caicai-vilu versus la salmonicultura
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CAICAI-VILU VERSUS LA
SALMONICULTURA
El impacto de la industria de salmón en la identidad chilota y el papel del Estado
Mara Cox
1529382
Tesis de maestría en Estudios Latinoamericanos
Universidad de Leiden
Supervisor: Dr. P.A. Isla Monsalve
Leiden, agosto de 2019
Fuente de la imagen de la portada:
http://www.resumenlatinoamericano.org/2016/05/14/chile-pescadores-de-ancud-lo-que-
dice-la-comunidad-es-que-se-vayan-las-salmoneras/
“No es una coincidencia que ya no haya recursos naturales en el mar. Es un ser nuestro y
está hablando. Se está manifestando.”
-
Ruth Caicheo (2019), vocera del Consejo de Comunidades Huilliche de Chiloé, entrevista con la
autora
TABLA DE CONTENIDOS
Introducción 1 Capítulo 1 LA GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA Y EL IMPACTO EN LA IDENTIDAD Y EL DESARROLLO SOSTENIBLE: UNA EXPLORACIÓN TEÓRICA
4
1.1 La nueva dependencia: una conceptualización del
neoliberalismo, neocolonialismo y la globalización 4
1.2 Identidad y cultura en un mundo globalizado enfocado en el
desarrollo económico
7
1.3 El valor de la identidad en el desarrollo sostenible 10
Capítulo 2
LA IDENTIDAD CHILOTA Y EL DESARROLLO PRODUCTIVO DE LA
INDUSTRIA DEL SALMÓN EN UN CONTEXTO NEOLIBERAL
14
2.1 El archipiélago de Chiloé y sus características identitarias: una contextualización histórica
14
2.2 Chiloé y el desarrollo productivo de la industria del salmón 19 2.2.1 Las transformaciones del modelo económico chileno y
la industria salmonera 19
2.2.2 La instalación de la salmonicultura en el archipiélago de Chiloé
23
2.3 De globalización económica a la globalización de la sostenibilidad
25
Capítulo 3 IMPACTO DE LA SALMONICULTURA EN LA IDENTIDAD CHILOTA Y EL PAPEL DEL ESTADO EN SU DESARROLLO SOSTENIBLE
31
3.1 Nuevas ruralidades: el impacto de la salmonicultura en la
identidad chilota 31
3.1.1 Las transformaciones medioambientales 32 3.1.2 Las transformaciones socioeconómicas 33 3.1.3 Las transformaciones en la identidad chilota 39 3.2 El papel del Estado en los impactos de la salmonicultura en
Chiloé 43
3.3 Desafíos y oportunidades para el desarrollo sostenible de la
salmonicultura en Chiloé
49
Conclusión 55 Anexos 59 Anexo 1: Lista de entrevistados 59
Anexo 2: Pauta de entrevista 60 Bibliografía 62
1
INTRODUCCIÓN
La presente investigación analiza el impacto de la expansión, desde 1980, de la industria
salmonera en la identidad chilota y el papel del Estado en dicho proceso. El archipiélago
de Chiloé, un día una región aislada, marginada y subdesarrollada, con bajos niveles de
urbanización y orientada hacia la pesca artesanal y la agricultura campesina, es hoy en día
uno de los mayores productores de salmón del mundo y uno de los motores más
importantes de la economía chilena. El proceso de incorporación al mundo global
contemporáneo se ve fuertemente acelerado a partir de la rápida y violenta expansión de
la salmonicultura en un contexto neoliberal desde los años 1980, lo que trajo consigo un
proceso de modernización que ha generado importantes cambios medioambientales,
socioeconómicos, territoriales y políticos. La salmonicultura no es el primer articulador
de modernidad en Chiloé, sin embargo, la escala y la velocidad de su inserción en el
archipiélago fueron significativamente diferentes. Ha causado un conflicto entre la cultura
chilota tradicional y la modernidad. Chiloé posee una identidad única con manifestaciones
materiales y espirituales distintas, debido a su aislamiento y su origen indígena. Por lo
tanto, Chiloé constituye un interesante caso para analizar en qué medida la pesca
industrial de gran escala ha impactado la identidad local.
El objeto de investigación es relevante, debido a la creciente población mundial
que se necesita alimentar y su estilo de vida más sano. La industria salmonera ha sido una
de las agroindustrias de más rápido crecimiento en Chile. Además, si bien esta industria
ya está instalada en el archipiélago y está arraigada en su cultura, el caso de Chiloé puede
servir de ejemplo para otras áreas donde la salmonicultura quiere establecerse, como por
ejemplo en Puerto Williams en estos momentos o las otras industrias como las
hidroeléctricas que se está instalando en Chiloé y está generando hoy nuevos conflictos.
El papel de la acuicultura en la transformación de Chiloé y su espacialidad es relevante en
el contexto de las nuevas geografías económicas y culturales de la globalización.
Para poder responder la pregunta principal, el primer capítulo presenta una
exploración teórica de la vinculación entre el neoliberalismo, la globalización y la
identidad y la cultura. También se hace un acercamiento teórico al desarrollo sostenible
que surge desde la globalización de conflictos socioambientales. La diversidad cultural y
la preservación de las identidades son fundamentales para lograr este desarrollo
sostenible.
En el segundo capítulo se hace una contextualización del tema, que forma una parte
sumamente importante de la investigación. Primero se aborda las características
identitarias del archipiélago de Chiloé y sus acontecimientos históricos más relevantes
para el desarrollo de la salmonicultura. A continuación de esto, se analiza el desarrollo
productivo de la industria del salmón en Chile y en Chiloé en específico. Se concluye el
segundo capítulo con una contextualización del papel del Estado en el sector y su
desarrollo sostenible o no. Es relevante contextualizar el papel del Estado en la expansión
2
de la salmonicultura en Chile, porque de esta manera se puede entender cómo pudieron
surgir los impactos de la industria en el archipiélago de Chiloé.
El tercer capítulo pretende responder la pregunta principal de en qué medida la
salmonicultura ha tenido un impacto en la identidad chilota, analizando las
transformaciones medioambientales, socioeconómicas y culturales que tuvieron lugar en
el archipiélago desde los años 1980. Estos cambios forman la base de la investigación, ya
que la identidad se construye a través de estas dimensiones. En lugar de un análisis de las
diversas afirmaciones sobre los impactos generados por la salmonicultura en Chile, tanto
en favor como en contra, esta investigación busca revelar la trayectoria de lo que se
concibió como una actividad de exportación no tradicional con ventajas comparativas
significativas, hacia un sector que se ha convertido en objeto de debate sobre
sostenibilidad y desarrollo.
El objetivo principal de esta investigación es evaluar en qué medida la
salmonicultura ha tenido un impacto en la identidad chilota y el papel del Estado en ello.
Los objetivos secundarios son: a) analizar las características identitarias más importantes
de Chiloé; b) evaluar los cambios medioambientales, socioeconómicos y culturales más
significativos desde la expansión de la salmonicultura en Chiloé, y c) analizar el contexto
histórico y político que dio lugar a estos impactos y en qué medida esto ha llevado a un
desarrollo sostenible de la salmonicultura.
La investigación busca alcanzar estos objetivos mediante la siguiente pregunta
central: ¿En qué medida la salmonicultura ha tenido un impacto en la identidad chilota y
qué papel ha desempeñado el Estado en esto? En coherencia con los objetivos específicos,
la investigación se ha orientado por las siguientes preguntas específicas: a) ¿Cuáles son
las características identitarias más importantes de Chiloé?; b) ¿Cuáles han sido los
cambios medioambientales, socioeconómicos y culturales más significativos desde la
expansión de la salmonicultura en Chiloé?, y c) ¿Qué fue el contexto histórico y político
que hizo que se desarrollara la industria salmonera tal como es el caso y qué faltaría para
hacer la industria más sostenible?
Se ha partido, como principal hipótesis, de la idea de que la industria del salmón,
desde la implementación del modelo neoliberal en Chile, ha generado un crecimiento
económico, pero no de una manera inclusiva ni sostenible, que ha hecho que la identidad
chilota tradicional, en términos medioambientales, socioeconómicos y culturales, haya
desaparecido en gran parte, al alterar su relación con el mar y la tierra.
La metodología utilizada en la presente investigación ha consistido en análisis de
fuentes bibliográficas primarias y secundarias y entrevistas semiestructuradas a
expertos, funcionarios gubernamentales, investigadores y actores de la sociedad civil.
Múltiples visitas al archipiélago de Chiloé fueron parte del trabajo de campo.
Finalmente, me gustaría expresar mi gratitud a todas las personas que han estado
dispuestas a ayudarme a lo largo de mi investigación. En particular, me gustaría agradecer
a mi supervisor, el Dr. P.A. Isla Monsalve, por su apoyo en cada fase de la investigación,
sus recomendaciones útiles, su paciencia y su comprensión por los problemas de salud
que he tenido. Además, quiero agradecer a todos los entrevistados por tomarse el tiempo
3
para hablar conmigo, lo que resultó en conversaciones interesantes en un ambiente
agradable.
4
CAPÍTULO 1
La globalización económica y el impacto en la
identidad y el desarrollo sostenible: una
exploración teórica
El neoliberalismo es un modelo enfocado en la acumulación de capital y el desarrollo
económico. La globalización, consecuencia del sistema neoliberal, está vinculada con los
espacios, los territorios y el tiempo. Tiene impactos tanto económicos, como culturales,
sociales y medioambientales. La identidad es un proceso permanente que se construye
bajo la influencia de esos factores externos. Entonces, ¿en qué medida la globalización
afecta la identidad de los territorios? ¿Qué papel puede o debe desempeñar la identidad
local en el desarrollo sostenible? En este capítulo se describirá de qué manera los
conceptos de neoliberalismo y globalización se relacionan con la identidad cultural local
y la sostenibilidad.
1.1 La nueva dependencia: una conceptualización del
neoliberalismo, neocolonialismo y la globalización
Según la teoría de Immanuel Wallerstein (en Calderón et al., 2013), el neoliberalismo es
un modelo dentro del desarrollo del mundo capitalista, el cual tiene como característica
principal el enfoque en la acumulación de capital. El capitalismo y el modelo neoliberal
son caracterizados por sus ciclos de expansión y crisis constantes. En el sector rural, la
crisis se ha expresado en una profundización y expansión de las relaciones capitalistas. El
neoliberalismo promueve la construcción de territorios bajo los intereses de los capitales
vinculados con las actividades globalizadas, como la exportación de materias primas. Esta
construcción de territorios por el capital en el modelo neoliberal genera tensiones y
conflictos por los recursos, por los medios de producción, por el trabajo, pero también por
la organización del territorio, por su control y por el poder (Calderón et al., 2013).
Siguiendo la perspectiva de Wallerstein, la globalización es una consecuencia del
capitalismo. El capitalismo es el primer sistema productivo global, enfocándose en lo
económico en vez de lo político y, por lo tanto, ha sido capaz de crear una economía global.
El capitalismo dentro del sistema neoliberal supera las brechas humanas: a pesar de la
división en la humanidad se unifica el espacio económico universal (Larraín, 2000).
Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía
recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes,
crear vínculos en todas partes. Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía
dio un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran
pesar de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional. En lugar del antiguo
5
aislamiento de las regiones y naciones que se bastaban a sí mismas, se establece un
intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones (Marx y Engels,
1965: 37).
En un mundo globalizado no existe regulación de los flujos globales de capital; los
mercados determinan los movimientos de capital, las monedas, el crédito y, por tanto, las
economías en todos los países. En consecuencia, todas las economías se han vuelto
dependientes de los valores de sus empresas (Castells, 1999). Además, en realidad no
existe una interdependencia universal. En la economía mundial capitalista globalizada
todos los países están comercialmente conectados, pero estas relaciones comerciales no
son equilibradas.
La globalización agregó una nueva dimensión a estos desafíos. La integración rápida de
los mercados, la movilidad de capitales y aumentos significativos en los flujos de inversión
alrededor el mundo ha abierto nuevos desafíos y oportunidades para la búsqueda del
desarrollo sustentable. Pero los beneficios y los costos de la globalización están
irregularmente distribuidos, con países en desarrollo enfrentados a dificultades
especiales para hacer frente a este desafío (Naciones Unidas, 2002: 3).
Existe un intercambio comercial desigual, ya que, por ejemplo, la capacidad tecnológica
de América Latina es baja. Por lo tanto, la mayor parte de las exportaciones corresponde
a productos agropecuarios, materias primas y productos extractivos. El Sur aún exporta
materias primas a un precio bajo e importa productos manufacturados a un precio alto
desde el Norte. Por lo tanto, el Sur depende de la demanda del Norte y, además, depende
de su tecnología y capital para poder desarrollarse (Castells, 1999; Foran, 2012). La
globalización aumenta el intercambio comercial internacional libre, pero de ello
solamente se benefician los países industrializados, ya que en el capitalismo hay muchos
países que pierden (Ramales Osorio, 2013). Esto afirma la teoría de la dependencia, que
dice que debido al capitalismo el Sur siempre ha sido dependiente del Norte por su
tecnología, capital y mercado (Fridell, 2004).
Esta dependencia del Sur se originó en el tiempo del colonialismo, pero hoy en día
está presente de otra manera. Se podría hablar de neocolonialismo o neoimperialismo.
Kwame Nkrumah (1965), uno de los líderes políticos de la independencia de Ghana,
formuló la esencia del neocolonialismo, a saber: que el Estado es, teóricamente,
independiente y posee soberanía internacional, pero, en realidad, su sistema económico,
y, por lo tanto, su política, se dirige desde el exterior. La globalización implica la expansión
de las multinacionales dentro de un Estado que promueve una legislación beneficiosa
para ellas (Velasco Páez, 2003).
La globalización de la economía también incluye la importancia creciente del comercio
internacional en el crecimiento económico, el aumento considerable de la inversión
extranjera directa, la globalización de una parte esencial de la producción de bienes y
servicios en torno a empresas multinacionales y a sus redes auxiliares, la interpenetración
internacional de mercados de bienes y servicios, la formación de un mercado global de
6
trabajadores de especial cualificación (de los ingenieros de software a los futbolistas) y la
importancia de las migraciones internacionales de mano de obra desplazada por las crisis
económicas hacia zonas con mayores oportunidades de empleo y progreso (Castells, 1999:
2).
El neocolonialismo tiene varias formas. Una de ellas tiene que ver con las empresas
multinacionales. Esta perspectiva surgió entre los años 1960 y 1970 y concibe la inversión
extranjera directa, las empresas multinacionales y la expansión de sus mercados como
una forma de neocolonialismo, porque las empresas multinacionales son los portadores
principales del capitalismo para los países en desarrollo. El colonialismo tradicional
trataba de la expansión de un imperio político, pero el neocolonialismo representa la
expansión de un imperio de consumo que subsume y homogeniza la cultura y las
instituciones locales. De esta manera pueden atribuir al desarrollo económico, pero, al
mismo tiempo, amenaza la identidad y la independencia de una sociedad (Calvano, 2008).
La globalización desborda la capacidad de gestión de los estados-nación. No los invalida
totalmente, pero los obliga a orientar su política en torno a la adaptación de los sistemas
instrumentales de sus países hacia la navegación en los flujos globales. Al hacerlo, los
estados tienen que sacrificar intereses de sectores hasta entonces protegidos por él.
Cuando el estado tiene que atender, prioritariamente, a la dinámica de flujos globales su
acción hacia la sociedad civil se torna secundaria y por consiguiente el principio de
ciudadanía emite un significado cada vez más débil hacia los ciudadanos (Castells, 1999:
5).
De esta manera, las empresas multinacionales se establecen en territorio ajeno e
indirectamente se apropian de estos territorios (Castells, 1999; Velasco Páez, 2003). Así
es que el concepto globalización ya no solamente se refiere a un proceso económico, sino
que es un fenómeno complejo que también cubre las dimensiones sociales y culturales.
Existen tres dimensiones del fenómeno de la globalización. Primero está la dimensión de
ampliación de los efectos de las actividades económicas, políticas y culturales a lugares
remotos. Segundo, está la dimensión de intensificación de los niveles de interacción e
interconexión entre los estados y naciones. Tercero está la dimensión del reordenamiento
del espacio y el tiempo en la vida social (Larraín, 2000: 22).
La globalización misma también está bajo la influencia de otros fenómenos (Larraín,
2000). Anthony Giddens señala que la modernidad es inherentemente globalizante,
debido a la creciente separación entre el espacio y el tiempo y debido al surgimiento de
nuevas relaciones sociales. La modernidad hace que el tiempo pierda su contenido
espacial y desconecte el espacio de lo local, porque pone en contacto lugares alejados a
través de los medios de comunicación y los medios de transporte. De esta manera, facilita
el surgimiento de nuevas relaciones sociales (Castells, 1999; Larraín, 2000; Giddens,
1990).
7
1.2 Identidad y cultura en un mundo globalizado enfocado en el
desarrollo económico
Entonces, la globalización no solamente es un proceso económico, sino también social y
cultural. ¿Cómo afecta la globalización a la identidad? ¿Son enemigos esos dos procesos o
también se pueden reforzar mutuamente? ¿Y qué papel puede o debe desempañar la
cultura en el desarrollo económico, un objetivo tan importante del neoliberalismo?
Primero, hay que definir lo que es la identidad. En la antropología, el concepto hace
referencia a “un proceso de construcción en la que los individuos y grupos se van
definiendo a sí mismos en estrecha relación con otras personas y grupos” Larraín (2000:
29). De allí que la construcción de la identidad sea un proceso social: los individuos
primero se definen a sí mismos basándose en categorías sociales compartidas y
culturalmente definidas, como la religión, género, clase, etcétera, y después esos
individuos hacen referencian a unos ‘otros’ para crear su identidad (Larraín, 2000;
Molano, 2007). La identidad cultural, definida en cualquier esfera (nacional, regional,
local, étnica, etc.), implica la pertenencia a un grupo social con el cual se comparten
características culturales, como costumbres, valores y creencias y que se entiende como
un todo unido, coherente y continuo (Molano, 2007; Velasco Páez, 2003).
La identidad cultural es un proceso constructivo y no una herramienta pasiva; es
un proceso permanente y, en buena medida, inconsciente (Velasco Páez, 2003). La
identidad no es fija, sino fluida y cambiante: está bajo la influencia de factores externos y
se recrea tanto individual como colectivamente. Identidad es un término con
implicaciones culturales, étnicas, filosóficas, históricas, económicas, políticas e incluso
personales. Esto implica que las identidades comunitarias pueden cambiar junto a las
transformaciones ambientales, sociales y económicas generadas por la globalización
(Gómez Luna, 2003; Molano, 2007). La globalización pone a individuos, grupos y naciones
más en contacto con nuevos ‘otros’, en relación con los cuales se pueden definir a sí
mismos (Larraín, 2000; Molano, 2007). Aunque en algunos casos el concepto de identidad
trascienda las fronteras, su origen está vinculado a un territorio (Molano, 2007).
Se supone que el tipo de globalización difundida por el neoliberalismo genera
homogeneidad, uniformidad, e integración. Sin embargo, también fragmenta, genera
desigualdad y un deterioro ambiental acelerado, destruyendo las identidades (Velasco
Páez, 2003). El sistema global incluye a todo lo que según sus códigos tiene valor (todo lo
que es económicamente rentable, ya sea mediante ganancia o acrecentamiento del valor
patrimonial), y excluye todo lo que según esos códigos no tiene valor, como los grupos
sociales, los territorios o las identidades culturales (Castells, 1999).
La identidad cultural se ha desterritorializado: como consecuencia de la
globalización paulatinamente se ha desconectado la cultura y el territorio. Por esas
relaciones sociales nuevas, es más complicado ver la continuidad entre pasado y presente
y formarse una imagen clara de sí mismo (Larraín, 2000). Como consecuencia de las redes
globales de comunicación y los sistemas globales de producción e intercambio, las
8
circunstancias locales tienen menos poder sobre la vida de la gente (Giddens, 1990;
Larraín, 2000; Velasco Páez, 2003). Por otro lado, la identidad cultural no existe sin la
memoria y sin elementos simbólicos que le son propios (Molano, 2007). Además, existe
una internacionalización de la economía y un surgimiento de bloques comerciales y
políticos. Por lo tanto, se ha vuelto más complicado diferenciarse de esos grupos (Larraín,
2000).
Por un lado, se puede decir que la identidad comunitaria se ha ido perdiendo
debido a las consecuencias de la globalización. Sin embargo, de igual manera se puede ver
este impacto de la globalización como una reconstrucción de la identidad. Esta conclusión
depende del concepto de identidad. Si ella se entiende como un concepto inmutable y
constituido en el pasado, todos los cambios y todas las transformaciones implican
necesariamente la pérdida de esa identidad. Mientras que, si se define como un proceso
histórico permanente de construcción y reconstrucción, las transformaciones generadas
solamente implican que la identidad ha cambiado, en vez de ser destruida (Larraín, 2000).
