre como savia

Vi talar otra ceiba

su carne de madera y su esqueleto de madera,

rodeados de mirones como si fuera una ballena varada en

La Playa,

me han puesto triste,

Mi padre tuvo una finca para que en ella crecieran sus hijos,

Era una extensión verde con cafetales y platanares y frutales,

y gigantes con hojas para la sombra,

Comíamos naranjas, Nos escondíamos entre los arbustos,

Trepábamos a los robles y a los guayacanes empalagados

de amarillo y florecidos de pájaros, Así crecimos y nos

hicimos para la vida: yo soy menor que mis doce hermanos

y mido 192 centímetros y no soy el más fuerte ,

El padre de mi padre también tuvo tierra, como su padre y su

abuelo, Los imagino en lo alto de un balso recogiendo lana

para ablandar su lechos.

Vi talar otra Ceiba,

¿A dónde irán los desocupados que reparaban el mundo

todas

las tardes bajo su iluminadora sombra?

No veré más a la muchacha de pechos bonitos que allí vendía

sus dulces, No veré más sus manos alargadas,

Desocupados y muchacha han quedado sin casa para sus

sueños,

También en ellos, en lo más intimo, la sangre corre como

savia:

sus padres o sus abuelos

crecieron y vivieron y trabajaron entre árboles

y hasta sus descendientes de hoy se alargó el tibio olor a

musgos y resinas,

No somos un pueblo: somos un bosque.

Vi a unos forzudos, con ruidosas Yamahas, talar otra ceiba,

¿Hasta dónde nos hundiremos para segarnos las raíces?

Reclamando por su abandono esos vegetales parientes

claman durante las noches,

Molestará tanta bulla por un árbol viejo,

Pero cuanto quiero decir es que las voces de los árboles

muertos

no son las únicas que nos llaman,

Hay otras, Hay otras,

Juan Gustavo Cobo Borda (Bogotá, 1948)

Ciudad perdida

En aquella altiplanicie

el temple de la tierra era habitualmente frío:

muy abastecida de cebada y trigo,

en abril el suelo se cuajaba de granizo,

La cruzaban dos ríos

y habitaron en ella seiscientos españoles

y cincuenta mil indios.

Ingenios sutiles

que hablaban el mejor español de las Indias,

Treinta templos y centenares de abogados

ejercían allí su oficio

mientras en los patios cantaban el turpial y la mirla,

Mujeres con buen aire

atravesaron sus calles enlodadas

para ir a misa,

Los muertos dictaban el camino a los recién nacidos

y al no pagar impuestos, y cr iticar a su gusto,

se creían libres,

Quienes llegaron hasta ella, perdida en las alturas,

advirtieron su fingida aristocracia

contradicha por la mugre y los mendigos,

Refieren también que la enmarcaban dos cerros

y que hoy la selva ya la cubre,

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Rómulo Bustos Aguirre (Santa Catalina de Alejandría, Bolívar, 1954)

Árbol camajorú

En lo hondo del tras patio

más allá del mango, de los durmientes ciruelos

está el árbol solo, el solitario camajorú

rodeado de sed, hechizado en el tajo de luz

en que una vez se le abrió el cielo

Todos lo miramos de lejos

pero sus ramas ya no podemos verlas,

Sus ramas son invisibles.

Sus ramas volaron a lo alto. Sus ramas quedaron

prendidas en lo alto.

y son ahora el techo del mundo.

Robinson Quintero Ossa (Caramanta,Antioquia, 1959)

Caramanta

En casi ningún mapa está mi pueblo

Es apenas unas cuantas calles

un paisaje de casas

con una plaza en medio

Pocos saben de él:

ningún poeta le ha cantado

Lejos de todo

es una vereda

un paraje perdido

con pájaros y riachuelos

Cuando fui niño

fue capital del mundo

centro del universo

puerto seguro

54 Biblioteca de México

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Santiago Mutis (Bogotá, 195 1)

Todo me invita a partir

(fragmento)

