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Los Cuadernos de Literatura
BORGES Y EL
DOCTOR JOHNSON
Han Stavans
N ació en 1899 y murió en 1986. Su cronología no registra hazaña sorprendente o curiosidad desigual. Como los demás, comió, durmió, soñó, maldijo y mintió.
Como los demás, estaba destinado a perderse, definitivamente, y sólo algún instante de su existencia quedará en la memoria. Escribió, como De Quincey, con ironía; como Poe o Chesterton, tramó encrucijadas detectivescas que sin remedio escogían difíciles, aunque admirables, soluciones sobrenaturales; como Henry James, anheló no deberle nada a nadie; como Valéry, inventó una personalidad ficticia que lo acompañaba durante el insomnio y apodó a ese individuo «Borges», para no atentar contra los poderes creativos de Dios ( como alguna vez se atrevió a hacerlo un sabio rabino en Praga). Recorrió los arrabales porteños, viajó a Ginebra, España, México, Uruguay, Francia, Italia, el Lejano Oriente, Israel ( creo que no llegó a pisar una nación árabe, aunque admiraba con amabilidad a Averroes y Avicena), Perú, Inglaterra, Brasil, Norteamérica. Pero sus pasos ya no son suyos sino del Tiempo y de la Historia. Se casó dos veces, en 1967 con Elsa Astete Millán, con quien había compartido un adolescente amor, y con María Kodama, su secretaria y alumna, unos meses antes de morir. Pero su vida de alcoba, sin riesgo al error, puede ser considerada nula. Su única y verdadera compañera, para alegría de los psicoanalistas, fue Leonor Acevedo Haedo, su madre que vivió 99 años y murió en 1975, once años antes que él). Redactó, mientras tuvo la vista, innumerables narraciones ordinarias y extraordinarias, aunque reconoció como «legítimamente memorables» sólo un puñado. La lista de autores influidos por su obra es amplia: John Barth, Reinaldo Arenas, Umberto Eco, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Augusto Monterroso, Robert Coover, Stav Chansky, Julio Cortázar, Guillermo Cabrera Infante. Pero su principal aporte consiste en haberse inventado predecesores, desde Kafka, Melville, Isaac Luria y todo su séquito de cabalistas, Miguel Hernán-
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dez y los demás literatos gauchescos, Whitman, Stevenson, Wells, Hawthorne. lPor qué entonces, si tan consuetudinario fue Borges, hay que alabarlo como a un dios?
Ha aparecido en castellano, por fin, Borges. Una biografía literaria (México: Fondo de Cultura Económica, 1987), gracias a la pluma del crítico Emir Rodríguez Monegal. En más de un sentido este libro es una curiosidad: primero, porque nada (absolutamente nada) «literario» hay en la vida de Borges, con excepción quizás de los libros. Libros, para arriba libros, libros para abajo, y al final una reluciente y merecida fama, éste es el resumen que mejor describe la efemérides del autor. Su biografía, como pocas otras (la de Hemingway, digamos), es una suma de datos conspicuos y nada sobresalientes. Es todo. lQué la justifica entonces? La indiscreción. Porque no cabe duda que el impacto de Borges en las letras universales es indeleble. Si no fue un Dios, sí tuvo un hermoso genio.
Otra curiosidad: Borges. Una biografía literaria fue publicada, por un hispanoparlante exiliado en Francia, Inglaterra y Norteamérica, en inglés. Apareció en 1978 bajo el sello editorial de Dutton (que también publicó las traducciones de Norman Thomas de Giovanni, hechas al lado del autor, de El Aleph y El informe de Brodi, y los textos en colaboración con Adolfo Bioy Casares). Hoy ha sido traducida de regreso al castellano por Homero Alsina Thevenet. Seguro Monegal la organizó en español (el formato sintáctico de las palabras, aunque se entiende y está editado diestramente en inglés, evidentemente está escrito por un extranjero). Las clemencias de los días seguro lo obligaron a redactarla en inglés porque había más dinero en Dutton para Monegal y mejores profesiones. El vericueto editorial, sin embargo, posible sólo en un universo tan enmarañado como el nuestro, hace honor a los fantasmas de Borges. (Baruch Spinoza, su ídolo, escribió en latín la Ethica ordine geometrico demonstrata, aunque en sus líneas abundan por doquier rasgos gramaticales del hebreo.)
Antes de la edición castellana aparecieron la francesa (Gallimard) y la italiana (Feltrinelli). Pero no quiso el destino que la nuestra apareciera con levedad. Hoy Borges ha muerto y también Monegal (noviembre 1985, en Connecticut). Porque juzgaba incompleto el libro, añadió el traductor una cronología de Borges, que ya antes había aparecido en español en Jorge Luis
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Borges. Ficcionario. Una antología de sus textos (México: Fondo de Cultura Económica, 1985), hecha años antes de morir por Monegal, y sumó dos entradas extras (1985 y 1986). Se han sumado también varias fotografías que el biógrafo nunca hubiera podido incluir: sobre el entierro de Borges en Suiza y otros temas de ocaso.