En la geografía social la cultura es vista como una instancia de mediación entre el
ser humano y la naturaleza. Es un sistema de valores compartidos y de creencias
colectivas y se basa en la interpretación simbólica del entorno (Giménez, 2005). “No existe
cultura sin sujetos ni sujetos sin cultura” (Giménez, 2005: 17). La cultura contiene
diversos aspectos: lo económico, donde la cultura se relaciona con el mercado y el
consumo y genera industrias culturales; lo humano, donde la cultura desempeña un papel
de cohesión social, de memoria, de creatividad; lo patrimonial, lo que se trata de las
políticas públicas y las actividades para conservar los bienes patrimoniales; y lo
territorial, donde se encuentran lo ecológico, lo etnográfico y los procesos identitarios
relacionados con el sentimiento de pertenencia socioterritorial (Molano, 2007; Giménez,
2005). De este modo, la cultura está presente en todas las dimensiones de una sociedad e
incluye valores, percepciones, imágenes, formas de expresión y de comunicación y varios
otros aspectos que la definen en un país, una región o un grupo de personas (Kliksberg,
2000).
En el modelo neoliberal el desarrollo económico es más importante que la
preservación de la cultura. Desde esta perspectiva la cultura es vista como un obstáculo
al progreso y al desarrollo económico (Molano, 2007). Esta visión fue formulada
claramente en un documento de las Naciones Unidas en 1951:
Hay un sentido en que el progreso económico acelerado es imposible sin ajustes dolorosos.
Las filosofías ancestrales deben ser erradicadas; las viejas instituciones sociales tienen
que desintegrarse; los lazos de casta, credo y raza deben romperse y grandes masas de
personas incapaces de seguir el ritmo del progreso deberán ver frustradas sus
expectativas de una vida cómoda. Muy pocas comunidades están dispuestas a pagar el
precio del progreso económico (Naciones Unidas, 1951: 15) [traducción de OEA, 2002: 1].
Entonces, según el enfoque neoliberal, la cultura entendida como base de la identidad
forma un obstáculo para el desarrollo económico y la modernidad es uno de los medios
en el modelo neoliberal para lograr ese desarrollo económico:
9
Los Estados miembros, con el objeto de acelerar el desarrollo económico, la integración
regional, la expansión y el mejoramiento de las condiciones de su comercio promoverán
la modernización y la coordinación de los transportes y de las comunicaciones en los
países en desarrollo y entre los Estados miembros (OEA, 1948: 11).
Aquí se podría decir que, una vez más, se da una especie de neocolonialismo. El proceso
de globalización, hibridación, homogenización e interdependencia está impulsado por el
avance tecnológico, el crecimiento del sector informativo y la cooperación internacional
dentro del nuevo orden económico y político capitalista encabezado por corporaciones
multinacionales e instituciones gubernamentales internacionales. De esta manera la
cultura occidental y el capitalismo son promovidos y dominan todas las demás culturas y
sistemas económicos. Genera una pérdida de la diversidad social y la desaparición del
carácter distintivo local, en favor de la cultura y la sociedad global (O’Riordan, 2001).
Sin embargo, ha surgido un debate sobre la revalorización de la cultura, ya que este
aspecto no está incluido en el pensamiento económico convencional. Desde esta
perspectiva, frente al neoliberalismo tradicional, el desarrollo debe ser un proceso
integral y que varios aspectos de la cultura pueden favorecer el desarrollo económico y
social, en vez de formar un obstáculo. El desarrollo normalmente es visto como un
problema técnico que requiere soluciones técnicas, pero la realidad es diferente, como
demuestran los países que han seguido la liberalización, estabilización y privatización y
que no han crecido. En el proceso de desarrollo los conceptos de cooperación, confianza,
etnicidad, identidad, comunidad y amistad deben ser incorporados, ya que estos
elementos forman la base del tejido social, la política y la economía y las áreas de la
economía, la política y lo social están inherentemente ligadas. Particularmente los grupos
desfavorecidos tienen valores propios que les dan identidad. El neoliberalismo
tradicional, enfocado en el mercado, la competencia y la utilidad, genera tensiones
culturales, lo que a su vez obstaculiza el desarrollo (Kliksberg, 2000). Las identidades
nacionales y las identidades regionales y locales entran en tensión cuando deben
enfrentarse a los embates de la globalización, como la inversión extranjera directa y los
proyectos económicos extractivistas. En este campo las identidades locales operan de
manera defensiva y exigen su reconocimiento e inclusión. Esta posición contrapone el
patrimonio identitario local con la intervención y explotación económica globalizante. Los
valores culturales de los trabajadores forman parte de los recursos productivos de una
sociedad, y la aceptación e incorporación de esos valores favorecerá el desarrollo, ya que
sirven como una fuerza cohesiva (Kliksberg, 2000). Hoy en día las identidades culturales
muchas veces forman la base de organización social y movilización política. De esta
manera refuerzan las identidades (Castells, 1999; Velasco Páez, 2003). La crisis de
identidad no se puede solucionar por medio de la creación de una nueva identidad global,
impuesta por el Estado, ya que en América Latina ―por ejemplo― existe una crisis de
legitimidad del Estado. A menudo funciona incluso al revés: el Estado recupera su
legitimidad reconociendo e integrando identidades plurales de la sociedad. Por
consiguiente, no debería haber política identitaria, sino una atención pública que asegure
10
la comunicación entre las distintas identidades de la sociedad para que ninguna sea
excluida (Castells, 1999).
1.3 El valor de la identidad en el desarrollo sostenible
La globalización es caracterizada por los mercados globales, la desigualdad y el
reconocimiento de la crisis ecológica, acelerado luego de la ‘Cumbre de la Tierra’ en Río
de Janeiro en 1992 (Velasco Páez, 2003). El crecimiento económico descontrolado y
sumamente competitivo, característico de la globalización, ha generado una destrucción
masiva del medioambiente (Castells, 1999). Las amenazas ambientales, como el
calentamiento global y la reducción de la biodiversidad, no conocen fronteras ni
nacionalidades. Esto hace que surja una “conciencia común cosmopolita” y, en
consecuencia, estos problemas ambientales deben ser abordados a nivel global (Velasco
Páez, 2003). Este discurso es conocido como el globalismo ambiental y fue en este
contexto que nació el concepto del desarrollo sustentable. La primera interpretación de
esta idea, en los años setenta del siglo pasado, fue la limitación del crecimiento de la
población. A mediados de los años ochenta la idea del desarrollo sustentable era menos
radical: se basaba en una buena gestión de los recursos naturales y una economía que
respetaba el medioambiente (Velasco Páez, 2003). El concepto del ‘desarrollo
sustentable’ aparece por primera vez con el establecimiento de la Comisión Mundial para
el Medio Ambiente y el Desarrollo por las Naciones Unidas en 1983. El desarrollo
sustentable es el “desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer
las capacidades que tienen las futuras generaciones para satisfacer sus propias
necesidades” (Naciones Unidas, 1987: 59). Esto implica un ajuste de factores
institucionales (tales como el Estado, la comunidad y el mercado), de factores económicos
(como las inversiones) y de factores tecnológicos. De esta manera el desarrollo
sustentable busca garantizar la satisfacción de las necesidades de las generaciones
presentes y futuras y preservar la sustentabilidad del medioambiente en la cual está
establecida la economía global. En un informe, conocido como Informe Brundtland, se
consideró que la sustentabilidad debía hacerse duradera. Es así que el ‘desarrollo
sustentable’ se convirtió en ‘desarrollo sostenible’: “Está en manos de la humanidad
asegurar que el desarrollo sea sostenible, es decir, asegurar que satisfaga las necesidades
del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las
propias” (Naciones Unidas, 1987: 23). En 2002, en la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo
Sostenible en Johannesburgo, este concepto fue ampliado:
La paz, la seguridad, la estabilidad y el respeto de los derechos humanos y las libertades
fundamentales, incluido el derecho al desarrollo, así como el respeto de la diversidad
cultural, son esenciales para lograr el desarrollo sostenible y asegurar que beneficie a
todos (Naciones Unidas, 2002: 15).
11
Así, el desarrollo sostenible también toma en cuenta la diversidad cultural y los aspectos
sociales, en contraste con el desarrollo sustentable, que se enfoca en los recursos naturales
y el medioambiente.
La cultura forma parte de las condiciones de la sostenibilidad. De cada ecosistema
provienen otras metáforas y nacen otras culturas con sus propios sistemas de valores,
ideologías y prácticas. La sostenibilidad se ve reflejada en estas prácticas productivas de
las sociedades tradicionales. La simbolización cultural, las creencias religiosas y
significados sociales están basados en la naturaleza y, de esta manera, la cultura asigna
valores y significado a la naturaleza. De ahí se desarrollaron las ideologías agrícolas
tradicionales: las reglas sociales del uso de la tierra y el mar, del consumo de recursos y
las prácticas de gestión de ecosistemas. Estas reglas y prácticas soportan el uso múltiple
y el manejo sustentable de los recursos naturales. Por ejemplo, la cultura tradicional
regula el uso de recursos para satisfacer las necesidades de los miembros de la
comunidad, no para exportarlos, y regulan el ritmo de la extracción de estos recursos.
Entonces, toda la cultura favorece el uso sustentable de los recursos naturales, incluso las
relaciones de parentesco, las relaciones de género y edad, las formas de reciprocidad, la
división del trabajo y los derechos territoriales (Leff, 2000).
El creciente contacto intercultural puede ser un enriquecimiento, si es que se
reformula el concepto de la sostenibilidad. La identidad cultural de muchos pueblos está
basada en la naturaleza. Hoy en día, esta cultura fundada en la naturaleza está siendo
revalorizada como un recurso para el desarrollo sostenible (Leff, 2000). Cada grupo
étnico tenía su propia cultura ecológica que hoy se revaloriza. En referencia al contexto
latinoamericano:
Estos ‘estilos prehispánicos de desarrollo sustentable’, caracterizados por la articulación
productiva de diferentes ecosistemas y territorios étnicos, provenían de la percepción de
la naturaleza como un proceso sinergético e integrado y no como un acervo (stock) de
recursos discretos. Estas estrategias optimizaron el uso del trabajo a través de la
diversificación de la producción, ajustándose a las condiciones ecológicas y al potencial
ambiental de cada región, integrando actividades agroforestales con la caza, la pesca y la
recolección de especies vegetales. Este estilo de desarrollo fomentó la complementariedad
de los procesos de trabajo y las prácticas de cooperación interétnicas para el manejo
integrado de los recursos naturales. De esta manera, la integración de las economías
familiares y comunales permitió el intercambio y consumo de productos dentro de
amplios territorios étnicos (mayas, incas, etc.). Al mismo tiempo, se establecieron reglas
sociales para la regulación colectiva de la producción, a través de largos procesos de
observación de la naturaleza, experimentación productiva, innovación técnica e
intercambio de saberes. En este sentido, las identidades étnicas fueron significando y
definiendo diferentes sistemas de recursos naturales (Leff, 2000: 60).
De modo que la revalorización de la identidad cultural requiere del reconocimiento de los
regionalismos y las minorías étnicas, de sus costumbres y hábitos de convivencia con la
naturaleza, y una legislación respetuosa con el medioambiente y las sociedades (Leff,
2000; Velasco Páez, 2003). Por otro lado, la diversidad cultural y la preservación de las
12
identidades también son fundamentales para lograr el desarrollo sostenible. Ya que las
culturas están arraigadas en esos ecosistemas, ellas guían el proceso hacia el desarrollo
sostenible (Leff, 2000).
La degradación ambiental y la destrucción de sus recursos, causadas por el proceso de
crecimiento y globalización económica y enmascaradas hoy en día por el propósito de un
‘desarrollo sostenible’, han estado asociadas a la desintegración de valores culturales,
identidades y prácticas productivas de las ‘sociedades tradicionales’. Frente a estos
procesos dominantes, las estrategias alternativas para el desarrollo sustentable, basadas
en la diversidad cultural, están legitimando los derechos de las comunidades sobre sus
territorios y espacios étnicos, sobre sus costumbres e instituciones sociales, y por la
autogestión de sus recursos productivos. Los principios de diversidad en el ambientalismo
enfrentan la homogeneidad de patrones productivos, defendiendo los valores de la
diversidad de contextos ecológicos, la pluralidad cultural y la preservación de las
identidades de los pueblos. Estos principios éticos aparecen como una condición para
alcanzar los objetivos del desarrollo sustentable a escala local y global (Leff, 2000: 58).
Sin embargo, desde la perspectiva globalista, el desarrollo sustentable significa una
gestión ambiental que apoya la supervivencia del capitalismo. En el sistema neoliberal el
desarrollo sustentable se aborda desde un punto de vista económico que capitaliza la
naturaleza y no distingue entre las diferentes necesidades humanas culturalmente
determinadas, mientras que la sustentabilidad está entretejida en el medioambiente y en
las identidades culturales. La naturaleza forma un recurso económico y un patrimonio
cultural a la vez (Leff, 2000) y, por lo tanto, la sustentabilidad no puede ser abordada solo
a través de una política. Todos los grupos dentro de la sociedad tienen distintos intereses.
El concepto de la sustentabilidad tiene otro significado dependiendo del contexto de la
persona. Por ejemplo, la producción de carbón puede ser un proceso contaminante, pero,
por otro lado, también genera empleos (O’Riordan, 2001).
La globalización guiada por una racionalidad tecnológica unidimensional y por la
racionalidad económica orientada hacia la maximización del beneficio económico en el
corto plazo, ha resultado en un planeta contaminado, en un mundo saturado y en una
economía insustentable. Los procesos ecológicos y los valores culturales son
inconmensurables con la racionalidad económica. El mercado es incapaz de asignar
valores reales a los servicios ecológicos y a las condiciones comunales para la
sustentabilidad debido a su estructura teórica mecanicista, a la imposibilidad de reducir
futuros sustentables y las diversas y heterogéneas condiciones de sustentabilidad a los
valores unitarios del mercado (Leff, 2000: 62).
Los ajustes necesarios para el desarrollo sustentable afectan los ecosistemas, la
demografía y la política. Estas culturas son ignoradas por el enfoque económico y egoísta
de la globalización. El mundo es predominado por el intercambio comercial y la
globalización de los mercados, sin tomar suficientemente en cuenta los impactos
socioculturales y socioambientales de esta globalización neoliberal que ignora los
objetivos colectivos y que generó la privatización de los recursos naturales y la pérdida
13
del control del Estado y la sociedad sobre el medioambiente (Leff, 2000; Velasco Páez,
2003). Debido a la privatización de los bienes y recursos naturales, la naturaleza es
reducida a capital natural y la conservación de esta naturaleza se convierte en solo un
negocio que ignora las relaciones de poder y las identidades culturales:
Al clamar por un desarrollo sustentable que implica una reorganización de las actividades
económicas y tecnológicas para hacerlas ‘compatibles’ con la ‘armonía ecológica’ y facilitar
su emulación universal, se refuerza el dominio y desmembramiento de totalidades
sociales y ecológicas; bosques, sabanas, tierras de cultivo, ríos, lagos y ciénagas o los
fragmentos de ellos que aún perduran, son aislados de los tejidos locales de subsistencia
y convertidos en substratos para el productivismo y el comercio internacional sin límites.
De igual manera, se fragmentan y empobrecen los universos sociales asociados a estos
sistemas naturales de los cuales millones de seres humanos derivan sustento,
conocimientos tradicionales y significaciones de identificación individual y colectiva; se
intensifica el ya avanzado proceso de homogeneización cultural y la precariedad de las
bases de supervivencia ecológica y cultural (Velasco Páez, 2003: s.p.).
La globalización promueve sus prácticas sustentables globales, mientras que las políticas
locales pueden construir una sustentabilidad alternativa desde el punto de vista de los
ecosistemas específicos. Entonces, se necesita una reconstrucción de las identidades y una
valoración económica de la naturaleza y de la cultura para lograr sostenibilidad local; con
el conocimiento pasado, actualizado con la tecnología moderna. Hay que encontrar el
equilibrio entre lo global y lo local, entre conservación y crecimiento económico (Leff,
2000).
14
CAPÍTULO 2
La identidad chilota y el desarrollo productivo
de la industria del salmón en un contexto
neoliberal
La acelerada expansión de la salmonicultura en Chile es parte de una tendencia mucho
más amplia. Es el resultado de la duplicación del consumo mundial de pescado desde los
años setenta del siglo XX y la estabilización de la captura mundial anual de la pesca entre
80 y 90 millones de toneladas métricas (Soluri, 2011). La Organización de las Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) describe a la acuicultura como “el
sistema de producción de alimentos de más rápido crecimiento a nivel mundial” (FAO,
2009: 24). Si bien la acuicultura en China y otros países en Asia-Pacífico representan la
gran mayoría de la producción mundial, la acuicultura en América Latina ha visto la tasa
promedio de crecimiento anual más alta (22%) desde 1970 (FAO, 2009). El auge del
salmón es parte de un proceso de modernización mayor. El Estado juega un papel
importante en la inserción del país en la producción y el consumo global.
Chile es hoy el segundo mayor productor de salmón del mundo (FAO, 2018) y
Chiloé es la región en la que durante muchas décadas se han producido las mayores
cantidades de salmón en el país (Barton y Román, 2016). Además, Chiloé, aunque a
menudo es identificada como una isla socioeconómicamente deprimida, posee una
identidad única con manifestaciones materiales y espirituales distintas, debido a su
aislamiento y su origen indígena (Aros y Marchant, 2017). Por lo tanto, Chiloé forma un
interesante caso para analizar la transformación de una comunidad tradicional y única, a
una comunidad más modernizada y heterogénea.
En este capítulo se hará una contextualización del tema, analizando las
características identitarias chilotas con sus acontecimientos históricos más relevantes, el
desarrollo productivo de la industria del salmón en el archipiélago, el papel que el Estado
ha tenido en ello. De esta manera se puede entender cómo pudieron surgir los impactos
de la industria en el archipiélago de Chiloé.
2.1 El archipiélago de Chiloé y sus características identitarias: una
contextualización histórica
El archipiélago de Chiloé es una provincia que forma parte de la Décima Región de Los
Lagos, en la costa de la zona sur de Chile y consta de la Isla Grande y más de 30 islas
pequeñas distribuidas en diez comunas, que cuentan con 168.185 habitantes. Su
población es, en gran parte, indígena, a saber 58.589 habitantes, de los cuales la mayoría
es mapuche. Hoy en día un 60,8% (102.187) de las poblaciones se clasifica como urbanas
15
(INE, 2017). En 1982, antes de la intensificación de la industria del salmón, esto fue de un
40% en Chiloé, frente al 80% a nivel nacional (Barton y Román, 2016). A pesar de la
dramática expansión de la salmonicultura en Chiloé, en su momento de auge, en las áreas
rurales, el 23% de la población se podía considerar pobre (Barret y Caniggia, 2002).
Chiloé era un territorio estratégico para la colonización española: Castro y Ancud
fueron los puertos más australes de las costas americanas del Pacífico y, por lo tanto, todas
las expediciones que venían de España hacia Perú, por ejemplo, llegaban primero a los
puertos chilotes. Era una frontera importante en términos geopolíticos y tenía que estar
bien protegida con recursos y presencia imperial para evitar que invasiones holandesas o
inglesas entraran por la frontera sur. Hubo una serie de rebeliones de huilliches para
evitar el maltrato constante que recibían de los colonizadores españoles y a partir de ellas
se fueron alcanzando mejores niveles de convivencia entre la población indígena local y
los colonizadores (Mansilla Torres, 2002; Mondaca Mansilla, 2019). En palabras de
Mansilla Torres, “los indígenas nativos de las islas coexistieron de una manera
relativamente pacífica con los españoles [...]. Chiloé llegó a ser uno de los territorios
coloniales más hispanizados de Sudamérica...” (2002: párrafo 3). La emergencia de la
nueva república chilena empieza a ser una amenaza para Chiloé. El Imperio Español
estaba en el contexto europeo preocupado de la invasión napoleónica y, por lo tanto, no
había milicia ni contingente español en el archipiélago. Entonces, el ejército que se
enfrentaba a los revolucionarios chilenos fue principalmente chilote. Como consecuencia,
ya en el imaginario chileno desde sus comienzos Chiloé empezó a emerger como un
territorio interno enemigo. En 1818 Chile finalmente alcanzó la independencia y Chiloé se
resistió a la anexión hasta 1826 (Mondaca Mansilla, 2019):
Recién se anexa en 1826 Chiloé a Chile y se anexa como un territorio de indios que, bajo
un patrón colonial de poder o un imaginario colonial de categorizar el mundo, tiene una
clasificación social en base a la raza donde blancos dominan e indios son dominados.
Entonces ya por ser un territorio indígena era un territorio de segunda categoría, pero
además es un territorio indígena traicionero, que se enfrentó a la naciente república
chilena, por tanto, se anexa como un territorio de indios enemigos y se empieza a tratar
como tal (Mondaca Mansilla, 2019, entrevista con la autora).
El chilote es visto, y luego también se ve a sí mismo, como un habitante de segunda
categoría. El gentilicio chilote era un insulto al comienzo cuando se anexó Chiloé a Chile.
El gentilicio anterior era chiloense o chilueño; chilote aparece de manera despectiva
(Mondaca Mansilla, 2019).
Entonces en Chiloé, desde el Imperio Incaico hasta la conquista española y la lucha
por la independencia ―durante la cual Chiloé tomó una posición de apoyo a los españoles
contra las élites chilenas a principios del siglo XIX― se formó una identidad autónoma en
comparación con el resto de Chile, en términos de cómo los europeos se relacionaron con
los grupos indígenas que vivían en el archipiélago y establecieron una identidad chilota
específica (Barton y Román, 2016). Las comunidades mapuche-huilliches que se
establecieron en la Isla Grande de Chiloé son una mezcla entre chonos, huilliches y
16
españoles, de la cual surgió una cultura chilota con muchas características particulares en
cuanto a su economía, relaciones interpersonales, religiosidad, su relación con la
naturaleza y las actividades ‘laborales’ (Morales Urra y Tamayo Quilodrán, 2010).