Bogotá es para mí un milagro

Paro don Ernesto Volkening

(que habló de ecología cultural)

sencillo, imperfecto como todos los mi lagros

y al mismo tiempo incomprensible

Quiero de ésta mi ciudad su niebla matinal

que crucé solo a los cinco años yendo hacia el colegio

Quiero de ella, digo

lo que sus excesivos huéspedes

de hoy detestan: su frío de montaña

que nos despierta los sentidos

en los días privilegiados

y huele a musgo y a agua recién nacida

Quiero la transparencia de su aire

y la intensidad de su luz

que hacen prodigiosa la soledad

y visible la claridad de su silencio

El sol de las cinco de la tarde

que dora el azul matinal de sus cerros

Su cercanía a los páramos de si lencio primigenio

de helechos lagunas ascensos lejanías

y froilejones planetarios, indiferentes

a tanto afán moderno

Quiero su sabana generosa en árboles espléndidos

en suaves colinas cuya fertilidad

avergüenza nuestro afán expansionista

El vigor de su cielo azul en los días mejores

que anuncia siempre lunas crecientes

Sus lluvias, diurnas y nocturnas

que caen entre los grandes árboles

como cascadas, gota a gota

En una época que ha acortado los límites

entre paraíso e infierno

esto es bastante

Juan Ramírez Dawkins (Free Town, Provincia -isla-, 1945)

Marea baja

Hoy está la marea baja ...

Yo nací en una isla

donde se podía oír en forma clara

de día y de noche

el canto de los pájaros;

donde la honestidad era una religión

y el respeto un mandamiento;

donde las frutas eran como ornamento

y las mariposas y los cocuyos eran libres.

Yo nací donde todas las religiones vivían en armonía

y no había hambre, ni muertes prematuras;

donde había cientos de pozos con agua cristalina,

y calles abiertas sin andenes y sin obstáculos.

Allí nací, donde el hombre vivía en paz

como en una sola fami lia y caminaba

con la cara alta frente al sol.

Hoy está la marea baja y todos deambulan cabizbajos.

Yo nací en una isla que se llamaba "Paraíso".

Manizales desde Monte León, tomada de Panoromic Colombia, fotografía de Miguel Salazar Aparicio, Villegas Editores, 1997

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Gabriel García Márquez. Fernando Herrera. Wiliam Ospina y Eduardo García Aguilar

Sonia Nadhezda Truque

Bosque izquierdo

Fuera los árboles

no se mueve una hoja

Nada interrumpe el silencio

Un auto se detiene

dos hombres bajan una bolsa negra

apoyados en la baranda del puente la arrojan al vacío

Alguien observa

Fuera los árboles

Nada interrumpe el silencio

Alguien observa el paso cotidiano de la muerte

Wiliam Ospina (Padua, Tolima, 1954)

En las mesetas del Vaupés

Qué son las canoas sino los árboles cansados de estar quietos.

Qué son los postes de colores sino los árboles hundiendo sus raíces en

(el cielo. Qué son los puentes colgantes sino los árboles jugando con el

(vértigo. Qué son las alegres fogatas sino los árboles contando su último secreto.

Follaje de las ondas que va quedando atrás con el golpe del remo. Follaje de sonidos que en tomo de los postes enardece al guerrero.

Follaje de invisibles caminos que comienza en el confin del puente. Follaje de humaredas que ascienden en desorden entre las titilantes

(orquídeas.

Con granadillo hice el bastón para espantar a los malos espíritus.

Con la madera del caoba hice las cuentas de un collar para tu pecho

(oscuro. Con fruto seco del tekiba hice la copa en la que ofreciste el agua Con la madera del laurel hice esta flecha

S6 Biblioteca de México

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SONETOS DE LUIS VAZ DE CAMOES

Traducción del portugués de Mijail Lamas

El más grande poeta de Portugal nació hacia el primer cuarto del siglo XVI y escribió la obra que daría identidad a la nación lusitana: Os Lusiadas. Su vida no estuvo exenta de constantes afiicciones, sufrió ex i­lio y persecución judicial, sus poemas, escritos aun en lengua española, fueron atribuidos a otros auto­res y su cuerpo fue depositado en la fosa común como nos refiere puntualmente el poeta Jorge de Sena. Esta traducción preparada por Mijail Lamas para Biblioteca de México, incluye algunas aportacio­nes del poeta Eduardo Lizalde.

Num jardim adornado de verdura, A que esmaltam por cima vórias ~ores,

Entrou um dio o deusa dos amores, Com o deusa do ca~a e do espessura.

Diana tomou logo uma roso pura, Vénus um roxo lírio, dos melhores; Mas excediam muito os outras ~ores As violas, no gra~a e fermosuro.

Perguntam o Cupido, que ali estovo, Qual daquelas trés ~ores tomaria, Por mais suave, pura e mais fermosa.

Sorrindo-se, o Menino Ihe tornava: - Todos fermosas sao; mas eu queria Viol' antes que lírio nem que roso.

