breve historia del premie “leopoldo alas”...premio «leopoldo alas» para libros de cuentos...

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Breve historia del premie “Leopoldo AlasESTEBAN PADR6S DE PALACIOS E «Preinio Leopoldo Alas para libros de cuentos literarios» durd quince anos, de 1955 a 1969. Aparte de los originales premiados, Editorial Rocas publicd, durante este pe- riodo, otros veintisdis Ubros de cuentos que recogieron la obra de auto- res cuya importancia el tiempo no ha hecho mds que refrend^. Sor- prende advertir c6mo el esfuerzo en pro de este gdnero literano ha siao ignorado por la crftica y por los propios estudiosos del cuento espanol contempordneo, Ahora que se me brinda la ocasi6n, voy a aportar, con ayuda de la memoria de unos ^tos mementos y de los papeles que obran en mi poder como secretario que fui del premio, un resumen de aquellos anos en los que crefamos, ilusionados, en la =? repercusidn literaria de nuestra labor. La creaci6n del premio La idea germinal surgid del di^logo entre Enrique Badosa y yo. Nocttobulos y penpatdticos, recorrfamos las calles de Barcelona buscando en la conversacidn las emociones que 61

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Page 1: Breve historia del premie “Leopoldo Alas”...Premio «Leopoldo Alas» para Libros de Cuentos Literarios. Los azares dc la vida literaria, fruto siempre del si^o de los tiempos,

Breve historia del premie “Leopoldo Alas”

ESTEBAN PADR6S DE PALACIOS

E «Preinio Leopoldo Alas para libros de cuentos literarios» durd quince anos, de 1955 a 1969. Aparte de los originales premiados, Editorial Rocas publicd, durante este pe- riodo, otros veintisdis Ubros de cuentos que recogieron la obra de auto- res cuya importancia el tiempo no ha hecho mds que refrend^. Sor- prende advertir c6mo el esfuerzo en pro de este gdnero literano ha siao ignorado por la crftica y por los propios estudiosos del cuento espanol contempordneo,

Ahora que se me brinda la ocasi6n, voy a aportar, con ayuda de la memoria de unos ^tos mementos y de los papeles que obran en mi poder como secretario que fui del premio, un resumen de aquellos anos en los que crefamos, ilusionados, en la

=? repercusidn literaria de nuestra labor.

La creaci6n del premio

La idea germinal surgid del di^logo entre Enrique Badosa y yo. Nocttobulos y penpatdticos, recorrfamos las calles de Barcelona buscando en la conversacidn las emociones que

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cagguire
Typewritten Text
Lateral, IV, 28, abril de 1997
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ESTEBAN PADR6s DE PALAQOS

iSrS'wcb toS/nS* de profundaoonfonuisroo. la co“’,a^“^

parcelas de nuestra atencidn fVAfof^ ocupaba grandesg^nero propircM y creemos que el cuento es un

rias no aclaran nada Y al narecer hawa P^eceptivas litera-sea com para P^”"*habiamos acunado con la deHdvQ i , entonces,« d«, “•■es un texto, prefercntementp a cuento —decimos—cidn se intensifica y aclaia en el roisli ^

Es evidente quHn ^ o „n nn T‘" ° ”°vejista.tos, pero en todo caso no serf por el mem buenos cuen-abreviado. P de escribir un texto

SI^=SiSESScia, intenta producir un efebto^CS ™ es^®en definitiva, teciear nuestro SSSeTcSfleH-nismo narrativo en el one tnHn c» i, ii ®**®*®"®*®*> mediante un orga-capaces de so^^ro^d^TleLtr ** "gafio, sino roX£ "" «»-

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EL PREMIO «LEOPOLDO ALAS»

iniciativas. Y asf, cn las nochcs de 1954, que s61o tenfan el imprevisto de nuestra propia juventud, fue materializ^ndose la idea y la realidad del premio.

La eleccidn del tftulo y los mecenas

La eleccidn del nombre de Leopoldo Alas para denominar el premio se impuso de inmediato. La lectura de La Regenta nos habia producido un entusiasmo que los anos no ban hecho que aumentar. Admiradores del autor, abundamos en su obra como crftico y como cuentista con exhaustiva avidez.

Pero la eleccidn no se apoyaba s61o en motivos literarios. Leopoldo Alas representaba en aquellos anos la frontera de lo permitido. Su nombre era silenciado y La Regenta unica- mente se toleraba en la poco asequible edicidn de lujo de «Biblioteca Nueva», 1947. Una hiperestesia moral enfermiza, la desinformacidn y la parcelacidn cultural como baluarte de esencias patridticas, veian en La Regenta una obra irreligiosa y anticlerical. Nada tan superficial y equi- vocado. Y a Leopoldo Alas, como un escritor nocivo y peligroso. Nada tan equivocado tambidn. Leopoldo Alas era para nosotros el represen- tante de un atormentado y sincero afiui de libeitad interior. El escritor inconformista, el liberal, no de partido, sino de actitud.

Asf pues, con su nombre para el premio, recab^bamos nuestra propia independencia, nuestro libera- lismo, el intento de ponemos al margen de toda actitud servilmente ofi- cial o aparatosamente subversiva. Nuestras ambiciones eran estricta- mente literarias y con resultar incdmbdos nos bastaba.

Los trdmites para la concesidn del premio fueion menos laboriosos de lo que esper^bamos. Con algun tira y afloja se autorizd al fin el nombre de don Leopoldo para nuestro cer- tamen.

La idea del premio estaba en pie. Faltaba ponerlo en marcha. Acudimos con nuestros proyectos a los

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Premio «Leopoldo Alas» para Libros de Cuentos Literarios.

Los azares dc la vida literaria, fruto siempre del si^o de los tiempos, han hecho que el cuento —^g&iero de tan gloriosa tradicidn— sea visto con cierto, cuando no evi- dente, nienosprecio por parte del pdblico lector, por parte de los editores y por parte del escntor —sin que se pueda decir cufl de estos tres elementos es enta^ente res- ponsable de nnii mtrevista decadencia del cuento—. Creado el cfrculo vicioso, el es- critor no escribe cuentos poxque &tos linden poco econdmicamente, ya que el editor no suele pubUcarlos porque supone que no encontrari unos lectors, cuando puede que los lectores existan, asf como los escritores dispuestos a escribir cuentos... Y asfsucesivamente. .....

