borinsky - las primeras estrategias de insersion profesional de los psicologos

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Borinsky, Marcela: Las primeras estrategias de insersion profesional de los psicologos Introducción La indagación de las causas que concurrieron en la creación de las carreras de psicología en nuestro país hacia fines de la década del 50 nos conduce a afirmar que no es posible atribuir a la historia interna de la disciplina el peso suficiente para el logro de este objetivo. El análisis detallado de la historia previa de la disciplina durante la década y en especial de los acontecimientos institucionales más importantes que se registraron en ese período, desde los Congresos Internacionales, los proyectos de creación de carreras menores en la especialidad, los Centros de Psicología Aplicada a la educación, el trabajo y la medicina hasta el 1º Congreso Argentino de Psicología en 1954, no constituyeron factores que por sí mismos puedan explicar el surgimiento posterior de la carreras y el "boom" que las mismas provocaron. Por diversas razones que ya hemos desarrollado en otro lugar([1]), la historia de las prácticas psicólogicas en la Argentina no establece una serie de manera directa con los acontecimientos que se sucedieron a partir de la institucionalización profesional de la disciplina. Si bien esta historia de las prácticas va a ser incorporada a través de algunas de sus figuras representativas y de determinadas experiencias ya consolidadas a la historia profesional posterior, la continuidad no es lineal sino que se trata más de una asimilación desde un centro de gravedad que se encuentra en otro lado. Como corroboración de lo antedicho sirve también observar el perfil que fueron aquiriendo los nuevos graduados de la especialidad y la no visibilidad en este perfil de las coordenadas más importantes que caracterizaron a las prácticas en los años anteriores. Es precisamente en el terreno de la "historia externa" a la disciplina, en los cambios culturales y en la rápida transformación social que se produce en nuestro país luego de la caída del peronsimo y más especificamente en la articulación de esta historia con la historia de la universidad argentina, donde es posible leer algunos indicadores fuertes de la necesidad vaga y difusa de un nuevo especialista que sirva para entender e intervenir sobre estos cambios. En tal sentido, en la Sesión del Consejo de la Universidad de Buenos Aires, en la cual se propone la creación de las carreras de Sociología, Psicología, Antropología y la reformulación de la vieja carrera de pedagogía en Ciencias de la Educación, no hay ninguna alusión a motivos de progreso científico o de necesidades profesionales concretas sino que la explicitación manifiesta es de índole muy general y se refiere a demandas sociales poco específicas."el iniciar estos estudios (psicología y sociología) ha obedecido a un clamor del ambiente, a una exigencia cordial del ambiente"([2]) En esta misma dirección podemos entender, por ejemplo, por qué entre las actividades del Instituto de Psicología de Rosario, se destaca la importancia de contar con un programa de radio y abrir así un espacio de interlocución directa con la sociedad en su conjunto para colaborar desde los medios de comunicación de masas brindando un "hilo de Ariadna" que nos impida perdernos en el laberinto de la sociedad contemporánea. “Estaremos siempre dispuestos a aclarar una duda, y responder a las preguntas que se nos envíen sobre los asuntos de nuestra especialidad. Son tantos los problemas del comportamiento que se plantean en nuestra hora, tan angustiosas o apremiantes las situaciones cotidianas en que se manifiesta un conflicto de la personalidad, o tan

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historia de la psicología en la argentina

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Borinsky, Marcela: Las primeras estrategias de insersion profesional de los psicologos

Introducción La indagación de las causas que concurrieron en la creación de las carreras de psicología en nuestro país hacia fines de la década del 50 nos conduce a afirmar que no es posible atribuir a la historia interna de la disciplina el peso suficiente para el logro de este objetivo. El análisis detallado de la historia previa de la disciplina durante la década y en especial de los acontecimientos institucionales más importantes que se registraron en ese período, desde los Congresos Internacionales, los proyectos de creación de carreras menores en la especialidad, los Centros de Psicología Aplicada a la educación, el trabajo y la medicina hasta el 1º Congreso Argentino de Psicología en 1954, no constituyeron factores que por sí mismos puedan explicar el surgimiento posterior de la carreras y el "boom" que las mismas provocaron. Por diversas razones que ya hemos desarrollado en otro lugar([1]), la historia de las prácticas psicólogicas en la Argentina no establece una serie de manera directa con los acontecimientos que se sucedieron a partir de la institucionalización profesional de la disciplina. Si bien esta historia de las prácticas va a ser incorporada a través de algunas de sus figuras representativas y de determinadas experiencias ya consolidadas a la historia profesional posterior, la continuidad no es lineal sino que se trata más de una asimilación desde un centro de gravedad que se encuentra en otro lado. Como corroboración de lo antedicho sirve también observar el perfil que fueron aquiriendo los nuevos graduados de la especialidad y la no visibilidad en este perfil de las coordenadas más importantes que caracterizaron a las prácticas en los años anteriores. Es precisamente en el terreno de la "historia externa" a la disciplina, en los cambios culturales y en la rápida transformación social que se produce en nuestro país luego de la caída del peronsimo y más especificamente en la articulación de esta historia con la historia de la universidad argentina, donde es posible leer algunos indicadores fuertes de la necesidad vaga y difusa de un nuevo especialista que sirva para entender e intervenir sobre estos cambios. En tal sentido, en la Sesión del Consejo de la Universidad de Buenos Aires, en la cual se propone la creación de las carreras de Sociología, Psicología, Antropología y la reformulación de la vieja carrera de pedagogía en Ciencias de la Educación, no hay ninguna alusión a motivos de progreso científico o de necesidades profesionales concretas sino que la explicitación manifiesta es de índole muy general y se refiere a demandas sociales poco específicas."el iniciar estos estudios (psicología y sociología) ha obedecido a un clamor del ambiente, a una exigencia cordial del ambiente"([2]) En esta misma dirección podemos entender, por ejemplo, por qué entre las actividades del Instituto de Psicología de Rosario, se destaca la importancia de contar con un programa de radio y abrir así un espacio de interlocución directa con la sociedad en su conjunto para colaborar desde los medios de comunicación de masas brindando un "hilo de Ariadna" que nos impida perdernos en el laberinto de la sociedad contemporánea. “Estaremos siempre dispuestos a aclarar una duda, y responder a las preguntas que se nos envíen sobre los asuntos de nuestra especialidad. Son tantos los problemas del comportamiento que se plantean en nuestra hora, tan angustiosas o apremiantes las situaciones cotidianas en que se manifiesta un conflicto de la personalidad, o tan curiosas las peripecias del drama onírico, que muchas veces estamos anhelando un intérprete de los psíquico –un hilo de Ariadna- que nos ayude a comprendernos a nosotros mismos y nos permita asomarnos al “otro” o a “los demás””.