Debido a la ausencia del
Estado se fue
reafirmando una
identidad autónoma
basada en la solidaridad
para ayudarse entre sí,
como se da en la
realización de la minga
(figura 1) y los medanes.1
Otras características
chilotas son la propiedad
familiar campesina; el
poblamiento urbano con
fuertes lazos
campesinos; una cultura
asociada al mar; la
presencia y el poder de
los rituales asociados a
creencias sincréticas; y
una economía doméstica basada en la subsistencia e intercambio menor, dominada por el
trueque (se pagaba con madera de alerce) (Caicheo, 2019; Mansilla Torres, 2006;
Mondaca Mansilla, 2019). Tradicionalmente, la comunidad rural de Chiloé es homogénea
en términos culturales y de clase, con importantes tradiciones de reciprocidad y
solidaridad, y con el catolicismo como la religión predominante (Barret y Caniggia, 2002;
Caicheo, 2019), pero el pueblo huilliche también tenía una religión propia con ceremonias
espirituales y rogativas (Caicheo, 2019). Solamente había medios de comunicación de
masas regionales como la prensa y la radio; las vías de transporte terrestre eran de difícil
acceso; existían fuertes lazos de comercio menor entre las pequeñas islas y los principales
centros urbanos de Chiloé y había una falta de redes de intermediarios entre el productor
campesino y el consumidor urbano (Mansilla Torres, 2006).
En Chiloé las unidades productivas domésticas están basadas en la institución
familiar, el autoconsumo, la subsistencia y los vínculos parentales como articuladores de
la cooperación comunitaria; la vida es más democrática, más participativa. Hay mucho
intercambio y mucha comunicación dentro de las comunidades; hay lazos sociales fuertes
y hay colectivización de los temas culturales. Chiloé siempre ha sido una isla de
tradiciones premodernas, donde la naturaleza, los mitos, la religiosidad popular, la
1 La minga es una antigua tradición de trabajo comunitario o colectivo con fines de utilidad social, que se retribuye con una comida abundante. El medán consiste en una fiesta entre vecinos donde cada invitado llega con bienes como un medio de proveerse o armarse, sin invertir dinero, de algunos artículos de necesidad que los demás invitados proveen.
17
solidaridad comunitaria formaban un ingrediente importante del estilo de vida del chilote
(Morales Urra y Tamayo Quilodrán, 2010; Mansilla Torres, 2006). Ese sistema
cooperativo se generó debido a las precarias condiciones de vida, la evangelización
jesuita, la colonización y, después, la coexistencia armónica de los grupos de indígenas y
los conquistadores (Mansilla Torres, 2002; Mansilla Torres, 2006; Barton y Román,
2016). La falta de circulante hizo que en Chiloé existiera un sistema de intercambio de
bienes y servicios e hizo que los chilotes estuvieran obligados a vivir de las posibilidades
que les ofrecía la naturaleza, o sea, de la pequeña agricultura familiar, de la pesca, de la
extracción artesanal de mariscos y de la artesanía de lana y fibras naturales (Mansilla
Torres, 2009). Hasta la década de 1950, los chilotes combinaban las actividades agrícolas,
ganaderas, hortícolas artesanales y actividades de recolección y la pesca. Esta es la
segunda actividad más predominante de las comunidades en Chiloé, después de la
agricultura (Morales Urra y Tamayo Quilodrán, 2010; Mansilla Torres, 2006). La actividad
económica fue limitada debido a la falta de tierras productivas accesibles y la
estacionalidad de las actividades pesqueras artesanales (Le Bail et al., 2001; Barret y
Caniggia, 2002; Barton y Román, 2016). Además, durante la mayor parte del siglo XX, las
islas fueron caracterizadas por su aislamiento del continente, a pesar del hecho de que la
Isla Grande de Chiloé está localizada cerca de éste, debido a la pobre comunicación
(Barton y Román, 2016). Existía una desconexión de los mercados y una fuerte
dependencia de los intermediarios.
En la época de la llegada de las grandes salmoneras, existía una pobreza evidente
en la isla de Chiloé y las condiciones de vida eran poco satisfactorias. Había problemas de
acceso a los servicios de salud, el saneamiento y la educación, la calidad de las viviendas
era baja, y existía una fuerte dependencia del entorno local para la subsistencia (Barton y
Román, 2016). Para poder ganar suficiente dinero, históricamente una gran cantidad de
los trabajadores de la provincia de Chiloé emigraban a la Patagonia para trabajar
temporalmente en las granjas de oveja o en las ciudades en el norte de Chile (Barton y
Román, 2016; Barret y Caniggia, 2002; Mansilla Torres, 2002; Mansilla Torres, 2006). De
este modo, hasta los años 1970, Chiloé estaba caracterizada por la reducción de su
población. Por lo tanto, antes de la llegada de las grandes salmoneras la identidad chilota
ya estaba perdiendo ‘representantes’. Esto puede hacer que Chiloé, a pesar de la identidad
diferente de cualquier sociedad occidental capitalista, no tuviera una base
suficientemente fuerte para resistir la influencia de la modernidad en su cultura, como se
investigará en el próximo capítulo.
Mientras los hombres trabajaban en el sur, las mujeres en Chiloé realizaban
diversas tareas agrícolas, como plantar papas, sembrar trigo, criar animales y recolectar
madera, así como el trabajo reproductivo. Pero, cuando los hombres regresaban a Chiloé,
la división tradicional de género en el trabajo volvía. La tasa de participación femenina en
la fuerza laboral de Chiloé fue solo de un 26,5% en 1982 (Barret y Caniggia, 2002). Una
característica particular de la isla son las relaciones de género tradicionales (Ramírez y
Ruben, 2015).
Chiloé ha sido colonizado por los españoles, piratas ingleses y holandeses,
evangelizadores antiguos y modernos, el Estado chileno durante el período republicano,
18
y se podría decir que hoy en día existe una nueva dependencia de las multinacionales de
la industria acuícola. Chiloé fue colonizado en gran parte debido a las riquezas disponibles
para explotar: la tierra con sus bosques y sobre todo el mar y sus playas. Pero, al mismo
tiempo, los chilotes siempre han tenido la naturaleza a su favor: el mar significó su fuente
de alimento e ingreso, pero, además, era un espacio simbólico en el que acontecían relatos
sagrados e históricos. Las leyendas y los mitos chilotes no han sido añadidos a la
naturaleza, sino que son la naturaleza en sí (Mansilla Torres, 2006). La mitología ha tenido
uno de los mayores impactos en la construcción cultural de Chiloé y, en las palabras de
Mansilla Torres, “el poblado paisaje de la mitología chilota constituye uno de los rasgos
culturales que mejor definen la singularidad identitaria de las islas del archipiélago de
Chiloé” (2009: 276). Este elemento cultural nació de las relaciones de poder y el
sincretismo entre las religiones tradicionales de los habitantes indígenas originarios y las
mitologías y supersticiones traídas por los españoles y otros europeos (Ulloa Galindo,
2010). La raíz del mito chilote es mapuche, pero fue influenciado por el cristianismo de
las culturas occidentales. Los relatos de la mitología han sido incorporados fuertemente
por todos los chilotes, aunque pueden provenir de distintas tradiciones que se han
incorporado en la cultura chilota (Cárdenas Álvarez, 1998):
El origen de la mitología y la magia insular tiene su base en las condiciones históricas de
los grupos que habitaron el archipiélago y no [...] del pensamiento primitivo de aquéllos.
Son las condiciones materiales las que determinan las formas de pensamiento y sus
manifestaciones ideológicas, sociales y culturales. De tal manera que la lógica de lo
sensible no se desarrolla de modo antojadizo [...] Lo mitológico es una forma de
pensamiento que el isleño elabora a partir de su realidad económico-social y cultural, pero
expresada en forma análoga. La mitología de la cultura de la madera presenta seres
sobrenaturales con caracteres similares al isleño. Más aún, las fuerzas sobrenaturales que
rigen el mundo de la naturaleza y la cultura se expresan a través de seres jerárquicos, con
poderes y conciencia, que conoces y dominan fenómenos que el propio isleño no puede
percibir o controlar. Así, el hombre interactúa con la naturaleza como realidad subjetiva,
antes que establecer relaciones objetivas (Marino y Osorio, 1983: 15-17).
Entonces la mitología nace de las condiciones económicas, sociales y culturales de la isla,
porque éstas determinan la forma de pensar. Estas condiciones reales son expresadas en
forma análoga. De esta manera la mitología y la magia insular cambian junto con la
realidad, con los cambios económicos, sociales, medioambientales, culturales, etc.
A pesar de la riqueza alimentaria en la naturaleza, en Chiloé no ha sido sino hasta
años recientes que ha existido suficiente dinero y crédito para ingresar a la modernidad
por medio del consumo masivo de productos manufacturados y por endeudamiento con
la banca (Mansilla Torres, 2009). Chiloé siempre había estado marginalizado, hasta el
gran terremoto de mayo de 1960. Desde esa fecha el Gobierno chileno empezó a
incorporar Chiloé en el proceso de modernización y sacar a la región del aislamiento; el
Estado empezó a desarrollar el acceso a la salud pública y la educación, las
infraestructuras para la conectividad y la creación de empleos y servicios estatales,
aunque con poco desarrollo de la capacidad industrial. En los años 1960 Castro fue
19
declarado ‘puerto libre’, lo que implicaba la llegada de bienes importados libres de
impuesto, los que sólo podían ser vendidos en Chiloé mismo. Sin embargo, esta situación
generó una contradicción estructural en la sociedad chilota, porque había una gran oferta
de bienes industriales internacionales, pero los consumidores chilotes no tenían la
capacidad para adquirir esos bienes. Así que, a pesar de estos desarrollos, la coexistencia
de la vida tradicional y la vida moderna persistía (Barton y Román, 2016; Mansilla Torres,
2002).
2.2 Chiloé y el desarrollo productivo de la industria del salmón
2.2.1 Las transformaciones del modelo económico chileno y la industria
salmonera
Si bien el contexto neoliberal que surgió durante la dictadura de Augusto Pinochet juega
un papel innegablemente importante en el análisis de la industria salmonera, la historia
del salmón en el sur de Chile es mucho más antigua y compleja. El salmón del Atlántico
(Salmo salar) es nativo de la cuenca del Atlántico Norte. Hace más de cien años se iniciaron
los esfuerzos para aclimatar este salmón a Chile. Los primeros dos intentos fracasaron,
pero el Gobierno chileno continuó contratando consultores extranjeros con el objetivo de
introducir salmón en las aguas de Chile. Esta iniciativa fue acompañada por un gran
interés de las élites en crear criaderos de peces y la combinación de financiamiento
privado y estatal para tales empresas. El interés del Estado chileno en el cultivo de salmón
aumentó a principios del siglo XX, cuando aumentaron las importaciones de salmón
enlatado y las teorías de aclimatación. En 1905 el Estado estableció una estación de
investigación en el Río Blanco en el centro de Chile y dos años después el personal informó
sobre la exitosa repoblación de varios ríos (huevos de trucha arco iris [Oncorhynchus
mykiss] y trucha marrón [Salmo trutta] de Alemania). En 1910, el Estado chileno
estableció un segundo criadero en el lago Llanquihue con más de un millón de huevos que
incluían salmón del Atlántico y varios tipos de truchas. El salmón del Atlántico no fue
exitoso: después de un breve período de alta productividad entre 1928 y 1932 empezó a
declinar rápidamente antes de desaparecer completamente en 1939. Las razones
principales eran las altas tasas de mortalidad de agua dulce, posiblemente como resultado
de la depredación por la trucha introducida; lanzamientos que estaban demasiado
dispersos geográficamente; y las corrientes oceánicas prevalecientes que llevaban
salmones jóvenes a aguas de las que no podían regresar (Soluri, 2011).
La dictadura del general Augusto Pinochet implementó un modelo económico
neoliberal desde finales de la década de 1970. Hoy en día Chile es uno de los países más
neoliberales de América Latina (Mansilla Torres, 2006) y, como consecuencia, uno de los
países más globalizados de la región, con un índice de globalización2 de 69.1 (KOF, 2016)
2 El índice de globalización de KOF mide las dimensiones económicas, sociales y políticas de la globalización.
20
(gráfico 1), lo que implica que Chile tiene una gran cantidad de inversores extranjeros y
una red de acuerdos de comercio muy grande (Gygli et al., 2018).
Gráfico 1: El índice de globalización de Chile y América Latina
y el Caribe 1970-2016
Fuente: KOF (2016).
El golpe de Estado de 1972 marcó un cambio radical en las políticas económicas del país:
significó el final del socialismo democrático y del modelo de industrialización por
sustitución de importaciones que había caracterizado la vida económica chilena durante
casi medio siglo desde la Gran Depresión. Chile se transformó de una economía aislada
que disuadía el comercio o la inversión extranjera con una fuerte intervención del Estado,
en una economía liberalizada e integrada en el mundo, en la que el Estado solamente
intervenía para estimular grandes empresas orientadas a la exportación (Daughters,
2009; Schurman, 2003). Este período de liberalización económica es conocido como el
‘milagro económico chileno’ en lo que la ‘ventaja comparativa’ desempeña un papel más
importante que los objetivos sociales (Barton y Román, 2016; Schurman, 2003). Fue en
este período que la industria minera fue complementada con nuevos productos para
exportar, como el salmón desde los años 1980.
Durante este famoso ‘milagro chileno’ Chile ha mantenido tasas de crecimiento
económico que superan a las de prácticamente toda la región desde fines de los años 80.
Particularmente la ruralidad ha vivido significantes transformaciones debido al proceso
neoliberal. Este modelo se centra en la explotación exitosa de los recursos que el país
posee en abundancia y para los cuales existe demanda en el extranjero. Chile es un
ejemplo por excelencia de una economía basada en recursos naturales. Históricamente,
Chile ha tenido una orientación exportadora del campo, pero desde las políticas
21
económicas neoliberales, aunque la minería del cobre sigue siendo el motor de la
economía nacional, se ha diversificado hacia otras actividades económicas como las
frutícolas, vitivinícolas, forestales y acuícolas (Barton y Fløysand, 2015; Calderón et al.,
2013 Schurman, 2003; Soluri, 2011). El Estado chileno buscaba diversificar la economía
de su dependencia tradicional de las exportaciones de cobre, la típica dependencia de
productos básicos de la historia económica de América Latina (Barton y Fløysand, 2015).
De tal modo el Estado chileno ha tenido una gran influencia en el desarrollo de la
industria acuícola con sus políticas neoliberales. CORFO3 fue la primera en exportar
salmón en 1978 (Barton y Fløysand, 2015). La iniciativa fue liderada por parte de la JICA4
y Fundación Chile5. A principios de la década de 1980, la Fundación Chile adquirió una
pequeña empresa de acuicultura que opera en la isla de Chiloé y formó una nueva
compañía, “Salmones Antártica”, para criar salmón del Pacífico para después liberarlos en
mar abierto y capturarlos, es decir, criaderos de salmón. La fundación también construyó
dos instalaciones de procesamiento de salmón y creó dos firmas, Salmotec y Salmones
Huillinco, dedicadas a la producción de juveniles de salmón del Atlántico. Todas estas
empresas se vendieron posteriormente a inversionistas privados (Fundación Chile,
2007). En 1981, Fundación Chile compró una compañía de salmón para probar diferentes
procesos productivos, tanto en agua dulce como en agua de mar, y en capacidades de
procesamiento y exportación. A partir de ello se inició la transferencia de tecnología y el
desarrollo del sector comenzó en serio, cambiando el entorno marino con la
implementación de jaulas de producción. La crisis económica de 1982-83 afectó las
exportaciones agrícolas del país. Por lo tanto, surgieron iniciativas de industrialización
rural del Estado con el fin de desarrollar aún más los sectores de exportación agrícola no
tradicional, como por ejemplo la acuicultura (Barton y Román, 2016). La cantidad de
productores creció rápidamente, principalmente con capital chileno, de 9 empresas en los
años 1983-84 (Aros y Marchant, 2017), después, en 1985 se fundó la Asociación de
Productores de Salmón y Trucha con 17 miembros (Barton y Román, 2016), y en 1986 se
instalaron 26 nuevos centros de cultivo (Aros y Marchant, 2017).
Hasta finales de los años 80, la mayor parte del suministro mundial provenía de las
pesquerías de salmón silvestre, ubicadas en Alaska, el noroeste del Pacífico, Canadá y
Japón. Debido al carácter estacional de la pesca, la oferta de salmón era limitada y esto
hacía que fuera un producto de lujo con un precio correspondiente (Schurman, 2003). La
combinación de la creciente demanda mundial de pescado y la dificultad de satisfacerla
mediante la pesca extractiva estimuló la expansión de la acuicultura desde el año 1989
3 La Corporación de Fomento de la Producción es una agencia estatal encargado del fomento de la producción nacional y promotora del crecimiento económico regional. 4 La Agencia Japonesa de Cooperación Internacional está orientada a ayudar al desarrollo económico y social de los países en desarrollo y promover la cooperación internacional. 5 Fundación Chile es una fundación privada, que es esencialmente un do tank tecnológico que fomenta el crecimiento de la industria y los negocios chilenos a través de la innovación tecnológica, establecida en 1976 como parte de un acuerdo entre el gobierno de Pinochet y la Corporación Internacional de Teléfonos y Telégrafos (ITT). La ITT Chile fue una multinacional estadounidense cuyos activos chilenos fueron nacionalizados por el gobierno de Salvador Allende tras los esfuerzos encubiertos de la compañía para socavar la elección de Allende en 1970 (Soluri, 2011).
22
(FAO, 2012). Posteriormente, la coalición de partidos políticos de centroizquierda que
gobernaron democráticamente desde 1988 hasta 2008, continuó apoyando la industria
de la acuicultura mediante la negociación de acuerdos comerciales favorables (Soluri,
2011).
De esta manera, la industria pesquera de Chile creció aceleradamente durante la
dictadura de Pinochet. Entre los años setenta y noventa, el número de plantas
procesadoras de pescado en el país aumentó de aproximadamente 75 a más de 400, y las
exportaciones de productos del mar aumentaron desde niveles insignificantes hasta el
12% de los ingresos de exportación de Chile (Ministerio de Agricultura, Servicio Agrícola
y Ganadero, 1976; Sernapesca, 1996). La producción pesquera a través de la acuicultura
se expandió 12 veces desde los años 80 hasta 2010 a una tasa anual del 8,8 por ciento
(FAO 2012). Esta cifra alcanzó un máximo histórico en 2010 con casi 60 millones de
toneladas, lo que representa el 60% de la producción mundial de pescado.
Si bien en 1987 Chile aún no había registrado exportaciones de salmón del
Atlántico (Phyne y Mansilla, 2003), veinte años después, y hasta hoy, el país se ha
convertido en el segundo productor líder de salmón atlántico de piscifactoría en el mundo,
solo precedido por Noruega (FAO, 2018), produciendo aproximadamente un tercio de la
producción mundial, y el sector era el tercer relevante en Chile, después del cobre y la
silvicultura. Entre 1990 y 2008, la producción nacional de salmón aumentó de 29.000 a
600.000 toneladas al año, con exportaciones que alcanzaron los 2.500 millones de dólares
en 2008 (Ramírez y Ruben, 2015). En este período, la contribución del sector pesquero al
producto interno bruto de la Región de Los Lagos aumentó de 19,4% a 54,8% (Soluri,
2011). Las cosechas de salmón y trucha no dejaron de crecer y en 2017 alcanzaron
855.326 toneladas en total en Chile y la Región de Los Lagos (Región X) cosecha la segunda
cantidad más grande de salmón y trucha con 351.534 toneladas, después de la Región de
Aysén (Región XI) con 390.987 toneladas en 2017 (cuadro 1).
Cuadro 1: Cosecha de centros de acuicultura por especie y región en 2017
(en toneladas)
Especie Región VIII Región IX Región XIV Región X Región XI Región XII Total
Samón del Atlántico 14 256 271 204.346 318.725 90.561 614.173
Salmón Coho - 94 17 115.457 48.625 - 164.193
Trucha Arcoiris 49 16 2.276 31.731 23.637 19.251 76.960
Fuente: Sernapesca (2017).
Entre 2009 y 2018 las exportaciones chilenas de salmón y trucha siguieron creciendo casi
constantemente y hoy en día alcanzaron los 5.157 millones de dólares (cuadro 2).
23
Cuadro 2: Exportaciones chilenas de salmón y trucha por especie y año
(en millones de dólares estadounidenses)
Año Salmón Trucha Total
2009 1.476 596 2.072
2010 1.150 903 2.053
2011 1.852 1.063 2.915
2012 1.982 892 2.874
2013 2.782 766 3.548
2014 3.648 702 4.305
2015 3.088 439 3.527
2016 3.464 406 3.870
2017 4.160 470 4.630
2018 4.729 428 5.157
Fuente: Banco de Chile (2019).