Para gwiif al paso de una situacidn enojosa para el escntor que sienta inclinacion por el diffcil gdnero literario que es el cuento, y para honrar la memoria del insigne literate asturiano Leopoldo Alas, «aarih», uno de los mejores cucntistas espailoles, se crea el «Premlo Leopoldo Alas, para Libros de Cuentos Llterarlos», que se regird de acuerdo con las siguientes

BASES:

I - El premio «Leopoldo Alas para Libros de Cuentos LitCTarios», se concederi al libro de cuentos esoitos en Castellano que, a juicio del jurado designado a tal efecte, retina las mejores condiciones de calidad, altura literaria y de sujeccidn al gdnero «cuente», distinte de la llamada «novela corta» o de la narracidn.

n - Podrtbi aspirar a este galarddn tedos aquellos escritores espailoles e hispa- noamericanos que envfen al concurso uno o mds libros de cuentos inddites que formen un volumen no superior a las ciente cincuenta cuartillas holandesas mecanografiadas a doble espacio y a una sola cara, y no inferior a las cien.

in - El premio consistird en la cantidad de cinco mil pesetas y en la edicidn de la obra premiada en la icColeccidn de Cuentos Leopoldo Alas», oreada por los fundadores del pronio, los cuales, a la vez, tendrdn derecho a publicar la obra Enalista, caso de considerarlo pertinente. El autor cuya obra se publique cederd los derechos de la primera edicidn a la coleccidn.

IV - El plazo de admisidn de originales —dos ejemplares de cada libro presen- tado— Enalizard el tiltimo dfa del aik> m curso. Los originales deben mandarse a las siguientes seiias: Paseo de Gracia, 98-1*, Barceiona, Espana, y con la indi- cacidn: «Para el Premio Leopoldo Alas para libros de Cuentos Lltera- rios».

V - La concesidn del premio tendrd efecte en Barcelona, a los dos meses de la fecha tope para la admisidn de originales, y en el transcurso de un acte literario que oportunamente se anunciard. La composicidn del jurado se dard al concederse el pre­mio.

VI - El premio puede declararse desierte, si la calidad de las obras presentadas no ' justifican su adjudicacidn. Se entiende que los concursantes aceptan fntegramente lasbases de esta convocateria.

LOS FUNDADORES DEL«PREMIOLEOPOLDO ALAS PARA LIBROS DE CUENTOS LITERARIOS*

Dr. Martin Gairiga Roca Dr. Manuel Carreras RocaEsteban Padrds de Palacios y Enrique Badosa

Barcelona, julio de 19SS

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ESTEBAN PADR6S DE PALAaOS

doctotes Mardh Garriga Roca y Manuel Caneras Roca. Los dos mayores que nosotros, hiunanistas Ilenos de energla y ambos esciito- les, si no en el campo de la cieacidn literaria, sf en el de la profesional, Gairiga era la manifestacidn del optimismo vital, amable y contagioso, que todo lo ve posible. Pero era Manuel Carrms el dnico del grupo dc amistades capaz de llevar adelante, con escasfsimos medios econdmi- cos, todos los aspectos prdcticos del empeiio. Aceptaron el proyecto, que acto seguido comen^ a mostrar todo gdnero de dificultades.

Editorial Rocas y la estructuracidn de las bases

Nuestro mayor cuidado era la inde- pendencia. Poder ofrecer a los posibles concursantes la buena fe de unas votaciones desligadas de todo conqiromiso econdmico, polftico, publidtaiio. Paia ello era necesario evitar ponemos en las manos de un ^tor que, casi inevitablemente, habrfa establecido una hegemonfa indeseada. Aparte de que proponer en aquellos dfas a un editor piofe- sional la publicaddn de libros de cuentos literarios, era pensar en lo excusado. Si querfamos fomentar el inteids por el cuento, era poique este interds no existfa; y si no existfa, no habfa editor capaz de jugarse una peseta en tal intento.

Asf las cosas, Manuel Carreras, con cl apoyo de Martfh Garriga, fimdd Editorial Rocas con el solo objeto de publicar, en piincipio, los libros premiados, los finalistas y, a ser posible, algunos otros que nos paiecieian meritorios. Denominamos a esta futura apoteosis del cuento espafiol «Coleccidn Leopoldo Alas».

Desde el primer momento saltd a la vista el riesgo de la empresa. No sdlo no iba a dar un duro, sino que lo que se tenfa que calcular era si los gastos seifan soportables. Nuestios mecenas no eran ricos, eran simplemente profesionales dignamente asentados. Si el pmmio lograba autofinanciarse, em el miximn a que se podfa aspirar. Dejamos este camino, tan ajeno a nuestios talentos, en manos de Manuel Carreras y nos dedicamos a redactar las bases.

^stas comenzaban con una declaracidn de piincipios en favor del cuento, a la que seguian las nor-

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EL PREMIO «LEOPOLDO ALAS»

mas para la presentaci6n de los libros. El premio estaba dotado con cinco mil pesetas, cantidad que hoy parece irrisoria, y nos compiome- tfamos a publicar la primera edicidn del libro ganador y del finalista, quienes cederfan sus deiechos para esta primera edicidn. Despuds los recuperarfan y podrian disponer de su obra libiemente. De momento no alcanzdbamos a ofrecer mlks. Pero la realidad mostrd que los escritoies de cuentos estaban esperando la ocasidn de publicar su libro y que la unica via posible era el «Piemio Leopoldo Alas». La frugalidki de la bolsa no arredrd a los comensales.

Jyrado y mecanismo de lecturas

Rdpidamente procedimos a la for- macidn del jurado. Evitamos nombres prestigiosos que podfan romper una libertad de opinidn que estimdbamos imprescindible. Todos los miembros eran personas con largas horas de lectura y de critica literaria. Garriga Roca, ejemplo inolvidable de bonhomfa y generoso entu- siasmo, ocupd el cargo de piesidente sin voto. El jurado propiamente dicho lo formdbamos: Manuel Carreras, del que ya he hablado, que ponfa en las discusiones el punto de vista de un matizado pragmatismo; Manuel Pla Salat, cuya sdlida formacidn en ciencias y letras y una inte- ligencia tan aguda como apasionada, y aun devastadora si llegaba el caso, le hacen una de las personas m^ inteiesantes y formadvas que he tenido la suerte de conocer, Gonzalo Lloveras, medico y escritor, crftico sagaz que valoraba la audacia creadora desenfatizada y humorfstica; Miguel Dalmau, tambi^n medico y escritor, interesado por los conteni- dos trascendentes capaces de elevar la £ui6cdota a categorfa; Enrique Badosa, el m^s profesionalizado en el campo de las letras, autor ya entonces de libros de poemas y ensayo, y cuyo bisturf critico penetraba en los textos con una exigencia formal que no hubiese desdehado el propio «Clarih»; Juan Planas Cerdd, abogado, con fina y educada sen- sibilidad por lo que a las cuestiones de estilo se lefiere; y finalmente el que esto escribe, que actu6 como secietario durante los quince ahos que dur6 el premio, cargo que compardd con Juan Planas las cuatro convo- catorias en que €ste formd parte del jurado y, anos mis tarde, con Alejandro Trabal.

