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Biografía Cuando se habla de Moisés Bertoni, es difícil para todos separar la historia de la leyenda, incluso para los que lo conocieron de cerca. Por ejemplo, durante los funerales oficiales de Moisés, su amigo Rodolfo Ritter lo recuerda en un hermoso discurso que revela un conocimiento directo e íntimo del difunto. Y sin embargo, se equivoca cuando dice: «El joven Moisés Bertoni, doctor en ciencias a la edad de 20 años, despreció los halagos de una posición privilegiada y eligió como destino el áspero camino de la ciencia pura. Al dedicar su vida a ésta, no se contentó con ser director bien rentado del servicio meteorológico de su patria; no se contentó con ser catedrático en una de las grandes universidades de su país…» 1 . En estos pocos renglones hay nada menos que tres informacio- nes equivocadas. Ellas se encuentran en todas las biografías americanas, junto a otras que dan una idea errada de su posición social en Suiza y de las motivaciones de su partida. En estas biografías fantasiosas 2 , Moisés aparece como el heredero de una familia acaudalada e influyente, precoz- mente graduado, bien encaminado hacia una segura carrera universita- ria y ya afirmado al frente de una institución nacional. Su partida hacia América habría significado, pues, «la renuncia definitiva de su carrera, de sus nacientes triunfos, del ambiente cómodo que disfruta en la ciudad europea» 3 . Este es uno de los Moisés de la leyenda. Otra leyenda, más difundida en Suiza, destaca, en cambio, sus convic- ciones anarquistas. No sería un joven pudiente, a punto de dejar Europa por amor a la ciencia, sino un revolucionario decidido a fundar una co- 1. Rodolfo Ritter, «Bajo la emoción profunda del recuerdo», Revista Agropecuaria y de Industrias Rurales, 1931, Nº 24, pp. 373-376 y en Nº 25, pp. 9-11 (ya en El Liberal, 9 y 10 de octubre de 1929). Cfr. Biografía Nº 2. 2. En parte autorizadas por el propio Moisés (léase, por ejemplo, la nota 5). Una de las fuen- tes de desinformación de Ritter es un hijo de Moisés, Guillermo Tell (ver Biografía Nº 4). 3. Carlos Selva Andrade, «Un naturalista olvidado, vida del Doctor Bertoni en el Alto Paraná», en La Prensa, Buenos Aires, 4 de abril de 1942.

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Biografía

Cuando se habla de Moisés Bertoni, es difícil para todos separar la historia de la leyenda, incluso para los que lo conocieron de cerca. Por ejemplo, durante los funerales oficiales de Moisés, su amigo Rodolfo Ritter lo recuerda en un hermoso discurso que revela un conocimiento directo e íntimo del difunto. Y sin embargo, se equivoca cuando dice: «El joven Moisés Bertoni, doctor en ciencias a la edad de 20 años, despreció los halagos de una posición privilegiada y eligió como destino el áspero camino de la ciencia pura. Al dedicar su vida a ésta, no se contentó con ser director bien rentado del servicio meteorológico de su patria; no se contentó con ser catedrático en una de las grandes universidades de su país…»1. En estos pocos renglones hay nada menos que tres informacio-nes equivocadas. Ellas se encuentran en todas las biografías americanas, junto a otras que dan una idea errada de su posición social en Suiza y de las motivaciones de su partida. En estas biografías fantasiosas2, Moisés aparece como el heredero de una familia acaudalada e influyente, precoz-mente graduado, bien encaminado hacia una segura carrera universita-ria y ya afirmado al frente de una institución nacional. Su partida hacia América habría significado, pues, «la renuncia definitiva de su carrera, de sus nacientes triunfos, del ambiente cómodo que disfruta en la ciudad europea»3. Este es uno de los Moisés de la leyenda.

Otra leyenda, más difundida en Suiza, destaca, en cambio, sus convic-ciones anarquistas. No sería un joven pudiente, a punto de dejar Europa por amor a la ciencia, sino un revolucionario decidido a fundar una co-

1. Rodolfo Ritter, «Bajo la emoción profunda del recuerdo», Revista Agropecuaria y de Industrias Rurales, 1931, Nº 24, pp. 373-376 y en Nº 25, pp. 9-11 (ya en El Liberal, 9 y 10 de octubre de 1929). Cfr. Biografía Nº 2.

2. En parte autorizadas por el propio Moisés (léase, por ejemplo, la nota 5). Una de las fuen-tes de desinformación de Ritter es un hijo de Moisés, Guillermo Tell (ver Biografía Nº 4).

3. Carlos Selva Andrade, «Un naturalista olvidado, vida del Doctor Bertoni en el Alto Paraná», en La Prensa, Buenos Aires, 4 de abril de 1942.

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muna socialista, y a encaminar su vida «entre la ciencia y la anarquía»4. Aunque mejor fundamentada que la precedente, también esta imagen de un Bertoni «anarquista hasta la muerte» está más cerca de la hagiografía que de la historia.

En este libro trataremos de dar a Bertoni lo que es de Bertoni: el personaje es suficientemente grande para no necesitar interpretaciones exageradas ni floreos.

4. Es la tesis de Peter Schrembs, Mosè Bertoni. Profilo di una vita tra scienza e anarchia, Lugano, La Baronata, 1986 (ver Biografía Nº 12). Antes de nuestro libro Vida y Obra, las publicaciones la-tinoamericanas han pasado por alto el tema del pensamiento político de Moisés, con la excepción de un artículo de Francisco Alí-Brouchoud que enfatiza, en lo esencial de manera equilibrada, la componente anarquista de Bertoni («La Utopía pudo estar aquí», El Territorio, 23 de mayo de 1999; también en Boletín de la Junta de estudios históricos de Misiones, septiembre de 1999, pp. 18-22).

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Moisés en Europa

Moisés nace en *Lottigna, en el valle de Blenio, una zona montañosa de la Suiza italiana, en 1857. Su padre, *Ambrogio, es un abogado liberal y po-see algunos terrenos. Pero los terrenos son de escaso valor – no le servirán ni siquiera para acallar a los acreedores – y con la llegada al poder del par-tido conservador, en 1877, perderá las causas más rentables, agravándose con ello las dificultades económicas de la familia, que se hacen sentir desde

Lottigna y el valle de Blenio

Lottigna (632 metros sobre el nivel del mar) es un pueblo situado en el valle de Blenio, uno de los valles alpinos de la Suiza italiana, que pertenece desde 2004 al municipio de Acquarossa. Aunque por su posición era cabecera del valle (es famoso el antiguo palacio en el que residía el gobernador enviado por los cantones suizos), Lottigna es un pueblo pequeñísimo: cuando el nacimiento de Moisés contaba con 134 habitantes, en 1880 tenía 159, y solamente 121 en 1888. Esta disminución – debida también a la partida para América de Moisés y de algunos familiares y amigos – evidencia el periodo de crisis que atravesaba la aldea, que ya de por sí era pobre. Como en todo el valle de Blenio, la población difícilmente conseguía vivir de la agricultura y el pastoreo, por la escasez de tierras, por las técnicas arcaicas, y también por el absurdo fraccionamiento de la propiedad rústica (todavía en 1928 se da el caso documentado de una familia de Lottigna que poseía 315 fundos reparti-dos en cuatro comunas). A un lector paraguayo o argentino puede que le parezca increíble, pero el tamaño medio de los fundos era de 60 metros cuadrados: lo dice *Ambrogio Bertoni, padre de Moisés, autor de un estudio sobre el atraso de la agri-cultura bleniesa. El valle de Blenio era en este sentido un caso extremo.

Como en otros valles alpinos tesineses e italianos, también aquí se daba la prác-tica secular de la emigración estacional de los hombres, que permitía completar los magros ingresos del trabajo de la tierra con las ganancias obtenidas en las ciudades europeas. Los emigrantes del valle de Blenio ejercían sobre todo la profesión de changadores, vendedores de castañas, chocolateros, cocineros, restauradores.

A partir de mediados del siglo xix, junto a la tradicional emigración periódica se desarrolla la emigración ultramarina – por lo general definitiva –, primero a Australia, y luego a California y a América Latina. La familia de Moisés, aunque empujada por motivos particulares, se inserta en este gran flujo migratorio.

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la época de los estudios secundarios de Moisés. Ya en aquellos años, el muchacho se muestra vivaz, curioso: critica las limitaciones de los planes de estudio del bachillerato, manifiesta diversos intereses; se ocupa de me-teorología, de mineralogía, de botánica, de geografía, de egiptología…

Y escribe las primeras fogosas cartas de amor a la novia *Eugenia Rossetti, que tiene un año más que él y es hija de un farmacéutico de Biasca. La vió por primera vez a los 13 años y se enamoró inmediatamente. Es el único, gran amor de su vida. Los años del bachillerato (en Lugano, una pequeña ciudad, la más importante del Cantón Tesino) son los pri-meros en los que se encuentran separados, y por tanto se escriben. Otros periodos de separación se darán en el futuro: la primera carta de amor es de 1874, la última de 1922.

En 1875, Moisés va a Ginebra a estudiar derecho, como se lo sugie-re su padre abogado. En 1878, después de un año en Zurich, vuelve a Ginebra, pero abandona el derecho para dedicarse a las ciencias natura-les. Lo apoya en esta elección, luego aceptada de mala gana por el padre, su madre, *Giuseppina Torriani, que es maestra, partera, apasionada de la botánica y la horticultura, y también activa colaboradora de la Sociedad Bleniesa de Agricultura – la primera sociedad agrícola del Tesino –, fun-dada por *Ambrogio en 18615.

En las cartas de amor que el estudiante universitario Moisés Bertoni escribe a Eugenia se habla a veces hasta de salames, papas y caracoles, de valerianato de quinina y píldoras de hierro: ayudas de la familia al hijo lejano, que debe ahorrar incluso en la comida y está a menudo enfermo. La causa principal de las enfermedades es probablemente la lejanía de

5. «A la cabeza, desde 1848, de una importante explotación agrícola que contaba con un personal bastante numeroso, y directora, al mismo tiempo, de los viveros de la Sociedad Bleniesa de Agricultura, tenía entre sus peones y mozos de granja a personas originarias de diversas comu-nas, cada una de las cuales hablaba un dialecto diferente» (M. S. Bertoni, Ul Tarun dra val D’Breñ. Matériaux pour la recherche de l’ancien idiome rhéto-lepontien, Puerto Bertoni, Ex Sylvis, 1923, estu-dio incompleto y nunca publicado; ver Arca, p. 762). Moisés exagera cuando habla de «directora de viveros» y de los numerosos «mozos de granja»: casi como si la Sociedad de Agricultura de este pobre valle dispusiese de vastos terrenos y mano de obra numerosa. Del mismo modo exage-ra la importancia de la finca de la familia, que no era una «importante explotación agrícola que contaba con un personal bastante numeroso». Acabamos de ver que la modesta hacienda familiar no bastaba para vivir, como ocurría a menudo en el valle de Blenio (ver *Lottigna). Esta tendencia al ennoblecimiento de la difícil realidad del Tesino, presente también en otros textos americanos de Moisés, se reproduce en muchos escritos biográficos difundidos en Paraguay.

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Eugenia. Moisés se desespera y llega al borde del suicidio cuando los pa-dres se esfuerzan por postergar el matrimonio hasta la finalización de sus estudios. Moisés se casa en 1876, a los 19 años. La decisión no es razonable – ha iniciado apenas la universidad –, y no se ajusta a las costumbres loca-les: el valle de Blenio conserva hasta fines de siglo la práctica, común en la Europa preindustrial, de los matrimonios tardíos. Pero Moisés no puede esperar, la suya no es una historia de amor cualquiera. Antes de finalizar los estudios, interrumpidos a un paso del diploma en 1884, será padre de cinco hijos. La esposa vive con los suegros y, a la par que realiza las tareas domés-ticas – como coser hasta medianoche para ella y los «angelitos» –, se ocupa también de los asuntos que Moisés le confía, envía provistas y medicamen-tos, cuida los cultivos experimentales y las observaciones meteorológicas, lo informa sobre el curso de sus publicaciones, sobre las reacciones a sus artículos. Convencida desde el comienzo de que Moisés está trabajando en grandes obras que inmortalizarán su nombre, Eugenia expresa del modo más emotivo esta confianza en el sueño del globo:

… el sueño que tuve, todavía en casa, cuando leía «5 Semanas en Globo»6. Soñé que tu también emprendías un viaje aéreo y que desde el globo enviaste a alguien una bre-ve reseña de lo que descubriste, y al final del relato decías: Y decid a mi Eugenia que la gloria me sonríe…

(12 de febrero de 1880)

En su admiración infinita por el marido, Eugenia refleja las ambicio-nes científicas que Moisés cultiva desde muy joven. En este período, él emplea sus energías en cien direcciones: crea en Lottigna un observatorio meteorológico7, traduce y reescribe un compendio y un tratado de geo-grafía para las escuelas, estudia los eucaliptos, escribe artículos sobre la prehistoria del Tesino y sobre otros temas8. Son también años de compro-miso político con los jóvenes reformadores de un partido liberal que se

6. Cinq semaines en ballon (1863) de Jules Verne, autor bien representado en el magro sector literario de la biblioteca de Puerto Bertoni.

7. En febrero de 1877, el gobierno del Tesino reconoce el observatorio, concediendo un sub-sidio para su funcionamiento. Los datos recogidos en Lottigna son publicados regularmente en Il Dovere desde 1878 a 1881. Informes periódicos son enviados a revistas meteorológicas suizas e italianas. Moisés continuará recolectando datos diariamente durante toda su vida, haciendo de la meteorología una de sus especialidades.

8. Para una lista de estas publicaciones, remitimos a Bb, años 1876-1881.

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halla en crisis9. En Ginebra, aunque atormentado por la nostalgia, sigue con gran satisfacción los cursos universitarios:

Una de las cosas que contribuirán a calmar mi corazón son mis estudios, el placer de poder seguir finalmente los cursos de la ciencia que prefiero. Actualmente estudio Física, Química Inorgánica, Mineralogía, Fisiología Botánica (Thury), Zoología (Yung), Anatomía Comparada (Vogt). He comenzado el laboratorio de Zoología; allí trabajo todos los días con el microscopio en la investigación de animales y de plantas marinas microscópicas que debemos buscar nosotros mismos en el fango y el agua de mar traídos en grandes recipien-tes. Dibujamos cada uno de los seres que encontramos. Es sumamente placentero y útil.

(a Eugenia, 15 de noviembre de 1879)

Moisés se dedica sobre todo a la botánica, disciplina en la que piensa graduarse; pero es el materialista Carl Vogt, profesor de paleontología, zoo-logía y anatomía comparada, el que más lo cautiva. Algunas cartas transmi-ten su fervor por los estudios científicos, que se encuentran en la cima de la exaltación positivista que caracteriza al ateneo ginebrino de aquellos años:

En la Universidad todo va bastante bien. Siempre descubro allí nuevas fuentes de investigación en esa ciencia. La que más me ocupa es, naturalmente, la Anatomía com-parada, tanto en la lección de Vogt, todos los días de 11 a 12, como también diariamente en el laboratorio. Es el estudio completo del origen de la vida animal, del desarrollo de los primeros organismos hasta llegar, paso a paso, a los vertebrados y el hombre. Es magnífico. Yo voy siempre media hora antes para copiar las grandes láminas expuestas en la escuela, y nadie en toda la escuela tiene apuntes tan completos como los míos. En el Laboratorio se trabaja siempre con el microscopio en la investigación, en el estudio y en la preparación de animales microscópicos o inferiores, y se dibujan los tipos en-contrados. Es un trabajo dificilísimo pero sumamente placentero. Hoy recibimos para estudiar unas tenias magníficas. Así sucesivamente. El joven profesor Yung, que dirige los trabajos, es un hombre sumamente democrático y amable. Sus cursos sobre el Darwinismo y sobre los orígenes de la vida orgánica son magníficos y atraen un público numerosísimo. Los misterios caen uno a uno bajo los golpes de la ciencia.

(a Eugenia, 20 de noviembre de 1879)

Y mientras se entusiasma con los progresos científicos, Moisés cuenta los días que lo separan de Eugenia10, y cuenta también los céntimos de

9. En 1878, figura entre los fundadores del periódico Il Dovere, que promueve el resurgimiento del partido liberal.

10. Aunque la distancia entre Lottigna y Ginebra no es, en kilómetros, muy grande, el cruce de los Alpes era, en esa época, difícil, especialmente en invierno, cuando el hielo y la nieve cubrían el camino. Antes de la inauguración del túnel ferroviario de San Gotardo, en 1882, este viaje to-maba dos o tres días, de modo que los períodos de separación eran largos, y numerosas las cartas.

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cada uno de sus modestos gastos, que continúan pesando sobre la familia. Durante el 1880, probablemente a causa de las dificultades económicas, interrumpe la asistencia regular a la universidad y vuelve a Lottigna.

Por entonces ya tiene dos hijos varones, bautizados con el nombre de dos héroes de la historia patria, Reto Divicone y Arnoldo de Winkelried11. En 1880 y en 1881 nacen dos niñas, Vera Zasulic y Sofia Perovskaja. Sus nombres reflejan la nueva orientación política de Moisés. Vera Zasulic es una joven rusa que en 1878 disparó un tiro de revólver al gobernador de San Petersburgo para protestar contra el tratamiento infligido a los de-tenidos políticos. Sofia Perovskaja es la dirigente de un grupo terrorista que en 1881 llevó adelante el atentado contra el zar Alejandro ii. Aunque sigue ligado al ala izquierda del partido liberal, Moisés se ha acercado a las ideas del socialismo anarquista, cuya teoría es desarrollada en esos años por el ruso Kropotkin, que vive desterrado en Suiza.

Moisés se siente cada vez más a disgusto en una sociedad que cree co-rrupta, materialista, apartada de sus ideales de vida simple y en contacto con la naturaleza. Vivir de la agricultura con una familia numerosa y, al mismo tiempo, dedicarse a la investigación científica, es del todo impen-

Ambrogio Bertoni (1811-1887)

Nacido en Milán de una familia de Lottigna, Ambrogio abraza la carrera eclesiás-tica y en 1835 es elegido párroco de un pueblo del valle de Blenio. A causa de sus ideas liberales, no agrada a sus superiores. En 1839 deja el sacerdocio, y más tarde estudia derecho en París, donde entra en contacto con el ambiente conspirativo de los demócratas de Giuseppe Mazzini. En 1848 participa en los motines de Milán, y en el Tesino activa políticamente en el partido liberal, interesándose en particular por la legislación agraria. En 1851 publica la obra Delle condizioni agra-rie nel Canton Ticino e specialmente nei distretti superiori, en la que analiza la atrasada economía agrícola que caracteriza a su valle y a los vecinos. Es diputado en el parlamento cantonal (1848-63 y 1867-75) y representa al Tesino en el Senado na-cional suizo en 1851 y 1860-61. Cuando los conservadores suben al poder en 1875, empieza para Ambrogio una fase de progresiva marginación profesional y política. Muere en 1887, agobiado por las dificultades económicas.

11. Para mayor información sobre estos nombres, ver «Los nombres de los hijos», al final del volumen.

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sable en el Tesino, sobre todo para quien no tenga las espaldas cubiertas y los caminos abiertos por una familia rica y poderosa. El terreno culti-vable es escaso; justamente, el padre había denunciado, en un artículo del año 1851, los problemas ligados al increíble fraccionamiento de los fundos12. La actividad científica se ve obstaculizada por el atraso cultural del Tesino, por la escasez de medios, por el régimen político conservador que discrimina duramente a los liberales. Moisés comienza a sentirse so-focado por las montañas bleniesas y a soñar con amplias extensiones de tierras vírgenes, como aquellas que sólo pueden encontrarse bajo otros cielos. ¿Tal vez en Sumatra? ¿Tal vez en el Congo…13?

Finalmente, acogerá el consejo del geógrafo anarquista Elisée Reclus, que lo orienta hacia la provincia argentina de Misiones. Pero ya antes de elegida la meta, su decisión de partir está tomada, y se la comunica a su esposa el 4 de febrero de 1882 (Documento Nº 1):

Sí, querida Eugenia; nosotros abandonaremos esta nuestra supuesta patria; desde-ñaremos una sociedad sifilítica que solamente las bombas podrán curar; una sociedad que desde el hedor en el cual banquetea putañeramente se burla de nuestras supersti-ciones humanitarias, y nos ofrece su inmundo pan al precio de la humillación y del embrutecimiento.

Mientras se afana en preparar la partida, Moisés esboza un proyecto de colonia socialista y reúne a su alrededor a una decena de campesinos, a los que se limita a presentarles un contrato con bases igualitarias para la organización del viaje y las futuras actividades agrícolas. Por prudencia – dice – no profundiza con los socios las características del proyecto de colonia. Pero no las profundiza ni siquiera para sí: no se documenta sobre los experimentos de colonias socialistas que se desarrollaban en aquella época en los Estados Unidos y en Italia, así como no se interesará, en América, por las experiencias de Giovanni Rossi en Brasil (la Colonia Cecilia, en el territorio de S. Mattheus), ni por las colonias socialistas pa-raguayas de William Lane. Es un proyecto que queda muy vago y que Moisés no echará mucho de menos ni volverá a intentar después de que fracasara aún antes de nacer. También sus ideas anarquistas, no obstante el tono virulento de algunas afirmaciones como la que acabamos de citar,

12. Ver carta a Simen (Documento Nº 2), *Lottigna y *Ambrogio Bertoni.13. Ver nuevamente el Documento Nº 2.

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son vagas y genéricas. No se adhiere a las tesis kropotkinianas del comu-nismo anarquista, pero tampoco las rechaza; del anarquismo lo conmueve el entusiasmo idealista, la tensión ética, la aspiración a una sociedad más justa y más humana – y eso le basta. No va más allá en la profundización del pensamiento anarquista.

En cambio, hace lo imposible para conseguir aquello que verdadera-mente le interesa de todo corazón para la futura colonia: los equipamien-tos científicos, los contactos que le allanen el camino para la creación de un observatorio meteorológico, las últimas novedades en libros en el campo de la botánica, semillas para experimentos de aclimatación.

De octubre de 1883 a marzo de 1884, Moisés escribe un centenar de cartas (a Lugano, Zurich, Cham, Berna, Lyon, Grasse, Marsella, París) pa-ra encargar las cosas más dispares, desde carabinas hasta leche condensa-da, desde libros de geografía hasta un aparato para producir hielo, desde semillas para aclimatar hasta un proyecto de aserradero.

En una carta dirigida al cónsul argentino Charles Beck-Bernard para confirmarle la elección de su destino, Moisés sintetiza así la composición de su equipaje:

1000 especies de semillas de plantas útiles que recibí de todas partes del globo, (...). Tenemos armas, municiones, máquinas, etc. (...) todo lo necesario para las preparaciones de ciencias naturales, para la cosecha y el envío de animales y de plantas (porque pienso comercializar estas preparaciones), para la exploración científica del país. Se deplora la falta de una exploración científica del país de las Misiones; es una buena ocasión para todos; que me la encarguen a mí (...). Además, como nos instalamos definitivamente en una parte nueva, me interesa fundar, para nosotros y para todos los que vendrán, un centro civilizado. Llevo conmigo una biblioteca compuesta por las últimas obras cien-tíficas – un laboratorio de química, de zoología y de botánica bastante completo – una farmacia completa, los instrumentos para fundar una estación meteorológica – instrumentos diversos, etc.14.

Una carga que llenará cincuenta cajas.Pide préstamos a los pocos parientes pudientes (los Reggiori, emigra-

dos a Londres), al Banco Cantonal, trata en vano de vender su rico her-bario, remata su colección de minerales. El padre quedará endeudado, y

14. 8 de febrero de 1884. Para una lista detallada de los materiales que Moisés pensaba llevar consigo, ver Arca, anexo 1a.

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en parte por eso no se decidirá a reunirse con la familia en América15. Y sin embargo, sólo en una de sus declaraciones «públicas» americanas – la carta del año 1910 al científico chileno Carlos Porter –, Moisés recuerda las dificultades económicas en que se debatía la familia, relacionándolas con problemas políticos (Documento Nº 12).

Los Bertoni parten entre ocho: Moisés, Eugenia (encinta), los cinco hijos y la abuela *Giuseppina16. Los acompañan 8 adultos y seis niños, todos de la región17. Los emigrantes zarpan de Génova el 11 de marzo de 1884, en el vapor Nord-América, una de las embarcaciones más veloces de la época. Junto a los otros 1600 pasajeros de tercera clase, desfilan ante la mirada atenta y conmovida del escritor italiano Edmondo De Amicis, su compañero de viaje:

Obreros, campesinos, mujeres con niños amamantando, jovencitos (…) pasaban, lle-vando casi todos una silla plegable bajo el brazo, bolsas y valijas de todo tipo en la mano o sobre la cabeza, atados de colchones y mantas, y el boleto con el número de la litera apretado entre los labios. Unas pobres mujeres que tenían un niño en cada mano, soste-nían sus gruesos atados con los dientes; unas ancianas campesinas en zuecos, alzando la falda para no tropezar en las amarras del puente, mostraban las piernas desnudas y esmirriadas; muchos iban descalzos, y llevaban los zapatos colgando del cuello. (…) De repente, la procesión humana quedaba interrumpida, y bajo una lluvia de bastonazos y blasfemias avanzaba una manada de bueyes y carneros, los cuales, ya a bordo, desvián-dose por aquí y por allá, y espantándose, confundían sus mugidos y balidos con los

15. «Ante todo, mi partida se interpretaría como una fuga (…); en resumen, se necesita pru-dencia, no levantar sospechas, y pagar todos los intereses al Banco (alrededor de 3500 francos) y, al menos en parte, a los otros, y no sé como haré» (Ambrogio Bertoni a la familia en Argentina, 10 de setiembre de 1884).

16. En 1926, el hermano Brenno escribirá a Moisés: «Eugenia estaba muy desgastada por las excesivas maternidades y tenía todavía en brazos a la última niña». Cuando la partida, esta Eugenia muy desgastada, que aún tiene a la pequeña Inés en brazos, está en el cuarto mes de embarazo. Quizás este detalle – del cual Moisés no ha hablado nunca – haya sido decisivo para la determinación de Josefina de dejar al marido y al hijo menor y seguir a quien necesitaba en mayor grado de su ayuda. Esto es, en todo caso, lo que Josefina escribirá al marido en 1885: «A veces me reprocho el haberte abandonado por algunos años para seguir a Moisés. Pero me pre-gunto a mí misma: ¿qué sería de esta desdichada familia sin mi apoyo físico y moral?». Cuando parte, Josefina tiene 61 años. En otros textos, engañados por el certificado médico para emigran-tes (en el que consta: «Bertoni Giuseppina, nacida Torriani, de Lottigna, nacida en 1821») emiti-do por el doctor Monighetti, de Biasca, le hemos atribuido la edad de 63 años. En realidad Giuseppina nació en 1823.

17. También forman parte del grupo su cuñado Carlos Bruni y un ebanista anarquista de Ginebra, con esposa e hijos, que han viajado a Buenos Aires antes que ellos. Algunas biografías de Moisés inflan el número de los emigrantes, hablando de 40 personas. Los adultos eran, en total, 19.

