biografia del mariscal alonso de alvarado

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BIOGRAFÍA DEL MARISCAL DON ALONSO DE ALVARADO (¿1508? – 1555) Por José Antonio del Busto Duthurburu Del ''Diccionario Histórico Biográfico de los Conquistadores del Perú''. Tomo I. Lima, Editorial Arica S.A., 1973.

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BIOGRAFÍA DEL MARISCAL

DON ALONSO DE ALVARADO

(¿1508? – 1555)

Por José Antonio del Busto Duthurburu

Del ''Diccionario Histórico Biográfico de los Conquistadores del Perú''. Tomo I. Lima, Editorial Arica S.A., 1973.

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Tabla de contenido:

BIOGRAFÍA

Nacimiento y primeros años

Conquista de los Chachapoyas. Primera fundación de Chachapoyas.

Labor pacificadora

En la guerra contra Almagro. Derrota en Abancay.

Victoria en Las Salinas.

Segunda fundación de Chachapoyas. Descubrimiento de Moyobamba.

En la guerra contra Almagro el Mozo. Chupas.

Estadía en España

En la guerra contra Gonzalo Pizarro

Prisión en Lima.

Debelando revueltas en el Cusco y Charcas

La rebelión de Francisco Hernández Girón

Derrota en Chuquinga

Melancolía y fallecimiento.

FUENTES

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BIOGRAFÍA

Nacimiento y primeros años

Según Gómara nació en Burgos, pero fuentes más exactas nos hacen saber que vino al mundo en la casa de su abuelo paterno situada en Secadura de Trasmiera, alrededor de 1508. Fueron sus padres Garcí López de Alvarado, señor y pariente mayor de la Casa de Alvarado en Secadura de Trasmiera y Comendador Mayor del Hospital del Rey, cerca de Burgos, quien lo tuvo en María o Elvira de Miranda, la que también se acostumbró llamar María o Elvira de Montoya. Sus abuelos paternos se nombraron Garcí López de Alvarado, señor y pariente mayor de los Alvarados de Secadura, y Catalina González de Cevallos, nacida en Cianea, en las Asturias de Oviedo, y enterrada en la iglesia de San Juan de Secadura; los maternos, Francisco de Montoya, vecino de Miranda de Ebro, y María de Alava, vizcaína del linaje de los Cigoite. Hidalgo por sus cuatro costados y, además, de solar conocido, Alonso de Alvarado estaba bastante muchacho cuando vió desposarse a sus padres. Esta es la razón por la que lo llamaron "el bastardo" y también por la que creció en Hontoria de la Cantera a cargo de Teresa de Alvarado, su posible parienta, sufragando el Comendador los gastos de la crianza de su hijo. Como éste y su mujer vivían ya casados en Burgos, no faltó quien creyera a tal ciudad la cuna del futuro Mariscal.

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Conquista de los Chachapoyas. Primera fundación de Chachapoyas.

Primero sirvió en Guatemala con su tío el Adelantado Pedro de Alvarado, Gobernador de esa provincia, pero luego pasó en su compañía al Perú en 1534, desembarcando en la costa ecuatorial y penetrando la tierra hasta toparse con Almagro el Viejo. Con el Adelantado su pariente y Almagro bajó entonces hasta Pachacámac, mereciendo ser conocido y apreciado por Francisco Pizarro, quien —entregado en esos días a la fundación de Lima— lo nombró Capitán para ir a descubrir el afamado país de los indios chachapoyas. Alonso de Alvarado marchó entonces a Trujillo y juntándose allí con Alonso de Chávez, Francisco de Fuentes, Juan Sánchez, Agustín Díaz, Diego Díaz, Juan Pérez de Guevara y con algunos pocos más —que no pasaban todos de trece— salió a descubrir la tierra concedida. Penetraron así hasta el lugar denominado Cochabamba, donde fueron tan bien recibidos por los naturales que Alvarado dejó a sus hombres entre ellos y bajó a Trujillo para seguir de allí a Lima e informar al Gobernador Pizarro. El Marqués le permitió quedarse con el oro obsequiado por los naturales y solventar con él una nueva expedición. Así lo hizo Alonso de Alvarado y con las tropas que alzó marchó por Trujillo a Cochabamba. Tuvo aquí un alarde general de todos sus hombres, dando el mando de los ballesteros a Luis de Valera y el de los peones y jinetes a otros capitanes. Reunidos todos partió con ellos al interior del país. Los indios se alteraron con su paso, pero él les envió a decir que no temieran y logró la amistad de algunos pueblos; no consiguió lo mismo con otros y se tuvo que luchar en ocasiones. Así llegaron hasta el pueblo que llamaron de la Cruz, junto a un río que surcaban muchas balsas. A estas alturas contaba por amigos

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a los curacas Guayamamil y Huamán, aunque parece que en breve ejecutó al primero por sabérsele desleal. Lo cierto fue que Alvarado se consideró lo suficientemente fuerte como para poblar en esa tierra y dijo a sus soldados: "Que en aquellas provincias, quería fundar una Ciudad, tan famosa, como el Cuzco, adonde todos viviesen con placer, i como Hermanos". La nueva población se llamó San Juan de la Frontera de los Chachapoyas y se edificó en un lugar denominado Llavantu o Levanto, aunque en breve se le trasladó a otro punto llamado de los Huancas, por considerársele mejor.