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ESTEBAN PADR6S DE PALAQOS

Nuestra labor como jurados era pura artesanfa. No podfamos ofieccr ni a los cscritores quc sc confiaban a nuestro cnterio, ni a nosotrbs misnios, can nada quc fervor y absoluta dedicacidn.

Los libros recibidos.se dividfan en lotes, y cada uno de estos lotes se adjudicaba a una paieja de lectores. Bastaba que uno de los dos lectores diera cl visto bueno, para que la obra pasara a la lectura general. Si los dos lectores rechazaban el origi­nal, ^ste pasaba entonces a la consideracidn del piesidente, y si Garriga lo aprobaba, el libro era sometido igualmente a la estimativa de todos los miembros del jurado. O sea que, para que un libro fuera definitiva- mente arrumbado, tenfan primero que coincidir en su desautoiizacidn la pareja lectora correspondiente y despuds el ciiterio de Garriga, inclinado mds bien a la benevolencia. Este procedimiento aseguraba que las obras rechazadas fueran rematadamente indigeribles. Y ponfa a los concur- santes a cubierto de los azares de un juicio individual.

Como veremos mis adelante, el jurado constd a vcces de siete miwnbros y otras de ocho. En el primer caso, el sistema de lectura y seleccidn funcionaba como se ha descrito. Cuando dramos ocho, uno de los lotes correspondfa a tres lectores. El presidente conservaba su opcidn de declarar los libros desechados como de lectura obligatoria para uxlos. S61o cuando el jurado constd de siete miembros —de 1959 a 1962—vot6 el presidente en la concesidn de los premios.

Un primer premio memorable

, , Quedamos muy sorprendidoscuaiido al poco tiempo de la convocatoria comenzaron a Uegar origina- les. Un buen libro de Carmela V. de Saint-Martin, El ndufrago, fue el pMcro que se recibid. Anos mds tarde, esta escritora ganarfa el IX «Premo L^poldo Alas». Cada paquete que llegaba era acogido como un obsequio personal. Y Manuel Carreras, en cuya casa se centralizaron la lece^ion de libros y las reuniones semanales del jurado, nos cornu- nicaba de inmediato la buena nueva de sucesivos alumbramientos. La

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idea de que unas personas que indudablemente habfan puesto en sus obras toda su ilusidn confiaran en nuestro criteno y se expusieran a la ecuanimidad de nuestro veredicto, aciecentaba nuestro seritinuento de responsabilidad e incluso de gradtud.

Cada mi^rcoles, despu^s de cenar, nos reunfamos en casa de Carreras y allf discutfamos las obras recibidas. Se lefan en voz alta los cuentps notables, se hacia prose- li^mo, se debatfan los pros y los contras de los textos; la dial€ctica Ue- gaba en ocasiones al bizantinismo. Resultaban unas veladas de las que salfamos enriquecidos literaria y humanamente. Pasados los anos, ban quedado en la memoria de todos como uno de los aspectos valiosos y significativos del premio.

Hasta que en una de aquellas noches estalld la bomba. La novedad cieadora que el lector y el crftico esperan en vano durante anos. Doce cuentos y uno mdSy de un desco- nocido Lauro Olmo, anunciaba la presencia de un extraordinario escri- tor. Fue una gran sorpresa y una inmensa alegria. Este solo libro justificaba la cieacidn del premio. Se foijaron toda suerte de suposicio- nes. No parecfa en absolute la obra de un autor novel. Y un nombre y apellido tan vegetales inducfan a pensar a los perspicaces que se trataba de un seuddnimo que ocultaba a un conocido novelista. Recuerdo que fue Enrique Badosa quien afirmd rotundamente que nos halldbamos ante el libro de un autor desconocido.

No faltaban, entie los treinta y cua- tro libros recibidos, obras meritorias, pero Doce cuentos y uno mds suponfa el descubrimiento de una personalidad literaria original, el creador de un mundo propio con un lenguaje propio.

Para redondear nuestras ambiciones no faltaron ni los recomendados. Un conocido escritor barcelonds que presentd un libro, por otra parte muy bueno, se vio apoyado por nume- rosos amigos que de un modo u otro presionaron a casi todos los miembros del jurado. Las posibilidades de este escritor se cotizaban muy altas. La prensa ventilaba ya su nombre dfas antes del premio. Su triunfo se daba por seguro. Y nadie suponfa que un jurado de «aficionados» resistiera la hipnosis del valor establecido. Cuando su obra cay6 en la segunda votacidn, en el Restaurante Parellada, donde se celebraba el certamen, se escuchd un oh de sorpresa y decepcidn. El

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«Premio Leopoldo Alas» acababa de dar prueba de madurez y de inde- pendencia. No seiia, por cierto, la ultima. Y superar los compiomisos, las influencias e incluso la incomodidad de resultar incdn^os con amigos y conocidos, fue una actitud que trascendid y que los concur- santes captaron agradecidos. La suerte nos depard, con un buen libro y un acto de libertad, la ejemplaridad que nos habfamos impuesto al crear el premio.

Un joven escritor, Pedro Espinosa Bravo, de biillante estilo y oiiginales argumentos, quedd finalista con el libro Vosotros desde cerca, que obtuvo dos votes.

La aventura editorial

Acabada la euforia de la concesidn del premio, se imponia la tarea —satisfactorio compromiso— de publi- car el libro ganador y, si cabfa en lo posible,jel finalista. Aquf las ilu- siones se conyirderon en martirio. Por un lado, los imperativos ideales de buen gusto, de modemidad, de esmerada presentacidn; por el otro, la inexperiencia, la falta de profesionalidad, el bajo presupuesto. Resul- tado: Doce cuentos y uno mds nacid feo. Sus propios padres tuvimos que reconoceilo asf. La cubierta, el formatd y la impresidn carecfan de atractivo y estaban muy por debajo de lo que la obra merecfa.

Otra diEcultad que se manifestd acto seguido como ominosa e insuperable fue la distribucidn. Si a los editores profesionales no les interesaban los libros de cuentos, a los distribuidores les interesaban todavfa menos. Los libros quedaban almacenados en vastes sdtanos en los que la humedad era el dnico y mds dvido lector de sus pdginas. Sdlo unas docenas de ejemplares dis- tribuidos a mano por los propios editores eran los pocos libros —aparte de los que recibieron crfticos y auter— que osaron asomar su triste cara por algunas librerfas amigas.