([3]) La historia de la profesionalización de la psicología en nuestro país no puede ser entendida sin su articulación con la búsqueda de un público a través de los medios de comunicación de masas. En la Argentina, historia de la profesión y apelación a un público son dos caras de un mismo proceso y se dan de manera contemporánea. Es decir, este nuevo saber se propone al mismo tiempo como científico y popular, por lo tanto los límites entre el conocimiento experto y la divulgación popular no están predeterminados a priori sino que son móviles y dan cuenta de la especificidad del mismo. Desde los comienzos de la institucionalización de la profesión, el ideal hacia el cual los psicólogos se orientan es el del cambio y la reforma en la vida cotidiana de la gente. Una mirada sobre las primeras producciones de los mismos los muestran muy lejos de una práctica de laboratorio o de investigación cerrada sobre si misma sino que por el contrario es una apuesta a una intervención activa sobre la sociedad en su conjunto. Las transformaciones culturales de los años 60, en especial en lo referente a la familia, las relaciones entre los sexos, los nuevos modos de abordaje de la infancia y la definición de un nuevo actor social -el adolescente-, son las temáticas que eligen los psicólogos para intervenir, promoviéndose como figuras que ayudan a comprender lo nuevo y que al validar el nuevo escenario legitimaron también su propia presencia.

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La psicología en la Universidad Volviendo al tema de la modernización de las universidades argentinas luego del 55 y luego de trabajar una parte importante del material que hay sobre el tema, resulta claro que la creación de las carreras de psicología en nuestro país se relacionó más con este proceso de renovación institucional y política que promovieron las elites reformistas en las universidades argentinas que con un movimiento interno de la misma disciplina. La transformación de la estructura curricular y académica de la universidad, se produjo en un contexto político nacional que otorgó un lugar de privilegio a la misma y fundamentalmente al desarrollo científico como condición del crecimiento del país y del nuevo modelo económico desarrollista.(Buchbinder, 1997) La promoción de la investigación condujo a la creación a nivel nacional del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y en la Universidad a la generalización de la dedicación exclusiva a la docencia, a la implementación de un programa de becas de investigación y estudios en el exterior para el perfeccionamiento de estudiantes y graduados y al apoyo a la labor de institutos y centros de investigación. Los polos principales de este desarrollo universitario fueron las Facultades de Filosofía y Letras y de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en tanto constituían ámbitos de estudio sin objetivos profesionales específicos y donde las tareas de investigación ocupaban un rol central. (Buchbinder, 1997) Esta nueva oferta universitaria recibió una aceptación muy alta por parte de los estudiantes. Entre 1959 y 1964 la Facultad de Ciencias Exactas aumentó su población en un 60.5% y la Facultad de Filosofía y Letras incrementó su población en un 146% mientras que la Facultad de Medicina sufrió para el mismo período una reducción del 9.1%. (Sigal, 1991) En Filosofía y Letras este incremento tuvo una estrecha relación con la creación de las nuevas carreras: Sociología, Antropología, Ciencias de la Educación y Psicología –la más poblada de la Facultad-. Estas nuevas carreras y en especial sociología y psicología dieron un nuevo perfil a la tradicional y académica Facultad de Filosofía y Letras: “Los parámetros en materia de práctica científica, su apertura a las novedades y la atención a la evolución de la disciplina en el exterior, los criterios para evaluar y seleccionar a su personal docente iban a incidir gradual, pero intensamente, sobre el resto de las secciones de la Facultad. El factor esencial que explica su dinamismo se debe probablemente, al carácter ‘ab nihilo’ que tuvo la creación de ambas carreras...Por otra parte, y aquí fue también esencial el impacto de la Sociología y la Psicología, los estudios adquirieron una impronta que privilegió la observación, el trabajo empírico y la labor de campo, en una Facultad donde había predominado, desde los años veinte, una fuerte tónica antipositivista”[4] Transcribo textualmente las afirmaciones de Buchbinder porque si estas hipótesis pueden ser acertadas en relación a la carrera de sociología resultan al menos discutibles con respecto a la carrera de psicología. Es cierto que el alumnado de ambas carreras dio un perfil diferente a la Facultad. Las entrevistas con los primeros graduados psicólogos dan cuenta de esto y de su apertura a lo nuevo. Sin embargo, en el caso de la carrera de Sociología es clara la orientación científica de la disciplina basada en la investigación empírica y en el ideal profesional del sociólogo como “experto en problemas sociales” encarnado por la figura de Gino Germani. Esta nueva sociología se posiciona y discute contra una tradición específica de la sociología en manos de profanos, los pensadores sociales que a través del ensayo y la literatura exponían una visión impresionista y débilmente fundamentada de los fenómenos sociales. (Filippa, 1997) Entonces, si la creación de la carrera de Sociología en la Universidad de Buenos Aires representa una fundación moderna de la disciplina con un proyecto definido, un representante clave y organizador de este proyecto y un ideal profesional que contrasta con nitidez frente a una sociología tradicional o de “frac”[5], el caso de la creación de la carrera de psicología brinda un panorama más complejo y heterogéneo. En primer lugar, no se encuentra una tradición definida frente a la cual posicionarse como modernos. Tampoco había un modelo científico dominante como en el caso de la sociología que brindara un marco metodológico y empírico para la investigación. En las estrevistas a los primeros graduados psicólogos, estos coinciden en señalar la importancia del intercambio con los alumnos de sociología, el cursado de