bourdieu, pierre - razones practicas anexo 2- la doble ruptura.pdf

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    Anexo 2La doble ruptura1

    Tanto en el mbito del conocimiento como en lo dems,se establece competencia entre grupos o colectividades por loque Heidegger llam la interpretacin pblica de la reali-dad. De manera ms o menos consciente, los grupos en con-flicto pretenden imponer su interpretacin de lo que las cosas

    fueron, son y sern. No tendra ningn reparo en asumircomo ma esta propuesta que Robert Merton formulaba porprimera vez en The Sociology of Science.2 A menudo yo mismohe recordado que, si hay una verdad, es que la verdad es unenvite de luchas. Esta afirmacin es particularmente vlidapara los universos sociales relativamente autnomos que yollamo campos y donde unos profesionales de la produccin

    simblica se enfrentan, en unas luchas cuya apuesta es la im-posicin de los principios legtimos de visin y de divisin delmundo natural y del mundo social. De lo que resulta que unade las tareas centrales de una ciencia de la ciencia consiste endeterminar lo que el campo cientfico comparte con los dems

    1. Este texto se public en ingls, bajo el ttulo Animadversiones in Merto-nem, en J. Clark, C. y S. Modgil (eds.), Robert K. Merton: Consensus and Con-troversy,LondresNueva York, Falmer Press, 1990, pgs. 297301.

    2. In the cognitive domain as in others, there is competition amonggroups or collectivities to capture what Heidegger called the public interpre-

    tation of reality. With varying degrees of intent, groups in confl ct want toi

    make their interpretation the prevailing one of how things were and are and

    will be (R. K. Merton, The Sociology of Science,Chicago, Chicago University

    Press, 1973, pgs. 110111).

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    campos, campo religioso, campo filosfico, campo artstico,etc., y en lo que difiere.

    Uno de los mayores mritos de Robert Merton estriba enhaber planteado que el mundo de la ciencia ha de ser anali-zado sociolgicamente, y ello absolutamente, sin excepcin niconcesin: lo que significa que los promotores del pretendidoprograma fuerte (strong program.) en sociologa de la cienciano hacen ms, como decimos en francs, que derribar puertasabiertas cuando afirman a bombo y platillo que cualquier co-nocimiento ha de ser tratado como materia de investigacin

    (all knowledge should be treated thru and thru as material forinvestigation.).1 Acaso no deca Merton, ya en 1945, que la re-volucin copernicana consiste en la hiptesis de que no sloel error, la ilusin o la creencia sin fundamento sino el propiodescubrimiento de la verdad estn condicionados por la socie-dad y por la historia?2 Pero adems, a diferencia de sus crticosradicales, estableci que la ciencia ha de plantearse en su re-

    lacin con el cosmos social en la que est inmersa por unaparte y por otra con el universo cientfico, mundo dotado dereglas de funcionamiento propias, que hay que describir yanalizar. Al respecto, los defensores del programa fuerte se-alan en efecto una regresin: segn una lgica que se ob-serva en todas las ciencias culturales, es decir en materia dehistoria del derecho, del arte, de la literatura o de la filosofa,slo abandonan la lectura interna, que todos estos universoscientficos pretenden imponer, para caer en la lectura externams brutalmente reductora, haciendo abstraccin de la lgicaespecfica del mundo de la produccin y de los productoresprofesionales, artistas, escritores, filsofos o cientficos.

    Pero aunque Merton levanta acta de la existencia del mi-

    crocosmos cientfico sigue aplicndole unas categoras de an-lisis que le vienen impuestas por este mundo mismo, ofre-

    1. David Bloor, Knowledge and Social Imagery, Londres, Routledge andKegan Paul, 1976, pg. 1.

    2. R. K. Merton, Sociology of Knowledge, enGurvitch y Moore (eds.),Twentieth Century Sociology, Nueva York, Philosophical Library, pgs.

    366405.

