brujas verdaderas

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1 Las brujas verdaderas planean en la oscuridad. Para ellas planear ha dejado de ser hacer planes y se ha convertido en mecerse suavemente con el viento en vuelo rasante o a kilómetros de distancia en dirección al cielo que se convierte, entonces, en suelo desde el que actuar. Las brujas verdaderas no presumen de serlo, saben que su naturaleza ha de permanecer en secreto como una joya cuyo cofre sólo fuera accesible a su poseedora. Ellas deciden abrir su caja de pandora o cerrarla, según la ocasión lo requiera, y ésta acción se lleva a cabo de madera sigilosa y precisa, eludiendo la espectacularidad, ignorando al espectador; porque la acción de la bruja no alimenta su ego, no demuestra nada. La bruja verdadera tiene paciencia a la hora de obtener resultados, mide metódicamente cada ingrediente para mezclarlo en la proporción necesaria, que puede ser variada hasta el infinito respondiendo a los requisitos de la situación. Como una guerrera audaz, la bruja se transmuta en planta, animal, persona o roca, sin necesidad de solidificarse en ninguna de estas apariencias, pues ella es consciente de que sólo son eso, apariencias. La bruja verdadera tiene su propio libro de recetas, sus propios sortilegios. Bebe de las fuentes de la tradición y el conocimiento convirtiéndose en atanor de los elementos y mezclándolos a su criterio, lo cual implica amplia experiencia y discernimiento. La bruja verdadera no tiene definición, aunque los otros puedan tacharla de insolente, orgullosa o necia. Ella actúa como la ocasión lo requiere sin tener en cuenta las etiquetas, consciente de que no obtendrá gratificación por sus actos y sí, probablemente, crítica y rechazo. La bruja verdadera no se vanagloria de sus actos ni se siente víctima de las posibles consecuencias negativas. La bruja verdadera te pasará el brazo por los hombros y dejará una flor roja sobre ellos sin que ni siquiera hayas podido procesar lo que te ocurre y, sin embargo, un cambio se habrá producido. Las pequeñas brujas están ahí para llevarse los laureles de las brujas verdaderas. Ésta es una labor muy importante, pues las brujas verdaderas no han de perder el tiempo jugando con la vacua vanidad. Las pequeñas brujas quieren aprender a ser brujas y creen que alguien puede enseñarles lo que han de aprender por sí mismas, lo que han de convertir en sangre, en piel y en huesos, para luego deshacerse de todo ello como una pesada armadura. Las armaduras pesadas no les permiten planear a conciencia; por eso algunas brujas pequeñas llevan escoba, porque todavía piensan que tienen un cuerpo, una montura y un caballo. Las brujas verdaderas se disuelven en la atmósfera como el azúcar en el café con leche, como la sal en el agua del mar. A veces son amargas como las semillas de pomelo, vulnerables como las crías de ciervo o astutas como las zorras. Las brujas verdaderas han dejado de ser esclavas de su apariencia, no modelan su cuerpo como una estatua estática, sino que inciden desde dentro y exhalan su poder transmutado en belleza singular. El pelo se les ensortija y las uñas les crecen largas y

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Page 1: brujas verdaderas

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Las brujas verdaderas planean en la oscuridad. Para ellas planear ha dejado de ser hacer

planes y se ha convertido en mecerse suavemente con el viento en vuelo rasante o a

kilómetros de distancia en dirección al cielo que se convierte, entonces, en suelo desde

el que actuar.

Las brujas verdaderas no presumen de serlo, saben que su naturaleza ha de permanecer

en secreto como una joya cuyo cofre sólo fuera accesible a su poseedora.

Ellas deciden abrir su caja de pandora o cerrarla, según la ocasión lo requiera, y ésta

acción se lleva a cabo de madera sigilosa y precisa, eludiendo la espectacularidad,

ignorando al espectador; porque la acción de la bruja no alimenta su ego, no demuestra

nada.

La bruja verdadera tiene paciencia a la hora de obtener resultados, mide metódicamente

cada ingrediente para mezclarlo en la proporción necesaria, que puede ser variada hasta

el infinito respondiendo a los requisitos de la situación. Como una guerrera audaz, la

bruja se transmuta en planta, animal, persona o roca, sin necesidad de solidificarse en

ninguna de estas apariencias, pues ella es consciente de que sólo son eso, apariencias.