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relinchos de los caballos de proa, con los gritos de los marineros y los estibadores, con el ruido ensordecedor de la grua a vapor, que alzaba al aire montones de baúles y cajas. Luego, el desfile de los emigrantes recomenzaba: rostros y vestidos de todas partes de Italia, robustos trabajadores de ojos tristes, ancianos andrajosos y sucios, mujeres emba-razadas, muchachas alegres, jovencitos achispados, hombres toscos en mangas de cami-sa, y muchachos y más muchachos, que, apenas puesto el pie en cubierta en medio de aquella confusión de pasajeros, de camareros, de oficiales, de empleados de la Sociedad y de guardias de aduana, se quedaban atónitos, o se extraviaban como en una plaza atestada18.

Quizás De Amicis no notara a aquel suizo un poco especial, de aspecto humilde como los otros emigrantes, pero con sueños aún más grandes.

18. Sull’ Oceano, Milano, Treves, 1889. La obra, que cuenta el viaje de Génova a Montevideo (donde desembarcó De Amicis), tuvo como mínimo 10 ediciones en dos semanas. El autor de Cuore (Corazón, su libro también conocido en América Latina) viajaba en primera clase, pero se-guía con interés las vicisitudes del pueblo de la tercera, sobre quien escribió las mejores páginas del libro. En la novela el vapor Nord-América lleva el nombre ficticio de «Galileo». Sobre este viaje, visto con los ojos de De Amicis y de los Bertoni: Danilo Baratti y Patrizia Candolfi, «Sull’Oceano con De Amicis. Mosè Bertoni, l’italiano, gli italiani», en Il Cantonetto, junio 2017, pp. 12-24 (http://www.mosebertoni.ch/pdf/SullOceanoConDeAmicis.pdf).

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El período argentino

Moisés desembarca el 31 de marzo de 1884 en Buenos Aires, don-de recibe la bienvenida de la Sociedad Patriótica Liberal Tesinesa de Montevideo y de la asociación homónima de emigrantes de Buenos Aires, llamada también «La Liberal». Su llegada había sido preanunciada en la Voce del Ticino, el semanario de la emigración tesinesa liberal en Argentina. Llega, pues, precedido de una sólida reputación de estudioso, con el título de «doctor» que ha comenzado a utilizar en los primeros contactos consulares19, y recomendado por la flor y nata de la inteligencia liberal tesinesa. A través de la Sociedad Geográfica Argentina es presenta-do al general Julio Roca, presidente de la República, gracias a quien obtie-ne importantes facilidades para el asentamiento en la zona de Misiones, abierta poco antes a la colonización20.

El primero de junio de 1884 Moisés manifiesta en una carta a los fami-liares su entusiasmo por la que define ya como su nueva patria:

19. Moisés estaba convencido de hallarse a un paso de obtener el título universitario, ya que sólo le quedaba por entregar el rico herbario en el que había trabajado durante años. Pero no había podido hacerlo por el poco tiempo que le dejaban los preparativos de la partida. Así, aunque sus estudios en ciencias naturales estaban prácticamente completos, formalmente no hubiese po-dido usar el título de doctor. Sin embargo, algunas biografías lo dan por diplomado a la edad de veinte años, cuando ni siquiera había empezado los estudios en ciencias naturales.

20. «Hacia 1880, la Argentina entra en un período de desarrollo marcado por la construcción de la red ferroviaria, la extensión de los cultivos cerealeros y el aumento de las inversiones extran-jeras. La República conquistadora intensifica su propaganda a favor de la inmigración y planea colonizar los territorios aún despoblados del Chaco, Misiones y la Patagonia del Norte». En estos años «la propaganda argentina se intensifica; toda una campaña de información con medios muy modernos, mapas estadísticos, folletos, presentan al país en sus mejores aspectos. El gobierno del presidente Roca está decidido a aumentar la inmigración por todos los medios, y la cifra de 590.000 inmigrantes, alcanzada entre 1870 y 1882, es considerada oficialmente insuficiente» (Gérald Arlettaz, Emigration et colonisation suisses en Amérique, Berna, Archivo federal suizo, 1979, pp. 102-103). Este esfuerzo que realiza el gobierno, con el apoyo de muchas agencias de emigra-ción inescrupulosas, lleva a un sensible aumento de la corriente migratoria: entre el 1886 y el 1890 entran en Argentina 586.000 inmigrantes; esto es, 2,3 veces más que en el período 1881-1885. El grupo de Moisés se incorpora a la ola impresionante de este decenio.

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Lo mejor de todo es que estoy feliz, felicísimo de haber llegado a esta tierra maravi-llosa. Ya la amo como amé a la antigua patria, pero con un amor mucho más verdadero, mucho más estable, porque es apoyado al mismo tiempo por la razón; yo siento que no la abandonaré más. Antes que nada, no podría alabar bastante el comportamiento de las autoridades. El gobierno no sólo cumple rigurosamente todo lo que promete, sino que hace aún más. Sólo los ignorantes o los bellacos pueden acusar al gobierno de traicionar a los colonos. El gobierno hace mucho más de lo que ciertos colonos merecen. Es difícil de expresar toda la atención y la solicitud con que fui recibido, escuchado, protegido; por todas partes las más lisonjeras demostraciones de simpatía, de respeto; es más, de admi-ración. Esta palabra tal vez sea un tanto exagerada, pero el hecho es que me tributan honores que no merezco, fui recibido con una expectativa (en lo que respecta a la obra que estoy por emprender) que me esforzaré por merecerla. El gobernador del Territorio Nacional21 me recibió literalmente con estas palabras: «Vos seréis para esta tierra como el mensajero que trae consigo la luz; vos resolveréis el gran problema de la colonización de Misiones, y el Gobierno seguirá el camino que vos indicaréis». Yo no sé si podré hacer tanto. Pero lo que sé es que a esta obra consagraré, si es necesario, incluso mi vida. ¡Qué satisfacción pro-funda, satisfacción que te anima, te da fuerzas, te infunde nueva vida!

El general Julio Roca – presidente de 1880 a 1886, y luego de 1898 a 1904 – había sido ministro de guerra en 1878, y había realizado una con-tribución esencial a la colonización de la parte meridional del país, exter-minando a los indios de la Patagonia22. Moisés no estaba enterado de estos sangrientos antecedentes; no obstante, sorprende que, en vez de aplicar al menos una pequeña parte del espíritu crítico con el que juzgaba a la socie-dad europea, manifieste aquí una admiración entusiasta y sin reservas por las autoridades argentinas. Y olvidando los propósitos manifestados a un amigo antes de partir, de que sólo agrandaría gradualmente la colonia con «personal elegido y de probadas convicciones» que le enviaran los «jefes socialistas», o con «hermanos perseguidos», ya en junio de 1884 comienza a proyectar «un emprendimiento de colonización en la mayor escala posible» y una vasta acción de propaganda en Europa para reclutar emigrantes.

21. Rudecindo Roca (1850-1903), hermano de Julio, se forjó como militar en la guerra del Paraguay, y fue gobernador de Misiones de 1882 a 1890.

22. «El 14 de agosto de 1878, el Poder Ejecutivo dio via libre a Roca para ir “directamente a buscar al indio en su tana, para someterlo o repelerlo”; mientras, se anunciaba a los grandes pro- pietarios que como fruto de la expulsión de los indios se “liberarían” millones de hectáreas para la cría de ganado». Oficialmente, «las víctimas de la campaña militar fueron alrededor de 5.500 gue-rreros asesinados y 17.000 mujeres, hombres y niños reducidos a cautiverio permanente», pero las verdaderas cifras de la masacre no se conocen; «en 10 años fueron distribuidas 34 millones de hectáreas a no más de 1.500 personas (…). Los indígenas que sobrevivieron fueron favorecidos, por un “acto de gracia”, con un total de 22 mil hectáreas de tierra» (José Luis Del Roio, Alfredo Luis Somoza, Tupac Amaru. Frammenti di resistenza indigena, Milano, Clupguide, 1993).

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En ese mes Moisés ha llegado a Santa Ana (con Eugenia en el sexto mes de embarazo), luego de un viaje agotador de 82 días, del que hablará en una serie de artículos para la Voce del Ticino.

Cuando llegué a Corrientes, me anunciaron la buena nueva de que el Paraná había bajado y que un botecito a vapor no hubiera podido remontar el salto de Apipé y los rápi-dos de Ombú y Ombucito sin gravísimo peligro. Así pues, era inevitable desembarcar y hacer el viaje por tierra hasta Itapua (Posadas). (…) El viaje por tierra fue duro, durísimo, para todos; pero felizmente lo cumplimos. Hay que decir, sin embargo, que las autorida-des hicieron todo tipo de esfuerzo para aliviarnos las incomodidades, y verdaderamente no hubieran podido hacer más. El coronel Rudecindo Roca, Gobernador de Misiones, mandó a buscarnos con sus carretas particulares, las mejores que vimos hasta ahora; ocho carretas y más de 60 bueyes a sus expensas durante una veintena de días no es poco. Asimismo, el coronel mandó para mí un elegante carruaje de dos caballos muy apropiado para semejante viaje¡ Pero qué caminos! Cuando es bueno, el camino consiste en una serie de surcos paralelos de hasta un metro de profundidad, interrumpidos por piedras más o menos grandes y por matas de una graminácea que te hacen dar unos tumbos terribles. Luego, de trecho en trecho se entra en terrenos anegados, en pantanos en los que los bueyes apenas sacan la cabeza fuera del agua, o en cursos de agua cuyo pasaje es a menu-do peligroso. De camino artificial no existe traza, de puentes, ni se habla. A cada paso una carreta se hunde en el pantano; es necesario detenerse y perder horas de tiempo. Así que se anda lentamente, y generalmente no se hacen más de 10 kilómetros por día. (…)

A la noche, las familias duermen en las carretas, que son cubiertas, y los hombres duermen por tierra al aire libre, aunque sea en invierno; pero armados, porque el país que atravesamos es inseguro y no sería improbable recibir una visita de los tigres, o lo que es peor, de los bandidos. Esta triste progenie no se encuentra nunca en Misiones; pero en la provincia de Corrientes parece que aún acecha de cuando en cuando, come ocurre también en diferentes partes de la civilizada Europa.

Nuestros carreteros son todos indios guaraníes, gente formidable y honesta, obse-quiosos y amables, siempre despiertos y alegres, rápidos como ardillas23.

Las fatigas del viaje se ven recompensadas con creces por el descubri-miento de que «ningún país del mundo puede reunir tantas ventajas para la colonización como este de Misiones»:

El país en general es admirablemente bello, todo ondulado, sembrado de graciosas colinas, cubierto en parte por una espléndida vegetación, regado por todas partes por cursos de agua y por límpidas surgentes, recorrido por el inmenso río que es el Paraná.

23. 18 de junio del 84, publicado en la Voce del Ticino del 3 de agosto. La serie completa de los artículos – una primera serie del 1884, y una segunda del 1886 – está ahora en Arca. Los artículos están escritos y publicados en italiano. Una parte de los mismos fue traducida al español y publi-cada en María Alida Peche de Bertoni, Jesús Elías Bertoni, El vigía de la selva, Posadas, 1984.

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El suelo tiene varias clases de tierra, una mejor que otra. La más común, la tierra ne-gra del bosque, es de una riqueza portentosa. Los europeos no querrán creerme, pero en ella es innecesario el arado, innecesario cualquier otro tipo de trabajo. ¡Sólo se echan y se queman los árboles, y directamente se siembra! Esta tierra es tan blanda que en algunos lugares el pie se hunde. Es innecesario prepararla, es innecesario ponerle abono; ella ya posee fuerza casi en exceso y no se empobrece por generaciones.

El clima es superior, sanísimo. Apenas llegamos, todos sentimos crecer nuestras fuer-zas, y será difícil que puedan hacerse una idea del apetito insaciable que ha despertado y mantiene en todos nosotros sin excepción; a tal punto que el aire más saludable de nues-tros Alpes no haría mejor! Ninguna enfermedad, ninguna indisposición nos afectó desde que llegamos. (…)

Las cosechas superan todo lo que se haya podido conseguir en otros sitios. La viña produce mucho y da dos vendimias al año, y abundantes. Es quizás un hecho único en todo el mundo. El vino es fuerte y llega a alrededor de 20 grados; un vino límpido, seco, superior.

No existen todavía grandes viñedos; pero ya estoy plantando más de 20.000 sarmien-tos. El maíz da cuatro cosechas al año, las papas dos o tres, los porotos cuatro, etc. Misiones presenta en comparación con otros países cálidos la ventaja inmensa de que se pueden cultivar casi todos los frutos y todas las legumbres de nuestros países fríos; crecen de maravilla. Hay porotos maduros en 40 días. Y la cantidad y la calidad son superlativas. La papa dulce de aquí es a la de Buenos Aires como el vino al agua; ¡hemos cosechado algunas de 20 y 25 libras de peso! Lo mismo la mandioca, y yo diría, cualquier otro cul-tivo, dan aquí un producto superior, sin comparación. Así maduran también el café, el cacao, la pimienta, la vainilla en las Altas Misiones y en diversos puntos de las Bajas. El arroz produce por todos lados, y, extraña y excelente cosa, sin inundarlo, sólo en un terre-no fresco, sin peligro alguno para la salud.

También son abundantes los productos naturales. Hay bosques enteros de naranjos excelentes, bosques de 5, 10 y 20.000 plantas juntas que son de todos y de nadie. En los bosques hay árboles frutales de todo tipo que ofrecen comida abundante, sobre todo en verano. Plantas medicinales variadas, cuasia, zarzaparilla, vainilla y cien otras. La calidad de las legumbres es buenísima. Hay maderas blandas, fáciles de trabajar, y otras duras como el hierro; blancas, amarillas, negras, manchadas, ningún color falta. Bosques ente-ros de curupay, cedros, urundey, bambú, maderas de ebanistería. Plantas industriales numerosas. ¿Y cuántos centenares no son conocidas o no han sido estudiadas? ¿Cuánta riqueza esconde todavía este país, nueve décimos del cual aún no han sido explorados por los entendidos? ¿Y qué diré de la abundantísima caza?

Agreguen a esto una perfecta seguridad personal, agreguen una población que los recibe con los brazos abiertos, que los respeta profundamente, que los ama desinteresa- damente, franca, leal, totalmente honesta y todo corazón, sólo, desgraciadamente, muy poco numerosa (falta por completo más al norte) – agreguen un gobierno que los apoya en toda necesidad, que les da tierra, animales, instrumentos, etc., que les da alimento por un año, que se esfuerza sinceramente por ayudarles en cualquier dificultad – sumen todo y luego díganme, amigos, si mi entusiasmo está mal fundado, y si no debo bendecir la estrella que me condujo a estos lares?24.

24. 9 de julio de 1884, publicado en la Voce del Ticino del 14 de setiembre.

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Menos de un año después, la desilusión más amarga se ha adueñado de Moisés.

Una sola cosa os digo. Desde el día que os escribí la última carta, nuestra vida fue tal cadena de sufrimientos que poco nos faltó para caer en la locura. Hemos pasado por todo lo que tiene de difícil la existencia humana. La perfidia humana, la falta de un techo, la miseria más absoluta, la intemperie... ¡el hambre! Hemos luchado con ánimo de hierro, hemos soportado todo asombrándonos de nosotros mismos; es más; sabemos que aún nos queda mucho por sufrir. Pero a pesar de todo, no estamos dispuestos a ceder. Y ade-más... ¿cómo ceder? Estamos en el campo de batalla, y la lucha no presenta sino dos sali-das, la victoria o la muerte: ¡Ay del que se engañe con la posiblidad de una retirada!

En esta carta a los familiares del 6 de mayo de 1885, Moisés da también al-gunos detalles sobre la progresiva deserción de los socios. Habiendo partido sin ninguna motivación ideal, a las primeras dificultades o en la primera oca-sión dejaban en la estacada a los Bertoni y se marchaban, quizás llevándose consigo algún hacha, un caballo, parte de los bienes provistos por el gobierno.

«En esos días, y en medio de estas desagradables impresiones, parió Eugenia y dio a luz a una niña», escribe Josefina al marido25.

Desde el 1º de Enero nos hemos quedado sin víveres del Gobierno; por la crisis finan-ciera, ningún comerciante quiere asumir la proveeduría. Meses y meses sin un pedazo de pan, sin un grano de arroz, sin una gota de café, etc. Y eso en medio de un país ubérrimo que da de todo. Os lo explicaréis si pensáis en la vida de un hombre solo, en la selva virgen, lejos de la sociedad humana, con una familia numerosa, sin casa, sin un centavo, obligado, además, a trabajar desde la mañana hasta la noche con el hacha y con la azada para hacer una huerta que fue nuestro único recurso. La caza me ayudó un poco; hubiera podido aprovisionarnos abundantemente; pero el destino quiso que los cartuchos se perdieran en el mar (o fuesen robados en otro lugar)... ¡y aquí las municiones cuestan horriblemente!

(a los familiares en Suiza, 6 de mayo de 1885)

De una colonia socialista no se hablará nunca más. La madre da un suspiro de alivio. Ya el 21 de julio de 1884 escribe al marido:

Pero este abandono, o mejor dicho, traición, de los Socios nos ha reportado una incalculable ventaja; a saber, que Moisés ha sanado completamente de sus ideas Humanitarias y Socialistas, y de ahora en adelante se pasará al otro bando y no pensa-rá más que en el propio interés. ¡Cuántos agravios tuvo que sufrir para curarse de sus ideas anteriores! Pero visto de ese lado, ha sido una verdadera suerte.

25. 1 de octubre de 1884. La niña debía llamarse Misiones o Constancia, pero luego de la muerte de su hermanita Inés, en julio de 1885, heredará su nombre.

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Aunque admira y respeta al hermano mayor, Brenno no esconde una sonrisita de maligna satisfacción al comprender que «está disuelta la so-ciedad y dispersa la idea de hacer socialismo con la gente menos sociable que exista, es decir, con los agricultores» (12 de setiembre de 1884).

Moisés calla. Sólo en 1886 dejará escapar alguna palabra de pesar por el fracaso del proyecto socialista:

¡Dos años! ¡Cuántas variadas vicisitudes, cuántas emociones, cuántas felices e infe-lices aventuras en este lapso de tiempo! Y en lo que se refiere al estudio práctico de la naturaleza humana... ¡cuántas dulces ilusiones desvanecidas! Amor, hermandad, comu-nidad, aplicación práctica de las nuevas ideas sociales… palabras vanas y vacías de sentido para nuestra vieja sociedad europea. ¡Ah, Eliseo Reclus! Noble es la semilla que fuimos esparciendo a manos llenas, pero no nos dimos cuenta de que sembrábamos entre piedras, que la masa nos escucha y no nos comprende, y que a menudo nos aplaude sólo por algún otro pensamiento, más recóndito y menos noble.

(La Voce del Ticino, 4 de abril de 1886)

Pero en el curso de aquellos dos años otras desventuras se han abatido sobre los Bertoni, y el proyecto socialista se esfuma para siempre, dejando como única traza este patético llamado al lejano Reclus26.

En cuanto al «no pensar más que en el propio interés», mamá Peppina se engaña si piensa que de ahora en adelante su hijo dará prioridad a los intereses materiales de su propia familia como cualquier otro emigrante. Así, por dar un ejemplo, un año después Josefina referirá al marido que mientras que el pariente vecino – el único que se quedó con los Bertoni – «tiene que sembrar sólo para comer, nosotros debemos sembrar cosas sólo para estudio» (Moisés ha traído consigo las semillas de más de novecientas especies para aclimatar), y «por causa de ese bendito jardín de aclimatación no podemos tener gallinas» (Josefina a Ambrogio, 25 de octubre de 1885). También Moisés está – y en el fondo siempre estará – atormentado por estas dos exigencias opuestas:

Que si yo hubiese podido consagrarme enteramente, como puede hacerlo un simple colono, a satisfacer las necesidades de la vida material, a buen seguro que hubiese po-

26. Y no se trata sólo de una lejanía física. Entre las miles de cartas conservadas en Suiza y en Paraguay no se ha encontrado una sola de Reclus o para él posterior a la llegada de Moisés a América. El bochorno por el fracaso de la experiencia comunitaria podría justificar a lo sumo una interrupción temporal de la correspondencia; en todo caso, resulta inexplicable que se ha-yan acabado también todas las relaciones de carácter científico con el autor de la Nouvelle géo-graphie universelle, que justamente en aquellos años debía completar la parte americana de su obra. Es evidente que hasta ahora se ha exagerado injustificadamente la importancia de la rela-ción de Moisés con Reclus.

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dido pasar días felices en el retiro de una paz profunda, de una vida simple y bella que muchísimos me envidiarían.

Pero yo no podía gozar esta felicidad. La inmensa naturaleza que se extendía ante mis ojos como una provocante sirena me invitaba a gozar de sus bellezas. Yo me lanzaba con fervor a esa invitación. Pero ahí estaban para retenerme en el camino las duras necesida-des de la vida material, a las que yo tenía que proveer antes que nada. ¡Suplicio de Tántalo!

(La Voce del Ticino, 4 aprile 1886)

Y sin embargo, es justamente esta constante tensión la que le da la fuer-za de ánimo para no dejarse abatir por las dificultades y alimenta su índole de luchador:

Cuando se ha nacido con un espíritu indómito en el cuerpo, se experimenta una es-pecie de placer en combatir las dificultades más serias, y creo que este placer debe aliviar la angustia de quien sucumbe con la conciencia de haber combatido. Por más dura que pueda ser la lucha de la vida, nunca lo será tanto como para igualar la satisfacción de haberla sostenido, porque cuanto más negras se presenten las dificultades la víspera de la batalla, tanto más bellas nos parecerán tras la victoria de mañana. El padre provee para salir fortalecido y con la conciencia de ser hombre, y el hijo aprende a serlo, acos-tumbrándose a despreciar el cansancio y desafiar los peligros. Esta es una educación muy dura, y a muchos les parecerá excesiva. Sin embargo, es la única verdadera y completa. Espartana o helvética, la historia la ha juzgado.

(La Voce del Ticino, 6 de junio de 1886)

De las dificultades que los Bertoni tuvieron que afrontar durante esos años, conocemos sobre todo las de orden natural, como la sequía que obligó a la familia a abandonar Santa Ana a inicios de 1885 para alcanzar Yabebiry en plena estación de las lluvias:

Nuestros vestidos estaban constantementes empapados, y apenas se secaban recibía-mos una nueva ducha, así que a menudo debíamos aguantarlos pegados al cuerpo, o desnudarnos, como más de una vez lo hice por desesperación. Al oscurecer era frecuente que encontrásemos inundado nuestro duro lecho, o que durante la noche la lluvia nos cayese sobre el rostro. Todo lo que era de hierro era devorado por una herrumbre tanto más activa cuanto más la humedad iba acompañada de calor estival. Todas mis coleccio-nes de historia natural quedaron absolutamente perdidas, y a duras penas pude salvar mis notas, de las cuales una parte quedó casi ilegible. ¡Era una destrucción generalizada!

(La Voce del Ticino, 20 de junio de 1886)

Lo peor llega hacia fines de 1886, justo cuando Moisés trata de obtener una concesión de 16 leguas cuadradas en la zona de Yabebyry, con el com-promiso de asentar ahí, en un lapso de 4 años, al menos 140 familias de agri-

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cultores, de las cuales 100 serían suizas27. Sin embargo, Moisés se mostró reacio durante años a hablar sobre estos problemas, que al final resultaron de-cisivos, y sólo dirá algo más preciso en 1905, en un fragmento autobiográfico:

Gobernaba a la sazón el territorio el entonces Coronel Rudecindo Roca, hermano del presidente de la República. Hombre débil, de escasa preparación y poco preocupa-do, dejaba a veces los vitales intereses del territorio en mano de personas ineptas o egoistas, las cuales a menudo, por intereses particulares, cometían deplorables injusti-cias de las que él no siempre tenía noticia.

La presencia del Dr. Bertoni estorbaba a las miras particulares de algunas de esas personas, que pusieron en acción toda clase de medios para que no consiguiese terreno.

No obstante, y a pesar de que el gobernador fuera incapaz de darle la necesaria protección, aquél se sostuvo durante casi cuatro años, no queriendo abandonar su nuevo hogar en espera de mejores tiempos, y no pidiendo sino los lotes que la ley na-cional concedía a cualquier colono, de los cuales nunca recibió siquiera un boleto provisorio. Los colonos que había traido, pérfidamente aconsejados por personas inte-resadas o envidiosas, ya le habían dejado, abandonando el territorio con excepción de uno solo. Durante ese tiempo, el General Roca, interesado en que llevara a la práctica su proyecto de colonización, le escribía pidiendole amistosamente noticias de sus pro-yectos y explicaciones sobre cual fuera la causa de su silencio. Pero el silencio, el Dr. Bertoni no lo podía romper sin decir toda la verdad, lo cual le hubiera acarreado tal vez las más tristes consecuencias, con las venganzas de las personas que hubieran re-sultado culpables, venganzas contra las cuales se hubiese probablemente visto en reali-dad desarmado, viviendo como vivía, en lugares casi desiertos. Ante ese peligro, pen-sando sobre todo en su familia, prefirió el silencio, aunque con ello tenía necesaria-mente que pasar por desagradecido y hasta por mal educado con el Presidente de la República.

Pero no le fue posible esperar mucho. Un día vio asaltada su casa por un grupo de gente desconocida y durante cinco días con sus noches tuvo que sostener un verdadero sitio del cual salió ileso gracias a las buenas armas que disponía él, y a sus peones.

Desde ese momento […] imprudente toda gestión, pues sólo hubiera podido aca-rrearle otros ataques y el desastre final y apresuradamente pasó al Paraguay28.

27. Borrador de una carta para Isaac Chavarria, escrito en Buenos Aires el 1 de setiembre de 1886. Esta solicitud está relacionada ya con el proyecto de sociedad con algunos tesineses de Buenos Aires (ver próximo capítulo).

28. Texto redactado en tercera persona, destinado al ingeniero Pedro Landoni y publicado, ahora, en Arca, p. 739-741. Landoni, residente en Buenos Aires, es autor de un opúsculo sobre la región de Misiones.

En otra parte, habla de la «persecución de dos gringos» (Arca, L 132). A propósito de la fuga de la Argentina, el biógrafo Augusto Pedrazzini, que tuvo muchas conversaciones con Reto Bertoni, escribe: «un alto funcionario del gobierno, que siempre lo había apoyado y favorecido, y a quien Bertoni tenía en alta estima, le retiró de golpe su protección porque Moisés Bertoni no quiso entrar con él en un “negociado” de tierras fiscales que los habría hecho millonarios a ambos, pero que repugnaba a su ética de ciudadano suizo y de hombre honesto» (A. O. Pedrazzini, L’emigrazione ticinese nell’America del Sud, Locarno, Tip. Pedrazzini, 1962, vol, ii, pp. 65-66).