materias comunes y la integración de ciertas problemáticas: “Con los alumnos de sociología éramos como hermanos, porque los departamentos de sociología y de psicología estaban en un edificio muy nuevo en Florida entre Viamonte y Tucuman. Estaban uno frente a otro. Teníamos una comunicación constante, con gente como Eliseo Verón, Miguel Murmis, ellos venían de filosofía y hacian sociología”[6]."Lo interdisciplinario también era una marca de F&L, hicimos muchísimas materias con gente de sociología. Hasta el 66 las cosas marchaban así y todo se resolvía por asambleas. Después del 66 la carrera quedó vacía" [7] No obstante, sociología es caracterizada por la mayoría como la carrera más “científica” de la Facultad mientras que psicología resultaba más difícil de definir y adquirió un perfil atípico en relación al programa desarrollista instalado en la Universidad dirigido a la profesionalización de la docencia y de la investigación tanto en las ciencias "duras" como en la ciencias sociales. Cabe destacar también el poder de convocatoria que tuvo esta carrera y la masividad que caracterizó a sus claustros otorgándole así otro rasgo distintivo desde sus orígenes.[8]

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La búsqueda de un perfil Una mirada sobre la composición del cuerpo docente de la nueva carrera en la Universidad de Buenos Aires nos permite observar una fisonomía ecléctica donde coexisten proyectos y perfiles académicos y profesionales diferentes. En efecto, en este período conviven figuras como Marcos Victoria, representante de una psicología tradicional y académica de origen francés; Telma Reca pionera en la atención clínica psicólogica de niños con trastornos de conducta; Nuria Cortada de Kohan, psicóloga formada en Estados Unidos con una sólida formación estadística y experiencia en la estandarización de tests mentales; Enrique Butelman, docente en psicología y en sociología, valorado por su erudición y exigencias de formación cultural y social; Jaime Bernstein, uno de los principales difusores de las técnicas proyectivas de evaluación de la personalidad y profundamente interesado en la problemática de la infancia desde una perspectiva psicológica; José Itzinshon introductor de la reflexología en nuestro país y de uno de sus principales promotores y García Badaraco, médico y psicoanalista, quien llevaba a los alumnos al Borda. Los alumnos que tuvieron una participación activa en la carrera en este período inicial, buscaron también a nuevos docentes como José Bleger primero y Fernando Ulloa después, para sumar a este proyecto que no tenía una orientación definida. De las entrevistas a los primeros graduados surgen como valores destacados: la interdisciplina, el compromiso personal con el saber y la voluntad de construir un espacio. "Eramos un pequeño grupo y muy dinámico. Muchas veces la carrera estaba ahí tecleando (1957-1961) a veces no sabíamos si la íbamos a terminar, no estaban los profesores y las materias. Pero teníamos la voluntad de hacer la carrera".[9] Espacio que define con claridad un lugar de enunciación -ser psicólogo- pero no los atributos específicos que definen ese lugar. Por eso, al principio era más importante aprender un poco de todo e intervenir en todos los espacios donde los dejaran: escuelas, hospitales, clínicas. El eclectisismo de los orígenes era una virtud y uno de los atributos diferenciales era el compromiso personal con la formación. En tal sentido, el tema de la profesión ocupaba un lugar secundario ya que lo que se ponía en juego estudiando psicología estaba más relacionado con el problema de la identidad personal que con el del "saber hacer" en el terreno de las prácticas. “Algunas comparaciones entre allá y acá: el egresado de psicología de allá es un buen técnico especialista. Pero el egresado de acá demuestra más compromiso personal. Me permito apreciar esta diferencia al decir que el psicólogo argentino ama su profesión y su carrera, mientras que el psicólogo alemán las estima. La formación ulterior en el Instituto de Psicoterapia para quienes quieren dedicarse a este tipo de trabajo psicológico promueve una mayor diversificación en el campo de la labor. Nuestro psicólogo de Buenos Aires es un poco de todo, universalista, autodidacta. Es menos especializado que su colega de Alemania pero es el más enterado en relaciones humanas” [10] Considero que en relacióna este tema, se abren una serie de problemas ligados específicamente al campo de la psicología y su profesionalización que en general no son trabajados en investigaciones sobre la conformación de una profesión para los psicólogos y es el de los efectos sobre la subjetividad que implica la elección de los estudios de psicología. Quizás a diferencia de otras profesiones, la formación en psicología involucra procesos internos de cambio y de autoaprendizaje sobre la propia dinámica de los conflictos intersubjetivos y de allí que, los problemas ligados a la inserción profesional pasaran necesariamente a un segundo plano. De este modo, se priorizan las cuestiones ligadas más a la identidad personal que aquellas relacionadas con la incorporación al mundo del trabajo. En esta misma dirección, observamos como en nuestro país, si bien todavía no estaba claramente definido el perfil clínico de la profesión, el tema del psicoanálisis personal de los estudiantes de la carrera se convirtió rapidamente en un "deber ser" que no era cuestionado por sus protagonistas. La mayoría de los estudiantes de psicología -y este es un tema aún hoy vigente- comenzaron a analizarse al poco tiempo de comenzar sus estudios y este imperativo no dejaba de cumplirse más allá de las dificultades económicas que podía ocasionar el costo de los tratamientos: "Yo me empecé a analizar y tenía dos vestidos para el verano. Lo pagué con mi sueldo. Creo que todos nos analizabamos"[11] Clínica y psicoterpia: el lugar de los psicólogos en las instituciones de salud "En muchas salas hospitalarias se comienza a solicitar la opinión de los psicólogos y algunos profesores introducen conceptos psicológicos en su enseñanza...En la Cátedra de Pediatría a mi cargo, en el Hospital Ricardo Gutierrez, funciona desde hace cinco años un Departamento de Psicología y Psicohigiene con tareas de docencia y asistencia en higiene mental institucional. Trabajan en él 12 médicos y 30 psicólogos"[12] La constitución de la psicología como un campo profesional en nuestro país se da conjuntamente con la renovación del campo médico psiquiátrico y la expansión del psicoanálisis en la cultura y la sociedad. En el período que investigamos se producirán acontecimientos de envergadura en este campo, fundamentalmente por la necesidad de sacar a la psiquiatría del hospicio y reingresarla al seno de la medicina. Este proceso va de la mano de la introducción de los psicofármacos y de la defensa de la salud mental a través de la prevención y la reevaluación de diversas técnicas psicoterapéuticas.