La bruja verdadera tiene su propio libro de recetas, sus propios sortilegios. Bebe de las

fuentes de la tradición y el conocimiento convirtiéndose en atanor de los elementos y

mezclándolos a su criterio, lo cual implica amplia experiencia y discernimiento.

La bruja verdadera no tiene definición, aunque los otros puedan tacharla de insolente,

orgullosa o necia. Ella actúa como la ocasión lo requiere sin tener en cuenta las

etiquetas, consciente de que no obtendrá gratificación por sus actos y sí, probablemente,

crítica y rechazo. La bruja verdadera no se vanagloria de sus actos ni se siente víctima

de las posibles consecuencias negativas.

La bruja verdadera te pasará el brazo por los hombros y dejará una flor roja sobre ellos

sin que ni siquiera hayas podido procesar lo que te ocurre y, sin embargo, un cambio se

habrá producido.

Las pequeñas brujas están ahí para llevarse los laureles de las brujas verdaderas. Ésta es

una labor muy importante, pues las brujas verdaderas no han de perder el tiempo

jugando con la vacua vanidad.

Las pequeñas brujas quieren aprender a ser brujas y creen que alguien puede enseñarles

lo que han de aprender por sí mismas, lo que han de convertir en sangre, en piel y en

huesos, para luego deshacerse de todo ello como una pesada armadura.

Las armaduras pesadas no les permiten planear a conciencia; por eso algunas brujas

pequeñas llevan escoba, porque todavía piensan que tienen un cuerpo, una montura y un

caballo. Las brujas verdaderas se disuelven en la atmósfera como el azúcar en el café

con leche, como la sal en el agua del mar. A veces son amargas como las semillas de

pomelo, vulnerables como las crías de ciervo o astutas como las zorras.

Las brujas verdaderas han dejado de ser esclavas de su apariencia, no modelan su

cuerpo como una estatua estática, sino que inciden desde dentro y exhalan su poder

transmutado en belleza singular. El pelo se les ensortija y las uñas les crecen largas y

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afiladas. Su atractivo sexual se acentúa y su poder gira en espiral en torno a su cuerpo

como un tifón cuya energía produce desconcierto, atracción, admiración o miedo.

El miedo ha llevado a representar a las brujas como viejas desdentadas dotadas de

verrugas y de miembros sarmentosos removiendo un caldero humeante con esputos de

serpiente o vientres de cervatillo nonato.

Ahora la imagen se ha transmutado, la imagen de la bruja se ha popularizado

ingenuamente, se ha solidificado en un nuevo estereotipo admitido socialmente y

muchas mujeres desean ser brujas limitándose a llevar amuletos que carecen del

verdadero poder o siguiendo al pie de la letra fórmulas para convertirse en tales

publicadas en libros de difusión.

Las brujas verdaderas no van a cursos de brujas, no cuentan los pasos que han de dar en

una danza de poder, no compran sombreros picudos en tiendas de souvenir.

Las brujas pequeñas pretenderán convertirse en maestras de las brujas verdaderas, tal es

su necedad. No es labor de la bruja verdadera fulminar a estas aprendices con crueldad,

pues cumplen la importante labor anteriormente expuesta: la de soportar los laureles y

las alabanzas. En ese sentido, la soberbia destruye el poder de la bruja y la compasión

mal entendida también.

La verdadera bruja ha de seguir su camino sin confundirlo con el de los demás, por muy

atractivo que resulte. La verdadera bruja no se enfrenta a los retos en el camino de los

otros, sino en el suyo propio.

Las pequeñas brujas tratarán de atraer a las brujas verdaderas y absorber su poder, pues

todavía no se han dado cuenta de que eso es del todo imposible, ya que el verdadero

poder emana exclusivamente del propio interior, de la infinita fuerza de la tierra

canalizada por la vagina y la columna vertebral; y del rayo de cielo descendiendo en

dirección al hueso sacro, disponiéndose ambas fuerzas en posición helicoidal y

conformando una serpiente de poder, la serpiente de Eva, la serpiente del conocimiento.