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Esta rápida síntesis da la idea de una trayectoria lineal, de una serie de problemas cada vez más difíciles que al final llevan a la familia a la deses-peración y la empujan a tomar la decisión de abandonar el país. Pero deja en la sombra la otra cara de la historia de este periodo, que es esencial para entender el carácter del personaje: entre una y otra de sus inumerables des-venturas, Moisés no se limita a reaccionar para volver al principio, sino que continuamente se recarga de optimismo y de nuevos proyectos. Este es y se-rá siempre su modo de reaccionar ante las adversidades: lanzarse a nuevas empresas, a menudo más ambiciosas que las que acaban de fracasar. Para dar un ejemplo, volvamos a los Bertoni empapados por las lluvias en su precaria cabaña de los primeros meses de 1885. La creciente del Yabebiry arrasa la cabaña; y en julio, cuando el tiempo por fin mejora y la familia, instalada en una nueva vivienda, está por recomenzar «un período de acti-vidad productiva», la pequeña Inés cae en un torrente y muere. Pero a fines de noviembre, «el fuego que no estaba apagado, pero que las adversidades, sobre todo la última, habían momentáneamente mitigado», se reaviva en el pecho de Moisés al recibir

el encargo del distinguido gobernador de las Misiones, el Sr. Coronel Roca, de visitar el Norte, con el fin de buscar el paraje que me pareciera más favorable para la fundación de una gran colonia, y de regreso, seguir para Buenos Aires, adónde él estaba por dirigirse, para presentar allí el proyecto y los planes completos correspondientes. Esta misión me ve-nía pocos días después de haber recibido de una persona acreditada de Suiza un pedido de información relativo a un proyecto de colonización de las Misiones con elementos suizos.

Y todas sus ilusiones renacen de inmediato:

La idea de fundar una nueva Helvecia en esa región admirable, y, con el apoyo y la generosa protección de uno de los Gobiernos más liberales que tuvo esta república, ver transformada en ricas plantaciones y encantadoras villas aquellas vastas y majestuosas soledades donde la naturaleza ha prodigado todos sus dones... ese pensamiento me llama-ba a lidiar por el ideal más lisonjero, y lleno de ardor y de esperanzas bajé al campo29.

Los sueños de colonización, la «provocadora sirena» de la «inmensa naturaleza» que el se sentía llamado a admirar y explorar, serán siempre más fuertes que las adversidades, y también que la tentación de un em-pleo más cómodo, como el que le ofrecieron en 1886:

29. La Voce del Ticino, 27 de junio de 1886. Al final Moisés no podrá participar en la expedición.

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Le ofrecieron la cátedra de profesor de zoología en la Universidad de Córdoba con un sueldo de 267 patacones mensuales y no quiso aceptar; él es entusiasta de Misiones, y no quiere abandonar este territorio que él encuentra de todo punto de vista tan rico en el aspecto científico.

(Eugenia a Ambrogio, 22 de febrero de 1887)

Cuando Moisés deja la Argentina «para salvar el pellejo», tiene en su activo todo un patrimonio de experiencias prácticas de cultivos en las zonas tropicales (por ejemplo, no repetirá el error de arar30) y algunos estudios que podrá publicar solo más tarde. Y también el afortunado encuentro con un guaraní empleado suyo, Poly, quien le arranca las pri-meras declaraciones solemnes sobre la «heroica raza de los Guaraníes»31. Este encuentro inspira a Moisés algunas reflexiones que podemos consi-derar como el balance final de su experiencia argentina.

Pero si la naturaleza humana no me ofrecía más que punzantes espinas; si encontré enemigos allí donde tenía el derecho de creer que hallaría amigos; si en Misiones, como en cualquier parte del mundo, el justo puede caer víctima del perverso, si allá, como en cualquier otro lugar, el hombre de buena fe termina en el amargo desengaño; si allá, como en toda esta bella América, se posterga y se olvida a menudo a quien conserva aún algo de esa antigua mercancía que se llama modestia, a quien desdeña las aparien-cias externas y no puede habituarse a la pueril elocuencia de las palabras hueras y al vil reclamo de fanfarrones sin vergüenza... en fin, si desgraciadamente encontré las más graves dificultades en todo lo que no era elemento indígena, o sea, precisamente allí donde razonablemente no debía encontrarlas – la naturaleza indígena en todas sus manifestaciones, en cambio, vino a verter un bálsamo sobre mis llagas, a infundirme un coraje que nunca más me abandonó, y a imbuirme de una esperanza firmísima a la que el tiempo dará toda la razón.

(La Voce del Ticino, 4 de abril de 1886)

30. «En Misiones, arar la tierra es envenenarla; porque con esta operación ella pierde su hume-dad, y por eso las plantitas, hallando al nacer una superficie ardiente, ya no pueden resistir a la violentísima insolación tropical, y en pocos días – a menudo en pocas horas –, mueren y se secan como heno segado. Tanto más tratándose de plantas aclimatadas en países templados, como lo eran muchas de las que yo introduje» (La Voce del Ticino, 9 de mayo de 1886).

31. «Poly es el tipo perfecto y virgen de la heroica raza de los Guaraníes» (La Voce del Ticino, 9 de mayo de 1886). En estos años, la «heroica raza guaraní», celebrada ya en Europa por Reclus, está aún lejos de ser un lugar común de la retórica nacionalista paraguaya. Como observa Milda Rivarola, durante la guerra las raíces indígenas del Paraguay fueron destacadas casi exclusivamen-te por la propaganda adversaria con el propósito de denigrar a los paraguayos: la reivindicación de las mismas en relación con el heroísmo paraguayo «parece ser más tardía. Natalicio González se convertirá en el paladín de esta reivindicación, a fines de la década del ’20» (M. Rivarola, La polémica francesa sobre la Guerra Grande, Asunción, Editorial Histórica, 1988, p. 203).

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De la Argentina al Paraguay

Desde abril de 1887, la situación en Yabebyry se hace cada vez más difícil:

Aquí estamos en continuos temores por motivo de los bandidos. Lo que diariamente se anda repitiendo por el vecindario, viene a confirmar cada día más la existencia cer-cana de una banda bastante numerosa. A pesar de que cuento con algunos peones arma-dos, nuestra situación no es de las mejores, y me cuesta tener que largar los trabajos de afuera para concentrarnos en guardar la casa.

(a Gaudencio Cortés, 23 de abril de 1887)

La familia Bertoni pasa más de un mes «armas en mano». Durante este mismo periodo, los cultivos se ven amenazados continuamente por las va-cas de un vecino, que entran por «una brecha repetidamente abierta por manos malvadas en el cercado provisorio» (a Juan Bernasconi y socios, 16 de junio-1 de agosto de 1887). Los bandidos se hacen sentir nuevamente en el mes de julio, con cinco ataques consecutivos:

Dos veces los asaltantes pudieron penetrar en la cocina, tratando de sorprendernos; la última vez, o sea la quinta, apuñalaron al mejor de mis nueve perros. Los Vetterli32

cumplieron con su deber, y a estas potentes armas les debemos la vida. Se vio a un hom-bre gravemente herido. Nosotros no sufrimos ninguna pérdida; tenía 5 hombres en casa, buenos y leales paraguayos vecinos míos. Dos veces avisé a las autoridades, pidiéndoles que tomen providencias, ¡pero ni una sola palabra de respuesta! (…) Algunos amigos me dicen que mi familia no tendrá seguridad hasta que no abandone el país. Es lo que temo. Un hombre honesto e inteligente constituye un grave peligro para la canalla de […] en medio de la cual vive.

Desde su último viaje a Buenos Aires (marzo-setiembre 1886) Moisés mantiene relaciones comerciales con una sociedad de emigrados tesineses33

32. Carabinas de fabricación suiza, utilizadas por el ejército helvético.33. Coordinador de la sociedad es Juan Bernasconi (1855-1927), emigrado a Argentina en

1869. En tiempos de Yaguarazapá es subgerente del Banco de Italia y Río de la Plata, donde hace una brillante carrera. El otro socio que se escribe a menudo con Moisés es Giuseppe (José) Luraschi (1853-1945), que había abierto una modesta tapicería en Buenos Aires, en 1877, convir-tiéndose luego en fabricante de muebles de maderas preciosas.

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involucrada en la gestión de las tierras de Yabebyry. Al parecer, Moisés ha obtenido de ellos apoyo financiero para llevar adelante cultivos ex-perimentales que luego permitirán el asentamiento en la región de otros colonos y el inicio de producciones remunerativas. Así, durante estos meses Moisés envía a los socios inventarios, presupuestos y balances de su chacra. Al mismo tiempo, y siempre por cuenta de la sociedad, Moisés está negociando la compra de tierras sobre la costa paraguaya del Paraná. Ya en octubre de 1886, respondiendo a un pedido telegráfico de los so-cios, hace un reconocimiento de la zona de Pyrayuvy para evaluar la ren-tabilidad potencial de las tierras. Está convencido de que «aquellos son los mejores terrenos de toda la costa Paraguaya, opinión que el futuro confir-mará. Con la única excepción de la falta de yerbales. ¿Y no dice nada el hecho de que estos fueron los primeros terrenos elegidos por los Jesuítas en América para fundar sus florecientes colonias, cuando Buenos Aires era todavía una toldería de salvajes Pampas, allá por el 1520?»34. Quizás esta última observación no interesa mucho a Juan Bernasconi, a quien el informe de Moisés le parece «concienzudamente detallado, demasiado detallado» (a Moisés, 14 de agosto de 1887). Probablemente tampoco le interesan mucho otros pasajes, que para nosotros son característicos de la personalidad de Moisés:

Yo aproveché el viaje para relevar el mapa topográfico del Río (Paraná) desde Yavevuyry hasta tres leguas al norte del Pirayuvy. Este trabajo, que hice con extrema mi-nuciosidad y con excelente brújula-declinómetro, pienso publicarlo, y por eso no puedo adjuntarlo a la presente, puesto que necesito componerlo con exactitud; pero no tardaré en enviarlo35. Esa fue para mí una nueva ocasión de comprobar lo que hay de fantástico tanto en el fondo como en los detalles de los mapas publicados hasta ahora, que evidente-mente han sido relevados sin ningún cuidado y sin instrumentos, y haciendo en vapor 30 o 40 leguas en un día. Vuelvo a repetir: no existe mapa alguno ni del curso del Río ni tampoco de las tierras del interior; cuanto poseemos son croquis trazados según informa-ciones y nada más. En cuanto a los ríos y torrentes secundarios, es una torre de Babel, hasta el punto de que hay ríos navegables que faltan en los mapas más detallados; en cuanto al curso de los conocidos, todo lo que figura en los mapas es pura imaginación (…)

34. A Juan Bernasconi y socios, 16 de junio-1 de agosto de 1887. Evidentemente, Moisés con-funde las fechas: San Ignacio de Loyola funda la orden en 1534, y los primeros jesuítas llegan a Brasil en 1549, y a Paraguay en 1588. La primera verdadera reducción del Paraguay, San Ignacio Guazú, es del 1609. Del año 1520 es, en cambio, un intento fallido de colonia indígena impulsado por Bartolomé de las Casas en Venezuela.

35. Se trata del mapa conservado en el copiador A, folio 297 (parcialmente reproducido en la página al lado).

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Recorrí regiones desconocidas y espléndidas, y como corolario conocí a los salvajes indígenas Guayaquíes, que son los únicos pobladores humanos de aquellas tierras. Es una raza interesante, porque representa al hombre primitivo en su estado primordial, mucho más cercano a los simios – dicen los paraguayos – que al hombre. (…) En cuan-to a primitividad, parece que superan a todos los pueblos de América; poseen un len-guaje apenas articulado, y serán para mí objeto de un estudio muy interesante.

Moisés Bertoni no puede contentarse con explorar un territorio sólo con los ojos del mercader de maderas o del colonizador. Su mirada es tam-bién la del cartógrafo, del etnógrafo, del botánico. No obstante, no olvida los aspectos relacionados más concretamente con el proyecto de los socios: destaca las riquezas naturales, en particular las numerosas variedades de maderas preciosas, y los posibles cultivos de renta. La amenaza de los ban-didos y la imposibilidad de obtener una cantidad de tierra suficiente en los alrededores de Yabebyry36 lo convencen de que el futuro está precisamen-te sobre la otra margen del Paraná: «¡Temo que todos los acontecimientos se relacionan con uno solo! No hay otra solución: ¡al Paraguay!».

Esta conclusión lapidaria es del primero de agosto. Y pocos meses des-pués – una noche entre noviembre de 1888 y enero de 1889 –, frente a nuevas amenazas, los Bertoni se fugan precipitadamente al Paraguay. Durante la dramática travesía de Yabebyry a Yaguarazapá, donde se estaba iniciando el establecimiento proyectado por la sociedad, la barca se vuelca en los rápidos de Corpus y la familia se salva milagrosamente gracias a la abnegación de los peones que la acompañan37. El pequeño Moisés, nacido

36. En julio, durante un coloquio con Rudecindo Roca, se entera de «que todas las tierras nacionales aún existentes, incluidas las dos colonias nacionales de Santa Ana y Candelaria y la misma propiedad del general, donde él tiene su gran establecimiento – en total 32 leguas –, son cedidas a la empresa Bossetti para colonización! (…) El Art. 102 de la Ley 1876, rehecha y reim-presa en 1882, (…) me garantizaba – aparte de las 100 hectáreas que el gobierno me donó direc-tamente – otras 300 hectáreas, y además, otras 300 hectáreas por cada familia de moradores que yo hubiese podido establecer por mi cuenta en el terreno; nuestro establecimiento contaba así con una superficie suficiente. Con el nuevo decreto que destruye el art. 102, me quedo sólo con las 100 que me dio el Gobierno, superficie absolutamente insuficiente, sujeta a una empresa extranjera, a las dilaciones, a los caprichos, a la voluntad de esta y del Gobierno!» (A Juan Bernasconi y socios, 16 de junio-1 de agosto de 1887).

37. Sobre este episodio circulan versiones poco creíbles. En la travesía, o en una de las tra-vesías, según las versiones, la barca se volcó: el herbario y los instrumentos habrían terminado, pues, en el fondo del Paraná. Pero el propio Moisés afirma que el herbario permaneció en Yabebyry, donde el asentamiento y los trabajos agrícolas continuaron durante algún tiempo. Creemos que se han superpuesto dos acontecimientos diferentes, pero que en la leyenda han quedado indisolublemente asociados: el naufragio de la barca en la que viajaba la familia, y la destrucción del herbario, ocurrida meses después en el curso de un aluvión (ver más adelante).

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hacía un mes, se salva flotando sobre una tapa de madera. A diferencia del Moisés bíblico38, nuestro Moisés hijo había recibido el nombre antes de ser salvado de las aguas. La aventura le valdrá el mote, en verdad redundante, de Marinero.

Ya del otro lado del Paraná, lo más importante para Moisés sigue sien-do, como antes de la fuga, el proyecto de colonización, y por eso expone con insistencia a los socios las muchas ventajas de una colonia «particular y libre»:

a) Queda resuelta la cuestión brazos; la empresa, cualquiera sea, no necesitará más que de unos pocos salariados no colonos.

b) Las plantaciones, hechas y cuidadas por sus respectivos dueños, salen mejores y mucho más barato, pues es claro que el trabajador-dueño hace lo que no dan dos tra-bajadores salariados.

c) El capital queda en la colonia (…)d) La valorización de la tierra es más grande, pues una Colonia siempre es más du-

rable, como población, que un establecimiento sin colonos (…)e) La colonia viene a establecer un centro civilizado, una vida más digna, relaciones

necesarias y, sobre todo, para nuestras familias, una población y sociedad dentro de la que nuestros hijos podrán vivir y desarrollarse sin renunciar a la vida civilizada. Nada de esto con un establecimiento con peones salariados.

f) El establecimiento o cualquiera sea la explotación de la empresa encontrará en las familias colónicas elementos aquí excesivamente caros (…)

g) Las mujeres y los muchachos europeos trabajan. Esto viene a resolver un problema hasta ahora inabordable por falta de brazos baratos: el de una de las plantaciones natu-ralmente más provechosas de este país: el algodón.

h) La colonia, la primera y única en el Alto Paraná y en todo el Paraguay, despertará un interés especial (…)

Moisés está seguro de «que atrás de nuestra colonia en pocos años ven-drán otras, y que no está lejos el tiempo que esta costa saldrá 20.000 la legua»39. Piensa cultivar algodón, tabaco, mandioca, maíz, caña, bananas, oleaginosas, piensa en un motor hidráulico único para el establecimien-to, tiene ya en mente un reglamento interno y propone a los socios un detallado presupuesto para un asentamiento de 100 familias, sugiriendo comenzar sólo con 50, o también con 25. Sueña siempre con una colonia predominantemente suiza, pero al mismo tiempo considera la hipótesis de

38. «Y púsole por nombre Moisés, diciendo: Porque de las aguas lo saqué» (Exodo 2, 10)39. A Juan Bernasconi, 3-6 de agosto de 1887. No habría sido la primera colonia del Paraguay,

puesto que después de la ley de 1881 habían surgido ya San Bernardino y Villa Hayes. Moisés se refiere a la primera colonia de este género.

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una reducción indígena40. En lo que se refiere a los productos y las técnicas de cultivo, se remite a sus experiencias pasadas y presentes, explica a los socios las ventajas del «rozado sin quemar» frente a la «bárbara» práctica tradicional del corta y quema, que será objeto más adelante de un célebre escrito41, les informa sobre los cultivos de caña y maíz de Yabebyry.

Pero desde abril de 1887, los socios están decididos a apostar sobre todo a la extracción de madera, aunque sin excluir la creación de la colo-nia. A medida que pasa el tiempo, esta convicción va cobrando mayor firmeza. En febrero de 1888, Bernasconi escribe: «Es idea general ha-cer una explotación de maderas para lo cual necesitamos datos los más precisos posible, no descuidando las plantaciones de cierta importancia sin aventurar de antemano grandes capitales». La quiebra de los bancos argentinos de junio de 1888, preludio de la crisis que estallará en 1890, no modera las ambiciones de los socios. Al contrario, el aumento de los precios de la madera los vuelve cada vez más impacientes:

El extraordinario pedido de maderas (especialmente el Cedro) los precios ventajo-sos que se pueden obtener actualmente llaman naturalmente la atención de los socios decididos a proceder sin demora a la explotación que nos permita aprovechar las cir-cunstancias favorables (…). En Montevideo, Rosario, Buenos Aires muchos edificios en construcción están paralizados por falta de Cedro. De 115$ los mil pies han subido hasta 135 a 140 en Corrientes (…) aprovechar los tiempos que soplan buenos y que no sabemos si volverán.

(Bernasconi a Moisés, 25 de octubre de 1888)

Y mientras los vientos soplan favorablemente para los negociantes, las aguas destruyen el trabajo de Moisés, quien narra el drama a su hermano Brenno con estas lacónicas palabras: «en octubre de 1888, una crecida extraordinaria del río Paraná, que hizo subir las aguas 16 metros por enci-ma del nivel mínimo, ha sumergido hasta el techo mi casita de Yabebyry. Todas mis colecciones perdidas, el herbario del Tesino también, 6 años

40. En una nota relativa al presupuesto de junio de 1887 se lee: «Los colonos serán suizos, con excepción de 10 familias indígenas». Y en el tercer volúmen de la Civilización Guaraní: «En 1887 entré en íntimas relaciones con la tribu de Pirapeih, a la que hube de organizar en reducción» (Civ. Guar., iii, p. 36). Más detalles sobre el fallido intento de reducción en: «Plantas usuales del Paraguay», Anales Científicos Paraguayos, serie i, Nº 2, 1901 (en realidad 1907). El término reduc-ción, que remonta a las colonias jesuíticas de los siglos xvii y xviii, indica en general la creación de asentamientos indígenas con finalidades productivas y de aculturación.

41. Agenda & mentor agrícola. Guía del agricultor & colono, con el calendario de todos los trabajos rurales, Ex Sylvis, Puerto Bertoni, 1926, pp. 174-186: «El rozado sin quemar».

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de investigación en Europa y 4 en América, además de libros, instrumen-tos, notas» (30 de octubre de 1891).

En mayo de 1889, Moisés está nuevamente en Buenos Aires, donde firma con los socios un convenio, del cual transcribimos los puntos prin-cipales:

Con el propósito de proceder a la explotación de las maderas existentes en el terre-no mencionado por los datos y estudios hechos por el Dr. Bertoni, este se compromete para un ensayo que se hará bajo su dirección sobre el lugar ateniéndose a las siguientes condiciones e instrucciones:

1. Procederá al corte y extracción de maderas, cedro principalmente y demás clases por piezas rollizas o si lo creyera mas conveniente en vigas de fácil transporte (…)

3. Suspenderá cualquier trabajo por nuestra cuenta que no se relacione directamen-te con el ensayo de explotación actual y sus resultados (…)

16. Quedando entendido estar a cargo de la empresa la mantención de la familia del Dr. Bertoni durante el tiempo que dure el primer ensayo y que se extenderá un contrato en que consten las condiciones en que queda el Dr. Bertoni para con los firmantes, inmediatamente después de obtener los resultados por los que de un modo positivo resulte conveniente la explotación de las maderas en una escala regular debiendo ser una de ellas la cesión como compensación de los trabajos del Dr. Bertoni de una con-cesión de terreno para Chacra.

La concesión de tierra al Señor Bertoni no bajará de trescientas hectáreas con una salida sobre el Río Paraná.

El punto 3 evidencia las preocupaciones de los socios: Moisés debe dedicarse únicamente a la extracción de la madera, dejando de lado pro-yectos e intereses que no sean directamente comerciales ni rentables a corto plazo. Idéntica invitación le dirige cuatro meses más tarde, en un lenguaje más coloquial y pintoresco, el socio y amigo José Luraschi, que se muestra preocupado por las «ideas bichistas» de Moisés:

El sacrificio que le pido (siempre que así se pueda llamar) es que dedique todo digo todo su tiempo para acelerar en cuanto sea posible la expedición de las maderas, y con-tinue cortando las demás con todo aquel empeño y perseverancia (con) que vd sabe tratar sus estudios científicos y deseo tome los trozos de árbol, por uno de los bichos que vd quiere, el corte de ellos, el transporte al muelle el embarco de los mismos y el seguimien-to de lo demás como si fueran todos los demás bichos que vd adora para sus estudios.

(31 de agosto de 1889)

Los puntos 16 y 18 del convenio revelan, en cambio, las esperanzas de Moisés, que ve en el proyecto de Yaguarazapá la posibilidad de reactivar sus planes de colonización, malogrados en Argentina, y un medio para

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obtener la propiedad que el gobierno argentino le había negado de hecho. Moisés acepta, pues, la forma y sustancia de este acuerdo, pero no cesa de defender la preeminencia del proyecto de colonia sobre el de empresa ex-tractiva, o al menos la necesidad de realizar ambos a la vez. Algunos meses después, la tensión entre Moisés y los socios aumenta. Estos le echan en cara que sea tan pasivo. Él se defiende, se justifica, se queja de la escasez de peones, enumera las dificultades que ha encontrado.

Los frecuentes retardos de la correspondencia contribuyen a aumen-tar las diferencias, las incompresiones y los desencuentros. Los socios se muestran cada vez más escépticos con respecto a la capacidad empresa-rial de Moisés:

Mal podríamos ser botánicos por mas que hacieramos en 4 o 5 años, así sucede con los comerciantes. Vd es demasiado científico como comerciante y por consiguiente lleno de consideraciones para todos los detalles que un comerciante no mira por no ser de su resorte. Vd es muy bueno, bondadoso, eso lo sabemos, y todos lo dicen los que hablan de Vd, Ermesindo y Müller también, pero su bondad, sus contemplaciones afue-ra del reinito doméstico son perjudiciales a intereses ajenos42.

La ruptura es inminente. En abril de 1890, Moisés ofrece indirecta-mente la renuncia en una carta desconsolada a Luraschi:

Trabajar como antes es imposible, los grandes proyectos fueron enterrados, y mejor así, pues ahora que conozco las ideas y el sistema de organización de Bernasconi, estoy convencido que hubieran naufragado todos. (…) En mis condiciones, no me queda mas que retirarme a mi chacra, único colono de la ya famosa Colonia Bertoni, nuevo Robinson, viviendo de mi trabajo y buscando en la quinta del pobre aquel descanso que tanto nece-sita mi moral quebrantada. (…) Volveré luego naturalista y chacarero y trataré, aunque pobre, de llevar con honor mis títulos académicos metiendo mano decididamente a la publicación de mis obras desde hace tanto tiempo anunciadas, y volviendo a mis hábitos antiguos.

(2 de abril de 1890)

Insatisfechos con los resultados económicos, el 18 de julio de 1890 los socios comunican a Moisés la terminación del contrato de 1889 y la liqui-dación de su gestión, agregando: «avisamos que tendrán que ser derriba-dos los cedros del terreno ocupado por vd, y al que se refiere el art. 16 del convenio, para tener que cubrir las pérdidas, lo mas pronto posible». A

42. Bernasconi a Moisés, 14 de noviembre de 1889. Ermesindo Ceragioli es un italiano, que Moisés detesta, mandado por los socios para controlar su desenvolvimiento. Otto Müller es un suizo empleado de la empresa, con quien Moisés tiene buenas relaciones.

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Moisés ya no le importa mucho ser el director del establecimiento, pero este último punto lo hiere en lo vivo: su esperanza de obtener 300 hec-táreas de tierra parece comprometida. En relación con este tema, insiste con Bernasconi y su amigo Otto Müller para que tomen una resolución:

En cuanto a mí, estimaré mucho que venga para que resuelvan de una vez s/ mi chacra y terreno, que es mi único objetivo, mi único deseo, pues le garanto que si para llegar a la fortuna yo debiera pasar un año como el que yo pasé, mejor mil veces renun-ciar a esa inestable diosa, y contentarse con el adelanto lento y gradual pero seguro de el que pide su porvenir a la tierra. Por esta razón, por la de mis estudios y por mis siempre acariciados proyectos de colonización, estoy más que nunca decidido a fijarme en el Alto Paraná de un modo definitivo. Y como no tengo otros elementos de vida para esperar es necesario y urgente que estos Señores regularicen mi situación o me desengañen de una vez para que yo sepa al fin en qué aguas estoy.

(a Otto Müller, 25 de noviembre de 1890)

¿Puedo yo seguir regando con mi sudor un campo que no sé si será mio, ni por cuanto tiempo lo ocuparé? ¿Qué haré yo con mis dos mil plantas de café en almácigo y con otras especies más que solo producen a los dos, tres, o cuatro años?

(a Bernasconi, 18 de febrero de 1891)

Desde el 1891 hasta el 1894 no sabemos más nada sobre este asunto, ex-cepto que Moisés no obtuvo la propiedad deseada y que permaneció, no obs-tante, en el lugar, «sin un peón que me ayude un solo día, fuera de mi madre septuagenaria y mis hijos» (a Bernasconi, 11 de enero de 1891). En un par de es-critos posteriores, Moisés resumirá este episodio, con mucha amargura, como un caso de bandidaje y de envidia humana del cual él habría sido víctima43. Evidentemente, los socios ven las cosas de manera diferente: Bernasconi in-vita a Moisés a ver también sus errores y a mostrar «un poco de tolerancia y equidad»44, mientras Luraschi le escribe que «si las cosas han ido tan mal débese confesarlo Vd tiene la mayor de las culpas» (18 de julio de 1890).