Seguidamente envió a Ruy Barba a Quita, donde tuvo encuentros con los indios, los que terminaron huyendo por temor a los caballos. Poco después Ruy Barba estuvo en riesgo de morir, porque los indios incendiaron unos pastizales y tuvo que salir peleando. Acudió Alvarado a su socorro y, conseguido este propósito, continuó penetrando por Longuá, Charrasmal y Gomorá, invariablemente en dirección al Oriente. Unas veces luchando y otras de paz avanzó hasta el pueblo de Cocax o Coxcón, siempre ayudado por su fiel capitán Juan Pérez de Guevara y el curaca amigo Guaquemila, que irrumpieron contra Igametá, señor de los indios adversarios. Aquí la lucha fue tan recia que Alonso de Alvarado perdió su caballo que murió víctima de un dardo de palma. Pronto vino mayor cantidad de soldados de Trujillo y eso lo forzó a conseguir maíz, enviando a buscarlo a Tonche. El, por su parte, siguió penetrando la tierra, enviando a Pedro de Samaniego con cuarenta castellanos y mil quinientos indios a conquistar Chillaos. Con soldados y provisiones Alvarado insistió en seguir hacia el Levante, pero la tierra se fue empobreciendo y tornando boscosa, se acabaron las plantaciones de maíz y surgió por comida la

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yuca, el cielo se tomó lleno de truenos y relámpagos, la lluvia parecía nunca acabar. Cansados todos de lo que sufrían a diario hablaron de regresar a San Juan de la Frontera. Alvarado entendió que lo que sus hombres pedían era justo y dió la orden de volver.

Labor pacificadora

Llegado el descubrimiento de Chachapoyas a este punto y teniendo a la mayor parte de los curacas de paz, se alzó Manco Inca en el Cusco y Francisco Pizarro envió a llamar a Alonso de Alvarado. Obediente despobló entonces San Juan de la Frontera y con sus ciento cuarenta soldados bajó por Huamachuco a Trujillo. Aquí evitó que los vecinos desamparasen la ciudad, porque ya tenían a sus mujeres embarcadas y los hatos de ropa listos para llevarlos a los navíos. Alvarado les dió noticias tranquilizadoras, asegurándoles que Lima y no Trujillo era lo que apetecía Manco Inca. Prosiguió Alvarado a Lima, entonces cercada por los indios de Titu Yupanqui. En Huaura lo salió a recibir el capitán Pedro de Lerma, enviado por Pizarro a presentarle sus saludos. Por él se enteró que Titu Yupanqui había sido muerto y que sus ejércitos nativos optaron por descercar la capital. A pesar de ello, nadie conocía el estado de los españoles del Cusco; el propio Gobernador Pizarro ignoraba la suerte corrida por sus hermanos Hernando, Juan y Gonzalo. Con estos temores Alvarado se fue aproximando a la Ciudad de los Reyes, entrando a ella con sus soldados baquianos y muchos indios chachapoyas como auxiliares de guerra. El recibimiento no pudo ser mejor. A la sazón tenía fama de aguerrido. Todos recordaban que viniendo de Quito con Almagro y Pedro de Alvarado, luego de Chaparra, por luchar

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bravamente contra los indios de Quisquis, sacó un muslo atravesado por un venablo larguísimo.

En la guerra contra Almagro. Derrota en Abancay.

Como ya los indios de Titu Yupanqui habían levantado el cerco de la capital, Francisco Pizarro le encomendó la última expedición al Cusco en socorro de sus hermanos. Esto resintió a Pedro de Lerma, quien aspiraba a tal cargo. Alvarado salió de Lima por Armatampu al frente de trescientos hombres, sin contar indios y negros. Iba por su Alférez Juan Pérez de Guevara y por Alcalde Mayor Diego de Silva. La partida fue sin novedad pero antes de llegar a Pachacamac, en la Cuesta de la Sed, los naturales le dieron tal guazábara que no pudo avanzar durante cuatro días. Algunos españoles regresaron a Lima malheridos, pero el grueso siguió a Pachacamac penetrando la Quebrada de los Olleros y teniendo allí otro encuentro mayor. Con grandes esfuerzos Alvarado logró subir hasta lo que después se llamó la Cieneguilla, siempre en medio de la oposición del general Ticzo Yupanqui, penetrando de este modo hasta Huarochirí, donde se le juntaron con refuerzos subidos desde Lima por Ate y Puruchuco Gómez de Tordoya y Rodrigo Nieto. Repuesto de las pérdidas y con quinientos hombres a su mando entró a Jauja. Aquí se detuvo cinco meses para sojuzgar el país. No faltaron los que dijeron que se detenía tanto tiempo para pacificar a los indios del repartimiento de Antonio Picado, el secretario del Marqués Pizarro al que señalaban como el hombre que le había alcanzado el mando de la expedición, con desplazo de Pedro de Lerma. No sabemos si así fue, pero más tarde Hernando Pizarro lo acusó de haber perdido cinco preciosos meses que fueron causa de que los dos se vieran presos en el Cusco.