Sólo las verdaderas brujas pueden habérselas con esta serpiente de poder, sólo ellas

pueden convertirse en la serpiente, transmutar su veneno en antídoto. Las pequeñas

brujas pueden verse emocionalmente perturbadas por los envites de lo que para ellas no

es, de momento, sino torbellino incontrolable. Puedes ver a una bruja pequeña

sobrepasada por este movimiento, puedes observar en ellas una cierta lucidez que no es

tal, pues se sienten fascinadas por el fenómeno en lugar de reconocerlo como el natural

discurrir de la vida. Esta fascinación reviste a la bruja de una nueva capa en lugar de

desposeerla de todas las capas. Así, vemos a la bruja pequeña ensoberbecida,

emocionada, en cierta forma ridícula, tratando de dirigir la vida de los otros, tratando de

establecer un pulso con brujas verdaderas a las que intuyen como tal sin ser conscientes

de que tienen la batalla perdida de antemano, pues esta doma de la serpiente no consiste

sólo en una batalla, sino en una larga guerra cuya victoria proviene de la deposición del

falso poder de la apariencia. Cuando la bruja deja de tratar de domar a la serpiente, la

serpiente se rinde a sus pies humildemente esperando a ser cabalgada.

No todas las mujeres llegan a ser verdaderas brujas en una vida por mucho que se lo

propongan; de hecho, cuanto más se lo proponen, menos éxito obtienen en su empeño.

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Las brujas verdaderas no han de irritarse con la necedad de las brujas pequeñas, un día

ellas también fueron pequeñas hasta convertirse en verdaderas, la luz de la tierra señala

este hecho.

Hoy estamos reunidas en este lugar, en luna llena, en medio del bosque del centro de la

tierra, en el ojo del huracán para celebrar un encuentro prefijado hace varios siglos.

Algunas podemos recordar ese viejo acuerdo firmado con sangre, otras habéis venido

aquí llevadas por una fuerza inexplicable, la de vuestro inconsciente programado para

acudir en el día de hoy a la cita que convinimos.

Os conozco a todas vosotras y vosotras a mí, aunque algunas no podáis recordarlo.

Algunas habéis perdido parte de vuestro poder, simplemente porque no sois conscientes

de su existencia; pero yo os digo que está ahí, dispuesto a ser utilizado y removido.

Las brujas pequeñas tratan de ser singulares, pero todavía son seres normales. Las

brujas verdaderas se camuflan en la normalidad por propia decisión, para actuar entre

bambalinas, desde la oscuridad. Amamos el sol y la lluvia, no somos sólo oscuridad,

pero tampoco somos exclusivamente luz. Somos todos los elementos y ninguno de

ellos. Somos tormenta y brisa, pausado lago y cascada, águila y pichón, rana y gacela.

Paseamos por la variedad que la naturaleza de lo concreto nos ofrece. ¿Por qué

conformarnos con un solo ropaje cuando tenemos todo el vestuario imaginable a nuestra

disposición? A las brujas verdaderas les encanta divertirse, ser frívolas chiquillas si es

necesario, pero ¡ay de ti! si las tratas como a desprotegidas damiselas. Verás sus

cabellos ondear al viento como serpientes enroscándose alrededor de tu cuerpo,

advirtiéndote de tu estupidez, de tu falta de apreciación. Después te dejarán marchar,

pues estos tentáculos aprietan más que ahogan, han desistido de recrearse en la

crueldad. Caminarás confundido, sin saber lo que ocurrió dentro de ti, perturbado, y,

entonces, una bruja pequeña se cruzará en tu camino y pretenderá darte una explicación

de lo ocurrido. Querrás creerte la explicación y formarás parte del grupo de sus acólitos,

algo confundida, sintiendo todavía el aguijón de aquella abeja reina advirtiéndote de que

el verdadero poder no lleva carteles luminosos.