Nos percatamos de que era precise cambiar de rumbo, o el premio y nuestros afanes proselitistas se ven- drfan abajo. E>e acuerdo con Lauro Olmo, lanzamos una nueva edicidn,

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con cubierta e impresibn mis atractivas, que se mantuvieron hasta el nunoero veintinueve de la «Colecci6n Leopoldo Alas». Manuel Carreras ide6, ademds, un original medio no s61o de distribucidn sino de super- vivencia econdmica. Logrd, poniendo en marcha sus dotes de persua- si6n, que algunos laboratorios farmacduticos adquirieran el numero suficiente de ejemplares como para saldar los gastos del premio y de la edicidn. Estos laboratorios —^recordamos especialmente a Galup— regalaban el libro a los mddicos con motivo de su onom^stica. Si bien esta ingeniosa salida permitid continuar con el premio y la edicidn de libros, trajo como consecuencia que, aparte de la critica y de los propios autores, casi los unicos testigos y lectores de la «Coleccidn Leopoldo Alas» foeran los mddicos espanoles. Nos queda el consuelo de que sin duda las obras regaladas fueron del gusto de sus receptores, pues muy pocos libros de la coleccidn ban aparecido por las reventas. Esta florentina solucidn permitid publicar, ademds del libro ganador, una primera antologfa. Libro en el que Badosa y yo habfamos puesto la mayor ilusidn.

Las antologfas, el premio al mejor cuento y los prdlogos

Uno de los aspectos mds desagra- dables a la bora de votar es que sdlo un libro, entre mucbos, puede resultar ganador. Originales que en un certamen determinado podrian baber triunfado, en otro en cambio pueden entrar en competencia con otras obras todavia mejores y peider, por mera mala suerte cronoldgica, una oportunidad. Esto es acongojante. Tratindose de cuentos, adem^s se da la circunstancia de que en un libro, en conjunto regular y aun mediocre, se balle un cuento excepcional. Con el deseo de bacer justicia y contentar a todos los que merecen ser contentados, acordamos la con- feccidn de una antologfa con los mejores cuentos de cada convocatoria y un premio al mejor de los cuentos entre todos los presentados en cada concurso.

Consecuentes con nuestro criterio exaltador y difiisor del cuento, y para arrostrar ante criticos y lectores la responsabilidad de nuestro juicio, al final de cada cuento de la antologfa insert^bamos un comentario analftico en el que tratdbamos de probar la bondad del relate y las rutas de nuestra estimativa.

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j desgracia, la realizacidn de unaa^logfa para cada premio no pas6 del primer ano. Los laboratorios no podlan absorber el amplio caudal de utopfas did^cticas emanadas de nuestra buena voluntad. Hoy en dia, la antologia del primer «Leopoldo Alas» es una rareza tan dificil de obtener como un incunable

j Todos los libros ganadores, menosaos, y bastantes de los que formaron parte de la coleccidn, fueion pro- logados por algun miembra del jurado, sin que esto significara forzo- s^ente que el prologuista lo hubiese llevado como ganador. En cuanto al premio al mejor cuento, se instauixS a partir de la segunda convocato- na y persistid hasta el final. Se citaban el nombre del autor y el tftulo del cuento, pero dste no se publicaba a menos que no entrara a formar parte de un libio de la coleccion.

Evolucidn del ritual para la concesidn de los premios

, , Durante los cinco primeros anoscelebramos una cena en el Restaurante Parellada, de Barcelona —hoy desparecido—, situado en la Diagonal. Segmamos el modelo cHsico para este Upo de acontecimientos literario-sociales: propaganda previa —que la prensa nunca regated—cena y votaciones durante su decurso. La cwina de Parellada gozaba de una merecida fama, y los jurados del premio se impregnaron, por simpatfa, de una curiosa reputacidn de sibantas a la que tratamos de adaptamos bajo la sabia batuta gastrond- mica de Martin Garriga. El local, afortunadamente pequeno, podia llenarse por complete. Tenia la capacidad justa para albergar, en opti- mista apanencia, a los comensales que se habfan reclutado uno a uno, en otro alarde artesanal, por los miembros del jurado. Los mddicos ueron, una vez m^s, el soporte b^sico de este acontecer literario. Cabe

decir que estos actos tuvieron una esmerada organizacidn y alentadora ^nllantez. Los menus y los carnets de votaciones para el publico, muy bien presentados, estaban ilustrados con frases adecuadas de «Clarih». ranscnbud una de ellas como ejemplo: «Ni el bombero ni yo miramos

nuestro oficio como los juegos del circo. Ni el mundo es una pista, ni el tin de la vida ganar un premio». Leopoldo Alas («Solos y Paliques»).

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EL PREMIO «LEOPOLDO ALAS»

A partir del sexto y del sdptimo premips, que se concedieron en el Hotel Arycasa, en 1960, dimes fin a las cenas concurso. Recummos entonces a un «piscolabis» en Terraza Martini, con invitacidn a periodistas y escritorcs. Allf, el presidente lefa el acta de las votaciones con mencidn final del ganador del premio y del ganador del mejor cuento, que curiosamente nunca coincidieron en una misma persona.

Breve historia de los premios

He hecho ya mencidn del primer premio concedido en 1956 y cuyo prdlogo correspondid a Enrique Badosa. En tal ocasidn, no hubo discrepancias respecto al ganador ni respecto al finalista. Sin prejuicio alguno por nuestra parte, se impuso la juventud. Lauro Olmo tenia 35 anos y Pedro Espinosa Bravo, 21.

El segundo premio (1956)* nesultd, en cambio, muy conflictivo. Fue la convocatoria que reunid mayor numero de concursantes de elevado y parecido mdrito. Consecuente- mente, 1^ deliberaciones anteriores al premio resultaron apasionadas yla votacidn, llena de incertidumbre. Gand Jorge Ferrer-Vidal, 31anos con Sobre la piel del mundo, que prologud yo. Como finalista, con un voto de diferencia, Luis Goytisolo —^21 anos—, con El sol en las afueras, libro que con algunos arreglos y el titulo de Las afueras, obtuvo m^ tarde el premio «Biblioteca Breve», de Seix Barral.

Eara ilustrar lo que antes dije sobre la mala su^e cronoldgica de algunos autores, citard varios de los que en esta ocasidn coincidieron en el premio y que podrian haber ganado en otras convocatorias: Manuel San Martin, Medardo Fraile, Guillermo Sdnehez, Josd Marfa Rodrfguez Mdndez, Carmela V. de Saint-Martin, L^n Roca, Francisco Candel. Se dio la singular casualidad de que el numero de obras presentadas fue de treinta y cuatro, como en el primer ano.

« Aparece ratre paidntesis el afk) de la convocatexia.

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ESTEBAN PADR6S DE PALAaOS

El tercer premio (1957) correspon- di6 a Los desterrados, de Ram6n Nieto —23 anos—, con cuatro votos. Quedd finalista Julian G^lego —42 afios—, con Vivos y muertos. El numero de concursantes aumentd a sesenta y ties. Juan Planas prologd el libro ganador.