Tonto de meu estado me ocho incerto, Que em vivo ardor tremendo esto u de frio; Sem causo, juntamente choro e rio, O mundo todo abarco, e nodo aperto.

É tudo quanto sinto um desconcerto: Do olmo um fogo me sai, do visto um rio; Agora espero, agora desconfto; Agora desvario, agora acerto.

Estando em terra, chego 00 Céu voando; Num'hora ocho mil anos, e é de jeito Que em mil anos nao posso ochar um'horo.

Se me pergunta alguém porque assi ando, Respondo que nao sei, porém suspeito Que só porque vos vi, minha Senhoro.

En un jardín que la verdura adorna y esmaltan y coronan varias fiares, Entró la diosa un día de los amores Con Diana, la divina cazadora.

Diana luego tomó una rosa pura, Venus un rojo lirio, no hay mejores; Mas mucho superaban a otras fiares Las lilas con su gracia y hermosura.

Preguntan a Cupido que ahí estaba, A cuál de aquellas fiares tomaría Por más pura, más suave y más hermosa.

Sonriendo el niño así les contestaba: Todas hermosas son mas yo querría Lilas antes que un lirio o que una rosa.

Me hallo de mi estado tan incierto

M.B.

Que en vivo ardor temblando estoy de frío; Sin causa, a un tiempo lloro y a otro río, Del mundo todo abarco y nada apreso.

Es todo cuanto siento, un desconcierto: Del alma fuego sale, de la vista, un río; Ahora espero, ahora desconfío; Si ahora desvarío, ahora acierto.

Estando en tier ra, al cielo voy volando; En una hora hay mil años y es de hecho Que en mil años no puedo hallar una hora.

¿Por qué, preguntarán, que yo así ando? Respondo que no sé, pero sospecho que vivo así, porque le vi, Señora

• Mijail Lamas (Culiacán, Sinaloa, 1979). Realizó estudios de Letras en la Univer sidad Autónoma de Sinaloa y es coautor de los libros de

poesía Los límites acordados y 1979. Actualmente es becario de la Fundación para las Let ras Mexicanas en el área de poesía.

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Moles que contra mi vos conjurastes, Quanto hó de durar tOo duro intento? Se dura porque dura meu tormento, Baste-vos quanto jó me atormentastes.

Mas se assi perfiais, porque cuidastes Derrubar meu too alto pensamento? Mais pode o causo dele, em que o sustento, Que vós, que dela mesma o ser tomastes.

E pois vossa tenc;ao com minha morte Hó-de acabar o mol destes amores, Dai jó {1m o um tormento tOo comprido,

Porque de ambos contentes seja o sorte: Vós, porque me acabastes, vencedores; E eu, porque acabei, de vós vencido.

Um mover de olhos, brando e piedoso, Sem ver de que; um riso brando e honesto, Quase forc;ado; um doce e humilde gesto, De qualquer alegria duvidoso.

Um despejo quieto e vergonhoso, Um repouso gravíssimo e modesto, Uma pura bondade, manifesto Indício do olmo, limpo e gracioso;

Um encolhido ousar; uma brandura, Um medo sem ter culpo, um ar sereno, Um longo e obediente sofrimento:

Esto foi o celeste fermosura Do minha Circe, e o mógico veneno Que póde transformar meu pensamento.

-Nao passes, caminhante. - Quem me chama? - Uma memória novo, e nunca ouvida, Dum que trocou {In ita e humano vida, Por divino, in{lnita e clara fama.

- Quem é que too gentil louvor derramo? - Quem derramar seu sangue nao duvida Por seguir o bandeira esclarecido De um capitOo de Cristo que mais amo.

- Ditoso {1m, ditoso sacrifício Que o Deus se fez, e 00 mundo juntamente! Apregoando direi too alto sorteo

- Mais poderós contar o todo o gente Que sempre deu sua vida cloro indício De vir o merecer tOo santo morte.

Males que contra mí tú conjuraste ¿Cuánto te ha de durar tan duro intento? Si dura por que dura mi tormento, Te baste cuanto ya me atormentaste.

¿Si así te obstinas tú, por qué buscaste derribar mi tan alto pensamiento? Más puede a causa de él, en que el sustento Que de ello, ya tú misma, el ser tomaste.

y puesta tu intención sola en mi muerte Ha de acabar el mal que me enamora, Se dé fin a un tormento tan sufrido,

Porque de ambos contenta esté la suerte; Tú, porque me acabaste, vencedora y yo, porque acabé de ti vencido.