Hemos venido aquí a unir nuestras fuerzas. No será fácil, pues hay algunas brujas

pequeñas entre nosotras que tratarán de emponzoñarnos en su ignorancia; pero ese

veneno es necesario, precisamente porque al tratar de eludir el obstáculo hallaremos

nuestra verdadera fuerza. Las brujas pequeñas aprenderán la lección, o seguirán

atrapadas en el remordimiento, la culpa y la posterior venganza. Después de hoy

algunas brujas pequeñas se convertirán en verdaderas, otras seguirán siendo lo que son

hasta su próximo reto.

Las mismas estrellas nos observan ahora, las mismas que aquella otra noche en que nos

reunimos. Yo he venido aquí a entregar este cetro que tanto me pesa, a pasarle el relevo

a otra hermana que recuerde, a lo largo de los siglos la nueva cita que hoy fijaremos. Es

demasiado doloroso recordarlo todo, demasiado pesado. Una nueva bruja deberá llevar

ahora esa carga para que yo pueda disolverme. Esta noche decidiremos cuál de vosotras

vestirá la túnica sagrada. Yo me despojo ahora de ella para dejar mi cuerpo desnudo al

amparo de la luz de la luna y os invito a vosotras a hacer lo que procede.

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Ahora, desnudas, como Eva en el paraíso, sin sentir vergüenza de nuestros cuerpos,

habiéndonos reconciliado con la serpiente de conocimiento, os invito a tomar los

hongos del olvido. Ellos nos despojarán de nuestras historias personales para

encontrarnos a nosotras mismas. Volaremos unidas de las manos, en corros

concéntricos. Catorce somos, catorce nos dispondremos de siete en siete, siendo el

círculo interior más apretado, dejando vacante el centro para la nueva poseedora del

cetro. Bebo ahora de este cuenco sagrado tallado con las iniciales de nuestros nombres,

los que nos nombraron hace ahora siete siglos.

Bebe Alamea de este cuenco tallado en arce,

Bebe Danaea de este cuenco sagrado,

Bebe Alanda del líquido lisérgico,

Bebe Sania de los labios de la tierra,

Bebe Tavidia del pozo de los secretos,

Bebe Hilaria de la fuente de la sabiduría,

Bebe Titania de las alas de las mariposas blancas,

Bebe Evarista de las nubes del cielo,

Bebe Virginia de los verdes pastos,

Bebe Escladea de la tormenta,

Bebe Escinta de los rayos y los truenos,

Bebe Alicia de las flores silvestres,

Bebe Tandea de los astros,

Bebe Medea del semen de la tierra.

Y ahora, dejemos nuestros cuerpos sobre la tierra, salgamos por nuestros oídos, por los

agujeros de nuestra nariz, por nuestras fontanelas abiertas y unámonos en cópula

sagrada hasta que obtengamos la respuesta que buscamos.

Bésame Alamea con tus dulces labios,

Ámame Tandea con tu sexo abierto,

Sigue Alicia el hilo de Ariadna hasta mi profundo laberinto,

Despójate Virginia de tus vestiduras internas,

Entiende Sania quién maneja los hilos,

Comparte Escladea el poder, pues no te pertenece.

Abandona Escinta tu falsa identidad y poséeme,

Alójate Medea en el hueco entre mis pechos y bebe de ellos,

Desiste Evarista de tus vanas ilusiones,

Haz Titania lo que has venido a hacer,

Protégeme Hilaria con tu viscosa saliva,

Completa Tavidia tu óvulo secreto,

Viértete Danaea en tu savia,

Ocupa Alanda el centro que te corresponde, pues las últimas serán las primeras y ha

llegado tu hora.

El cuerpo desnudo de Alanda ocupa el centro de los círculos concéntricos, ha

abandonado el círculo interior para aposentarse en el ojo que todo lo ve. Ahora un

círculo de siete, otro de seis y la bruja elegida en el centro configuran la reunión. Ha

empezado el movimiento, los círculos concéntricos bamboleados por la fuerza del trece

ponen su atención en el número catorce, en el centro ocupado por Alanda.

Page 5: brujas verdaderas

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Las almas empiezan a aterrizar, han transcurrido 3 horas terrenales desde que tomaron

los hongos y ahora, todas desnudas y conscientes de su desnudez y forcejeos sexuales,

se sienten expulsadas del paraíso.