El cuarto premio (1958) lo gand un joven y desconocido pemano: Mario Vargas Llosa —^23 anos—, con Los jefeSy libro en el que alentaba la fuerza creadora de un buen escri- tor. Quedd finalista Manuel Alonso Alcalde —39 anos— con Ddnde van con su destino, que obtuvo cuatro votos. La participacidn fue la m^s nutrida que se registrd en la historia del premio: setenta y cinco concursantes. La critica, hasta entonces muy favorable a los libros premiados, no supo ver, en general, la calidad de Vargas Llosa y, asf, tuvimos que encajar una severa reprimenda, firmada por D. de F., en el Diario de Barcelona —21 de noviembre de 1959— en la que despuds de un exordio demoledor respecto al Idxico hispanoamericano de Mario Vargas, termina diciendo:

[...] Aparte de todo ello —^ya es mucho apartar—, el ambiente, la an^cdota de los cinco cuentos, se caen de viejos, a puro ser andguos conocidos de otras lecturas, las cuales quizds influyeran en el autor y de la que son tdcita, p^ no demasiado tdcita, r^iniscencia.

La verdad: no comprendo por qud don Juan Planas asegura, en el prdlogo que para Los jefes ha escrito, que el libro tiene un significado universal. Yo, desde luego, no me siento subordinado de tales «jefes», locaUstas a mds no poder.

En fin, es una Idstima que se premie lo que, sin premiarlo, podrfa ser juzgado con la benevolencia que merece toda obra inicial. Aunque claro que, despuds de leer Los jefes, se echa uno a pensar c6mo serian las demds obras presentadas al concurso, cuando dsta logrd sobresalir de ellas. Repito: una vo'dadera listima. Y asf no vamos a ninguna parte.

Afortunadamente paiece que sf, que en definitiva la obra de Mario Vargas Llosa ha ido a alguna parte. Y Los jefes, reeditado varias veces, ha obtenido los elogios de la crftica. El tiempo y la ejecutoria de Vargas Llosa han dado la raz6n al jurado, que prefirid el riesgo de la novedad de una nairativa vigorosa, a otros valo- res mds consolidados y conformistas.

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EL PREMIO «LEOPOLDO ALAS»

A todo eso, el premio haWa subido su dotacidn econdmica a diez mil pesetas. El autor de La guerra del fin del mundo, en reciente conversacidn con Enrique Badosa, le explicd de qud modo con este importe, ahora miserrimo, pudo pasar entonces un turistico mes en Mamiecos acompanado de su mujer.

El quinto premio —1959— fue el m^ dramdtico que recuerdo. Llegaron a la votacion final El viejo de las naranjaSy de Pedro Espinosa Bravo —25 anos—, y La vlctima, de Victor Mora Pujadas —28 anos—. Nunca los defensores de los respectivos finalistas se habian mostrado mds intransigentes y contu- maces. La votacidn, muy borrascosa, dio como resultado el triunfo de Pedro Espinosa por un voto de diferencia. El libro ganador era muy bueno, y ya el autor habfa quedado finalista en el primer premio, pero para los tres votantes favorables a Mora, 6ste habfa escrito quizds el libro que mds se apioximaba al esquema ideal de cuento propugnado por nosotros mismos. Prologd el libro Gonzalo Lloveras.

Desde esta convocatoria las reunio- nes semanales tuvieron lugar en casa de Martin Gairiga, hasta el noveno premio inclusive. A partir de aquf, se realizaron en mi casa, hasta el ultimo «Leopoldo Alas», en 1969.

El sexto premio (1960) se concedid en el Hotel Arycasa. Gan6 Ram6n Camicer —48 anos— con Cuentos de oyer y de hoy a Carmen Kurtz —49 anos—, con El ultimo camino, por cinco votos a dos. Ram6n Camicer fiie uno mds de los autores que con el premio entraron en el mundo de la creacidn literaria en la que tanto ha destacado despuds con una obra extensa en la que sobresale como uno de los mejores prosistas en lengua castellana. A partir de entonces fue un valioso y permanente miembro del jurado, en el que entrd a formar parte en sustitucidn de Gonzalo Lloveras. Prologd su libro Enrique Badosa.

El sdptimo premio (1961) fue para Felipe Mellizo —^29 anos—, por Los redimidos, que obtuvo seis votos. Qued6 finalista Jaime Borrell, con Puente internacional.

El octavo premio (1962) dio el triunfo a una de las personalidades literarias mds relevantes de toda la historia del «Leopoldo Alas». Se trata del malogrado escritor Manuel

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San Martin, que moriria a los 33 anos y a los pocos meses de recibir el galarddn. Su ohra El insolente no era una protnesa, sino la sdlida reali­dad de un escritor impar. Su calidad se anunciaba ya en La noticia, numero 4 de la «Colecci6n Leopoldo Alas», y se confirmd con su novela La luz pesa, publicada en 1964. Prologd el libro Manuel Pla Salat. Quedd finalista Guillermo S^chez, que obtuvo tres votos, con su libro Historias para infelices.

El noveno premio (1963) lo mere- ci6 Carmela V. de Saint-Martin —66 anos—, que habia alcanzado varias veces, con sus cuentos ingeniosos y crueles, las votaciones fina­les. Tenia publicado un libro en la «Colecci6n Leopoldo Alas», y su inagotable imaginacidn le habia permitido la hazana de oftecer, desde el primer premio, un libro nuevo en cada concurso. Con suave horror vencid por cinco a dos a la obra de Jaime Borrell, Permiso de residen- cia. Prologd el libro ganador Luis Rosales. En esta ocasidn se incor- pord al jurado el abogado baicelonds Alejandro Trabal y Casas, hombre de vasta cultura y cuyas opiniones apasionadas y perspicaces agitaban las controversias de clasificacidn y clarificacidn.

El d6cimo premio (1964) lo gand Pedro Crespo —23 anos— con La pausa, que obtuvo cinco votos. Quedd finalista Fdlix Grande —21 anos—, con Luces en el suelo mojado. Recuerdo que la calidad de ambos Enalistas nos puso en aprietos. Guillermo Sdnchez formd parte del jurado sustituyendo a Miguel Dalmau Ciria, cuyos deberes profesionales nos privaron de su estimulante presencia. La pausa se editd sin prdlogo.

El unddcimo premio (1965) fue el menos concurrido: sdlo doce concursantes. Triunfd plenamente Juli^ G^lego —^50 anos— con un magnifico libro, Apdcrifos espanoleSy que se impuso por su originalidad, valor literario e imaginacidn creadora. Sin duda es uno de los mejores libros de la coleccidn y tuve el honor de prologarlo. Guillermo S^chez dejd el jurado y su lugar fue ocupado por Juan Petit Fraile, que ya no lo abandond hasta el fin del premio. Era Juan Petit un industrial con sdlido sentido comun ante la apreciacidn de los valores literarios, y su voz nos ofrecia una visidn matizada, rotunda casi siempre, pero no profesional, que redondeaba muy utilmente nues- tros criterios estimativos.