43. El bandido, el Judas que prometió y no cumplió sería Bernasconi (ver carta a G. Strozzi del 1895, Arca, p. 325). El envidioso, «el hombre de personalidad insignificante que logró desba-ratar todos los planes y hacer naufragar la empresa cuando el triunfo parecía asegurado», es pro-bablemente Ermesindo Ceragioli, el informante de los socios, que después se convirtió en liqui-dador de la gestión de Moisés y en director del establecimiento (Cfr. [M. S. Bertoni], «Doña Josefina T. de Bertoni», Revista de Agronomía, 1910, Vol. iv, Nº 1, p. 6).

44. Bernasconi a Moisés el 15 de abril de 1891. Bernasconi se considera, por su parte, objeto de un resentimiento injustificado: «Tenga esa condescendencia que reservaba para los salvajes un poco también con los cristianos – le había escrito el 14 de enero – y verá que después de todo el mundo no es tan malo».

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Algo sabemos, en cambio, sobre las ocupaciones de este periodo, que Moisés describirá como «tres años de prisión incomunicada» (Documento Nº 4), y que se caracterizó por un extremo aislamiento y por la dificultad de comunicarse con el mundo exterior, en parte debido a la misteriosa in-tromisión en su correspondencia de personas nunca bien identificadas. Como había declarado a Luraschi, retoma su vida de «naturalista y cha-carero». El científico argentino Juan Ambrosetti lo encuentra, en efecto, inmerso en esta doble actividad:

Ir al Alto Paraná con una misión como la nuestra, y no visitar al sabio doctor, no se comprende, y sólo por una injustificable distracción, o por un desconocimiento com-pleto de su obra progresista en aquella región, puede uno privarse del placer de estre-char su mano encallecida por el trabajo y de oir de sus labios el gran número de datos útiles y observaciones interesantes que ha llevado a cabo, en medio de su vida de pio-neer, en las selvas misioneras (…). Nos trasladamos a su casa habitación, situada en una pequeña altura y rodeada de bananos y plantaciones de toda especie.

Ambrosetti describe fascinado el estudio de Moisés en plena selva (colma-do de libros, manuscritos, instrumentos científicos, productos químicos) y su jardín de aclimatación: «este hombre incansable tenía ese jardín de aclimata-ción sui generis, un mundo de material de estudio, cuyas observaciones minu-ciosamente consignadas en sus numerosos manuscritos, algún día serán pu-blicados para el bien de la ciencia y de la humanidad»45. Manuscritos que to-davía deberán esperar algunos años para ver parcialmente la luz. Durante diez años, desde el 1887 al 1897, Moisés no logra publicar estudios científicos. La obra sobre la colonización de Misiones46, acordada en 1886 con la Academia

45. Juan B. Ambrosetti, «Tercer viaje a Misiones», Boletín del Instituto Geográfico Argentino, Buenos Aires, 1895, p. 478. Juan B. Ambrosetti (1865-1917), etnólogo, arqueólogo y folclorista argentino, escribió, además de los tres Viajes a Misiones (1890-95), importantes ensayos sobre la cultura calchaquí de los Andes argentinos. Después de haber estado con Moisés, Ambrosetti visita y describe el obraje y el ase-rradero de Yaguarazapá.

46. De esta obra nunca publicada, La colonización de Misiones y su etnografía, hemos encontrado el índi-ce, que trascribimos del borrador de una carta de Moisés a Isaac Chavarria del 3 de agosto de 1886: «El país en general – Su estado actual – Sus habitantes y su estado de civilización – Urgencia de colonizarlo – Topografía – Cualidades de las tierras – Sus vías de comunicación – Su clima – Sistema general de plantación – Productos naturales – Cultivos actuales – Ensayos hechos por el autor sobre más de 300 especies y variedades introducidas por el mismo – Especies que sería útil introducir – Comparación entre Misiones y las demás regiones tropicales y subtropicales del mundo – Estado y porvenir de las dos colonias actuales – ¿Campo o monte? – Ventajas del monte – La vida del monte – Un plebiscito unánime – Sistema de colonización – Disposiciones preliminares – Ele[mentos] colonizadores – Régimen en las co-lonias – La ley actual es inaplicable a Misiones – Sus reformas más urgentes – Proyecto y plano de colo-nización – Organización de la repres[entancia] en Europa y elección de los colonos – El futuro de Misiones».

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de Buenos Aires a través del zoólogo amigo suyo Ladislao Holmberg, no será publicada, ni tampoco el voluminoso Tratado de agricultura tropical – estaban previstos 12 volúmenes – en el que trabaja desde hace tiempo. El silencio de este decenio sólo fue interrumpido por una serie de artículos titulada «Cartas del Alto Paraná», que se publicaron en La Prensa de Buenos Aires, entre febre-ro y junio de 1893, gracias a la intervención de Juan Bernasconi47.

Si bien las publicaciones deben esperar, las actividades de estudio son, en cambio, intensísimas, sobre todo en el campo de la agronomía, aunque no descuida el de la botánica ni tampoco el de la zoología, campo este últi-mo en el que cuenta con la colaboración de su hijo Winkelried.

Sólo otro escrito de Moisés – uno verdaderamente insólito – aparece en estos años de silencio. Es el poema titulado «¿Fué un sueño?», publicado en primera página en La Democracia de Asunción del 11 de febrero de 189348. Moisés canta en versos su amor a primera vista por el Paraguay: describe el sueño de un encuentro con una jovencita, «que parecía una angélica armo-nía», que tuvo mientras contemplaba extasiado las maravillas del paisaje. La bella visión le pregunta las razones de su venida a esos lugares «donde solo te espera el desengaño», y Moisés le responde que ellas son su amor por la belleza de la naturaleza y su admiración por el heroísmo paraguayo:

Sí, amo esta tierra, y toda su bellezaYa me arrastra y me llena de entusiasmo, Porque igual no hay en la naturaleza.De sus hijos admiro el valor gigante Que registró en la historia americana La página gloriosa más brillante.

A su ofrecimiento de casto amor eterno, la «virgen buena y hermosa» se niega, replicando:

Mi manto son las flores matizadas, mis venas son estos hermosos ríos Que riegan esta verde tierra amada. Toda yo encierro la naturaleza,soy niña, soy flor, soy río y soy estrella, De todo el Paraguay soy la belleza.

47. Bernasconi a Moisés, 30 de diciembre de 1892. Para la lista completa de los artículos ver Bb. Nros. 136-143.

48. Es un poema de 108 versos, en su mayoría endecasílabos.

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Y después de recordar la «mortal herida» de la Guerra Grande, se desva-nece, mientras el eco de la selva repite a Moisés sus últimas palabras:

Tuya no puedo ser, pero sincero Acepto tu amor, noble extranjero.

Más allá de su valor poético, en el que sería poco generoso detenerse, los versos de Moisés anuncian el vínculo, ya indisoluble, que se había establecido entre el emigrante suizo y el Paraguay. La elección definitiva venía madurando desde hacía ya dos años:

Pienso ponerme en relación con Asunción (…). Le confieso que, a decir verdad, no sé qué podré hacer, pero siento que no será un viaje desperdiciado. Se quiere dar un impulso a la agricultura en general, y el Gobierno no está ajeno a esta iniciativa. Se habla de establecer una escuela agrícola, un boletín agrícola y nombrar inspectores ad hoc para la campaña. No sé si todo esto se realizará, o hasta qué punto, pero el viento no me parece del todo contrario, y quiero probar mi pequeña embarcación, para ver si puedo ser útil a este país que considero mi segunda patria49.

Pocos meses después habla a su hermano Brenno de la «segunda pa-tria» en estos términos entusiastas:

Y para hablar del Paraguay, qué me dirás de esta valiente pequeña república, que a pesar de las condiciones anormales del comercio, la producción y el cambio, todavía encuentra la forma de terminar su vía de tren a Paraguarí-Villa Rica-Villa Encarnación, y el coraje de aprobar una más, hace dos meses, ya concedida, la cual, sin contar una bifurcación que unirá las pequeñas ciudades del Norte, atravesará el Paraguay de Oeste a Este y se juntará con la línea brasilera para desembocar en el puerto de Santos! Más de 1000 kilómetros de vías que recorren regiones vírgenes, aún inexploradas, selvas sin fin y estepas apenas pobladas por salvajes50. Un puente gigantesco sobre el Alto Paraná, de 600 metros de largo, suspendido, porque el río tiene allí más de 150 metros de pro-fundidad, con una corriente cuya velocidad alcanza de 6 a 12 millas por hora, con crecidas que se elevan a más de 30 metros sobre el estiaje! Y eso en el desierto, a 500 kilómetros de la más pequeña ciudad aguas abajo, a 1000 de la primera aguas arriba! Convengamos, aquí hay vitalidad, más aún teniendo en cuenta que se trata de un pueblo que todavía sufre las consecuencias de una guerra sin parangón en la historia moderna: 1.334.000 habitantes antes, 221.000 después! Ahora, con 500.000 habitantes, el comer-cio deficiente, el cambio a 650:100, la inmigración casi nula, el país marcha aún más rápido que el Tesino: hace dos años, laicización completa y absoluta de la instrucción pública, de la Universidad Nacional. Aquí el partido clerical no existe como partido constituido y no se presenta a las urnas. Bajo los gobiernos demasiado severos de

49. A Juan Bernasconi, 11 de enero de 1891. Carta no enviada, probablemente para no aflojar la presión sobre Bernasconi a propósito de la chacra reivindicada en Yaguarazapá.

50. Sobre el fracaso de este proyecto ferroviario, ver *Ferrocarriles.

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Francia y los López, se lo habituó a una sumisión absoluta a las autoridades civiles. El gobierno actual, prudente y culto, ha sabido mantenerlo en una situación que conviene a todo el mundo, que respeta la susceptibilidad de todos y no perjudica a nadie; y en este país la libertad de cultos no es una mera palabra, el fanatismo político-religioso no existe, la tolerancia es total, y todos se respetan, contento cada uno con la libertad de que goza. Agrega a esto la libertad de prensa absoluta, hasta excesiva a veces, según nuestro modo de ver, otorgada a la oposición (también liberal) por un gobierno todopo-deroso, y verás que no estamos tan mal.

(30 de octubre de 1891)

El optimismo de Moisés puede parecer asombroso, puesto que el Paraguay atraviesa un periodo difícil, tanto en el plano económico como en el político. En el cuatrienio 1890-1894, el presidente colorado Juan Gualberto González «gobierna precariamente un país cuyos problemas económicos parecen insuperables»51, y en el momento en que Moisés es-cribe se estaba gestando la primera tentativa liberal – que resultó fallida – de derrocar al gobierno con las armas. El año anterior, la Argentina, abrumada por la deuda externa, se había visto sacudida por una crisis ca-racterizada por una inflación galopante y por la interrupción de los flujos de capitales extranjeros y de la inmigración. En Paraguay, país ligado a los capitales y al mercado argentino, la crisis argentina se hizo sentir pesa-damente, poniendo al desnudo las contradicciones económicas del país, disimuladas por la frágil prosperidad de la segunda mitad de la década de los 80. Sólo en los cuatro años siguientes, con Egusquiza en la presidencia, la economía paraguaya dará señales de recuperación, y las tensiones polí-ticas se atenuarán.

Pero independientemente de la coyuntura económica y política, el Paraguay es, por muchas razones, un país ideal para Moisés. No sólo está aún sin estudiar buena parte de su riquísima flora, sino que posee muchos otros campos casi totalmente inexplorados, tanto en lo que se refiere a los estudios teóricos como a las aplicaciones prácticas: ¡qué llamado a la cu-riosidad omnívora de Moisés; qué desafío para su deseo de protagonismo! Sólo en Paraguay puede realizar su sueño de vivir en la naturaleza y, al mis-mo tiempo, fundar la primera escuela de agricultura del país. Solamente en Paraguay puede ser el primer estudioso del clima, de la flora, de la botánica

51. Cfr. Harris Gaylord Warren, Rebirth of the Paraguayan Republic. The first Colorado Era, 1878- 1904, Pittsburg, University of Pittsburg Press, 1985, pp. 79-105. La revolución liberal inspirada por Cecilio Báez estallará en octubre de 1891, y será sofocada por el coronel Juan Bautista Egusquiza.

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aplicada, de la zoología, de la geología, de la agronomía, de la etnología, viviendo en las riberas del Paraná. Solamente la capital del Paraguay puede ofrecerle suficientes elementos de «civilización», sin las dimensiones y los inconvenientes de las metrópolis. El Paraguay es la patria a su medida52. Y tiene otra ventaja, que no es inmediatamente evidente, pero que Moisés aprovechará a fondo: una parte de la élite culta del país intentará engen-drar una nueva ideología nacional. El descubrimiento de la «civilización guaraní» dará a Moisés la brillante oportunidad de convertirse en uno de los padres espirituales de la patria adoptiva a través de la reivindicación y el ennoblecimiento de sus raíces indígenas53. A esta tarea, que asumirá con plena conciencia de su carácter histórico, Moisés le dedicará una par-te enorme de sus energías casi ilimitadas, poniendo en ella esa mezcla de heroica abnegación y orgullo personal que constituye uno de los lados más llamativos de su carácter. Así como no escatimó esfuerzos en promover la agricultura y la cría de animales, se empeñó también en estudiar y hacer conocer los recursos paraguayos con la dedicación, el ímpetu y la motiva-ción del más encendido patriota paraguayo. «Soñaba en una nueva patria a la que dedicar buena parte de mi vida. Tal vez había nacido para eso», escribirá al presidente Eusebio Ayala en 1922.

Mientras tanto, en octubre de 1893, durante un viaje de exploración a lo largo del Paraná, Moisés descubre «abajo del Monday un puerto exce-lente donde resolví fundar mi futura y definitiva residencia, que los com-pañeros de viaje quisieron bautizar por Pto. Bertoni, sin que yo protestase pues espero que lo será efectivamente» (a Eugenia, 14 de octubre de 1893). Y esta vez lo será de verdad.

Dos años después, le llega también la propuesta del gobierno de fun-dar y dirigir una escuela de agricultura: una tentación irresistible.

La duradera, pero atormentada, relación con el Paraguay había co-menzado en todos los sentidos.

52. En octubre de 1891, Moisés dice: «La independencia que tanto me costó salvar, me permi-tirá elegir entre el gobierno paraguayo y el argentino para mis publicaciones y para la colocación de mis colecciones. Por un lado, relaciones influyentes, facilidades de publicación, la Academia. Por el otro, la proximidad de la capital, el atractivo de un país muy poco conocido, un campo virgen, y circunstancias de orden moral que tienen una gran importancia para mí, pues nada me interesa más que mi satisfacción íntima y el porvenir de mi familia en un país donde probable-mente nos quedaremos» (al hermano Brenno, 30 de octubre de 1891).

53. Ver, más adelante, el capítulo «Moisés antropólogo».

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La Escuela nacional de agricultura

Entre 1895 y 1896 se verifican dos acontecimientos importantes en la vida de Moisés: el encargo de fundar y dirigir la Escuela Nacional de Agricultura de Asunción y la obtención de los títulos de propiedad de la nueva colonia Guillermo Tell.

La fundación de la escuela representa un cambio de tendencia con respecto a la política económica que se había seguido a partir de la déca-da del ’80.

La crisis comercial y financiera que se desata a comienzos de la década del ochenta también repercutió fuertemente en los distritos rurales, y para entonces los escasos recursos financieros del aparato estatal y las ambiciones de políticos nacionales e inver-sores extranjeros ya se habían conjugado para abandonar los sueños de un próspero futuro agrícola y concretar por lo contrario la venta masiva de las tierras públicas. Este proceso (…) consolida las bases para la expansión incontrolada de las estancias ganade-ras y de los grandes espacios controlados por empresas dedicadas a la explotación yerbatera-forestal o a la especulación inmobiliaria a largo plazo. Algunos de los respon-sables de esta legislación justificaban las medidas con una concepción ciertamente particular del proceso de desarrollo económico: «…el país tenía que empezar por ser ganadero antes de agricultor»54.

En la década del ’90 la situación agrícola había empeorado aún más como consecuencia de una serie de sucesos negativos de diversa índo-le (crisis financieras y políticas, plagas de langostas, sequía seguidas de inundaciones) que motivaron un descenso de la superficie cultivada por debajo de las 50.000 hectáreas.

Es justamente a fines de esta década que comienzan de nuevo a cobrar cierta vigen-cia la idea y los proyectos sobre rehabilitación de la agricultura en el Paraguay, como forma, para algunos, de solucionar la aguda crísis económica. El Banco Agrícola, crea-do en 1886 y totalmente reorganizado en 1897 parece iniciar un trabajo más sistemáti-co y más eficiente (…). Al mismo tiempo, a través de la prensa, y en libros y folletos, se

54. Juan Carlos Herken Krauer, El Paraguay rural entre 1869 y 1913, Asunción, Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos, 1984, pp. 94-96.

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insiste sobre el fomento a la agricultura, mayores estímulos a la inmigración de colonos agrícolas55 y la necesidad de buscar nuevos rubros al margen de los cultivados tradi-cionalmente en el país56.

Moisés interpreta con su habitual brío esta nueva orientación de la política económica, tanto en el ámbito de su actividad pública como en el privado de la colonia Guillermo Tell, de la que procura seguir ocupán-dose activamente desde la capital, enviando semillas, sugiriendo planta-ciones, dando consejos de todo tipo.

En la conferencia que dio en 1898 en el Instituto Paraguayo57, Moisés enumera los problemas principales de la agricultura paraguaya y explica las características de la Escuela de Agricultura en función de las nece-sidades más urgentes del país. En primer lugar, es necesario promover la diversificación de la producción para protegerse de las calamidades naturales y los caprichos del mercado internacional.

Para esto es necesario multiplicar los ensayos sobre las plantas que ya conocemos, con el fin de mejorarlas; y por otro lado, estudiar detenidamente todas las especies extranjeras que parecen ofrecer alguna probabilidad. Este trabajo de selección entre tantas especies cultivadas, no puede ser hecho solamente por particulares; es en la Estación agronómica anexa a la Escuela de Agricultura que debe ser llevado a cabo, por medio de experimentos practicados con toda la atención y exactitud que exijen, y repetidos en el país lo que baste para llegar a un conocimiento perfecto de las ventajas y de los inconvenientes que cada planta produce.

Además, se debería mejorar la elaboración de la yerba y del tabaco para favorecer su exportación, e instruir en tal sentido a los campesinos:

55. El fracaso de las primeras experiencias coloniales alemanas e inglesas de los años ’70 había contribuido a la difusión de una «leyenda negra» sobre la falta de condiciones del país para la inmigración europea; leyenda que más tarde se vio reforzada por la resonancia internacional del fracaso de Nueva Australia (J. C. Herken Krauer, «La revolución liberal de 1904 en el Paraguay: el transfondo socio-económico y la perspectiva británica», Revista Paraguaya de Sociología, Nº 62, enero-abril 1985, p. 139). Todavía en 1895 se desaconsejaría claramente un proyecto suizo de colo-nización, y también por esta época abandonan el país italianos, alemanes, belgas, suizos (G. Arlettaz, Emigration…, cit., p. 181). Entre los esfuerzos de los gobiernos colorados por promover la imagen del país en el extranjero se puede señalar la publicación, en 1899, de una Guide de l’ immi-grant au Paraguay por parte de la Oficina General de Inmigración, instituída el año antes.

56. J. C. Herken Krauer, El Paraguay rural…, cit., pp. 102-103.57. «Situación Agrícola-Económica del Paraguay», Revista del Instituto Paraguayo, Nº 11, 1898.

Carlos Pastore y Francisco Gaona han elogiado la atención que Moisés dedica en este artículo a las difíciles condiciones en que se encuentran los campesinos pobres, injustamente acusados de haraganería por quien «no baja del tren o del caballo y no entra en esos pobres ranchos a inquirir las causas de la aparente dejadez, y de los males que afligen a sus habitantes» (p. 186). Sería inte-resante una verificación de esta preocupación en la enseñanza de Moisés.

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Giuseppina (Josephina) Torriani de Bertoni (1823-1908)

«He deducido de una carta tuya, escrita hace muchos años, que siempre has estado en la creencia de que mamá vino a América inducida por mí (...). De ella fué la idea, de ella la iniciativa (...). Mujer heróica y vidente, tuvo anticipada visión de que en cien ocasiones debía ser útil aquí, y lo fué inmensamente. También comprendió que allí todo el trabajo de su vida iría sin remedio a la ruina. (...). En América tuvo ocasiones de revelarse aun más que en Europa como clarividente, como fisiogno-mista, como previsora, como constante experimentadora, como curiosa de la natu-raleza, como educadora, y sobre todo, por la sensibilidad de su alma y elevación extraordinaria de su espíritu» (Moisés al hermano Brenno, 1 de setiembre de 1926).

Giuseppina Torriani nació en Milán y, dice su hijo Brenno, trabajó como par-tera en Cremona. Después de regresar al Tesino, parece que haya obtenido el di-ploma de maestra de escuela, aunque en los registros no consta que haya ejercido ni de maestra ni de partera. En 1855 se casa con Ambrogio Bertoni, de quien había tenido un primer hijo 11 años antes. Apasionada de la botánica y la horticultura, eje de la actividad agrícola de la familia Bertoni en Lottigna, Giuseppina tuvo sin duda una influencia decisiva en la inclinación de Moisés a las ciencias naturales.

En 1884, a los 61 años, decide seguir a Moisés y familia a América. En los pri-meros años, además de ocuparse de la familia, Giuseppina asiste a las parturientas (para esto aprende a andar a caballo, «porque en estos lugares no se puede hacer mucho camino a pie a causa de los pantanos que a menudo hay que atravesar») y trabaja en los campos («trabajo continuamente como un hombre y resisto trabajar bajo el azote del sol, con 58 grados a los rayos del sol y 38 a la sombra! Y sin em-bargo, resisto casi sin darme cuenta»). Más adelante colabora también en la Escuela de Agricultura de Asunción, como recuerda el mismo Moisés: «desafiando con ánimo sereno el peso y los achaques de los setenta y cuatro años, con el mayor placer quiso dedicarse ella particularmente también a la enseñanza de los prime-ros alumnos, en la práctica de la arboricultura, y por unos años se la vió junto a los jóvenes, enseñando manualmente a los jóvenes las operaciones más delicadas, con el cariño a las plantas que la distinguía, y la satisfacción, casi el orgullo, de poder aún hacer obra útil, y probar con la elocuencia de los hechos la excelencia de la vida agrícola que siempre le permitía nuevos brios, pudiendo decir: In plantis sem-per parens juventus, et in plantis resurgo» (M. S. Bertoni, «Doña Josefina T. de Bertoni», cit.).

La «mamá Peppina», práctica, enérgica, vital, es el personaje más fuerte de la familia. Sólo a los ochenta y dos años empieza a manifestar algunas debilidades: siente el frío e invoca «Oh, Europa mía!». Muere tres años después, en 1908. En la tarjeta de pésame de un ex-alumno de la Escuela de Agricultura podemos leer un precioso testimonio de la personalidad de Giuseppina: «ella vertió el cariño de madre para con los discípulos del maestro que fue su hijo, ella nos estimaba, nos acompañaba y nos robó el corazón».

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«no hay mayor dificultad en esa enseñanza, y los alumnos de la Escuela de Agricultura podrán hacerla en la campaña con el mayor provecho». Por otro lado, habría que apoyar a los pequeños campesinos que no están en condiciones de dotarse de maquinarias:

Uno o más centros elaboradores, sostenidos por la nación remediarían fácilmente este estado de cosas: favoreciendo así la pequeña producción, esa pequeña producción tan necesaria para que el movimiento agrícola sea serio y duradero. (…) La práctica que dichos alumnos (de la Escuela) adquirirían en el manejo de las mejores máquinas ela-boradoras, los hará aptos para dirijir más tarde cualquier elaboración en la campaña.

La Escuela de Agricultura refleja, pues, no sólo las preocupaciones del naturalista que desea proporcionar una base científica a las opciones agrí-colas del país, sino también la atención que merece la realidad socio-eco-nómica, a la que deben referirse la enseñanza y las demás actividades del instituto. Por esto, renunciando a un inalcanzable nivel universitario, y ante la imposibilidad de dotar al país de un número suficiente de escuelas prácticas – esto es, dirigidas a la formación de campesinos –, la Escuela de Agricultura se hace un planteamiento a la vez teórico y práctico que le permita formar cuadros intermedios «que sepan enseñar en todos los puntos de la campaña (…) maestros para las escuelas prácticas o especiales que se funden en otros puntos (…) para introducir la enseñanza de la agri-cultura en las escuelas (…) muchos establecimientos particulares necesitan personas capaces que los dirijan…».

Los documentos de la Escuela conservados en Puerto Bertoni confir-man su constante preocupación por reducir la parte teórica al mínimo indispensable. Moisés evalúa con sabia precisión tanto el nivel de prepa-ración de los inscritos, que de por sí excluye metas más ambiciosas, como la realidad productiva en la que los alumnos deberán insertarse eficaz-mente. He aquí, por ejemplo, las sugerencias que hace a un docente:

He creido necesario, ya en particular, ya en Conferencia de Profesores, de insistir mucho y decididamente sobre la necesidad de que, no solamente el Programa, sino y más, el método fuera esencialmente práctico, reducido a lo más necesario para el agróno-mo, exclusivamente agrícola, al alcance de alumnos poco preparados.

He insistido sobre la necesidad de hacer menos teoría que fuera posible. Lejos de mi la idea de discutir, por ejemplo, lo bello, lo útil, de la teoría atómica. Como Vd ve, en el Programa le dejo una o dos lecciones para que la explique y la comprenda quien pueda. Pero, tratandose de reducir, es necesario reducir primero la parte teórica que no la prác-tica. De otra manera el tiempo no daría para alcanzar el fin que nos proponemos.

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No hay que confundir nuestra enseñanza con la del Colejio Nacional u otro insti-tuto análogo. Allá se preparan los alumnos para otro Instituto superior, y el Profesor se dirije al futuro médico, farmacéutico, etc. Aquí nos dirijimos a agricultores, que deben quedar agricultores. Allá el estudiante tiene 6 u 8 años de Química (Colejio y Universidad); aquí solo tres. Y en estos tres, todo lo indispensable debe caber.

Y como la cabeza del alumno es un recipiente como otro, que se niega a recibir más de lo que en él puede caber, hay que suprimir todo lo que no sea indispensable para que quepa lo verdaderamente necesario. (...)

He insistido sobre eso, en Conferencia y siempre, y vuelvo a insistir. Todo lo que no es de práctica aplicación será fatalmente olvidado. Pues, que se suprima desde ya.

Por eso he comunicado a los Profesores la necesidad de suprimir mucho de la parte teórica, toda vez que la teoría no fuera indispensable para la aplicación práctica.

Así he dicho que las fórmulas y ecuaciones de cada substancia y combinación de-bían ser dadas cuando el Profesor lo creyera bueno; pero no como parte esencial, sino como indicación útil, que el alumno consigne en su cuaderno para cuando llegara el caso de necesitarlos, pero no para estudiar su mecanismo y saberlas de memoria. Esto sobre todo para el primer año.

