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17 Bilbao l centenario del naci- miento de Camilo José Cela (1916-2002) ha convocado las más diversas ma- nifestaciones sobre su obra y fi- gura humana, coincidiendo los opinantes dominantes en un la- tiguillo poco convincente, al re- saltar que el novelista gallego, que recibió entre otros galardo- nes el premio Nobel, no cuenta en la actualidad con seguido- res, algo así como si un escritor tuviera que formar escuela, con una recua de seguidores más o menos espabilados para que su obra tuviera o no sentido. Con motivo de esta efeméride se es- cribe más sobre el personaje, que el propio Cela fue creando con el tiempo, con cierta extra- vagancia y en ocasiones con de- jes de vulgaridad. Pero Cela era un intelectual más profundo de lo que aparece o se enseña. El profesor Francisco Fuster ha recogido ahora en un libro, Recuerdo de don Pío Baroja (Fór- cola), los artículos que Cela es- cribió a lo largo de su vida sobre el autor de El árbol de la ciencia, lo que permite volver sobre la memoria, tanto de Baroja, co- mo de Cela. Pero serán muchas las publicaciones, cursos y artí- culos que se harán a lo largo del año del centenario. Entre otras obras, merece destacar la bio- grafía que ha publicado Fran- cisco García Marquina, una obra que amplía y aumenta su anterior Retrato de Camilo José Ce- la (2005). Haya dejado o no siembra en el arte de novelar, lo cierto es que el autor de La fa- milia de Pascual Duarte o La col- mena dejó un conjunto de nove- las que formarán por siempre parte de la mejor memoria na- rrativa del siglo XX. Cela conoció y trató a don Pío en su casa de Madrid y le pre- sentó el manuscrito de su nove- la La familia de Pascual Duarte. A Baroja, por lo que nos contó Ju- lio Caro, el tremendismo de es- ta novela le asustó en cierta for- ma, no por el asunto narrativo, sino por su desgarro, advirtien- do Baroja que a buen seguro no pasaría la censura. Pero, aun- que tuvo problemas y hubo de hacer recortes, la censura per- mitió al fin la publicación. Es posible que lo que pretendiera Cela, lícitamente, era un prólo- go de Baroja para su novela, una aval del admirado maestro para salir a la calle. Pero esa es otra cuestión. El probado interés del gallego por la obra del vasco no quedó en todo caso empañado por esa situa- ción. Apenas un mes después de morir don Pío en 1956, Cela de- dicó un especial de su revista Papeles de Son Armadans al nove- lista vasco. La revista, que mar- có una impronta de rigor y re- conocimiento, tanto de la cul- tura del interior como de la cul- tura crítica del exilio, había na- cido ese mismo año. Cela, que junto con Hemingway había portado el féretro de Baroja an- te el cementerio civil de Ma- drid, expresaba así una vez más el reconocimiento por su vida y obra. Ese fervor fue una cons- E tante pues, tanto de palabra co- mo de obra, Cela mostró sobra- damente de por vida su aprecio, y conocimiento detallado de la narrativa de don Pío. Unos años atrás, en la inmediata postgue- rra civil, Cela había intentado hacer una campaña para que le concedieran el Premio Nobel al autor de Vidas sombrías. No tuvo eco ni éxito, y lo cierto es que dos de los novelistas que porta- ron el féretro de Baroja, Cela y Hemingway, en un día frío de 1956 recibirían con el tiempo el Nobel de Literatura. La publica- ción de este libro que ahora nos propone Francisco Fuster, una gavilla de textos de mayor y me- nor extensión que Cela dedicó a Baroja en el tiempo, es un acier- to y un servicio cultural, que da fe de una trayectoria y de un co- nocimiento de la narrativa baro- jiana. Fuster ha publicado diver- sos ensayos de rigor sobre