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EL PREMIO «LEOPOLDO ALAS»

El duodecimo premio (1966) correspondid al escritor leonds Antonio Pereira —43 anos—, que con Una ventana a la carretera, libro muy maduro literariamente, vencid por seis votos a uno a Genaro Compan —55 anos—, escritor considerable que habia publicado en la coleccidn el Hbro Un poco de polvo, en el que se incluia el connx)vedor cuento «^Conoce usted a Hans?», ganador del premio al mejor cuento, en 1958. El libro de Pereira lo prologd Ramdn Camicer.

El decimotercer premio (1967) lo consiguid Manuel Valdds, el mas joven —19 anos— de todos los ganadores del «Leopoldo Alas». Sorprendid a todo el jurado que aquel libro de cuentos que denotaba una aguda inteligencia y una clara exigencia intelectual, llena de ingenio y humor, fuera la obra de un muchacho. La trayectoria literaria y profesional —como psiquiatra— de Manuel Valdds muestra que no anduvimos equivocados. Julio Manegat, que formd parte ocasionalmente del jurado, en sustitucidn de Alejandro Trabal, fue un decidido partidario del libro y su prologuista. La obra de

Mieinlxt)S del Jurado del premio «Le(^ldo Alas»

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*Vald6s, Elucubraciones, gan6 por cinco votos a dos a El perro que murid como un hombrey del eficaz humorista Alvaro Antonio de Calle.

El decimocuarto premio (1968) recayd en el escritor ecuatoriano Alejandro Carri6n —53 anos—, cuyo libro Muerte en su is la vencid por cinco votos a dos a Una especie de Idgrimay de Eduardo Tijeras —31 anos—. El lihro no se piologd. ^

Finalmente, el decimoquinto pre­mio lo logrd Angel Palomino —50 anos—, que con Suspense en el Canaveral superb, por cinco votos a dos, a Mimosa y otras chicas, de Teresa Bertr^n. Manuel Valdds formd parte del jurado en lugar de Ramdn Camicer. Recordamos sus notas criticas, que esper^bamos encantados por su contundencia irdnica. El libro de Palomino, que tuve la suerte de prologar, fue un dignfsimo remate para un piemio que, a tr^cas y barrancas, haWa superado tres lustros de ilusiones, esfuerzos e incomprensidn. El premio hacfa su ultima reverencia con el sapiente humor de Angel Palomino. Se despidid sonriendo.

La «Coleccidn Leopoido Alas»

Editorial Rocas publicd en total cuarenta libros de cuentos. Pienso que es el mayor esfuerzo monogr^- fico realizado en Espana en pro de este menospreciado gdnero literario. Creo indispensable como testimonio y como orientacidn para los estu- diosos, transcribir la lista de sus tftulos, autores y prologuistas, que figura en el Anexo. Supongo que serd una curiosa y dtil informacidn acerca de este pequeno monumento al ingenio desconocido.

Puede observarse cdmo los siete liltimos numeros de la coleccidn —del 34 al 40—, pertenecen todos a los libros premiados. La editorial acusaba el esfuerzo econdmico y el duro bregar para mantener un ritmo de publicaciones tan interesantes como prdcticamente invendibles. La lista permite tambidn comprobar que autores ya consagrados como Ana Marfa Matute e Ignacio Aldecoa cedieron gustosos sus originales a la coleccidn. Elio indica la dificultad para publicar cuentos en otras editoriales y a la vez el respeto y la estima

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EL PREMIO «LEOPOLDO ALAS»

que suponfa nuestra propia colecci6n. Es triste que el generoso caudal de inventiva, de arte y de esfuerzo de tantos escritores haya caido en el olvido, y su existencia no se haya registrado, hasta ahora y aqui, en parte alguna.

Correspondencia

En todo momento el premio estuvo abierto al di^ogo. Siempre artesanales, suprimimos el impersonal y andnimo «No se mantendrd correspondencia». Nos carteamos profu- samente con los concursantes y en todo momento no dudamos en ventilar nuestros criterios estimativos. Conservo decenas de interesantes cartas que nos unieron, amistosas, con nuestros corresponsales. Alguna poldmica hubo tambidn, y algo aprendimos con ella, que en materia artfstica nadie tiene la verdad. Nunca se omitid el humor, pensando con Chesterton que «lo divertido no es lo contrario de serio, sino lo contra- rio de aburrido, y nada mds».

Como ejemplo de esta cordial y desenfatizada relacidn epistolar, insertard una carta recibida con ocasidn del primer «Premio Leopoldo Alas» y la respuesta que obtuvo. Y ello porque es ejemplo de nuestro proceder y porque ambas niisivas con- forman casi un pequeho cuento.

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ESTEBAN PADR6S DE PALAQOS

Tarrasa, 12 de noviembre 1955

Muy senores mlos:

En REVISTA lefa las bases del premio «Leopoldo Alas para libros de cuentos literarios». Quisiera presentar a este concurso, por lo menos un libro. Todo parecia f^cil, pero resultd no serlo. La base segunda viene a complicarlo considerablemente.

...«que formen un volumen no superior a las ciento cincuenta cuarti- llas holandesas...».

Las medidas de papeles no es mi fuerte. Consult^ a varios amigos. Cada uno dio su opinidn. Ninguna coincidid. Telefoned a una imprenta con la que sostengo relaciones comerciales. Su respuesta fue: 22 x 14. No estaba demasiado convencido, y llamd a otra imprenta. Resultado: 21,50 X 13. A otra, 22 x 28. No habia manera. Fui a comprar una «cuartiila holandesa» a 7 librerias distintas. Entre los papeles que com- pre habia desde el folio corriente a la cuartilla vulgar, pasando por todas las formas intermedias.

Y es una pena que cuando tenga mi libro pasado a mdquina usando cualquier papel —^ya que todos parecen entrar dentro de la cuartilla holandesa— me quede sin poder participar en este concurso, por haber usado papel de medidas irreglamentarias.

Se me olvidaba: consults el «Espasa». Ni de cuartillas ni de papel concreta nada. Y conste que lei un buen rato.

Espero que tenga la amabilidad de remitirme las medidas exactas a la mayor brevedad posible. Gracias anticipadas.

Firmado: Larry Oliveras.