2.2.2 La instalación de la salmonicultura en el archipiélago de Chiloé
Hasta principios del siglo XX, los recursos naturales de Chiloé no llamaban la atención de
los extranjeros ni de los chilenos fuera del archipiélago. La pesca que se realizaba en la
región era mayoritariamente para el consumo local y los pescadores trabajaban de
manera independiente o para pequeños negocios que servían a sus comunidades
(Daughters, 2009). Desde el terremoto de 1960 Chiloé ya se empezó a incorporar al
mundo global contemporáneo, pero bajo la dictadura militar este proceso de
incorporación se vio sumamente acelerado. Se estableció una política agresiva de
privatización, desregulación industrial y extracción de recursos para la exportación: los
principales aspectos de la nueva estrategia económica del neoliberalismo. Esto dio paso a
la explotación a gran escala de la riqueza marina del archipiélago. La industria de cultivos
marinos, principalmente salmones, ostras y mitílidos, instaló grandes criaderos de
salmones en los mares chilotes (Daughters, 2009; Mansilla Torres, 2006).
¿Por qué la salmonicultura logró instalarse tan profundamente en la región de Los
Lagos y el archipiélago de Chiloé en específico? La gran mayoría del salmón producido en
Chile provenía de la región de Los Lagos, porque existían algunas de las mejores
condiciones de cultivo de salmón del mundo, gracias a la combinación de sus
características geográficas: lagos glaciares profundos de agua dulce, mares interiores
limpios y protegidos y temperaturas del agua perfectas (Barton y Fløysand, 2015;
Daughters, 2009; Le Bail et al., 2001; Schurman, 2003; Soluri, 2011). Otras razones para
el exitoso desarrollo de la industria del salmón en el sur de Chile residen en los métodos
de producción anticíclicos, los bajos costos de producción y transporte, las ventajas
comparativas de las regulaciones ambientales y laborales más indulgentes y las
regulaciones de asignación de recursos marinos de corte liberal (Ramírez y Ruben, 2015).
24
A fines de la década de 1970 empezaron a llegar las grandes compañías pesqueras
a Chiloé en busca de pescados y mariscos para los nuevos mercados de exportación en
Europa, Norteamérica y Asia (Daughters, 2009). La rápida expansión de la acuicultura en
el archipiélago se debió no solo a una importante inversión extraterritorial, sino también
a la presencia de un gran número de mujeres que no enfrentaban barreras culturales para
su ingreso al mercado laboral, debido a su experiencia en la agricultura, que las preparó
para trabajar en la acuicultura, y debido al sistema de normas y relaciones de género que
existía en la isla (Ramírez y Ruben, 2015).
A mediados de la década de 1980, cuando las poblaciones de peces salvajes en
Chiloé disminuyeron y las exportaciones de mariscos se estabilizaron, se lanzó una nueva
industria acuícola que creció exponencialmente: el salmón criado en granjas6 (Soluri,
2011). Cuando se introdujo por primera vez, los trabajadores de la industria y los políticos
veían al cultivo de salmón como una panacea medioambiental. La explotación
incontrolada de los recursos naturales durante más de una década había reducido las
poblaciones de especies comerciales claves de la región, lo que también causó la caída de
las capturas para los pescadores y el aumento de los costos para los cosechadores y
procesadores (Schurman, 2003). En cambio, desde entonces, las empresas criaban y
engordaban las especies no nativas de salmón del Atlántico (importadas de Noruega) en
jaulas, lo que supuestamente disminuía la presión sobre las poblaciones de peces
silvestres y, como consecuencia, debilitaba las limitaciones impuestas por el Gobierno,
como las cuotas de pesca. Las granjas de salmón parecían ser beneficiosas para todos:
hacían que las empresas tuvieran un producto de exportación ilimitado y sostenible
durante todo el año7 y que los pequeños pescadores no se tuvieran que preocupar sobre
temas de competitividad y el agotamiento de especies silvestres. La cantidad de plantas
de procesamiento en el archipiélago siguió aumentando a lo largo de los años 80. Esta
transformación fue estimulada por el Gobierno, que implementó nuevas políticas que
desregulaban la industria y subsidiaba a las grandes empresas (Daughters, 2009).
En veinte años Chiloé se convirtió en uno de los productores de salmón más
importantes del mundo. Entre 1987 y 1996, sus niveles de producción aumentaron con
más de 1.800% (Daughters, 2009), y alrededor de los años 2000, el 90% de la producción
de salmón en Chile provenía de la Región de los Lagos, y Chiloé aseguraba por sí sola más
del 50% de la producción total nacional (gráfico 2). La producción de salmones
representaba casi el 70% de la industria acuícola total de Chiloé. Hoy en día, el turismo y
la salmonicultura son las dos fuentes principales de riqueza en Chiloé, sobre todo en la
costa oriental de la isla, desde Ancud hasta Quellón (Le Bail et al., 2001).
6 El salmón de cultivo crece a un ritmo más rápido que los tamaños del mercado, porque el salmón no tiene que gastar energía en cazar sus presas, a diferencia de las poblaciones de salmón salvaje (Soluri, 2011). 7 Antes de la década de 1980, el salmón era un alimento de temporada disponible principalmente entre junio y agosto, lo que le dio una ventaja comparativa para las salmoneras en Chile debido a la contraestacionalidad. Sin embargo, desde los años 90 se puede cosechar el salmón del Atlántico durante todo el año, lo que ha hecho que muchas salmoneras expandieran su producción y aumentaran las exportaciones a EE. UU. (Soluri, 2011).
25
Gráfico 2: Producción total de salmón en Chile, Región de Los Lagos y Chiloé
(miles de toneladas)
Fuente: Le Bail et al. (2001).
2.3 De globalización económica a la globalización de la
sostenibilidad
La expansión de la acuicultura, al igual que otras actividades basadas en recursos
naturales como la agricultura o la silvicultura, es un consumidor importante de servicios
medioambientales y afecta fuertemente la sostenibilidad ambiental a largo plazo. Cuando
se trata de plantas de producción ubicadas en países en desarrollo, sus instituciones y
regulaciones ambientales tienden a ser débiles y ausentes, ya que estos países
generalmente dan prioridad al crecimiento económico sobre la sostenibilidad ambiental.
Según lo planteado en el primer capítulo, en un mundo globalizado hay países que
avanzan, mientras otros quedan atrás en su proceso de desarrollo. Esto se ve reflejado en
el desarrollo de la acuicultura en Chiloé y su sostenibilidad (Iizuka y Katz, 2015).
La acuicultura no solo depende de una tecnología de producción avanzada, como
maquinaria y materiales, sino también de las instituciones que regulan el uso de los
recursos naturales. Si un país productor no cuenta con el sistema regulatorio ambiental
adecuado para proteger el uso de sus recursos naturales y solamente responde a la
creciente demanda global, puede generar el deterioro ecológico. A fin de establecer una
buena regulación se necesita tecnología social: el conocimiento de cómo funciona la
ecología local (Iizuka y Katz, 2015).
Durante la década de 1980 existía una economía saludable (en términos de capital
financiero) orientada a la exportación. Los productos agropecuarios no tradicionales
fueron protegidos por el Estado durante la dictadura: existía un entorno regulatorio débil
y había apoyo en la promoción. Los principios del desarrollo de la salmonicultura se
caracterizaban por un fuerte crecimiento económico y un “silencio socioecológico”
(Barton y Fløysand, 2015).
26
Las primeras empresas que se instalaron en Chiloé, con inversión chilena, tenían
poca experiencia en producción de salmón y flujos de capital transnacionales (Phyne &
Mansilla, 2003). En consecuencia, estas empresas no eran capaces de anticipar las tasas
de crecimiento y los posibles conflictos que surgieron. La falta de tecnología hizo que las
empresas fueran acusadas de dumping laboral y medioambiental, debido a los bajos
costos de producción. Además, estos bajos costos, las políticas de liberalización, las bajas
tasas de enfermedades y los sitios disponibles dieron origen a una ola de inversiones
internacionales e hizo que las empresas chilenas cayeran en manos de las multinacionales
(Barton y Román, 2016). El entorno regulatorio chileno era favorable para las empresas
extranjeras porque enfrentaban menos regulaciones que las empresas en Noruega
(Soluri, 2011). Para evitar una quiebra, en particular con respecto a brotes de
enfermedades y altas mortalidades, se requería un sistema regulatorio estricto (Barton y
Fløysand, 2015).
Durante las décadas de 1980 y 1990 había pocas críticas en Chile, excepto por
algunas ONG ambientalistas. Sin embargo, estas críticas tuvieron poco impacto en el
sector y en el sistema regulatorio. Los principales cambios tenían que ver con la
protección de la salud de la industria frente a los brotes de enfermedades, como las
iniciativas de la Ley de Pesca y Acuicultura de 1991. Hubo un cambio en la
institucionalidad con la aprobación de la Ley de Medio Ambiente en 1994, impulsada por
la Conferencia de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo en 1992, y al mismo tiempo
surgieron nuevas ONGs. Esta evolución, y la enfermedad bacteriana SRS (Septicemia
Rickettsial Salmonídea) que causó altos niveles de mortalidad en la producción chilena,
hizo que la gente se enfocara más en este sector y sus posibles impactos. Se estableció el
Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA) en 1997 y se implementaron
reglamentos de controles ambientales y sanitarios desde 2001 (Barton y Fløysand, 2015).
A mediados de la década de 1990, las salmoneras se volvieron más intensivas en
capital y tecnología. En 1995, con el apoyo de CORFO, se creó el Instituto Tecnológico del
Salmón (INTESAL)8. Sin embargo, la “tecnología social”, el conocimiento y la comprensión
sobre cómo lidiar con la sostenibilidad ambiental local, no evolucionó a la misma
velocidad que la “tecnología física”, abriendo un espacio en el que podía surgir la crisis
sanitaria y ambiental (Barton y Fløysand, 2015; Iizuka y Katz, 2015).
En la década de 2000, la industria del salmón alcanzó un tamaño significativo y
comenzó a ejercer presión sobre el entorno local. A pesar de que en los años 90, bajo la
administración democrática, se introdujeron medidas de protección laboral y ambiental,
el modelo económico neoliberal ha persistido de diferentes maneras. Este modelo y el
‘milagro’ económico (crecimiento a través de exportación) se mantuvieron, con el fin de
reducir la pobreza y la desigualdad. El crecimiento económico en ese tiempo se
caracterizaba como una compensación contra la protección social y ambiental (Barton y
Fløysand, 2015).
8 INTESAL es una asociación de productores de salmón para la evaluación colaborativa de los impactos en el campo de salud, producción, calidad y medio ambiente (Barton y Fløysand, 2015).
27
Como se planteó en el primer capítulo, los Estados neoliberales se enfocan en la
acumulación de capital. Como también en el caso de la acuicultura chilena, la regulación
es mínima para garantizar las reglas de competencia y fomentar nuevas oportunidades de
mercado e innovaciones tecnológicos. “La mano derecha del Estado”, los legisladores del
gobierno chileno, bajo la presión de los intereses corporativos privados, han aprobado
leyes de pesca en favor de la expansión de la pesca industrial y la acuicultura a costa de
los pequeños pescadores. El Gobierno chileno favoreció al empresario individual, la
producción y el capital sobre el bienestar colectivo de las comunidades locales, los
trabajadores y las familias y la naturaleza (Barton y Román, 2016; Barton y Fløysand,
2015; Daughters, 2009). Esto les dio un poder significativo a las empresas más grandes
del archipiélago, ya que podían definir gran parte de su sistema de producción y las
regulaciones eran en sí mismas las entidades de investigación y tenían una poderosa
influencia en los parlamentarios y en las cámaras nacionales de comercio. Estas empresas
manejaban el uso de la tierra, del mar y del agua dulce con poca interferencia del Estado
debido a la inversión privada, la cantidad de empleos generados por el sector y los
mejores estándares socioeconómicos en la isla (Barton y Román, 2016). Durante ese
período, el Estado dependía de las iniciativas público-privadas para controlar y
monitorear a las salmoneras.
En 2002, se introdujo el Programa de Diálogo Social para abordar la agenda laboral
y social con la industria del salmón. Sin embargo, fue implementado por las ONG locales,
que ya entonces estaban subordinadas a la agenda del Estado. El Estado jugaba un papel
activo en apoyar o disuadir a estas ONG. Además, las decisiones tomadas en el diálogo no
les obligaban a las empresas a seguirlas (Cid Aguayo y Barriga, 2016). En el mismo año la
asociación industrial SalmonChile y el Estado implementaron el Acuerdo de Producción
Limpia (APL). La idea del APL era una transformación de los roles de las agencias
reguladoras de una de supervisión externa a una de asociación con la industria.
Existía poca crítica a los métodos de producción, las condiciones laborales o los
impactos ambientales por parte de las autoridades regulatorias del Estado, los medios de
comunicación o las organizaciones nacionales o internacionales de la sociedad civil. Los
trabajadores no tenían poder de negociación, como herencia de la represión estatal de los
sindicatos después del golpe de Estado de 1973. La negociación colectiva en todo el sector
estaba prohibida y la ley laboral excluía especialmente a los trabajadores temporales, lo
que fue crucial ya que hasta mediados de la década de 1980 los trabajadores temporales
representaban una gran proporción de la fuerza laboral en las plantas de producción de
salmón. Además, los líderes sindicales se arriesgaron a ser despedidos por las salmoneras
(Barton y Román, 2016; Barton y Fløysand, 2015; Schurman, 2003). Los sistemas
regulatorios estaban orientados hacia una flexibilización de la fuerza laboral dentro de un
contexto político de prohibición sindical. Otra razón es el hecho de que, como en Noruega,
Escocia y Canadá, la producción de salmón se realizaba a cierta distancia de los principales
centros de organización de la sociedad civil (Barton y Fløysand, 2015).
En los últimos años, particularmente después de la crisis del virus ISA (anemia
infecciosa del salmón), durante 2007 a 2010, lentamente ha surgido un nuevo panorama
político que ha dado lugar a más críticas, organización social a través de los sindicatos,
28
por ejemplo, y diversas colaboraciones entre empresas, políticos, agencias estatales,
ONGs y organizaciones comunitarias (Barton y Fløysand, 2015). El virus afectó al Salmo
salar de granja, que es la especie más dominante en la producción chilena. Aunque el brote
no afectó a seres humanos, los mercados reaccionaron negativamente a la enfermedad.
Esto dio lugar a una crisis financiera que dañó en gran medida la economía de la región
(Barton y Román, 2016; Barton y Fløysand, 2015). El virus hizo que muchas granjas de
salmón se tuvieran que cerrar, lo que provocó mucho desempleo, una crisis financiera
para la industria y una discusión sobre las regulaciones de la acuicultura (Cid Aguayo y
Barriga, 2016).
Como consecuencia de la protesta social, el Gobierno implementó la Mesa de
Salmón. Estas mesas tenían como objetivo solucionar la crisis, mediante la modificación
de la normativa sanitaria existente y la normativa de protección ambiental, y la creación
de nuevos protocolos operativos capaces de asegurar el crecimiento sostenible de la
salmonicultura (Barton y Fløysand, 2015; Cid Aguayo y Barriga, 2016; Iizuka y Katz,
2015). Por ejemplo, la Mesa logró modificar la Ley General de Pesca y Acuicultura, con
medidas como el cambio del sistema de concesiones, la determinación de la distancia
necesaria entre las jaulas y el fortalecimiento de la autoridad del Servicio Nacional de
Pesca (Sernapesca) para hacer cumplir las regulaciones. Si bien antes de la modificación
Sernapesca tenía una autorización limitada para la inspección, ahora tendría derecho a
inspeccionar todas las propiedades registradas relacionadas con la acuicultura. Además,
tendría autoridad para detener cualquier tránsito de embarcaciones entre macrozonas,
así como entre ‘barrios’ durante emergencias sanitarias. Por primera vez en la historia,
las empresas han recibido multas por no cumplir con la ley. Las nuevas medidas también
incluían regulaciones y normas específicas para el uso de productos químicos y
antibióticos (Iizuka y Katz, 2015).
La crisis del virus ISA disminuyó el centralismo del ‘imperativo económico’. Se
reorganizaron los territorios, hubo cambios importantes en la Ley de Pesca y Acuicultura
y se expandieron las certificaciones ecológicas privadas. En 2008 el “silencio
socioecológico” llegó a su fin (Cid Aguayo y Barriga, 2016). En ese mismo año se
implementó la conocida como Ley Lafkenche, que “instituye un espacio costero
garantizado para los pueblos indígenas que viven de la pesca, basado en la demanda de
su derecho consuetudinario al control de este espacio” (Delamaza et al., 2012: 66). Esta
demanda surgió debido a la no consideración en la ley de la cultura propia de las
comunidades indígenas mapuche-lafkenches que viven en la costa en el sur de Chile, ya
que se ven afectados por la Ley de Pesca y Acuicultura de 2001. Lograron construir
alianzas políticas con una importante participación de líderes mapuche (Delamaza et al.,
2012).
Sin embargo, incluso después del brote, las nuevas regulaciones y los nuevos
barrios marinos de producción no eran suficientes para evitar retornos del virus y otras
crisis, de las cuales la marea roja de 2016 en Chiloé fue una de las más importantes
(Barton y Román, 2016). Como reacción a los problemas relacionados con la proliferación
de algas en el mar, que dificultó la venta de pescados y mariscos, los pescadores
artesanales en Chiloé se movilizaron en mayo de 2016 (Barton y Román, 2016). Este
29
movimiento, “mayo chilote”, se convirtió en una de las más importantes movilizaciones
en la historia de la región (Cabello et al., 2018). Los pescadores percibieron el vertimiento
de decenas de toneladas de salmón muerto por parte de las compañías piscícolas como el
principal culpable de esta crisis de la marea roja. Esto generó varias preocupaciones entre
los chilotes en relación no solamente con la salmonicultura y sus impactos, sino también
con el papel que juega el Estado y el gobierno regional (Barton y Román, 2016). Aunque
seguía existiendo una discusión acerca de las causas naturales y humanas de la crisis, al
final se firmó un acuerdo entre el Gobierno y los sindicatos de pescadores y comerciantes
y lograron posicionar este conflicto socioambiental en el debate público. Sin embargo, la
crisis dividió el movimiento en dos: por una parte, estaban los pescadores y la gente del
mar, y, por otra parte, el movimiento ambientalista con varias organizaciones y colectivos
(Cabello et al., 2018). Justo después de que los mariscos vararan, el Gobierno chileno
estableció la Comisión de Marea Roja. A pesar de que la Comisión identificó múltiples
posibles causas de la marea roja en Chiloé, el Gobierno eligió al calentamiento global y la
corriente de El Niño para construir el discurso público, dejando de lado las causas de
orígenes socioecológicos, como la concentración de nitrógeno en la costa de Chiloé, que
había sido relacionada con el cultivo intensivo de salmón. Entonces, la posición de las
salmoneras estaba representada por el discurso político. Al final, la Corte Suprema de
Chile declaró ilegal el vertido de salmón muerto (Mascareño et al., 2018).
De lo dicho se constata que han existido tres períodos en el desarrollo de la
salmonicultura: (a) la década de 1980 era el período del “silencio socioecológico”, seguido
por (b) el período del “imperativo económico” en la expansión económica de los años 90,
y (c) los últimos años el período de la “globalización sostenible”. La globalización del
sector fue impulsada por el imperativo económico y, en gran medida, por el “silencio
socioecológico”. Sin embargo, este proceso de globalización ahora ha generado una
agenda diferente, que considera responsable al Estado y a los agentes económicos para
garantizar la sostenibilidad. Si bien en los dos primeros períodos había pocas críticas, el
último período se ha convertido en un nuevo desafío para el sector, a medida que Chile se
ha ido convirtiendo en un competidor líder en la producción y exportación internacional
de salmón desde mediados de la década 1990. El conocimiento de los diversos actores
fuera de Chile elevó su perfil y llevó a cuestionar las prácticas en el sector. Un momento
definitorio que termina efectivamente la fase del ‘imperativo económico’ de baja
regulación y alto rendimientos económicos fue la acusación de dumping por parte de los
productores de los Estados Unidos contra los productores chilenos en 1998. La acusación
colocó al país en medio de una discusión internacional relacionada con la sostenibilidad
del sector. Entonces el dramático crecimiento de la salmonicultura causó un aumento de
la supervisión nacional e internacional. El sector ya no tenía la comodidad y el apoyo del
Estado de que había disfrutado durante el primer período de la industria. La globalización
del sector en términos de inversión, exportaciones y, más recientemente, movilización
ambiental y social de posiciones más críticas, ha generado un mayor interés y atención
hacia la gobernanza que existe actualmente y que se encarga de la supervisión del sector.
Fue precisamente la globalización de la industria, a través de la inversión y las
exportaciones, lo que ha causado una globalización de la crítica del sector en términos de
30
su sostenibilidad y los impactos locales y regionales que ha generado (Barton y Fløysand,
2015).
Estas redes globales orientadas a la sostenibilidad han impulsado de manera
efectiva el surgimiento de nuevas gobernanzas neoestructurales en lugar de neoliberales.
El Estado ya no funciona simplemente como facilitador, sino que también sanciona cada
vez más a favor de intereses territoriales y sociales. La democracia chilena finalmente está
tomando forma y el “imperativo económico” del período autoritario está siendo superado
por un desarrollo más sostenible en un contexto de globalización (Barton y Fløysand,
2015). Así, aunque la globalización ha sido un factor importante para el crecimiento de la
salmonicultura en Chiloé y sus impactos negativos en el medio ambiente, también puede
ser el rescate para la sostenibilidad de la industria.