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Las entrevistas a los primeros graduados de la carrera de psicología en la UBA realizadas por Martín Cremonte y Eduardo Sincofsky dan cuenta de la inserción temprana de los primeros graduados en tareas clínicas en ámbitos públicos –en general de manera gratuita- y en ámbitos privados a partir de la derivación de pacientes por los mismos psicoanalistas.De esta convivencia inicial de la que habláramos anteriormente, se fue construyendo un proyecto profesional para los psicólogos que combinaba un ideal psicoterapeutico de raíz psicoanalítica con un interés político de reforma social. La psicología era una carrera humanística y social que a diferencia de las otras carreras de estas características proponía una aplicación práctica bajo el modelo de la psicoterapia. “En mi caso yo entré a la carrera porque había leido un libro de Jung y me interesaba la idea del inconsciente colectivo desde un punto de vista político. Yo había hecho Letras, me interesa la Lingüística, jamás pensé que me podía servir para ganarme la vida”[13] " Sabíamos que teníamos que construir un proyecto, que estaba en nuestras manos encontrar un espacio y eso es lo que se perdió hoy. Tuvimos una inserción muy temprana en la práctica ...para mí fue muy impactante cuando viajamos a Estados UNidos en el 68 tener profesores psicólogos, éramos absolutamene contemporáneos de nuestros compañeros en la New York University: metodológicamente eramos muchísimo más flojos pero mi experiencia clínica era mayor...fuimos nosotros quienes fuimos armando el perfil...creo que salimos más favorecidos los que elegimos un perfil clínico"[14]. "yo empecé a trabajar en un Hospital en la mitad de la carrera (el Hospital de Niños). Es más empecé a trabajar con pacientes antes de recibirme (derivados por Jefes del Hospital de Niños), no creo haber sido la única"[15] Estos relatos de carácter personal se ven confirmados por los resultados de una primera encuesta sobre el ejercicio profesional de los psicólogos([16]) que utilizó como muestra a los profesionales egresados de las carreras de psicología entre el año 1961 y 1969 afiliados a la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires. (APBA). Dicha muestra estaba conformada por un total de 695 psicólogos y, el primer dato absolutamente llamativo es la distinción por género de la misma: 600 mujeres y 95 hombres. Por otra parte, siguiendo a los autores, desde la creación de la carrera de Psicología en la UBA hasta el año 1969, el número total de egresados fue de 911. En este sentido, y este es otro dato sorprendente en comparación con el período actual, la APBA era una asociación claramente representativa de los intereses de los psicólogos.Los resultados de esta encuesta demuestran que la mayoría de los psicólogos se desempeñaba en el área clínica: 92% de la muestra. Sin embargo, resulta necesario agregar dos resultados que complejizan el análisis de estos datos. Por un lado, gran parte de los psicólogos trabajaba además de en la clínica en otras actividades psicológicas y por el otro, la jornada de trabajo del psicólogo era breve: el 15% de 11 a 20 horas de trabajo semanales, el 22% de 21 a 30 horas, el 22% de 31 a 40 horas y el 36% más de 40 horas. En relación a esto la valoración de los ingresos mensuales de los encuestados se distribuye en un 40% entre bajo y muy bajo, un 21% medio y un 38% entre alto y muy alto. ([17]) Por lo tanto, si bien la orientación predominante del perfil profesional es la clínica, esta orientación no se corresponde estrechamente con una real inserción profesional en términos de ingresos económicos y de ocupación plena. Esta "subocupación" de los psicólogos puede ser pensada en dos direcciones. Por un lado, en términos de condiciones objetivas, los psicólogos como grupo eran nuevos en el mercado de trabajo y debían competir con profesiones ya consolidadas como los psicoanalistas médicos y los psiquiatras que contaban con mayor legitimidad social y habilitación legal para ejercer sus prácticas. Los psicólogos debían avanzar tanto en la búsqueda de aceptación y reconocimiento social como también en el terreno legal que les era adverso. Pero también, resulta importante considerar los problemas ligados a la relación subjetiva que establecían los psicólogos con sus propias prácticas y las dificultades que encontraban como grupo para asumir una profesión en la cual las gratificaciones personales que la misma les proveía podían ser más importantes que las gratificaciones económicas.Por ello, resulta interesante contrastar los datos de la encuesta relacionados con los ingresos económicos con aquellos relacionados con la "gratificación con la tarea". El 83% de los entrevistados se encontraba satisfecho con la tarea realizada, mientras que sólo el 48% de los entrevistados lo estaba con respecto a los ingresos percibidos:"El psicólogo se encuentra más gratificado con la tarea que lleva a cabo que con los ingresos que percibe...Estos datos se ven confirmados por otra respuesta: aquella relacionada con la posible reelección de camino laboral. Vemos aquí que la amplía mayoría de los psicólogos reelegiría su camino profesional" [18]Los psicólogos comenzaron a incorporarse en las instituciones de salud como "aprendices" y desde este rol no contemplaban la posibilidad de recibir una remuneración acorde a los servicios que prestaban en tanto privilegiaban la dimensión del aprendizaje de una práctica. Los espacios destacados para esta práctica fueron la Sala XVII del Hospital de Niños Juan María Gutierrez, el Dpto de Psicología y Psicopatología de la Edad Evolutiva en el Hospital de Clínicas en un comienzo y luego el Policlínico Gregorio Araóz Alfaro de Lanús. Sin embargo, no fueron los únicos y al final de este trabajo presentaremos un anexo con la información recabada. Tal como se desprende de las referencias consultadas, los psicólogos se integraron progresivamente en los Servicios de Psicopatología y Salud Mental en calidad de “aprendices” y de investigadores por un lado y por el otro, ofreciendo una serie