los Ba- roja, entre los que sobresale su libro Baroja y España. Un amor imposible, una lectura la más ri- gurosa y completa de la novela El árbol de la ciencia como no se había hecho nunca. Cuando muere Baroja, Cela escribe: “El 30 de octubre de 1956 ha muerto el viejo oso vas- congado, el escéptico y tierno, el humilde y decente, el íntegro, el burlón Pío Baroja… Con él se va para el otro mundo nuestra última gran novela, aquella voz caudalosa que nos reflejó. Con él se va también el penúltimo 98, el hombre que era un poco el alcaloide del 98, la genera- ción que él negó, quizá por en- tretenerse”. Y agrega Cela: “Con Baroja recién muerto, se abre en las letras españolas la honda fisura por la que corren peligro de escaparse la sinceridad a ul- tranza y la dolorosa y reconfor- tadora independencia. “Yo no tengo la costumbre de mentir”, nos dice Baroja, antes que nin- guna otra cosa, en el prólogo de El escritor según él y según los críti- cos, tomo primero de sus Memo- rias, de sus emocionantes libros de la serie Desde la última vuelta del camino: “Yo no tengo afi- ción a falsificar”. Fuster destaca que Cela resal- ta con acierto que a Baroja se lle- ga mejor por el sentimiento, mucho mejor por el corazón que por el pensamiento: “A Ba- roja hay que ir a buscarle el cora- zón… Hay que dejarle el vivo co- razón al aire –escribe Cela–, porque Baroja es el hombre de la cordialidad que consterna, que abruma”. Cela, que pidió el Nobel sin éxito para Baroja, fue investido con ese galardón, que no debe distraernos a la hora de celebrar la memoria del autor de La familia de Pascual Duarte o La colmena. A Cela le gustaba don Pío por ser “escritor diáfano e inmedia- to”, “escéptico y tierno, íntegro y burlón”. Aunque siempre le invocó a Baroja como un maes- tro, cierto es que sus vidas se pa- recieron poco, pero el fervor de Cela parece que fue una cons- tante, como se certifica en estos textos que ahora nos ofrece Fus- ter. Hubo sin duda más actua- ciones de Cela que abundan en el aprecio por don Pío. Cuando se acercaba el centenario del na- cimiento de Baroja, en 1972, Cela, que era amigo de la nove- lista donostiarra Mercedes Sáenz-Alonso, colaboradora en su editorial Alfaguara, animó a la escritora a realizar un congre- so sobre don Pío en San Sebas- tián. Mercedes Sáenz-Alonso fue la promotora del congreso de escritores que, con la invoca- ción de Encuentro con don Pío. Homenaje a Baroja, tuvo lugar en San Sebastián en 1972. Con el mismo título del homenaje se publicó luego un libro con las ponencias del encuentro donostiarra en la editorial Al- Borak. Aunque Cela no pudo participar en estas jornadas, sí asistió a las mismas su hermano Jorge Cela Trulock, autor de una obra interesante, ensom- brecida, sin duda, que no nega- da, por la de Camilo José, de cu- yo hermano estaba muy orgu- lloso. Hubo, sí, alguna diferencia en la consideración social de ambos novelistas: Camilo se lla- maba a sí mismo en sus escritos y en algunas intervenciones pú- blicas don Camilo. Pero no lo- gró del común, como le sucede a don Pío, que el don fuera por siempre como un sello nominal de autoridad humana. Si deci- mos en literatura don Pío, nadie duda que es Baroja, pero si deci- mos don Camilo, es posible que pensemos antes en el Don Cami- lo, de Giovanni Guareschi. Félix Maraña Testigo de encargo “Con Baroja se va nuestra última gran novela, aquella voz caudalosa que nos reflejó”. CELA “Baroja es el hombre de la cordialidad, que consterna, que abruma”. CELA Don Camilo ante don Pío El novelista gallego tuvo a don Pío como referente del novelar Francisco Fuster recoge en un libro los textos que Cela dedicó al novelista vasco