31
CAPÍTULO 3
Impacto de la salmonicultura en la identidad
chilota y el papel del Estado en su desarrollo
sostenible
La salmonicultura no es el primer articulador de la transformación a la modernidad en
Chiloé – ya había presión nacional y global y procesos prolongados de conectividad,
migración y comercio –, pero la velocidad y la escala de la inserción de este sector en el
archipiélago fue significativamente diferente. Particularmente desde la liberalización
económica y la desregulación promovida por la dictadura. La rápida expansión de la
industria del salmón tuvo un impacto en la identidad chilota a través del medioambiente
y lo socioeconómico. Lo cultural aparece de manera transversal desde estas dimensiones.
En este capítulo se investiga estos impactos y de qué manera esto ha influido en la
identidad chilota. Como se desarrolló en el segundo capítulo, el Estado chileno ha
desempeñado un papel importante en la inserción de Chiloé en el sistema de producción
y consumo global. Ahora se analizará el papel del Estado en el desarrollo sustentable o no
de la salmonicultura y los desafíos y las oportunidades para dicho desarrollo.
La metodología utilizada para responder la pregunta principal de la presente
investigación ha sido la recopilación de datos mediante un trabajo de campo en Chile
desde noviembre de 2018 hasta agosto de 2019. Durante este periodo se realizaron
diversas entrevistas semiestructuradas a a) expertos que trabajan para organizaciones no
gubernamentales como Greenpeace, Oceana, el Centro de Estudios Sociales de Chiloé y la
Fundación para la Superación de la Pobreza; b) funcionarios del Gobierno chileno
enfocados en la acuicultura, como del programa Salmón Sustentable y el Servicio Nacional
de Pesca y Acuicultura9; c) investigadores del Programa Atlas de la Universidad de Los
Lagos; y d) actores de la sociedad civil como la vocera del Consejo de Comunidades
Huilliche de Chiloé Ruth Caicheo. Al combinar la perspectiva de la sociedad civil con la
perspectiva política, se puede construir un análisis integral del objeto de estudio de esta
investigación.
3.1 Nuevas ruralidades: el impacto de la salmonicultura en la
identidad chilota
El cultivo de salmón está inmerso y comparte espacios marinos con pescadores
artesanales y con espacios costeros marinos protegidos de pueblos originarios. Como se
analizó en el segundo capítulo, las salmoneras se establecieron en el territorio de Chiloé
9 Ésta es una entidad dependiente del Ministerio de Economía, Fomento y Turismo.
32
sin la participación de las comunidades como actores sociales, políticos y económicos. De
este modo, al ocupar el mismo espacio que es usado por los chilotes para su subsistencia,
la salmonicultura ha generado un impacto en términos medioambientales y
socioeconómicos. Según lo planteado en el primer capítulo de esta investigación, la
identidad se construye a través de estas dimensiones y cambia junto a los cambios en el
entorno. Por lo tanto, no se pueden dejar de lado las transformaciones medioambientales
y socioeconómicas generadas por la salmonicultura en Chiloé en relación con las
transformaciones en la identidad local.
3.1.1 Las transformaciones medioambientales
Se podría decir que el impacto más visible, directo y significativo tiene lugar en el
medioambiente. Hay seis niveles ambientales del nicho ecológico marino-costero que
están gravemente afectados por la salmonicultura en el archipiélago de Chiloé, a saber: el
agua, los fondos marinos, los recursos pesqueros, las playas, el paisaje costero y el paisaje
terrestre. Los fondos marinos y los recursos pesqueros han disminuido de manera
drástica. La industria del salmón empezó a contaminar rápidamente los lagos en los que
comenzaron a trabajar al principio, antes de irse al mar. En esta industria se usan
cantidades extremadamente altas de químicos y antibióticos (González, 2018), ya que el
uso de antibióticos en Chile es altísimo si se compara con otros países productores
competidores: el año 2017, para la producción de una tonelada se ocupaban 497 gramos
en Chile, mientras que en Noruega era 0,4 para la producción de la misma tonelada. Esto
significa que se usó 1.400 veces más antibióticos en dicha producción (Castillo, 2019).
También esta industria genera grandes cantidades de basura. Para las generaciones más
jóvenes de Chiloé se ha asumido como normal que el mar y las playas estén contaminados.
Antes de la instalación de la salmonicultura había tanto pescado que podía sacarlo con el
pie de la orilla del mar. Y no es broma, había momentos en el año que los cardúmenes
llegaban hasta la orilla y tú lo sacabas con la mano. Y eso ya no existe, un día puedes estar
pescando todo un día en la orilla del mar y no va a salir ningún pescado. Y el problema es
que las generaciones jóvenes en realidad se acostumbraron a esta situación y lo
consideran un costo necesario para vivir bien (Álvarez Abel, 2019, entrevista con la
autora).
La salmonicultura en Chiloé ha dañado el ecosistema, quita el oxígeno al agua y deja los
fondos completamente contaminados. La matanza de lobos marinos por parte de las
salmoneras era una práctica cotidiana (González, 2018). Hoy en día el salmón se vende
como un producto supuestamente chileno, como el cobre, mientras que es una especie
introducida. Esto hace que naturalmente sea más propensa a enfermedades. El virus ISA
y el RSS son los grandes causantes de la cantidad de antibióticos que se utilizan (Castillo,
2019).
33
3.1.2 Las transformaciones socioeconómicas
Los impactos socioeconómicos que la gente en Chiloé esperaba ver en su archipiélago
como consecuencia de la salmonicultura fue justamente la razón por la que recibió a la
industria con los brazos abiertos. En ese contexto de larga historia política y de una
relación tensionada y distante con el Estado chileno, a comienzos de los años 1980
aparece el Estado con el mercado como nunca había aparecido en la región, junto a la
posibilidad de trabajo.
El habitante insular recibe esto con muy buenas expectativas. No se imaginaba amargas
escenas como las que estamos viviendo actualmente, sino que era la oportunidad de
acceder a trabajo, de acceder a un sueldo y sin tener que viajar a Punta Arenas o Argentina,
sin tener que migrar, pudiendo hacer familia acá (Mondaca Mansilla, 2019, entrevista con
la autora).
La salmonicultura era la promesa del progreso. Generó ciertas transformaciones sociales
que para algunos sectores era necesaria. Por ejemplo, les permitió a las mujeres acceder
al empleo renumerado (cuadro 3).
Cuadro 3: Distribución porcentual de inserción laboral según sexo
Indicador Mujeres Hombres
Trabajadores nuevos en los sectores de acuicultura (1990-
2008)
2.193 5.049
Trabajadores nuevos en los sectores de servicios (1990-2008) 5.456 5.281
Porcentaje de nuevos trabajadores en los sectores de
acuicultura y servicios desempeñado por hombres y mujeres
43% 57%
Porcentaje total de trabajos desempeñados por mujeres y
hombres
40% 60%
Porcentaje de trabajadores que están empleados en los
sectores de acuicultura y servicios
81% 70%
Tasa de participación en la fuerza laboral 53% 85%
Fuente: Ramírez y Ruben (2015).
Antes de la llegada de la industria salmonera las mujeres chilotas se dedicaban solo a la
vida reproductiva, pero a partir de su incorporación trabajan en los centros de
procesamiento de pescado. La incorporación de mujeres en el mercado de trabajo cambió
su estilo de vida y produjo cambios en las relaciones de género tanto en el espacio de
trabajo renumerado como en el espacio doméstico; expuso la importancia de su rol como
cabeza de familia (Araos Leiva, 2019; Caicheo, 2019):
34
Cuando yo trabajaba en una salmonera tuve que dejar a mis hijos. Crecieron con sus
abuelos. Y muchas madres ni siquiera tienen esa red (Caicheo, 2019, entrevista con la
autora).
Adicionalmente, los ingresos ahora se dirigen al mantenimiento familiar y, por lo tanto,
los roles comunitarios voluntarios se han visto afectados. Otra consecuencia de la
integración de mujeres en el mercado laboral es el aumento del grado de sindicalización
(Araos Leiva, 2019). Además, muchas generaciones jóvenes de pescadores artesanales se
fueron a trabajar a la industria, lo que permitió que por primera vez tuvieran sueldos más
estables en esa época. Si bien seguían siendo sueldos bajos, eran mejores que lo que
ganaban antes (Álvarez Abel, 2019; Araos Leiva, 2019).
La economía isleña normalmente es de autosustento: muy segura para sobrevivir, pero es
muy mala para generar dinero. Entonces, lo que hizo la industria fue proveer por primera
vez salarios a familias que no los tenían. Empezaron a ir a estudiar a la universidad,
empezaron a endeudarse, a mejorar la vivienda (Álvarez Abel, 2019, entrevista con la
autora).
Entonces, si bien la salmonicultura es netamente industrial y tecnificada, con procesos
automatizados y, por lo tanto, requiere de pocos trabajadores (Caicheo, 2019), estos
tienen contratos de trabajo, un horario fijo, sueldos fijos y les pagaban sus beneficios
sociales. Son muy capacitados y algunas empresas les pagan los estudios, de tal manera
que se genera un vínculo fuerte con los trabajadores, pero, a la vez, con la ciudanía.
Los chilotes tienen una relación de amor y odio con la industria. La necesitan para
sobrevivir, pero a la vez la rechazan con el impacto que genera la actividad. Como
consecuencia de la crisis del virus ISA y la marea roja existe mucha resistencia contra la
salmonicultura. Está de moda estar en contra de esa actividad. Sin embargo, hay un doble
discurso en la ciudadanía porque a la gente también le gusta comer sushi, puede educar a
sus hijos gracias a la industria y tienen una vida decente. Por ejemplo, en Chiloé pasó con
la construcción del puente y el mall, todo es en contra. Campañas nacionales, los actores
de tv decían “No al puente, no al mall” y tú le preguntabas a la gente y lo único que quería
era conectividad, porque si a ellos se les enfermaba un hijo o la gente se moría, no
alcanzaban a llegar al hospital de Puerto Montt. Ellos ven el desarrollo acompañado de
acceso, de conectividad, de médicos, un ambiente más atractivo para que se vayan
especialistas a vivir (Isler García, 2018, entrevista con la autora).
En este desorden, en esta confrontación cultural, hemos encontrado espacio de desarrollo.
El chilote cedió a un pacto. No le gusta la industria, pero transa. Es capaz de negociar. “Sí
me gusta el mall, no la forma, pero el concepto. Sí me gusta el crédito, las zapatillas, las
bicicletas, aunque no tenga caminos, cambiar el teléfono una vez al año, aunque no
necesite cambiarlo, y sí me gusta la ropa de marca, el televisor” (Romero Muñoz, 2018,
entrevista con la autora).
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Los últimos años también han sido muy exitosos en términos productivos (Araos Leiva,
2019). Durante 2018, la salmonicultura obtuvo retornos históricos por un total de US$
5.157 millones, cifra que representa un aumento de 11,4% en contraste con el de 2017
(SalmonExpert, 2019). Enero de 2019 tuvo su mejor mes en la historia: las exportaciones
de salmón anotaron US$ 600 millones, que representan un incremento del 8,3% en
comparación con el primer mes de 2018 (El Mercurio, 2019). La industria es la segunda
generadora de ingresos después del cobre. Las exportaciones de salmón chileno en 2019
van a alcanzar los $USD 5300 millones. No existe otra capacidad de generar recursos en
esos volúmenes en Chile (Romero Muñoz, 2018).
Solamente las comunidades indígenas que vivían aún en comunidades rurales se
han opuesto desde el principio a esto y proyectaron de que este sector iba de la mano con
un modelo económico determinado, que era un modelo neoliberal extractivo con grandes
impactos a nivel ecológico y a nivel socioeconómico (Mondaca Mansilla, 2019). Al
comienzo, desde principios de los años 2000, era más bien el mundo ambiental el que
reconocía los impactos ambientales de esta industria, pero no había una consideración de
que esto tuviese repercusiones en toda la dinámica socioambiental de estos espacios. El
virus ISA del 2007 generó una quiebre en la industria y puso en evidencia los impactos
que existían y demostró la catástrofe socioeconómica que podía generar. En ese momento
también se produjo un quiebre en la percepción de la gente respecto a la salmonicultura.
Eso está asociado principalmente al hecho de que esta industria dejó de contratar a
personas que vivían en las localidades e implementó un sistema de turnos. Traían
personas de otros lugares, por lo que dejó de haber una conexión directa entre el centro
de cultivo y las personas que vivían en esa comunidad.
Esta idea de progreso se fue socavando. Socavando en términos ambientales y en términos
laborales. Y eso se agudizó con las crisis socioambientales que comenzaron a ser más
intensivas y evidentes durante el último tiempo (Araos Leiva, 2019, entrevista con la
autora).
Hoy existe una relación conflictiva entre la salmonicultura y las comunidades. Ya no hay
una relación de buenos vecinos como al comienzo.
El primer efecto visible del sistema de producción neoliberal ha sido la casi
desaparición de la agricultura familiar y la pérdida de la autonomía alimentaria que Chiloé
tenía desde antes de la colonización hasta la primera mitad del siglo XX (Caicheo, 2019;
Mondaca Mansilla, 2019). Si bien la salmonicultura genera empleos, es necesario analizar
qué tipo de empleos son y qué hacía esa gente antes de su presencia en la zona.
Nosotros conocimos a un buzo mariscador, que era el dirigente de un sindicato de
pescadores que tenía un área de manejo en Mar Brava. Ellos estuvieron durante tres años
manejando el área haciendo que el recurso apareciera, cuidándolo, sin extraerlo, y en 2016
la playa se abrió para poder extraer el recurso. Fueron a mariscar, sacaron un montón de
machas,10 felices de cómo todo ese proceso que ellos habían puesto les había dado todo
10 Macha es el nombre local del molusco bivalvo Mesodesma donacium, tradicionalmente abundante en la zona.
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ese recurso. Y al día siguiente aparecieron todas las machas varadas en las playas. Este
buzo mariscador empezó a pensar en maneras de diversificación laboral y cómo podían
hacer una actividad turística, pero le pusieron un proyecto eólico con los molinos gigantes
en la misma playa donde ellos estaban trabajando para tener otro tipo de ingresos. Y así,
cosa que trataba se iba acabando y finalmente terminó trabajando con una salmonera.
Tiene que someterse a su ritmo de trabajo y hoy día él es uno de los 21 mil empleos que
suena como una gran cifra, pero ¿llegó la salmonera a darle un empleo a él, o llegó la
salmonera a imponerle una forma de vida y una forma de trabajo a esa persona que tenía
un empleo desde antes? (González, 2018, entrevista con la autora).
Además, en las salmoneras existen prácticas laborales negativas, como sueldos
extremadamente bajos y el fuerte abuso de los derechos de los trabajadores en las
grandes salmoneras, sin representación sindical, aparte de un pequeño colectivo.
Lo que hay dentro de muchos de los grandes pesqueros [es que] prácticamente trabajan
esclavos (González, 2018, entrevista con la autora).
En el año 2014 nos falleció un familiar en la salmonera por las malas prácticas de la
empresa. Ellos contratan buzos pescadores para trabajar en los centros de cultivo, pero
ellos son prácticamente números, estadísticas: cuando fallece un buzo deja de ser uno
menos no más. No lo ven como una persona que dejó una familia y que dejó hijos. Hay
muchas familias que han perdido seres queridos por la industria (Caicheo, 2019,
entrevista con la autora).
La industria no cumplió su promesa del progreso. Al inicio las salmoneras que llegaban a
Chiloé prometían becas para los niños para estudiar, mejoramiento de caminos y
beneficios económicos:
La gente cree que eso va a ser la solución a sus problemas, pero al final es un engaño y más
que beneficios son desventajas que tenemos por las salmoneras en Chiloé (Caicheo, 2019,
entrevista con la autora).
Se habla mucho del tema del desarrollo y de la mejor calidad de vida que esta industria
viene a dar a un territorio, pero la verdad es que más que eso creo yo viene a disminuir
más que mejorar. Hay mujeres que trabajan jornadas laborales extensas fuera de su casa,
dejando su familia de lado. Muchos papás se van de la isla a otros territorios y están 15 o
20 días fuera y no participan en la crianza. La gente no opta por este estilo de vida porque
quiera, sino que es por una necesidad, porque tampoco hay mucha fuente laboral acá y
lamentablemente la salmonicultura les ofrece algo que por lo menos los permite
proveerse de los básicos (Caicheo, 2019, entrevista con la autora).
A pesar de las oportunidades laborales que genera, Ruth Caicheo, vocera del Consejo de
Comunidades Huilliche de Chiloé, no ve a la salmonicultura como un mal necesario. Antes
la pesca era una forma de auto sustento y la gente no necesitaba dinero para ir a comprar
el pescado como hoy en día.
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A lo mejor la gente hoy día tiene más acceso por ejemplo a tener “recursos”, pero eso ha
significado un costo familiar que es mucho más importante: dejar a su familia, dejar a sus
hijos (Caicheo, 2019, entrevista con la autora).
El Índice de Desarrollo Regional (IDERE)11 también demuestra que el ‘milagro chileno’ a
través de la salmonicultura no trajo a los chilotes lo que al comienzo les hicieron creer. El
IDERE promedio de Chile en 2017 fue de 0,503, mientras que para la región de Los Lagos
fue de un 0,489, lo que pone a la región en el noveno lugar dentro de las 15 regiones del
país (cuadro 4).
Cuadro 4: Índice de Desarrollo Regional de 2017 por región
Fuente: ICHEM et al. (2017).
La salmonicultura explota especies exóticas no nativas, en zonas de alta fragilidad
ambiental. Utilizan entre 3 a 5 kilogramos de proteína animal para generar 1 kilo de
proteína de salmón. Estas prácticas y la contaminación generada por ella no solamente
son insustentables, sino que también constituye una amenaza para la seguridad
alimentaria, ya que compite con otras actividades del territorio como la pesca artesanal,
el turismo y otras actividades realizadas en Chiloé (Caicheo, 2019; González, 2018).
La oportunidad para los pescadores es que pueden capturar salmón e incrementar
sus ganancias, porque el resto de las especies ha disminuido muchísimo por la
sobreexplotación. El problema es que hoy en día todavía los salmones pertenecen a la
industria, a pesar de que se hayan escapado. Entonces, para los pescadores artesanales es
un comercio ilegal; los beneficia económicamente, pero corren el riesgo de ser procesados
por ciertos delitos (Álvarez Abel, 2019).
La enorme cantidad de cultivos de choritos [Mytilus chilensis] y jaulas de cultivo de
salmón afecta la navegación, el paisaje y la salud de los habitantes de Chiloé. La entrada y
11 El IDERE es una herramienta que mide el desarrollo a nivel territorial desde una perspectiva multidimensional (en términos de educación, salud, bienestar socioeconómico, actividad económica, conectividad, seguridad y medioambiente y sustentabilidad), donde 0 expresa el desarrollo mínimo y 1 el máximo.
38
salida de la isla se ha hecho cada vez más difícil, debido a las restricciones de acceso a los
bancos naturales de recursos pesqueros por la concesión de éstos a privados (Álvarez
Abel, 2019). El paisaje cambiado hizo que las posibilidades de desarrollo turístico del
archipiélago se vieran limitadas (Mondaca Mansilla, 2019). Antes, la pesca también era
mucho más libre ya que no estaba regionalizada; un pescador podía ir a cualquier zona
del mar a pescar (González, 2018):
La industria utilizó la ley de pesca y acuicultura para instalarse en zonas tradicionales de
pesca. Los pescadores siempre tenían caladeros y, de la noche a la mañana, lo habían
privatizado para la industria. Los pescadores artesanales ya no podían entrar, porque en
esa época te podían disparar (Álvarez Abel, 2019, entrevista con la autora).
Existe mucha dependencia, tanto laboral como económica, como consecuencia de la
expansión de la salmonicultura en Chiloé. El archipiélago ha sido integrado al mercado
internacional y su dependencia creciente de la actividad salmonera lo hace muy
vulnerable a las fluctuaciones del mercado. Esta dependencia particularmente se hizo
visible cuando apareció el virus ISA en el año 2007 y la consiguiente crisis financiera, que
costó a Chile 3 mil 500 millones de dólares, 15 mil empleos y la reducción en 25 puntos
del PIB de la región de Los Lagos. Las nuevas generaciones en Chiloé que tenía vocación
de agricultor se habían ido dedicando a la salmonicultura y ahora ya no sabían trabajar la
tierra. El impacto que hubo fue muy fuerte, porque en Chiloé hay muchos empleos
directos que están asociados a la industria, pero también los empleos indirectos se vieron
afectados (Isler García, 2018).
Por ejemplo, una señora viejita que está en una isla, ella ofrece su casa como hostal para
los trabajadores de las salmoneras y les da pensión. Ella vive de eso. Entonces, es increíble
cómo toda una región o una localidad gira entorno de esto. El que es dueño de un
restaurant, el servicio de camión, de transporte, de traslado de trabajadores, todo se vio
afectado (Isler García, 2018, entrevista con la autora).