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Verdad o no, cronistas hay que lo anotan. De este modo envió a Diego de los Ríos a castigar Tarma y Bombón; a Garcilaso a correr la tierra hasta el río de Angoyaco ; y a otros capitanes a que le trajeran preso, como lo consiguieron, a Paucar Puma, general del Inca que hacía frecuentes salidas desde los Antis. Con permiso de Pizarro marcó con fuego a tres mil indios de guerra, convirtiéndolos de cautivos en esclavos, según la crónica de Oviedo. Nuevas expediciones de castigo a los Yauyos, Yatamarca, Atabillos y Huarochirí devolvieron la tranquilidad a la tierra, no sin darse, para conseguirla, cruentas y tenaces guazábaras. Partió de Jauja Alonso de Alvarado con dirección a Rumichaca, donde hubo hambre y mucha guerra, viéndose obligado a detenerse tres días y a luchar de noche. Logró, sin embargo, abrirse paso, siguiendo a Huamanga, donde los naturales decían existir un Nuevo Cusco; Oripa, donde la fiereza de los indios lo detuvo por espacio de ocho días; Andahuaylas, donde también fue frenado veinticinco días; Curamba y Cocharapa, donde la resistencia amainó.

En Cochacaja llegaron cartas del Cusco a Pedro de Lerma (por las que entendió estaba esta ciudad por Almagro, y Hernando y Gonzalo Pizarro presos) invitándolo, de paso, a plegarse a los de Chile. Alvarado recibió también una carta secreta de Hernando Pizarro, que le llevó Pero Gallego. Estando así las cosas llegaron a Cochacaja sus deudos Diego y Gómez de Alvarado, para requerirlo que no pasara del río Abancay, por ser gobernación de Almagro todo lo que seguía. Alonso de Alvarado no entendió tales razones y apresando a sus parientes se negó a negociar con Almagro, mientras no tuviera expresa orden para ello del Gobernador Francisco Pizarro. Almagro entonces, presionado por los suyos, cayó de sorpresa sobre el campamento de Alonso de Alvarado en el Puente

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de Abancay la noche del 12 de julio de 1537, ocasionando un desorden general y apresándolo para luego conducirlo prisionero al Cusco, salvándolo así de Rodrigo Orgóñez que lo quería degollar. En el Cusco Orgóñez insistió en decapitar a Alvarado y a los hermanos Pizarro presos, pero Diego de Alvarado se interpuso y Almagro tampoco se mostró muy afecto a la medida. Posteriormente el Marqués Pizarro envió a los licenciados Gaspar de Espinosa, Antonio de la Gama y Benito Suárez de Carbajal para tratar de la liberación de todos, mas las gestiones fracasaron por la desconfianza mutua de las partes. Entonces se decidió Almagro a bajar a la costa llevando consigo a Hernando Pizarro, quedando presos en un cubo de piedra Gonzalo Pizarro y Alonso de Alvarado. Pero ambos aprovechando un descuido lograron escapar por una ventana, apresar al Teniente almagrista de la ciudad Gabriel de Rojas, encarcelar al Alcaide Antón de Almagro y, finalmente, fugar con Lorenzo de Aldana y otros soldados por el camino de Lima. En Huarochirí tuvieron que luchar contra los indios y Alvarado estuvo a punto de morir al desbarrancarse y quedar prendido en una rama, pero socorrido por una soga que le arrojaron sus compañeros logró salvarse, siguiendo viaje a Lima por el valle de Pachacamac.

Victoria en Las Salinas.

A partir de entonces figura como uno de los principales capitanes del Marqués Gobernador, asistiendo a juntas y consultas, como General que era de los jinetes pizarristas. Como tal juró con Francisco Pizarro ante Alonso Enríquez de Guzmán que se respetaría en las conversaciones de Mala la libertad de Diego de Almagro. Más tarde se le halla jurando, igualmente con el Marqués y sus capitanes, el cumplimiento de ciertos capítulos

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presentados por los almagristas y aceptados por Pizarro. Pero por haber llegado la provisión que mandaba a ambos Gobernadores quedarse donde estaban, se desdijo del juramento hecho, renunciando a él públicamente junto con el Marqués y sus capitanes, haciéndolo así saber a Almagro para que no los tenga por caballeros perjuros. Siempre como caudillo de los pizarristas estuvo en la compañía del Marqués Gobernador en Lunahuaná y Chincha; posteriormente, por Huancapí y Cangallo, subió al Cusco, teniendo entonces ocasión de formar con los de su bando en el campo de las Salinas. Luego de la batalla fue de los pocos que cabalgaron hasta la fortaleza de Sacsahuamán para capturar a Almagro que allí se había refugiado. Llegado a los muros de la fortaleza convenció a Almagro para que se rindiera, impidiendo luego que el capitán Pedro de Castro le disparase con su arcabuz. A continuación subió al rendido en las ancas de la mula de Felipe Gutiérrez, marchando todos hasta el Cusco y entregando en sus afueras el cautivo a Hernando y Gonzalo Pizarro.