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de competencias ligadas a la evaluación y al diagnóstico de la personalidad que les permitieron incorporarse al terreno de las psicoterapias de manera gradual y más o menos controvertida según los ámbitos de inserción. Los psicólogos se apropiaron de determinadas problemáticas psicopatológicas e iniciaron tareas de investigación empírico-clínicas en las que en general incluían técnicas proyectivas de diagnóstico y a modo de prueba, tratamientos psicoterapeuticos de orientación psicoanálitica. De este modo, buscaban demostrar la efectividad de las mismas en trastornos de acceso difícil para los médicos al mismo tiempo que insistir sobre el valor diferencial de una intervención estrictamente psicológica. Resulta interesante detenernos en una primera caracterización de este tipo de trastornos. Podemos clasificarlos fundamentalmente en dos clases: 1) las patologías psicosomáticas que ya pertenecían al dominio del psicoanálisis y donde los psicólogos encontraban una tradición teórica y clínica para sostener sus investigaciones. 2) las patologías ligadas más directamente a problemas vinculares o sociales que implicaban el desarrollo de nuevas perspectivas de abordaje diferentes al modelo psicoanálito clásico. El vínculo madre-hijo, las relaciones familiares, el intercambio grupal y la puesta en práctica también de una mirada sobre la infancia que destacara los aspectos psicólogicos presente en toda intervención médica en los niños. En esta dirección, el Departamento de Psicología y Psicopatología de la Edad Evolutiva del Hospital de Clínicas contaba desde 1959 con una Sección denominada Psicología y Educación, y la función del psicólogo comprendía por un lado el diagnóstico en base a una batería de tests y técnicas proyectivas y por el otro, la coordinación de grupos de madres y la eduación de las mismas, el tratamiento psicoterapeutico de las madres y de los niños. El trabajo se realizaba en general en equipo: “el equipo diagnóstico está conformado por un psicólogo, un psiquiatra y un historiador. Funcionan en la actualidad 15 equipos. Antes de actuar como psicólogo de equipo, el licenciado comienza su aprendizaje en esta tarea como observador y auxiliar de un psicólogo ya entrenado, concurre a las reuniones de equipo y participa en ellas...Los grupos de orientación de madres son coordinados por médicos o psicólogos y un observador. Tienen un tiempo limitado de 6 reuniones y el programa de trabajo está destinado a cubrir aspectos fundamentales de la educación que si no surgen en el grupo son introducidos por el coordinador”[19] El trabajo con grupos y la coordinación de esta nueva metodología terapeutica era en general una tarea para los psicólogos. De la descripción de funciones que hacen varios psicólogos que se desempeñaban en e l Policlínico de Avellaneda surgen como roles principales, el diagnóstico y la conducción de grupos de diferentes características “En la actualidad trabaja un grupo numeroso de treinta licenciados y estudiantes de psicología adelantados en su carrera que realizan las siguientes tareas: estudios psicológicos individuales que incluyen entrevistas operativas, test mentales, estudios de personalidad, historias en pacientes de cualquiera de las secciones que lo requieran, organiza y/o participa de grupos de orientación para madres, grupos de expresión en niños, grupos de alcohólicos, en el estudio y tratamiento de familias, etc."[20] Asimismo, la relación con los médicos no era sencilla y en muchos casos los psicólogos eran aceptados solamente como “testistas”. Por lo tanto, en los primeros 60 podemos observar como los psicólogos se apropian de estas técnicas para a partir de allí, definirlas como un instrumento más de su quehacer que se abría a una multiplicidad de funciones. Sin embargo, no dejan de utilizarlas pero desde otro marco referencial propuesto también, por el pasaje de las técnicas psicométricas más tradicionales a las técnicas proyectivas. “El test sólo puede ser aplicado por un psicólogo, por la sencilla y definitva razón que el test vale lo que que vale quien lo aplica y de que no existe ningún saber independiente que pueda denominarse de este modo (se refiere a la calificación de ‘testista’)....el test proyectivo es un método de trabajo clínico.Pero, y ello es lo más importante, el psicólogo con él vale más que sin él. Después del clínico –psicólogo, psiquiatra o psicoanalista- el instrumento proyectivo constituye la herramienta de examen más perfecta disponible hasta el presente”[21] Evidentemente este es un tema de discusión y polémica que implica un cambio en la relación médico- psicólogo: "Los psicólogos son convocados como testistas: en la labor que cotidianamente realizamos en el Dpto de Psicología en donde