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    ciendo as para una descripcin de sus leyes positivas de fun-cionamiento un registro de las reglas normativas oficialmenteprofesadas. De este modo slo aparentemente abandona lalectura interna que, tanto en historia del arte o de la filoso-

    fa como en historia de la ciencia, va pareja con una visin ha-giogrfica de quienes hacen el arte, la ciencia o la filosofa.Con mayor precisin, omite plantear el interrogante de la re-lacin entre, por un lado, los valores ideales que reconoce lacomunidad cientfica (otra mitologa indgena), objetividad,originalidad y utilidad, y las normas que sta profesa, univer-

    salismo, comunismo intelectual, desinters y escepticismo, y,por el otro, la estructura social del universo cientfico, los me-canismos que tienden a facilitar control y comunicacin,evaluacin y retribucin, reclutamiento y enseanza.

    Es sin embargo en esta relacin donde reside el principiode la especificidad del campo cientfico, de la doble verdadque lo caracteriza propiamente y que evita tanto la visin

    idealizada e ingenuamente irnica de tipo mertoniano comola visin reductora e ingenuamente cnica de los defensoresdel programa fuerte. Nos encontramos frente a un caso en-tre muchos otros de alternativa obligada que se produce en losmbitos ms diferentes del anlisis del mundo social (y quevuelve actualmente con fuerza, entre los propios historiado-

    res, bajo la vieja alternativa de la historia de las ideas y dela historia social).

    La ingenuidad de primer orden, que consiste en aceptar larepresentacin ideal o idealizada que de s mismos dan los po-deres simblicos (Estado, Derecho, Arte, Ciencia, etc.), su-giere en cierto modo una ingenuidad de segundo orden, la delos listillos, como habra dicho Pascal, que no quieren que

    les cuenten cuentos. El placer de sentirse astuto, desengaadoy desengaador, de drselas de desencantado desencantador,es fuente de muchos errores cientficos: aunque slo sea por-que incita a olvidar que la ilusin denunciada forma parte dela realidad y que se la ha de inscribir en el modelo que tieneque dar razn de ella, y que, en primera instancia, no puede

    construirse ms que contra ella.86

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    Si, sometindose al principio de reflexividad que ellosmismos invocan,1 los defensores del programa fuerte supie-ran observar con la mirada de la sociologa de la ciencia supropia prctica, reconoceran al punto en las rupturas falsa-

    mente revolucionarias que llevan a cabo las formas ms co-munes de las estrategias de subversin mediante las cuales losrecin ingresados tratan de afirmarse contra sus predecesoresy que, porque estn bien concebidas para seducir a los aficio-nados a la novedad, constituyen un buen medio de llevar acabo a bajo costo una acumulacin inicial de capital simb-

    lico. El tono grandioso y arrogante de proclamas autovalora-doras que recuerdan el manifiesto literario o el programa pol-tico ms que el proyecto cientfico es tpico de las estrategiasmediante las cuales, en algunos campos, los postulantes msambiciosos o pretenciosos afirman una voluntad de rupturaque, al tratar de desacreditar a las autoridades establecidas, in-tenta determinar una transferencia de su capital simblico en

    beneficio de los profetas de volver a comenzar de forma ra-dical.

    El ultrarradicalismo de una denuncia sacrlega del carctersagrado de la ciencia que tiende a extender la sospecha a to-dos los intentos de fundamentar, incluso sociolgicamente, lavalidez universal de la razn cientfica conduce naturalmente

    a una especie de nihilismo subjetivista: as el propsito delibe-rado de radicalizacin que inspira a Steve Woolgar y a BrunoLatour hace que lleven al lmite o reduzcan al absurdo anlisisque, como los que propuse hace ms de diez aos, intentan nocaer en la alternativa del relativismo y del absolutismo.2 Re-cordar la dimensin social de las estrategias cientficas no sig-nifica reducir las demostraciones cientficas a meras exhibicio-

    nes retricas; invocar el papel del capital simblico como

    1. D. Bloor, op. cit., pg. 8.

    2. S. Woolgar y B. Latour, Laboratory Life, the Social Construction of Scientific Facts, Beverly Hills, Sage, 1977; B. Latour, Science in Action, Har-vard, Harvard University Press, 1987; P. Bourdieu, The specificity of the Scien-tific Field and the Social Conditions of the Progress of Reason, Social Science

    Information, XIV, 6 de diciembre de 1975, pgs. 1947.