Un mover de ojos, blando y piadoso Sin ver algo; un reír blando y honesto Casi forzado; un dulce, humilde gesto De cualquier alegría, algo dudoso.

Desembarazo apenas, vergonzoso, Un reposo gravísimo y modesto, Una pura bondad, un manifiesto Indicio de alma, limpio, algo gracioso;

Un atreverse apenas, la ternura, Un miedo sin ver culpa, aire sereno, Un largo y obediente sufrimiento:

Esta que fue la celeste hermosura De mi Circe, y el mágico veneno Que puede transformar mi pensamiento.

- No pases caminante. - ¿Quién me llama? - Una memoria nueva y nunca oída de quien trocó finita, humana vida por divina, infinita y clara fama.

- ¿Quién es que tan gentil canción derrama? - Quién no duda la sangre dar vencida por seguir la bandera esclarecida de un capitán de Cristo que más ama.

- ¡Dichoso fin, dichoso sacrificio que Dios y al mundo dio cercanamente! Pregonando diré tan alta suerte.

- Mas tú podrás contar allá a la gente Que siempre dio su vida, claro indicio De ser digna a tener tan santa muerte.

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ο fogo que πο brondo cero ordio, Vendo ο rosto genti/ que eu n 'o/mo vejo, Se ocendeu de ουΙro fogo do desejo, Por ο/conςοr ο /UZ que vence ο dio.

Como de dous ordores se encendio, Do gronde impociencio fez despejo, Ε, remetendo com furor sobejo, Vos (οί beijor πο porte onde se νίο.

Ditoso oque/o ~omo, que se otreve Α opogor seus ordores e tormentos Νο visto de que ο mundo tremer deve.

Nomorom-se, Senhoro, os E/ementos De vόs, e queimo ο fogo oque/o neve Que queimo corοςοes e pensomentos.

ΕΙ fuego que en la blanda cera ardίa Viendo la faz gentil, que en la alma veo Se enciende de otro fuego de deseo Por alcanzar la luz que vence al dίa .

Como de dos ardores se encendίa De impaciencia se hacίa lίberada Υ acometiendo con furia sobrada le fue a besar a usted donde estarίa.

Dichosa aquella flama que se atreve Α apagar sus ardores Υ t ormentos Α cuya vista el mundo temblar debe.

Se enamoran de usted los elementos, Senora, Υ quema el fuego aquella nieve Que corazones quema pensamiento.

CAMOES Sonetos

59 Bibliote,a de Mexi,o

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CAROLINA DEPETRIS*

BORGES, LAS REGLAS DEL JUEGO

Desde muy temprano, poco después de sus experimentos líricos ultraístas en Fervor de Buenos Aires ( 1923) Y Luna de enfrente (1925) , Jorge Luis Borges comienza a escribir ensayos: Inquisiciones (1925), El tamaño de mi esperanzo ( 1926), El idioma de los ar­gentinos (1928), Evoristo Corriego ( 1930), Discusión (1932), Historio de lo eternidad (1936), etc. Algo más tarde, con cuarenta años, escribe el relato El jardín de los senderos que se bifurcan ( 1941), inaugurando así una carrera como cuentista que llega hasta Libro de areno en 1975 y que le dará proyección internacional en el ámbito de la letras. Sin embargo, re­

pasar la producción de Borges por géneros es un falso recurso crítico porque toda su obra, su Obra Com­pleto, no es sino un entrecruzamien­to de géneros que se explica en un sistema apretado de corresponden­cias, de referencias, de citas internas. Esto se debe a que Borges continua­mente entrelaza en su literatura el acto de escribir con el de leer y el de razonar con el de imaginar: realidad y ficción, historia e invención pierden

especificidad en sus textos. Borges sostiene:

[ ... ] trato de que mi escritura no sea casual, es deci~ trato, incluso, de que haya algo de cosmos, aunque sea esencialmente caos. Como puede ocurrir con el universo, desde luego: no sabemos si es un cosmos, o si es un caos. Pero muchas cosas indican que es un cosmos: tenemos las diver­sas edades del hombre, los hábitos de las estrel las, el crecimiento de las plantas, las estaciones, las diversas generaciones también. De modo que

* Carol ina Depetris colaboró con Biblioteca de Mé­xico en el número 77-78.

Ilustraciones tomadas de: Lo Gaceta del Fondo de Culturo Económica. número 186, agosto de 1986.

96 pp.

orden hay, pero un orden bastante pudoroso, bastante secreto.