Es importante ver cómo cambió demográficamente el Archipiélago de Chiloé durante el
auge de la industria salmonera. Las ciudades son cada vez más grandes y la ruralidad está
envejecida (Álvarez Abel, 2019). Surgió una nueva clase social asalariada como
consecuencia de la urbanización. El archipiélago tiene 168.185 habitantes, de los cuales
102.187 son urbanos y 65.998 rurales (INE, 2017). Chiloé se transformó de una sociedad
campesina a una sociedad urbana organizada en torno a la industria acuícola de gran
escala. Las condiciones materias de muchas familias huilliches son tan precarias que la
opción de un sueldo les motiva para dejar sus tierras de cultivos y sus actividades
acuícolas para ir a trabajar en las ciudades en las grandes salmoneras. Sin embargo, la
urbanización también estuvo caracterizado por la falta de planificación, procesos
desregulados y la mercantilización de los usos de la tierra y los servicios ambientales
como el agua.
39
Supongamos que Quellón antes era un pueblo muy pequeño de 5.000 a 6.000 habitantes a
los comienzos de los años 90 y a fines de los 90 ya tenía más de 30.000 habitantes. Siendo
ahora casi 40.000 y teniendo un hospital que es para 7.000. Demográficamente hubo una
explosión gigante y todos los servicios estatales se quedaron estancados (Mondaca
Mansilla, 2019, entrevista con la autora).
Después, con la crisis del virus ISA, se dio un aumento de la reemigración al campo, ya que
las salmoneras tuvieron que despedir a masas de trabajadores. Empezaron a volver a sus
orígenes: al cultivo y a la producción de animales (Isler García, 2018; Mondaca Mansilla,
2019).
Otra transformación social por las que pasó el Archipiélago de Chiloé ha sido el
desarrollo explosivo de las telecomunicaciones como Internet y la multimedia, frente a la
pérdida de la influencia de los medios de comunicación de masas locales como la prensa
(Romero Muñoz, 2018).
La salmonicultura ha intervenido territorialmente de tal manera que ha
desplazado las actividades tradicionales e impuesto una forma de vida; un modelo de
explotación del medioambiente que no necesariamente es el que la zona tiene como
vocación territorial, es decir lo que el territorio naturalmente da. Ha cambiado la dinámica
de un territorio completamente. La intervención que se ha hecho sobre el territorio
primero ha desplazado y luego ha modificado para que solamente una actividad fuese
posible.
3.1.3 Las transformaciones en la identidad chilota
La rápida expansión de la industria del salmón desde los años 1980 está generando una
privatización enorme de zonas marinas que siempre habían sido territorio de los antiguos
habitantes de Chiloé, en donde pescaban y navegaban. Las plantas procesadoras se
encuentran en las periferias de Chiloé, donde las comunidades todavía mantienen una
vida tradicional en aldeas pequeñas. Como se ha expuesto en el segundo capítulo, existe
una identidad particular en esas comunidades. Lógicamente, el establecimiento de la
industria del salmón en ellas no fue sin cambios identitarios y culturales. Las
transformaciones culturales e identitarias aparecen a través de las transformaciones
medioambientales y socioeconómicas. El desarrollo extenso de la salmonicultura hizo que
Chiloé fuera uno de los epicentros del ‘milagro’ de exportaciones que han caracterizado el
sistema neoliberal chileno desde la década de 1980. Esto implica la recuperación de una
posición central en el pensamiento y la economía nacionales; la isla de Chiloé ya no fue
vista como una región aislada, marginada y subdesarrollada. Hoy en día, debido al proceso
de transformación neoliberal y el aparato productivo exportador acuícola, Chiloé es parte
del mundo global y, por lo tanto, está bajo la influencia de procesos globales como la
modernización y culturas extranjeras.
En los años 90 principalmente hubo un proceso muy violente de vaciamiento identitario
del Archipiélago de Chiloé. Esto, en paralelo a que eran ya muchos años de trato colonial y
40
es un trato colonial que no solamente es externo al sujeto, sino que es muy difícil que el
habitante insular sea impermeable a esos imaginarios impuestos que dicen que son indios
traicioneros o habitantes de segunda categoría. Esa colonialidad interna se expresaba en
vergüenza de sí mismo, de sus raíces, de sus prácticas identitarias y de tener humildad
frente al foráneo. Por lo tanto, cuando aparece en la década 90 esta opción de vaciar aún
más la identidad del archipiélago, también se acoge eso como una oportunidad de dejar
de ser chilote y se vació aún más su identidad (Mondaca Mansilla, 2019, entrevista con la
autora).
El archipiélago ha recibido significados culturales provenientes del mundo exterior,
debido a la inmigración de obreros que se han incorporado a las actividades acuícolas y
profesionales de Santiago. La mayoría de los foráneos que emigran a Chiloé – ingenieros,
técnicos, constructores, buzos, comerciantes, ecologistas, entre otros – no comparten la
religión de la misma manera, no sienten lo mismo por la naturaleza y tampoco se adaptan
completamente a la cultura e identidad chilotas, porque solamente vinieron con el
objetivo de trabajar en la industria acuícola y en los servicios que ésta requiere y no se
interesan por la preservación de la cultura tradicional chilota (Romero Muñoz, 2018).
No solamente llegan inmigrantes de las empresas extranjeras que no conocen la
cultura e identidad chilotas, sino que la urbanización también ha traído consigo la
inmigración masiva de trabajadores del campo que poseen una actitud y costumbres
tradicionales huilliches. Los huilliches, sobre todo los jóvenes, se ven distanciados del
contacto con sus comunidades y de sus tradiciones, lo que hace que, paulatinamente,
desaparezca su cultura y sus costumbres, relacionados con el viejo modo de producción y
economías comunitarias basadas en el trueque, la minga, las trillas y otras tradiciones
comunitarias chilotas. Las personas que vuelven al campo, después del proceso de
urbanización, ya no tienen el conocimiento para volver a trabajar en la agricultura.
Muchos conocimientos y creencias antiguas de Chiloé se han perdido. La gente mayor
tenía creencias que regulaban cómo usaban el mar: particularmente era mal visto pescar
en exceso. Las generaciones nuevas que participaron de la industria salmonera han
perdido esa cosmovisión (Álvarez Abel, 2019; Caicheo, 2019; Mondaca Mansilla, 2019;
Romero Muñoz, 2018).
Crecieron junto a la industria salmonera, no crecieron en el campo, y eso claramente es un
problema actualmente. Un montón de saberes y prácticas vienen desapareciendo
justamente porque el conocimiento y la experiencia se han desaparecido. Los momentos
de aprendizaje padre-hijo y madre-hija no fueron posibles porque la mamá o el papá
estaba en la industria salmonera y el hijo o la hija estaba en el pueblo, no estaba en el
campo (Mondaca Mansilla, 2019, entrevista con la autora).
La tierra que antes se usaba para agricultura, hoy día ya no se usa. Es mucho trabajo y
mucho recurso el volver a recuperar esa tierra, por lo tanto, no lo hacen. Muchos chilotes
hoy en día están comprando sus papas, sus lechugas, todo (Romero Muñoz, 2018,
entrevista con la autora).
41
La enorme expansión de la industria del salmón hizo que desapareciera la diversidad
cultural y las actividades alternativas, aparte del trabajo en el sector de salmón. Los
pescadores originales de la isla han perdido sus actividades económicas y con eso
perdieron una parte de su identidad: la pesca estaba en su naturaleza y el mar estaba
directamente ligado a su identidad (Caicheo, 2019; González, 2018).
El mar es un ser nuestro, un espíritu. Y ese espíritu está hablando, se está manifestando.
No es una coincidencia que el mar hoy día ya no tenga recursos naturales (Caicheo, 2019).
La industrialización y la privatización de las playas y el mar le ha quitado a la naturaleza
biológica su naturaleza mítica y metafísica y, junto con los mares y la naturaleza, los mitos
se han vuelto mercancía, útil para el turismo y los medios de comunicación para promover
la cultura chilota como una marca: una marca que mantiene sus tradiciones mágicas. El
neoliberalismo modernizante considera dentro de sus estrategias la dimensión de
identidad local para lograr sus objetivos. El turismo mercantiliza una cultura local, porque
las prácticas tradicionales son transformadas en productos de exhibición, y de esta
manera la identidad isleña se vuelve más homogenizada con la sociedad globalizada
neoliberal. Las industrias culturales son una rama importante de la economía y, por lo
tanto, las políticas públicas buscan reproducir sus herramientas culturales a modo de
mercancía comercializable. Durante este proceso de mercantilización, los elementos
culturales son transformados, porque se enfoca en estos elementos que el mercado
necesita valorizar (Mondaca Mansilla, 2019).
Además, la llegada de la telecomunicación hizo que el relato oral cotidiano
fundador y recreador de historias mitológicas locales fuera reemplazado por el relato
mediático de otras historias con el fin de entretener e informar a la población. Esas
historias no coinciden con las realidades locales y, sobre todo, ya no difunden la memoria
colectiva, sino que movilizan historias reinventadas. La identidad se ha vuelto híbrida
(Romero Muñoz, 2018).
Los chilotes ahora se enfocan más en el consumo y en la acumulación de capital, y
la propiedad industrial se ha vuelto más importante que lo familiar o lo comunitario. Con
la entrada al sistema laboral asalariado y los procesos de proletarización, urbanización,
descampesinización y monetarización se terminó con un sistema comunitario económico,
basado en el apoyo entre parientes y vecinos. La sociedad chilota, en términos de las
relaciones interpersonales, cada vez se acerca más a un estilo de vida individualista y
competitivo.
El chilote antes se conocía. Conocía a sus vecinos. Hoy día no. El barrio nos cuidaba. El
barrio nos mantenía a nosotros. Las familias se desintegraron en un tiempo muy rápido,
como 30 años atrás (Romero Muñoz, 2018, entrevista con la autora).
Se ha producido un conflicto con las prácticas identitarias o culturales chilotas. Antes era
mal visto romper la palabra empeñada:
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Si es que uno daba su palabra y compromiso de ayudar a un vecino para una faena de
minga, de una minga de cosecha de papa, una minga de pintura de casa, no se podía faltar
a eso (Mondaca Mansilla, 2019, entrevista con la autora).
En el nuevo escenario, los compromisos comunitarios se superponían con los horarios de
la salmonicultura. Además, existía una bonificación para combatir el ausentismo.
Después, la industria empezó a contratar en su gran mayoría a mujeres, porque tenían
menos ausentismo laboral y cumplían más con los horarios del trabajo asalariado. Eso fue
acompañado de un proceso que alteró la familia insular también, porque se dio vuelta esta
lógica histórica donde la mujer era la que articulaba la casa, el campo y todas las dinámicas
comunitarias. Durante los años 1900 eran las mujeres las que se quedaban en el campo a
cargo de todo en el archipiélago y generaban toda esta dinámica identitaria característica
de Chiloé. La identidad de Chiloé es prácticamente femenina. Pero a partir de la industria
salmonera se ha producido una migración campo-ciudad importante, también por parte
de las mujeres, y esto afectó a las prácticas identitarias. Ahora la mujer estaba en la fábrica
y se veía impedida de generar todas estas dinámicas sociales y comunitarias (Mondaca
Mansilla, 2019; Romero Muñoz, 2018).
Si bien la mayoría de las grandes salmoneras se fueron de Chiloé, no volvieron los
pescadores artesanales. El irse es relativo: los salmoneros se van, pero cuando se llevan
los peces también se llevan a los trabajadores. No vuelven a su cultura de la pesca. Por lo
tanto, el hecho de que los salmoneros no estén no significa que culturalmente la isla haya
vuelto a ser la misma:
Los salmoneros se van, se llevan los peces, las jaulas, a los trabajadores, que son
trabajadores jóvenes que se olvidan de trabajar la tierra y que no van a querer volver a
trabajar la tierra. Pero aun cuando se llevan esas cosas, se quedan con la propiedad de su
concesión: el mar sigue siendo suyo (Romero Muñoz, 2018, entrevista con la autora).
Sin embargo, recientemente, se ha generado un proceso que ha despertado esa memoria
larga que parecía olvidada. La salmonicultura ha provocado la reemergencia de la
identidad y de revalorarla y resituarla a través de una relectura crítica de la historia.
Toda esta conciencia crece envuelta en la dialéctica histórica, a través de una relación
socialmente intensa con el sistema dominante que, a nivel local, es el sistema dominante
aparecido como un sistema extractivo salmonero. Entonces, esas memorias largas nunca
dejaron de habitarnos. Toda esa experiencia y ese conocimiento que tenían nuestros
abuelos migrantes que volvían nunca dejó de habitarnos (Mondaca Mansilla, 2019,
entrevista con la autora).
Entonces cuando se trató de negar al máximo esa identidad, esa identidad buscó forma de
reemerger, considerando también las oscuridades de dicha memoria y sus prácticas:
Hay muchas prácticas que son tremendamente machistas y que ahora se están
reconstruyendo de otra forma (Mondaca Mansilla, 2019, entrevista con la autora).
43
No obstante, aparentemente, la salmonicultura no ha destruido toda la identidad chilota:
Hay una identidad que caminó de manera subterránea y ahora emerge para entender que
el trato que el Estado le ha dado a Chiloé es un trato colonial histórico y que la industria
salmonera es un hito más de ese trato (Mondaca Mansilla, 2019, entrevista con la autora).
A pesar de la integración en el mundo global contemporáneo y todas estas tensiones entre
la tradición y la modernidad que trajo consigo, todavía permanece una fuerte presencia
de la cultura chilota, mercantilizada o no, y sus costumbres en el archipiélago.
3.2 El papel del Estado en los impactos de la salmonicultura en la
identidad chilota
Muchos de estos impactos de la salmonicultura en Chiloé tienen que ver con una falta de
políticas públicas. Hay múltiples visiones en cuanto a las razones detrás de esta falta de
políticas públicas dirigidas a las consecuencias de la salmonicultura en regiones como Los
Lagos y el Archipiélago de Chiloé, de las cuales una tiene que ver con el centralismo en
Chile. Gonzalo Romero Muñoz, Gerente General del Programa Estratégico Meso Regional
del Salmón Sustentable, confirma esta visión.
Existe una brecha gigante entre lo que piden acá en Santiago y lo que necesitamos en
Chiloé. Desde Santiago a nosotros nos ponen algunos indicadores de gestión que nosotros
no compartimos, como la cantidad de talleres; no se preocupan de la calidad del taller, y
nos piden que aparezcamos ciertas veces en la prensa. A mí me pasa mucho que este
promedio de cómo se analizan las políticas públicas en Chile me impide generar resultados
más rápido. Fijaron un estándar, mientras que nuestro programa es meso-regional.
Nosotros estamos ejecutando hoy día 87 proyectos, con 120 millones de dólares y 300
actores involucrados. Hace poco fue alguien a mi región y quería saber cuántas cosas
físicas había generado el programa. Nada. Ni siquiera quieren una explicación; van con un
cuestionario. Nosotros tenemos capacidades instaladas en la industria. Yo no necesito más
puertos, más plantas de proceso, más laboratorios. Yo necesito gestión y vacunas que sean
parte de un proceso biológico. Eso se demora cuatro, cinco o seis años. O sea, a mí no me
puedes pedir resultados de un año para otro. Eso demuestra que acá efectivamente no se
conoce el sector, se diseña un promedio mientras que hay un fuerte desconocimiento de
la actividad a nivel central. Chile es muy centralizado y eso también se reproduce en las
políticas públicas que siempre intentan fijar un estándar (Romero Muñoz, 2018, entrevista
con la autora).
Ricardo Álvarez Abel, antropólogo en la Fundación para la Superación de la Pobreza,
explica esta brecha a través de la historia que vivió el archipiélago. Chiloé fue incorporado
a través de las fuerzas en el siglo XIX; es un territorio que fue capturado por Chile. En ese
44
proceso hubo un castigo hacia Chiloé que ha durado más de cien años y que dejó a Chiloé
rezagado respecto a otros territorios. Además,
en Chile son muy fuertes las lógicas continentales: todo lo que sea isla es castigado, en el
sentido de que, por ejemplo, los servicios básicos que ocurren en el continente, es muy
difícil que ocurran en islas (Álvarez Abel, 2019, entrevista con la autora).
Entonces Chile es un país muy centralista y vertical en su política de intervención.
Eduardo Mondaca Mansilla, investigador en el Centro de Estudios Sociales de Chiloé,
elabora más este aspecto histórico en su perspectiva sobre el papel del Estado en la
salmonicultura.
El trato que el Estado le ha dado a Chiloé es un trato colonial histórico y la industria
salmonera es un hito o un proceso más de ese trato. Entonces por eso no hubo ninguna
consideración estatal de protección ecológica, social o identitaria. La emergencia de las
identidades territoriales siempre ha sido desincentivada por el Estado, o cooptada para
sus beneficios. Es decir, que sean folclorismos, que sean muestras pintorescas y artísticas
de una identidad pasada para los turistas, pero no más que eso. Entonces, creo que en
términos estatales la única forma de avanzar es generar otras dinámicas políticas
(Mondaca Mansilla, 2019, entrevista con la autora).
Según la perspectiva de Estefanía González, coordinadora de la campaña Océanos de
Greenpeace Andino, la brecha entre el Estado chileno y lo que ocurre en Chiloé tiene que
ver con los intereses de las empresas privadas:
Acá hay intereses pesqueros, intereses de la industria, que no se quieren tocar. Si es que
hay zonas como es el caso de Chiloé que pueden ser completamente contaminadas, no es
porque no existan instrumentos legales que nos permitan poder hacer las cosas mejor, no
es porque la política pública no va. Es porque el gobierno está coludido con las empresas
y protege a la industria. Esta supuesta no intervención del Estado que tienen nuestros
sistemas económicos no está. El Estado interviene e interviene para proteger a la
industria, y prueba de ello fue que para el caso del vertido de salmones en Chiloé el Estado
estuvo dispuesto a cometer una ilegalidad con tal de proteger a la industria. Entonces, no
tiene que ver solo con un tema de centralismo, no tiene que ver solo con un tema de
desconocimiento, o no tiene que ver con que el Estado o los políticos no entiendan los
problemas de la gente. Los entienden perfectamente, el tema es que no les importa
(González, 2018, entrevista con la autora).
El Estado, por ejemplo, subvencionó buena parte de la inversión previa, particularmente
en términos de caminos y energía. Eso facilitó y le ahorró grandes cantidades de dinero a
la industria para instalarse en diferentes lugares (Álvarez Abel, 2019). Donde sí
definitivamente se da una forma de centralismo es en la visión de desarrollo que impone
el Estado chileno:
45
El modelo de explotación tampoco es lo que la gente hubiese decidido de manera libre en
base a la visión de desarrollo que ellos tienen. Y aquí si hay una visión muy centralista del
Estado donde desde Santiago de Chile se decide cuál es el modelo de producción, el modelo
de trabajo y el modelo de región que vamos a querer para todo Chile (González, 2018,
entrevista con la autora).
Las decisiones de Sernapesca vienen del nivel central. En Valparaíso se genera y supervisa
la actividad de fiscalización de las regiones. Sin embargo, Sernapesca tiene oficinas en
todo el país (en Chiloé hay tres), entonces su relación con las salmoneras, los pescadores
y los habitantes es cercana y los directores de las regiones también pueden definir sus
riesgos (Isler García, 2018). No obstante:
Los profesionales que trabajan muchas veces en las reparticiones regionales son personas
que desde Santiago vienen e imponen este modelo (González, 2018, entrevista con la
autora).
Además, cabe destacar que Sernapesca (y Subpesca) está bajo el Ministerio de Economía,
Fomento y Turismo. Por lo tanto, el incentivo económico es que la salmonicultura crezca
y eso obviamente es una contradicción con la meta oficial de Sernapesca de velar por la
sustentabilidad del sector.
El bienestar medioambiental es la tercera, cuarta, quinta o última prioridad. Cada vez que
fiscaliza, muchas de las embarcaciones que los lleva a fiscalizar son las embarcaciones de
las propias empresas. O sea, Sernapesca llama y les dice ‘Oye te voy a fiscalizar, ¿me puedes
pasar a buscar?’. Entonces tiene la casa ordenadita (Romero Muñoz, 2018, entrevista con
la autora).
La política de la acuicultura en Chile siempre ha sido la misma en todos los gobiernos. Una
de las razones para esto es que siempre son las mismas personas: las personas que
estaban en el Gobierno pasado pasaron a este Gobierno y son cercanos a la industria
(Castillo, 2019; González, 2018). Paulina Cecilia Isler García (2018), jefa del
Departamento de Gestión de Programas de Fiscalización de la Acuicultura de Sernapesca,
señala que:
Chile es un país, si tú comparas con Noruega, Australia, Canadá o Escocia, que es uno de
los que más tiene normativa, gracias a la cultura (2018, entrevista con la autora).
Sin embargo, justamente esto es el problema, según Gonzalo Romero Muñoz. Las leyes
chocan entre sí. Existe una sobrerregulación, una superposición de servicios, pero eso al
final significa una falta de regulación, “porque si tienes 100 o 200 reglamentos, en la
práctica no tienes ninguno” (Romero Muñoz, 2018, entrevista con la autora), y esto hace
que no se preocupen de lo fundamental. Javiera Castillo, abogada de Oceana Chile, añade
lo siguiente:
46
Comparado con otros países pareciera que en Chile existen normas súper estrictas para el
uso de antibióticos. Por ejemplo, los antibióticos primero tienen que ser administrados
por veterinarios, pero el veterinario está facultado para entregar antibióticos siempre que
pueda probar que hay una enfermedad. Como el RSS hoy en día ya está en el ambiente,
prácticamente para un veterinario justifica la entrega de antibióticos, no requiere mayor
esfuerzo. En segundo lugar, la legislación prohíbe el uso preventivo de antibióticos. O sea,
tú no puedes darle antibióticos a un pez que no esté enfermo. Pero no hay un tope máximo,
entonces como ya estaban enfermos antes, después siempre es dar, dar, dar y dar (Castillo,
2019, entrevista con la autora).