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    arma y apuesta de las luchas cientficas no significa convertirla persecucin del beneficio simblico en el fin o la razn deser exclusivos de los comportamientos cientficos; desvelar lalgica agonstica del funcionamiento del campo cientfico no

    significa ignorar que la competencia no excluye la comple-mentariedad o la cooperacin, y que, de la competencia y dela competicin mismas, pueden surgir, en unas condicionesdeterminadas, los controles y los intereses de conocimien-to que la visin ingenua registra sin plantearse ningn inte-rrogante sobre las condiciones sociales de su gnesis.

    El anlisis cientfico del funcionamiento del campo cient-fico slo resulta tan difcil de elaborar, y tan fcil de caricatu-rizar, a travs de una reduccin a uno u otro de los trminosde las oposiciones que ha de superar (irenismo y cinismo, ab-solutismo y relativismo, internalismo y reduccionismo, etc.), yporque supone una doble ruptura con unas representacionessociales que, en definitiva, son esperadas ms o menos por un

    igual, por lo tanto recompensadas socialmente: ruptura con larepresentacin ideal que los cientficos han dado y dan de smismos; ruptura con la representacin ingenuamente crticaque, al reducir la moral profesional a una ideologa profesio-nal, mediante una sencilla inversin de la visin encantada,olvida que la libido sciendi es una libido cientfica.1 Esta libido

    1. La visin ideal y la visin radical forman una pareja epistemolgica

    cuyos trminos se oponen en la realidad de la existencia social bajo la forma de ladivisin social entre una visin optimista y una visin pesimista (simbolizada porel nombre de La Rochefoucauld). De lo que resulta que los partidarios de aquellatienden, a menudo sin siquiera darse cuenta, a reducir la visin cientfica a la vi-sin radical, como aquel socilogo de la literatura alemana, Peter Brger que, apropsito del campo literario, escribe: Bourdieu [...] analiza las acciones de lossujetos dentro de lo que l llama el campo cultural teniendo en cuenta exclusiva-mente las posibilidades de conquistar poder y prestigio y considera los objetos

    meramente como medios estratgicos que los productores utilizan en la lucha porel poder (P. Brger, On the Literary History, Poe ics, agosto de 1985, pgs.t199207). De lo que resulta que la radicalizacin al estilo de Woolgar y Latour,que oculta bajo las apariencias de una superacin radical una regresin hacia unade las posiciones de sentido comn con las que la ciencia tiene que romper, su-ministra armas para las estrategias de amalgama y de contaminacin (consultarpor ejemplo F. A. Isambert, Un programa fuerte en sociologa de la ciencia, Re-vue franaise de sociologie,XXIV, julioagosto de 1985, pgs. 485508); estrate-

    gia tanto ms fcil de poner en marcha, y difcil de contrarrestar, cuanto que, en

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    es producida por el campo cientfico y se rige por las leyesinmanentes que regulan su funcionamiento y que nada tie-nen que ver con las normas ideales planteadas por los cient-ficos y recuperadas por la sociologa hagiogrfica sin ser no

    obstante reductibles a las leyes que rigen las prcticas enotros campos (el campo poltico o el campo econmico porejemplo).

    Al margen de que la idea de que la actividad cientfica esuna actividad social, y de que asimismo la elaboracin cient-fica es una elaboracin social de la realidad, no constituye en

    ningn modo nada que pueda calificarse de descubrimientoasombroso, resulta que slo tiene sentido si se la especifica.Hay que recordar tambin en efecto que el campo cientficoes un universo social como los dems donde se trata, como entodas partes, de cuestiones de poder, de capital, de relacionesde fuerza, de luchas para conservar o transformar esas rela-ciones de fuerza, de estrategias de conservacin o de subver-sin, etc., y un mundo aparte, dotado de sus propias leyes defuncionamiento que hacen que no haya ninguno de los ras-gos designados por los conceptos utilizados para describirloque no revista una forma especfica, irreductible a cualquierotra.

    La actividad cientfica se engendra en la relacin entre las

    disposiciones reguladas de un habitus cientfico que en partees producto de la incorporacin de la necesidad inmanentedel campo cientfico y las imposiciones estructurales ejercidaspor este campo en un momento dado del tiempo. Lo que sig-nifica que las imposiciones epistemolgicas, las que revelan ex

    post los tratados de metodologa, se ejercen a travs de imposi-ciones sociales. La libido sciendi, como cualquier pasin,puede originar todo tipo de acciones contrarias a las normasideales definidas por Merton, trtese de las luchas ms despia-dadas por la captacin de los descubrimientos (tan juiciosa-

    este mbito como en tantos otros, los comentaristas o los usuarios bienintencio-nados reducen el anlisis basado en la doble ruptura a la visin reductora en con-

    tra de la cual, entre otros, se define.