Segunda fundación de Chachapoyas. Descubrimiento de Moyobamba.

Hastiado de luchar contra españoles pidió volver a Lima para proseguir la conquista de Chachapoyas. Hernando no vió mal su propósito y aceptó, pidiéndole se llevara a Lima a Diego de Almagro, el Mozo. Salió del Cusco llevando bajo sus órdenes a los capitanes Pedro de Vergara y Alonso Mercadillo, debiendo romperse la subordinación cuando los tales salieron a sus descubrimientos. En Jauja se encontró con Francisco Pizarro, que subía al Cusco, entregándole allí al joven Almagro. El Gobernador se alegró mucho con la presencia de Alvarado y enterado de que quería seguir a

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Chachapoyas mandó a Juan de Mora que le hiciera gente en Lima, logrando Mora entregarle en breve sesenta soldados, muchas ballestas y algunos cañoncillos. Despedido en Jauja de Francisco Pizarro, marchó a Chachapoyas por el país de los Huancachupachos, luchando contra Illa Túpac en el camino y terminando en el lugar de su conquista. Entonces, el 5 de setiembre 1538, hizo la segunda fundación de San Juan de la Frontera.

Restablecidas las amistades con los indios de Chachapoyas, a los que siempre trató muy bien, pasó al descubrimiento de Moyobamba. Dejó por su Teniente en San Juan de la Frontera a Gómez de Alvarado, el Mozo, partiendo luego con ciento veinte españoles y tres mil indios chachapoyas. Su caudillo Juan de Rojas salió entonces de avanzada, hallando una tierra áspera y pobre, donde los indios hacían vida de selvícolas y comían yuca en vez de maíz. Alvarado, a su vez, exploró en otra dirección pero no halló nada importante. Reunido con Rojas en el campamento partió con todos sus hombres en busca de un gran río del que hablaban los naturales, llegando a la provincia de los Motilones y descubriendo el caudaloso Huallaga. Trató de cruzar la gran corriente y para ello inició la construcción de una barca, pero estando por terminarla se vió precisado a regresar a San Juan de la Frontera porque se habían amotinado los indios. No queriendo abandonar la empresa dejó con ella a su hermano Hernando de Alvarado, quien terminó la embarcación, pasó el Huallaga y se lanzó en busca de Ancoayllo, legendario caudillo de los Chancas fugitivos de los Incas que decían había fundado un gran reino con su nombre. En breve tuvo que retroceder Hernando de Alvarado, porque el terreno no lo favoreció y las tropas amenazaron amotinarse, por lo que su idea de fundar una población a orillas del Huallaga fracasó,

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teniendo que volver con todos sus hombres a San Juan de la Frontera.

Mientras tanto, Alonso de Alvarado había logrado concertar las paces con los curacas chachapoyas. Así las cosas decidió viajar a Lima para traer refuerzos y dar cuenta a Francisco Pizarro de su descubrimiento del río Huallaga y tierra de los Motilones. Llegado a la capital se entrevistó entonces con Pizarro pero, por razones que ignoramos, tuvo entonces sus porfías con Gómez de Alvarado, el Viejo, y con Francisco de Chávez. Con el primero, no obstante ser su tío, llegó a desafiarse y a salir al campo a batirse, pero el Marqués Pizarro los hizo amistar y Alonso de Alvarado pudo regresar con más gente a Chachapoyas.

En la guerra contra Almagro el Mozo. Chupas.

Estando allí entendiendo en la población de Moyobamba por Juan Pérez de Guevara, recibió una carta de Almagro, el Mozo, notificándole la muerte del Marqués Pizarro e invitándolo a plegarse a su alzamiento. La carta surtió un efecto contrario, porque alzando bandera por el Rey logró Alvarado atraerse a los vecinos de Huánuco y juntar un total de doscientos soldados, escribiendo después a Vaca de Castro que estaba listo a obedecer lo que mandara pues sabía que era ahora el nuevo gobernante del Perú. Con anuencia del Cabildo se nombró Capitán General y Justicia Mayor. Acto seguido mandó llamar a Juan Pérez de Guevara a Moyobamba y envió a Iñigo López Carrillo a Trujillo para comprar armas y caballos. Este compró lo dicho mediante los frailes de La Merced, donde se alojó en secreto, y hecho esto regresó con algunos leales que se le juntaron a San Juan de la Frontera.