con frecuencia somos consultados por médicos para que realicemos sobre pacientes tests psicodiagnósticos, tests proyectivos o tests de personalidad”[22] De allí que, Guida Kagel en su artículo sobre la función del psicólogo clínico se ocupe también de aclarar este punto: “Antes de seguir es conveniente aclarar una confusión corriente en el medio psiquiátrico, que es la de calificar de testista a la persona que cumple funciones de psicólogo clínico.La función del testista sería la de un técnico psicológico y su tarea más limitada y mecánica”[23] No obstante, la autora en lugar de aclarar este punto, continua el artículo con una enumeración exhaustiva de las técnicas utilizadas por el equipo de psicólogos en el servicio. De este modo, podemos observar cómo al mismo tiempo que los psicólogos plantean sus discrepancias con la calificación reduccionista de su función de “testistas”, parten de esta función para demostrar en la práctica el alcance más amplio de su rol. Encontramos entonces, en esta discusión acerca de la función del “testista” y en la práctica concreta de muchos psicólogos en los hospitales, un puente que nos permite conectar los intereses de los nuevos profesionales en el período estudiado con la tradición preprofesional de la disciplina. Problema que no es planteado

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en términos teóricos ni de rol ocupacional pero que define de manera positiva un “saber hacer” propio de los psicólogos y que es reconocido en estos términos por los médicos. Este tema también se hace presente en las Primeras Jornadas Argentinas de Psicoterapia realizadas en Córdoba en 1963 y presididas por Gregorio Berman. En una de las mesas redondas, el Director del Departamento de Psicología de la Universidad de Córdoba, Raúl Pierola se refiere a la confusión de los médicos que convocan a los psicólogos como “testistas” y que da cuenta a su entender de un problema serio de comunicación entre psicólogos y médicos. El eje de este conflicto es la disputa por el ejercicio de la psicoterapia: “¿puede realizarla exclusivamente el médico?; ¿o puede también realizarla, a partir del diagnóstico médico, el psicólogo clínico no médico? No quiero desatar esta polémica que ha estado presente en casi todas las jornadas anteriores de psiquiatría y también en otras discusiones sobre psicoterapia realizadas en el país”[24] Por lo tanto, resulta evidente que esta búsqueda de un perfil clínico por parte de los psicólogos encuentra resistencias importantes del lado de las profesiones ya constituidas en este terreno y particularmente de los psiquiatras quienes se enfrentan a la paradoja de estar "legalmente habilitados" para curar pero al mismo tiempo no contar con la formación necesaria y las competencias técnicas específicas para ello. El campo médico psiquiátrico no era homógeneo en sus posiciones sobre el tema pero desde aquellas posiciones explícitamente contrarias al ejercicio de la psicoterapia por parte de los psicólogos a aquellas más abiertas y permeables a la realización de estas prácticas, puede visualizarse un consenso mínimo y tácito de defensa de los lugares establecidos. La solución de compromiso elegida por el Jefe del Servicio de Psicopatología del Políclinico de Lanus ejemplifica con claridad esta dificultad para reconocer un lugar a los psicólogos: "En el organigrama de la Sala, figuraba como personal auxiliar, pero yo no me lo creía. Con Goldemberg tenía conversaciones sobre el tema. El me decía que los psicólogos no podían hacer psicoterapia pero que yo si. A mi me dejaba, porque tenía formación, pero en secreto. Tiempo después, cuando nos reuniamos las psicólogas del Lanús, para avanzar en ese terreno, descubrimos que a todas nos había dicho lo mismo"[25] En este sentido, el tema del rol psicoterapeutico de los psicólogos en el hospital era problemático. De las descripciones de las tareas cumplidas por los psicólogos en diversas instituciones de salud, se observa un "dejar hacer" que no era reconocido publicamente y que tampoco "nombraba" en términos de profesión. Por eso, la Lic. Adela Duarte afirma que en el año 1967 con la promulgación de la Ley de Ejercicio de la Medicina los psicólogos son por primera vez y al mismo tiempo reconocidos e ignorados: "Digo esto porque hasta ese momento no aparecíamos mencionados en ninguna reglamentación profesional y nosotros buscábamos el reconocimiento legal. Con esta ley, en un solo acto, se nos denominaba psicólogos y simultáneamente se restringe y cercena nuestra actividad profesional" [26] Asimismo, podemos situar a partir del año 1967 una serie de acontecimientos que dan cuenta de un cambio cualitativo en la definición del grupo profesional de los psicólogos y que nos perrmiten señalar el cierre de una proceso y la apertura de uno nuevo en esta historia profesional. Se trata por un lado, de cambios en el interior del grupo profesional ligados a la consolidación de espacios dirigidos por los mismos psicólogos: instituciones privadas de asistencia, revistas y ámbitos de formación. Por el otro, de un reconocimiento externo de instituciones sociales significativas como la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires en la creación de las primeras Residencias en Psicología Clínica y de la Universidad de Buenos Aires al convocar a los psicólogos como grupo para cubrir cargos docentes en la Carrera de Psicología. Más adelante volveremos sobre este tema.