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EL PREMIO «LEOPOLIX) ALAS»

Barcelona, 12 de noviembre de 1955

Senor Larry Oliveras

Muy senor nuestio:

RecibmK>s su atenta angustia del dia doce y nos apresuramos a tran- quilizarle. No vamos a tranquilizarle, empero, comunic^dole el tamano exacto de la cuartilla holandesa, que esto es imposible. Pero sf le dire- mos el motivo de exigir para el «Premio Leopoldo Alas» este tamaiio indeterminado, y no otro. El premio literario que hemos instituido cumple dos finalidades. Primera: la que se expresa en las bases. «Premiar el mejor libro de cuentos... etc., etc.». Y, segunda y princi­pal, establecer de una vez para siempre el tamano de la cuartilla holan­desa. Esperamos que, tras cuidadosas mediciones de las diversas obras recibidas, podamos por fin establecer una media aritm^tica que tranqui- lice nuestro espfritu. A esa media aritm^tica la Uamaremos cuartilla holandesa, y con esta medida la exigiremos en adelante a todas las librerfas.

Contribuya usted con su obra a tan agotador esfuerzo. Examine los papeles que le han sido ofiecidos como cuartilla holandesa, pond^relos reflexivamente, acto seguido d6jese llevar por su intuicidn y escriba sus cuentos en la que mis holandesa le parezca de todas las cuartillas. Nuestro agradecimiento estadfstico y normativo serd manifiesto. Y tam- bi6n, no lo dude, el interns literario con que ser^ estimados cada uno de sus cuentos.

Firmado: Esteban Padrds de Palacios.

Evidentemente no nos daba pereza escribir.

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Causas de un silencio

El premio muri6 sobre todo por motives econtimicos que conllevaron otros de caricter moral. La vida en Espana haWa cambiado mucho desde 1954. Los premios literarios ofrecian recompensas suculentas. Se publicaba mucho mds. La calidad de las ediciones era mayor. La censura, menos severa. Aunque Rocas habia aumentado la bolsa a 25.000 pesetas y aunque los escritores de cuentos seguian concursando, en parte por respeto al premio y en parte por falta de editor, nuestro fuelle econdmico no nos permitfa ni la difu­sion ni la presentacidn dptimas a que los libros y los autores tenfan derecho. Los laboratories se mostraban cada vez nks remises a la hora de aceptar un medio publicitario m^s elegante que espectacular. Todo era distinto, pero nosotros no. Con esta visidn de las cosas, el premio fue perdiendo magia ante nuestros ojos. Observdbamos que, en parte por los motives antes aludidos, la prensa nos olvidaba y que, si bien no nos faltaron hasta el fin buenos ganadores y finalistas, se apreciaba una lenta erosidn en la calidad media de los participantes. Mantener el entu- siasmo necesario para seguir «fabricando» artesanalmente una cena, una propaganda, una edicidn y una distribucidn, era mucho pedir despuds de quince anos. Los libros de cuentos seguian malditos y como exor- cistas nos faltaban poderes.

Sobrevino, como a menudo sucede en el curso de las empresas humanas, una inesperada fatiga. Nos pare- ci6, equivocadamente —^pienso ahora—, que era necesario dejar repo- sar el premio para buscar, entre tanto, nuevas fdrmulas de lanzamiento y esperar la aparicidn de nuevos escritores. Y el premio perecid en este interim sin que conscientemente nos hubidramos propuesto acabar con dl.

Quizd la funcidn del «Leopoldo Alas» podia haber sido testimonial y honorffica. Conceder el premio y que el libro, aupado con el galarddn, lo editaran otros. Con todo, no creemos que el prestigio del premio hubiera bastado para que los edito- res profesionales arrostraran la publicacidn —que sigue siendo maldi- ta— de un libro de cuentos que, probablemente, ellos no habrfan elegido y que, por lo tanto, caerfa fuera de la drbita de sus intereses editoriales y publicitarios. Algun sondeo realizado con ese propdsito nos convencid de que ninguna editorial aceptarfa el fallo sin participar

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en el jurado. Tal condicidn habrfa acabado con lo que siempre intentamos evitar y por lo que luchamos: nuestra falible pero soberana independencia.

A modo de resumen

Un r^pido vuelo de la memoria sobre los contenidos y tendencias de los libros de cuentos que acu^e- ron al «Leopoldo Alas», trae a la conciencia unas caracteristicas btoas que bien podrian ser objeto de un detenido an^isis. Se trata especial- mente de los cambios observados en temas y estilo al compds de los modos y modas literarios imperantes en cada momento y que aquf s61o apuntar6 brevemente.

Comenzamos el premio con gran numero de cuentos de tipo kafkiano y existencialista. Fantasias de ambicidn simbdlica. El adjetivo «absurdo» era inevitable, como lo eran tambi^n las situaciones angustiosas de tipo onfrico.

A partir del segundo premio, vimos los primeros atisbos de la «literatura social». Los suburbios y chabolas superponfan su decorado realista y sus problemas concretos a los ante- riores telones de diseno surrealista. El lenguaje se hacla directo y con pretendida tosquedad.

Durante todo el tiempo no nos abandonaron las introspecciones melancdlicas de paiejas reflexivas que vivlan sus problemas amorosos viendo caer la Iluvia desde el dngulo oscuiD de un caf6. Este modelo fue imperecedero.

Al finalizar el premio, asistimos a la aparicidn predominante de situaciones inconcretas y poemdticas con mayor preocupacidn estillstica y absoluta disolucidn de la trama argu- mental.

La sexualidad, tema inevitable, nunca dio un libro monotemdtico. Surgla aquf y alld, a salto de mata y con bastantes y obligadas precauciones expresivas.

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Por ultimo, cabe destacar la escasa incidencia de cuentos de relate concrete y final sorprendente revelador de una m^s alta significacidn que trascendiera el propio argumento. O, en todo case, que supusiera un juego de inteligente ingenio.

Se desprende de tantas lecturas que el escritor espanol es m^s proclive al cuento Irrico y descriptive o al costumbrismo realista, que al cuento de combinacidn imaginativa y dis- tanciada. El libro de cuentos que patrocin^bamos fue minoritario. Auto- res que en el conjunto de su obra respondieran a nuestra definicidn fueron pocos. Abiertos, empero, a la buena literatura, nunca regateamos votes a los libros conseguidos, aunque dstos no se ajustaran a nuestro desideratum. Hubo preferencias, pero nunca dogmatismo preceptivo.

Recapitulacidn y agradecimientos

Es cierto que las satisfacciones de un publico reconocimiento de nuestra labor ban side escasas. Pero, en cambio, el premio y la coleccidn nos otorgaron un grupo de amigos que ban enriquecido nuestro bumano devenir y el calor de nuestros recuer- dos. Una relacidn de gran cordialidad nos ba unido con casi todos los ganadores y finalistas. Fueron ellos quienes el 7 de febrero de 1979 nos ofrecieron a los fundadores del premio un bomenaje en el Ateneo de Madrid, con la grata asistencia de descendientes de Leopoldo Alas.