Hice notar que el primer año no podía comprender las teorías, ni el mecanismo de las fórmulas; y he mostrado textos elementales, como el de Gillet Damitte, en el que no se hace uso de ninguna fórmula.

Así he indicado la necesidad de suprimir capítulos innecesarios y dos entre ellos especial-mente, que son: los elementos o compuestos que no tengan aplicación en agricultura – y el detalle de la preparación de las substancias que el agrónomo nunca necesitará preparar58.

Y sin embargo, no faltarán los críticos que reprocharán a la escuela un exceso de formación teórica, demostrando a veces – o quizás siem-pre – una total desinformación sobre la realidad de la enseñanza (como suele ocurrir también en otras latitudes cuando se critica la enseñanza). A este respecto, véase la réplica de Moisés a un artículo aparecido en El Comercio a inicios del 1900 (Documento Nº 7).

Una vez decidido el planteamiento de la Escuela y de las actividades ligadas a ella, el rol del director no se limita a la vigilancia de los aspectos didáctico-científicos. He aquí la lista de las obligaciones inherentes al car-go, tal cual resulta de la nota del 20 de enero de 1898 dirigida al Consejo de Agricultura e Industria:

Veo que a pesar de todo, ese Consejo no se hace una idea cabal de lo exajerado que era el cúmulo de atenciones que pesaba sobre el Director durante la época pasada sobre todo. Aun ahora creo que pocos empleados se encontrarán diariamente sin el más pequeño descanso ni los días festivos, ante un cúmulo tan grande. He aquí cuales son las atenciones actuales:

58. Nota al prof. Rabery, 7 de marzo de 1898.

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Como Director: Los deberes indicados implícitamente por el título, que por si solos ya llenarían todas las horas de un hombre muy activo.

Como Profesor: Tres asignaturas, para las que no existe ningun texto ni algo parecido, ni puede existir adaptable a este clima y zona – para las que tengo que elaborar textos que puedo afirmar ser obras orijinales, como cualquier persona entendida puede verificar. Suerte que desde muchos años voy preparando materiales para una obra jeneral de esa naturaleza y que de esos documentos me valgo. Pues si no existiera esta circunstancia, me sería imposible desempeñarme.

Como Jefe de la Estación Agronómica. Esta repartición, aunque en estado muy imperfec-to, existe desde los comienzos de la Escuela. A ella pertenecen:

1. Todos los ensayos de cultivos nuevos hechos en pequeña escala, con los apuntes, cálculos e informes correspondientes. Y se han ensayado ya algunos centenares de especies o variedades de plantas.

2. Las observaciones meteorológicas; enseñanza de las mismas; registro y cálculos y estudios especiales paralelos con los cultivos.

3. Las clasificaciones botánicas de especies cultivadas para verificar su identidad.4. Las clasificaciones botánicas de las plantas del país, para el Jardín botánico en em-

brión y de las que traen los alumnos para su instrucción. Un botánico únicamente puede darse una idea del peso de dicha tarea y de las dificultades que encuentra.

5. Las consultas, hechas verbalmente o por escrito por muchas personas, sobre cues-tiones de cultivo, etc.

6. Los estudios particulares indispensables para estar al corriente del movimiento científico con el fin de poder desempeñar concienzudamente los cargos enumerados.

Como Redactor y único colaborador de la «Revista de Agronomía». Se han publicado 5 números con los 2 que están en tirada. Ni siquiera he podido hacerme substituir en todas las correcciones, pues se trata de datos técnicos y tenía que hacer yo una o dos cuando menos.

Como Instructor, por falta de capataces instructores competentes y en número suficien-te, me veo obligado a atender personalmente a los trabajos prácticos, enseñando directa-mente a una parte de los alumnos.

Como Jefe de Cultivos, todo lo que atañe a este cargo en las Escuelas de Agricultura.En una escuela nacional bien organizada, hay una persona más o menos para cada uno

de esos empleos.Aquí hay una sola (con un Vice que tiene por su parte otros cargos especiales impor-

tantísimos, como los establecidos por el Reglamento), y esta persona, hace poco todavía, tenía 5 horas de clase diarias y 5 asignaturas.

Y a más de todo eso, durante cinco meses tuvo que desempeñar tambien el grave y engorroso cargo de Administrador, sin auxiliar ninguno. Y durante esa época llegó a faltar, por tiempo más o menos largo, de Celador, de Secretario y aún de Vice-Director.

¿Es humanamente posible desempeñar bien tantos cargos a la vez? ¿Es posible que en tales circunstancias no se noten desperfectos y deficiencias?

Yo me resisto a creer que el criterio de ese H. Consejo permita se me haga responsable de esos desperfectos.

Sería en todo caso una extraña recompensa para la persona que ha sacrificado todo para el triunfo de esta institución, todo, desde sus intereses particulares en parajes lejanos y actualmente paralizados, hasta la publicación de sus obras suspendida para atender a la

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Escuela, su salud quebrantada por el trabajo excesivo y la mitad de su familia que de aquí vive en realidad tan lejos como si el océano estuviera por medio59.

Hojeando sus apuntes, uno puede hacerse una idea de cuántos eran sola-mente esos «deberes indicados implícitamente por el título». Por ejemplo, la obligación de garantizar la observación de las normas disciplinarias: el severo control de las ausencias, los expedientes abiertos a los alumnos que se esca-paban por la noche para ir a bailar, el exámen de las quejas de los docentes contra los alumnos, y de los alumnos contra los docentes. El reglamento es rígido y el director es severo – con los más revoltosos se llega incluso a la expulsión – pero los estudiantes son escuchados con atención y respeto, y sus testimonios, considerados y evaluados con tanta seriedad como los de los docentes. Y luego están los innumerables problemas que se derivan de la escasez de los medios disponibles: faltan peones para sustituir a los alumnos durante las vacaciones en los trabajos agrícolas; falta personal de limpieza, y a veces las condiciones higiénicas son preocupantes:

Desde dos meses muchos alumnos están sin catre y tienen que buscar un compañero para dormir dos a dos, cosa bajo todo concepto intolerable.

Por no haberlas podido pagar todavia las lavanderas han dejado de servirnos desde tres semanas, ni se pueden conseguir otras. Los alumnos están sucios, fuera algunos que tuvimos que dejar ir a buscarse lavandera por el vecindario con gran peligro de la moral y disciplina, y fuera otros cuyas madres han venido para lavar su ropa comiendo y aloján-dose en el Establecimiento a nuestro cargo. Tenemos ahora más de veinte enfermos. (...) Estamos además sin peones, por no haber podido pagar las últimas semanas, ni encon-traremos otros hasta que no se le pueda asegurar el pago semanalmente60.

Pero esto no es motivo para descuidar la «calidad de vida» de los animales:9. Se prohíbe el uso del lazo para las vacas lecheras y su cría.10. Las personas encargadas del cuidado de los animales, evitarán en cuanto sea

posible el uso de medios violentos.11. La persona que maltrate un animal sin necesidad está sujeta a que se le aplique

una multa a más de perder su empleo61.

El archivo de «memoranda y órdenes del Director» permite seguir día a día las órdenes impartidas. Por ejemplo, a causa de los problemas

59. El 23 de setiembre de 1899, Moisés pedirá permiso para ausentarse para ir a Puerto Bertoni durante la clausura de la Escuela, después de haber pasado dos años seguidos en la capital sin poder concederse vacaciones. El 17 de octubre recibirá una respuesta positiva.

60. Nota a la Comisión (comunicando haberse retirado varios alumnos), 8 de enero de 1897.61. Resolución, 3 de noviembre de 1898.

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disciplinarios, que no cesan a la salida de la escuela, se ordena al Jefe de Disciplina que «no deje salir alumnos que van a la Asunción por el tren de las 5 am. con demasiada anticipación, pues a la Estación o cerca pueden cometer deslices» y que «admoneste a los alumnos M. Vega y su compañero que, debiendo esperar el tren de la 5 am., fueron ínterin a tomar caña al boliche de la Estación» (22 de abril de 1899).

La preocupación por el orden en el instituto puede parecer a veces excesiva («que vijile a las personas que entran para vender chipas a los alumnos», 10 de abril de 1899), pero ella va siempre acompañada de una atención puntual de las necesidades de los alumnos, como cuando se ordena al administrador que «mande recoger diariamente naranjas para postre, dos para cada alumno, y vijile para que los peones no se las co-man» (10 de abril).

Los recursos de la Escuela son administrados cuidadosamente, no só-lo para poder planificar, sino para hacer frente a cualquier imprevisto. Por ejemplo: «es indispensable dedicar una cuadrilla a recojer las mandari-nas que el viento echó ayer. Apártelas en lugar conveniente, pues servirán para semilla que Vd mandará secar», escribe el 28 de abril al Jefe de Disciplina, y el 6 de mayo debe recordar al Administrador «ser oportuno aprovechar este tiempo lluvioso para mandar secar las semillas de las mandarinas caídas para que no se pierdan» (28 de abril y 6 de mayo).

Entre una y otra de estas pequeñas ocupaciones, existen otros com-promisos de más largo aliento.

Sobre todo en 1902, Moisés elabora diferentes proyectos de ley: un pro-yecto de escuelas prácticas de agricultura, uno de colonia penal en el Chaco (ver Documento Nº 8), uno sobre el reclutamiento de peones en el ex-tranjero (para reglamentar el reclutamiento, prohibirlo en caso de trabajos peligrosos, e imponer contratos escritos con numerosas cláusulas relativas a las cargas sociales), uno para la fundación y organización de una red me-teorológica (para el estudio del clima, sobre todo desde un punto de vista agronómico, y con vistas a establecer un servicio de previsión del tiempo)62.

62. Proyectos que no prosperaron, ya que en el Registro Oficial de la República del Paraguay de los años 1902-5 no hemos encontrado traza alguna de ellos. Todavía en julio de 1904 Moisés anota en una libreta una lista de otros proyectos de ley: sobre la exploración del país, sobre Jardín Zoológico, sobre la caza (código rural), revisión proyecto código rural, ley de montes… Un diario del Director del 1898-99 contiene también un proyecto de Escuela Nacional de Artes y Oficios, a ser incorporada a la Escuela de Agricultura.

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biografía 75

En este período, Moisés publica alrededor de 150 artículos, ensayos, co-municaciones, dando salida, al cabo de una docena de años en los que no había podido publicar mucho, a su inmensa producción científica en tierra americana. Como siempre, el abanico de sus campos de interés es vastísimo: desde la agronomía a la meteorología, y desde la medicina a la botánica63. De particular importancia es el nacimiento de la Revista de Agronomía (1897), ligada a la escuela y retomada más tarde en Puerto Bertoni, y de los Anales Científicos Paraguayos (1902). De estos años es, además, la primera versión del afortunado y popular Almanaque agrícola paraguayo y agenda del agricultor 64.

La vida del director de la Escuela no es tranquila: las polémicas en torno a la gestión de la escuela, sobre todo con el entorno del Banco Agrícola, se prolongan durante años. Varias veces, la clausura de la Escuela y la vuelta definitiva de Moisés parecen inminentes. La primera vez en 1900: los torvos manejos del ministro Pereyra son desenmascarados, y Moisés podría mar-charse con la cabeza erguida, su reputación está salvada. Pero al mes siguien-te, a instancias de las autoridades, halagado por el pleno apoyo de la opinión pública y para salvar la Escuela, decide permanecer todavía un año65.

Las largas separaciones de la familia y las necesidades de Puerto Bertoni, además de las luchas políticas y las intrigas que involucran a la escuela, lo hacen pensar a menudo en renunciar a su cargo. Sus familiares lo apremian para que lo haga. Eugenia está preocupada desde un principio por la enor-me carga de trabajo que ha asumido: «Las privaciones materiales del Alto Paraná, no lo dejaban os aseguro tan mal como las preocupaciones que tiene para el cumplimiento de su deber, y responsabilidades»66.

63. Cfr. Bb, Nros. 119-305. Nos limitamos a señalar aquí las series de artículos «The useful plants of Paraguay. Upper Paraná and the Missions» y «The climate of Paraguay», publicadas en The Paraguay Monthly Rewiew-Revue Mensuelle du Paraguay entre el 1901 y el 1903. La monografía sobre las plantas útiles, proyectada ya en 1887, será publicada en parte en 1907 (con fecha 1901) y en parte en 1914 (Bb, Nros. 312 y 435).

64. Almanaque agrícola paraguayo y agenda del agricultor, Talleres Nacionales H. Kraus, Asunción, 1901, con nuevas ediciones ampliadas en 1903, 1926, 1927 (cfr. Bb, Nros. 230, 285, 490, 498; las últimas dos ediciones llevan el título de Agenda & mentor agrícola). Para los datos exactos de las dos revistas citadas, de su periodicidad y cambiantes títulos, cfr. Bb, pp. 15-18.

65. Ver Arca, L49, L50.66. A Reto, 8 de febrero de 1897. A todo esto se añade el peso de las continuas separaciones:

«Nunca me pareció el lugar (Puerto Bertoni) tan triste y desierto», escribe Eugenia a Moisés en junio de 1899. Y el 15 de setiembre de 1900 declara a Reto: «No puedo hallarme ni un poco aquí, y me parece que detesto la escuela, porque por causa de ella, tuve que separarme otra vez de mi familia (…). Lo que puedo asegurarte es que este es el último año, es a decir a fines de Abril volve-remos para no dejar más nuestra casa, a lo menos la familia». Pero no será así.

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Reto, que en estos años permanece constantemente en el Alto Paraná con Winkelried, manifiesta en varias ocasiones su propia perplejidad. El 4 de noviembre de 1900, con su habitual confusión ortográfica y claridad expresiva, le escribe:

A Vd de ninguna manera le conviene martirizarce con tanto empeño y trabajo sobre humano, perjudicando su salud por la miceria del onorario que le dan, cuyos ahorros que Vd pueda conseguir economisar al cabo de un año, no alcansan para pagarse el pasaje para volver a su casa a pasar uno o dos meses tranquilo de donde ellos lo an veni-do a buscar en los meses de vacaciones. Todavia yo admitiría el sacrificio moral y ficico que Vd hace, pero esto en un centro donde comprendan siquiera el valor de sus traba-jos, en el Paraguay, no hay ni uno solo que comprenda ni sepa apreciar eso, hací es que ni siquiera de este placer puede gozar Vd. Mi parecer es que por menos de 1500 $ Vd no deviera seguir ni un solo dia más en la dirección de la Escuela (...) porque de todas maneras con el honorario que le pasa el gobierno67, Vd no puede contar con hir pagan-do algo de lo que debemos.

Pero la decisión definitiva viene impuesta de afuera, como consecuen-cia de la revolución de los años 1904-05, en la que los liberales derrocan al gobierno colorado, protector de Moisés y de la Escuela de Agricultura68. Lo sucede por breve tiempo en la dirección de la escuela su yerno Juan Bautista Jiménez, quien durante todo el año 1905 mantiene informado a Moises, a través de una serie de cartas, sobre la incierta situación de la escuela:

Los asuntos Escuela van regularmente. Se habla siempre de suprimirla, pero parece que hasta ahora no se animan.

El Sr. Amorilla, estando últimamente en el consejo, me dijo, que él había informado a éste, que tal como está organizada actualmente la Escuela N. de Agricultura era una institución prematura, que el país por el momento no necesita de agrónomos, que lo que le hace falta son agrícultores prácticos, que por la Escuela se ha gastado ya un millón y pico de pesos sin resultado alguno para el país, que por tanto él era de opinión que se supri-miese la Escuela, o se le diese un rumbo exclusivamente práctico.

(24 de junio de 1905)

67. Moisés nunca ha atribuído importancia a la paga: «Mis sueldos arregló ayer el Banco en 600 pesos mensuales, más la mantención y el alojamiento y un tanto por ciento sobre las entradas de la Escuela (…). Es lo que me ofrecieron y acepté sin discusión, pues ya les había dicho que yo no hacía cuestión de sueldos y aceptaría el que me dieran» (a Eugenia, 14 de marzo de 1896).

68. La revolución liberal de 1904 puse fin a más de treinta años de poder colorado, abriendo un periodo de dominio liberal que duró hasta 1936, y que tuvo un primer decenio bastante con-vulsionado.

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Amorilla favorece el proyecto Isasi-Rolón, respecto del cual Jiménez abriga tantas dudas que decide abandonar la escuela. Este proyecto pre-vé, para la enseñanza superior, «un personal docente controlado por el ex-tranjero para la enseñanza de las cuestiones agronómicas, pues así únicamente podemos tener agrónomos de verdad», y una escuela de agricultura prác-tica anexa a la escuela agronómica. «Parece que lo tratarán y aprobarán en seguida, aprovechando la ausencia de Vd. La Tarde aplaude» (30 de junio de 1905). En efecto, el proyecto resulta aprobado por la Cámara, «así que, el amigo Amorilla ha hecho ya lo que ha querido. Para mi, el aludido proyecto no tiene otro objeto que el fracaso de nuestra Escuela, pues no tienen fondos para atender debidamente todo lo que proyectan» (11 de julio). Jiménez no se equivoca:

Cuando se discutió en el seno del Consejo su aprobación y viéndose que para po-nerlo en práctica habría necesidad de hacer grandes gastos, surgió la idea de suprimir-la del todo (...). No lo han resuelto ya porque hay un solo miembro, el Dr. Rolón, que se opone tenazmente a la supresión de la Escuela. (...) Según me dijo Anisits todo eso es resultado de las intrigas tramadas contra Vd ante los hombres actuales del Poder para eliminar al Dr. David y otros.

(a Moisés, 22 de julio)

Las informaciones se suceden, como los cambios de escena69. El 5 de octubre Moisés presenta su renuncia definitiva, pero el Consejo ya no quiere aceptarla: «El consejo (…) no ha dado curso a su renuncia, esperan su venida. Se encuentran impotentes, mejor, incapaces, para proseguir y poner en práctica las proyectadas reformas» (9 de noviembre). El nuevo golpe de estado dirigido por el general Benigno Ferreira, que depone a

69. No faltan los episodios divertidos, como el de la nueva lechería. En agosto de 1905, «es-tán activando la organización de la lechería, que va a ser un anexo a la Escuela, pero indepen-diente. Lo bueno es que van a utilizar nuestras economías para el efecto! Piensan mandar plantar todo el forraje necesario para 30 o 40 bovinos con los alumnos y peones del establecimiento! Es decir que los alumnos de la escuela se dedicarán exclusivamente al cultivo de los forrajes. En fin, el futuro director de dicha sección, segun parece, no tiene una mínima idea de lo que es admi-nistrar una lechería, pues dicho buen señor está en la creencia de que podrá dirigir sus trabajos es-tando en la ciudad y valiendose solo de un capataz» (15 de agosto). «La lechería establecida hace poco por el Consejo, con prescindencia completa de la dirección de la Escuela, ha dado ya los prime-ros resultados. De las seis vacas de raza importadas han muerto ya cuatro y las dos restantes por morir! Esto por la inexperiencia del que la dirige, que como bien le decía en mías anteriores, era su primer ensayo. No obstante, parece que las vacas han muerto de tristeza, segun el veterinario. Son quince mil pesos que pierden» (2 de dicembre 1905).

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Gaona sustituyéndolo por Cecilio Báez, complica aún más la situa-ción. La escuela será cerrada temporalmente en 190670.

No sabemos hasta qué punto esta caótica situación afecta a Moisés, que evidentemente no deja de sufrir por la escuela. Todavía el 9 de agosto de 1905 dirige a Jiménez una larga carta en defensa del instituto71, pero para entonces ya está en Puerto Bertoni, donde ha decidido quedarse, entre otras razones, para satisfacer – como escribe justificando su renuncia –

la necesidad imprescindible de coronar el edificio que desde largos años vine pre-parando: me refiero a la publicación de mis obras principales, la Descripción física del Paraguay y el Curso de agricultura, y a los estudios que aún tengo que llevar a cabo para completar el material necesario. Con esto, pues, no ceso de servir con la mejor voluntad al Supremo Gobierno Nacional y al País, muy al contrario, me dispongo a dedicar al progreso de mi patria adoptiva mis mayores esfuerzos72.

En las cartas escritas en la primera mitad de 1905 informa a su esposa de los preparativos para la partida de Asunción: la amargura por el cierre de la Escuela parece ya suavizada por un tranquilo distanciamiento, y por la satisfacción del reconocimiento que le tributara in extremis el director argentino de agricultura.

El Domingo nos visitó el agrónomo Carlos Girola, Director de la Agricultura argentina: una visita de capital importancia. Recorrimos el establecimiento todo el día y salió muy bien impresionado a pesar de lo sucio que está por falta de peones y bueyes, pues nada se consi-gue todavía; tenemos todo invadido de yuyo. Pero, es que el Sr. Girola alaba precisamente lo que muchos paraguayos critican: me felicitó por haber sabido dar un carácter esencialmente práctico a toda la enseñanza, al contrario de lo que hacen en Argentina, cuyas escuelas, dice, fracasarán otra vez, a pesar del gasto inmenso que hacen, por falta de espíritu práctico y de personal que no sea puro teórico. ¡Ah! si los paraguayos lo hubiesen oído! Fue un día feliz.

(a Eugenia, 12 de abril de 1905)

70. «Después de otro breve periodo en que la Escuela fue regenteada por el Sr. Otto Clar, el Poder Ejecutivo resolvía buscar en Europa quién se hiciese cargo del instituto y a este fin con-trataba en Paris al Sr. Ludovico Dufour. Los gastos para la Escuela, que en 1905 eran de 11.000 $ papel mensuales, subieron hasta 30.000 $; no obstante eso, el ensayo fracasó tan completamen-te, que al año y medio el Gobierno se veía obligado a rescindir el contrato y a clausurar proviso-riamente el instituto, en plena decadencia a pesar de las reformas que se pretendiera introducir, y en buena parte a causa de ellas» («Sobre la Enseñanza Agrícola en el Paraguay», Revista de Agronomía, Nros. 3-4, 1910, p. 40. En Bb está catalogado, con el Nº 680, entre los artículos sobre Moisés, pero el autor anónimo es claramente él mismo).

71. En abril estaba «escribiendo un memorial sobre la Escuela, resúmen de todo, que va a hacer sensación y tapar la boca a más de un crítico» (a Eugenia, 12 de abril de 1905). No sabemos si se hizo público.

72. Al director general de Escuelas Manuel Amorilla, 15 de noviembre de 1905. Moisés res-ponde así a las tardías presiones del Consejo Nacional de Educación para que se quede.

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Pero sobre todo, Moisés ya está enfrascado en adquisiciones y proyec-tos para el regreso a Puerto Bertoni: quiere encargar de Alemania un apa-rato fotográfico de viaje73, compra tubos para asegurar por fin un abaste-cimiento adecuado de agua para la casa y la finca, piensa en el futuro de la zona, donde las juiciosas medidas tomadas por su familia y el mejora-miento de los transportes atraerían sin duda a nuevos colonos, y con esta perspectiva empieza ya a preparar un reglamento para la colonia.

73. El interés de Moisés por la fotografía no es nuevo. En el período de Yaguarazapá tenía una cámara que se la había dado José Luraschi. Los primeros meses no consiguió usarla («He venido con esa máquina como con un trofeo, porque con y gracias a Vd realizaba uno de mis más ardien-tes deseos. Pues ha de parecer mentira cuando yo diga que en seis meses no me he podido ocupar de ella», a Luraschi, 10 de enero de 1890). La usará en los meses sucesivos, pero el propio Luraschi hace añicos accidentalmente la mayor parte de las placas listas para desarrollar: «Vd ha trabajado mucho para tener las fotografías y yo en un segundo y sin quererlo le he inutilizado todo su tra-bajo, le pido me disculpe» (a Moisés, 25 de noviembre de 1890).

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Puerto Bertoni: una colonia de familia

Desde Asunción, donde está poniendo las bases de la Escuela de Agricultura, Moisés escribe a la esposa, el 9 de mayo de 1896:

Pero hay otra noticia que más te alegrará: el Presidente ha dado lugar a mi solicitud, y ha ordenado se me otorguen los títulos de propiedad definitiva del territorio de la Colonia! (…) Con que, alegres, mis pobres! Vuestra paciencia, constancia, actividad, bien merece esta victoria. Lo que es por mi parte, volviendo anteayer de la Casa de Gobierno, no sé como he podido resistirme de bailar por las calles!

(Documento Nº 6)

El acontecimiento que casi induce al austero patriarca a bailar por las calles está estrechamente ligado a la tarea de dirigir la Escuela, como explicará al hermano algunos años después:

He luchado 13 años para tener un terreno, y al final he tenido que adquirirlo yo mismo, y pagarlo mucho más caro que los otros, que compraban sólo para especular y que no han establecido nunca una familia, mucho menos la propia74. (…) Y después de 13 años no lo hubiese conseguido, si no hubiera sido por la Escuela de Agricultura.Como condición sine qua non para aceptar este difícil encargo, he pedido la venta del terreno sin ninguna obligación – del terreno que me había sido cedido con la condi-ción de establecer ahí el número de familias que la ley mandaba, pero que la práctica hacía imposible, lo mismo que en otros lugares. Han aceptado, y así he conseguido transformarme en un gran propietario, sin estar obligado a colonizar enseguida75.

74. «Los bajos precios y las condiciones liberales de compra (contemplados por las leyes de los años ’80 para la venta de tierras públicas y yerbales, NdA) permitieron la entrada masiva de espe-culadores e inversores extranjeros, principalmente argentinos, aunque los políticos y empresarios nacionales tampoco desaprovecharon la oportunidad para acumular tierra» (J. C. Herken Krauer, «La revolución liberal…», cit., p. 141).

De un documento oficial resulta que el precio de las tierras de la Colonia Bertoni fue fijado, en diciembre de 1898, en 4585,66 pesos fuertes (después de que en un primer momento se hubiesen pe-dido 6878,46), y que Moisés pagó la suma entera (Contaduría General del Paraguay, 13 de junio de 1900; documento facilitado por Claudina Bertoni). No obstante, circulará con insistencia el rumor de que el Estado le había regalado las tierras, como puede verse, por ejemplo, en el Documento Nº 18.

75. Al hermano Brenno, 1 de enero de 1907. La ley del 7 de junio de 1881 preveía la conce-sión de «tierra fiscal de doce leguas cuadradas de superficie a las empresas o compañías que desearen realizar actividades colonizadoras en el Paraguay, con la condición de establecer en las tierras concedidas, en el plazo de dos años, ciento cuarenta familias agricultoras, por lo menos» (Carlos Pastore, La lucha por la tierra en el Parguay, Montevideo, Antequera, 1972, p. 199).

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Desde luego, Moisés no tiene la menor intención de renunciar a «co-lonizar», y si se muestra aliviado es sólo por una cuestión de plazos: ahora será libre de elegir según sus posibilidades, según la disponibilidad de personal adecuado, y según el desarrollo global de la región, en particular en lo que respecta a transportes.