Así como su obra se constituye en esta rejilla de autorreferencias, abun­dan también en ella las "externas" a la metafísica (sobre todo idealista), a problemas lógicos, a poetas, a narra­dores, a estudiosos de la literatura, que otorgan a su obra un carácter en apariencia erudito pero intensamente lúdico y transparente si se conocen las reglas del juego que el argentino propone. La cláusu la fundamental de ese juego consiste en manejar la ver­

dad de los conceptos que recoge de la filosofía, de la teología, de la cábala, no como nociones que están frente al pensamiento, sino en el pensamien­to. Se trata, en definitiva, de radicalizar el principio idealista de postular la verdad como una concordancia del pensamiento consigo mismo. Llevado este axioma a las letras, el resultado es una literatura hecha de literatura, cuyos motivos cardinales son, en Bor­ges, el "l ibro" como "mundo" y la "biblioteca" como "universo". En el

prólogo a Elogio de lo sombra (1969), miscelánea de poemas, cuentos, his­torias, anécdotas, Borges confiesa que no crea desde una estética, sino apo­yándose en ciertas "astucias" litera­

rias:

[ ... ] eludir los sinónimos, que tienen la desventaja de sugerir diferencias ima­ginarias; eludir hispanismos, argentinis­mos, arcaísmos y neologismos: preferir las palabras habituales a las palabras asombrosas; intercalar en un relato rasgos circunstanciales, exigidos ahora por el lector; simular pequeñas incer­tidumbres, ya que si la realidad es pre­cisa la memoria no lo es; narrar los he­chos [ ... ] como si no los entendiera del todo; recordar que las normas ante­riores no son obligaciones y que el tiempo se encargará de abolirlas.

61 Biblioteca de México

Estas astucias son la quintaesencia del gesto del autor que es Borges, astucias que derivan de una "sospe­cha" continua hacia lo que hay y es. El recelo mayor es que el mundo puede ser un caos, pero que en ese caos cada hombre y cada escritor puede fabricar su propia realidad y darle un sentido. Aquí es fundamen­tal recordar que, en Borges, el pro­blema ontológico del mundo tiene su espejo en las letras; lo que ocurre

en el universo ocurre en la literatura que es, en sí, un universo. En este laberinto que es el universo, el hom­bre aparece desorientado, perdido, e intenta razonar lógicamente sobre los caminos que conducen a un cen­tro, a una respuesta total a su ser y a todo lo que es. Del mismo modo, el lector y el autor se internan en la maraña literaria, se guían por libros de arena, libros infinitos repletos de claves que pueden conducir a la explicación del misterio del caos, res­puesta que se bifurca en un juego perpetuo de asombro, de dudas, de complicaciones que conducirán a un nuevo laberinto. Desde esta posición hay que comprender el "escepticis­mo" de Borges: no hay en su pro­puesta literaria una última lectura del universo, ni una última escritura, pero sí hay belleza en las teorías, en los ra­zonamientos lógicos que el autor si ­gue siempre con finísima inteligencia y con agudo sentido del humor hasta llegar. en ocasiones, a reducirlos al absurdo. Para disfrutar la lectura de Borges, entonces, se torna necesario poder seguir sus referencias fi losófi­cas y literarias.

En el juego escéptico que Borges plantea no podía dejar de articular él mismo su Obra Completo como el la­berinto ulterior de su propuesta. ¿Por qué? Porque reunidas una serie de composiciones en una gran obra vuelve a abrirse una serie combina-

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toria infinita, desarraigada de sus condiciones históricas concretas de producción y capaz de ofrecer; de abrir; incontables modos de interpre­tación. Genera, en definitiva, una "bi­blioteca", un universo borgiano. Una Obro Completo como biblioteca se­ñala, irónicamente, su carácter per­petuamente inacabado, el eterno retorno al laberinto del caos, la pues­ta en juego de la lógica y de la razón en busca de un cosmos siempre bajo sospecha.

En este juego combinatorio opera una gimnasia esencial para su ampli­tud y perennidad, y es la lectura o mejor; la relecturo. Dice Borges:

Muchos dicen: ¿qué porvenir puede tener la poesía? Pero la poesía no tiene porvenir Es eterna. No tiene pasado, ni presente, ni futuro. Es todo. Un texto se renueva cada vez que se lo lee: y cuanto más cambia, más constante es.