Quizes el premio no proporciond a los galardonados gran notoriedad popular, y muebo menos fortuna, pero vieron en dl la buena voluntad de unos jurados que estimaron sus obras con gran miramiento y conviccidn. Unos jurados orgullosos de su independencia, pero sumamente bumildes y respetuosos bacia cada bombre que somete a juicio de otros aquello en lo que ba puesto, sin duda, muebo de lo mis fhtimo y preciado de sf mismo: el original de un libro. Podiamos equivocarnos, pero en modo alguno traicionar, por motivos ajenos a la estricta valoracidn literaria, la confianza de los con- cursantes. La obra, posterior al premio, de nuestros galardonados y el prestigio alcanzado con ella, demuestra que nuestra labor no estuvo mal. Nos consta que el premio tuvo un alto ciddito moral y que ganarlo suponfa —a. pesar de su modestia exterior— una valorada distincidn para los escritores.

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A1 lado de estos buenos amigos, cuyo nombre literario es hoy reconocido, aparecen en el recuerdo otros concursantes que, dotados de grandes posibilidades, han desaparecido incomprensiblemente, que yo sepa, del mundo de las letras. Asi, Genaro Compan, Le6n Roca, Jaime Borrell, Alvaro Antonio de Calle, Kalikatres, Guillermo Sanchez, Francisco Ibdnez, Josd Sdenz de Buruaga, Antonio Fortes, Francisco Roddn, Francisco Villalba Di^guez y tantos otios. Los que estuvimos unidos a ellos en veladas imborrables en las que se discutid y disfrutd su obra, no los olvidaremos nunca.

El tiempo va cargando de senti- mientos afectivos aquello que se vivid. Rememorar ahora las vicisitudes del premio y el nombre de tantos amigos, muchos de ellos desgracia- damente fallecidos, ha sido una placentera y emotiva^tarea.

Tambidn nosotros, como los auto- res eclipsados que antes he citado, tenfamos la impresidn de que el «Premio Leopoldo Alas» y su ejecutoria pertenecian a la oscura dimen- sidn de las cosas olvidadas. No es asf. La peticidn de estas pdginas por parte de la revista Lucanor —z. la que agradecemos profundamente su atencidn—, nos ha mostrado que el premio ha dejado un rastro vivo. Eso nos llena de alegrfa, no tanto por lo que a los fundadores se refiere, sino por lo que es mucho m^s importantei la obra literaria de tantos escritores de cuentos que son, en definitiva, los mds dignos de ser recordados y leidos.

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ANEXO: La «Colecci6n Leopoldo AIas»

2Q 'U -17 78 70 ! tiuuicrus i, lu, 13. Zl, 26,j f?* 38. 39 y 40 corresponden a los premios ya mencionadosLos hbros son los siguientes:

1. Doce cuentos y uno mds, de Laura Olmo. Pidlogo de Enrique Badosa.2. Antohgia de cuentos literarios del I premio «Leopoldo Alas». Recoge

trace cuentos elegidos entra los mejoras de la convocatoria. Comentario a cada uno de ellos por Enrique Badosa y Esteban PadnSs de Palacios.

3. Sobre lapiel del mundo, de Jorge Ferrar-Vidal. Pirilogo de Esteban Padrds de Palacios.

4. La noticia, de Manuel San Martfii. Pirilogo de Enrique Badosa.5. Los desterrados, de Ramdn Nieto. Prdlogo de Juan Planas.6. Aljaba, de Esteban Padrds de Palacios. Pidlogo de Enrique Badosa.

7. La rebuscay otras desgracias, de Daniel Sueiro. Pirilogo de Manuel Pla.8. La peseta del hermano mayor, de Laura Olmo.

9. Muertos y vivos, de Julidn G^ego. Prdlogo de Enrique Badosa.10. Losj^es, de Mario Vargas Llosa. Prdlogo de Juan Planas.W.Fede vida, de Jorge Ferrar-Vidal.

12. Ligeramente negro, de Camiela V. de Saint-Martin. Pirilogo de Esteban Padrds de Palacios.

13. El Viejo de las naranjas, de Pedro Espinosa. Prdlogo de Gonzalo Lloveras.

14. La vlctima, de Victor Mora. Prdlogo de Enrique Badosa.

15. Cuentos de la buena y de la mala pipa, de Manuel Pilaras. Prdlogo de Jorge Ferrar-Vidal.

16. Cuando lleguen las golondrinas con la primavera, de Jorge Ferrar-Vidal.

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17. De qui hablan los microbios, de Angel Mendndez, «Kalikatres». Pidlogo de Huberto Pdrez de la Ossa.

18. Un poco de polvo, de Genaro Compafi. Prdlogo de Esteban Padrds de Palacios.

19. Esosquepasany lammrte, de Manuel Alonso Alcalde.

20. El arrepentido, de Ana Marfa Matute.

21. Cuentos de oyer y de hoy, de Ramdn Camicer. Prdlogo de Enrique Badosa.

22. El ultimo camino, de Carmen Kurtz. Prdlogo de Miguel Dalmau Ciria.

23. Arqueologla, de Ignacio Aldecoa.

24. A la mitad del camino, de Ana Marfa Matute.

25. Cuentos de estampas y hablillas, de Pilar Querol. Prdlogo de Gonzalo Lloveras.

26. Los redimidos, de Felipe Mellizo.

27. Historias de desamory malandanzas, de Jorge Ferrer-Vidal.

28. La imagen mutilada, de Justino Ochoa. Prdlogo de Angel Marsd.

29. El insolente, de Manuel de San Martfa. Prdlogo de Manuel Pla Salat.

30. Muy al sur del estrecho de Behring, de Vfctor Mora. Pidlogo de Esteban Padrds de Palacios.

31. Historias para infelices, de Guillermo Sdnchez. Pidlogo de Enrique Badosa.

32. Antes del silencio, de J. M* Cid-Prat. Prdlogo de J. Amat Piniella.

33. Toda la semana, de Daniel Sueiro.

34. Con suave horror, de Carmela V. de Saint-Martin. Prdlogo de Luis Rosales.

35. Lapausa, de Pedro Crespo.

36. Apdcrifos espaholes, de Juli^m Giillego. Prdlogo de Esteban Padids de Palacios.

37. Una ventana a la carretera, de Antonio Pereira. Pr61ogo de Ramdn Camicer.

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38. Elucubraciones, de Manuel Valdds. Prdlogo de Julio Manegat.■ V

39. Muerte en su isla, de Alejandro Carridn.

40. Suspense en el Canaveral, de Angel Palomino. Prdlogo de Esteban Padrds de Palacios.

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