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17B i lbao

l centenario del naci-miento de Camilo JoséCela (1916-2002) ha

convocado las más diversas ma-nifestaciones sobre su obra y fi-gura humana, coincidiendo losopinantes dominantes en un la-tiguillo poco convincente, al re-saltar que el novelista gallego,que recibió entre otros galardo-nes el premio Nobel, no cuentaen la actualidad con seguido-res, algo así como si un escritortuviera que formar escuela, conuna recua de seguidores más omenos espabilados para que suobra tuviera o no sentido. Conmotivo de esta efeméride se es-cribe más sobre el personaje,que el propio Cela fue creandocon el tiempo, con cierta extra-vagancia y en ocasiones con de-jes de vulgaridad. Pero Cela eraun intelectual más profundo delo que aparece o se enseña.

El profesor Francisco Fusterha recogido ahora en un libro,Recuerdo de don Pío Baroja (Fór-cola), los artículos que Cela es-cribió a lo largo de su vida sobreel autor de El árbol de la ciencia,lo que permite volver sobre lamemoria, tanto de Baroja, co-mo de Cela. Pero serán muchaslas publicaciones, cursos y artí-culos que se harán a lo largo delaño del centenario. Entre otrasobras, merece destacar la bio-grafía que ha publicado Fran-cisco García Marquina, unaobra que amplía y aumenta suanterior Retrato de Camilo José Ce-la (2005). Haya dejado o nosiembra en el arte de novelar, locierto es que el autor de La fa-milia de Pascual Duarte o La col-mena dejó un conjunto de nove-las que formarán por siempreparte de la mejor memoria na-rrativa del siglo XX.

Cela conoció y trató a don Píoen su casa de Madrid y le pre-sentó el manuscrito de su nove-la La familia de Pascual Duarte. ABaroja, por lo que nos contó Ju-lio Caro, el tremendismo de es-ta novela le asustó en cierta for-ma, no por el asunto narrativo,sino por su desgarro, advirtien-do Baroja que a buen seguro nopasaría la censura. Pero, aun-que tuvo problemas y hubo dehacer recortes, la censura per-mitió al fin la publicación. Esposible que lo que pretendieraCela, lícitamente, era un prólo-go de Baroja para su novela,una aval del admirado maestropara salir a la calle. Pero esaes otra cuestión. El probadointerés del gallego por la obradel vasco no quedó en todocaso empañado por esa situa-ción.

Apenas un mes después demorir don Pío en 1956, Cela de-dicó un especial de su revistaPapeles de Son Armadans al nove-lista vasco. La revista, que mar-có una impronta de rigor y re-conocimiento, tanto de la cul-tura del interior como de la cul-tura crítica del exilio, había na-cido ese mismo año. Cela, quejunto con Hemingway habíaportado el féretro de Baroja an-te el cementerio civil de Ma-drid, expresaba así una vez másel reconocimiento por su vida yobra. Ese fervor fue una cons-

E

tante pues, tanto de palabra co-mo de obra, Cela mostró sobra-damente de por vida su aprecio,y conocimiento detallado de lanarrativa de don Pío. Unos añosatrás, en la inmediata postgue-rra civil, Cela había intentadohacer una campaña para que leconcedieran el Premio Nobel alautor de Vidas sombrías. No tuvoeco ni éxito, y lo cierto es quedos de los novelistas que porta-ron el féretro de Baroja, Cela yHemingway, en un día frío de1956 recibirían con el tiempo elNobel de Literatura. La publica-ción de este libro que ahora nospropone Francisco Fuster, unagavilla de textos de mayor y me-nor extensión que Cela dedicó aBaroja en el tiempo, es un acier-to y un servicio cultural, que da

fe de una trayectoria y de un co-nocimiento de la narrativa baro-jiana. Fuster ha publicado diver-sos ensayos de rigor sobre los Ba-roja, entre los que sobresale sulibro Baroja y España. Un amorimposible, una lectura la más ri-

gurosa y completa de la novelaEl árbol de la ciencia como no sehabía hecho nunca.