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A la sazón, Almagro, que ignoraba su conducta, le envió una provisión de Teniente de su causa en Chachapoyas y Moyobamba, mas Alonso de Alvarado no le contestó, ocupado como estaba en escribir cartas a distintos puntos y recibir gente de San Miguel y Trujillo. También envió a Iñigo López Carrillo a Cajamarca y Huamachuco a notificar a Verdugo y Aguilera la necesidad de que se le juntaran para caer sobre García de Alvarado cuando volviera de Piura, pero Verdugo no sólo no contestó sino que enteró personalmente a García de Alvarado y fracasó el plan de ataque al capitán almagrista. Dispuesto a juntarse a Vaca de Castro salió entonces Alonso de Alvarado a Cochabamba, siguiendo a Huamachuco y asentando su campamento en Yungay. Allí decidió esperar al gobernante, mientras Perálvarez Holguín lo hacía en Huaraz, lo que motivó corteses visitas de Alvarado a Perálvarez en su campamento. Venido Vaca de Castro se le juntaron ambos capitanes realistas y todos juntos salieron para Jauja. En el camino, porque Perálvarez no le quiso dar indios cargueros, Alvarado lo desafió, pero se interpuso Vaca de Castro y el reto no pasó adelante. Después de avanzar por Jauja y Vilcas el ejército real llegó a los llanos de Chupas, donde se dió a los almagristas la sangrienta batalla de ese nombre. Alonso de Alvarado, por haber tenido a su cargo el terreno donde más lucha hubo, mereció ser felicitado por Vaca de Castro después de la victoria.

Estadía en España

Deseoso de volver a España y pasar en ella una temporada se embarcó en el Callao y pasó a Panamá, donde estuvo con Peranzúrez de Camporredondo y el Contador Juan de Cáceres comentando el nombramiento de Blasco Núñez por

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Virrey del Perú y la aplicación que se pensaba hacer de las Leyes Nuevas y Ordenanzas. Luego pasó al Nombre de Dios y vió embarcar a Peranzúrez que también viajaba a España. Días después lo siguió en otra carabela, pero arribando a la Yaguana, en la isla Española, entendió que la nave de su amigo había sido atacada por corsarios franceses y que en la refriega Peranzúrez había perdido la vida de un arcabuzazo. Entristecido recogió en el puerto a dos hijas mestizas del conquistador Juan de Valdivieso que el difunto llevaba para darlas a sus deudos. Con ellas prosiguió su navegación hasta Sanlúcar y en algún lugar de Castilla entregó las niñas a su tío Francisco Benavides Valdivieso, Regidor de la ciudad de Toro.

Tres años permaneció Alonso de Alvarado en la Península. A fines de 1544 se abrieron informaciones para cruzarse de Caballero de la Orden de Santiago, a la que ingresó poco después. La Corona, por su parte, lo invistió con el título de Mariscal del Perú. También casó por esos días con Ana de Velasco, de la Casa de los Condestables de Castilla, mujer de genio fuerte y amiga de que se le guardaran muchos miramientos. Con ella vivía en Burgos, precisamente, cuando se tuvieron pésimas noticias del Perú. El Príncipe le pidió que acompañara a esa provincia al licenciado Pedro de la Gasca y el Mariscal, que entre otros proyectos tenía ya el de retornar a Chachapoyas, aceptó, zarpando con el Presidente de Sanlúcar en mayo de 1546.

En la guerra contra Gonzalo Pizarro

En Nombre de Dios se adelantó al Presidente y con su licencia bajó al puerto a conversar con el capitán Hernán Mexía, que estaba allí por Gonzalo

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Pizarro. Esa noche se quedó a dormir en su casa y lo convenció de la necesidad de que se pasara a Gasca, volviendo al día siguiente con una carta de Mexía al Presidente en que se le ofrecía incondicional. Gasca bajó entonces a tierra acompañado por Alonso de Alvarado y el Adelantado Pascual de Andagoya, recibiéndolo Hernán Mexía y todos sus soldados con la cortesía y honores correspondientes a su investidura.

En agosto salió Gasca con Alvarado y Andagoya a Panamá, no sin que antes el Mariscal hubiera ido a esa ciudad con cartas y mensajes a Pedro Alonso de Hinojosa y otros capitanes gonzalistas. Aposentado el Presidente en la capital de Tierrafirme, lo ayudó mucho Alvarado para todo lo pertinente a la rendición de la armada, llegando a tramar que sus propios capitanes apresaran a Hinojosa y se dieran todos al Rey. Por su parte Hinojosa recibió la orden de Gonzalo Pizarro de matar a Alonso de Alvarado. Sin embargo, todo terminó con la rendición de la armada al Presidente y el paso de Hinojosa a la causa real, el 19 de noviembre de 1546.

Luego de esto Gasca hizo que Alonso de Alvarado y el Oidor Andrés de Cianea se constituyeran en jueces y abrieran proceso por traición a Gonzalo Pizarro, constando que se había apropiado ilícitamente del Perú y hurtado sus quintos reales. En abril de 1547 zarpó el Presidente al Perú con los barcos y tropas que le quedaron luego de la partida de Lorenzo de Aldana. Iba en armas contra Gonzalo Pizarro, declarado traidor y tirano por el proceso anterior. El Mariscal Alonso de Alvarado, para las próximas operaciones militares llevaba el cargo de Maestre de Campo. Siempre al lado de Gasca desembarcó en Tumbes y empezó la penetración de la tierra. Como Mariscal, Alvarado avanzaba en la vanguardia y como Maestre de