Monegal estaba plenamente capacitado para la labor. Compartía una larga amistad con Barges y sus textos. Su pasión por el argentino había comenzado en sus 20s, al publicar una reseña biográfica con el título «Dos cuentistas argentinos» (Clinamen, Montevideo, 1947) sobre H. Bustos Domecq y B. Suárez Lynch, pseudónimos ambos de Borges y Adolfo Bioy Casarespara escribir literatura detectivesca. Desde ahíuna larga bibliografía siguió: artículos en Megáfono, La palabra y el hombre, Mundo Nuevo, Revista Iberoamericana y en Tri-Quarterly, los libros Borges par tui méme (Seuil, 1970), el Ficcionario. Monegal además aparece personalmente citado por Borges en unos cuantos cuentos.
Permítaseme hacer una pequeñísima biografía del biógrafo: Monegal tenía labia. Considerando que en lengua castellana nadie o casi nadie se atreve a escribir biografías o autobiografías (excepciones son Sor Juana Inés de la Cruz, Moratín, Juan Goytisolo, Guillermo Cabrera Infante y Mario Vargas Llosa, como ha debidamente señalado el ensayista mexicano Zuri Balkofl), Monegal se atrevió. Contemos: biografió a José Enrique Rodó, Eduardo Acevedo Díaz, Horacio Quiroga y Pablo Neruda, además de Borges. (Además tenía en proyecto hacer dos biografías más: del Conde Lautreamont y Octavio Paz.) Hoy estas biografías son una rareza. Están fuera de circulación y se guardan en anaqueles de coleccionista o en bibliotecas. Valdría la pena analizarlas, sin embargo, para descubrir cómo se inmiscuía el autor en la vida de sus personas ( o personajes). Porque Monegal adolecía de dos enfermedades: el interés por el Psicoanálisis y la pasión por el chisme. En cada libro, tras analizar con sumo detalle la estética y las motivaciones artísticas de su sujeto, hablaba de sí mismo, de sus inquietudes, chanzas, aficiones y disimulos. De Freud o Lacan usaba citas para descubrir, por ejemplo, en Neruda un incalculable terror al padre y en Borges una filiación casi mitológica con la madre. En Borges. Una biografía literaria el lector puede leer estos detalles sin preocupa-
- ción. Estorban a veces pero jamás reducen el
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grueso de la narración a un laberinto de energetizaciones psíquicas o a un diccionario de anécdotas y secretos de la farándula literaria.
Monegal enseñaba en Yale University. Había nacido en Uruguay en una familia de críticos y pseudoliteratos y había vivido por algún tiempo en Brasil. Igual que Borges, se había criado con varias lenguas: francés, aprendido en el Liceo, portugués y castellano. Enfermo de cáncer a principios de 1985, con la muerte rondándole la cama, había decidido emprender una autobiografía compuesta de siete volúmenes pero sólo le dio tiempo de terminar el primero, Los magos. Hace este título alusión a la cronología de la Natividad. Trata, tengo entendido, su infancia hasta los diecisiete años. Seguido venía el tomo llamado El taller de Saturno, donde debía narrar sus aventuras en Montevideo y orígenes como crítico, dedicándole parte a la revista Marcha, que se editaba durante los 1940s. El tercer tomo, A Passage to England, narraría su estancia en Londres y sus años de dandy, seguido inmediatamente por The Coldest War (ambos, este volumen y el anterior, proyectados en inglés porque en ese idioma se vivieron) donde se hablaría de sus años de redacción de Mundo Nuevo, que fue atacada por recibir aparentemente subsidio de la C.I.A. El séptimo tomo, Epifanías, apareceríaposmortem pues presentaría agujeros, omisiones, disimulos que el autor no había podidoplasmar antes. Estaría estructurado como novelapolicial y sería dedicado a Agatha Christie y supersonaje Miss Marple.
Desde el fallecimiento de Monegal, le ha crecido bien la estatura. Su nombre se convida en conferencias, periódicos y revistas junto a Angel Rama, como pilar de la crítica literaria en las regiones exóticas del imperio incáico, el sertón y México. Tal parece, el cáncer cortó su inspiración. (Véase el Homenaje a Emir Rodríguez Monegal Montevideo: Ministerio de Educación y Cultura, 1987, donde aparecen memorias parciales de Severo Sarduy, Alistair Reid, que escribió una de las primeras reseñas a Borges: A Literary Biography aparecida en The New York Times, Haroldo de Campos). Queda como testamento Borges. Una biografía literaria. Como las otras, quizás esta biografía también sea devorada por la vorágine editorial. Aun así, su contenido es suficiente para considerar a Monegal un � Boswell y al emérito Borges como su •� Doctor Johnson. �