Borges explica en un cuento ya em­blemático de los estudios literarios, "Pierre Menárd, autor del Quijote", y también en "La biblioteca de Babel", cómo funciona este mecanismo de continua relectura. En estos cuentos sugiere que la literatura, incluida la suya, es una trama de lecturas y es­crituras, de un lector (autor) a otro lector (autor). La clave de esta diná­mica la da el mismo Borges en el prólogo de Ficciones: "mejor procedi ­miento es simular que esos libros ya existen y ofrecer un resumen, un co­mentario". Esta es la actividad funda­mental de la propuesta literaria de Borges: el "comentario", concebir la literatura como comentario. Veamos cómo funciona.

Es Michel Foucault quien, en El or­den del discurso, al hablar de los pro­cedimientos de contro l, selección y redistribución de discursos, se refiere al comentario. Foucau lt distingue procesos de control del discurso externos e internos. Entre los exter­nos señala la palabra prohibida, la oposición razón/locura, y la voluntad de verdad. Entre los que funcionan internamente, destaca el autor; las di sciplinas y el comentario.

Foucault entiende que en toda sociedad hay discursos que "se di­cen" y discursos que "son dichos": los primeros son aquellos que aparecen "en el curso de los días y de las con­versaciones, y que desaparecen con el acto mismo que los ha pronuncia-

do"; los segundos son aquellos "origi­narios", aquellos "que están en el ori­gen de un cierto número de actos nuevos de palabras que los reanu­dan, los transforman o hablan de ellos", discursos que permanecen siempre dichos y que están, sin em­bargo, todavía por decir. Estos últi­mos son, dice Foucault, los textos re­ligiosos o jurídicos, y "son también esos textos curiosos, cuando se con­sidera su estatuto, y que se llaman 'literarios' y también, en cierta medi­da, los científicos".

Entre los textos que se dicen y los que son dichos, hay un desfase: tex­tos que comentan otros textos que son comentados. Esta relación, como bien se percibe en los ensayos de Borges, no es estable, ni constante, ni absoluta: hay textos fundamentales que terminan por oscurecerse y de­saparecer; y textos que comentan y que, con el paso del tiempo, toman el lugar de los comentados. Pero lo im­portante es que, aun cuando uno de los términos de la relación desapa­rezca, la función del comentario per­manece, y lo hace, además, de forma solidaria. ¿Cómo? Explica Foucault:

De una parte, permite construir -in­definidamente- nuevos discursos: el desplome del primer texto, su per­manencia, su estatuto de discurso siempre reactua lizable, el sentido múltiple u oculto del cual parece ser el poseedor; la reticencia y la riqueza esencial que se le supone, todo eso funda una posibilidad abierta para hablar Pero, por otra parte, el co­mentario no tiene por cometido [ ... ] más que decir por (in lo que estaba articulado si lenciosamente afió lejos.

Debe -y esto es lo importante en la función del comentario- decir por primera vez aquello que sin embargo había sido ya dicho.

El comentario permite decir otro coso aparte del texto mismo, pero con la condición de que sea ese mis­mo texto el que se diga. Y esto es exactamente lo que sucede en Nue­ve ensayos dantescos, uno de los li­bros más lúcidos de Borges. En este libro, el texto que "es dicho" es la Comedio de Dante. En la articulación lectura-escritura entre el texto que es dicho y los comentarios, Borges asume no tanto las formas del autor como las del lector. Y todavía más, lo hace como lector de otros lectores de la Commedio, moviéndose así por

62 Biblioteca de México

diferentes momentos de la diacronía literaria para reflejar la enorme capa­cidad significativa que concentra la actividad de recepción. Así, revisando las diferentes concreciones de la Co­mmedio, Borges no clausura el siste­ma literario en lecturas excluyentes (en "verdades") sino que considera el texto como una instancia abierta a las vicisitudes de la lectura una vez que es lanzado al devenir histórico y, en consecuencia, a posibles comen­tarios. Los nueve ensayos de Borges explicitan sistemáticamente una tra­ma de lecturas que parten de la obra de Dante para abrirse a una se­rie potencialmente infinita de comen­tarios y de comentarios de comen­tarios.