Además, si bien hoy día existe un reglamento que busca detener el crecimiento de la
producción de las salmoneras, dependiendo de la cantidad de antibióticos que utilizan,
estas restricciones parten con cifras muy altas (Castillo, 2019).
Uno de los problemas en cuanto a la normativa, es que es muy genérica y uno de
los requisitos de las acciones de daño ambiental es que haya una infracción a la ley.
Evidentemente, cuando una salmonera está obteniendo un permiso hace todo lo posible
para que ese permiso sea lo más bajo y ligero posible. De esta manera nunca se pueden
sancionar a las salmoneras que hacen daño como consecuencia de un escape de salmones,
por ejemplo, porque cumplieron con su plan de contingencia (Castillo, 2019).
El Estado debería ser mucho más proactivo y no esperar hasta que llegue el colapso
primero (Araos Leiva, 2019, entrevista con la autora).
Después de la crisis del virus ISA se establecieron ciertos límites de densidad poblacional
de los centros de cultivo y de distancia entre estos centros (Isler García, 2018), pero
después volvió y en poco tiempo Chile ya estaba produciendo grandes cantidades de
salmón, sin tener un plan para hacerlo mejor (Castillo, 2019). Eso, mientras que la
experiencia internacional ya había demostrado que existía este virus. Entonces hay una
debilidad de regulación y esta debilidad es intencionada. Por ejemplo, la Ley de Pesca y
Acuicultura, la famosa Ley Longueira, que promulgó el Gobierno anterior de Piñera para
definir cuánto tiene que pescar cada sector, fue financiada por las grandes pesqueras. Si
bien incluye sanciones para las malas prácticas industriales, “con suerte hay 2 personas
en toda una región fiscalizando” (Álvarez Abel, 2019, entrevista con la autora). “Después
de la implementación de esta Ley de Pesca las pesquerías han estado más sobreexplotadas
que antes” (González, 2018, entrevista con la autora). Además, no tienen a ningún
pescador artesanal o ninguna comunidad indígena ahí. Se da mucho en Chile que un
ministro o un subsecretario después de cesar en el cargo es contratado por la industria
salmonera, y luego vuelve nuevamente al Estado (González, 2018; Romero Muñoz, 2018).
Dentro de los entrevistados hay un ejemplo de ese fenómeno, en este caso de Sernapesca:
Yo trabajé en Chiloé también. Antes de entrar al servicio público trabajaba en una empresa
que se llama Marine Harvest, que es una compañía noruega (Isler García, 2018, entrevista
con la autora).
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Francisco Javier Araos Leiva, antropólogo del Programa Atlas de la Universidad de Los
Lagos, plantea que hoy en día no hay una fiscalización real:
Es todo voluntario. Por ejemplo, cuando tienen que entregar el estado del centro de cultivo
no es el Estado que fiscaliza, o un ente externo, sino que es la propia empresa la que
entrega los datos (Araos Leiva, 2019, entrevista con la autora).
Un ejemplo de esto es el caso conocido como ‘Salmon Leaks’, de la salmonera noruega en
Chile, Nova Austral, que manipuló la cifra real de mortalidad de salmones en sus centros
de cultivo (El Mostrador, 2019). Araos Leiva (2019) dice sobre este caso que esto fue
posible “porque no es el Estado que fiscaliza; son las propias empresas las que entregan
esa información”. Entonces, aunque Sernapesca fiscalizó y denunció a esta empresa, esta
situación nunca se pudiera haber dado si existiera un buen sistema de fiscalización.
Además, en el segundo gobierno de Bachelet la Corte Suprema demostró que se firmó un
permiso ilegal para proteger a la industria del vertido de miles de toneladas de salmón
que provocó una de las crisis más grandes en Chiloé (Corte Suprema, 2018) Cuando recién
comenzó la crisis en mayo del 2016, Sernapesca partió negando la relación entre el
vertido de salmones y la crisis de marea roja. El colegio de biólogos marinos aseguró que
el fenómeno se debía al calentamiento global, mientras que ningún biólogo había pisado
el Archipiélago de Chiloé ni había tomado ningún tipo de muestra. La biología marina en
Chile está muy ligada a la industria acuícola (González, 2018).
Un riesgo natural o que un fenómeno natural no basta con la amenaza para que eso se
transforme en una crisis. La amenaza por sí sola no es capaz de generar crisis. Un
terremoto en el medio del mar donde no vive nadie no es un riesgo natural, es una
amenaza de la que nadie se entera. Por lo tanto, tratar de reducir esto a elementos
netamente biológicos marinos es un error. Porque acá lo que había era una crisis social y
lo que había que analizar era cuáles eran todas las condiciones en el archipiélago durante
los últimos 30 o 40 años que los hacían tan vulnerables a que una crisis de estas
características tuviera el impacto que tenía. Y para ello ver cuáles eran los elementos que
han influido en eso (González, 2018, entrevista con la autora).
Caicheo añade que existe un doble estándar. Hoy día un pescador artesanal que trabaja
legalmente en el mar lo fiscalizan. Hay pescadores que se han ido a la cárcel porque no
podían pagar las multas, mientras que por otro lado a la industria no se aplican la misma
forma de fiscalización.
La industria siempre va a tener la posibilidad de seguir creciendo, pero el pescador
artesanal ya no puede realizar su trabajo porque no le genera los ingresos que necesita y
no cuenta con el apoyo estatal y es cada más difícil para ellos obtener un permiso de buzo
(Caicheo, 2019, entrevista con la autora).
Si bien Chile, sobre todo con el Gobierno anterior de Michelle Bachelet, avanzó mucho en
protección y creación de áreas marinas protegidas, dónde lo que se protege no es
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necesariamente las zonas donde están las mayores amenazas sobre los ecosistemas y
donde las comunidades están más afectadas (González, 2018). El Gobierno de Piñera
amplió las áreas de protección marina, pero estas están tan lejos que nadie las puede ir a
fiscalizar y, además, son territorios oceánicos donde hay muy poca fauna (Álvarez Abel,
2019).
El Estado también ha tratado de ordenar el territorio: en el Registro Nacional de
Acuicultura (RNA) hay 3.698 centros inscritos. De estos, 3.243 son concesiones y 455,
piscicultura hatchery, que son termas privadas en tierra (Isler García, 2018). Sin embargo,
Javiera Castillo señala que se necesita redistribuir estas concesiones.
Cuando dijeron que las concesiones tenían que estar en un Área Apropiada para la
Acuicultura, básicamente esto se hizo a dedo. Nunca hubo un estudio sobre la capacidad
de carga. La ley habla de ese estudio, pero nunca se desarrolló (Castillo, 2019, RNA,
entrevista con la autora).
A continuación de la crisis también se instaló una certificación asociada a unas políticas
estatales llamado Acuerdo de Producción Limpia. Sin embargo, son regulaciones más bien
para mantener la sanidad de la industria en términos productivos que no tienen que ver
con la protección de fondos marinos, del ecosistema o de los habitantes:
Han sido cuestiones más bien de maquillaje para limpiar un poquito la imagen, pero en
términos más estructurales no se ha hecho nada (Araos Leiva, 2019, entrevista con la
autora).
Desde el año 2016 surgieron los ‘Espacios costeros marinos para pueblos originarios’
(ECMPOs), que son áreas entregadas a los pueblos indígenas que están asentados en
determinadas zonas costeras y lo que buscan es la protección de sus usos tradicionales o
consuetudinarios, que incluye aspectos religiosos, culturales, estéticos, medicinales, etc.
Así que esta ley, conocida como la ‘Ley Lafkenche’, protege la cultura y no necesariamente
el recurso natural en términos de productividad. La gran mayoría de las solicitudes de los
ECMPOs tienen lugar en la región de Los Lagos, donde está la salmonicultura. Lo que ha
permitido la Ley Lafkenche es, primero, que surjan nuevas comunidades indígenas, que
antes no eran reconocidas (Araos Leiva, 2019). En Chiloé ha permitido, por una parte,
visibilizar la cultura indígena que antes no era tan visible, y, por otra, ejercer derecho
sobre el territorio y a partir de esto planificar los usos tradicionales y el manejo espacial
marino. Entonces, en términos de conservación en Chiloé gran parte de los esfuerzos
están en términos de los ECMPOs, que son gigantes, pero no ha sido el Estado el que lo ha
propuesto, sino que han sido las propias comunidades o las redes de actores asociadas a
las comunidades indígenas (Araos Leiva, 2019).
Si bien las comunidades indígenas son más reconocidas y tienen territorios
protegidos, falta el involucramiento de las personas en la toma de decisiones:
Se han abiertos los espacios de decisión, pero no se ha operado bien esos espacios. La
participación tiende a ser de baja calidad. Entonces ahí faltan mecanismos o protocolos que
49
permiten operar mejor. Se ha hecho mucho de manera improvisada (Araos Leiva, 2019,
entrevista con la autora).
3.3 Desafíos y oportunidades para el desarrollo sustentable de la
salmonicultura en Chiloé
Después de haber analizado los impactos de la salmonicultura en Chiloé y el papel del
Estado en el desarrollo ‒sustentable o no‒ de esta industria salmonera, ahora se
analizarán los desafíos y las oportunidades para el desarrollo sustentable de la industria
en el archipiélago. Sin embargo, esta industria no es la única culpable de los impactos
generados en Chiloé.
Este es el modelo extractivista en su máxima expresión. Y de hecho estamos ahí no
solamente en Chiloé, sino también en las regiones mineras en el norte de Chile y las
regiones forestales en la zona centro-sur. Sin ese modelo claramente no hubiésemos
tenido esos cambios dentro de lo que es el Archipiélago de Chiloé. Ahora si no es la
salmonicultura, quizás hubiese sido otra industria. Es una característica de las actividades
industriales (González, 2018, entrevista con la autora).
Ricardo Álvarez Abel y Francisco Javier Araos Leiva comparten esta visión de que no
solamente es la salmonicultura la culpable, sino la acuicultura o incluso el modelo
extractivista en general:
No solo es el salmón en esta región, sino que es la acuicultura en general. Porque ahí hay
otra gran industria que acompaña a la producción de salmón, que es la industria de los
mitílidos, de los choritos, que también es una industria intensiva en el uso del espacio
costero, de los recursos, que genera también importantes impactos socioambientales. Y
hay zonas que en realidad es la mitilicultura el gran problema ambiental y no
necesariamente la salmonicultura (Araos Leiva, 2019, entrevista con la autora).
Como ya dijo el geógrafo francés Philippe Grenier en los años 80: “cuidado con Chiloé,
porque ahora es la liberalización legal y después viene algo peor”. La acuicultura fue el
remate sobre el problema que ya estaba ocurriendo (Álvarez Abel, 2019, entrevista con la
autora).
Entonces, se necesitan cambios más profundos en las políticas públicas para prevenir
impactos similares en otras industrias (Álvarez Abel, 2019; González, 2018; Mondaca
Mansilla, 2019). Muchas veces se enfocan en lo urgente y eso no necesariamente es lo
importante. El Estado debería priorizar sus políticas públicas para planificar el impacto
de la industria hacia adelante y así prevenir las catástrofes y no solamente arreglarlas
(Romero Muñoz, 2018).
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El desafío que tenemos es de nosotros más que de la industria. Lo que debiese hacer desde
la política pública es que todas las áreas que hoy día están disponibles como áreas
apropiadas para la acuicultura debiesen cerrarse y debiesen invertirse recursos en poder
medir cuál es el daño en aquellas zonas donde la salmonicultura ya está operando y hacer
planes de recuperación (González, 2018, entrevista con la autora).
Es necesaria una visión desde la política pública que se haga cargo del desarrollo que
deben tener las zonas costeras de manera sustentable, no solamente desde el punto de
vista ambiental, sino también social y económico para las comunidades que viven hoy día
del mar tanto en términos de sustento diario como en cuanto a su cultura basada en el
mar (González, 2018). Las generaciones jóvenes se acostumbraron a la contaminación del
mar y lo consideran un costo necesario para vivir bien:
Este imaginario se instaló a través del mayor responsable, más que la industria, el Estado.
El único que puede castigar las malas prácticas hacia el medioambiente es la ley. Ya no hay
una creencia superior sobre lo que es malo (Álvarez Abel, 2019, entrevista con la autora).
Esto no necesariamente significa implementar más normativa, sino que regulaciones de
una calidad más alta. Y estas políticas públicas no solamente pueden imponer una
regulación más clara, sino también otorgar una visión integral de cuál es el tipo de
desarrollo que se busca para esta región de Chile (González, 2018). El mayor desafío para
el sector en Chiloé es hacer leyes y políticas que no sean verticales, que no sean de tipo
top down, sino que sean en lo posible intermedias. En Chile se usa mucho la consulta sobre
leyes, la consulta ciudadana, pero no es vinculante (Álvarez Abel, 2019). Eso tiene que
cambiar legalmente. La Ley Lafkenche es la única que viene en sentido contrario:
Hoy en día un buen porcentaje del mar de Chiloé está solicitado como espacio indígena.
Ese espacio marino lo han pedido las comunidades. Es una esperanza porque no
solamente se trata de la protección de la biodiversidad, sino que también de las prácticas
culturales que ahí se aplican, como las pescaderías, el intercambio de bienes, la recolección
de orillas, etc. (Álvarez Abel, 2019, entrevista con la autora).
Otra medida que falta para hacer que la salmonicultura sea más sustentable es nivelar la
producción. Subpesca está sacando cada vez más normativas que van disminuyendo el
número de peces. Se disminuyó mucho desde el año 2003, pero el nivel de antibióticos
sigue siendo alto al nivel mundial (Isler García, 2018).
A nosotros nos critican porque usamos antibióticos. La opción que tenemos nosotros es
no tratar a los peces, pero también nos criticarían. En Chile, las únicas vacunas que son
certificadas son las vacunas que obedecen al uso de antibióticos. Además, se demora
mucho en certificarlas (Romero Muñoz, 2018, entrevista con la autora).
Hasta ahora solamente se sabe de un monto total de los antibióticos utilizados, pero no
cuánto ocupa cada empresa. Sernapesca publica información por barrio de concesión,
mientras que en un barrio hay muchas concesiones. También se necesita saber la cantidad
51
de peces que producen en cada concesión, porque de esta manera la industria empieza a
competir, a diferenciarse y a disminuir su uso de antibióticos (Castillo, 2019). Además,
hay que crear menos concesiones con mayor distancia una de otra y explorar otros tipos
de cultivo, como el cultivo oceánico, que no está en mares interiores y que no está
relacionado con la pesca y entonces no interfiere en su espacio (Isler García, 2018).
En Chiloé tenemos el loco, el caracol, el erizo, la merluza austral, la almeja, y prácticamente
no tienes nada más. Y eso ya no hay. Porque la pesquería evolucionó tan
desordenadamente que se sobrexplotó todo eso. Entonces, hoy día el pescador no tiene
libertad de pescar. Tiene una cuota de pesca y esa cuota es muy pequeña. En algunas
partes del sur te enfrentas con la siguiente realidad: si yo salgo a pescar, pesco mi cuota,
la vendo, y ni siquiera me alcanza para pagar el combustible, la carnada y a las personas
que participaron de la actividad de pesca. Por lo tanto, no es sustentable (Romero Muñoz,
2018, entrevista con la autora).
Hay que identificar zonas exclusivas para la pesca artesanal. Sin embargo, es complicado
llegar a acuerdos porque “los subsecretarios siempre nos ponen camisetas diferentes y
nos tira a la cancha” (Romero Muñoz, 2018, entrevista con la autora). Y ahora con la
llegada de los EMCPOs de la Ley Lafkenche se volvió aún más complicado, porque si ya
eran 3 actores –el Estado, las salmoneras y los pescadores artesanales– ahora también
están los pueblos originarios involucrados.
Hoy en día la normativa no permite sancionar de forma directa. La infracción
debería ser por daño hecho.
Si hay un terremoto de grado 8 y hubo un escape, bueno es fuerza mayor. Pero si hay un
viento puelche, típico de la zona, te tienen que sancionar sin entrar a un procedimiento
administrativo sancionatorio, porque son muy complejos (Castillo, 2019, entrevista con la
autora).
Hay que modificar esa legislación para que las empresas tomen todas las medidas
preventivas para que los escapes no ocurran. Un gran desafío para el desarrollo
sustentable de la salmonicultura es sus certificaciones. Hay muchas certificaciones en
acuicultura que supuestamente les da un sello verde, sin embargo, tienen una pésima
imagen.
La certificación de BBF es tan forzada que en realidad nadie cree en esa certificación.
Solamente sirve para limpiar la imagen de las empresas. Cuando se certifican y sale
anunciado en un diario que tienen una certificación, lamentablemente está hablando de
quizás 1 de las 100 aulas que tienen. Entonces, en ese sentido BBF ha sido cómplice de que
la industria solo se valida a través de muy malas experiencias (Álvarez Abel, 2019,
entrevista con la autora).
El caso de Marine Harvest es un buen ejemplo de esto. Justo un mes después de haber
recibido una certificación de sustentabilidad, se escaparon casi un millón de salmones. Así
52
que esta empresa está haciendo una limpieza de imagen, como también se cambió de
nombre, ahora se llaman Mowi, y salió de Salmón Chile (González, 2018).
En general el Estado debería haber apoyado más las iniciativas de conservación
orientadas a las personas y no solamente enfocadas en el medioambiente (Araos Leiva,
2019). Entonces, desde la política pública queda mucho que hacer para llegar a una
salmonicultura sustentable, pero una parte importante también debe ser realizada por la
propia industria.
En cuanto a la sostenibilidad por parte de las salmoneras hay mucho discurso, poca
práctica (Araos Leiva, 2019, entrevista con la autora).
Después de la implementación de la Ley Longueira las pesquerías están más
sobreexplotadas que antes, entonces no se trata solamente de cuánto se pesca, sino que
también de quiénes y cómo se está pescando (González, 2018, entrevista con la autora).
Paulina Cecilia Isler García, Estefanía González y Ruth Caicheo señalan que el pescador
artesanal tiene necesidad por su propia subsistencia de apuntar a la sostenibilidad del
recurso, entonces lograron entender que, si se agotan todos los recursos, sus hijos y nietos
ya no van a tener que comer ni en qué trabajar.
Una industria que explotó todo el recurso, después se va y se mueve sus capitales a otra
parte, a pescar en otro lado. El pescador artesanal no tiene esa posibilidad (González, 2018,
entrevista con la autora).
Sacan lo que la ley y las temporadas les permiten. Son los propios sindicatos de
pescadores los que presentan un plan de manejo de cómo van a hacer sostenible el
recurso (González, 2018, entrevista con la autora). Ya se están dedicando al turismo y
están tratando de solicitar concesiones de acuicultura para el cultivo de mitílidos y así
diversificarse a otras áreas, pero también relacionadas con el mar. Los pescadores
artesanales tienen sistemas que no solamente son amigables con el medio ambiente, sino
que, además, mantienen un patrimonio cultural de cómo trabajar la pesca, que es un
modelo que sí es sostenible en el futuro, que sí permite ser una fuente alimento para
comunidades que muchas veces no tienen acceso a otras fuentes de proteínas (González,
2018; Isler García, 2018).
Mientras esta visión no sea adoptada por las grandes salmoneras, no habrá
sustentabilidad en el sector. La industria está haciendo esfuerzos por cambiar, pero se
está comparando cómo era, y no se está comparando cómo debería ser en estos tiempos.
Están satisfechos con los cambios que han hecho y no entienden que estén cambiando la
estructura sociocultural de pueblos que tienen una identidad particular (Castillo, 2019).
Todavía uno de los grandes conflictos que enfrenta la salmonicultura en términos
de ocupación del espacio marino es con los espacios costeros de pueblos originarios. Estos
espacios también están siendo utilizados como una herramienta de control y de
resistencia frente a la expansión de la industria del salmón y en el caso cuando la industria
del salmón ya está instalada y los impactos son evidentes, son ejercicios más bien de
53
restauración ecológica a partir de la protección del espacio. Chiloé es un caso
paradigmático, porque tiene un mar bastante degradado que ha tenido un uso intensivo
durante muchas décadas, pero, al mismo tiempo, tiene una movilización social también
sumamente importante con diferentes culturas y con procesos de reconocimiento
indígena más reciente que en otras provincias en el sur de Chile. Los impactos de la
salmonicultura al final llevan al desarrollo sustentable (Araos Leiva, 2019).
Particularmente la crisis de la marea roja de 2016 traspasó la frontera y le llegó a la gente
que no vive en la zona y que no necesariamente tiene un vínculo con la pesca. Por lo tanto,
hoy en día lo que ocurre en esa zona tiene un gran impacto a nivel internacional y ahora
la salmonicultura está bajo la atención de todo el mundo (González, 2018). Isler García
plantea que el compromiso de las industrias con la ciudadanía tiene que ser mucho más
fuerte y se necesita más interactuación con las comunidades. También deberían mejorar
la calidad del empleo que generan, aumentando los sueldos, por ejemplo (Isler García,
2018).