Cuando muere Baroja, Celaescribe: “El 30 de octubre de1956 ha muerto el viejo oso vas-congado, el escéptico y tierno,el humilde y decente, el íntegro,el burlón Pío Baroja… Con él seva para el otro mundo nuestraúltima gran novela, aquella vozcaudalosa que nos reflejó. Conél se va también el penúltimo98, el hombre que era un pocoel alcaloide del 98, la genera-ción que él negó, quizá por en-tretenerse”. Y agrega Cela: “ConBaroja recién muerto, se abreen las letras españolas la hondafisura por la que corren peligrode escaparse la sinceridad a ul-tranza y la dolorosa y reconfor-tadora independencia. “Yo notengo la costumbre de mentir”,nos dice Baroja, antes que nin-guna otra cosa, en el prólogo deEl escritor según él y según los críti-cos, tomo primero de sus Memo-rias, de sus emocionantes librosde la serie Desde la última vueltadel camino: “Yo no tengo afi-ción a falsificar”.

Fuster destaca que Cela resal-ta con acierto que a Baroja se lle-ga mejor por el sentimiento,mucho mejor por el corazónque por el pensamiento: “A Ba-

roja hay que ir a buscarle el cora-zón… Hay que dejarle el vivo co-razón al aire –escribe Cela–,porque Baroja es el hombre dela cordialidad que consterna,que abruma”. Cela, que pidió elNobel sin éxito para Baroja, fueinvestido con ese galardón, queno debe distraernos a la hora decelebrar la memoria del autorde La familia de Pascual Duarte oLa colmena.

A Cela le gustaba don Pío porser “escritor diáfano e inmedia-to”, “escéptico y tierno, íntegroy burlón”. Aunque siempre leinvocó a Baroja como un maes-tro, cierto es que sus vidas se pa-recieron poco, pero el fervor deCela parece que fue una cons-tante, como se certifica en estostextos que ahora nos ofrece Fus-ter. Hubo sin duda más actua-ciones de Cela que abundan enel aprecio por don Pío. Cuandose acercaba el centenario del na-cimiento de Baroja, en 1972,Cela, que era amigo de la nove-lista donostiarra MercedesSáenz-Alonso, colaboradora ensu editorial Alfaguara, animó ala escritora a realizar un congre-so sobre don Pío en San Sebas-tián. Mercedes Sáenz-Alonsofue la promotora del congresode escritores que, con la invoca-ción de Encuentro con don Pío.Homenaje a Baroja, tuvo lugaren San Sebastián en 1972. Conel mismo título del homenajese publicó luego un libro conlas ponencias del encuentrodonostiarra en la editorial Al-Borak. Aunque Cela no pudoparticipar en estas jornadas, síasistió a las mismas su hermanoJorge Cela Trulock, autor deuna obra interesante, ensom-brecida, sin duda, que no nega-da, por la de Camilo José, de cu-yo hermano estaba muy orgu-lloso.

Hubo, sí, alguna diferenciaen la consideración social deambos novelistas: Camilo se lla-maba a sí mismo en sus escritos yen algunas intervenciones pú-blicas don Camilo. Pero no lo-gró del común, como le sucedea don Pío, que el don fuera porsiempre como un sello nominalde autoridad humana. Si deci-mos en literatura don Pío, nadieduda que es Baroja, pero si deci-mos don Camilo, es posible quepensemos antes en el Don Cami-lo, de Giovanni Guareschi.

Félix Maraña

Testigo de encargo

“Con Baroja se va nuestra últimagran novela, aquella vozcaudalosa que nos reflejó”. CELA

“Baroja es el hombre dela cordialidad, que consterna,que abruma”. CELA

Don Camilo ante don PíoEl novelista gallego tuvo a don Pío como referente del novelar

Francisco Fusterrecoge en un librolos textosque Cela dedicóal novelista vasco