La Asociación de Psicólogos de Buenos Aires El 10 de noviembre de 1962 se firmó el acta de fundación de la Asociación con 32 participantes de los cuáles 8 eran todavía alumnos de la carrera. Su primer presidente fue: Isabel Calvo (1962-1965) y luego siguieron María Rosa Glasserman (65-67), María Luisa Siguier de Ocampo (67-68), Osvaldo Devries (68-69) y Roberto Harari (69-71) Participaron de este proceso de creación: Isabel Calvo, Hebe Friedenthal, Juana Danis, Nidia Neira, Rosalía Shneider, Adela Leibovich, María Teresa Calvo Eduardo Rogovsky, Clelia Cá, Estela Noemí Daichman, Celia Jakubowicz, Isabel de Palacios, María Ethel Scheinson, Zulema S. de Orlando, Renée Royer, Beatriz E Lopez, Noemía Matilde Beretta, Paulina Landolfi, Fanny Hoffer, Fanny Lesintov, Evelina Vengerow y Eloisa Castellanos en carácter de graduados. Como alumnos de la carrera estuvieron presentes: Eduardo Mandelbaum, Medalla Araujo, Elsa N. Grassano, Elvira H. de Seminara, Diana Rabinovich, Alberto Brodesky, Esnea Auletta y Rut C. de Rogovky. El proyecto de creación de la Asociación obedeció en sus comienzos a preocupaciones de orden profesional y gremial de los primeros graduados de la carrera en la búsqueda de un reconocimiento por parte de otros profesionales del campo de la salud. Tal como lo relata María Teresa Calvo fue fundada “más o menos el día mismo que nos recibimos” y para enfrentar la presión de los profesores que avanzaban en el proyecto de crear ellos una asociación para los psicólogos: “La Asociación de Psicólogos la quieren crear los profesores cuando todavía éramos alumnos. La quieren crear Telma Reca, Fernanda Monasterio entre otros.

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La APBA que al principio no tenía edificio propio funcionó en la casa de mis padres en Ugarteche 3050 y después en un local que logramos alquilar enfrente”[35] La Asociación de Psicólogos de Buenos Aires fue en su primera década de existencia un espacio altamente representativo de los intereses de los psicólogos porteños. En 1969 de los 911 egresados de la carrera de psicología de la UBA, 695 estaban afiliados a la Asociación. (Litivinoff y Gomel, 1975) En este primer tiempo de funcionamiento de la Asociación, pareciera que la misma ocupó un lugar importante como espacio social de intercambio y de consolidación grupal y al mismo tiempo como una entidad que iba buscando los modos de intervenir en los ámbitos donde se discutían las problemáticas relativas a la salud mental: congresos, jornadas, revistas por un lado y en la universidad por el otro. Como señala Adela Duarte, la función de los primeros graduados psicólogos fue la de abrir un camino en un campo hegemonizado por otros profesionales: “De pronto aparecía esta nueva figura llamada psicólogo, que incluso ponía en duda a aquellos que se autoatribuían esa denominación. Se trataba de abrirse camino en esos campos; esto no estaba planteado como enfrentamiento o en términos de lucha, sino que se trataba de hacerse un espacio. No esperábamos que nos invitaran, íbamos, pero no con proclamas, si había un congreso de salud mental presentábamos un trabajo, ni hacíamos arengas ni mendigábamos, reclamábamos nuestro espacio desde el trabajo realizado, desde la evidencia de lo hecho”[36] El discurso de Adela Duarte se refiere claramente a un “nosotros” que permite leer los indicios de una identidad grupal que define a un conjunto de sujetos con determinados atributos comunes. Ser psicólogos como sinónimo de hacerse un lugar en un espacio de relaciones ya constituido y que señala también los modos particulares de encarar esta búsqueda de reconocimiento. Estrategias de legitimación basadas en intervenciones concretas y en el respeto por las relaciones establecidas guiadas a su vez por el proyecto de un proceso de transformación paulatino y seguro. En tal sentido, el rol de la APBA en sus comienzos fue el de aglutinar estas experiencias comunes. La referencia a la primera persona del plural es una constante que encontramos fundamentalmente en el relato de los graduados de las primeras camadas de egresados. Posteriormente, el panorama se modifica y se observan diferencias entre los egresados de distintas camadas que a la distancia se pierden pero que para los actores de este período resultaban significativas. Las conclusiones de este tema, señalan que no se observa entre los psicólogos la cohesión y homogeneidad grupal que es dable observar en otras profesiones. Sin embargo, los datos que surgen de la encuesta en lo referido a “ocio y recreación” dan cuenta de similitudes en los estilos de vida y en la utilización del tiempo libre derivados de una común pertenencia a una clase social definida: la clase media con importantes inquietudes intelectuales. (Gomel y Litvinoff, 1975).Por lo tanto observamos como hacia finales de la década del 60 el escenario es completamente otro y las relaciones conflictivas con otros grupos profesionales retornan sobre el mismo grupo de psicólogos. De la mano de la consolidación en la sociedad de un discurso psicológico y en el contexto de una alta movilización política de los intelectuales argentinos, los psicólogos ya no conforman un “nosotros”al mismo tiempo que el tema por el que venían peleando los psicólogos desde el comienzo de la década se cierra en términos legales. El debate alrededor del ejercicio de la psicoterapia entra en una nueva etapa con la promulgación en el año 1967 de la ley 17.132 de Ejercicio Profesional de la Medicina que prohibió expresamente a los psicólogos el ejercicio de la psicoterapia y del psicoanálisis. Sus funciones quedaron limitadas a la aplicación de tests y a la realización de tareas de investigación en psicopatología y en medicina la colaboración en tareas de rehabilitación, ambas bajo supervisión médica.Resulta paradójico entonces que, paralelamente a este reconocimiento legal por la negativa visualizamos del lado de los psicólogos la afirmación y consolidación de un perfil profesional clínico que puede observarse en el establecimiento de