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    mente analizadas por el propio Merton),1 como de las estrate-gias de plagio, mejor o peor disimulado, de farol, de imposi-cin simblica, de las que ya hemos visto algunos ejemplos;pero tambin puede ser origen de todas las virtudes cientfi-

    cas, cuando, segn el modelo de Maquiavelo, las leyes positi-vas de la Ciudad del Saber son de tal naturaleza que a los ciu-dadanos de la ciencia les interesa la virtud.

    Cuando, en un campo cientfico que ha alcanzado un altonivel de autonoma, las leyes de formacin de los precios (ma-teriales y simblicos) que revisten las actividades y las obras

    cientficas estn en disposicin de imponer prcticamente almargen de cualquier imperativo normativo y, las ms de lasveces, a travs de las disposiciones de habitus progresivamenteajustados a su necesidad las normas cognoscitivas a las quelos investigadores han de someterse quieran o no para el esta-blecimiento de la validez de sus enunciados, las pulsiones dela libido dominandi cientfica slo pueden alcanzar satisfac-

    cin si se someten a la censura especfica del campo. Este lesexige utilizar las vas de la razn cientfica y del dilogo argu-mentativo tales como las define en un momento determinadodel tiempo, es decir les exige sublimarse en una libido sciendi,que slo puede ganar a sus adversarios en las reglas del arte,enfrentando un teorema a otro teorema, una refutacin a unademostracin, un hecho cientfico a otro hecho cientfico.sta es la filosofa de la alquimia que transforma el apetito deconocimiento en inters de conocimiento.

    1. I had elected to focus on a recurrent phenomenon in science over thecenturies, though one which had been ignored for systematic study: priority-

    conflicts among scientists, including the greatest among them, who wanted toreap the glory of having been first to made a particular scientific discovery or

    scholarly distribution. This was paradoxically coupled with strong denials, by

    themselves and by disciples, of their ever having had such an unworthy and

    puerile motiv for doing science(R. K. Merton, art. cit., pg. 21). Este resumendel famoso artculo de los descubrimientos mltiples (consultar R. K. Merton,The Sociology of Science, op. cit., pgs. 371382) contiene en su totalidad la para-doja del campo cientfico que produce a la vez la lucha de los intereses y la norma

    que impone la denegacin del inters.

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    4. ESPRITUS DE ESTADO.GNESIS Y ESTRUCTURA DEL CAMPOBUROCRTICO1

    Proponerse pensar el Estado significa exponerse a retomarpor cuenta propia un pensamiento de Estado, a aplicar al Es-tado unas categoras de pensamiento producidas y avaladaspor el Estado, por lo tanto a no reconocer la verdad ms fun-damental de ste. Esta afirmacin, que puede parecer a la vez

    abstracta y perentoria, acabar imponindose con mayor natu-ralidad si, al llegar a la conclusin de la demostracin, seacepta volver a este punto de partida, pero armado con el co-nocimiento de uno de los poderes ms importantes del Es-tado, el de producir y de imponer (en particular mediante laescuela) las categoras de pensamiento que aplicamos a todo

    lo que en el mundo hay, y al propio Estado.Pero, para facilitar una primera traduccin ms intuitiva

    de este anlisis, y hacer perceptible el peligro que siempre co-rremos de ser pensados por un Estado que creemos pensar,quisiera citar un fragmento de Maestros antiguos de ThomasBernhard: La escuela es la escuela del Estado, donde se con-vierte a los jvenes en criaturas del Estado, es decir nica y

    exclusivamente en secuaces del Estado. Cuando ingres en laescuela, ingres en el Estado, y como el Estado destruye a losseres, ingres en el centro de destruccin de los seres. [...] ElEstado me ha obligado a ingresar en l por la fuerza, como a

    1. Este texto es la transcripcin de una conferencia pronunciada en Amster-dam en junio de 1991.

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