El sector también se enfrenta con un desafío productivo, tecnológico y
organizacional gigante, debido al hecho de que el principio básico de la gestión
empresarial apunta al control de las variables productivas y “no hay actividades que
trabajan en un medioambiente tan abierto como la salmonicultura. ¿Qué variable de
producción controlamos nosotros en la salmonicultura? Ninguna” (Romero Muñoz, 2018,
entrevista con la autora).
Comparando las prácticas de las salmoneras noruegas en su país y sus prácticas en
Chile, está claro que tienen un doble estándar y no hacen el mayor esfuerzo posible por
contribuir a un desarrollo sustentable (Castillo, 2019; González, 2018; Isler García, 2018).
Una publicación de Oceana da a conocer una comparación en el consumo de antibióticos
a nivel local y global, constatándose que el 100% de las empresas que operan en Chile
presentaron un índice de consumo de antibióticos superior al promedio de Noruega y el
95% sobrepasó el promedio canadiense, mientras que solamente el 41% superó el
promedio de Chile (Castillo, 2019; Oceana, 2019). La salmonicultura ha tenido la culpa de
tantos eventos de los que no se han hecho carga que perdió su credibilidad (Castillo,
2019).
La industria el desafío que tiene es limpiar su imagen, porque ya no están pasando ese
percibo de la gente. La gente hoy día sabe el impacto que tiene el salmón y una de las cosas
determinantes en ese cambio fue la crisis del 2016 y que la gente de Chiloé se levantó. La
afectación socioeconómica fue tan grande como la afectación ambiental, porque en Chile
dependemos directamente de la salud de nuestro medioambiente (González, 2018,
entrevista con la autora).
Ahora hay que dar una respuesta social y política:
¿De qué manera esa identidad, esa memoria larga de Chiloé, esos claros y oscuros de su
historia, los leemos en clave presente y lo canalizamos política-, social- y territorialmente
hacia el futuro? (Mondaca Mansilla, 2019, entrevista con la autora).
54
En vez de hacer un análisis reducido de los impactos de la salmonicultura y de un pasado
bueno que fue destruido por la industria, hay que tomar en cuenta la historia larga y el
trato colonial que se ha dado en Chiloé para poder entender por qué se le recibió de esa
manera con los brazos abiertos a esa industria salmonera y también por qué ahora se está
viviendo un proceso de resistencia a esa misma industria.
Todo eso está atravesado justamente, en la primera etapa, por una identidad pisoteada y
ahora, en esta segunda o tercera etapa, por una identidad que reemerge, pero que
reemerge en clave social, en clave política y en clave presente. No es una remembranza,
sino el desafío es cómo ocupamos esa memoria, esa identidad, en clave presente y futuro
(Mondaca Mansilla, 2019, entrevista con la autora).
Y el desafío es que esa memoria e identidad no solamente sea una remembranza folclórica,
sino que se la ocupe en las políticas públicas para el desarrollo sustentable. La identidad,
las prácticas identitarias con respecto a lo económico, lo cultural y a lo comunitario, puede
ser traducida en políticas públicas descentralizadas. Por ejemplo, en términos educativos,
hacer que las actividades culturales de las escuelas y las clases tengan contenidos de la
historia local, o cambiar los nombres de las calles en nombres indígenas o relacionados a
algunos hábitos locales, o que existan fechas conmemorativas respecto a la historia del
lugar (Mondaca Mansilla, 2019).
Chiloé ya lleva 30 años en la industria y la salmonicultura está muy enredada en el
territorio. Logró instalarse y arraigarse. Está metida ya en el tejido del archipiélago.
Efectivamente hay oportunidades laborales de gente que por ahí estudió y lo único que
sabe hacer es eso, entonces no es llegar y sacar una actividad así un día para otro
(González, 2018, entrevista con la autora).
Hoy día en otras zonas de Chile, al norte, donde no hay salmonicultura y se está tratando
de introducir, las autoridades les están diciendo que no. Eso no hubiese sido posible si es
que no tuviésemos el caso de Chiloé, si es que la gente no se hubiese levantado, si es que
la gente no hubiese protestado. ¿Ahora cuál es el beneficio que eso ha tenido para Chiloé?
Nos cuesta verlo todavía. Esperamos que todos estos procesos legales y judiciales logren
dejar un precedente para que luego el Estado se haga cargo y haga una reparación
ambiental de esa zona. Y que se privilegie no la industria, sino que a las actividades
artesanales que ahí existen. Pero la gran ganancia de Chiloé hoy día la están viviendo otras
zonas del país o incluso en otros países (González, 2018, entrevista con la autora).
El ejemplo de nosotros va a servir para que otros territorios tomen conciencia a lo mejor
antes de que lleguen [las salmoneras] a destruirlos. A lo mejor nosotros seremos una zona
de sacrificio (Caicheo, 2019, entrevista con la autora).
Entonces, lamentablemente, los logros de Chiloé no son para Chiloé, sino el gran triunfo
que tuvo fue mostrar al mundo cuál es el modelo de producción en el mar que no funciona
y qué no se debe repetir nunca más de esta manera.
55
CONCLUSIÓN
La industria del salmón, en un contexto neoliberal desde la década 1980, fue un agente
globalizador, que llegó a una región aislada y en cierta medida socioeconómicamente
deprimida, pero con una identidad única. Esta investigación trató de revelar la trayectoria
de lo que se concibió como una actividad de exportación no tradicional con ventajas
comparativas significativas, hacia un sector que se ha convertido en objeto de debate
sobre sostenibilidad y desarrollo. Contemplando las particularidades histórico-políticas
de Chiloé, se puede abordar de mejor forma tanto el presente como el pasado de la
industria salmonera y sus impactos, no solamente a nivel ecológico, sino también a nivel
social e identitario.
El neoliberalismo, según la teoría de Wallerstein, promueve la construcción de
territorios bajo los intereses de los capitales vinculados con las actividades globalizadas
y que de esta manera genera tensiones y conflictos por los recursos, como también es el
caso de la salmonicultura en Chiloé. Existe una forma de neocolonialismo desde el Estado
chileno hacia el archipiélago que no solamente se ha impuesto en la época de la anexión
del territorio insular a la naciente República (1810 y 1826), sino que también con la
llegada de la salmonicultura a mediados de la década de 1980 a través de la
sobreexplotación económico-extractiva. Siguiendo la perspectiva de Calvano (2008), las
salmoneras multinacionales y las políticas neoliberales del Estado chileno que las protege
pueden atribuir al desarrollo económico, pero al mismo tiempo amenazan la identidad y
la independencia de una sociedad única.
Si la identidad es un proceso constructivo que cambia junto al entorno, los
impactos de la salmonicultura, como la migración, la urbanización, la contaminación y la
mercantilización de la naturaleza, han transformado la identidad chilota. Particularmente
los grupos desfavorecidos tienen valores propios que les dan identidad: el chilote se
caracteriza por su relación con el mar, con la pesca como la segunda actividad laboral
predominante, y por la cooperación comunitaria. Y justamente en estas prácticas
productivas de las sociedades tradicionales se ve reflejada la sostenibilidad: la
simbolización cultural de los chilotes, sus creencias religiosas y significados sociales están
basados en el mar y de esta manera la cultura asigna valores y significado a la naturaleza.
De ahí se desarrollaron las ideologías agrícolas tradicionales: la cultura tradicional chilota
regula el uso de recursos para satisfacer las necesidades de los miembros de la
comunidad, no para exportarlos, y regulan el ritmo de la extracción de estos recursos.
Entonces su cultura, a través de sus reglas y prácticas, favorece el uso sustentable de los
recursos naturales, incluso las relaciones de parentesco, de género y edad, las formas de
reciprocidad, la división del trabajo y los derechos territoriales. Estas reglas y prácticas
soportan el uso múltiple y el manejo sustentable de los recursos naturales. El
neoliberalismo tradicional, enfocado en el mercado, al generar estas tensiones culturales,
obstaculiza el desarrollo sostenible (Kliksberg, 2000). En el sistema neoliberal chileno el
56
desarrollo sostenible se aborda desde un punto de vista económico que capitaliza la
naturaleza y no distingue entre las diferentes necesidades humanas culturalmente
determinadas, mientras que la sostenibilidad está entretejida en el medioambiente y en
las identidades culturales. Debido a la privatización de los bienes y recursos naturales, la
naturaleza es reducida a capital natural y la conservación de esta naturaleza se convierte
en solo un negocio que ignora las relaciones de poder y las identidades culturales.
La globalización y el neoliberalismo han desterritorializado la identidad, pero al
mismo tiempo pueden llevar a una revalorización de esta. Hoy las identidades culturales
muchas veces forman la base de organización social y movilización política y de esta
manera refuerzan las identidades (Castells, 1999; Velasco Páez, 2003), como fue el caso
en Chiloé cuando la crisis de la marea roja traspasó las fronteras y movilizó a la gente
tanto a nivel local como nacional e incluso internacional.
Se esperaba que la industria del salmón, a través de su implementación en el
modelo neoliberal, generase un crecimiento económico, pero no de una manera inclusiva
ni sostenible, y que la identidad chilota tradicional, en términos medioambientales,
económicos, sociales y culturales, desapareciese en gran parte, al alterar su relación con
el mar y la tierra. Esta investigación confirma en cierta medida esta hipótesis. Al
contaminar el medioambiente, la salmonicultura ha generado importantes
transformaciones en la identidad chilota, dada su esencial relación con el territorio: Chiloé
se constituye identitariamente en términos de esta relación que existe entre la actividad
que ellos realizan en el mar y las actividades que realizan en la tierra. Esta identidad
territorial cambió por la privatización de los mares, los cuales siempre habían sido sus
territorios ancestrales. La imagen del archipiélago de Chiloé ya no es visto como una
región aislada, marginada ni subdesarrollada. Otro impacto en la identidad local es el
causado por la migración, ya que se han ido los representantes de la cultura chilota
tradicional y los huilliches se ven distanciados de sus vidas tradicionales, o han llegado
trabajadores de otras culturas con otras costumbres. La llegada de inmigrantes
profesionales ha creado una brecha entre estos y la población local. Además, los horarios
laborales de la industria impiden a los chilotes realizar sus costumbres idiosincrásicas.
También existe una disminución y mercantilización de la mitología chilota y el
surgimiento de una cultura más basada en el consumo y la acumulación de capital y la
propiedad industrial en vez de lo familiar o lo comunitario, un estilo de vida más
competitivo e individualista. Por último, existe una disminución de la diversidad cultural
y actividades alternativas aparte del trabajo en el sector de salmón.
El papel que ha desempeñado el Estado en un desarrollo no sostenible de esta
industria tiene que ver con el centralismo y su carácter neoliberal. Debido a su incentivo
económico, el Estado prioriza los intereses de las empresas. Existe una falta de regulación
ambiental o, quizás más bien, una pseudorregulación: existe una normativa, pero es de
baja calidad y no hay una fiscalización eficaz. Las regulaciones apuntan más bien a limpiar
la imagen de una industria que no cuenta con suficiente involucramiento de las
comunidades. Tanto por parte del Estado como de la industria existe un doble estándar.
Sin embargo, no todas las transformaciones generadas por la expansión de la
salmonicultura han sido negativas para la comunidad chilota. Otras transformaciones con
57
impactos más positivos han sido el desarrollo de servicios comerciales, financieros y
profesionales; el fuerte ingreso de capitales chilenos y transnacionales; el aumento de
oportunidades laborales más estables, lo que hizo que mejoraran los niveles de bienestar
en la región. Además, la expansión de la salmonicultura estimuló la inserción de la mujer
en el mundo laboral y, junto a ello, el aumento del grado de sindicalización. El desarrollo
de vías de transporte también puede constituir un beneficio para los chilotes.
La expansión de la salmonicultura demuestra que las condiciones de aislamiento
pueden cambiar e incluso generar beneficios mediante la incorporación en el mundo
moderno; pero, por otro lado, la modernidad, a través de la salmonicultura, ha generado
transformaciones que están en conflicto con la identidad tradicional del archipiélago. Es
muy probable que el proceso de asimilación de la identidad continuará, y quizás incluso
es inevitable en el modelo neoliberal, que otorga más valor al desarrollo económico y que
concibe la ‘pérdida’ de la identidad cultural de un grupo o una región como un costo
necesario de este desarrollo económico.
Si el Estado no se hace directamente responsable del mantenimiento de la calidad
ambiental, social y económica, se puede argumentar que la sostenibilidad a largo plazo de
la industria del salmón puede verse amenazada. Las autoridades chilenas deberían
adoptar una postura proactiva con respecto a la salud de la industria y sus entornos
amenazados. Particularmente porque en Chile la salmonicultura está directamente ligada
a los pueblos originarios y sus identidades diferenciadas.
La globalización de las redes de la sociedad civil que han atraído las diferentes
dinámicas de producción y consumo a la atención mundial ahora presenta un desafío a
los regímenes de gobernanza existentes, cuestionando su orientación de desarrollo
económico neoliberal, en particular su sostenibilidad, y utilizando los mismos recursos
generados por el proceso inicial de globalización económica: mercados, información y
alianzas estratégicas. La salmonicultura, o más bien la acuicultura en general, ha dado
lugar a su globalización en términos de inversión y exportaciones, así como a una
posterior globalización de temas y actividades relacionadas con la ecología y la economía
políticas radical local. Si bien las dos fases, relacionadas con el silencio socioecológico y el
imperativo económico, se realizaron con poca apreciación crítica, la última se ha
convertido en un nuevo desafío para el sector. Fue precisamente la globalización del
sector a través de la inversión y las exportaciones, y su éxito relativo, lo que condujo a una
globalización de la crítica de éste en términos de su desempeño de sostenibilidad más
amplio – más allá de su línea de fondo económico – y específicamente los impactos que ha
generado a nivel local y regional.
No solamente es la salmonicultura la culpable, si no la acuicultura o el modelo
extractivista en general; de allí que se requiere cambios más profundos en las políticas
públicas para prevenir impactos similares en otras industrias u otras regiones. Gran parte
del crecimiento del sector tuvo lugar dentro de un entorno regulatorio débil y en un
contexto espacial de bajos niveles de desarrollo económico y humano. En el proceso de
desarrollo los conceptos de cooperación, confianza, etnicidad, identidad, comunidad y
amistad deben ser incorporados, ya que estos elementos forman la base del tejido social,
la política y la economía, cuyas áreas están inherentemente ligadas (Kliksberg, 2000).
58
Entonces, es necesaria una visión desde la política pública que se haga cargo del
desarrollo que deben tener las zonas costeras de manera sostenible, no solamente desde
el punto de vista ambiental, sino también social y económico para las comunidades que
viven hoy día del mar, tanto en términos de sustento diario como en cuanto a su cultura
basada en el mar. No necesariamente significa implementar más normativa, sino
regulaciones no verticales, de mayor calidad, que otorguen una visión integral. En general,
el Estado debería haber apoyado más las iniciativas de conservación orientadas a las
personas y no solamente las enfocadas en el medioambiente. El desafío es que esa
memoria e identidad no solamente sean una remembranza folclórica, sino que se la ocupe
en las políticas públicas para el desarrollo sustentable. La identidad, las prácticas
identitarias con respecto a lo económico, lo cultural y a lo comunitario, pueden ser
traducidas en políticas públicas descentralizadas. Si bien la salmonicultura ya está
instalada en el archipiélago y está arraigada en su cultura, el caso de Chiloé puede servir
de ejemplo para otras áreas donde esta u otras industrias quieran establecerse, para
evitar nuevos conflictos socioambientales.
Es importante enfatizar dos elementos. Primero, no es necesariamente la
modernidad la que ha afectado la sostenibilidad del archipiélago, sino la manera
específica en que se enfocaba en la acumulación de capital, sin tomar en cuenta la
sostenibilidad, y las decisiones específicas que se toman en términos de política pública
para sustentar este proceso modernizador con infraestructura o regulaciones. Segundo,
el proceso de transformación de la identidad chilota tampoco necesariamente es negativo,
ya que, como se ha señalado, la identidad siempre está en proceso de cambio. Solamente
se señala que en el archipiélago de Chiloé las transformaciones medioambientales,
económicas, sociales y culturales – dimensiones intrínsecas de la identidad – se han
modificado rápida y violentamente desde la llegada de la industria salmonera en el
modelo neoliberal. La experiencia moderna revela que el final del aislamiento genera
riesgos a nivel local.
En este estudio se analizó el tema desde diversas perspectivas, con visiones tanto
desde el Estado como desde las ONGs y la sociedad civil. Habría sido deseable contar con
la opinión de un espectro más amplio de miembros la sociedad civil local, con tal de
conocer más detalladamente las transformaciones en sus vivencias personales y sociales.
Este trabajo ha buscado analizar el tema de investigación de una manera amplia, pero
también es necesario seguir estudiando los impactos de la salmonicultura en Chiloé y el
papel del Estado en ello y enfocarse detalladamente en los diferentes aspectos, para así
poder llegar a sugerencias más concretas para el sector.
59
ANEXO 1:
Lista de entrevistados
Nombre Perfil Fecha y lugar Duración Ricardo Álvarez Abel - Antropólogo en la Fundación
para la Superación de la Pobreza
02-07-2019 Skype
00:21:14
Francisco Javier Araos Leiva
- Antropólogo en el Programa Atlas de la Universidad de Los Lagos
16-07-2019 Skype
00:57:04
Ruth Caicheo Werken (vocera) de la Comunidad Williche & Comunidad Wiñoy Newen
26-07-2019 Skype
00:36:41
Javiera Castillo
- Abogada de Oceana Chile 14-06-2019 Oficina Oceana Chile Suecia 0155, Santiago
00:44:42
Estefanía González
- Coordinadora de campañas Greenpeace Chile - Coordinadora campaña Océanos Greenpeace Andino
13-12-2018 Oficina Greenpeace Argomedo 50, Santiago
00:49:11
Paulina Cecilia Isler García
- Jefa Departamento de Gestión de Programas de Fiscalización de la Acuicultura de Sernapesca - Médico veterinario - Exempleada Marine Harvest
18-12-2018 Dirección Nacional de Sernapesca Victoria 2832, Valparaíso
01:05:20
Eduardo Mondaca Mansilla
- Investigador (Ciencia Política y Ecología Política) en Centro de Estudios Sociales de Chiloé
10-07-2019 Skype
00:53:50
Gonzalo Romero Muñoz
- Gerente General del Programa Estratégico Meso Regional del Salmón Sustentable
06-11-2018 CORFO Moneda 921, Santiago
01:48:00
60
ANEXO 2:
Pauta de entrevista
Las siguientes preguntas fueron parte de la pauta de las entrevistas realizadas durante el trabajo de
campo en Chile. Ya que la investigación consistió en entrevistas semiestructuradas, las preguntas
dependían del perfil del entrevistado y de sus respuestas.
1. ¿Me puede describir su perfil? ¿Cuál es su función dentro de la organización?
2. Por supuesto he leído su página web, pero me podría contar en sus palabras ¿qué es lo que hace la
organización? ¿De qué manera lo tratan de hacer? ¿Qué hacen específicamente en Chiloé?
3. ¿Qué aspectos culturales de Chiloé calificaría como los más importantes? ¿Y en cuanto a los aspectos
socioeconómicos?
4. ¿Según usted cuáles han sido los impactos más importantes de la expansión de la industrial de
salmón en cuanto al medioambiente? ¿Y en cuanto a lo social y lo económico?
5. La cultura chilota es basada en la naturaleza y la pesca, entre otros. ¿Según usted estos cambios
recién nombrados han afectado la cultura chilota?
6. ¿Usted cree que la industria salmonera ha sido el factor responsable para los cambios que tuvieron
lugar en Chiloé, o Chiloé también hubiera cambiado de la misma manera sin la expansión de la
salmonicultura después de la dictadura?
7. ¿Cuáles son los instrumentos de su organización que pueden combatir dichos cambios en Chiloé?
¿De qué manera la salmonicultura sostenible podría disminuir esos impactos?
8. ¿Cómo ha sido la reacción de las grandes salmoneras frente a su trabajo en Chiloé? ¿Y de los
pescadores? ¿Y los chilotes en general?
9. ¿Cómo su organización se asegura de que se enfoca en las áreas y los temas que más lo necesitan?
10. ¿Según usted existe una brecha entre las medidas que toma el gobierno chileno en Santiago y lo
que necesita o quiere la gente en Chiloé?
11. ¿Hoy en día cómo es el estado actual de la sostenibilidad y la Responsabilidad Social Empresarial
en las salmoneras en Chile? ¿Y cómo es la actitud de los pescadores artesanales frente a la
sostenibilidad?
12. ¿Qué opina de las iniciativas por parte del Estado para crear más sostenibilidad en el sector y el
hecho de que esas iniciativas vienen desde el Ministerio de Economía? ¿El enfoque económico se
puede combinar con la sustentabilidad?
61
13. ¿Existe una cooperación entre su organización y el gobierno? ¿O con las grandes salmoneras?
14. La llegada de las salmoneras de Noruega ha sido un factor muy importante para los cambios en
Chiloé. ¿Esas empresas o el gobierno noruego están tomando su responsabilidad según usted?
15. ¿Cuáles son los desafíos para el sector de salmón en Chile y para su trabajo en cuanto a esta
industria?
16. ¿Y cuáles son los logros y las oportunidades del sector y su trabajo?
62
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