diferentes tipos de proyectos, científicos, institucionales y editoriales promovidos directamente por los psicólogos. Estos proyectos dan cuenta de un grado de autonomía profesional que no encontramos en los años anteriores y que nos permite hablar de un segundo período en este proceso de profesionalización.Por un lado, podemos señalar las nuevas publicaciones “psi” mencionadas anteriormente y que salen al mercado en el año 1969. Entre ellas, nos interesa principalmente la Revista Argentina de Psicología publicada por la APBAAsimismo, se constituyen las primeras instituciones psicólogicas dirigidas por psicólogos. En el año 1967 se crearon el Centro de Investigación y Asesoramiento Psicológico (CIAP) y la Escuela de Psicología Clínica de Niños. Las instituciones donde desempeñaban sus tareas los psicólogos se ampliaron tanto en el ámbito público como en el privado. La revisión de los artículos publicados en los primeros años de la RAP nos permitieron realizar una lista de los espacios de inserción de los nuevos profesionales que contrasta en su magnitud con las referencias de mediados de la década.Por otro lado, este proceso que podríamos definir como de "autoafirmación" profesional se ve convalidado o quizás también generado por el reconocimiento que le otorgan a los psicólogos instituciones de prestigio como el Instituto Nacional de Salud Mental y la Universidad de Buenos Aires. Se trata claramente de un proceso dialéctico que va a llevar a una consolidación del rol en un contexto de disputas internas y de evidentes restricciones legales. Sin embargo, resulta importante subrayar contra una lectura ingenua que podría encontrar en el año 1967 con la Ley 17.132 una limitación al ejercicio de la profesión, la existencia en el mismo período de otros indicadores claros que nos hablan de un reconocimiento de la existencia de un grupo profesional definido. Entre ellos podemos mencionar, en ese año la implementación del Sistema de Residencias para Psicólogos Clínicos por parte del

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Instituto Nacional de Salud Mental que si bien permitía el desarrollo y la capacitación profesional de un grupo muy reducido de psicólogos sentaba las bases también de la incorporación de los psicólogos al sistema de formación clínica específico de los médicos. Situación que, en términos de preparación y entrenamiento colocaba a los psicólogos en un pie de igualdad con los profesionales del campo médico. En 1970 se realizó el Primer Simposio cerrado de Psicología Clínica para evaluar los resultados de este proceso. (Harari y Musso, 1970) Paralelamente, luego de las renuncias masivas en la Universidad que siguieron a la "Noche de los Bastones Largos", el Interventor de la Carrera de Psicología, el Dr. Ipar, solicitó a la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires la colaboración para poder retomar el funcionamiento habitual de la casa de estudios a través del ofrecimiento a los psicólogos de cubrir 16 de las cátedras de la carrera.[37]. Los psicólogos de este modo son convocados en el mismo pie de igualdad con los psiquiátras y los psicoanalistas para normalizar el funcionamiento de la carrera de psicología. [38] En este momento la presidenta de la APBA era María Luisa Siquier Ocampo y luego de revolverse en Asamblea se decidió aceptar el ofrecimiento con discusiones importantes acerca de cómo llevar a cabo el proceso. Finalmente se optó por un llamado a concurso realizado por la misma Asociación.Lo interesante aquí es constatar como la Asociación de Psicólogos es considerada una institución representativa de los intereses de los psicólogos y los psicólogos mismos son reconocidos como actores sociales que pueden hacerse cargo de su propia formación del mismo modo que los profesionales destacados de distintos campos que venían realizando la tarea hasta el momento.Asimismo, observamos como la Asociación adquiere la difícil responsabilidad de ser juez y parte en el terreno de las acreditaciones profesionales para formar nuevos profesionales. Situación que si bien hacia dentro generó serias disputas, hacia fuera nos permite pensar en la existencia de dificultades importantes en el terreno de la legitimación de una formación que otorga a sus propios egresados recientes un desafío de estas características. No es nuestra intención entrar en el terreno de las capacidades individuales de quienes asumieron este desafío sino de poder pensar en las condiciones atípicas que definieron a un sistema de formación cuando se transforman en titulares de cátedra profesionales que no cuentan con más de cinco años de graduados y a lo sumo el mismo tiempo de experiencia docente en la temática.Las condiciones particulares del proceso político argentino determinaron un antes y un después en la historia de la universidad argentina. En el caso específico de la carrera de psicología, la intervención en la universidad promovió el rápido crecimiento de profesionales en la asunción de responsabilidades docentes, otorgándoles un reconocimiento que les hubiese sido más complejo de obtener en condiciones de normalidad institucional.Asimismo, reveló la vacancia de referentes claros de saber en lo tocante a la habilitación y formación de estos nuevos profesionales. En efecto, ¿qué instituciones o figuras representativas estaban en condiciones de evaluar objetivamente el "saber" de los psicólogos para enseñar? Fueron los mismos psicólogos a través de la Asociación gremial que los nucleaba, quienes cumplieron ese rol, clausurando de esta manera la apertura interdisciplinaria que caracterizó el período precedente y estableciendo las bases para un modelo endogámico de formación que llevó a ocultar quizás antes de tiempos las incertidumbre y vacilaciones en la definición del rol. Por lo tanto, podemos definir a partir de 1967 un nuevo período en el proceso de profesionalización de la psicología en la Argentina que presenta características peculiares y distintas que permiten diferenciarlo con claridad del período anterior.