Aun más allá de su elección personal, Moisés está convencido de la ne-cesidad de promover la colonización para el desarrollo del país, por lo que coincide con la orientación del gobierno de Egusquiza: «Decididamente nuestros hombres del poder están en la buena senda. La Cámara acaba de votar una ley fundando tres Colonias nuevas (…). Como ves nuestra propa-ganda ha dado frutos»76.

En esos años, el socialista australiano William Lane promueve dos in-tentos sucesivos de colonias socialistas. Moisés toca el tema una sola vez, en una carta a su cuñado Giuseppe Strozzi (10 de julio de 1895):

Una noticia que te parecerá curiosa es que se ha formado una fuerte corriente de emi-gración de Australia al Paraguay. El gobierno ha cedido cincuenta leguas cuadradas, y la em-presa se obligó a introducir 2000 familias; ya vinieron muchos; la colonia está en el centro y se llama Nueva Australia; son buenos trabajadores en general, la mayor parte son oriundos de Queensland y de Victoria, y parecen muy inteligentes y de ideas casi socialistas77.

No hablará nunca más de esto, y tampoco consta que se haya intere-sado alguna vez en la colonia Cosme (situada, como Nueva Australia, a alrededor de 200 kilómetros de Puerto Bertoni), donde William Lane impulsa su segundo proyecto socialista.

El socialismo parece estar realmente alejado del horizonte de Moisés. «Lo que nos falta son brazos, población...» – dice en la misma carta – «pienso reducir una tribu de indios salvajes para remediar esta situación». La falta de mano de obra es una queja muy frecuente en aquellos años, y que a menudo va acompañada de los tradicionales juicios negativos sobre la actitud de los paraguayos frente al trabajo.

76. A Eugenia, 9 de mayo de 1896. Sobre la política de inmigración del gobierno Egusquiza ver la nota 31 de la tercera sección (Documentos).

77. Se trata de la colonia fundada en 1893 por William Lane (1861-1917), importante organi-zador y teórico del movimiento obrero australiano. Lane había obtenido una concesión de 100 leguas (120 mil hectáreas), y hubiese tenido que introducir 1200 familias en seis años. Muy pronto tuvieron lugar expulsiones y deserciones (debido, entre otras cosas, a la intransigencia con que Lane imponía la abstención del alcohol), y ya en mayo de 1894, poco después de la lle-gada de un segundo contingente de colonos, Lane se había visto obligado a marcharse y fundar una nueva colonia, Cosme, en el departamento de Caazapá.

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La instalación de empresas tanineras, de obrajes y yerbales en áreas poco habitadas forzaba la incorporación de indígenas de algunas etnias (guaraníticas y chaqueñas) al trabajo semi-asalariado (...). Los directivos de los obrajes y yerbales del interior intensifi-caron el recurso al endeudamiento previo de los peones, y, justificados con el discurso de la holgazanería innata de los nativos – próximos al de la vagancia y delincuencia – hicieron uso generalizado de la violencia pura y simple sobre los peones «reticentes al pago de deudas» con su trabajo. (...) Paralelamente a la serie de medidas coercitivas pues-tas en práctica por los administradores de empresas agroextractivas, el Estado toma, a mediados de la decada del ’90, algunas iniciativas relacionadas con la vagancia y la crimi-nalidad – en apariencia, crecientes –, adoptando el principio del «trabajo regenerador» de los convictos78.

Moisés defendía públicamente a los campesinos paraguayos, y deseaba que se los ayude y se los instruya, con la contribución de los agrónomos de la Escuela de Agricultura (en el cuaderno de Moisés hijo puede leerse que el agrónomo, en un país atrasado, «es y debe ser quien levante la voz, el re-presentante de las poblaciones rurales, el apóstol de las nuevas ideas entre los campesinos y el defensor de sus derechos ante los grandes»79) y con «la organización del crédito y la cooperación agrícola», que debería penetrar «en las costumbres populares, pues vemos claramente en ella un medio de redención»80. En 1909 denuncia la influencia nefasta de los yerbateros, que traen a los indios «todos los males de la civilización y ninguna de sus ventajas morales o siquiera materiales». Pero en el fondo, pese a su firme postura de respeto incluso de la persona del más humilde peón, sus actitudes no difieren mucho de las que caracterizan el pensamiento dominante de aquellos años. Piensa domesticar indios salvajes, y se alegra de que los indios changadores cuesten poco; su proyecto de colonia penal en el Chaco (Documento Nº 8) tiene raíces ilustradas y está imbuido de fe en la perfectibilidad humana, pe-ro también está muy de acuerdo con la política estatal de trabajo compulsivo del gobierno Egusquiza; sus colonos ideales siguen siendo los europeos, en lo posible suizos, o alemanes (en 1907 lamenta haber dejado escapar a un centenar de ellos, que se establecieron en Hohenau), o todo lo más japoneses (en 1908). Ama a los paraguayos, pero en 1909 escribe a su hermano:

Están reunidas, pues, todas las condiciones para formar aquí una verdadera y fuer-te colonia extranjera. Pero a este respecto, nunca he podido vencer la resistencia que

78. Milda Rivarola, Obreros, utopías & revoluciones. Formación de las clases trabajadoras en el Paraguay liberal, 1870-1931, Asunción, cde, 1993, pp. 75-79.

79. Dictado de Economía Rural, tomo iii, 1903.80. Revista de Agronomía, Nº 1, 1910, pp. 4-5.

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opone mi familia, sobre todo mi esposa. De manera que, por el momento, aún sigo en la situación de rechazar a los colonos que se ofrecen de vez en cuando, en vez de salir a buscarlos. Esto es tanto más deplorable cuanto que el poblado se va formando poco a poco por la fuerza de las cosas y tendrá cada vez más habitantes – el aumento de nuestras plantaciones lo hace inevitable. Solo que, en lugar de estar poblado por suizos, alema-nes, etc., lo está por criollos e indios, y al fin de cuentas me cuesta más caro. Es verdad que ya sólo entre nosotros (la familia) formamos una pequeña colonia que por fuerza ha de crecer. (...) Para el futuro de los niños, esto presenta otro inconveniente, bastante serio: el ambiente. Comprendes sin duda. La población criolla e indígena es inteligente, bastan-te activa, amable y de carácter noble, pero no por eso deja de tener dos defectos: su fami-lia, que no está organizada como la nuestra, y la falta de ese espíritu de empresa que siempre impulsa a los blancos hacia adelante. Es un pueblo filósofo, teóricamente tiene algo de razón; ama los placeres de la vida, los días apacibles, la buena comida, la contem-plación de la naturaleza, de esa naturaleza generosa que le permite vivir bastante cómo-damente y a su gusto con un mínimo esfuerzo. Pero desgraciadamente, la lucha por la vida sigue siendo demasiado ardua para que eso sea suficiente en todos los casos.(...) Es verdad que los emigrantes que vienen al Río de la Plata, en la mayoría de los casos, no dan más que una triste idea de lo que es Europa y son con harta frecuencia inferiores (...). El hijo de un europeo y de una indígena se identifica con la madre. Nuestro mestizo tiene cualidades muy serias; me gusta mucho, para nuestros trabajos y nuestro clima no tiene igual.(...) Así pues, probablemente me vea obligado a seguir siempre como hasta ahora: colonia de familia, con el agregado de una población obrera criolla.

(a Brenno, 31 de diciembre 1909)Puerto Bertoni seguirá siendo, en efecto, una colonia familiar, por más

que Moisés vuelva a entusiasmarse una y otra vez con la perspectiva de una colonia europea más amplia. Y más de una vez incluso le faltará esa «población obrera criolla». La expansión económica de las regiones limí-trofes argentinas y brasileras provoca un flujo migratorio considerable: «Entre 1904 y 1912 salió del Paraguay el 30% de su población total, y diez años más tarde, el éxodo era evaluado ya en unas 150.000 “cabezas de familia” residentes fuera de las fronteras nacionales». Este proceso se ve favorecido, además, por las convulsiones políticas:

Las frecuentes y sangrientas revoluciones internas, con sus secuelas de levas forzosas de campesinos, jornaleros e incluso obreros calificados, y las persecuciones posteriores a simpatizantes de los bandos vencidos funcionaron indudablemente como un factor de expulsión de la población. La revolución de 1904 provocó en los años siguientes un inmenso flujo emigratorio; la de noviembre de 1908 vio a centenares de campesinos refugiarse en los montes (...). La conspiración de enero de 1909 llevó al gobierno a reclu-tar forzosamente población: «Los campesinos, o para no venir al cuartel, o para no meterse en peleas, o para engrosar las filas revolucionarias, emigraron en su mayor parte al Brasil unos, a la Argentina otros»; y en abril de 1910 la inminencia de una nueva revolución genera idénticos resultados. (...) La proximidad de la «cruzada» radical de 1911-12 volvió a desencadenar el proceso. (...) El volumen de la población rural que era

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expulsada del país por las revoluciones y atraída simultáneamente con ofertas de me-jores salarios por las empresas ubicadas fuera de las fronteras, fué tal que el gobierno paraguayo se vio obligado a hacerce eco de las quejas, presentadas por los empresarios ubicados en el país, de la creciente carestía de mano de obra81.

De algún modo, las revoluciones repercuten también en Puerto Bertoni.Revolución el 2 de julio de 1908 y cambio completo de gobierno; estado de sitio

desde ese día hasta hoy, dicen que hasta el 31 de diciembre, probablemente por más tiempo aún; revolución en setiembre-octubre de 1909, terminada por el momento, pero nuevamente anunciada por los mismos revolucionarios. La población pacífica se va; hay 100.000 paraguayos en el extranjero; yo me he quedado casi sin peones; se marchan, no vuelven a causa de la leva, que se hace aquí de una manera que no puede ser más arbi-traria. Así que mi trabajo de plantaciones está casi parado, y una buena parte de la co-secha de café se ha perdido por falta de brazos.

(a Brenno, 30 de noviembre de 1909).

Desde el punto de vista económico, el año 1911-12 ha sido más bien malo para mí y para Reto. El año agrícola ha sido el peor, el único realmente malo desde que llegamos a este país. Temperatura demasiado baja y tiempo demasiado nublado, después de un tiempo demasiado seco y de un sol demasiado fuerte (...).

Y además, esta vez nos afectaron un poco los disturbios políticos, aunque de una manera muy indirecta. Aquí nos dejan completamente tranquilos. «Nada nos molesta», te decía al respecto en mi última carta. Todavía es verdad. Pero el contragolpe nos afectó por la huida de trabajadores paraguayos a Brasil para evitar el reclutamiento. Por otra parte, mi hijo hacía edificar en Villa Encarnación una casita que, por falta de techo y de obreros, fue demolida por las lluvias torrenciales.

(a Brenno, 1912-1913)

Pero Moisés no se desanima, en parte porque pone grandes esperan-zas en los proyectos ferroviarios que deberían impulsar el despegue eco-nómico del Alto Paraná y de Puerto Bertoni.

Una gran novedad es la presentación a las Cámaras paraguayas de un proyecto de vía férrea que iría de Asunción a Yguasú (puesto militar brasilero situado casi enfrente de nues-tra propiedad), y empalmaría con la vía que va del Atlántico a Yguasú, que ya se está cons-truyendo. Esta vía férrea que uniría Asunción con Santos y Río de Janeiro pasaría por el fondo de mi propiedad. Yo lo había previsto; eso debía suceder, y todo el mundo comprende ahora por qué hemos soportado tercamente todas las dificultades de establecernos en un desierto. Si el proyecto resulta aprobado, nuestras esperanzas se verán satisfechas mucho antes de lo que yo mismo pensaba. Agreguemos que entonces el poblamiento vendrá solo.

Esta vez, el ferrocarril transparaguayo está bien asegurado: el capital ha sido suscrito con un excedente de 30 millones que será destinado probablemente a un empalme. Las obras

81. M. Rivarola, Obreros …, cit., pp. 109-110. Evidentemente, el proyecto de ley sobre el reclu-tamiento de peones en el extranjero, esbozado por Moisés en el año 1902, refleja – además de las intenciones sociales – también este tipo de preocupaciones.

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biografía 87

acaban de comenzar cerca de Asunción. Será un poco largo, seis años, pero verás qué rápi-do pasan82.

Ferrocarriles

La confianza en que el desarrollo del Alto Paraná pronto se vería impulsado por la construcción de conexiones ferroviarias se repite frecuentemente en las cartas de Moisés. «En el término de cuatro años tendremos la línea férrea que pasará por el fondo de mi propiedad. Esta línea permitirá comunicaciones directas con el Atlántico y estaremos en comunicación de vapor con los cuatro puntos: N, S, E y W. Son estos lugares de gran porvenir y estoy contento de haber tomado posesión en ellos a tiempo, aunque me haya costado grandes sacrificios», escribe en 1911 (hoja suelta, destinatario desconocido).

La línea de Asunción a Santos, el Ferrocarril Trans-Paraguayo que debía abrir una vía hacia el Atlántico, empalmando con el sistema ferroviario brasilero, existía ya como hipótesis a finales del siglo xix, pero la concesión sólo se otorgó en 1909. Por las tierras de la Colonia Guillermo Tell (como se observa perfectamente en el *Mapa del Paraguay Oriental trazado por Moisés en 1912) debían pasar incluso dos líneas: la que de Borja, cerca de Villarrica, uniría el tramo Asunción-Encarnación con Iguazú, y la directa Asunción-Iguazú. En torno a los proyectos ferroviarios paraguayos se encendió una lucha entre intereses brasileros y argentinos: los bra-sileros esperaban reforzar la dependencia de Paraguay uniéndolo a su sistema fe-rroviario, mientras que los argentinos se mostraban hostiles a esta solución que arrebataría a Buenos Aires su posición de salida natural de las mercaderías para-guayas. La competencia por el control de la Paraguay Central Railway Company se entrelazó con la lucha política interna: en efecto, la revolución radical que triunfó en 1912 fue financiada por la PCRC, que por entonces estaba en manos de la Brazilian Railways Company, una sociedad controlada por el capitalista estadou-nidense Percival Farquhar. La suerte parecía echada.

Pero las esperanzas de Moisés se vieron completamente defraudadas: el trans-paraguayo no se construyó nunca. Todos los proyectos ferroviarios de Paraguay, que fueron acompañados de grandes adquisiciones de tierras y especu-laciones, se esfumaron con la quiebra del grupo Farquhar, motivada en parte por las dificultades financieras inherentes a la operación misma, y en parte por las tendencias recesivas provocadas por la Primera Guerra Mundial, con lo que el país quedó marginado de la «revolución ferroviaria». De las conexiones ferroviarias con el Brasil, en las que Moisés veía el inicio de un incontenible despegue econó-mico del Alto Paraná, no quedó nada, salvo un corto tramo de cincuenta quilóme-tros de Borja hacia Iguazú, que fue construido al sólo objeto de explotar los bos-ques comprados por la Compañía Argentino-Paraguaya de Maderas.

(Cfr. Juan Carlos Herken, Ferrocarriles, conspiraciones y negocios en el Paraguay, 1910-1914, Asunción, Arte Nuevo, 1984).

82. A Brenno, 15 de junio de 1908 y 13 de marzo de 1910. Sobre los proyectos ferroviarios, ver en esta misma página la ficha *Ferrocarriles.

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vida y obra del sabio bertoni88

Mientras tanto, Puerto Bertoni se desarrolla. En la Exposición Internacional de Agricultura de Buenos Aires de 1910, Moisés es el princi-pal expositor del Paraguay83. Junto a la producción para la venta está la acti-vidad experimental de la Estación Agronómica. «La Estación Agronómica de Puerto Bertoni es actualmente la única que existe en el Paraguay. Su fundación, esbozada en 1895, no fue definitiva sino en 1905, pero su orga-nización no está terminada aún», escribe en 191084. El artículo prosigue enumerando las actividades de la estación: el cultivo de 400 especies y variedades de plantas útiles, la experimentación de nuevas técnicas de des-monte («cuya base es la supresión de la quema») y de cultivo, los estudios de fisiología y biología de las plantas, de agrología, de meteorología agríco-la, de botánica agrícola, de química agrícola, de fitopatología, de zoología agrícola. Puerto Bertoni dispone de una estación meteorológica («la única estación de América Latina que hace contemporaneamente las observa-ciones diarias al aire libre, al sol y en el bosque virgen»), un modesto labo-ratorio químico, una biblioteca de agricultura y botánica con más de dos mil publicaciones, una colección fitopatológica, un herbario de las plantas cultivadas y de las especies indígenas (6000 piezas), una colección petrográ-fica, una de productos agrícolas, y otras más. Trabajan ahí Moisés, los hijos Winkelried, Moisés y Tell, y los yernos Jiménez y Schrottky85. La Estación ofrece un servicio público y gratuito de informaciones agrícolas que da mu-cho trabajo adicional, sobre todo a Moisés. Y luego están también los con-tactos y los intercambios de revistas, semillas, colecciones, experiencias con centros agronómicos e institutos de investigación del mundo entero: desde el Jardín Botánico de Lawang (Java) a la Estación Agrícola de Ivolonia en Madagascar; desde la Biblioteca del Príncipe Roland Bonaparte de París a la Oficina Etnológica de Stavropol, en Rusia; desde la Oficina Meteorológica

83. Para dar una idea de la variada producción de Puerto Bertoni, transcribimos la lista de los premios recibidos por Moisés: «conjunto de textiles varios, brutos y elaborados, indígenas y exóticos (gran premio de honor). Tabacos y plantas aromáticas; harinas, almidones y subproduc-tos; colección de 30 variedades de frutas (gran diploma de honor). Colección de maices, arroces y sorgos; conjunto de cafés y yerba mate; cáscaras y hojas medicinales e industriales, colección de cortezas curtientes analizadas (primer premio). Muestras de tierra con análisis; mapas agronó-micos del Paraguay; bananas secas; materias colorantes vegetales, rocú etc. (segundo premio). Aguardiente de bananas (tercer premio), nueces del Pará (mención honorífica)». ¡Y no todos los productos han llegado a destino! (cfr. Revista de Agronomía, Nº 1, 1911, p. 36).

84. «Organización de la Estación», en Revista de Agronomía, Nros. 5-6, abril-mayo 1910, p. 2-4.85. Juan B. Jiménez, estudiante y luego colaborador de la Escuela de Agricultura, casado con

Vera. Curt Schrottky, entomólogo alemán, casado con Inés.

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biografía 89

Argentina de Buenos Aires al Jardín Botánico de Bruselas; desde la Estación Agrícola Experimental de Tabasco, en Méjico, al Instituto Físico Geográfico de San José de Costa Rica86.

En el centro de todo esto, aunque Moisés sueña hasta el final con una colonia suiza más grande, está su familia. La familia es un valor central para Moisés: «mi único ideal hasta la muerte» (a Eugenia, 12 de marzo de 1900). El modelo es la familia cristiana europea (dado que la paraguaya renuncia con excesiva facilidad al matrimonio87). «La religión, al hacer del matrimo-nio un sacramento, y de la castidad una virtud, nos ha enseñado la via, la buena, la única que seguir debemos, aún cuando la meta, para los más, sea todavía un ideal lejano», escribe en la Civilización Guaraní (ii, p. 196); y en una carta a Leopoldo Benítez del 6 de julio de 1914: «Opino como los mo-ralistas de los buenos tiempos, que una gran familia es una dicha, el mejor regalo de los dioses». Después de los cinco hijos europeos, otros ocho nacen en América. Es en la gran familia donde Moisés trata de realizar sus ideales sociales, morales e higiénicos, en esta pequeña comunidad unida y laboriosa, puritana, frugal y sana, donde están prohibidos el tabaco y el alcohol88. El es el guía moral y material, y aunque en realidad se muestra muchas veces despótico, su autoridad nunca es cuestionada, ni siquiera por los hijos más desobedientes. Moisés escruta con atención las inclinaciones de sus hijos para construir su futuro, y junto con su esposa, se preocupa de arreglar para ellos los mejores matrimonios. No se trata de un ideal puramente sentimen-tal: Moisés quisiera recrear en Puerto Bertoni la realidad preindustrial de la familia como unidad productiva. Y Puerto Bertoni no es sólo una colonia agrícola, es también, y sobre todo, un centro de estudios científicos. Uno

86. En este último instituto trabajaba Henri Pittier, también suizo, también nacido en 1857, también botánico, cartógrafo, meteorólogo, también emigrado definitivamente a América Latina cuando tenía alrededor de 30 años, primero a Costa Rica, y luego a Venezuela, donde murió en 1950. Fue autor del libro Plantas usuales de Costa Rica, como Moisés lo fue de Plantas usuales del Paraguay. Dos estudiosos suizos han investigado esta vida que transcurrió, en parte, paralela a la de Moisés: Beatrice Häsler e Thomas W. Baumann, Henri Pittier (1857-1950). Leben und Werk eines Schweizer Naturforschers in den Neotropen, Basel, Friedrich Reinhardt, 2000.

87. «Es desgraciadamente la costumbre del país; cerca de la mitad de los matrimonios son irregulares y más de la mitad de los hijos son ilegítimos» (a Brenno, 7 de noviembre de 1918).

88. Ver también la ficha *Alimentación. En 1911 Moisés es uno de los vicepresidentes de la International Prohibition Confederation, con sede en Londres, que lucha por la prohibición de todas las bebidas alcohólicas. En aquellos años el alcoholismo es una plaga social que embrutece al proletariado y amenaza a las comunidades indígenas del Paraguay. «Es conocido por todos que hasta bien pasada la mitad del siglo las empresas tanineras del alto Paraguay pagaban el jornal en alcohol» (Branislava Súsnik, Miguel Chase-Sardi, Los indios del Paraguay, Madrid, Mapfre, 1995, p. 252).

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de los objetivos fundamentales de la vida de Moisés, el de hacerse «un nombre», se vive y teoriza como objetivo de la familia, que está llamada a colaborar en la «gran obra», en el «monumento científico» que enriquecerá a la patria y consagrará «el nombre» de los Bertoni. Las vocaciones de los hijos deberían adecuarse, pues, a las diferentes exigencias de este objetivo. Su instrucción es una de las eternas preocupaciones de Moisés. Como es pobre y vive a menudo lejos de los centros educativos, Moisés no pue-

Alimentación

«Felizmente, mi salud es muy buena, y a pesar de los cabellos canos que dela-tan mi edad, estoy realmente más fuerte hoy que hace diez años, gracias a la adop-ción de un régimen vegetariano absoluto, a lo que puedo agregar que ya no fumo, he renunciado al café, a toda bebida excitante y a todo tipo de alcohol» (al herma-no Brenno, 15 de junio de 1908). Al vegetarianismo parece haber llegado gradual-mente y sin justificaciones ideológicas explícitas, pero a partir de su adhesión al *espiritualismo, sus preferencias alimentarias hallan una ubicación más precisa. En una carta al médico Estève Dulin, fundador y redactor de la revista naturalista Vivir de Buenos Aires, llega a hacer del vegetarianismo una panacea universal, capaz de «resolver problemas entre los más graves de la humanidad, realizar direc-tamente los ideales más sanos de la vida material y contribuir para la realización de los más puros y elevados ideales del espíritu». Despues de defender los múlti-ples beneficios físicos, morales, económicos y sociales de este régimen, concluye afirmando que el frugivorismo, «haciendo a la vida material y económica mucho más fácil y mejorando nuestro ser psicológico, contribuirá a suprimir la guerra, que es debida en parte a las ambiciones de orden material y en parte al espíritu agresi-vo; siendo más fácil la vida material, podremos dedicar más tiempo a la intelectual. (…) Y por encima de todo, por todo lo dicho contribuye a que nuestra mente sea capaz de conceptos más y más elevados, y de ideas siempre más puras, hasta llegar aún en parte a la más alta de las concepciones humanas, la de la verdadera esencia de Dios» (sin fecha, años 20).

En La Civilización Guaraní, Moisés destaca el hecho de que «todos lo pueblos de esta raza eran más o menos vegetarianos y algunos lo eran en absoluto» y que «la alimentación guaraní resulta en todo conforme con los últimos dictados de la ciencia» (iii, 61-67).

Albert Wirz subraya los puntos de contacto entre las ideas expresadas por Moisés a propósito de la higiene guaraní y las del doctor Max Bircher-Benner, el famoso inventor del Birchermuesli y teórico de la alimentación natural. Ralph Bircher, su hijo, habría sacado de la obra de Bertoni («entre los suizos contempo-ráneos quizás el más cercano espiritualmente a su padre») sus conocimientos sobre los guaraníes, definidos por él como «los grandes maestros de la macrobiótica» (A. Wirz, Die Moral auf dem Teller, Zürich, Chronos, 1993, pp. 103-104).

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de garantizarles una formación completa. Por otra parte, «para los espíritus superiores que comprenden bien que lo esencial de la vida es la moral y la familia, la ciudad es un constante peligro, la ciudad moderna peor aún, y las del Plata entre las peores del mundo». Y por lo tanto, Puerto Bertoni, que es-tá situado en el seno de la naturaleza y cuenta con abundante material para la enseñanza (biblioteca, museo, colecciones), es el lugar ideal para garantizar a los hijos la «instrucción modesta y sólida, lo necesario y verdaderamente útil para la vida práctica del hombre libre y de la mujer digna. Y con eso, práctica-mente ningún límite para el joven justamente ambicioso que quiera elevarse y perfeccionarse en varios ramos»89. Más tarde, alguna que otra estancia en la ciudad y eventuales viajes al extranjero deberían completar la instrucción de los hijos mejor dotados.

Asistiremos más adelante al naufragio de estos sueños.Por el momento, imaginémonos Puerto Bertoni en sus años mejores,

cuando prevalecían en Moisés el optimismo y las grandes esperanzas, y él vivía feliz en su rincón del paraíso terrestre:

Aquí todos bien. Yo en particular.El género de vida que hago es ideal. En 7 días aumenté 1½ Kg. de peso y 4 kg. de

fuerza en el dinamómetro. He pasado estos nueve días sin ocuparme del mundo exter-no. No fueran mis caras ausentes, el olvido hubiera sido completo. Trabajo tranquilo, muy activo muy sano, muy halagador por los resultados que se ven o se anuncian. Régimen alimentar a mi gusto; pocas carnes, muchos frutos, comida vegetal preparada por mano maestra, inmejorable. (…) Parece que estos montes tienen la propiedad de mejorar todos los caractéres, a empezar por el mío. Aquí se vive tranquilo y alegre a pesar de todo.

(a Eugenia, 2 de febrero de 1904, Documento Nº 10)

Y pensemos en el patriarca que reina sereno y satisfecho en las foto-grafías, en medio de hijos, yernos, nueras y nietitos; en el barítono cuya memoria evoca Rodolfo Ritter en octubre de 1929:

Si los gigantes de los bosques del Monday pudiesen hablar, contarían un rasgo que tal vez sorprenderá a algunos de Vosotros: al caminar por la selva – lo que hacía diariamen-te el gran sabio – solía cantar, cantar de voz plena y musical, de su voz varonil de baríto-no: era el himno de la belleza, a la creación, al Universo que exhalaba su gran alma90.

89. Apuntes del 12 de abril de 1923 («A Reto, sobre enseñanza»). Los hijos ya crecidos, Moisés piensa sobre todo en los nietos. En ese momento, Puerto Bertoni le parece un baluarte frente a la crisis moral de la civilización occidental.