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Campo fijaba el sitio donde las tropas deberían pernoctar. Así se subió a la cordillera y se llegó a Jauja. El Presidente lo envió entonces a Lima a reclutar soldados, volviendo poco después con trescientos hombres. En Jauja dió tormento al capitán gonzalista Pedro de Bustinza para que confesara secretos de guerra y en Huamanga prendió a Diego García de Paredes, hidalgo que se carteaba con Gonzalo Pizarro. De este modo se llegó a Jaquijahuana, campo al que entró primero que todos llevando tras de su persona doscientos jinetes. Según las crónicas le correspondió luchar en el ala izquierda del ejército real, derrotando a los rebeldes el 9 de abril de 1548, y procediendo después a juzgarlos y sentenciarlos a muerte. Primeramente —junto con el Oidor Cianca— sentenció a Gonzalo Pizarro a ser muerto por degollación, a perdición de bienes, a que sus casas fueran sembradas de sal, y declarando infames sus descendientes por una generación las ramas femeninas y por dos las masculinas. Esta sentencia se cumplió el 11 de abril, dos días después de la victoria. En la misma fecha condenó a la pena capital a Francisco de Carbajal, el Demonio de los Andes, y a Juan Vélez de Guevara. Pasado al Cusco, se aposentó en las casas que fueron de Juan Bautista, el Galán, prosiguiendo las informaciones y sentencias, interrumpidas tan sólo por el alzamiento del clérigo Domingo Ruiz de Durama en el Collao, lo que ocasionó que Gasca lo mandara a desbaratar el movimiento, cosa que Alvarado cumplió eficientemente. Todos estos servicios los tuvo en cuenta el Presidente cuando el famoso Reparto de Huaynarima. Entonces dió a Alonso de Alvarado 3,500 pesos de renta, renunciando —a lo que se entiende— a sus indios de Chachapoyas, mil tributarios del curaca serrano Quinjo y otros mil quinientos del curaca Chilcho, señor de Ancinga, ambos concedidos por el Marqués Francisco Pizarro. La verdad fue que Alonso de Alvarado no

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quedó contento con el premio y hasta se quejó de Gasca en el Consejo de Indias. El Presidente, en su afán de gratificar a todos los vencedores, en vez de los 4,000 pesos que anualmente el Mariscal cobraba de sus indios, le concedió una renta cadañera inferior en quinientos pesos. La situación no tenía ya remedio, porque sus encomendados habían sido repartidos entre Juan Pérez de Guevara y Alejos de Medina. Su último vínculo con San Juan de la Frontera de los Chachapoyas había sido roto para siempre.

Prisión en Lima.

Dolido por todo esto bajó a Lima, donde entendió con el licenciado Juan Polo de Ondegardo en la defensa de los intereses del difunto Virrey Núñez Vela. El 10 de diciembre declaró y firmó en la probanza de servicios de Nicolás de Ribera, el Mozo. Para entonces Gasca —tratando de subsanar el daño hecho— le había dado los indios del capitán Luis de Ribera, en Charcas; pero Alvarado no tuvo demasiado interés en poseerlos, de ahí sus lentos preparativos para marchar a la Plata. Como por entonces se descubrió que Luis de Ribera había dejado un hijo llamado Perafán, ello propició una nueva dilación del viaje que duró todo el tiempo que precedió a la entrada del Virrey Antonio de Mendoza. Para colmo de desdichas, la Audiencia lo apresó por cierta denuncia de María de Lezcano, viuda del conquistador Juan de Barbarán. La culpa la tuvo su esposa Ana de Velasco, quien por motivo de prelación de asientos en una iglesia hizo acuchillar y cortar las trenzas a la viuda. Los autores de tal infamia fueron dos soldados de mala estofa que, parece, lo habían sido del Mariscal, hecho del que se valió la víctima para denunciarlo y reclamar una investigación que rehabilitara su buen nombre.

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Debelando revueltas en el Cusco y Charcas

Estaba preso en su casa, pues, Alonso de Alvarado, cuando la propia Audiencia lo soltó para que fuera al Cusco a poner fin en la revuelta de Francisco de Miranda, Alonso de Barrionuevo y Alonso Hernández Melgarejo, invistiéndolo para ello con el oficio de Corregidor y Justicia Mayor. Alvarado entró al Cusco el 3 de diciembre de 1551, ocasionando la fuga de la mayor parte de los revoltosos. No obstante, ajustició a los tres nombrados cabecillas; desterró del Perú a Jerónimo Costilla y al bachiller Pacheco, a Melchor Pérez, a Martín Quixada y al bachiller Barahona; remitiendo, por último, al conquistador Pedro Portocarrero preso a Lima.

Esto no representó el final del movimiento, porque después de muchas juntas secretas en el convento de Santo Domingo, los descontentos se fueron a Charcas precedidos por Sebastián de Castilla. Como por este tiempo estaba allá de Corregidor y Justicia Mayor Pedro Alonso de Hinojosa, Alvarado le escribió previniéndolo, pero Hinojosa no hizo mayor caso al mensaje preocupado como estaba por las diferencias de Martín de Robles y Pablo de Meneses que amenazaban con ensangrentar el Collao. El Mariscal, desde el Cusco, mandó hacer pólvora y limpiar los arcabuces, providencia que no fue vana porque Sebastián de Castilla terminó matando a Pedro Alonso de Hinojosa y alzándose con la ciudad de la Plata. Sin pérdida de tiempo la Audiencia nombró el 12 de abril de 1553 a Alonso de Alvarado Juez de Comisión, adjuntándole una provisión secreta que lo hacía Capitán General con facultad para hacer tropas. Con estos títulos y el de