Primeramente, este juego de co­mentarios se ajusta a la estructura de los ensayos: Borges expone parafrás­ticamente un motivo que toma de alguno de los círculos de la Comme­dio; luego presenta (cuando no transcribe) ciertas aposti llas de este motivo formu lados por diversos her­meneutas del texto de Dante para, a su vez, comentarlos y recuperar así el motivo primero de la Commedio en la propuesta de una nueva lectu­ra posible. En este tránsito entre tex­tos, Borges, muy típicamente, no res­peta con frecuencia una prolija suje­ción cronológica: la historia literaria que va trazando desde la Commedio se expande incluso más atrás del tiempo de Dante. Así consigue que una obra ingrese en una pluralidad de contextos, tanto pretéritos como presentes, revelando el carácter ite­rativo del hecho literario. El sistema de la literatura, en t anto comentario de comentarios por el ejercicio de una recepción productiva, asume la fo rma de un diálogo entre lectores­autores que actualizan y reactualizan textos a lo largo de la historia como fuente perpetua de sentidos. Se prac­tica, entonces, una inversión del es­quema positivista que desplaza la causa del fenómeno literario desde el autor al lector; porque el comenta'-Io supone una escritura que se des­prende esencialmente de la lectura.

Es cierto que existen lectores que acceden a la obra como foctum. Pero también hay otros que la analizan, comprenden e incluso fraguan ficcio­nes a partir de ella. En otro libro de ensayos, Siete noches, encontramos un hermoso ejemplo de esta dinámi­ca: curiosamente, una de las historias más representativas de Los mil y uno

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noches como es la de "Aladino y la lámpara maravillosa" no se encuen­tra en las versiones originales; sólo aparece en la versión de Galland, Di­ce Borges:

Hubo quien sospechó que Galland

había falsificado la narración, Creo

que la palabra "falsi fi car" es injusta y

maligna, Gal land tenía tanto derecho

a inventar un cuento como lo tenían

aquellos confabuladores nocturni,

A partir del comentario, el lector se viste de autor en la generación per­manente de nuevos significados, y el autor; a su vez, se desdibuja en la posibilidad de comentar en su texto otros textos: en " El último viaje de Ulises", Dante es Ulises y, a su vez, el Ulysses de Tennyson y el capitán Ahab de Melville fueron Dante y fue­ron también Ulises; en "La última sonrisa de Beatriz", la blessed demo­zel de Dante Gabriel Rossetti es Beatriz Portinari en el Paraíso,

En la exposición de episodios, Bor­ges no se separa de la Commedia como objeto de lectura, pero en la

trama de lecturas consigue que el texto, nunca agotado, permanezca como un anteproyecto susceptible de ser siempre otro y, paradójica­mente, el mismo, Las distintas recep­ciones, pretéritas o presentes, dicen algo diferente del texto primero pero con la necesidad de que sea ese mismo texto el que se diga, Una obra, entonces, se conforma con sus diferentes recepciones, e interrogar y confrontar comentarios, tal como lo hace Borges en muchos de sus ensa­yos y especialmente en estos ensayos dantescos, es una manera de inte­rrogar al texto para darle una dimen­sión diferente, precisarlo como obje­to estético y precisar su categoría his­tórica, Borges, en la confrontación de comentarios, señala la manera en que se continúan las lecturas para confor­mar; en el devenir temporal. una tra­dición de recepciones que, en defini­t iva, es indicio de una configuración más amplia que es la de la literatura toda, La incorporación de la recep­ción al hecho literario (algo que en el campo de la teoría literaria ha real i­zado la Escuela de Costanza) indica

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que una obra siempre contiene más de lo que expresa, y que es propio de la actividad del lector-comentador el descifrar analítica y críticamente un texto para así comunicar significados (evidentes o no) que circu lan por él. El comentador borgiano, empezando por Borges mismo, manipula el texto con la misma libertad - incluso con mayor libertad- que el autor; y lo empuja a una actividad recurrente que coloca en el presente aquello concebido en lo pretérito, El comen­tario, en tanto ejercicio hermenéuti­co, no tiene clausura porque siempre, como sostiene Steiner; "en los mun­dos del discurso interpretativo, el libro engendra al libro, la visión se ali­menta de la revisión", Este esquema de recurrencia es lo que en el campo de la semiótica se denomina "semio­sis infinita", noción que la hermenéu­ti ca de Heidegger y Gadamer inte­graba a la idea de circularidad, ya que nunca se llega a la interpretación de un sent ido que no sea, a su vez, obje­to de interpretación, El comentario inaugura así una cadena perpetua de t iempo, Frente a la crítica de corte

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positivista, regulada por υ π principio de convergencia (todos los factores que intervienen en υπ fenόmenο l ίte­

rario t ienden, de manera r igurosa­ment e causal, a la obra), Borges pro­pone la dίfraccίόn.