90. R. Ritter, «Bajo la emoción…», cit., p.11.

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De los disgustos de Asunción a la apoteosis de Rio

Moisés no ama las ciudades. No las amaba en Europa, a los veinte años, y no las ama en América. Se resigna a vivir en Asunción durante los años de la Escuela, pero considera su estancia en la ciudad un paréntesis de breve duración. Volverá a Asunción en agosto de 1913, todavía de peor gana, para dirigir la División de Agricultura y Colonización. Acepta el cargo sin entusiasmo: «no me siento para nada encantado con mis nue-vas funciones, pero he debido aceptarlas para ayudar al país a hacer algo pasable, aprovechando también para arreglar el asunto “impresiones”» (a Brenno, 26 de setiembre de 1913). Dado que las tipografías del país no son capaces de imprimir adecuadamente obras científicas, decide hacerlo por su cuenta, asociándose con un catalán, Marcelino Brossa. Invierte en la empresa casi todo el dinero de que dispone, y, contando con las sus-cripciones prometidas por el gobierno, cree que podrá iniciar sus publi-caciones antes de fin de año: primero, un *Mapa agrológico en colores del Paraguay oriental, y luego, el primer volúmen de una antropología guaraní, de la que dio avances en tres conferencias pronunciadas en Asunción, las cuales cosecharon un notable éxito incluso en los Estados vecinos91. Su ausencia de Puerto Bertoni lo obliga a reorganizar el calendario de sus programas, que por otra parte han sufrido una demora a causa de la expe-riencia negativa que tuvo con un grupo de colonos alemanes92. Los ocho

91. Se trata de tres conferencias pronunciadas en el Colegio Nacional de enseñanza secunda-ria de Asunción, el 26 de julio y el 8 y 21 de agosto de 1913, publicadas después, con una serie de anexos y un prólogo de Ignacio Pane, con el título de Resumen de prehistoria y protohistoria de los países guaraníes, Asunción, 1914.

92. «Esta bella experiencia me costó alrededor de 10.000 francos, la mitad de ellos perdida, pero lo que más lamento, es la derrota moral. Para hacerles ver los defectos de los criollos, en la educación de nuestros hijos siempre poníamos como ejemplo a los europeos, sobre todo a los suizos y a los alemanes. Nos escuchaban, aunque con un dejo de incredulidad y cierto deseo de no tener que hallarlos tan superiores. Estaban ansiosos de ver cómo eran realmente. ¡Y vaya si nos mostraron su superioridad! Que los guaraníes los superaran como trabajadores aún puede expli-carse por la falta de conocimientos prácticos del país. Que sus pretensiones fueran más elevadas

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meses que pasó en Asunción le parecen los peores de su vida. Vuelve a Puerto Bertoni en febrero de 1914, enfermo de los nervios, disgustado por el clima de intrigas y de calumnias que ha paralizado cada una de sus ini-ciativas, desesperado sobre todo por el fracaso de sus proyectos de publi-cación. El súbito cambio de parecer de las autoridades, que reducen las suscripciones prometidas, mientras financian con largueza a su principal adversario Fiebrig, la ineptitud de su socio Brossa, los continuos e inex-plicables retrasos en la ejecución de los trabajos, continúan amargándolo aún de regreso en sus bosques – «en el seno de la naturaleza» –, donde esperaba volver a encontrar la serenidad perdida.

En las cartas en las que expone las razones de su regreso a Puerto Bertoni (por ejemplo, en la que escribe a Adolf Schuster, Documento Nº 16), no toca el tema de la modestísima paga que recibió durante el último año de trabajo para el gobierno. Para Moisés, estas son siempre cuestiones secundarias. Pero a nosotros sí nos interesa lo que dice (muy turbado: «tengo que hacer un verdadero esfuerzo para hablarle de dinero») en una carta a Venancio Galeano, el 6 de octubre de 1913:

El viaje para traer una parte de la familia me costó un mes de sueldo, sin contar el primer viaje de venida, que costeé de mi bolsillo. El Hotel, donde tuve que permanecer casi tres semanas por no encontrar casa, me costó más de dos meses y medio de sueldo, y los muy modestos muebles del rancho donde vivo otro mes y medio. En suma, agre-gando la vianda de la última decena, ese mes me costó cuatro de sueldo. Y no cuento objetos de escritorio, una máquina de escribir, y varias cosas que me servirán después, pero que son consecuencia de mi estadía aquí. Para hacer frente a estos gastos, invertí todo lo cobrado por un año por subvención a la Estación Agronómica, con lo cual quedó ésta practicamente anulada, sobre ser insignificante (500 $ mensuales).

Hay otro problema mucho más importante para él, que es el estado de salud de su hijo Lineo.

Mi hijo Lineo, enfermo de nefritis aguda, convaleciente ya, recayó cuando Vd esta-ba; el día 2 de Junio se agravó, nos dió un susto; extremando los cuidados, mejoró; está otra vez como cuando Vd vino; un pequeño descuido y es otra recaída, que puede ser fatal o dejarlo inútil para el resto de sus días; en estos días bastó aflojarle un momento

podría ser consecuencia de un mayor deseo de progreso. Pero que se mostraran inferiores desde el punto de vista moral, es algo que jamás les perdonaré. Sus defectos eran distintos de los de los guaraníes, pero la suma de ellos era insoportable. Además, nos desmintieron en lo que se refiere a la familia y a la pureza de las costumbres; estaban lejos de ser modelos desde ningún punto de vista» (a Brenno, 26 de setiembre de 1913).

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el rigor, para que reapareciese la hemorragia. Pregunten a un médico que cuidados exige el mal de Bright y qué de peligros encierra, y díganme si yo puedo dejar a mi hijo solo y en un lugar donde un médico no puede llegar antes de los siete días de lla-mado, dado que quiera venir93.

Lineo tiene 16 años y es el benjamín de Moisés. Él y Aristóteles, que son los más jóvenes, «constituyen mi mejor esperanza para la sucesión y continuación de los estudios que he emprendido», escribe en 1914, pre-ocupado por la instrucción de ambos muchachos, que se ve demorada por su compromiso con la Dirección de Agricultura, por las sucesivas renuncias, y por la incertidumbre de las mudanzas94. Los otros dos hijos con quienes Moisés contaba como colaboradores en su actividad cien-tífica, Winkelried y Tell, se están alejando paulatinamente de la fami-lia. Winkelried se había negado ya a aceptar un proyecto de matrimonio que los padres habían concertado para él con una prima de Biasca95. Orientado desde un principio hacia la especialización (en zoología) – en contraste con el enciclopedismo del padre –, se establece en 1914 en Asunción, y de ahí en adelante deja caer en el vacío toda propuesta de colaboración regular. Tell ha estudiado agronomía en la Escuela de Asunción y podría ser el mejor colaborador de Moisés: se ocupa, en efecto, de botánica, de meteorología, de geografía, de etnografía (en el congreso de Rio de 1922 presenta un estudio suyo sobre los guayakíes). Pero a pe-sar de la insistente presión de su padre, también él deja Puerto Bertoni a fines de 1914, optando por una carrera de funcionario en la ciudad. Si la explicación que Moisés encuentra para la elección de Winkelried son unos morbosos celos científicos96, para la de Tell hallará, más tarde, una causa peor: la política, esa peste contra la cual creía haber inmunizado a

93. A Leopoldo Benítez, 6 de julio de 1914. El mal de Bright es la glomerulonefritis crónica. La próxima crisis ocurrirá el 7 de agosto, justamente el día del cumpleaños de Lineo (Diario de 1914).

94. «Desde un año y más, los tengo poco menos que abandonados. Yo no pude para eso apro-vechar ningun colegio desde mi salida de la Trinidad; lo que saben o sabrán, es o será debido a su esfuerzo y vocación personal bajo nuestra dirección; mi hijo Moisés y yo, somos ahora sus únicos profesores. (...) A esa edad, dos años de abandono de los estudios científicos sería la ruina de mis legítimas esperanzas y de su porvenir de hombres que quieren y ambicionan descollar» (a Leopoldo Benítez, 6 de julio de 1914).

95. Sobre este episodio, ver la larga y dramática carta de Moisés al hermano del 15 de mayo de 1913, Arca, L73.

96. Ver, por ejemplo, el Documento Nº 15, 15 de marzo de 1914.

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sus hijos97. Pero Tell rechaza desde un principio esta interpretación, a la que opone un lúcido y amargo análisis de la situación de Puerto Bertoni:

Tu proyecto de organizar eso era hermoso, espléndido, yo siempre lo comprendí, pero cuando lo emprendiste, lo emprendimos, esa región se embarcaba en un tren de progreso verdaderamente alentador, teníamos la seguridad del Transparaguayo de mo-do que continuar así sería cuestión de un esfuerzo para poder vivir perfectamente to-dos de productos de la agricultura. Pero hoy que la cosa toma el camino opuesto y a medida que el ambiente se estrecha la única forma de vivir es restar unidades de modo que donde podían respirar tres ya no pueden hacerlo sino dos98.

Al año siguiente, a los diecisiete años, muere Lineo.

De una precocidad extraordinaria en cuanto a seriedad de carácter, vuelto de Asunción en Febrero de 1914, desplegó una actividad tan enérgica y constante, que a todos dejó asombrados; por sus cualidades de orden y organizadoras, todos veían en él el muy próximo jefe del establecimiento; en cuanto a mí, a más de sonreirme esa pers-pectiva que por fin me iba a permitir realizar el ideal de mi vida, que es poder dedicar todo mi tiempo a trabajos científicos (ideal nunca alcanzado causa las necesidades de la vida y la preocupación por el porvenir de la familia), en pocos meses le ví reunir tanto material científico y comenzar tantos trabajos, que ya daba por asegurado comple-tamente el coronamiento de la obra de mi vida por el bien de estos países... cuando un morbo que no perdona vino a poner el fin más cruel al más brillante comienzo.

(a Hermann von Ihering, 12 de diciembre de 1916)

El golpe que recibí, no lo soporté yo, ni mi familia, solamente. No es una pérdida personal irreparable; es el derrumbe parcial de una obra.

(a Brenno, 21 de abril de 1916)

A la congoja por la inaceptable muerte de Lineo se añade el horror por el naufragio de Europa en la Primera Guerra Mundial, que sigue con atención y vivo interés, comentándola en su diario y en largas cartas a su hermano. La tragedia privada y la colectiva desempeñan un papel decisi-vo en la evolución espiritual de Moisés.

97. Por lo que se puede inferir de las cartas, en esos años Tell aún no hace política activa, pero está ligado a los ambientes hostiles a Moisés; a saber: el Banco agrícola, del cual es funcionario, y la facción schaererista de los liberales. Más tarde formará parte de la Liga Nacional Independiente, dirigida por Adriano Irala y Juan Stefanich, que mirará con simpatía al fascismo italiano, y con el golpe febrerista del 1936 asumirá el cargo de ministro de agricultura en el gobierno nacional-revo-lucionario del coronel Rafael Franco. Esto le costará, al año siguiente, un período de exilio.

98. A Moisés, 4 de julio de 1915. En esta carta Tell responde negativamente a la invitación a volver que le hiciera Moisés después de la muerte de Lineo (ver, Arca, L78). Sobre el transparagua-yo, ver *Ferrocarriles.

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Guerra entre Austria y Alemania por un lado y Francia y Rusia por el otro. Agréguese: Austria contra Serbia, y éste fue el motivo, aparente siquiera. Creo, no obs-tante, que este crimen monstruoso estaba largamente premeditado por el Kaiser ale-mán y el austriaco. Suiza en armas. Bélgica y Holanda idem. Se agrega que Inglaterra tomó parte. Combate naval con Alemania.

La sangre corre a torrentes. Los vámpiros de la humanidad se regocijan, pero no se hartarán pronto. Millones de socialistas protestan en vano. Millones lloran, muchísi-mos miles mueren. Millones miran con gusto la matanza. Millones de inconcientes aplauden. La bestialidad humana presenta su más brutal semblante. La moral concien-te se cubre la cara, y la moral europea se hunde. El espíritu diabólico de Nietzsche puede gozar.

(Diario de 1914, 13 de agosto)

Me ha tomado muchísimo tiempo, es verdad, pero estoy contento; porque he podi-do seguir paso a paso y de verdad la más espantosa tragedia de la historia, y creo haber-la comprendido, aprendiendo al mismo tiempo muchas cosas y modificando muchas opiniones preconcebidas o concebidas apresuradamente en mi juventud.

(a Brenno, 14 de octubre de 1920 - 19 de enero de 1921)

En estos años, comienza a alejarse del materialismo positivista en que se había empapado durante la época universitaria; en los años sucesivos, su repudio de esta doctrina será total y, al mismo tiempo, se multiplicarán las señales de su acercamiento al cristianismo e incluso al *espiritismo.

La crisis económica había comenzado a hacerse sentir en 1914 («Así que ya nada se vende. Ni una banana; 30.000 racimos se me han podri-do en las plantaciones»), agravada por los efectos negativos de la ley de cabotaje99. La falta de tiempo le ha hecho descuidar la herborización, las termitas han invadido el herbario (el tercero), en la publicación de sus descubrimientos botánicos se le anticiparán los botánicos suizos; insectos han devorado las etiquetas de la colección de hongos y de minerales; se ha deteriorado la colección de coccidae; en la correspondencia científica ha acumulado retrasos que incluso arriesgan su reputación:

Cientos de cartas están sobre mi mesa sin contestar; ni respondo a los ofrecimientos o comunicaciones más amables; recien me dispongo a dedicar unos días a mi correspon-dencia abandonada, pues pierdo amigos y relaciones preciosas. No le hablo de colabo-

99. La ley sobre el cabotaje prohíbe a los barcos extranjeros cargar o descargar mercancías en las riberas paraguayas de los ríos. En el Alto Paraná, recorrido casi exclusivamente por vapores argentinos, esto significa la crisis de los comercios paraguayos. Esta ley penalizará fuertemente las actividades económicas de Puerto Bertoni por más de diez años.

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raciones prometidas y estudios aceptados sin cumplir. Si sigo así algun tiempo más, yo me hundo, desaparezco del mundo científico y pierdo, en el concepto de mis correspon-sales y relaciones, hasta la cualidad de hombre serio.

(a Leopoldo Benítez, 6 de julio de 1914)

Espiritismo/espiritualismo

A partir del 1917 Moisés se define como «espiritualista», y se hacen cada vez más frecuentes sus críticas al materialismo positivista de sus años juveniles. Hacia finales del siglo xix y principios del xx, el vocablo espiritualismo indica una corriente de pensamiento filosófico, pero es utilizado también por los estu-diosos de fenómenos mediúmicos con significado equivalente al de espiritismo. Es esta última acepción del término la que define con mayor claridad el espiri-tualismo de Moisés. Conoce y aprecia las obras de Jean-Martin Charcot, Charles Richet, William Crookes. Se interesa en las sesiones espiritistas, y se suscribe a revistas como La Nota Espiritista. Escribe que «la esencia del metapsiquismo es la luz más viva que desde Cristo haya alumbrado nuestra vía, y yo la saludo co-mo nueva redención. Ya brillaba en India, China y Japón, y los guaraníes con-servaron hasta hoy sus reflejos» (a Francisco Recalde, 6 de abril de 1925).

Para entender el acercamiento de Moisés al espiritismo podría bastar la re-ferencia a la trayectoria de otros científicos de formación positivista y evolucio-nista, como los premios Nobel Marie Curie, Joseph Thomson y los ya citados Crookes y Richet, miembros de la Society for Physical Research de Londres, fundada en 1882, o Alfred Wallace, el amigo-rival de Darwin: se trata de un es-piritualismo «científico» que hace suya la exaltación del método empírico ca-racterística del positivismo. De hecho, Moisés define la búsqueda espiritista como «la más transcendente de las ciencias».

Si este itinerario es común a muchos estudiosos, en el caso de Moisés la cronología nos sugiere una explicación adicional de índole más personal. En febrero de 1915 muere Lineo, su hijo predilecto. «Su Espíritu, que todos senti-mos muy cerca y de cuya presencia, yo en particular, he tenido las pruebas más evidentes – escribe Moisés cuatro meses después –, nos infunde coraje y algo de su bella energía, tan suave y serena como intensa» (a Tell, 5 de junio de 1915). Al dolor por la muerte de Lineo se superpone la terrible desilusión que le pro-duce el hundimiento de la civilización europea en la Primera Guerra Mundial, cuyo origen Moisés atribuye al materialismo en su extrema variante «nietzs-cheana» (ver las citas de su diario en la página al lado).

Moisés busca nuevas certezas que sustituyan aquellas destrozadas por la evo-lución del pensamiento científico, los acontecimientos históricos y la muerte de su hijo. Las encuentra en el espiritismo y en el cristianismo.

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Así sintetiza, en su diario, el terrible 1914:¡Qué año! Asunción, Fomento, Fiebrig, Acosta, intrigas, luchas, calumnias, ingrati-

tud, farsantismo, hipocresía, crisis, peligros económicos, guerra sorda aquí, conflagra-ción europea, publicaciones, compromisos, atrasos, desconsuelo en casa, proyectos fracasados, esperanzas burladas... todo lo malo, y lo peor, la salud. Lineo sin mejora notable, Werner sufriendo del corazón, Inés resignada a no sanar más... Todo se liga – todo se adiciona – un mal trae otro, aun cuando no se vea relación100.

Este cuadro se vuelve todavía más trágico con la muerte de Lineo, acaecida poco después. Y sin embargo, Moisés siempre reacciona positi-vamente ante las desgracias personales y las calamidades, haciéndolas a menudo objeto de estudio o inventándose nuevos trabajos.

Para alejar de su mente el pensamiento de la muerte de Lineo, se su-merge en un estudio comparativo sobre la influencia de la lengua guaraní en Sudamérica y en las Antillas:

Ese estudio lo había yo escogido precisamente por ser engorroso y difícil, de aquellos que le absorben a uno completamente, en el escritorio y fuera; pues sólo aturdiéndome, ensumiéndome, érame posible trabajar sin tener constantemente la visión terrible de la desgracia… «Extensión e influencia de la lengua guaraní en Sud y Centro-América»101.

Tenía que comparar más de cien lenguas. Empecé en Abril; suspendí casi todo otro estudio; adelanté rápidamente, pero a medida que adelantaba, el trabajo se hacía más com-plicado, porque encontraba más y más materia de estudio y resultados interesantes y hasta casi completamente imprevistos para mí, o por todos. Sobre todo encontré que es absoluta-mente necesaria una reforma importante en la clasificación de las lenguas referidas; no pude resistir a la tentación de emprenderla; pero esto me obligaba a compararlas todas en-tre sí y el estudio se hizo más difícil, penoso y demorado. Por fin, en estos días podré dar el trabajo por terminado; lo que por otro motivo tambien necesito, la salud102.

100. Diario de 1914, 16-22 de setiembre. Inés se había enfermado a consecuencia de un parto que Eugenia no pudo atender (ver Documento Nº 15, 15 de febrero de 1914).

101. «Influencia de la lengua guaraní en Sud-América y Antillas», Anales Científicos Paraguayos, 1916, 120 pp. (Bb, Nros. 438-9).

102. A Winkelried, 24 de octubre de 1915. Si aquí es el trabajo el que aligera la tragedia, más tarde será el recuerdo de Lineo el que servirá a Moisés de acicate y lo atará aún más al Paraguay: «A Lineo debí el no haberme acobardado. Hay muertos que gobiernan a los vivos. En esos años tristes, aciagos, terribles, de 1920-1921 – cuando todo me era adverso y todo lo mío parecía marchar a la ruina a pesar de todos los esfuerzos – cuando por su lado el Paraguay parecía hundirse en el oprobio de un suicidio sin valor ni elegancia, y perder por completo el ser de las naciones en una desgradada adulación del veleidoso extranjero que le despreciaba – cuando la fé en el porvenir del país se perdió y el enfermizo pesimismo cundía por todas partes, hasta mi familia – cuando cansado de ver y de sufrir y de esperar en una reacción que parecía cada día más alejada, yo comenzaba a preguntarme si el mayor trabajo de mi vida no debía quedar esteril, y si escasas probabilidades valían tanto es-fuerzo, y por fin si en otros escenarios más vastos y dignos no podría yo cumplir con otra misión más digna de sacrificios y hasta llevar a cabo con menos trabajo y mucho menos sufrimientos la misión que entonces me había impuesto – en aquella época probablemente yo hubiera flaqueado, si

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Más tarde, a las desgracias familiares y a las dificultades económicas se agregan las adversidades meteorológicas, con la helada del 1918: un año agrícola «terrible, sin precedentes en la historia del Paraguay. Se había visto –1,5º en 1789 en los jardines de la capital. Este año se ha visto desde –2º hasta –4º en todo el Paraguay, y de –4º a –7º en el extremo Sur!! (...) perde-mos tres años de producción, tres años sin café. Mi gran colección perdió muchos árboles tropicales» (a Brenno, 7 de noviembre de 1918). Moisés reacciona, escribiendo los ensayos «Límite de resistencia de las plantas tro-picales y subtropicales a las bajas temperaturas» y «La temperatura mínima secular de 1918», impresos en el Alto Paraná en la *Tipografia Ex Sylvis103.

En efecto, el fracaso de la iniciativa tipográfica con Brossa lo ha con-vencido definitivamente de que la única solución es la instalación de una imprenta en Puerto Bertoni. Más allá de las múltiples razones técnicas – ex-plica al hermano en 1917 –, esta decisión le ofrece, además, la oportunidad de «recuperarme moralmente mediante el inicio de una nueva lucha». Los resultados de esta «nueva lucha» comienzan a verse en 1918, cuando se pu-blican las primeras obras de la nueva casa editorial. En medio de continuas dificultades, comienzan a aparecer artículos y libros de botánica, meteo-rología, geología, agronomía tropical, y etnografía. Retrospectivamente, la actividad de esta tipografía en la selva sólo puede parecernos un éxito extraordinario, pero lo cierto es que en aquellos años Moisés lucha an-gustiado contra las dificultades que obstaculizan su actividad científica. La incertidumbre financiera no le permite publicar un cúmulo enorme de apuntes y manuscritos que tocan casi todas las ramas de las ciencias naturales y arriesgan perder con el tiempo su valor científico; el museo está en peligro; muchas colecciones ya se han perdido; el trabajo en el

a cada momento el recuerdo de su tan intenso y tan puro amor patrio no hubiese recordado mi deber, el de persistir hasta el fin, cualquiera sea la suerte; deber doble, hacia mí y hacia él, deber doblemen-te sagrado, deber cuyo camino era cubierto de espinas que se tornaban rosas cuando yo pensaba cuan grato debía serle mi constancia, y cuan grato debía ser para mí el continuar la obra que fue el ideal de su rápido paso.

Cuando se me caían los brazos, infaliblemente mi mente iba hacia él, y en la visión de su inten-so amor patrio, como por encantamiento, yo cobraba nuevos bríos y me avergonzaba de mi flaque-za. Veía su bella confianza, veía su ingenua fé de adolescente educado lejos de los contaminados centros, y de joven puro que ni siquiera sospechaba que se pueda no amar al país que nos vió nacer» (de un fragmento sin fecha ni destinatario).

103. Anales Científicos Paraguayos, Puerto Bertoni, vol. ii, Nº 5, 1919.Ya en 1902, en ocasión de una helada excepcional, había aprovechado para recoger datos,

enviando más de 300 circulares a todo el país.

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herbario está suspendido desde hace años… En resumen, lo que corre serio peligro es el fruto de 40 años de trabajo. Después de la crisis, las heladas, la paralización de la agricultura y del comercio en la región, la situación se ha

Tipografía Ex Sylvis

«Nosotros también siempre opinamos, sobre la cuestión imprenta; que lo único o lo mejor es como dices una imprenta propia allí mismo; por modesta que sea, no vas a tener que tragar hiel día por día con esas gentes indignas; no vas a tener que depender de nadie», escribe la hija Inés el 16 de octubre de 1916. En ese mes, Moisés está tratando con la sucursal argentina de la National Paper & Type la ad-quisición de una prensa «Gordon nuevo estilo» de Chandler & Price, capaz de imprimir 1000 hojas por hora. A pedal, obviamente, porque en Puerto Bertoni no hay electricidad. Y una guillotina cortadora, una máquina de coser con grampas de alambre, un aplanador, una mesa de imponer, interlíneas en láminas, fuentes Century, Cheltenham, Gothic compressed, Pastel bold, Bookman oldstile..., res-mas de papel... Nace así, en plena selva, la tipografía Ex Sylvis. Una de las empresas más extraordinarias de Moisés Bertoni.

Después del parcial fracaso de la iniciativa tipográfica emprendida con Brossa en la capital, Moisés por fin está en condiciones de imprimir sus propias publica-ciones sin depender de nadie. O casi, pues cuenta siempre con una ayuda del go-bierno que siempre vendrá a faltarle. Así, Reto le escribirá: «siempre se lo manifes-té, que no podia ser nunca meno que un pais de cretinos, el en que a un hombre con el beso y el llanto de judas lo llaman sabio; luego lo dejan morir de ambre, y esto nada seria; pero ni papel ni tinta encuentra en el» (27 de marzo de1923).

Pero no obstante las angustias económicas y el aislamiento, las publicaciones de la tipografía Ex Sylvis – escritas, compuestas, paginadas, impresas, encuaderna-das y cosidas por la familia Bertoni – sorprenden por el cuidado y la elegancia («¡Ah, si todos los escritores participaran en la impresión de su volumen! ¡Cuánto más hubiese avanzado el arte tipográfico!», P. Kropotkin). Las primeras aparecen en 1918: entre estas, dos de las obras más importantes de Moisés: Condiciones ge-nerales de la vida orgánica y Memoria sobre la existencia de lluvias periódicas. En 1922 le tocará el turno al primer volumen de La Civilización Guaraní, que sorprenderá a los incrédulos congresistas de Rio por su calidad tipográfica (Documento Nº 20). Y luego, entre una treintena de obras de varias dimensiones, las bellísimas últimas ediciones de la Agenda & mentor agrícola (1926, 1927) y el tercer volumen de La Civilización Guaraní (1927).

Moisés escribía al hermano, en junio de 1917, que «la adquisición de una pe-queña imprenta tiene también otro motivo, de orden moral: su efecto educativo en la familia. Es un medio para combatir los efectos negativos del aislamiento y de los trabajos demasiado rústicos».

Sobre la historia de esta aventura tipográfica: Danilo Baratti, Fare libri nella selva. Mosè Bertoni e la tipografia ex Sylvis (1918-1929), Quaderni bleniesi, Bellinzona 1999 (con la colaboración de Fabio Casagrande).

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vuelto insostenible, por lo que Moisés pide al Estado que respete al menos sus compromisos, al tiempo que enumera sus más escandalosos incumpli-mientos (ver la carta al presidente Eusebio Ayala, Documento Nº 18). Esta situación, en la que las esperanzas se alternan con las desilusiones, no cam-biará en los años venideros. Hacía algún tiempo, Moisés, sintiéndose con el agua al cuello, había pensado vender una parte de la propiedad, pero chocó con la oposición del consejo de familia.