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Justicia Mayor salió del Cusco muy acompañado y llegó a la Paz, donde comenzó a castigar a los culpados y a reclutar gente. En eso fue asesinado Sebastián de Castilla y la Plata alzó bandera por el Rey; preso Vasco de Godínez, pasó el Mariscal a Potosí por agosto de 1553. Tanto en la Paz como en Potosí ajustició a dieciocho culpados. El resto fue sentenciado a destierro y galeras sin que ello fuera óbice para que se interrumpieran las informaciones y afloraran más culpables. Todo setiembre y octubre empleó el Mariscal en estas diligencias, lo que hizo correr las voces de que las averiguaciones acusaban a Francisco Hernández Girón, rico vecino del Cusco. Enterado éste allá de lo que en Potosí se decía, se decidió a encabezar a los muchos descontentos y dirigir una nueva rebelión.

La rebelión de Francisco Hernández Girón

Comenzó Girón por escribir una carta a la esposa del Mariscal, la que fechó en el Cusco el 10 de diciembre de 1553. Le informaba en tal escrito que corrían voces de que su marido había sido asesinado en Potosí y que, por tanto, era deber de ella secundar la nueva alteración. Siguió diciéndole que siempre respetaría su persona y bienes, y terminó asegurándole que pronto conocería un nuevo Perú donde estuviera desterrada la injusticia. Mientras tanto, los preparativos del rebelde hicieron correr la noticia de su revuelta, enterándose de ella Sancho Duarte, Corregidor que era de la Paz, quien notificó lo ocurrido al Mariscal enviándole a su bastardo Vítores de Alvarado. Hecho esto, Sancho Duarte marchó al Desaguadero con doscientos hombres que lo siguieron. Alonso de Alvarado platicó entonces en Potosí con Lorenzo

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de Aldana y Gómez de Alvarado, el Mozo, lo que se debería de hacer, determinándose todos de que se enviara al licenciado Polo de Ondegardo a la Plata y a Juan de la Reinaga Salazar a Cochabamba por gente y armas. Hecho esto nombró Maestre de Campo a su cuñado Martín de Avendaño; por capitanes de jinetes a Gabriel de Guzmán, Pero Hernández Paniagua y Juan Ortiz de Zárate ; por capitanes de infantes a Juan Remón, Juan Polo de Ondegardo, Martín de Alarcón, Hernando Álvarez de Toledo, Diego de Almendras y Juan de la Reinaga Salazar; por Alférez General a Diego de Porras; por Sargento Mayor a Diego de Villavicencio ; por su Teniente de Capitán General al licenciado Gómez Hernández ; y por Alguacil Mayor a Juan de Rivamartín. Con todos éstos, más setecientos soldados y siete mil indios cargueros, salió de Potosí en busca de Francisco Hernández Girón el 29 de enero de 1554.

Derrota en Chuquinga

Por el camino llamado de las Vizcachas marchó a Ayo-Ayo y Zepita; en llave recogió a Sancho Duarte y en Paucarcolla a su ejército de doscientos hombres. Por Ayaviri continuó al Cusco, entrando a esta ciudad para enterarse del desastre de Villacurí, donde fue derrotado el General Pablo de Meneses. Dispuesto a cortarle el paso al rebelde, el Mariscal salió del Cusco con dirección a Parinacochas llevando consigo a más de mil soldados. En el camino ajustició a Gabriel de Pernia y Pedro Franco, por pesar sobre ellos la sospecha de haber ayudado a ciertos desertores que llevaron noticias a Girón. Así llegó a Chuquinga, donde divisó los escuadrones del rebelde, abriéndose la posibilidad de una batalla. Por consejo de sus

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capitanes Alvarado determinó no darla, pues el terreno era difícil y los alzados amenazaban disolverse ante el peligro del hambre y la falta de fervor. Por lo menos esto fue lo que se entendió entonces, pero por la noche llegó del campo enemigo Rodrigo de Pineda e informó al Mariscal que los gironistas estaban aterrorizados por el crecido número de leales y que a esto se sumaba la falta de comida. Entró entonces en el Mariscal el deseo de convertirse en el vencedor único de Francisco Hernández y poseído de esta obsesión se decidió a darle batalla. De nada valieron las reconvenciones de sus capitanes. Alonso de Alvarado estaba decidido y, según él, mejores vientos no podían soplar. Así llegó el mediodía del 21 de mayo de 1554, Domingo de la Trinidad. A caballo y junto a su Alférez que portaba la bandera, Alonso de Alvarado dió la orden de atacar. Como primera providencia se rompieron los frentes y cada capitán atacó por su cuenta. La arcabucería enemiga empezó a disparar. Los leales se frenaron con las pelotas de plomo que volaban y los caballos se atascaron en el quebrado y fangoso terreno. Una pelota de arcabuz mató al caballo del Mariscal, quedando éste aprisionado por el peso del equino. Los pocos que acudieron a levantarlo descubrieron que tenía una herida en el cuello. El Alférez Porras se asustó con los disparos y abandonó la bandera. Alvarado, ya de pie, mostraba estar aturdido, subiendo a un nuevo caballo en estas condiciones. Cuando logró asegurarse en la silla entendió que estaban muertos sus principales amigos: Gómez de Alvarado, el Sargento Mayor Villavicencio, los capitanes Juan de Saavedra —que lo era de los vecinos del Cusco—, Gabriel de Guzmán y Hernán Álvarez de Toledo. Heridos y no de leve manera estaban Martín de Robles y Martín de Alarcón. La arcabucería gironista seguía siendo mortífera. Con Iñigo López Carrillo, el soldado que más