Esta dίfraccίόn, como engranaje del comentario, se asi mi la en Borges al dinamismo de la metMora: "como

todas las palabras abstractas, la pala­bra 'met Mora' es una metMora" ("Pur­

gatorio Ι, 13"). La metMora fusiona ο identifι ca dos entidades para generar

una nueva existencia que participa de sus componentes, desvίο od infιnitum que escapa siempre a la medίcίόn de su alcance. Borges se pregunta:

Literariamente, que puede rendir la

nοcίόn de un ser compuesto de o.tro.s seres, de un pajaro. (digamo.s) hecho de pajaros. [ .. ] Analo.gamente, en la MonodoIogio ( 17 14), de Leibniz, se lee que el universo esta hecho de infinitos universos que a su vez con­tienen el universo Υ asi hasta el infini­to. (''Ε Ι Simurgh Υ el aguila").

Entendemos claramente aqυί por que, para el Borges υltraίsta, la meta­fora era el elemento esencial de υπ poema.

Ε Ι comentario, como Ρrοlίferacίόn il imitada de 10 secundario, por su na­t uraleza expansiva, πο admite falsas lecturas. Επ este juego nunca se pue­de at rapar una ίnterΡretacίόn defιni ­tiva porque el sentido (Υ la exegesis,

Fotografίa: CarIos Franco

Υ la l ίteratura) es υπ proceso some­

tido al t iempo, de modo que los sen­

tidos primeros son modifιcados por los ύ ltί mοs, Υ los ύ ltίmοs son supera­

dos por otros que vendran. Ν ίngύn

sentido puede ser ent eramente

"puro" . Esta dίSΡersίόn semantica

conforma en Borges una "herme­

neutica de la sospecha" , ο tal vez se­

rίa mas preciso denominarla, "her­meneutica de la conjetura". Α 10

largo de los Nueve ensoyos dontescos , el argentino disuelve con nυmeΓΟSΟS

atenuantes las certezas de los co­

mentarios que destaca: "ΥΟ ί ns ί n υarίa

otra raΖόn" , "ΥΟ tengo para mι"" "vis­lυmbro cuatro conjeturas posibles",

"ί nterpretac ί ό n im probab le pero que πο es lίcίtο descartar", "se trata,

claro esta, de una conjetura", etc.

Rastrear las distintas interpretaciones de una obra a traves de los comen­tarios que sυsc ίtό πο supone, en Borges, denunciar exegesis equivoca­das en favor de una ύ lt ίma lectυra (habla incluso de inutile controversio) , sino eχperi mentar la potencia se­mantica de la literatura. La interpre­tac ί όn de una obra Ilega a resolverse en υπ sentido, pero la fυnc ί όn del co­

mentario dice que ese sentido es susceptible de ser modifιcado, ergo, de ser otro en una cadena i nfιnita de l ectυra-escrίtura. Tal como sostiene Steiner en Presencios reales:

Po.r υπ lado, todo. comentario. es en s ί mismo υπ acto. de eχili o..Τoda eχege-

64 Biblioteca de Mexico

sis σ glo.sa confιere al teχto. algύn gra­

do. de alejamiento. Υ destierro. Por o.tro. lado., el comentario garantiza la

auto.ridad continuada Υ la superviven­

cia del discurso. primario. Επ la dis­

Ρersίόn, el teχto. es la patria.

Α traves de nυmerοsίsίmas referen­

cias internas, a traves de Ρrό Ι οgΟ5 Υ

epI10g05 de 105 l ίbr05 que compo­nen 5US Obros Completos, Jorge Luis

Borge5 pretende l ύd ίcamente ser el

primer lector de 5υ5 poemas, de 5υ 5

cuentos, de sus ensayos. Las Obros Completos tienen, ademas, υ π epI1 o­

go general, υπ epI10go de epI1ogos

donde el t raza, en t ercera persona,

su falsa b ί οgrafίa que aparecera ρ υ ­blicada en la Enciclopedio Sudome­Γίcoπa en el ano 2074. La nota ter­

mina con una ίnv ίtacί όn al renovado

juego de l ectυ ra Υ escrit ura que es la

l ίteratυ ra, una ί nv ίtac ί όn de Borges a sus posibles lectores a vo lver una Υ ot ra vez sobre su obra, a mantener­

la viva con la fuerza eχpans iva del

comentario:

[ ... ] le complacia repetir esta senten­cia de Carlyle:"La histo.ria universal es υπ teχto. que estamo5 o.bligado.s a

leer Υ a escribi r incesantemente Υ en el cual tambien no.s escriben".

Los Obros Completos, de Borges en Emece Editores, Buenos A ires, pue­

den consultarse, pues siguen con su­fι ciente r igor el orden crοnοlόgίco.

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