No obstante, este período se cierra con un momento de gloria. Sus tra-bajos y sus conferencias tienen gran éxito en el Congreso Internacional de Americanistas, que se celebra en Rio de Janeiro, en el año 1922, dentro del marco de los festejos del centenario de la independencia brasilera. Una vez más, el gobierno no lo apoya, de modo que participa en el congreso a título personal. «El Congreso de Americanistas ha sido para mí un triunfo, sí, un verdadero triunfo; hasta me emocioné, casi me sorprendí. Creía, te-mía encontrar infinitamente más oposición. Casi todas mis ideas triunfan...», escribe al hermano el 20 de setiembre.

El triunfo de Rio es el momento más exitoso de su vida de cientí-fico. En estas jornadas intensas y gratificantes, Moisés comunica a sus parientes su admiración desmedida por el Brasil («el más hermoso lugar del mundo», ver Documentos Nº 20 y 21), e incluso por la ciudad («su dignísima metrópolis»), y escribe a su esposa grandes cartas de amor. Son sus últimas cartas serenas.

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Los últimos afanes

Después del feliz intermedio del congreso de Rio, nuevos nubarrones aparecen en el horizonte. La guerra civil del 1922-23, con su secuela de requisiciones y fuga del personal, provoca la quiebra de Reto y del yerno Santiago Flores, que – dado el incumplimiento del gobierno – habían quedado como únicos sostenedores financieros de las publicaciones. El papel escasea, y aún después de terminada la guerra, las altas tarifas adua-neras y la ley de cabotaje hacen imposibles las exportaciones. Moisés se ve obligado a cerrar por un año la imprenta y a dedicarse por entero, junto con la familia, a los cultivos de subsistencia.

En la carta de febrero de 1924 al amigo O’Leary (Documento Nº 22), dice que está tentado de volver, después de diez años, a la capital, donde podría realizar una contribución «en pro de la causa nacional y de las supremas necesidades, que son, en el pensar mío como en el suyo, la intensificación del sentimiento de la nacionalidad, el estudio científico y económico del país, y la cultura espiritual de sus habitantes». El nuevo presidente de la República, Eligio Ayala, le ha propuesto que dicte una serie de conferencias en Asunción. Pero a pesar de la insistencia de mu-chos amigos, Moisés decidirá, finalmente, declinar la invitación.

En 1924, una nueva revolución, esta vez en Brasil, afecta a Puerto Bertoni, llenando la casa de refugiados, mientras se anuncian nuevas ten-siones en Paraguay, y más tarde, entre Paraguay y Bolivia.

Se agravan las señales de desunión en la familia: Moisés (h), que se había convertido en un excelente tipógrafo, se ve obligado por las dificultades económicas a dejar Puerto Bertoni... ¿cómo sustituirlo? Winkelried y Tell, los dos hijos más preparados, no colaboran en la «gran obra» y, como ya se ha visto, tratan de abrirse camino por cuenta propia; si bien viven en Asunción, Moisés no puede contar mucho con ellos para tratar de obtener del gobierno todo lo que le corresponde, y debe confiar esta tarea a la esposa convaleciente. Aunque cree en las buenas intenciones del presidente Eligio

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Ayala, Moisés se muestra pesimista respecto del éxito de las tratativas, porque sus adversarios, aunque pocos, siempre llevan ventaja; así, por ejemplo, no fue elegido para ningún congreso internacional, ni siquiera para los cuatro a los que había sido invitado personalmente104. En di-ciembre de 1924, pinta a O’Leary una situación desesperada:

No sé en que mar navegaré, ni qué medios tendré, ni a qué puerto llegaré. Nunca estuve más en la duda al respecto de mi vida y de la de mi familia que me acompaña. Nunca tampoco me vi rodeado de tantas dificultades materiales, ni en tan malas con-diciones económicas, en esta región abandonada y atribulada. (...) Yo soportaría esto con serena resignación; pero no puedo consolarme al ver que los hijos que me acompa-ñan, trabajando incansablemente y de lo más duro, no pueden llegar a hacerse de lo más indispensable para la vida, ni pensar en hacerse del más modesto hogar.

Desea aclarar de forma definitiva la cuestión de la publicación de sus obras: «pues al acercarse de los 70 años, sería ya locura el organizar mis trabajos sobre la base de esperanzas o de fastidiosas gestiones que recomenzar anualmente». Pero la incertidumbre se prolongará hasta el 1927105. Sobrecargado de trabajo (solamente la correspondencia lo «vuel-ve loco»), Moisés describe un escenario de creciente degradación: «calor, lluvia y yuyos amenazan concluir con las plantas y semillas sembradas – los chanchos que salen me estragan mi ya medio ruinada colección de mandiocas – los insectos devoran el herbario» (a Eugenia, 19 de fe-brero de 1925). Y sin embargo, piensa en una nueva revista (un «magazine científico-popular»), en un museo regional, y se entusiasma con la idea de una reducción de indios en colaboración con el Padre Mongiardino (ver Documento Nº 23). Ninguna de estas ideas se concretará.

En 1926 trata de vender una parte de sus terrenos, pero la coyuntura – el Alto Paraná está económicamente deprimido, todos venden pero nadie compra – y las leyes, que restringen la colonización privada, frustran sus intenciones.

104. Ver Arca, L 110.105. A fines de 1924, los amigos de Moisés habían obtenido en el Parlamento una victoria que

a todas luces era sólo aparente: un modesto crédito que entrañaba (además de otros inconvenien-tes) la obligación de proveer al Estado la tercera edición de la Agenda & mentor agrícola y un tratado sobre el algodón. De tal suerte, el subsidio no sólo no mejoraba la situación económica («si no estuvieran siempre dispuestos a continuar con sus sacrificios mis hijos y yernos que Vd sabe, Reto sobre todo, yo tendría que continuar con la imprenta cerrada un año más», al padre Mongiardino 6 de marzo de 1925, Documento Nº 23), sino que lo obligaba a postergar otras publicaciones que lo apremiaban mucho.

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En julio del mismo año, dirige un último y desesperado llamamiento al presidente de la República por intermedio de su amigo Rodolfo Ritter: si este resultara infructuoso, está decidido a hacer pública, por fin, la si-tuación insostenible en que se encuentra – hasta ahora lo ha evitado «por el decoro del país que amo» –, y no excluye la posibilidad de adoptar la resolución extrema de emigrar al Brasil.

Eugenia está a menudo enferma: a los problemas físicos se agregan otros, de índole psicopatológica106, asociados en parte a la ausencia del hijo predilecto Winkelried.

Moisés se pierde otros congresos, entre ellos, el de los Americanistas de Roma, al que no fue enviado por el gobierno paraguayo107, pese a la invi-tación oficial de los organizadores, y el de Historia y Geografía Americana, de Asunción, a cuya presidencia debió renunciar a causa de la enfermedad de Eugenia.

En cambio, la intervención de Ritter parece haber tenido el efecto es-perado: ya en agosto de 1926 se da por segura la ayuda del gobierno, y en marzo de 1927 se firma el decreto para las subvenciones estatales a las pu-blicaciones de Moisés. La «resurección de Puerto Bertoni» parece cercana. Una contribución decisiva supondrá la apertura de una farmacia, cuyo equi-pamiento ya está avanzado, la cual debería permitir la vuelta de Moisés (h) a Puerto Bertoni. Moisés ha cobrado un primer cheque y proyecta muchas otras adquisiciones, convencido de que

El decaimiento de ánimo, el derrotismo de la mayor parte de los nuestros, era de-bido en máxima parte a esa falta creciente de lo necesario, aun de lo indispensable. Y del no vislumbrar una mejora para el porvenir. A eso se agrega el aislamiento excesivo.

A remediar eso voy con todo lo que puedo.La casa tendrá presentación más decente, dentro y fuera, y cómo alojarse modesta-

mente, el aseo indispensable. Los hijos que trabajan conmigo tendrán con que vestirse y calzarse, para no tener que ocultarse cuando llegan visitas, como ya sucedía. (…)

También para arreglar el camino del puerto. En vez de ahuyentar a los turistas, orga-nizaré como para poder mostrarles algo, y además, venderles publicaciones y algunos

106. Eugenia sufre «de una psicopatía que exigiría de todos nosotros atenciones muy delica-das, y no las tiene, porque cada uno de sol a sol con su trabajo sin descanso, y yo de las 4 de la mañana a las 10 de la noche, y esto cuando puedo permitirme 6 horas de cama, en vez de 4 o 5 habituales, pero siempre con mis graves preocupaciones y a menudo con un humor que no solía tener» (Moisés a Tell, 10 de setiembre de 1926).

107. «Son golpes que a mi edad ya no cicatrizan», escribe, a este respecto, a Tell, el 10-11 de setiembre de 1926. Desde Verona, un colega observa que el Paraguay estaba representado «por el Sr. Justo Pastor Benítez, ministro plenipotenciario en Roma, y no por científicos, circunstan-cia que fue lamentada por los presentes» (a Moisés, 14 de noviembre).

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objetos, plantas, etc. Esto debería ser en el puerto, si Moisés se dispone a ser un poco comerciante. No debe faltar huevos, gallinas y leche, llevo lo necesario para criar en re-gla, a la moderna, sin causar la ruina de las plantas, ni estorbar. Ya mandé para componer la cañería, el tajamar nuevo y el servicio de agua en las tres casas, baño y agua corriente (recuerdo los años en que Aristóteles tenía que ir a ver el agua una y dos veces por día – ¿cómo no se acobardó?)

Tendré una buena letrina con water-closet moderno. Compré herramienta para la chacra, donde no había ya ni palas, ni regadera, ni carretilla. Compré la mayor y más mo-derna obra de consulta diaria para los jóvenes y para los viejos, que será el mejor decoro para nuestro saloncito y el mejor medio de instrucción108. Así mismo, un poco de muebles y camas – y útiles para la cocina ya tan pobre – y servicio de mesa decente y suficiente para mucho tiempo.

(a Eugenia, 13 de abril de 1927)

Moisés ha impreso los primeros 300 ejemplares del tercer tomo de la Civilización Guaraní: están ya listos en Asunción para ser entregados al gobierno. Pero en agosto se entera de que el gobierno ha suspendido el subsidio por un año.

El Paraguay es un caleidoscopio: «lindas imágenes» que pueden cambiar de golpe al menor choque. (…) Con la noticia, imposible detener a Moisés. Se va con toda la familia a la Argentina. Jiménez también va a Puerto Bemberg, donde le ofrecieron 500 $ mo-neda argentina de sueldo mensual. El desaliento cundió y ya ni siquiera intento hacer-les entrar confianza.

(a Winkelried, 28 de agosto de 1929, Documento Nº 25)

Es la ruina de Puerto Bertoni.Pedidos que no puedo hacer, cuentas que no puedo pagar, miserias en casa, priva-

ciones para mi gente que son las que más me apenan, un peón sólo para todas las 5 hectáreas de quinta y mandiocales y servicios de casa, el monte que invadió desde más de un año por todos lados, el potrero casi perdido… y los turistas que ya empiezan a venir y ver ruinas que no puedo justificar, ni explicar sin decir cosas que no suceden sino en el Paraguay y por tanto no pueden ser creídas, y venir a ver museo y colecciones que se pierden por parejo, por imposibilidad material de cuidarlas, en cuartuchos en-tregados a los insectos, a las ratas y a las avispas… el trabajo constante de 44 años.

(a Reto, 3-9 de abril de 1928)

Desde febrero se ha quedado nuevamente sin papel, y está por termi-narse la tinta, por lo que debe suspenderse la publicación de Plantas usua-les; «Aristóteles y los demás de la imprenta están hombreando banana, mediante la cual no pasamos hambre, que es lo único que nos falta para

108. La Enciclopedia Espasa-Calpe.

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andar todos reventados, en éste rincón de Mundo que Dios creó y conde-nó» (a Winkelried, 17 de abril de 1928).

Moisés parece más que nunca decidido a lanzar su «j’accuse»: «Que venga el escándalo público. Lo sentiré por el decoro de la nación; pero ya fue excesivo lo que sacrifiqué por ese decoro, mientras mis adversarios lo tienen tan poco a pecho. He sacrificado mi familia, la ruiné, ruiné el porvenir de mis hijos y hasta su salud, y su vida, y esto no se lo puedo perdonar» (a Ritter, fines del 1928, Documento Nº 27).

Moisés piensa cada vez más seriamente en trasladarse al Brasil, al me-nos temporalmente, «por dos motivos imperiosos: salvar mi museo y her-bario y descansar los nervios. Tengo además mi tercero, continuar mis estudios y dar algunas conferencias en S. Paulo, Rio de Janeiro y Bahía» (a Tosi, 18-19 de febrero de 1929)109.

Mientras que en los dos años precedentes solía hablar con satisfacción de su dieta vegetariana, que junto con el ejercicio físico le permitía trabajar dieciséis horas al día, durmiendo solo cuatro horas, a partir de 1927, en cambio, son cada vez más frecuentes las alusiones a enfermedades. Sobre todo en los meses más fríos atraviesa momentos difíciles: en abril de 1927 se repone a duras penas de una grave crisis que atribuye a la falta de ejercicio físico110, y el año siguiente sufre de esofagitis espasmódica. En las cartas del año 1929 al doctor Tosi describe sus diferentes malestares, que se ven agravados por las fiebres del dengue111. También Eugenia continúa empeo-rando, y se rebela contra los tratamientos: por periodos se mudará a lo de Reto, en Encarnación112.

109. En una carta a Ritter (Documento Nº 27) dice que piensa en emigrar a la Argentina, aun-que el país que suele considerar como meta es el Brasil, «aquel dichoso país donde los corazones y la naturaleza siempre sonríen» (a Tosi, 22-24 de febrero de 1929).

110. Ver la última nota del Documento Nº 24.111. «El dinamómetro – que antes constantemente marcaba 48 a 52 (mano) y había bajado a 10

– se mantuvo invariable sobre 15 a 23. Hoy nunca pasó de 23 a pesar del masaje y ejercicio forzado. Parece que voy a tener un brazo medio muerto, y es el derecho!!» (12 de febrero de 1929). Se repon-drá un mes y medio más tarde, aunque quedará cansado, con la memoria menos precisa y la nece-sidad de dormir 6 horas (en vez de las 4 que acostumbraba). Moisés medía regularmente su fuerza muscular (ver Documento Nº 10).

112. «Mamá empeoró otra vez, por no dejar de adorar la diosa Carne. Helvecia carneó, mamá co-mió de todo, estuvo muy mal, y ahora tiene fiebre gástrica cada tarde y enflaqueció en extremo» (a Reto, 26 de abril 1928). «Está en extremo demacrada y no hay modo de imponerle ningún régimen ni cura, ni hacerle entrar ninguna razón; de esto no hay posibilidad ni fuerza alguna, salvo en casa ajena y con personas extrañas. Es una psicosis antigua, empeorada por una grave dispepsia crónica y biliosa; caso perfecto de paranoia, variedad que los franceses llaman “delirio de las interpretaciones”, que hasta el famoso Freud declara incurable, y como Vd sabe, es progresiva» (a Tosi, 21 de noviembre).

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Eugenia Rossetti de Bertoni

Tan fantasiosos como los datos sobre Moisés son también los datos sobre Eugenia que proporciona una biografía americana de Bertoni: «Nació en Zurich. Conoció a Moisés Bertoni mientras frecuentaba la Universidad, donde ella estudiaba bioquími-ca» (Biografía Nº 11, p. 12). En realidad, Eugenia Rossetti nació en 1856 en Biasca, una aldea de alrededor de 700 habitantes situada a lo largo de la importante vía de tránsito del San Gotardo, en la conjunción de los valles de Blenio y Leventina. Allí terminó, en 1872, la Escuela Mayor femenina, lo que – en una época en que el anal-fabetismo masculino en el Tesino oscilaba en torno al 20% – significaba para una muchacha una formación escolar muy respetable, aunque también muy por debajo de una carrera universitaria (además, el único liceo cantonal que permitía acceder a la universidad no estaba abierto aún a las mujeres). La vida europea de Eugenia se desarrolló primero en Biasca, y luego en Lottigna, en casa de sus suegros, con una única y breve estancia en Ginebra, poco después del matrimonio.

Ayuda a su padre, que era farmacéutico, aprendiendo las nociones básicas de la preparación de medicamentos que luego le serán útiles en América. Después de contraer matrimonio, empieza a dedicar su vida al cuidado de los hijos y del mari-do estudiante – a quien envía provisiones, medicamentos e informaciones sobre el estado de sus publicaciones –, encargándose al mismo tiempo, junto con su suegra, de los cultivos experimentales y las observaciones meteorológicas de Moisés. En el viaje a América está embarazada de su sexto hijo. En los momentos más duros de los primeros años americanos se le escapa a veces algun reproche al marido («no estoy de ningún modo de acuerdo en estar en este lugar, y tampoco en llamarlo mi patria», 17 de julio de 1886; «que tu debieras venir solo en estos lugares», 15-21 de abril de 1893), pero en general, no obstante su fragilidad física, no sólo resiste las pruebas más duras y trae al mundo a otros siete hijos, sino que desempeña hasta el final el esforzado papel de «ángel protector» que Moisés le asigna y le reconoce. Alienta y aconseja al marido en todas sus decisiones, cuando él está ausente, le informa puntualmente sobre la correspondencia, y se empeña en inculcar a los hijos la voluntad de colaborar en la «gran obra». Varias veces es la enviada de confianza del marido a Asunción. Junto con él vigila y arregla los matrimonios de los hijos (cumpliendo un rol particularmente activo en el fracasado intento de ha-cer casar a Winkelried con una prima de Biasca), asiste a sus hijas en los partos – probablemente haya aprendido el oficio de su suegra partera –, y en ausencia del marido es ella quien cuida a los enfermos, experimentando a veces tratamientos de su invención (por ejemplo, durante la epidemia de peste del 1904). Más allá del aporte material de Eugenia a la vida de la numerosa familia, la medida de su enor-me importancia afectiva en la vida de Moisés sólo se puede comprender plenamen-te leyendo el centenar de cartas de amor que él le escribió.

Sobre todo a partir de 1926, la salud de Eugenia se hace cada vez más precaria, tanto en el plano físico como en el psicológico, y se multiplican las tensiones e in-comprensiones con el marido, por quien no quiere ni siquiera dejarse tratar. Se traslada por breves periodos a lo de Reto, en Encarnación, donde muere el 24 de agosto de 1929, tres semanas antes que Moisés.

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En la familia surge un nuevo motivo de tensión: el empleo de dos o tres secretarias, que Moisés trata de conseguir entre chicas de buena familia, con la preparación suficiente para poder ocuparse de la correspondencia y, sobre todo, de la redacción definitiva de los libros por imprimir. Su esposa y algunos de sus hijos parecen no entender la importancia que tiene la ayu-da de personal calificado para su trabajo intelectual, sobre todo después de la partida definitiva de Moisés (h) y del nieto Sigisfredo.

La disolución de la gran familia patriarcal continúa. Winkelried no se decide a aceptar las propuestas paternas (la dirección de un museo re-gional, primero en Puerto Bertoni, y después en Foz de Iguazú). Tras el rompimiento con Tell, Moisés rompe, además, con Reto. También Walter deja Puerto Bertoni.

A la muerte de Lineo, Moisés había puesto en el tímido y modesto Aristóteles sus últimas esperanzas de colaboración científica, y en 1925 había pensado confiarle la dirección de la imprenta: «aquí todos dicen que sería el más capaz de hacerla marchar como debido, por ser a la vez muy trabajador, severo y bueno, como el pobre Lineo» (a Eugenia, 4 de febrero de 1925). Pero Aristóteles tiene una grave crisis, relacionada con trastornos sexuales, y debe ir a hacerse curar en Asunción. En febrero de 1929, Moisés recibe, junto con la noticia de su curación, una puñalada en el corazón: Aristóteles «ya no volverá. Detesta el Alto Paraná – sufrió mu-cho – trabajó contra su vocación, sacrificándose silenciosamente, com-pletamente, como el sabe hacer. Detesta el trabajo de imprenta, y ahora también todo estudio, él, el de más lectura de todos mis hijos!!». Es el despertar desesperado de Moisés del sueño de la gran familia que cultivó durante toda la vida.

Así que el edificio levantado con tanta constancia, pena y cariño, se viene abajo. Mis ilusiones sobre una familia tan numerosa, en pocos años se desvanecieron. Me quedo sin sucesores, ni colaboradores; ni hijos, ni nietos: 13 + 40 + 6 + 3 = X. (...) Todo esto es aleatorio y caótico, obscuro. Sólo veo claramente el desastre de mis ideales, el naufragio de mis esperanzas, la mortificación de mi orgullo de familia113.

113. A Elmino Tosi, 18-19 de febrero de 1929. 13 son los hijos, 40 deben de ser los nietos na-cidos hasta aquel momento (en total serán luego como sesenta), 6 podrían ser los yernos y nueras (deberían ser 7, pero quizás Schrottky ya no cuenta), y 3 podrían ser las secretarias en aquellos días lejanas de Puerto Bertoni. En este momento de abatimiento, Moisés se olvida de los dos úl-timos hijos que le quedan, de los que se acuerda en la continuación de la carta: «No aludí a Werner. Es que ya tiene todo el establecimiento a su cargo y no dispone casi de hora. Ya hace todo lo que puede. El y Helvecia son los cerebros más completos y sanos de la familia».

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Algunos meses antes había confesado a Winkelried el temor de un derrumbe general: «Lo que más temo es que tanto quebranto, disgusto, desengaño de tantos años, y sobre todo, el ver sufrir a todos los de casa, acabe por vencerme en lo físico. En dos años, ya he decaído mucho» (17 de abril de 1928). Poco después, aún daba muestras de un resuelto opti-mismo, atribuyendo su resistencia a la extraordinaria mezcla de pueblos y culturas de la que desciende:

Felizmente, somos de aguante en las aventuras que buscamos, como Romanos, y constantes como Germanos, y obstinados como Celtas, que de las tres razas tenemos sangre; y con la fe de patriotas que aún no se extinguiera, y la resignación de cristianos que somos, a lo irremediable, aguantaremos más, en espera de tiempos mejores, ya que como dicen, no hay mal que dure cien años114.

Sin embargo, las cartas del 1929 a las personas más allegadas pintan la imagen de un hombre exasperado y desilusionado, enfermo, cada vez más solo en medio de la decadencia de Puerto Bertoni. Pero el viejo luchador herido no se rinde aún. No sólo no renuncia a las batallas intelectuales115, sino que se pone a estudiar una forma de dar nueva vida a Puerto Bertoni mediante la producción de hierbas medicinales – «plantas, secas o fres-cas, extractos, tinturas, alcoholatos, esencias, conservas» –, en colabo-ración con el doctor Tosi: «una obra altamente humana y nacional». Si damos crédito a las palabras del nieto Liberio Bertoni, este no fue sólo el último proyecto, fue también la última burla: el amigo doctor habría sido un tramposo116.

114. A Mario Calvino, 7 de mayo de 1928. Calvino (padre del conocido escritor Italo) era a la sazón director de la Escuela de Agricultura y Aclimatación de San Remo, en Italia; pero trabajaba en Cuba cuando Moisés lo conoció, en 1922, en el congreso de Rio de Janeiro.

115. Ver Arca, L 133, L 137.116. Los dos proyectaban abrir, ya en octubre de 1928, un depósito y un despacho de hierbas

medicinales en Buenos Aires, como puede leerse en el número de setiembre de Crítica Médica, la revista impresa en Puerto Bertoni y dirigida por el mismo Tosi, de la que se publicaron seis nú-meros entre 1928 y 1929. En el primero, Moisés esboza una biografía del socio: tras graduarse en la Real Universidad de Pavía, el Dr. Elmino Tosi se habría perfeccionado en los institutos clíni-cos de Milano. Más tarde, habría sido director de una clínica balnearia en la Riviera adriática y director del Corriere Medico, antes de trasladarse a la Argentina en 1925. Muy diferente es la versión de Liberio y Reto Bertoni, según los cuales Tosi sería un aventurero, expulsado de Italia y buscado por la policía, que tenía la intención de aprovecharse de Moisés.

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Moisés muere el 19 de setiembre de 1929, en la casa de un amigo de Foz de Iguazú, Harry Schinke117, sin recibir la carta que le había escrito ocho días antes su amigo Rodolfo Ritter, en la que este hace referencia a la última desgracia que nadie había tenido el valor de comunicarle:

Mi querido y admirado Amigo:La noticia de la muerte de la incomparable compañera de Su vida me conmovió por

allá de toda ponderación. Durante días andaba deprimido como bajo el golpe de una desgracia personal. Todo lo que sabía y sentía de la vida y de la personalidad de la di-funta me la hacía admirar y venerar. Me parecía siempre como dechado de virtudes femeninas. Mas que eso: en mi larga carrera, en la que conocí a tantos hombres y mu-jeres, jamás había encontrado una que, en tal grado, como Doña Emilia118, haya encar-nado el ideal de la Mujer: de la compañera y de la madre... Me imagino el dolor Suyo. Pero espero y ardientemente deseo que Vd encuentre un lenitivo a éste en el amor de los Suyos, en la veneración y admiración de todos, en la conciencia de una vida bien [...] nada, en el temple de su organización psíquica, al fin y sobre todo, en el estoicismo del pensador. Con la riqueza de Su mundo interior y el trabajo que Vd sabe variar y dosifi-car de modo tan admirable, Vd mi querido amigo sabrá sobreponerse a la acción depri-mente del dolor. Eso lo espero y lo deseo de toda alma.

La noticia de Su enfermedad me preocupó tambien mucho. ¿Porqué no se decide Vd a abandonar el Alto Paraná, hoy en día tan poco hospitalario para Vd, y porqué no viene acá disfrutar del magnífico retiro que le preparó el amor inteligente de Su hijo mayor? Aquí encontrará todo lo que le hace falta allí y además el ambiente en verdad en escala reducida, del plein air, de la vida de campaña, que parece ser una condición indispensabe de Su existencia.

Decídase, mi gran amigo. Venga acá a vivir en San Lorenzo. Estoy seguro de que Vd no se repentirá de ello. Y esa mi convicción está dictada no tan solo por mi deseo ar-diente de tenerle a mi alcance, sino y ante todo por el examen más objetivo de todas las cosas.

En la esperanza de que ésta vez mi gran deseo encuentre realización, Le mando, mi gran y venerado amigo, toda la expresión de amistad, de cariño y de admiración que encierra el alma de Su hermano en espíritu.

Rodolfo Ritter.

117. Moisés, afectado por la malaria, había ido a curarse a casa de su amigo Harry Schinke (1903-1975), un inmigrante alemán que, aunque no fuera médico, había instalado en Foz do Iguaçu un laboratorio de profilaxis. También instaló el primer laboratorio fotográfico, Photo Iguassú, y fue conocido como «Fotógrafo de la Frontera».

118. *Eugenia Rossetti de Bertoni había muerto en Encarnación el 24 de agosto. Es significa-tivo que Ritter se equivoque de nombre: Eugenia era conocida sobre todo como «la señora Bertoni».