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prestamente acudió a socorrerlo, comentó algo sobre lo mal que iban las cosas. Comprobando que su jefe había recobrado la noción de los acontecimientos, Iñigo López lo invitó a cabalgar. Acudió en eso Lorenzo de Aldana, quien instó al Mariscal a no quedarse donde estaba. Alvarado comprendió todo con crudo realismo y, llorando su derrota, aguijó a su caballo y empezó a galopar. Los que lo acompañaban notaron que se retrasaba. Embebido en sus tristes pensamientos el Capitán General de los realistas se olvidaba de picar espuelas a su cabalgadura.

Melancolía y fallecimiento.

Callado, triste y escoltado por treinta caballeros lo vieron pasar por Nazca y seguir a la capital. A Lima entró notoriamente apesadumbrado. Los médicos que lo fueron a ver casi no lograron arrancarle palabra, dictaminando que estaba enfermo de melancolía. Dos nombres parecía que lo torturaban en su soledad: el Puente de Abancay y el campo de Chuquinga. Las dos batallas que tuvo a su cargo en el Perú las había perdido ignominiosamente. A tanto llegó su mutismo que llegaron a decir que se había vuelto loco. Las pocas palabras que decía era para lamentar sus dos derrotas. Amargado, consumido por la vanidad herida, perdido en una soledad que parecía anticipo de la sepultura, el Mariscal Alonso de Alvarado murió en Lima poco antes del 18 de diciembre de 1555. La Corona, haciéndose la desentendida, no le confirmó el Condado de Villamor que le había prometido.

Quedaron por sus hijos legítimos: Alonso de Velasco, fallecido en 1559; García de Alvarado, casado con su parienta María de Velasco, Dama que fue de la Reina; y Juan de Velasco, de alguna

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actuación en el Perú. Como mestizos bastardos quedaron: Vítores de Alvarado, Isabel de Alvarado e Inés de Alvarado, las cuales fueron monjas en la Encarnación de Lima, a pesar de la oposición de la ciudad por ser ambas mestizas, según refiere el cronista Calancha.

FUENTES

Archivo General de Indias de Sevilla: Patronato 90-N1-R11; 90B-N1-R11; 90B-N1-R44; 95-N1-R6; 96-N1-R6; 97-N1-R2; 98-N2-R2; 99-N1-R3; 99N1-R4; 99-N2-R1; 99-N2-R3; 99-N2-R4; 99-N2-R5; 100-N1-R5; 100-N1-R6; 100-N1-R12; 101-N1-R1; 101-N1-R10; 101-N1-R18; 101-N1-R19; 102-N1-R1; 102-N1-R2; 102-N1-R12; 102-N1-R14; 103-R10; 103A-N1-R4; 103A-N1-R6; 103B-R13; 104-N1-R1; 104-N1-R2; 104-N1-R3; 104-N1-R8; 105-N1-R8; 105-N1-R17; 106-N1-R5; 107-N1-R2; 107-N1-R3; 108-N1-R6 113-N1-R10; 115-N1-R2; 117-N1-R7; 120-N1-R7; 120-N2-R2; 120-N2-R6; 121-N1-R3; 122-N2-R4; 122-N2-R6; 123-N1-R6; 123-N1-R8; 124-N1-R5; 126-N1-R15; 126-N1-R17; 127-N1-R1; 127-N1-R11; 127-N1-R13; 129-N1-R6; 131-N2-R3; 132-N2-R2; 132-N2-R8; 133-N1-R4; y 134-N1-R5 — Justicia 342; 423; 425; 429; 439; 450; y 467 — Audiencia de Lima 118; 205; 568.

Cronistas: Fernández de Oviedo; López de Gómara;- Herrera; Cieza de León; Garcilaso; Gutiérrez de Santa Clara; el Palentino; Calvete de la Estrella; Zárate; Borregán; Enríquez de Guzmán; Pedro Pizarro; Montesinos; Calancha; Benzoni.

Otros autores: Riva Agüero... Por la Verdad, la

Tradición y la Patria; Vargas Ugarte... Historia del Perú; Mendiburu... Diccionario; Loredo y Mendívil... Los Repartos; Rivera Sarna... Libros de Cabildos de San Juan de la Frontera de los Chachapoyas; Jiménez de la Espada... Relaciones Geográficas de Indias; Documentos relativos a Don Pedro de la Gasca y Gonzalo Pizarro.

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SCG2009

Yo amo a F

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